Prehistoria en La Rioja:
del Paleolítico a la Edad del Bronce
Pilar Utrilla Miranda
Catedrática de Prehistoria de la Universidad de Zaragoza
Imágenes
del periodo
RESUMEN:
Tras exponer brevemente la historia de los descubrimientos y formulaciones sobre la prehistoria riojana,comienza por señalar la primera presencia humana en La Rioja hace unos doscientos mil años, documentada
abundantemente en las terrazas del Najerilla, y perteneciente a la cultura Achelense. Se exponen
los datos con los que hasta hoy se cuenta y los problemas que plantean de identificación y de estudio.
Los yacimientos mejor estudiados de Atapuerca y Ambrona que ofrecen un trasfondo sobre el que situar
y mejor definir el estado de la cuestión en La Rioja. Una etapa claramente constatable aquí es la aparición
de la cultura musteriense con el hombre de Neanderthal, cultura con interesantes yacimientos como el de
Peña Miel. El período del hombre de Cromagnon se estudia mejor también por el contexto del Valle medio
del Ebro que por los datos estrictamente riojanos. Igual se puede decir del mesolítico, aunque hay probabilidades
de que estemos en los comienzos de estudios que aclaren este período, que por otra parte tiene
datos claros en su faz microlítica.. La Edad del Bronce es mejor conocida con el megalitismo descubierto
en La Rioja, así como con el enterramiento colectivo de La Atalayuela, monumentos todos que nos dan
una edad del Bronce datada tempranamente y rica en perspectivas.
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LOS CAZADORES RECOLECTORES DEL PALEOLÍTICO.
1. Algo de Historia.
Las primeras citas sobre la existencia del Paleolítico en la Rioja se remontan a 1866, fecha en que Luis
Lartet publicó los primeros resultados de sus excavaciones en Peña Miel, abriendo paso a una larga fila de
citas bibliográficas de referencia, junto a algunas excavaciones de tipo paleontológico que buscaban restos
de rinoceronte (Pan 1921).
En época reciente la primera publicación bien documentada sobre un resto paleolítico se debe a Ignacio
Barandiarán quien en 1973 publicó el bifaz de la Torrecilla, en Calahorra. Por nuestra parte, en distintas
publicaciones hemos realizado revisiones del Paleolítico riojano, incluyendo los yacimientos achelenses y
musterienses que vamos a reseñar en las líneas siguientes. Señalemos como más recientes la ponencia
presentada al Congreso de Madrid sobre El origen del Hombre Moderno (Utrilla y Montes 1993), la comunicación
defendida en el Congreso de Capellades sobre Los últimos neandertales: la crisis del 40.000
(Blasco, Montes y Utrilla 1996) o la última del Coloquio de Foz Coa (Portugal) en 1998 sobre Los neandertales
tardíos de la Península Ibérica, donde exponemos la datación por AMS de los niveles auriñacienses y
musterienses de Peña Miel realizada en la Universidad de Oxford (Montes, Utrilla y Hedges e.p.).
Sin embargo la primera recopilación extensa sobre el paleolítico riojano se hizo con motivo de la celebración
del Bimilenario de la Fundación de Calahorra (Utrilla 1982) y desde esta síntesis pocas novedades
pueden reseñarse sobre hallazgos paleolíticos en la Rioja: un nuevo yacimiento musteriense en Riva
Grande, que se halla expuesto en el Museo de la Catedral de Sto. Domingo de la Calzada y algunos hallazgos
sueltos de nuevos hendedores y bifaces en la zona de Badarán, algunos de los cuales, los de la colección
Martinez Orduña, se publican por vez primera en esta exposición. Desde que finalizamos nuestras
excavaciones en la cueva musteriense de Peña Miel y completamos el estudio de las series paleolíticas del
Najerilla no se ha realizado ninguna actuación de esta época, quizá porque la política de excavaciones ha
atendido especialmente a las urgencias o a las obras monumentales, descuidando en algún modo el capítulo
de investigación que ha quedado reducido a algunos sondeos en cuevas sepulcrales calcolíticas de
poca duración.
A pesar de ello La Rioja ha contado con una buena pléyade de prospectores del Paleolítico: en la zona
de Badarán Pedro Rioja y Manuel Martínez Orduña, en Calahorra Hilario Pascual y Arturo Pérez. Gracias a
sus hallazgos hemos podido establecer una documentada visión de lo que pudo ser la vida de los pobladores
paleolíticos de la Rioja.
Por nuestra parte creemos haber cumplido con nuestro compromiso con el Departamento de Cultura
de estudiar el Paleolítico riojano ya que, a pesar de haber realizado las excavaciones arqueológicas con muy
escaso presupuesto, hemos publicado la Memoria de la cueva de Peña Miel en la serie nacional de
Excavaciones Arqueológicas en España (Utrilla et alii 1987) y tres libros más sobre el Paleolítico del Valle del
Najerilla: en el término de Cañas-Cirueña (Utrilla, Rioja y Rodanés 1986): Villar de Torre (Utrilla, Rioja y Mazo
1986) y Badarán (Utrilla, Rioja y Montes 1988).
Por otra parte la divulgación científica internacional de los yacimientos paleolíticos riojanos queda patente
a través de dos artículos en francés en los citados Congresos de Capellades y Foz Coa y uno en inglés
sobre la utilización de las materias primas en la Rioja en el paso del Paleolítico Medio al Superior, publicado
en las conocidas series de las B.A.R. (British Archaeological Reports) (Utrilla y Mazo 1996).
