Nos hemos imaginado a  Don Quijote cabalgando  por  tierras riojanas, por los mismos valles donde  Berceo recreó sus versos a la Gloriosa. Sin duda ninguna, del mismo modo que los versos de nuestro "cura riojano"  vagaron entre molinos y gigantes por las campiñas manchegas.  

  

   Ésta Biblioteca Berceana quiere rendir  tributo a nuestro ingenioso paladín de la lengua castellana Don Quijote de la Mancha en su cuarto centenario. 
   Sírvannos a nuestro empeño estas pocas líneas de cuerda locura, en las que retrata a su amada Dulcinea. Con ellas, hermanamos estas dos figuras, Berceo y Cervantes, que con tres siglos de diferencia, irrumpen con su verbo castellano forjando algunas de las mejores páginas de la Literatura Española.
    La Gloriosa y Dulcinea nos premien con su amor
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       -Ya te tengo dicho antes de ahora muchas veces, Sancho -dijo Don Quijote- , que eres muy grande hablador y que, aunque de ingenio boto, muchas veces despuntas de agudo; mas, para que veas cuán necio eres tú y cuán discreto soy yo, quiero que me oigas un breve cuento.
    Has de saber que una viuda hermosa, moza, libre y rica, y, sobre todo, desenfadada, se enamoró de un mozo motilón, rollizo y de buen tomo; alcanzólo a saber un su mayor, y un día dijo a la buena viuda, por fía de fraternal represión: "Maravillado estoy, señora, y no sin mucha causa, de que una mujer tan principal, tan hermosa y tan rica como vuestra merced se haya enamorado de un hombre tan soez, tan bajo y tan idiota como Fulano, habiendo en esta casa tantos maestros, tantos presentados y tantos teólogos, en quien vuestra merced pudiera escoger como entre peras, y decir: "Este quiero, aquéste no quiero." Mas ella le respondió, con mucho donaire y desenvoltura: "Vuestra merced, señor mío está muy engañado, y piensa muy a lo antiguo si piensa que yo he escogido mal en Fulano, por idiota que le parece; pues para lo que yo le quiero, tanta filosofía sabe, y más, que Aristóteles."
     
Así que, Sancho, por lo que yo quiero a Dulcinea del Toboso, tanto vale como la más alta princesa de la Tierra. Sí, que no todos los poetas que alaban damas, debajo de un nombre que ellos a su albedrío les ponen, es verdad que las tienen. ¿Piensas tú que las Amarilis, las Filis, las Silvias, las Dianas, las Galateas, las Fílidas y otras tales de que los libros, los romances, las tiendas de los barberos, los teatros de las comedías, están llenos, fueron verdaderamente damas de carne y hueso, y de aquellos que las celebran y celebraron? No, por cierto, sino que las más se las fingen, por dar sujeto a sus versos, y porque los tengan por enamorados y por hombres que tienen valor para serlo.
     
Y así, bástame a mí pensar en creer que la buena de Aldonza Lorenzo es hermosa y honesta; y en lo del linaje importa poco; que no han de ir a hacer la información de él para darle algún hábito, y yo me hago cuenta que es la más alta princesa del mundo.
     
Porque has de saber , Sancho, si no lo sabes, que dos cosas solas incitan a amar más que otras: que son la mucha hermosura y la buena fama, y, estas dos cosas se hallan consumadamente en Dulcinea, porque en ser hermosa ninguna le iguala; y en a buena fama, pocas le llegan. Y para concluir con todo, yo imagino que todo lo que digo es así, sin que sobre ni falte nada, y píntola en mi imaginación como deseo, así en la belleza como en la principalidad, y ni la llega Elena, ni la alcanza Lucrecia, ni otra alguna de las famosas mujeres de las edades pretéritas, griega, bárbara o latina. Y diga cada uno lo que quisiere; que si por esto fuere reprendido de los ignorantes, no seré castigado de los rigurosos. [...] 

(Primera parte, Cap. XXV, Que trata de las extrañas cosas que en Sierra Morena sucedieron al valiente Caballero de la Mancha y de la imitación que hizo de la penitencia de Beltenebros)

 


 

  Todos la bendiçien e todos la laudaban,
Las manos e los oios a ella los alzaban,
Retraien los sos fechos, las sos laudes cantaban,
Los dias e las noches en esso las passaban.

  
Sennores e amigos, muevanos esta cosa,
Amemos e laudemos todos a la Gloriosa,
Non echaremos mano en cosa tan preçiosa
Que tambien nos acorra en ora periglosa.
                         (Mil. XX, 496, 497)

 

    Nos hemos imaginado a  Don Quijote cabalgando  por  tierras riojanas, por los mismos valles donde  Berceo recreó sus versos a la Gloriosa. Sin duda ninguna, del mismo modo que los versos de nuestro "cura riojano"  vagaron entre molinos y gigantes por las campiñas manchegas.
    En la imagen mostramos el Monasterio de Yuso en San Millán de la Cogolla, y un quijote lanza enristre cuya ilustración pertenece al libro "La imagen del Quijote en el mundo", de la Editorial LUNWERG.

 

Biblioteca Gonzalo de Berceo