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El
intento de clasificar las obras literarias es tan viejo como las
propias indagaciones sobre la literatura. Desde muy lejanas épocas
se ha pretendido establecer las relaciones entre la creación
individual y el género en el cual se inserta con procedimientos y
resultados desiguales. No es el momento más adecuado para hacer un
balance sobre la historia de estos intentos y sus presupuestos. Sin
embargo, ni las actitudes normativas ni las apriorísticas parecen
las más acertadas como postura previa. A partir de las tesis de los
formalistas rusos, al asumir los géneros como un conjunto de rasgos
estructurales que subyacen bajo las obras concretas, se da un paso
fundamental, pero todavía más al incardinar los géneros en la
historia. Ya no se trata de conceptos abstractos aplicables a cada
una de las creaciones artísticas; ellas mismas proporcionan las
peculiaridades que las hacen aproximarse a las demás en un tiempo y
en un espacio dado. El género se convierte, por tanto, en una
estructura singular e identificable frente a las otras dentro de un
sistema literario concreto 1. La colección
La herencia asumida por Berceo en la
realización de los
Milagros
es bien conocida a partir de la tesis de R. Becker: utiliza una
fuente latina semejante a la tradición representada por el
manuscrito Thott n.º 128 de la biblioteca de Copenhague, conjunto de
milagros que total o parcialmente se reproduce en otras colecciones,
algunas de las cuales circularon en España
2. El
entronque con un género no ofrece ninguna duda desde las primeras
palabras del texto latino:
Mediante una alegoría perfecta, en el
sentido técnico, con su exposición simbólica y su correspondiente
explicación, nos detalla su romería hasta un «locus
amoenus» semejante al
Paraíso y representativo de las cualidades de la Virgen. En la
estrofa primera anuncia ya un Al igual que en los prólogos los autores se ven obligados a indicar el tema sobre el que va a versar su obra, el poeta riojano alude a diferentes géneros señalando el que elige, los milagros 5, y los que rechaza. Desde el primer momento nos plantea un problema eminentemente literario, en el que imbrica su propia creación. Si él es capaz de escribir bajo la guía de la Virgen -«captatio benevolentiae» prologal-, su obra se podrá considerar como un milagro más de su Intercesora 6. Es consciente del género que escoge desplegando hábilmente sus resortes artísticos para elaborar una Introducción en la que la alegoría Prado=Paraíso=Virgen le permite indicar la tradición seguida. Realizará las conexiones mediante unas imágenes no originales en cuanto a su contenido pero sí por sus resultados. La Virgen resulta el punto convergente de los géneros mencionados y será el nexo de unión principal entre su Introducción y los milagros.
En el brevísimo prólogo latino los
hechos de María se conectan con los de los santos: La procedencia de algunos relatos indica un itinerario significativo. El correspondiente al monje de Colonia (VII) en su génesis sólo hablaba de San Pedro, y el del romero de Santiago (VIII) pertenece a la serie jacobea. Con ligeros ajustes se pueden insertar en diferentes colecciones, lo que implica que desde el punto de vista estructural lo importante es el hecho, siempre atribuido a un personaje con poderes sobrenaturales, sea un santo sea la Virgen. Desde el sentido organizador del libro -una colección dedicada a María- su protagonismo directo o indirecto no resulta indiferente. En Berceo se da un paso más adelante. La comparación entre la Madre de Cristo y los santos desaparece del prólogo, aunque no se modifiquen las estructuras narrativas de algunos milagros. El fenómeno quizás no sea más que un fiel reflejo de diferentes contextos históricos. La devoción mariana adquiere un incremento extraordinario a partir de la segunda mitad del XII 7. Para el poeta riojano ya no es necesario ensalzar la preeminencia de la Virgen sobre los santos. Sin embargo, tanto San Pedro como Santiago o «San Proyecto» estarán representados, si bien en todos sus relatos la Virgen actúa de forma decisiva en su resolución. Sus poderes son jerárquicamente superiores, como se decía en el prólogo latino. A su vez, en el milagro del mercader de Bizancio (XXIII) participan conjuntamente María y su Hijo. Esto le confiere a la colección una cierta laxitud, explicable por la historia de su génesis. No hay que olvidar que el texto latino se ha formado por adición de diferentes milagros, de distinta calidad narrativa y estilística, creados en épocas diferentes. El grupo más importante corresponde a 17 relatos -los 15 primeros de Berceo- que desde Mussafia son conocidos por las siglas HM, iniciales del primero -Hildefonsus- y del último -Murieldis 8. Tienen distintos orígenes, desde vidas de santos hasta tradiciones de monasterios (XIV) y posiblemente leyendas orales. Esta serie es la más antigua (s. XI) y tuvo una gran difusión, siendo conocida en la mayor parte de las colecciones latinas.
También desde el siglo XI circularon
agrupados cuatro relatos conocidos con el nombre de los cuatro
elementos
9,
tres de los cuales están presentes en el texto romance: «El niño
judío» (XVI, el fuego), «El parto maravilloso» (XIX, el agua),
Teófilo (XXV, la tierra), si bien falta el dedicado al aire. En la
colección latina la introducción del XIX lo relaciona con los otros,
sin que Berceo conserve más que una leve reminiscencia. De la misma
manera, el milagro XXII se ofrece en latín conjuntamente con otro de
temática marina:
El texto latino internamente realiza
algunas conexiones, Sin embargo, podemos observar una diferencia. La presencia en el marco narrativo de un narrador ficticio que se dirige a sus lectores-oyentes, especialmente en los comienzos y finales, propicia que los relatos del riojano se presenten como un continuum de la misma serie mucho más cohesionado que el texto latino 12. En estos finales incluso podemos encontrar alusiones a la Introducción (141), al milagro siguiente (377) o al tópico de lo indecible13, especialmente significativo en esta posición, v. gr. 100, 235 y 412.
