1. Las glosas emilianenses son las anotaciones en latín, romance y vasco, interlineadas o marginales, escritas en el siglo XI en el códice latino Aemilianensis 60 (Biblioteca de la Real Academia de la Historia), con la intención predominante de resolver dificultades de comprensión sintáctica, morfológica y léxica de ese texto latino.
2. La lingüística nos obliga a puntualizar que una lengua no nace en un momento exacto y en un lugar determinado. Una lengua hablada experimenta modificaciones que se difunden y admiten por los hablantes con lentitud (E. Coseriu, 1988; E. Alarcos, 1982; F. Lázaro, 1980); por ello, un planteamiento riguroso a la hora de abordar lo concerniente al nacimiento de nuestra lengua sería el que se encuentra en las palabras justas y expresivas de Dámaso Alonso (1972, p. 11): «el latín llega a ser el español a lo largo de una evolución lentísima y constante, y nunca podemos cortar por un punto y decir: " Aquí está el español recién nacido." Así contestó la ciencia. Pero en el espectro hay un instante en el que ya estamos seguros de ver el color amarillo, y no verde. Se trata, pues, de saber cuál es el primer testimonio conservado que caiga ya del lado del español, y no del latín».
Y en este sentido, con la cautela y relativismo convenientes, no cabe duda de que con las Glosas Emilianenses nos encontramos ante «la más antigua aparición escrita (por ahora) de algo que no es latín y parece castellano», ante "el primer ejemplo histórico de nuestra lengua» (E. Alarcos, 1982, pp. 10 y 17).
3.1. La importancia filológica del Aemilianensis 60 radica en la presencia en él de las antedichas anotaciones o glosas.
Es extraño que los más solventes archiveros del Monasterio de San Millán, PP. Mecolaeta y Romero, del siglo XVIII y Minguella, Prior del convento, en el XIX, no fijaran su atención en la existencia de tan valiosas aclaraciones; sólo repararon en la rareza y antigüedad del manuscrito. Tampoco apreciaron el valor excepcional para la Historia de nuestra lengua de las glosas de este códice los distinguidos codicólogos y paleógrafos de finales del siglo pasado Eguren, Ewald, Pérez Pastor o Ferotin.
Quien primero percibió tal trascendencia fue D. Manuel Gómez Moreno (1911), que transcribió todas las glosas y las envió a Menéndez Pidal; a la vista fundamentalmente de la doxología que constituye la glosa más extensa, concluyó que el romance castellano existía en San Millán como lengua literaria. Dos años más tarde este autor (1913, p. 99) publicó por primera vez esa glosa:
«Cono aiutorio de nuestro dueno, dueno Christo, dueno Salbatore, qual dueno get ena honore, e qual duenno tienet ela mandatione cono Patre, cono Spiritu Sancto, enos sieculos de losieculos. Faca nos Deus omnipotes tal serbitio fere ke denante ela sua face gaudioso segamus. Amen».
Posteriormente, don Ramón Menéndez Pidal (1976) publicó las glosas romances y estudió el códice y sus contenidos en la obra, en todos los sentidos magistral, Orígenes del español. Las glosas emilianenses constituyeron para el maestro de la filología española una fuente capital en el análisis de la etapa inicial de nuestro idioma.
Ya en las últimas décadas los mejores análisis e interpretaciones del Aemilianensis 60 los debemos a D. Manuel C. Díaz y Díaz. En 1976 ofreció la descripción del manuscrito y presentó una bibliografía actualizada sobre el códice en su estudio Manuscritos visigóticos de San Millán de la Cogolla. En Las primeras glosas hispánicas (1978) llevó a cabo una minuciosa descripción codicológica, que todavía precisó más en Libros y librerías en la Rioja altomedieval (1979).
3.2. En cuanto al contenido del códice, considera este autor (1979, pp. 238-240) que el manuscrito 60, originario de zona navarra o pirenaica (en el sentido medieval de los términos), está constituido por la unión de dos piezas independientes en su origen; «el sector A contiene una versión de las Sentencias de Padres que tradujo al latín Pascasio de Dumio, incompleta en su texto. Concluye en el folio 28 recto actual, quedando en blanco el verso del folio.
El sector E, que [...] comenzaba con el fol. 50, presenta en el folio 50, y por consiguiente con la distribución usual en un códice, las Orationes in diem sanctorum Cosme el Damiani.. que se inician con el Vespertinum, el cual lleva la Completuria y la Benedictio; siguen luego nueve oraciones, tres para cada uno de los grupos de cantos y oraciones que constituían las denominadas "missae" [...].
Todo este conjunto de oraciones concluye en el folio 59 donde se ha quedado medio folio en blanco. Desde el fol. 55 se lee una serie de homilías, introducidas [...] por el epígrafe Incipit liber sententiarum [...]. En el fol.67 Incipiunt sermones cotidiani beati Agustini, que son coincidentes en parte con textos también transmitidos en las llamadas Homilías toledanas, las cuales se caracterizan, cuando no son más que piezas tomadas de grandes sermonarios, como los de Agustín, León Magno, Máximo de Turín y singularmente Cesáreo de Arlés, por la libertad con que han sido tratadas [...].
El primer y grave problema que nos afecta es el de los añadidos del códice. En efecto, el primero de ellos consiste en la Passio beatissimorum martirum cosme el damiani, copiada por letra similar a la del sector A [ ...] .En el fol. 42 se inicia la Missa in diem sanclorum cosme el damiani, que concluye en el fol. 48. Al final de este texto aparece la firma del copista, que se repite en fol. 28 [...]. T odavía ha tenido el manuscrito una vida mucho más agitada. Una mano algo posterior, muy burda y desaliñada, incorporó aprovechando los blancos restantes un Officium de litanias, que se inicia en el folio 28 vuelto, corre por el folio 29 recto y sigue ocupando los folios 48 vuelto, 49 íntegro y 50 recto».
