Una de las tablillas de marfíl (s.XI) de la arqueta donde reposaban los restos de San Millán; se alude en ella al milagros de los ciegos en la parte superior, y al de la lámpara en la inferior.

 La constitución del primer cenobio
en San Millán

 


 
 Miguel  Ibáñez  Rodríguez

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El omne benedicto, por seer escondido,
render a Dios el voto qe avié prometido,
en esfuerzo de Dios, qe es güión complido,
metióse en las cuevas que avedes oído.

 Vida de S. Millán 29

INTRODUCCIÓN


     
El 14 de mayo del año 959 tiene lugar la consagración de la iglesia del Monasterio de San Millán por parte de García Sánchez, rey de Pamplona, y la reina Toda l(I.UBIETO ARTETA, A.,Cartulario de San Millán de la Cogolla(759-1076), Valencia,Textos Medievales 48, Anubar,1976;documento nº. 78, pp. 92-94). Es ella la que, en realidad, gobierna a causa de la minoría de edad de su hijo García Sánchez. Esta es la fecha referida por la mayoría de los historiadores para confirmar la existencia de un monasterio, de una comunidad de monjes plenamente constituida, en San Millán de Suso. Pero, ¿hasta entonces y desde los años en que vive Millán (473-574) hubo vida eremítica o monástica? ¿se llegó a constituir alguna comunidad y si así fue de qué tipo? ¿Hubo continuidad desde el siglo VII, cuando San Braulio escribe la vida de San Millán en latín, hasta el siglo X? El objetivo de la presente comunicación es el de tratar de conocer la historia del monasterio de San Millán de Suso en sus primeros siglos, en sus siglos obscuros.

      Para conocer este período de la historia emilianense contamos con diferentes fuentes que ciertamente son poco fidedignas y que nos obligan a movernos casi siempre en el terreno de las conjeturas. Nos referimos a la vida latina que sobre el santo escribe hacia el año 635  San Braulio, obispo de Zaragoza, a los marfiles de Yuso, fechados en  el 1067, y que reproducen en imágenes la vida del santo, a la vida que sobre San Millán escribe en romance hacia el año 1230 Gonzalo de Berceo, a las excavaciones arqueológicas que se han realizado en el lugar y al mismo edificio, a su arquitectura. No existen desgraciadamente fuentes documentales. En el cartulario de Ubieto Arteta, comienza a hacerse referencia al Monasterio de San Millán en documentos cercanos a la primera mitad del siglo X, en fechas ya próximas al año de su consagración en el que ya muy posiblemente, bajo la regla de San Benito, tenemos un monasterio plenamente constituido y de gran importacia económica, político-estratégida y cultural dentro del reino de Pamplona, del norte de la Península y, por qué no decirlo, también, sin duda, dentro de la Europa Cristiana comunicada por el Camino de Santiago, que discurría a pocos kilómetros de San Millán.

      La fuente más importante es, sin duda, la Vita latina 2( 2. Vita Sancti Emiliani, Edic. Luis VAZQUEZ DE PARGA, Madrid, C.S.I.C., 1943. Nos hemos ayudado de la traducción de Paloma ORTIZ CARA, «San Braulio, la Vida de San Millán y la Hispania Visigoda del siglo VII», en Hispania Sacra, XLV, 1993, n° 92, Centro de Estudios Históricos, C.S.I.C. ). Los marfiles cuentan la vida de Millán en imágenes a partir del texto de San Braulio, siendo muy fieles a su fuente, y sin añadir nada nuevo. La vida romanzada tiene también como texto base la fuente latina que muy hábilmente recrea Gonzalo de Berceo y añade cosas de su propia cosecha y otras que proceden de la tradición que, con el paso del tiempo, había ido incrementando las noticias sobre la vida y milagros del santo. Algún elemento tomado de los marfiles también se puede leer en sus versos alejandrinos. Además, añade en su tercer libro los votos del conde Fernán González, con claros fines propagandísticos.

 

LA VITA SANCTI EMILIANI DE SAN BRAULIO

       Esta obra escrita, según nos informa el mismo San Braulio en la carta-prólogo, con el fin de que sirva a la liturgia y que sea leída el día de la festividad del santo. Esto le obliga, sin duda, a resumir considerablemente, sin considerar lo anecdótico y lo pupular, que sería de gran interés para nosotros en la actualidad, y a centrarse en la conversión y santidad de Millán. Nada se dice de su niñez, ni de su familia, por ejemplo.

