Tipica construcción para guardar animales con puerta de medio punto a la entrada de Brieva junto al crucero del siglo XVI
 

 

 

RESUMEN

 

El presente trabajo analiza las particularidades fónicas de un área meridional riojana de enorme interés dialectológico pero escasamente conocida de los lingüistas. Supone el avance de todo un estudio en profundidad sobre el sistema lingüístico de la zona en proceso muy avanzado de elaboración.

Cada una de las particularidades descritas se compara con las observadas en los territorios limítrofes y aún con las pertenecientes a otros dominios del territorio peninsular en un intento abarcador que pretende ser bastante exhaustivo.

El trabajo ofrece conclusiones de valor en el ámbito de la dialectología hispana.

 

Palabras clave: arcaísmo, occidentalidad, romance precastellano, Alto Najerilla (La Rioja).

 

In this paper, the author analyzes the phonic particularities of a southern area of La Rioja which, in spite of havings great dialectologic interest, is not well known by linguists. The paper is but an advance of an exhaustive study of the linguistic system of the region now in procces.

Each trait described is compared with those of adjacent territories and algo with those of other peninsular domains in what tries to be a comprehensive view of the subject.

The paper offers valuable conclusions within the context of hispanic dialectology.

 

Key words: arcaism, occidentality, precastilian romance, Alto Najerilla (La Rioja).

 

 

 

 

Dentro del espacio altorriojano existe un territorio meridional de enorme interés dialectológico, poco o parcialmente conocido de los lingüistas. Se trata de un área perfectamente definida como región natural que se distingue sobremanera del resto de los territorios limítrofes y que engloba toda una comunidad de valles, en las estribaciones de la Sierra de la Demanda, conocida como las Siete Villas (Brieva de Cameros, Canales de la Sierra, Mansilla de la Sierra, Ventrosa, Villavelayo, Viniegra de Abajo y Viniegra de Arriba).

Aquí el índice de precipitaciones es muy elevado y los inviernos prolongados y rigurosos, lo que explica su rica vegetación, de frondosidad muy atlántica, pero con escasas posibilidades agrícolas, circunstancias todas ellas que provocarán en sus proximidades el ejercicio de labores eminentemente ganaderas de tradición trashumante. En este incomparable marco, a la salida de tortuosos desfiladeros surcados por afluentes y riachos que conforman el nacimiento del Najerilla, y a una media aproximada de 950 m. de altitud, se hallan las localidades y gentes cuyo sistema de lengua tratamos de analizar.

Distan de Logroño, la capital, 70 Km. el municipio más cercano (Viniegra de Abajo), y 84 km. el punto más distante (Canales de la Sierra). Su población apenas si alcanza los 250 habitantes de hecho1, repartidos a lo largo de los 423'93 kilómetros cuadrados que tiene la comarca, en un proceso de despoblamiento absolutamente imparable como consecuencia de la acelerada evolución de los tiempos y de la débil estructura económica de los municipios. El resultado lingüístico de este declive demográfico es la pérdida del habla tradicional en la zona.

Desde el punto de vista histórico y administrativo, el territorio ha estado vinculado siempre a Castilla, y más concretamente a la demarcación burgalesa de Salas de los Infantes, constituyéndose como el extremo más oriental de su alfoz, en los límites con los antiguos reinos de Aragón y Navarra, motivo por el que su habla aparece transida de viejos usos castellanos. Pues, lo adelantamos ya, nos hallamos ante un sistema de lengua muy arcaizante, con trazos en apariencia occidentales muy precisos, fruto de su singular ubicación geográfica y de su tradicional cultura merinera, como pronto tendremos ocasión de ver.

Los datos que exponemos a continuación proceden, fundamentalmente, de la observación directa y de la convivencia ininterrumpida con los naturales de la zona en los últimos años, constituyendo el capítulo inicial de un proyecto de alcance sobre el habla viva de toda la comunidad.2

 

 

 

1. VOCALISMO

 

Como cabría esperar, el vocalismo se ajusta, en general, a los caracteres propios del castellano común, pero ofrece algunas particularidades dignas de reseñarse.

 

1. Sorprende la falta de diptongación en comporta 'compuerta de riego', voz atestiguada en diferentes puntos del valle del Ebro (ALEANR 91) -incluidas Álava (López Guereñu) y Cantabria (García Lomas)- y del occidente peninsular (Miguélez), y que lo mismo puede proceder del estado latino de la forma porta, que del primitivo romance (com)puorta, fase anterior al moderno compuerta, aunque también cabe pensar en fenómenos analógicos. En mesmo, la vocal tónica conserva su timbre etimológico.

 

2. La diptongación de ó tónica ante yod que hallamos en ruejo 'canto rodado', contraria a la norma central castellana establecida desde el eje de Burgos, es conocida desde Cataluña hasta Asturias al igual que en algunos dialectos mozárabes y nos descubre la pervivencia de antiguos dialectos internos en el territorio mismo del dominio castellano.

En cambio, ante x latina, la vocal inacentuada a no se ve inflexionada por la yod y se mantiene, como en aragonés, escuchándose cajigo 'quejigo', tajón o tasugo 'tejón'. El fenómeno parece ser tradicional en la zona (cf. Cajigales, término toponímico tradicional de Mansilla; Peña el tajón, tradicional de Brieva; Las tajoneras, término de Viniegra de Abajo; Las tajugueras, tradicional de Brieva; Peñas tajugueras, de Viniegra de Arriba; y Las fraginedas, término tradicional en la toponimia menor de Viniegra de Arriba).3

 

3. Las vocales átonas sufren una gran variedad de cambios, cualquiera que sea su posición silábica, debidos en su mayor parte al especial tinte incoloro de este tipo de vocales, inflexionadas por los sonidos vecinos mediante procesos de asimilación, disimilación, influjo de prefijos frecuentes en el idioma, etimología popular, etc. Así, hallamos formas como: afílitero o alfilitero 'alfiletero', destingues 'distingues', destinguir 'distinguir', esvertuada '(leche) acida', medecina, previle-gio, pulmunía, El Tió Piriñá 'El Tío Perillán', Velloslada 'Villoslada', vendoval 'vendaval', Venegra 'Viniegra', etc., similares a tantas otras que se acusan en la mayor parte del dominio vulgar de nuestro idioma.

