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1.- El claustro de la abadía najerina .

2.- La capilla de la Vera Cruz.

3.- El sepulcro de Garci Lasso Ruiz de la Vega.

4.- Garci Lasso Ruiz de la Vega.

5.- Las batallas de Nájera.

6.- La segunda batalla de Nájera.

7.- El Marqués de Santillana, en Nájera.

8.- Continuando el viaje y las fiestas en Briviesca.

9.- Dos advertencias finales.

 

1.- El claustro de la abadía najerina .

 

Por una hermosa puerta renacentista pasamos de la iglesia de la abadía de Santa María la Real de Nájera al contiguo claustro, construido en la primera mitad del siglo XVI. Podemos hacerlo también desde el hall del monasterio entrando en él por la puerta de Carlos V que con su influencia y su dinero contribuyó decisivamente a la reconstrucción del monasterio. Nos lo recuerda un bellísimo escudo carolino que tiene su par en el que corona el retablo mayor y un eco en el que preside la entrada a la abadía.

 La estrecha relación del Emperador  con riojanos (Antonio de Leiva) y con najerinos (Fernando Marín, sobrino y sucesor de Pablo Martínez de Uruñuela; Antonio Manrique de Lara, II Duque de Nájera)  y con descendientes de riojanos en Italia (los Ávalos: el marqués de Pescara y su sobrino, el marqués del Vasto) es conocida de todos.  También  son recordadas sus estancias  en la ciudad en 1520, 1523 y 1542.

En el siglo XIX este delicado claustro sufrió lo indecible. El que hoy conocemos es fruto de sucesivas restauraciones.

La arquitectura de la planta superior es netamente renacentista. La de la planta inferior es gótica, pero las caprichosas tracerías que adornan los ventanales de su arquería exterior son espléndidamente platerescas.

Entre sus numerosos sepulcros destaca el de don Diego López de Haro el Bueno (circa. 1152–16 de septiembre de 1214) cuya familia llevaba asentada en Nájera desde 1130.Señor de Nájera, Señor de Vizcaya, bisabuelo del fundador de Bilbao. Estrecho colaborador de Alfonso VIII, si así convenía a sus intereses. Perdedor en la batalla de Alarcos (19 de julio de 1195) y vencedor de la de las Navas (16 de julio de 1212). A su lado está el sepulcro de su esposa, doña Toda Pérez de Azagra. Ambos son de la época de transición del románico al gótico (primera mitad del s. XIII).  Contiguo al de don Diego está el panteón de los Mendoza.

 

 

 

2.- La capilla de la Vera Cruz.

 

Desde el claustro se accede a lo que queda de la capilla de la Vera Cruz, así llamada porque la presidía un muy venerado cristo gótico (finales del s. XIII) que hoy está en la sacristía de la parroquia de la Santa Cruz. 

Bárbaramente hundida en el s. XIX, sólo se ha restaurado la cabecera. Fue fundada o refundada en 1272 por doña Mencía López de Haro, nieta de don Diego López de Haro a cuyo sepulcro nos hemos referido más arriba. Llegó a ser reina de Portugal.

 Aquí nos encontramos, en la sala, con  los sepulcros de Doña Mencía y de sus dos hermanos. Uno de ellos Don Lope Díaz de Haro, obispo de Sigüenza, muerto en 1271.

 

 

 

3.- El sepulcro de Garci Lasso Ruiz de la Vega.

 

Frente a la entrada, en sendos arcosolios, están sepultados, a nuestra derecha, don García Manrique de Lara, hijo del Duque Forte. A la izquierda, el caballero Garci Lasso Ruiz de la Vega.

El sepulcro de Garci Lasso Ruiz de la Vega es de estilo románico, tallado a finales del s. XII. Su deterioro impide interpretar bien sus relieves. Hasta donde se puede adivinar, en el plano inferior, en la cara rectangular delantera de la caja, habría tres escenas de la Pasión (se adivina— de derecha a izquierda— el suicidio de Judas, la flagelación y Jesús cargando con la cruz en el Pretorio) y en el plano superior, en la cara delantera de la tapa, dos escenas, pero de la Resurrección (de izquierda a derecha: dos profetas y el ángel sentado sobre el sepulcro vacío anunciando la resurrección a las Mujeres). Teología paulina pura para iluminar el misterio de la muerte cristiana: “Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él” Romanos, 6, 8 (= 2 Timoteo, 2,11).

Garci Lasso Ruiz de la Vega murió el sábado  3 de abril de 1367 en la célebre segunda batalla de Nájera. Su sepulcro se construyó más de siglo y medio antes. Parece ser que su primer destinatario fue alguien del linaje de los López de Haro.

