1.   Didactismo y composición ante la crítica

El carácter didáctico del Libro de Alexandre fue puesto de manifiesto desde épocas bien alejadas en la historia. Ya sus primeros comentaristas resaltaban ese rasgo de la obra. Así, en el siglo XVIII Tomás Antonio Sánchez, el famoso erudito investigador de nuestra Edad Media literaria y primer editor de nues­tro texto, al comentar, en el prólogo que introduce el Libro en su Colección de poesías castellanas anteriores al siglo XV[1], las afirmaciones insertas por su autor en la, ahora ya, comentadísima estrofa segunda, tantas veces juzgada verdadero manifiesto del Mester de Clerecía, señalaba

«En la segunda copla de su poema empezó ya el autor á declarar su estado clerical. Dice allí que su obra no es obra de joglaría, esto es, burlesca ó peca­minosa, sino de clerecía, esto es, de hombre á cuyo estado, por ser clérigo, no correspondía escrebir cosa que no fuese honesta, seria y de buena enseñanza, como lo es, por los muchos y buenos documentos y pasajes de mística que se encuentran en ella».

Posteriores estudiosos fueron progresivamente profundizando en esa vía, presentando investigaciones más completas y documentadas realizadas en esa dirección.

Es el caso de Raymond S. Willis[2], quien supo, en un memorable trabajo, resaltar el carácter educativo de la obra, espejo de príncipes dedicado, tal vez, insinúa, a Fernando III el Santo o a Alfonso X el Sabio; M.ª Rosa Lida[3], Ian Michael[4], P. A. Bly y A. D. Deyermond[5], que se ocuparon de estudiar el tra­tamiento realizado en el texto de la figura del protagonista, destacando la defensa o ataque, con vistas puestas en la moralización, que el autor hace de su comportamiento; Francisco Rico[6], quien puso de manifiesto la coherencia general de su composición; Jesús Cañas[7], que abordó el análisis del contenido didáctico y del significado, el mensaje, de la obra, relacionándolos con su "composición general; Marina Scordilis Brownlee[8], Juan Manuel Cacho[9], Patrizia Caraffi[10]...

Hoy en día la existencia de elementos didácticos es generalmente aceptada. Incluso ha habido excelentes trabajos, -y baste recordar los elaborados por M.a Teresa Cacho[11], magnífico en su planteamiento y desarrollo, y por Charles F. Fraker[12] sobre la relación entre el Libro y la retórica vigente en el momento (heredera en buena medida de la tradición y reactualizada por los creadores, intelectuales y eruditos de entonces), para corroborarlo-, dedicados a constatar y estudiar el uso de recursos y procedimientos didácticos hecho por el autor del Alexandre, recursos y procedimientos que terminan convertidos en instrumentos útiles para facilitar el logro de sus objetivos primordiales, la transmisión de un mensaje, de carácter también didáctico y además morali­zado^ a los lectores de su creación.

En esa línea se sitúa nuestro propio trabajo que en estos momentos presentamos. Nuestro objetivo es ofrecer otro enfoque distinto del problema, complementario al que ha sido incluido en investigaciones anteriores. Pretendemos estudiar, una vez más[13], aspectos de la composición del Libro de Alexandre, intentando poner de manifiesto el perfecto ensamblaje entre didactismo y narración conseguido en el texto por su creador.

 

 

 

2.   Usos y recursos didácticos en una composición compleja

 

2.1.   La tradición didáctica

 

Explicábamos anteriormente que la crítica admite hoy sin discusiones la existencia de elementos didácticos en el Libro de Alexandre. Es obvio si exami­namos detenidamente su texto. Didactismo observamos en el plano del con­tenido. Constantemente sermones y digresiones, sobre los más diversos temas, son insertados en la obra. Aparecen disquisiciones didácticas sobre las propie­dades de las piedras (lapidario), sobre el mundo y su apariencia (mapamun­di), sobre ciudades, sus caracteres, fisonomía e historia (Babilonia), sobre sucesos legendarios (la guerra de Troya)... Y doctrinales, y moralizadoras, sobre los pecados capitales, sobre los cambios de fortuna, sobre la traición, sobre la soberbia, sobre el menosprecio del mundo...

Pero no sólo al plano del contenido queda reducido el didactismo. Lo ha­llamos, igualmente, en las tradiciones de las que se parte, en los esquemas de estruc­turación formal que se utilizan, en los recursos que se emplean. Así, entre estos últimos, cabría destacar la «aetiología», perfectamente estudiada por Fraker[14]; la «figura», magníficamente explicada por Blyy Deyermond[15]; el «espejo», abor­dado por Willis[16], Carlos García Gual[17] y por mí mismo en la «Introducción» a mi edición de Cátedra[18]; los proverbios, analizados por Harriet Goldberg[19].

