Macrobio (1,19, 5), un autor que vivió a finales del Bajo
Imperio, menciona al dios Neto, divinidad indígena que se
asimila a Marte entre los accitanos (Guadix, Granada). Los
galaicos examinaban como algo divino el fuego y el vuelo de las
aves, y escudriñaban las entrañas de las víctimas, según el
poeta latino Silio Itálico, que escribe a finales del siglo I.
Entre los pueblos del norte de Hispania un rito
adivinatorio consistía en arrojar hachas a las aguas e
interpretar las ondas que producían, según Suetonio (Galba,
8, 3), y también entre los cántabros, en unas fuentes
intermitentes, según Plinio (33, 23-24). La opinión de Plinio
sobre Hispania es autorizada pues conocía el territorio de
primera mano cuando fue procurador en la Tarraconense a
comienzos de la época flavia.
Las dos principales fuentes para el conocimiento de la
religión céltica en Hispania son la epigrafía, que recoge
multitud de teónimos indígenas, y la arqueología.
La religión celta en Hispania no se diferencia
sustancialmente de la que practican los celtas en otras regiones
de Europa. Sí se distinguen en la ausencia generalizada de
imágenes de dioses, que, por contra, son muy frecuentes en la
Galia, y que dioses como Epona o Cernunnos, muy
venerados en esta última, son prácticamente desconocidos en
Hispania. Tampoco hay en Hispania alusiones al sacerdocio celta;
en cambio los druidas en Galia y en Britania desempeñaron un
papel muy importante entre los pueblos celtas, no sólo de tipo
religioso sino también político. En la Hispania celta no existe
ni un solo testimonio relativo a los druidas.
EL PANTEÓN CELTA HISPANO
Como se ha indicado, casi la
totalidad de los dioses celtas hispanos se conocen por las
inscripciones redactadas en lengua latina, datadas todas ellas,
pues, en época de la dominación romana. El citado geógrafo
griego Estrabón C3, 4, 16) escribió: ..Algunos dicen que los
galaicos son ateos, y que los celtíberos y sus vecinos del norte
rinden culto a un dios sin nombre danzando durante la noche a
las puertas de sus casas, durante los plenilunios., texto que no
hay que interpretar como que los galaicos no tuvieran dioses, ya
que los teónimos conocidos por la epigrafía del noroeste hispano
son numerosos, sino en el sentido de que eran divinidades
totalmente diferentes a los dioses conocidos por los griegos. La
divinidad mencionada en este párrafo sería la Luna, según la
mayoría de los autores. Algún investigador ha propuesto que ese
dios era el Dis Pater del que descendían los galos, según
César (BG6, 18). En el área del noroeste se han
documentado rituales relacionados con la Luna, que han pervivido
hasta el siglo XIX.
Según el texto de Tito Livio antes citado, Marte era el
primer dios considerado el principal dios del panteón hispano.
Aparece citado en una decena de inscripciones acompañado de
epítetos indígenas, como el Mars Borus de Monte Santo,
Idanha a Nova, Beira Baixa y Castelo Branco (Portugal); Mars
Sagatus (Astorga, León); Mars Tilenus (Los Villares,
León); Mars Tarbucellis (Montariol, Braga), Mars
Cariociecus (Tuy, Pontevedra); Mars Semmo Cosus
(Denia, Alicante). Marte se relaciona con el toro en una figura
del dios hallada en los Pirineos, en la que sobre la coraza se
encuentra un toro, y un casco con cuernos de toro. El Marte
indígena no sólo tenía un carácter guerrero sino también un
carácter tópico y solar. El Ares venerado por los pueblos
del norte sería Tileno. El dios de la guerra podría ser
interpretado como protector de un pueblo determinado o de un
territorio.
Lugus es el dios pancelta por antonomasia. Se
le ha considerado el Mercurio galorromano (Caes. BG. 6,
17) con un carácter polifuncional. En la Celtiberia, en el
santuario de Peñalba de Villastar (Teruel), hay una inscripción
latina fechada generalmente en el siglo I a.C., en la que se
alude a una fiesta de campos dedicada a Lugus. A este
dios se consagran unas inscripciones en Lugo, y posiblemente
entre los cántabros vadinienses. Con el dios celta Lugus
se relacionan diversos antropónimos, topónimos y nombres
étnicos.