Cómo le fue adjudicado este sepulcro a Garci Lasso Ruiz de la Vega, lo explica muy bien fray Juan de Salazar en el capítulo XVIII de su Náxara Ilustrada (ca. 1629):

“…Hizo [Garci Lasso Ruiz de la Vega] las partes del rey don Enrique  y, en la batalla que los dos reyes hermanos se dieron  en el campo de Nájera, murió peleando como valeroso caballero, a quien el prelado y convento de Sª Mª la Real, que así mismo siguieron las partes del rey don Enrique, por eso y por reconocer en este caballero la ilustre sangre de donde venía, estando ciertos le sería al rey muy grato en cuya defensa había muerto, le pusieron en la Capilla Real de la Cruz, a un lado de la reina, en uno de los dos nichos referidos, dentro de una rica y bien labrada urna con su cubierta en forma piramidal que está en medio de él.

Goza esta real casa, por este caballero, cincuenta fanegas de trigo de censo perpetuo del que le hizo donación el año de 1398  —año del nacimiento del Marqués de Santillana— su hija doña Leonor de la Vega , mujer de don Diego Fernández de Mendoza [Diego Hurtado de Mendoza], almirante mayor de Castilla, en Pedrosa y Río Urbel, en el arzobispado de Burgos, do dicen Val de san Martín, con obligación de que el convento dijese cada año un aniversario por su padre don Garci Lasso de la Vega. Hácese así con toda autoridad.”[1] 

Doña Leonor Lasso de la Vega fue la madre del Marqués de Santillana.

 

 

4.- Garci Lasso Ruiz de la Vega.

 

La historia de don Garci Lasso Ruiz de la Vega (¿? 1340 – Nájera, sábado  3 de abril de 1367), hijo de Garci Lasso de la Vega II y de Leonor González de Cornado, comienza a sus 11 años, en Burgos, cuando un aciago domingo de mayo de 1351, unos criados lo llevan a él a uña de caballo a  Asturias y lo ponen  bajo la protección del conde don Enrique de Trastámara, el rival, asesino y sucesor del rey don Pedro.

Le han salvado la vida porque su padre, héroe de la batalla del Salado , es acusado de alta traición y detenido en el palacio del Rey Pedro el Cruel. 

Lo cuenta así Pedro López de Ayala:

“Y este Juan Ruiz salió al [encuentro del] Rey y le dijo :

 —“Señor, qué  mandáis hacer de Garci Lasso?"

Y dijo el Rey: —“Os mundo que lo matéis."

Y entonces entró el ballestero, y dióle con una porra en la cabeza, y Juan Fernández Chamorro dióle con una broncha, y le hirieron de muchas heridas hasta que murió.

Y mandó el Rey que le echasen en la calle, y así se hizo. Y ese día, domingo , por cuanto el Rey era entrado nuevamente en la ciudad de Burgos, corrían toros en aquella plaza, desde  los palacios del Obispo al Sarmental, donde Garci Laso yacía , y non lo levantaron de allí.

Y el Rey vio cómo el cuerpo de Garci Lasso yacía en tierra y pasaban los toros por en somo de él, y mandóle  poner en un escaño, y así estuvo todo aquel día allí; y después fue puesto en un ataúd sobre el muro de la ciudad en Comparanda , y allí estuvo gran tiempo…….

E fue presa  entonces, en Burgos, Doña Leonor de Cornago,  mujer de Garci Lasso;  y algunos criados de Garci Lasso tomaron a su hijo, el mayor , al cual decían Garci Lasso como el padre, y Ilévaronlo  para Asturias , donde estaba el Conde Don Enrique.”[2] 

Cuatro años más tarde, en la semana santa de 1355, en Medina del Campo, Pedro el Cruel, ordena  asesinar,  en su palacio, mientras la siesta,  a Pedro Ruiz de Villegas,  marido de una prima carnal del Garci Lasso Ruiz de la Vega  del que tratamos. Igualmente, más tarde, manda el rey matar al escudero de Pedro Ruiz de Villegas, Martín Núñez de Arandia [3].

Intentando vengar a su padre, a sus familiares y deudos, Garci Lasso Ruiz de la Vega, tomando partido por don Enrique de Trastámara, su salvador, moriría  a los 27 años de edad, peleando valientemente en la batalla de Nájera  el 3 de abril de 1367.

Estaba casado con doña Mencía de Cisneros, IV Señora de Guardo, hija de Juan Rodríguez de Cisneros y Mencía de Padilla, y  tenían solamente una hija, Leonor Lasso de la Vega (antes de 1367 - Valladolid, 1432). Ni Doña Mencía de Cisneros, la abuela, que fue la verdadera educadora del Marqués, ni Doña Leonor Lasso de la Vega, su madre, su confidente y la celosa defensora de sus intereses, olvidaron nunca al malogrado joven Garci Lasso Ruiz de la Vega, aquí enterrado.

