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Contenidos. 1. Volviendo a mi elemental florilegio de textos cásicos sobre la muerte. 2. Horacio y la muerte. 3. Sobre “el paso del tiempo” como tópico literario. De Jorge Manrique a Quevedo. Comentario a las coplas manriqueñas. II.- Reflexión moral (5ª - 24ª). III.- Elogio del difunto (25ª - 40ª). “Represéntase la brevedad de lo que se vive y cuán nada parece lo que se vivió.” “Signifícase la propia brevedad de la vida, sin pensar, y con padecer, salteada de la muerte.” “Repite la fragilidad de la vida, y señala sus engaños y sus enemigos. “Descuido del divertido vivir a quien la muerte llega impensada.” 4. El “carpe diem” y el “collige, uirgo, rosas” sabiamente mezclados en dos geniales sonetos castellanos de Garcilaso y Góngora. Lope de Vega se pasa con armas y bagajes al Barroco más estremecedor. Dámaso Alonso protesta porque la belleza y la juventud tengan este desastroso final. Garcilaso. «En tanto que de rosa y d'azucena…” Góngora. «Mientras por competir por tu cabello…” Lope de Vega. “Esta cabeza, cuando viva, tuvo…” Dámaso Alonso. “Tú le diste esa ardiente simetría…”
5. Tradición literaria de protesta por la insensibilidad de la Naturaleza, escenario mudo de la tragedia humana. Juan Ramón Jiménez y Agustín de Foxá. Juan Ramón Jiménez. El viaje definitivo Agustín de Foxá. Melancolía de desaparecer 6. El caso de Antonio Machado. “Abril florecía..”, “A un olmo seco”, “Palacio, buen amigo,..” 7. Conclusión. Leyendo a Juana de Ibarbourou. “Vida – garfio”.
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Volviendo a mi elemental florilegio de textos cásicos sobre la muerte.
Escribir en Internet tiene de bueno que siempre hay alguien que te lee y que quiere discutir contigo. Yo, a diferencia de lo que enseñaba quien ahora es llamado por sus parciales san Josemaría Escrivá de Balaguer—y no es éste mi único motivo de desacuerdo con las doctrinas de tal señor—, aunque repugnándome el abuso hasta la náusea que hoy hacen los modernos de conceptos tan fecundos como son “la participación” [1] y “el dialogo”, sí creo que de la discusión sale la luz. Sí creo que hablando se entiende la gente y se aclaran las cuestiones. Van a tener seguidamente la prueba de ello. Horacio y la muerte
Un lector se ha releído mi artículo anterior “Espigando textos clásicos sobre la muerte” y me reprocha que de Horacio sólo cite los textos más archiconocidos. Y dice la verdad. Seguramente los versos de Horacio más repetidos en la tradición literaria son precisamente:
1. “Puluis et umbra sumus”, Odas IV, 7, 16. 2. “Carpe diem” Odas, I, 11, 8. 3. “Non omnis moriar”, Odas, III, 30, 6.
Pero la verdad es que explican muy bien la postura de Horacio ante la muerte. Horacio teme el absoluto poder aniquilador de la muerte y ese temor lo espolea a animar a sus lectores a gozar de la vida y a perdurar en una obra, como propia de romanos, útil y bien hecha. Sobre la importancia del tema de la muerte en la obra de Horacio se me ocurre que, por ejemplo, sigue siendo cómodo y provechoso releer el artículo de F. J. Mañas Viniegra, “El tópico de la muerte en la Oda II, 3 de Horacio.” [2] En su nota 25 se lee textualmente: “Hay autores modernos que consideran a Horacio como un poeta preexistencialista por su meditación continua sobre la muerte. Cf., a este respecto: 1. E. Otón Sobrino, “Horacio y su poesía de la muerte”, Estudios Clásicos 20 (1976) pp. 49 – 71. 2. Sebastián Mariner Bigorra, Raíces clásicas del existencialismo literario, Madrid, 1977. 3. Sebastián. Mariner Bigorra, “La actitud vital de Horacio a la luz del existencialismo”, Estudios de Filología Latina en honor de la profesora Carmen Villanueva Rico, Granada 1983, pp. 97 – 115.”