 

4. También es muy frecuente la aféresis de a, originada en muchos casos por razones de fonética sintáctica: bobilla o bubilla, bujero, cendera 'contribución que cada vecino había de pagar al Ayuntamiento por derecho de pastos en proporción al número de animales que poseía', ciña 'hacina', flojar, lacena 'alacena', lambreño, llara, macar 'mecer', manecer 'amanecer', Peña Gudilla (Peña Agudilla, término topón, menor de Viniegra de Abajo), el Tió Polinar (Apolinar), rejada, sadura, talaya, talayón, tarre 'ataharre', zada, zuela, etc.

 

5. Así mismo se pierde, si bien más raramente, la o inicial átona, como vemos en currió 'ocurrió' ("Eso me currió a mí con una novilla, que no se hizo").

Como ejemplo contrario, hallamos prótesis vocálica en términos como aliar 'cadena que cuelga sobre el hogar antiguo', amízcula 'níscalo', aterliz 'terliz', causada seguramente por una falsa separación con el artículo femenino.

 

6. Se mantiene la vocal etimológica en colandrillo, dicir, escorrir, escorreplatos, prencipal, prencipio.

 

7. Dispensa 'despensa', nuguera, nuguerones, sigún, smtiría 'sentiría', presentan cierre de la vocal átona y son ejemplos de pervivencia de antiguas indecisiones, al margen de la fijación operada en nuestra lengua desde finales del período clásico; asimilación y disimilación han actuado aquí con entera libertad.

 

8. El cambio de timbre en la vocal inicial de escurecer, escurecida, estentino, estil, estilla, estruir 'obstruir' y estrumento se debe al peso analógico de las voces que comienzan por es- en un proceso semejante al que siguiera la lengua culta en escuchar a partir del étimo auscultare.

 

9. Formas como mormullo, sepoltura y sepolturero ofrecen nuevos fenómenos de disimilación, en este caso de u-u > o-u.

 

10. El contacto con r múltiple o sencilla produce efectos diversos en la vocal inmediata, generalmente de abertura, de acuerdo con una cadencia atestiguada desde el propio latín vulgar: atarliz 'terliz', farraña 'pasto malo' 'porquería, escombro', forastal '(guarda) forestal', harramientas 'herramientas', jarote 'variedad de cerdo traída de Extremadura por los pastores merineros', lechara 'diente de león', perniquebrada, randrajo o arrandrajo 'arrendajo', vardusca 'rama delgada', varraco 'verraco', etc.

 

11. Idéntico fenómeno de abertura vocálica hallamos en el caso de e átona seguida de consonante nasal (ancina 'encina', andrina 'endrina', anjambre 'enjambre', anrabotar 'rabotar', enrabotar', anvasar 'envasar'), sin olvidar nunca otras influencias, como razones de fonética sintáctica, por ejemplo.

El fenómeno contrario, debido sin duda al influjo de en-, lo tenemos en empuesta 'ambuesta', engarilla 'angarilla', enque 'aunque', enteayer, entenado 'hijastro'.

 

12. Ocurre de modo habitual la caída de la postónica en la desinencia del superlativo -ís(i)mo (ciertismo, desgastaísmo, muchísimo) y en formas como azre /á-Θre/ 'arce', alternando con otras donde lo usual es su mantenimiento: ciertísimo, desgastadísimo, muchísimo, ácere 'arce', amízcula, mícalo o mícarros 'níscalo o mizcalo', bolláriga 'fragmento ligero de brasa encendida que salta de la lumbre y se agita en el aire'. La microtoponimia local acusa idéntico mantenimiento (cf. Fuente El Ácere, en Brieva; Hoyalácere, en Mansillla; y Valle Lacere, Puente Pitare, Sobízarre y La Mesa Záñite, en Ventrosa).

 

13. Ejemplo de pérdida de la vocal pretónica en el habla espontánea de los informadores más rústicos tenemos: desperau' desesperado', difrencia 'diferencia', esparvel 'esparavel', mantención 'manutención'. (Cf. vendegar 'vengar').

 

14. No son extraños los ejemplos de anaptixis, fenómeno muy extendido en vascuence y en iberorromance4. En el habla serrana consignamos: berezo y berozo 'brezo', birote 'brote' (embirotar 'brotar'), yérigo o llérigo 'yezgo', zaragatillo 'sauce negro'.

 

15. La -e final permanece (como en aragonés, navarro, alavés, burgalés, asturleonés, salmantino y extremeño) en los sustantivos ababolle' amapola', céspede, frade 'arbusto', fruye 'hayuco', holline 'hollín', rade 'brecina' y rede 'red', en la segunda persona del singular del imperativo hace 'haz' y en las segundas del plural de los imperativos andaide, marchaide, correide, pudiéndose pensar no sólo que tras -d tiende a conservarse dicha vocal más que tras otras consonantes, sino que en este territorio altorriojano la pervivencia de -e final resultó muy notable. En voces como malebe 'cerezo de Santa Lucía' y troje 'habitáculo del payo', su presencia seguramente se justifica como apoyo articulatorio de la voz. Cauz 'cauce', sauz 'sauce' y asomatraspón, con pérdida de -e, responden a lo esperado en nuestra lengua.

En otras ocasiones, la -e final se oscurece en un grado y se hace -i (cf. frui 'hayuco', poni 'pone', se abrí 'se abre', si 'se'; véase también, en la toponimia menor de Viniegra de Abajo, Vereda de Nuñi Frañi5), coincidiendo con una característica peculiar de las hablas del valle del Ebro, incluido el cántabro6, y de las pertenecientes al tronco asturleonés.

 

16. El pronombre personal de tercera persona li 'le' ("Va y li dice") y el demostrativo de primer grado esti 'éste' ("Esti año". "Esti hombre"), que acusan vocal final i en lugar de e y que fueron comunes en la Rioja Alta durante el siglo XIII (García Turza-García Turza, 146-147), son frecuentes también hoy en el habla cotidiana de la Sierra (no exclusivas: alternan con las normativas le, éste) y reflejan una persistencia arcaizante que vincula el riojano con los dialectos vecinos, en especial con el navarroaragonés (Ménéndez Pidal, 1986, 342; Alvar, 1976, 61; González Ollé, 1996, 314) y con el cántabro (García de Diego, 1978,193). Cf. 3.5.1. y 3.5.2.