 

 

 

5.- Las batallas de Nájera.

 

Pedro el Cruel, el rey legítimo de Castilla y Enrique de Trastámara, testarudo pretendiente al trono castellano,  convirtieron los alrededores de Nájera en campo de batalla en 1360 y 1367. Las dos veces venció Pedro el Cruel y las dos veces dejó escapar la ocasión de acabar definitivamente con su adversario.

 

 

 

6.- La segunda batalla de Nájera.

 

A nosotros nos interesa  la segunda  vez. Vamos con ella.

La primera guerra civil castellana empieza en Calahorra el 16 de marzo de 1366, cuando Enrique de Trastámara  se autoproclama Rey de Castilla; y termina en la madrugada del 23 marzo de 1369, cuando consigue serlo después de  coser a puñaladas y degollar en Montiel a un Pedro el Cruel, llevado al matadero engañado y desarmado.

Entre esas dos fechas, como un episodio más de la guerra civil castellana y de la ya larga guerra anglo-francesa de los Cien Años (1337-1453), hay que situar la Batalla de Nájera, muy descuidada  por la historiografía española, pero bien estudiada por ingleses y franceses.

El 3 de abril de 1367, sábado de Lázaro (la víspera del Domingo  de Ramos), en un terreno llano dividido en dos mitades por el camino de Nájera a Logroño (la hoy carretera nacional 120), en un radio de 8 Km a partir del Puente de Nájera, se enfrentaron:

1)    Por una parte, los 28.000 hombres del ejército de Pedro el Cruel, dirigidos por la experiencia militar de Eduardo, Príncipe de Gales, el  Príncipe Negro. Experiencia más que suficientemente demostrada en las batallas de Crécy (26 de agosto de 1346) y Poitiers (19 de septiembre de 1356).

Su arma más efectiva eran los arqueros ingleses que el 25 de  octubre de 1415, en Agincourt, culminarían la  eficacia demostrada en Crécy.

La rapidez y eficacia de los arqueros ingleses, armados con arco largo, han motivado que algunos autores militares los llamen “las ametralladoras de la Edad Media”. Su potencia de tiro sólo fue superada por las armas de fuego.

El Principe Negro era un elegantísimo caballero medieval, militar inteligente y audaz  y dotado de la natural generosidad que caracteriza a los espíritus grandes.

2)    Por otra, los 60.000 de Enrique de Trastámara y la nobleza castellana que no querían saber nada de lo que en táctica y armamento se estaba aprendiendo en la guerra de los Cien Años y que, fiados de su mayoría y de la probada eficacia de su caballería, no se dejaban asesorar por el muy escarmentado aventurero bretón Beltrán Duguesclín  que sabía más que de sobra cómo combatían los ingleses.

La fealdad de cuerpo y de alma de Beltrán Duguesclín era legendaria: "un hombre de cabeza enorme, cuerpo grande, piernas cortas, ojos pequeños, aunque de mirar vivo y penetrante". “Yo soy muy feo—decía—para ganarme el afecto de las mujeres, pero en cambio sé hacerme temer de mis enemigos”. Y ciertamente, su fuerza era extraordinaria, manejaba las armas con singular destreza, y era duro, violento y sin escrúpulos.

La batalla la planteó sobre el terreno y la dominó en todo su desarrollo el Príncipe Negro, con una muy buena información de los movimientos del adversario al que sorprendió en todo momento. Sólo cometió el fallo de no lograr impedir la huida de Enrique de Trastámara al que conocía muy bien. Cuando tras buscarlo inútilmente entre prisioneros y muertos, se dio cuenta de ella, su comentario fue un escueto “Pues entonces no hemos hecho nada”, en gascón: “Non ay res feit”, o sea, “no hay nada hecho”. Conocía de sobra  la testaruda ambición de poder que caracterizaba a Enrique el de las Mercedes.

Sucedió lo que tenía que pasar. Castilla aprendió que su vieja manera de resolver las batallas, con la carga de la caballería, ya no bastaba. Era eficaz aún contra los musulmanes del sur, como se había visto apenas veintisiete años antes en la batalla del Salado, pero no contra ejércitos del norte cristiano en los que se habían introducido armas nuevas como el arco largo.

La mortandad fue tal que el término donde se desarrolló la fase final de la batalla se sigue llamando Valdesanguina.  Se calculan las bajas de los trastamaristas en al menos 15.000 hombres, entre muertos, heridos y prisioneros. El abuelo del Marqués de Santillana cayó muerto en el camino de Nájera a Uruñuela.

Don Enrique escapó a uña de caballo desde Valdesanguina, por Manjarrés y Castroviejo, buscando las cumbres del Serradero. Logró pasar a Soria y por Aragón consiguió entrar en Francia. Su ejército, a la desbandada, intentó refugiarse en Nájera, impidiéndoselo el estrecho puente y el muy crecido Najerilla donde se ahogaron muchos.