La recreación del lugar común parece bastante hábil. En su contexto final implica que el milagro contado es sólo una parte de lo que podría hacer el autor durante toda su vida. Se destaca la selección realizada, encareciendo el relato: ha sido elegido entre los muchísimos posibles; se ensalza como conclusión final el poder de la Virgen, inalcanzable para el hombre, y se justifica la inserción de otro relato que, al menos, cuente una acción más de las numerosas realizadas por María. No puede ser casual que los milagros II, IX y XVII terminen con la utilización del tópico, propicio para señalar una continuación.
Como complemento, a veces, en un breve
prólogo se exaltan las cualidades ilimitadas de la Virgen. Así se la
compara con un
El orden de las narraciones en la
colección berceana sigue el representado por la tradición de Thott,
aunque se plantean problemas con el último. Los argumentos de D.
Devoto, B. Dutton y J. M. Rozas
14
para colocar el de Teófilo al final de los veinticinco parecen
convincentes. No creo que la disposición del manuscrito Ibarreta
(I), que comienza con Ildefonso y termina con otro episodio sucedido
en España, corresponda ni objetiva ni subjetivamente a un deseo de
resaltar valores locales
15.
La colección HM y otras muchas conservadas empiezan por Ildefonso,
hecho que parece además dentro de cierta lógica. Si los milagros
resaltan los poderes y cualidades de la Virgen, nada más apropiado
que iniciar una colección con un episodio de un personaje histórico
que escribió sobre su virginidad y cambió la fecha de la fiesta de
la Anunciación. Los aspectos locales desaparecen en la versión
romance. En el texto latino se comenta que la casulla milagrosa se
conserva en Toledo: Si admitimos el milagro de Ildefonso como lógico comienzo, el colofón debe corresponder a un hecho representativo. Teófilo significa la máxima transgresión: su traición ofrece ocasión inmejorable para resaltar los poderes de la Virgen -clemencia y piedad-, incluso en un caso en el que se subvierten los principios rectores de la sociedad medieval. Temáticamente los milagros se desarrollarán entre dos acciones relevantes. Pero en cualquiera de los casos, las razones formales aducidas y el testimonio del manuscrito avalan mejor la hipótesis de un cambio de orden 16. No obstante, su disposición no parece que siga un esquema previo. Se podrían alterar estos órdenes, dejando a un lado los problemas del primero y del último, sin que se viese afectado su contenido y sin que por ello la colección perdiera las características que la singularizan. Berceo elige sólo 25 milagros de los 28 existentes en el manuscrito Thott, mientras que las colecciones próximas al riojano que circularon en España son más extensas. La elección de un múltiplo de cinco, número mariano, ha sido analizada de manera sugerente por C. Gariano 17 sin que vayamos a añadir nada nuevo. Así, la colección tendría una mayor coherencia por razones extraliterarias de carácter mariológico. La organización recuerda el procedimiento del «enfilage», enhebrado, base elemental de numerosas composiciones. A un mismo protagonista le suceden una serie independiente de acciones o, como señala A. Olrik 18, éstas se concentran en un personaje principal. Dicha estructura puede relacionarse con el folclore, la épica o las aventuras caballerescas, difundidas en Europa desde un siglo antes. El caballero andante en su deambular socorre a los desvalidos de la sociedad, de la misma manera que las acciones de María coinciden en proyectarse sobre un mismo transfondo:
Pero estas coincidencias no nos
proporcionan la clave de su composición. En las series comentadas,
los sucesos, hazañas o aventuras independientes de los héroes, a
pesar de su posible desorganización, siguen un orden cronológico
elemental y los hechos se enfocan desde los personajes principales.
Por el contrario, en los
Milagros
la construcción se proyecta siempre desde el punto de vista del
paciente, persona, imagen o lugar, que será objeto de la acción
milagrosa. El tratamiento del tiempo y del espacio será diferente.
En la colección de Berceo, la sucesión espacio-temporal no
interviene en su arquitectura. El milagro de San Ildefonso (I)
históricamente debe situarse en el siglo VII, mientras que el
milagro X se localiza en tiempos de San Lorenzo (muerto hacia el
258). Tampoco corresponden a milagros desarrollados linealmente en
una vida, como sucede en las hagiografías
19. Cada
relato es independiente entre sí, autónomo y significativo. Los
veinticinco se han unido de forma paratáctica, yuxtapositiva, con la
presencia de un personaje que interviene directa o indirectamente de
forma decisiva, en un tipo de organización similar a la de algunos
ejemplarios. En la dialéctica entre el relato individual y su
configuración en el seno de una obra más amplia, Berceo ha
proporcionado a la serie una mínima coherencia teórica, una voluntad
de estilo y unos rasgos formales que sobrepasan con mucho los
procedimientos de la colección que le sirvió de base. Los relatos En cada uno de lo milagros, Berceo recrea una intriga que apenas varía en lo esencial, aunque les imprime unos rasgos compositivos mucho más homogéneos que los de la colección latina. La estructura interna puede diferir de uno a otro, pero en un prototipo teórico podríamos distinguir: 1. Marco narrativo. 2. Milagro. El marco narrativo corresponde al prólogo y epílogo en el que un autor ficticio, el propio Berceo, se dirige a sus lectores-oyentes. El milagro en sí mismo consta de una parte introductoria correspondiente a la presentación de las circunstancias narrativas previas. Se suele indicar el espacio, nombre del lugar cuando lo hay, el tiempo, inconcreto y pasado excepto el milagro XXIV, el nombre del protagonista en muy contadas ocasiones, el estereotipo sobre el que se proyecta, ladrón, clérigo, pobre, mercader, etc., las cualidades morales y su relación con María. Posteriormente sobreviene el núcleo generativo, la acción que sirve de resorte al nudo de la acción. Suele ser la proximidad de la muerte o la muerte misma, la existencia de un peligro físico o espiritual, la intervención desacertada de unas terceras personas, una reciprocidad de dones otorgada por la Virgen, etc. En su momento climático se produce una intervención milagrosa, generalmente a través de un cuadro escénico, que posibilita la resolución para llegar al desenlace, una afirmación admirativa de lo sucedido, una conclusión narrativa final y una enseñanza didáctica 20. De todos sus componentes, el elemento indispensable, singular y característico corresponde a la intervención milagrosa.
