1. Introducción

 

De la misma forma en que una línea plasmada sobre cualquier soporte  debe su existencia a los espacios vacíos que la limitan, el hombre toma forma gracias al mundo que lo circunda, haciendo así una unidad. Igual a un cuadro o escultura trazados por líneas y espacios vacíos, el hombre se encuentre en un contexto social formado por acciones, hechos, circunstancias, fragmentos históricos que van formando un acervo de colores que pintan este paisaje contextual cuyo personaje en primer plano sigue siendo él. Así se plasman en la línea histórica un día, un mes, un año, una década… un siglo. El siglo XIII es el lienzo en el que le Edad Media se inscribe; un tiempo de diversidad cultural, de cambios de mentalidad constantes, de guerras y conquistas territoriales, mentales y espirituales; sin duda alguna, la Edad Media se distingue por la búsqueda de la unidad de todos estos elementos y uno de los instrumentos más importantes para lograrlo es la religión, el cristianismo.

 

La cultura Medieval tuvo sus bases en la escuela trasmisora de la tradición latina y el entendimiento del latín por parte de las personas cultas, estos factores permitieron un constante intercambio de ideas, las cuales tenían un trasfondo religioso. Un conglomerado de significados sostenidos en un significado central, Dios. No obstante Dios sólo puede ser nombrado a través de símbolos o imágenes que llevan su nombre, pero  hasta su nombre mismo, significa por él… el origen de todo. De esta forma, lo divino es nombrado a través de símbolos y representado por imágenes con un gran potencial de significados. Las pinturas, las esculturas, la iglesia misma es un lienzo lleno de ellos.

 

Debido a lo anterior, este trabajo se aventura en la búsqueda de imágenes plásticas  que se encuentran presentes en los milagros escritos por el poeta Berceo en su obra Los milagros de nuestra señora[1], con la finalidad de mostrar que en los distintos milagros hechos por el autor existe una imagen plástica previa perteneciente al arte de su época, que da forma a dichas descripciones. Para llevar a cabo este análisis tomaré como cuerpo de estudio el milagro número XIV de La imagen respetada, y el número XXI  de la Abadesa preñada. Es  necesario para ello,  volver los pasos sobre el arte que se presentaba en los edificios e iglesias medievales, así como definir los elementos plásticos más utilizados por lo artistas de aquél entonces y sus posibles significados tanto fuera como dentro de la obra de Berceo.

 

2. Contexto plástico histórico

 

2.1. El arte y el arte  religioso en la Edad Media

 

Si se desglosa la dichosa unidad de la mentalidad del hombre medieval, se encontraría dos concepciones del mundo, medidas de su realidad: el macrocosmos y el microcosmos y la analogía de estos la base de todo simbolismo; el hombre puede contemplar a Dios a través de la naturaleza; la naturaleza es pues un diccionario lleno de símbolos que sirven para representar lo que no existe, como lo dijera César González Ochoa “… A través de lo visible, de lo material, se expresaba el espíritu, lo invisible… La naturaleza era, pues, símbolo del mundo invisible, y su contemplación podía revelar ese otro mundo superior al cual no era posible llegar directamente sino sólo a través de lo visible…”[2]

 

Lo único de esta analogía que Edad Media conserve de la antigüedad es la concepción del orden del cosmos, entendido como un riguroso orden jerárquico que no sólo se refleja en su organización política sino también en la religión, una prueba tangible de ellas se encuentra en las obras de arte que se encuentra en los edificios religiosos. No obstante antes de comenzar con la descripción de este arte, es necesario dar un breve recorrido por el arte medieval.

 

A comienzos de la Edad Media se presenta el arte bizantino, que es la fusión del arte griego, romano, oriental y cristiano; este se divide en tres etapas que son:

 

1.- La  1ª  edad de  Oro (527-566): durante el imperio de Justiniano; en esta etapa se originan las luchas de los iconoclastas (726-843), donde se destruyen y prohíben las obras figurativas.

2.- La 2ª edad de Oro (867-1057): en esta etapa adquieren importancia la pintura sobre tabla  y la miniatura.

3.- La 3ª edad de Oro (1259-1453)

 

La evolución del arte en este periodo es: tendencia simbólica, carácter histórico, y  tras la crisis iconoclasta una fase dogmática.

