Códice Albeldense o Vigilano (de ordo celebrando, folio 34).

 

 

(AÑOS 930-951)

 

Por demás curiosa es la noticia. De paso en peregrinación a Santiago de Compostela, allá por los años 950-951, hace alto en Albelda de Iregua (Logroño), Gotescalco, prelado de Ánicium (hoy Le Puy) en la Aquitania, y pide a Gomesano, monje del cenobio de San Martín, una copia del libro de San Ildefonso sobre «La perpetua virginidad de María Santísima»; le promete Gomesano satisfacer sus deseos, y a la vuelta de su viaje recoge Gotescalco el códice y se lo lleva. Así, gracias a Gotescalco conocemos a Gomesano, y gracias a Gomesano, conocemos a Gotescalco.

 

 

 

 

I.   LA CARTA DEDICATORIA

 

Muy cortés el copista puso a la cabecera de su trabajo un razonamiento dedicando la obra al obispo peregrino. Reservando para los apéndices el texto latino de éste y los otros dos documentos originales, ya por las noticias interesantes en ellos contenidas, ya para que los lectores puedan fácilmente conservarlos, puesto que no es tan asequible hacerse con su conocimiento y posesión, ya, finalmente, por afianzar en su autoridad mis afirmaciones, pondré aquí la versión española del documento: Dice así el prólogo:

«He aquí como yo Gomesano, aunque indigno gozando del orden presbiterial en el monasterio de Albelda, situado en los confines de Navarra, dentro del sagrado claustro donde se conservan reliquias del santo y bienaventurado obispo Martín,

«llevando vida regular, bajo el gobierno del santo padre, es decir, del abad Dulquito en compañía de casi doscientos monjes siervos de Cristo,

»a ruegos del obispo Gotescalco,

»que por motivos de oración había partido de tierras de Aquitania con devoción patente a todos, y seguido de una numerosa comitiva marchaba al extremo de Galicia para mover la divina misericordia e implorar humildemente la protección del Apóstol Santiago;

»escribí con gusto el libro ya publicado con toda elegancia y claridad por el bienaventurado Ildefonso, obispo de la la sede toledana, en el cual se contiene el tratado «De la alabanza de la virginidad de santa María virgen perpetua y Madre de Nuestro Señor Jesucristo»; donde el citado obispo Ildefonso guiado por el divino Espíritu, penetrado de los proféticos oráculos, fortalecido con los testimonios evangélicos, instruido en la doctrina de los Apóstoles, asegurado con la confirmación del cielo y de la tierra, armado con la espada de la palabra de Dios, hirió de muerte la perfidia de Joviniano, deshizo el error de Elvidio con argumentos de la razón fundada en la verdad, y trituró la dureza de los judíos no sólo con la coincidencia de ángeles y hombres, sino también con la pública confesión de los demonios, Ahora bien, todo aquél que con diligencia lea en este libro, fácilmente encontrará qué frases ofrece tan dulces y al mismo tiempo llenas de divinos encantos. De este libro sacará el creyente suavidad y el irresoluto un medio de arrojar lejos de sí la maldad del error.

»Sin duda ninguna deduzco de aquí que será premiado por Cristo con igual gloria el obispo Gotescalco, que ha incrementado en este mismo tiempo la devoción a la Madre de Dios en su propia diócesis aniciense de Aquitania, como el obispo Ildefonso la extendió antes a toda la Iglesia Católica: porque, si bien no tiene el trabajo de pelear con herejes, su piadosa devoción se iguala en la recompensa del premio.

»En cuanto a mí, pobre y miserable Gomesano, concédame Cristo, aplacado por la intercesión de su gloriosa Madre, aquí la remisión total de mis pecados, y después de acabar la carrera de esta vida, gozar con todos los santos en el reino de los cielos de la feliz bienaventuranza que ha de permanecer para siempre.

»Trasladó de España este libro a Aquitania el santísimo obispo Gotescalco, en tiempo de invierno, es a saber, en los primeros días del mes de enero, transcurriendo felizmente la Era de novecientos ochenta y nueve, reinando nuestro Señor Jesucristo, que un solo Dios con el Padre y el Espíritu Santo es glorificado por los siglos de los siglos. Amén.

»Por estos mismos días murió también el rey de Galicia Ramiro (el II)».

Este curioso prólogo puesto por Gomesano al frente de su libro, no obstante su corta extensión, es tan rico en noticias, que él nos servirá de guía en nuestro trabajo, el cual vendrá a ser de este modo como un comentario histórico-geográfico, al que han de servir como base principal los datos espontáneamente proporcionados por el monje de Albelda en su Carta-Dedicatoria.

 

II.   ¿QUIÉN ERA GOMESANO?

 

En poco estuvo que un error de copia no nos arrebatase de Albelda de Iregua (Logroño) a Gomesano para elevarle de la simple condición de monje a la categoría de abad del quimérico cenobio Hildense del que nadie ha sabido nunca nada. Sin duda que Gomesano habría ganado en dignidad, pero siempre a costa de la verdad histórica y en perjuicio de nuestro riojano monasterio. Tanto importa leer bien los documentos paleográficos y tan grave responsabilidad contraen quienes se aventuran a juicios definitivos, añadiendo letras a las palabras o palabras a las frases que otros tienen repetidas veces contadas.

El laborioso diplomático Nicolás Claudio Fabri de Peiresc, conocido más comúnmente por Nicolás Fabro, de quien dependen Baronio, Sanmarthane, Constantino Gaetani, Mabillón, Risco y otros que copian total o parcialmente la Carta Dedicatoria,— allí donde Gomesano puso «albaildense in arcisterio», leyó y transcribió «abba Hildense in archisterio», con lo cual quedó hecho de un golpe «Gomesano, aunque indigno abad del monasterio Hildense» creado por obra y gracia del lamentable tropiezo de Fabri, que no pudo darlo en sitio que más daño nos produjese.

Hácese eco de tal error el P. Risco, tratando de probar la prosperidad del monasterio de Albelda con el testimonio de «Gomesano Abad del Monasterio Hildense sito cerca de Pamplona» y parece remitirse a Mabillón a quien, como veremos, cita después. Podemos perdonar a Mabillón, francés que escribía a cien leguas de Albelda; mas no tiene disculpa Risco, español y de añadidura riojano, natural de Haro. Tanto más que a renglón seguido se contradice, pues combatiendo a Mabillón que sostenía cómo «los doscientos monjes del año 950 no eran todos de Albelda, sino repartidos en varios monasterios sujetos al principal de S. Martín», le contesta Risco que .«no se ha de interpretar así aquel número, sino de Monjes que vivían en solo el Monasterio Albeldense», sin advertir que según la Carta Dedicatoria, «Gomesano gozaba del orden presbiteral llevando vida regular bajo el gobierno del abad Dulquito en compañía de casi doscientos monjes», lo cual no podía ser sino de una de estas dos maneras:

O perteneciendo el supuesto monasterio Hildense a San Martín de Albelda como incorporado a él y dependiente del mismo, lo que no quiere admitir Risco, oponiéndose a Mabillón.

O siendo Gomesano uno de los «casi doscientos monjes» que vivían en el monasterio de Albelda y esto es lo rigurosamente histórico, aunque no lo reconozca Risco contra el auténtico testimonio del mismo Gomesano, que por esta vez ha querido quedarse con nosotros, renunciando galántemente a la abadía del Monasterio Hildense que jamás ha existido.

«El primero, dice Migne, que advirtió el error de copia fué el esclarecido Andrés Marcos Burriel, como consta en un manuscrito suyo, que se conserva en la Real Biblioteca de Madrid, en el que, corrigiendo a Constantino Gaetani en la «Vida de los tres santos obispos benedictinos», p. 141, escriba: «Pro abbatem Ildensem, lege Albailddensem (síve Albeldensem) non abbatem sed monachum, ejus scílicet monasterii, cui Dulquitus, seu Dulcatus, praeerat in finibus Pampiloniae.— En vez de abbatem Ildensem, lee Albaildensem (o Albeldense) no abad, sino monje, a saber, de aquel monasterio que Dulquito gobernaba en los confines de Navarra».