2. Los anteneandertales riojanos. La cultura achelense del valle del
Najerilla
Durante la glaciación de Riss, hace unos 200.000 años, aparecen los primeros restos claros de presencia
humana en la Rioja. La cultura llamada Achelense, aproximadamente en su fase media, se
encuentra bien arraigada en la zona del río Najerilla, encuadrada por las poblaciones de Badarán, Villar de Torre,
Cañas y Cirueña. En estos cuatro términos se sitúan diez yacimientos líticos descubiertos por Pedro Rioja
a partir de 1980, con la colaboración de Manuel Martinez Orduña e Hilario Pascual. (Fig.1)
Sin embargo, si nos atuviéramos unicamente a la tipología, cabría citar como materiales más arcaicos
los cantos de cuarcita, trabajados en forma de choppers y chopping tools hallados en las inmediaciones
de Arnedillo, de los que Gabriel Moya y Jose Antonio Cuchi nos han aportado los mejores ejemplares. Un
caso similar serían los choppers localizados por Arturo Perez en Pradejón, en las cercanías de Calahorra,
aunque en este caso van acompañados de núcleos a modo de grandes cepillos que quizá pudieran
ponerse en relación con las industrias macrolíticas del Epipaleolítico.
Otros hallazgos sueltos, como un bifaz descubierto por Hilario Pascual en Navarrete (La Verde) o un
hendedor, bastante dudoso por ser de sílex, procedente de Villarta Quintana completan el catálogo de restos
atribuibles al Paleolítico Inferior.
Entre los yacimientos citados del Najerilla algunos se localizan sobre el glacis 4 del río (Charcón,
Cirueña, Suertes Viejas y Suertes Nuevas), otros, como Cerro Villar, aparecen como enlaces de los glacis
3 y 4 mientras que La Ra y Entrematas se sitúan sobre el glacis 3 y Pedernales, Arenas y Arenilla lo hacen
sobre los glacis más bajos, el 2 y el 1. Todos ellos han sido objeto de las monografías ya citadas, a las
que nos remitimos para un mayor estudio de detalle.
Ahora bien, queremos entresacar algunos datos que pudieran resultar más significativos a la hora de interpretar
la calidad de los primeros asentamientos riojanos. Digamos de entrada que se trata de uno de los mejores
y más claros conjuntos del Achelense español, comparable a los hallazgos de las terrazas del Manzanares
o al conjunto soriano de Torralba y Ambrona.
Carece nuestro conjunto de restos de fauna y de huesos humanos, debido quizá a una deficiente conservación
en medio demasiado húmedo. Sin embargo, a menos de 60 Km. por carretera general, se localiza
el mejor yacimiento con restos de Homo erectus, la cueva de Atapuerca, con varios homínidos portadores
de la industria Achelense.
A mediados de los años noventa, tras una charla que dedicamos a los vecinos de Badarán, tuvimos
noticia de que existía en la localidad una sóla cueva, la de Sta Agueda, donde hace algunos años aparecieron
restos humanos al abrir la pista que pasa por delante de su boca. Dado que tal cueva se halla tan
cerca de Atapuerca y que en su entorno (yacimiento de Pedernales) recogimos y publicamos abundantes
bifaces de una tipología y cronología similar a los hallados en la Trinchera Dolina, solicitamos una magra
subvención de 50.000 ptas. para desescombrar con una máquina la entrada hundida, actuación que no
nos fue concedida, ya que no interesaba en aquel momento abrir nuevos frentes arqueológicos. Pero no
dejamos de hacernos esta pregunta ¿Pudieron ser paleolíticos los restos humanos que se hallaron al abrir
la pista o eran medievales como se supuso al encontrarlos?. No nos cabe ninguna duda de que el hombre
achelense que cazó en el Charcón de Cañas o talló sus útiles en término de Badarán tuvo necesariamente
que refugiarse del frío y la lluvia en la única cueva existente en la zona, dado que ya poseía la tecnología
del fuego y una cueva sin salida ha dejado de ser para él una trampa. Que la utilizara para depositar
allí sus muertos como hicieron en Atapuerca de un modo ritual, para evitar el canibalismo de sus congéneres
o el ser pasto de los carroñeros, es algo que no podremos comprobar hasta que se acceda al
interior del recinto.
No tenemos restos humanos de la época pero sí abundantes utensilios en sílex y en cuarcita que
nos indican la actividad que se realizó en la zona cuando se estaba formando la tercera terraza del
río Najerilla. (Fig. 2) En unos lugares, como Charcón, abundan bifaces apuntados que sirvieron
como hachas de mano o puntas de lanza para abatir los animales. Junto a ellos aparecen abundantes
raederas para despellejar al animal e incluso bolas poliédricas en grupos de tres que pudieron
ser utilizados como proyectiles de honda. Estas características tipológicas, junto a su ubicación
junto a lagunas donde acudirían los animales a beber, nos indica que estamos en presencia de lugares
caza y descuartizado de animales.