La triada del panteón celta cantada por Lucano (Phars.
1, 444 ss.) la forman Teutates, Esus y Taranis.
No aparece en las inscripciones hispanas, si bien se
barruntan en algunos topónimos.
Los teónimos panceltas son frecuentemente de carácter
acuático. El agua desempeña un papel importante entre los
celtas. En Hispania se ha descubierto un depósito votivo en
Garvão (Portugal), del siglo III. Dos inscripciones de Caldas de
Vizella (Portugal) mencionan al dios de carácter termal
Bormanicus que toma diferentes nombres en Hispania. Diosas
relacionadas con las aguas son Covetena, de Lugo;
Deva, de Cabra (Córdoba); y las Nimphae Lupianae de
Guimarães (Portugal).
Las Matres fueron muy veneradas entre los celtas de
fuera de Hispania, y también dentro, donde se conservan unos
quince testimonios en Celtiberia o sus aledaños.
Epona fue una diosa celta vinculada con los caballos,
muy venerada en toda la Céltica europea, principalmente en
Galia. En Hispania han aparecido tan sólo tres menciones a ella,
en sendas inscripciones encontradas en Lara de los Infantes
(Burgos), Sigüenza (Guadalajara) y Monte Bernorio (Palencia), y
a ella hay que atribuir dos figuras, en Albaina y en Marquínez
(Álava).
OTROS TEÓNIMOS
CELTAS
Otros teónimos, en distintas
áreas de Hispania, están relacionados con la lengua celta, como
el citado Neto de los accitanos, atestiguado en
Condeixa-a-Velha (Portugal) y en Trujillo (Cáceres), y en el
bronce de Botorrita (Zaragoza). El Tokoitos de este mismo
bronce se corresponde con distintos antropónimos y teónimos, y
aparece en el monumento rupestre de Braga, donde se cita a
Tongae Nabiagoi.
Un grupo característico del área lusitano-galaica está
formado por Bandua, Cosus, Nabia y Reve. Por su
parte, Bandua, que cuenta con una treintena de
inscripciones, tiene probablemente un carácter acuático. En una
pátera de la Beira Alta se la identifica iconográficamente con
Tutela. Una prueba de la extensión del culto a las aguas es la
frecuencia con que aparecen inscripciones dedicadas a las
Ninfas. El lugar de aparición correspondería con los santuarios
o lugares consagrados a su culto: las Nimphae Ameucni, en
León; Aquae Eleteses, en el balneario de Retortillo
(Salamanca); Nimphae Tanitacuae, en Baños de Molgar
(Orense); Nimphae Varcilenae, en Valtierra, a 20 km de
Alcalá de Henares; Nimphae Caparenses, en un balneario de
aguas termales con ninfeo, en Montemayor (Cáceres); Genius
Fontis Agineesis, en un manantial de agua medicinales de
Boñar (León).
Una veintena de inscripciones están consagradas al dios
Cosus, dios de carácter guerrero. A Nabia se levantan
una veintena de inscripciones que se concentran en el
Conventus Bracarensis y en la provincia de Cáceres. La
mayoría de los autores relacionan a esta diosa con el mundo de
las aguas. Es la divinidad femenina más importante del santuario
portugués de Marecos (Oporto). parece tener también una función
tutelar. Reve cuenta con nueve inscripciones procedentes
del área orensana y de la Beira Baja portuguesa.
Al horizonte céltico pueden adscribirse las dos deidades
más importantes no romanas de Hispania, es decir,
Endovellicus y Ataecina. El primero cuenta con 85
inscripciones dedicadas en el santuario de São
Miguel da Mota, en el Alto Alentejo. Su culto se extendía en el
territorio mediante entre los ríos Sado y Guadiana hasta Huelva.