 

En la Baja Edad Media se encuentra la raíz del arte gótico; las construcciones está estructuradas con bóvedas de crucería y arcos apuntados que el hombre medieval construye con el fin de estar más cerca del cielo. El arte se vuelve naturalista; las esculturas góticas son dinámicas y expresivas tan parecidas a la realidad que alcanzan cierto tinte de realismo. Por su parte, la pintura abandona las paredes;  se comienza a pintar en retablos y tablas, también se lleva a cabo la ilustración de libros a partir de códices miniados.

 

Existen cuatro estilos de pintura: el francogótico, el italogótico, el flamenco, y la mezcla de estos, el gótico internacional. El flamenco introduce el paisaje y el retrato.

 

Todos estos elementos conjugados conformaron el arte Medieval y fueron también la base del  arte religioso. La iglesia se revistió de imágenes de carne de mármol y pintura en sus venas. La figura humana se humanizó. Tomó elementos del arte antiguo y del arte de Jerusalén como son: la envoltura de los santos con un amplio velo que escondía sus cabellos y que aumentaba la gracia natural de las líneas del cuerpo; un ejemplo perfecto de este movimiento ondulante de telas y líneas del corporales se encuentra en la escultura de Santa María Egipcia[3] ; mientras que en la imagen de la virgen se encuentran elementos antiguos como: túnica, peinado, bucles laterales como las damas de Alejandría, además de la nobleza en la actitud.

 

 

(Nota de la redacción web: cambiamos el color del párrafo siguiente para avisarle, lector, que el texto original de donde extraemos el artículo, tiene repetido más abajo este mismo párrafo; aún así lo transcribimos con total fidelidad a la fuente)

 

La imagen de la virgen es de suma importancia en la religión durante la Edad Media, cabe recordar que el hombre medieval busca el reflejo de Dios en la naturaleza, y no hay personaje bíblico más representativo de las cualidades de la tierra fértil y fructífera que la virgen. Y es precisamente en su fertilidad donde recae su relación con lo divino, es la madre del Mesías: “… pero la figura que alcanza misteriosa grandeza es la de la virgen: sentada en un trono sostiene al niño, exactamente a la mitad de su pecho, a su derecha aparecen los magos, a su izquierda los pastores. Nunca tuvo una reina mayor majestad…”[4] Para comenzar el análisis de la obra bercerana cabe destacar que si hay en Los milagros de nuestra señora una manera favorita de representar a la virgen es como madre, o como reina:

 

                            Madre del Rey de Gloria, de los  Cielos Reína,

                            mane de la tu gracia alguna medicina;

                            libra de mal porfazo una mujer mezquina,

                            esto si tú quieres puede seer aína. [NC. 523]

 

                            Madre, por el amor del tu Fijo querido,

                            fijo tan sin embargo, tan dulz e tan complido,

                            non finque repoyada, esta merced te pido

                            ca veo que`m segundan  sobre grant apellido. [NC 524]

 

Existen numerosas imágenes donde la virgen se encuentra sosteniendo al niño Jesús entre sus brazos, lo que da a sus feligreses una imagen de madre protectora, por lo que no es de extrañarse que en los milagros de Berceo se le invoque de esta manera. Sin embargo, la imagen de reina le adjudica otro aspecto a la imagen de la virgen, la corona en su cabeza es el símbolo de una firmeza elegante; aspecto explotado por los artistas medievales al rescatar el orden jerárquico del cosmos, esto se puede ver en los sustantivos análogos como son templo o torre:

 

                   Reína coronada, tiemplo de castidad,

                   fuente de misericordia, torre de salvedad [NC 526]

 

No obstante que es de suponerse que la imagen de Jesús es más importante que la de la virgen, debido a su corte y ejemplar vida, así como su sufrimiento, es precisamente este sufrimiento el que le adjudica la misma importancia a la madre, así lo afirma Émile Mâle: “…La idea de una pasión de la virgen paralela a la de Jesucristo es una idea favorita para los másticos que no se separan nunca en su meditación a la madre del hijo… en el misterio de la pasión, Jesús y María no sólo están unidos, sino que ambos forman un solo ser… la compasión de la virgen es un eco que la pasión tiene en su pecho…”[5]

 

 

 

2.2. La exaltación de la virgen: la imagen de su pasión y su piedad

 