Lo maravilloso cristiano
Según
Las Siete
Partidas, I, IV, LXVIII,
Y si
mirabilia en la lengua
clásica significaba algo admirable, maravilloso, en la Biblia latina
el adjetivo
admirabilis implica casi
siempre los
aunque también utiliza su sentido profano. Desde el punto de vista lingüístico, en lo maravilloso medieval se pueden diferenciar distintas categorías: frente a lo mirabilis y magicus se encuentra lo sobrenatural cristiano, el miraculum. Si lo mirabilis es inexplicable e inexplicado, lo magicus se debe en la mayoría de las ocasiones a fuerzas maléficas, mientras que el milagro remite a una intervención directa o indirecta de la divinidad. En un mundo teocéntrico en el que todo es producto de la creación divina, sus poderes suspenden o alteran las leyes que inexorablemente se cumplen en las demás ocasiones. Se trata de una demostración de omnipotencia, una de las armas más eficaces como prueba de autoridad. La Virgen se aparecerá en numerosos casos (I, III, V, etc.), logrará que resuciten los muertos (II, VII, VIII, X), librará a sus fieles de peligros físicos como el agua (XIX, XXII), el fuego (XVI), impedirá la corrupción de los muertos (III) o regalará una casulla celestial sin aguja cosida (I), etc.22
Autenticidad
Para narrar un acontecimiento de este
carácter, por su excepcionalidad y rareza, el narrador adopta
algunas precauciones con el fin de demostrar la autenticidad de lo
sucedido. Si en la poética medieval la
narratio se dividía en
tres diferentes clases,
res gesta o
historia,
res ficta o
fabula
o
res ficta que tamen fieri potuit
en el relato de un milagro el autor utiliza algunos recursos para
insistir en la veracidad. Así se explica la presencia de un
personaje ficticio, el propio Berceo, que aparece en la Introducción
y en los marcos narrativos. F. Rico ha puesto en relación dicho
sistema con la profesión del riojano:
Sin embargo, ese narrador ficticio no ha
presenciado los hechos relatados; recrea un escrito preocupado por
esta autenticidad. En la introducción latina se resalta que
Internamente sucede algo similar, y puede incluso afectar al narrador 25. En los hechos que transcurren fuera de ámbito humano o que no han sido vistos por nadie, aparte de indicar algún fenómeno que atestigüe lo sucedido, en muchas ocasiones el propio personaje lo cuenta a sus compañeros o a unas terceras personas, como sucede en el II, VII, X, XII, XVI, XVII, XIX, XXI, XXII.
La existencia de unos espectadores o
compañeros en el milagro desempeña una función similar a la que
estamos comentando, y que hemos definido como afirmación admirativa 26.
En la mayoría de los relatos unos testigos presencian parte de lo
sucedido o escuchan el acontecimiento milagroso. A veces, Berceo los
incorpora (IV) o amplía su participación:
Pese al lugar común que refleja el tópico, no deja de verse cierto apego y confianza en la escritura, muy acorde con la mentalidad clerical del XIII. Además, cumple otra función. Ha sido fijado por testigos27 o bien es recogido por alguien a quien se lo han contado como al arcediano del milagro XXIII, por lo que se convierte en testimonio de autoridad.
Lógica narrativa
Cada uno de los relatos representa una
exaltación de las cualidades y poderes de María avalados por sus
acciones. Y si lo que arrastra a los espíritus medievales no es lo
que puede observarse y probarse por una ley natural, por un
mecanismo regularmente repetido, sino lo extraordinario, lo
excepcional
28,
los milagros constituyen una prueba práctica de las cualidades de su
realizadora. En uno de los casos más excepcionales, el narrador
latino contaba que San Pedro había apartado con su llave al demonio,
dato ausente en Berceo, para arrebatar el alma de un «canonge» que
vuelve de nuevo a la vida. Al final glosa dicho texto: Dejando aparte la jerarquía de poderes, todo es posible en relación con las cualidades de la divinidad. Berceo, menos dado a estos largos razonamientos que elimina, los sitúa en un plano mucho más humano:
La intervención milagrosa se convierte en auténtica y veraz, posible y explicable. Frente a otros textos literarios con los que pudieran parangonarse como los «lais», lo sobrenatural queda reducido a una demostración de la omnipotencia de María. Su marca distintiva, frente a otras series, viene determinada por lo maravilloso cristiano, elemento imprescindible y sobre el que se configura la totalidad del relato para extraer las correspondientes consecuencias didácticas y laudatorias.