 

17. De la tendencia, muy marcada, como en el español vulgar, y desde luego, extremadamente viva en todo el valle del Ebro (cf. Llórente, 1965, 326; Zamora Vicente, 1967, 221), a deshacer el hiato entre dos vocales extremas, tanto en el interior de palabra como en casos de fonética sintáctica, resultan formas como: abriojos 'abrojos, gatuña', aura 'ahora', candial '(trigo) candeal', ceroliar 'acobardarse' 'hacerse las necesidades como consecuencia del miedo', encabriarse 'enfadarse', estiaño, laureja, Liónides 'Leónides', maniar 'manear', marradiar 'conducir el rebaño entre sembrados', pastiar, pial, pión 'peón', pior 'peor', puniás 'ponías', ramoniar, tió 'persona de edad', todavía 'todavía', train 'traen', unaija 'una hija', vizcaínos, etc. El origen del diptongo se produce a veces tras la pérdida de alguna consonante: aijada 'aguijada', auja 'aguja', hubiás 'hubieras', etc.

 

18. La pronunciación -au por -ao o -ado en participios verbales como aquerau 'comido por la quera', desperau 'desesperado' y oriau 'oreado, aireado' es común con el registro vulgar de diferentes áreas hispánicas, si bien se prefieren en la serranía riojana las formas en -ao, como abocicao, avanzao o vanzao, chomarrao, dañao, dobíao, embardao, empijotao, encallao, enfosao, engarrochao, esbalagao, escastao, esgarronao, etc., de manera generalizada.

 

19. Hay monoptongación del grupo au- en anque, de -ei- en ventídós, ventitrés, venticuatro, venticinco, ventiséis, ventisiete, ventiocho, trenta, trentayuno y trentai-séis, de -ie- en cénago 'ciénago', deciséis, diciocho, estuveron 'estuvieron', invernó 'invierno', sempe 'siempre', teñe 'tiene' y Venegra 'Viniegra' (cf. El bercolar, topónimo tradicional en Villavelayo7), de -io- en Donisio 'Dionisio', Locadia 'Leocadia' y medodía 'mediodía', de -ua- en cando 'cuando', de -ue- en despé o despés, lego 'luego' y mureco 'morueco' (cf. Campo Lengo y Vallelengo, términos toponímicos tradicionales en Viniegra de Abajo), y de -ui- en mu 'muy' (cf. La butrera, término de Mansilla y Ventrosa8). Por el contrario, se mantiene la semiconsonante en cuasi 'casi' en el habla espontánea de los informadores más rústicos.

 

20. De enorme interés es la conservación del diptongo decreciente arcaico ei en voces tan comunes como Neila (localidad y río) y Teilo (monte cercano a Viniegra de Abajo), cuando su uso, siempre escaso y localizado, deja de constatarse en la Rioja a partir de 1079 (Alvar, 1976, 42), y en los territorios colindantes llega, en Navarra hasta finales del XII -1194, Leire-, y en Castilla hasta finales del XIII -1284, Arlanza- (Menéndez Pidal, 1986, 76 y 78, respect).

 

21. Nótese asimismo la permanencia del diptongo ie en la forma adjetiva silviestre 'silvestre' que la lengua oficial ha olvidado.

 

22. Tal como atestiguan Echaide-Saralegui para la localidad próxima de Anguiano9, no escuchamos en la Sierra de manera sistemática la palatalización de a en el diptongo ai o la abertura del diptongo ei, con igualación de ambos diptongos en una forma intermedia, que el prof. Llórente Maldonado acusa para La Rioja10. La e del diptongo se abre en Naila 'Neila' y Tailo '(Pico) Teilo' y en el futuro habráis.

 

23. Digno de destacarse es también la presencia de antiguos grados de diptongación como luogo 'luego' -forma documentada en el ant. leonés (Menéndez Pidal, 1986,114) y viva hoy en San Ciprián de Sanabria (Zamora Vicente, 1967, 92) y en el arag. valle de Bielsa (Andolz)- y maruoco 'carnero semental', a los que cabría añadir la ultracorrecta suomo 'parte más alta del monte'.

 

24. Finalmente, subrayemos el cierre de -o átona en -u que hallamos en la partícula cun 'con', recogida igualmente en berciano y en bable (García Rey y Cano González, respect,), en el adv. nu 'no', apuntado también en el valle pirenaico de

Aran (DEEH, s.v. non) y en el territorio leonés de la Lomba (Moran), en el sust. mogu 'moho' y en la forma verbal fuimus 'fuimos', atestiguada en Viniegra de Abajo. Idéntico fenómeno consignamos en la toponimia menor de la zona (cf. el término Sanchu Nieva, tradicional de Mansilla).

Recuérdese que el cierre de -o final en -u, ampliamente documentado en el riojano actual (chachu, prau, colorau, sus 'os', visus 'idos', y, en general, en todos los participios en -ado, vid. supra) y del que no faltan testimonios en los textos primitivos de la Rioja Alta (Tellu, Nuñu, conventu, ríu, sabucu: cf. Alvar, 1976, 43), se da también hoy en gallego, asturiano, cántabro" y vascuence (García de Diego, 1961, 16), siendo además un rasgo caracterizador del burgalés del valle de Mena (González Ollé, 1960,71) y de las modalidades lingüísticas de diferentes zonas del dominio leonés como Zamora, Sayago, Salamanca y noroeste y centro de la provincia de Cáceres (Álvarez Martínez, 174 y n.). Es decir, en territorios periféricos del antiguo solar castellano y en áreas conservadoras, dialectalmente hablando, del norte y occidente peninsular.

 

 

 

 

2. CONSONANTISMO

 

Ninguna de las particularidades fonéticas referidas al consonantismo en la serranía riojana es exclusiva de este dominio; pero, en conjunto, tales particularidades diseñan unos contornos dialectales tan precisos que lo singularizan vivamente.

 

1. La f- inicial se conserva en términos como farrajo 'despojos de una res', farraña 'pasto malo', ferrería 'lugar donde se extrae, se funde y se trabaja el mineral de hierro', ferrerista 'artesano de la forja', folcate 'horcate, arado con dos varas para ser tirado por una sola caballería', folgueta 'ligero de ropa', fusca 'desperdicios de la comida, maleza', formas todas ellas que se significan como fósiles vivos de lo que seguramente fue un hecho generalizado en la zona (la persistencia de la fricativa labiodental inicial) hasta bien tardíamente.12

En otros casos, en cambio, la f- inicial se velariza13 (cf. jato 'hato del pastor', jondear 'lanzar lejos un objeto', jurgonero o jurguero 'vara para remover las brasas del horno y atizar la lumbre', jurgoniar 'remover el jurgonero en el interior del horno', jurgue 'bulbo silvestre comestible', jui 'fui'14), tal como se sigue hoy en la pronunciación dialectal de cántabros pertenecientes al dominio asturleonés (García de Diego, 1976,193-194; Lapesa, 1980, 478), de salmantinos, de extremeños y de andaluces occidentales, a partir de quienes el fenómeno se extendió, por obra de conquistadores y colonizadores, hacia tierras de Granada, Canarias y América (García de Diego, 1961, 37; Zamora Vicente, 1967, 190-191; Cano Aguilar, 1988, 239). La forma jarote 'cerdo oriundo de Extremadura' es un occidentalismo.15

 

2. Permanece la consonante palatal inicial latina en casos donde el castellano normativo la ha perdido: juncir, yuncir 'uncir', desjuncir, desyuncir 'desuncir', yuncidera 'correa o cuerda que sujeta los extremos de la collera', yubo 'yugo', yubín 'yugo para una sola caballería'.