En estos casos lo mejor es acudir al mismo original, si existe, o a copias autorizadas y de reconocida solvencia. Afortunadamente, como puede verse en el apéndice, nos es dado leer escrito de puno y letra del mismo Gomesano en el propio códice que salió de sus manos, lo que copiado a la letra es como sigue: «Ego quiden Gomes, licet indignus, presbiteríi tamen ordine functus in finibus Pampilone ALBAILDENSE in arcisterio infra atrio sacro ferente reliquias sancti ac beatissimi Martini episcopi regulariter degens sub regimine patris almi videlicet Dulquiti, abbatis, inter agmina Christi servorum ducentorum fere monacorum...—Por cierto que yo Gomtsano, aunque indigno, gozando del orden presbiteral en el monasterio ALBELDENSE sito en los confines de Navarra dentro del sagrado claustro, donde se conservan reliquias del santo y bienaventurado Martín obispo, llevando vida regular bajo el gobierno del santo padre, es decir, del abad Dulquito en compañía de casi doscientos monjes siervos de Cristo...»

Todos los datos confirman el título de ALBELDENSE dado a su monasterio por Gomesano: Del título de S. Martín nos habla la carta de fundación del monasterio el año 924; del abad Dulquito, la carta de donación del monasterio de S. Prudencio por el abad Adica en 950; de los «casi doscientos monjes siervos de Cristo», el monje Vigila en su famoso Códice de 976.

A la dificultad que pudiera ofrecer el dato topográfico de «in finibus Pampilone en los confines de Pamplona» responde ya el P. Yepes que Pamplona ha de entenderse Navarra. «Dezir que era en los fines de los términos de Pamplona, es dar a entender, como todo aquello era de la jurisdición del Rey no que aora llamamos de Nauarra: porque (como yo dixe en el lugar citado) el Rey don Sancho Abarca, era el que fundó aquel Monasterio y él, y algunos Reyes descendientes suyos, fueron señores de la Rioja y esso es lo que llama ser Albelda de los términos de Pamplona». Los mismos moros llamaban a Navarra el reino de Bambeluna (Pamplona).

Es, por tanto, Gomesano un auténtico monje del monasterio de S. Martín de Albelda. Se da a si mismo el nombre de Gomes en la línea 1.ª folio 69 v del manuscrito y el de Gomesano en la línea 49 folio 71. Ahora suelen transcribirlo algunos sencillamente por el castellano Gómez.

Conforme a los usos literarios de la época, se aplica los epítetos de «indignus», exiguus, pauper, miserrimus». «En cuanto a mí pobre y miserable Gomesano, concédame Cristo, aplacado por la intercesión de su gloriosa Madre, aquí la remisión de mis pecados, y después de acabar la carrera de esta vida, gozar con todos los santos en el reino de los cielos de la feliz bienaventuranza que ha de permanecer para siempre».

En cuanto a su condición social, además de monje «llevando vida regular bajo el gobierno del santo padre, es decir, del abad Dulquito en compañía de casi doscientos monjes siervos de Cristo», se denomina presbítero. Había entonces en estas casas diversas clases de personas que simultáneamente pertenecían a. ellas: anacoretas, ermitaños, clérigos, presbíteros, confesos, conversos y fratres, oblatos, huéspedes y peregrinos. Hasta «vivían sujetos en 940 al Abad Sancho en S. Millán los obispos de Nájera y Pamplona Benito y Belasio».

Los mismos monjes construían sus iglesias y conventos y trabajaban la tierra. «Empleábanse también estos doctos varones, escribe el P. Risco, en aquél utilísimo ejercicio, que según la Regla de S. Ferriolo, es muy propio de los Monges, y el que encarga S. Gerónimo a Rústico, enseñándole el método de vida que debía seguir: » Scribantur libri, ut et manus operentur cibum, et animus lectione saturetur.—Escríbanse libros, para que el trabajo manual proporcione alimento y el alma se harte con su lectura».

Este noble oficio de escriba, notario y copista desempeñaba Gomesano. «Escribí con gusto el libro ya publicado anteriormente con toda elegancia y claridad por el bienaventurado Ildefonso, obispo de la sede toledana, en el cual se contiene el tratado «De la alabanza de la virginidad de santa María virgen perpetua y Madre de nuestro Señor Jesucristo». Hasta se puede colegir sin atrevimiento que el scriptorium u oficina de manuscritos del monasterio de Albelda, fundado hacía tan sólo 26 años y de donde salieron códices tan celebrados, fuese organizado por él en sus principios, ya que anteriormente a él nada se sabe.

 

  Vigila en su scriptorium. Folio XXII v. Códice Albeldense o Vigilano. (ligeramente reconstruida en su parte inferior izquieda).  

Bien pudo ser también el maestro de Vigila que este mismo año de 950 (nota 1.-  A pesar de que el «el inventario de los documentos del Archivo de la I.I. Colegial de Logroño, 1.947» pone el año 956, insisto en la fecha 950, partiendo de un hecho cierto,.como lo es el dato de la Donación de. Bajibel hecha en la Era 991, o sea el año 953, «tibi Salvo abbati...=a ti Salvio abad y a los demás hermanos que viven contigo bajo la disciplina regular en Albelda en el monasterio de S. Martín...» y uno de los firmantes del documento es: «Salvas abbas, testis—Salvia abad, testigo». Si, pues, el año 953 era ya abad de Albelda Salvio, poner abad a Dulquito el año 956, supondría: 1.º Que ese año había en Albelda dos abades simultáneamente en ejercicio.-2.° Que siendo el autor del documento de 950 Vigila monje de Albelda, ignoraba quien era su abad en 956, puesto que pone a Dulquito y no a Salvio, y-3.° Que el copista Vigila se equivocó en la fecha, cosas las tres a cual más absurdas.) redacta y suscribe como notario el acta de entrega del monasterio de S. Prudencio de Monte Laturce, cuyo pergamino original de letra visigótica se conserva en el archivo de La Redonda de Logroño. Tanto más si, como yo sospecho, Vigila en agradecida memoria de su maestro en el arte paleográfico nos dejó el retrato de Gomesano en el folio I v (que hoy corresponde al XXII v) de su Códice y que, reproducido con profusión en Historias de España y Tratados de Arte, lleva al pie la inscripción que le colocan los autores: «El monje Vigila escribiendo su códice».

Este espléndido dibujo del Códice Vigilano nos lleva sin violencia a considerar el porte exterior el escriba Gomesano. Leovigildo, presbítero de Córdoba, un siglo anterior a nuestro monje biografiado, escribió un tratado «De habitu clericorum—Del vestido clerical» en cuyos capítulos II y III hace estas curiosas preguntas: «¿Por qué los clérigos de la iglesia universal se rapan los cabellos de la cabeza en forma de corona?

 

¿Por qué igualmente todos lo hacen en figura redonda?» y el capítulo IV lo titula así: «¿Por qué además los asianos o libios usan barba y al contrario se la rasuran los europeos? Esta es la causa del misterio por qué de una manera obra el docto europeo y de otra distinta la caterva libia o asiana...» Es por eso que en las miniaturas del Códice de Vigila aparecen sin barba los personajes eclesiásticos del folio XXII v y del 428.

San Benito no prescribe a sus monjes un vestido determinado, cambiándose a veces la cogulla por el escapulario. Para darnos cuenta del hábito de Gomesano, no tenemos sino mirar al grabado n.° 1 que reproduce el folio I v que hoy corresponde, como hemos dicho, al XXII v. Representa dibujado a dos tintas y enmarcado en un arco visigodo de oro y colores varios, muestra de la arquitectura que parece predominaba en el monasterio de Albelda, un escriba o copista sentado ante una mesa de la que penden colgados de sendas cadenillas dos tinteros de cuerno, uno para el atramentum o tinta negra y otro.para el bermellón o tinta roja, usadas ambas en los códices. El mueble que sostiene el volumen es elegante. El escriba, que con la izquierda mantiene levantado el pergamino, está en actitud de practicar su oficio con una pluma de caña (auténtico calamus) muy tosca y grande en la mano derecha. Es rito el manto echado sobre el respaldo del sillón en que se asienta y tan amplia como espléndida la túnica que viste galoneada de valiosa cenefa festoneada en pecho y mangas, lo mismo que el tocado con que cubre su cabeza y le cuelga a la espalda. El calzado es de punta alargada y encorvada hacia arriba. De este modo podemos representarnos a Gomesano en el scriptorium de Albelda, aunque no fuese el dibujado por Vigila, como podría pensarse por las razones siguientes:

1.a Que al pie no dice VIGILA, como en el folio 428. Claro es que tampoco dice GOMESANO; pero, detener intención de representar a un copista en el acto de escribir ¿quién más indicado que el antecesor de todos ellos en la redacción de códices?