En otros casos localizamos los útiles en lo alto de cerros, en lugares protegidos del viento como en
Monte Cirueña, correspondiendo a una tipología más variada de piezas, lo que nos lleva a pensar en que
allí se establecieron los campamentos temporales de habitat. Una tercera variedad es aquella que aparece
junto a afloramientos naturales de sílex (Cerro Villar, por ejemplo) donde abundan los núcleos de sílex
y numerosos desechos de talla (lascas y microlascas). Algunos de ellos presentan tecnología levallois, una
sofisticada técnica de preparación del núcleo mediante golpes centrípetos que permite extraer lascas de
perfiles muy equilibrados y muy aptas para fabricar puntas y raederas. Son los lugares utilizados como
talleres de sílex para la obtención de materia prima y fabricación de sus utensilios.
En cuarto lugar, algunos yacimientos como Suertes Viejas de Cañas o la Ra de Villar de Torre, entregan
un importante número de hendedores, una especie de hachas de filo transversal fabricadas en
cuarcita (a pesar de que abunda el sílex en la zona) y que tienen la finalidad de trabajar la madera para
fabricar lanzas u otros instrumentos. Un análisis de las huellas de uso efectúado por el traceólogo
Carlos Mazo en su filo con el microscopio metalográfico ha demostrado que fueron utilizados para trabajar
material leñoso duro y que las propiedades mecánicas de la cuarcita eran más aptas para este fin
que las del sílex. (Fig. 3 y 4)
En cuanto a la principal materia utilizada, es el sílex quien domina, alcanzando siempre porcentajes
superiores al 75%, y superando a menudo el 90%. En su mayoría presenta color gris, y es de origen local,
apareciendo fuertemente patinado. El resto de la industria está realizada sobre cuarcitas, seleccionadas
fundamentalmente para fabricar hendedores y en menor medida bifaces.
Todos los asentamientos están relacionados con el rico afloramiento natural de sílex que existe en el
área: por ello comparten un componente de taller, que se acentúa especialmente en los yacimientos de
Villar de Torre (Cerro Villar y La Ra) y de Badarán (Entrematas, Arenas, Arenillas y Pedernales), y que aparece
de modo latente en los localizados en Cirueña y Cañas (Charcón, Suertes Nuevas y Suertes Viejas).
Por lo que respecta a las pátinas, la blanca predomina en los yacimientos de Badarán y Villar de Torre,
mientras que la amarilla es mayoritaria en los de Cirueña y Cañas, todos ellos situados sobre el glacis más
antiguo, el 4. Este predominio se hace absoluto en el caso de Charcón, donde alcanza el 97,84% del total,
lo cual pudiera tener que ver con la mayor humedad del lugar, tal como indica el topónimo. Existe en conjunto
una mayor representación de bifaces en los yacimientos situados sobre el glacis 4 (los cuatro del término
de Cañas-Cirueña), seguidos de Cerro Villar, situado en el paso intermedio de los glacis 3 y 4, y quien
proporciona mayor número de bifaces en cifras absolutas.
Hay una cuestión que tenemos planteada desde que publicamos la primera monografía: saber si estos
yacimientos son contemporáneos o sucesivos, si sus diferencias son significativas o son consecuencia del
muestreo estadístico y, si existen estas diferencias, a qué se deben: bien a culturas cronologicamente distintas
o bien a utilizaciones diversas de los distintos asentamientos. En las memorias citadas hemos
expuesto pros y contras y hemos optado al final, basándonos en los estudios geomorfológicos de Ibañez,
Peña y Pellicer, por asignar una cronología más antigua a los yacimientos del glacis 4 (Charcón, Suertes
Nuevas, Suertes Viejas y Cirueña) que a los del 3 y 2 (yacimientos de Villar de Torre y Badarán), teniendo
en cuenta que la población prehistórica se instalaría en el lugar para explotar sus recursos naturales (sílex,
agua, vegetación o caza) mientras las condiciones naturales no fueran adversas.
Pero puede considerarse tambien la hipótesis sincrónica, que partiría del supuesto de que todos los
yacimientos son más o menos contemporáneos, explicando sus diferencias por las distintas funciones de
los asentamientos. Esta postura admitiría sin embargo una ocupación continuada, sin ruptura, desde el
Achelense Final hasta el Musteriense.
El tipo humano que fabricó esta cultura achelense sería el mismo que fue enterrado en la Sima de los
Huesos de Atapuerca y que dejó algunos restos líticos (muchos menos numerosos que en el Najerilla) en
la Trinchera Dolina, perteneciente al mismo conjunto.
Sus características físicas son bien conocidas: una capacidad cerebral bastante grande, en torno a 1200
cm3 de media, una frente elevada, un reborde supraorbital muy acentuado que le proporcionaba una auténtica
visera ósea bajo las cejas y un cuerpo perfectamente bípedo con manos y pies similares a las del hombre
actual. Según la pirámide de edad que conocemos de Atapuerca sabemos que la mayor mortalidad se producía
en torno a los 17 años, quizá como consecuencia de los primeros partos o de arriesgadas expediciones
de caza en los varones. También parece estar documentado el canibalismo, tal como sugiere el tafónomo
Carlos Diez, quien ha localizado huellas de corte con sílex en los dedos de los pies y en el cráneo, lugares aptos
para comenzar a despellejar el cadáver. Conocían los achelenses el fuego y el trabajo de la madera, conservándose
en el yacimiento soriano de Torralba-Ambrona una punta de lanza de madera endurecida al fuego.