3.3. Santos García Larragueta (1984), autor de una completa publicación codicológica sobre las Glosas Emilianenses, ofrece la descripción de las características materiales del Amelianensis 60 (pp. 35-43). Se trata de un códice de 97 folios, en pergamino de escasa calidad, que una mano moderna numeró Con numeración arábiga del 1 al 96, omitiendo el folio situado entre el 25 y el 26. Las hojas Son de forma rectangular, desgastadas en los bordes, con una media de tamaño de 188,5 por 137 mm, dispuestas en bifolios, agrupados por lo general en cuaterniones.
La tinta predominante es la de color marrón oscuro, y son los colores verde, rojo y marrón los preferidos para la iluminación.
El trazado de las letras de las glosas es ligero de peso, de ástiles finos, hecho con pluma fina; su tamaño es menor que el de las letras del texto, como consecuencia del espacio en que han de plasmarse.
3.4. Este códice, en el que en los siglos XIII o XIV se siguieron escribiendo palabras interlineadas o en los márgenes (M.C. Díaz y Díaz, 1979, p. 241), salió de San Millán a Burgos por decisión del Jefe Político de esa ciudad castellana, como describe J.B. Olarte (1977), a principios de marzo de 1821, junto con otros setenta y dos valiosísimos ejemplares (códices góticos, códices galicanos e impresos incunables) y posiblemente permaneció allí hasta 1872; hoy día se encuentra en la Real Academia Española de la Historia.
4.1. De la mayor importancia es plantear si nos hallamos ante uno o varios autores de las glosas.
Considera Díaz y Díaz (1978, pp. 27-29) que el manuscrito hubo de ser utilizado en dos momentos diferentes, ya en el siglo XI: en el primero, como material escolar para el análisis gramatical; en el segundo (tiempo después), dos autores habrían introducido en el manuscrito las glosas ( este extremo no parece ofrecer duda a J. Fortacín -1980, pp. 85-6 - que habla de la existencia de «un grupo de comentaristas» ).
Ello daría explicación coherente a la causa que hizo aparecer las glosas, al propósito de quien o quienes introdujeron sus anotaciones en el Aemilianensis 60.
Las interpretaciones al respecto se dividen entre la que es opinión predominante, la de los investigadores que no dudan de que el glosador era un estudiante de latín, y la de aquellos que consideran que su actividad de anotación tenía que ver con necesidades pastorales.
Abona la primera consideración el hecho de que el autor utilizara un manuscrito materialmente pobre, sin iluminar y falto de adornos; asimismo, el que proliferen en el códice letras superpuestas que indican el hiperbatón de la frase latina, el oficio de sujeto, complementos, etc., que hacen algunas voces; el que abunden llamadas comunes a las glosas y palabras problemáticas, así como la presencia constante de aclaraciones poco ortodoxas y otras jergas seudopedagógicas.
El tema de que tratan los textos glosados encamina, sin embargo, hacia la concepción de un monje predicador que glosa para aclarar un texto del que ha de servirse en su tarea pastoral. Los textos en los que aparece mayor número de glosas son, en efecto, una meditación sobre las señales que precederán al Juicio Final (glosas 11-29) y, sobre todo, los sermones de San Cesáreo de Arlés, destinados al adoctrinamiento de las gentes; en cuatro de esos sermones aparecen ciento dieciséis glosas (de la 30 a la 145) J.B. Olarte, 1977, pp. 18-9).
Bien es cierto, sin embargo, que de admitirse la idea de la existencia de un solo glosador, esta conjetura de que las glosas nacen para solventar necesidades de predicación se compadecería mal con la evidencia de que quien anotó el Aemilianense 60 desconocía el significado y estructura de voces comunes en la predicación como deuotos, adulterium o iniuste.
Ahora bien, no es menos cierto y no deja de ser notable (como percibe M.C. Díaz y Díaz, 1978, p. 31) que ambas actividades, la escolar y la catequética, prácticamente se superpongan. A este respecto, es revelador comprobar que en la glosa más extensa y elaborada (la doxología, que es el traslado al romance de la deprecación con que concluye la homilía de san Cesáreo) el glosador revele la pervivencia de los hábitos de análisis de textos latinos que pueden observarse a lo largo de las anotaciones del códice. Así lo ejemplifica Díaz y Díaz (1978, p. 31) (entre paréntesis en el texto latino las explicaciones sintácticas que facilitaban habitualmente la comprensión):
adiubante domino nostro
cono aiutorio de nuestro
[duenoihesu xristo
dueno xpo dueno
[ salbatorecui ( domino) est honor
qual dueno ge ella
[honorecui ( domino est)
[imperiume qual duenno tienet ela
[ mandationecum patre et spiritu
[sanctocono patre cono spu sco
in secula seculorum.
[Aménenos sieculos de lo
[ sieculos
Faca nos ds ompts tal
[serbitio fere ke denante ela sua face
[gaudioso segamus Amén.
4.2. Si el propósito y número de los glosadores es cuestión, como vemos, que plantea problemas de interpretación, no parece haber duda, por el contrario, sobre la condición idiomática del glosador ( o de uno de los glosadores). Las glosas del Aemilianensis 60 revelan la presencia de un glosador bilingüe, vascorrománico. Tal condición es más que comprensible si se piensa que en aquella época -y aún después- se hablaba vasco en buena parte de la Rioja occidental (algo que se confirma por la pervivencia de topónimos de origen euskara en esa zona: Ezcaray, Ollauri, Zalduendo...), e incluso al sur de la provincia de Logroño (lo que vendría a explicar la nutrida presencia de voces vascas en la documentación notarial riojana) J.J.. Merino Urrutia, 1978; E. Alarcos, 1982; M. Alvar, 1976).