Lo mismo acontece con las alusiones históricas, mitológicas y bíblicas que, con abundancia, pueblan los versos del Alexandre. Así, la mención de «Hércules», usada como medio de ensalzar a Alejandro[20]:

«semejava a Hércules,      ¡tant'era esforçado»

(verso 15d)

o de destacar que el héroe, con sus gestas, se convierte en émulo del famoso personaje mitológico:

«Alçides en la cuna,             com solemos leer,

afogó las serpientes                   que lo querién comer;

e yo ya bien devía                        en algo pareçer»

(versos 27abc)

O el recuerdo de legendarios héroes clásicos, muchos de ellos homéricos, cuyas hazañas son presentadas como modelos dignos de imitación:

«Ector e Díomedes                por su cavallería

ganaron prez que fablan       dellos óy en día;
non farián de Ach
iles
               tan luenga ledanía

si sopiessen en él                         alguna covardía».

(versos 70abcd)

«Jasón si non oviesse                abiertos los caminos,

non avría ganado                       tan ricos vellozinos»

(versos 258cd)

En otras ocasiones es la Biblia la fuente a la que se acude para recordar sucesos memorables. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento. Así, los hechos de Baltasar:

«la mano que fiziera                  el oscuro ditado,

lo que don Baltasar                    ovo determinado».

(versos 996cd)

O la predicación de San Pablo en la noble ciudad de Corinto:

«Era esta Corinto                 atan noble çibdat

convirtióla Sant Pablo              después a la verdat»

(versos 196ab)

O, en Asia, la ubicación del paraíso terrenal, el nacimiento y la pasión de Cristo, la fundación de la Iglesia...:

«Ixen del paraíso                  las quatro aguas santas»

(verso 287a)

 

«y nació don Christus        el nuestro redemptor

(verso 284d)

 

«fue del fi de la Virgen         la su sangre vertida

por ond fue la fallençia        de Adam redemida»

(versos 285cd)

«Toda la Santa Iglesia      d'allí priso'l çimiento»

(verso 286a)

 

A veces es la historia la fuente de la alusión. Como las repetidas menciones de Ciro, siempre ejemplo para Alejandro

«La estoria de Ciro                fue derredor echada,

que grant conquista fizo        todo por su espada,

como l'ovo la compaña         de Israel quitada,

Cresus en la su guerra           cómo non ganó nada».

(versos 997abcd)

O el recuerdo de San Mauricio y los mártires de la legión tebea:

«do murió Sant Mauriçio      con muchos de su vando»

(verso 1423d)

Y en todos los casos, la alusión siempre tiene un valor ejemplificador. Sirve para aclarar más una situación, ensalzar a un agonista, un suceso o un lugar, o crear un modelo al que debe ajustarse el comportamiento de un individuo que desee alcanzar la gloria y la fama entre los hombres o, simplemente, llevar una línea de actuación correcta.

Igualmente insertable en el apartado del didactismo es el empleo del criterio del autoridad, la mención de obras o tratadistas famosos, a quienes la tradición ha otorgado prestigio, como prueba de la veracidad o la validez de afirmaciones incluidas en el texto:

«Quiero leer un livro          d'un rey noble, pagano»

(verso 5a)

 

que, como diz'Omero         -non quiero yo bafar-, »(verso 419c)

 

«non lo quiso Omero          en su livro poner».

(verso 759d)

«Cuentan los actoristas,           que dizen muchas befas,»

(verso 1197a)

«Galter non las pudo,                maguer quiso, complir,»

(verso 1501c)

 

O la utilización de determinados recursos, como la amplificatio, la abreviatio, anáforas, perífrasis, apostrofes, sinonimia..., muchos de los cuales han sido ya perfectamente estudiados por la crítica, especialmente en trabajos dedicados a comparar el Libro de Alexandre con sus fuentes (y baste recordar las investigaciones de Willis[21], Michael[22], Cañas[23], Fraker[24], M.a Teresa Cacho[25],...). O el uso de estructuras organizativas de la materia aprendidas en la tradición re­tórica, tal y como M.ª Teresa Cacho y Charles F. Fraker[26] han estudiado.

No sólo hallamos didactismo en esos aspectos. Su intervención en el texto es mucho más importante. Lo encontramos en la composición general que el Libro ha recibido.

 

 

 

2.2.   Estructuras y recursos didácticos en la composición general

 

En la «Introducción» a nuestra edición del Libro de Alexandre[27] ya señalábamos, aunque no llegábamos a desarrollarlo completamente, que en la obra era detectable una estructuración dual. En el Libro se encuentra una composición general montada sobre la base de un doble plano. Aparece, por un lado, un conjunto de aventuras que integrarían lo que llamaríamos plano narrativo; y, por otro, un conjunto de sermones y digresiones teóricas, didácticas y doctrinales, que darían cuerpo a lo que podría denominarse plano discursivo.

El plano discursivo daría cabida al contenido y al significado de la obra[28]. En él aparecen temas y digresiones sobre los asuntos fundamentales del Libro. En concreto, como ya explicamos en otro lugar[29], el contenido básico de la pieza gira en torno a tres grandes conjuntos temáticos, la traición, la soberbia y el menosprecio del mundo. A ellos se unen otros, como los cambios de fortuna. El significado, didáctico, moralizador, se monta sobre uno de esos, el menosprecio del mundo. Como en otro momento indiqué[30],

«la historia de Alejandro es presentada como un ejemplo de la "vanidad" de las cosas de este mundo. En el Libro es retratado un personaje que fue capaz de alcanzar el dominio sobre toda la tierra,» -«conquiso tod'el mundo, metiólo so su mano» (verso 5c), se explica en las primeras estrofas de la obra—, «pero al que, en última instancia, todas sus hazañas de nada le valieron: murió como el resto de los mortales y su gloria sólo le sirvió para quedar en la simple memoria de los hombres».

