Azulejo de las estancias del Monasterio de San Vicente de Fora en Lisboa (s. XVI-XVIII)

 

 

 

 

Concepto y terminología

 

Al hacer la Historia de nuestra lengua suele hablarse del romance hispánico primitivo o de los primitivos dialectos peninsulares, y también de «el español arcaico» que va de las jarchas mozárabes hasta mediados del siglo XIII; creemos por nuestra parte que a esta primera etapa de la lengua puede llamársela «español primitivo». La palabra primitivo quiere decir 'de los primeros tiempos', y en este sentido la consideramos adecuada para referirse a las dos centurias iniciales de la lengua literaria; además y a semejanza de como en la historiografía del arte se llaman «primitivos» a los autores y obras anteriores al Renacimiento, proponemos que se llamen «primitivos» literarios a los textos y en su caso autores que anteceden a la gran figura de Alfonso X. De hacia mediados del siglo XI hasta hacia mediados del xiii transcurre pues un primer período de la historia de la lengua, que bien puede llamarse de «el español primitivo».

Sabido es cómo Menéndez Pidal tituló uno de sus volúmenes Tres poetas primitivos, haciendo referencia en el mismo a tres poetas 'de los primeros tiempos' y en particular del Doscientos; no obstante nos parece conceptual y léxicamente más propio hablar de «primitivos» en cuanto se trata de autores y textos anteriores al rey Alfonso, a partir del cual estaremos ya en la «época de Alfonso X» y en el período de «la herencia alfonsí». Por otra parte resulta perfectamente propio referirse también a los dialectos primitivos de ía Península, dado que son 'de los primeros tiempos' y además 'no tienen origen' en otros dialectos.

En resumen, queríamos decir que el período de la lengua literaria que va de las canciones mozárabes (h. 1042) hasta la época lingüística de Alfonso X (tl1250), podemos llamarla de «el español primitivo»; tenemos esta expresión por más apropiada que la de «español arcaico», dado que arcaico significa 'muy antiguo' y puede tener otra denotatividad. La lengua del Cid, de la Razón de amor o delAlexandre es la que constituye el español (literario) primitivo, tras del cual surgirá una nueva época presidida por Alfonso X; usamos por tanto lo de «primitivo» en un sentido algo análogo al de los historiadores del arte, sólo que en nuestro caso nos referimos con ello a los textos y autores anteriores al rev Alfonso.

 

 

Hibridismo idiomático

 

En efecto, dan lugar al español literario primitivo las canciones mozárabes, el Poema de Mió Cid, el cantar paralelístico que aparece en la «Crónica de la población de Ávila», la Disputa del alma y el cuerpo, el Auto de los Reyes Magos, la Razón de amor, la Vida de madona Santa María Egipciaqua, losAnales Toledanos primeros, La Fazienda de Ultra Mar, el Roncesvalles, la obra de Berceo, los Libros de Apolonio y de Alexandre, la Leyenda del bueno y del mal ladrón, el Poema de Fernán González,los textos doctrinales en prosa de la primera mitad o de hacia mediados del xin, ...

Jaime Oliver Asín se refirió a estos primeros tiempos de nuestra letras con los rótulos de «Supremacía de Castilla e irradiación de su dialecto desde los tiempos del Cid» y «El castellano, lengua escrita por obra del Rey Sabio y de Berceo», explicando así: «Se escribía latín, se hablaba castellano... El retorno a la unidad lingüística es precisamente el acontecimiento literario del siglo XIII»; además nuestro autor advirtió asimismo: «En... Toledo, para los documentos notariales... fue empleado el árabe no sólo en el XII, sino también durante todo el siglo xiii»

