1.- El claustro de la abadía najerina . 2.- La capilla de la Vera Cruz. 3.- El sepulcro de Garci Lasso Ruiz de la Vega. 4.- Garci Lasso Ruiz de la Vega. 6.- La segunda batalla de Nájera. 7.- El Marqués de Santillana, en Nájera. 8.- Continuando el viaje y las fiestas en Briviesca.
1.- El claustro de la abadía najerina .
Por una hermosa puerta renacentista pasamos de la iglesia de la abadía de Santa María la Real de Nájera al contiguo claustro, construido en la primera mitad del siglo XVI. Podemos hacerlo también desde el hall del monasterio entrando en él por la puerta de Carlos V que con su influencia y su dinero contribuyó decisivamente a la reconstrucción del monasterio. Nos lo recuerda un bellísimo escudo carolino que tiene su par en el que corona el retablo mayor y un eco en el que preside la entrada a la abadía. La estrecha relación del Emperador con riojanos (Antonio de Leiva) y con najerinos (Fernando Marín, sobrino y sucesor de Pablo Martínez de Uruñuela; Antonio Manrique de Lara, II Duque de Nájera) y con descendientes de riojanos en Italia (los Ávalos: el marqués de Pescara y su sobrino, el marqués del Vasto) es conocida de todos. También son recordadas sus estancias en la ciudad en 1520, 1523 y 1542. En el siglo XIX este delicado claustro sufrió lo indecible. El que hoy conocemos es fruto de sucesivas restauraciones. La arquitectura de la planta superior es netamente renacentista. La de la planta inferior es gótica, pero las caprichosas tracerías que adornan los ventanales de su arquería exterior son espléndidamente platerescas. Entre sus numerosos sepulcros destaca el de don Diego López de Haro el Bueno (circa. 1152–16 de septiembre de 1214) cuya familia llevaba asentada en Nájera desde 1130.Señor de Nájera, Señor de Vizcaya, bisabuelo del fundador de Bilbao. Estrecho colaborador de Alfonso VIII, si así convenía a sus intereses. Perdedor en la batalla de Alarcos (19 de julio de 1195) y vencedor de la de las Navas (16 de julio de 1212). A su lado está el sepulcro de su esposa, doña Toda Pérez de Azagra. Ambos son de la época de transición del románico al gótico (primera mitad del s. XIII). Contiguo al de don Diego está el panteón de los Mendoza.
2.- La capilla de la Vera Cruz.
Desde el claustro se accede a lo que queda de la capilla de la Vera Cruz, así llamada porque la presidía un muy venerado cristo gótico (finales del s. XIII) que hoy está en la sacristía de la parroquia de la Santa Cruz. Bárbaramente hundida en el s. XIX, sólo se ha restaurado la cabecera. Fue fundada o refundada en 1272 por doña Mencía López de Haro, nieta de don Diego López de Haro a cuyo sepulcro nos hemos referido más arriba. Llegó a ser reina de Portugal. Aquí nos encontramos, en la sala, con los sepulcros de Doña Mencía y de sus dos hermanos. Uno de ellos Don Lope Díaz de Haro, obispo de Sigüenza, muerto en 1271.
3.- El sepulcro de Garci Lasso Ruiz de la Vega.