De cualquier forma, no ha de ser solo de la presencia de las dos glosas escritas en vascuence (31: izioqui dugu; 42: guec aiutuezdugu) de donde se pueda inferir, según ha venido haciéndose, que el glosador era hablante de romance y vasco; como bien hace notar Fernando González Ollé (1978, pp. 113-4), un hablante puede utilizar palabras o frases de una lengua que no es la suya, máxime si se encuentra en una zona fronteriza con la otra lengua. Ahora bien, la hipótesis del glosador hablante vascorrománico se refuerza cuando a la existencia de esas dos glosas pueden añadirse otros dos rasgos más de raigambre lingüística vasca. Es el primero «la conservación regular, casi total de las consonantes sordas intervocálicas», resultado que «coincide con el que presentan los préstamos léxicos de latín al vascuence»; y el segundo, «un proceso de sonorización de consonante sorda tras sonante, n t >nd, cambio que caracteriza el tratamiento de las palabras latinas y románicas primitivas en casi toda el área del vascuence» (Ibid., pp. 114-115).
4.3. Cuanto venimos diciendo sobre el autor o autores de las glosas ya habrá puesto de relieve de forma suficiente (frente al tópico de la candorosa ignorancia del monje medieval del que no escapará el mismísimo Berceo) un hecho manifiesto: que nos encontramos ante una actividad erudita; como hace notar Díaz y Díaz (1978, p. 43), «la introducción de tales glosas y, sobre todo, el esfuerzo para transcribir los vocablos de la lengua vulgar suponen y exigen no pocos conocimientos y un notable dominio, con conciencia refleja, de los mecanismos de la escritura tradicional, junto con un hábito admirable de la técnica lexicográfica. No se trata, digámoslo en fin, de simples y tímidos tanteos, sino de la expresión decidida de unas formas que comienzan a ser consideradas algo más que apoyo para que comprendan textos difíciles gentes de mediocre formación».
5. En el códice Aemilianensis 60 figuran, a juicio de Menéndez Pidal (1976), 145 glosas, si bien en cuatro ocasiones, al menos, prescinde este autor de la forma quomodo (en otros momentos computada por él mismo), lo que sumaría un total de 149.
En el Códice Aemilianensis 60 hallamos glosas latinas, romances y vascas.
5.1. Numerosas anotaciones realizadas en el Aemilianensis 60 no están en romance, sino que se limitan a ofrecer un sinónimo o equivalente latino de la palabra o frase difíciles. Valgan, como muestra, los casos de pugna (texto latino: bellum y certamina) 4 y 96; partitiones (texto latino: diuisiones) 16; uerecundia (texto latino: pudor) 17; quomodo (textos latinos: uelut, sicut o quasi) 25, 50, 52 y 83; merita (texto latino: iuducauit [...] meridie) 27; sanos el salbos (texto latino: incolomes) 30; promissiones (texto latino: deuotos) 33; donauit (texto latino: concessit) 34; non quieti (texto latino: Si uero [...] non patiatur) 40;fornicationem (texto latino: adulterium) 46; de tota fortitudine (texto latino: totius uiribus) 57; peccatos (texto latino: criminis) 81; mandatione (texto latino: imperium) 89; albis (texto latino: candidis) 95; sine arma (texto latino: inermis) 97;felicitudine (texto latino: beatitudinem) 123; prenditio (texto latino: acceptio) 125, etc.
Conviene aclarar que muchas de estas glosas latinas, así como las del mismo carácter que se documentan en las Glosas Silenses, coinciden con las que hallamos en el Corpus Glossariorum Latinorum de Goetz (1923), tales como bellum: pugna 4; criminis: peccatos 81, 136; solliciti: ansiosu 39 (en CGL, anxians); inermis: sine arma (igual en las glosas de Reichenau) 97, etc. La mayor parte de estas coincidencias nos llevan a creer que en los monasterios de La Rioja y Castilla circulaba un Glosario Latino-Latino que sirvió a los autores de las Glosas Emilianenses y Silenses. En este sentido, y a juicio de J.B. Olarte (1977), sin salirnos de la documentación emilianense, el Aemilianensis 44 de la Real Academia de la Historia, que presenta traducciones de un latín más culto a otro más asequible, quizá sea el que utilizaron ambos glosadores. Confirman esta suposición las explicaciones bimembres, frecuentes en los dos libros de glosas. He aquí algunos ejemplos: incolomes: sanos et salbos 30; occupare: parare uel aplecare 59; terribilem: paboroso uel temeroso 107, etc.
Este trabajo mecánico de consulta de un vocabulario latino-latino se revela con claridad en un serio error cometido por el amanuense de San Millán, que percibió Menéndez Pidal (1976, pp. 382-3): «uota era explicado con la voz promissione en ese diccionario que manejaba el glosador de Silos 152, y el glosador de San Millán, leyendo mal deuotos, entendió de uotos y puso al lado promissiones 33, no sacando de su propia cabeza una voz explicadora, sino valiéndose maquinalmente del mismo diccionario para poner una glosa disparatada que nada explica».
Pero todavía hay más: Con frecuencia la misma palabra latina que resulta difícil de entender se aclara del mismo modo en los dos códices de glosas, lo que permite suponer la existencia de un apéndice latino- romance en el Diccionario Latino-Latino o bien la presencia de significantes vulgares, patrimoniales, añadidos a cada uno de los artículos del Glosario mencionado. Se llega a esta creencia de forma indefectible cuando se observa que ciertas voces latinas de los textos de San Millán y de Silos aparecen glosadas por la misma expresión romance, aun cuando esta no sea, no ya indispensable, sino ni siquiera propia, ajustada: así el latín prius se traduce uniformemente por la forma anzes lo mismo en San Millán que en Silos; forsitan se explica por el raro adverbio alquieras, tanto en uno como en otro monasterio; exercere se explica porfacere tanto en las Glosas Emilianenses como en las Silenses, etc.
5.2. De entre las glosas del Aemilianensis 60, dos están escritas en vascuence; se trata, como quedó apuntado, de la glosa 31: izioqui dugu, que traduce la expresión latina inueniri meruimur, y la glosa 42: guec aiutuezdugu, que corresponde al latín del códice precipitemur.