      Pero, hay otras razones de fondo que posiblemente movieron a San Braulio a escribir esta Vita latina, muy bien apuntadas por Paloma Ortiz García 3(3. ORTIZ GARCÍA, P., «San Braulio, la Vida de San Millán y la..., art. cit., p. 472.), que ve en esta obra una contribución a la cristianización de los cántabros. En la Vita aparece Millán predicando en Cantabria y muchos de los beneficiados de los milagros son cántabros (varios proceden, por ejemplo, de Amaia).

      Por otro lado, no debemos olvidar que se trata de un texto hagiográfico. La obra está estructurada a partir de los tópicos propios de este género: descubrimiento de un escrito antiguo que sirve de fuente, la inmensidad de la materia, el tópico de los testigos bien informa dos, el llamamiento del lector a la religiosidad, etc. En este tipo de texto, el santo de turno suele ser descrito siguiendo el modelo de Cristo. En nuestro caso, alguno de los milagros son muy similares a los realizados por Jesús; así, por ejemplo, la multiplicación de los alimentos y del vino. Generalmente todos coinciden en ser pastores durante su niñez; de manera que los que en un principio eran pastores de ovejas, lo serán después de almas.

      Teniendo en cuenta lo anterior, el texto brauliano no puede ser considerado como una fuente histórica objetiva; al menos, en su totalidad. A pesar de que, según manifiesta su autor en la carta-prólogo con la que se comienza la obra, se limita a reflejar por escrito el testimonio de varios de los discípulos de San Millán (Citonato, Geroncio, Sofronio y Potamia), recogido por su hermano Fronimiano, que manifiesta haber presenciado hechos prodigiosos acaecidos ante la tumba del santo. Esto puede ser, como hemos anunciado arriba, un mero tópico propio del género. San Braulio, una vez concluida la obra, le pide a su hermano que los discípulos de San Millán que aún viven -Citonato y Geroncio- confirmen la veracidad de lo escrito por él. Puede tratarse de otro recurso de verosimilitud.

      De todas formas parece que hay elementos que contribuyen a la veracidad del texto: el hecho de que los protagonistas tengan nombre propio y se indique su lugar de procedencia y, sobre todo, las precisiones geográficas que ofrece la obra, que nos permiten hacer una buena ubicación de los lugares donde se desarrolla la vida de Millán. Se habla de Vergegium (hoy Berceo) como lugar de nacimiento del santo, del Castellum Bilibium (hoy Bilibio, cerca de Haro ), de su Oratorium (hoy monasterio de Suso) y del mons Dircetius (montes Distercios, hoy Sierra de la Demanda del Sistema Ibérico). Se cita Cantabria, referida a la tierra de los cántabros y no a la primitiva ciudad de Logroño como tradicionalmente se piensa, Amaia, ciudad de cantabria, y Tirasona (Tarazona), que son lugares perfectamente identificables en la época visigoda. Hay otras localidades como Parpalinas, Banonicum y Pratum que también se señalan, pero que no han podido ser localizadas. Hay cierta tradición que asegura que Parpalinas sería un lugar no lejos del actual Agoncillo; de Pratum se dice en la Vita que no está lejos del monasterio; puede tratarse de algún núcleo de población hoy desaparecido.

      A partir de la lectura de esta Vita latina, podemos señalar que mientras vive Millán no existe ningún tipo de comunidad. En ningún momento se dice que él fuera abad. Sólo aparece acompañado de otra persona: Aselo. Éste es calificado por Braulio como santísimo presbítero con el que hace vida en común. Aparece en los útlimos años de la vida del santo y es a él a quien llama en el momento de su muerte. Esta escena aparece representada en los Marfiles de Yuso4(4. PEÑA. Joaquín, Los Marfiles de San Millán de la Cogolla, Logroño, Ochoa, 1978.) con una inscripción que dice " Aselli Presbiteri"; aunque la mitad se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Boston y la otra mitad en el Museo Nacional de Florencia. Parece que Aselo es alguien que está a su servicio. También, al final de sus días, siendo ya Millán de edad avanzada y estando enfermo de hidropesía, aparece acompañado por un grupo de mujeres que cuidan de él.