2.a Este retrato del folio I v. es distinto en todo (cara y traje) de la «vera efigie» de VIGILA puesta con su título entre las de Sarracino y García en el folio 428.  No voy a incurrir en la puerilidad de creer que ambas son fotografías o retratos verdaderos y perfectos (nota.-  Hago esta observación, que sobra para los lectores de buena fé, porque al escribir yo sobre la Casa de S. Prudencio en Armentia (Alava) no faltó quien me tachó de crédulo por creer él que yo creía que el edificio actual ¡que tiene en el frontispicio la fecha de 1806 y, aunque no la tuviese, lo denuncia la construcción, el estilo! era la misma casa en que nació el Santo. Y todo por no haber advertido yo en mi escrito, por juzgarlo innecesario supuesta la buena fe de todos, que la casa de hoy no era la del tiempo de S. Prudencio.). Pero lo menos que se le ocurre a uno que quiere representar dos o más veces a un mismo personaje es, por mal dibujante que fuese, hacerlos mismos trazos y líneas para la representación al menos de la cara, ya que no hasta de los contornos y vestidos, para que quien lo vea sepa que se trata de la misma persona.

3.a En el folio 428 está representado VIGILA entre SARRACINO y GARCIA con los títulos al pie respectivamente de VIGILA SCRIBA, SARRACINUS SOCIUS y GARSEA DISCIPULUS. ¿Sólo había de faltar, de los copistas de Albelda que nos son conocidos, GOMESANUS el probable fundador del scriptorium monasterial y maestro de los otros?

 

III.   EL MANUSCRITO DE GOMESANO

 

 

Sus vicisitudes. Este códice, uno mas que añadir a los que tanta celebridad dieron al monasterio de S. Martín de Albelda, bien merece que nos ocupemos de él para sacarle de su oscuridad, ya que de él se habla tan poco y pasa casi desapercibido. El elegante Códice Vigilano, procedente también de Albelda y ahora expuesto en las vitrinas de la Real Biblioteca del Escorial a la admiración de los curiosos, y alabado de todos por su mayor tamaño y volumen, por la paleografía tan lucida y variada de su confección, por su iluminación tan rica en colorido y especialmente por la abundancia de datos históricos y copia de manuscritos anteriores, ha eclipsado a los demás.

Procede el de que tratamos, como antes vimos, del scriptorium monasterial ya citado, de donde el obispo Gotescalco lo llevó a su catedral de Anicium. «Trasladó este libro de España a Aquitania el santísimo obispo Gotescalco», como dice Gomesano.

Se guardó allí por el Cabildo de Conónigos de Santa María de Le Puy hasta que lo cedió esta corporación al célebre, ministro de Hacienda de Luis XIV, Juan Bautista Colbert (a. 1618-1683), y de la biblioteca particular de este hombre de Estado pasó a la Nacional de París en la que se halla catalogado actualmente con el número 2.855 — Cote de Manuscrits Latins, «Codex membranaceus, olim Colbertinus IIMDCCCLV».

 

 Su conservación. Se encuentra en muy buen estado, pero una nota marginal antigua puesta al folio 159 advierte: desunt octo folia = faltan ocho hojas» y el último folio de todo el códice se ve deteriorado por picaduras de insecto.

En esas ocho hojas que faltan habían de estar la última parte del capítulo XI y todo el capítulo XII, último del libro de S. Ildefonso, o sea desde: «Non confusis naturarum proprietatibus, sed íta in personae unitate connexis... Quia enim...-» hasta el final de la obra. Es de notar que la mano y la tinta del "Quia enim" parecen distintas y todo lo que sigue de ese renglón está borrado. Al margen explica lo que indicamos anteriormente, es decir que «faltan ocho hojas».

Desde luego que esta falta parece ser posterior al año 1388, puesto que el códice de Toledo, copia exacta del manuscrito de Gomesano, tiene todo completo.

 

Su escritura. Es la corriente de aquél tiempo, la minúscula llamada visigótica, sin cosa notable que advertir fuera de que Gomesano muestra marcada predilección por la I alta, aun dentro de palabra, dato digno de tenerse en cuenta para la lectura de ALBAIDENSE y no ALBALLDENSE.

El códice no ofrece viñetas, ni dibujos, indicio de la premura con que hubo de componerse, o de que el scriptorium de Albelda estaba todavía en su infancia, y sólo denota su habilidad el copista calígrafo en la bien cortada E del Ego con que comienza su Carta Dedicatoria y más adelante en la D de Deus, principio del libro de S. Ildefonso, con algunas otras mayúsculas iniciales de menos importancia.

Es pergamino opístógrafo. y va escrito en cada cara a una sola columna regularmente de dieciseis líneas.

 

Foliación. El manuscrito consta de 160 folios en 4.° de los cuales pertenecen a la carta Carta Dedicatoria de Gomesano desde el 69 v. hasta el 71; y a la copia, del libro de S. Ildefonso «De Virginitate» desde el folio 76 v. hasta el folio 159, Todos esos folios intermedios desde el 71 v. hasta el 76 los llena Gomesano: 1.° con la Prefacción de S. Julián de Toledo, diciendo: «Julianus loquitur episcopus: Ildefonsus memoria sui temporis clarus...»que llega hasta el folio 73; y 2.° con el Prólogo de S. Ildefonso a su libro que comienza: «IN NOMINE DOMINI. Incipit opusculum prefationis in qua exprimitur humilis devotio atque pia confessio. DEUS lumen verum...», hasta el folio 76.

 

Su contenido. Llenan los 160 folios:

1.° El tratado de Pascual Radberto (a. 786-860) abad corbeyense (Corbei-Amiens) acerca del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, con unos versos, una carta al rey Carlos el Calvo de Francia y el índice de capítulos; añade al final otros versos «De Corpore Christi».

2.º El opúsculo «De Azymo», que atribuye a S. Ildefonso, pero no figura entre sus obras.

3.º La Carta Dedicatoria de Gomesano.

4.º La Prefacción de S. Julián de Toledo al libro «De Virginitate» de S. Ildefonso.

5.º La obra de S. Ildefonso acerca de la perpetua virginidad de María Santísima precedida de un prólogo del mismo santo.

6,º Versiculi dicendi ante lectum episcopi. Es una oración en verso que parece rezaba el obispo al acostarse.

 

La rara circunstancia de no venir la Carta Dedicatoria en primer lugar sino en tercero, suscita la duda de si todo el códice pertenece o no a Gomesano. Pero podemos asegurar casi con certeza que todo el manuscrito es obra suya. No puede negarse el enlace del 2º trozo con el 3.º por comenzar éste en el folio 69 v. y no en el 69. Y ya después ninguna dificultad queda hasta el fin. Unicamente podría discutirse el trozo 1.° o sea la obra de Radberto; pero consta que ésta se hallaba también en Anicium y no fué unida por Colbert puesto que en la Biblioteca del ministro de Luis XIV había otros dos códices de aquel libro numerados con el 939 y el 3.682, ambos del siglo XI. Creemos, pues, que Gomesano hizo a Gotescalco un obsequio espléndido, dando al obispo francés bastante más que lo que aquél pidió al monje de Albelda.

 

IV. EL LIBRO DE SAN ILDEFONSO

 

Entre todos los escritos del santo oficio de Toledo (a. 657-667) el que más fama le dio, aun en vida, fué la obra que compuso en «Alabanza de la perpetua virginidad de María Santísima» a ruegos de Quirico, prelado de Barcelona (a. 656-666), o por lo menos a él dedicada. Refiere Cixila, obispo también de Toledo (a. 774-783) —y a ello alude Gomesano en su Carta Dedicatoria— que, en premio a la gran devoción a la Madre de Dios y a la Defensa que hizo de sus prerrogativas, la Santísima Virgen se apareció una noche a hora de Maitines en la silla pontifical del coro catedralicio e impuso a San Ildefonso una rica y hermosa casulla, hecho que se conmemora todos los años con la fiesta de «La Descensión de Nuestra Señora» el día 24 de enero. Así mismo en ocasión de hallarse San Ildefonso y el rey Recesvinto con la corte ante la tumba de Santa Leocadia, salió ésta de su sepulcro y dijo: «Ildefonso, por ti vive mi Señora».

