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Ubi viguit scholastica sapientia, viguit et militia.
1. Planteamiento.
Así nos presenta a su héroe protagonista el enciclopédico poema medieval conocido como Libro de Alexandre. A lo largo de sus 2675 estrofas podemos explorar numerosas referencias que nos permiten entender cómo consideraba un clérigo a principios del siglo XIII cuál debía ser la educación de un príncipe de la categoría de Alejandro Magno, modelo para la clerecía europea en el renacimiento bajomedieval no sólo por sus cualidades militares, sino precisamente por su grant sabïençia. En los albores de la cultura cortesana, las condiciones naturales de un guerrero no completaban el ideal caballeresco. Las armas y las letras formaban los dos pilares del modelo, pues “qui es franc’ e ardit, a es tienen por cortés” (v. 64c). ¿Quién mejor que Alejandro podría encarnar dicho modelo? ¿Quién mejor que Aristóteles representaría el ideal de maestro que enseñara a un joven príncipe las siete artes liberales? En el Libro el Estagirita es un doctor medieval con licentia docendi, anacronismo que se explica por una fundamental orientación moralizadora: La vida de Alejandro Magno se muestra como ejemplo y modelo para sus contemporáneos en todos los pormenores de su existencia: también en su educación.[2] Las enseñanzas que recibe no están contenidas en las obras del filósofo (prácticamente desconocidas aún en la España a comienzos del siglo XIII). Existe otro tipo de coherencia, quizás mucho más interesantes para nosotros. Plasmado en la obra encontramos el modelo educativo que postulaba Europa (pues no conocía fronteras) en la primera mitad del siglo XIII. Es un momento de especial significación pues al calor del Libro nacen las primeras universidades españolas.
2. La clerecía del autor y el Estudio General de Palencia.
Sabido es que el Libro de Alexandre, el poema más extenso del «mester de clerecía» (rebasa los diez mil versos), fue escrito en la primera mitad del siglo XIII, probablemente entre los años 1220 y 1230.[3] Conservamos el texto en dos manuscritos de desigual extensión.[4] Uno se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid (Ms. O), presenta numerosos leonesismos y parece que fue copiado a finales del siglo XIII o comienzos del XIV. Los últimos versos lo atribuyen a Juan Lorenzo de Astorga. El otro se conserva en la Biblioteca Nacional de París (Ms. P), y parece que fue copiado en el sigo XV. Presenta algunos aragonesismos y en los últimos versos consigna como autor al primer poeta castellano de nombre conocido, Gonzalo de Berceo,
natural de Madrid, en San Mylián criado, del abat Johan Sánchez notario por nonbrado (estrofa 2675, c-d)
Son muchos los problemas que plantean la autoría y la fecha de composición de nuestra obra, problemas que no trataremos aquí por extenso. Las opiniones de los especialistas no concuerdan. Dana Nelson acepta aún la autoría de Berceo, pero Menéndez Pidal defendía el autor leonés, mientras que la mayoría (entre los que se incluyen Emilio Alarcos, Jesús Cañas e Isabel Uría), piensan que el problema no está todavía resuelto y prefieren hablar de un autor anónimo. Si bien no conocemos con certeza el nombre del autor, Emilio Alarcos[5] y Francisco Rico (1985) han hecho oportunas observaciones acerca de su personalidad, que interesa resaltar. Se trata de un autor culto que muestra una extensa erudición e incluso se envanece de su condición de clérigo, insistiendo en que su poema inaugura un arte nuevo en castellano:
Se trata de un clérigo, esto es, un eclesiástico culto, un letrado que poseía un gran caudal de conocimientos por la cantidad de citas, menciones y alusiones a la cultura clásica. Posee una conciencia clara de su identidad de clérigo y transparenta la mentalidad propia del intelectual crítico e ilustrado, por más que siga el tópico humilde:
El clérigo letrado es, como muy bien ha resaltado Rico, una personalidad nueva en la cristiandad medieval: un hombre formado en las universidades nacientes en Europa que muestra tímidamente en España el humanismo floreciente en Francia en los siglos XII y XIII, una actitud nueva hacia la cultura, especialmente hacia el saber heredado de la antigüedad clásica. Y se adhiere a la política pontificia que promueve los estudios superiores para capacitar a los responsables del gobierno eclesiástico, a la vez que censura los vicios eclesiásticos. Nuestro autor posiblemente ocupaba el cargo de notario, como lo fue Gonzalo de Berceo en San Millán, puesto que se muestra muy familiarizado con el gobierno eclesiástico. Berceo y el autor del Alexandre son “nuevos clérigos a quienes la educación de nivel universitario preparaba para intervenir eficazmente en las incidencias de una sociedad en transformación”, dice Francisco Rico (1985, 130). Gracias al auge de las ciudades y del comercio y el reforzamiento de la monarquía, “la formación cultural tenía un precio, cumplía un papel y otorgaba una posición”, concluye (1985, 147).[6] Los clérigos están preparados para defender los privilegios de los monasterios, exigir tributos, en definitiva, ejercer el derecho frente a las “simonías” (2824) o las arbitrariedades de los poderosos.[7] Quizás el autor del Alexandre tenía el cargo de “notario” de algún noble, como lo imagina Francisco Rico. Tal vez se ocupara de “leer las cartas” y los requerimientos como lo hace ese “notario” de Darío que aparece en la estrofa 142, o tal vez se ocupaba de recaudar los impuestos tal como ese notario de Alejandro que acude a Jerusalem para “que le diessen la renta que solién dar a Darío” (1133d). No hay duda de que es un clérigo familiarizado con esos menesteres, y tiene especial interés, como veremos en su momento, en expresar su opinión acerca de cómo debe gobernarse a sí mismo y a su pueblo un príncipe ideal.[8]
Francisco Rico (1985) lo vincula con el ambiente cultural surgido en la Universidad de Palencia en los primeros decenios del siglo XIII,[9] comparando su actitud de escolar con la que presenta el Verbiginale, suerte de gramática escrita en verso (que facilita su memorización) falsamente atribuido a Pedro de Blois, que fue compuesta hacia 1215 y dedicada a don Tello, obispo de Palencia y gran defensor de su naciente universidad. Es un manual de gramática que toma como fuente un original italiano, además de textos procedentes de la escuela de Chartres[10]. Está versificado en latín (casi cuatro mil hexámetros leoninos), y contiene una descripción de los accidentes gramaticales de los verbos latinos más usuales, ordenados alfabéticamente. La actitud predominante se basa en el convencimiento de que el sabio debe trasmitir al ignorante su ciencia:
Ergo, liber, vade, rudibus que predico trade: plurima noscentur que nunc occulta tenentur.[11]
No es otra la actitud del autor del Alexandre expuesta en el comienzo de la obra:
Su clerecía responde también a la descripción que ofrece el canciller de Alfonso VIII, Diego García de Campos en su original Planeta de 1218. “Scolares quidem sunt clerici” (226), pero son clérigos que se distancian de los "viejos curas" ignorantes:[12] “Plura ignoraverunt antiqui qui noverunt moderni”, concluye en canciller (161). Frecuentan las escuelas catedralicias y las primitivas universidades, andan a vueltas con los libros y mueren con ellos en las manos, “qui studiis se exercent, qui vigiliis se affligunt, qui panem non comedunt ociosum”, dice García de Campos (406-407):
Esta nueva clerecía presenta un espíritu moralizador, simbólico y enciclopédico muy distante de los viejos curas “pobres de clerecía”. En definitiva, el anónimo autor sería un clérigo culto que presumiblemente fue escolar formado en Palencia, cuyo Estudio General florecía hacia 1212[13]. Como es sabido, la institución palentina surgió de la transformación de una escuela episcopal, favorecida por el monarca castellano Alfonso VIII, quien le otorgó una generosa asignación económica, e hizo venir profesores extranjeros, especialmente franceses e italianos, para elevar el nivel de la enseñanza que se impartía en sus aulas, según el testimonio de Ximénez de Rada escrito en su Rerum in Hispania gestarum escrito hacia 1243:
Con los profesores llegaban también los libros, y uno de los que debieron tener gran repercusión fue el Alexandreis de Gautier de Châtillon, fuente principal de nuestro poeta, verdadero libro de texto de numerosas escuelas y universidades.[15] En el estudio de Palencia, según los testimonios conservados, se ofrecían estudios de Artes y de Teología, además de Derecho Canónico. Sin embargo, los documentos hacen patentes las dificultades (sobre todo económicas) por las que debió pasar el estudio: posiblemente no permitieron la instalación de algunas facultades por falta de profesores. Así se comprende la necesidad de acudir al pontífice para solicitar privilegios pecuniarios así como la importancia de buscar maestros en disciplinas tan importantes como las citadas. No debía ser extraño que se abandonaran algunas disciplinas “por mengua de maestros”. A fines del siglo XIII, el Estudio de Palencia había desaparecido totalmente, dejando paso franco a las universidades de Salamanca y Valladolid. Pero volvamos al texto del Alexandre. De entre los muchos datos que se deslizan a lo largo de la obra, encontramos una referencia clara al contexto cultural de la época casi al final del relato. En la descripción que el autor imagina de la tienda de Alejandro, detalla las pinturas y dibujos que resumen la vida y las glorias del macedonio. En el paño tercero se dibujan las tres partes del mundo (Asia, África y Europa) y señala el autor la ubicación de numerosas ciudades. Nombra Burgos y Pamplona, pero no aparece Palencia. No obstante, hay alusiones clarísimas a las dos primeras ciudades universitarias de Occidente, con una referencia clara a la difusión que tuvieron las escuelas parisinas aunque estima superior el desarrollo de los estudios jurídicos que conoció la universidad de Bolonia:
Es en resumen, un clérigo que tiene noticias fehacientes y directas del despertar de las universidades europeas, y su erudición, que proviene de fuentes francesas, permite comprobar la entrada a España de profesores y libros procedentes de Italia y Francia. Queda claro que es un autor extraordinariamente culto para el contexto castellano de su tiempo. Por ello, no han de entenderse literalmente las humildes palabras con las que el autor se despide, pidiendo una oración para su alma como soldada y excusándose por los posibles errores o faltas. Se trata evidentemente un recurso retórico:
En absoluto el autor es un hombre de poca ciencia. Tal como lo describía Menéndez y Pelayo, es "un repertorio de todo el saber de clerecía y un alarde de la instrucción verdaderamente enciclopédica del autor" (1, 191). El autor quiere ofrecer un compendio total de todo lo referido a Alejandro Magno. Incluso se lamenta cuando sus fuentes dejan algunas lagunas en la historia. Quiere reunir todo el saber medieval concerniente al gran rey macedonio. Así también quiere mostrar un modelo de técnica retórica, toda una ciencia adquirida que quiere difundir, con una particular habilidad formal, al público para instruirlo en los saberes de la antigüedad. Es, en definitiva, un manual universitario medieval, un libro “que se lee en las escuelas”. Clerecía de la que el autor no sólo tiene plena conciencia, sino que no duda en estimarla orgullosamente como característica esencial del hombre cortesano. Como veremos más adelante, la clerecía representa, para el poeta, una cualidad fundamental, por lo menos de la misma dignidad que el honor obtenido en el ejercicio de las armas, encarnada, como máximo ideal y exemplo de nobleza, en Alejandro Magno:
Para nuestro autor, la vida de Alejandro importa fundamentalmente como ejemplo de nobleza. No le cabe duda de que fue envenenado para castigar su soberbia. El demonio, molesto por la pretensión del macedonio de dominar el mundo no solamente terreno, sino también submarino y aéreo, infunde en el corazón de sus fieles servidores la idea de envenenarlo cruelmente. La interpretación moral de todas las acciones y palabras de Alejandro importa aquí tanto o más que los hechos mismos. Es muy probable que no sólo nuestro autor anónimo se hubiera formado en el ambiente escolar de Palencia. También Gonzalo de Berceo y los anónimos autores del Libro de Apolonio y del Poema de Fernán González formaron en esta “escuela”. Esta hipótesis estaría apoyada en la unidad esencial de la modalidad literaria adoptada por estos, basada, entre otros aspectos, en la utilización estricta del tetrástrofo monorrimo. Todos manifiestan una educación fundada en la preeminencia del Trivium (que les aporta un conocimiento realmente enciclopédico) y su familiaridad con autores franceses.[16] Isabel Uría plantea (y parece razonable pensar así) la atractiva hipótesis de que el Libro de Alexandre fuera obra de un equipo de redactores cultos a las órdenes de un director (¿tal vez el propio García de Campos o incluso el seudo Pedro de Blois a quien se atribuye el Verbiginale?)[17].
3. Alejandro Magno, caballero medieval.
Con frecuencia (Cary, 1956; Michael, 1970) se ha señalado el marcado anacronismo del Libro de Alexandre[18]. Puede parecer una demostración de ingenuidad y de falta de rigor histórico, pero también debe interpretarse como una estrategia empleada por el poeta para ganarse la atención de su público. Al respecto, ya Menéndez Pelayo opinaba que “no todo es ignorancia ni candor del poeta, sino forzosa adaptación al medio y necesidad de hablar al público en la única lengua que conocía”: Los singulares anacronismos de costumbres y de ideas que en este poema, como en todos los de la Edad Media, se observan, son para nosotros una de las principales fuentes de su interés. Maestre Aristótil aparece convertido en un doctor escolástico, diestro en el trivio y el quadrivio y formidable en el silogismo: Alejandro recibe la orden de caballería el día del Papa san Antero y ciñe la espada que fabricó don Vulcano: al lado del héroe macedonio asisten sus doce pares, en el templo de don Júpiter sirven gran número de capellanes: los clérigos de Babilonia salen a recibir en procesión a Alejandro: el donde don Demóstenes alborota con sus discursos a los atenienses, la madre de Aquiles le esconde en un convento de monjas... En el siglo XIII, un Alejandro clásico y ajustado al rigor arqueológico hubiera sido imposible, y si tal poema existiese, sería para nosotros mucho más fastidioso e impertinente que el que tenemos. (1944, 191-192)
También con frecuencia se ha señalado que en el poema el rey Alejandro aparece convertido en un caballero medieval, tal como lo expresara Manuel de Montoliu: Alejandro, en efecto, está pintado en figura del perfecto caballero medieval, y espiritualmente emparentado con lo héroes carolingios y aún más con los caballeros de la corte del rey Artús; el ambiente poético y maravilloso que le rodea es el mismo del mundo fantástico en que más tarde habían de respirar los Lanzarotes y los Amadises. (1937, 54).[19]
Efectivamente, en el poema se alude a Francia como la cuna de la caballería: “pareçién los françeses valientes caballeros” (1797b), y se alude también a la esperanza bretona: “cómo se preçian mucho por Artús los bretones” (1798b). El poema está lleno de referencias y alusiones propias del mundo novelesco o “romántico”: hadas, encantamientos, batallas, torneos, descripción minuciosa de las armas y del atuendo de los personajes, etc. Bástenos tener en cuenta que para los medievales el rey Alejandro era admirado y contado entre los más insignes reyes de la historia, y como tal, lo entendieron como un modelo ideal de caballero, en perfecta consonancia con su mentalidad cortés. Así dice el Poema de Fernán González: Non cuentan d’Alexandre las noches nin los días, cuentan sus buenos fechos e sus cavalleryas (estrofa 351ab)
Efectivamente Alejandro es considerado un caballero. Pero creemos que es más importante aún que el modelo de caballero representado por el Alejandro de este poema reúne en sí, junto a las características propias del guerrero épico, la sabiduría propia del clérigo. Al llegar triunfante a Babilonia lo reciben los juglares con “sinfonías, harpa, giga y rota, albogues e salterio, çítola, guitarra y viola” (estrofa 1145) y alaban al vencedor de Darío de la siguiente manera: El rëy alexandre, thesoro de proeza, arca de sapïençia, exemplo de nobleza (1557ab)
También otros personajes del libro presentan esta conjunción de clerecía y caballería. Se destacan entre los adversarios de Alejandro, como una forma de elevar aún más la calidad de éste, que vence a los mejores adversarios de su entorno, que resultan inferiores a él en ambos aspectos. En la primera batalla de los griegos contra Darío (batalla de Isso), aparece un egipcio que “sabié todas las cosas que yazen en escripto” (1052a): Zoroas avié nonbre e era bien letrado, avié de las siet’artes escuela gobernado, por en cavallería era bueno provado, por tales dos bondades avié preçio doblado. (1054)
Un caballero que aprende “sapiençia” tiene un valor doble para el autor del Alexandre, por lo que se estima un digno adversario[20]. Zoroastro se enorgullece más de su saber que de sus armas: “Yacen todos los sesos en esta arca mía, / y fizieron las artes toda su cofradía” (1060a-b). Alejandro se muestra compasivo, porque no desea “tirarles a las artes tan preçiosa posada” (1062b). El egipcio, a su disgusto, encontrará su fin a manos de otro griego menos excelso. Otros héroes se caracterizan también por su clerecía. El mismo Paris: “Apriso de retórica, era bien razonado, / encara de sus armas era muy esforçado” (361a-b).[21] Una vez en Persia, llegan emisarios desde Escitia y al mayor de ellos “todos lo escuchavan, ca en’ avién sabor, / era bien lenguado e buen disputador” (1917c,d). El dominio de las artes aparece como signo de nobleza en diversos personajes, pero en ninguno destaca como en el protagonista.
