LA CORTE
Dos leguas
separaban el Real Alcázar de los pagos del Molino de Zoilo. El
Rey Sancho, se asomaba constantemente a la torre mayor del
castillo, para otear la llegada de la comitiva de cazadores. Por
fin, los vio cruzar el puente sobre el Najerilla, que estaba
situado frente a las ancestrales cuevas del Monte Malpica. Era
día de mercado. Puestos de venta, se clasificaban en los
diversos productos ofertados con buen orden de materias:
comestibles, ropa y calzado, aperos de labranza, útiles de caza
y de guerra, bien forjados en las fraguas.
La
Ciudad cobraba cada jueves una imagen variopinta y abigarrada
ante una turba de comerciantes y ganado de la más diversa
estampa, que aquel día, confluía en el paso del puente con la
marcha majestuosa del Príncipe García y su regio séquito. El
Obispo Fermintius, de gran prestigio en su parroquia, gozaba
ostensiblemente de popularidad, repartiendo bendiciones por
doquier a las gentes. Mientras, todos se fijaban en el
jabalí, que portaba en la grupa de su caballo uno de los
sirvientes.
El Rey Sancho, con la impaciencia de un padre,
bajó presuroso al patio de armas. Antes dio la noticia de la
llegada a su esposa y madre de García, con la ventura que
requería el retorno de su primogénito, a quien lo recibieron
con júbilo en el seno de la Corte, . Se organizó aquella noche
una gran fiesta, a la que asistieron trovadores, bufones y
saltimbanquis. Y así, el mercado de aquel jueves transcurrió
desde gran animación popular, ante la celebración dictada por el
Rey.
Comenzó esta con una copiosa cena cuyo plato central era el
asado de jabalí, Aderezado con verduras y tubérculos, que
ofertaba la huerta. También con hierbas aromáticas, de espliego
y tomillo. Antes, perdices guisadas, capones y palomas. Trucha y
zarpeños del Najerilla. Todo bien regado, con los buenos vinos
de las bodegas del Rey, elaborados después de la vendimia de sus
viñedos, situados en términos de la Ciudad de su corte y los
límites de Valpierre, Cordovín y Cárdenas.
El
cultivo de la vid, era extraordinariamente apreciado en aquel
tiempo. Hasta el punto que el Rey en el Fuero otorgado a la
Ciudad de su corte, dictó cláusulas especiales a esta actividad.
Significando que las vendimias debían comenzar por los viñedos
de su propiedad. Otorgando a los súbditos el privilegio de poder
construir lagares, sin cortapisa ni prohibición alguna. Esta
cobertura de la realeza promocionó en la Tierra Najerense toda
una primicia y apoyo en la actividad de la producción vinícola.
Con tal éxito y pujanza que se plantaron viñedos profusamente en
todos los confines de la ciudad-corte. Los peregrinos a
Compostela, las fiestas de los grandes Señores y clérigos,
demandaban el extraordinario vino cosechado. Aquella que se
organizó con motivo de celebrar la caza del jabalí, significaba
que le daban al príncipe la mayoría de edad y que muy pronto el
Rey le confiaría asuntos de responsabilidad en el gobierno de
sus estados. Así lo comprendieron todos los presentes en la
cena. Mirando a García, con respeto a la inmediata autoridad que
habría de ejercer infanzones, magnates y clérigos
Altos
nobles y prelados se sumaron a la tácita y eminente voluntad del
rey considerando a García heredero virtual del Imperio.
Sin
embargo, había algunos cortesanos, que por gozar de la confianza
y favores del Rey, no vieron con buenos ojos el muy próximo
cambio que se iba a producir. Consideraban al príncipe inmaduro
para el gobierno, arrebatado y caprichoso de carácter y con más
aficiones para la diversión que cordura para estudiar problemas
y emitir correctas decisiones.