El título que Gomesano da a la obra de San Ildefonso en el folio 76 v. es como sigue: «item incipit libellus de virginitate sancte Marie contra tres infideles more sinonimorum conscriptus a beato Ildefonso toletane sedis episcopo. Además comienza el libro de la virginidad de Santa María contra los tres infieles escrito por modo de sinónimos por el bienaventurado Ildefonso, obispo de toledo».

Divídese el libro en doce capítulos que terminan en el folio 159 v. del códice de Gomesano, quien hace el compendio de todo el argumento en el Prólogo de esta manera:

«Escribí con gusto el libro ya publicado con toda elegancia y claridad por el bienaventurado Ildefonso, obispo de la sede toledana, en el cual se contiene el tratado «De la alabanza de la virginidad de Santa María Virgen perpetua, y Madre de nuestro Señor Jesucristo»;

«donde el citado obispo Ildefonso

guiado por el divino Espíritu,

penetrado de los proféticos oráculos,

fortalecido con los testimonios evangélicos,

instruido en la doctrina de los Apóstoles,

asegurado con la confirmación del cielo y de la fierra,

armado con la espada de la palabra de Dios,

hirió de muerte la perfidia de Joviniano,

desbarató el error de Elvidio con argumentos de la razón fundada en la verdad,

y trituró la dureza de los judíos no sólo con la coincidencia de ángeles y hombres, sino también con la pública confesión de los demonios.

 »Ahora, bien, todo aquel que con diligencia lea en este libro, facilmente, encontrará qué.frases, ofrece tan dulces y al mismo tiempo llenas de divinos encantos.

«De este libro sacará el creyente suavidad y el irresoluto un medio de arrojar lejos de sí la maldad del error».

 Otras dos copias —además de la de Gomesano—se hicieron por aquel mismo tiempo del libro de San Ildefonso: 1.ª La conservada en Florencia, Bibliotheca Laurentina, con la rotulación «Ashburnham, 17, saeculo X exeunte exaratus, sanctus Ildephonsus, de Virginitate b. Maria —procedente de la Catedral de Toledo, de donde pasó a la colección de Lord Juan, Conde de Ashburnham (a. 1797-1878) en Londres, y de aquí a Florencia.—2.a La que posee la Biblioteca del Escorial, signatura a, II, 9, serie de Manuscritos Latinos, «Sanctus Ildephonsus, De Virginitate Mariae», terminada el año 954 por el notario Juan, según la inscripción que se lee al folio 132 v del códice: «A notario IHOANNES indigno in Era DCCCC et nonagésima secunda, VIII idus Martius, regnante in Legione Rex Ordonio, comité vero Fredenando Gundesalviz in Castella.—Por el notario JUAN indigno en Era 992, a 8 de los idus de marzo (8 de marzo de 954) reinando en León el rey Ordoño (III) y siendo Conde de Castilla Fernán González». De aquí podemos conjeturar que el códice debió ser escrito en territorio leonés o castellano.

Es singularmente extraño que, teniendo Migne a su disposición estos tres antiquísimos manuscritos (uno de ellos en Francia) cuando insertó la obra de San Ildefonso en el tomo 96 de su Patrología Latina, hiciese uso de copias de los mismos calcados en ellos por los siglos XIII y XIV, entre las que da excepcional importancia a la hecha sobre el mismo códice de Gomesano y enviada desde Le Puy al Cabildo toledano el año 1388. «El tercero (de los tres que tuvo a la vista), dice Migne, procede de la Biblioteca de la Santa Iglesia de Toledo, si bien fué traido de Francia, donde por mandado del cardenal Amelil fué copiado en el siglo XIV del antiquísimo códice de Gotescalco y, por cierto, con todo esmero y cuidado; porque aventaja notablemente a los demás ya en la calidad del pergamino, ya en la nitidez de los caracteres, ya finalmente en la corrección de la escritura». En efecto, consérvase hoy esta copia en Toledo, Biblioteca Capitular, Ms. 15-13, encuadernado con un cuadernillo de ocho folios antepuestos a la carta de Gomesano.

Debo advertir, como aclaración a Migne, que sólo aparece un Amelil entre los obispos Tutelenses (de Tulle) en 1536, pero no fué cardenal. En cambio el año 1388 era obispo de Le Puy Pedro Giraldo creado cardenal en 1390 por Clemente VII de Aviñón.

 

V.  Y GOTESCALCO ¿QUIEN ERA?

 

Datos recogidos personalmente en Le Puy con miras a esclarecer este punto de nuestra regional, me pusieron en contacto con el ilustre viajero que visitó la Rioja los años 950 y 951. Interesaba saber la categoría del personaje para deducir la gloria de Albelda de Iregua, recibiendo en su monasterio a tan esclarecido huésped.

Gomesano se limita a decirnos que «Gotescalco, quien le ruega copie para él la obra de S. Ildefonso, es obispo de Anicium en la Aquitania». Dicho esto así, nada tiene de particular, pues Gotescalco en ese caso se limitaría a ser uno de los ochenta y tantos obispos franceses de su tiempo. Pero es que en los tiempos de Gotescalco el obispo de Anicium tenía privilegios de tal calidad, que le hacían uno de los primeros príncipes de Francia en lo espiritual y temporal, conviniendo por eso que Albelda y la Rioja sepan la importancia de esta visita.

Gotescalco, como obispo de Anicium, en lo eclesiástico estaba exento de la jurisdicción del arzobispo de Bourges, a cuya metrópoli había de pertenecer por razón del territorio; gozaba del uso del palio por especial privilegio; y, finalmente, era canónigo de la iglesia de San Julián Brivatense (de Brioucle). Que un obispo sea canónigo, lejos de ser distinción, parece lo contrario. Pero en S. Julián de Brioude el primer canónigo era el Rey Cristianísimo, el segundo el obispo de Anicium, el tercero el de Mende, el cuarto el abad de Casa Dei y el quinto el de S. Julián de Tours.

En lo civil concedió Carlo Magno a los obispos de Anicium el señorío de la ciudad y de todo el territorio vallavense (de Velay), cuyo parlamento presidía el prelado. El año 923 Adelardo, obispo de Anicium, pidió y obtuvo del rey Rodolfo de Francia la confirmación de todos los privilegios, incluso el de acuñar moneda; y Gotescalco consiguió personalmente del rey Lotario (a. 954-986) el reconocimiento de todas estas prerrogativas, siendo así señortemporal de Anicium y conde de Velay y de Brioude con derecho de acuñar moneda y presidir el parlamento.

Esta soberanía de los obispos de Anicium no era bien llevada por los vizcondes de Polignac, llegando a producir en muchos casos dentro de las iglesias disturbios que acababan con derramamiento de sangre.

Luis VII el Joven dividió en 1173 el derecho de acuñar moneda entre el obispo y el vizconde, y ya en 1218 Felipe Augusto concedió tales fueros a los súbditos del prelado aniciense, que poco a poco fué perdiendo éste toda autoridad en el terreno civil.

Gotescalco tenía mucha entrada y gran influencia en el real palacio, y es muy significativo su afecto al rey Luis IV, llamado el Ultramarino por haberse educado en Inglaterra. Porque, quizás por esta circunstancia de su extranjerismo, el rey Luis no era bien visto por los franceses hasta el punto de que el papa Esteban VIII hubo de expedir dos Bulas el año 942 dirigidas a los «príncipes y vasallos de Francia y de Borgoña para que bajo pena de excomunión reciban al rey Luis». Y Agapito II en 947 da una Bula «contra los enemigos del rey Luis excomulgándolos», «y otra a los amigos del rey para que permanezcan fieles». Entre estos últimos estaba comprendido Gotescalco, amigo de Luis IV el Ultramarino.

Gotescalco (en latín Godhescalcus y Gothigaudus), según sus biógrafos, fue monje y aun abad del monasterio camerialense o calmeliacense de S. Teofredo, llamado vulgarmente Saint Chaffre, o Le Monestier, hasta que fué consagrado obispo de Anicium el año 936.

