Alpargatas de un danzador de Anguiano (La Rioja)
 

 

 

RESUMEN.-

El presente artículo es una interpretación personal de uno de los poemas de Gerardo Diego, "Decir de La Rioja ", publicado en su libro Cementerio civil (1972). A lo largo de sesenta y ocho versos elaborados en lamas pura tradición medieval déla cuaderna vía Diego descubre a las claras su entusiasmo por las tierras de La Rioja y su indudable calidad como poeta al saber fundir, además, leyenda y poesía, paisaje y sentimiento.

 

ABSTRACT.-

The present article is a personal reading of one of Gerardo Diego's poems, "Decir de La Rioja", published in his book Cementerio civil (1972). Throughout sixty- eight verses elaborated in the most pure medieval tradition of the quadernavia Diego clearly shows his enthusiasm for the lands of La Rioja and his undoubted quality as a poet by also being able to unite legend with poetry, landscape and feeling.

 

 

 

 

 

Ningún poeta del grupo del 27 ha sido capaz de producir una obra tan variada y a la vez tan fecunda como Gerardo Diego. Profesor, pintor, pianista, antólogo y, sobre todo, poeta, la significación de este santanderino debe tenerse en cuenta a la hora de trazar la evolución de nuestra historia literaria de este siglo. Los grupos no quedan pero sí los poetas y a veces sólo algunos de sus poemas. Aunque Gerardo Diego no llega, en mi opinión, a la categoría de un Lorca, un Aleixandre o un Guillen, algunos de sus versos, de increíble belleza, han de ascender, como aquel ciprés de Silos, al Parnaso de nuestra poesía.

Hay en la dilatada producción de Gerardo Diego casi medio centenar de librosuna combinación entre las viejas formas estróficas tradicionales y los diversos temas y expresiones de clara filiación vanguardista. Es quizás en esta vertiente innovadora por los rumbos del creacionismo y el ultraísmo donde posiblemente adquiere un mayor interés el papel de Diego en nuestras letras. Impulsor déla españolización del creacionismo y del redescubrimiento de Góngora, puente entre la vanguardia y la tradición, aglutinador de los del 27 y, en buena medida, maestro de los poetas españoles de posguerra, su poesía no ha sido en los últimos años apreciada como debiera y prueba de ello es que su muerte en el verano de 1987 pasó en muchos círculos literarios españoles con más olvido que gloria. Estas páginas quieren ser un homenaje al poeta y a la vez un homenaje desde la distancia a mi tierra, La Rioja, a la que Gerardo Diego iba a dedicar un espléndido poema.

 

 

 

LOS PAISAJES DE GERARDO DIEGO

 

Alguien dijo que la biografía de los poetas está en sus versos y eso parece cumplirse en el caso de Gerardo Diego. Si bien se mira, una ojeada a la biografía del poeta nos trae a la mente, guardando las distancias, la figura de uno de aquellos viajeros de la Ilustración que recorrieron España tomando notas de los lugares por los que pasaban. Gerardo Diego no tomó notas, recogió emociones, vivencias y sensaciones que había de reflejar de un modo admirable a lo largo y ancho de sus poemas. Los repetidos viajes que llevó a cabo han sido ya esbozados por sus biógrafos, desde Antonio Gallego Morell -sólo hasta 1956- hasta Arturo del Villar1. Más recientemente,uno de sus editores, Francisco Javier Diez de Revenga, ha subrayado también este aspecto al decir:

Los viajes en la vida de Gerardo Diego son importantes y su poesía está impregnada de lugares, ambientes, paisajes y figuras de todos los rincones de España y de partes del mundo, a veces alejadas extraordinariamente de nuestra cultura o civilización2.

Con once años viaja ya a Bilbao y Orduña, con catorce a la provincia de Burgos. Con diecisiete conoce Extremadura y Salamanca. Va luego a Madrid y por cuestión de cátedras se instala en Soria y después en Gijón. Viaja por Francia, desciende hasta Sevilla, recorre Galicia, Buenos Aires, Portugal, Italia, Bélgica y, en fin, ... ¿para qué seguir?. Viajero incansable, pues, a veces por gusto y a veces por necesidades laborales y académicas, Gerardo Diego iba a dejar buena cuenta en sus versos de los nuevos paisajes y de las ciudades que ante sus ojos se descubrían. Por eso, al día siguiente de su muerte y en el homenaje que al poeta se le dedicó en las páginas del diario ABC de Madrid, Florencio Martínez Ruiz escribía: Gerardo fue, ha sido y es, un "peregrino de su patria".No sólo identificó sus ciudades, sus montañas, sus paisajes, sino que los hizo forma y lenguaje en sus versos, esponjándolos, en su realidad más sensible (...).Tiene que llegar Gerardo Diego para que los mágicos paisajes y las ciudades entrañables tengan una fenomenología auténtica (...) (Gerardo Diego) instala a Soria y Sevilla, Santiago, Santander o Cuenca en la compañía fantasmal pero intuitiva de la revelación de un paisaje como algo complementario del alma del poeta3.