Sus devotos pertenecían a todas las capas sociales. De él se
conservan tres cabezas. Endovellicus era un dios de
carácter oracular e infernal. Se cantaban himnos en su honor.
En el santuario de Postoloboso (Ávila) se tributaba culto a
Vaelicus, del que se conservan una veintena de
inscripciones. Era un dios vinculado con el lobo, y por lo tanto
de carácter infernal, como el Sucellus galo, del que han
aparecido varias figuritas en Hispania.
Ataecina era una diosa venerada por la región regada
por el Guadiana, si bien recibió culto en otras áreas más
apartadas. Su santuario se encontraba en El Trampal (Cáceres),
donde han aparecido doce inscripciones. Se piensa que su culto
procedía de Turóbriga, en la Beturia Céltica (Plin.
N.H 3,14). Era una deidad de carácter infernal y su
«celtismo»
no es seguro. Se asimilaba a
Proserpina, de ahí que se le atribuyan también funciones
agrarias. Los devotos eran de muy diferente procedencia social.
Trebaruna era una divinidad venerada en la provincia
de Cáceres y en la Beturia portuguesa. Se ha pensado que fuese
deidad protectora de la casa o de carácter guerrero, asimilada a
la romana Victoria, o protectora del hábitat de las
tribus.
Una veintena de inscripciones están dedicadas a los
Lares Viales, cuyo carácter céltico han señalado algunas
investigaciones. Los Lares protegían el hogar y los
caminos, principalmente las encrucijadas, si es que tienen las
mismas atribuciones que los Lares romanos. Se cree que su
culto fue introducido por los romanos, si bien la esencia
de estos dioses parece indígena. A veces las inscripciones
dedicadas a los Lares van acompañados de epítetos indudablemente
indígenas. Su culto se extendía por las regiones portuguesas del
Duero, el litoral, la cuenca del Miño, las Beiras y
Trasos-Montes, así como por las provincias españolas de Orense y
Cáceres. A veces el epíteto indica, identificándolos, a un grupo
humano, como el caso de los Lares Gallaecorum, Lares
Gapeticorum Gentilitatis, Lares Lucanci Dovilonicorum.
Un gran número de teónimos hispanos, principalmente del
noroeste y oeste de la Península, aluden a topónimos o a nombres
de tribus o pueblos, fenómeno detectado en la Céltica, como
Durbedicus, de Ronfe (Guimarães,
Portugal), deidad de carácter acuático, y Tameobrigus, en
la confluencia de los ríos Támega y Duero. El mismo carácter
acuático tendrían Arentius y Arentia en la Beira
Baja, Aracus Aramoecus en Cascais (Portugal), y
Arescus en Alcolea del Río (Sevilla).
La mayoría de los nombres de dioses indígenas aparecen una
sola vez, como Deo Bodo, dios guerrero de Villadelpalos
(Carracedelo, León); Rego, rey de una inscripción de
Lugo, que sería una deidad suprema en el panteón celta hispano;
Cabuniaeginus (Monte Cildá, Palencia); Vacocaburius,
de Astorga (León), de carácter protector, al igual que
Tondopalandaigae de Talaván (Cáceres), y Cromgin
Toudadigoede Morteiro Rubeira (Orense). Otras deidades se
relacionan con las montañas, como Candeberonius Caeduradius
de Vila Nova da Mares (Braga); I.O.M. Candiedo, de
Galicia, o Iupiter Candamius, del convento astur. Serían
dioses de las montañas asimilados al Júpiter romano. Dioses
igualmente relacionados con las montañas son Durcetius,
de una inscripción de San Millán de la Cogolla (La Rioja);
Albocelus (Vila Real, Portugal) y Albocus (Alongos,
Orense); Vestius Aloniecus, dios venerado en Lourizán
(Pontevedra), cuya imagen es de varón barbudo, con cuernos, los
brazos extendidos y dos grandes manos. Se ha interpretado esta
figura como imagen de un dios asociado al toro o a una deidad de
tipo ctónico y astral. Otras imágenes de dioses célticos con
cuernos han aparecido en Riotinto (Huelva) y en el Llano de
Candelario (Salamanca).
