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I.- Introducción.
Más de dos tercios de mi vida me los he pasado intentando comprender por qué, de palabra o por escrito, nos expresamos como lo hacemos y por qué todos, siempre y en todos los lugares, contamos las cosas de muy parecida manera. Hace muchos años ya que, leyendo traducciones de muy viejos papiros egipcios de temas muy variados, me encontré, por ejemplo, con que la incertidumbre que siente de saber si será o no correspondido el que está locamente enamorado se expresaba de igual manera en el tiempo de los faraones y en el de los Reyes Católicos. Un autor anónimo del Antiguo Egipto se servía casi de las mismas expresiones utilizadas por Fernando de Rojas en La Celestina para describirnos un idéntico mal de amores. Tuve la suerte, desde muy joven, de tener como profesores a buenos especialistas en Filología Bíblica y de su enseñanza pasé sin darme cuenta al más ortodoxo Estructuralismo. No les extrañará que les confiese que he llegado a la conclusión de que para entender un escrito cualquiera hay que llegar a saber dos cosas: 1) Qué tipología general o Género literario revela la configuración formal que se le ha dado como estructura organizativa. 2) Para qué fue escrito, cuál fue su "Sitz im Leben", su "setting in life". En esta ocasión, me propongo mostrar cómo una hagiografía no es otra cosa que una biografía transformada en un cuento maravilloso cuyo héroe es un santo al que poderosos intereses piadosos se han encargado de encarecer, sin decir nunca basta, sus virtudes heroicas reales y supuestas y de atribuirle asombrosos milagros que nunca se le pasó por la mente realizar.
II.- Cuestiones previas.
Antes de entrar en el tema quiero aclarar dos cuestiones: 1) la diferencia entre una biografía y una hagiografía, y 2) qué sabemos exactamente de santo Domingo de la Calzada.
1.- Biografía frente a hagiografía.
Son dos tipos de relato totalmente distintos pero que se confunden con facilidad. La biografía es un relato histórico en el que el autor intenta reconstruir la vida de un personaje relevante con la mayor objetividad posible. La hagiografía o vida de santo es, bajo la apariencia de una biografía que lo haga verosímil, un sermón, un discurso religioso edificante, en el que se intenta, usando todos los recursos de la imaginación y de la retórica, encarecer el alto grado de santidad alcanzado por un siervo de Dios y ponderar sus heroicas virtudes y sus asombrosos milagros para con ello suscitar o acrecentar la devoción por él en los piadosos lectores.
2.- Noticias documentadas sobre santo Domingo de la Calzada.
La Crónica Najerense (CN, III ,23) recoge de la Crónica del Obispo Don Pelayo el texto donde se explica el interés de Alfonso VI por garantizar la seguridad y libertad del transito de viajeros, peregrinos y mercancías en su reino unido de León y Castilla y su especial cuidado en mantener el buen estado del Camino de Santiago. Dice el texto de la CN en traducción del profesor Estévez Sola:
El tramo riojano del Camino, como vemos en el texto, se beneficia de esa protección desde la anexión de La Rioja a Castilla en 1076, tras morir asesinado Sancho Garcés IV de Navarra, víctima de una conjura política urdida por sus hermanos, Ramón (que se refugia en la Zaragoza musulmana) y Ermesinda (que lo hace en León-Castilla), el 4 junio de ese año, en Peñalén, término perteneciente a la localidad navarra de Funes. Una de sus consecuencias más trascendentales es el de la concesión por Alfonso VI del muy importante Fuero de Logroño en 1095. En este contexto histórico, y en el tramo