Efectivamente, desde las escapadas estudiantiles hasta sus primeros contactos con Andalucía y Levante, desde aquel pueblecito del Pirineo francés, Sentaraille, hasta el largo viaje cultural realizado a Filipinas, gran parte de su obra recoge esos sentimien­tos y emociones que el poeta experimentó en su camino. Cuando entre 1926 y 1936 escriba uno desús mejores libros, Alondra de verdad (1941), incluirá en él fechas y paisajes concretos, una variedad de lugares que contrastará con el ámbito más centradamente andaluz que entre 1957 y 1964 vamos a encontrar en EU ándalo ( Sevilla y Cádiz). En definitiva, entre la gran variedad temática de sus libros cabe señalar, como ya hizo en su día Miledda D'Arrigo4, un grupo temático centrado en torno al paisaje de las tierras de España. A pesar, sin embargo, de la vastísima geografía lírica gerardiana, Santander, Soria y Compostela serán los centros sobre los que girará su vena poética. Sólo así se comprenden los poemarios Mi Santander, mi cuna y mi palabra (1961), Soria Sucedida (1923, 1948, 1977) y Ángeles de Compostela (1940). Junto a la evocación familiar y los recuerdos de la infancia de su Santander natal y ante la devota meditación escultórica de los ángeles compostelanos aparece Soria, la ciudad a la que Bécquer y Antonio Machado ya habían cantado antes como el propio Gerardo Diego recuerda en uno de sus versos del poemario titulado, precisamente, Soria:

 

Poetas andaluces

que soñasteis en Soria un sueño dilatado:

tú, Bécquer, y tú, Antonio, buen Antonio Machado,

que aquí al amor naciste y estrenaste las cruces

del dolor, de la muerte...

Desde el Cántabro mar

también, como vosotros, subí a Soria a soñar5.

 

Con estos versos el propio Gerardo Diego se sitúa, por tanto, en la larga línea de poetas que han cantado a Soria, tal y como también observó Antonio Machado en un artículo periodístico que cita José Luis Cano:

Soria es una ciudad para poetas... Un poeta de las Asturias de Santillana, Gerardo Diego, rompió a cantar en romance nuevo a las puertas de Soria. Y hombres de otras tierras, que cruzaron sus páramos, no han podido olvidarla6.

La afirmación de don Antonio, verificable en sus versos, se hace extensa realidad si nos remontamos a Tirso de Molina o a Gustavo Adolfo Bécquer, entre los grandes, y entre los menores a Angela Figuera, Aurelio Rioja, Bernabé Herrero, Mariano Granados, Cesar y Benito del Riego, Virgilio Soria, Dámaso Santos, Arsenio Gallego y una lista, en fin, que hizo extensiva Antonio Gallego Morell en un detenido estudio del tema. Sin embargo, mientras Machado incluye a veces una visión pesimista y hasta profética de las gentes de España (uno de los poemas de Campos de Castilla, "Por tierras de España", XCIX, es un buen ejemplo para comprobarlo), Gerardo Diego nos mostrará una Castilla menos sólida y más amable, desvinculada de lo trascendental. Mientras Bécquer escenifica toda una atmósfera de misterio en sus leyendas sorianas ("El Monte de las Animas") Gerardo Diego nos brindará una poesía de la tierra, de España, de Castilla, de Soria, poesía salida del corazón, vivida y sentida hasta lo más íntimo. Con razón, pues, en el prólogo a su primera antología de versos el propio Gerardo Diego reconocía a modo de poética personal: "Mi sinceridad...ha sido siempre absoluta. Y he puesto en cada uno de mis libros y de mis estrofas la máxima autenticidad de emoción"7. Está por hacer todavía un estudio comparativo serio y detallado de las visiones que de Castilla tienen en sus versos Antonio Machado y Gerardo Diego. Precisamente sobre el tema de Soria y Castilla en la obra del poeta montañés se han escrito algunas páginas como el iluminador y sólido ensayo de Concha Zardoya8, el ya citado de Gallego Morell y las notas que a modo general incluyen en sus libros Luis Felipe Vivanco, Dámaso Alonso y José Luis Cano. En el puntual estudio biográfico del profesor Gallego Morell9 se señala el provincianismo de algunos poemas que califica de "poesía viajera" del poeta santanderino. Hay al final una extensa lista bibliográfica en la que se hallan algunos breves estudios del tema debidos a José Albi y Heliodoro Carpintero10. Dámaso alonso dedica un apartado de su estudio11 a lo que él llama "Temas y paisajes españoles" donde reconoce la tradición temática en la que se ubica Diego sin olvidar tampoco su propia originalidad patente en poemas como el "Ciprés de Silos", "Giralda", "Revelación" y, sobre todo, "Cumbre de Urbión". Bajo el epígrafe de "La palabra temporal provinciana" Luis Felipe Vivanco12 ha destacado la dimensión ingeniosa de la palabra poética de Gerardo Diego, su precisión y agilidad imaginativa al tiempo que ha visto algunos de los contrastes del montañés con respecto a sus dos antecesores andaluces. Por su parte, José Luis Cano13 no pasa de dar un breve apunte en el que elogia el valor poético de los poemas que integran Soria sucedida, libro que considera a la altura de los mejores de su autor y que viene a probar la gran sensibilidad poética de Gerardo Diego. Un poco más detallado es otro estudio de Gallego Morell14 donde se muestran las relaciones del poeta con la ciudad soriana a partir de sus versos y de otros datos extraliterarios. Para Gallego el poeta montañés es a Castilla y a los tópicos castellanos en la poesía lo que Lorca fue respecto a Andalucía y sus propios tópicos y motivos.

Posiblemente ha sido Concha Zardoya quien a partir de un artículo de 195015, ha analizado más sagazmente los motivos castellanos en la lírica gerardiana y   con envidiable intuición y sensibilidad los ha comparado con aquellos de la poesía de Antonio Machado. Centrándose en el color y la línea Zardoya ve a Machado más filósofo y pintor y a Gerardo Diego más dibujante y conceptual sin que exista en ninguno de ellos panteísmo alguno. Hay quizás una mayor sobriedad e intensidad en Machado frente a un mayor eclecticismo y agilidad en Diego. A la seguridad y estatismo de Machado, considera Zardoya, se enfrenta la inquietud y el cambio del santanderino, y ante el colorido del autor de Campos de Castilla, colorido de una o de pocas realidades esenciales, hallamos la línea de Gerardo Diego, línea constituida en estructuras infinitas. En la segunda parte de su estudio Concha Zardoya recorre cronológicamente las impresiones que el poeta ha ido dejando en sus distintos libros de Castilla. Atiende a las primeras pinceladas de Evasión (1919) y su "Saludo a Castilla", a la primera edición de Soria (1923) con "Los tejados de Soria" y el "Romance del Duero"; pasa luego a estudiar el "Ciprés de Silos" como representativo de los Versos humanos (1923) y dentro de este libro la sección "Nuevo Cuaderno de Soria" donde se recogen seis poemas en los que Zardoya se detiene. Mientras en aquella primera edición de Soria se daba, como también indica su título, una galería de estampas y efusiones, una Soria arbitraria pero rebosante de sensaciones y sentimientos, de los Versos humanos ha escrito Concha Zardoya:

...nos entregan una visión de Castilla a través de seis elementos: el ciprés de Silos, la cigüeña, el viento frío, las plazuelas solitarias, la estación y el río Duero. Los poemas van rehaciendo el paisaje y sus ciudades humildes, rehallando la esencia de la tierra en un prodigio de concreción y síntesis. Con respecto a estas obras el poeta ha avanzado un paso más desde el primer libro en un proceso de intensificación centrípeta16.

También Zardoya ha estudiado la propia y personal visión gerardiana de Castilla en algunos de los sonetos de Alondra de Verdad como los titulados "Revelación", "Cumbre de Urbión", "El viento" y un nuevo "Ciprés de Silos".La conclusión a la que llega la autora es que en Gerardo Diego se da respecto a Castilla más una concentración que una evolución. En definitiva, Diego armoniza y complementa la línea, el color, la arquitectura, la idea y nos presenta una Castilla real y vivida. Por eso concluye Zardoya:

Castilla no es una entelequia ni una metáfora: es una realidad y una vivencia, un caudal de luz en eterna fluidez; es reino de vida y espíritu, el paisaje de más alta categoría espiritual y estética de toda España17.

 

 

 

DE CASTILLA A LA RIOJA

 

En la última etapa de la vida del poeta, concretamente en 1972, apareció Cementerio civil, libro que encierra cincuenta y un poemas sin demasiada relación entre sí y agrupados en ocho secciones. Exceptuando las dos primeras secciones cuyos veintiocho poemas inciden en el tema de la muerte, los demás poemas aparecen desligados del contexto y habían venido escribiéndose desde 1956. Este libro forma parte, por tanto, de aquellos a los que Gerardo Diego denominó "libros inconexos" por recoger versos de circunstancias pero que de ningún modo, me parece, deben verse como de menor interés. El "Ciprés de Silos", por citar alguno, sería un perfecto ejemplo de poema de circunstancias y, sin embargo, se revela en él la profunda maestría poética de su autor. Algo parecido creo que ocurre con uno de los poemas de ese Cementerio civil, me refiero al titulado "Decir de La Rioja"18, extraordinario ejemplo de la pervivencia del tema del paisaje y de la tierra en Gerardo Diego. Con este poema el castellano viejo de Santander canta a La Rioja, la tierra por la que otrora pelearon aragoneses y castellanos, la tierra donde nació la lengua castellana, la tierra de Quintiliano, la tierra, en fin, donde Berceo alabará los milagros de la Virgen al compás de los aires monacales de San Millán.

Una mirada a la biografía del poeta no ofrece ningún dato concreto de su presencia en esta zona pero "Decir de la Rioja" muestra a las claras, por los conocimientos y detalles recogidos en sus versos, que Gerardo Diego efectivamente viajó por las rutas de La Rioja y hasta se interesó por sus tradiciones. Uno de sus biógrafos, Arturo del Villar, señala el gusto que el poeta sintió por las excursiones al campo y la montaña y la honda impresión que sus primeros viajes fuera de la provincia de Santander le produjeron hasta el punto de que "al cabo de los años los recordaba tan vivamente que pudo escribir en verso acerca de ellos"19. En una panorámica de la vida de Gerardo Diego el crítico Francisco Javier Diez de Revenga se ha referido a los años inmediatos a la concesión del Premio Nacional de Literatura (1956) y ha dicho:

Nuevos viajes a Bélgica, a países latinoamericanos, a Marruecos, a numerosas provincias españolas van consolidando, junto a la publicación de nuevos libros, la figura del poeta en su condición de maestro de la lírica española20.

En uno de esos viajes, pues, cabe situar la experiencia vivida de Gerardo Diego en La Rioja aunque no se puede, por el momento, fijar ninguna fecha concreta. Cabría en todo caso investigar en la hemeroteca de la capital riojana y consultar los diversos periódicos de la provincia, más detenidamente la popular publicación diaria "La Rioja" e intentar hallar en ella algún posible dato o en último término se podría conocer su fecha y lugar de composición utilizando los posibles datos aportados por Gerardo Diego, tal y como hizo para otra edición Diez de Revenga. Pero ni el desconocimiento de la datación ni el del lugar donde se escribió el poema en cuestión deben ser inconvenientes para valorar en su justa medida la belleza de estos versos escritos con el más profundo sentimiento.

Consta el poema de sesenta y ocho versos alejandrinos agrupados en diecisiete estrofas de cuatro versos de una sola rima consonante y distinta en cada grupo estrófico. Se trata, por tanto, de la utilización del tetrástrofo monorrimo o cuaderna vía tan utilizada por el mester de clerecía desde Gonzalo de Berceo a don Pero López de Ayala. Es al clérigo riojano al que Gerardo Diego quiere imitar conscientemente con el modelo déla tradición según se deduce de algunos detalles. En definitiva, a lo largo y ancho de todo el poema el autor evoca La Rioja, sus tierras, sus gentes y su tradición a partir de la estructura métrica y poemática que siete siglos antes había empleado el clérigo de La Cogolla.

