Afuera las cuadrigas, los
edictos de mármol, los corros de reojo, los vivas insurrectos, pero
dentro la cal resplandeciente, el agua justa en el cantarillo, la
alacena sumisa y un silencio mejor que el de los
astros. Afuera las palabras profundas, el progreso sin
duda, los debates en torno a los debates y la filología con ropas de
virtud, pero dentro la escoba barriendo unas virutas, la sonrisa
volando sobre el puchero alegre, la lámpara y su aceite precavido y
un silencio mejor que el de los astros. Afuera los denarios,
la nueva danzarina, el circo clamoroso y los esclavos, pero dentro
el geranio risueño en su maceta, el pan y el vino sobre la mesa, las
honradas herramientas, los lienzos en el arca con membrillos bien
sanos y un silencio mejor que el de los astros. Afuera las
posadas, su tráfico políglota, la púrpura y el crimen, los
remotos camellos y las jarcias afanosas; afuera el mundo entero,
pero dentro una niña con gesto de tórtola asustada que deja su
costura de novia, que sonríe, que dice inmensamente: Hágase en mí
según tus palabras y vuelve a su silencio, mejor, mejor, mejor
que el de los astros. 16-V-75 |