Obsérvese la convivencia de juncir y yuncir, prueba fiel de cómo antiguas variaciones dialectales han conformado el hablar característico de la Sierra, coexistiendo en él y perdurando hasta hoy. Mientras juncir es una forma anotada en riojano, alavés, cántabro y salmantino (cf. la variante juñir 'uncir', peculiar de aragoneses y navarros), yuncir, yubo y sus derivados ofrecen tratamiento del grupo latino ju- como fue habitual en leonés y en el mozárabe centropeninsular.

 

3. Idéntico caso de permanencia hallamos en la s inicial de salma 'albarda de las caballerías', forma arcaica viva hoy en riojano, soriano, burgalés y navarro, y que convive en la Sierra con la variante jalma 'id.'.

 

4. Como en el español vulgar, las consonantes b- y m- se neutralizan: bermella 'mamella', Marcelona 'Barcelona', meto 'befo', menir 'venir', Mentrosa 'Ventrosa', moñiga 'boñiga', etc.10 Idéntico caso ocurre con b- y g- en gofe 'bofe' y güeña 'chorizo de bofes' (cf. br- > gr- en gramar 'bramar').

 

5. No sorprende la alternancia c- (z-), ch-, j-, s- en términos de procedencia vascuence -o ibérica- como cirria, chirria, jirria 'excremento seco de ovejas y cabras', y sorrón, surrón, 'grano de trigo que, segado un poco verde o antes de tiempo, no salta de la cascarilla', zorrón, zurrón 'trigo a punto de espigar'. Por lo mismo, zabuco, zaúco 'saúco' parecen denotar idéntica influencia vascuence. Quedan al margen voces como chote, choto, joto 'cría de la vaca mientras mama' que apuntan una evolución dialectal autóctona a partir de un étimo onomatopéyico.

En cambio, formas sinónimas como somosta, zamosta, zomosta 'lazada de seguridad' presentan una alternacia s- / z- / (j-) -comp. león, jamosta 'lazo' (Fidel González, Villarroel), cánt. y león, jamuesta 'lazada especial sencilla' (Fernández y Miguélez, respectivamente)- que seguramente apunta también hacia voces prerromanas, en este caso de ascendencia céltica.

Y, en fin, otros ejemplos de conversión de s- en j- como jardo '(toro) achocolatado' o jaro 'animal de dos colores' parecen acusar una intervención árabe. Idéntico caso podríamos suponer de jalma 'albarda de las caballerías' -cf. salma, supra-, si es que no estamos ante un derivado analógico de un compuesto verbal (Corominas-Pascual, DCECH, s.v. enjalma).

 

6. La divergencia entre chiflar o chilbar, chiflido y los normativos silbar, silbido arranca muy probablemente del mismo latín.

 

7. Presentan sonorización de la consonante velar inicial: gacha 'res con los cuernos hacia abajo', gamella 'recipiente doméstico de base semicilíhdrica utilizado antiguamente como cuna', gamellón 'reservado de la pocilga donde se echa la comida al cerdo', gamusino 'animal imaginario', gañote 'garganta del ganado lanar o cabrío', garriza 'cabra de pelo rizado', gavancho 'azadón de peto', gavilla 'dos manadas de centeno', gazapo 'cría del conejo silvestre', golorito 'jilguero'. En algún caso, la velar sonorizada puede llegar a perderse (cf. abarro 'insecto chupador de sangre').

 

8. El prefijo des- se convierte en es- (esbalagar, escastar, escolletada, esgarrar, esgranar, espellejar, espeñar, estrozar, esvertuada, etc.), continuando de ese modo una antiquísima confusión con ex- viva también hoy por diferentes zonas del territorio peninsular.

 

9. La persistencia en mantener invariables las oclusivas sordas intervocálicas era un rasgo definidor del riojano histórico que le conectaba con el mozárabe, con el pirenaico y con el elemento románico incrustado en el vascuence (García de Diego, 1978, 343). Dicho fenómeno lo hallamos aún vivo en formas como capacete 'corteza de caspa que se forma en la cabeza de los niños pequeños', cenaco 'cieno', cenacal 'ciénaga', cocar 'desprenderse la envoltura verde de la nuez', cocón 'envoltura verde de la nuez', cocota 'copa de los árboles', cocote 'cogote' 'parte más elevada de un monte', cuco 'fruto del espinovero' 'cúpula de la bellota', limaco 'babosa', y en un vocablo tan común como aplicar 'recoger, unir, sujetar', término éste donde, por otro lado, se acusa también la pervivencia del grupo consonantico inicial pl-, recordándonos un nuevo rasgo (la no reducción del grupo) que fue igualmente característico del antiguo dialecto riojano, y que en este caso le unía con el aragonés y catalán, por un lado, y con el dialecto mozárabe, por otro (G. de Diego, 1978, 343).

 

10. Ya hemos visto cómo la d- inicial se pierde en el grupo des- y cómo la -d-intervocálica se pronuncia tan relajada en el grupo -ado que llega igualmente a desaparecer, coincidiendo así con lo que es propio de todo el español vulgar; pero la -d- se pierde también en otros grupos interiores con mayor intensidad que en castellano y con soluciones idénticas a las que son propias de los dialectos meridionales (cf. aelgazar 'adelgazar, dar forma a la masa del pan después de sobarla', aimás 'además', calzaéras 'calzaderas, correas de cuero para sujetar los piales y los parches', ceázo 'cedazo, criba utilizada para limpiar la mies en tiempo de trilla o separar el salvado de la harina', cerraéro 'cerradero, construcción rústica donde se guarda el ganado durante el invierno', comió 'comido', contaítos 'contaditos', hendía 'hendida, oveja señalada con una incisión en la oreja', maúra '(fruta) madura', menúa 'menuda', parió 'parido', posío 'posido, terreno de labor que se abandona y sirve de pastizal', pué 'puede', regaéra 'canal que conduce el agua de riego por las huertas', remendá 'oveja de dos colores', tavía, toavía, tovía 'todavía', tenío 'tenido', 'todo, toda, etc.', toas 'todas', tóos 'todos', venío o menío 'venido', vestío 'vestido', vivió 'vivido', etc.17), mostrando cómo su proceso de evolución aún no se ha detenido. En posición final se pierde igualmente en la mayoría de los casos (juventú, meta o mita 'mitad', Madrí, necesidá, paré, usté, verdá, etc.); si en algún momento se escucha, se oye muy relajada, casi imperceptible, pero nunca se pronuncia interdental o dentointerdental como acusa el prof Llórente para la Rioja Alta18.