La primera parte del poema es una exposición de los propósitos del poeta al escribir estos versos y se desarrolla en las tres primeras estrofas. En lugar de alabar a la Virgen como hiciera Berceo en los Loores de Nuestra Señora, en el Duelo de la Virgen o al final de la introducción de los Milagros, Gerardo Diego alaba La Rioja porque ella es "estribo de los Angeles que alzan a la Gloriosa" (v.4). La Rioja, por tanto, como mediadora entre lo terrenal y lo divino . Pero mientras Berceo incluye unos versos a modo de encomienda, como por ejemplo en la Vida de Santo Domingo ("En el nomne del Padre, que fizo toda cosa,/ Et de don Ihesuchristo, fijo de la Gloriosa,/Et de Spiritu Sancto..."21.) Gerardo Diego se sitúa directamente frente a la tierra riojana:"Sí, yo también quisiera loarte y romanzarte "(v.5). Mientras Berceo pide juglarescamente un vaso de buen vino riojano ("Quiero fer una prosa en román paladino/.../ bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino"22, Gerardo Diego toma la posición contraria:"y, sin pedir ni un sorbo al rubricar mi encarte" (v.6). Hay en esta segunda estrofa una suerte de juego de ideas entre decir-dictado que concluye con la paronomasia de rezarte-rozarte. Lo que quiere el poeta, en fin, es rozar en vuelo bajo las tierras riojanas, pulsar sus registros, es decir, revivir de algún modo su experiencia personal a partir de la composición del poema. Y para ello nada mejor que pedir ayuda al propio Gonzalo de Berceo y a Juan Ruiz,el Arcipreste de Hita, quien tan bien supo utilizar a mediados del siglo XIV la cuaderna vía en algunas partes de su críptico Libro de Buen Amor. Por eso dice Diego:"Juan, Gonzalo, acorredme."(v.10), sobre todo por la métrica y la tradición. La primera parte se cierra con una toma de postura atenta y recogida del poeta, una especie de indicación de que el poema se va a iniciar:". ..Dobles de corazón, /bailas y semitonos de tan pausado son/ hagan bajar los párpados y enlabiar la oración."(vv. 10-12). Es casi una postura parecida a la de Berceo cuando en los Milagros comenzaba:" Amigós e vasallos de Dios omnipotent,/si vos me escuchásedes por vuestro consiment, /querríavos contar un buen adveniment/..."23 o al empezarla Vida de Santa Oria: "Quiero en mi vegez, maguer so ya cansado,/de esta Sancta Virgen romanzar su dictado..."24.

La segunda parte del poema, compuesta por las tres siguientes estrofas -cuarta, quinta y sexta- es una ampliación de los propósitos del poeta. Si antes quería alabar a las tierras riojanas ahora va aún más allá en sus intenciones y quiere recorrerlas. Por eso dice casi con intuición de sinfonía musical:

Tus alamedas músicas, tus aguas de sonata,

tus rodales romeros, tus huellas de reata,

el cáñamo apretado de mi humilde alpargata

quisiera recorrerlas en total caminata, (vv.21-24)

En ese tratamiento de un tú a un yo el poeta acude a la personificación que, presente ya en la primera parte, se mantiene a lo largo de todo el poema alcanzando quizás en el verso que abre esta segunda parte su ejemplo más claro cuando el yo poético le pregunta a la tierra, a La Rioja:"¿Te acuerdas? Me llamaste a izar tu primavera."(v.13). En esa invitación al recuerdo se siente la huella de Antonio Machado cuando evocaba el recuerdo del paisaje soriano y la compañía de su esposa perdida, todo ello, sin embargo, con el dolor de la ausencia:"¿No ves, Leonor, los álamos del río/ con sus ramajes yertos?/Mira el Moncayo azul y blanco; dame/ tu mano y paseemos." (CXXI)25.Las referencias que Gerardo Diego nos da en la cuarta estrofa del soto que verdea y la hoja puntera nos sitúan temporalmente en el ciclo estacional de la primavera, ciclo estacional que se repite, sin embargo, año tras año en torno a un campanario. Este motivo del campanario, presente en todos los pueblos de la geografía española, ya había sido utilizado por el poeta en otros de sus poemas sorianos ("Cigüeña", "Campanas"...). El poeta nos dice que quiso ir un día a conocer La Rioja, por eso es "Provincia prometida" (v. 17) y además la cree suya, se funde con ella "mía al fin" (v.17)-en una comunión estrechísima entre el poeta y la tierra-, fusión que lleva al yo poético a convertirse en monje, como Berceo, pero sin los atavíos propios de la Orden: "Monje soy sin cogulla ni becerro o breviario"(v.20). Obsérvese el nuevo juego de palabras patente en el término "cogulla" en relación al nombre del monasterio al que perteneció Berceo, San Millán de la Cogolla. Y, más importante aún, véase la referencia al becerro como libro en que las iglesias y monasterios medievales copiaban sus privilegios, tarea notarial en la que parece que se ocupó también Berceo.

Ataviado, pues, como un monje caminante aunque sin hábito ni libro de rezos comienza la tercera parte del poema, la más amplia -nueve estrofas en total, desde la séptima a la decimoquinta- donde el poeta canta las tierras riojanas al tiempo que las recorre con su imaginación en el recuerdo. A lo largo de esta tercera parte la idea que Gerardo Diego nos da de La Rioja nace básicamente de dos tipos de sensaciones físicas: las auditivas y las visuales dándose cada una de modo independiente, alternativo o conjugándose en una misma estrofa. Esto último es lo que ocurre en los tres primeros grupos estróficos de esta tercera parte (estrofas séptima, octava y novena). Así, en la séptima estrofa aparecen los verbos "divisar" y "oir" en primera persona del presente de indicativo. El yo poético observa los horizontes riojanos y oye el cantar de un gallo. La presencia de las aves vuelve a darse en la siguiente estrofa -gallina, ánades, golondrinas...- así como las dos sensaciones, visual   -Y veo a la gallina..."(v.29)- y auditiva -"azotando sus alas..."(v.30)-.