Ese mismo año de 936 suscribió el acta de fundación del monasterio cantoligense (de Chanteuge) de S. Marcelino.

El año 938 restauró como obispo de Anicium el monasterio de S. Teofredo, poniéndolo a disposición del abad de Auríllac, Arnulfo, de la orden benedictina, quien mandó para regirlo a Dalmacio.                                                                                         

El conde de Auvernia el año 941 a ruego de Gotescalco, obispo de Anicium y de Enrique, obispo de Langres, confirmó los privilegios del monasterio de Chanteuge.

El año 950 emprende Gotescalco su viaje a España para hacer su peregrinación a Santiago de Compostela.

Alguna vez, como en el documento de restauración del monasterio de S. Teofredo, se titula Episcopus Vallavensis obispo de Velay.

Conserva y fomenta en su diócesis y propaga fuera de ella la devoción de la «Vierge Noire» popularísima entre los anicienses y en toda la región del Languedoc, lo mismo que el culto al Arcángel S. Miguel recibe nuevo impulso con la fundación del Santuario del Aiguille el año 962, en el cual y a 1.° de diciembre murió Gotescalco. Tal es el ilustre peregrino que visitó el monasterio de Albelda.

 

 

 

 
Sarracino, Vigila y García, amanuenses del Códice Albeldense o Vigilano
 

 

 

 

 

VI.   LA ANTIGUA ANICIUM

 

     Así llamada de Monte Anicium (Mont Anis, donde se fundó al principio como plaza fuerte Al menos desde 1183 se le dio también el nombre de Podium Vellavarum (Le Puy-en-Velay) por haber sido edificada sobre el monte (Podium para los antiguos franceses significaba Monte. Le Puech. Le Pui Le Puy) y por la región en que se hallaba Ilam ida por los escritores de la Fdad Media, Vallagia. Vallavía (Velay) de donde vino llamarse alguna vez el obispo de Anicium, obispo Vallavense o de Velay. como se ve en el capitulo X.

     Fué levantándose la ciudad en lo alto de la colina y extendiéndose primero en la época galo-romana, y aun en la gala independiente, alrededor del castillo que la servia de defensa. Después se agruparon sus edificios en torno a la catedral, que pasó a ser el centro de su vida en las dos partes de la ciudad, alta y baja, estrechamente unidas y encerradas en un mismo recinto amurallado. El sucesor de San Pauitano, San Evodio (llamado Vosy por los franceses obispo de Ruessium o Saint-Paulien, como ahora se llama, por haber perdido esta ciudad su antiguo esplendor levantó, dice Lebauf, a dos leguas de distancia en la montaña de Anis o Anicium, la iglesia catedral de Santa María de be Puy, que se hizo célebre por el concurso de peregrinos y a la cual trasladó el obispado entre los años 560-570, haciendo que desde entonces comenzase a prosperar tanto esta ciudad que en sus buenos tiempos llegó a contar hasta 40000 habitantes.

En el siglo VIII hubo estrecha relación entre Anicium y España, habiéndose escrito (cosa que niega D. Vicente Lafuente) que el emperador Carlomagno envió en 785 para ocupar la silla episcopal de Gerona a un canónigo de la catedral de Anicium llamado Pedro. Desde luego, consta que habla carta de Hermandad entre ambos Cabildos.

A los dos lados del monte se elevan dos agudos picos de extraordinaria altura. En el que todavía se hallaba fuera de la ciudad se edificó en 962 un santuario a S. Mignel Arcángel y en el contiguo a la fortaleza y después a la catedral, la enorme roca volcánica de Corneille. se puso el año 1860 una colosal estatua de bronce de la Santísima Virgen, obra del escultor Bonassieux, que tiene, la imagen 16 metros de altura, y 9 su pedestal. Por una escalera interior puede subirse hasta la misma corona de la Virgen y desde allí se disfruta de una vasta y encantadora visión del terreno. Otras varias iglesias y abadías, además de la catedral, satisfacían las necesidades del culto y de la vida religiosa en Anicium. Sobresalen de ellas la de S. Miguel in Acu mencionada ya y de la que se hablará en el capítulo IX; S. Pedro (Saint Pierre le Tour). abadía secular, y San Lorenzo.

Entre otros derechos y prerrogativas tenía la de S. Pedro acompañar por medio de la Cofradía de talabarteros (ephippiorum confraternitas) a la «Virgen Negra», cuando salía procesiónalmente de la catedral por la ciudad. Cada uno llevaba el escudo de armas del abad, a quien los devolvían al regreso, como consta de muchos documentos y de dos inscripciones que con algunos escudos se conservan allí.

La de S. Lorenzo con sus edificios anejos, fué primeramente parroquia y hospital hasta que Esteban III, obispo electo y confirmado de Anicium se la entregó a los dominicos en octubre del año 1221, no mucho después de fundada la orden en 1216 y el mismo año de la muerte del fundador Santo Domingo de Guzmán, acaecida el 4 de agosto de 1221.

En esta iglesia de S. Lorenzo recibió sepultura el año 1380 aquel jefe militar de tan decisiva influencia en nuestra historia por su actuación de Montiel. el famoso Beltrán Duguesclin, que murió peleando ese año contra los de Castelnau de Randone, ciudad Sitiada por él a ruegos de los de Le Puy. molestados continuamente por el señor de Randone. A poco de morir Duguesclin, se rindió Castelnau. y agradecidos los de Le Puy, colocaron las llaves de la plaza vencida sobre el féretro de su libertador, a quien dedicaron un grandioso monumento funerario en la citada iglesia de S. Lorenzo. Los restos de «Claquín» como le llamaban los riojanos cuando pasaba con sus «compañías blancas» por Calahorra, Nájera y Santo Domingo, permanecieron allí hasta que fueron trasladados al Panteón Real de Saint-Denis. cerca de París.

El régimen de la ciudad antigua, que después de Tolosa, era la principal de la región, lo llevaban bajo la soberanía del obispo-príncipe un pretor o bailio (su representante en el poder civil), y sus asesores mitad de la parte del rey y mitad de la del obispo Había también un tribunal compuesto de seis cónsules vestidos de púrpura, quienes resolvían las querellas populares.

Esta es la ciudad episcopal de Gotescalco. Anicium en la Aquitania, de que nos habla nuestro Gomesano.

 

 

 

VII.   LA MODERNA LE PUY

 

Extendiéndose como anfiteatro en posición pintoresca a lo largo de la vertiente meridional de Mont Anis, cuya cumbre se ve coronada de las ruinas del antiguo castillo de su nombre, se levanta actualmente la ciudad francesa de Le Puy-en Velay. Discurren a su alrededor dos riachuelos, el Bonne y el Dolaison, que uniéndose antes, desembocan en el Loire, el cual atraviesa y fertiliza todo aquel territorio formado por tres risueños y productivos valles.

Capital del departamento du Haute-Loire. del distrito y de los dos cantones de su nombre, contaba 20.288 habitantes en 1931. Se puede considerar dividida en tres barriadas: la alta, la baja y los suburbios, que también son tres: San Bartolomé, S. Lorenzo y S. Miguel de l'Aiguille Esta iglesia de S. Miguel, que en 962 estaba aislada de la población y completamente sola, agrupa hoy en torno suyo un barrio muy populoso y moderno. La parte antigua conserva todavía algunos trozos de sus murallas. La parte nueva se extiende por lo llano en derredor de la plaza du Breuil y de los jardines públicos.

Tiene fábricas de encajes de hilo, de blondas blanca y

negra; de campanillas, cascabeles y gualdrapas para las caballerías; de paños, cueros curtidos y repujados con las industrias derivadas; talleres de ebanistería; fundiciones y destilerías. Sus producciones principales son granos y legumbres y en los carasoles se cria buen viñedo. Celebra mercado agrícola muy concurrido de cereales y ganado.

