Biblioteca Gonzalo de Berceo En Navarrete en pleno Camino de Santiago, en la entrada de la villa, se encontraba uno de los monumentos más importantes de  la arquitectura románica de la Rioja. El monasterio de San Juan de Acre,fundado en 1185 por Doña María Teresa Ramírez, viuda de Fortún Baztán y madre de Martín Baztán, obispo de Osma, que pasó luego a ser hospital para los romeros que iban de camino hacia Santiago de Compostela. Durante el siglo XIX fué destruido y los restos aprovechados como entrada al cementerio

 

Los historiadores de la Iglesia suelen destacar la novedad que constituyó, a principios del siglo XIII, la aparición de las órdenes mendicante s y su rápida difusión. Los frailes predicadores de Domingo de Guzmán vieron aprobada su regla en 1220 y los menores, que seguían a Francisco de Asís desde 1209, recibieron confirmación de la suya en 1223. Aunque éstas sean las órdenes mendicantes por antonomasia, otras comunidades recibieron poco después ese estatuto. Los carmelitas, fundados en Oriente por Bertoldo de Calabria, consiguieron la aprobación papal en 1226 y fueron considerados mendicantes veinte años después. Se les pueden añadir los mercedarios, instituidos en 1218 por Pedro Nolasco en Barcelona y cuya regla fue confirmada por Gregorio IX en 1235, y los agustinos, que nacieron en 1243 bajo los auspicios de Inocencio IV; en 1198 ya, Inocencio III había aprobado la regla de los trinitarios de Juan de Mata y Félix de Valoís.

Persiguiendo fines diferentes y cada una con una espiritualidad específica, las seis órdenes que aparecieron en la Cristiandad en menos de medio siglo tenían rasgos comunes. En vez de retirarse del mundo, como lo habían hecho en los siglos XI Y XII las congregaciones monásticas -siguiendo el ejemplo de los ermitaños del desierto-1, los miembros de las nuevas órdenes pretendían vivir en el siglo, actuar en él y transformarlo por la palabra y el ejemplo. Sin abandonar el campo, se volcaron hacia las ciudades y, en 1968, Jacques Le Goff pudo llamar la atención de los historiadores sobre la coincidencia entre el grado de urbanización y la implantación de conventos de mendicantes en Francia a lo largo del siglo XIII2. Algunos historiadores asocian la aparición de los mendicantes con las aspiraciones espirituales de los laicos3, a veces transformadas en brotes "heréticos" que Roma intentaba contener o vencer, y muestran que eran herejes "ortodoxos" o fueron, al contrario, el instrumento utilizado por la jerarquía eclesiástica para combatirlos. El desarrollo económico y el mayor grado de riqueza de los europeos se aducen también para explicar los deseos de ciertos grupos de poner en práctica la fórmula de San Jerónimo: "seguir desnudo a Cristo desnudo" -nudus nudum Christum sequi-; la pobreza voluntaria se encontraba con la pobreza real y cotidiana y le imprimía un carácter sagrado4.

No se ha destacado, en cambio, entre las características comunes de las órdenes mendicantes, el que se trate de creaciones propias del mundo mediterráneo. Frente a los benedictinos cuya regla había sido revisada por Cluny, a los cartujos de San Bruno, a los premostratenses de San Norberto y a los cistercienses de Bernardo de Claivaux, cuyos fundadores eran originarios de Borgoña y del Imperio germánico, las seis órdenes mendicantes nacen a orillas del Mediterráneo, en un mundo de ciudades y comerciantes que se caracteriza por su diversidad lingüística y religiosa. El rechazo o el uso de la riqueza mercantil, el desprecio o la utilización de los saberes que circulaban entonces por los centros de estudio -Boloña, Salerno, Montpellier, Palencia, París, Nápoles- y el aprendizaje de los idiomas -árabe, hebreo, siriaco (caldeo)- se combinaron así con la retórica -predicación- y el ejemplo para anunciar el Evangelio, combatir o convertir herejes, judíos e infieles, para rescatar cristianos y poner el Derecho al servicio de la Iglesia5.

Las condiciones geográficas, económicas y sociales no son suficientes, sin embargo, para explicar el auge de los mendicantes en el siglo XIII. Su aparición coincide con una gran mutación intelectual que algunos especialistas consideran el "renacimiento del siglo XII" y que fue sistematizada en teología por el dominico Tomás de Aquino. La curiosidad intelectual, notable a partir de finales del siglo XI, había revalorizado, a través del estudio de las ciencias y del lenguaje, la naturaleza como creación de Dios6; los juristas de finales del siglo XII, asociando "natura" y "nacer", asimilaron finalmente la Naturaleza y Dios: Natura, id est Deus7. Cumbre de la creación divina, el hombre era un microcosmo, objeto del estudio de los médicos, imagen del macrocosmo que escrutaban astrónomos, astrólogos, matemáticos y geómetras. La afirmación de este "humanismo" medieval llevó a Walter Ullmann a publicar en 1966 un estudio sobre "Individuo y sociedad en la Edad Media", al que siguió seis años después otro de Colin Morris, titulado "El descubrimiento del individuo, 1050-1200"8. La espiritualidad y la búsqueda de una mayor pobreza personal que caracterizaron a los franciscanos, el recurso a la inteligencia y los saberes de que hicieron alarde los dominicos se insertaron así en un mundo en el que el individuo había recobrado protagonismo y podía salvarse, en un mundo que empezaba a valorar a Cristo en su humanidad, Cristo desnudo, sufriendo y muriendo. Hacia 1240, el canónigo de San Isidoro de León Lucas de Tuy fustigó a los herejes "maniqueos" de las Galias por representar a Cristo en una cruz en forma de thau griega y con tres clavos en vez de cuatro, y aludió en su demostración a los estigmas del "santíssimo padre Francisco"9. Pero ya se iniciaba la evolución hacia una religiosidad hecha de sentimientos y afectividad, volcada hacia el niño Jesús o los sufrimientos de Cristo en su cuerpo humano, que llamaba a las manifestaciones de la naturaleza "hermano" o "hermana" y que pronto vería nacer las cofradías de la Sangre de Cristo y de la Vera Cruz, las procesiones con flagelantes y los brotes místicos.

Más que de un mundo medieval en general, en el que las ciudades empezarían a constituirse a expensas de una economía rural dominante -cómoda y erróneamente llamada "feudal"-, las órdenes mendicantes son una creación específica del mundo mediterráneo, mundo de ciudades, de comercio y de circulación de las ideas, en el que se encontraban, influían recíprocamente y rivalizaban las tres grandes religiones monoteístas. Son, al mismo tiempo, fruto de la evolución de las mentalidades y participan del concepto de la redención individual; personajes como Domingo de Guzmán o Francisco de Asís difieren en ello esencialmente de los grandes fundadores de órdenes de los siglos anteriores.

Ahora bien, si numerosos son los rasgos que tienen en común las dos grandes órdenes mendicantes, más numerosas son probablemente las diferencias que las separan. Partidario, hasta en su propia vida, de una búsqueda individual de salvación que le hizo dudar de la necesidad de crear conventos, el lego Francisco rechazó la riqueza material mientras desconfiaba de la cultura; en una carta que dirigió a fray Antonio de Lisboa -venerado luego bajo el nombre de Antonio de Padua-, Francisco le autorizó a enseñar teología a los frailes, siempre y cuando éstos no perdieran de vista "el espíritu de santa oración y devoción indicado en la Regla"10. En cambio, el canónigo de Osma Domingo de Guzmán, que había estudiado en Palencia, puso los saberes al servicio de la Iglesia y permitió que los grandes problemas doctrinales fuesen llevados hasta clérigos y laicos a través de la predicación; apoyándose en la tradición y el método aristotélico, el italiano Tomás de Aquino ofreció a la reflexión una visión teológica que reconciliaba el mensaje pesimista de San Agustín y la fe en la bondad de la creación divina. La elección del mundo universitario y de las élites y una doctrina -el tomismo- que distó mucho de ser compartida por la mayoría de los teólogos de los siglos XIV y XV parecen haber reducido el alcance del mensaje dominico. En cambio, la espiritualidad franciscana, más afectiva y menos racional, con sus incesantes cuestionamientos y hasta sus desviaciones en busca de una mayor fidelidad a la Regla primitiva, caló más hondamente en las mentalidades medievales, a las que San Francisco había sido presentado por sus primeros sucesores como un alter Christus.

La rápida difusión de la orden en Castilla en el siglo XIII

La leyenda difundida por los franciscanos un siglo después de la muerte del fundador otorgaba un papel especial a la peregrinación que éste hiciera a Compostela a finales de 1213 o principios de 1214. Venidos a España con el deseo de convertir a los musulmanes, Francisco y su discípulo Bernardo de Quintanavalle tuvieron que renunciar a su propósito inicial y transformaron su viaje en peregrinación; al Iado de la tumba del apóstol, Francisco habría concebido la idea de fundar una Orden que colocó bajo el mando de "ministros" -al ser el minister, por oposición al magister, un oficio inferior-II. Una primera expedición de frailes a España en 1217, bajo la dirección de Bernardo de Quintanavalle, fue seguida por otra que encabezó Juan Parenti en 1219 con el objetivo de implantarse a lo largo del camino de Compostela y en tierras de infieles. En febrero de 1226, el papa Honorio III encomendó al arzobispo de Toledo una tarea misionera en Berbería, que debía de ser llevada a cabo por los mendicantes y financiada con el dinero de la Cruzada12. Mientras los primeros misioneros perdían la vida en Marruecos en 1221, aparecieron oratorios franciscanos en o cerca de Compostela, Burgos, Logroño, Palencia, Valladolid, León, Zamora y Toledo.

Las reformas llevadas a cabo en los años 1230-1250 por el ministro General Juan Parenti y las directivas del papa Gregorio IX acabaron de institucionalizar las fundaciones. Hacia 1233 la provincia franciscana de España, que había sido fundada en 1217, fue dividida en tres, creándose así la provincia de Santiago -que abarcaba Galicia, Portugal y el antiguo reino de León-, la de Castilla y la provincia de Aragón, que incluía los conventos navarros; siguiendo las normas papales, los frailes se asentaron entonces dentro de las ciudades, adoptaron el estado clerical, abrieron escuelas y studia, se dedicaron a la vida intelectual y a la dirección de conciencia de los poderosos, actuando así como un eficaz instrumento de la Santa Sede en su proyecto de alcanzar directamente todas las capas sociales13.

Con el beneplácito de los reyes y de las oligarquías locales, los franciscanos fundaron entonces numerosos conventos dentro de las ciudades y trasladaron a ellas los cenobios rurales que ya existían. En 1265, cinco años después de que, a propuesta de San Buenaventura, fueran creadas las custodias como circunscripciones intermedias entre el convento y la provincia, la de Castilla tenía ya 44 conventos repartidos en 8 custodias. La provincia de Santiago, con 42 conventos reunidos en 7 custodias, se dividió a su vez en 1272 en tres "naciones" -Campos, Portugal y Galicia-, división que tenía por objeto poner fin a los escándalos y tensiones que turbaban la vida de la provincia". En el reino de Navarra estaban los conventos de Pamplona, Olite, Estella, Tudela y Sangiiesa15. En Berbería se había creado el obispado de Marruecos, que fue confiado a fray Agnello en junio de 1237 y cuyos titulares fueron en particular los franciscanos Lope Fernández de Ain (1246-1257), Lorenzo de Portugal y fray Rodrigo (1289-1302)16.