Cf. los términos Collaíllos, Collao Revilla, con pérdida de -d-, registrados en la toponimia menor de Ventrosa.

 

11. Se conserva la bilabial intervocálica en sabuco o zabuco 'saúco', pero en cambio se pierde en anduímos 'anduvimos', en iámos 'íbamos' y en taurete 'taburete'.

 

12. También persiste la consonante -g- etimológica en términos como legar 'atar con cuerdas' y sus derivados legadera 'cuerda', legado, -da 'atado con cuerdas', habituales en el habla de Berceo.

 

13. En la lengua común la velar intervocálica -g- procedente de -c- latina desaparece ante i: cf. aijada, ijada 'aguijada', aijón 'aguijón'.

 

14. Se da disimilación eliminatoria de velaridad en a(g)úja o a(g)uja, agujerar, a(g)ujeros, ju(g)ando.

 

15. La palatal y se escucha muy relajada, y en ningún momento llega a ser africada, como ya consignaron Echaide-SaraleguF en el pueblo limítrofe de Anguiano. En posición inicial absoluta suele ser semiconsonante; como intervocálica se escucha más o menos relajada y tiende a desaparecer: a(y)untamiento, a(y)udar, ba(y)eta, ho(y)o, pa(y)o 'alto de la casa', "El zotal es un producto que á s'usa menos", estrue 'obstruye', haido 'hayedo', leendo, "qué se ó", traendo, etc.

Idéntico caso hallamos en la toponimia local: cf. Barruso ('Barrio de Abajo', en Brieva), El Aidillo (término tradicional en Brieva y Mansilla), Aidillo (término de Viniegra de Abajo), Picos del Aidillo (Ventrosa), El Horcajo el Áido (Ventrosa), Val de Aedo (Mansilla).

Coincide así la pronunciación serrana con la descripción que refleja Llórente20 para la Rioja y que podemos hacer extensiva a todo el valle del Ebro.

 

16. No son raros los casos de alternancia: de -b- / -g- en rivuelo / rigüelo 'riachuelo, arroyo'; de -d- / -r- en almidez / almirez y en cadajón / carajón 'cagajón, excremento de las caballerías'; de -g- / -n- en mangada / mangana 'finca estrecha'; de -r- / -1- en pálpago / párpago 'párpado' y en verderón / verdelón '(Serinus citrinella)'.

 

17. Son ejemplos de neutralización: de -d- / -g- en párpago 'párpado'; de -d- / -r- en polvorera 'polvareda'21; de -d- / -l- en panalizo 'panadizo'; de -g- / -c- en maree, mareen, márcena 'amelga, tablar'; de -l- / -n- en aterniz 'terliz, tela muy basta'; de -l- / -r- en torva 'tolva, recipiente donde se pone el grano para su molienda'); de -r- / -1- en colambre 'pellejo donde se guarda el vino'.

 

18. De manera generalizada se escuchan yubo 'yugo' y yubín 'yugo para una sola caballería', formas documentadas al menos desde el siglo XIII (DCECH, s.v. yugo). La voz robre es etimológica.

 

19. La consonante alveolar -I- se palataliza en vellorta, villorta 'velorta, anilla que une el timón del arado a la camba' coincidiendo con lo que es propio de la fonética vasca (DCECH, s.v. villorta) y del aragonés (Enguita, 1989, pp. 154-155).

 

20. Interesante en extremo es la convivencia de majar 'golpear los haces de centeno para que suelten los granos', majuco 'tronco de madera' (cf. sor.22, león.23, berc.24, zam. y salm.25 mallar 'majar'; alav. mallar 'machacar'26) y mallo 'especie de mazo con mango largo de madera', formas todas derivadas del lat. malleu 'mazo de hierro', y nuevos ejemplos vivos de cómo distintas vacilaciones o variaciones dialectales han conformado el subdialecto característico de la Sierra, coexistiendo hasta hoy en un sincretismo admirable.

 

21. Observamos así mismo la coexistencia de clavija 'pasador que se pone en los orificios del timón', lavija 'id.' y llavija 'id.', acorde con unas soluciones donde se cruzan lo autóctono con lo típicamente castellano. (Cf. el paso 11- > -1- registrado en Brieva en formas como lamamos 'llamamos', loraban 'lloraban'27, ofrecidas en conversación espontánea con toda nitidez, y el trato el- > c- en la partícula exclamativa caro '¡claro!', apuntado con regularidad entre informadores poco instruidos).

 

22. Anotamos también cómo el grupo culto -kt- se reduce en la conversación rápida a su segundo elemento (tal en leonés o gallego, y en otras áreas del español vulgar) o se ve convertido en una dental sorda relajada más dental tensa del mismo timbre (como es propio de la Rioja Baja y del Alto Jalón)28: cará(t)íer 'carácter', conduto 'tuétano', efe(t)tivameníe, efe(í)to, exatamente, inía(t)íos 'intactos', otana 'hogaza', práítico 'práctico', re(í)ta 'recta', etc., pero nunca se atestigua el caso de k > z en posición implosiva ante í escuchado por Llórente en la Rioja Alta28. En dino, -a y Madalena se ha perdido la velar implosiva. En ta(m)poco desaparece a menudo la nasal.

 

23. Conserva el grupo originario latino ansa 'asa', ejemplo de sustrato probablemente autóctono.

 

24. No son inhabituales los ejemplos de aspiración de s intervocálica cuando le siguen las vocales ayo (lahalahalgo negras 'las alas algo negras', lohanimales 'los animales', muchohaños 'muchos años', nohotros, noselehainvitau 'no se les ha invitado', qu'íbamohavé 'que íbamos a ver', unohaños 'unos años', vahavení 'vas a venir', vohotros).