La traducción de estas dos glosas sigue planteando en la actualidad problemas a los vascólogos; la 31 podría significar 'hemos encendido', 'lo hemos [ solicitado] ardientemente', 'lo hemos ahuyentado', pero este significado no coincide con el original latino al que se supone trata de corresponder; algo similar sucede con la 44: 'nosotros no nos arrojamos', 'nosotros no lo hemos adaptado a nuestra conveniencia' (M. Alvar, 1976, pp. 20-21).
Al margen de estas dificultades de compresión, el interés de estas dos glosas para la lingüística vasca es excepcional, pero, como indica Fernando González Ollé (1978, p. 114), no porque sean las primeras palabras euskaras atestiguadas, como en ocasiones se afirma, sino porque son «nada menos que las primeras frases».
5.3. El mayor número de glosas en el Aemilianiensis 60 son traducciones (más o menos felices) de lo que el glosador no entendía en el texto latino, análogas a las notas o aclaraciones marginales o interlineales de los estudiantes de idiomas, aunque no falta alguna como la oración de la glosa 89 que es anotación vertida y no glosada.
Entre todas estas glosas unas son simples lexías o palabras independientes: trastorné 8, amuestra 11, uerterán 22, seingnale 26, correnteros 28, anzes 47, etc., y otras se manifiestan enhebradas en sentido, y, por tanto, interesan incluso al nivel sintáctico; por ejemplo: nos non kaigamus 43, non conuienet a nobis 44, qui dat a los misquinos 48, non se bergudian tramare 75, quemo enospillu no ke non quemo eno uello 115, zerte dicet don Paulo apostolo 137, etc.
Al hilo de la consideración precedente, es conveniente advertir la existencia de distintos procedimientos técnicos a la hora de glosar el texto latino. Como bien observa Rafael Cano (1991), hay varios tipos de glosas. Unas, las más simples, como ya se ha podido percibir, sustituyen una palabra por otra, tanto en latín como en romance: suscitabi: lebantaui, 6; submersi: trastorné 8; otras dan el equivalente de la expresión latina y además lo insertan en su entorno gramatical romance: et multiplicabitur beneficia: elos serbicios 18, qui [...] pauperibus reddet: qui dat a los misquinos 48, non se circumueniat qui talis est: non se cuempetet elo uamne en siui 68. En alguna ocasión un término de la glosa subsume dos del texto latino :Juste et merito: mondamientre 32, salute adtentius: buenamientre 58, ad litigandum: demandare 60, si bien lo más frecuente es que el término latino de base dé origen a una glosa duplicada, en forma yuxtapuesta pertinet: conuienet fere 35, intelligite: intellegentia abete 38, inligat: non separat 55, potius:plus maiius 61, o coordinada: incolomes: sanos et salbos 30, occupare: parare uel aplecare 59, terribilem: paboroso ud temeroso 107. Ahora bien, «las más notables» -afirma acertadamente Cano (Ibid., p. 35)- «quizá sean aquellas que suponen una variación clara respecto de la estructura sin táctica latina del texto base, lo que indica una clara conciencia de las diferencias estructurales entre los respectivos modos lingüísticos (latino y románico»>: Et tertius ueniens: do terzero diabolo uenot 9, asperius: plus aspero mas 105, carens: lebando 108, 120, siquis: qualbis uemne 130.
6. La vertiente lingüística de las glosas emilianenses ha dado lugar a excelentes estudios de R. Menéndez Pidal (1976), E. Alarcos (1982), M. Alvar (1976), etc.
Desde el punto de vista lingüístico se entiende, de manera casi uniforme, que las glosas son el primer testimonio escrito de una lengua romance peninsular, la primera muestra de un sistema lingüístico, perfecto en sí mismo en razón de su utilidad comunicativa, alejado ya de los esquemas latinos (vid. supra Dámaso Alonso, 1972), con independencia lingüística consciente, y que descubre las peculiaridades idiomáticas de una región concreta. O más brevemente, a nuestro juicio, las glosas son la primera manifestación escrita del dialecto riojano; en rigor, del habla altorriojana. Por tanto, estas palabras transcritas por el amanuense de San Millán sólo podrán ser consideradas lengua castellana o española en cuanto que revelan la existencia de unos rasgos lingüísticos que son comunes al dialecto que, con el transcurso de varios siglos, se convertirá en lengua nacional (M. AIvar, 1987). En cualquier caso, conviene precisar con Alarcos, que en ellas son más las singularidades distantes del castellano ulterior y comunes con las de los otros dialectos o romances vecinos (aragonés, leonés, navarro) que los rasgos análogos a los que se estabilizaron en el castellano literario medieval con la normalización elaborada por Alfonso X el Sabio, como por ejemplo, la diptongación ié único heredero de la ĕ breve tónica etimológica.
En lo que sigue vamos a pasar al estudio pormenorizado de estas particularidades lingüísticas, en el intento no de apurar ningún tema concreto, sino de indicar algunos aspectos esenciales para la comprensión lingüística del conjunto.
En este análisis se aportan testimonios dialectales hoy vigentes en su mayoría, en la convicción de que para conocer el estado dialectal de la Edad Media prestan inestimables servicios las hablas actuales: en el arcaísmo del dialecto se pueden rastrear con mayor abundancia los rasgos populares que enmascara la tendencia latinizante medieval.
6.1.1. La ŏ breve tónica diptonga en ué, tanto en sílaba libre como en trabada, aunque lo sea por nasal, según puede apreciarse: lueco 2, amuestra 11, aluenge 15, buenamientre 58, cuempetet 68, nuestro 89, duen(n)o 89, de fueras 102, uello 115 y uemne 130.
Ante la yod de -K'L-, ŏ breve tónica diptonga: uello 115, rasgo que los mozárabes poseen en común con el leonés y el aragonés. Del mismo modo se produce diptongación ante la yod 2.ª procedente del grupo -NG- interior: aluenge 15.
El uso frecuente del heredero de d ŏ m i n u m don, ante antropónimos: don Paulo 137, lo debilita acentualmente: de ahí la no diptongación.