Al escoger la ciudad para instalar sus conventos, predicar, confesar, abrir escuelas, enterrar los difuntos y recibir limosnas, franciscanos y dominicos se adentraban en un terreno hasta entonces monopolio de la Iglesia secular. Obispos, cabildos, párrocos y clérigos no vieron con buenos ojos unos frailes que, además de gozar privilegios y exenciones, actuaban como agentes de la Santa Sede. Los conflictos por motivos económicos, honoríficos o de jurisdicción, estallaron en la segunda mitad del siglo. Peter Linehan, en su estudio de la Iglesia, destaca los graves problemas económicos que tuvo que afrontar, durante el siglo XIII, un clero secular por otra parte aquejado de "decadencia" y "corrupción", y concluye con la afirmación que "los religiosos chocaron en toda España con los Ordinarios y con las Órdenes antiguas, lucha que la crisis económica de Castilla contribuyó a enconar"17. José García Oro por su parte, al recordar el mundo en el que se difundió la Orden de los Menores, insiste sobre el estado de decadencia, falta de disciplina y mala preparación del clero castellano, e indica que "la Iglesia de Castilla agota a lo largo del siglo XIII las posibilidades reales de un orden y forma de vida que venía configurándose lentísimamente desde el siglo VIII"18. La oposición entre el clero secular y los frailes es antigua y fue fomentada por los propios mendicantes, que necesitaban hacerse sitio en el mundo eclesiástico de la época. No se debió tanto la difusión de sus órdenes al hecho de que representaran una alternativa a la "corrupción" o "decadencia" del clero secular -afirmaciones que no siempre resisten una investigación en profundidad-, sino al que fueran un instrumento del Papado, más dócil y dependiente de Roma que los obispos y sus cabildos. La gran época de expansión de la Orden es precisamente posterior a su institucionalización por Gregario IX, cuando ya no se distinguen del resto del clero, sino por los privilegios de que gozan.

La rápida difusión y la multiplicación de las fundaciones franciscanas no eran propias del reino de Castilla y el fenómeno ya había llamado la atención del cronista inglés Mateo París (c. 1200-1259), que lo menciona en particular en su Chronica minor sive Historia Anglorum donde contrapone la humildad y pobreza de los Menores a la arrogancia de los Predicadores19. Pese a la imagen idílica que de los seguidores de Francisco de Asís daba Mateo París, los Menores de los años 1280 no se parecían mucho a los pobres frailes laicos que habían llegado a España en 1217 y 1219. La diversidad ya había sido una de las mayores características de la Orden en las primeras décadas de su existencia. En vida del fundador había aparecido la que se considera segunda Orden, la rama femenina de las "Damas Pobres", o clarisas, a las que el futuro papa Gregario IX dio la Forma vitae y que el pontífice Inocencio IV (1243-1254) institucionalizó. Las primeras franciscanas de la Península parecen haber sido unas damas de Pamplona que solicitaron en 1227 para su casa la regla de Santa Clara; en los años siguientes surgieron comunidades en Burgos, Carrión de los Condes, Valladolid, Salamanca, Zamora, Ciudad Rodriga, Medina del Campo. Adoptaron la regla del monasterio de San Damián de Asís y parte de la regla benedictina, sometiéndose a una estricta clausura y a la dirección espiritual de un visitador de la rama masculina de la Orden. A finales de siglo ya había por lo menos ocho monasterio de clarisas en la Provincia de Castilla y doce en la de Santiago20. En los últimos años de su vida, además, Francisco de Asís había conseguido del cardenal Hugolino, futuro Gregario IX, la creación de una tercera Orden, u orden de Penitencia, para los laicos deseosos de compartir el ideal de los Menores. El mensaje del fundador y la espiritualidad franciscana pudieron así difundirse por múltiples vías y atrajeron pronto a los grupos sociales más diversos.

En el reino de Castilla, franciscanos y clarisas supieron aprovecharse de la protección papal y de los favores y privilegios que recibieron de los reyes. Establecidos en los principales núcleos urbanos a partir de mediados del siglo XIII, edificaron grandes monasterios, se enfrentaron con el clero secular por el derecho de predicar, tener campanas, poseer cementerio propio, no pagar el diezmo por sus propiedades y acudir a las procesiones con su cruz en alto. En algunos casos los Menores protagonizaron escándalos, como en Burgos, donde los frailes sostuvieron con los monjes prietos de Silos una larga contienda en la que corrió la sangre21; en Palencia, la reina doña Violante tuvo que intervenir para que fray Diago Rois devolviera a los testamentarios del obispo Lope de Sigüenza -fallecido en mayo de 1271- la biblioteca que se había apropiado22. En otros casos, generalmente por imposición papal y haciendo caso omiso de la voluntad de los cabildos, algunos franciscanos rigieron sedes episcopales: Pedro Gallego fue el primer obispo de Cartagena (1250-1269) y Pedro Pérez de Badajoz (1252-1262), Martín fue obispo de Segovia (1259-1265), Domingo Suárez rigió la sede abulense (1263-1271), Vasco la de Guarda (1267-1278), Juan Martínez sucesivamente las de Cádiz (1267-1278) y Guarda (1278-1301), Tello la de Braga (1278-1292), Fernando de Covarrubias la de Burgos (1280-1299) y Pedro Fechor la de Salamanca (1286-1305)23.

Plenamente integrados en la vida del reino, los franciscanos de las provincias de Castilla y Santiago se dedicaron, como en el resto de Europa, a los estudios que tanto recelo habían suscitado en Francisco de Asís. Segundo guardián del convento de Toledo, antes de convertirse en provincial de Castilla y terminar su vida como obispo de Cartagena, fray Pedro Gallego (c. 1200-1269) figura entre los traductores de obras árabes; buen conocedor de la lengua y de la filosofia aristotélica, tradujo y adaptó el De animalibus de Aristóteles y Averroes, un tratado titulado In regitiva domus y una Summa astronomiae24. Juan Gil de Zamora (c. 1240-d. 1304), custodio de Zamora en la provincia de Santiago en 1260, estudió en París hacia 1272 y figura con el título de doctor a partir de 1278, año en que se convirtió en miembro de la corte de Alfonso X; su obra es inmensa y abarca todos los campos del saber, desde la historia con el De preconiis Hispaniae liber o el Liber illustrium personarum a las ciencias naturales con la Historia naturalis y el Liber contra venena et animalia venenosa, pasando por la hagiografía, la gramática y la exégesis -con un Ars dictandi y el Proslogion seu de accentu et dubilibus Bibliae-25.Si no parece que los franciscanos hayan regido cátedras en la universidad de Salamanca26, estudiaron y enseñaron entonces en París, como Gonzalo de Balboa (c.1255-1313), buen conocedor de la teoría matemática, que era magister en teología hacia 1290-1300 y fue uno de los maestros de Juan Duns Escoto27, y como los numerosos estudiantes que firmaron en 1303 la apelación contra el rey de Francia28.

Los conventos de Menores, a finales del siglo XIII, atraían a los miembros de las oligarquías locales y pronto los reyes escogieron en ellos a sus confesores. Sancho IV tuvo por confesor y consejero al franciscano Pedro Fechor y, en 1295, a la hora de su muerte, tomó el hábito franciscano y fue así representado en su sepulcro29; fray Sancho fue el confesor de María de Molina y de su hijo, Fernando IV30. Acababa de estallar en la Orden el conflicto entre los conventual es y los espirituales, que dividiría a los hijos de San Francisco durante más de dos siglos. Influidos por las ideas de Joaquín de Fiore que anunciaba una tercera edad, edad del Espíritu Santo en la que dominaría la pobreza y el rechazo a los bienes mundanales, y bajo la dirección de Angel Clareno (1247-1337), Pedro Juan Olivi (1248-1298) y Ubertino da Casale (1259-1338), los espirituales renegaban de la Orden tal y como había evolucionado, predicaban la vuelta al mensaje evangélico del fundador y a una pobreza extrema, alegando que ni Cristo ni los apóstoles habían poseído cosa alguna en su vida.

Del asentamiento a la renovación: el siglo XIV

El magister gallego Gonzalo de Balboa fue ministro general de la Orden franciscana en los años 1304-1313 en que se desató el conflicto con los espirituales. Asesorado por los numerosos consejos que solicitó de miembros de la Orden, el Concilio de Viena optó por la conciliación y, con la bula Exivi de paradiso (1312), reconoció a los Menores el derecho a buscar la pobreza y restableció la distinción que había propugnado San Buenaventura en 1260: ya que la Orden tenía por finalidad el estudio y la predicación dentro de un espíritu de pobreza, los frailes debían hacer un "uso pobre" de los bienes que necesitaban y que eran propiedad de la Santa Sede31. Sin embargo, la vía de la moderación, que había prevalecido en el Concilio de Viena de 1311-1312, fue abandonada diez años después y, desde Aviñón, el penitenciario del papa Juan XXII, el franciscano gallego Álvaro Pelayo (c.1280-1349), que había estudiado Derecho en Bolonia antes de recibir el hábito de manos de Gonzalo de Balboa en 1304, tomó partido en contra de los espirituales, de Miguel de Cesena, ministro general de la Orden, y de Guillermo de Ockham32. En 1322 y 1323, después de haber recibido las opiniones de varios religiosos, en particular del lector de teología del convento de Barcelona, fray Anfredo Gontier, Juan XXII dio a la Orden dos constituciones que definían el concepto de pobreza33. El cisma se consumó entonces y los espirituales condenados se convirtieron en fraticelli que, en adelante, siempre desafiarían a los conventuales franciscanos, reprochándoles sus bienes, y considerarían a la Iglesia romana como el Anticristo.

No consta que las provincias de Castilla y de Santiago tomaran, en los debates teológicos y jurídicos del conflicto, una parte tan activa como la que tuvieron ciertos Menores de la provincia de Aragón, aunque las relaciones entre provincias parecen haber sido intensas: en 1316-1332, enseñaba lógica y filosofía natural en el studium solemne de Barcelona el gallego Pedro Tomás, doctor strenuus et invincibilis (c.1280-c.1337)34; en el convento de Barcelona enseñó también fray Pedro de Navarra (c. 1280-c. 1347), que había estudiado en París con Duns Escoto y fue provincial de Aragón y consejero del rey Jaime II35. Sin embargo, la actitud de rebeldía del provincial de Santiago, que fue depuesto en 1329, así como las tensiones en el reino de Portugal fueron indudablemente consecuencia del cisma que había originado, un año antes, la deposición del ministro general36. Hay que establecer, por otra parte, una relación entre la exclusión y condena de los espirituales y el florecimiento de movimientos eremíticos, de beatos y beguinos y de grupos de laicos dedicados a la predicación, que fue propio del reino a partir de los años 1340-135037.

A lo largo de la primera mitad del siglo XIV, los Menores del reino de Castilla parecen haberse dedicado a consolidar su posición frente a las autoridades eclesiásticas seculares y a las demás órdenes mendicantes en las ciudades en las que se habían implantado, consiguiendo la confirmación y ampliación de sus privilegios. En 1285, Sancho IV les había otorgado la autorización de predicar, confesar y enterrar a los difuntos en cualquier parte del reino, así como la protección real y una serie de exenciones fiscales. Benedicto XI y Juan XXII constituyeron conservadores de los frailes Menores de Castilla al arzobispo de Toledo y a los obispos de Burgos y Palencia, y Benedicto XI suspendió los preceptos de la bula Super cathedram que obligaba a los mendicantes a conseguir autorización episcopal para predicar y confesar.