No es totalmente aconsejable reunir los teónimos hispanos en
razón de la ideología trifuncional. Tampoco el sentido de sus
funciones se deduce claramente de su etimología. Muchos teónimos
hispanos recuerdan a los de la Céltica. Se han agrupado los
teónimos hispanos en cuatro niveles:
1. Los teónimos
documentados en otras áreas de la Céltica, como las Matres,
Epona, Lugus o el Marte indígena.
2. Deidades de otras áreas de la Península Ibérica no
propiamente indoeuropea.
3. Dioses del área galaico-lusitana.
4. Dioses locales.
SANTUARIOS
No se han
descubierto hasta la fecha actual templos fechados con
anterioridad a la romanización. Se conocen santuarios al aire
libre. En la Céltica, al santuario se le llama nemeton,
.bosque sagrado. o área donde se celebraban los rituales y
ceremonias. Otras veces el santuario ocupaba la cima de una
montaña o se elegía un lugar próximo al agua. Siempre era el
lugar donde los hombres se comunicaban con los dioses y
simbolizaba el centro. El poeta Marcial (4, 55, 23) menciona un
robledal sagrado en Buradón. San Braulio ( Vita S.
Emil. , 4) cita el sagrado Dercetio. Rituales
relacionados con los bosques y árboles eran frecuentes en la
Hispania céltica. Martín Dumiense (De correctione rusticorum,
16) prohíbe encender velas junto a los peñascos, a los
árboles y a las fuentes, así como en las encrucijadas de los
caminos.
Justino (Epit. Hist. Phil. 44, 3, 6) recuerda un dato
tomado de Trogo Pompeyo (que escribe en época de Augusto)
alusivo a un monte sagrado de Galicia en el que no se podía
sacar oro con instrumentos de hierro. En Ulaca (Solosancho,
Ávila) se construyó un gran santuario escalonado sobre un cerro
que domina el río Amblés. Igualmente se conocen santuarios
subterráneos como el de la Cueva de la Griega en Pedraza
(Segovia), donde se veneraba a una deidad indígena de nombre
Nemedus Augustus. El santuario hispano más famoso al aire
libre, excavado en la roca, es el de Panóias (Portugal),
construido en dos plataformas comunicadas por una rampa y una
escalera, con depósitos tallados en la roca destinados a
recoger, según las inscripciones, las entrañas y la sangre de
las víctimas. El santuario, fechado a comienzos del siglo III
d.C., estaba consagrado a los dioses y diosas, a todos los
númenes de los Lapitas, a Plutón y Proserpina, a Serapis, al
Destino y a los misterios. Había un templo y unos estanques,
donde se quemaban las carnes de las víctimas. Las inscripciones
mencionan los rituales. Santuarios semejantes se conocen en
diferentes pueblos del noroeste hispánico, como los de Castelo
do Mau Vizinho (Portugal), con 30 cavidades y canalillos para la
circulación de los líquidos; Pias dos Mouros, Valpaços, Nogueira
(Resende) y el de Vilar de Perdizes (Portugal), dedicado a
Laroucus, con altar tallado en la roca junto a una fuente y
con inscripción. Un santuario al aire libre es el citado de
Peñalba de Villastar. En el recinto, de planta rectangular, de
Tomadizos (Ávila), se hallaron más de 20 verracos. Se ha
atribuido una función ritual a cierto monumento del castro de
Ulaca, donde se celebrarían ritos iniciáticos de cofradías de
jóvenes guerreros, en los que el agua desempeñaba un papel
importante.
SACRIFICIOS
HUMANOS
Ya se ha
aludido a los sacrificios humanos de los pueblos del norte en
honor de una deidad indígena identificada con el Ares
griego. Los bletonenses de las proximidades de Salamanca
firmaban sus pactos con el sacrificio de un hombre y de
un caballo (Plut. Quaest. Rom. 83). La adivinación
practicada por los lusitanos requería también sacrificios
humanos. Estos sacrificios de los pueblos del norte tienen
paralelos en la Céltica (Caes. BG, 6, 16; Diod. S, 32).