Por otra parte, los procedimientos
narrativos son similares a los del folclore. Lo extraordinario y lo
cotidiano se integran en un mismo relato sin ninguna marca
distintiva. Todo está contado desde una perspectiva humana con su
propia lógica interna. Una vez asumido lo milagroso, Berceo recrea
con perspicacia algunos pasajes, sin parangón en el texto latino, y
nos muestra su habilidad para narrar lo más extraordinario en los
términos más cotidianos. Los casos más extremos como los de
resurrección nos pueden servir de ejemplo. En la transición entre la
muerte y la vida, un monje, una vez resucitado,
En otras ocasiones, aporta al original
latino aspectos que le confieren una mayor coherencia narrativa. En
el milagro del clérigo borracho (XX), después de la embriaguez, el
texto latino indica que
El autor abrevia y humaniza las
explicaciones sobre la posibilidad de los milagros, a la vez que su
lógica es menos mecánica y más matizada que la de su fuente latina.
El hecho milagroso, sobrenatural por excelencia, se cuenta desde una
perspectiva humana que posibilita y acerca su explicación. El arte
del riojano aproxima a los lectores-oyentes la intriga narrativa,
convirtiéndola en «verosímil». El milagro ya no es sólo posible por
las explicaciones extranarrativas religiosas, sino por la capacidad
artística de su creador. Unidad La trama narrativa de los milagros tiene una fuerte cohesión. Presentan una economía de medios notable en los personajes y en el desarrollo de la intriga. Ésta se organiza desde el resultado final para cuya resolución resulta necesaria una intervención milagrosa. En consecuencia, hay un predominio de la trama respecto a los personajes, que son, en la mayoría de los casos, puras funciones dependientes del desarrollo narrativo. Además, Berceo evita las digresiones o las simplifica, por lo que confiere a su obra una gran trabazón de todos sus elementos. Los relatos están supeditados a una demostración extraliteraria, didáctica, pero nunca se pierde de vista el argumento que lo propicia. Por ejemplo, en la fuente latina, una vez que el peregrino del milagro XXII cuenta la intervención de María, el texto se extiende hasta el final en una larga digresión sobre las virtudes del manto de la Madre de Cristo. Los peregrinos se han salvado -hecho que interesa destacar-, pero el autor se olvida de los propios personajes. Berceo añade una conclusión necesaria y lógica desde la trama que había servido para generar el relato:
Brevedad
Los milagros funcionan como relatos
breves, desarrollados muy esquemáticamente, en la mayoría de los
casos, pero con plenitud de sentido e independencia. Desde una de
las tradiciones más arcaicas, la de San Gregorio Magno 29,
la brevedad se convierte en característica esencial, recogida por
distintos continuadores. Como rasgo pertinente del género,
condiciona el desarrollo de la historia. Los elementos descriptivos
suelen ser muy escasos, funcionales, y cada uno de los componentes
de su estructura, esquemático, sin llegar a los extremos de las
Cantigas de Alfonso X. A su
vez, la brevedad puede constituir una de las virtudes recomendadas
por las retóricas 30,
y a finales del XII se presenta como una
Didactismo La demostración de los poderes de María pretende alcanzar una eficacia extranarrativa. Según J. Montoya, frente a la leyenda, la estructura del milagro está en función de la «laudatio» y no de la «imitatio» 32. Sin embargo, a mi juicio, ambos aspectos no son excluyentes. Con la presencia de unos testigos se amplía la tendencia del texto latino hacia la alabanza, que incluso se puede convertir en cántico, como en el XIX. Estos personajes elogian las cualidades de quien ha realizado un milagro, pero también pueden deducir otras consecuencias adicionales:
Se propone también una mayor devoción, imitación de las relaciones entre los protagonistas y María. Incluso los mayores pecadores obtienen la Gracia de su intervención, en muchos casos sin ningún otro mérito que su fervor manifiesto en algún acto externo. La generosidad en el perdón y la eficacia del arrepentimiento 33 proporcionan paradigmas de conducta:
Los virtuosos se verán premiados y los pecadores, auxiliados. La imitación de los personajes, salvo en el caso de los protagonistas enteramente positivos, no radica en sus actos sino en su «religiosidad».
Las consecuencias didácticas las sacan
los testigos presenciales, el narrador del milagro o el narrador del
marco al dirigirse a sus lectores-oyentes. Generalmente, la
ejemplaridad sirve de colofón. El caso más sencillo relaciona
directamente lo narrado con el significado ofrecido, como en el
milagro del ladrón devoto (VI):
Incluso se llegan a extraer unas conclusiones tipológicas 34 que lo engarzan directamente con la Introducción, como en el XXII:
Desde diferentes estructuras con sus
grados de mayor o menor complejidad se produce un salto de lo
individual, el milagro ofrecido, a lo general, la conclusión
deducida. Son enseñanzas eficaces que proporciona el relato de una
historia ejemplar, que también sirve de
Este didactismo tiene un carácter
pragmático, sin que en ninguna ocasión se ofrezca a través de la
disquisición teórica. Se obtiene mediante una narración instructiva
y a su vez deleitosa:
Anticlímax En la disposición, los comienzos y finales son anticlimáticos. En el marco narrativo suele haber originales fórmulas que utilizan las técnicas del «attentum» o «benevolum parare» de los prólogos, primordialmente para interpelar al lector, procurar su disponibilidad de cara a un relato que va a escuchar o leer, encareciendo su importancia, resumiendo su temática, prometiéndole resultados gratos o señalando su brevedad. En los primeros milagros el procedimiento sólo se encuentra en el II y VIII, mientras que a partir del XIX su empleo es sistemático. Hacia la mitad de la colección en cuanto a número de versos, Berceo siempre utiliza las fórmulas. De la misma manera, no suele faltar la conclusión de este marco. Así como en la ilustración de las Cantigas de Santa María de Alfonso X la totalidad del milagro se inserta en un enmarque superior, en los Milagros de Nuestra Señora el propio narrador señala con su presencia el comienzo y el final, sin que esto sea sistemático. Como en algunos relatos tradicionales, podríamos considerarlas como fórmulas rituales de comienzo y final, pero como entidades retóricas, que lo son, corresponden al prólogo y al epílogo de la narración.