Vemos, pues, en estos hechos asomar la complejidad de la situación lingüística medieval, complejidad de la que es también muestra La Fazienda de Ultra Mar2. Estamos ante la versión castellana anónima de un original no sabemos si latino o escrito en lemosín o en gascón, texto castellano que parece «de hacia 1220» y que es muy primitivo y con forasterismos3; Diego Catalán, quien por su parte también apunta cómo el lector se resiste a aceptar la hipótesis poco verosímil de Moshé Lazar de que estamos ante un texto castellano de la primera mitad del XII, escribe generalizando sobre el problema:

La ausencia de «fronteras lingüísticas» nítidas en las manifestaciones escritas medievales de las lenguas románicas es un hecho bien conocido. No puede hablarse propiamente de traducciones, sino de versiones más o menos adaptadas a una lengua distinta. Dentro de la Península la hermandad del gallego-portugués y el castellano (sin necesidad de acudir a los dialectos «puente» de tipo leonés), permitía a ambas literaturas compartir sus obras. En el Oriente peninsular la mayor distancia entre el catalán y el castellano venía a ser salvada por la vigencia del aragonés, donde ni los catalanismos ni los castellanismos resultaban extraños4.

La cultura medieval daba lugar a versiones sucesivas de un texto, y el hecho de estas versiones, la intervención de «traductores», copistas, etc., precipitaba en un hibridismo o mixtura idiomáticas. Es el hibridismo de por ejemplo La Fazienda..., que también por su lado otro estudioso, Fernando González Ollé, sitúa en el primer tercio del Doscientos5.

En realidad fue ya el propio Menéndez Pidal quien en 1914, justamente en el tomo primero de la RFE, trató de la mezcla lingüística que se da en los textos poéticos medievales; don Ramón estaba estudiando el Elena y María o Disputa del clérigo y el caballero, y menciona a la vez el Alexandre y el Poema de Alfonso X/para decir de estos textos: «Reconstruyen dentro de la poesía española una región dialectal que durante los siglos xm y xiv producía obras de diversos géneros poéticos, redactadas en un lenguaje donde el elemento leonés se mezclaba en muy diversas proporciones con el castellano y con el gallego-portugués»6. Estamos pues ante una «literatura leonesa» cierta, literatura de la Edad Media que se ejercitaba en géneros distintos de poesía y que idiomáticamente se dejaba penetrar por los influjos atrayentes de las letras galaico-portuguesas y de las castellanas; así ocurre que mientras en la lengua hablada se da una transición espacial gradual desde los rasgos gallego-portugueses hasta los castellanos, en esta literatura escrita aparecen rasgos antagónicos, dada la pujante atracción de lo castellano por una parte y lo gallego-portugués por otra7.

 

 

El «Alexandre» y el «Auto de los Reyes Magos»

 

Sobre «el dialecto original» delLibro de Alexandrese ha expresado —quizá ha sido el último en hacerlo con detalle— don Emilio Alarcos, quien piensa que los argumentos aducidos por la crítica en favor de un texto leonés del poema «no ofrecen solidez alguna»8; nuestra opinión es distinta. Nuestro autor opone, por ejemplo, a Menéndez Pidal cómo «es imposible creer que en un poema de más de 10.000 versos todos los plurales en -es hayan sufrido enteramente la transformación en -as», señal de la ausencia leonesista de ese plural en -es; no obstante, reconoce sin embargo la reducida presencia general del fenómeno, ya que «en los documentos recogidos y estudiados por Staaff sólo aparecen dos terminaciones átonas -es y en un solo documento»9.

De hecho, Menéndez Pidal había argumentado en pro del leonesismo dialectal del Alexandre muy temprano; de 1907 es un escrito suyo poco conocido en el que mantuvo cómo la lengua original del texto «es leonesa»10. Tenemos así que el manuscrito O del poema representa «el dialecto propio del autor», el cual se manifiesta en rasgos sucesivos: artículo con la forma leonesa elo, ela; infinitivo personal; terminación -io, -ia átona; infinitivos en -er; plural femenino -es;diminutivo -ina; no diptongación de la o breve ante nt;... 11. En definitiva, ocurre —piensa el maestro coruñés, y lo tenemos por lo más verosímil— que el manuscrito O (aunque en el mismo interviniesen copistas del Oriente de León o de Castilla), conserva las huellas del habla del autor del Alexandre, es decir, del dialecto leonés occidental.