El plano narrativo estaría integrado por el conjunto de relatos que se incluyen en el argumento, esencialmente centrados en la biografía, histórica y legendaria, de Alejandro Magno, del gran emperador macedonio, admirado por la tradición y por la historia.

Los dos planos han sido, de otras formas, individualizados. El protagonista principal del plano narrativo es Alejandro. El protagonista principal del plano discursivo es el narrador. No obstante, cierto es, se pueden producir interferencias, pues Alejandro, —y otros personajes-, puede adoptar, y así sucede en sus discursos y en algunas partes de la obra, como la digresión de la guerra de Troya, funciones propias del narrador. En estos casos, la figura del narrador queda multiplicada, escindida en varios frentes, distribuida entre varios agonistas. Hay un narrador principal, que es el autor; otro secundario, que es Alejandro; otros accidentales, que son personajes menos importantes. Todo crea complejidad estructural en el Libro. Pero no confusión. Las funcio­nes de todos esos narradores son complementarias. Sus comportamientos también. Todos quedan engarzados utilizando una técnica de reflejos, de espejo, similar a la empleada para configurar el sistema general de estructuración de la obra, estudiado por mí en el prólogo a mi edición del texto[31].

La intención del autor es mantener compacta su creación. Él tiene perfecta consciencia de que en su texto todo está relacionado. Al introducir una de sus digresiones destaca:

«pero será en cabo                     todo a un lugar».

(verso 2324d)

Varios recursos, varios procedimientos, son empleados para dar unidad a esos dos planos del texto.

Por una parte, la aparición de un narrador principal único, omnisciente, moralizador, capaz de conocer los hechos y juzgarlos y de transmitir aconte­cimientos y juicios a un auditorio curioso, deseoso de conocer novedades y apto para recibir un conjunto de enseñanzas útiles para su vida. Un narrador que hace notar constantemente su presencia en su escrito. Con el uso de la primera persona:

 

«Señores, si queredes       mi servicio prender
querríavos de grado
                   servir de mi mester»

(versos 1ab)

 

«Mester traigo fermoso      non es de joglaría»

(verso 2a)

 

«Quiero leer un livro» (...)

terném, si lo cumpliere,        por non mal escrivano.»

(versos 5a y d)

 

Con la utilización de fórmulas de la voz narradora, extraídas del lenguaje oral formulario, tan aceptado por los clérigos del Mester:

«en escripto yaz'esto,                sepades, non vos miento»

(verso 11d)

«sabet que en las pajas             el cuer non tenïé»

(verso 18d)

«sabet que de dormir                 nol prendía taliento»

(verso 28d)

Un narrador, que, cuando queda complementado por diversos narradores secundarios, recibe esa técnica de reflejos antes mencionada como garante de la unidad.

Por otra parte, la aparición de un único personaje principal unifica toda la composición general. El es quien protagoniza todo el hilo narrativo funda­mental. En torno a él giran los grandes discursos de la obra. Sobre él se monta el contenido y el significado de la pieza[32].

El enlace entre discursos y narraciones se establece, igualmente, mediante el empleo de un esquema de organización basado en la secuencia sentencia-ejemplo. El proceso de composición de la obra sigue una estructuración que va de la definición a lo definido. El creador desea, como explicábamos, mostrar la vida de Alejandro como un ejemplo que ha de llevar al auditorio al menosprecio del mundo. Esa idea, el menosprecio del mundo, que está en la base de la intencionalidad del autor, del significado de su escrito, de su crea­ción, actúa como definición, como sentencia. El relato de las hazañas de Ale­jandro, base de la narración, de la parte narrativa del argumento, actúa como soporte de la definición, como ejemplo, -o, en la tradición medieval, como «exemplum», como «ensiemplo»—; en última instancia, como definido, como entidad concreta. En esta dualidad, como en otro momento ya manifesté[33],

«La narración no tiene un carácter secundario». «Lo fundamental no es el didactismo -moralización aquí-». «El relato es importante desde el momento en que sobre él se monta toda esa moralización».

El problema es que el uso del esquema descrito no es, en el Alexandre, simple, sino complejo. En él[34]:

«El didactismo se desprende de los hechos relatados, no es preexistente a éstos. Lo que sucede es que nuestro autor, una vez conocidos los hechos y concebido el didactismo moralizante», -evidentemente sugerido por los acontecimien­tos de los que ha tenido noticia en fuentes escritas anteriores, en libros pre­vios-, didactismo «que quería hacer depender de ellos, que quería presentar a» su auditorio «como conclusión provechosa de los mismos, utiliza una curiosa técnica mediante la cual invierte el proceso que genéticamente (y quiero subrayar esta palabra) ha tenido lugar, y consistente en convertir, a posteriori, toda la narración en un conjunto de hechos que, artificialmente, se sitúa en función de la enseñanza mediante la continua inclusión de estrofas de contenido moralizante, y, sobre todo, mediante la inserción de unas estrofas, al final de la obra (2671-2672), en las cuales el escritor expone directamente al hipotético público receptor de su texto la "doctrina" que la vida de Alejandro Magno sirve -insisto, falsamente- para ejemplificar. El desarrollo natural de los hechos va del relato a la moralización», -o, con otras palabras, del ejemplo a la sentencia, de lo definido a la definición-. «Su desarrollo artificial, el ideado en un segundo estadio por el autor, desde la moralización hasta el relato» -desde la sentencia hasta el ejemplo, desde la definición hasta lo definido-.