      En la Vita se le aplican los calificativos de padre, patrono, beato, presbítero y santo. Es presbítero, porque así es ordenado por el obispo Dídimo de Tarazona, tras un período de 40 años como eremita por los Montes Distercios. A partir de este momento se va a ocupar de la parroquia de Santa Eulalia de su pueblo, Berceo. No fue monje y mucho menos benedictino como durante mucho tiempo se creyó. Incluso se llegó a decir que fue el primer abad benedictino de la Península. La Regla de San Benito llega a San Millán varios siglos después de la muerte del santo. El hecho de ser llamado para ser ordenado sacerdote parece responder al deseo de la iglesia oficial de acabar con ciertas formas peculiares de religiosidad (el eremitismo) que no debían parecer del todo ortodoxas. El santo parece no encontrarse muy cómodo en la parroquia y vuelve a Suso, retirándose ya de manera definitiva. Deja la religiosidad activa que la iglesia oficial le había propuesto por otra forma de vida contemplativa y que podemos calificar de extraoficial.

      Sorprende que Braulio le llame con frecuencia santo, cuando aún, al menos oficialmente, no lo es. También señala que la fama de su santidad se extiende rápidamente. Además de la lectura de la Vita se desprende que se celebra su festividad, pues San Braulio señala que escribe la vida de San Millán con el fin de que se lea en la misa de ese día. Su santificación oficial tuvo lugar mucho después, el año 1030, con motivo del primer traslado de sus restos, con presencia del rey de Pamplona Sancho, el obispo Sancho de Nájera y el abad del monasterio también llamado Sancho. Sin duda, el pueblo lo hizo santo mucho antes que la iglesia.

      El obispo de Zaragoza habla de la existencia de un Oratorium, que se suele ubicar donde hoy está el Monasterio de Suso. Una vez concluido su período de formación con Felices en Bilibio, Braulio dice que Millán se instaló no lejos de la villa de Berceo, donde ahora -cuando él escribe- se guarda su cuerpo. Respecto a lo que se podía entender por oratorium en la época, Puertas Tricas señala lo siguiente:

La utilización de esta palabra es tardía, según nos testimonian las citadas fuentes, y aún a partir del siglo VI su frecuencia es muy escasa. Atendiendo a los testimonios que conocemos, se puede decir que nunca se llamaron así las iglesias urbanas ni posi- blemente las rurales. Por tanto, un oratorio debió de ser en esta época una iglesia pequeña y pobre, bien de fundación privada, bien levantada a instancias de santos -como se ven en las citadas fuentes- que hicieron vida eremítica 5(5. PUERTAS TRICAS, R., Iglesias hispánicas (siglos IV al VIII). Testimonios literarios, Madrid, Patronato Nacional de Museos, 1975; pp. 130-131.).

      De manera que se trata de una iglesia pequeña y pobre que responde a una iniciativa particular. Retomaremos esta definición al final, ya que en ella se contempla las dos posturas que a nuestro parecer pueden explicar aquellos primeros siglos de la historia emilianense.

      El Oratorium no es la única construcción referida en el texto de San Braulio, también se cita un horreum. En concreto, cuando se relata el milagro de la viga que se alarga ante los rezos del santo.

      Siguiendo la Vita latina podemos decir que, una vez muerto Millán, parece que, efectivamente, en torno a su sepulcro, que se había colocado en su oratorio, se crea una primera comunidad no de monjes sino de clérigos, al frente de la que aparece como abad Citonato (Citonati), junto a los presbíteros Sofronio (Sofronii) y Geroncio (Gerontii) y la religiosa Potamia (Potamiae) y el también presbítero Fronimiano que llegaría en fechas posteriores. La tradición ha tratado a Citonato, Geroncio, Sofronio y Potarnia como discípulos de Millán, a pesar de que no se dice nada en este sentido en el texto de Braulio. De la lectura de la Vita se desprende efectivamente que llegaron a conocer a Millán; ya que fueron testigos de varios episodios de su vida, entre ellos de sus milagros en vida.

      Creemos que es determinante la existencia del sepulcro del santo en la constitución de esta primera comunidad. Sin duda, ésta tiene su origen, su razón de ser, no en la vida de Millán sino en su muerte y, sobre todo, en la presencia física de su sepulcro. El pueblo ha hecho santo al que aún no lo es oficialmente y acude a venerarlo. Aquí se encuentra el germen del surgimiento del Monasterio de San Millán.