Los Menores siguieron viviendo en estrecha relación con las oligarquías locales, a las que confesaban y acogían para su última morada, de las que recibían bienes raíces y donativos para erigir los monasterios, y entre las que reclutaban parte de sus miembros; buena parte de las limosnas sirvió para edificar grandes conventos de estilo gótico. El convento de Palencia hospedó a los reyes a su paso por la ciudad y regía una escuela abierta a los jóvenes del lugar; el de Cuéllar albergó en 1313 a los tutores de Alfonso XI cuando sus pretensiones frente a María de Molina; desde finales del siglo XIII, el de Valladolid acogía las reuniones del concejo municipal38. Aunque tan sólo cuatro franciscanos rigieran sedes episcopales, como fray Simón en Badajoz (1309-1324) y Tuy (1324-1326), fray Esteban que fue sucesivamente obispo de aporto (1310-1313), Lisboa (1313-1322) y Cuenca (1322-1326), fray Salvador Martins que rigió la sede de Lamego (1331-1349) y Alvaro Pelayo que fue expulsado en 1340 de la sede de Silves que había recibido en 133339, el provincial de Santiago, fray Francisco de Evora, desempeñó el oficio de confesor de los reyes Dinís y Afonso IV de PortugaI40, mientras que fray Juan García de Castrojeriz lo era de la reina de Castilla, doña María de Portugal.

El studium generale de la Orden se encontraba ya en Salamanca, donde se formaban los lectores que enseñaban luego en los conventos, pero no se advierte la presencia de franciscanos en París como en los años 1270-1310. Con la excepción de Juan García de Castrojeriz que, por orden del obispo don Bemabé de asma (1329-1348) y para el infante don Pedro, tradujo y glosó el De regimine principum, de Gil de Roma4', ninguna gran personalidad domina el panorama intelectual. Sin embargo, la curiosidad no había desaparecido enteramente y de mediados del siglo XIV data el relato que, con el título de Libro del conoscimiento, hizo de su viaje por Europa, Asia y Africa un franciscano anónimo que había salido de Sevilla42.

El reinado de Pedro I, que se caracterizó por graves tensiones con el Papado43 es un periodo clave para la vida y la espiritualidad franciscanas. Durante esos años en que el rey tuvo por confesor y luego testamentario a fray Juan de Balbás, fray Gonzalo rigió brevemente la sede de Segovia (1355-1358), fray Pedro de Uxúa fue obispo de León (1361-1369), fray Alfonso de Noya lo fue de Orense (1361-1367), fray Gonzalo González de Cádiz (13641375) y fray Diego de Coria (1365-1370). Si los conventos de Menores parecen entonces haber sufrido algunas alteraciones por las pestes de 1348 y 1363, mantuvieron su papel dentro de las sociedades urbanas. Pero lo más llamativo del periodo es la gran difusión de las tendencias eremíticas y heterodoxas, muy semejantes a las que hay entonces en Italia. Las leyendas que rodean la fundación de la Orden de San Jerónimo insisten sobre los lazos existentes entre los fraticelli Pietro de Rigali o de Gualdo y su discípulo Tomasuccio da Foligno (c. 1319-1377) y los fundadores de los futuros conventos de Guisando y Valparaíso; un primer grupo de "hermanos" habría llegado a la Península después de 1343, probablemente hacia 1355-1356, y un segundo hacia 136744. Las pequeñas comunidades que se instalaron entonces en las sierras del norte de Toledo, de Córdoba y de Lisboa, y del sur de Burgos huían del mundo y esperaban la llegada del Espíritu Santo. Muchos individuos siguieron el mismo camino, como el canónigo toledano Fernán Yáñez de Figueroa que se retiró en la ermita de Santa María del Castañar y tomó el hábito de la "vida pobre", el antiguo tesorero del rey, Pedro Pecha, que abandonó el mundo en 1366, o el obispo de Jaén Alfonso Fernández Pecha que renunció a la mitra en 1368 para dedicarse, por consejo del devotus et laudabilis heremita fray Lorenzo de España, al servício de Santa Brígida45. Otros optaban por llevar una vida pobre y predicar "entre los omes simples, pastores e rusticos e labradores", amenizando a veces sus pláticas con relatos de visiones; a petición del canónigo Alfonso Fernández, Enrique II ordenó en 1371 que fueran apresados en Sevilla esos "malos christianos biguinos"46. Florecieron los beatos y las beatas cuya religiosidad debía mucho a la corriente de los franciscanos espirituales, como ciertas comunidades de Galicia y León claramente influidas por las ideas de Arnau de Vilanova47.

La guerra, extranjera y civil, que acabó con la muerte de Pedro I en Montiel pudo propiciar en los conventos cierta relajación o desórdenes, cuya importancia sin duda acrecentó la propaganda del vencedor, Enrique II, deseoso de darse por el restaurador de la religión. La multiplicación de los que huían del mundo, predicaban tesis cercanas a las de los fraticelli y llevaban una vida pobre y comunitaria sin ningún control clerical actuó también como detonante para que, en 1373-1374, el papa ordenara desde Aviñón una visita de pesquisa y corrección en todas las casas de Menores del reino de Castilla; la primera víctima fue el provincial de Castilla, Juan Díaz de Haro48.

Los intentos de reforma de los conventos no parecen haber pasado de las disposiciones que se promulgaron en 1375 en San Francisco de León, quizás por el profundo trastorno que creó el Cisma tres años después. La declaración de obediencia de Castilla al papa de Aviñón Clemente VII es de 1381 y suscitó problemas dentro de la orden franciscana; una leyenda posterior contó que la ceremonia no se hizo en el convento salmantino porque los frailes habían rezado toda la noche y se desató una tormenta49. Portugal escogió el partido de Urbano VI en 1378, luego se sometió a Clemente VII y volvió a la obediencia de Roma en 1386; desde 1382, la "nación" lusitana de la provincia de Santiago tuvo su propio provincial y empezó a actuar independientemente50.

El auge de la "nobleza nueva" a partir de los años 1370 y la religiosidad ostentosa de los reyes Enrique II, Juan I y Enrique III favorecieron en las últimas décadas del siglo el franciscanismo, fuera éste ortodoxo o heterodoxo. Los reyes se rodearon con confesores franciscanos: el catedrático de prima de teología de Salamanca, fray Diego López de Ribadeneyra, asistió con sus consejos a Enrique II; Enrique III conservó el confesor de su padre Juan I, el maestro en teología fray Fernando de Illescas que fue una de las figuras políticas más eminentes de los años 1378-1418, y escogió también a los frailes Alfonso de Aguilar y Juan Enríquez, que fue provincial de Castilla antes de convertirse en obispo de Lugo (1409-1418). Se dio paralelamente un nuevo impulso a las fundaciones. En la provincia de Santiago cuatro conventos masculinos fueron creados mientras que las comunidades femeninas ampliaban sus edificios. En Castilla aparecieron conventos en Jaén, Santo Domingo de Silos, Medina del Campo, Ávila y Ciudad Real; y, si Pedro I había propiciado la creación de Santa Clara de Astudillo en 1354 y Santa Clara de Tordesillas en 1363, Enrique II restauró la comunidad femenina de Jaén en 1371 y la de Palencia en 1378. El convento de Santa María de Toledo fue fundado en 1371-1373 por una viuda, María Meléndez, mientras que las hermanas Coronel creaban en Sevilla el de Santa Inés51.

El cisma, con la obediencia de Castilla a Clemente VII, fue una gran oportunidad para la universidad de Salamanca que tuvo, a partir de los años 1380, un rápido desarrollo que la llevó a ocupar un rango destacado entre las universidades europeas; los Menores desempeñaron pronto un papel activo en su enseñanza. En 1382 un capítulo provincial de la Orden, reunido por fray Pedro Segúndez en Toro, reguló el funcionamiento del studium de los franciscanos en Salamanca: se debían leer, en los cursos de filosofía, teología y Biblia, Aristóteles con sus glosas, los cánones y las Sentencias52. El primer catedrático de prima de teología de la universidad, en 1381, fue fray Diego López de Ribadeneyra; fray Diego de Badán, que estudió en París y Salamanca, rigió la cátedra de vísperas de esta última universidad entre 1403 y 1407, fecha en la que le sucedió fray Lope de San Román; hacia 1423, la cátedra de filosofía natural pertenecía a fray Gonzalo de Valbuena que obtuvo, en 1424, el cargo de profesor del estudio de la curia romana53. Numerosos frailes estudiaron entonces en Salamanca y completaron sus estudios en París o Bolonia; aunque Basilio Pergamo sólo mencione entre los addottorati de Bolonia a Aldovrandus de Lugo, que era maestro en teología en 1379, a finales de siglo, siendo bachiller, el portugués fray Alfonso d'Alpdio redactó allí un Ars praedicandi54. En cambio no se sabe dónde estudió fray Pedro Pérez de Burgos, autor de unos Sermones arboris y que redactó en 1399 sus Collationes ad diversos status55.

El apoyo dado a las comunidades conventual es y el auge de los estudios no impidieron la proliferación de actitudes heterodoxas que, en nombre de una "vida pobre" y de la vuelta al Evangelio, empujaban al eremitismo o a la vida errante, a la creación de beaterios y hasta a la herejía. La diversidad de tales actitudes y de las fundaciones que originaron hace difícil su atribución a una única influencia y no permiten siempre adscribirlas a una corriente; los valores franciscanos en su vertiente más radical, propia de los grupos de fraticelli o de Hermanos del Libre Espíritu, suelen estar presentes en casi todas, independientemente de la orden en que acabasen integrándose los beaterios. En 1383, por ejemplo, el ermitaño Bueso "e los otros hermitaños de la pobre vida", que habían conseguido una carta de protección de Juan I el año anterior, compraban una huerta en Urueña para establecerse, fundación que acabó convirtiéndose a mediados del siglo siguiente en "monasterio de Santa María de la Anunciación del Bueso de la Orden de San Benito"56. En 1388, sin embargo, empezaba en Italia el gran movimiento de reforma de los Menores, conocido como "Observancia" a partir de 1415, con Paoluccio Vagnozzi da Trinci que, veinte años antes, se había ido a vivir a la ermita de Brugliano. En 1392, los frailes Gonzalo Mariño, Diego Arias y Pedro Díaz, de la provincia de Santiago, consiguieron del papa la autorización de llevar una vida eremítica, y otros eremitorios fueron autorizados en 1396. En 1395, fray Pedro de Villacreces, hermano del obispo de Burgos y bachiller en teología, optó por una vida solitaria y fundó, poco después, el eremitorio de Santa María de la Salceda en la provincia de Castilla57.

El siglo XIV, que aparecía así como una época de asentamiento de los Menores, periodo intermedio entre el impulso de las primeras fundaciones y el gran movimiento de reforma del siglo XV, se caracterizó en realidad por grandes inquietudes, espirituales más que intelectuales, que originaron múltiples respuestas individuales y comunitarias. A la intransigencia de los fraticelli en rechazar el mundo se sumaba la religiosidad franciscana volcada hacia el tema del niño Jesús y la representación de la pasión de Cristo; detrás de ambas visiones del mundo está la teología augustiniana y escotista.