El esquema de organización general es también observable en unidades más concretas, en episodios específicos. Aparece en las grandes digresiones[35]. Así, en la guerra de Troya[36], cuyos hechos y protagonistas son convertidos en un modelo de comportamiento para el héroe y sus hombres[37]; la tienda de Alejandro, microcosmos estético, ideológico... de la obra, como ha estudiado Juan Manuel Cacho[38]... Aparece en historias integradas en el relato principal. Así, la muerte de Filipo, ejemplo del tema de la traición; la historia de Ciro, ejemplo del tema del menosprecio del mundo; la destrucción de Tiro, ejemplo del tema de la traición; la pérdida de Darío, ejemplo del tema de la traición; la muerte de Darío, ejemplo del tema del menosprecio del mundo; la muerte de Hermolaeus y de Clitus, ejemplo del tema del menosprecio del mundo; el descenso de Alejandro al fondo del mar, ejemplo del tema de la soberbia; ladescripción del infierno y de los pecados mortales (capitales), ejemplo del tema del menosprecio del mundo; la traición a Alejandro, ejemplo del tema de la traición; la muerte de Alejandro, ejemplo del tema del menosprecio del mundo... Los ejemplos podrían multiplicarse.

El esquema de organización no es estático, como puede desprenderse de lo expuesto con anterioridad. Puede aparecer bajo la forma de sentencia-ejemplo, dada esa inversión del proceso natural que antes hemos abordado. Pero en muchas ocasiones la organización es la opuesta. En el relato está el punto de partida. Tras él se sitúa una enseñanza. El relato, en esos momentos, sigue actuando de ejemplo. La doctrina, por el contrario, sirve de moraleja. Es, por citar un solo caso, el esquema que encontramos en la digresión sobre la guerra de Troya que antes hemos mencionado.

La aparente simplicidad del esquema general, visto lo que vamos exponien­do, no es en absoluto real. Otros datos corroboran esta impresión. Existen dos líneas organizativas básicas. Un plano de sermones y un plano de aventuras, de narración. Pero cada uno de ellos no siempre puede aparecer en estado puro. En el relato aparecen células discursivas, a veces en forma de avisos de buen obrar, o de comentarios, o llamadas de atención del narrador, o del protagonista, sobre el correcto o incorrecto comportamiento de ciertos agonistas. Tal sucede, por ejemplo, con los paréntesis doctrinales tipo:

 

«Avié muchos concejos                muchas gentes balderas

-juglar es tod'el mundo                muchas gentes balderas

aún, por más buscar,                   ixién a las carreras,

ca non podién dar cabo               a vaziar las calderas».

 

(versos 337abcd)

 

O con la imprecación contra Antipater sita en la estrofa 2456. O con los consejos de Aristóteles a Alejandro (estrofas 48-85), incluidos en los episodios de la formación del-héroe al principio de la obra. O los diversos discursos de Alejandro que aparecen en torno a luchas y escenas de batallas (recordemos, por ejemplo, la arenga dirigida a los griegos que desfallecían tras conocer las amenazas de Darío -estrofas 787-792-). En el sermón pueden aparecer células narrativas, pequeños relatos secundarios, o ser utilizados recursos típicos de la narración. Tal acontece con la mención de Hércules incluida en la estrofa 256, utilizada para convencer, con un ejemplo concreto, al oyente del sermón sobre la propiedad de la tesis expuesta; o con la digresión del infierno y de los pecados mortales[39] (estrofas 2325-2424), en la cual se hace uso del recurso de la personificación -como sucede, por razones no enteramente coincidentes, en el episodio de Don Carnal y Doña Cuaresma en el Libro de Buen Amor-, para hacer más claro su contenido doctrinal al auditorio, recurso con el cual queda equiparada a relatos insertados en otras partes del Alexandre.

Los dos planos del argumento generalmente suelen ser complementarios. Uno, el narrativo, suele ser ejemplo directo del otro, el discursivo. No siempre este procedimiento es el adoptado. En ocasiones se hace uso del contraste, de la dialéctica de contrarios, de la enseñanza «ex contrario». Habitualmente los sucesos son ejemplos de lo que se debe hacer. Tal sucede con el comportamiento inicial de Alejandro como caballero y como rey[40] (estrofas 7-270). Pero aparecen actuaciones negativas, ofrecidas, entonces, como ejemplo de lo que no se debe hacer. Tal acontece con la traición que padece Darío (estrofas 1641­1820), con el pecado de soberbia de Alejandro (estrofas 2266-2457), con la traición de Antipater (estrofas 2456 y 2538-2669). Este procedimiento, esta argumentación al revés, «ex contrario», era, también, recurso consagrado por la tradición retórica, defendido por ella, puesto al servicio de los escritores para que lo utilizasen en el momento de efectuar la creación de sus obras.