Frente a la entrada, en sendos arcosolios, están sepultados, a nuestra derecha, don García Manrique de Lara, hijo del Duque Forte. A la izquierda, el caballero Garci Lasso Ruiz de la Vega. El sepulcro de Garci Lasso Ruiz de la Vega es de estilo románico, tallado a finales del s. XII. Su deterioro impide interpretar bien sus relieves. Hasta donde se puede adivinar, en el plano inferior, en la cara rectangular delantera de la caja, habría tres escenas de la Pasión (se adivina— de derecha a izquierda— el suicidio de Judas, la flagelación y Jesús cargando con la cruz en el Pretorio) y en el plano superior, en la cara delantera de la tapa, dos escenas, pero de la Resurrección (de izquierda a derecha: dos profetas y el ángel sentado sobre el sepulcro vacío anunciando la resurrección a las Mujeres). Teología paulina pura para iluminar el misterio de la muerte cristiana: “Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él” Romanos, 6, 8 (= 2 Timoteo, 2,11). Garci Lasso Ruiz de la Vega murió el sábado 3 de abril de 1367 en la célebre segunda batalla de Nájera. Su sepulcro se construyó más de siglo y medio antes. Parece ser que su primer destinatario fue alguien del linaje de los López de Haro. Cómo le fue adjudicado este sepulcro a Garci Lasso Ruiz de la Vega, lo explica muy bien fray Juan de Salazar en el capítulo XVIII de su Náxara Ilustrada (ca. 1629): “…Hizo [Garci Lasso Ruiz de la Vega] las partes del rey don Enrique y, en la batalla que los dos reyes hermanos se dieron en el campo de Nájera, murió peleando como valeroso caballero, a quien el prelado y convento de Sª Mª la Real, que así mismo siguieron las partes del rey don Enrique, por eso y por reconocer en este caballero la ilustre sangre de donde venía, estando ciertos le sería al rey muy grato en cuya defensa había muerto, le pusieron en la Capilla Real de la Cruz, a un lado de la reina, en uno de los dos nichos referidos, dentro de una rica y bien labrada urna con su cubierta en forma piramidal que está en medio de él. Goza esta real casa, por este caballero, cincuenta fanegas de trigo de censo perpetuo del que le hizo donación el año de 1398 —año del nacimiento del Marqués de Santillana— su hija doña Leonor de la Vega , mujer de don Diego Fernández de Mendoza [Diego Hurtado de Mendoza], almirante mayor de Castilla, en Pedrosa y Río Urbel, en el arzobispado de Burgos, do dicen Val de san Martín, con obligación de que el convento dijese cada año un aniversario por su padre don Garci Lasso de la Vega. Hácese así con toda autoridad.”[1] Doña Leonor Lasso de la Vega fue la madre del Marqués de Santillana.
4.- Garci Lasso Ruiz de la Vega.
La historia de don Garci Lasso Ruiz de la Vega (¿? 1340 – Nájera, sábado 3 de abril de 1367), hijo de Garci Lasso de la Vega II y de Leonor González de Cornado, comienza a sus 11 años, en Burgos, cuando un aciago domingo de mayo de 1351, unos criados lo llevan a él a uña de caballo a Asturias y lo ponen bajo la protección del conde don Enrique de Trastámara, el rival, asesino y sucesor del rey don Pedro. Le han salvado la vida porque su padre, héroe de la batalla del Salado , es acusado de alta traición y detenido en el palacio del Rey Pedro el Cruel. Lo cuenta así Pedro López de Ayala:
Cuatro años más tarde, en la semana santa de 1355, en Medina del Campo, Pedro el Cruel, ordena asesinar, en su palacio, mientras la siesta, a Pedro Ruiz de Villegas, marido de una prima carnal del Garci Lasso Ruiz de la Vega del que tratamos. Igualmente, más tarde, manda el rey matar al escudero de Pedro Ruiz de Villegas, Martín Núñez de Arandia [3]. Intentando vengar a su padre, a sus familiares y deudos, Garci Lasso Ruiz de la Vega, tomando partido por don Enrique de Trastámara, su salvador, moriría a los 27 años de edad, peleando valientemente en la batalla de Nájera el 3 de abril de 1367. Estaba casado con doña Mencía de Cisneros, IV Señora de Guardo, hija de Juan Rodríguez de Cisneros y Mencía de Padilla, y tenían solamente una hija, Leonor Lasso de la Vega (antes de 1367 - Valladolid, 1432). Ni Doña Mencía de Cisneros, la abuela, que fue la verdadera educadora del Marqués, ni Doña Leonor Lasso de la Vega, su madre, su confidente y la celosa defensora de sus intereses, olvidaron nunca al malogrado joven Garci Lasso Ruiz de la Vega, aquí enterrado. 5.- Las batallas de Nájera.