Por supuesto que Alejandro era “exemplo de nobleza” mucho antes de que se escribiera este Libro, y siguió siéndolo mucho después. Un interesante trabajo monográfico podría ocuparse de comparar en textos de distintas épocas y literaturas la clerecía de Alejandro. Permítaseme señalar un caso de interés. En la Disciplina clericalis de Pedro Alfonso, se contiene un episodio dedicado a “de vera nobilitate”. El diálogo alude a una carta apócrifa de Aristóteles, seguramente una de las muchas epístolas que la tradición alejandrina acumuló, producto de las antiguas escuelas de retórica[22]:
Explícame, querido padre, la verdadera definición de la nobleza. Y dijo el padre: Según recuerda Aristóteles en la epístola que compuso para el rey Alejandro, quien, como le preguntase qué hombre había de escoger para consejero, le respondió así por medio de una carta: Escoge – le dijo – uno que esté adornado de las siete artes liberales, instruido en las siete industrias y maestro en las siete probidades, en lo cual yo estimo que consiste la verdadera nobleza. Y dice el hijo: Mis tiempos no conocieron esta clase de nobleza, antes veo que se le hace consistir en el oro y la plata. (110)
Se proyecta hacia el pasado remoto un ideal que no se ve realizado en la época medieval, en la que la nobleza consiste en poseer oro y plata. No es extraño, por tanto, que la historia de Alejandro Magno conociese una colección de textos tan importante y que éstos fueran objeto de estudio en las escuela y primitivas universidades europeas, y que lo siguiera siendo a fines de la Edad Media y del mismo modo en el Renacimiento. Esta es la diferencia fundamental entre Alejandro y los héroes de los cantares de gesta: es un rey sabio, no solamente un guerrero invencible.
El Libro de Alexandre dejó profundas huellas en la cultura española. Así, cuando Gutierre Díez de Games da comienzo entre 1435 y 1448 a su defensa del ideal caballeresco, menciona cuatro grandes príncipes[23], “los que mayores fueron en el mundo, cada uno en sus tienpos”:
A continuación recoge el texto literal de las enseñanzas de Aristóteles tal como se describen en el Libro de Alexandre. Exactamente incluye las estrofas 14 a 80 de nuestro poema, señalando al final:
Las enseñanzas de Aristóteles son estimadas como “arte de cavallería” por cuanto el caballero que quiera demostrar verdadera nobleza tiene que ser un hombre culto. Alfonso X el Sabio define al príncipe ideal como sabio: “acucioso en aprender a leer, e de los saberes, lo que pudiere”, porque “el rey que despreciare de aprender los saberes, desprecia a Dios, de quien vienen todos”, afirma rotundamente en las Siete partidas (ver Jiménez, 72). De nuevo Alejandro es mostrado como modelo de rey instruido en la famosa Silva de varia lección de Pedro Mexía. El estudio de las letras son provechosas y necesarias a los príncipes, reyes y capitanes. Así, el rey Filipo “mostró este sabio rey quánto preciava las ciencias y doctrinas y quán necessarias eran para su hijo, para ser rey y capitán qual lo fue después. Y assí, desque tuvo edad, le di por maestro al mismo Aristóteles” (2, 71). Y sigue la argumentación de Mexía: “Pues en Alexandre ayudó tanto la dotrina de Aristótiles a su buen natural, oyendo y aprendiendo dél cinco años continuos, que salió después tan excelente rey y capitán, que no lo ha avido mejor en el mundo ni que tantas victorias aya avido ni tantas provincias y tierras sojuzgado, nunca dexando, en medio de las armas y batallas, el exercicio de las letras y estudio; y juntamente con su espada, hazía poner a su cabecera la Yliada de Homero y otros libros. Y paresce que tenía en tanto las letras y philosophía que avía aprendido, como los reynos que avía ganado” (2, 73). Este ideal de nobleza que reúne en la figura del príncipe el ejercicio de las armas y las letras aparece destacado en el Quijote, como se ha señalado frecuentemente:
Es muy razonable pensar que en la primitiva Universidad de Palencia había inculcado este ideal en nuestro autor, si tomamos en cuenta que Lucas de Tuy hace una mención expresa al estudio palentino recordando el antiguo lema: “semper ubi viguit scholastica sapientie, viguit et militia”.
4. La clerecía de Alexandre.
Después de arrasar la ciudad de Tebas, se acerca a Alejandro “un juglar de grant guisa –sabiá bien su mester”[24], dice el poeta (232a). Tañendo su “vïola” le canta al rey vencedor en honor a su triunfo y estima, después de señalar su valor y cuán temido es:
Por supuesto clerecía es erudición, pero identificada ésta con el studium de una escuela o universidad. Por eso se detalla en el poema todo lo que sabe Alexandre, que son los saberes contenidos en las siete artes liberales, que son la formación fundamental en la Edad Media, incluso más aún “son para el hombre medieval – dice Curtius – el orden fundamental del espíritu” (70). Raymond Willis entiende que ‘clerecía’ y ‘mester’ significaban para nuestro poeta, “en su acepción más amplia, una especie de deber que tenían todos los hombres, cada cual según su condición, de dominar su ‘ciencia’ y ponerla al servicio de algo, hacer de su vida un trabajo o menester” (1979, 142). Según Ian Michael, es uno de los aspectos más destacados por el poeta (41). Esta definición sirve muy bien para entender el concepto que tiene nuestro poeta de clerecía: él es un clérigo y su obra es mester de clerecía.
La clerecía de Alejandro se define por un conjunto de conocimientos excelentes que le hacen superior a todos los demás hombres, y le hacen capaz de lograr sus metas y sus conquistas en modo igual o superior a sus cualidades físicas o psicológicas. Para nuestro poeta, la clerecía de Alexandre es también una fuerza que le mueve a llegar a donde ningún otro ha llegado, y tiene un origen divino. Es también el motivo, dice Willis, que le estimula a conocer el mundo (44). Así se explica que quiera viajar a los confines del mundo para conocer dónde nace el sol, o buscar en Egipto dónde mana el Nilo (2270) o conocer “qué fazién los pescados” sumergiéndose en el fondo del mar en un frasco de cristal (2306) o contemplar el mundo desde los cielos llevado por los grifos (2496).
Vamos a analizar brevemente cómo se describe la formación escolar de Alejandro en el Libro de Alexandre.[25] Conviene tomar en cuenta, como dice Ian Michael, que: “in every medieval period Alexander’s education was represented as including all those subjects wich the imagination of the writer considered essential to the perfect prince; and in every case he learnt them well.” (108)[26] Esa educación esencial que convierte a Alejandro en un perfecto príncipe se detalla con cierta morosidad, inmediatamente después de referirse el portentoso nacimiento del héroe. Alexandre aprende a leer desde los siete años:
Se trata, obviamente, de la educación elemental de Alejandro, su introducción a las “litterae communes” que son “primordia grammaticae artis”, según San Isidoro[28]. En el Alexandreis no se hace referencia a la educación inicial de Alejandro. Entendemos que estos pasajes son originales de nuestro anónimo autor.
Apenas conocemos convenientemente la educación medieval, pero se desprenden algunas informaciones de los textos conservados (dentro de los cuales éste ocupa un lugar privilegiado).[29] El escolar medieval, a partir de los catorce años comenzaba la instrucción propiamente universitaria: aprende gramática, el instrumento imprescindible para acceder al estudio de las demás artes,[30] con el Ars minor y el Ars maior de Donato, las Institutiones grammaticae de Prisciano[31] o los textos medievales (el Doctrinale de Alejandro de Villadei o las Derivationes de Hugutio de Pisa) que se basaban en aquellos, dando inicio a la enseñanza de las artes liberales. Este es el camino seguido por Alexandre, según lo comprobamos en la somera descripción del texto, que nos presenta con gran realismo el método seguido en la educación del infante:
Aprendié de las artes cada día liçión, de todas cada día fezié disputaçión, tant’ aviá buen engeño e sotil coraçón que vençió los maestros a poca de sazón. Nada non olvidava de cuanto que oyé, non le cayé de mano quanto que veÿé; si más le enseñassen, él más aprenderié; sabet que en las pajas el cuer non tenïé. (17-18)
La enseñanza, basada en el comentario de los textos (auctoritates) era básicamente oral (lectio). Del texto se extraía su sentido último, la sententia. La lectio se convertía en questio y se confrontaba en forma de debate, o disputatio, entre maestros y estudiantes[32].
Aquí vemos que Alejandro recibe cada día una liçión a partir de la cual fazié disputaçión[33], y se alude al extraordinario ingenio del infante por cuanto vençió a los maestros a poca de sazón, es decir, encontraba argumentos más sólidos que los de sus propios maestros cuando comenzaba a desarrollar su inteligencia. Se valora su memoria y su criterio para ignorar lo insignificante (en las pajas el cuer no tenïé).
El príncipe, un joven de doce años, está sometido a la autoridad de su maestro. Al principio hablaba de “maestros honrados” y ahora nombra un solo maestro.[34] Aristóteles fue elegido entre los varios maestros convocados por tener grant mejoría sobre ellos. Está sometido a su autoridad, “Si el mi buen maestro non me lo devedar, / dexaré Eüropa e passaré la mar” (30ab). El filósofo aparece dedicado principalmente al estudio de la lógica[35]:
Maestro Aristótiles, que lo avié crïado, seyé en su comedio en su casa çerrado, avié un silogismo de lógica formado, essa noch nin es día nunca aviá folgado. (32)
En estos versos tan descriptivos se nos pinta al maestro, igual que aquellos clérigos “qui studiis se exercent, qui vigiliis se affligunt, qui panem non comedunt ociosum”. Este encuentro entre maestro y discípulo está narrado en el Alexandreis casi con los mismos adjetivos, pero con más amplitud. Es una imagen tópica de los hombres de letras, basada en la constatación de que la profesión intelectual (como cualquier otra) produce enfermedades características: “O quam difficile est studium non prodere vultu!” dice Gautier (I, 63).