La batalla de Nájera fue una  acción de guerra tan brillante como inútil. Pedro el Cruel se enemistó con el Príncipe Negro al no poder cumplir los imposibles compromisos políticos y económicos  contraídos con el inglés antes de la batalla (la costa y el mar Cantábricos deberían pasar a ser ingleses[4] ) y Eduardo, asqueado de la incapacidad y de la inmoralidad del personaje al que había ayudado, cansado y enfermo, lo abandonó a su suerte.

Antes, le devolvió la libertad generosamente a Beltrán Duguesclín que no tardaría en volver al lado de Enrique de Trastámara y en conducirlo a Montiel y en Montiel al trono. También, pero  cobrando rescate, a numerosos nobles castellanos prisioneros que se negó a entregar a Pedro el Cruel, sabiendo que estaba dispuesto a pasarlos a cuchillo.

Sí pagó Pedro el Cruel al Príncipe de Gales con valiosas joyas[5], una de las cuales sigue engastada en el frontal de la Corona Imperial británica (en inglés: Imperial State Crown).

Se le suele llamar “el rubí del Príncipe Negro”. La verdad es que es una espinela, y Pedro el Cruel se la había robado, con otras muchas y valiosas joyas, antes de asesinarlo, a un rebelde musulmán, pretendiente al trono granadino, que fue a pedirle ayuda. Todo ello está muy bien contado en las Crónicas de Pero López de Ayala. La famosa espinela nunca tuvo nada que ver con Santa María la Real de Nájera por mucho que se empeñen en lo contrario los eruditos najerinos.[6]

 

 

 

7.- El Marqués de Santillana, en Nájera.

 

El Marqués de Santillana pudo visitar, en Nájera, la tumba de su abuelo. Es  muy probable que lo hiciera en agosto de 1440, cuando se detuvo en Nájera acompañando a la princesa doña Blanca de Navarra en su viaje para contraer matrimonio con el príncipe don Enrique de Castilla.

En la Crónica de Juan II[7], en el capítulo XIV del año de mil cuatrocientos cuarenta “que fue trigésimo cuarto del reinado” se nos da cuenta “de cómo el Rey [Juan II] acordó enviar por la princesa doña Blanca, por la cual fueron don Pedro de Velasco, conde de Haro, Íñigo López de Mendoza, señor de Hita y de Buitrago, y don Alonso de Cartagena, obispo de Burgos, y de las fiestas que en su venida se le hicieron.”

A finales de julio, desde Valladolid, donde está la corte, los tres comisionados, que son tres grandes humanistas castellanos,  viajan a Logroño y allí, hacia el 5 de agosto, en una gran fiesta de acogida, reciben a la princesa que viene acompañada por su madre, la reina de Navarra, y un amplio cortejo de nobles navarros y aragoneses.

En la fiesta hay también lugar para la manifestación del talento literario. Se nos ha conservado el poema con  el que el Marqués recibió en Logroño a doña Blanca:

 

Cuanto más os mirarán,              

muy excelente princesa,

tanto más os loarán.

 

1

Quien os verá, ciertamente

non dudará si venís

de la real flor de lis,

visto vuestro continente.

Y a todos nos bendirán, [bendecirán]

por llevar tan gentil presa,

los que nos recibirán.

 

2

Yo dudo poder loar

la vuestra mucha cordura,

honest[id]ad, gracia y mesura

cuanto se deba ensalzar.

Los que verdad hablarán

tal navarra ni francesa

nunca vieron ni verán.

 

3

Tanta vida os dé Dios,

princesa de gran virtud,              

tantos bienes y salud

cuantos merecéis vos.

Que ciertos por vos dirán

“virtüosa sin represa”

los que os conocerán.

 

En el viaje de Logroño a Nájera, acompañando a doña Blanca, el Marqués atravesó el campo de batalla donde 73 años antes había sucumbido su abuelo materno.

Sabemos que el cortejo, de unas 35 personas, se detuvo en Nájera el jueves 11 y el viernes 12 de agosto.

Lo ha estudiado muy bien Francisco Javier Goicolea Julián,  La vida cotidiana en la ciudad de Nájera a fines de la Edad Media: una aproximación[8]. Transcribo, muy agradecido, los interesantísimos datos muy concretos que nos da el autor.

“Pero, además, en Nájera también hicieron acto de presencia miembros de la familia real, como ocurrió en 1440 cuando llegaron la reina y la princesa[9], y en estos momentos la ciudad no ahorraba esfuerzos para poner en funcionamiento todos aquellos recursos que le pudieran otorgar la mejor imagen posible ante tan insignes invitados. Los gastos que el bolsero del concejo, Juan Martínez de Cirueña, asentó en su Libro con objeto del recibimiento de estos miembros de la realeza, nos permiten comprobar cuales fueron algunas de las medidas decretadas por las autoridades municipales para agasajar y celebrar la visita de tan destacadas personalidades, pudiendo seguirse tales medidas detalladamente a través de las partidas del gasto asentadas en los primeros días del mes de agosto[10]:

— El 1 de agosto acudieron tres hombres a traer terneras y un toro de los que poseía el concejo.