del Camino, peligroso por los accidentes del terreno y por la actuación de los bandidos, donde hoy se asienta la ciudad que perpetúa su nombre y su obra, Domingo, un varón piadoso, hábil y activo organizador, consigue, protegido por Alfonso VI y sus sucesores, que se construya, un hospital para pobres, viajeros y peregrinos; una bien trazada calzada con un sólido y elegante puente sobre el río Oja y una acogedora iglesia consagrada a santa María. En los Anales Compostelanos se data la muerte de Domingo el 12 de mayo de 1109. En 1120 la Cofradía del santo, aún existente hoy, se acoge a la protección del obispo de Calahorra. Sólo han pasado 11 años de su muerte y ya Domingo es considerado santo. En 1137, Alfonso VII el Emperador, ante la reclamación del obispo de Burgos, dicta sentencia declarando que la iglesia fundada por santo Domingo debe permanecer sujeta a la jurisdicción del obispo de Calahorra. En esa real sentencia, sólo 25 años posterior a la muerte del santo, se recuerda que Alfonso VI donó a santo Domingo el terreno en el que éste hizo construir la iglesia y en cuyo entorno ha ido creciendo la floreciente villa, ambas bajo la jurisdicción del obispo de Calahorra. La obra de santo Domingo había recibido, además, donaciones documentadas de Alfonso I el Batallador (1125), del propio Alfonso VII (1135) y las recibiría de Alfonso VIII en 1172 y 1199. El creciente éxito de la obra del santo, que ya en 1137 suscitaba la codicia del obispo de Burgos, y la imposible convivencia en Nájera del obispo de Calahorra con la comunidad cluniacense, desde que, el 3 septiembre de 1079, Alfonso VI entregara Sª Mª la Real de Nájera a Cluny, harían posible que entre 1222 y 1232 la iglesia calceatense, convertida en catedral, se mancomunase con la calagurritana naciendo así la diócesis de Calahorra y La Calzada. Del Domingo histórico no sabemos nada más y, como biógrafos, como lectores de solventes obras historiográficas o como razonables fieles cristianos, no nos hace ninguna falta. El hospital, la calzada con su puente y su iglesia, además de la próspera población surgida y desarrollada en torno a ellos, son motivos más que suficientes para guardarle a santo Domingo un duradero reconocimiento. No se precisa mucha imaginación para deducir que todo ello no se puede conseguir sin las dotes de un hábil promotor y de un celoso administrador. La documentación nos muestra que ese talento, empleado por un buen cristiano laico en el servicio al más necesitado, en este caso al viajero y al peregrino, le consiguió enseguida la fama de santo. Y efectivamente más que suficiente fue para autores sensatos y bien documentados como Agustín Ubieto Arteta, Apuntes para la biografía de Santo Domingo de la Calzada, 1972, o Carlos Muntión Hernáez, Santo Domingo de la Calzada. Guía, Logroño, 1991. Arturo Calvo Espiga ha acertado, igualmente, al subrayar la muy temprana laicidad cristiana del Santo.
III.- Artimañas de un desahogado hagiógrafo.
1.- Por qué se pasa de la biografía a la hagiografía.
Pero hay una exacerbada religiosidad en fieles y en pastores de almas que exige una presencia más subrayada de lo sobrenatural en la vida de los santos. Así se crea la necesidad de encarecer sus virtudes heroicas y de atribuirles asombrosos milagros. Y así se da el paso de la biografía a la hagiografía; del interés por conocer la vida y obra del biografiado se va al empeño en conseguir una lectura piadosa edificante por asombrosa, en una palabra, una vida de santo. Veamos ahora a qué extraños extremos se puede llegar en ello.
2.- El caso concreto de Santo Domingo de la Calzada.