El siglo XV o el triunfo de la Observancia

Para la Orden franciscana, el XV es ante todo un siglo de reformas, intentadas a veces, conseguidas a menudo. Los diversos movimientos que, por la huida del mundo y la retirada al desierto o el deseo de reformar lo existente, habían ido apareciendo a l0 largo del siglo XIV, siempre al límite de la ortodoxia, se plasmaron en el XV y transformaron profundamente la Orden. Pero los cambios no se dieron solamente en la observancia más o menos intransigente de la Regla de San Francisco, sino también en las relaciones que los franciscanos mantenían con el resto de la sociedad, desde los reyes hasta los pobres, y con Roma.

A lo largo del siglo, el eremitismo siguió atrayendo a individuos, familias y pequeñas comunidades que, un día, abandonaban el mundo y se dedicaban a la "vida pobre" en alguna ermita. Paralelamente, numerosos grupos que habían escogido llevar una vida apartada solicitaron, después de una o dos generaciones de existencia, que se les concediera una regla o que se reconociera la que seguían; fue el caso de gran parte de las primeras fundaciones de los Jerónimos. Algunos, por otra parte, después de retirarse en una ermita acababan fundando otras, constituyendo así una red de comunidades unidas por un mismo estilo de vida: fray Gonzalo Mariño, que se había ido con dos compañeros en 1392, fundó por lo menos siete conventos en los quince años siguientes; Pedro de Villacreces acabó saliendo de la ermita de La Salceda para fundar, en 1404 la Domus Dei de La Aguilera en un lugar señalado por apariciones y signos celestiales, en 1405 San Antonio de La Cabrera y, hacia 1415, el convento de Scala Coeli del Abrojo58. De los ermitaños y frailes o laicos dedicados a vivir pobremente y pedir limosnas nacieron así, durante la primera mitad del siglo XV, numerosos conventos que, aunque aceptaran la Regla, la vivían más rigurosamente y no querían obedecer a los ministros -general y provinciales- ni pertenecer a las custodias existentes. El 25 de septiembre de 1409, para contrarrestar la dispersión, el papa Alejandro V -elegido ese mismo año en el Concilio de Pisa- en su bula Ordinem Fratrum Minorum mandó que ningún fraile se apartara de la obediencia debida a los ministros. Pero, en 1428, a petición de Juan II, Martín V por su bula Quanto acceptius acrecentó la autonomía y la independencia de las ermitas frente a los ministros conventuales y a los vicarios observantes.

El gran reformador en Castilla es indudablemente Pedro de ViIlacreces (c. 1362-1422), cuya labor fue recogida, proseguida y organizada por sus discípulos Pedro de Santoyo (c. 1377-1431), Pedro Regalado (1390-1456) y Lope de Salazar y Salinas (c. 1393-1463). Nacido en una familia noble, Pedro de Villacreces tomó el hábito a la edad de 14 años, estudió en Toulouse, París y Salamanca, y dejó el mundo para irse a vivir con unos compañeros en una cueva cerca de San Pedro de Arlanza; hacia 1386 habría fundado su primera casa, Nuestra Señora de La Salceda, y cerca de veinte años después la que fue casa madre de su reforma, el eremitorio de La Aguilera en la diócesis de Osma, donde se formaron sus tres discípulos59. Al ver amenazada la casa de La Aguilera que querían anexionar los frailes de Santo Domingo de Silos, Pedro de Villacreces se encaminó hacia Constanza en 1418 y obtuvo del papa lo que se conoce como "Constituciones Apostólicas" y es el reconocimiento oficial de la reforma villacreciana. Las normas que rigieron las comunidades de La Salceda, La Aguilera y El Abrojo insistían sobre la pobreza -que uno "debe amar dentro de su corazón y mediante sus obras"- y la estricta observancia de la Regla; la reclusión, el silencio, una dieta muy frugal acompañaban las 12 a 13 horas diarias dedicadas a la oración en casas que debían de edificarse siempre en lugares solitarios, lejos de las poblaciones, mientras que el estudio sólo se autorizaba a un número reducido de frailes escogidos. La principal característica de la reforma de Villacreces, sin embargo, es su sujeción total a la autoridad de los ministros: los villacrecianos no deseaban separarse de la Orden, sino vivir la Regla de forma más estricta. Los frailes vistieron el hábito como los demás, aunque el suyo fuera más pobre, y su entendimiento de la pobreza se basaba en el Evangelio, la Regla, las doctrinas de san Francisco, las Constituciones Generales de Lyon y París y los cinco fundamentos de la controversia entre espirituales y conventuales ante Clemente V60. Preocupado ante todo por "medir el tiempo y ocuparlo todo sin que pudiese aver ociosidad"61, Pedro de Villacreces redactó un Memorial de los oficios activos y contemplativos de los frayles Menores, y tenemos de él una carta manuscrita62.

Pedro de Santoyo, después de residir en el eremitorio de La Aguilera, se fue a Tierra Santa y, a la vuelta, tomó quizás contacto con los reformadores italianos, en particular Bernardino de Siena63. Entre 1407 y 1431, año en que murió, Pedro de Santoyo fundó varios conventos y reformó otros; dio a todos una Regla tan estricta que Pedro de Villacreces le habría aconsejado la moderación. Su austeridad, sin embargo, atrajo el interés de los grandes: el convento de Nuestra Señora de la Consolación de Calahorra fue fundado en 1427 en un lugar que le dieron el adelantado don Pedro Manrique y su mujer doña Leonor de Castilla, mientras que el de Nuestra Señora de Esperanza de Valdescopezo lo fue a instancia del almirante de Castilla, don Fadrique Enríquez. Francisco Calderón le atribuye también la reforma del convento de Valladolid y asegura que creó, con las comunidades que seguían su Regla, una custodia distinta que se convirtió en 1478 en la primera custodia observante en España -con 23 conventos- y tomó el nombre, en 1518, de provincia de la Purísima Concepción de Nuestra Señora64• De hecho, en 1443, el papa Eugenio IV había confirmado la elección de fray Luis de Saja como "custodio de los frailes observantes de la provincia de Castilla" y "vicario y visitador de algunos lugares de la provincia de Santiago", sujetándolo al vicario general de la Observancia Ultramontana, fray Juan Maubert65.

Si Pedro de Santoyo se inspiró en la reforma de Villacreces para la suya, Lope de Salazar y Salinas fue el verdadero discípulo y seguidor de Pedro de Villacreces, al que acompañó hasta su muerte. Siempre dentro de la obediencia a los ministros de la Orden, y con la protección del condestable de Castilla, don Pedro Fernández de Velasco, conde de Haro, el burgalés Lope de Salazar fundó entre 1424 y 1454 ocho conventos masculinos que constituyeron, entonces, una custodia independiente dentro de la provincia de Castilla, aunque sujeta a la autoridad del ministro provincial, la custodia de los Menores; a petición de la mujer del condestable, doña Beatriz Manrique, Lope de Salazar fundó también tres comunidades femeninas en Briviesca, Belorado y Santa Gadea, que dejarían en 1460 la Regla de la Tercera Orden para adoptar la de las clarisas. De 1454 a 1463, Lope de Salazar ejerció como confesor de los condes de Haro, fundó cinco nuevos conventos y redactó dos Satisfacciones (en 1457 y 1461) para responder a las acusaciones de rigor extremo que lanzaban en contra de sus fundaciones los miembros de la custodia de Santoyo; se le debe, por otra parte, el texto de las primeras constituciones de la custodia, redactadas en 1457 con el título de Memorial de la vida y ritos de la custodia de Santa María de los Menores66.

Del mismo modo que Lope de Salazar, Pedro Regalado fue uno de los discípulos favoritos de Pedro de Villacreces, al que sucedió al frente de las casas de La Aguilera y El Abrojo que siempre mantuvo dentro de la obediencia a los ministros de la Orden. Su piedad, la austeridad de su vida y su caridad, así como los milagros que se le atribuyen, durante su vida y en los meses que siguieron su muerte en 1456, le valieron una canonización en el siglo XVII67.

La pobreza y la huida del mundo caracterizan indudablemente la reforma villacreciana. En 1461, en sus segundas Satisfacciones, Lope de Salazar estableció una "Escala de la santa pobreza corporal para desarraigar del cuerpo los vicios y fraguar las virtudes en el alma, por el orden de la cual por abnegación verdadera de todo sube el religioso simple al alto amor de Dios y del prójimo". La escala se dividía en dos, la de "la más alta riqueza del alma" y la de "la santa pobreza corporal", e incluía grados de perfección a través del renunciamiento de sí mismo, la pobreza extrema, el silencio y la clausura, la virginidad y castidad del cuerpo y del alma, la oración y la devoción, y la obediencia perfecta68. Pero la reforma villacreciana no deseaba crear una escisión dentro de la Orden y siguió bajo la autoridad de los ministros, aun cuando el gran movimiento de reforma u observancia había obtenido su independencia y se regía por vicarios.

Mientras que los reformadores daban a las casas que fundaban una regla específica, algunos conventos desde principios del siglo XV habían escogido vivir según la "estricta observancia de la Regla de San Francisco". El capítulo provincial de Cuenca de 1417 acordó así señalar en cada custodia de la provincia de Castilla una casa donde los frailes que lo quisieren pudiesen "vivir según la Regla y la tradición entera de San Francisco, y observar esta regla estricta y firmemente"69. El Bullarium Franciscanum recoge, para los años siguientes, los nombres de numerosos conventos, nuevos o antiguos, que solicitaron vivir in debita observantia. La proliferación de los observantes y el celo a veces intempestivo que ponían en querer reformar a su vez a sus hermanos de hábito originaron pronto, por lo menos desde ese mismo año de 1417, enfrentamiento s con los no reformados, también llamados conventuales o claustrales. En 1427, el capítulo provincial de Castilla reunió a conventuales, observantes y "eremitorios" para llegar a un acuerdo: los primeros cedieron a los observantes un convento en cada custodia, pero los observantes se comprometían a recibir a los ministros en sus casas y a obedecerles, y se prohibió que los observantes fueran acogidos en casas de claustrales. Una bula papal, expedida el 28 de diciembre de 1427, sancionó la concordia70. Seis meses después, sin embargo, Martín V aumentaba la autonomía e independencia de los "eremitorios" frente a observantes y conventuales71.

Los observantes no se conformaron con la concordia de Medina del Campo de 1427 e intentaron independizarse de la jurisdicción de los ministros. Para ello encontraron un aliado en la persona del rey Juan II de Castilla, que se dirigió al papa. En 1434, Eugenio IV confirmó la existencia del movimiento observante de Castilla, le concedió los mismos privilegios que disfrutaban los observantes de Francia, los eximió de la sujeción a los ministros y les permitió elegir sus propios vicarios; los observantes recibían además la facultad de reformar los conventos cuyos miembros, en su mayoría, lo solicitasen72. Oficialmente reconocidos, gozando de la protección real-a partir de 1436, el 4 de octubre, día de San Francisco, fue considerado feriado en el reino de Castilla-, los observantes tomaron entonces muy en serio la tarea de reforma de los claustrales. El confesor del rey de Navarra, fray Francisco de Soria, y el de la reina de Castilla, fray Sancho de Canales, fueron encargados por Roma de reformar conventos masculinos y femeninos. En 1443, fray Luis de Saja se convirtió en Custodio y Vicario de los observantes de las provincias de Castilla y Santiago; el mismo día una bula le concedía licencia para "recibir" cuatro casas en la observancia73.