SACRIFICIOS DE
ANIMALES
Varias
inscripciones mencionan sacrificios de animales. En la de Cabeço
das Fraguas (Portugal) se lee:
«Una
oveja para Trebopala y un cerdo para Laebo [...],
una oveja de un año para Trebaruna y un toro semental
para Reve».
Se trata de un
suovetaurilium, o sea, un sacrificio de una oveja, un cerdo
y un toro en una misma ceremonia, que se hacía en Roma
para la purificación de los campos.
La inscripción de Marecos (Oporto) cita los sacrificios de
una vaca, un buey, un cordero, un becerro o de una ternera en
honor de la virgen conservadora, de la Ninfa de los
Danigos, y de Nabia Corona. El epígrafe se data el 9
de abril del año 147. Se trata de un ritual anual celebrado en
una casa, con intervención de unos curatores que
procederían de la aristocracia. El lugar es un santuario local
de carácter sincretístico. En una de las inscripciones de
Panoias se describe un ritual consistente en la inmolación de
víctimas y quemar luego las entrañas en depósitos cuadrados, así
como en recoger la sangre en cubetas. Se trata de ofrendas
expiatorias a los dioses. La confirmación arqueológica de estos
rituales son tres bronces votivos del Instituto de Valencia de
Don Juan, de Madrid, de Castelo Moreira (Portugal) y el carro de
Costa Figueira (Portugal). En el primero se representa un
cordero, un cerdo y un lechón, animales a sacrificar, con un
gran caldero y dos hombres, uno de ellos con torques ceñido al
cuello, y un segundo también con torques portando un cuchillo.
También hay un gallo y un osezno. La escena se encuentra sobre
una plancha metálica acabada en cabeza de toro. Una escena
parecida se representa en el bronce de Castelo Moreira.
En el carro de Costa Figueira la caja es una serpiente
terminada en yunta de bueyes. Sobre la serpiente se sitúan siete
personas, una dispuesta a sacrificar una cabra. La presencia de
toros en estos tres bronces se han relacionado con la sacralidad
de los toros descendientes de los que Heracles regaló a un
reyezuelo ibero (Diod. 4, 18, 2). Sacrificios de animales se
mencionan también en las fuentes literarias. En el año 147 a.C,
los habitantes de Segóbriga (Cuenca) celebraban un sacrificio
cuando Viriato entró en la ciudad (Front. 3, 2, 5). Huesos de
animales (suidos y bóvidos) sacrificados se han encontrado en
algunos depósitos como los de Garvão
o en Tras-os-Montes.
En los sacrificios de animales se consumía parte de las
carnes de la víctimas. Los cántabros concanos bebían la sangre
de los caballos sacrificados (Hor. Od. 3, 4; 34; Sil.It. 3, 357
ss.).
BANQUETES
SAGRADOS
En el centro
del castro de Castejón de Capote (Badajoz), en la Beturia
céltica, se ha descubierto una estancia abierta hacia la calle
central, con el suelo realzado, con mesa de culto y banco
corrido adosado a las paredes. La estancia estaba llena de
huesos calcinado o quemados, de asadores, de cuchillos y de una
parrilla, carbones y fragmentos de cerámica, de la primera mitad
del siglo II a.C. Las víctimas -cerdos, ovejas y cabras, asnos,
vacas y ciervos- sacrificadas en el altar eran descuartizadas y
cortadas. En este lugar se celebraban banquetes colectivos. En
los bancos laterales se sentarían los comensales. La existencia
de comidas rituales colectivas entre los pueblos del norte está
bien documentada por Estrabón (3, 3, 7), el cual escribe: «Beben
cerveza y el vino, que escasea, cuando lo obtienen, se consume
enseguida en los grandes festines familiares [...]; comen
sentados en bancos adosados a las paredes, alineándose en ellos
según las edades y dignidad. Los alimentos los circulan de mano
en mano; mientras beben, danzan los hombres al son de trompetas,
saltando en alto y cayendo en genuflexión.. Se ha pensado que
estos banquetes tuvieron un carácter cultual.