Han pasado los años, pero puedo dar fe de que ambos autores, a los que sigo apreciando mucho, saben muy bien de qué hablaban.
Sobre “el paso del tiempo” como tópico literario. De Jorge Manrique a Quevedo.
A otro lector le parece muy aprovechable la neta distinción que Horacio hace entre cómo afecta el paso del tiempo a la naturaleza y cómo les afecta a los humanos. Y me anima a profundizar en su expresión literaria. Vamos a ello. Ya vimos que Horacio, después de haberlo hecho Catulo en su poema V, deja las cosas muy claras en su Oda IV, 7, vv. 13 – 16:
“Rápidas las lunas reparan sus menguas en el cielo, nosotros, sin embargo, cuando descendemos allí donde mora el padre Eneas, donde el rico Tulo y Anco, somos ya polvo y sombra”. [3] En la Naturaleza el paso del tiempo no es otra cosa que el eterno retorno de las estaciones. Todo nace, muere y resucita para volver a nacer, morir y resucitar en un proceso que, hoy por hoy, no tiene fin. Sin embargo en la vida humana no hay eterno retorno que valga; todo desemboca en el final fatal y definitivo de la muerte individual. Veamos en la poesía española, dos ejemplos de esta tradición literaria. El del esperanzado Jorge Manrique, y el del desgarrado Quevedo.
Jorge Manrique.
Empecemos por Jorge Manrique. Las coplas a la muerte de su padre son un autentico tratado del arte de bien vivir como sabia preparación para bien morir. Se supone que Jorge Manrique nació hacia 1440 en Paredes de Nava (Palencia) en el seno de una familia perteneciente a un viejo linaje castellano. Fue su padre Maestre de la Orden de Santiago, peleó contra los moros, contra don Álvaro de Luna y contra Enrique IV. Nuestro poeta, guerrero como su padre, luchó en la guerra civil castellana a favor de Isabel la Católica y combatiendo en ella murió a los 39 años. Era el 24 de abril de 1479. Escribió 49 poemas de poesía cortesana de los que los mejores son poemas de amor en los que utiliza con maestría los recursos literarios de moda en la época. Pero su obra maestra y uno de los más bellos y sabios poemas de la poesía en lengua española son las Coplas a la muerte de su padre. Con la disculpa de expresar su dolor por la muerte de su padre, Jorge Manrique nos hace una profunda reflexión sobre el sentido de la vida y de la muerte. En esa reflexión nos enseña a vivir y a morir de acuerdo con lo aconsejado por la mejor tradición clásica y cristiana occidental. Comentario a las coplas manriqueñas.Es un poema muy elaborado de 40 estrofas, dividido en tres partes, cada una de las cuales consta a su vez de dos apartados: I.-Prólogo (1ª – 4ª).
I.1.- Planteamiento del tema (1ª – 3ª).
1ª Copla. Exhortación a reflexionar sobre la brevedad de la vida y lo rápida y callada que llega la muerte. 2ª Copla. Si recordamos lo que nos ha sucedido en el pasado, sabremos con certeza que en el futuro nos va a pasar lo mismo. 3ª Copla. Igual que los ríos, los grandes y los pequeños, van a terminar en el mar, así nuestras vidas, las de los pobres y las de los ricos, van a acabar todas en la muerte, que, como hace el mar con los ríos, los iguala a todos.
I.2.- Invocación (4ª).
4ª Copla. No imita a los antiguos que, al comenzar su obra, pedían ayuda o se hacían portavoces de las falsas divinidades paganas (“Canta, Oh Musa, la cólera de Aquiles…”), invoca a Cristo, Dios y Hombre verdadero. Ambiente Humanista, barruntos del Renacimiento. El tema de esta estrofa introduce el tema de la parte siguiente.
II.- Reflexión moral (5ª - 24ª).
II.1.- La debilidad de la vida y la fuerza de la muerte (5ª – 14ª).