La atracción que el poeta siente por La Rioja viene representada otra vez por una sensación auditiva producida por una voz íntima que invita al poeta a proseguir su camino. A ella se une también una percepción sensorial visual expresada de nuevo en términos de la fauna volátil, en este caso la reina de las aves, el águila:"Pues, ¿cómo dominarte, Rioja, banda a banda, /sino a vista de águila por toda la Demanda?"(vv.35-36). A partir, pues, de este juego alternativo doble de las sensaciones visuales y auditivas, Gerardo Diego nos va presentando el paisaje riojano y progresivamente va introduciendo espacios geográficos concretos como la Sierra de la Demanda, espacios y sensaciones que se amplían paulatinamente a partir de la décima estrofa. Si antes se daba una mezcla de sensaciones en cada estrofa, ahora y hasta casi el final de esta tercera parte cada sensación ocupa un grupo estrófico sin intromisión de la otra. Primero viene lo visual (estrofas décima y undécima), luego lo auditivo (estrofas decimosegunda y decimotercera) para volver de nuevo a lo visual (estrofa decimocuarta). La confirmación de que Gerardo Diego escribió este poema varios años después de la experiencia que en él se recoge viene expresada al comienzo de la décima estrofa:"Tiempo, espacio me alejan, Sierra de San Lorenzo, /que desde Urbión un día contemplé como un lienzo" (vv.37-38). En esta contemplación (referencia visual) hay un recuerdo de sus repetidos paseos por los Picos de Urbión en la provincia de Soria. En este sentido, en el comentadísimo poema "Cumbre de Urbión", incluido en Soria y escrito en 1932, Gerardo Diego ya había poetizado en el primer cuarteto la posibilidad de ver "media España" desde las cimas de Urbión. Desde allí, efectivamente, Diego divisó los Pirineos aragoneses, los cantábricos y Guadarrama así como toda la sierra riojana y en ella, la Sierra de San Lorenzo. AI evocar ahora, por tanto, el recuerdo de aquella sierra, le viene a la memoria aquella otra visión más antigua desde Urbión. A partir, pues, de esta doble experiencia en el pasado se comprenden los versos: "El mundo se estrenaba a mis pies: fue el comienzo/de este pasmo tan mío del que no me averguenzo."(vv.39-40). En definitiva, Gerardo Diego se pasma, se deleita ante el paisaje de La Rioja y de él toma una serie de elementos visuales que desarrolla en la siguiente estrofa, la undécima, uno de los pocos ejemplos en toda la poesía de Gerardo Diego en que se da rienda suelta a los adjetivos referidos al color, ¡hasta cuatro en un mismo verso!:

 

Qué bultos y qué angostos de virginal relieve,

qué aristas poderosas, qué olvidos de la nieve,

qué verdes, rosas, cárdenos, qué azul de cielo leve,

tan leve que en sí mismo se disuelve y se embebe, (vv.41-44)

 

Esta profusión en la adjetivación cromática es inusual en la lírica gerardiana, basta recordar el citado "Cumbre de Urbión", donde no aparece ni un solo adjetivo de color aunque sí se da la misma rima "relieve-nieve" que aparece en el poema riojano. La alusión al cielo azul de La Rioja y a una serie de elementos paisajísticos recuerda las sensaciones que en su juventud había percibido el poeta en un viaje a San Salvador de Oña para asistir a la primera misa de su hermano. De esta experiencia de juventud nos dio cuenta el poeta cuando en abril de 1949 recordaba en un periódico madrileño, según indica Antonio Gallego Morell, aquel día:

Es el día de San Ignacio, fin de Julio, y el mismo fuego onomástico se enciende en la gloria del cielo de la más Vieja Castilla, que los ojos de un niño estrenan maravillados, primera sensación de otro aire, de otro azul, de otra flora que despierta, marea y aturde una naciente sensibilidad ante el paisaje ... De aquel día glorioso... quedan todavía otras emociones, las altas peñas coronadas de águilas, el rumor fresco de torrentes y arroyos, las galerías y corrales de cacareado bullicio y, presidiéndolo todo, la penumbra medieval del monasterio realizando estampas aprendidas en libros de historia26.

Desde la altura de las sierras riojanas, ahora ya en la Sierra de Cameros, en la decimosegunda estrofa, los ríos descienden hacia el Ebro, más al norte geográficamente. Hay aquí una sensación auditiva, pues el poeta oye las risas y los cantos de los ríos. A ellos dirige su atención, a esos ríos serranos que equipara con los siete Infantes de Lara refiriéndose de nuevo a la tradición literaria medieval española y pronosticándoles la muerte final de sus aguas en el cauce del padre Ebro. Por eso al iniciar la decimotercera estrofa les advierte:"Que el padre Ebro os llama, os urge y os devora."(v.49) y por eso también se entiende el que, antes, hasta cinco elementos "torrentes, sombras, peces, remansos, pozos fríos."(v.47)-, componentes todos de la idea de esos ríos que fluyen desde Cameros- desafiasen al Ebro, "cantan sus desafíos" (v.46).Con ello se hace una alusión anticipada a los Infantes de Lara porque los ríos adquieren casi el papel de transmisores de aquella leyenda épica medieval. Esa imagen del río como transmisor de viejos mitos, y portador de antiguos romances es algo que ya encontramos en Gerardo Diego en aquella famosa estrofa:"Río Duero, río Duero, /nadie a acompañarte baja, /nadie se detiene a oir, /tu eterna estrofa de agua."27. Y el último verso de la decimosegunda estrofa nos hace pensar en una posible proximidad geográfica de estos dos ríos al escenario de la leyenda y , efectivamente, la traición y muerte de los infantes tiene lugar en la vega del río Ebros, en los campos sorianos de Almenar y de Arabiana, precisamente en las cercanías de las tierras por donde transcurren los ríos que canta Gerardo Diego. Por eso los ríos discurren, fluyen, regatean, los mismos territorios donde tuvo lugar la leyenda:"Regatead los Siete Infantes, hijos míos."(v.48). En definitiva, Gerardo Diego conjuga aquí muy hábilmente la tragedia de los de Lara con la de los ríos riojanos que van a dar en el Ebro. Los infantes son siete y siete son también los ríos que caracterizan el territorio riojano: el Oja, el Tirón, el Najerilla, el lregua, el Leza, el Cidacos y el Alhama. Los siete infantes son decapitados para ser, finalmente, conducidos a Córdoba. Las aguas de los siete ríos riojanos al mezclarse con las del Ebro también serán transportadas muy lejos. Fundidos, pues, finalmente en el gran río, el poeta se centra ahora en el Ebro y en tres versos nos muestra su origen y su final, desde las cercanías de Santander a las aguas del Mediterráneo tarraconense en San Carlos de la Rápita: "Quién te ve y quién te vio en tu nacer sin hora, /cuando eras onda pura, inocencia sonora./Quién te verá   en La   Rápita tragando sal traidora".(vv.50-52).Es el recuerdo del paso del Ebro en su nacimiento por la provincia de Santander, su crecimiento y madurez al paso por La Rioja y su muerte y final en las aguas del mar Mediterráneo. El calificativo y en fin la expresión "tragando sal traidora"(v.52) nos hace pensar en la traición que también los infantes sufrieron y pagaron en sus propias carnes.