Por su parte, el milagro en sí mismo
también comienza con una presentación, una situación inicial
36,
para finalizar con procedimientos anticlimáticos. Cuando se termina
con la muerte del protagonista, se indica directa o indirectamente
la salvación de su alma, o su castigo físico (XVIII), en este
milagro excepcional explicable por su antisemitismo medieval. En los
relatos de personajes cuya vida se prolonga después de la
finalización del milagro, la narración continúa con el fallecimiento
del protagonista y la salvación de su alma. Por ejemplo, en «La boda
y la Virgen» (XV) se aventura el posible final, como en la fuente
latina. Más significativo resulta el de la abadesa preñada (XXI). La
conclusión culmina con la vida y muerte del hijo tenido por quien
Linealidad de la trama En el relato los hechos suceden linealmente en el tiempo sin aparentes rupturas cronológicas. Hay un encadenamiento temporal en su ordenación, sin que, en la mayoría de los casos, el narrador retroceda para explicar ningún acontecimiento referido. Sin embargo, en el texto latino del milagro XVIII se produce una clara transgresión de estos fundamentos, habituales en el relato tradicional. Al final de la narración, el autor debe explicar por qué la Virgen se había apiadado de tres asesinos que habían profanado su Iglesia y no del asesinado que se había refugiado allí: «Occulta sunt iudicia Dei» (137). Se ha producido una colisión entre dos intereses diferentes: la estructura narrativa/la finalidad religiosa. Como consecuencia de cierta impericia, el autor se ha visto obligado a explicar un hecho ya narrado, cuando lo podía haber realizado en su momento, o haberlo dejado al margen, solución del texto romance. No obstante, Berceo en otros ejemplos altera el orden lineal. En los milagros XIX y XXII un grupo de personas se salva de un peligro físico, una marea (XIX) o un naufragio (XXII). Posteriormente, ven aparecer una mujer que ha dado a luz (XIX) o un romero (XXII), quienes retrospectivamente cuentan el milagro. En el primero, Berceo se aparta del original latino al poner el relato en boca de la protagonista, posiblemente influido por la estructura del XXII que utilizaba dicha técnica. La innovación me parece una de las más sagaces alteraciones. Con ello resuelve dos problemas: da mayor veracidad a lo sucedido y crea una suspensión del sentido mediante la ruptura de los órdenes. Las personas salvadas quedan expectantes por saber qué ha ocurrido a un compañero, lo que narrativamente no se resuelve hasta que puede contarlo. En su resolución técnica se añade un mayor interés, muestra de la habilidad del poeta riojano. Pero en estos dos casos, como en los relatos tradicionales, la ruptura de la linealidad se ha producido a través del diálogo. El procedimiento supone una mayor consciencia y versatilidad en la utilización del narrador y en la aparición de unos testigos presenciales. De esta manera, se puede explicar la ruptura cronológica del milagro II. Berceo deja intrigados a los compañeros del fraile ahogado, que no saben su paradero, para después pasar a contar lo sucedido con el alma del pecador. Se dramatiza el relato al presentarnos dos centros de interés: lo sucedido con el alma y el descubrimiento del cadáver. El milagro latino, al contarlo de acuerdo con los órdenes cronológicos lineales, pierde la posibilidad aprovechada en el texto romance.
La ruptura es excepcional, como se
advierte en la utilización de la «digressió». Berceo es mucho menos
pródigo en glosas morales o explicativas que el autor latino; a su
vez, en las esiones narrativas procura no interrumpir las secuencias
del relato. Por ejemplo, en el de «La abadesa encinta» al tener que
hablar de la abadesa y del obispo, lo soluciona con fina habilidad:
Como en el caso anterior, la transición no ha podido ser más hábil, puesto que ha utilizado un nexo de unión entre los dos personajes, el tablero, a la vez que deja inmovilizado al judío para hablar del mercader. Frente a la complejidad de la técnica en las prosificaciones artúricas europeas37, Berceo se intenta acomodar a los órdenes lineales. Si en algún caso se produce una ruptura, refleja una gran perspicacia narrativa.
