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1.- Antes de nada.
1.1.- La zarzuela.
Decía sabiamente la Señora Vicenta, vecina nuestra en Manjarrés y mi segunda madre mientras viví allí, que el mundo está mal hecho porque a Dios se le ha metido en su dura cabezota el “darle mocos a quien no se los sabe quitar”. La Señora Vicenta recreaba a su manera la vieja fábula de Fedro del pollo y la perla, el consejo de Cristo de no echar las perlas a los cerdos y la advertencia de Cervantes de que “no está hecha la miel para la boca de los asnos”. Todo esto, sufrido lector, viene a cuento de que el patrimonio histórico y artístico español, a pesar de los numerosísimos e irreparables destrozos que en él han causado las bárbaras derechas y las no menos bárbaras izquierdas en el transcurso de los dos penosos últimos siglos— “y lo que te rondaré morena”—, es tan rico y abundante que los españoles, agobiados, hemos decidido “pasar” de él. Vivimos “como si no existiese”. Es el remedio que Alberti le aconseja al viajero que no quiera perecer preso en la tela de araña de la monumental Roma:
La zarzuela es una modalidad española del teatro musical con excelentes obras que tienen un grave inconveniente: para ser debidamente representadas, necesitan una buena orquesta y su buen director, un buen coro y su buen director y unos excelentes solistas, a poder ser afamados cantantes de ópera (Alfredo Kraus, Plácido Domingo, Josep Carreras, etc.), y un buen teatro de ópera. Y eso cuesta mucho dinero, que naturalmente, es preferible gastar en “cultura popular oficial” de mayor rendimiento político, es decir, “cultureta” más “lame-tafanarios” de la mediocridad generalizada, cuya ignorancia es, como ya dijo Rubén Darío, “municipal y espesa”. La zarzuela hoy, salvo los “trocitos” que los buenos cantantes de ópera escogen para su repertorio de recital, es una cosa absolutamente desconocida. Pero no fue así desde mediados del siglo XIX hasta la Posguerra, que acabó con ella igual que hizo con otras muchas cosas valiosas. En mi infancia la mantenía la radio a través de los discos, algunos de ellos son hoy autenticas joyas.
1.2.- Los partidos de pelota.
Los partidos de pelota (como los toros, los mayos, las vueltas sanjuaneras, las jotas…) provienen de la más vieja cultura mediterránea en la que se alimentan las raíces más hondas del País Vasco, Navarra, Aragón, Castilla, La Rioja y el Levante. Simplificando, diríamos que en la Península Ibérica la cultura mediterránea es el resultado del cruce de la cultura levantina, alimentada por el comercio de ideas y costumbres que viaja de orilla a orilla del Mare Nostrum, y que penetra en el interior desde la costa, con la indoeuropea que lo hace atravesando los Pirineos, después de recorrer todo el sureste y el centro de Europa. Comúnmente la llamamos Cultura Celtibérica, la gran cultura que roturó las tierras de la meseta y del norte y facilitó así la magnífica cosecha de la romanización. Que los partidos de pelota son muy antiguos y comunes a los pueblos del Mediterráneo lo demuestra algún bajorrelieve griego, y sin ir más lejos, el comienzo de la Carta LVI de las escritas en Roma por Séneca a Lucilio: “…He aquí que por todas partes me rodea un variado griterío; vivo encima de unas termas e imagínate, por consiguiente, toda clase de gritos fastidiosos para los oídos….Pero si además llega un jugador de pelota y empieza a contar a grito limpio los tantos, eso ya es el acabóse…” Aclarado el extremo de que la pelota a mano, individual o por parejas, es “la pelota”, así, simplemente, sin adjetivo calificativo étnico alguno que la defina, vamos a lo que de ella nos interesa. La pelota a mano que se hoy juega en Castilla, La Rioja y Navarra, se organiza en el País Vasco a lo largo del s. XIX, en el interior de una nueva construcción deportiva que es todo un hallazgo: el frontón. Un espacio rectangular de 10 a 11 m de ancho, cerrado por 3 paredes de 10 m de altura en tres de los lados, los dos cortos, el frontis y el rebote, y uno de los largos, el lado izquierdo, quedando abierto, sin pared, el lado derecho. De largo puede medir: 30, 36 o 54 metros. El frontis a un