Pueden visitarse el Gabinete de Historia Natural, la Biblioteca pública de 30.000 volúmenes y el Museo Crozatier, Extraordinariamente bello es el palacio de la Prefectura y dignos asimismo de mención los edificios de los tribunales de justicia, los hospitales—en particular el Hotel Dieuy el Gran Seminario, cuya dirección corre a cargo de los Presbíteros de San Sulpicio. Me es muy grato rendir desde aqui tributo de gratitud.al Presbítero de San Sulpicio Mr. l'Abbé Auguste Fayard, profesor de Historia Eclesiástica, que me sirvió de guía en mis investigaciones de Le Puy, me recordó con fruición las antiguas relaciones de esta ciudad con España, y a quien debo el retrato de la «Virgen Negra».

He retrasado para este lugar ocuparme de la catedral— que ostenta el título de Angélica—, por considerarla lo más importante de Le Puy y lo que más llama la atención del viajero. Colocada en un altozano se halla a 686 metros sobre el nivel del mar y es una de las más hermosas y mejor conservadas del período románico. La fachada (figura n. 3) se levanta sobre un declive muy pronunciado, que se salva por medio de una gran escalinata que termina en su triple puerta de arcos románicos peraltados, prolóngase el cimafronte en tres cuerpos de puro estilo que dan mucha gracia al conjunto. El interior, sobre todo el ábside, no cede en magnificencia y gusto al exterior. Adosados tiene el palacio episcopal y el claustro (figura n. 4), cuya fecha como la de la catedral se asigna al siglo XI. De la misma época es el Baptisterio de S. Juan Bautista, situado en el claustro, que antes era único en la ciudad; hasta mediados del siglo XIX se conservó el caño del agua y la pila bautismal en forma de bañera para el bautismo por inmersión. La torre campanario tiene siete pisos.

Entre las reliquias de la catedral se venera una Sante Espina de la Corona de Nuestro Señor, regalo del rey de Francia S. Luis, canónigo honorario de Le Puy, cuya carta de donaciónque sirve de auténtica—se conserva en el Relicario. Carlos VII, rey de Francia, asistió al coro de Le Puy en hábito canonical la víspera de la Ascensión del año 1422 después de su proclamación en el castillo de Espelay, junto a Le Puy. Los canónigos de allí tienen concedido uso de mitra en las principales festividades y el Papa Clemente IV (a. 1265-1268) exceptuó del entredicho a los cuatro semaneros de la Catedral «a fin de que no se interrumpiese el culto divino en una Iglesia de tanta dignidad y prestigio».

En el archivo de esta catedral tan renombrada estuvo el códice de Gomesano de Albelda «que el santísimo obispo Gotescalco trasladó de España a Aquítania», hasta que el año 1681 se lo llevó a su biblioteca particular el ministro Juan Bautista Colbert, desde esta moderna Le Puy que ha sustituido a la antigua Anicium.

 

 

VIII.   LA VIERGE NOIRE

 

Gotescalco, buen príncipe y mejor obispo, aunque viajero, hizo cuanto pudo no sólo por conservar, si que también por fomentar en su region y propagarlas por toda Francia, las devociones de su diócesis. Sabedor de esto Gomesano, no dejó de consignarlo en su Carta Dedicatoria: «Sin duda ninguna deduzco de aquí será premiado con igual gloria por Cristo el obispo Gotescalco, que ha sabido especialmente en estos tiempos fomentar en su propia diócesis aníciense la devoción de Aquítania a la Madre del Señor, Santa María de Anicium, como S. Ildefonso la divulgó en sus días por toda la iglesia Católica: pues, si bien es cierto que Gotescalco no ha tenido que luchar con herejes para lograr su objeto, se igualará su singular devoción en la recompensa del premio».

Tomándolo acaso de la superstición druídica indígena, los naturales de Le Puy conservaron un megalito, una piedra en bruto que creían caída del cielo, la que después de haber sido venerada por los antiguos galos, pasó a ser objeto de superstición entre los cristianos, llamándosela piedra de las fiebres y antes piedra de la lepra, por suponer ellos que curaba esas dos enfermedades. Tan aferrados estaban los de Le Puy a esta perniciosa creencia, que los canónigos no se atrevieron a sacar el megalito de la catedral, si bien lo apartaron del contacto de los fieles.

Con el fin de anular los restos de la falsa devoción, los obispos de Anicium introdujeron la veneración de la Santísima Virgen, a la que dedicaron la catedral, y el culto del arcángel S. Miguel, en cuyo honor se levantó el templo de Aiguille.

De la antigüedad de la devoción a Mana Santísima dan fe los testimonios de los primeros escritores de Le Puy, una inscripción que se conserva en la Catedral y la imagen de la «Virgen Negra» veneradísima en toda Francia. Labrados en una columna del primer templo de la ciudad dedicado a Santa María se leen los siguientes versos, que valen por todo un poema: «Civitas haec non vincitur, — nec vincetur; sic legitur:— Per Mariam protegitur,-haec urbs privilegiata.= Esta ciudad ni ha sido ni será vencida; pues tiene el privilegio de ser por María protegida».

La verdadera imagen de la «Virgen Negra» del tiempo de Gotescalco ya no existe; la quemaron los revolucionarios en la plaza du Martonret de Le Puy el día 8 de junio de 1794. ¡Duro contraste! Los canónigos no se atrevieron a retirar del todo aquel megalito por temor a los fieles; los fieles que tanto querían a su «Virgen Negra», no impidieron que fuese quemada en la plaza pública. Se conserva una reproducción de dicha imagen en pintura debida a Mr. Faujas de Saint-Fond, que hizo el diseño en 1777, y es el que damos con el n.° 5 de los fotograbados. El mismo Faujas indica que era alta 2 pies y 3 pulgadas que hacen 0' 73 m.. Tallada en madera, probablemente de cedro, estaba recubierta de una especie de tejido pegado a la madera y adornado de caprichosos dibujos acomodados al estilo de la época, que bien podría cololocarse entre los siglos VII y VIII, al iniciarse el periodo carlovingio. Aparecía sentada, pero en una silla tan alta, que fácilmente creeríamos estar casi de pie. Hoy la sustituye otra «Virgen Negra», cuyos vestidos superpuestos sólo dejan visibles las cabezas de la Virgen y del Niño Jesús.

La importancia de la devoción a la «Virgen Negra», fomentada y propagada por el obispo Gotescalco. se demuestra por haber sido proclamada reina soberana de varios feudos, por las muchas peregrinaciones que de toda Francia venían a Le Puy, y por la gracia extraordinaria del Jubileo Aniciense.

La soberanía efectiva de la «Virgen Negra» la ejercía el Cabildo catedral de Le Puy en los órdenes jurídico y económico de tal extensión, que llegaba hasta el Bigorre, junto a la frontera española.

Los que visitan la iglesia catedral de Le Puy pueden ganar muchas indulgencias, entre las que sobresale el famoso Jubileo concedido para el año en que coincide la fiesta de la Anunciación de Nuestra Señora con el Viernes de la Semana Santa. Ese día, y sólo ese día 25 de marzo en que se dé tal coincidencia, podía ganarse la indulgencia plenísima del Jubileo. De la extraordinaria concurrencia, que de todas partes acudía a Le Puy con este motivo, dan fe los tres hechos que ponemos a continuación: En el archivo de la catedral se conserva un documento por medio del cual el obispo Bernardo de Ventadour funda el año 1254 un aniversario en sufragio de los muertos a causa de la aglomeración que se produjo efecto del Jubileo y de la presencia allí para ganarlo de S. Luis, rey de Francia.

El año 1406, siendo Elias de Estrange obispo de Le Puy, hubo Jubileo y fué tan grande el concurso de peregrinos que murieron doscientos de ellos a causa de los atropellos. A petición del obispo, el papa Martino V prolongó la duración de la gracia el año 1418 hasta la feria III después de Pascua (martes de Pascua). Por fin, el papa Gregorio XV el año 1622, a instancias del rey de Francia Luis XIII, lo prorrogó por ocho días, o sea hasta el viernes de Pascua. Tanta importancia cobró Le Puy por la devoción a la «Virgen Negra».

 

XI.   GOTESCALCO FUNDADOR

 

Junto al rio Bonne y sobre una roca de granito de forma piramidal aparece la iglesia de S. Miguel de l´Aiguille tantas veces nombrada. Con su campanario, que semeja una aguja, todo el conjunto de 85 metros de altura, parece desde lejos, roca y santuario, un espléndido obelisco. Se sube a la iglesia por 230 gradas y escalones y en la parte baja dos altares recuerdan el uno a S. Gabriel y S. Rafael y el otro a S. Guinefort, mártir.