      Hay que recordar la importancia que en la Edad Media tenía la tumba de un santo que generalmente se constituía como punto de referencia de peregrinaciones. Los poderes eclesiásticos y políticos veían estos lugares como los más propicios para conseguir sus fines, espirituales los primeros, materiales los segundos, que tan íntimamente ligados aparecen en estos siglos, para lo cual favorecían la fundación de monasteriores, como ocurre en San Millán con la primera comunidad que surgen en torno a la tumba del santo y de manera aún más clara a partir de la segunda mitad del siglo X con la constitución del monasterio benedictino por iniciativa de los reyes cristianos de Pamplona.

      Particularmente interesante, a favor de la existencia de este primer cenobio, resulta la aportación de J. B. Olarte en el sentido de considerar que el encargo de escribir la Vita latina de Millán con el fin de leerse el día de su festividad y los himnos litúrgicos dedicados al santo no tienen sentido si no existiera en Suso una comunidad organizada6( 6. OLARTE, J. B., «Apuntes para una interpretación de la historia emilianense.», en San Millán de la Cogolla en su XV centenario, Logroño, 1974; p. 55.).

      Uno de los aspectos que más llama la atención de esa primera comunidad es el que fuera mixta. Entre sus miembros aparece una mujer Potamia. Parece que esto era más o menos normal por aquellas épocas cuando la vida religiosa aún no contaba con reglas monásticas bien definidas, como la de San Benito que llega posteriormente. Según Constantino Garrán7(7. GARRAN, Constantino, San Millán de la Cogolla y sus dos insignes monasterios, Diputación Provincial de Logroño, 1929; pp. 8-9. ), Potamia, que era una dama nobilísima de una familia aristocrática de la Galia Narbonense, estuvo retirada gran parte de su vida donde hoy está la ermita de su nombre, a la entrada del municipio de San Millán, a la izquierda de la carretera. En esta iglesia dedicada al Salvador en sus orígenes fue enterrada y después de muchos años sus reliquias se llevaron el 13 de agosto de 1573 al Monasterio de Yuso, colocándolas en una arqueta de plata, igual que la de Santa Oria.

       Sobre si esta primera comunidad continuó hasta el siglo X, es difícil responder. Parece que Citonato, Geroncio y Sofronio en un momento dado abandonan Suso y van hasta San Cristóbal de Tobía o de las Tres Celdas, donde mueren y son enterrados. Se trata de un monasterio, hoy desaparecido, ubicado en Tobía, a pocos kilómetros del pueblo en dirección hacia la montaña. Esto se podía interpretar como un abandono de la vida religiosa en Suso, aunque también cabe la posibilidad de que fuera continuada por otros presbíteros.

Una de las cuevas, cercana a la lápida que dice :"En este retirado sitio San Millán con gran rigor fragelaba aquí su cuerpo,sujetándole al esprirtu, y este siempre al Criador"

vista de Suso desde su lado oeste 

Lado norte de Suso, recostado en la montaña oradada por múltiples cuevas

 

LA VIDA DE SAN MILLÁN DE GONZALO DE BERCEO

      Gonzalo de Berceo, en la obra que dedica a relatar la vida del santo, habla del deseo de Millán por hacerse "ermitanno"8(8. Vida de San Millán, edic. B. DUTTON, Londres, Tamesis Books, 1967; 12 b. ), de cómo, según dicen, se hizo él mismo su "oratorio"9 (9. Ibid., 57 b.) y de cómo fue ordenado "preste"10(10. Ibid., 86 y ss.). Una vez abandonada la parroquia de Berceo, señala que el santo edifica "sue capiella", junto a su oratorio. El poeta llama "ermitannía"11(11. Ibid., 168 c.), en otras ocasiones "sancto monasterio"12(12. Ibid., 178 a)   y otras veces "sancto oratorio"13(13. Ibid., 186 b) al lugar donde pasa sus últimos años Millán.

      A partir del relato de los milagros, se puede decir que el poeta traslada la vida del santo a su tiempo. Lo sitúa en un monasterio muy próximo al que él debió conocer y muy alejado de lo que en realidad debió ser en tiempos de Millán. Esto lo hace, sin duda, con el deseo de aproximar la vida del santo al público de su época. Si en la Vita latina se señala como única compañía del santo a Aselo, en la Vida de San Millán de Gonzalo de Berceo la vida del santo se desarrolla en un monasterio que parece perfectamente organizado. En él no falta el "architriclino"14(Ibid., 247c.) o persona encargada de ordenar los banquetes y de dirigir el servicio de la mesa; el "escanciano"15(Ibid., 248 b.) cuyo cometido es el de servir la bebida, especialmente el vino, y el "clavero"16(Ibid., 254 c.) que se ocupa de las llaves. Se hace referencia explícita a la presencia de monjesl7(Ibid., 337 b;351 a.) en un monasterio en el que no falta el sacristán18(Ibid., 333 b.) y el refectoriol9(Ibid., 352.). En el momento de su muerte es asistido por Aselo20(Ibid., 296.), del que dice que es "so crïado"21 (Ibid., 312 a.)y están presentes sus "sanctos discípulos"22(Ibid., 310.).