La existencia de la dualidad de planos en el Alexandre no implica la pérdida de unidad y coherencia interna en el texto. Ambos planos quedan distribuidos y perfectamente engarzados en una estructura basada en el número tres. Una estructura que los relaciona, que los une. El resultado es una composición coherente, basada en la técnica del espejo, de reflejos, tal y como en un estudio anterior, parcialmente recogido en la Introducción a nuestra edición del Libro, tuvimos ocasión de poner de manifiesto[41].

 

 

 

2.3.   La composición general en su contexto

 

El Libro de Alexandre no es, desde la perspectiva que estamos analizando, pieza única en su género. No es caso aislado. No es texto señero, extraño, que ofrezca peculiares pautas generales de composición[42]. En nuestra historia literaria hallamos otras creaciones que ofrecen notables semejanzas con la que nos ocupa. Algunas próximas en el tiempo al Libro de Alexandre. Tal sucede con obras de Gonzalo de Berceo, con el Libro de Apolonio, el Poema de Fernán González, o, ya en siglo XIV, con el Libro de Buen Amor, de Juan Ruiz, o el Rimado de Palacio, del Canciller Pero López de Ayala. Incluso en todas ellas se detecta una composición general esencial y básicamente coincidente con la que posee el Alexandre. Es ésta una concomitancia que queda bien puesta de manifiesto en alguno de los textos mencionados. Tal sucede con el Libro de Buen Amor, estudiado por mí, desde parecidas perspectivas, en un trabajo paralelo al que en estos momentos presentamos[43]. En otros habría que corroborar impresio­nes de lectura y de análisis dirigido a otros aspectos de los mismos, con investigaciones similares a las que ya hemos realizado.

La concomitancia no sólo puede detectarse entre nuestro Libro y piezas redactadas en la época medieval. Hay creaciones posteriores que manejan similares esquemas compositivos. Tal acontece, como señalamos en nuestro estudio dedicado al Libro de Buen Amor, antes mencionado, con La vida del pícaro Guzmán de Alfarache. Atalaya de la vida humana, novela iniciadora, a finales del siglo XVI, junto con el Lazarillo de Tormes, de la poética de la novela picaresca, escrita por Mateo Alemán, y por vez primera publicada en 1599, en Madrid, en la Imprenta de Várez de Castro[44].

Las razones de las coincidencias hay que buscarlas en las tradiciones de las que parten todos esos textos. Más adelante lo señalaremos. Pero, además, hay que destacar que, en el caso específico de las obras encuadrables en el Mester de Clerecía, las técnicas y los esquemas compositivos mencionados, tal vez formen parte de la «maestría», del mester, del oficio propio de los autores que integran la escuela clerical. Tal vez sea un rasgo, una característica, definidor del propio Mester, de las obras que forman parte del grupo. O, si aceptamos la teoría, la interpretación, expuesta por Nicasio Salvador[45], un constituyente de género.

 

 

 

 

3.   Composición y didactismo: conclusiones

 

La procedencia de los esquemas generales de composición que encontramos en el Libro de Alexandre, y en los que se detecta, insistimos, coincidencia con otras creaciones del Mester de Clerecía, hay que buscarla en las tradicionesde las que parte su creador. El autor del Libro desea obtener una obra útil y provechosa para su auditorio. El ofrece a sus lectores, y oyentes, en su caso, un libro ameno, lleno de historias buenas y divertidas, dignas de ser contadas:

 

«Qui oir lo quisiere,             a todo mi creer,

avrá de mí solaz,                         en cabo grant plazer,

aprendrá buenas gestas           que sepa retraer,

averio an por ello                       muchos a connoçer».

(versos 3abcd)

 

En definitiva es el viejo tópico del enseñar deleitando el que se encuentra en la base de la composición del Libro de Alexandre, y en ello nuestro texto vuelve a coincidir con otros escritos producidos por el Mester.

El autor, pues, desea ofrecer a su público, a sus receptores, un conjunto divertido de sucesos interesantes de los cuales, a la vez, se pueda derivar algún tipo de utilidad, de enseñanza, y esta enseñanza, como indicamos en su momento, es de índole moral. El significado se convierte así, volvemos a recordarlo, en la base, si bien artificial, de la obra. El proceso de composición iría, así -aunque sea, según expusimos, a posteriori—, del significado a la narra­ción, de la definición a lo definido, de la doctrina al relato. Y entre esas dos partes lo habitual es que no se adopte una técnica de contraste, sino un criterio de complementariedad.