Cuadros escénicos Los momentos climáticos de los milagros se solucionan mediante la utilización de lo que podemos calificar como la técnica de los cuadros escénicos. La Virgen no sólo se aparece como signo milagroso, sino que dirige unas palabras, expresadas en estilo directo de manera sistemática. Solamente en los milagros VI y XIV hay una total ausencia de diálogos tanto en la fuente como en la recreación. Se ha señalado la tendencia de Berceo a amplificar y aumentar los diálogos, y posiblemente uno de los rasgos más originales del poeta radique en su empleo. Cumplen diversas funciones, desde auténticos debates en los que contienden las fuerzas diabólicas y las celestiales para arrebatar o decidir la suerte de alguno de los devotos fallecidos38, hasta las sistemáticas apariciones de María, o las zozobras de personajes conflictivos que vuelcan sus preocupaciones en monólogos solitarios. Puede ser que en vez de diálogo nos encontremos ante la utilización del estilo directo sin ninguna respuesta, pero en todos los casos los momentos centrales del milagro aparecen dramatizados. No parece casual que recientemente algunos hayan sido escenificados, desarrollando con ello una tendencia inherente a su resolución técnica. Pero estos cuadros, que se han entroncado con la épica, desbordan esta conexión, puesto que son consustanciales con lo que A. Olrik denominó Saga39 y hemos llamado arte tradicional. Con la economía de medios utilizada, el empleo del estilo directo corresponde a una marca lingüística significativa de la resolución de un momento climático. La mayor o menor complejidad narrativa de las situaciones viene resuelta por la proliferación o escasez del diálogo o del discurso directo, que tiene unos desarrollos más abundantes en los relatos de mayor alcance literario, como el de «La abadesa encinta» (XXI) o el de Teófilo (XXV)40. Como en los relatos folclóricos también se cumple la «ley de dos en escena», que indica el número máximo de personas con entidad propia que intervienen en el desarrollo de estos cuadros escénicos. Si hubiera más participantes, los restantes quedarían al margen del proceso en un transfondo complementario, sin que su presencia fuera decisiva para la resolución del problema. Mediante estos procedimientos se dramatiza el relato, pero los recursos utilizados no dejan de ser escasos, aunque ágilmente manejados. De esta manera, se compensa la ausencia de descripciones extensas que podrían resaltar algunos acontecimientos. Este mismo objetivo lo consigue la repetición de alguna escena, «la ley del modelo», como sucede en el ejemplo de «El clérigo borracho» (XX). El personaje es atacado por el diablo en forma de animal, toro, perro y león, y las tres veces contará con la curiosa intervención de María. La recreación del ambiente y la intensificación dramatizadora de algunos detalles hábilmente manejados convierten al relato en uno de los mejores de la colección.
«Mas abondenos esto que dicho vos avemos» Algunas de las características analizadas como la lógica, la tendencia a la linealidad de la trama, los cuadros escénicos, «la ley de dos en escena», los finales y comienzos anticlimáticos, la polarización del relato con premios y castigos y debates entre las fuerzas del bien y del mal, etc., y algunos datos más particulares como la expresión del embarazo de la abadesa 41, el tiempo mítico de Jauja sobre el que se proyecta su relato, la «ley del modelo» con tres 42 escenas sucesivas en «El clérigo borracho», etc., resultan similares a las de los relatos folclóricos. Pero no se trata de comparar algunas peculiaridades previamente seleccionadas, porque los resultados serían erróneos. Los milagros latinos y la recreación de Berceo utilizan una trama narrativa y unas técnicas coincidentes con estos esquemas porque tienen unos transfondos comunes. A. Mussafia señaló la procedencia oral de algunos relatos 43. Sin embargo, esto no implica, a mi juicio, la equiparación de ambas tradiciones. Los desvíos son también acusados: las técnicas retóricas, la utilización del narrador, las glosas morales, pero especialmente las conclusiones didácticas sobre las que se proyecta el relato impiden cualquier equiparación.
Por el contrario, sus características
más singulares, brevedad, didactismo, posibilidad de interpretación
alegórica, autenticidad, inserción en un conjunto más amplio,
enseñanza placentera, los sitúan en el panorama del
exemplum
44.
La necesidad de la aparición de lo maravilloso cristiano, elemento
esencial, no corresponde a un rasgo necesario de este género, que
posee unos márgenes narrativos más amplios entre los que se incluye,
a veces, lo milagroso. El
Libro de los
enxemplos por a.b.c. recoge
en el epígrafe de María versiones más abreviadas, algunas con
ligeras variantes, de los milagros de Teófilo (XXV), «El sacristán
impúdico» (II), «El niño judío» (XVI), «El ladrón devoto» (VI) y «La
boda y la Virgen» (XV), correspondientes a los números 261 (192),
267 (198), 269 (200), 270 (201) y 271 (202) respectivamente
45.
La intriga es idéntica, y las variantes implican una diferente
tradición textual en algunos casos, pero en todos se remontan a un
mismo arquetipo. El autor no ha debido modificar ningún elemento
para incluirlos entre una serie de ejemplos de diversas
características. El milagro de «El clérigo ignorante» (IX) podría
plantear algún problema. Según B. Dutton
46
está reflejado en el n.° 264 (195) del
Libro de los
enxemplos, aunque a mi
juicio son dos relatos diferentes. Contienen el mismo motivo,