La falta de nivelación de la lengua literaria como ocurriría tiempos después, las versiones que se hacían de un mismo texto, la intervención de traductores y copistas, las circunstancias culturales todas, hacen que los textos medievales ofrezcan un hibridismo o mezcla lingüísticos que resultan visibles asimismo en el Auto de los Reyes Magos 12.Bien sabido es que Lapesa argumentó hace años en favor de un autor del mismo que tuvo su origen gascón o catalán, más probablemente lo primero, y que situó este dato en hechos generales de la historia medieval peninsular: «El Auto de los Reyes Magos —decía— queda así encuadrado en los hechos históricos más representativos del siglo xiien el Centro y Occidente de España: la asimilación de los inmigrantes «francos» ... La manifestación lingüística correspondiente consistió en mezclas pasajeras acarreadas por el bilingüismo ... y también en el crecimiento, temporal igualmente, de la apócope vocálica» 13.

Se trató en efecto de lo que por nuestra parte hemos llamado uno de los procesos de aculturación que ha experimentado el pasado español y que tuvo consecuencias idiomáticas: «la impronta ultrapirenaica en la lengua peninsular»14; Lapesa al proponerlo estaba relacionando realidades políticas y culturales con las lingüísticas, y este afán explicativo no pasó desapercibido en su día para Eugenio Asensio, quien en un libro muy bello lo subrayó15.

Tenemos, por tanto, que la lengua del «Auto de los Reyes Magos» es castellana aunque con rasgos mozárabes y con un tercer elemento probablemente gascón, y que pudo ser compuesto por un gascón o un catalán establecido en Toledo; este hecho —añadiría años más tarde el propio Rafael Lapesa— «no puede servir de apoyo para negar la existencia de teatro litúrgico medieval en Castilla» 16.

 

 

Sobre polimorfismo

 

Otra de las cuestiones que se han planteado a propósito de los textos primitivos es la del polimorfismo; Manuel Alvar hace referencia al vocalismo del Libro de Apolonio, y de sus datos se deduce este cuadro de tendencias que elaboramos por nuestra parte:

 

Naturalmente, en cualquier estado de lengua y de manera particular en el idioma literario menos nivelado de la Edad Media—,se da un polimorfismo que (sin llamarlo de esta manera) advirtió muy bien Menéndez Pidal en sus Orígenes del español; Alvar escribe unas palabras en las que subraya este polimorfismo primitivo, pero a nosotros nos parece que no podía ser de otra manera: no hay lengua sin fragmentación interior, sin variabilidades sincrónicas y diacrónicas, y resultado de ello es el polimorfismo.

Escribe, en efecto, así Alvar:

Cuando transcribimos un dialecto, a lo largo de la encuesta recogemos formas alternantes, lo que ya no es tan fácil en un texto normalizado por las grafías. Y si ese texto es literario, resulta que la normalización de la escritura es más rigurosa ... Por eso es más difícil encontrar polimorfismo estricto ... en un poema como el nuestro, que responde a la tradición que el copista aprendió en un scriptorium; así y todo he podido rastrear algunos casos 17.

 

Según decimos pertenece a la esencia de la lengua su variabilidad interior, y esta variabilidad se manifiesta tanto en los procesos diacrónicos como en los usos sincrónicos; forzosamente tiene que aparecer por tanto en los documentos, y nada extraña que lo haga en la lengua literaria.

Hemos examinado por nuestra cuenta lo que ocurre en el caso del vocalismo átono del Poema de Mió Cid, y hemos encontrado que se dan en el mismo tendencias que asimismo podemos representar en este cuadro:

 

 

Ocurre, pues, un polimorfismo diacrónico y sincrónico en el lenguaje que vemos ahora en los textos literarios del español primitivo, al igual que don Ramón lo observó en la documentación de orígenes de la lengua y la dialectología lo comprueba en las hablas vivas 18.