Para alcanzar ese objetivo básico, ese enseñar por medio de la diversión, el escritor acude a la tradición cultural de su época. Fija sus ojos en aquella parte de la retórica que le enseña a componer textos de esta índole. Acude a la retórica sagrada, a las artes predicandi, a las artes de componer un sermón. El enlace del Alexandre con este tipo de textos, con esa parte de la retórica tradicional, queda plenamente explicitado en sus versos. Al final de la magna digresión sobre la guerra de Troya, espejo estructural, compositivo... de todo el relato base, hallamos la siguiente justificación para las enseñanzas que a continuación van a ser insertadas, aquellas que el héroe, Alejandro, -narrador que en esos momentos asume funciones similares a las que posee el narrador general en toda la obra, no lo olvidemos-, quiere explicitar ante su auditorio, sus propios hombres, su propio ejército:

 

«Pero com'es costumbre   de los predicadores
en cabo del sermón
                    adobar sus razones,

fue aduziendo él                          unos estraños motes,

con que les maduró                   todos los coraçones»

(versos 763abc)

 

La habilidad de que hace gala el autor en el manejo de los recursos retóricos es extraordinaria. Como indica M.a Teresa Cacho[46],

«el autor del Libro de Alexandre nos demuestra un perfecto conocimiento (tal vez no directo, sino a través de ejercicios escolares) de las técnicas retóricas y una soltura extraordinaria en su manejo y aplicación a la obra literaria».

El problema es determinar el origen de sus conocimientos en este campo.

Lo cierto es que nos hallamos ante un hombre perfectamente familiarizado con los trucos de la retórica, conocedor de las técnicas de construcción de un sermón. Sus conocimientos, su saber, quedan perfectamente relacionados con los que poseían los escolares de la época, los hombres que habían tenido acceso a una educación superior, aquellos que se obtenían en las escuelas del momento, en el studium generale, en las incipientes universidades del periodo[47]. Tal vez se tratase de una persona relacionada con la Universidad de Palencia, como, con certeros argumentos, y de peso, han sugerido investigadores como Brian Dutton, Francisco Rico, Jesús Menéndez Peláez, e Isabel Uria[48]. Tal vez se tratase de un individuo, dado los sistemas de composición que utiliza, tal y como estudié en otro lugar[49], relacionado con las escuelas alfonsíes, que formase parte de las mismas. Tal vez, de ambas cosas a la vez, dado que la relación entre Mester de Clerecía, Universidades y escuelas alfonsíes, como indiqué en otro momento[50], pudo ser estrecha por esos años:

«Tal vez los "clérigos" del Mester se formasen en Palencia con profesores pro­venientes de Francia», -y así hallaríamos la explicación a las tantas veces seña­ladas concomitancias que encontramos entre las creaciones españolas de la escuela y la cultura francesa del periodo—, profesores provenientes «de la Universidad de París, y tuviesen como compañeros a personas que llegarían a formar parte de las escuelas alfonsíes. Juntos aprenderían técnicas retóricas, recursos y sistemas de composición que en la cultura francesa estaban en vigor, y las utilizarían para crear obras en España. De ahí las semejanzas. Quizá los» mismos «clérigos del Mester, educados por profesores españoles, pero también franceses, llegaran a convertirse en miembros de las propias escuelas alfonsíes».

En todo caso, es éste un asunto que excede los límites de nuestro actual trabajo, y que quizá en un futuro no muy lejano tengamos ocasión de abordar más por extenso.

 

 


 

 

NOTAS

 

[1] Tomás Antonio Sánchez, prólogo introductorio al texto del Libro de Alexandre en su Colección de poesías castellanas anteriores al siglo XV, Madrid, Sancha, 1779-1790, 4 vols. Ese prólogo fue reproducido en el tomo LVII de la B.A.E., Poetas castellanos anteriores al siglo XV. Colección hecha por Don Tomás Antonio Sánchez, continuada por (...) Don Pedro José Pidal, y considerablemente aumentada e ilustrada a vista de los códices y manuscritos antiguos por don Florencio Janer (Madrid, Rivadeneyra, 1864), págs. XXVI-XXXI. La cita que recogemos se halla en pág. XXVII.

[2] Raymond S. Willis, «Mester de Clerecía: a Definition of the Libro de Alexandre», en Romance Philology, X, 1956-1957, págs. 212-224.

[3]  M.* Rosa Lida de Malkiel, La idea de la fama en la Edad Media castellana, México, F.C.E., 1952, 1.* ed. (sobre el Libro de Alexandre, págs. 167-197); «Datos para la leyenda de Alejandro en la Edad Media castellana», en Romance Philology, XV, 1961-1962, págs. 412-423, reimpreso en La tradición clásica en España, Barcelona, Ariel (Letras e Ideas), 1975, págs. 177-197.

[4] Ian Michael, «Interpretador) of the Libro de Alexandre. The Author's Attitude towards his héroe death», en Bulletin of Híspante Studies, XXXVII, 1960, págs. 205-214. Y The Treatment of Classical Material in the Libro de Alexandre, Manchester, Manchester University Press, 1970.

[5] P. A. Bly y A. D. Deyermond, «The Use of figura in the Libro de Alexandre», en Journal of Medieval and Renaissance Studies, 2, 1972, págs. 151-181.

[6] Francisco Rico, «Libro de Alexandre», en El pequeño mundo del hombre. Varia fortuna de una idea en las letras españolas. Madrid, Castalia, 1970, págs. 50-59 (segunda edición en Madrid, Alianza -Alianza Universidad-, 1986).

