Introducción
Antes de entrar en la exposición del tema de esta comunicación, quisiera referirme brevemente a dos cuestiones claves previas. La primera es el prestigio del culto a los santos y a sus reliquias en la sociedad medieval. La segunda, la intención del autor de la Crónica Najerense[1] al escribir su obra.
A) Razones del culto a los santos y a sus reliquias
A pesar de lo que todavía nos quiere hacer creer la eficaz propaganda protestante[2], no era la devoción a los santos y a sus reliquias el centro de la religiosidad medieval, aunque sí es cierto que, dado el poder que se les atribuía, gozaron de una gran popularidad, tanta que a veces su culto cayó dentro de los límites de lo mágico y de la clara superstición[3]. No hay que insistir en que, para un cristiano, el negocio de la salvación de su alma es el más importante. Para ello necesita el perdón total de sus pecados que puede conseguir gracias a la intercesión de los santos o a las indulgencias unidas a su culto[4]. Es muy importante también hacer hincapié en la necesidad que una sociedad primitiva y subdesarrollada tiene de creer en los “milagros”. Es imposible que nosotros, constantes beneficiarios del asombroso desarrollo de la ciencia y de la tecnología, habitantes de un mundo definitivamente conformado por las inseparables realidades del liberalismo y de la industrialización, podamos comprender la sociedad cristiana de mediados del s. XI en la que, carentes de todo ello, las gentes debían sobrevivir fiadas tan sólo de sus propias fuerzas físicas y anímicas y de la voluble suerte. Es desde esta situación de radical indefensión[5] de donde debemos partir para entender, en gran parte, el fenómeno del gran aprecio en que eran tenidos los santos y sus reliquias. Aprecio que sirvió, v. g., para convertirlos en instrumento de paz[6] cuando hizo falta. No debemos olvidar tampoco la poderosa legitimación y el sólido prestigio que el poder político obtenía de la utilización del culto a los santos y de la protección dada a sus muy apreciadas reliquias[7]. Y tan poco los beneficios económicos que nobles y burgueses obtenían de las peregrinaciones a sus afamados santuarios. Es muy importante, además, para nuestro trabajo recordar que Georges Duby, en 1967, subrayaba que nada más comenzar el siglo XI se da en Europa Occidental una muy abundante “cosecha de reliquias”. Isidro G. Bango Torviso, en 2007, vuelve a hacer notar que “durante el s. XI, Europa conocerá un extraordinario y renovador culto por las reliquias”, y explica detenidamente el fenómeno. Ni en Navarra ni en León – Castilla pasaba nada que no estuviese pasando al mismo tiempo en toda la cristiandad occidental[8].
B) El libro III en el contexto de la CN
No creo que la llamada CN[9] sea un mero centón de textos de crónicas anteriores mal zurcidos con un objetivo puramente misceláneo. Su autor organiza su obra en tres libros y hace progresar la información en ellos según un bien determinado plan:
- En el Libro I, que comprende desde la Creación del Mundo hasta la llegada del Islam a España, va convirtiendo la Historia Universal en Historia de España al ir centrando su interés en la época hispanovisigoda. - El libro II entero está dedicado a la monarquía asturleonesa, heredera, para nuestro autor, de la legitimidad visigoda, que, a su vez, lo era de la romana. Al final del Libro II se nos anuncia la inminencia del paso de esta legitimidad al reino unido de León y Castilla. - En el libro III nos comienza a contar la historia del reino unido de León y Castilla. Pero de ella sólo nos hará, sospecho que intencionadamente, el relato de los reinados de Fernando I y de Alfonso VI. Y digo que “sospecho que intencionadamente” porque el autor de la CN no necesita más para demostrar su tesis y cumplir su objetivo. Efectivamente, si, como todo parece indicar, fueron los años inmediatamente anteriores a 1190 la fecha de la redacción de la CN, estaríamos a menos de 10 años del desastre de Alarcos. En las tres décadas que separan la muerte de Alfonso VII el Emperador (21 de agosto de 1157) de la batalla de Alarcos (19 de julio de 1195), “los cinco reinos” cristianos se enzarzaron, en expresión de Fernando García de Cortázar, en una serie de querellas, invasiones y batallas que ensombrecieron sus relaciones y fronteras y los dejaron absolutamente indefensos ante cualquier amenaza exterior. La locura fue tan grande que después de Alarcos, navarros y leoneses, aliados con los vencedores almohades, andaban intentando obtener ventajas a costa de la vencida Castilla. Sólo la seria amenaza común almohade los llevaría de nuevo, más o menos unidos, a proseguir “la tarea común” en las Navas de Tolosa (16 de julio de 1212). En ese desastroso contexto, este inteligente, aunque a veces descuidado, escritor conservador que es el autor de la CN se esfuerza en recordarles a sus lectores los épicos orígenes de “la tarea común” que no es otra que “la salvación de España”, y lucha por mantener viva la memoria[10] de que “el reino unido de León y Castilla” es la entidad política depositaria de la “vieja legitimidad”. Es precisamente en el Libro III donde relata el autor de la CN cómo tras ímprobos esfuerzos para conseguir la unidad de mando, Fernando I y, luego, Alfonso VI gobernaron el reino unido de León y Castilla y le dieron momentos de mítico esplendor. El tratamiento descaradamente hagiográfico que da a la vida de los dos soberanos, a su obra y a su muerte demuestra que el autor los quiere poner a ambos como modelos de la política que debe hacerse en el momento en que escribe
1.- La estructura del Libro III de la CN
El Libro III y último de la CN está dividido en dos bloques: el primero, de alguna mayor extensión, dedicado a la biografía de Fernando I y el segundo, a la de su hijo y heredero Alfonso VI. Ambos bloques tienen el mismo esquema narrativo: - En una primera parte se describe el complejo proceso que los llevó a gobernar la totalidad del reino unido de Castilla y León. En el relato, los antagonistas de Fernando I son su cuñado Vermudo III de León y su hermano, el rey de Navarra, García Sánchez III “el de Nájera”. El antagonista más peligroso es García Sánchez III. En el caso de Alfonso VI sus antagonistas son sus dos hermanos García y Sancho. El más peligroso es Sancho II de Castilla. - En una segunda se describe su reinado. - En la tercera se detalla su piadosa muerte.