Nótese que idéntico rasgo se acusa en el centro de Cantabria (aldeas de Villasuso, Tudanca y Barcena Mayor) en casos como lohombres 'los hombres' y lahalas 'las alas', según Ñuño Álvarez30. A juicio de esta investigadora, el fenómeno sería "resultado de una contaminación lingüística con el mediodía peninsular, a causa de las emigraciones de gentes procedentes de esta región a la bahía de Cádiz"31; pero seguramente deba modificarse esta hipótesis.

 

25. En la conversación espontánea es muy usual la pérdida de -r final de los infinitivos o su supresión por una consonante alveolar muy relajada, tal como ocurre en extremeño y en los dialectos meridionales: í 'ir', cogé 'coger', dejá 'dejar', sacá 'sacar', sembrá 'sembrar', serví 'servir', subí 'subir', 'ver', vendé 'vender', vení 'venir', etc.

Cuando le sigue un pronombre enclítico la pérdida es absoluta. Este fenómeno se escucha en la mayor parte de la Rioja, Navarra y Aragón, pero no es exclusivo de esta zona, pues se acusa también en Cantabria, Asturias, León, Extremadura, Castilla la Vieja, Castilla la Nueva y distintas áreas de Hispanoamérica'32, y es muy probable que haya existido desde los mismos orígenes de la lengua33. Nótese cómo la pérdida se da en verbos de las tres conjugaciones y ante cualquiera de los pronombres: acompáñame 'acompañarme', aspease 'aspearse, herirse una caballería en los cascos', bájanos 'bajarnos', búscanos 'buscarnos', conócete 'conocerte', consumise 'consumirse', dase 'darse', decile 'decirle', decítelo 'decírtelo', divertisen 'divertirse', esnucase 'desnucarse', espérala 'esperarla', hacelo 'hacerlo', lámbele 'lamerle', mándalo 'mandarlo', mátalo 'matarlo', métenos 'meternos', oíles 'oirles', oumase 'ahumarse', perdese 'perderse', podrise 'pudrirse', pregúntale 'preguntarle', trajínala 'trabajarla', volveles 'volverles', etc.

 

26. La conservación del grupo -mb-, contraria a la asimilación a -m- peculiar del castellano y del aragonés, se da hoy en León y es general en Asturias, alcanzando igualmente el territorio cántabro. Este rasgo conecta el leonés con el gallego y el portugués, y, en lo antiguo, con los dialectos mozárabes que muchas veces mantenían el grupo sin reducir. Otro foco de persistencia del grupo se daba en el norte de Burgos, Álava, Navarra y Rioja, creándose así una continuidad lingüística remontable sin duda a los tiempos del protorromance hispánico hablado en la península en época visigoda. En el caso concreto del dialecto riojano, es conocida su resistencia a la reducción del grupo hasta el siglo XII, coexistiendo entre dos zonas innovadoras como Aragón y Castilla, pero ya a partir de ese momento la vacilación fue el comportamiento fónico regular en los herederos del grupo, conforme a los documentos conocidos hasta ahora34: si Gonzalo de Berceo emplea testimonios conservadores como lombo y palomba junto a casos de reducción, ya en la Rioja Baja el fenómeno era conocido desde antes de mediados del XII35; con el paso del tiempo las influencias castellana y aragonesa condujeron a la normalización riojana y absorbieron el rasgo dialectal.

No obstante, en la actualidad, aún subsisten en la zona diferentes voces aisladas que nos recuerdan la vitalidad del grupo.

En el caso concreto de la Sierra hallamos: camba 'cama del arado', chamballo 'cencerro que suena mal', chambaratón 'lumbre con abundante leña', lamber 'lamer', lomba 'loma, colina', lombo 'cerro, loma de escasa altitud', támbara 'rama delgada y larga', tambarán 'carga grande de leña', tambarilla 'planta que crece en los terrenos calizos', columbiarse 'columpiarse', columbio 'columpio', ambuesta o ambueza 'cantidad de cereal que cabe entre las dos manos juntas', calambrujo o escalambrujo 'escaramujo, rosal silvestre'. Y en su toponimia, cf. El Embollano, Lombalardas, y El Lombo Ombellano en Viniegra de Abajo, Lombadadas, Lombalordas y Lombarco en Mansilla, Lombollano en Brieva, El Ombillejo y El Ombo en Ventrosa, Ombo Cepedo en Ventrosa y Viniegra de Abajo, Ombo La Encina, Ombo Las Majadas, Ombo Tablazos y Ombollano en Ventrosa, El Ombo y Rozas del Ombillo en Villavelayo, Trambasdehesas en Mansilla, Trambaseras en Viniegra de Arriba, Tramborríos en Viniegra de Abajo.36

Se escucha también cambión 'camión', vulgarismo generalizado por toda la Península; mejor que pensar en una conservación ultracorrecta del grupo -mb-, lo más razonable quizá sea pensar en una etimología popular por cruce con cambiar.

En tamién, tamén 'también', la b, en cambio, se ha perdido.

 

27. La pronunciación de r múltiple y del grupo tr fue estudiada agudamente en su día por A. Alonso37. En la Sierra consignamos una pronunciación correcta de rr. En cuanto al grupo tr, y coexistiendo con la correcta, no resulta extraña la pronunciación ensordecida de la r, de tipo alveolar, no palatal, que puede formar o no un solo elemento con la t, tal como acusan Echaide-Saralegui para la localidad de Anguiano38; pero también hemos escuchado el grupo (si bien de manera menos habitual) como una t alveopalatal y una r asibilada, hasta quedar fundidos sus dos elementos en un único sonido, una s explosiva y levemente adelantada, tal como se escucha en la Rioja Baja y Ribera navarra (Llórente, 1965, 330-332).

 

28. Apunto el singular tratamiento que recibe el grupo latino -t y semiconsonante- en macho 'martillo grande' y sus derivados (machajos o machota 'especie de almirez hecho de madera', macheta 'hacha pequeña' 'calabozo pequeño', machete 'cuchilla para partir carne', machuco 'tronco de madera', machucón 'bolsa de sangre que se forma al cogernos un pellizco'), afines al mozárabe y que suponemos autóctonos, frente al castellano mazo.

 

29. Hallamos consonante antihiática, frente a las formas en hiato de la lengua oficial, en puga 'púa, pincho' 'brote de las ramas' 'rastro que deja el jabalí con sus pisadas', toballa 'toalla', zagarria 'trapo, ropa de baja calidad', zaburda 'zahúrda', zaburto 'agujero en el bajo de la casa donde se encierra a los cochinos para que engorden', y acaso también en luga (gót. lôfa) 'especie de peine o cepillo para limpiar las caballerías' y en zagón 'zahón', si no persiste aquí la consonante velar originaria (cf. DCECH, s.v. zahón).