Alejandro se define a sí mismo como escolar y brinda unas elogiosas palabras a su maestro. Aquí ese muestra una alumno ejemplar, consciente de sus saberes y agradecido. Se trata probablemente del más sentido y entusiasta elogio de la clerecía que podemos encontrar en la literatura medieval española:
Assaz sé clerezía quanto m’es menester, fuera tu non es omne que me pudiés vençer; connosco que a ti lo devo gradeçer, que m’enseñest las artes todas a entender. (39)
La clerezía no solamente es una necesidad para el príncipe, también es un arma extraordinaria que convierte a Alejandro en un individuo superior a todos. En el Alexandreis el texto continúa con los consejos de Aristóteles al joven Alejandro. El autor de nuestro libro inserta ahora una descripción de los saberes del príncipe, enumera todas las artes que ha aprendido, comenzando por la Gramática, entendida según se la definía desde la Antigüedad como scientia recte loquendi recteque scribendi: Entiendo bien gramática, sé bien toda natura, bien dicto e versifico, connosco bien figura, de cor sé los actores, de livro non he cura; (40a-c)
El conocimiento de la gramática se realiza mediante la lectura de los textos clásicos, los actores. El alumno debía realizar una serie de ejercicios prácticos sobre los autores (la enarratio poetarum de Quintiliano). En efecto, no es un aprendizaje pasivo, solamente receptivo, sino que se aplica a desarrollar la capacidad de expresarse (se entiende que en latín), tanto en prosa como en verso: bien dicto e versifico[36] y la de conocer toda figura del lenguaje: el dominio de la sintaxis[37].
En segundo lugar aprende Lógica, (Dialéctica): disciplina ad disserendas rerum causas inventa. Ipsa est philosophiae species, quae logica dicitur, id est rationalis definiendi, quaerendi et disserendi potens, decía San Isidoro (Etimologías, II, 22, I)
Bien sé los argumentos de lógica formar, los dobles silogismos bien los sé yo falsar, bien sé a la parada mi contrario levar; (41a-c)
En tercer lugar aprende Retórica, bene dicendi scientia in civilibus quaestionibus, ad persuadendum iusta et bona según San Isidoro (II, 1, 1).[38]
Retórico só fino, sé fermoso fablar, colorar mis palabras, los omes bien pagar, sobre mi adversario las culpas echar; (42a-c).
Su formación retórica se muestra cuando Alejandro arenga a sus ejércitos (261): los griegos lloran de emoción. Otros personajes también se destacan por su pericia en el arte retórico, como el personaje que habla en nombre de todos los griegos, una vez destruida la ciudad de Persépolis:
Estos tres saberes del trivium conforman la enseñanza escolar básica en toda la Edad Media. En el texto se ha cambiado el orden de las tres artes, que en la tradición se enumeran siempre anteponiendo la Retórica a la Dialéctica. Es el mismo orden y se ajusta a la misma descripción que se expone en el accesus que acompaña al texto del Verbiginale, lo que nos reafirma en vincular al autor del Libro con el estudio palentino.[39] No hay duda de que el Verbiginale, o por lo menos textos de este mismo ambiente cultural, integraron la formación recibida por el autor del Alexandre. Entienden ambos la filosofía como el conjunto de las Artes. En el Alexandre se menciona la Filosofía solamente una vez, presentándola como si fuera una divinidad (la Sabiduría), similar a las tres Parcas, aquí entendidas como “hadas”. Así pues, nuestro poeta afirma que la “çinta” de Alexandre fue obrada por “doña Philosophía”.
En el texto del Verbiginale, solo hay una alusión vaga al quadrivium y no se enumeran las artes que lo componen. En el Libro de Alexandre, presenta una enumeración del quadrivium en la que, sorprendentemente, encontramos notables diferencias con respecto al programa convencional trasmitido por la Edad Media desde la Antigüedad. Así pues, Alexandre comienza su educación del quadrivium por la física, es decir, la medicina:
Aprís toda la física, só mege natural, connosco bien los pulsos, bien judgo ‘l orinal; non ha, fuera de ti, mejor nin ome tal; (estrofa 43, A-C)
La Medicina había tenido un famosa escuela en Salerno desde el siglo X, y se enseñaba con los viejos tratados de Hipócrates y Galeno, pero no formaba parte del quadrivium, sino que era una ciencia autónoma y en la universidad medieval conformaría una facultad distinta a la facultad de artes. En la Edad Media física venía a ser sinónimo de medicina, por lo que Alexandre dice: só mege natural. En el Alexandre aparece un médico dispuesto a curar al rey Darío, que injustamente fue acusado de traición: Felipo, un su mege que lo avié en cura, -físico delantero, conoçié bien natura-, prometié quel darié una tal purgadura que lo darié guarido, esto cosa segura. (902)
El conocimiento médico incluye conocer los pulsos y juzgar adecuadamente la orina de los enfermos, métodos empleados en la medicina antigua para establecer el diagnóstico de los enfermos[40]. Seguidamente trata la música:
Sé por arte de música por natura cantar; sé fer sabrosos puntos, las vozes acordar, los tonos com’empiezan e como deven finar; (44a-c)
La Música era una enseñanza imprescindible en las escuelas catedralicias, puesto que era una parte importante de la liturgia. A lo largo de la obra nos encontramos con juglares que emplean distintos instrumentos, pero encontramos una interesante declaración que distingue la música juglaresca de la música escolar. En los palacios de Poro encontramos: “Todos los instrumentos que usan los juglares, / otros de mayor preçio que usan escolares” (2134a-b). En efecto, éstos se valoran como de mayor preçio. Concluye esta enumeración aludiendo a dos disciplinas más:
Sé de las siete artes todo su argumento;[41] bien sé las qualidades de cad’un elemento; de los signos del sol siquier del fundamento, nos me podriá çelar quanto val’ un açento. (45)
Hay que entender que se refiere a las cualidades de los cuatro elementos y a las constelaciones, saberes que se corresponden con la Filosofía natural (que recoge la física aristotélica) y con la Astronomía. Las ciencias naturales se desarrollaron mucho en la escuela de Chartres y fueron de la especial predilección del papa Gerberto, quien peregrinó a Toledo para aprender directamente la ciencia de los textos árabes.[42] Pero no se incluían tampoco dentro de las siete artes liberales. La Astronomía era la última de las siete disciplinas y se aplicaba al estudio de los planetas y constelaciones con un fin práctico. Los conocimientos de Astronomía permitían medir exactamente el tiempo, tanto la cronología de las distintas edades (era cristiana, era hispánica, etc.) como la determinación de las estaciones y de los momentos propicios para las labores agrícolas.
La ciencia astronómica provenía de Oriente. El egipcio Zoroas se destaca por sus conocimientos astronómicos porque “allí aprís sapiençia a muy grant plenedat” (1058d).[43] Zoroas ha observado en las estrellas la predicción por la que le había de matar un caballero griego y busca a Alejandro para tener la gloria de ser muerto por su mano: Se bien todas las artes que son de clerezía, sé mejor que tod’omne toda estremonía, cómo lauda a Dios la santa armonía de entender leyenda sól fablar non querría (1059)
Más adelante vuelve a aparecer otro adivino egipcio que es “un maestro ortado” y hace un largo discurso sobre el orden de las estrellas y planetas, una extensa lectio de astronomía medieval. Se trataba de Aristander, Aristando de Telmeso (1210). La enumeración de las artes recibidas por Alejandro se termina con un nuevo agradecimiento: Grado a ti maestro, assaz sé sapïençia, non temo de riqueza aver nunca fallençia; (46a-b)
Todo este largo pasaje no aparece en el Alexandreis, ¿cuál es la fuente, entonces, de nuestro autor? Es dudoso que fuera un prosímetro del propio Gautier de Châtillon (Strecker, 1929: III): Ut membra cohaereant invicem cum capite, compuesto por 37 apartados[44] en el que, tras una introducción, hace una descripción de las artes del trivium (6-9) y del quadrivium (10-14), después al Derecho y a la Medicina (14-23) y a la Teología (24-36).[45] Es una típica descripción de las siete artes, y emplea conceptos y expresiones frecuentes en los textos de la época. Así resume Gautier los contenidos del trivium en la estrofa 10:
No obstante, las discordancias alejan al autor del Alexandre de la posibilidad de que haya tomado como modelo el prosímetro de Gautier.[46] Nada se dice en nuestro poema de la Aritmética, que era una disciplina fundamental del quadrivium.[47] Tampoco hay alusión alguna a la Geometría, que servía para establecer las distancias tanto en tierra como en alta mar, y era una disciplina fundamental para los agrimensores. En su lugar se nombran la Medicina y apenas se menciona la Filosofía natural. Amaia Arizaleta interpreta que la alusión a “las qualidades de cad’un elemento” no alude a otra ciencia distinta a la Astronomía por lo que la nómina de las disciplinas mencionadas en el Alexandre, según ella, se reduce a seis artes. Arizaleta considera además “que le poète a conçu cette liste selon ses propres intérêts” (1999, 207). Pensamos que el Alexandre menciona una ciencia distinta, pero de modo confuso, lo que daría muestras del poco conocimiento que el anónimo autor poseía de esta materia. La disparidad en la nómina misma de disciplinas reflejaría, a nuestro modo de ver, el orden de disciplinas recibidas o al menos conocidas de modo indirecto por el autor de nuestro Alexandre, quien poseía sin duda una formación basada fundamentalmente en la Gramática y la Retórica (y en menor grado, en la Lógica), a través de la lectura e interpretación de los autores.