Vienen a continuación las dos últimas estrofas de la tercera parte -estrofas decimocuarta y decimoquinta- en las que se acumulan referencias tradicionales y legendarias que están todavía hoy vivas entre el pueblo. Para entender ambas estrofas hay que empezar por decir que los santos patrones de la ciudad riojana de Calahorra son San Emeterio y San Celedonio, dos hermanos soldados, romanos y cristianos que acampados en León fueron presos y al no apostatar de su fe cristiana fueron llevados a Calahorra y martirizados en el río Cidacos, muy cerca ya del Ebro.En ese mismo lugar y en memoria del hecho se levantó a mediados del siglo XII la Catedral, que se terminó cuatro siglos después, tal y como hoy la vemos en Calahorra. Como en esta ciudad, a estos dos mártires patronos se les venera también en Santander en los últimos días del mes de Agosto. La explicación de esta coincidencia se encuentra en la leyenda según la cual las cabezas de estos dos mártires llegaron desde Calahorra hasta Santander a través del mar, nadie sabe cuándo, en una embarcación de piedra. Las cabezas de los santos navegarían, pues, del Cidacos al Ebro y por éste hasta el Mediterráneo, bordeando después las costas levantinas, cruzando el estrecho junto al Peñón de Gibraltar, antiguamente llamado Calpe, y remontando por último las costas portuguesas del Atlántico hasta el cabo de Finisterre en La Coruña y de ahí por el Cantábrico hasta Santander. La leyenda sigue contando, según recogió entre otros E.Allison Peers28, que en ese periplo lleno de obstáculos, y ya en la bahía santanderina, las santas cabezas de los mártires encontraron una pequeña isla, conocida como la Roca Agujereada o la Roca de los Mártires, que acabaron atravesando. Sólo así entendemos esos versos en los que Gerardo Diego poetiza la leyenda:

Os busco en Calahorra, aguas que memoraban.

Veo las dos cabezas, mártires, navegaban

siempre a estribor por Calpe, Finisterre.Ya entraban,

horadaban la roca, en mi escudo anidaban, (vv.53-56)

La referencia al escudo de Santander está perfectamente justificada puesto que en él encontramos una embarcación, un castillo y en el borde superior las dos cabezas de San Emeterio y San Celedonio. La leyenda, por tanto, se inmortaliza en el escudo de la capital montañesa. Curiosamente, también en el escudo de Calahorra encontra­mos las dos cabezas ensangrentadas de los santos mártires a modo de medias lunas contrastando con las dos espadas guerreras. Al emplear el poeta el pronombre posesivo "mi" referido al escudo Gerardo Diego ratifica su filiación santanderina pero bien puede ser un sentirse también el poeta hijo de Calahorra y de La Rioja porque, en definitiva, en ella encuentra los mismos patrones que en su ciudad natal. A través de esa roca pasaron las dos cabezas para descansar finalmente en el viejo castillo de Santander y más concretamente en la cripta de lo que luego iba a ser la Catedral. La leyenda sigue contando que todavía hoy la embarcación está bajo la Catedral, en el fondo de un túnel subterráneo, túnel de difícil acceso en el que se puede contemplar la luz milagrosa emitida por la embarcación. Fantasía o leyenda, lo cierto es que los romanos aprovecharon el puerto natural de Santander y el antiguo "Portus Victoriae" romano fue pronto denominado por los cristianos, en los primeros siglos de la Reconquista, "Portus Sancti Emetherii", denominación que se explica porque la iglesia catedral de la ciudad estaba dedicada a los ya citados mártires. El "Sancti Emetherii" primitivo pronto evolucionó corrompidamente en "Sancti Anderii" y de ahí en el actual Santander. Por eso dice el poeta:

 

Renacía el milagro a cada nueva luna,

y de los dos nombrados, el de mejor fortuna

se abreviaba en tres sílabas, ya para siempre cuna

que mece a mi poesía entre el muelle y la duna. (vv.57-60)

 

La abreviación en tres sílabas, pues, no es otra cosa que su Santander natal; Santander derivado etimológicamente del nombre del santo mártir; Santander que es su cuna y su palabra tal y como había titulado ya el poeta uno de sus libros: la cuna que mece a su poesía, a su palabra, entre el muelle santanderino, el muelle de su bahía cantábrica, y la duna, la loma o serrezuela que arrancando del Sur eleva un poco a la ciudad.