Las "reducciones a la observancia" no siguieron siempre la pauta indicada por Eugenio IV en 1434, y en algunos casos el papa tuvo que intervenir para reprimir abusos y violencia, como en Palencia en 1444, donde los observantes, encabezados por el guardián del convento y el arcediano de Toro, expulsaron los claustrales no sólo del convento, sino también de una iglesia próxima donde se habían refugiado, o en Córdoba en 1452, donde ciertos frailes que "simulaban vivir en regular observancia" se dedicaron a ofender, injuriar y agredir a sus hermanos; al contrario, el ministro provincial de Castilla fue acusado en 1445 de molestar a los conventos observantes de la custodia de Sevilla74.

En 1446, los observantes consiguieron por fin del papa la separación y autonomía de las dos familias franciscanas de conventuales y observantes; los vicarios ya no dependían de los ministros y cada familia podía celebrar sus propios capítulos provinciales o generales. Los conventos reformados por Pedro de Santoyo entraron en la familia de los observantes sub vicariis, mientras que las casas fundadas por Pedro de Villacreces y Lope de Salazar obtenían de Nicolás V la posibilidad de ser observantes sub ministris75. Aparecieron entonces vicarías y nuevas custodias, en particular la vicaría de Castilla bajo la autoridad de fray Alfonso Borox, la Vicaría de Santiago con fray Juan de Santa María, la custodia de Sevilla y la custodia de Santoyo con Luis de Saja. Alfonso Borox, hasta su muerte acaecida en 1469, puso su empeño en conseguir que todos los observantes, o sea, los reformados por Villacreces, Santoyo y Lope de Salazar, dependieran de los vicarios; en 1471 la custodia de los Menores de Salazar y, diez años después, la vicaría de La Aguilera de Pedro de Villacreces y Pedro Regalado fueron reducidas a la obediencia de los vicarios. Pese a la aparición, en 1489, de una nueva custodia observante, la de los Angeles, la reforma de los franciscanos del reino de Castilla se convirtió en asunto de Estado con los Reyes Católicos. En 1499, el confesor de la reina, fray Francisco Jiménez de Cisneros, fue nombrado reformador general de las órdenes mendicantes en España76.

Los reformadores habían huido del mundo y buscaban vivir su espiritualidad en lugares solitarios y apartados. Los observantes, al contrario, querían vivir en el mundo pero volviendo a la Regla primitiva de San Francisco. Todos despreciaban los bienes materiales y los estudios: una de las quejas que transmitieron a Roma los conventuales de Palencia brutalmente expulsados de su casa en 1444 fue que había en su convento un antiguo studium de filosofia y Sagradas Escrituras, que no podía interesar a los observantes, conocidos por ser incultos y despreciar los estudios. Entre otras recomendaciones, Eugenio IV mandó que se hiciera una investigación sobre el celo intelectual de los observantes". No deja de ser cierto que en los conventos reformados, como San Francisco de Valladolid después de 1433, desaparecieron los títulos universitarios que antes llevaban miembros de la comunidad" y que, ya en 1420, fray Fernando de Oviedo, maestro en teología por la universidad de Toulouse, había tenido que recurrir al papa para ser aceptado en su convento cuya comunidad había renunciado a los grados en 140979.Los intelectuales franciscanos de la época, con escasas excepciones, fueron conventuales, como Fernando de San Martín, guardián de San Francisco de Valladolid, que fue durante más de treinta años catedrático de teología en la universidad; Pedro de Castrovol que enseñó en la segunda mitad del siglo XV en la universidad de Lérida, pese a haber nacido en Mayorga de Campos y, con gran probabilidad, fray Iñigo de Mendoza, autor de la Vita Christi, que acabó sus días en San Francisco de Valladolid80.Otros dejaron su vida anterior al ingresar en la observancia, como Fernando de Ontiveros, maestro en teología y catedrático de astrología en Salamanca en 1476, que abandonó su carrera y llegó a ser vicario provincial, o Rodrigo Jiménez de Cisneros que era bachiller en Derecho y capellán mayor del obispado de Sigüenza cuando, en 1484, dejó el mundo, mudó su nombre por el de Francisco e ingresó en los franciscanos observantes81.

Las diversas modalidades adoptadas por los franciscanos para acercarse más al ideal de pobreza y a la perfección no dejaron indiferentes a los laicos. Las reformas y la observancia estricta de las reglas monásticas y religiosas gozaron, en general, del apoyo del conjunto de la sociedad: mientras que los grandes ayudaban a fundar conventos y tomaban por confesores a observantes y reformadores, los habitantes de las ciudades seguían con vigilancia los intentos de reforma y favorecían con sus donaciones inter vivos o post mortem las comunidades que no se apartaban de la estricta observancia82. Los infantes de Aragón, durante el reinado de Juan II de Castilla, escogieron confesores observantes -Francisco de Soria en el caso del rey de Navarra y fray Sancho de Canales en el de su hermana la reina de Castilla-, así como lo hicieron la reina Blanca de Navarra, que tuvo a fray Pedro de Beraiz del convento de Tudela, y la segunda esposa de Juan II, Isabel de Portugal, cuyo confesor, fray Alfonso Palenzuela, fue luego obispo de Ciudad Rodrigo (1460-1469) y de Oviedo (1469-1485) mientras efectuaba embajadas por el rey Enrique IV. Ese mismo Enrique IV, que obtuvo del papa en 1455 licencia para fundar en Segovia el convento de San Antonio de Padua para los observantes83, tenía por confesor hacia 1460 a fray Alfonso de Espina que, ocho años antes, figuraba como regente de teología en el convento de San Francisco de Salamanca. Isabel la Católica tuvo por predicador a Iñigo de Mendoza y por confesor a Francisco Jiménez de Cisneros84.

El mayor o menor grado de observancia de la regla de san Francisco, si bien importante, no fue el único motivo del fervor de los castellanos hacia los franciscanos. Estos ofrecían una visión del mundo y una espiritualidad, capaces de seducir a los que oían sus sermones y se confesaban con ellos. Las obras de Iñigo de Mendoza (1425-1508) como las de fray Ambrosio de Montesino (c.1450-15l4) son reveladoras de una religión que trata de despertar "la ternura, el espanto, el amor, la compasión, la alegría", o sea, "emociones", y para ello recurre a "los exempla y las comparaciones sencillas y atractivas", utiliza metáforas e hipérboles así como efectos "retórico-impresionistas", y salpica su discurso con ataques y críticas a los poderosos85. De hecho, las lecturas de los frailes mezclaban obras ortodoxas y autores heterodoxos. En las que recomendaban Pedro de Villacreces y Lope de Salazar coexistían la Biblia, las reglas y crónicas de San Francisco, las Collationes Patrum y las Institutiones de Casiano, la Scala Paradisi de Juan Climaco y obras de o atribuidas a San Buenaventura, San Jerónimo, San Bernardo, San Gregorio, San Agustín y Santa Clara con las Flores, la Historia septem tribulationum de Angel Clareno y obras de "santa" Ángela de Foligno. Por la misma época, en los conventos observantes portugueses estudiados por José Adriano Freitas de Carvalho circulaban, entre otras obras espirituales, la Vita Christi de Ludolfo de Sajonia, el Libro del desprecio del mundo del abad Isaac de Nínive, las Revelaciones de Santa Brígida, el Arbor vitae crucifixae de Ubertino da Casale, los Floretos de Sant Francisco y el Flos sanctorum86. Sabemos también que se leían en Castilla las obras proféticas y milenaristas del médico catalán Arnau de Vilanova -en particular su Vae mundo in centum annis-, de fray Juan de Rocatallada y de Francesc Eiximenis, así como los Vaticinia de summis pontificibus o el Oraculum Cyrilli87. Las predicaciones incluyeron sin duda parte de las profecías y signos maravillosos que transmitían algunas de esas obras, así como la crítica social, la devoción a la Pasión de Cristo y a la Virgen María y los relatos de visiones. Los franciscanos propiciaron el culto a la Vera Cruz, o sea, a los instrumentos de la Pasión, a través de la creación de múltiples hermandades88. En 1455, San Antonio de Padua se apareció en Navas pidiendo que se fundara en su honor una cofradía y se hiciera una iglesia en el camino a Segovia; hizo incluso un milagro para confirmar su mandamientd89.

No todos los predicadores eran ortodoxos y, en 1425, el papa condenó enérgicamente a aquellos fratres errantes et delinquentes que, en nombre del Espíritu Santo, animaban a sus oyentes en contra del clero secular90. Veinticinco años después, en junio de 1450, el papa condenó a ciertos observantes de España que, "tanto en sus predicaciones públicas como en sus conversaciones privadas", diseminaban errores y suscitaban discordias91. Y, si desconocemos el contenido de la predicación de fray Manuel de Valladolid que iba de ciudad en ciudad hacia 1435 "con gran aplauso de los hombres y lucro de las almas"92, en cambio sabemos que hacia 1461 fray Fernando de la Plaza, en un violento sermón contra los conversos, protagonizó un escándalo al afirmar que tenía más de cien prepucios de niños cristianos que sus padres habían circundado93

La herejía de Durango, que acabó en 1442 con la condena y quema de los "obstinados en su heregia" en Valladolid y Santo Domingo de la Calzada, se originó, según la Cuarta Crónica General de 1460, "por cabsas de algunos sermones e pedricaciones que ficieron unos frailes de Sant Francisco de la Observancia contra el santo matrimonio". De hecho, su principal responsable, fray Alfonso de Mella, ya había sido condenado varias veces por el contenido de sus sermones y se le había privado de su función sacerdotal; en 1435 y 1436 se le volvió a prohibir predicar en público. Los testimonios concuerdan en que el contenido de la predicación de Mella y de sus acólitos es un compendio de la doctrina de los espirituales y fraticelli, de los seguidores de Juan Wiclif y de Juan Hus, y de los Hermanos del Libre Espíritu. Aunque Alfonso de Mella huyera a Granada, uno de sus seguidores, fray Guillén, volvió a Sevilla donde siguió predicando sus ideas hasta acabar en la hoguera94.

La mezcla de crítica social, diatribas en contra de los prelados ricos, largas disgresiones sobre la vida y la Pasión de Cristo y profecías más o menos mesiánicas o milenaristas que alimentaba la predicación observante encontró a partir de mediados del siglo XV un nuevo blanco, los conversos. Alfonso de Espina, que dio en 1454 en Valladolid 23 sermones sobre el nombre de Jesús y en 1457 en Plasencia predicó la Cruzada, terminó hacia 1461 su Fortalitium fidei en el que se hacía eco de todos los rumores de envenenamientos, profanaciones de hostias y sacrificios de niños cristianos por los judíos los Viernes Santos95. Según las Crónicas de la Orden jerónima, en agosto de 1461 "fray Pedro Ferrer, vicario provinçial de la orden del glorioso padre sanct Francisco de la provincia de Castilla y Galicia, y el maestro fray Alonso de Borox, y el maestro fray Alonso Despina confessor del rey don Enrrique el quarto" invitaron a los jerónimos a "ayudar y a poner las manos para llevar el trabajo tan grande que passava y se padeçia en estos reynos, en lo que andava tan roto y publico en ellos, que muchos de los judios convertidos perseveravan en su mala y perversa oppinion, y no creyan que Cristo era el Mexias prometido en la ley"96. Los franciscanos fueron luego a Madrid "a notificar al Rey como en sus reynos avia grande heregia de algunos que judaizaban ( ... ) suplicandole que mandase hacer inquisicion sobre ello para que fuesen castigados"97.