— El 2 de agosto se envió a un hombre a la ciudad de Logroño «a saber commo resçibirian a las sennoras reyna e prinçesa».

— El 4 de agosto se ordenó pescar truchas a los pescadores de la ciudad, que trajeron ocho libras de truchas.

— El 5 de agosto el alcalde, Diego López de Logroño, acudió a la ciudad de Logroño a «presentar» las truchas a la reina y a la princesa.

— El 6 de agosto llegó a la ciudad un mensajero con cartas del Rey, del conde de Haro, Pedro Fernández de Velasco, y de Iñigo López de Mendoza, en las que se instaba a las autoridades municipales a realizar el recibimiento a la reina y a la princesa, pidiendo «albriçias».

— El 8 de agosto el alcalde, Diego López de Logroño, acompañado de otro vecino, acudieron de nuevo a Logroño a confirmar el recibimiento, y este mismo día se limpió la plaza y se arreglaron los cantos. Igualmente, los oficiales de concejo y otros vecinos se encargaron de reunir el trigo y la cebada que se iba a necesitar, y se envió a un hombre a Uruñuela para comprar otro toro «para la honrra que se avia de faser». Además se envió otro mensajero a la aldea de Cenicero, con objeto de informar a los vecinos aldeanos que día debían de acudir a Nájera para el recibimiento.

— El 9 de agosto se enviaron siete hombres con el «boyerizo» a Uruñuela para traer el toro que se había comprado, y se trajeron a su vez varios toros de Huércanos que se encerraron en el corral.

— El 10 de agosto por la noche acudieron dos mensajeros a Alesón, Huércanos y Uruñuela para instar a sus vecinos a que limpiasen los caminos que iban al hospital de la Cadena, mientras otros dos mensajeros acudían a Tricio y también a Huércanos y Uruñuela «a buscar aves».

— El 11 de agosto veinte vecinos de Nájera acudieron al hospital de la Cadena a limpiar el camino «para que pudiesen pasar los ombres con las andas» en que traían a la reina y a la princesa. Este mismo día, jueves, llegaron la reina y la princesa con todo su séquito, entre los que se encontraban caballeros, prelados «e gentes de la su corte», en total unas treinta y cinco personas. A su llegada a la ciudad, la reina y la princesa fueron obsequiadas con un paño de seda adquirido en Burgos, y que había costado tres mil maravedís.

— El 11 y el 12 de agosto, días en que estuvieron presentes en Nájera la reina, la princesa y su séquito, intervinieron «dançadores» en la ciudad, varios «menestrales» tocaron sus instrumentos y cantaron «para faser solas a las sennoras reyna e prinçesa», se corrieron toros y se agasajó a la comitiva con costosos banquetes, tal y como se detalla en el documento n.° III.

 

Documento N.° III. ALGUNOS DE LOS ALIMENTOS CONSUMIDOS POR LA REINA, LA PRINCESA Y SU SÉQUITO EN NÁJERA EN 1440 (días 11 y 12 de agosto).

—           «De pan mill e seisçientos e beynte e seys maravedís e de vino blanco honse cantaras a veynte e quatro maravedís cantara que montan dosientos e sesenta e quatro maravedís.

—           De vino tynto noventa e una cantara a quinse maravedís cantara que montan mill e tresientos e sesenta e ginco maravedís.

—           De carnero quatroçyentas e setenta e nueve quartas a quatro maravedís e medio quarta e con treynta maravedís otros que levaron por menudo de mas de las dichas quartas que montan dos mill e çiento e ochenta e çinco maravedís e medio.

—           E de vaca çiento e noventa e siete quartas a tres maravedís quarta que montan quinientos e noventa e un maravedí.

—           Costaron tres terneras dosientos e noventa e un maravedí.

—           De aves costaron treynta e siete pares e medio en esta manera: que traxo Juan de Cannas jurado dies e ocho pares que costaron çiento e çinquenta e seis maravedís, mas costaron quatro pares de pollos e gallinas treynta e tres maravedís, mas traxo de Hormilla Juan de Sisas quatro pares que costaron treynta e dos maravedís, mas costaron honse pares e medio de gallinas e pollos que compraron los jurados por la çibdad por çiento e treynta e dos maravedís, por quanto las mas eran gallinas...