Al principio de esta tercera parte (vv.25-26) el poeta nos presentaba la imagen del gallo, un símbolo del amanecer, de la llegada del día. Ahora, al final de esta tercera parte surge la imagen de la luna (v.57), un símbolo de la noche. La visión que el poeta nos da de La Rioja adquiere, por tanto, cierta circularidad temporal desde la mañana hasta la noche. Sin embargo, cabe pensar que quizás la referencia a la repetición del milagro cada luna nueva tenga relación con algún aspecto de la leyenda de los mártires más que a un ciclo temporal. Sea como fuere, Gerardo Diego ya nos ha presentado lo que inicialmente se había propuesto y por ello no le queda más que concluir en la cuarta y última parte con las dos estrofas finales. En este sentido, la decimosexta estrofa recoge el contenido de los versos anteriores a partir de una imitación o asimilación del formulario léxico y de la estructura de los poemas de Berceo:

Quise, tierra de santos, sorguiñas y sagaces,

tierra de viña y huerta, de panes y de paces,

decirte estos loores cotidianos, solaces

de tus tercos trabajos, tus costumbres tenaces. (vv.61-64).

Como al principio el poeta insiste en que los versos no son un canto sino un diálogo: ("Te he dicho, no cantado...", v.65), diálogo con La Rioja personificada a través de la forma estrófica de la antigua cuaderna vía . Al final Gerardo Diego cierra el poema con elegancia y acierto a partir de una inteligente comparación. Los cuatro bueyes son justamente cuatro porque toman un valor metafórico con referencia a los cuatro versos de cada una de las estrofas que ha venido arrastrando desde el principio del poema. A través de esta metáfora el poeta nos brinda toda una confesión de modestia, de humildad por la rusticidad de sus versos, versos que como los bueyes son pesados, torpes, fatigantes; bueyes muy distintos a los animales fabulosos, entre leones y águilas que aparecen en el relato de la vida de Alejandro Magno- el Poema de Alexandre (estr.861c)-, pero bueyes y, en fin, versos, que al final le han servido para desbrozar y limpiar el campo de su sentimiento hacia La Rioja. El juego de palabras final con respecto a "vía" como camino y como grupo estrófico y la referencia a la tradición literaria medieval sobre el relato de la vida de Alejandro Magno cierran de un modo ingenioso un poema que, sin ser de los mejores de su autor, muestra sus espléndidas dotes de poeta. Un detenido estudio del léxico de este poema así como del ritmo y la rima demostrarían que nos encontramos ante un perfecto ejemplo de la habilidad de Gerardo Diego en la utilización de viejas formas estróficas al tiempo que el autor nos sorprende como extraordinario conocedor del folklore, la tradición e incluso la geografía, porque en el poema vamos por toda La Rioja, desde el Norte por el río Ebro, al Sur de las serranías, desde el Este calagurritano al Oeste de la capital riojana.

En definitiva, pues, "Decir de La Rioja" puede considerarse, si se quiere, como poesía "relativa", poesía directamente apoyada en la realidad frente a una poesía "absoluta", según explicaba el propio Gerardo Diego al hablar de su poética. Quizás se trate tan sólo de la evocación de un paisaje y una tierra riojana, una poesía, por tanto, muy lejos de todo sentido trascendente. Sin embargo, el amor con que Gerardo Diego recuerda La Rioja, la ilusión con que nos la presenta y el calor con que la contempla convierten este paisaje riojano en un verdadero paisaje del alma y del corazón.

 

 

 

NOTAS

1 Gallego Morell, Antonio. Vida y Poesía de Gerardo Diego. Barcelona: Aedos, 1955. / Villar, Arturo del. Gerardo Diego. Madrid: Ministerio de Cultura, 1981.

2 Diego, Gerardo. Angeles de Compostela. Alondra de verdad. Madrid: Clásicos Castalia, 1986. Ed. Francisco Javier Diez de Revenga, p. 14.

3 Martínez Ruiz, Florencio."Las ciudades (en vuelo)" en ABC , Madrid, 9 de julio de 1987. p. 58.

4 D'Arrigo, Miledda. Gerardo Diego, il poeta di "Versos Humanos". Torino: Università, 1955, pp. 1-5.

5 Diego, Gerardo. Soria sucedida. Barcelona: Plaza & Janes, 1977. p.56.

6 Cano, José Luis. "Soria y Gerardo Diego". La poesía de la Generación del 27. Madrid: Guadarrama, 1970. pp. 92-93.

7 Diego, Gerardo. Primera Antología de sus versos (1918-1941). Madrid: Espasa-Calpe,1987. p.15.

8 Zardoya, Concha."Una insistencia temática: CastilIa en la obra de Gerardo Diego" en Poesía española del siglo XX. Madrid: Gredos. II, 1974. pp. 273-294.

9 Gallego Morell, Antonio, op. cit. pp. 87-126.

10 Albi, José. "Apuntes para una geografía de Gerardo Diego" en Verbo. Alicante. 1959.pp.40-43./ Carpintero, Heliodoro: "Soria es una ciudad para poetas. Donde Gerardo Diego rompió a cantar en romance nuevo" en La Estafeta Literaria. Madrid. 1945.pp. 16-17./ Carpintero Heliodoro."Soria y Gerardo Diego" en ínsula. 46. 1949, p.3.

11 Alonso, Dámaso. "La poesía de Gerardo Diego. (Desde la altura de su 'alondra')". Poetas españoles contemporáneos. Madrid: Gredos, 1969. pp. 233-255.

12 Vivanco, Luis Felipe."La palabra artística y en peligro de Gerardo Diego". Introducción a la poesía española contemporánea. Madrid: Guadarrama, 1957. pp. 175-220.

13 Cano, José Luis, op.cit. pp.92-95.

14 Gallego Morell,Antonio."Gerardo Diego en Soria y Soria en Gerardo Diego". Diez ensayos sobre literatura española. Madrid: Revista de Occidente, 1972. pp. 179-214.