[7] Cf. Jesús Cañas Murillo, «Visión del mundo y significado», apartado de la «Introducción» a su edición del Libro de Alexandre, publicada en Madrid, Cátedra (Letras Hispánicas), 1988, 2.a ed. (se encuentra el apartado en págs. 75-82). El estudio de los aspectos didácticos del Alexandre fue también abordado en Jesús Cañas Murillo, Composición e invención en el Libro de Alexandre. Memoria de licenciatura presentada en la Universidad Autónoma de Madrid, el día 16 de noviembre de 1973, y dirigida por el Doctor D. Juan Manuel Rozas López [inédita].

[8] Marina Scordilis Brownlee, «Pagan and Christian: The Bivalent Hero of the Libro de Alexandre», en Kentucky Romance Quartely, XXX, 3, 1983, págs. 263-270.

[9] Juan Manuel Cacho Blecua, «La tienda en el Libro de Alexandre», en Actas del Congreso Internacional sobre la lengua y la literatura en tiempos de Alfonso X Murcia, Universidad de Murcia, 1985, págs. 109-134.

[10] Patrizia Caraffi, «Clereçía, alegría, escriptura: sull'identificazione con l'eroe nel Libro de Alexandre», en Medioevo Romanzo, XIII, 1988, págs. 237-252.

[11] María Teresa Cacho, «Retórico so fino. Sobre los tópicos en el Libro de Alexandre», en Homenaje a Don José M.ª Lacarra de Miguel en su jubilación del profesorado. Miscelánea, V. Zaragoza, Anubar, 1982, págs. 133-151.

[12] Charles F. Fraker, «The Role of Rhetoric in the Construction of the Libro de Alexandre», en Bulletin of Hispanic Studies, LXV, 1988, págs. 353-368; y su reciente libro The Libro de Alexandre. Medieval Epic and Silver Latin, Chapel Hill, University of North Carolina at Chapel Hill, Departament of Romance Languages (North Carolina Studies in the Romance Languages and Literatures, 245), 1993. En la misma línea se encuentra la tesis doctoral, inédita, dirigida por C.C. Smith, de Peter S. Such, The Origins and Use of the School Rhetoric in the «Libro de Alexandre», Ph. D. Dissertation, Cambridge University, 1979.

[13]  Ya lo hicimos en nuestra memoria de licenciatura y en el prólogo a nuestra edición, ambos citados en la nota 7.

[14]   Charles F. Fraker, «"Aetiología" in the Libro de Alexandre», en Hispanic Review, LV, 1987, págs. 277-299.

[15] Cf. artículo citado en nota 5.

[16] Cf. artículo citado en nota 2.

[17] Carlos García Gual, «Don Homero en el Libro de Alexandre», en Lecturas y fantasías medievales. Madrid, Mondadori, 1990, págs. 151-164.

[18] Libro de Alexandre. Ed. Jesús Cañas Murillo. Madrid, Cátedra (Letras Hispánicas), 1988. La «Introducción», en págs. 9-91. Ver, sobre este particular, especialmente el apartado «Estructura tres», págs. 42-49.

[19] Harriet Goldberg, «The Proverb in Cuaderna vía Poetry: A Procedure for Identification», en Hispanic Sludies in Honor of Alan D. Deyermond. A North American Tribute. Ed. John S. Mitelich. Madison, The Hispanic Seminary of Medieval Studies, 1986, págs. 119-133.

[20] Todas las citas que incluimos han sido extraídas de mi edición mencionada en la nota 18.

21 Raymond S. Willis, The relationship of the Spanish Libro de Alexandre to the Alexandreis of Gautier de Châtillon, Princenton, Princenton University Press, 1934; y The debt of the Spanish Libro de Alexandre to the French Román d'Alexandre, Princenton, Princenton University Press, 1935.

22 Ian Michael, The Treatment of Classical Material in the Libro de Alexandre, Manchester, Manchester University Press, 1970.

23 Véase en la «Introducción» a su edición de la obra, citada en nota 18, los apartados «Fuentes», págs. 31-34, e «Invención», págs. 70-74. Fue asunto abordado, también, en el apartado «Invención» de la memoria de licenciatura citada en la nota 7.

[24] Cf nota 12.

[25] Cf. nota 11.

26 Cf. notas 11 y 12.

27 Ed. cit. en nota 18, pág. 78.

28 Vid., en la «Introducción» a mi edición del Libro de Alexandre, citada en la nota 18, las páginas 75-82.

[29]  Vid., en la «Introducción» a mi edición del Libro de Alexandre, citada en la nota 18, las páginas 77-82.

[30] Vid., en la «Introducción» a mi edición del Libro de Alexandre, citada en la nota 18, la página 78, en la que se inserta la cita recogida a continuación.

[31] Cf. nota 18.

[32] Vid., en la «Introducción» a mi edición del Libro de Alexandre, citada en la nota 18, las páginas 69-70 y 75-82.

[33] Vid., en la «Introducción» a mi edición del Libro de Alexandre, citada en la nota 18, la página 78, en la que se inserta la cita recogida a continuación.

[34] Continúa la cita.

[35] Cf. la «Introducción» a mi edición del Libro de Alexandre, citada en la nota 18, y el trabajo de Ian Michael citado en la nota 22.

[36] Cf. Emilio Alarcos Llorach, Investigaciones sobre el Libro de Alexandre. Madrid, C.S.I.C., 1948.

37 Cf. el discurso final de Alejandro incluido en las estrofas 764-772 (en mi edición, citada en nota 18, págs. 280-281).