      Se puede decir que Gonzalo de Berceo no aporta informaciones de interés para conocer los primeros siglos de la historia emilianesne, que no se encuentren ya en la vida latina. Habla de Millán como ermitaño, como preste y posteriormente lo ubica en una comunidad monástica gobernada por él, pero sin decir explícitamente que sea abad de la misma.

 

LAS FUENTES ARQUEOLÓGICAS

      Las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo por Alberto del Castillo23 (23. CASTILLO, Alberto del, «La necrópolis de covachas artificiales del Monasterio de Suso, pervivencia del sistema de enterramiento eremítico», en X111 Congreso Nacional Arqueolog(a Huelva, 1973, Zaragoza, 1975; pp. 967-978.)entre 1970 y 1973 sirvieron para confirmar la existencia de vida en los que se pueden calificar de siglos obscuros del monasterio emilianense y corroborar las fuentes escritas, fundamentalmente la vida latina de San Braulio. Desgraciadamente falleció en 1976 y no pudo continuar con las excavaciones. Sin embargo, las conclusiones a las que le llevaron los trabajos realizados en Suso fueron publicadas. La excavación se centró en la necrópolis existente en la ladera derecha, según se entra al monasterio. En ella descubrió hasta siete niveles distintos de covachas con enterramientos labrados en el mismo suelo rocoso. En la parte inferior localizó otro nivel más, con cinco tumbas al aire libre, no en covachas como el resto, "de cabecera trapezoidal y hombros asimétricos, el izquierdo ancho y el derecho corto, que parecen indicar un nivel más antiguo, posiblemente anterior a la construcción de la iglesia "24(Ibid., p. 968) Se refiere a la iglesia de esilo mozárabe documentada. Serían pues tumbas del período del que nos ocupamos y que el fecha en el siglo IX. Además, Alberto confirma la existencia de otra necrópolis anterior a la excavada por él, con enterramientos visigodos; junto a las ruinas de una pequeña iglesia distinta a la mozárabe.

Digo esto porque en Suso hay otra necrópolis, presumiblemente anterior a la primera, ubicada a occidente de la descrita y sin relación aparente con el monasterio mozárabe. Esta necrópolis tiene una extensión, siempre de Este a Oeste, de unos 40 m., "y de la misma se llevan hasta la fecha excavadas nueve tumbas, bien distintas de las antropomorfas. Son sepulturas de fosa y forma rectangular y ovalada, normalmente con cubierta monolítica, sitas en torno a una pequeña iglesia cuyos restos han sido descubiertos el mes de agosto de 1973. 25(Ibid.,pp. 968-969)

      Respecto a la necrópolis excavada asegura que los enterramientos en covachas artificiales son propias de las costumbres eremíticas, que pervivieron en San Millán hasta la época de la construcción mozárabe (siglo X). Esto obviamente presupone la existencia de un eremitorio. Según él, este tipo de enterramientos es una costumbre que procede del Paleolítico en el que el hombre utilizaba las cuevas para vivir, para enterrar y como lugar de culto.

      Los hallazgos de Alberto (la necrópolis visigoda y la datación en el siglo IX de un grupo de tumbas) permiten reducir el espacio de tiempo entre el siglo VII, cuando se escribe la vida latina de San Millán, y el X, cuando ya encontramos un monasterio documentado. Es un argumento a favor de la posible continuidad del monasterio durante la epoca de la ocupación árabe. Todo esto quedaría más claro si se excavara la necrópolis visigoda; cosa que no se ha hecho y que pienso que lamentablemente no se podrá hacer, ya que creo que la debemos ubicar donde hoy está el aparcamiento de coches, espacio que fue desmontado hace ya varios años por máquinas excavadoras, con el fin de habilitar un espacio cómodo para los coches y autobuses. Una auténtica salvajada.