Las estrategias de caza que se obtienen de la excavación de este último yacimiento han sido objeto
de interpretaciones muy controvertidas: así para Howell el hombre achelense de Torralba era un excelente
cazador que había ahuyentado con fuego a una manada de elefantes hasta conducirlos a los pantanos
donde los había matado a placer y decuartizado in situ. En cambio para Binford nuestro protagonista no
era más que un pobre carroñero que acudía periódicamente a un cementerio natural de elefantes con la
esperanza de encontrar animales muertos con los que calmar su hambre. Su argumentación se basa en
la pirámide de edad de los elefantes (idéntica a la de lo cementerios africanos) y la posición del yacimiento
en un cruce de caminos, en la misma divisoria de los valles del Ebro y Duero, en un nudo ferroviario
actual. Los estudios de Santonja y Paola Villa demostrando que los bifaces han sido reutilizados en diferentes
épocas abogarían en pro de esta última interpretación.
En el río Najerilla es posible, por otra parte, que aparezca la fauna cuando, en un futuro, se hagan remociones
importantes de terreno. No olvidemos que los grandes cazaderos de elefantes se descubren
siempre en obras con aporte de maquinaria pesada. Torralba y Ambrona se hallaron como consecuencia de la
construcción del nudo ferroviario, la Trinchera Dolina de Atapuerca la abrió la vía férrea, del mismo modo
que en las graveras de explotación de áridos para la construcción han aparecido los elefantes de los asentamientos
achelenses de las Terrazas de San Isidro y Arganda en Madrid o Cuesta de la Bajada en Teruel.
3. El hombre de Neanderthal ocupa la Sierra de Cameros y la comarca de Calahorra.La aparición del hombre moderno.
En un momento del Pleistoceno, cercano al interglaciar Riss-Würm, el Homo erectus, en su variedad
de Presapiens europeo, es reemplazado por el Hombre de Neanderthal, muy similar al primero en sus rasgos
físicos (toro supraorbital, mentón huidizo, soporte óseo arcaico) pero con una mayor capacidad cerebral
que llega a alcanzar los 1500 cm3.
Al mismo tiempo la cultura Achelense que ya conocía el fuego y las armas de sílex, hueso y madera,
es sustituíada por la Musteriense, la cual va abandonando paulatinamente los bifaces de sílex pero mantiene
y perfecciona otros útiles ya presentes en el Achelense. Se trata de puntas, raederas y denticulados
que ahora van a ser prácticamente los únicos utensilios de piedra que trabajará el hombre durante más
de 40.000 años. En este largo período de tiempo no será capaz de innovar su exiguo utillaje, llegando a
un inmovilismo cultural y físico que, a la postre, pudo suponer la extinción de su especie. Incluso la técnica
levallois, la más compleja en el proceso de lascado, la tomará prestada de sus predecesores achelenses,
aunque existen facies musterienses, como la llamada "Quina", que jamás llegarán a utilizarla.
La primitiva industria del hueso y madera, de la que tenemos notables restos en el asentamiento achelense
de Torralba y Ambrona, va a mantenerse durante el musteriense, siendo nuestra riojana cueva de
Peña Miel un magnífico exponente de la industria del hueso poco elaborado en forma de compresores,
cinceles y cuñas, fabricados a partir de cañas de huesos largos. (Fig. 5) Sin embargo, todavía no estamos
en presencia de una auténtica talla del hueso en forma de puntas y azagayas, innovación técnica que tendrá
lugar con la llegada de las poblaciones auriñacienses, presentes también en los niveles superiores de
la cueva de Peña Miel. Una azagaya recogida por Lartet y conservada en el Museo de Saint Germain en
Laye sería indicativa de esta nueva industria.
Los neanderthales, sucesores del grupo humano anterior, seguirán viviendo en la zona del Najerilla
durante la formación de la segunda terraza mezclándose entre sí los utensilios de una y otra época al ser
arrastrados por la erosión hacia las terrazas inferiores los procedentes de las terrazas más antiguas. Son
los yacimientos bajos de Arenas, Arenillas, Entrematas... de los términos de Badarán y Villar de Torre, además
del recientemente descubierto en Riva Grande en los alrededores de Sto. Domingo de la Calzada.
Sin embargo los neanderthales ocupan un territorio más
amplio que sus predecesores. Los encontramos en Calahorra en los yacimientos de Perdiguero y La Marcú o en Nieva de Cameros en la cueva de
Peña Miel, siempre con una monótona industria lítica a base de puntas, raederas y denticulados.
Peña Miel tiene el honor de ser la primera cueva paleolítica que se excavó en la Península Ibérica, algunos
años antes de que Marcelino Saez de Sautuola comenzara sus trabajos en la cueva de Altamira.
Eduard Lartet, el padre de la Prehistoria francesa, acudió a la Sierra de Cameros en Agosto de 1865 buscando
yacimientos similares a los que acababa de excavar en Francia y que acabaron dando nombre a
las grandes etapas del Paleolítico: Le Moustier (musteriense), Aurignac (auriñaciense), La Madeleine (magdaleniense).
Excavó a través de su sobrino Luis la cueva de Peña Miel (él pasó la mayor parte del tiempo
con diarreas estivales en Torrecilla de Cameros) y su inexperiencia le llevó a desechar toda la industria lítica
musteriense fabricada en cuarcita, conservando sólo el material de sílex del nivel superior que pertenecía
al auriñaciense. La excavación fue publicada en 1866 en la Revue Préhistorique de París y sus materiales
todavía se conservan en el Museo Nacional de Prehistoria de Saint Germain-en-Laye.