metro del suelo está recorrido horizontalmente por una chapa que marca el límite inferior por encima de cual obligatoriamente debe pegar la pelota tanto en el saque como en las sucesivas devoluciones. El suelo tiene marcadas las zonas más allá de las cuales la pelota puede votar incurriendo el jugador que la ha lanzado en “pasa” o en “falta”. En esencia el juego de pelota consiste en engañar al contrincante, manejando debidamente, antes del segundo bote, un proyectil, la pelota, que puede ir a una velocidad cercana a los 90 km/h. La técnica es la misma que la del toreo: “parar, templar y mandar”. Pero con una diferencia: en el partido de pelota hay que decidir lo que se ha a hacer y realizarlo en décimas de segundo. La pelota no espera a que la citen. Hay dos estilos básicos de jugar a la pelota: el elemental o peloteo, que consiste en conseguir que el contrario pierda el control de la pelota a base de enviársela una y otra vez, lanzada lo más lejos y con la mayor velocidad posible. En el partido de parejas es la táctica para destrozar la fortaleza del zaguero contrario. El superior o “del zorro”, que consiste en hacer que el contrario pierda el tanto, sorprendido porque la pelota le ha sido dirigida dónde a él menos se le hubiera ocurrido. En el partido de parejas es el arte supremo del buen delantero. El delantero debe ser, como Odiseo, “fértil en ardides y engaños” y dirigir la trayectoria de la pelota de forma que el contrario pierda la colocación, la compostura y hasta el equilibrio. Es así como el parar, templar y mandar la pelota se convierte en un ejercicio de inteligencia y elegancia simplemente admirables. Asistimos a un buen partido de pelota de parejas cuando se enfrentan dos delanteros, a cual más zorro, apoyados por dos zagueros que aguantan lo que les echen y que saben devolver la pelota de tal manera que el delantero contrario no la pueda aprovechar para destrozar a la pareja del lanzador. Las grandes jugadas, si no son de saque, se dan siempre en los primeros cuadros, junto al frontis, o bien en la ratonera del rincón, a la izquierda, o en el peligrosísimo campo abierto de la derecha, donde una débil raya marca la frontera del campo de juego. Ello sin olvidar cortes y dejadas que pueden producirse en cualquier parte del frontis, y las bellísimas e imprevisibles carambolas. En el partido de pelota influyen muchos factores: la pericia de los jugadores, las características del frontón, las cualidades de la propia pelota que suelen ser casi únicas: las hay más lentas, más rápidas, de bote vivo o seco; susceptibles o no de determinados “efectos”. Así como el torero debe entender y hacerse con el toro, así también el jugador de pelota debe conocer y aprovechar lo bueno y lo malo de cada pelota y de cada frontón que también tiene su propio genio. El buen jugador de pelota suele ser joven, robusto, bien parecido, sufridor, inteligente y astuto. Suele saber verlas venir. Es por ello un auténtico modelo de héroe popular. La pelota a mano no ha sido nunca un deporte femenino ni ha tenido una afición femenina generalizada. Pero el vencedor en el frontón era más que el vencedor de una apuesta o desafío. El frontón del pueblo tenía mucho de terreno de pruebas donde los mozos no sólo lucían sus habilidades de jugador de pelota sino también amatorias. Desde finales del s.XIX y hasta mediados del s. XX, la pelota, tal como había quedado organizada en el País Vasco, ha sido el deporte rural por excelencia en Castilla, La Rioja y Navarra. Valencia iba y va a su aire. El núcleo central de todo pueblo pequeño o grande era Ayuntamiento, Iglesia parroquial, Frontón municipal y Plaza Mayor. El programa de un día de fiesta era muy sencillo: Misa solemne por la mañana, comida familiar o social a mediodía y partido de pelota por la tarde. Los días de labor u ordinarios, partidos de entretenimiento o desafío en todos los ratos libres. Creo recordar haber visto frontones tanto en tierras de Castilla como en tierras alcarreñas y valencianas. Y sólo deben ser un pequeño resto de lo que hubo. Ahora los Ayuntamientos lo que promocionan enloquecidos es campos de golf. Así nos va.
1.3- El fútbol.