      En favor de la hipótesis de la continuidad estarían el aislamiento geográfico y el hostil emplazamiento del posible cenobio que lo harían pasar prácticamente desapercibido durante el dominio árabe.

 

MILLAN: EREMITA O HACENDADO

      A la luz de las fuentes citadas podemos señalar dos momentos diferentes a lo largo de los primeros siglos de la historia del monasterio emilianense: la vida eremítica y la vida cenobítica. El primero correspondería a la época en que vive Millán, cuando no existe vida en común. En la Vita ya hemos visto que en compañía del santo sólo aparece Aselo y unas mujeres que le atienden; pero esto no justifica la existenica de una comunidad. Millán vive en su cueva retirado, junto a ella, en otra cueva, su oratorio donde hoy está su tumba.

      Y aquí las fuentes arquitectónicas, a las que aún no hemos recurrido, nos pueden aportar interesantes informaciones. Tal como se conserva el monasterio actualmente, se puede diferenciar claramente entre lo que son las cuevas y el edificio en sí, que aparece adosado a la roca. Puertas Tricas, en su magnífico estudio sobre la planimetría del Monasterio de Suso, habla de una etapa primitiva26(26. PUERTAS TRICAS, R., Planimetría de San Millán de Suso, Logroño, IER, 1979; pp. 20-21 y pp. 37-38.) a la que corresponderían las cuevas 27(27. MONREAL JIMENO, L. A., «San Mil1án de Suso. Aportaciones sobre las primeras etapas del cenobio emilianense», en Príncipe de Viana, 183,1988; pp. 81-87.) que son artificiales, excavadas aprovechando alguna oquedad del terreno. Tal como éstas están dispuestas, se puede hablar de la existencia de dos niveles, con mayor espacio el inferior. Es muy posible que existiera aún otro tercer nivel, por debajo de los dos conservados, sepultado por los materiales de relleno que se colocaron sobre la superficie en la que se levantó el edificio mozárabe. Recordemos que todo el monasterio está construido sobre la pendiente de la montaña con un importante desnivel que se debía salvar para levantar el edificio. Puede que alguna de las covachas de la necrópolis correspondiera también a esta etapa eretica. Y, sin duda, habría otras por los alrededores. Aún hoy en día se conserva una conocida como la cueva del santo a la que todos los años van en romería los pueblos del valle. Hemos comentado también que Potarnia parece estar retirada en donde hoy se encuentra la ermita de su nombre. Tal vez allí pudo haber también alguna otra cueva.

      Es de suponer que la mayoría de las cuevas estarían destinadas a habitación. De todas ellas, dos eran oratorios: uno (tal vez el oratorio del que habla San Braulio) donde hoy se encuentra el cenotafio de San Millán y el otro, seguido de éste, donde hoy hay un Osario. Ambos están abiertos al sur y tienen altarcillo de nicho orientado al este; en el que está el cenotafio es triple y tiene una pequeña oquedad para el sagrario y el otro simple, adornado con arquito de medio punto. Este oratorio se transformó posteriormente en el presbítero de la iglesia mozárabe. Durante las restauraciones realizadas por Íñiguez Almech, en el oratorio del triple altar de nicho se encontró una cajita de hueso de gran interés. El interés radica en que está decorada con unos sogueados que confirman una cronología claramente visigoda 28(28. IÑIGUEZ ALMECH, F., «Algunos problemas de las viejas iglesias españolas», en Cuadernos de trabajo de la Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma, I. VII, 1955; p.. )

      Se trata, por lo tanto, de las cuevas en las que supuestamente estuvo retirado el santo. Cuando Gonzalo de Berceo relata cómo el santo se retira a hacer vida de eremita dice que lo hace a un lugar en el que hay cuevas, matorrales, fieras y serpientes:

 

 Cerca es de Verceo ond él fue natural,
encontra la Cogolla, un anciano val;
era en essi tiempo un fiero matarral,
serpientes e culuebras avién en él ostal. 

Estavan grandes peñas en medio del vallejo,
avié de yus las peñas cuevas fieras sobejo;
vivién de malas bestias en ellas grand concejo,
era po [en] gran siesta un bravo logarejo.

El omne benedicto, por seer escondido,
render a Dios el voto qe avié prometido,
en esfuerzo de Dios, qe es guión complido
metióse en las cuevas que avedes oído.

Fueron las bestias fieras con él fuert embargadas
todas fuyién ant elli, las cabezas colgadas;
si l[i]s plogo o non, cambiaron las posadas,
escombraron las cuevas las bestias enconadas.

