CAPÍTULO I

 

 

EL MOLINO DE ZOILO

 

 Las  brumas de la noche amenazaban con envolver la ladera del monte. Una niebla sutil jugaba con la nieve. La perfecta complicidad de un gélido viento parecía mover la cortina de niebla y la suntuosa alfombra blanca. El cazador caminaba jadeante, por la emoción de sentir muy cerca la pieza. Perseguía desde la mañana un gigantesco jabalí, que sabía  estaba herido al comprobar las gotas de sangre caliente que estaban  derramadas  sobre unos helechos.

Lo había alcanzado con un certero  disparo de arco, empero no era mortal la situación del animal. Más aún, había despertado su fiereza y agresividad, considerando al cazador su enemigo. Por fin este lo localizó al pie de una vieja encina. Desenvainó su corta y ancha espada y se acerco a la fiera, que en desafiante actitud  lo esperaba, rugiendo y encrespando la cabeza. Se arrancó en veloz carrera orientada para atropellar al cazador. Con serenidad, este, se inclinó a un lado para evitar la acometida, a la vez que asestaba  al jabalí un golpe de espada que le atravesó de parte a parte los costados, quedando agonizante sobre la nieve.

Lanzó un grito de victoria el cazador, que se oyó en todo el valle ayudado por el eco de las montañas.

Desenvainando la daga, asestó repetidas e incisivas puñaladas en el testuz del jabalí, acabando con su vida, no sin antes apreciar el egregio triunfador, que su presa exhibía una expresión de idéntico triunfo.

        Nuestro personaje, es el Príncipe heredero de una corona transcendental, por tradición de sangre y de linaje al que llamaremos  García. En este  recorrido de su epopeya, en el legendario siglo XI de la era de Cristo.

         Su padre, era el gran Monarca Sancho III, llamado el Magno. Regentaba un basto imperio.

        Gobernando desde el Pirineo al Moncayo. Toda la Rioja hasta los Montes de Oca y las tres provincias vascongadas. También era su feudo, el Señorío de Navarrete. Termino al que correspondía el área en la que se llevo a cabo la cacería referida. Su gran señor era Matius Garcés. Al cual tenía gran aprecio y fidelidad a su príncipe. Guiando sus pasos juveniles e imprimiéndole la afición a la caza, antesala de la guerra...       

        Fue Matius quien organizó la cacería  por los montes cercanos a su señorío y cómplice de la especial libertad y albedrío  del joven príncipe, para que se arriesgase a cobrar  la pieza. De cuyo éxito, se sentía responsable, máxime al perder la pista del joven cazador, de quien sospechaba que algún percance la habría ocurrido, tras las horas transcurridas en ausencia de la comitiva y la jauría de perros que le auxiliaron en descubrir y seguir el rastro del jabalí.

        Lo dejamos inerte ante  el cazador, quien  tras tranquilizarse, lo abrió en canal para aliviar su peso extrayendo sus vísceras. Cargándolo sobre su espalda e iniciando el descenso por la ladera, con la intención de buscar el curso del río Yalde. Sabía que por aquellos parajes existía el molino de Zoilo

        Y pronto lo descubrió, al ver una tenue luz y la cortina de humo que emanaba de la chimenea.

        Exhausto por la pesada carga del jabalí, llegó ante la puerta de la estancia y casi sin fuerzas golpeó repetidamente la recia aldaba. Cayendo desmayado en el zaguán.

        Se oyó un ruido que provenía del interior. Alguien había corrido el pesado cerrojo de la puerta. Portaba un candil con el que alumbró la escena y pensó horrorizada que el jabalí que yacía encima del cuerpo de aquel hombre habría matado a este. Decidió retirarlo y comprobó que el cazador respiraba.

        Lo arrastró al interior de la estancia, donde ardía  un gran leño de almendro, que lejos de producir aromas nocivos y humos irritantes se prodigaba en calor y luminosidad. La muchacha, joven hija de Zoilo el molinero, ante el reflejo de las llamas, contempló el cuerpo tendido del príncipe heredero de la Tierra Najerense, Se enamoró de su perfil, de su color y de su juventud. En un impulso irresistible, lo desnudó para calmar las convulsiones de frío  que manifestaba en temblores, producto de la humedad y la fatiga.

        Sacó de un baúl un denso paño de lana tejida y arropó el cuerpo desnudo de su improvisado invitado, ajeno a las atenciones y mimos que le dispensaban.   Ante el estado que presentaba, decidió mitigar su situación con atenciones más directas. Se  desnudó por completo y arropándose en la misma manta  fundió su cuerpo con el del joven príncipe contemplando como ardía en el hogar de la chimenea el vetusto leño de almendro.

        Se despertaron a la vez cuando el gallo cantó, cómplices de que aquello era el cielo. Disfrutaron juntos y por primera vez del vinculo de la pareja humana, sin mediar palabra alguna. Como dos animalitos a los que el azar de la vida puso frente a frente para honrarla con su ritual más sagrado. Se miraron a los ojos, incrédulos ante lo que habían hecho...  Cuál es tu nombre le preguntó el muchacho:

       - Margot -,  contestó a la vez que se levantaba del lecho, con la intención de llevar a su amante algo de comer. Pronto apareció con un surtido plato de viandas. Cecina de ciervo, cuencos con cuajadas, nueces y miel. Los dos comieron con apetito. Cuando terminaron, volvieron a disfrutar del placer carnal en el tálamo junto a la chimenea, sin importarles nada  que el leño estuviera ya convertido en ceniza fría. Tendidos en  fiel y apasionado abrazo, que confundía sus siluetas, volvieron a quedarse dormidos.

        Esta vez los despertó un griterío que provenía del exterior. Era la escolta y comitiva del príncipe García, capitaneada por Matius a los que se había unido el Obispo de Nájera, Fermintius con un mensaje del Rey Sancho para que el heredero volviese con urgencia a la corte, para resolver graves asuntos de Estado. Matius penetró en la estancia con vehemencia, temiendo que algún contratiempo podría haberle ocurrido a García. Al verlo sano y salvo emitió un suspiro de alivio. Pues al fin, como Ayo Real era el responsable de su formación y seguridad.

        Fijándose  en el jabalí, dijo: - Buena caza la de ayer García... -.

       Margot, estaba agazapada en un rincón de la sala. Cubriendo su cuerpo tan solo con la manta de lana. Atemorizada, contemplaba como García se vestía presurosamente con sus regias ropas.

        Enseguida penetró en la estancia el obispo Fermintius, que se escandalizo ante la escena y manifestó al príncipe, el mensaje del Rey su padre.

         A esto, dijo Matius:

         - Veo que os han atendido bien. Premiaré a Zoilo, que es un  buen súbdito. Debo decirte, García, que tu perrita Ozma,  fue herida por el jabalí. Está grave, tiene el vientre destrozado. La dejaremos al cuidado de Marguoz -.

         - Volveré en primavera - ,dijo García, mirando tiernamente a la muchacha.

         Y así, la comitiva encabezada por el príncipe, inició el retorno a la Corte, portando el gran trofeo de caza.

 

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