 

30. La distinción fonológica -ll- / -y- es absoluta.

 

 

 

3. ACENTUACIÓN

 

1. No resulta extraña la acentuación oxítona en paralís 'parálisis', la paroxítona en arevacos 'arévacos', Lionídes 'Leónides' y equivoco 'equívoco', y la proparoxítona en bódigos 'bodigos' y en pántano 'pantano'.

 

2. Hay desplazamiento acentual y diptongación en ai 'ahí', áugo 'ahogo', áura 'ahora', baúles 'baúles', háido 'hayedo', supremácia 'supremacía', toávia 'todavía'. En tió, tiá 'señor / señora de edad', cuando actúa como elemento secundario: el tió Goyo, la tiá Severiana.

 

3. En los adverbios finalizados en -mente, el acento recae sobre la terminación: mayormente, sinceramente.

 

4. Las personas primera y segunda del plural del pretérito imperfecto de indicativo y condicional simple mantienen, a diferencia de la lengua literaria, la acentuación etimológica: bajabámos, cogermos, cogmos, decmos, eráis, habmos, salmos, seriamos, subíamos, teníamos, venmos, venis. Se trata de un fenómeno localizado en la Rioja, en Aragón (seguramente también en Navarra y Álava) y en las zonas colindantes de Burgos, Soria, Guadalajara y Cuenca y en el castellano de las provincias vascongadas (cf. Llórente, 1965,336; González Ollé, 1964, 36; Sánchez González, 1985, 43-44).

Por analogía con esas formas hallamos en la Sierra otras que mantienen la pronunciación medieval del riojano histórico: bendec, dec, dicián, hab, haciá, hacn, mor, puniás 'ponías', repartn, seriá, sub, subn, sufr, tendr, teniá, teniás, vend, vendr, venn, viviá, vivir, etc.

 

5. Los imperativos de segunda persona del singular seguidos de pronombre enclítico ven cómo recae sobre éste la tonicidad de la voz, individualizándolo: escuchaté, esperaté, fíjaté. Se trata de un uso ya atestiguado en la literatura clásica y hoy extendido por diferentes áreas del español, por ej., en aragonés, donde el desplazamiento acentual es consecuencia de la repulsión al esdrújulo que caracteriza a este dialecto39. En el caso de que concurran dos formas pronominales enclíticas, el acento recae sobre la segunda (bebeteló, danosló, daseló, daselós, diseló, meteteló).

 

6. Finalmente es de destacar cómo los adjetivos demostrativos suelen ser átonos y se apoyan acentualmente en el sustantivo al que acompañan. Así escuchamos: estepuéblo, estiáño, estiómbre, otoáño 'otro año'. El mismo caso se regisra en Anguiano (Echaide-Saralegui, 27), pero, según Navarro Tomás40, esta inacentuación es un rasgo dialectal propio del riojano y del navarro.

 

 

 

4. CONCLUSIONES

 

Esta visión de rasgos fónicos que venimos detallando confirma lo que sospechábamos por otras vías: que estamos frente a un estado de lengua donde confluyen tendencias dialectales muy diversas, nacidas en el mismo suelo castellano y fundidas en un todo desde muy temprano como consecuencia de la dedicación tradicional de sus gentes, perdurando hasta hoy. Por lo demás, el aislamiento geográfico de la zona ha actuado también como estupendo catalizador de todas esas fuerzas ancestrales, frente al castellano normativo, apoyando el mantenimiento de los viejos usos y configurando el indudable sello arcaizante que distingue el hablar serrano. Pensemos sobre todo en rasgos como la diptongación de ó tónica ante yod que hallamos en ruejo o la no diptongación de ó tónica en comporta, la persistencia de la -e final que vemos en céspede, frade, fruye, holline, rade, andaide, hace, etc., el mantenimiento de formas pronominales en -i (li, esti), la presencia de antiguos grados de diptongación como -ei o -uo, o el cierre de -o final en -u, la convivencia de juncir y yuncir, de jalma y salma, de majar y mallo, de clavija, lavija y llavija, el mantenimiento invariable de las oclusivas sordas intervocálicas y del grupo etimológico -mb-, el tratamiento del grupo lativo -se- en macho y sus derivados frente al castellano mazo, etc.

Pues, conviene no olvidarlo, aunque hoy aparezcan tales evoluciones como discrepantes con respecto a la norma oficial, en otro tiempo no debieron serlo, al menos en el territorio original del que venimos hablando (oriente de Burgos, occidente de Soria, sudoeste riojano)41, constituyendo sin duda islotes venerables apenas evolucionados de aquel romance surgido en la zona en período arcaico.

De otro lado, prescindiendo por esperados de los rasgos fonéticos comunes de este sistema de lengua con los propios del valle del Ebro, descubrimos también notables coincidencias con áreas dialectales distintas al castellano, especialmente con las nacidas del tronco asturleonés (leonés, salmantino, extremeño), fenómeno nada extraño si tenemos en cuenta la intensa mezcla de culturas que en los territorios meridionales se ha dado durante siglos por la ganadería trashumante. Pensemos sobre todo en la conservación de la f- inicial o su posterior desarrollo en la velar fricativa sorda (jondear, jurgonero, jurgue, jui), pensemos así mismo en la pérdida de -r final de los infinitivos (cogé, dejá, subí, etc.), o acaso también en la aspiración de s intervocálica ante ayo. Ante ese hecho cabe preguntarse: ¿son, en efecto, coincidencias debidas a una importación de rasgos lingüísticos propios del sur o del oeste peninsulares como resultado del secular viaje a los extremos, o son el resultado de un sustrato lingüístico común, un sustrato mozárabe o, si queremos, autóctono, es decir, nuevas derivaciones en la serranía riojana de aquel romance precastellano hablado en la zona que veíamos antes y cuya inflexión sigue notándose todavía hoy bajo el mantillo castellano uniformador? El buen sentido y el conocimiento del estado actual de la geografía lingüística hispana nos hace inclinarnos cada vez más por la segunda de las hipótesis aquí formuladas.