Este sería el esquema, aceptando la división en capítulos de J. A. Estévez Sola.
Este esquema narrativo trasparenta la estructura del cuento maravilloso. Simplificando mucho las investigaciones de V. Propp, obtendríamos para el cuento maravilloso la siguiente secuencia narrativa básica: 1. Ruptura de una situación de equilibrio o situación de crisis. 2. Aparece el personaje protagonista – el héroe – que asume la misión de recomponer la situación inicial. 3. Dificultades que el héroe tiene que superar para llevar a cabo su misión. 4. A pesar de todo, el héroe consigue cumplir su objetivo. Se restablece la situación inicial que muchas veces resulta mejorada y el héroe es recompensado.
Veámoslo gráficamente:
El cuento maravilloso, como la vida misma, es amoral. No debe causarnos extrañeza que con frecuencia en el cuento ganen los malos, caso, claro está, de que tengan buenas aldabas. Recuerden la amarga copla popular: “Vinieron los sarracenos / y nos molieron a palos; / que Dios ayuda a los malos / cuando son más que los buenos”. El autor de la CN es realista y pragmático. De los avatares del accidentado proceso histórico en el que Fernando I y Alfonso VI consiguen el dominio pleno sobre el reino de León, el primero, y del reino unido de León y Castilla, el segundo, lo que le importa a nuestro autor es el, según él, feliz resultado[11]. Nuestro monje llegó a la misma conclusión realista que tantos quebraderos de cabeza le dio a Maquiavelo y les ha dado a muchos otros, antes y después del clarividente florentino: en el devenir histórico, con frecuencia, es verdad que no hay mal que por (en calidad de) bien no venga.
2.- La Historia de la fundación y primera época de Santa María la Real de Nájera contada en el libro III de la CN.
El objeto de esta comunicación me obliga a ceñirme al bloque biográfico de Fernando I, los 12 primeros capítulos de libro III de la CN, y a limitarme a examinar lo que en ellos nos interesa en esta ocasión. Para el autor de la CN, la historia de la relación entre los hermanos Fernando I de León y García Sánchez III de Navarra es la historia del enfrentamiento de un triunfador (Fernando I) y de un perdedor (el rey don García), contada, en clave de envidia del perdedor, por alguien que es más que admirado partidario del triunfador. Cito palabras textuales de la CN:
A nadie que haya leído tres líneas de Historia de la Edad Media le sorprenderá que entrase dentro de los planes políticos de ambos rivales la fundación de una gran iglesia. En el caso de García Sánchez III será la que hoy conocemos como Santa María la Real de Nájera y en el Fernando I, San Isidoro de León. El autor de la CN verá la historia de ambos templos desde el mismo punto de vista que la biografía de sus fundadores. La historia de Santa María la Real será un fracaso, en cambio, la de San Isidoro de León resultará un éxito. Centrémonos en el relato de la primera historia de Santa María La Real. La idea de su fundación, según la CN, se le ocurre a García Sánchez III en vísperas de intentar dominar la rebelión de su hermano Ramiro en la que ya desde entonces se llamará la “arrancada de Tafalla” (mediados de agosto de 1043):
García Sánchez III gana la batalla y cumple su promesa.
Una gran iglesia lo es si atesora insignes reliquias:
No había pasado mucho tiempo desde la fecha de la fundación de Santa María la Real, cuando sucedió la trágica jornada de Atapuerca. Tras encontrar la muerte en el campo de batalla
El 3 de septiembre de 1079 los proyectos de García Sánchez III para su iglesia de Santa María la Real acababan definitivamente en el fracaso, aunque el infante Ramiro, uno de sus hijos, sigue honrándola:
La última noticia que la CN da de Santa María la Real es curiosamente la del entierro en ella de su protector, el infante Ramiro, muerto alevosamente en “la traición de Rueda de Jalón”, el 6 de enero de 1083, mientras servía a Alfonso VI:
3.- Pero…, las cosas sucedieron de otra manera.
Al afrontar la interpretación de un texto histórico[19], lo primero es respetar reverencialmente su literalidad. Lo hemos hecho en el apartado anterior. El paso siguiente es comprobar, hasta donde nos sea posible, la veracidad de su contenido; para ello debemos contrastar su información con la obtenida de otras fuentes dignas de crédito. Es lo que vamos a hacer ahora.
A) Los objetivos políticos de la fundación de Santa María La Real de Nájera.