5. Los consejos de Aristóteles.
Aristóteles se apresta a ofrecerle “un poco de sermón, / porque podedes más valer toda sazón” (48c-d). El discurso aparece en el Alexandreis a veces en términos similares,[48] pero otras con notables diferencias respecto de nuestro poema.[49] Expone una serie de consejos y advertencias que constituyen todo un tratado de buen gobierno según el ideal feudal de un rey justo, noble y generoso. Se ocupa del amor, la guerra, el reparto del botín y la administración de las tierras y pueblos conquistados, así como del trato al enemigo y la relación que debe mantener con sus súbditos, así como el comportamiento individual que debe seguir en diversos aspectos: le aconseja hablar con frecuencia con sus vasallos, no mostrarse airado ni esquivo con ellos (60b), y estar atento a sus necesidades y guardarse de “amar mujeres” (53d). Además, le aconseja no ser amigo de embriagarse (58a), ser franco y sincero (58b), y no confiar en “omne lisongero” (58c). Destaca también la desconfianza que muestra hacia el “vil omne”, que “como s teme de todos, a todos quier premir” (56b), del que hay que esperar que “Dios te defienda” (55d). En sus juicios no debe actuar por codicia, ni acepción de personas, ni despecho (59b). En la guerra, debe acompañarse de soldados experimentados “ca dan firmes consejos” (61c). Le aconseja con énfasis ser siempre generoso y no avariento (63 y 64). Le apremia a ser valiente porque “meten al que bien lidia luego en escriptura” y “de fablar de covarde ninguno non ha cura” (71b,d).
Estas enseñanzas reflejan cómo el anónimo autor comprendía al macedonio como speculum principum, un modelo de virtudes que todo príncipe cristiano debía atesorar.[50] Alejandro escucha estas enseñanzas con una gran docilidad:
Repuso el infant, - nunca viestes mejor: «yo só tu escolar, tú eres mi doctor; espero tu consejo como del Salvador, aprendrél que dixierdes müy de buen amor» (49)
A lo largo del Libro hay algunas alusiones a la relación entre Aristóteles y Alejandro, dejando a entender que nunca rompieron sus vínculos (aunque la realidad fue bien distinta). Al comienzo de su reinado, “su amo Aristotiles estaba bien pagado / que tan grant alegría veyé de su criado” (168). Más adelante, un juglar canta diversos elogios del rey Alejandro, una vez que ha sometido a los griegos, y reconoce: “oviste buen maestro, sopot bien castigar, / tú bien lo decogiste como buen escolar” (234bc).[51] Más adelante, Aristóteles es contado entre los doce pares de Alejandro: “Maestre Aristótiles, que lo ovo crïado, / púsolo con los otros en esse mismo grado” (318c-d). Cuando se celebran en Babilonia las bodas entre Alejandro y Roxana, el rey envía cartas a Grecia y envía noticias a Aristóteles: “al su maestro bueno, el de la barva sara, / el que muchos castigos buenos le enseñara” (1965c-d).
En definitiva, en el Libro de Alexandre existe, entre maestro y discípulo, una relación permanente. Aristóteles posee una gran autoridad, casi paternal, sobre el infante y conservará siempre una especial ascendencia sobre él en su madurez, en una idealización del magisterio medieval.
6. Las artes liberales en el Alexandre.
Es opinión común que la nómina de las siete artes, transmitida desde la antigüedad grecolatina y establecida en la baja latinidad por Marciano Capela, Boecio y especialmente por Casiodoro, se mantuvo íntegramente en la Europa medieval (ver Curtius, 1: 63). No obstante, el orden y contenido de estas siete artes sufrió variaciones importantes sobre todo en la periferia de Occidente antes de la consolidación de las universidades. Las disciplinas del trivium fueron configuradas por los sofistas, que proponían como ideal de sabio a aquel que es capaz de hablar y tratar sobre cualquier tema (ver Marrou, 70-125). Para Platón, en cambio, las artes debían ser instrumentos para la formación del filósofo, idea que en Roma será defendida por Séneca.[52]
La retórica formaba parte, en Grecia y Roma, de una cultura eminentemente política. El ideal romano de humanitas incorporó la enkýklios paideia griega consolidando las disciplinas que conforman las siete artes liberales. Ya estaban definidos en los Novem libri disciplinarum de Varrón (que añadía la medicina y la arquitectura). El mismo Varrón en De lingua latina pone el fundamento de la gramática latina. La Retórica seguirá la tradición dejada por Quintiliano en Institutio oratoria. Boecio traducirá el Organon de Aristóteles, que servirá como tratado de lógica para todo el Medievo. Las artes del quadrivium ya estaban establecidas en el siglo I a. C: Aritmética, Geometría, Música y Astronomía.
La obra de Marciano Capela (410-439) De nuptiis Philologiae et Mercurii recoge todo el saber de la antigüedad en unos tiempos de crisis. En una mezcla de prosa y verso con ropaje novelesco, Mercurio pide consejo a Apolo quien le propone que se case con la doncella Philología, versada en toda sabiduría.[53] Un concilio de dioses presidido por Júpiter aprueba el matrimonio y eleva a Philología al rango de divinidad. Su regalo de bodas son las siete artes liberales, a cada una de las cuales se le dedica luego un libro. Se presentan personificadas como figuras femeninas que portan atributos significativos. Gramática es una anciana que guarda en una cajita de marfil una lima y un cuchillo para pulir y extirpar los solecismos de los niños, figura que aparecerá con frecuencia en la imaginería medieval.
Boecio (480-524) llamó quadruvium (luego la tradición impuso quadrivium) a las cuatro últimas y desde el siglo IX se llamó trivium a las tres primeras. Casiodoro (480-575) se propuso renovar la vida monástica de modo que los monasterios se transformasen en centros de cultura y erudición alrededor de un scriptorium. Escribió Institutiones divinarum et saecularium lectionum, una auténtica enciclopedia de las ciencias de su tiempo, para trasmitirlas a la posteridad. La Teología ocupa el libro I y las siete artes liberales el libro II.
El mismo destino tuvieron las famosas Etimologías de San Isidoro de León,[54] quien se basa en Casiodoro para elaborar los tres primeros libros de esta gran enciclopedia medieval, que se ocupan precisamente de las siete artes. La tradición medieval consagró un dístico mnemotécnico que condensa la finalidad de cada una de las disciplinas:
El número siete significaba la perfección y para el cristianismo tenía especial significado porque según la Escritura, “la sabiduría se ha edificado su casa, labró sus siete columnas” (Prov. IX, 1). Volvamos a nuestro Alexandre. ¿Por qué presenta una nómina distinta?
En primer lugar hay que decir que la nómina de disciplinas varía de unos autores a otros, e incluso en un mismo autor como Isidoro de Sevilla, que en sus Diferencias presenta una nómina distinta a la ofrecida en las Etimologías, y esto es más ostensible en tiempos posteriores (ver Díaz, 37-42). En la Disciplina clericalis encontramos una nómina de las siete artes liberales que difiere también en gran medida con la descrita por Casiodoro:
También en el Setenario de Alfonso X el Sabio se incorpora la física, o “natural ssaber de melezina” en las siete artes (36). Vemos que por lo menos existían, en la primera mitad del siglo XIII hispánico, diversidad de opiniones respecto a la nómina de las disciplinas que debían componer las siete artes. Incluso se pone en duda si la gramática, “origo et fundamentum” para San Isidoro, podía contarse entre ellas. Llama la atención que la Física, la Música y la Astronomía se cuentan entre ellas aquí igual que en el Libro de Alexandre. ¿Pudo influir Pedro Alfonso en el Alexandre? ¿O más bien manifiesta, simplemente, la disparidad de la tradición escolar hispánica? Por lo menos nos permite demostrar que la educación medieval no era en absoluto homogénea ni en el tiempo ni en el espacio antes del establecimiento de las universidades.
Raymond S. Willis observa “una tendencia arcaizante a favor de la gramática (o los escritos de los poetas e historiadores) y de la filosofía natural, en detrimento de la dialéctica, la filosofía, la teología y las leyes, que tendían a destacar en mayor grado dentro de los estudios europeos a medida que avanzaba el siglo XIII” (1979, 143).