Pedro el Cruel, el rey legítimo de Castilla y Enrique de Trastámara, testarudo pretendiente al trono castellano, convirtieron los alrededores de Nájera en campo de batalla en 1360 y 1367. Las dos veces venció Pedro el Cruel y las dos veces dejó escapar la ocasión de acabar definitivamente con su adversario.
6.- La segunda batalla de Nájera.
A nosotros nos interesa la segunda vez. Vamos con ella. La primera guerra civil castellana empieza en Calahorra el 16 de marzo de 1366, cuando Enrique de Trastámara se autoproclama Rey de Castilla; y termina en la madrugada del 23 marzo de 1369, cuando consigue serlo después de coser a puñaladas y degollar en Montiel a un Pedro el Cruel, llevado al matadero engañado y desarmado. Entre esas dos fechas, como un episodio más de la guerra civil castellana y de la ya larga guerra anglo-francesa de los Cien Años (1337-1453), hay que situar la Batalla de Nájera, muy descuidada por la historiografía española, pero bien estudiada por ingleses y franceses. El 3 de abril de 1367, sábado de Lázaro (la víspera del Domingo de Ramos), en un terreno llano dividido en dos mitades por el camino de Nájera a Logroño (la hoy carretera nacional 120), en un radio de 8 Km a partir del Puente de Nájera, se enfrentaron:
La fealdad de cuerpo y de alma de Beltrán Duguesclín era legendaria: "un hombre de cabeza enorme, cuerpo grande, piernas cortas, ojos pequeños, aunque de mirar vivo y penetrante". “Yo soy muy feo—decía—para ganarme el afecto de las mujeres, pero en cambio sé hacerme temer de mis enemigos”. Y ciertamente, su fuerza era extraordinaria, manejaba las armas con singular destreza, y era duro, violento y sin escrúpulos. La batalla la planteó sobre el terreno y la dominó en todo su desarrollo el Príncipe Negro, con una muy buena información de los movimientos del adversario al que sorprendió en todo momento. Sólo cometió el fallo de no lograr impedir la huida de Enrique de Trastámara al que conocía muy bien. Cuando tras buscarlo inútilmente entre prisioneros y muertos, se dio cuenta de ella, su comentario fue un escueto “Pues entonces no hemos hecho nada”, en gascón: “Non ay res feit”, o sea, “no hay nada hecho”. Conocía de sobra la testaruda ambición de poder que caracterizaba a Enrique el de las Mercedes. Sucedió lo que tenía que pasar. Castilla aprendió que su vieja manera de resolver las batallas, con la carga de la caballería, ya no bastaba. Era eficaz aún contra los musulmanes del sur, como se había visto apenas veintisiete años antes en la batalla del Salado, pero no contra ejércitos del norte cristiano en los que se habían introducido armas nuevas como el arco largo. La mortandad fue tal que el término donde se desarrolló la fase final de la batalla se sigue llamando Valdesanguina. Se calculan las bajas de los trastamaristas en al menos 15.000 hombres, entre muertos, heridos y prisioneros. El abuelo del Marqués de Santillana cayó muerto en el camino de Nájera a Uruñuela. Don Enrique escapó a uña de caballo desde Valdesanguina, por Manjarrés y Castroviejo, buscando las cumbres del Serradero. Logró pasar a Soria y por Aragón consiguió entrar en Francia. Su ejército, a la desbandada, intentó refugiarse en Nájera, impidiéndoselo el estrecho puente y el muy crecido Najerilla donde se ahogaron muchos. La batalla de Nájera fue una acción de guerra tan brillante como inútil. Pedro el Cruel se enemistó con el Príncipe Negro al no poder cumplir los imposibles compromisos políticos y económicos contraídos con el inglés antes de la batalla (la costa y el mar Cantábricos deberían pasar a ser ingleses[4] ) y Eduardo, asqueado de la incapacidad y de la inmoralidad del personaje al que había ayudado, cansado y