En los años ochenta reanudamos los trabajos, tras más de 100 años de quedar en el olvido, estableciendo
una secuencia estratigráfica con varios niveles musterienses, del hombre de Neanderthal, y uno
auriñaciense, del hombre de Cromañón. Los primeros han sido datados por Robert Hedges en el
Laboratorio de la Universidad de Oxford en torno al 45.000 antes del presente mientras que el auriñaciense
ha entregado una fecha de 37.000 años, momento que marca la llegada del hombre moderno o
de "Cromañón" a la Rioja. Una fecha bastante temprana sólo superada por la cueva del Castillo en
Santander o la Arbreda en Cataluña.
El hombre de Neanderthal presentó un tipo físico contradictorio: un cráneo con una capacidad cerebral
muy desarrollada en un soporte óseo arcaico: reborde supraorbital, ausencia de mentón, diastema retromolar,
moño occipital, todo ello unido a un cuerpo achaparrado muy diferente al del hombre moderno: brazos
largos, piernas cortas y arqueadas, cabeza pendiente hacia delante, cadera muy poco robusta... Quizá
la constitución estrecha del agujero pélvico, unido a la posible gran cabeza de los niños, presentó problemas
en el canal del parto y contribuyó a la misteriosa extinción de los neandertales quienes, tras varios miles
de años de coexistencia con el hombre de Cromañón, acabaron extinguiéndose sin dejar sucesión.
Se aducen otras muchas razones para justificar la desaparición de la especie, como el cambio climático
y la extinción de determinadas plantas o la propia competencia de subsitencia con los cromañones...
pero parece que el principal handicap del Neanderthal estaba en su excesiva especialización genética y
cultural, ya que durante su larga existencia como especie no fue capaz de innovar ni un solo utensilio lítico
ni de cambiar sus estrategias de caza oportunista. Continuó fabricando las mismas puntas, raederas
y denticulados durante decenas de miles de años y compitió con hienas, felinos y cánidos para conseguir
los herbívoros que les servirán de alimento: caballos, ciervos y cabras, según los datos aportados por la
oscense cueva de Gabasa.
Sin embargo los resultados tafonómicos obtenidos en la riojana cueva de Peña Miel nos hablan de la
poca cantidad de carne que consiguieron sus cazadores. Se conservan en efecto muy pocos restos óseos
y éstos se encuentran muy fragmentados en esquirlas, tras haber extraído el tuétano de los huesos largos
(partidos oblicuamente) y la grasa de la médula de las cabezas articulares. Estas, junto a las vértebras,
pudieron pasar a formar parte de la ebullición de un caldo, tal como se ha documentado en la cueva francesa
de Flageolet.
Ante la escasez de carne habrá que pensar en una dieta frugívora, vegetariana en general, y en una
intensa actividad recolectora llevada a cabo por mujeres y niños. Una vez más los elementos más débiles
y peor considerados de la trama social aportaron la mayor cantidad de alimento que consumió la comunidad,
tal como se viene comprobando en pueblos cazadores-recolectores actuales (bosquimanos, australianos).
La carne sólo sería consumida de un modo muy eventual.
Las armas son fabricadas con la materia prima local, la cuarcita y la caliza, por lo que suponemos que
la población no debió efectúar grandes desplazamientos ya que a 20 Km. podía conseguir ya el sílex, una
materia prima más eficaz en la fabricación de instrumentos cortantes.
En cambio, en el momento en que aparece en Peña Miel el Hombre de Cromañón, a cima de la serie
estratigráfica, el sílex se convierte en materia prima dominante con la que fabricar los nuevos utensilios:
raspadores carenados, láminas retocadas... haciendo su aparición la industria ósea fabricada a partir de
las cañas de los huesos largos de los animales. Una azagaya recogida por Lartet y conservada en el
Museo de Saint Germain en Laye sería indicativa de esta nueva industria.
El nuevo habitante del yacimiento se quedó poco tiempo en él ya que dejó escasos restos en superficie.
Sin embargo sabemos que será capaz de desarrollar una cultura tan dinámica que se sucederán en
poco tiempo etapas culturales como el auriñaciense, perigordiense, solutrense y magdaleniense que
supondrán constantes cambios e innovaciones técnicas y culturales. Se inventarán las armas fabricadas
en hueso y cuerno, se tallará el sílex a partir de láminas multiplicando el filo cortante de los instrumentos
y, sobre todo, aparecerá el arte rupestre y mobiliar como resultado de nuevas creencias religiosas. Pintores
especialistas las plasmarán en las paredes de las cuevas de la Costa Cantábrica. Por otra parte espléndidas
piezas de arte mobiliar han aparecido en las provincias contiguas de Navarra (cueva de Abauntz) y
Soria (placa de Villalba) por lo que no debemos descartar el hallazgo de arte paleolítico en zonas kársticas
de la Rioja.
Todo lo que en el Hombre de Neanderthal era inmovilismo en el de Cromañón será dinamismo, en una
frenética carrera para inventar nuevas tecnologías relacionadas con una caza más eficaz (propulsores,
arpones, azagayas...). Las estrategias de una caza antes oportunista, cambiarán a una caza especializada
en ciervos o cabras de una edad y sexo determinado, preludiando una especie de preganadería con
animales semiestabulados en valles cerrados. La mujer tendrá ahora un mayor protagonismo, a juzgar por
las representaciones femeninas de Venus que encontramos en yacimientos franceses y de Europa Central.