Probablemente Willis esté en lo cierto de alguna manera, pero nosotros destacamos aquí es que la del Libro de Alexandre debe ser fiel reflejo de la educación ofrecida sin duda alguna en el Estudio General de Palencia en los primeros años del siglo XIII. Sabemos que entonces brillaron “escuelas en Palencia muy buenas et ricas”, como dice la Crónica de España. Efectivamente, Alfonso VIII “magistros omnium facultatum Pallentiae congregavit”, como escribió el Tudense. Llegaron profesores franceses y con ellos también libros como el Alexandreis de Gautier de Châtillon. Pero estimamos que seguramente los monarcas no pudieron (ni tampoco el abnegado obispo Tello) congregar por mucho tiempo el número suficiente de profesores que pudieran abarcar todas las disciplinas. Es la opinión que se desliza también en el trabajo de Ian Michael:
Como ocurre casi siempre, la realidad difiere de la legalidad. Efectivamente, Alfonso X otorgaría una forma legal a los estudios y programas universitarios en el título 31 de la segunda de sus Siete partidas:
Pero hemos de entender que el quadrivium tenía menos éxito que el trivium porque los conocimientos técnicos no eran tan fácilmente asequibles. Menos aún debían serlo en el estudio palentino, si tomamos en cuenta las dificultades económicas y académicas por las que atravesó hasta llegar a su fin seguramente antes de terminado el siglo. Podemos pensar que los Estudios Generales sin duda ofrecían siempre las disciplinas básicas del trivium, pero que dependiendo de la concurrencia de maestros especializados podían ofrecer a los escolares todas o solo algunas de las disciplinas propias del quadrivium. El propio Alfonso X en sus Siete partidas establece el modo en que deben organizarse los estudios, dando por hecho la dificultad de contar con maestros de algunas disciplinas:
Sin duda, el Estudio General de Palencia no pudo reunir o mantener maestros de “todas las sciencias”, y así hay que suponer que el autor de nuestro poema no pudo recibir todo el programa de las siete artes. La educación que recibe Alexandre no seguía el programa convencional de quadrivium, pues el autor no había conocido tampoco un estudio general “cumplido”. Recibió las artes imprescindibles para la formación exigida por las necesidades eclesiásticas: las del trivium, que permiten leer e interpretar las Escrituras, complementadas con la Música (necesaria para la liturgia). Menos interés le ofrecen la Medicina, la Filosofía natural y la Astronomía. En definitiva, nos inclinamos a pensar, con Ian Michael, que el autor castellano imagina en Alejandro la educación que él mismo había recibido, ahora bien, describiéndola en una dimensión ideal con una función moralizadora, para defender a través de Alejandro su personal convicción de que, quien sabe “clerezía”, quien posee toda la “sapïençia”, por nadie puede ser jamás vencido y ya no tiene motivos para temer “de riqueza aver nunca fallençia”.
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[2] Para Mª Rosa Lida (1983, 167-197) la finalidad del poema es la exaltación de la fama. Posteriormente, I. Michael (1970, 278-286), J. Cañas (1995, 203), e I. Uría (2000) han defendido que la intención moral del poema busca advertir a los hombres contra el peligro de la vanagloria que conduce a los hombres a la soberbia y, en definitiva, a su propia destrucción. [3] Para todos estos datos, ver Isabel Uría, (2000, 177-213). [4] Además se conservan tres fragmentos de distintas procedencias. [5] Alarcos (1948, 48) demostró que los dos manuscritos son copias de un original anterior compuesto en castellano. [6] “Uno de los aspectos esenciales del gran progreso de Occidente después del año 1000 – dice Jacques Le Goff – es el desarrollo urbano que alcanza su apogeo en el siglo XIII. La ciudad cambia al hombre medieval. Restringe su círculo familiar, pero hace mayor la red comunitaria en la que participa, sitúa el mercado y el dinero en el centro de sus preocupaciones materiales, ensancha sus horizontes y le ofrece los medios para instruirse y cultivarse, así como un nuevo universo lúdico” (1999, 27). [7] El tercer concilio de Letrán (1179) refuerza la normativa anterior con la obligación de contar en cada catedral con al menos un maestro. El cuarto concilio lateranense (1215) constata que esta norma no se ponía en práctica en muchos lugares. El legado papal Juan de Abbeville visita Hispania y encuentra una situación poco halagüeña, que le obliga a disponer, en el concilio de Valladolid de 1228, medidas para fundar escuelas y para que los clérigos aprendan latín (ver Beltrán de Heredia, 340). Las quejas por la incultura del clero hispánico pueden encontrarse fácilmente, por ejemplo, en el mismo Planeta del canciller Diego García, en el Poema de Elena y María, o en el Rimado de Palacio del canciller Ayala. [8] El infante don Juan Manuel (I, 422) concibe al clérigo como un combatiente que lucha con las armas de la ciencia y de la ley: “deven lidiar por çiençia con los contrarios de la ley, mostrándoles por escriptura e por razones manifiestas que la nuestra ley de los cristianos es la ley en que pueden salvar las almas”. [9] Ver también Isabel Uría (1987) [10] Estrella Pérez lo vincula estrechamente con las Derivaciones de Hugutio de Pisa y el Doctrinale de Alejandro de Villedieu. A imitación del título de éste, el autor habría inventado el título (hápax) del suyo. en el siglo XII, la escuela de Chartres se distinguía por el cultivo de un humanismo basado en la gramática y la retórica, donde destacó Juan de Salisbury (ver C. E. Lutz, 65-86). [11] Francisco Rico (1985, 14) hace referencia a otras obras conservadas de gramática y retórica, como el Opusculum Servioli que incluye De ordine epistole, textos que traen a España las enseñanzas practicadas en Orleans y París. El Doctrinale fue un manual de gramática muy empleado en la universidad medieval, que rechazaba todo “pecado” en la redacción, propugnando una prosodia latinizante que pronuncia cïencia con hiato y evita elipsis y sinalefas, como las que se muestran en nuestro Libro. [12] Este notable canciller probablemente fue escolar en París, y acompañó al obispo Rodrigo Ximénez de Rada, obispo de Toledo, en el Concilio de Letrán de 1215. El mismo Ximénez de Rada perentoriamente urgió una mejor educación para el clero y protegió especialmente las universidades de Salamanca y Palencia. [13] No se sabe a ciencia cierta en qué momento dio comienzo el Estudio General de Palencia, pero se estima que su nacimiento ocurrió entre 1208, año en que don Tello fue elegido obispo de Palencia y 1214, año de la muerte del rey Alfonso VIII. A fines del siglo XII, era ésta una escuela importante, en cuyo studium se formaron San Pedro Telmo y Santo Domingo de Guzmán, famoso fundador de la orden de los predicadores, a partir de 1185. Son numerosas las biografías de este santo que dan cuenta de su educación palentina: “Ibi enim tunc florebat studium generale, ut vocant, abundans tam disciplinorum frequentia quam praestanti doctrina magistrorum”, dice Theodorico de Apoldia hacia 1296 (ver San Martín, 6-12). [14] Un Pedro de Blois, discípulo de Juan de Salisbury en Chartres hacia 1181, fue uno de los nuevos maestros congregados en Palencia por el rey Alfonso VIII y el obispo Tello. También la Crónica de Espanna de Alfonso X el Sabio refiere que Alfonso VIII: “Enbio por todas las tierras por maestros de las artes, et fizo escuelas en Palencia muy buenas et ricas; et daba soldadas complidas a los maestros, porque los que quisiesen aprender que non los dexassen por mengua de maestros” (ver Jiménez, 56-57). Parecido testimonio ofrece Lucas de Tuy en su Chronicon mundi, hacia 1239: “Eo tempore Rex Adefonsus evocavit magistros theologicos, et aliarum artium liberalium, Palentiam scholas constituit procurante reverendissimo et nobilissimo viro Tellione eiusdem civitatis episcopo. Quia ut antiquitas refert, semper ibi viguit scholastica sapientia, viguit et militia” (ver San Martín, 17 y Ajo y Sáinz de Zúñiga, 1: 195-196). [15] Los diez libros del Alexandreis fueron escritos en hexámetros latinos, entre 1178 y 1182, por Gautier de Châtillon, nacido en la ciudad francesa de Lille hacia 1135. Gautier estudió en París y Reims y fue maestro en Châtillon. La obra (basada en el texto de Quinto Curcio) circuló en los centros de cultura de la época de toda Europa y era bien conocida en España. Dice la General Estoria (4, 202b): “Maestre galter natural de ffrancia fue muy buen clerigo en grammatiga & en los otros saberes, et grand versificador" y su libro “se lee en las escuelas” (ver Niederehe, 143). Conservamos 209 manuscritos del poema, la mayoría del siglo XIII, que presentan además numerosas glosas. Ocho de ellos son españoles (Arizaleta, 1994). Sobre la relación entre nuestro Alexandre y el Alexandreis, ver Willis (1934). [16] Brian Dutton ha atribuido a Gonzalo de Berceo una formación universitaria en Palencia entre 1223 y 1236: “It is worthy of note that the rise of the mester de clerecia coincided so closely woth the rise of the University of Palencia. If it