Se levantó el edificio a costa del deán Fruanno alentado por el obispo Gotescalco, quien hizo la solemne consagración del templo el mismo año de su muerte acaecida, como dijimos, en 962 El de 1851 fué restaurado por Mgr. José Augusto Victorino Morlhon, obispo de Le Puy. El documento, que a renglón seguido traducimos del original, nos da cuenta de la fundación del santuario de S. Miguel, de la parte que en ella tuvo Gotescalco y de la estimación que el prelado merecía a sus diocesanos.

«Sepa la devoción de los fieles de la Santa Iglesia de Dios presentes y futuros, cómo yo Truanno, deán de la Iglesia de Anicium,

«deseando edificar un templo en cierta elevada roca situada junto a la ciudad de Anicium y llamada comúnmente L'Aiguílle (La Aguja), a la que en otro tiempo apenas podían subir los hombres más ágiles; acudí al obispo Gotescalco y le pedi su benevolencia para que me permitiese realizar la obra.

»El cual, no sólo me concedió su permiso, sino que merecí ser alentado por él en la empresa.

»Comencé abriendo un ancho camino en la roca y construí en la Aguja, favoreciéndome Cristo, una iglesia dedicada a S. Miguel Arcángel, agradable a las miradas de quienes la contemplan y, disponiéndolo así Dios, fué consagrada por el citado obispo Gotescalco.

»Hecho esto, por dos veces logré el asentimiento del prelado para que pudiese legar dicha iglesia a quien quisiera de mis herederos después de mi muerte. Mas, pensándolo mejor ahora, la cedo a la mesa común de los hermanos de la iglesia de Santa María con la condición de que, mientras yo viva, tenga el usufructo de ella, pasando cuando muera a la mesa común de los canónigos de Santa María.

»A cambio de ello, cada día por siempre jamás, darán los dichos canónigos presentes y futuros tres dineros para otros tantos oficios de Misas que se han de celebrar por mi alma y la del obispo Gotescalco.

»Empero si alguno, llevado de apasionada codicia, entablase querella contra este documento o, debiendo pagar los susodichos dineros, no los entregase a la iglesia, incurran los dos en las maldiciones contenidas en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, sean excomulgados y entregados a los demonios para ser atormentados eternamente.

»El que tenga a su cargo la iglesia de S. Miguel entregue a los conónigos todo cuanto perciba y ofrézcales cada día los tres dineros. Además posea sin contradicción ninguna los dos mansos de tierras entregados a la iglesia y que se encuentran en la villa denominada Massell.

Hízose esta carta de fundación en día de jueves a 15 de las Kalendas de agosto [18 de julio] el año octavo del rey Lotario [año del Señor 962]».

Son dignos de notarse el respeto y cariño con que el deán Truanno habla de su obispo Gotescalco. a quien nombra por tres veces, una de ellas para incluirlo en los sufragios que fundados por el deán se ofrecerán en S. Miguel.

Firma la escritura no Gotescalco. sino Wido su sucesor, lo cual indica que cuando se hizo, ya Gotescalco había muerto y acaso signifique lo mismo incluirle en los sufragios. En este caso habría que dar una explicación a la fecha del documento, 18 de julio de 962, siendo así que Gotescalco murió el 1 de diciembre de ese mismo año. Respetando, como es natural, la fecha de la escritura, pues no pretendo saber más que el que la hizo, Wigo levita que firma el último, cabe decir que, habiendo enfermado Gotescalco sin firmar el documento acaso por no estar todavía escrito, lo autorizó después su sucesor, aun llevando la fecha correspondiente a la fundación.

 

X.   GOTESCALCO RESTAURADOR

 

«En el nombre de Dios Altísimo: Sepan todos los grados de jerarquías ya de los presentes, ya de los venideros, como el año segundo del gobierno del rey Luis,

»queriendo yo Gotescalco, humilde prelado de la diócesis de Velay, atender cuanto me sea posible a las necesidades de pueblo y clero.

»tuve un íntimo deseo de restituir en lo posible al estado anterior de grandeza el monasterio Calmeliacense o lugar de S. Teofredo, que en otro tiempo fué de los reyes, y por donación real pasó a nuestros predecesores; el cual por abandono y codicia mundana vio desbaratados todos sus bienes, llegando hasta desaparecer allí por completo la vida religiosa.

»Por lo cual, habiendo llamado a don Arnulfo, abad del monasterio de S Geraldo. le supliqué recibiese bajo su jurisdicción el lugar antedicho y eligiese los monjes que habían de vivir en él conforme a la regla del Padre S. Benito.

»Para impedir que en lo sucesivo una nueva invasión de codicia en nuestros sucesores, con el consentimiento del marqués Geilino y de muchos obispos le dimos nuestra licencia, como arriba queda dicho, para observar la regla del Padre S. Benito y con nuestro consejo y de común acuerdo, cuando necesario fuere, elijan un superior que sea competente para gobernarlos.

»Si lo que Dios no permita, se apartaren por diabólica tentación del buen acuerdo no sólo pierdan aquellas cosas que después adquirieran, sino esto que con la mejor volun­tad les damos ahora, es a saber: Roserie con sus aledaños, la villa Colenia, que será de la mesa común, Chameliéres sur Loire y Ventreciac con sus linderos, todo lo cual en ese caso volverá a nuestra pertenencia.

»Hacemos donación de todas estas cosas de ahora para siempre, a condición de que han de rezar cantando de rodillas dos salmos a cada hora todos los días, excepto los festivos, por nosotros y nuestros sucesores, lo mismo obispos que clérigos, y todos nuestros auxiliares y bienhechores de nuestra sede y diócesis.

»Item por los difuntos, cuando las rúbricas lo permitan, han de cantar nocturno y Misa.

»Pasen a propiedad del Abad y monjes que allí viven, las cosas de S. Teofredo que están en nuestro poder, o de algún otro a titulo de autoridad secular o por derecho beneficial, de tal manera que mientras vivan sus actuales poseedores, las puedan tener como censatarios,

»y después de su muerte entren a disfrutarlas sin contradicción alguna el superior y monjes de S. Teofredo.

»Ahora bien, si alguno se atreviese a violar esta disposición, sepa que ha de incurrir en la excomunión nuestra y de los obispos presentes y en  la condenación eterna, si no se arrepiente y procurase la enmienda con la restitución. Firma de Gotescalco, obispo.—Firma de Geroncio arzobispo de Bourges.— Firma de Begón, obispo [de Clermont].—Fir ma de Widón, obispo [de Carpentras].—Firma de Bernardo, abad [de Sain Pierre).—Firma de Dalmacio, abad [de Saint Chaffre].

»La precedente donación del obispo fué hecha el año segundo de Luis [IV llamado el Ultramarino. Año del Señor 937]».

De este modo merced a la enérgica intervención y generosidad espléndida del obispo Gotescalco, el monasterio Calmeliacense de S. Teofredo, Le Monestier, o Saint-Chaffre, volvió a vivir días de gloria y de observancia religiosa. No dudo por ello que Gotescalco, tan celoso de la disciplina monástica, quedaría piadosamente edificado con su memorable visita al «monasterio de Albelda, situado sobre un gran trecho de esta peña tajada que los naturales llaman Salagona y cae sobre el río Iruega, y en él tubíeron los Monjes hechas sus celditas con solo cavar la peña y dejar sus ventanillas, como ahora se ven sobre dicho río. Por esta disposición de la celdas, dice el M. Yepes, que se espantó pasando por Albelda de que pudieses los Monjes vivir en aquel sitio, más acomodado para nidos de palomas, y otras aves, que para aposentos de Religiosos. También el citado Morales compara los aposentos con los huecos en que las palomas posen sus nidos; y es de creer que cada uno de aquellos santos Monjes, asi como se parecían a estas aves en la vivienda, así también merecerían su nombre por la sinceridad y pureza, y por la fidelidad y amor con que despreciados los otros bienes, vivían adheridos a solo Dios». Asi escribe el P. Risco.