—           Mas costaron sesenta e tres libras e media de anguillas a tres maravedís libra que montan çiento e noventa maravedís e medio, mas costaron de enpanar çiertas anguillas que mandaron enpanar gastáronse de pan quarenta e un maravedí, de pimienta seis maravedís e de açafran ocho maravedís, mas costo sal dos maravedís para salar parte de las dichas anguillas.

—           Este día di al espensero de las sennoras reyna e prinçesa çinco libras de peçes fritos que costaron los dichos peçes a dos maravedís libra que montan dies maravedís, costo mas una libra de aseyte para lo freír çinco maravedís...»

 Fuente. A.M.N.: L.C. 1439-40, cuenta de gastos.”

Hasta aquí la larga, pero interesantísima cita del buen trabajo del autor citado.

 

 

 

8.- Continuando el viaje y las fiestas en Briviesca.

 

El conde de Haro se hizo cargo del recibimiento de la princesa en Belorado, pero donde tiró la casa por la ventana fue en Briviesca. Transcribo el texto del cronista de Juan II, poniendo entre paréntesis las aclaraciones necesarias para un lector medio.

“Y de allí se partieron todos para Briviesca, donde el Conde de Haro tenía aparejado las mayores fiestas de más nueva y extraña manera que en nuestros tiempos en España se vieron; las cuales se hicieron en esta guisa.

Ante(s) que las dichas señoras llegasen a Briviesca, con cuanto dos leguas (unas dos leguas antes), el Condestable tuvo aparejados cien hombres de armas, de  caballos  encubertados   y elmetes con penachos, de los cuales los cincuenta que llevaban   las  cubiertas blancas  se pusieron a una parte, y los otros cincuenta de cubiertas coloradas se pusieron de la otra; y se dieron de las lanzas, las cuales rotas, pusieron mano a las  espadas , y comenzaron a se herir los unos a los otros, como se suele hacer en los torneos.

Y estos fueron apartados por mandado del Conde. Después que un rato hubieron así combatido, cada uno se volvieron a la parte donde había salido.

Y de allí, las Señoras Reina y Princesa continuaron su camino para Briviesca donde le(s) estaban las fiestas aparejadas.

Y allí les fue hecho muy solemne recibimiento por todos los de la  villa, sacando  cada oficio su pendón y su entremés lo mejor que pudieron con grandes danzas y muy gran gozo y alegría.

Y después de estos venían los Judíos con la Torá y los Moros con el Alcorán, en aquella forma que se suele hacer a los Reyes que nuevamente vienen a reinar en parte extraña.

Y allí venían muchos trompetas y ministriles altos, y tamborinos  y atabales, los cuales hacían tan gran ruido, que parecía venir una muy gran hueste.

Y llegados así a la villa, todos  acompañaron a la(s) Señora(s)  Reyna y Princesa, hasta llegar al palacio del Conde.

Y allí los Principales descabalgaron donde les estaba aparejado el comer, así abastado de tanta diversidad de aves y carnes y pescados  y manjares y frutas que era maravillosa cosa de  ver.

Y las mesas y aparadores estaban  puestos  en la forma que convenía a tan grandes señoras, y fueron servidas de Caballeros y Gentiles-Hombres y pajes de la casa del Conde muy ricamente vestidos.

Y allí comieron en la mesa de la Reina solamente la Princesa y la Condesa de Haro, a quien  la Reina mandó que así comiese.

Y las otras Dueñas y Doncellas, que con la Reina y Princesa venían, se asentaron por orden en esta guisa: entre dos Dueñas o Doncellas, un Caballero o Gentil-Hombre.

Y fue  aparejada una posada (un comedor), toldada  de gentil tapicería, y mesas y aparador donde fuesen servidos.

El Obispo Don Alonso de Burgos y los Prelados y Clérigos extranjeros que allí venían, fueron servidos de tantos y tan diversos manjares como la Reina y (la) Princesa; y este servicio se les hizo todos los días que ahí  estuvieron. Y a todas las otras gentes (les) fue enviado de  comer a sus  posadas muy   abundosamente.

La cual (esta) fiesta duró cuatro días en los cuales el Conde mandó pregonar que no se vendiese cosa alguna a ninguno de los que a la villa eran venidos, así extranjeros como castellanos , y que todos viniesen a su palacio por ración, y a cada uno se diese lo que demandar quisiese.

Y en una sala baja estaba una fuente de  plata, así artificiosamente hecha , que de contino manaba vino  muy singular , de   la cual llevaban todos los que querían cuanto les placía.

Y en los tres días siempre hubo danzas de los Caballeros y Gentiles-Hombres en palacio, y momos y toros y juegos de cañas.

Y al cuarto día, el Conde tenia mandado hacer en un gran prado, que es cercado a las espaldas de su palacio, una sala muy  grande donde había, a la una parte, un asentamiento muy alto, que se subía por veinte gradas.