señalado por J. E. Keller como V 261.1 : Desde el horizonte de expectativas de un recolector de exempla 49, los milagros pueden incorporarse sin ninguna variación que los diferencie. No obstante, no todos los ejemplos se podrían insertar en una colección de milagros como la de Berceo. Su intercambiabilidad tiene una única dirección, puesto que el universo narrativo del exemplum es mucho más amplio. Como hemos ido analizando, el milagro tiene unos rasgos idénticos a los de los exempla y algunas características que nos permiten distinguirlos como subgrupo dentro de esta gran corriente. La propia terminología de Berceo podría servir para corroborar nuestras conclusiones, si bien las denominaciones medievales suelen ser imprecisas:
Notas1 Entre los numerosos estudios destaco a B. TOMACHEVSKI, «Temática», en Teoría de la literatura de los formalistas rusos, ant. de T. Todorov, Buenos Aires, Signos, 1970, pp. 199-232, H. R. JAUSS, «Littérature médiévale et théorie des genres», Poétique I (1970), 79-101, P. ZUMTHOR, Essai de poétique médiévale, Paris, Ed. du Seuil, 1972, con un amplio comentario de F. LÓPEZ ESTRADA, «La teoría poética de P. Zumthor», AEM, 9 (1974-1979), 733-786, F. LÁZARO CARRETER, «Sobre el género literario» en Estudios de Poética (La obra en sí), Madrid, Taurus, 1976, pp. 113-120, F. LÓPEZ ESTRADA, «Poética medieval. Los problemas de la agrupación de las obras medievales», en El comentario de textos, 4. La poesía medieval, Madrid, Castalia, 1983, pp. 7-31, y como introducción general perspicaz, clara y documentada C. GUILLÉN, Ente lo uno y lo diverso. Introducción a literatura comparada, Barcelona, Grijalbo, 1985. 2 Véase el estado de la cuestión en M. J. LACARRA, «El códice 879 del archivo de la catedral de Zaragoza y los Milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo», en este mismo volumen. 3 Entre paréntesis indico las páginas del texto latino correspondientes a la ed. de B. DUTTON, Gonzalo de Berceo. Obras Completas. II. Los Milagros de Nuestra Señora, London, Tamesis, 1971. 4 ORDUNA, G. «La Introducción a los Milagros de Nuestra Señora...», en Actas del Segundo Congreso Internacional de Hispanistas, Nimega, 1967, p. 452. 5 La bibliografía sobre los milagros como género es también muy abundante. Véase EBEL, U., Das altromanische Mirakel..., Heidelberg, Studia Romanica, 1965, P. ZUMTHOR, ob. cit., W. KRÖMER, Formas de narración breve en las literaturas románicas hasta 1700, Madrid, Gredos, 1979, J. MONTOYA MARTÍNEZ, Las colecciones de milagros de la Virgen en la Edad Media, Granada, Universidad de Granada, 1981, con bibliografía. Para su aplicación a Berceo véase C. GARIANO, Análisis estilístico de los «Milagros de Nuestra Señora» de Berceo, 2.ª ed., Madrid, Gredos, 1971, G. GIMÉNEZ RESANO, El mester poético de Gonzalo de Berceo, Logroño, IER, 1976, J. M. ROZAS, Los Milagros de Berceo, como libro y como género, Cádiz, UNED, 1976, J. ROMERA CASTILLO, «Presuposiciones en los Milagros de Nuestra Señora...» en Actas de las III Jornadas de Estudios Berceanos, Logroño, IER, 1981, pp. 149-159 y la ob. cit. de J. MONTOYA. 6 Véase G. ORDUNA, art. cit., p. 453. 7 Véase SAUGNIEUX, J., Berceo y las culturas del siglo XIII, Logroño, IER, 1982. 8 MUSSAFIA, A., Studien zu den mittelalterlichen Marienlegenden, III, Wien, 1889, pp. 55-56. 9 Ibidem, p. 56-57.
10 Berceo tiene un mayor sentido
de la organización que el autor latino, apreciable en pequeños
detalles. En el milagro XVI el padre del niño judío había sido
arrojado al horno en donde había intentado quemar a su hijo. En el
milagro siguiente, XVII, también habrá cierto castigo para los tres
caballeros que profanan la Iglesia, amortiguado por el perdón. Por
ello, el poeta riojano adapta el texto latino: 11 Las citas de los Milagros remiten a la edición crítica de C. GARCÍA TURZA, Logroño, Colegio Universitario de La Rioja, 1984, sin que respete los títulos de los relatos. 12 Véase GIMÉNEZ, G., ob. cit., pp. 85-86.
13
14 DEVOTO, D.,
Milagros de
Nuestra Señora, Madrid, Castalia, Odres Nuevos, 1969, DUTTON,
B., ob. cit. y ROZAS, J. M., ob. cit. En el fol.
150r. del manuscrito Ibarreta, conservado
en el Archivo de la abadía de Santo Domingo de Silos,
ms. 110 (ant.
93), hay una nota después del milagro de Teófilo que dice: 15 GARIANO, C., ob. cit., p. 174. 16 Sin embargo, J. BURKE, «The Ideal of Perfection: the Image of the Garden-Monastery in Gonzalo de Berceo's Milagros de Nuestra Señora», en Medieval, Renaissance and Folklore Studies in Honor of John Esten Keller, Newark, Delaware, Juan de la Cuesta, 1980, pp. 29-38, señala paralelismos estructurales entre el milagro de San Ildefonso y el de la Iglesia robada (XXIV). 17 Ob. cit., p. 180 y ss. El nombre de María tiene cinco letras, lo que sirvió para que el colector de el Libro dei cinquanta miracoli, s. XIII, dividiera su obra en cinco partes. Cfr. MONTOYA, J., ob. cit., p. 93. 18 «Epies laws of Fok Narrative», en A. DUNDES, ed., The Study of Folklore, Prentice-Hall, Englewood Cliffs, 1965, pp. 129-141. En lo sucesivo, para las características del relato tradicional remito a este artículo sin volverlo a indicar. 19 Para Berceo, véase WEBER DE KURLAT, F., «Notas para la cronología y composición literaria de las Vidas de Santos de Berceo», NRFH, XV (1961), 113-130. 20 Véase GIMÉNEZ, G., ob. cit. y MONTOYA, J., ob. cit. 21 GARCÍA DE LA FUENTE, O., El latín bíblico y el español medieval hasta el 1300, vol. I: Gonzalo de Berceo, Logroño, IER, 1981, p. 220. 22 Véase LE GOFF, J., Il meraviglioso e il quotidiano nell'Occidente medievale, Bari, Laterza, 1983, p. 10 y ss.
23 «La clerecía del mester»,
HR, 53 (1985), p. 140.