 

 

 

 

 

NOTAS

 

1. El 90% de los cuales sobrepasa los 55 años de edad.

2. No es muy amplia la bibliografía existente sobre el habla particular que analizamos. Autores como José Magaña y Cesáreo Goicoechea incorporaron hace tiempo en sus obras algunas voces características recogidas en la Sierra de manera esporádica, e idéntico caso se halla en los múltiples trabajos etnográficos y antropológicos seguidos por Luis Vicente Elias en las dos últimas décadas sobre la actividad pastoril y el mundo rural riojanos. Más cercanas a nosotros e interesantes sin duda fueron las aportaciones lexicográficas hechas por José J. Bautista Merino Urrutia en torno al habla del valle de Ojacastro y, sobre todo, las realizadas por Claudio García TAirza sobre el léxico de Matute y las llevadas a cabo por Ana M" Echaide y Carmen Saralegui en un excepcional trabajo para su tiempo sobre el habla viva de Anguiano (cf. en la Bibliografía la referencia exacta para todo los estudios citados). Pero no existía ni existe todavía hoy ninguna monografía específica sobre el hablar peculiar serrano.

Ahora bien, en medio de este selecto bagaje bibliográfico, debe destacarse el gran esfuerzo realizado por el prof. Antonio Llórente para el Atlas Lingüístico y Etnográfico de Aragón, Navarra y Rioja (ALEANR) dirigido por D. Manuel Alvar, dando a conocer un importante caudal vivo de voces riojanas e incorporando parcelas dialectológicamente olvidadas, acudiendo para su información de manera sistemática a puntos por nosotros seleccionados -concretamente dos: Canales de la Sierra y Viniegra de Arriba-. De su consulta se ha visto notablemente enriquecido nuestro estudio, merced a la concreción de sus mapas que dan una completa visión de cómo un término perdura, se diluye en variantes o se ve sustituido por otro a lo largo de las provincias bañadas por el Ebro.

3. Sobre la extensión en Castilla de idéntico fenómeno, cf. V. García de Diego, "Dialectalismos", p. 317.

4. Véase Corominas-Pascual, DCECH, s.v. tranca, p. 595. Asimismo, R. Menéndez Pidal, Orígenes, 1986, pp. 194-198. Sobre la abundancia de testimonios anaptícticos en mozárabe, cf. A. Zamora Vicente, Dialectología española, 1967, p. 37.

5. Testimonio de D. Florián Salas (cf. Majada Nuni Frañe, tradicional de Viniegra de Abajo, según A. González, Diccionario de Toponimia actual de La Rioja, 1987, p. 379).

6. Véase ahora Mª del P. Nuño Álvarez, "Cantabria", Manual de dialectología hispánica. El español de España, Barcelona, 1996, p. 185.

7. A. González Blanco, Op, cit, p. 86.

8. Ibíd., p. 95.

9. Véase El habla de Anguiano, 1972, pp. 19-20.

10. Cf. "Algunas características lingüísticas de La Rioja en el marco de las hablas del valle del Ebro...", 1965, p. 325.

11. Mª del Pilar Nuño Álvarez, "Cantabria", Op. cit., p. 185.

12. Sobre la pervivencia hasta hoy de f- inicial latina en el marco geográfico riojano tomando como índice la microtoponimia local, véase A. González Blanco, Op. cit., pp. 225-237, y, así mismo, F. González Bachiller, Aspectos fonéticos de la toponimia riojana actual, Tesis de Licenciatura, Logroño, 1997, p. 50.

13. Alternando en ocasiones con la pérdida total del sonido.

14. Cf. "Después jui a trabajar como arriero", testimonio de D. Leónides Valpuesta Antón, de Ventrosa.

15. Para la conversión de f- en j- en castellano (tierras de Soria y Burgos), cf. García de Diego, "Dialectalismos", p. 305. Para su datación en el área geográfica riojana, véase así mismo F. González Bachiller, Op. cit., pp. 53 y ss.

16. Añádase también el término tradicional de Viniegra de Abajo El Alburueco, si deriva, como pensamos, de morueco.

17. Añádase el testimonio espontáneo de D. Santiago Tierno, de Viniegra de Abajo: "Qué hubiá ícho mi padre (si no iba a trabajar temprano)".

18. "Algunas características", p. 328.

19. Op. cit.,p.20.

20. "Algunas características", p. 326.

21. Sin olvidar aquí una posible intrusión del sufijo -era, de significado colectivo.

22. G. Manrique, "Vocabulario popular comparado de los valles del Duero y Ebro", s.v,

23. E. Miguélez, Diccionario de las hablas leonesas, s.v.

24. V. García Rey, Vocabulario del Bierzo, s.v.

25. E. Miguélez, Op. cit, s.v.

26. G. López de Guereñu, "Voces alavesas", s.v.

27. Testimonios de D. Martín Ledesma "Tinín".

28. A. Llorente, "Algunas características", p. 328.

29. Ibíd,

30. "Cantabria", Op. cit., p. 188.

31. Ibíd.

32. Véase A. Alonso "-r y -I en España y América", Estudios lingüísticos. Temas hispanoamericanos, Madrid, Gredos, 1953, 263-331, especialmente pp. 307-309. Sobre su presencia en Castilla la Nueva, véase F. Moreno Fernández, "Castilla la Nueva", Manual de dialectología hispánica. El español de España, 1996, pp. 221-222.

33. Cf. V. García de Diego, "Dialectalismos", p. 318.

34. Cf. M. Alvar, El dialecto riojano, Madrid, 1976, pp. 52-53; así mismo, véase C. García Turza-J. García Turza, Una nueva visión de la lengua de Berceo a la luz de la documentación emilianense del siglo XIII, Logroño, 1996, p. 142.

35. M. Alvar, Op. cit., p. 53.

36. Términos recogidos por nosotros de la microtoponimia local; cf. también A. González Blanco, Diccionario de Toponimia, s.v.

37. A. Alonso, "La pronunciación de rr y de tr en España y América", Estudios lingüísticos. Temas hispanoamericanos, 1953, pp. 151-192.

38. Op. cit., p. 21.

39. Véase M. Alvar-B. Pottier, Morfología histórica del español, 1987, p. 127.

40. Manual de pronunciación española, 1985, p. 190, n.

41. Ya lo intuyó hace tiempo y de manera admirable D. Vicente García de Diego en un espléndido artículo, "El castellano como complejo dialectal", RFE, XXXIV, 1950,pp. 107-124.

 

 

 

 

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RASGOS FÓNICOS DEL DIALECTO ALTO RIOJANO
EN LOS VALLES DE CANALES,
DEL BRIEVA Y DEL URBIÓN

 

 

José María Pastor Blanco

Catedrático de Lengua Castellana y Literatura
en el I.E.S. "Comercio" de Logroño

A Claudio García Turza

BERCEO 134 21-37 Logroño 1998