El fútbol, tal como lo conocemos hoy, es un invento inglés que se difundió como el deporte de la modernidad urbana a principios del s. XX. Poco a poco, a lo largo del pasado siglo, iría conquistando el mundo rural hasta hacer desaparecer cualquier otro deporte tradicional, incluida la pelota. El fútbol, como deporte y como espectáculo, está magníficamente pensado para mover masas y para ser su manifestación más genuina. Pero en los inicios del s. XX, fuera de Inglaterra, era un deporte de gente ciudadana que quería presumir de modernidad y de cosmopolitismo. Todo muy “chic”, muy “snob”, muy “sport”, muy pseudoinglés.
2.- Guridi, “El Caserío” y la pelota.
2.1.- Biografía.
Jesús Guridi (Vitoria, 25 de septiembre de 1886- Madrid, 7 de abril de 1961) fue un compositor muy influido por la música del romanticismo tardío que encontró en las raíces del folclore vasco su inspiración y la música que irá tomando cuerpo en sus más populares composiciones. Pero Guridi es, además de ser un músico muy vasco, muestra su maestría también en música de cámara (cuartetos para cuerda), composiciones vocales (corales), orquestales, piezas religiosas para órgano, óperas y zarzuelas. Entre sus obras destacan: El Caserío (1926), Diez melodías vascas (1940), Así cantan los niños (1909), Una Aventura de Don Quijote (1916), Seis canciones castellanas (1939), Sinfonía pirenaica (1945) y Homenaje a Walt Disney (1956). Fue Director de la Sociedad Coral de Bilbao (1912), Organista de la Basílica de Santiago de Bilbao (1918). Y también Catedrático de Órgano del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid (1944), Académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1947), Director del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid (1956) y Organista de Iglesia de San Manuel y San Benito de Madrid. El día 7 de abril de 1961 falleció repentinamente, a la edad de 74 años, en su domicilio en la calle de Sagasta de Madrid.
2.2.- “El Caserío”.
“El Caserío” es una comedia lírica en tres actos, con libro de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw. La música es de Jesús Guridi. Se estrenó el 11 de noviembre de 1926, en el Teatro de la Zarzuela, de Madrid. El argumento parece sacado de uno de los cuentos campesinos de Trueba. En “El Caserío” se hace una descripción modélica de la utópica e idealizada vida tradicional campesina en la que hunde sus raíces la más melancólica cultura vasca. Los libretistas ponen el sabio conocimiento de la técnica teatral. Guridi se limita a escoger y extraer de ese ambiente una música tradicional vasca auténtica, a la que no añade ni quita una sola nota. Todo su hondo conocimiento del mejor folclore vasco está puesto al servicio de esa partitura, pero tratándolo con su ya bien adquirida maestría como compositor. El resultado es una muy bella comedia lirica de tema vasco, pero de valor universal. El argumento cuenta que, por los años del estreno. Santi, alcalde de Arrigorri, aldea imaginaria vizcaína, hombre ya maduro, vive en su caserío de Sasibill con su criado Chomín y con dos sobrinos huérfanos a los que ha acogido como hijos: Ana Mari y José Miguel. Ana Mari es una sensata y diligente ama de casa. José Miguel es pelotari de profesión y amante de vivir plenamente la juventud. Por ello, se ausenta con frecuencia del caserío. Santi, como muchos otros vascos, salió joven de su tierra y volvió ella, tras largos años de duro trabajo, a disfrutar de una vida mejor gracias a una riqueza conseguida en la emigración con gran sacrificio. Antes de salir de su tierra, Santi estuvo enamorado de una muchacha, que a su regreso encontró casada con su hermano y ambos padres de Ana Mari. Santi, que ha terminado siendo el depositario de la herencia familiar cuyo núcleo central es el caserío en el que vive, querría dejársela íntegra a sus dos sobrinos, cosa que es imposible. Don Leoncio, cura de Arrigorri y su íntimo amigo, le sugiere que case a los dos sobrinos. Pero José Miguel no está por la labor de sentar la cabeza. El cura le dice a su amigo Santi que, si las cosas están así, debe ir pensando él en anunciar su propia boda. Santi anuncia que piensa casarse, pero que aún no ha escogido la novia. La inesperada noticia produce una cierta inquietud en José Miguel que ve que peligrar su herencia. Ana Mari acepta el proyecto de su tío. Ella está secretamente enamorada de José Miguel. Pero él no le hace ningún caso. José Miguel le advierte a Ana Mari que, para evitar el casamiento de su tío, se dedicará a enamorar a todas las jóvenes que aquél escoja para novias. Ana Mari, vista la actitud de José Miguel, se ofrece a su tío como su futura esposa, lo que sirve para encender en José Miguel un verdadero amor por ella, pero, en principio, abandona el caserío dando la batalla por perdida. Santi va retrasando su boda precisamente porque se da cuenta de la renuncia que hace Ana Mari de sus verdaderos sentimientos y porque quiere probar la verdad del amor de José Miguel por ella. Pero ante la prolongada ausencia de José Miguel, deciden celebrar la boda. De repente aparece Josemiguel que ofrece su cariño a Ana Mari junto con la renuncia de todo derecho a la herencia de su tío. Santi, conseguido el objetivo de haber logrado despertar en sus sobrinos un mutuo amor verdadero, acepta con la satisfacción de todos que Ana Mari sea para José Miguel.