La imagen de la virgen es de suma importancia en la religión durante la Edad Media, cabe recordar que el hombre medieval busca el reflejo de Dios en la naturaleza, y no hay personaje bíblico más representativo de las cualidades de la tierra fértil y fructífera que la virgen. Y es precisamente en su fertilidad donde recae su relación con lo divino, es la madre del Mesías: “… pero la figura que alcanza misteriosa grandeza es la de la virgen: sentada en un trono sostiene al niño, exactamente a la mitad de su pecho, a su derecha aparecen los magos, a su izquierda los pastores. Nunca tuvo una reina mayor majestad…”[6] Para comenzar el análisis de la obra berceana cabe destacar que si hay en Los milagros de nuestra señora una manera favorita de representar a la virgen es como madre, o como reina:

 

                            Madre del Rey de Gloria, de los  Cielos Reína ,

                            mane de la tu gracia alguna medicina;

                            libra de mal porfazo una mujer mezquina,

                            esto si tú quieres puede seer aína. [NC. 523]

 

                            madre, por el amor del tu Fijo querido,

                            fijo tan sin embargo, tan dulz e tan complido,

                            non finque repoyada, esta merced te pido

                            ca veo que`m segundan  sobre grant apellido. [NC 524]

 

Se trata pues de cómo lo diría Carmelo Gariano de “exaltar a la madre de Cristo”, y en la Edad Media existen numerosas imágenes donde la madre se encuentra sosteniendo al niño Jesús entre sus brazos, lo que da a sus feligreses una imagen de madre protectora, por lo que no es de extrañarse que en los milagros de Berceo se le invoque de esta manera. Por otra parte, la imagen de reina le adjudica otro aspecto a la imagen de la virgen, la corona en su cabeza es el símbolo de una firmeza elegante; aspecto explotado por los artistas medievales al rescatar el orden jerárquico del cosmos, esto se puede ver en los sustantivos análogos como son templo o torre:

 

                   Reína coronada, tiemplo de castidad,

                   fuente de misericordia, torre de salvedad [NC 526]

 

No obstante que es de suponerse que la imagen de Jesús es más importante que la de la virgen, debido a su corte y ejemplar vida, así como su sufrimiento, es precisamente este sufrimiento el que le adjudica la misma importancia a la madre, así lo afirma Émile Mâle: “…La idea de una pasión de la virgen paralela a la de Jesucristo es una idea favorita para los másticos que no se separan nunca en su meditación a la madre del hijo… en el misterio de la pasión, Jesús y María no sólo están unidos, sino que ambos forman un solo ser… la compasión de la virgen es un eco que la pasión tiene en su pecho…”[7]

 

2.3. El objetivo del hombre devoto medieval

 

Cuando se habla de María el caballero medieval se convierte en un devoto mariano. La salvación es pues el objetivo del hombre medieval y María es para él su mejor aliada, su intermediaria. Sin embargo, a pesar de que se tiene la imagen de la virgen como una madre comprensiva y noble,  Berceo pone en sus personajes requisitos que los delata como devotos: hacer reverencia y persignarse frente a su imagen, arrodillarse, postrarse frente a su imagen no importando si su acto siguiente es ir a fornicar o robar.

 

                            En esta abadesa yazié mucha bondad,

                            era de grand recabdo e de grand caridad

                            guiava su conviento de toda voluntad,

                            vivién segund la regla en toda onestat. [NC 506]

 

Pero la abbadesa cadió una vegada,

 

                            fizo una locura que es mucho vedada;

                            pisó por su ventura yerva fuert enconada,

                            quando bien se catido fallóse. [NC 507]

 

Solo de esa forma la virgen está dispuesta interceder por su fervoroso creyente:

 

                        Díssoli la Glorisa: « Aforzad, abadessa,

                   bien estades comigo, non vos pongades quessa,

                   sepades que vos trayo una buena promessa,

                   mejor que non querrié la vuestra prioressa. [NC 531]

 

Por si fuera poco el buen Berceo remata con una moraleja o consejo al final de cada milagro, tratando de asegurar con esto la futura buena conducta del hombre cristiano:

 

                   La virgo bendicta, reína general,

                   como libró su toca de esti fuego tal,

                   asín libra sus siervos del fuego perennal,

                   liévalo a la Gloria do nunqua vean mal. [NC 329]

 

 

 

3. La imagen

 

3.1. El espacio y el tiempo inmóviles

 