La idea[20] de García Sánchez III de levantar en Nájera, “en su único núcleo realmente urbano, [21]” una, en expresión de la CN, basílica mayor dedicada a Santa María Virgen [22] no tiene nada de sorprendente. Pero el autor de la CN o no se enteró de los verdaderos motivos o, lo que es más probable, no se quiso enterar. La CN se empeña en que lo fundado fue un monasterio, en vez de una catedral. Adelanta a 1037 la arrancada de Tafalla y la confunde con la conquista de Calahorra en 1045. Probablemente lo hace, en primer lugar, para legitimar la función exclusivamente monástica de Santa María la Real frente a las reivindicaciones de los canónigos expulsados a la llegada de los monjes cluniacenses; en segundo lugar, para quitarle al rey don García el honor de haber él recomenzado la Reconquista con la toma de Calahorra; y, finalmente, para empañar la gloria de la fundación de Santa María la Real haciéndola consecuencia y fruto de una guerra fratricida. Insisto en que para él don García es el antagonista, el obstáculo de su héroe, Fernando I de León. Olvidemos la propaganda política de la CN y vayamos a la Historia. Si atendemos al documento fundacional de 12 de diciembre de 1052,[23]don García tomó la decisión de fundar Santa María la Real al escuchar los lamentos de los que deploraban la ruina de los edificios religiosos españoles más insignes como consecuencia de la conquista musulmana, y de atender la razonable sugerencia de doña Estefanía. Confiesa que el proyecto le resulta útil para la salvación de su alma y la de los suyos, más provechoso aún si Santa María la Real termina convirtiéndose en un lugar atractivo para viajeros y peregrinos; además, si hace bien las cosas, una obra tal le dará prestigio en vida y le servirá de panteón después de muerto. No cita el rey don García, en la versión que hoy podemos leer del documento probablemente amañada por los cluniacenses, otras intenciones más terrenales, pero sí nos las deja muy claras con sus hechos. Con la fundación de Santa María la Real en Nájera el rey don García quería resolver dos tipos de problemas político – religiosos. Por una parte quería impedir que, tras la reconquista de Calahorra (finales de abril de 1045), al devolverle a esta ciudad episcopal más que antigua,[24] el obispado que con todo derecho le pertenecía, la ciudad de Nájera perdiese prestigio y esplendor[25]. Quería la sede episcopal de la Rioja y de la Vieja Castilla en Nájera, porque era la ciudad más cercana a los focos de sus preocupaciones políticas más apremiantes y porque para él los obispos de su reino eran, además de pastores espirituales y gobernantes fieles, sus consejeros natos, miembros del aula regia y estrechos colaboradores suyos; requería de ellos, por lo tanto, su presencia constante o muy asidua en la corte[26]. El caso de su relación con don Gómez o Gomesano, obispo de Nájera – Calahorra de 1046 a 1065, lo deja muy claro. Y he dicho “la sede episcopal de la Vieja Castilla” [27] y para explicarlo tengo que entrar en un segundo tipo de problemas político-religiosos. Recordemos primero los antecedentes[28]. Sancho el Mayor había repartido entre sus tres hijos legítimos el territorio histórico del condado de Castilla, aportado por su madre, doña Munia o Mayor, al patrimonio familiar. García, el primogénito, recibió la porción de más antigua solera, la “Castilla Vieja”, incluidas Álava y Vizcaya. Fernando, el territorio comprendido desde Burgos hasta la frontera del Duero y la reivindicada franja entre el Pisuerga y el Cea. Gonzalo recibió la alta Ribagorza. Fernando y Gonzalo, como infantes navarros, quedaban sometidos a la potestas regia del primogénito García. Los tres hermanos, al poseer desiguales porciones del condado de Castilla, quedaban, por ello, sometidos teóricamente a la potestas de Vermudo (o Bermudo) III de León por ser al rey de León a quien debía vasallaje el condado de Castilla. La situación cambia radicalmente una vez que, tras vencer en Tamarón y superar negociando 10 meses de oposición de los notables leoneses, el 22 de junio de 1038, Fernando Sánchez, el por herencia paterna disminuido Conde de Castilla, se convierte en Fernando I, rey de León. Las relaciones entre Fernando y García, buenas hasta ese momento, se van agriando progresivamente durante los 17 años siguientes, hasta llegar al fatal enfrentamiento en el campo de batalla de Atapuerca en 1054. La causa es que, convertido Fernando en rey de León, García, el primogénito, no podía quedar, ni siquiera teóricamente, sometido al vasallaje de su hermano menor, por muy rey de León que fuese éste, y la verdad era que, a causa de su herencia condal castellana, García le debía vasallaje a Fernando. Para evitar esta humillante situación, procede García, cosa que Fernando no puede consentir, a la navarrización del territorio castellano por él gobernado mediante: - La inclusión de territorios castellanos en la carta de arras otorgada a doña Estefanía. - La expansión de los dominios de San Millán de la Cogolla hacia tierras castellanas. Y sobre todo adopta las dos trascendentales medidas que aquí nos interesan mucho más: - La inclusión de numerosos territorios castellanos en la dotación fundacional de Santa María la Real de Nájera. - La supresión en 1052 de la diócesis de Valpuesta, a la que ya se había añadido parte de la de Oca, para incorporarla a la de Nájera – Calahorra cuya catedral iba a ser, precisamente, Santa María la Real de Nájera. Hay que añadir además otras enojosas cuestiones no menos decisivas en el envenenamiento progresivo de las relaciones entre los dos hermanos como, por ejemplo: - Las lucrativas parias zaragozanas como motivo de competencia entre ambos. - La presión sobre Fernando de los nobles leoneses o castellanos desalojados del poder local castellano por la invasora nobleza navarra,[29] como consecuencia de las citadas medidas navarrizadoras de García. - El hecho de que la fundación por el rey don García del monasterio de Santa María del Puerto de Santoña fuese interpretada como una amenaza contra la posible salida al mar de los burgaleses y su acceso a las salinas de la costa[30]….. Tras la muerte de don García el 1 septiembre de 1054 en Atapuerca, la construcción de la catedral de Santa Maria la Real en Nájera seguirá adelante. El 29 junio de 1056 fue su consagración. En ella, ausencias episcopales significativas empiezan a poner de manifiesto que los planes político – religiosos de su rey fundador han fracasado. Luis Javier Fortún Pérez de Ciriza, siguiendo a G. Martínez Díez, afirma que “cuando Fernando I recuperó la zona, en torno a 1060 – 1063, unió de nuevo (el obispado de) Oca a(l de) Burgos y restauró la sede de Valpuesta, en la que colocó a(l obispo) Munio que la dirigió hasta 1082 y probablemente hasta su definitiva incorporación a Burgos (1087)”[31] Tras el magnicidio del que fue víctima de Sancho Garcés IV, en Peñalén (4 junio 1076), Alfonso VI, después de hacerse con Nájera, entra en Calahorra. Solamente un mes tarda en conseguir la pacífica incorporación de la Rioja al reino unido de León – Castilla. Y el 3 septiembre de 1079 entrega la najerina iglesia de Santa Maria la Real a Cluny. La antes catedral queda convertida ahora en monasterio y reducida a uno más de los muchos prioratos férreamente gobernados por la célebre abadía francesa. Los planes político – religiosos de don García, su rey fundador, han fracasado definitivamente. Luis Javier Fortún Pérez de Ciriza deja las cosas muy claras: “El último capítulo del reajuste de la organización eclesiástica de la zona fue la supresión de la diócesis de Álava en 1087 y su incorporación a Calahorra, casi coetáneamente con la incorporación del obispado de Valpuesta a la sede de Burgos – Oca. Nájera era solamente ya un priorato cluniacense y un panteón, el panteón del rey García Sánchez III y de sus proyectos políticos y religiosos, definitivamente superados por el devenir histórico iniciado el día de su misma muerte.” [32] El agradecimiento de Cluny a la generosidad política y económica de Fernando I de León y de Alfonso VI de León y de Castilla impulsará una larga y bien dirigida operación de “memoria histórica” sobre la época de dominio navarro en la antigua tierra de Nájera.
B) La traslación de las reliquias de los santos más insignes.
Santa Maria la Real, fundada como catedral, queda convertida en la sede del obispo de la diócesis de Nájera – Calahorra, diócesis que ha absorbido la de Valpuesta y la parte de la diócesis de Oca unida a ésta. Se la dota, entre otros bienes y derechos, con una treintena de monasterios e iglesias, una decena de villas y un amplio patrimonio eclesiástico en la propia Nájera. No es precisamente de despreciar la adjudicación de la décima parte de las parias que don García y sus sucesores obtuviesen de los musulmanes[33]. Pero la dotación jurídica y económica no basta. Para prestigiar una iglesia y a su fundador es necesario trasladar hasta ella las reliquias de los santos más queridos, de los santos capaces de atraer más peregrinos y más donaciones. En el primer tercio del s. XVI[34] se sabía que la abadía najerina atesoraba reliquias que el rey don García se había traído de su peregrinación a Roma. Reliquias de los mártires san Agrícola y san Vidal, obtenidas en Bolonia y reliquias de la virgen y mártir santa Eugenia, conseguidas en la propia Roma. De los monasterios más cercanos, le interesaron las de San Millán de la Cogolla y, al no poder conseguirlas, trasladó a Santa Maria la Real una parte de las del obispo San Prudencio. Según la tradición[35] san Prudencio nació en Armentia, antigua población cercana a Vitoria. En su adolescencia y primera juventud fue discípulo del eremita san Saturio, ya muy anciano, en las cercanías de Soria. Muerto y enterrado san Saturio en su cueva, san Prudencio intenta ordenarse sacerdote en Calahorra, cosa que no consigue. Sí lo logra en Tarazona donde con el tiempo llegará a ser obispo, se supone que en la segunda mitad del siglo VII. Hombre sensato y buen administrador es llamado a Osma para recomponer las pésimas relaciones entre el obispo y su clero. El fin de su acertada gestión coincide con su muerte. Osma y Tarazona se disputan sus restos. Para dirimir el conflicto se decide cargarlos sobre la caballería que le servía para viajar y dejar que esta elija el lugar de reposo. Ese lugar va a ser el Monte Laturce riojano, donde su sepultura da lugar a un monasterio que perdurará hasta el primer tercio del s. XIX. San Prudencio pertenece al grupo de eremitas de época visigoda, siempre bien recordados en La Rioja y zonas limítrofes. Pero de ellos es el único que llega a ser una muy prestigiosa autoridad diocesana. Fray Juan de Salazar[36] explica la traslación del cuerpo de San Prudencio a Santa María la Real por las razones que tradicionalmente han justificado el traslado de las reliquias[37]: 1. Mala situación presente: lo pobre y menoscabado que está el monasterio que las posee y el riesgo de robo o profanación que las reliquias corren en esa situación. 2. A cambio se ofrece: mayor seguridad y mayor decoro y veneración. 3. Y con ello se gana: mayor ilustración y ennoblecimiento del monasterio o iglesia receptores y de su fundador o protector.