El nuevo tipo físico del Hombre de Cromañón será muy semejante al actual: una similar capacidad
cerebral y una misma constitución física, incluso con piernas más largas que los tipos actuales. El cráneo
ha perdido los rasgos arcaicos como el reborde óseo supraorbital o el moño occipital, al mismo tiempo
que ha adquirido rasgos modernos como la barbilla. Los pómulos, algo más salientes que en el tipo medio
actual, y las órbitas de tendencia rectangular en los ojos constituyen diferencias apenas apreciables que
aparecen además en algunos pueblos actuales como los primitivos canarios.
EL MESOLITICO Y LA TRANSICION AL NEOLITICO: LA APARICION DE LA AGRICULTURA.
En el Mesolítico (o Epipaleolítico en aquellos lugares que no se hallan en vías de neolitización) apenas
conocemos yacimientos en la Rioja. En otros lugares próximos del Valle del Ebro se ha detectado la existencia
de dos facies: una macrolítica, la más antigua, con grandes piezas denticuladas en cuarcita y que
se data en torno al 8500-8000 b.p. en yacimientos como Forcas II (Graus, Huesca), abrigo de Angel
(Ladruñán, Teruel) o Mendandia (Treviño) y una microlítica, con geométricos de pequeño tamaño (trapecios,
triángulos y medias lunas). Estos comienzan siendo de retoque abrupto y continúan adoptando el
doble bisel a la llegada de la cerámica cardial en el Neolítico Antiguo, para retornar de nuevo al retoque
abrupto en época megalítica durante el Neolítico Final.
Con muchas dudas podríamos clasificar en el grupo macrolítico el yacimiento al aire libre de
Cantarrayuela (Pradejón), situado en un espolón sobre una terraza del Ebro y donde Arturo Pérez ha localizado
un centenar de piezas en cuarcita, a base de grandes "rabots" (a modo de cepillos de carpintero) y
cantos trabajados por una o dos caras. Utiles similares han sido encontrados en las proximidades de
Arnedillo y en estratigrafía en las excavaciones que L. Montes ha llevado a cabo en 1999 en Biel (Zaragoza),
estando sitúados bajo un epipaleolítico geométrico y sobre un paleolítico Superior Terminal. La posibilidad
de que los útiles de Pradejón pertenecieran al Paleolítico Inferior pierde fuerza al no encontrar entre ellos ni
bifaces ni hendedores, del mismo modo que parece difícil que se trate de un lugar de talla ya que no se han
encontrado las lascas de desecho. En principio habrá que proponer una posible actividad relacionada con
el trabajo de la madera, algo que sólo se confirmará cuando se analicen de huellas de uso.
La facies de microlitos geométricos se detecta también en yacimientos de superficie como el localizado
al aire libre en Muro de Aguas, en la divisoria entre el Cidacos y el Alhama, donde Beguiristain y Solé
(1983) citan triángulos y medias lunas de doble bisel, mezclados con pequeños raspadores, denticulados
y dudosos buriles. No hemos visto personalmente la colección pero el hecho de que el retoque se defina
como de doble bisel y que se citen "fragmentos de cerámica" nos lleva a proponer un Neolítico Antiguo,
mejor que un Mesolítico.
Una cronología similar tendrían los segmentos de doble bisel de la Dehesa de Navarrete, publicados
por J.M. Rodanés y H. Pascual en 1982, contemporáneos de los taladros de larga punta y quizá de las
hachas pulimentadas del mismo yacimiento. Las puntas de flecha de retoque plano en cambio nos hablan
de una perduración en el Eneolítico.
mapa
Sin embargo el mejor yacimiento neolítico de la Rioja se halla en la Sierra de Cameros. Es la famosa Cueva
Lóbrega, en Torrecilla, ya excavada por Lartet cuando visitó la zona en 1865 y cuyo nivel inferior hay que atribuir
sin dudas a un Neolítico Antiguo. (Fig. 6) La excavación más reciente pertenece a Barrios y Ceniceros
(1991), quienes han obtenido un nivel de cerámicas impresas e incisas y una fecha de 6.220+-100 antes del
presente, similar a la de la cueva alavesa de Peña Larga (6150+-230), yacimiento que contiene cerámica cardial.
Quizá lo más interesante de Cueva Lóbrega sea el hallazgo de dos piezas vegetales pertenecientes a
cestos o esteras, similares a las magníficas colecciones de cestos de la cueva de los Murciélagos de Albuñol
(Granada) que se exhiben en el Museo Arqueológico Nacional y que contenían restos de semillas de adormidera.
MEGALITOS Y CUEVAS SEPULCRALES. LOS ENTERRAMIENTOS DEL NEOLITICO A LA EDAD
DEL BRONCE.
1. Historiografía, ritual y peculiaridades de los megalitos riojanos.
Este tema, estrella en la bibliografía y la investigación riojana, cuenta con interesantes estudios recientes,
unos a nivel general como el de Teresa Andrés sobre los usos dolménicos (1997, la última de sus síntesis);
Pérez Arrondo sobre el fenómeno megalítico riojano (1987); López de Calle e Ilarraza (1997) sobre las fases
antiguas del megalitismo de Cameros o J. M. Rodanés (1999) sobre las cuevas sepulcrales del valle del Ebro.