No todos los oyentes de los sermones hechos por observantes se volvieron herejes o pidieron la creación de un tribunal de Inquisición, pero es indudable que el mensaje franciscano hizo una mella profunda en las mentes. En el notable estudio que Alain Milhou dedicó a la mentalidad mesiánica de Cristóbal Colón aparecen claramente los rasgos más específicos del franciscanismo español de finales del siglo XV: devoción a San Juan Bautista, san Francisco, San Cristóbal, la Trinidad y la Inmaculada, valoración de la humildad y de las limosnas, tendencias al adamismo o mito de la inocencia primitiva, visión escatológica y apocalíptica del mundo, espíritu misional, afición a las profecías, mesianismo y milenarismo98. Más allá del propio auge de la Orden, su éxito en la península Ibérica se fundó indudablemente en su capacidad de ofrecer a las inquietudes de grandes y pequeños respuestas que mezclaban temas sociales, rechazo de un mundo corrupto, esperanzas milenaristas, emociones y afectividad.

Cuando Francisco Jiménez de Cisneros se hizo cargo, en septiembre de 1499, de la reforma de la Orden, todos los grupos reformados ya pertenecían a la Regular Observancia; apoyado por los Reyes Católicos, el entonces arzobispo de Toledo luchó por la reunificación de toda la Orden bajo un general observante, idea que, pese a intentos segregacionistas en la provincia de Santiago, se plasmó en el capítulo general de Roma de 1517 y la bula Ite vos de León X que daba la precedencia y el nombre de Ordo Fratrum Minorum, así como el sello de la Orden, a los observantes99; las primeras provincias observantes de España aparecieron: Andalucía (1499), Burgos (1514), Los Angeles y Mallorca (1517), la Concepción (1518), Cartagena (1520).

Dominantes en la Península donde su mensaje alcanzaba reyes y pobres, los franciscanos españoles participaron plenamente de la expansión de los siglos XVI y XVII. Los generales de la Orden fueron mayormente españoles o procedentes de la Italia que gobernaba España y los capítulos generales se celebraron alternativamente en Italia y en España. Cincuenta y siete franciscanos participaron en el Concilio de Trento, de los que diecisiete eran teólogos100. Los observantes habían suavizado, desde mediados del siglo XV, el rigor de la Regla y, amén de poseer grandes conventos, habían vuelto a los estudios: en el convento de La Rábida, Colón tuvo así fructíferas conversaciones con frailes cosmógrafos, astrólogos y fisicoso Encargados con los dominicos de la evangelización de los indios de América, los franciscanos se dedicaron con entusiasmo a la tarea misionera e intentaron crear en el "nuevo mundo" una nueva sociedad a través de la enseñanza. Fray Bernardino de Sahagún, fray Andrés de Olmos, fray Toribio de Benavente, fray Diego de Landa y fray Jerónimo de Mendieta ofrecieron en sus obras una visión de América que moldeó las ideas europeas respecto del nuevo continente, de sus habitantes e historia, mientras que decenas de franciscanos, siguiendo el ejemplo de fray Juan de Zumárraga, adoctrinaban a los indios en sus escuelas y colegios, transmitiéndoles su peculiar visión de la humanidad, de la religión y de la salvación101. La sombra del franciscano ideado por Eisenstein en ¡Que viva México! se extendía entonces por ambos lados del Atlántico: Miguel de Cervantes, Lope de Vega y Pedro Calderón de la Barca fueron terciarios franciscanos.

 

 

NOTAS

1. Antonio GARCÍA y GARCÍA, "La vida monástico-religiosa en tiempo de S. Francisco", Antonianum, 57 (1982), p. 60-93; Francisco Javier PEÑA PÉREZ, "Expansión de las órdenes conventuales en León y Castilla: franciscanos y dominicos en el siglo XIII", III Semana de Estudios Medievales. Nájera, 1992, Logroño, Instituto de Estudios Riojanos, 1993, p. 179-198.

2. Jacgues LE GOFF, "Apostolat mendiant et fait urbain dans la France médiévale: I'implantation des ordres mendiants", Annales E.S.e., 1968, p. 335-345; Y "Ordres mendiants et urbanisation dans la France médiévale", Annales E.S.e.,1970.

3. André VAUCHEZ, La spiritualité du Moyen Age occidental, VllIe-XIlIe siécle, Paris, Le Seuil, Points Histoire, 1994, p. 95-118.

4.  Michel MOLLAT, Les pauvres au Moyen Age. Etude sociale, Paris, Hachette, 1978, p. 147-164.

5. Gregorio IX creó en 1232 el tribunal de la Inquisición y lo confió a los mendicantes. El procedimiento por vía de inquisitio se fundamentaba en los libros 48 y 49 del Digesto, en el Codex, XIX y en las Decretales de Gregorio IX; era en principio reservado a las causas de herejía y crímenes contra el Estado (alteración de la moneda) y permitía que un solo magistrado acumulase las funciones de acusación, investigación y jurisdicción. Aparece ya como un procedimiento ordinario en el Speculum Judiciale del obispo de Mende, Guillaume Durand (c. 12301296), redactado hacia 1271-1276.

6. Saturnino ALVAREZ TURIENZO, OSA, "La transformación del concepto de naturaleza en el siglo XII", La Ciudad de Dios, 176 (1963), p. 520-541.

7. La fórmula aparece en particular en la Summa Institutionum, I, 2, de Placentino (c.-1135-c.II92), primer gran comentario escolástico relativo al derecho natural.

8. Walter ULLMANN, The Individual and Society in the Middle Ages, Baltimore, 1966; Colin MORRlS, The discovery of the individual, 1050-1200, J 972 (reed. Medieval Academy of America, 1991).

9. Lucae TUDENSIS, De altera vita fideique controversiis, ed. por Juan de Mariana, Ingolstadt, 1612, Libro II, cap. X y XI; p. 101: " ... in manibus et pedibus beati Francisci quatuor apparuerunt signa clavorum in Christi milite demonstrantes perfectam de luctamine mundi victoriam et sui regis lesu Christi sequelam existere signo quatuor clavorum Dominicae passionis ... ".

10. François d'ASSISE, Ecrits, ed. por Th. Desbonnets y J. F. Godet, Paris, Sources Chrétiennes, 1981, pp. 268-269, cit. por André VAUCHEZ, La spiritualité du Moyen Age occidental. .. , op. cit., p. 135.

11. Recogida en la obra Actus Beati Francisci et sociorum eius, de donde pasó a las Florecillas, y luego a la Chronica XXIV Generalium de finales del siglo XV, la leyenda es todavía recordada por lsaac Vázquez en el artículo "Franciscanos" del Diccionario de Historia Eclesiástica de España, Madrid, CSIC, 1972. Sobre su crítica y significado, así como para los datos relativos a la difusión de la Orden franciscana en España, vid. José GARCÍA ORO, Francisco de Asís en la España medieval, Santiago de Compostela, CSIC, 1988, obra en la que se fundamenta en gran medida el trabajo aquí presentado.

12. Conrad EUBEL, Bullarium Franciscanum, I, 24.

13. José GARCÍA ORO, Francisco de Asís en la España medieval, op. cit., p. 53-59, titula ese capítulo "Milicias pontificias".

14. José GARCÍA ORO, Francisco de Asís en la España medieval, op. cit., p. l77-l78.

15. Según el Provinciale Ordinis Fratrum Minorum vetustissimum, de Paulino de Puzzole (ed. por EUBEL en el Bullarium Franciscanum, V), en 1340 Navarra era una de las custodias de la provincia de Aragón; las de Castilla eran Vitoria, Burgos, Palencia, Segovia, Soria, Toledo, Sevilla y Murcia; las de Santiago de Compostela eran Santiago, Orense, León, Zamora, Salamanca, Coimbra y Lisboa (Fr. de SESSEV ALLE, Histoire générale de l'Ordre de saint François, Paris, 1935).

16. Anastasio LOPEZ, Obispos en el Africa septentrional desde el siglo XllI, Tánger, 1941. Antonio UBlETO ARTETA, Listas episcopales medievales, Zaragoza, 1989,I, p. 228-229.

17. Peter LINEHAN, La Iglesia Española y el Papado en el siglo XIII, Salamanca, 1975, p. 286-287, sobre la "decadencia" y la "corrupción" del clero, y p. 277-281 sobre la evaluación del papel de los mendicantes en Castilla.

18.   José GARCÍA ORO, Francisco de Asís en la España medieval, op. cit., p. 37-44.

19. Williel R. THOMSON, "The Image of the Mendicants in the Chronicles of Matthew París", Archivum Franciscanum Historicum, 70 (1977), p. 3-34; José GARCÍA ORO, Francisco de Asís en la España medieval, op. cit., p. 49, n. 47.

20.   Jose GARCÍA ORO, Francisco de Asís en la España medieval, op. cit., p. 91-235.

21. M. FEROTIN, Recueil des chartes de l'abbaye de Silos, Paris, 1897, p. 312-314, cit. por Peter LINEHAN, "A tale of two cities: capitular Burgos and mendicant Burgos in the thirteenth century", Church and City, 1000-1500 (Essays in Honour of Christopher Brooke), ed. por D. Abulafia, Cambridge University Press, 1992, p. 96.

22.  Peter LINEHAN, La Iglesia española y el Papado en el siglo XIll, op. cit., p. 280.

23. Peter LINEHAN, La Iglesia española y el Papado en el siglo Xlll, op. cit, p. 277; Antonio UBlETO ARTETA, Listas episcopales medievales, op. cit.

24. Auguste PELZER, "Un traducteur inconnu: Pierre Gallego, franciscain et premier évéque de Carthagéne (1250-1267)", Miscellanea Francesco Ehrle, Città del Vaticano, 1924, 1, p. 407-456; Anastasio LOPEZ, "Fray Pedro Gallego, primer obispo de Cartagena (1250-1267)", Archivo Ibero Americano, 24 (1925), p. 65-91; Repertorio de Historia de las Ciencias Eclesiásticas en España, lIl (Salamanca, 1971), p. 302, nº 469; José GARCIA ORO, Francisco de Asís en la España medieval, op. cit., p. 216-218; Johannes AEGIDlUS ZAMORENSIS, Historia naturalis, ed. por Avelino Domínguez Garcia y Luis Garcia Ballester, Valladolid, Junta de Castilla y León, 1994, p. 34.

25. Juan GIL DE ZAMORA, De preconiis Hispaniae Liber, ed. por Manuel de Castro y Castro, O.F.M., Madrid, 1955; Manuel CASTRO, "La "Legenda prima" de San Antonio según fr. Juan Gil de Zamora", Archivo Ibero Americano, 34 (1974), p. 551-612; Manuel CASTRO, "Johannes Aegidii Zamorensis O.F.M. Contra venena et animalia venenosa. Introducción, edición y notas", Archivo Ibero Americano, 36 (1976), 3-116; Johannes AEGIDIUS ZAMORENSIS, Historia naturalis, ed. por Avelino Domínguez García y Luis García Ballester, op. cit.