 

 

La canción «mozárabe»

 

Textos muy bellos de la lengua primitiva son los líricos; a las jarchas se refirió en cuanto fueron conocidas Dámaso Alonso, subrayando el hecho fundamental de que revelan una tradición romance de alta profundidad cronológica: se trata de canciones de temática amorosa que se cantaban en la España mozárabe19. Por lo que atañe a la terminología algún autor ha observado que ha de llamarse «mozárabe» a esta lírica sabiendo que estaría vigente no sólo entre tales mozárabes, sino entre muladíes y musulmanes bilingües asimismo.

Don Dámaso, como decimos, se ocupó tempranamente de este cancionero, y a propósito del mismo estampó las siguientes agudas líneas:

 

Que esta poesía mozárabe se enlaza con la castellana posterior, que es su base natural, no nos cabe duda... Pero ¿qué es lo castellano? Lo castellano no es (salvo en el pequeño núcleo original) sino la mezcla de un superestrato castellano, mancha conquistadora que avanzaba hacia el Sur, y un elemento mozárabe que iba convirtiéndose en sustrato según iba siendo reconquistado20.

 

De hecho las realidades lingüísticas resultan así: la castellanización del Reino de Toledo hubo de cumplirse a lo largo de siglos y con distintas concesiones, y a la vez el toledano conservó rasgos de base mozárabe extendidos luego por las hablas meridionales21.

A los que él llama cantos andalusíes se ha referido en sucesivas ocasiones Menéndez Pidal; don Ramón defiende esta terminología y dice de ella a la letra unas palabras que creemos instructivo recoger: «Entendamos que muchas [jarchas] están escritas por musulmanes que hablan la lengua de los mozárabes y que otras están en el dialecto hispánico propio de los judíos españoles»; de ahí que resulte preferible llamarlas andaluzas o andalusíes22. Si se habla de lírica mozárabe —por tanto—, hay que saber que se daba no sólo entre propiamente mozárabes.

Además de estas canciones contamos, como se sabe, con los zéjeles; ellos usaban a veces en sus versos palabras del árabe vulgar y palabras románicas; la intervención de la lengua romance, si la hay (ha dicho García Gómez), «pasa a ser en forma de palabras aisladas en cualquier lugar del poema»23. El idioma de las jarchas lo encontramos detenido en su arcaísmo, lo cual es propio de un código poético conservado tradicionalmente: la literalidad artística posee una forma canónica, valga decir; Menéndez Pidal apunta este estacionamiento de la lengua de los cantos románicos andalusíes en un gran arcaísmo, y lo argumenta asimismo en parte por encontrarse el dialecto mozárabe en un medio desfavorable, con la lengua árabe como superestrato político y cultural. Y matiza además don Ramón:

Lo más probable en definitiva, es que entre los mozárabes toledanos y andaluces del siglo XIII las cancioncillas populares conservasen un arcaísmo poético tradicional que las mantendría diferenciadas del habla diaria mozárabe, cuando ésta sin duda se hallaría ya muy influida por el habla castellana y leonesa de los recientes reconquistadores24.

Lo que dice Menéndez Pidal hay que entenderlo en el sentido de que en efecto, lengua poética y habla ordinaria resultan registros distintos, poseyendo la lengua literaria una codificación en parte establecida y repetida; el habla traída por los reconquistadores y repobladores de Norte a Sur en cierto modo supuso desde luego una nivelación uniformadora.

A la par que los dialectos romances peninsulares surgió la lírica que conocemos como mozárabe, aunque como ocurre siempre en literatura la tradicionalidad poética no quiere decir que no haya individualidad creadora y autoría personal; las jarchas —ha apuntado asimismo la crítica— no representan en todos los casos y por necesidad una poesía románica preeexistente, sino que pueden haber sido compuestas para las moaxajas mismas25.