enfermo, lo abandonó a su suerte. Antes, le devolvió la libertad generosamente a Beltrán Duguesclín que no tardaría en volver al lado de Enrique de Trastámara y en conducirlo a Montiel y en Montiel al trono. También, pero cobrando rescate, a numerosos nobles castellanos prisioneros que se negó a entregar a Pedro el Cruel, sabiendo que estaba dispuesto a pasarlos a cuchillo. Sí pagó Pedro el Cruel al Príncipe de Gales con valiosas joyas[5], una de las cuales sigue engastada en el frontal de la Corona Imperial británica (en inglés: Imperial State Crown). Se le suele llamar “el rubí del Príncipe Negro”. La verdad es que es una espinela, y Pedro el Cruel se la había robado, con otras muchas y valiosas joyas, antes de asesinarlo, a un rebelde musulmán, pretendiente al trono granadino, que fue a pedirle ayuda. Todo ello está muy bien contado en las Crónicas de Pero López de Ayala. La famosa espinela nunca tuvo nada que ver con Santa María la Real de Nájera por mucho que se empeñen en lo contrario los eruditos najerinos.[6]
7.- El Marqués de Santillana, en Nájera.
El Marqués de Santillana pudo visitar, en Nájera, la tumba de su abuelo. Es muy probable que lo hiciera en agosto de 1440, cuando se detuvo en Nájera acompañando a la princesa doña Blanca de Navarra en su viaje para contraer matrimonio con el príncipe don Enrique de Castilla. En la Crónica de Juan II[7], en el capítulo XIV del año de mil cuatrocientos cuarenta “que fue trigésimo cuarto del reinado” se nos da cuenta “de cómo el Rey [Juan II] acordó enviar por la princesa doña Blanca, por la cual fueron don Pedro de Velasco, conde de Haro, Íñigo López de Mendoza, señor de Hita y de Buitrago, y don Alonso de Cartagena, obispo de Burgos, y de las fiestas que en su venida se le hicieron.” A finales de julio, desde Valladolid, donde está la corte, los tres comisionados, que son tres grandes humanistas castellanos, viajan a Logroño y allí, hacia el 5 de agosto, en una gran fiesta de acogida, reciben a la princesa que viene acompañada por su madre, la reina de Navarra, y un amplio cortejo de nobles navarros y aragoneses. En la fiesta hay también lugar para la manifestación del talento literario. Se nos ha conservado el poema con el que el Marqués recibió en Logroño a doña Blanca:
En el viaje de Logroño a Nájera, acompañando a doña Blanca, el Marqués atravesó el campo de batalla donde 73 años antes había sucumbido su abuelo materno. Sabemos que el cortejo, de unas 35 personas, se detuvo en Nájera el jueves 11 y el viernes 12 de agosto. Lo ha estudiado muy bien Francisco Javier Goicolea Julián, La vida cotidiana en la ciudad de Nájera a fines de la Edad Media: una aproximación[8]. Transcribo, muy agradecido, los interesantísimos datos muy concretos que nos da el autor. “Pero, además, en Nájera también hicieron acto de presencia miembros de la familia real, como ocurrió en 1440 cuando llegaron la reina y la princesa[9], y en estos momentos la ciudad no ahorraba esfuerzos para poner en funcionamiento todos aquellos recursos que le pudieran otorgar la mejor imagen posible ante tan insignes invitados. Los gastos que el bolsero del concejo, Juan Martínez de Cirueña, asentó en su Libro con objeto del recibimiento de estos miembros de la realeza, nos permiten comprobar cuales fueron algunas de las medidas decretadas por las autoridades municipales para agasajar y celebrar la visita de tan destacadas personalidades, pudiendo seguirse tales medidas detalladamente a través de las partidas del gasto asentadas en los primeros días del mes de agosto[10]:
Documento N.° III. ALGUNOS DE LOS ALIMENTOS CONSUMIDOS POR LA REINA, LA PRINCESA Y SU SÉQUITO EN NÁJERA EN 1440 (días 11 y 12 de agosto).