15 Zardoya,Concha."Historia de una insistencia temática: Castilla" en Verbo. Alicante. 1950.pp.29-34.

16 Zardoya, Concha. "Una insistencia temática..." op.cit. p. 288.

17 Zardoya, Concha, ibldem. p.294.

18 Diego, Gerardo. Cementerio civil. Barcelona: Plaza & Janes, 1972. pp.102-110.

19 Villar, Arturo del. op. cit. p.12.

20 Díez de Revenga, F.J. (ed.) op. cit. p.17.

21 Berceo, Gonzalo de. Obras Completas. Logroño. Instituto de Estudios Riojanos. 1974. p. 7.

22 Berceo. ibidem p.7-8.

23 Berceo. ibidem p.301.

24 Berceo. ibidem p.457.

25 Machado, Antonio. Obras. Poesía y Prosa. Buenos Aires: Losada. 1964. Ed. Aurora de Albornoz y Guillermo de Torre, p.177.

26 Diego, Gerardo. "Dos misacantanos" en La Tarde. Madrid, 6 de abril de 1949. Recogido en A. Gallego Morell. Vida y Poesía.., op. cit. p.21.

27 Diego, Gerardo. "Romance del Duero", Soria sucedida, op. cit. p.31.

28 Peers, E. Allison. Santander. London: Alfred A. Knopt, 1927. p.25.

 

(Aquí finaliza el artículo del Profesor Alberto Acereda Extremiana)

 

 
Monasterio de Yuso en San Millán de la Cogolla; al fondo el monte San Lorenzo.
 

 

 

 

 
 

 

 

 

 

No sabe lo que es vida quien en ti no reposa,

Rioja, de tan abierta, secreta y misteriosa,

sabor de los sentidos confirmando a la rosa,

estribo de Los Ángeles que alzan a la Gloriosa.

 

Sí. Yo también quisiera loarte y romanzarte

y, sin pedir ni un sorbo al rubricar mi encarte,

¿un cantar? No, un decir, un dictado rezarte,

rozarte en vuelo bajo, tus registros pulsarte.

 

Un ábaco mis sílabas, tetragrama y razón.

Juan, Gonzalo, acorredme. Dobles de corazón,

bailas y semitonos de tan pausado son

hagan bajar los párpados y enlabiar la oración.

 

¿Te acuerdas? Me llamaste a izar tu primavera.

Ya verdeaba el soto su niebla tempranera,

y cantaban juglares su rima porque era

desde el balcón la hoja logroñesa y puntera.

 

Provincia prometida: mía al fin. Calendario

de las cuatro estaciones en torno al campanario,

sazón, témpora y temple, mi paraíso agrario.

Monje soy sin cogulla ni becerro o breviario.

 

Tus alamedas músicas, tus aguas de sonata,

tus rodales romeros, tus huellas de reata,

el cáñamo apretado de mi humilde alpargata

quisiera recorrerlas en total caminata.

 

Que ya desde el otero tu vastedad diviso

y oigo cantar al gallo su puntual compromiso,

subido a la veleta porque la luz lo quiso.

Doce quiquiriquíes enronquecen su aviso.

 

Y veo a la gallina, tan medrosa y pedresa,

y, azotando sus alas vuelan una toesa

los ánades rastreros, camino de la presa

y flechan golondrinas su flecha que no cesa.

 

Pero, aunque me propuse no remontarme, «anda

—me tienta una voz íntima— por más alta baranda».

Pues, ¿cómo dominarte, Rioja, banda a banda,

sino a vista de águila por toda La Demanda?

 

Tiempo, espacio me alejan. Sierra de San Lorenzo,

que desde Urbión un día contemplé como un lienzo.

El mundo se estrenaba a mis pies: fue el comienzo

de este pasmo tan mío del que no me avergüenzo.

 

Qué bultos y qué angostos de virginal relieve,

qué aristas poderosas, qué olvidos de la nieve,

qué verdes, rosas, cárdenos, qué azul de cielo leve,

tan leve que en sí mismo se disuelve y se embebe.

 

Y bajar ya siguiendo las risas de tus ríos,

de Cameros al Ebro cantan sus desafíos,

torrentes, sombras, peces, remansos, pozos fríos.

Regatead los Siete Infantes, hijos míos.

 

Que el padre Ebro os llama, os urge y os devora.

Quién te ve y quién te vio en tu nacer sin hora,

cuando eras onda pura, inocencia sonora.

Quién te verá en La Rápita tragando sal traidora.

 

Os busco en Calahorra, aguas que memoraban.

Veo las dos cabezas mártires, navegaban

siempre a estribor por Calpe, Finisterre. Ya entraban,

horadaban la roca, en mi escudo anidaban.

 

Renacía el milagro a cada nueva luna,

y de los dos nombrados, el de mejor fortuna

se abreviaba en tres sílabas, ya para siempre cuna

que mece a mi poesía entre el muelle y la duna.

 

Quise, tierra de santos, sorguiñas y sagaces,

tierra de viña y huerta, de panes y de paces,

decirte estos loores cotidianos, solaces

de tus tercos trabajos, tus costumbres tenaces.

 

Te he dicho, no cantado. Cuatro bueyes araron,

no grifos de Alexandre que el cielo alborotaron.

Cuatropeas pesadas terrones desbrozaron,

vía cuaderna y ancha con el rollo asentaron.

 

 

 

          Texto revisado según la versión definitiva de las Obras Completas preparadas por Gerardo Diego

 

 

 

GERARDO DIEGO
POR TIERRAS DE LA RIOJA

 

 

ALBERTO ACEREDA EXTREMIANA

Dept. of Romance Languages,
Franklin College of Arts and Sciences,
The University of Georgia, U.S.A

Cuadernos de Investigación Filológica,
T. XVI,
fas. 1 y
2 (1990), p. 75-87