Pasemos al intento de traslado del cuerpo de san Millán de Suso a Santa María la Real. Del suceso tenemos, además de la CN, otra fuente informativa [38]. Es la Translatio Sancti Aemiliani, escrita por el monje emilianense Fernando un cuarto de siglo después de la redacción de la CN. Es una fuente independiente de la CN aunque coincide con ella en lo fundamental. El 29 de Mayo de 1053, el rey don García intenta trasladar a Nájera la arqueta donada por su padre Sancho el Mayor que contiene las reliquias de san Millán. Llegados al valle, la arqueta adquiere de pronto el peso de una roca y nadie se atreve a intentar moverla. Dos días más tarde, el rey vuelve de nuevo, pero ahora, además, son los vecinos de Ojacastro los que también impiden el traslado. Tanto el relato de la CN como el del monje Fernando describen el hecho siguiendo el esquema habitual del milagro del santo que indica dónde quiere que repose su cuerpo[39]: - Será el mulo que se detiene en el lugar elegido (San Prudencio). - Será el cuerpo del santo que opone una resistencia invencible a ser movido (la CN) o que lo hace adquiriendo el peso de una roca gigante (el monje Fernando).
A pesar del aspecto sospechosamente legendario de los dos relatos, creo que don García intentó trasladar a su catedral najerina las preciosas reliquias de San Millán[40]. Pero en esta ocasión los monjes emilianenses le vieron de verdad las orejas al lobo de la desaparición de su monasterio y, cosa que no hicieron cuando el asunto de santo Domingo de Silos[41], se opusieron decididamente al traslado y lo abortaron. El 29 de mayo de 1053, las reliquias, a causa de la decisiva actuación de de los propios monjes, no pasaron del lugar donde ya se planeaba construir, si es que no se había comenzado ya a edificar el nuevo monasterio de Yuso. Esa tiene que ser la explicación de que su enfermería albergó la arqueta durante los largos 14 años que se tardó en terminarlo. El rey don García y su hijo y sucesor, haciendo de la necesidad virtud, protegieron aún más al nuevo monasterio. Las reliquias de san Millán no terminaron en Nájera, pero Yuso, mimado por don García, el de Nájera y por su hijo, Sancho, el de Peñalén, neutralizó a Suso, más conservador y menos obsequioso con la voluntad de la realeza navarra. El 26 septiembre de 1067 se consagró la Iglesia de Yuso. La nueva y más rica arqueta románica quedó terminada en un año, sus marfiles fueron tallados a toda prisa. Una vez introducidas en ella las reliquias del santo, quedó colocada en el altar mayor de la iglesia de Yuso, donde permanecerá inalterada hasta 1809. [42] Parece, por otra parte, que, según la interesada tradición emilianense, el cuerpo de San Millán no fue el único que se opuso a ser trasladado a Nájera. El monje emilianense que nos cuenta la traslación al monasterio de San Millán de las reliquias de san Felices nos transmite como “rumor verídico” (la expresión se las trae) que el obispo de Álava, García, al intentar hacerse de forma indebida, por encargo del rey don García, con las reliquias del santo, fue castigado con una parálisis facial que tuvo que sufrir durante el resto de su vida. De esa manera, según el autor, quedó clara la intención del santo de ser trasladado junto a san Millán al monasterio de Yuso. Así se hizo el 6 de noviembre de 1090[43].
4.- La Historia de la fundación y primera época de San Isidoro de León[44] contada en el libro III de la CN
Todo comienza[45] por deseo de la reina Sancha (en el otro caso fue por consejo de doña Estefanía) de construir en León una iglesia que protegiese un panteón real digno donde ella descanse con su marido, pero también con sus familiares más queridos: su padre, el rey Alfonso V, y su hermano, Vermudo III. Fernando I (igual sucedió en el caso anterior) decide hacerle caso a su esposa y olvidar sus proyectos de ser enterrado en Oña o en San Pedro de Arlanza. Aprovechando unas negociaciones de paz con el rey musulmán de Sevilla, exige de éste la entrega de las reliquias de la insigne mártir local Santa Justa. La embajada encargada de recibirlas y trasladarlas está presidida por Alvito, obispo de León, que organiza un triduo de oración y penitencia para que la divina providencia disponga el éxito de la misión encomendada. En este clima de piadoso recogimiento recibe Alvito la aparición de san Isidoro que le indica que es su cuerpo el que debe ser trasladado y que la señal de que el hallazgo en el sitio que le indica ha tenido éxito es que, cuando suceda, le llegara a Alvito la hora de su buena muerte. Las cosas suceden como la aparición las había anunciado y todo culmina en la solemne consagración de San Isidoro de León el 23 de diciembre de 1063. Las reliquias de san Isidoro