Aparece, asimismo, con diptongación antietimológica quemo 115, forma analógica de todas las que tenían abreve tónica en su origen, frente al puro latinismo quomodo, documentado en cuatro glosas diferentes: 25, 50, 52 y 83.
Más interés tiene la diptongación uá de (h)uamne 68 y 128, frente a la solución general uemne 130, pues la existencia de tales variantes refleja vivamente el estado de vacilación primitiva por que pasó la diptongación de abreve tónica. En el riojano primitivo se documenta algún caso más de pervivencia de uá (incluso de uo: Quova), pero condicionado a hechos de onomástica: Lifuar-, Lifuarrez . (M. Alvar, 1976, p. 41).
Hoy, en el habla viva, el occidente del dialecto leonés presenta, al Iado de la solución más frecuente ué la variante uá: nuaz 'nuez' en el Valle del Ibias; en Navia se ha señalado puarta 'puerta', cuarno, 'cuerno', muarda 'muerda'; en La Cabrera dipuás 'después', etc. Del mismo modo, el resultado uá goza de gran vitalidad en Aragón: buano 'bueno',fuande 'fuente', puande 'puente', etc., recogidos en Aragüés, Jaca, Tena, Biescas?, etc.
6.1.2. En voces comunes, la vocal postónica desaparece por norma general: duen(n)o 89, spillu 115, quemo 115, altra 116 y uemne 130. El mismo comportamiento se atestigua en la documentación riojana medieval (M. Alvar, 1976, pp. 42-3): annada.. cabçaleros, maniplos, etc.), y hoy quedan restos de esta tendencia fonética por las formas sincopadas o contractas en el superlativo absoluto sintético en -ísimo, buenismo, grandismo, etc.
Son voces latinas o cultas: diabolo 9, ficieremus 41, fortitudine 57, Spiritu 89, omnipotes 89, aspero 105,felicitudine 123, merita 27, quomodo 50, 52, 83 (pero quemo 115) y apostolo 137.
No hay tampoco síncopa en el semicultismo sieculos, documentado dos veces en la glosa 89.
Más interesante es hallar una vocal postónica que no responde en modo alguno al timbre de la vocal etimológica, pues ha pasado de la serie posterior (u) a la anterior (e): cuempetet ( < c ŏ m p u t e t) 68. Acaso la e epentética no sea sino mero recurso de vocal perdida, indicativa del esfuerzo articulatorio exigido por la pronunciación de dos consonantes exageradamente distintas en el grupo derivado (R. Menéndez Pidal, 1976, pp. 165-6).
Por lo demás, el estado de gran vacilación que en este período existía entre formas cultas o semicultas con postónica conservada y formas transformacionales que aparecían sin ella, es motivo suficiente que explica la adición indebida de una e antietimológica en gelemo 'yelmo' ( < germ. h e l m u s) 112. La ultracorrección era fenómeno endémico en esta época de vacilaciones. Bien es verdad que la epéntesis en estos grupos quizá sea la misma tendencia enfática que se manifiesta en cualquier época, sin que sea preciso recurrir a la causa histórica apuntada. Hoy día vemos cómo la afectación declamatoria produce el mismo fenómeno de adición de una vocal relajada: heremanos, veredad... (R. Menéndez Pidal, 1976, pp. 197-8).
6.1.3. En posición final absoluta se registra la presencia habitual de -o: castigo 80, coniuro 56, dico 82, lueco 2, lebando 108 y 120, terzero 9, ganato 84, duen(n)o 89, etc. forma muy del adverbio proclítico actual). Hay reducción del diptongo en deritura 90. Estas son, como se sabe, las soluciones generales en Aragón y Navarra; Castilla ofrece ya en la misma época el sonido palatal africado de la [ĉ] . En La Rioja, la presión aragonesa, ha dicho M. Alvar (1976, p. 57), esto es la solución KT > it, «se siente por más tiempo y con mayor amplitud en la zona oriental de nuestra región [...]. Tras las Glosas [...] en la Rioja Alta, ch es la solución única: p a c t a r e >peggare[...], f r a c t a > ' Rueta fregga'». Sin embargo, para Menéndez Pidal (1976, p. 281) «la historia de la región hace presumir que la forma propiamente espontánea allí era la t, mientras que la ĉ era debida a influjo castellano». Y ello al punto de que las glosas silenses muito 368, scuitare 120,fruitu 143, etc., para este mismo autor (Ibid... pp. 281-282), más que recordar un arcaísmo indígena en Castilla obedecerían a la influencia del dialecto navarro-riojano, ejercida por el monasterio de San Millán de la Cogolla.
De la terminación -u sólo hay un testimonio: spillu 115, favorecido seguramente por su posición proclítica, si bien no ha de descartarse la acción latinista ( distinción rigurosa entre -ŭ breve y -ō larga finales; R. Menéndez Pidal, 1976, pp. 170-172) o un posible influjo vasco (esta lengua, como es bien sabido, oscurece normalmente la -u breve final; hoy día espillu es usado en Vizcaya -Ibid.-, p. 467-). La vitalidad de -u final fue especialmente acusada en leonés y todavía es frecuente dicho fenómeno en el habla viva de esa región: pinachu, suelu, tenelu, etc. Este paso -o > -u, del que no faltan testimonios en los escritos primitivos de la Rioja Alta, Tellu, Nuñu, Conventu, riu, Sabucu (M. Alvar, 1976, p. 43), está igualmente muy documentado en riojano actual: el prau, colorau y en general, en los participios -ado> ao> au (llegau,pasau, apretau, etc.) (A. Zamora Vicente, 1967, p. 337).
La forma Spiritu del sintagma nominal Spiritu Sancto 89 es claro latinismo.
En el plural de los sustantivos -os se encuentra también regularmente o patrimonial: serbicios 21, nafregatos 21, correnteros 28, sieculos 89, etc. Se observa vacilación solamente en los casos en que el plural va unido al verbo ser, pues junto a gaudioso segamus 89, se documenta ansiosu segamus 39. Una vez más parece que la proclisis justifica esta reducción. (R. Menéndez Pidal, 1976, p. 169).