Otra cosa retraen, mas no la escrivieron,
y muestran los forados que las sierpes ficieron;
las pennas foradaron quand [ficar] non podieron,
pero al omne bono nul pavor no1 'fizieron.

[Ficó] el omne bono en las cuevas sennero,
29
 (29. Vida de San Millán, edic. B. DUTTON, op. cit., 27-32a.)

      Es posible que hubiera otros eremitas por la zona haciendo el mismo tipo de vida. Algunos de éstos pudieron ser los que aparecen citados por San Braulio y luego por Gonzalo de Berceo. Nos referimos a Citonato, Geroncio, Sofronio y Potarnia. Hay un documento fechado en el año 929 que puede corroborar la existencia de otros eremitas diseminados por zonas próximas a Suso. En el se habla de la donación por parte de García Sánchez y su madre Toda a San Millán de "quinque heremitas vovis vicinas, id est, S. Martini et Sancte Marie et S. Sebastiani et S. Iohanis et Sancte Marie, quod vulgo dicitur Cella Alboheta"30(30. UBIETO ARTETA, A., Cartulario de San Millán de la Cogolla (759-1076), op. cit., doc.77;pp.91-92.) a los que luego se refiere con el término "hos monasterios".

      Estos eremitas serían los que, tras la muerte del santo, se organizan en tomo a un cenobio y constituyen lo que podemos calificar de primera comunidad. De nuevo, la arquitectura del edificio nos puede aportar informaciones interesantes. En ella hay restos de un primitivo cenobio visigodo, que debemos situar en el lugar donde se levantó posteriormente parte de la iglesia mozárabe con dos compartimentos abovedados y con el altar en la cueva donde hoy hay un osario. En esa zona se conservan parte de los muros del cenobio31(31. PUERTAS TRICAS, R., Planimetr{a de San Millán de Suso, op. cit., pp. 37-38.); son las piedras de sillería, que aparecen en las partes bajas de los muros y que se diferencian claramente de las mozárabes calizas, y varios de los arcos transformados posteriormente en arcos mozárabes. No debemos olvidamos de la iglesia cuyos cimientos dice descubir Alberto del Castillo en sus excavaciones, que estaría junto a la necrópolis visigoda; posiblemente en la zona del actual aparcamiento. No llegó a ser excava y creo que nunca lo podrá ser, debido a lo antes señalado. En alguna ocasión Teodoro Lejárraga, guarda y responsable del monasterio, me ha enseñado reproducciones, del s. XVII o XVIII, de un iglesia ubicada en esa zona y dedicada a San Pelayo. Este último es un dato interesante, ya que desvela un aspecto nunca tratado: el de la advocación de la iglesia antes de que lo fuera a San Millán.

      De manera que la vida eremítica, con el paso del tiempo se transforma en vida cenobítica, organizada en tomo a un cenobio, punto de reunión de un grupo de eremitas. Se trata de un tipo de vida que podemos calificar de premonástica y que, ya a finales del siglo X, con la llegada de la regla de San Benito, se convertiría en vida monástica.

      Esta es la interpretación que tradicionalmente se suele dar sobre lo que pudo ser el Monasterio de San Millán de Suso en sus primeros siglos de vida. Pero consideramos, que, teniendo en cuenta las informaciones de las fuentes referidas, con la salvedad de desechar todos aquellos elementos destinados a mitificar intencionadamente a un personajes como Millán, podemos llegar a planteamientos distintos.

      Nada se sabe de la familía de Millán, sin duda, debió ser acomodada, ya que puede dar estudios a su hijo y éste alcanza la dignidad de presbítero, cosa que no estaría al alcance de todos. Tal vez la familía tendría alguna explotación ganadera, ya que a Millán se le presenta como pastor. En ese caso podemos pensar en Millán como un acomodado propietario de tierras o de alguna explotación ganadera o ambas cosas que tiene su casa con su granero e incluso puede construirse un oratorio para su uso particular, recordemos la definición arriba recogida, en el que lógicamente se hará enterrar en un sepulcro digno de su condición. Además, posee un caballo que es signo de gran riqueza para la época. Baste sólo recordar que en la Edad Media el caballero lo era por el hecho de poseer precisamente un caballo. Sus dos biógrafos tratan de justificar la posesión del caballo que desde luego no era comprensible en un eremita. San Braulio dice que era el animal usado para ir a la iglesia y Gonzalo de Berceo, por su parte, señala que lo tenía para llevar leña a los pobres32 (32. Vida de San Millán, edic. B. DUTTON, op. cit., 272.) y dice más tarde que luego lo vende33(33. Ibid., 278. ). Desde esta perspectiva Aselo y las mujeres que lo atienden serían criados suyos, gente a su servicio y, por consiguiente, otra manifestación de su riqueza.