Desde el mismo comienzo de las lenguas vulgares debió existir una elaboración de cantos líricos que sirviesen para el recreo y el gusto de las gentes, ha dicho varias veces más o menos Menéndez Pidal26; merced a los autores de moaxajas conocemos una muestra del cancionero mozárabe, de manera que lo que ellos hacían con fines artísticos sirve para nosotros de documentación lingüística. El ya mencionado don Emilio García Gómez ha expresado plásticamente este valor testimonial que para los filólogos tienen los autores de moaxajas con sus obras, y ha escrito un párrafo así:

Yo he hablado dicede «recoger» e «incrustar» con fines estéticos, pero no con el fin de conservar «conscientemente» textos para la posteridad (aunque, de hecho, así se conserven)... Diría que los moaxajeros árabes no eran sólo «flokloristas avant la lettre», sino también «folkloristas malgré eux»27.

Las canciones que llamamos mozárabes han dado lugar, pues, a uno de los capítulos tanto idiomáticos como artísticos de la lengua española primitiva28.

 

 

Orígenes de la prosa

 

Los Anales Toledanos primeros quedaron acabados en 1219, y su lugar en la historia de la prosa (el lugar del presente y de otros textos) no está estudiado; en realidad falta para la evolución de la lengua española en prosa un tratamiento de conjunto análogo al que para la historia del verso supone la Métrica de don Tomás Navarro. No obstante, ya a Amador de los Ríos no se le escapó el interés de, por ejemplo, estos Anales Toledanos, monumento en que —según decía— la Historia da sus primeros pasos cuando empieza a hablar la lengua romance29. Pero lo que más nos importa de las observaciones de don José Amador son unas líneas en que de manera intuitiva expone este hecho:

Comprendiendo los Anales —dice— el largo espacio de doce siglos en que los sucesos se precipitan y amontonan con rapidez extraordinaria, apenas hallamos en ellos un período que preludie la majestad y gracia que cincuenta años después desplega la prosa castellana ... Y sin embargo de esta sequedad fatigosa,... digno es de notarse que al llegar al reinado de Alfonso VIII procura dar mayor extensión a sus noticias, componiendo al par la frase hasta aquel punto desaliñada y pobre, y dando mayor consistencia a la narración, o mejor dicho, mostrando el anhelo de formularla30.

En efecto, existe en nuestro texto asomos de un propósito de construcción narrativa; muchas veces se da una enumeración pura analística, y así dice: «Fue la batalla de Ronçesballes que murieron los doze pares, era dccccxxv. Murió Carlemagne, era dccccxlix... Mataron al Infante don García en León, era de mlvii ... Desçendió grande nieue sobre la toda la tierra en el mes de Janero, era mclx»31. En ocasiones, sin embargo, hay voluntad de explicar los sucesos y de detallarlos, y aunque el decurso aparece construido según una mera coordinación copulativa, también en otros momentos la sintaxis se pliega más a la concatenación real de las acciones referidas.

Tenemos, por ejemplo, este párrafo: «Y duraron tres semanas de Janero sobre Baeza, et non la prisieron, et murieron hi cauallos, et mulos, et muías, et asnos comieron las gentes. Et después morieron las gentes de fambre et fue hora que costo el almud de laçeuada lxsueldos, et vínose la hueste para Toledo et duro la fambre enel reyno hasta el verano, et murieron las mas de las gentes»32; no obstante, la circunstancialidad causal, temporal, etc., queda expresada con mayor complejidad sintáctica en estas otras líneas: «Quando se perdió Saluatierra, embio el Rey don Alfonso al Arzobispo don Rodrigo a Françía et Alemaña, et al Apostólico de Roma; et dio el Apostólico atal soltura por todo el mundo que fuessen todos sueltos de sus peccados. E este perdón fue porque el Rey de Marruecos dixo que lidiarie con quantos adorauan cruz en todo el mundo»33.