2.3.-La pelota en el “El Caserío”.
El Acto II sucede una tarde de fiesta en la Plaza Mayor de Arrigorri. Los pelotaris locales Mingorreta y Lecanda II, unos de Elgoíbar y otros personajes toman unos vinos y comentan el partido de pelota que va a celebrarse, después de la procesión. Llega José Miguel con otro pelotari, Eibarrés IV, para jugar el partido. Se encuentra con Ana Mari a la que le cuenta su plan para evitar el casamiento de su tío, enamorando él a toda soltera a la que aquel pretenda. Ana Mari sigue su camino a la iglesia y, al verla marcharse, José Miguel se da cuenta de que siente por ella algo especial. Tras la procesión, todos se van al frontón menos Ana Mari, Santi y Don Leoncio. Mientras el cura y el alcalde se toman una sidra, Ana Mari, que se la sirve, se ofrece como futura esposa de Santi. Santi acepta, pero preocupado por la diferencia de edad y porque en el fondo no está seguro de que sea él a quien de verdad quiere Ana Mari. Terminado el partido de pelota, todos vuelven a la plaza y José Miguel los invita para celebrar su triunfo. Chomín que conoce la noticia de que Santi ya tiene a Ana Mari como novia oficial es quien se la comunica en la plaza a Josemiguel. Cuando llegan Ana Mari, Santi y Don Leoncio, José Miguel se encara con su tío y prima y ante la firme decisión de ambos, decide abandonar el caserío.
Reproduzco parte de este II Acto:
(Josemiguel exige a Chomín que le diga si son verdad sus palabras y Chomín le dice que sí y que va a perder los quince mil duros que vale la herencia. Le responde José Miguel que lo que va a perder son quince mil ilusiones. Al llegar, Santi le presenta a Ana Mari como a su futura esposa; pero José Miguel no se da por vencido y le pregunta a Ana Mari si es verdad).
Josemiguel decide marcharse del caserío, porque piensa que está de sobra en casa de su tío. Al ver Anamari que se marcha, deja entrever su pena, pero todos se entregan alegremente al baile y termina el Acto II.
3.- Sorozábal, “Don Manolito” y el fútbol.
3.1.- Biografía.
Pablo Sorozábal (San Sebastián, 18 de septiembre de 1897 - Madrid, 26 de diciembre de 1988), compositor de obras sinfónicas y del género lírico. Cabe destacar Katiuska, la mujer rusa (1931, Barcelona), Adiós a la bohemia (1933, Madrid), en la que trabajó con Pío Baroja, La del manojo de rosas (1934, Madrid), La tabernera del puerto (1936, Barcelona), Black el Payaso (1942, Barcelona), Don Manolito (1943, Madrid). Se distinguió por su labor sinfónica y de cámara, que reúne también obras como Capricho Español, Suite Vasca, Txistulariak, etc. Siempre estuvo muy apegado a las costumbres vascas y reconoció en El Caserío (de Jesús Guridi) una partitura magistral, pero el libreto, según él, trivializaba lo vasco y no lo representaba. Realizó también contribuciones en el campo del cine, como la banda sonora de Marcelino pan y vino. Sus simpatías liberales le costaron muy caras. Fue censurado y ninguneado. Tuvo que cesar en 1952 como director de la Orquesta Sinfónica de Madrid. Su última obra, finalizada en septiembre de 1988, fue Variaciones para quinteto de viento, compuesta para el Quinteto de Viento Pablo Sorozábal donostiarra le pidió permiso para adoptar su nombre. Murió sin poder estrenar la que él mismo consideró su mejor obra: la ópera Juan José, que fue finalmente estrenada en versión de concierto en el Kursaal de San Sebastián el 21 de febrero de 2009.