[38] Cf. Juan Manuel Cacho Blecua, op. cit. en nota 9.

[39] Cf. Isabel Uría, «Secuencias anómalas en la descripción de los pecados capitales del Libro de Alexandre», en Homenaje a Alonso Zamora Vicente, III. Madrid Castalia, 1991, págs. 129-143.

[40] Cf. la «Introducción» a mi edición del Libro de Alexandre, citada en la nota 18, págs. 51­64.

[41] Cf, en ed. cit. en nota 18, «Composición» («Estructura externa», «Estructura tres», «Estructura cíclica», «Estructura narrativa», «Sobre el modo de composición», «Unidad de la obra»), págs. 34-70. El estudio más completo se incluye en mi memoria de licenciatura, citada en nota 7.

[42] Problemas de composición en la literatura medieval española son tratados por Colbert I. Nepaulsingh en su trabajo Towards a History of Literary Composition in Medieval Spain. Toronto, University Press, 1986. Al Libro de Alexandre le dedica las páginas 77-84 y 203-205. No me ha sido posible consultar este estudio.

[43] Cf. Jesús Cañas Murillo, «Algunas observaciones sobre el didactismo en el Libro de Buen Amor (Notas tras una lectura atenta)», en Anuario de Estudios Filológicos, XVI, 1993, Cáceres, U.Ex., 1995, págs. 41-52.

[44] Véase, sobre la estructura didáctica del Guzmán de Alfarache, los excelentes trabajos de Enrique Moreno Báez, Lección y sentido del Guzmán de Alfarache, Madrid, C.S.I.C. (Anejos de la R.F.E., XL), 1948; Edmond Cros, Protée et le gueux. Recherches sur les origines et la nature du récit picaresque dans Guzmán de Alfarache, París, Didier, 1967; Francisco Rico, «Estructuras y reflejos de estructuras en el Guzmán de Alfarache», en Modern Language Notes, 82, 2, marzo de 1967, págs. 171­184 (reimpresión, con el título de «Del ensayo a la novela: Estructuras y reflejos de estructuras en el Guzmán de Alfarache», en Ensayo (Reunión de Málaga, 1977), Málaga, Diputación de Málaga, 1980, págs. 127-140); Francisco Rico, «Consejos y consejas de Guzmán de Alfarache», en La novela picaresca y el punto de vista, Barcelona, Seix Barral, 1973, 2.ª ed., págs. 57-91.

[45] Cf. Nicasio Salvador Miguel, «"Mester de Clerecía", marbete caracterizador de un género literario», en Revista de Literatura, XLII, 1979, págs. 5-30. Incluido, abreviado, en Teoría de los géneros literarios, ed. Miguel Ángel Garrido Gallardo, Madrid, Arco Libros, 1988, págs. 343-371.

[46] Op. cit., en nota 11. La cita en pág. 134. Ver también los trabajos de Fraker citados en nota 12.

[47] George D. Greenia, «Medieval Narrator as Schoolmaster: the Libro de Alexandre», en La Coránica, XII, 1,1983, págs. 141-142. Ronald Surtz, «El héroe intelectual en el mester de clerecía», La Torre, 1, 2, nueva época, 1987, págs. 265-274. Patrizia Caraffi; «Clereçía, alegría, escriptura. sull'identificazione con l'eroe nel Libro de Alexandre», en Medioevo Romanzo, XIII, 1988, págs. 237­252.

[48] Brian Dutton, «French influences in the Spanish Mester de Clerecía», en Medieval Studies in Honor of Robert White Linker, Valencia, Castalia, 1973, págs. 73-93. Francisco Rico, «Letteratura latina e poesia romanza nel primo Duecento spagnolo», en Aspetti della letteratura latina nel secolo XIII (Atti del primo Convegno internazionali di studi dell' Associazione per il Medioevo e V Umanesimo latini, ed. Claudio Leonardi y Giovanni Orlandi, Firenze, Università di Perugia y La Nuova Italia, 1983, págs. 105-123. Francisco Rico, «La clerecía del mester», en Híspanle Review, 53, 1, 1985, págs. 1-23. Jesús Menéndez Peláez, «El IV Concilio de Letrán, la Universidad de Palencia y el mester de clerecía», en Studium Ovetense, XII, 1984, págs. 27-39. Isabel Uria Maqua, «Gonzalo de Berceo y el mester de clerecía en la nueva perspectiva de la crítica», en Berceo, CX-CXI, 1986, págs. 7-20. Isabel Uria Maqua, «El Libro de Alexandre y la Universidad de Palencia», en Actas del I Congreso de Historia de Palenàa, IV, Palencia, Diputación Provincial, 1987, págs. 431-442.

[49] Cf. en la «Introducción» a mi edición del Libro de Alexandre, citada en la nota 18, el apartado «Sobre el modo de composición», págs. 65-68.

[50] Vid. op. cit. en nota 49, pág. 68.

 

 
 

DIDACTISMO Y COMPOSICIÓN EN
el libro de alexandre

 

Anuario de estudios filológicos, ISSN 0210-8178,
Vol. 18, 1995 , pags. 65-79

 

JESÚS CAÑAS MURILLO