Lo cual todo (todo él) estaba cubierto de céspedes así juntos que parecía  ser  naturalmente   así nascidos.

Y allí fue el asentamiento de la Reina y (de la) Princesa y (de la) Condesa de Haro con ella, y (allí era) donde estaba un rico dosel de brocado carmesí, y asentamiento  tal cual convenía a tan grandes señoras.

Y por orden estaban mesas puestas en otros asentamientos bajos cubiertos todos así mismo de céspedes, y (cubiertos) encima, de gentil tapicería, donde se asentaron a la cena todas las damas y caballeros en la forma que en los días pasados.

Y a la una parre de aquel prado estaba una tela puesta donde justaban en arnés de guerra veinte Caballeros y Gentiles-Hombres.

Y a la otra parte, estaba un estanque donde había muchas truchas y barbos muy grandes, traídos allí para esta fiesta. Los cuales así vivos como eran  tomados, se traían a la Princesa.

Y a la otra parte, había un bosque muy hermoso puesto a mano, donde el Conde había mandado traer osos y jabalíes y venados. Y (allí) estaban  hasta cincuenta monteros con   muy gentiles alanos y lebreles y sabuesos.

El cual (este bosque) estaba cercado en tal manera, que no podía ningún animal de aquellos salir de lo cercado. Y puestos los canes,  los  monteros los corrían y  mataban, y así muertos los  presentaban a la Princesa.

Lo cual (esto) pareció cosa muy extraña, en un mismo tiempo y en una (misma) casa poderse hacer tan distintos ejercicios.

Y en esta sala había tantas antorchas puestas así artificiosamente que todo parecía tan claro, como si fuera con muy gran  sol  a medio día. 

Y pasada la justa y hecha la montería y pesca, la danza se comenzó , y duró casi cerca del día.

Y la danza acabada, la colación se trajo así altamente como convenía a tan grandes Señoras y Prelados  y Caballeros como allí estaban.

Y hecha la colación, el Conde hizo largueza a los trompetas y ministriles de dos grandes talegones de moneda.

Y dio a la Princesa  un rico joyel, y a cada una de  las damas   que en su compañía venían, anillos, en que había diamantes, y rubíes, y balajes y esmeraldas; en tal manera que ninguna quedó sin de él recibir joya.

Y a los Caballeros extranjeros  que  allí   vinieron, dio a algunos Caballeros mulas, y a otros brocados. Y a los Gentiles-Hombres sedas de diversas maneras.

Y así se dio fin a la fiesta, y  todos fueron a dormir eso poco que de la noche quedó.

Y (al) otro día,   cuanto a hora de Tercia, la Señora Reina y (la) Princesa se partieron para Burgos, donde les fué hecho muy notable recibimiento…”

Las fiestas habidas en la Briviesca de 1440 nunca se han olvidado. De ahí el dicho de "En Briviesca, el que no caza, pesca, y el que no cazó, pescó...".

Y nuevas fiestas a cargo de otros potentados siguieron en Burgos y en Dueñas y Valladolid. La boda tuvo, por fin, lugar en Valladolid  el jueves quince de septiembre de 1440. Pero

“La boda se hizo quedando la Princesa tal cual nació, de [lo] que todos tuvieron grande enojo, y estaba acordado que la Princesa saliese a Misa el Domingo adelante, y no se hizo , porque en estos días murió en una justa el Adelantado Pero Manrique, y por esto se dilató la salida hasta viernes siete de octubre”.

 

 

 

9.- Dos advertencias finales.

 

 Sólo dos advertencias importantes antes de terminar:

       

1.    Este aparentemente noble presumido y manirroto, Pedro Fernández de Velasco, también llamado el buen conde de Haro (1399—1470), consuegro del Marqués de Santillana, además de ser noble, militar, político y sobresaliente humanista, resulta que creó la primera institución de crédito agrícola en los pueblos de Castilla y fundó el Hospital  y el convento de franciscanos de Medina de Pomar. A ese convento, a sus 60 años, y tras haber enviudado de Beatriz Manrique de Lara, su querida esposa, se retiró voluntariamente para llevar una vida casi monástica, dedicado a sus reflexiones y a sus lecturas. Salió del retiro para intentar mediar entre Enrique IV de Castilla y su hermano Alfonso, fracasando en el intento, tras lo cual volvió de nuevo al cenobio donde fallecería en paz en 1470.

       

2.    John Müller[11] ha publicado hoy en su columna de El Mundo un artículo que explica muy bien por qué el conde de Haro pudo hacer en Briviesca, en agosto de 1440, lo que hizo. Resumo usando las propias palabras del autor el más que sugerente artículo.