Pero no se trata en este caso más que de una muy breve muestra; la historia de la prosa española está esperando estudios de envergadura y estudiosos de talla, ya que —por ejemplo— nada menos que sobre Alfonso X hay aún bastante por decir desde este punto de vista.

 

 

Conclusión

 

  No tenemos ya mayor espacio para continuar los presentes apuntes, y por ello hemos de dar término a los mismos. Hemos tratado de proponer cómo a la lengua (literaria) anterior al apogeo alfonsí podemos llamarla «español primitivo», ya que primitivo significa 'de los primeros tiempos' y es denominación que creemos más apropiada denotativamente que la de arcaico ('muy antiguo'); además y según una cierta analogía lo primitivo es en arte lo anterior al Renacimiento, y en nuestro caso puede ser lo anterior a Alfonso X.

Un análisis de esta época que va desde mediados más o menos del siglo xi hasta la mitad del XIII, no puede desconocer la complejidad de la situación lingüística real en la Península; además tenemos la propia complejidad idiomática de los textos, debida a «traductores», copistas, dialectos más establecidos como instrumento literario que otros y que ejercían un inevitable poder de atracción, etc.

También lo específico literario posee sus exigencias, y así ha podido estimarse que la lengua de la canción mozárabe se halla estacionada en su arcaísmo durante algo más de dos siglos y medio; en efecto, el discurso poético en parte es discurso repetido, mensaje que lleva en sí literalidades transmitidas y heredadas por la propia serie artística.

Distintas cuestiones quedan aún más por estudiar en este período primitivo de la lengua; está aludido ya el cantar paralelístico —el más antiguo de la Edad Media peninsular— que esconde la prosa de la Crónica de la población de Ávila,y que Francisco Rico ha dispuesto en dos cuartetas:

 

Cantan de Roldan, cantan
de Olivero, e non de
C/orraquín, que fue buen
cavallero. Cantan de
Olivero, cantan de Roldan,
e non de Qorraquín, que fue
buen barragán34.

 

Además de, por ejemplo, un asunto nuevo como éste, los orígenes primeros de la prosa, el dialecto y la gramática del Libro de Alexandre, etc., requieren todavía un considerable esfuerzo de análisis.

 

 

 

 

NOTAS

 

 

1Oliver, Jaime, Historia de la lengua española, Madrid, MCMXL4, págs.52 y sigs. En concreto —ha sintetizado luego Miguel Ángel Ladero—, «la documentación árabe de la mozarabía toledana en comparación con las piezas en romance o latín de la misma procedencia conservadas en el archivo de la catedral, muestra un predominio hasta 1125, igualdad hasta 1150, nuevo predominio en la segunda mitad del xii, descenso paulatino en la primera mitad del xiii, y extinción en la segunda mitad y comienzos del xiv» (Ladero Quesada, M. A., «Toledo en época de la frontera», Anales de Historia Medieval de la Universidad de Alicante, 3, 1984, págs.71-98: pág.80).

2 Almerich, La Fazienda... (ed. de Moshé Lazar), Universidad de Salamanca, 1965.

3 Lapesa, Rafael: Historia de la lengua española, Madrid, Gredos, 19819, pág. 234.

4 Catalán, D., Lingüística Ibero-Románica, Madrid, Credos, 1974, págs, 203-204.

5 González Ollé, F., Lengua y literatura españolas medievales. Textos, Barcelona, Ariel, 1980, pág. 193.

6 Cfr. ahora Menéndez Pidal, Ramón, Textos medievales españoles,Madrid, Espasa-Calpe, 1976, págs. 119-159:págs. 155-156.

7 Ibid.; se suma a ello Catalán, Diego, Poema de Alfonso XI. Fuentes, dialecto, estilo, Madrid, Gredos, 1953,pág. 49.

8  Alarcos Llorach, E., Investigaciones sobre el Libro de Alexandre, Madrid, CSIC, 1948,pág. 33.

9Ibid., págs. 25-27.Se hace eco de la postura del investigador ovetense Alborg, Juan Luis, Historia de la literatura española, Madrid, Gredos, 1, 19702, pág. 134.