LUCHAS
RITUALES
Estrabón,
poco después de referirse a los sacrificios en honor de Ares,
afirma: «Practican luchas gímnicas, hoplíticas e hípicas,
ejercitándose en el pugilato, la carrera, las escaramuzas y las
batallas campales»,
que podrían tener igualmente un carácter ritual en honor de
Ares.
Los depósitos de El Amarejo y de Garvão,
Alhonoz o de lllescas, con banco decorado con relieves, o de
Peña Negra, se han interpretado como restos de banquetes
rituales documentados en la Celtiberia.
DANZAS
En las
cerámicas de Numancia ( Garray , Soria) se representan muy
probablemente danzas o carreras vinculadas con el culto al toro.
En dos pinturas de vasos, un hombre corre con los brazos
enfundados en cuernos de toro. En esta ciudad, el toro se asocia
con los astros, ya que las representaciones de toros sobre la
cerámica van cubiertas de signos astrales.
SACERDOCIO
Ninguna
fuente literaria referente a los pueblos de la Hispania Antigua
menciona a los sacerdotes, como ya se ha indicado, al contrario
que en la Galia, donde existía un sacerdocio bien organizado,
con funciones educadoras y juñdicas (Caes. BG. 6,13-14).
Varios autores han defendido su inexistencia entre las
poblaciones hispanas. Otros, en cambio, la admiten, teniendo en
cuenta el texto estraboniano acerca de la adivinación lusitana,
donde el término usado por el geógrafo, hieroskópos,
designa al encargado de examinar las víctimas humanas y tiene
correspondiente con el sacerdote encargado de la adivinación
entre los griegos y romanos. En la inscripción de Peñalba de
Villastar, según algún filólogo, se menciona al sacerdote. En el
bronce de Luzaga (Sigüenza, Guadalajara) un individuo, al
parecer, tenía funciones sacerdotales. En la cara B del bronce
de Botorrita (Zaragoza), los 14 individuos mencionados se han
interpretado como sacerdotes.
Las
funciones judiciarias atribuidas a los druidas galos parece que
pueden atribuirse también a los personajes citados en los
bronces de Luzaga y de Botorrita. Se ha pensado que el caudillo
numantino Olíndico (Flor. 1,33, 13-14; Liv. Per. 43), que
recibió de los dioses una lanza de plata, tuviese un carácter
sagrado y no fuera un simple jefe carismático. En el santuario
de Endovellicus debía actuar un sacerdocio bien
organizado, dada la importancia del santuario.
LA DEVOTIO
La
consagración a determinados jefes militares, en la que hacían
voto de morir por ellos, era típica de los celtíberos (Sal.
Hist. 1, 125; Val. Máx. 2,6, 16; Plut. Sert. 14,
5-6), pero no es exclusiva de las poblaciones célticas de
Hispania, pues se documenta también en la Galia (Caes. BG.
3,22), en Germania (Tac. Germ. 13, 2-4) y en la Roma
arcaica (Liv. 8, 9). La devotio entre los iberos era un
ritual religioso de carácter guerrero. Plutarco (Sert.
14) describe bien cómo funcionaba este lazo sagrado:
«Era
costumbre entre los hispanos que los que seguían más de cerca al
general perecieran con él si moría. A esto aquellos bárbaros lo
llaman consagración; al Iado de los restantes generales se
colocaban algunos de sus asistentes y amigos, pero a Sertorio le
seguían muchos millares de hombres resueltos a hacer por él esta
especie de consagración. Así, se dice que al retirarse a una
ciudad, teniendo ya a sus enemigos cerca, los hispanos,
arriesgando sus propias vidas, salvaron a Sertorio tomándole
sobre sus hombros y pasándole así de uno en uno hasta ponerlo
encima de los muros, y luego que salvaron al general, se
alejaron».