En 1606, un fraile jerónimo de la Estrella, Fr. Luis de la Vega, publica la Historia de la vida y milagros de Santo Domingo de la Calzada. Hombre de desbordada imaginación, Fr. Luís le inventa a santo Domingo en los vecinos de Ayuela un tozudo contrincante del que el santo saldrá repetidamente vencedor, pero, curiosamente, más con astucia de brujo o de héroe de relato fantástico, de cuento maravilloso que con santidad de hombre de Dios. La hagiografía tiene mucho de cuento maravilloso, de literatura fantástica donde todo vale con tal de que el héroe consiga cumplir su misión. El primer encontronazo surge con motivo de pedirles el santo a los de Ayuela que le permitan cortar en su dehesa la madera necesaria para construir el hospital. Los de Ayuela se lo deniegan. El Santo insiste en que al menos le concedan la que pueda cortar él solo valiéndose únicamente de una hoz de segar. En ese caso los de Ayuela no ven inconveniente y se preguntan divertidos si el santo estará en sus cabales. Lo que no saben es que la hoz del santo es una hoz milagrosa, mágica más bien, capaz de abatir al primer golpe los robles más viejos y de más grueso tronco. Al ver los resultados obtenidos por el santo, los de Ayuela lógicamente se sienten engañados y quieren lincharlo, pero éste sale del paso haciendo en una gruesa encina una demostración de los "poderes" de su hoz. El segundo encontronazo es consecuencia de la excavación que hace el santo de un pozo para surtir de agua el hospital y la tierra que lo sustenta. Los de Ayuela creen que con ello merma su caudal y se enfrentan al santo intentando lapidarlo. Esta vez el santo se libra gracias a su actitud sumisa y a su pico de oro. El poder de la palabra astutamente utilizada es un arma propia del héroe en la literatura fantástica. Recuerden los obsequiosos y persuasivos discursos de la zorra para arrebatarle el sabroso queso al cuervo de la vieja fábula. Para sacar del atolladero al santo en el tercer encontronazo, el fraile jerónimo lo convierte nada menos que en atento lector de la Eneida de Virgilio. El Santo necesita un terreno donde construir su iglesia. Acude a los de Ayuela y para que no se lo nieguen, les explica que sólo necesita la tierra que pueda abarcarse con el cuero de un buey. Les advierte, taimadamente, que esta vez no habrá ni milagro ni discurso. Los de Ayuela, confiados, creen que se trata de un descabezo, se deciden a concederle el terreno, y formalizan la donación. Pero"", a la hora de delimitar el territorio concedido, el santo corta primero el cuero en tiras muy estrechas y tan largas como sea posible, las anuda por la punta formando una gran circunferencia y logra abarcar mediante ella un terreno extenso. El enfado de los de Hayuela es grande, pero deben respetar lo acordado. Es lo mismo que, según la tradición de la que se hace eco Virgilio en la Eneida, I, 525 ? 528, hizo la fenicia Dido para conseguir que los libios le proporcionasen el territorio necesario para fundar su ciudad de Cartago. Tradición de la que hace memoria el santo, según su imaginativo hagiógrafo, a la hora de engañar a los de Ayuela. Quien sí la recordó bien fue Ercilla en La Araucana, Canto XXXIII:
Veamos como aparece aquí la estructura del "cuento maravilloso":
Lo que de verdad logra Fray Luís de la Vega es que el lector se ponga de parte de los de Ayuela y considere al santo un jugador ventajista que siempre gana gracias a las cartas que se saca de la manga. No hay santidad en el santo. Hay magia o astucia. Las dos grandes virtudes del héroe amoral del cuento fantástico.
3.- Perduración del engaño.
Lo más preocupante es que hace sólo 20 años, seguían contándose los hechos del santo de la misma manera. Véase el libro de Eduardo T. Gil de Muro, El milagro del camino. Una biografía de Santo Domingo de la Calzada. Cabildo de la S. I. Catedral de Santo Domingo de la Calzada, La Rioja, 1991. Remedio intentó poner a tal estado de cosas, el sensato Alberto Caperos Sierra en sus Comentarios a los hagiógrafos de Santo Domingo de la Calzada, Edición del autor, La Rioja, 2000. Pero nadie le ha hecho el menor caso, salvo Javier Pérez Escotado que en su libro, De milagros y fronteras. El milagro del gallo y la gallina interpretado al fin razonablemente, La Rioja, 1998, da cuenta de cómo se creó el más célebre milagro de santo Domingo, el del gallo y la gallina. Después de haber leído gozosamente tal publicación, lo único que queda es recomendarla encarecidamente.
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