serán en adelante una fuente de gracias espirituales y temporales para los fieles devotos que lo visitan en su iglesia leonesa. El rey Fernando, su fundador, morirá santamente y será enterrado en ella después de una vida ejemplar en lo privado y en lo público. Lo mismo ocurrirá con Sancha, su esposa. El texto de la Silense es un caso claro de sacralización de la realeza. Esto es una hagiografía. Todo el texto contrasta casi violentamente con los que nos relataban la historia de la fundación y primera época de Santa María la Real de Nájera. No creo que al lector le hagan falta más explicaciones. No haciendo caso de la retórica interesada de la literatura piadosa, pero política, de la CN, vayamos a los hechos. Francisco Javier Fernández Conde acierta cuando escribe que:
Cronología de los hechos citados
Notas
[1] A partir de ahora se denominará CN. [2] Véase, v. g., Luther, Alemania, 2003. Director, Eric Hill. Guión, Camilla Thomasson y Bart Gavigan. Thrivent Financial for Lutherans, una entidad financiera estadounidense creada para ayudar a las iglesias y familias luteranas, ha aportado la mitad del presupuesto y la Iglesia Evangélica alemana ha contribuido decididamente a la distribución de la película. [3] Véase, para el periodo 950 – 1250, la reflexión de FRANCO PIERINI, La Edad Media. Curso de Historia de la Iglesia, II, San Pablo, Madrid, 1997, ps. 120 – 125, “La vida cristiana en el ‘medievo de la Edad Media’. Sobre todo primer párrafo de la p. 122. Los abusos están bien recreados en las tres últimas historias de DIETER BREUERS, Nobleza, monjes y campesinos. Una divertida Historia de la Edad Media, Edhasa, Barcelona 1997. ps. 263 ss. [4] A pesar del tiempo pasado sigue siendo válida la lectura de ANDRÉ VAUCHEZ, La espiritualidad del Occidente medieval (siglos VIII – XII ), Cátedra, Madrid, 1985, ps. 24 – 31 y 121 – 125. Igualmente JACQUES LE GOFF et alii, El hombre Medieval, Alianza, Madrid, 1990, ps. 13 – 18 y 325 – 356. Buena explicación con textos apropiados en GEORGES DUBY, El año mil. Una interpretación diferente del milenarismo, Gedisa, Barcelona, 2006, ps. 60 – 74. Dos buenas introducciones a la espiritualidad medieval: JOHANNES BÜHLER, La cultura en la Edad Media. El primer renacimiento de Occidente, Reditar Libros, Barcelona, 2006, ps. 15 – 21, 29 – 60 y 239 – 248. ROBERT FOSSIER, Gente de la Edad Media, Taurus, Madrid, 2007, ps. 146 – 150 y 349 – 381. Introducción general divulgativa bien ilustrada: GREG BUZWEL, Los Santos en los manuscritos medievales, The Brithish Library – A y N Ediciones, Hong Kong, 2006. Para la religiosidad medieval española, FRANCISCO JAVIER FERNÁNDEZ CONDE, La religiosidad medieval en España. Plena Edad Media (siglos XI – XIII). Trea, Asturias, 2005. JOSÉ MANUEL NIETO SORIA e ILUMINADO SANZ SANCHO, Historia de España X. La época medieval: Iglesia y cultura, Istmo, Madrid, 2001. [5] Sobre la enfermedad y la medicina en época medieval, JEAN VERDON, Sombras y luces de la Edad Media, El Ateneo, Buenos Aires, 2006, ps. 41 – 59. También ROBERT FOSSIER, Gente de la Edad Media, Taurus, Madrid, 2007, ps. 25 – 40. Sobre los tipos de milagros medievales: ROBERT FOSSIER, O. C., p. 372; confirma la tipología JACQUES LE GOFF et alii, O. C., ps. 39 y 346. [6] JULIA BARROW, “La Religión” en DANIEL POWER, El cenit de la Edad Media. Europa, 950 – 1320, Crítica, Madrid, 2006, p. 151. Más detalladamente en DOMINIQUE BARTHÉLEMY, El año mil y la paz de Dios. La Iglesia y la sociedad feudal, Universidad de Granada – Universitat de València, Granada, 2005, ps. 122 ss. [7] EMILIO MITRE, Historia de la Edad Media en occidente, Cátedra, Madrid, 2006, p. 224 sobre la traslación de San Isidoro a León. Éste y otros casos en S. CLARAMUNT, E. PORTELA, M. GONZÁLEZ Y E. MITRE, Historia de la Edad Media, Ariel, Barcelona, 2006, p. 224. [8] GEORGES DUBY, O. C., p. 38. ISIDRO G. BANGO TORVISO, Emiliano, un santo de la España visigoda, y el arca románica de sus reliquias, Fundación San Millán de la Cogolla, Salamanca, 2007, ps. 41 – 43. [9] Chronica Naierensis, edición de J. A. Estévez Sola, Continuatio Mediaevalis, LXXI A, Corpus Christianorum, Brepols, Turnhout, 1995. Crónica Najerense, traducción de J. A. Estévez Sola, Akal, Madrid, 2003. Resumo la introducción a la Crónica Najerense en ANTONINO M. PÉREZ RODRÍGUEZ, “La guerra en la Crónica Najerense”, en JOSÉ IGNACIO DE LA IGLESIA DUARTE (coordinador), La guerra en la Edad Media. XVII Semana de Estudios Medievales. Nájera 2006. Actas, IER, Logroño, 2007, ps. 501 – 510. Cito siempre Crónica Najerense, Libro III, traducción de J. A. Estévez Sola, Akal, Madrid, 2003 corrigiendo faltas si las hubiere. En adelante CN III más el nº del cp. del que se trate. [10] Cuando