26. Vicente BELTRÁN DE HEREDlA, Cartulario de la Universidad de Salamanca (1218-1600), t. I, Salamanca, 1970, p. 58-99: "El profesorado de la universidad de Salamanca en el siglo XIII". No había entonces cátedras de teología, pero los franciscanos podrían haber regido las de filosofía.

27. Repertorio de Historia de las Ciencias Eclesiásticas en España, I, p. 240-241 y III, p. 268; Historia de la Teología española, Madrid, FUE, 1983, t.l, p. 474-478; Barnabas HUGHES, OFM, "Franciscans and Mathematics", Archivum Franciscanum Historicum, 76 (1983), p. 101 Y 103.

28. Car. JOURDAIN, Index chronologicus chartarum ... universitatis parisiensis, Paris, 1862, nº CCCLllI, p. 74. Mencionados por Isaac VAZQUEZ, "Repertorio de franciscanos españoles graduados en teología durante la Edad Media", RHCEE, 3, Salamanca, 1971, p. 235-320.

29. Jofré de LOAYSA, Crónica de los reyes de Castilla, edición, traducción y notas de Antonio García Martínez, Murcia, 1982, p. 158; Manuel NUÑEZ RODRlGUEZ, "lconografia de humildad: el yacente de Sancho IV", Boletín del Museo Arqueológico Nacional, III (1985), p. 169-175.

30. Anastasio LOPEZ, OFM, "Confesores de la familia real de Castilla", Archivo Ibero Americano, 31 (1929), p. 5-75; Diccionario de Historia Eclesiástica de España, Suplementos, artículo "Confesores franciscanos de los reyes de España".

31. P. Leo AMOROS, OFM, "Aegidii Romani lmpugnatio doctrinae Petri loannis Olivi ano 1312, nunc primum in lucem edíta (Disseritur de mente Concilii Viennensis in causa P.l.Olivi)", Archivum Franciscanum Historicum, 27 (1934), p.399-451. Gil de Roma, en su Impugnatio doctrinae Petri lohannis Olivi, reafirmó, en el articulo 16, que: "debet inde habere religiosus usum pauperem de rebus, id est usum sobrium. Sobrietas autem, sicut et alie virtutes, consistit in medio".

32. La bibliografía sobre Alvaro Pelayo, autor en particular de una Apologia pro Johanne XXII adversus Marsilium Patavinum et Guillelmum Ockham, es muy abundante. Vid. Antonio Domingues de Sousa COSTA, Estudos sobre Alvaro Pais, Lisboa, 1966; Repertorio de Historia de las Ciencias Eclesiásticas en España, III, p. 244, n.38; Historia de la Teología Española, op. cit., t.l, p. 478-479; M. DAMIATA, Alvaro Pelagio. Teocratico scontento, Florencia, 1984.

33. Avelino FOLGADO, OSA, "La controversia sobre la pobreza franciscana bajo el pontificado de Juan XXlI y el concepto de derecho subjetivo", La Ciudad de Dios, 172 (1959), p. 73-133; Louis DUVAL-ARNOUD, "La Constitution cum inter nonnullos de Jean XXII sur la pauvreté du Christ et des Apótres: rédaction préparatoire et rédaction définitive", Archivum Franciscanum Historicum, 77 (1984), p. 406-420. Vid. también María Luz RÍOS RODRÍGUEZ, "Conventualismo y manifestaciones heréticas en la Baja Edad Media", III Semana de Estudios Medievales, Logroño, 1993, p. 129-l 60.

34. Pedro Tomás, que estudiaba en Paris en 1303, pertenece a la escuela scotista, pero su pensamiento se orientó progresivamente hacia un realismo extremo, luego conocido como "formalismo". Vid. Repertorio de Historia de las Ciencias Eclesiásticas de España, III, p. 307, n.507; Historia de la Teología Española, T, p. 479; Martí de BARCELONA, "Fra Pere Tomas, Doctor strenuus et invincibilis", Estudis Franciscans, 1927, p. 90-103; Pius KUNZLE, O.P. , "Mitteilungen aus Codex Mazarine 3490 zum Schrifttum des Franziskaners Petrus Thomae, vorab zu seinen Quaestiones in Metaphysicam", Archivum Franciscanum Historicum, 59 (1966), p. 3-37.

35. Pius SAGUES AZCONA, OFM, Doctoris fundati Petri de Atarrabia sive de Navarra  O.F.M., primum Sententiarum scriptum, Madrid, CSTC, 1974; RHCEE, IU, p. 304, n.484; Historia de la Teología Española, I, p. 479-485.

36. José GARCIA ORO, Francisco de Asis en la España medieval, op. cit., p. 242 Y 270.

37. Jesús ESTEBAN DE SADABA, "Tendencias eremíticas entre los franciscanos españoles hasta finales del siglo XVI", España Eremítica, Pamplona, 1970, p. 571-585.

38. José GARCíA ORO, Francisco de Asís en la España medieval, op. cit., p. 299-300 Y 324.

39. Antonio UBIETO ARTETA, Listas episcopales medievales, op. cit. Isaac VÁZQUEZ, "Aportaciones histórico-literarias a la historia del pensamiento medieval en España", Antonianum, 47 (1972), p. 641-684, señala como causas probables de la expulsión de Álvaro Pelayo tanto su intransigencia para con sus fieles como su lealtad hacia Castilla.

40. Félix LOPES, "Franciscanos de Portugal antes de formar en provincia independiente. Ministros provinciales a que obedecían", Archivo Ibero Americano, 45 (1985), p. 349-451.

41. Repertorio de Historia de las Ciencias Eclesiásticas de España, I, p. 248-249. Gil de Roma (c. 1245-1316) estudiaba en París en la misma época que Juan Gil de Zamora y escribió en contra de las teorías de los espirituales; el De regimine principum fue redactado para el futuro Felipe IV de Francia.

42. José María POU y MARTI, OFM, "La leyenda del Preste Juan entre los franciscanos de la Edad Media", Antonianum, 20 (1945), p. 63-96. El Libro del conoscimiento de todos los reynos y tierras y señoríos que son por el mundo y de las señales y armas que han cada tierra y señorío por sy y de los reyes y señores que los proveen fue publicado por Marcos Jiménez de la Espada en Madrid en 1877.

43. Luis Vicente DÍAZ MARTÍN, "El pontificado y Castilla en el marco de las relaciones internacionales a mediados del siglo XIV", Archivos Leoneses, 70 (1981), p. 351-386.

44. José Adriano Freitas de CARVALHO, Nas origens na Península ibérica: do franciscanismo a ordem de S. Jerónimo. O itinerário de fr. Vasco de Portugal, Porto, Universidade, 1984; Sophie COUSSEMACKER, L'Ordre de saint Jéróme en Espagne, 1373-1516, tesis de doctorado inédita, leída en la universidad de Paris X-Nanterre, 1994.

     45. Sophie COUSSEMACKER, L'Ordre de saint Jérome en Espagne. 1373-1516, op. cit., p. 147-163; Eric COLLEDGE, "Epistola solitarii ad reges: Alphonse of Pecha as Organizer of Brigittine and Urbanist Propaganda", Medieval Studies, 18 (1956), p. 19-49.

     46. Manuel GONZÁLEZ JIMÉNEZ, "Beguinos en Castilla. Nota sobre un documento sevillano", Historia. Instituciones. Documentos, 4 (1977), p. 1-6.

     47. José PERARNAU ESPELT, Dos tratados "espirituales" de Arnau de Vilanova en traducción castellana medieval, Roma, Instituto Español de Historia Eclesiástica, 1976.

48.  José GARCÍA ORO, Francisco de Asís en la España medieval, op. cit., p. 247.

49. Luis SUÁREZ FERNÁNDEZ, Castilla, el Cisma y la crisis conciliar (1378-1440), Madrid, CSIC, 1960, p. 10, n.29.

50. José GARCÍA ORO, Francisco de Asís en la España medieval, op. cit., p. 272-273.

51.  José GARCÍA ORO, Francisco de Asís en la España medieval, op. cit., p. 304-412.

52. Anastasio LÓPEZ, "Ordinationes factae in capitulo provinciali apud Taurum celebrato ano 1382 per patrem fratrem Petrum Segundes, ministrum provinciae S. Iacobi", Archivo Ibero Americano, 7 (1917), p. 273-274, cit. por Isaac VÁZQUEZ, "Aportaciones histórico-literarias a la historia del pensamiento medieval en España", (Antonianum, 47, 1972), p. 643.

53. Repertorio de Historia de las Ciencias Eclesiásticas en España, IlI, p. 254, n. 113; p. 253, n.1 09; p. 269, n.232; p. 289, n.371.

54. P. Basilio PERGAMO, OFM, "I Francescani alla facolla teologica di Bologna (l364-1500)", Archivum Franciscanum Historicum, 27 (1934), p. 21; Albert G. HAUF, "El Ars praedicandi de fr. Alfonso d' Alpro, O.F.M. Aportación al estudio de la teoría de la predicación en la Península ibérica", Archivum Franciscanum Historicum, 72 (1979), p. 233-329.

55. Repertorio de Historia de las Ciencias Eclesiásticas en España, IlI, p. 305, n.492; Isaac VÁZQUEZ, "Aportaciones histórico literarias ... ", op. cit., p. 683.

56. Archivo Histórico Nacional (A.H.N.), Madrid, Clero, Bueso, carp. 3413 y 3414; la carta de Juan I, fechada el 15 de junio de 1382, eximía a los ermitaños de cualquier tasa o impuesto cuando "van por algunas partes de nuestros regnos a demandar limosna por los pueblos e por los lugares, con que se puedan mantener" (A.H.N., Clero, Valladolid, carp. 3450, n.º 16).

57. Sobre las reformas de la orden en los siglos XIV y XV, vid. Las reformas religiosas en los siglos XIV y XV (Introducción a los orígenes de la Observancia en España), n.º especíal de Archivo Ibero Americano, 17 (1957). 58. Todos los datos relativos a los reformadores y a la reforma se encuentran en Las reformas religiosas en los siglos XlV y XV. .. , op. cit.

59. Juan MESEGUER FERNÁNDEZ, "Orígenes del convento franciscano de La Salceda (1408-1412)", Hispania, 77 (1959), p. 1-22.

60. La vida y la reforma de Pedro de Villacreces se conocen gracias a la biografía que escribió, hacia 14571461, su discípulo Lope de Salazar con el nombre de Defensorio o Satisfacciones (texto publicado en Archivo Ibero Americano, 17, 1957).

61. P. Fr. Francisco CALDERÓN, Chronica de la Santa Provincia de la Purísima Concepción ... , Valladolid, 1681, Ms. en el Archivo del convento de San Francisco de Valladolid, Cajón 1, leg.l, n° 3.

62. Angel URIBE, O.F.M., "Nuevos escritos inéditos villacrecianos", Archivo Ibero Americano, 34 (1974), p. 303-334.

63. La vida de Pedro de Santoyo fue relatada en el Memorial de la Vicaría de Santoyo, escrito en 1490 por el P. Rodrigo de Vascones y enviado a todos los conventos de la custodia. Juan MESEGUER, "Memorial múltiple de la Vicaría de Santoyo, por el P. Rodrigo de Vascones, OFM, 1490", Archivo Ibero Americano, 19 (1959), p. 481490.