is so probable that Berceo studied in Palencia, may we not see in the mester a school in more that one sense of the word? (...) I would therefore suggest that the mester de clerecia developed as an art among the students at the University of Palencia, under the direct influence of the French faculty” (87). Siguiendo este pensamiento, Alan Deyermond llega a afirmar: “Cabe pensar que la poesía del Mester de Clerecía surgió en la recién fundada Universidad de Palencia, donde había maestros franceses encargados de enseñar a la que sería la primera generación de universitarios españoles” (127). [17] Francisco Rico puso de relieve las indudables semejanzas entre el Alexandre y Planeta, (6-8), relación por la que José Hernando Pérez establece la misma autoría a dichas obras. Isabel Uría imagina por su parte que “Berceo colaboró en la redacción del Alexandre, dado que “el trabajo de componer esa obra tan amplia y tan rica en tantos y tan diversos aspectos debió llevarse a cabo en Palencia, con la colaboración de un equipo de escolares, expertos en la versificación a sílabas contadas y bien entrenados en las artes del trivium y en el nuevo sistema de escritura. Estos clérigos letrados, estudiantes palentinos y colaboradores en la versificación del Alexandre serían, lógicamente, los que constituyen la escuela del «mester de clerecía», es decir, Gonzalo de Berceo y los anónimos autores del Apolonio y el Fernán González. Ellos trabajarían dirigidos por un maestro, cuyo nombre desconocemos, pero que, sin ninguna duda, era un destacado gramático, un letrado en posesión de una alta y amplia cultura, un «humanista» del siglo XIII. (...) Pudo ser Pedro de Blois – si es que, como parece, estuvo realmente en Palencia –, o un magister desconocido, francés, catalán o castellano.” (2000, 193-194. Ver también 1987, 431-442). La mayoría de los autores acuerdan que el “mester de clerecía” guarda estrecha relación con Palencia. Amaia Arizaleta matiza que el autor del Alexandre pudo estudiar en Palencia antes de la creación de la Universidad propiamente dicha, pues desde 1178 Alfonso VIII hace venir maestros de Rancia e Italia, aunque concede que pudo formarse tal vez en Salamanca, Santiago o en otras escuelas catedralicias, sin óbice para que pudiera haber viajado por escuelas y universidades de Francia (como lo permite imaginar sus conocimientos geográficos): “Ainsi, l’Alexandre a pu être véritablement en rapport avec Palencia, même quinze ou vingt ans avant le developpement officiel de cette université. (...) Il est possible que le poète anonyme ait fait partie d’une première promotion de clercs etudiants attirés a Palencia ou Salamanque, ou ailleurs, par les nouveautés issues du Concile. Il est possible aussi que Gonzalo de Berceo ait fait partie de la deuxième promotion, constituée après l’echec partiel de la première.” De cualquier forma, su formación es francesa y su cultura “ne se différencie pas de celle de ses homologues d’outre-Pyrénées.” (1999, 215). [18] Ver Curtius (1948) y Highet (1949). Sobre el anacronismo en el Libro de Alexandre, ver también y López Estrada, (1969, 128). [19] Lo mismo afirma Angel del Río (1966, 73): “El héroe, más que como un personaje de la antigüedad, está tratado como un personaje caballeresco”. Deyermond (127) coincide con los anteriores: “El Alexandre, una de las más valiosas obras medievales referentes a Alejandro Magno, es en parte un libro de aventuras y en parte una epopeya culta”. [20] La descripción y el relato siguen muy de cerca el texto del Alexandreis, (III, 140-189): “Stabat ab opposito niveis pretiosus in armis / Memphites Zoroas, quo nemo peritior astris / mundanas prenosse vices”. [21] Alfonso X estima como propia del caballero una oportuna idoneidad verbal, pues en Palacio “conviene que no sean y dichas otras palabras synon verdaderas e complidas e apuestas”, pues quien “usa destas [palabras] que dicho avemos en esta ley, es llamado palaçiano, porque estas palabras usaron los omnes entendidos en los palaçios de los reyes más que en otros lugares. E ally rresçebieron más onrra los que las sabíen, e aun lo encaresçieron más los omnes entendidos, ca llamavan antiguamente por cavalleros a los que esto fazíen, et non era syn rrazón, ca pues el entendimiento e la palabra estranna al omne de las otras animalias, quento más apuesta la a e mejor, tanto es más omne” (Partida segunda, IX, 29. Ver Niederehe, 129, y Gonzáles Ollé, 1999). [22] Donde se estimulaba la redacción, por parte de los escolares, de cartas remitidas y dirigidas a importantes personajes de la historia antigua. [23] Estima además que “la çiençia e las siete artes liberales, que son muy neçesarias a la bivienda de los honbres en este mundo.” (213). [24] Según el mismo texto, el juglar era “omne bien razonado que sabiá bien leer” (232b) [25] Con posterioridad a la elaboración del presente trabajo, he podido comprobar que Amaia Arizaleta (1999, 191-218) ha ofrecido un análisis muy similar. Añado algunos datos interesantes además de presentar una elaboración personal del asunto. [26] Michael cita las Siete Partidas: “Acucioso debe el rey seer en aprender los saberes, ca por ellos entenderá las cosas de raiz, et sabrá mejor obrar en ellas…” (44). [27] El Pseudo Calístenes enumera los maestros de Alejandro: “Su nodriza fue Lécana, la hermana de Melante; su pedagogo y tutor infantil, Cleónidas; su maestro de gramática, Polinices; el de música, Leucipo el Limneo; el de geometría, Melemno el Peloponesio; el de retórica, Anaxímenes, hijo de Aristóteles de Lámpsaco, y el de filosofía, Aristóteles, hijo de Nicómaco de Estagira” (55). [28] “Quarum disciplina velut quaedam grammaticae artis infantia est; unde et eam Varro litterationem vocat” (1, 278-279). [29] Se corresponde con la descripción que recoge un comentario anónimo a Prisciano del siglo XIII, Circa filiorum regimen, que distingue en la formación del niño una etapa hasta los siete años, en que se ponía al niño en contacto con el latín a través de las fábulas: audire fabulas ad hoc sciant significata vocabularum, y otra hasta los cartorce, en que se le instruye en la grammatica regularis, además de lógica y música antes de pasar a la universidad, donde recibe el conjunto de las siete artes. (ver Introducción al Verbiginale, 23). [30] “Primus in eo, qui scribendi legendique adeptus erit facultatem, grammaticis est locus”, decía Quintiliano (Instituciones, I, 4). [31] La Ars minor de Donato era un pequeño breviario que no pasaba de diez páginas y que estaba concebido con una finalidad especialmente pedagógica sobre la base de un sistema de preguntas y respuestas, en el que se enseñan las ocho partes del discurso. La Ars maior y las Institutiones de Prisciano eran obras de consultas más empleadas por los profesores que por los alumnos. El primer gramático latino fue Varrón (y sus 25 libros que consta De lingua latina), pero esta obra, de carácter más bien erudito, no tuvo tan buena fortuna en épocas posteriores y de hecho, se nos ha conservado muy incompleta. A partir del siglo XIII se extiende la gramática filosófica o especulativa, con la llegada de las obras de Aristóteles desde Oriente, con gramáticos como Pedro Helías y Roger Bacon, a los que llamaron “modistas” a partir de la obra de Martín de Dacia, Modi significandi. [32] La disputatio, en las universidades medievales, era un ejercicio de carácter público, referido a temas complicados y controvertidos. La disputatio ordinaria se celebraba normalmente los días de descanso, y en ella podían intervenir todos los miembros de una facultad, presidida por los doctores. Un bachiller, apadrinado por un maestro regente, desarrollaba un tema, una questio debiendo responder a las preguntas y objeciones que se le presentaban. Todos los presentes podían intervenir, confrontando sus propios argumentos. El ejercicio terminaba con una conclusiones, determinatio. Al día siguiente el padrino emitía la determinatio magistri. Una o dos veces al año se desarrollaba la disputatio extraordinaria que dio lugar a las quaestiones quodlibetales donde los profesores se sometían a las preguntas de los estudiantes en un ejercicio de virtuosismo intelectual (ver Green, 22). Una vez que las obras de Aristóteles entraron en la Facultad de Artes de París, la dialéctica pasó de ser una disciplina propedéutica, necesaria para los estudios superiores de Teología y Derecho, a convertirse en una Facultad autónoma dedicada a la investigación filosófica (ver Le Goff, 122-126 y Rábade, 30). [33] A partir de la estrofa 276 comienza la primera digresión de la obra, que trata acerca de la división del mundo en tres partes: Asia, Europa y África, divididas por otros tantos mares: “La materia lo manda por fuerza de razón, / avemos nos a fer una desputaçión, / cómo se parte’l mundo por triple partiçión, / cómo faze la mar en todas división”. Entendemos que desputaçión viene a significar para el poeta el tipo de discurso razonado propio de la enseñanza escolar. [34] Según George Cary, la importancia de Aristóteles es reforzada en la tradición antigua y oriental (107). La tradición occidental, sin embargo, lo considera como un filósofo que no tuvo un papel tan importante en la carrera de Alejandro, tal vez porque se desconocía en mayor grado la obra del estagirita. Por supuesto, que a fines de la Edad Media y en el Renacimiento esta consideración cambia radicalmente, tal como hemos comprobado en el texto de Pedro Mexía. Por último, Gautier de Châtillon nombra a Calístenes de Olinto, sobrino de Aristóteles, como segundo profesor de Alejandro: “et eius / doctor, Aristotili preter quem nemo secundus” (IX, 5). Calístenes muere antes de las luchas contra Poro, acusado de traicionar a Alejandro. [35] Efectivamente, antes de la llegada de las traducciones al latín de Averroes (a través del cual se dieron a conocer en Europa los libros de política y la metafísica de Aristóteles, el filósofo griego era conocido básicamente como autor del Organon, el sistema de lógica establecido por el estagirita que se trasmitió a la Edad Media a través del tratado de lógica de Boecio (480-524). Era el fundamento de la dialéctica medieval. [36] Puede verse la descripción de las clases de Bernardo de Chartres salida de la pluma de su discípulo Juan de Salisbury (Metalogicon, 1, 24): “Vespertinum exercitium, quod declinatio dicebatur, tanta copiositate grammaticae refertum erat, ut si quis in eo per annum integrum versaretur, retionem loquendi et scribendi, si non esse hebetior, haberet ad manum et significationem sermonum, qui in communi usu versantur, ignorare non posset... Quibus autem inicebantur praeexercitamina puerorum in prosis aut poematibus imitandis, poetas aut oratores proponebat... et eorum iubebat vestigia imitari...” [37] Las gramáticas latinas distinguían tres accidentes gramaticales: genus, figura y species, que vienen a ser la morfología (el significado gramatical de las palabras: género, número, etc.), la sintaxis (Prisciano distingue tres tipos de figurae: simplicia, composita, descomposita, ocupándose fundamentalmente de las formas en que se componen las palabras y el régimen de preposiciones, nombres, verbos, con los que se componen los predicados), y en tercer lugar, la fonética (importaba distinguir las formas regulares e irregulares de los verbos, las formas del diminutivo, etc.). [38] La Retórica siempre estuvo vinculada a los estudios jurídicos y a la función pública. [39] Aquí se distinguen las artes del trivium metafóricamente: “primam gramaticam quasi fundamentum, secundam dialecticam quasi firmamentum, terciam rethoricam quasi ornamentum. Hec [sic] enim fundat, illa firmat, tertia ornat”. La Gramática “quasi elementaria dicta est”, pone el fundamento de las demás artes: “parat dictiones, parat constructiones intellectus sive veri sive non veri constitutivas”. El Verbiginale también entiende que la Dialéctica, a la que llama “rationativa” es aquella arte que “constructiones a gramatica paratas recipiens hiis utitur ut, si quid in eis ambiguum fuerit, tum probabiliter, tum necessario discutiendo exquirat”. La Retórica, “vero artificiosa” se describe en el accesus del Verbiginale como: “cuius non est intellectum facere nec fidem astruere set persuadere, id est voluntatem iudici inmitere ut nolita vel velit quod nolumus vel volumus; quo persuaso vel disuaso nihil de perfectione orationis restat” (318). [40] A partir de la estrofa 1465 nuestro poeta describe, en Babilonia, la abundancia de alimentos y el clima saludable de la ciudad, seguido todo ello de un extenso excursus o “disputación” acerca de las piedras que poseen propiedades curativas. La fuente empleada son las Etimologías de San Isidoro. Tiene gran semejanza además con el Lapidario de Alfonso X el Sabio. [41] En P 44a se lee: “Se de todas las artes todo su argumento”. Jesús Cañas toma como base para su edición, la que hizo Raymond Willis en Princeton (1935), y mantiene su numeración de las estrofas. Aquí sigue la lectura de O 40a: “Se de las vij. artes todo su argumento”. [42] Amaia Arizaleta (2000) ha estudiado la presencia del saber médico y de la filosofía natural en el texto, señalando que el autor pudo conocer obras médicas de origen bizantino y traducciones de Aristóteles realizadas en Toledo, en el temprano aristotelismo escolástico, por su aproximación a la naturaleza como forma de filosofía. Sus conocimientos en esta materia, en cualquier caso, eran librescos. [43] Amaia Arizaleta pone de relieve que para los medievales la astronomía era particularmente estudiada en Egipto y así lo reflejan Hugo de San Víctor y otros autores. (1999, 199). [44] Los apartados 1, 23, 34, 36 y 37 en prosa, los restantes en verso: 13, 14 y 22 en hexámetros cuantitativos, el 21 en dísticos igualmente cuantitativos, y los restantes en “ritmos”. [45] El contenido del 14 es igual a la descripción del saber astronómico que hace Gautier del egipcio Zoroas. [46] Sin embargo, pudo conocer otros poemas satíricos y morales de Gautier (que se difundieron por toda Europa como muchos otros poemas goliárdicos). Así, la sátira de los vicios de la época de los versos: “Quanto plura possidet, quanto plus ditescit, / tanto magis locuples sitit et ardescit; / nam sicut ydropicus, qui semper arescit, / crescit amor nummi, quantum ipsa pecunia crescit” (estrofa 18 del poema IV recogido por Strecker) son muy similares a la estrofa 1924 del Alexandre, aunque dicha comparación pudo hacerse tópica. El discurso aparece en el Alexandreis (VIII, 375-477) con otros términos. [47] Aunque, gracias a la traducción de Euclides (hecha del árabe hacia 1116, en Toledo, por el inglés Abelardo de Bath) las teorías euclidianas servían de base para la enseñanza de las matemáticas y de la astronomía. [48] En ambos textos, se trata de uno de los discursos más extensos. La estrofa 59 está basada en los versos I, 105-114 del Alexandreis. La estrofa 67 sigue los versos I, 127-132. El verso I, 163: “Non murus non arma ducem tutantur avarum” se traduce en el Alexandre: “El príncip’ avariento non sabe quel contez: armas nin fortaleza de muerte no l guarez” (63ab), etc. El discurso parece haber constituido un ejercicio de retórica escolar, aunque podría ser original de Gautier. Los comentaristas señalan que está inspirado en el Secretum Secretorum del Pseudo Aristóteles. [49] El orden de las estrofas difiere en los dos manuscritos y sólo una parte de ellas son transcritas en El Victorial de Díez de Games. En el contenido, hay notables diferencias con respecto a la fuente principal. En el Alexandreis, Aristóteles empieza apelando al valor del joven Alejandro: “Indue mente virum, Macedo puer, arma capesce, Materiam virtutis habes, rem profer in actum” (I, 82-83). En el Alexandre, en cambio, apela a su sabiduría: “Fijo eres de rey, tú has grant clerezía, / en ti veo aguçia qual para mí querría” (52ab) Por otra parte, dicen los versos I, 136-138 de Gautier: “Nec te terruerit numerus, si molliter illos / Videris instantes, rue primus in arma sequentum, / Primus equum verte, pressoque relabere freno.” En el Alexandre, en cambio, se aconseja una estratagema menos noble: “Si ellos muchos fueren, tú di que pocos son; / di si son treinta millia que son tres mill o non; / di que por todos ellos non dariás un pepión; / sepas que a los tuyos plazrá de coraçón.” (68). [50] Eran, para Díez de Games, “arte de cavallería” (op. cit, pág. 15). [51] Los universitarios medievales escogían a sus maestros, en una flexibilidad académica que la universidad no ha vuelto a conocer desde sus inicios. Lo podemos comprobar en las impresiones de Juan de Salisbury sobre sus estudios en París, hacia 1136, antes de acudir a la escuela de Bernardo de Chartres. “Cuando era joven y me encontraba todavía en Francia, para realizar mis estudios, me dirigí al Peripatético de palacio [Pedro Abelardo], que presidía entonces la Montaña de Santa Genoveva (...). Después, cuando él nos abandonó, demasiado rápidamente a mi parecer, me aproximé al maestro Alberico (...). Permanecí así ocupado en la Montaña durante dos años enteros, y tuve como maestros en el arte de la dialéctica a Alberico y al maestro Roberto de Melun.” (ver Rábade 57). [52] “Las artes liberales no conducen el alma a la virtud, sino que le preparan el camino” (II, 88, p. 90). [53] En el Alexandre, como vimos, “doña Philosophía” se encarga de coser la “çinta” de Alejandro (estrofa 94). [54] “Disciplinae liberalium artium septem sunt. Prima grammatica, id est loquendi peritia. Secunda rhetorica, quae propter nitorem et copiam eloquentiae suae maxime in civilibus quaestionibus necessaria existimatur. Tertia dialectica cognomento logica, quae disputationibus subtilissimis vera secernit a falsis. Quarta arithmetica, quae continet numerum causis et divisiones. Quinta musica,quae in carminibus cantibusque consistit. Sexta geometrica, quae mensuras terrae dimensionesque conplectitur. Septima astronomia, quae continet legem astrorum.” (I 1 1-3) Piura, 21 de junio de 2002
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Nuestro agradecimiento al Profesor Carlos Arrizabalaga Lizarraga |
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