3.2.- “Don Manolito”.
“Don Manolito” es un sainete en dos actos, y tres cuadros. El texto es de Luis Fernández de Sevilla y de Anselmo C. Carreño y la música, de Pablo Sorozábal. Fue estrenado el 24 de abril de 1943 en el teatro Reina Victoria de Madrid. Don Manolito es otra historia de amor entre el hombre maduro Don Manolito y la joven Margot en un escenario de montaña y deporte. Don Jorge, el tío de Margot, propone al solterón de Don Manolito, su socio, que se case con su sobrina. Don Manolito se resiste, en parte porque no quiere dejar su soltería, y en parte porque considera que entre ellos hay una diferencia de edad demasiado grande. Margot está enamorada de Guillermo, un joven, guapo y atlético jugador de fútbol, que sólo piensa en el deporte y no siente por Margot más que una sincera amistad. Don Manolito se propone ayudar Margot en sus amores con Guillermo, pero poco a poco comienza a enamorarse de ella. Al final Guillermo se quedará con su deporte y Margot se casará con don Manolito.
3.3.- Similitudes y diferencias entre “Don Manolito” y “El Caserío”.
Guridi y Sorozábal son dos grandes compositores vascos que se sienten vascos y obran en consecuencia. Los dos se asientan en Madrid y coincide que ambos conviven en el muy castizo barrio de Chamberí durante una época. Pero son muy distintos. Guridi es la tradición. Sorozábal es la modernidad. Para el vitoriano-bilbaíno Guridi, en “El Caserío”, la pelota es el deporte connatural a la ancestral e idealizada aldea vasca. Para el donostiarra Sorozábal, en “Don Manolito”, son el esquí y el fútbol, los deportes al aire libre, el símbolo de la más rabiosa modernidad. El medio es ni más ni menos que la Sierra de Madrid. Las historias son muy similares y muy diferentes: Ambas tratan de un amor otoñal. Santi y Don Manolito son mozos viejos que quieren recuperar el tiempo perdido. Santi no lo consigue. Don Manolito, sí. Santi logra resolver el grave problema de no desheredar al poseedor legítimo del ancestral derecho de mayorazgo. Don Manolito simplemente pretende recobrar el tiempo que en su juventud no pudo dedicar al amor. Ana Mari tiene varios enamorados. También, Margot. Ana Mari consigue que por fin le haga caso su amor primero. Margot, no. La vida sentimental de Ana Mari es amorosamente tutelada por Santi, la de Margot por Don Manolito. José Miguel renuncia a su vida deportiva, no muy bien vista, aunque admirada, por su tío y prima. Guillermo escoge seguir su carrera de deportista. Ana Mari, Santi, y José Miguel viven en una aldea vasca de los años veinte. Margot, Don Manolito y Guillermo en la clase madrileña alta de los años 40, que intentan seguir siendo una prolongación de los alegres “años veinte”.
3.4.- “Don Manolito”, el juego, el deporte y el fútbol.
3.4.1.- La partida de póker.
En el primer cuadro del Acto I de “Don Manolito” se describe cantada una partida de póker que sólo le falta ser ilustrada por Paul Cézanne. Veámosla:
3.4.2.- Elogio del Deporte.
También en el cuadro primero del Acto I se encuentra este elogio del deporte que es un nostálgico eco de los más felices años veinte europeos. El coro, haciendo de abogado del diablo, como en la tragedia griega, sale por los fueros del amor.
Guillermo acaba su relato del partido explicando cómo le dio un gran abrazo al portero del «Maravillas», su primo Paco, que es el mejor portero del mundo. Por su parte, Margot se lamenta de que sea a un portero de fútbol a quien Guillermo quiera darle un abrazo. Cuando Guillermo se marcha, Margot queda llorando.
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