Un caso muy probable de devotio ibérica fue el asedio
y destrucción de Calagurris (Calahorra) a la muerte de
Sertorio: «La
macabra obstinación de los numantinos fue superada en un caso
semejante por la execrable impiedad de los habitantes de
Calagurris, los cuales, para ser por más tiempo fieles a las
cenizas del difunto Sertorio, frustraron el asedio de Gneo
Pompeyo. En vista de que no quedaba ya ningún animal en la
ciudad, convirtieron en nefanda comida a sus mujeres e hijos y
para que su juventud en armas pudiese alimentarse por más tiempo
de sus propias vísceras, no dudaron en poner en sal los
infelices restos de los cadáveres».
(Val. Máx. 7, 6).
RITOS DE
INICIACIÓN
Últimamente
se han interpretado las frecuentes razzias de lusitanos y de
celtiberos en otros territorios como una prueba de ritos de
iniciación de la juventud. Sin negar la existencia de estos
ritos entre los pueblos hispanos, los escritores antiguos dejan
muy claro que obedecían a causas econÓmicas o a la falta de
tierras (App. lber. 43, 61).
LA HEROlZACIÓN
Los jinetes
celtíberos rodeados de escudos, alusivos al número de los
enemigos muertos en la guerra, de las perdidas estelas de Clunia
(Burgos) o de la de Lougesterico, están posiblemente
heroizados, al igual que los individuos entronizados de las
esculturas de Lanbroso (Orense) o en el monumento de Sant Martí
Sarroca (Barcelona), con tres cabezas en el lateral.
Las 25 esculturas de guerreros encontrados entre el Duero y
el Miño, fechados entre los siglos II y I a.C., están muy
probablemente heroizados. Algunas han aparecido a la entrada de
los poblados, lo que parece indicar que se trata de un culto a
los antepasados. Las esculturas podrían referirse a los
príncipes o a simples soldados.
RITUALES
FUNERARIOS
El ritual
fúnebre de los celtas hispanos era la cremación del
cadáver. Pero era típico de los celtíberos (Sil.It. 3,340-343) y
de los vacceos (Eliano, De de nat. animal. 10, 22)
exponer al aire libre los cadáveres de los guerreros muertos
para que fueran devorados por los buitres. Este ritual funerario
tiene ilustración en dos fragmentos cerámicos de Numancia y en
algunas estelas, como las de Binéfar (Huesca), El Palao
(Teruel), Zurita (Zaragoza) y en un grupo escultórico de Obulco
(Jaén). Estos documentos arqueológicos y literarios prueban la
creencia en la inmortalidad de los celtas hispanos, como sucede
igualmente en el resto de la Céltica. También indica una
concepción astral de la ultratumba, bien documentada entre los
celtas de la Meseta hispana, en las estelas llenas de simbología
astral, donde la Luna, el Sol, y los planetas tienen un rol
importante. Una concepción diferente de la ultratumba indica la
diadema áurea de Mones (Asturias), hallada en el territorio de
los galaicos lugones. La técnica de fabricación es el
estampillado. Se fecha hacia los siglos II y I a.C. El fondo es
un espacio acuático, simulado por líneas de puntos; unas figuras
ornitomorfas transportan calderos. Están representados infantes
y jinetes, con cuernos de ciervo o cascos de tres penachos en la
cabeza y con torques, armados con caetrae, espadas cortas
y lanzas. También hay perros, peces y aves acuáticas. Las
escenas simbolizarían la heroización ecuestre y el paso a la
ultratumba a través del agua.
Las esculturas de toros y de cerdos, llamados verracos, son
de carácter funerario. Este mismo carácter tienen las
representaciones de toros en las estelas de la Meseta, en la
cuales el banquete, la caza y la guerra tienen carácter fúnebre,
al igual que en Obulco y en el mundo clásico mediterráneo.
CELTAS Y VETTONES
LA RELIGIÓN CELTA EN HISPANIA José María
Blázquez
Exposición en Ávila Septiembre-Diciembre 2001 Exma. Diputación
Provincial de Ávila
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