en junio de 2006 (v. nota anterior) exponía, en mi introducción a la CN, esta manera de entender el sitz im leben de esa crónica, es decir, el compromiso de la CN con las circunstancias históricas en las que nace, compromiso que consiste en intentar orientar convenientemente a sus lectores hacia el mejor futuro recordándoles su mejor pasado (“memoria histórica”), no había leído a JOSÉ ÁNGEL GARCÍA DE CORTÁZAR, “La construcción de memoria histórica en el Monasterio de San Millán de la Cogolla ( 1090 – 1240 ),” en JUAN CORDERO RIBERA (Coord), Los monasterios riojanos en la Edad Media: historia, cultura y arte, Ateneo Riojano, 2004, Logroño, 2005, ps. 71 – 94. Cuando leí ese texto me confirmé en mi opinión y me reafirmó nuevamente en ella su conferencia de 2007 leída en Internet y que cito a continuación: JOSÉ ÁNGEL GARCÍA DE CORTÁZAR, Memoria histórica, memoria heroica. En el VIII centenario del 'Poema de Mío Cid', servicios.elcorreodigital.com/aula-de-cultura/2007/garcia-cortazar1.html - 27k -. [11] CN III, 6, primer párrafo: “El rey Fernando, una vez que, muertos su cuñado y su hermano, ve ya todo el reino sometido a su poder sin obstáculo, ya seguro por lo que respecta a su patria, decide emplear el resto del tiempo en atacar a los bárbaros y en consolidar las iglesias de Cristo.” CN III, 18, primera línea: “Así pues, el mencionado rey Alfonso, tras asumir el gobierno de los reinos, envía una embajada a Roma….” [12] CN III, 4. [13] CN III, 3. [14] CN III, 3. [15] CN III, 3. [16] CN III, 5. [17] CN III, 19. [18] CN III, 20. [19] ANTONINO M. PÉREZ RODRÍGUEZ, “Leyenda y realidad en dos textos cluniacenses sobre Alfonso VI”, en JOSÉ IGNACIO DE LA IGLESIA DUARTE (coordinador), Memoria, mito y realidad en la Historia Medieval. XIII Semana de Estudios Medievales. Nájera 2002. Actas, IER, Logroño, 2003, ps. 417 – 421. [20] En 1570, para explicar la fundación del monasterio de Santa María la Real, nace la leyenda najerina de “la paloma (perdiz) y el azor (halcón o neblí)”. Las circunstancias que explican tan ingeniosa y exitosa fábula piadosa son las que siguen. Hacia 1560, el cabildo de capellanes del clero secular de La Real Capilla o Iglesia Parroquial de la santa Cruz, vista la más que probada imposible convivencia con los monjes, dentro de Santa Maria la Real, decide crear su propia iglesia en terrenos no pertenecientes al monasterio y empieza a dar los pasos necesarios para ello. Lo conseguirán cuando les llegue una bula papal favorable el 30 de julio de 1578. En 1570, para explicar la fundación del monasterio de Santa María la Real, nace la leyenda najerina de “la paloma (perdiz) y el azor (halcón o neblí)”. Las circunstancias que explican tan ingeniosa y exitosa fábula piadosa son las que siguen. Viendo el grave riesgo de que se les escapasen definitivamente de las manos la jurisdicción, rentas e influencia social y religiosa (poder y dinero) disputadas, los monjes contraatacan, en 1570, haciendo público que se había hallado en el archivo del monasterio una antigua historia manuscrita que refería que el rey don García, en 1044, fue protagonista de los hechos relatados en la conocida leyenda de “la paloma( perdiz) y el azor (halcón)” y que por ello, obedeciendo a designios divinos, fundó el monasterio y lo dotó generosamente, incluyendo los bienes y jurisdicción que los capellanes reclamaban, y que en su mismo testamento hacía alusión a semejantes hechos. Y que los capellanes con su afán secesionista se oponían a la voluntad divina tan maravillosamente manifestada. Los capellanes que por experiencia estaban preparados para cualquier argucia, sin embargo se sorprenden con éste nuevo descubrimiento y hacen saber que este modo de hablar de los monjes resultaba muy nuevo y que su objeto era envolver en una atmósfera sobrenatural puros intereses políticos y económicos disputados. He resumido a JOSE MANUEL RAMÍREZ MARTÍNEZ, Guía histórico – artística. Nájera, Anavia Divulgación, La Rioja, 1991, pp. 23 – 24. La leyenda en FRAY JUAN DE SALAZAR, Náxara ilustrada, Patronato del Monasterio de Santa María la Real de Nájera, Logroño. 1987, p. 65. Fray Mateo de Anguiano prefiere a don García cazando un jabalí. Citado en JAVIER PÉREZ ESCOHOTADO, De milagros y fronteras. El milagro del gallo y la gallina interpretado al fin razonablemente, Gobierno de La Rioja, Logroño, 1998, ps. 18 – 19. [21] Modifico levemente la expresión de ÁNGEL MARTÍN DUQUE, “Don García Sánchez III ‘el de Nájera’: biografía de un reinado”, en JOSÉ IGNACIO DE LA IGLESIA DUARTE (coordinador), García Sánchez III “el de Nájera” Un rey y un reino en la Europa del siglo XI, XV Semana de Estudios Medievales. Nájera, Tricio y san Millán de la Cogolla 2004. Actas, IER, Logroño, 2005, p. 21. [22] CN III, 3. [23] ILDEFONSO RODRÍGUEZ DE LAMA, Colección diplomática medieval de la Rioja, II, IER, Logroño, 1976, ps. 43 ss. [24] Los orígenes de la Calahorra episcopal en URBANO ESPINOSA RUIZ, Calagvrris Ivlia, Colegio Oficial de Aparejadores y A. T. de La Rioja, Logroño. 