En Berceo se presentan dos tiempo, es igual a hablar del tiempo inscrito en el gran tiempo bajtiniano; existe pues el tiempo en el que se desarrollan las acciones de los personajes – en este caso la abadesa – o en el que se desarrolla sólo la acción –como es el caso de la imagen respetada-, por otro lado existe el tiempo que aquí he llamado inmóvil; este tiempo aparece justo en el momento de contemplación de la imagen de la virgen, pues el tiempo no sólo se rompe en el instante en el que la abadesa evoca a la virgen sino que se detiene en la imagen misma, es el momento en el que el autor aprovecha para dar a conocer las cualidades estéticas y morales de la virgen. Esta clase de tiempo Cesar González Ochoa lo define como: “…el aevum, una duración que existe antes del mundo, con el mundo y después del mundo; es una duración que pertenece sólo a Dios, quien no ha sido ni será sino que es siempre…” y por atraparte Gerard Genette lo llama simplemente “pausa”. Cabe mencionar, como lo dije ya anteriormente, que la imagen de Dios sólo es una forma de representarlo, pues para el hombre medieval Dios no existe sino que sólo es “ser”; por lo tanto todo lo que tiene que ver con el macrocosmos en la tierra es sólo un símbolo creado para su representación.

 

                            Tenié rica corona como rica reína,

                            de suso rica impla en logar de cortina,

                            era bien entallada e de valor miy fina,

                             valié más essi pueblo que la avié vezina. [NC 320]

 

De la misma manera en que se detiene el tiempo se fija el espacio. En la obra de Berceo las pequeñas historias se llevan a cabo en lugares cerrados, en los conventos, iglesias o monasterios; sin embargo posee elementos que remiten a la naturaleza que era el espacio más importante donde se desarrollaba la viva del hombre medieval y donde se desenvolvía su sociedad agraria. El contacto con la tierra y el mar le era necesario, incuso existen entre los milagros algunas alusiones a las estrellas que se posan sobre las aguas:

 

                            «¡Valme –disso- Gloriosa, estrella de la mar…[NC 518]

 

Existen pues ciertos elementos que en los milagros son analogías de la virgen, siendo el cielo estrellado el más utilizado, lo cual puede remitir a un manto u otro accesorio adornado con estrellas, o simplemente al manto que llevan los santos que generalmente son azules, acentuando su carácter celestial, o amarillos por su familiaridad con el sol y la iluminación:

 

                            Colgava delant ella un buen aventadero,

                            en el seglar lenguaje dízenli moscadero;

                            de alas de pavones lo fizo el obrero,

                            luzié como estrellas, semejant de luzero. [NC 321]

 

3.2. Composición  radial  e imagen

 

En las artes plásticas existen dos tipos de simetría: simetría axial y simetría radial. La primera se presenta cuando los elementos en la obra de arte están colocados de forma lineal, paralelos o perpendiculares, pero siempre en línea recta; en cambio cuando los componentes de la obra están en posición circular y casi siempre poseen un elemento que es el más importante ya sea por color, tamaño, o importancia -reconocida por un grupo de individuos que comparten cierto fragmento histórico cultural- que se presentan el centro del círculo, o del semicírculo en su defecto. En Los milagros de Nuestra Señora, la imagen de la virgen suele aparecer rodeada de elementos humanos o luminosos:

 

                            Estava la imagen en su trono posada,

                            so Fijo en sus brazos, cosa es costumnada,

                            los reis redor ella, sedié bien compañada,

                            como rica reína de Dios santificada. [NC 319]

 

La imagen en los personajes de Berceo se forma  a partir de sus acciones, mientras que la imagen de la virgen se forma  a partir de la perspectiva de estos. El autor utiliza para la configuración de la imagen de la virgen recursos como metáforas, alegorías, comparaciones o símiles, analogías hasta proyecciones animistas. La mayoría de las imágenes que aparecen en Berceo presentan un estilo que bien puede pertenecer a la escultura o la pintura, pues se destacan elementos colorísticos, de relieve o con volumen, valores propios del arte figurativo.

                            Teniéla afeitcolorada) cortina… [NC 515]

 

3.3. Luz,  color y estilo

 

Por la forma en que se presentan las imágenes descritas por Berceo, se les puede adjudicar un estilo impresionista. San Agustín atribuyó un valor estético sólo a las sensaciones visuales y a los valores morales, si se conjunta ambos valores se tiene que: en la obra de Berceo el movimiento propio de la pincelada impresionista se revela en las acciones, los verbos, cuando los personajes están en mayor movimiento emocional. Cabe pues destacar de entre estos momentos el instante justo cuando existe una evocación a la virgen, pues es aquí cuando Aparece una especie de iluminación que da el efecto de alto contraste entre la luz descrita en la imagen y la oscuridad emocional del personaje:

 

                            Ovo pavor la dueña e fo mal espantada,

                            ca de tal visión nunqua era usada,

                            de la grant claridad fo mucho embargada,

                            pero de la su cuita fo mucho alleviada. [NC 530]

 

No está de más decir que la principal característica del arte impresionista aparte del uso de los colores puros primarios, está el estudio de la luz y sus efectos; dos elementos muy explotados en el arte medieval, sobre todo cuando las piezas eran estofadas (recubiertas de láminas de oro), sobre todo en el medieval gótico, donde el juego con la luz no sólo puede apreciarse en las pinturas o en las esculturas con prominencia de relieves, sino también en sus vitrales.

 

 

 

 

4. Lo terrenal

 

4.1. El canon de la belleza

 

El descenso del cielo a la tierra se presenta a finales del siglo XIII, las esculturas de la virgen y el niño cada vez son más realistas, pues en sus rostros  así como en la pose se puede observar formas expresivas propias del ser humano como el amor y la ternura. Se humaniza lo divino y se establece un canon de belleza que se basa en la proporción.

 

En este siglo nace la teoría vitruviana de las proporciones humanas, este es un canon de la concepción proporcional griega donde: toda dimensión del objeto bello se determina en relación con las otras partes. A través de este canon se sigue buscando la armonía entre el macrocosmos y el microcosmos. El alma, el cuerpo del hombre, y la música se encuentran en armonía, y se vinculan a partir de las matemáticas y la estética.

 

 

4.2. El amor a primera vista

 

La cualidad objetiva de lo bello es hallada por la vista a través de la captación de la luz y el color, y de la percepción de las realidades estéticas: El sentido de la vista permite la comunión con lo divino, que envuelve al hombre y le permite alimentar su gracia interior. Lo bueno y bello significa lo mismo para el hombre medieval, y en esta comunicación con lo divino ocurre un transición del goce poético al goce místico; la degustación estética consiste en captar las relaciones naturales existentes entre la cosa bella y el cosmos, la armonía en Dios. Lo armónico en el hombre es pues, la conjunción de la belleza física y sus virtudes.

 

 

5. Conclusión

 

No se puede negar el hecho de que Berceo conocía las artes plásticas de su tiempo; no sólo por la aparición de imágenes plásticas en su texto, ni por la rica descripción de éstas, sino porque el juego de color, contraste y composición se revela ante los ojos del lector a partir de la estructura misma de la obra, pues además de los puntos de tensión que pueden encontrarse en ella –que la hacen muy rica en contraste-, también existe un juego de contraste y de luces  entre la imagen visual y la palabra.

 

 

 

6. Bibliografía

 

Berceo, Gonzalo. Los milagros de nuestra señora. Ed. de Maria Teresa Barbadillo de la Fuente. Castalia (colección didáctica) Núm.39. Madrid. 1996.

     Deyermond, Alan. Historia y crítica de la literatura española: Edad Media. Crítica. Barcelona. 1980.

     Gariano, Carmelo. Análisis estilístico de los milagros de nuestra señora de Berceo. Gredos 2ª ed. Madrid. 1971. 235pp.

     Artiles, Joaquín. Los recursos literarios de Berceo. Gredos. Madrid. 1964. 269pp.

     Male, Émile. El arte religioso del siglo XII al siglo VIII. F.C.E.2ª ed.México. 1966. 231pp.

     Eco, Humberto. Arte y belleza en la Edad Media. Trad. Helena Lozano Miralles.Lumen 2ª ed. 1999. 214pp.

Genette Gerard. Figuras III. Barcelona. Lumen. 1989.

 

 

NOTAS

[1] Gonzalo de Berceo. Los milagros de nuestra señora. Castalia (colección didáctica) Núm.39. Madrid. 1996.

[2] César González Ochoa. A lo invisible por lo visible. Imágenes del occidente medieval. UNAM. México. 1995.

[3]  Esta imagen se encuentra en el material anexo del libro de Émile Mâle. El arte religioso del siglo XIII al siglo XVIII. CFE. México 1966.

[4]  Ibidem, p.15.

[5]  Ibidem, p.100.

[6]  Ibidem, p.15.

[7]  Ibidem, p.100.

 

 

 

 

Elva Eloísa Bermúdez Olivera

Universidad Veracruzana de México

©2007

 

ESPEJISMO
La revista on-line de estudiantes, licenciados y profesores
de la facultad de Filología Hispánica de Poznán