      La fundación de templos por iniciativa privada es algo relativamente frecuente en el período visigodo. No lejos de San Millán tenemos el caso de la iglesia de Las Tapias de Albelda, excavada y estudiada por Urbano Espinosa34(34. ESPINOSA RUIZ, U., «La iglesia de La tapias (Albelda) en la arquitectura religiosa rural de la época visigoda», en IIISemana de Estudios Medievales, Nájera, IER, 1993; pp. 267-276.). No debemos olvidar que se trata de "puntos económicos de mayor o menor importancia según los recursos adscritos al mantenimiento de cada una"35(35. Ibid., p. 270.).

      Desde esta otra interpretación, ¿cómo podemos explicar esa primera etapa del eremitorio? Respecto a las innumerables cuevas, como las de San Millán, que se pueden localizar en distintos puntos de La Rioja, hay autores que descartan que estuvieran habitadas por eremitas y consideran que se trata de núcleos de población civil 36(36. GONZALEZ BLANCO, A., ESPINOSA RUIZ, U., SAENZ GONZALEZ, J. M., «La población de La Rioja durante los siglos obscuros (IV-X)», en Berceo, 96,1979; pp. 81-111.). Tras la caída del Imperio Romano y con la llegada de las invasiones bárbaras, los habitantes de las poblaciones que carecían de un buen sistema fortificado deciden buscar lugares apartados en zonas montañosas donde la misma naturaleza pueda protegerlos. En estos lugares se construyen templos que sobreviven a los poblados. Uno de esos templos podría ser el fundado por San Millán, en el que, tras su muerte, se establece una pequeña comunidad de presbíteros que sigue con la explotación dependiente del cenobio a la que, sin duda, le debió venir muy bien la devoción que hacia el santo se fue poco a poco generando. Por otro lado, a través de estas fundaciones se conseguía que el cristianismo, que Ebro arriba se había instalado en Calahorra, con su obispado, y había conseguido penetrar en el medio urbano, llegara también al medio rural. Era necesario cristianizar también los pagus (los paganos). Este proceso de cristianización de los lugare más alejados de las urbes, ya se había iniciado en el siglo IV 37(37.ESPINOSA RUIZ,Urbano, Calagurris Iulia, colegio de Aparejadores de La Rioja y Ayuntamiento de Calahorra, 1984; p.226); pero, posiblemente el proceso continuó en los siglos siguientes.

 

Otras publicaciones consultadas:

LOYOLA, E., «Necrópolis altomedievales en el Alto Ebro», en Estratto da: Atti del colloquio Intemazionale di Archeologia Medievale, Palermo septiembre de 1974, Universidad de Palermo, 1976.
GOMEZ MORENO, M., Iglesias mozárabes. Arte español de los siglos IX a XI, Madrid, Centro de Estudios Históricos, 1919.
FONTAlNE, J., L 'art préroman hispanique. L 'art mozarabe, La nuit des temps, 1977; pp. 217-227.
UBIETO ARTETA, A., «Los primeros años del Monasterio de San Millán», en Príncipe de Viana, 34, 1973; pp. 181-200.
MADRAZO, Pedro de, España. Sus monumentos y artes-Su naturaleza e historia. Navarra y Logroño, t. III, Barcelona, Editorial de Daniel Cortezo, 1886.
ALONSO Á VILA, A., «Visigodos y romanos de la provincia de La Rioja», en Berceo, 108- 109,1985; pp. 7-31.
MONJE , R., «El Monasterio de San Millán de la Cogolla», en España Pintoresca, 1846; pp.81-91.
MONREAL JIMENO, L., Eremitorios rupestres altomedievales (El Alto Valle del Ebro), Universidad de Deusto, 1989. 


 
 
La constitución del primer cenobio en San Millán
 Miguel Ibáñez Rodríguez
 Universidad de la Rioja 
 

 VII Semana de Estudios Medievales
Nájera (del 29 Julio al 2 de Agosto 1996)
Instituto de Estudios Riojanos 1997

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