Del mismo modo, los Milagros de San Miguel de Excelsis, ed.
de José M. Lacarra, Cuadernos de Etnología y Etnografía de
Navarra, n.° 3 (1969), 347-361, consignan el nombre de su autor
o traductor: 24 Véase ARTILES, J., Los recursos literarios de Berceo, 2.ª ed., Madrid, Gredos, 1968, pp. 28 y ss. 25 Véase LÓPEZ MORALES, H., «Los narradores de los Milagros de Nuestra Señora», en Actas de las III Jornadas de Estudios Berceanos, Logroño, IER, 1981, pp. 101-111. 26 MONTOYA, J., ob. cit., p. 53.
27 El principio elemental y
esencial de la hagiografía es -en palabras de P. H. Delehaye- 28 Véase LE GOFF, J., La civilización del Occidente medieval, Barcelona, Juventud, 1969, p. 439. 29 Véase BERTOLUCCI, V., «Contributto allo studio della letteratura miracolistica», en Miscellanea di Stui Ispanici, VI (1963), 5-72. 30 GIMÉNEZ, G., ob. cit., p. 91. 31 RICO, F. art. cit., p. 141. 32 Ob. cit. p. 53. 33 Véase PAYEN, J. Ch., Le motif du repentir dans h littérature franÇaise médiévale. (Des origines à 1230), Genève, Droz, 1967. 34 Recientemente lo ha estudiado E. M. Gerli, «La tipología bíblica y la Introducción a los Milagros de Nuestra Señora», BHS, LXII (1985), 7-14.
35 En la estrofa 3, ed. de CAÑAS
MURILLO, J. , Madrid, Ed. Nacional, 1978, el autor promete algo
similar: 36 Véase HEUGAS, P., «Strophes initiales et finales dans los Milagros de Nuestra Señora de Berceo», Mélanges de la Casa de Velázquez, XV (1979), 582-593. 37 Analicé el tema en «El entrelazamiento en el Amadís y en Las Sergas de Esplandián», en Studia in Honorem M. de Riquer, de próxima aparición. 38 A veces se convierten en debates jurídicos con una terminología precisa como observó D. INDURÁIN, «Algunas notas sobre Gonzalo de Berceo y su obra», Berceo, 90 (1976), pp. 49 y ss. 39 Art. cit. La «ley del modelo», «de dos en escena» y «el tres» remiten al mismo trabajo. 40 El estudio de H. LÓPEZ MORALES, art. cit. p. 104, permite ver esta complejidad, sin que haya una correlación matemática entre número de diálogos o discursos directos y calidad artística. 41 Lo estudió magníficamente D. DEVOTO, «Pisó yerba enconada», en Textos y contextos..., Madrid, Gredos, 1974, pp. 11-46.
42 He dejado al margen la «ley
del tres», una de las más representativas de los modelos
folclóricos, porque en el contexto de Berceo puede tener conexiones
claramente religosas. Su presencia es abundante: tres son los
protagonistas del milagro XVII; a los tres días de peregrinación se
le aparece el diablo al romero de Santiago (186b); tres días retiene
la Virgen al ladrón en la horca (151a); tres casas le roba Pedro a
San Lorenzo (240b), quien le dará tres pellizcos (242b); Teófilo
hace penitencia durante tres noches (866), vive sólo tres días
después de comulgar (902a), etc. Pero téngase en cuenta que Jonás
está tres días en el «vientre cerrado» (454b), lo que tiene una
interpretación tipológica y que en la Vida de Santo Domingo de
Silos, ed. de A. Ruffinatto, Logroño, IER, 178,
est. 534ab, Berceo explica 43 Ob. cit. p. 56.
44
ZUMTHOR, P., ob. cit., p. 394, los sitúa en el mismo contexto por la
utilización de un idéntico esquema narrativo, en contra de la
opinión de U. EBEL, ob. cit. ROMERA CASTILLO, J., art. cit., lo
aplicó a Berceo. Por mi parte, utilizo la palabra en un sentido
estricto con el valor de 45 Remito a la numeración y edición de KELLER, J. E., Madrid, CSIC, Clásicos Hispánicos, 1961. El relato de «El ladrón devoto» (VI) está también recogido en el ejemplo n.° 48, y una versión menos compleja de «Los dos hermanos» (X), en el n.° 129, similar al n.° 215 de El Espéculo de los legos, ed. de José M. Mohedano, Madrid, CSIC, 1951. En esta colección se incluyen así mismo los siguientes: 361 (XXV), 362 (XXI), 369 (II), 375 (I) y 376 (XII). 46 Ob. cit., p. 14. 47 Motif-Index of Mediaeval Spanish Exempla, Knoxville, Tennessee, 1949. 48 En el Index Exemplorum de F. TUBACH, Helsinki, FFC n.° 204, 1969, corresponde al n.° 3.231 con el epígrafe de Mass to Virgin, mientras que el milagro IX se incluye en el n.° 2.320, Mass, suspension from saying 49 Dejando a un lado la incorporación a textos españoles, los milagros retomados por Berceo forman parte de ejemplarios europeos. Sin ningún ánimo de dar una relación exhaustiva, señalo con el número correspondiente al índice de F. TUBACH citado solamente aquellos cuya identificación es inequívoca: II-5139, III-2094, VI-2235, VII-3720, VIII-3788, IX-3230, XVI-2041, XX-1812, XXI-2 y XXV-3572. Con menor seguridad bien por la escueta referencia de Tubach o por alguna variación se podrían indicar los números I-2589, X-4761, XI-5145, XII-5143, XIV-2039, XV-5148, XIX-4864, etc.
Género y composición de los «Milagros de Nuestra
Señora» Juan Manuel Cacho Blecua
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