Conviene, por otra parte, indicar el carácter hipotético de la persona Nosotros en las formas verbales: segamus 39 y 89, kaigamus 43, lebartamus 119, etc., ya que todos estos testimonios presentan morfema desinencial en abreviatura. Fue Menéndez Pidal (1976, p. 170) quien resolvió tales compendios basándose en un único caso documentado en las Glosas Silenses, con desinencia -mus: debemus 310. Respecto de esta terminación -us, notamos el escaso uso que tiene ya en nuestra región el imperativo visus 'idos', en otro tiempo muy frecuente, especialmente en la Rioja Baja.
6.1.4. Salvo en las formaciones originariamente analíticas del futuro (ferán 15, nafregarsán 20, uerterán 22, a!ongarsán, 23, etc.), que presentan regularmente apócope de -e final en el infinitivo en presencia de la forma auxiliar tónica de haber, y con excepción de algún caso esporádico de forma apocopada como los pronombres ta! y qual de la glosa 89, resulta habitual la conservación de dicha vocal; tanto en los infinitivos (fere 35, seruire 37, parare 59, demandare 60, etc.) como en sustantivos (salbatore 89, honore 89, seingnale 26,flore 133) o en otras categorías gramaticales (aluenge 15, mondamientre 32, obe 121, etc.).
El predominio de estas formas plenas debe achacarse a la escasa cabida que en la lengua común tenía todavía la apócope, si bien no debe desecharse el influjo del cultismo monacal (R. Menéndez Pidal, 1976, p. 186). No será inútil a este respecto, recordar los hasta ahora muy frecuentes imperativos con -e final conservada, característicos de La Rioja, del tipo: venide, subide, marchaide, etc., o los sustantivos como céspede (en alternancia con césped).
6.2.1. La j- inicial ante e se conserva en geiiat (<j e c t a t) "echa" 45, que, según Manuel Alvar (1976, p. 48), deberá ser juzgado como influencia aragonesa. Otras formas análogas del riojano primitivo son Gelvira 'Elvira', iermana 'hermana', etc.
Conviene recordar que la pérdida de esta consonante, usual hoy en el idioma oficial, se encuentra documentada en esta época solamente en Castilla. Actualmente esta consonante sonora se conserva en mirandés: gelar 'helar', janeiro 'enero', y en aragonés, en sonidos palatales con diversas variantes: šen 'gente', chelar 'helar', chirmán 'hermano', etc.
6.2.2. Los grupos iniciales PL- y FL- se conservan en los dos únicos testimonios que los presentan en su origen: aflarát 29 y aplecare 59. En castellano, ya desde el siglo XI se produjo la reducción a [ ], como se comprueba por las frecuentes ultracorrecciones. El leonés palatalizaba ambos grupos, mientras que el aragonés los conservaba. Hoy lo típico aragonés es el mantenimiento del grupo: plover 'llover', plorar 'llorar', plen 'lleno', flama 'llama', flamarada 'llamarada', etc., si bien al riojano actual no le es ajeno plegar 'allegar', flama 'llama', plantaina 'llantel' (A. Zamora Vicente, 1967, p. 337).
6.2.3. Es general en las Glosas la conservación de las consonantes sordas intervocálicas: lueco 2, moueturas 7, nafregatos 21, tota 57, aplecare 59, ganato 84 y 9 casos más. Sólo está documentado un caso de sonorización: bergudian 'se avergüenzan' 75. El mantenimiento de estos sonidos sordos (atestiguado, asimismo, en la documentación riojana primitiva: laco (A. Ubieto año 800); Ripa acuta (Ibid.-, año 800); Capezon (Ibid.-, año 934, etc.) se opone a la norma castellana y leonesa, pero coincide con la navarra y aragonesa. Según Menéndez Pidal (1976, pp. 250-251), «Es de suponer que en la Rioja y en toda la Navarra lindante con el país vasco, existía una fuerte repulsión popular a la sonorización consonántica, semejante a la del Alto Aragón, aunque no tan tenaz». Ahora bien, dado el latinismo eclesiástico, puede plantearse hasta qué punto la consonante sorda en estos viejos diplomas refleja una lengua latinizante o más bien una pronunciación popular. En cualquier caso, los frecuentes testimonios de ultracorrección atestiguados en la documentación riojana más primitiva «muestran a las claras que se cumplía ya la sonorización» (M. Alvar , 1976, p. 51): Letesma « Ledisama), Secobia « celta s e g o 'fortaleza'), etc.
6.2.4. Los grupos interiores -KT- y -ULT -presentan una solución originaria -it-, -uit-, respectivamente: feito 94 y 106, geitat 45, muitas 54 y muitos 71 (recuérdese la forma muy del adverbio proclítico actual). Hay reducción del diptongo en deritura 90. Estas son, como se sabe, las soluciones generales en Aragón y Navarra; Castilla ofrece ya en la misma época el sonido palatal africado de la [ĉ] . En La Rioja, la presión aragonesa, ha dicho M. Alvar (1976, p. 57), esto es la solución KT > it, «se siente por más tiempo y con mayor amplitud en la zona oriental de nuestra región [...]. Tras las Glosas [...] en la Rioja Alta, ch es la solución única: p a c t a r e > peggare [...], f r a c t a > 'Rueta fregga'». Sin embargo, para Menéndez Pidal (1976, p. 281) «la historia de la región hace presumir que la forma propiamente espontánea allí era la t, mientras que la ĉ era debida a influjo castellano». Y ello al punto de que las glosas silenses muito 368, scuitare 120,fruitu 143, etc., para este mismo autor (Ibid., pp. 281-282), más que recordar un arcaísmo indígena en Castilla obedecerían a la influencia del dialecto navarro-riojano, ejercida por el monasterio de San Millán de la Cogolla.