5ª Copla. El mundo presente, provisional, es camino hacia el mundo futuro, definitivo. 6ª Copla. El mundo presente es medio para ganar la gloria y felicidad definitivas del mundo futuro. 7ª Copla. No ponemos tanta diligencia en mejorar el alma como pondríamos, si pudiéramos, en mejorar la cara, que es sólo su espejo. 8ª Copla. El escaso valor de las cosas materiales tras las que afanosamente corremos. 9 ª Copla. La fragilidad de la belleza corporal. 10 ª Copla. La fragilidad de la nobleza de sangre. 11ª Copla. 12ª Copla. La fragilidad de los bienes de fortuna. 13ª Copla. La trampa de los placeres terrenales. 14ª Copla. Esto es lo que nos enseña la historia de los grandes de este mundo. Ambiente Humanista, barruntos del Renacimiento. El tema de esta estrofa introduce el tema de la parte siguiente.
II.2.- Ejemplos (Vbi sunt?) (15ª - 24 ª). Ejemplos de hechos concretos y vividos que demuestran las verdades afirmadas en la reflexión moral teórica anterior.
15ª Copla. Para demostrar lo dicho, no vamos a acudir a la Antigüedad (troyanos y romanos), Vamos a ir al ayer, a nuestro ayer mismo. 16ª Copla. ¿Qué queda del rey Juan II y de su corte? 17ª Copla. ¿Y de aquellas damas y de sus amoríos? 18ª Copla. 19ª Copla. ¿Y de Enrique IV y del lujo de su corte? 20ª Copla. ¿Y del Infante don Alfonso? 21ª Copla. ¿Y de don Álvaro de Luna? 22ª Copla. ¿Y de don Juan Pacheco y don Pedro Girón? 23ª Copla. ¿Y de los nobles en general? 24ª Copla. ¿Y de la gloria militar en general? Las estrofas 23ª y 24ª son nexos de transición con el tema del apartado siguiente.
III.- Elogio del difunto (25ª - 40ª).
III.1.- Elogio de la vida de su padre muerto (25ª - 32ª).
25ª Copla. Presentación del personaje y aclaración de que su elogio es innecesario por ser sus virtudes de todos conocidas. 26ª Copla. Elogio admirativo general 27ª Copla. 28ª Copla. Las cualidades de los emperadores romanos son atribuidas al personaje. Ambiente Humanista, barruntos del Renacimiento. 29ª Copla. Cómo ganó su bien pasar, que grandes riquezas no dejó. 30ª Copla. Su comportamiento en tiempos de mala fortuna. 31ª Copla. El cargo de Maestre de Santiago coronó la labor de toda su vida. Se sirvió a sí mismo sirviendo a su rey en Portugal y en Castilla.
III.2.- Elogio de su muerte (33ª - 40ª).
33ª Copla. Presentación del pequeño auto sacramental al que vamos a asistir. Nexo con lo anterior. Momento de la entrada en escena de la Muerte. 34ª Copla. Primera parte del nudo: Intervención de la muerte. 1ª parte: “Comportaos, caballero, en el momento de la muerte como lo habéis hecho en los de la vida”. 35ª Copla. Primera parte del nudo: Intervención de la muerte. 2ª parte: Las dos vidas imperfectas. 36ª Copla. Primera parte del nudo: Intervención de la muerte. 3ª parte: La única vida perfecta y la manera de llegar a ella. 37ª Copla. Primera parte del nudo: Intervención de la muerte. 4ª parte: “Habéis puesto los medios, llegaréis a la vida perfecta”. 38ª Copla. Segunda parte del nudo: Intervención del Maestre de Santiago. Primera parte: Resignación ante la muerte llegada por voluntad divina. 39ª Copla. Segunda parte del nudo: Intervención del Maestre de Santiago. Segunda parte. Oración preluterana a Cristo confiando exclusivamente en su clemencia. 40ª Copla. Desenlace. Vuelta a la realidad histórica objetiva. Muerte envidiable del personaje. Alivio del dolor producido por su muerte es el consuelo de su estimulador recuerdo.