10 Menéndez Pidal, Ramón, «El Libro de Alixandre», Cultura Española, vi,1907, págs.545-554: pág. 547.

11 Ibid., págs. 551-553.

12 Vid. su texto en Menéndez Pidal, Ramón, Textos medievales españoles,págs. 161y sigs.

13 Para todo esto cfr. Lapesa, Rafael, De la Edad Media a nuestros días,Madrid, Gredos,1967, págs.37-47.

14 Abad, Francisco, Literatura e historia de las mentalidades, Madrid, Cátedra, 1987,páginas 121-124.

15 Asensio, E., Poética y realidad en el cancionero peninsular de la Edad Media, Madrid,Gredos, 19702, pág.56, nota.

16 Lapesa, R„ Estudios de historia lingüística española, Madrid, Paraninfo, I 984, paga. 138­156.Cfr. además nuestro artículo sobre el teatro medieval que publicamos en Homenaje a Antonio Gallego Morell,Universidad de Granada (mcmlxxxix, i, págs. 59-73).

17 Libro de Apolonio (ed. de M. Alvar), Madrid, Fundación Juan March, 1976, i, pág. 323

18  Cfr. por ejemplo Lope Blanch, Juan M.,Investigaciones sobre dialectología mexicana, México, Universidad Nacional Autónoma, 1979.

19  Alonso, Dámaso, «Cancioncillas "de amigo" mozárabes»,O.C, Madrid, Gredos, II, 1973, págs. 33 y sigs

20  Ibid., pág. 70.

21 Vid. en efecto Lapesa, Rafael, «Orígenes v expansión del español atlántico», Rábida, 2, 1985, págs. 43-54.

22  Menéndez Pidal, Ramón, «La primitiva lírica europea. Estado actual del problema», RFE, XLIII, 1960, págs. 279-354: pág. 317.

23García Gómez, Emilio, «La lírica hispano-árabe y la aparición de la lírica románica»,Al-Andalus, xxi, 1956, págs. 303-338: pág. 319. Cfr. asimismo Menéndez Pidal, R., «Cantosrománicos andalusíes», España, eslabón entre la Cristiandad y el Islam, Madrid, Espasa-Calpe,19682, págs. 61 y sigs.: págs. 72-74, ylas objeciones dei propio García Gómez en Todo BenQuzmân, Madrid, Gredos, 1972, ni, págs. 331-332.

24 «Cantos...», págs. 86-87.

25Cfr. por ejemploGarcía Gómez, «La lírica hispano-árabe..,», pág. 319 nota.

26 «La primitiva lírica...», pág. 279.

27 García Gómez, Emilio,Las jarchas romances de la serie árabe en su marco, Barcelona, Seix Barral, 19752, págs. 70-71.

28 Vid. además Menéndez Pidal, Ramón, Los orígenes de las literaturas románicas, Santander, Universidad Menéndez Pelayo, 1951.

29 Amador de los Ríos, José, Historia crítica de la literatura española, ed. facsímil, Madrid, Gredos, 1969, m, pág. 402.

30 Ibid., págs. 403-404.

31Crestomatía del español medieval, Madrid, Gredos, 19823, pág. 105.

32  Ibid., pág. 106.

33  Ibid.

 

 
 
 

 

 

El "español primitivo":
concepto y algunas cuestiones que plantea

 

Francisco Abad Nebot
 

Actas del II Congreso Internacional de Historia de la Lengua española / coord. por Manuel Ariza Viguera, Vol. 2, 1992, ISBN 84604-4308-6 , pags. 519-528