Se
encontraban aquellos cortesanos demasiado cómodos en confianza
y poder. Uno de estos, era Pedro Sesé responsable de las
caballerizas reales. Otro, el conde Fortuniones, cuya coqueta
esposa llamada Velasquita hacía de proxeneta en el Real Alcazar,
proporcionando placeres carnales a los forasteros que llegaban
invitados por el Rey, así como a este mismo, a sus nobles,
incluso a disolutos clérigos. Disponía de doncellas y damas que
simulando ser servidoras de palacio, se prestaban a ciertos
favores, altamente estimados por la parroquia. El tercero en
temer que el cambio de dueño en la Corte iba a minar sus
intereses era Domingo, que ejercía de limosnero del reino y se
le quedaban entre las uñas, dineros fáciles.
Este nido de tres diablos sabía bien que los
predilectos del príncipe García en confianza eran, el noble
Matius, el virtuoso prelado Fermintius y su leal amigo. Daniel,
halconero de palacio.
El Rey
Sancho, a los postres de la copiosa cena, hizo un gesto
ordenando silencio a los presentes, para dirigirles unas
palabras. Dijo:
-Mi
hijo y primogénito el príncipe García, ejercerá como regente
del gobierno de mis dominios, mientras yo esté ausente de la
Corte. Será obedecido en cuanto mandase. Que esta mi voluntad,
quede escrita, para su exacto cumplimiento-. Prosiguió su
dictado diciendo:
-Partiré mañana al alba y estaré varios meses recorriendo mis
estados y sus provincias, con el fin de organizar en una acción
de conjunto, todas las posibilidades y fuerzas de la Cristiandad
hispana para hacer frente a la morisma. El Emirato cordobés se
ha fragmentado y es el momento de negociar nuevos territorios,
hasta conseguir para este reino la Extremadura del río Duero.
En
este tiempo de mi ausencia, hijo mío, siguió el Rey hablando, a
la vez que tomaba por el hombro a García, deberás instruirte
atesorando nuevos conocimientos que te servirán en el futuro,
para llevar con acierto las riendas del reino cuando lo heredes.
He
ordenado a mi consejo que se forme una curia de entre los más
cabales y sabios hombres de la Corte, para que impartan sus
enseñanzas a tu alteza real. Vigilaré esa educación, acorde con
los proyectos de la Monarquía heredada de mis mayores.
Mis
servicios a ésta, están enmarcados en un proyecto ambicioso,
construir una sólida nación de afanes comunes de mis Estados
conectando con la cultura que nos transmite Europa.
Mi
viaje tendrá muchos escollos y penalidades. Trataré de que los
trámites diplomáticos, sean eficaces a mi política de
unificación. Tomó a su esposa por el talle y se retiró a sus
aposentos. Al hacer esto, volvió de pronto la cabeza y ordenó:
Que haya amnistía para presos y malhechores, hoy es un día
jubiloso para mí y para vuestra reina.-
Solo
el conde Fortuniones, el limosnero del reino, y Pedro Sese
disintieron de las voluntades y alegrías del rey. Se unieron
como una piña, frustrados y con mal humor. A la reunión se sumó
la coqueta Velasquita a quien su esposo Fortuniones hizo una
específica seña de que se acercara al Príncipe García. La seña,
contenía un mensaje tácito y por supuesto de malvado contenido.
Velasquita se acerco al Príncipe marcando su
ligereza de mujer casquivana haciendo cimbrear su cuerpo y
definiendo su ebúrneo y generoso busto. Abrazó a García
efusivamente, a la vez que susurró al oído del muchacho. -Hoy es
un día jubiloso García, no debes privarte de nada. Acudiré a tus
aposentos a media noche para enseñarte algunas normas de amar a
las mujeres...-
-Sois
una mala zorra-, le dijo huyendo de ella. De la escena se
percataron perfectamente los tres insidiosos personajes.
Comprendieron que debían enfrentarse con otras tácticas y
habilidades para recobrar su influencia cortesana.
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