El poema de Jorge Manrique, con toda razón muy famoso y celebrado, es un auténtico discurso moral muy bien construido sobre el socorrido tema ascético del buen vivir como preparación para el bien morir en el que el autor, después de una exposición teórica muy bien desarrollada y argumentada, propone como modelo la vida y muerte de su propio padre. Jorge Manrique se comporta como un auténtico humanista cristiano haciendo una acertada síntesis de la tradición clásica (el desolador paso del tiempo, la muerte como voraz devoradora de todo lo bello, agradable y placentero—¿qué otra cosa es el “ubi sunt”?—, la brevedad de la vida, la caducidad del buen vivir, la radical fragilidad de todo lo humano, la necesidad de aprovechar la vida, el orgullo de la vida bien hecha) y de la tradición cristiana (la vida temporal como preparación para la vida eterna, la providencia divina cómo última explicación del sentido de la vida y de la muerte, la misericordia de Dios como última razón de la esperanza humana). Jorge Manrique, muerto a comienzos del último cuarto del s. XV, se adelanta mucho a su tiempo poniendo de manifiesto, v. g., el valor de la vida laica y secular como auténtico servicio a Dios, la suprema calidad de la religión interior, moral, que no ritualista; y poniendo en boca de su padre una oración de aceptación de la muerte, basada en una plena y razonada confianza en Dios, que habría subscrito el mejor Lutero en los más luminosos días de su Reforma. Hay en las coplas de Jorge Manrique mucho de lo que luego va a ser el mejor erasmismo, la mejor herencia de una muy profunda reforma del cristianismo que no pudo ser en el siglo XVI y que seguimos deseando en el s. XXI. Antología manriqueña.Revise el lector el comienzo de este magno poema didáctico y dígame si no llevo razón en lo que de él he dicho.
“Recuerde el alma dormida,
Y pues vemos lo presente
Nuestras vidas son los ríos
Dejo las invocaciones
Este mundo es el camino
Este mundo bueno fue
Ved de cuán poco valor
Decidme, la hermosura,
Quevedo.
Sigamos con Quevedo. Quevedo comparte con Cervantes, y más de una vez lo supera, el ser la cima de la mejor literatura escrita en español. Los dos son profundos conocedores de las honduras de eso que ahora se niega que exista, pero que es lo que nos constituye como personas, el alma humana o a secas, el alma. Cervantes, sin dejar de bajar hasta lo más hondo de lo más humano, es más comedido y cordial, más equilibrado y clásico, en definitiva, renacentista. Quevedo es el desgarro, el expresionismo vigoroso, es el mejor barroco. Y lo mejor de Quevedo está en su más pura vena existencial en su obsesiva meditación del continuo vivir muriéndonos. Como los clásicos pensaba que el paso del tiempo es ir dejando la vida a la vez que ir inexorablemente caminando hacia la muerte. Conviene no olvidar que Quevedo vivió una apasionante vida, describió como nadie el amor, e inteligentemente estuvo a la altura del tiempo que le tocó vivir. Pero, porque conoció bien la vida, no dejó que le engañaran r las puras apariencias. Fue a lo fundamental y lo describió como nadie. Le propongo al lector algunos claros ejemplos. 1.- Para empezar, una magistral descripción de cómo nos va conformando el correr del tiempo que llamamos vivir: “Represéntase la brevedad de lo que se vive y cuán nada parece lo que se vivió.”
"¡Ah de la
vida..!"… ¿Nadie me responde?
2.- Para seguir, minuto que pasa es un golpe de pico más de los que van excavando nuestra tumba. “Signifícase la propia brevedad de la vida, sin pensar, y con padecer, salteada de la muerte.”
¡Fue sueño
ayer; mañana será tierra!
3.- No se le olvida a Quevedo recordarnos la estupidez de entregarnos en cuerpo y alma a perseguir nuestros dos mayores sueños, la fama y la riqueza. “Repite la fragilidad de la vida, y señala sus engaños y sus enemigos.
¿Qué otra cosa es verdad, sino pobreza
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