64.  Francisco CALDERÓN, Chronica de la Santa Provincia de la Purísima Concepción ... (1681), op. cit.

65. M. BANDIN, "Los orígenes de la Observancia en la Provincia de Santiago", Archivo Ibero Americano, 33 (1930), p. 337-373.

66.  Las reformas religiosas en los siglos XIV y XV ... , A.l.A., 1957.

67. Antonio DAZA, Excelencias de la ciudad de Valladolid con la vida y milagros del santo Fr. Pedro Regalado, Valladolid, Imprenta de Juan Lasso de las Peñas, 1627.

68.  Publicada en Archivo Ibero Americano, 17 (1957).

69. Citado en una bula de Benedicto XIII, dada en Peñísco1a el 5 de junio de 1417 (Las reformas religiosas en los siglos XIV y XV, op. cit.).

70. Conrad EUBEL, Bullarium Franciscanum, t. VII, Roma, 1904, p. 692-695. El primer acuerdo insistía sobre la unión: "Primo quod de cetero fratres et patres de Observantia humiliter et carissime recipiant patrem ministrum provincia e in suis conventibus (..) et ei obediant".

71. Ibidem, p. 702: la bula Quanto acceptius dada el 9 de julio, precisaba que "in locis solitudinis ( . .) licet ipsi sub experientia paupertatis extremae ... "

72. Anastasio LÓPEZ, OFM, "El franciscanismo en España durante los pontificados de Eugenio IV y Nicolás V a la luz de los documentos vaticanos", Archivo Ibero Americano, 35 (1932), p. 89-112 Y 205-224.

73. Bullarium Franciscanum, Nova Series, l, Roma, 1929, p. 343 Y 344; bulas dadas el 9 de septiembre 1443 en Siena.

74.  Ibidem, p. 376, 377-378,435-438 y 805.

75. Anastasio LÓPEZ, OFM, "El franciscanismo en España durante los pontificados de Eugenio IV y Nicolás V a la luz de los documentos vaticanos", op. cit., p. 108.

76. José GARCÍA ORO, La reforma de los religiosos españoles en tiempo de los Reyes Católicos, Valladolid, Instituto Isabel la Católica, 1969, p. 111-113.

77. Anastasio LÓPEZ, OFM, "El franciscanismo en España durante los pontificados de Eugenio IV y Nicolás V a la luz de los documentos vaticanos", op. cit., p. 103-104.

78. Adeline RUCQUOI, Valladolid en la Edad Media, Valladolid, Junta de Castilla y León, 1987, t. II, p. 291 y 303-306.

79. Bullarium Franciscanum, t. VII, n. 1469; RHCEE, 1.3, p. 258, n. 147. En cambio fray Juan de Caso renunció a sus grados cuando volvió de Salamanca a Oviedo antes de 1414 (RHCEE, t. 3, p. 275, n. 278).

80. Repertorio de Historia de las Ciencias Eclesiásticas en E5paña, III, p. 259, n.152 y p. 300, n. 456; Vicente BELTRÁN DE HEREDIA, Bulario de la Universidad de Salamanca (i 219-1549), t. III, Salamanca, 1967, p. 430431, nº 1509; Vicente MUÑOZ DELGADO, "La "Lógica" (1490) de Pedro de Castrovol", Antonianum, 48 (1973), p. 169-208; Fray Íñigo de MENDOZA, Cancionero, ed. por Julio Rodriguez-Puértolas, Madrid, Clásicos Castellanos, 1968.

81. RHCEE, III, p. 258, n.146; Diccionario de Historia Eclesiástica de España, Madrid, CS1C, 1972, articulo "Jiménez de Cisneros, Francisco, OFM" por José GARCÍA ORO.

82. Adeline RUCQUOI, "La réforme monastique en Castille au XVe siécle: une affaire sociale", Horizons marins. itinéraires spirituels (Ve-XVIIIe siécles), Homenaje al profesor Michel Mollat, Paris, Publications de la Sorbonne, 1987, vol.I: Mentalités et Sociétés, p. 239-253; id., "De la resignación al miedo: la muerte en Castilla en el siglo XV", La idea y el sentimiento de la muerte en la historia y en el arte de la Edad Media, Santiago de Compostela, 1988, p. 51-66.

83. Bullarium Franciscanum, Nova Series, II, n. 16. Diego de Valera, en su Memorial de diversas hazañas (Crónicas de los Reyes de Castilla, t.III, p. 5) cuenta que "En este tiempo hobo grande ayuntamiento en Segovia de frailes de San Francisco, los unos oservantes y los otros claustrales, y los oservantes decian que los claustrales no guardaban la Orden de San Francisco y que suplicaban al Rey que les diese el Monasterio que alli estaba; sobre lo qual hobo muy grandes alteraciones; e ayudó mucho a los oservantes el Maestro Fray Alonso del Espina, que era hombre muy letrado y gran predicador, y era oservante y Confesor del Rey ( ... ) y el Rey, deseando concordados, y no queriendo amenguar a los unos ni a los otros, deliberó de dexar a los claustrales en su Monesterio ( ... ) y mandó edificar de nuevo fuera de la Cibdad un Monesterio muy notable de la advocación de San Antonio, el qual dió a los oservantes, y le dió muy ricos ornamentos y todas las cosas necesarias al culto divino".

84. Juan MESEGUER FERNÁNDEZ, OFM, "Franciscanismo de Isabel la Católica", Archivo ibero Americano, 19 (1959), p. 153-195.

85. Fray Íñigo de MENDOZA, Cancionero, op. cit .. Vid. la introducción por Julio RODRÍGUEZ-PUERTOLAS, p. XLII-XLIX.

86. José Adriano Freitas de CARVALHO, "Libros e leituras de espiritualidade franciscanos na segunda metade do seculo XV em Portugal e Espanha", Carthaginensia, VII (1991), p. 127-228.

87. José PERARNAU ESPELT, Dos tratados "espirituales" de Arnau de Vilanova en traducción castellana medieval, Roma, l 976; Jeanne BIGNAMI-ODIER, Eludes sur Jean de Roqlletaillade, Paris, Vrin, 1952 y articulo "Jean de Roquetaillade" en Histoire littéraire de la France, t. 4l, Paris, l981, p. 142-156; Héléne MILLET & Dominique RIGAUX, "Un puzzle prophétique dans le manuscrit 6213 de la Biblioteca Nacional de Madrid", Revue Mabillon, Nouvelle Série 3,64 (1992), p. 139-l77.

88. José SÁNCHEZ HERRERO (dir.), Las cofradías de la Santa Vera Cruz, Sevilla, CEIRA, 1995; Idem, "El origen de las cofradías de Semana Santa o de la Pasión en la Península Ibérica", Temas Medievales, 6 (1996), en prensa.

89. William A. CHRISTlAN Jr., Apparitions in Late Medieval and Renaissance Spain, Princeton University Press, 1981, p. 279-283.

90. Bullarium Franciscanum, t. VII, p. 627-628: bula expedida en Roma el 28 de junio de 1425, cuyo texto recuerda que "nonnulli fratres Praedicatorum et Minorum ordinum professores, propriae salutis immemores, volentes plus sapere quam oporteat, nonnumquam haeretica et haeresim sapientia aliaque quamplurima praesumptuosa, temeraria et scandalosa, maxime contra clerum et rectores ecclesiarum et etiam nonnullos, Spiritus sancti gratia perfusos, de infidelitale et iudaica pravitale ad fidem Christi conversos, infra regna et dominia eiusdem regi subiecta constitutos, in suis publicis sermonibus praedicare, asserere et affirmare non formidant, unde saepius rumores, tumultus et discordiae in populis iIIarum partium contra personas ecclesiasticas oriuntur".

91. Bullarium Franciscanum, Nova Series, I, p. 710 (Roma, 15 de junio 1450): "nonnulli religiosi diversorum ordinum, etiam mendicantium, et praesertim ordinis Fratrum Minorum de observantia nuncupati, partium Hipania, tam in suis praedicationibus publicis quam in privatis ipsorum conversationibus plures erroris zizanias, in ter christifideles ac tam saecularem quam alium regularem clerum dissidiorum ac turbationum et scandalorum nutritivas .. "

92. WADDING, Annales Minorum, Roma, 1734, t. IX, ano 1435: "In regnis Castellae et Legionis, magno homiIlum applausu et animarum lucro praedicabat per urbes et oppida frater Emmanuel Vallisoletanus".

93. Crónicas de los Reyes de Castilla, t. III (BAE, LXX, Madrid, 1953): Diego ENRÍQUEZ DEL CASTILLO, Crónica del rey don Enrique IV, p. 130.

94. Juan MESEGUER FERNÁNDEZ, "¿Doctrina de Alfonso de Mella? Extraña atribución. Trágico final de fr. Guillén, OFM", Archivo Ibero Americano, 44 (1984), p. 361-372. El último estudio sobre los herejes de Durango, que recoge la bibliografía existente, es el de Ernesto GARCÍA FERNÁNDEZ, "Alonso de Mella y los herejes de Durango en el siglo XV", Religiosidad y sociedad en el País Vasco (s. XIV-XVI), dir. por E. García Fernández, Bilbao, 1994, p. 83-115.

95. Alphonsus ESPINA, Fortalitium fidei contrafidei christianae hostes, Lyon, 1487 y Nuremberg, 1494. José AMADOR DE LOS RÍOS, Historia social, política y religiosa de los judíos de España y Portugal, Madrid, reed. 1973, p. 627-630.

96. Fr. Juan de la CRUZ, Hystoria de la Orden de Sto Hieronymo, Doctor de la Yglesia, y de su restauraçion y fundarçion en los Reynos de España (1591), Real Biblioteca de El Escorial, Códices, Ms. &-II-19, f.º 198.

97. Crónicas de los Reyes de Castilla, t. III, p. 130.

98. Alain MILHOU, Colón y su mentalidad mesiánica en el ambiente franciscanista español, Valladolid, 1983.

99. José GARCÍA ORO, La reforma de los religiosos españoles en tiempo de los Reyes Católicos, op. cit., p. 111-113 y 131-134.

100. Diccionario de Historia Eclesiástica de España, artículo "Franciscanos" por Isaac VÁZQUEZ, OFM

101. Actas del II Congreso Internacional sobre Franciscanos en el Nuevo Mundo (La Rábida, 21-26 septiembre 1987), Madrid, Deímos, 1988; Mario HERNÁNDEZ SÁNCHEZ-BARBA, La monarquía española y América. Un destino histórico común, Madrid, Rialp, 1990, p. 141-156; Luis RESINES LLORENTE, Catecismos americanos del siglo XVI, 2 vols., Valladolid, Junta de Castilla y León, 1992.

 

 

LOS FRANCISCANOS EN EL REINO DE CASTILLA
Adeline Rucquoi
C.N.R.S. Paris

VI SEMANA DE ESTUDIOS MEDIEVALES
NÁJERA 1995

 

IMAGEN DE PORTADA:
Valentín Carderera y Solano (1796-1880)
Iglesia ermita de San Juan de Acre junto a Navarrete (La Rioja)
Original: lápiz y acuarela sobre papel 22,6 x 19 cm.
FUNDACIÓN LÁZARO GALDIANO. BIBLIOTECA ( Madrid)
(Fondo Carderera)

 

 

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