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1.- Así nació el Voto de Santiago.
Nadie mejor que el Arcipreste de Hita—sea quien fuere el autor que se esconde bajo ese fascinante personaje literario— describió en magistrales versos la “auri sacra fames”, la maldita ambición de dinero (Eneida, III, vs. 56 y 57), que siempre ha caracterizado al clero. Vean, vean:
La jerarquía católica tiene desde siempre un grave problema: necesita vivir bien, pero quiere hacerlo sin trabajar. Ella se dedica a “las cosas del espíritu” y no puede distraerse con banalidades humanas como la de trabajar para comer tres veces al día, por lo menos. Esa “necesaria” ansia clerical de dinero y el habitual desahogo eclesiástico en inventar hagiografías, “Vidas de santos”, para entendernos, donde todo vale con tal de “edificar” y “fomentar la piedad del rebaño fiel”, hicieron que un día, a mediados del s. XII, a cierto canónigo compostelano en edad de merecer se le ocurriera que si convencía a los católicos españoles de lo mucho que Santiago ya había hecho por ellos y de lo que podría seguir haciendo, defendiéndolos de la morisma, luego sería sencillo exigirles que, a cambio de tan grandes favores, aligerasen la bolsa para que ellos, el cabildo catedralicio, honrasen la memoria del santo como era debido. Claro que en lo de honrar debidamente la memoria del santo iba incluido “un buen pasar” para sus diligentes cuidadores, “los pobres por Xto,”, es decir sus muy reverendas personas. El canónigo compostelano, al que me refiero, era culto y decidió que convenía a su “piadoso” propósito amañar de nuevo un par de mitos de la antigua Grecia, ya cristianizado uno de ellos desde el s. IV para crear la figura de san Jorge, y aplicárselos ahora a Santiago. Escogió una obscura escaramuza entre moros y cristianos sucedida tiempo antes cerca de Albelda y la transformó en la inventada batalla de Clavijo del 23 de mayo del año 844 en la que, para librar a los cristianos del muy humillante tributo “de las cien doncellas”, el Apóstol, por primera vez, habría participado activamente en la lucha, comandando la vanguardia cristiana, La lógica consecuencia que, según el imaginativo y falsario canónigo, tuvo aquel prodigioso acontecimiento fue el agradecido Voto de Santiago, establecido de forma perpetua para toda la España cristiana por el rey Ramiro I de Asturias, en Calahorra, el 25 de mayo de aquel mismo año, en favor de la catedral compostelana donde se tenía por cierto que se guardaban los restos mortales del Apóstol. Y dicho y hecho. El canónigo redactó el documento que Uds. pueden leer gracias a la edición que de él se hace en la excelente página web del Excelentísimo Ayuntamiento de Clavijo (La Rioja) y que yo, agradeciéndoselo con toda el alma, les transcribo:
2.- Como se construyó el mito de la batalla de Clavijo.
a) La larga sombra de la Mitología Clásica.
Antes de nada hay que dejar claro que “clásico” aquí significa grecorromano. Es decir, “referente a la Grecia y a la Roma Antiguas”. Nunca en la Edad Media se dejaron de leer los mejores autores griegos y latinos. La tradición pagana se fue transmitiendo de siglo en siglo y ello impidió que Europa cayera bajo un totalitarismo teocrático cristiano. Las semillas de secularización, desacralización y laicidad fueron dando fruto abundante y cierto en los sucesivos “renacimientos” medievales, modernos y contemporáneos. El Cristianismo no pudo desenraizar al paganismo grecorromano y formó con él curiosísimos sincretismos. Un ejemplo clásico es la figura de san Jorge, el modelo del caballero cristiano en Oriente, y en Occidente, después del entusiasmo con el que los cruzados lo convirtieron en su modelo.
b) De Perseo y Andrómeda a san Jorge, la doncella y el dragón.