6.2.5. El mantenimiento del grupo de nasal /m / más oclusiva sonora de igual articulación que la nasal / b / es, a juicio de los dialectólogos, rasgo específico de la Rioja. Así lombana, (A. Ubieto, año 872?), lomba (Ibid., año 912), Cambero (Ibid., año 1076), etc. En este sentido nuestra región se opone a la norma castellana y a la aragonesa que reducen mb a m. El único testimonio de las Glosas, ambas partes 24, nos parece poco expresivo, pues la conservación del grupo en esta voz es corriente por latinismo. Piénsese, por otra parte, en los restos de este comportamiento en el habla viva actual riojana: támbara, lamber (voz extendida por casi todo el castellano popular y vulgar), camba (del arado), la ultracorrección cambión, etc.
6.2.6. La consonante dental oclusiva sorda [t] del grupo -NT- sonoriza en el único testimonio que presenta dichos fonemas etimológicos: alquandas ( < a l i q u a n t a s) 73. Atestiguan frecuentemente esta sonorización, característica del vascuence (vid. supra), los documentos aragoneses, navarros y riojanos. La toponimia actual de La Rioja (A. González Blanco, 1987) muestra testimonios claros del cambio -NT > -nd-: Abando/Abanto, Andona/Antona,. Canderuela/Las Canteruelas, Aliende/Aliente.. etc. (así como sonorización de otras consonantes sordas tras sonantes: Albergue/Alberque, Alberqui; Ardachos/Artacho, Barda/Barta, Burdenco/Burtengo, Cambarera, Cambarés/Camparesa, etc.). Asimismo, todavía hoy perviven en La Rioja casos de sonorización como ablendar, arricongas 'a hombros', aparranguillas 'a horcajadas', angongos 'a hombros', etc.; en la comarca de Sercué y Torla, por otro lado, se presenta con enorme vitalidad la sonorización: planda 'planta', mendir 'mentir', sendir 'sentir', pariende 'pariente', fuande 'fuente', etc.
6.2.7. Las Glosas registran dos interesantes documentaciones de palatalización del grupo secundario -K'L-: spillu 115 y uello 115, resultado constante en leonés, navarro, aragonés y altorriojano, habla esta última donde se conserva de modo intermitente hasta el primer tercio del siglo XII : clavilla, Apellia, annollio 'becerro de un año', etc. (M. Alvar, 1976, p. 54); en tanto el castellano prefirió desde antiguo un sonido que había perdido ya su carácter de palatal [ļ] y que sin duda debemos de interpretar como prepalatal predorsal fricativo [ž] o africado [] .También se documenta la solución [] en las glosas silenses gasaillato 230, taillatu 293, conceillo 283; para Menéndez Pidal (1976, p. 274) «En un códice escrito en Castilla en el siglo X esto pudiera explicarse por arcaísmo que conservase un sonido precursor del castellano prepalatal predorsal [] (africada) [ž] (fricativa), pero mejor se explica por influencia navarra de los monjes de San Millán». Obsérvese que en La Rioja este grupo -K'L- permanece en [] lateral todavía hoy de modo esporádico: agullaero 'agujero', aiguillau y arguillao 'flaco, delgado como una aguja' o tapabulleros 'tapaagujeros, juego de niños'.
6.3.1. Las Glosas usan el artículo elo,. masculino singular, procedente del acusativo ĭ l l u m: non se cuempetet elo uamne en siui 68, elo terzero diabolo uenot 9, elo leged... 12; elos « ĭ l l o s), masculino plural: elos serbicios 18; y ela ( < ĭ l l a), femenino singular: ela mandatione 89, ela sua face 89. En todos estos casos puede apreciarse que el artículo presenta una forma plena, con e- inicial conservada, frente a los casos en que va precedido de preposición: de lo sieculos 89, de la probatione 85, a los misquinos 48, que por esa partícula prepositiva muestran aféresis de e- inicial. La forma ulterior, lo, con aféresis de e- inicial, tan frecuente en los textos riojanos medievales (M. Alvar y E. Pottier, 1983a, p. 113), es todavía hoy corriente en extensas áreas aragonesas (Subordán, Valle del Tena y en Buesa).
Conviene destacar los casos de conglomerado de preposición terminada en -n más artículo, pues aquí además de perderse la -e inicial del artículo, la l- se asimila a la -n de la preposición: cono ajutorio 89, cono Patre 89, cono Spiritu 89, eno spillu 115, eno uello 115, enos sieculos 89, ena honore 89, ena felicitudine 123. Estos casos en que el artículo se funde con la preposición se documentan abundantemente hasta el siglo XIII en la Rioja Alta {especialmente en Gonzalo de Berceo) y no son, por otro lado, desusuales en el leonés actual.
Como puede percibirse, estos ejemplos son ya clara muestra de función propia de artículo romance, esto es, de actualizador puro: elo terzero diabolo 9, cono aiutorio 89, ena honore 89, etc.
6.3.2. La expresión latina tu ipse es aparece glosada por tu eleisco ies 138 'tú mismo eres', sintagma que recoge un caso extraordinariamente raro de forma pronominal de indentidad (sólo se ha documentado otro testimonio similar en las Silenses, glosa 129: per semed ipsum: per sibieleiso). Eleisco procede del latín vulgar, no documentado,'ĭ l l e * ĭ c s u, formación ésta sustituta de la más usual 'ĭ l l e ĭ c s u (R. Menéndez Pidal, 1976, p. 348). El valor fonológico de la grafía isc / š / se documenta, asimismo, en ne deseras te: tu non laisces, glosa 142 .