Otros tratan de excavaciones o zonas concretas como la Tesis Doctoral inédita de Carlos Lopez de Calle
(1993) sobre los dólmenes de la Sierra de Cameros o las monografías de las excavaciones de los dólmenes
de Peña Guerra (Pérez Arrondo y Rodanés 1979), Fuente Morena y Collado Palomero I (Pérez Arrondo y
Lopez de Calle 1987 y 1988 respectivamente) o Collado del Mallo de Trevijano (López de Calle y Tudanca
1996). Perez Arrondo y López De Calle ultiman su monografía sobre los dólmenes de Cameros. (Fig. 7)
La costumbre funeraria paleolítica y neolítica de enterrar a los muertos en fosas individuales o dobles
tomará un rumbo diferente a fines del Neolítico y comienzo de la edad de los Metales, momento en el que
aparecen por todas partes sepulcros colectivos reutilizables, ya sea en dolmen (conjunto de Nalda y sepulcro
de La Unión), en túmulo (Atalayuela de Agoncillo) o en cueva sepulcral (Peña Miel, Tragaluz o San
Bartolomé). En líneas generales se advierten dos momentos sepulcrales: el primero corresponde al Neolítico
Medio-Final en torno a la primera mitad del tercer milenio antes de Cristo y el segundo a una reutilización
en el Eneolítico dentro de la cultura del vaso campaniforme, en el segundo milenio antes de Cristo, con perduraciones
en la Edad del Bronce.
Una cuestión importante será saber cómo y por donde llega el ritual funerario del megalitismo a la Rioja.
Debemos descartar en este lugar un origen autóctono, dada la escasez de yacimientos pertenecientes a
las épocas inmediatamente anteriores (mesolítico y neolítico) y habrá que pensar en una difusión a partir
de territorios vecinos. Los ajuares óseos (espátulas con decoración en anillos) nos ponen en relación con
los dólmenes de la Rioja Alavesa (San Martin de Laguardia) con los sepulcros colectivos de la Meseta
Norte (El Miradero de Valladolid, Los Zumacales de Simancas), aunque las fechas obtenidas en los dólmenes
de Nalda son algo más recientes.
Las construcciones dolménicas implican un notable crecimiento demográfico y la posesión de una
organización social compleja. Levantar la losa superior de un dolmen requiere una inversión de trabajo
fuerte que sólo puede ser asumida por un grupo, con un sistema de organización quizá jerarquizado en
sus momentos más recientes pero que todavía no podemos discernir en la época neolítica.
Por otra parte el megalitismo camerano presenta algunas peculiaridades desde el punto de vista de su
Arquitectura. Se basan en dos aspectos: el variado polimorfismo de sus soluciones arquitectónicas (sepulcro
de corredor, dolmen simple, túmulo...) y la existencia de espacios constructivos bien delimitados que
sólo fueron utilizados en los primeros momentos del megalitismo, los correspondientes al Neolítico Final.
Nos referimos por ejemplo a la cámara secundaria de Peña Guerra II, Fuente Morena o Collado Palomero
I) a los que habría que añadir otro tipo de estructuras como el corredor de Collado del Mallo o el atrio de
mapa
Collado Palomero I, que Lopez de Calle e Ilarraza interpretan como estructuras de condenación. En cuanto
a los primeros la interpretación más asequible es la que sugiere la existencia de ritos o actividades previas
relacionadas con la construcción inicial del monumento, ya que la posibilidad de que se tratara de
estructuras de habitación anteriores a la construcción del sepulcro se hace difícil, dadas las condiciones
adversas de habitabilidad de Collado Palomero (en la cresta del interfluvio Iregua-Leza y abierto a los vientos
dominantes) y la escasez de yacimientos neolíticos detectados en las prospecciones.
Por lo que respecta al tratamiento sepulcral de los restos humanos encontramos tambien un gran
variabilidad: inhumaciones primarias en Fuente Morena y cámara central de Peña Guerra II; inhumaciones
secundarias ya sean individuales (Collado Palomero B1) o múltiples (cámara excéntrica de Peña Guerra II,
en este caso con tinciones de ocre) o cremaciones (portillo de los Ladrones). En el caso de Collado del
Mallo, con una notable dispersión de restos óseos humanos, debió existir una profunda reestructuración
del edificio funerario durante las ocupaciones tardías del sepulcro.
2. Cronología, ajuares y fases de ocupación.
Entre los materiales que constituyen el ajuar de estos enterramientos se distinguen claramente los neolíticos,
procedentes de las épocas antiguas de los monumentos, de los eneolíticos, que entraron en las
reutilizaciones que inauguran los portadores de la cerámica campaniforme, las mismas fases que se
detectan en los vecinos dólmenes de Laguardia: San Martín y El Sotillo.
El ajuar neolítico está constituído fundamentalmente por una industria lítica a base de microlitos geométricos,
la mayoría de retoque abrupto, típico del Neolítico Final (Collado del Mallo, Collado Palomero I y
II, Fuente Morena, Peña Guerra II, cámara central) pero tambien existen algunos segmentos de doble bisel
(Fuente Morena y Collado Palomero I), de tradición neolítica más antigua, que suelen acompañar a cerámicas
impresas. Aparecen éstas bajo el túmulo de Collado Palomero I, y tienen sus paralelos en la botella
inciso-impresa hallada en el nivel III de Cueva Lóbrega. El resto de material cerámico se circunscribe a
ejemplares lisos poco característicos que registran una tendencia en formas hacia recipientes cerrados y
contornos simples.