San Jorge es la cristianización del mito griego de Perseo y de Andrómeda. Perseo, después de lograr matar a Medusa, se hace con el alado caballo Pegaso y de vuelta a su hogar, ve a Andrómeda encadenada a una roca, a la orilla del mar, lugar donde había sido dejada por sus padres para ser devorada por un monstruo marino enviado por Poseidón para castigo de la presumida madre de la joven que pretendía ser más hermosa que todas las Nereidas. Perseo se enamora de ella y decide liberarla, por lo que, tras hacer prometer al padre de la joven que se la daría en matrimonio si lograba salvarla, mató al monstruo con su espada o, según otras versiones, petrificando una parte del monstruo al mostrarle la cabeza de Medusa, y se caso con Andrómeda. Fueron felices y tuvieron numerosa descendencia.
c) De Teseo a Santiago, libertador de las cien doncellas.
Ya tenemos en marcha al caballero andante, desfacedor de entuertos y protector de doncellas en peligro. Pero nuestro canónigo compostelano tenía que dar un paso más. Necesitaba un liberador para una sociedad obligada a pagar de un infamante tributo de sangre. Y Pensó en Teso, en Teseo y en su enfrentamiento con el Minotauro. Teseo fue el héroe nacional de Atenas. Se le consideraba un campeón de la justicia y un defensor de los oprimidos. Pero vamos a lo nuestro. Minos, rey de Creta, había vencido a Atenas que había quedado obligada a pagarle un tributo de sangre. Cada nueve años Atenas debía enviar a Creta siete muchachas y siete jóvenes para ser devorados por el Minotauro. En la tercera expedición, Teseo se presentó voluntario para ser parte del grupo de víctimas y poder enfrentarse al monstruo devorador de hombres. Al llegar a Creta, Ariadna, hija de Minos, se enamoró de él y le ofreció ayuda para vencer al Minotauro a cambio de que se la llevara con él de vuelta a Atenas y la convirtiera en su esposa. Teseo aceptó. La ayuda de Ariadna consistió en darle a Teseo un ovillo de hilo que éste ató por uno de los extremos a la puerta del laberinto. Así Teseo entró en el laberinto hasta encontrarse con el Minotauro, al que dio muerte peleando con él en lucha libre. A continuación fue recogiendo el hilo y así pudo salir del laberinto e inmediatamente, acompañado por los demás jóvenes atenienses y por Ariadna, embarcó de vuelta a Atenas, tras hundir las naves cretenses para impedir una posible persecución. Durante el viaje de vuelta, Teseo decidió desembarcar en la isla de Naxos y de allí volvió a partir sin Ariadna a la que los dioses habían destinado a ser esposa de Dioniso. Nuestro canónigo cambia a Atenas por Asturias, A Minos por Abderramán I, al Minotauro por la lujuriosa morisma, y a los 14 jóvenes atenienses por las cien doncellas cristianas, 50 nobles y 50 villanas. Teseo es Santiago que, también, a la vez, es Perseo montado sobre Pegaso, luchando por salvar a las doncellas del monstruo de la morisma, que sale del mar. Detrás de la oreja del clérigo, seguro que está San Jorge, con quien ya había triunfado parcialmente el mismo experimento. No se olvida nuestro canónigo, claro está, de recordar toda la tradición de Santiago patrón de España que habían elaborado Beato de Liébana y los mozárabes del himno “O Dei Verbum” y que se iba enriqueciendo, por aquellos días, con la invención de la figura de Santiago como “miles Christi” echando una mano a los ejércitos cristianos en la conquista de Coimbra o siendo el modelo de la naciente orden militar santiaguista. Y la historieta tuvo éxito. Ofelia Rey Castelao, de la Universidad de Santiago de Compostela, es una especialista en el tema el Voto de Santiago. Busquen aquí mismo, en vallenajerilla.com, la Biblioteca Gonzalo de Berceo y en ella, el Catálogo general en línea, sección Camino de Santiago y allí se encontraran con un magnífico artículo suyo que lleva por título El voto de Santiago.En el se explica cómo la invención de nuestro canónigo fue durante muchos siglos la fuente más importante de financiación de la catedral compostelana que era el objetivo que él se había propuesto.
NOTAS [1] Libro de Buen Amor, adapt. Nicasio Salvador Miguel, Magisterio Español, Madrid, 1972, estr. 503 s. [2] www.ayuntamientodeclavijo.org/El-Voto-de-Santiago.1815.0.html -
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