Hasta aquí la larga, pero interesantísima cita del buen trabajo del autor citado. 8.- Continuando el viaje y las fiestas en Briviesca.
El conde de Haro se hizo cargo del recibimiento de la princesa en Belorado, pero donde tiró la casa por la ventana fue en Briviesca. Transcribo el texto del cronista de Juan II, poniendo entre paréntesis las aclaraciones necesarias para un lector medio.
9.- Dos advertencias finales.
Sólo dos advertencias importantes antes de terminar:
NOTAS [1] Fray Juan de Salazar, Naxara Ilustrada, manuscrito original del s. XVII, Logroño, 1987, p. 179. [2] Pero López de Ayala, Crónica del rey don Pedro, año segundo del reinado, 1351, capit. VI. En Pero López de Ayala, Crónicas, Edición de José Luis Martín, Planeta, Barcelona 1991, pp. 32 ss. [3] Pedro Ruiz de Villegas, marido de Teresa de la Vega, hija única de Gonzalo Ruiz de la Vega, el caballero del Ave María, y prima carnal del Garci Lasso Ruiz de la Vega del que tratamos. Pero López de Ayala, Crónica del rey don Pedro, año sexto del reinado, 1355, capit. III. En Pero López de Ayala, Crónicas, Edición de José Luis Martín, Planeta, Barcelona 1991, pp. 140 ss. [4] Pero López de Ayala, Crónica del rey don Pedro, año decimoséptimo del reinado, 1366, capit. XXIV. En Pero López de Ayala, Crónicas, Edición de José Luis Martín, Planeta, Barcelona 1991, pp. 337. [5] Pero López de Ayala, Crónica del rey don Pedro, año decimoséptimo del reinado, 1366, capit. XXIII. En Pero López de Ayala, Crónicas, Edición de José Luis Martín, Planeta, Barcelona 1991, pp. 338. [6]Pero López de Ayala, Crónica del rey don Pedro, año treceno del reinado, 1362, capit. V y VI. En Pero López de Ayala, Crónicas, Edición de José Luis Martín, Planeta, Barcelona 1991, pp. 272 ss. [7] Crónica del señor rey don Juan, segundo de este nombre en Castilla y en León, compilada por el noble caballero Fernán Pérez de Guzmán, con las generaciones y semblanzas de los señores reyes don Enrique III y don Juan II. Y de otros prelados y caballeros de aquel tiempo, del mismo autor, corregida, enmendada y adicionada por el doctor Lorenzo Galíndez de Carvajal, y aumentada en esta última edición de algunas notas manuscritas del mismo. En Valencia: en la imprenta de Benito Monfort. M.DCC.LXXIX, pp. 408 ss. [8] Francisco Javier Goicolea Julián, La vida cotidiana en la ciudad de Nájera a fines de la Edad Media: una aproximación. En la España medieval, ISSN 0214-3038, Nº 24, 2001, págs. 171-194 http://www.bibliotecagonzalodeberceo.com/berceo/goicoleajulian/vidacotidianaennajera.htm [9] Se trata de la reina de Navarra y de la princesa Blanca de Navarra, prometida de Enrique de Castilla con el que se casaría, al final del viaje, en Valladolid, el jueves 15 de setiembre de 1440. [10] Agosto de 1440. [11] Jhon Müller, Ajuste de Cuentas, Salicio, Nemoroso y la Edad de Oro, El Mundo, miércoles,24 de abril de 2013, p. 28.
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