1984. [25] MARGARITA CANTERA MONTENEGRO, “La ciudad de Nájera en tiempos del rey García”, en JOSÉ IGNACIO DE LA IGLESIA DUARTE (coordinador), García Sánchez III “el de Nájera” Un rey y un reino en la Europa del siglo XI, XV Semana de Estudios Medievales. Nájera, Tricio y san Millán de la Cogolla 2004. Actas, IER, Logroño, 2005, p. 47. [26] LUIS JAVIER FORTÍN PÉREZ DE CIRIZA, “Monjes y obispos: la Iglesia en el reinado de García Sánchez III el de Nájera”, en JOSÉ IGNACIO DE LA IGLESIA DUARTE (coordinador), García Sánchez III “el de Nájera” Un rey y un reino en la Europa del siglo XI, XV Semana de Estudios Medievales. Nájera, Tricio y san Millán de la Cogolla 2004. Actas, IER, Logroño, 2005, ps. 227. 230 – 234. [27] MARGARITA CANTERA MONTENEGRO, O. C., p. 48, citando oportunamente a J. A. García de Cortázar. [28] ELOÍSA RAMÍREZ VAQUERO, “El rey García y sus hermanos: enfrentamiento de reyes, enfrentamiento de reinos”, en JOSÉ IGNACIO DE LA IGLESIA DUARTE (coordinador), García Sánchez III “el de Nájera” Un rey y un reino en la Europa del siglo XI, XV Semana de Estudios Medievales. Nájera, Tricio y san Millán de la Cogolla 2004. Actas, IER, Logroño, 2005, ps. 136 – 141. También ÁNGEL MARTÍN DUQUE, O. C., ps. 28 – 29. Igualmente GONZALO MARTÍNEZ DÍEZ, Sancho III el Mayor, Marcial Pons Historia, Madrid, 2007, ps. 175 ss. Completar con LUIS JAVIER FORTÍN PÉREZ DE CIRIZA, O. C. ps. 220 – 234. [29] ELOÍSA RAMÍREZ VAQUERO, O. C., ps. 140 – 141. [30] LUIS SUÁREZ FERNÁNDEZ, Historia de España Antigua y Media, I, Rialp, Madrid, 1976, p. 446. [31] LUIS JAVIER FORTÚN PÉREZ DE CIRIZA, O. C. p. 226, n.144. [32] LUIS JAVIER FORTÚN PÉREZ DE CIRIZA, O. C. p. 234. [33] LUIS JAVIER FORTÚN PÉREZ DE CIRIZA, O. C. ps. 231 – 232. MARGARITA CANTERA MONTENEGRO, O. C., p. 49. [34] FRAY JUAN DE SALAZAR, Náxara ilustrada, Patronato del Monasterio de Santa María la Real de Nájera, Logroño. 1987, ps. 153 ss. [35] FRAY JUAN DE SALAZAR, O. C., ps. 154 ss.; también Santos de La Rioja, Museo Catequético Diocesano, Logroño, 1962, ps. 41 ss. [36] FRAY JUAN DE SALAZAR, O. C., p. 155. [37] JACQUES LE GOFF et alii, O. C., p. 346. [38] ISIDRO G. BANGO TORVISO, O. C., ps. 44 – 46. JUAN B. OLARTE, Monasterio de San Millán de la Cogolla. Suso y Yuso, Edilesa, León, 1995, pp. 40 – 42. [39] JACQUES LE GOFF et alii, O.C., p. 346. [40] El 11 de marzo de 1055, el rey Sancho el de Peñalén “con mi madre doña Estefanía, por el alma de don García mi padre y por las malas acciones que hemos cometido contra la casa de San Millán…a ti obispo don García…te devuelvo el majuelo de villa Formella (Hormilla) que mi padre inflamado de codicia ( seculi cupiditate inflamatus) usurpó…” A. UBIETO ARTETA, Cartulario de San Millán de la Cogolla, nº 291, en ÁNGEL MARTÍN DUQUE, O. C., p. 34, n. 70. Este documento fundamenta lo acertado de la opinión que Gonzalo de Berceo tenía del rey don García: “El reï don García, de Nágera señor, /…un firme cavallero, noble campeador, / mas pora Samillán podríe seer mejor. / Era de buenas mañas, avié cuerpo hermoso, / …mas avié una tacha, que era cobdicioso”. G. BERCEO, Vida de Santo Domingo de Silos, estrofas 127 – 128. [41] ANTONINO M. PÉREZ RODRÍGUEZ, “En la otra vertiente del año mil; con santo Domingo de Silos,por ejemplo”, en JOSÉ IGNACIO DE LA IGLESIA DUARTE (coordinador), Milenarismos y milenaristas en la Europa medieval. IX Semana de Estudios Medievales. Nájera 1998. Actas, IER, Logroño, 1999, ps. 383 – 399. [42] ISIDRO G. BANGO TORVISO, O. C., p. 44 – 46. 52. JUAN B. OLARTE, Monasterio de San Millán de la Cogolla. Suso y Yuso, Edilesa, León, 1995, pp. 40 – 42. Una visión más realista basada en la documentación monástica, JOSÉ ÁNGEL GARCÍA DE CORTÁZAR, “Los monasterios del reino de León y Castilla a mediados del siglo XI: un ejemplo de selección de las especies”, Monjes y monasterios hispanos en la Alta Edad Media, Aguilar de Campoo, 2006, Fundación Santa María la Real – CER, ps. 258 y 276. [43] FRANCISCO JAVIER FERNÁNDEZ CONDE, O. C., p. 568. JOAQUÍN PEÑA, Los marfiles de San Millán de la Cogolla, Editorial Ochoa, Logroño, 1978, ps. 123 ss. [44] Como introducción a San Isidoro de León, v. la obra colectiva, Real Colegiata de San Isidoro. Relicario de la monarquía Leonesa, Editorial Isidoriana – Edilesa, León, 2007. [45] CN III, 9 - 12. [46] FRANCISCO JAVIER FERNÁNDEZ CONDE, O. C., p. 40.
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