Hachas y azuelas de piedra pulimentada y alguna espátula decorada en hueso, del tipo San
MartínMiradero, completa el ajuar de los momentos más antiguos. A destacar la carencia de elementos de adorno
personal que serán más abundantes en la época reciente de reutilización calcolítica.
Las dataciones de esta primera fase del megalitismo riojano se enmarcan entre el 4900+-110 b.p. de
Collado Palomero II (nivel 1)y el 4270+-60 b.p. de Collado Palomero I (nivel B2) pasando por 4370+-30 de
la cámara excéntrica de Peña Guerra II, 4730 del nivel B1 de Collado Palomero I; 4700 de Fuente Morena
y Collado del Mallo y 4640 de la cámara central de Peña Guerra II.
El segundo momento de reutilización de los dólmenes cameranos coincide con la llegada del primer
metal y de la llamada "cultura del vaso campaniforme". Las fechas de C 14 se circunscriben a la primera
mitad del segundo milenio: corredor de Peña Guerra I (3450 b.p.), nivel superior de Peña Guerra II (3410
b.p.), Collado del Mallo (3860 y 3840 b.p.) o collado Palomero I (3680 b.p.), aunque algunos materiales
líticos y cerámicos permitirían rastrear una ocupación intermedia, a fines del tercer milenio antes de Cristo.
Nos referimos a las puntas de retoque plano de Peña Guerra I, Collado del Mallo o Collado Palomero I o
algún fragmento de vaso campaniforme de tipo internacional que van ligados al mundo calcolítico del vaso
campaniforme, en sus supuestos estilos "antiguos". En este sentido el túmulo funerario de la Atalayuela
de Agoncillo representaría este mismo momento, con 3 fechas de C l4 en torno al 4100 b.p. Se trata de
una inhumación colectiva en fosa de 70 u 80 individuos con rico ajuar, con adornos personales, punzones
de cobre, puntas de flecha en hueso y en sílex (éstas de pedúnculo y aletas) y una aguja curva de
hueso con orejeta perforada, todo lo cual se inscribe en el mundo del vaso campaniforme (Barandiarán
1978). Curiosamente los recipientes cerámicos de este horizonte presentan una gran variedad, estando
presentes simultáneamente los tres estilos: puntillado de bandas, inciso y puntillado geométrico. En este
caso la discusión sobre la mayor antigüedad del estilo marítimo o internacional (puntillado de bandas) no
tiene sentido. Fechas similares a las de la Atalayuela, a fines del tercer milenio, se registran en Collado
Palomero I (4270 b.p.), Collado del Mallo (de 4430 b.p. a 4000 b.p.).
En cuanto al campaniforme inciso o continental, del llamado "tipo Ciempozuelos" tenemos abundantes
ejemplos en los dólmenes riojanos, destacando los ejemplares de Collado Palomero I, Collado del
Mallo, Peña Guerra I y Peña Guerra II, sepulcro donde se documentan además los tipos "excisos" (con
decoración de ajedrezados conseguidos tras arrancar cuadraditos de pasta de la superficie). La datación
precisa de estos ejemplares es de 1550 B.C. para el inciso de Peña Guerra I y 1460 B.C. para el inciso
exciso de Peña Guerra II. (Fig. 8)
Completa el ajuar de este segundo momento de reutilización de dólmenes el material metálico y los
adornos personales, ausentes ambos en la fase más antigua del megalitismo. Han aparecido tres punzones
de cobre en los dólmenes de Peña Guerra I y Collado Palomero I, claramente eneolíticos y que marcan
los más antiguos ejemplos de metalurgia en el valle del Ebro. Entre los adornos destacan siete cuentas o
apliques de oro en Collado Palomero I, que representan una riqueza que sólo se conocía en una cuenta del
dolmen navarro de Sakulo en todo el Valle del Ebro y que denotan posibles relaciones con la fachada atlántica
a través de caminos meseteños, existiendo cuentas similares en dólmenes bretones (Pérez Arrondo
1987). (Fig. 9) Otros adornos en hueso o concha aparecen en el dolmen de Peña Guerra I, con 18 ejemplares,
entre los que destacan los botones de perforaciones convergentes, típicos de los ajuares campaniformes
de tipo pirenaico. También el dolmen de Collado del Mallo entregó en la cámara abundantes adornos
personales en hueso asociados a cerámica incisa de tipo campaniforme. Destacan los ejemplares de
botones de perforación en V y los botones tortuga de perforación simple, además de presentar colgantes
perforados y una punta de flecha en hueso que encajan en contextos campaniformes. (López de Calle y
Tudanca 1996).
En cuanto al dolmen de la Unión en Clavijo la existencia de restos de dos vasos y una cazuela campaniforme,
con motivos seudoexcisos, además de una arandela de hueso, nos permite fechar en este
segundo momento calcolítico la utilización del sepulcro.
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Pilar Utrilla Miranda
Catedrática de Prehistoria de la Universidad de Zaragoza
Imágenes
del periodo
Collado
Palomero I |
Vaso
campaniforme |
Dolmen
de la Cascaja |
Botones
perforados |
|
|
|
|
Adornos
de Peña Guerra I |
Lanza
y objetos de cerámica |
Bifaces
del valle del Najerilla |
Molino
del valle del Najerilla |
|
|
|
|
Nasa
de paja |
Molino
del valle del Najerilla |
Collar
de Nalda |
Vaso
del Redal |
|
|
|
|