Leandro Prados de la Escosura  y Carlos Álvarez-Nogal acaban de publicar en The Economic History Review un trabajo que se titula The rise and fall of Spain (1270-1850). Su tesis, simplificada, es que España no se hizo rica a partir de 1492 con el descubrimiento de América, sino que al revés: como era rica desde 1300, España descubrió América.

Se  reconstruyen las series de consumo y PIB per cápita de Castilla y Aragón desde 1270 y resulta que la España de 1300 disfrutaba de unas rentas y un nivel de consumo de alimentos muy superior a lo que se pensaba. Hay un ciclo de crecimiento económico desde el fin de la Reconquista (1264) hasta casi 1600 que sólo se ve interrumpido por la Peste Negra en 1340, pero que en 1390 se reanuda.

Aquella economía era básicamente pastoril, orientada al comercio (lana de Castilla, principalmente) y en interacción permanente con el mundo musulmán. «España era una economía de frontera como pudo ser Argentina en ciertas épocas del siglo XX o como Australia ahora», explica Prados. Las rentas, incluso de los campesinos, eran altas. Los niveles de ingreso per cápita previos a 1350 apenas se igualaron en el siglo XVI y sólo se sobrepasaron después de 1820. Mientras las demás naciones europeas alcanzaron su auge preindustrial en torno al siglo XVI, España lo habría hecho mucho antes, en el siglo XIV, antes del Renacimiento.

Termina Jhon Müller haciendo la siguiente observación:

“Quizá la literatura pastoril española no sólo fuera una imitación de la italiana renacentista, sino una apelación a una época de bonanza económica que ya se había ido. Y en ella, Salicio y Nemoroso no sólo descansaban junto a un bucólico regato de la sierra, sino que además eran ricos comerciantes.”

 

 


 

NOTAS

[1]  Fray Juan de Salazar, Naxara Ilustrada, manuscrito original del s. XVII, Logroño, 1987, p. 179.

[2] Pero López de Ayala,  Crónica del rey don Pedro, año segundo del reinado, 1351, capit. VI. En Pero López de Ayala, Crónicas, Edición de José Luis Martín, Planeta, Barcelona 1991, pp. 32 ss.

[3] Pedro Ruiz de Villegas,  marido de Teresa de la Vega, hija única de Gonzalo Ruiz de la Vega, el caballero del Ave María, y prima carnal del Garci Lasso Ruiz de la Vega  del que tratamos. Pero López de Ayala,  Crónica del rey don Pedro, año sexto del reinado, 1355, capit. III. En Pero López de Ayala, Crónicas, Edición de José Luis Martín, Planeta, Barcelona 1991, pp. 140 ss.

[4] Pero López de Ayala,  Crónica del rey don Pedro, año decimoséptimo del reinado, 1366, capit. XXIV.  En Pero López de Ayala, Crónicas, Edición de José Luis Martín, Planeta, Barcelona 1991, pp. 337.

[5] Pero López de Ayala,  Crónica del rey don Pedro, año decimoséptimo del reinado, 1366, capit. XXIII.  En Pero López de Ayala, Crónicas, Edición de José Luis Martín, Planeta, Barcelona 1991, pp. 338.

[6]Pero López de Ayala,  Crónica del rey don Pedro, año treceno del reinado, 1362, capit. V y VI. En Pero López de Ayala, Crónicas, Edición de José Luis Martín, Planeta, Barcelona 1991, pp. 272 ss.

[7] Crónica del señor rey don Juan, segundo de este nombre en Castilla y en León, compilada por el noble caballero Fernán Pérez de Guzmán, con las generaciones y semblanzas de los señores reyes don Enrique III y don Juan II. Y de  otros prelados y caballeros de aquel tiempo, del mismo autor, corregida, enmendada y  adicionada por el doctor Lorenzo Galíndez de Carvajal, y aumentada  en esta  última edición de algunas notas manuscritas del  mismo. En Valencia: en la imprenta de Benito Monfort. M.DCC.LXXIX, pp. 408 ss.

[8] Francisco Javier Goicolea Julián, La vida cotidiana en la ciudad de Nájera a fines de la Edad Media: una aproximación. En la España medieval, ISSN 0214-3038, Nº 24, 2001, págs. 171-194 http://www.bibliotecagonzalodeberceo.com/berceo/goicoleajulian/vidacotidianaennajera.htm

[9] Se trata de la reina de Navarra y de la  princesa Blanca de Navarra, prometida de Enrique de Castilla con el que se casaría, al final del viaje, en Valladolid, el jueves 15 de setiembre de 1440.

[10] Agosto de 1440.

[11] Jhon Müller, Ajuste de Cuentas, Salicio, Nemoroso y la Edad de Oro, El Mundo, miércoles,24 de abril de 2013, p. 28.

 

 

 

 
 

 

 

 

11 y 12 de agosto de 1440:

en Nájera, con el Marqués de Santillana

 

 

Antonino m. pérez rodrÍguez