6.3.3. Presentan notable interés las siguientes formas de pronombres indefinidos :
a) Qualbis.. en el sintagma qualbis uemne 'qualquier hombre' 130, compuesto del relativo q u a I e y el sufijo verbal -v i s (bajo latín por q u a I i s I i b e t). Traduce la expresión latina si quis. Fue bastante usual en este período (si in licore: in qualbis bebetura, glosa silense 333, por ejemplo), pero se olvidó pronto y no llegó a la época literaria. La Rioja, como perteneciente a la gran zona oriental que usó v o l o por q u a e r e r e, conoció otros indefinidos con este verbo: s i v ŏ l i t q u i> sivuelque 'cualquiera', s i v ŏ l i t q u a l e> sivuelqual 'cualquiera', s i v ŏ l i t q u a n d o> sivuelquando 'cualquier día, algún día' (Gonzalo de Berceo).
b) El otro indefinido importante, y que tampoco tuvo continuadores en época literaria, es quiscataqui 'cada uno', 'cada cual', forma que glosa al latín unusquisque, glosa 66. Se usa también como adjetivo, en la glosa 128: quiscataqui huamne 'cada hombre'. Obsérvese que los elementos de este indefinido, quiscataqui, reaparecen, aunque ordenados de otro modo en el moderno y vulgar cada quisque, cada quisqui o caquisque, especialmente usuales en la jerga estudiantil. Recuerda, por otra parte, este indefinido la forma quis cada uno del Poema del Cid y la peculiar y exclusiva de Berceo quisque 'cada uno'.
6.3.4. En el verbo son dignas de consideración las si- guien tes singularidades :
a) El mantenimiento persistente de la -t en la tercera persona del singular: fot 'fue' 1, uenot 9, aflarat 29, conuienet 35, kalet 65, liebat 100 y 19 casos más, contra sólo cuatro ejemplos de apócope de -t: amuestra 11,je 'es' 94 (pero get 89 -o jet 93, 117-), Faca nos 89 y k ale uos 129, testimonios estos dos últimos en que la pérdida de t es muy explicable por la unión del verbo a un pronombre enclítico que empieza por consonante.
En cualquier caso, esta -t final de la persona Él, que como se sabe se perdía ya en el latín vulgar peninsular, parece deberse a una reacción cultista que obró tenazmente para mantener o restaurar dicho sonido. Por otra parte, la grafía -d final, documentada ampliamente en los diplomas riojanos medievales parece denunciar valor fonético (R. Menéndez Pidal, 1976, pp. 352-353).
b) Interesa mencionar la coexistencia de las siguientes desinencias de la primera persona de la conjugación -are en el perfecto: forma latina lebantaui 6, forma vulgar arcaica lebantai 3 y forma neológica y coincidente con la actualmente en vigor trastorné 8. La convivencia de tan distintos morfemas verbales es, una vez más, consecuencia lógica de un momento de gran inestabilidad morfológica.
c) Proliferan los futuros tanto sintéticos, como analíticos o con pronombres átonos interpolados: tarán 'te harán' 14, se ferán 'se harán', 15, nafregarsán 'se hundiran' 20, alongarsán 'se alargarán' 23, aflarát 'hallará' 29, tardarsán 70, no se endrezarán 91, irás 103, etc., formas que se atestiguan en la documentación riojana primitiva: Et por fuero exient ad Cabannas nuevas et ficaran cabannas. Et deinde a iuso et ad sursum por o potieren pasceran et de Cabannas nuevas a iuso pasceran tota die et in nocte a retro. El in Pratiella el in Losiellas fincaran cabannas ad sursum et a iuso por o potieren (A. Ubieto, año 1044 ).
d) Los herederos de la segunda y tercera personas del singular del verbo ser son: tú jes 138 y él get (jet) 89, 93, 117 o je 94. Estas formas diptongadas que, a juicio de M. Alvar (1976, p. 64), no se documentan en la Rioja más que en las glosas, se justifican por su tonicidad. En castellano Tú ě s, él ě s t se tratan como formas átonas. Por otra parte, los presentes Tú yes, Él ye son hoy usuales en leonés y aragonés (M. Alvar y E. Pottier, 1983a, p. 226).
6.4. Las partículas que pueden tener más interés son aluenge 'lejos' 15, procedente del adverbio latino lŏnge (comp. Poema del Cid, aluen 2696); anzes 'antes' 47 (indéntica forma en la glosa silense 183), deriva seguramente de a n t e a, precediendo a palabra con a- inicial, o bien de a n t e, más palabra que empieza por vocal; a cualquiera de los dos étimos habría que añadir la llamada -s adverbial. Piénsese en el italiano anzi, voz que presenta una sucesión fonemática similar. Alquieras 69 (también en la glosa silense 200) es un curioso sustituto romance, procedente del latín a I i d q u a e r a s, que traduce el clásico forsitan 'quizá' (comp. con el pronombre cualquiera o con los adverbios siquier(a) y cuandoquiera); denante 89 'delante' mantiene la nasal etimológica de d e i n a n t e y es muy frecuente en este pe- ríodo (R. Menéndez Pidal, 1976, J? 373). De los adverbios compuestos con el sufijo -mente quedan dos testimonios: mondamientre 32 y buenamientre 58; en la glosa 88, uoluntaria, que traduce el latín libenter, debe de faltar el sufijo -mientre.
Interesa, por fin, señalar la presencia de la preposición ata 'hasta' 110, del sintagma ata quando, que traduce el latín donec 'mientras'. Esta forma, heredera del árabe h á t t a con simplificación consonántica, fue corriente en la época primitiva.
7. En conclusión, la lengua de las Glosas, manifestación notable del romance riojano primitivo y, más exactamente, del habla altorriojana, embrión o ingrediente básico del complejo dialectal que conformará el castellano, revela la confluencia de formas que representan diversos estados de evolución; el texto, como hemos visto, refleja la existencia de una contienda entre posibilidades diferentes: diptongación uá /ué grados distintos de desinencias del perfecto, presencia / ausencia de -e final, etc. Sin embargo, frente a esa impresión de anarquía formal (que viene reforzada, a nuestro juicio, por la potente reacción culta latinizante ejercida por el sistema escrito) hay una transparente tendencia a uniformarse en torno a una norma; una norma elaborada y profundamente enraizada en tierras riojanas y que en muchos aspectos coincidía con la que por los mismos años estaba modelando y caracterizando a los dialectos navarro y aragonés.
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