Es digno de notarse que Gotescalco firma el primero y antes que el arzobispo de Bourges, lo cual prueba, como ya dijimos, la exención del metropolitano de que gozaban los obispos de Anicium. Resalta también la caridad paternal de de Gotescalco, cuando dice: «... por nosotros y nuestros sucesores, lo mismo obispos que clérigos, y todos nuestros auxiliares y bienhechores de nuestra sede y diócesis», al tratar de los sufragios. En este documento se funda también Mabillón para insinuar que Gotescalco fué monje, y acaso también abad, de este monasterio de S. Teofredo.

 

La actual iglesia de San Martín de Albelda, a los pies de la Panera, se construyó en 1978 bajo la dirección del arquitecto Gerardo Cuadra, después de la demolición de los restos de la antigua iglesia  edificada entre 1684-88.

 

 

XI   GOTESCALCO PEREGRINO

 

A pesar del concurso de gentes que acudían a venerar en Le Puy la «Virgen Negra», no quedaba satisfecha la devoción del celoso prelado, ni sentía envidia por la celebridad de otros santuarios de la Cristiandad. Al contrario; de ánimo esforzado y generoso como era, quiso contribuir con su presencia a la fama justamente adquirida por otros centros de peregrinación y asi hubo de disponer su visita al Sepulcro de Santiago Apóstol en Compostela, que con los del Señor en Jerusalén y los de S. Pedro y S. Pablo en Roma, hacia un siglo que formaba el vértice de un triángulo donde se reconcentraban las miradas del pueblo cristiano con la inquieta religiosidad de aquel tiempo.

«Escribí con gusto el libro de S. Ildefonso, dice Gomesano. a ruegos del obispo Gotescalco que, por motivos de oración, había partido de tierras de Aquitania con devoción patente a todos y seguido de una numerosa comitiva marchaba al extremo de Galicia, para mover la divina misericordia e implorar humildemente la protección del Apóstol Santiago».

Sin que Gotescalco, príncipe secular y eclesiástico, haya sido la primera persona notable peregrino en Compostela, tiene el indiscutible mérito de haber hecho su viaje en un tiempo como el suyo, tan largo en el camino y en la duración y en las circunstancias especiales que acompañaban a las peregrinaciones de entonces. Demás de lo cual, valoran su contenido religioso el motivo de oración, su devoción ejemplar, su petición de la misericordia divina y la imploración del poderoso valimiento de Santiago Apostol. Y tanta importancia dio el Cardenal Baromio a esta visita de Gotescalco a Compostela, que termina su copia de la Carta Dedicatoria de Gomesano con esta corta pero expresiva cláusula: «De lo que podemos conocer también cuan antigua es la costumbre de ir en peregrinación a Galicia para visitar el cuerpo del Apóstol Santiago».

Antes que Gotescalco estuvieron allí S. Evermaro de Frisia, el poeta árabe Algazel y los legados pontificios Reynaldo y Zanelo o Janelo. En el manuscrito de Utrenh, anterior al siglo XII, se lee: «Determinó, pues, Evermaro peregrinar por amor de Dios, para si podía conseguir como desconocido la corona del martirio. Así emprendió el Varón de Dios el camino que llega a Galicia y a Santiago. Y habiendo entrado en la Iglesia del Santo Apóstol y hecho allí sus súplicas pidiendo su intercesión, regresó a las regiones del mediodía de Francia, donde hombres santos muertos recientemente resplandecían por sus milagros». S. Evermaro es venerado como mártir muerto en el bosque de Ruchon cerca de Tongres y trasladado a Lieja, donde se celebra su fiesta el día 1 de mayo; es de notar que primitivamente se veneraba su memoria el 25 de julio, día de Santiago. Se supone que hizo su peregrinación a Compostela hacía 850.

Por este mismo tiempo, y siendo obispo de Iria Adaulfo I, vino también, a Compostela acompañando a un embajador del rey de los normandos el célebre poeta y diplomático andaluz Yahya ben-Alhacam, natural de Jaén y llamado por su delicada belleza Algazel (la gacela), que murió en 864. Veamos lo que de él nos dice el cronista Tamman ibn Alcama, fallecido en 896: «Finalmente. Algazel partió de aquel país, pasando a Santiago en compañía de los embajadores del rey normando y con una carta de éste para el rey de aquella ciudad. Allí, colmado de honores, permaneció dos meses con aquellos magnates hasta que dieron fin a su peregrinación. De Santiago pasó a Castilla con los peregrinos que regresaban a esta comarca; de allí a Toledo, y por último a la corte del sultán Abderrahmán (III). después de veinte meses de ausencia». Dozy. a quien debemos esta noticia, cierra su narración de esta manera: «A excepción de la  Ciudad Eterna, no había en toda Europa un lugar tan renombrado por su santidad, como Santiago de Galicia».

El año 876, reinando don Alfonso III y siendo Sísnando I obispo de Iria, envió el papa Juan VIII a su legado Reynaldo  para pedir auxilio contra los árabes; a su vez el papa Juan X parece que acudió dos veces por medio de su legado Janelo o Zanelo. la primera el año 914, viviendo todavía Sisnando I, y la segunda en 924 con su sucesor Gundesindo y ambas reinando Ordoño II.

Gotescalco el año 950 se encontró ya con un templo, si no tan majestuoso y espléndido como el actual, al menos no tan pobre como el construido por Alfonso II el Casto. El rey don Alfonso III el Grande, después de haber desplegado toda su actividad en aprovechar toda cuanta habilidad daba de sí el arte en aquella época, y allegando todos los materiales que pudo, levantó una iglesia muy capaz de tres naves, que inauguró con una solemne consagración el día 6 de mayo, quinto domingo después de Pascua, del año 899.

«Allí, como después escribiría el papa Calixto II, van de todos los climas del mundo, nacionales y extranjeros... No puede contemplarse sin maravilloso gozo el espectáculo que ofrecen los coros de peregrinos velando en torno del venerado altar del bienaventurado Santiago... Allí se oyen los varios géneros de lenguas, las varias voces de cánticos de los extranjeros, de los alemanes, de los ingleses, de los griegos y de todas las demás tribus y naciones de todos los climas del mundo... Allí van los pobres, los ricos, tos esforzados caballeros, los que combaten a pie, los gobernadores, los abades; unos a sus expensas, otros de limosna... Este es el linaje escogido, la gente santa, el pueblo de Dios, la flor de las naciones...»

Allí fué también nuestro peregrino el obispo Gotescalco, reinando don Ramiro II y siendo recibido por el obispo de Iria don Hermegildo o Hermenegildo.

 

XII.  OCASIÓN DEL VIAJE

 

          Con la completa derrota infligida el año 855 por el rey don Ordoño I, hijo y sucesor de don Ramiro I el vencedor de Clavijo, al rey moro de Zaragoza Muza II ben Muza, de los Beni-Cassi de la Rioja, en Monte Laturce y Albelda, esta última ciudad, antes tan floreciente y joya tan estimada del caudillo musulmán, quedó del todo abatida y humillada.

 Mas llegó el año 923 y otra victoria, la de don Sancho Garcés I sobre Viguera, devolvió su antiguo esplendor a la desventurada Albelda, que bien pronto recobró su perdida gloria. No fueron, sin embargo, las granjas de labor, ni las villas de recreo, ni los baños y jardines resucitados los que ahora le dieron forma. Otros hablan de ser el carácter y el motivo del resurgir de Albelda, como fué distinta la ocasión que lo produjo.

Con la conquista de Viguera surgía en la ciudad, antes predilecta de Muza, levantado por el monarca navarro el día 5 de enero de 924, el monasterio benedictino de S. Martín, que veintiséis años más tarde contaba ya «cerca de doscientos monjes siervos de Cristo, que vivían allí bajo el gobierno del santo padre el abad Dulquito». Tan celebrado ya, que ese año de 950 acogía en su seno al vecino monasterio de S. Prudencio de Monte Laturce y ese mismo año veía entrar por sus puertas al obispo peregrino Gotescalco de Anicium en la Aquitania.

Como la venida del prelado francés a Albelda sólo nos es dado verla a través de la Carta Prólogo de Gomesano, único documento donde hallamos la noticia, podemos formular dos hipótesis acerca de lo que pudo incitarle a hacer lo, las dos desde luego fundadas en que el viaje a la ciudad riojana distraía a Gotescalco de la ruta que llevaba, por hallarse Albelda fuera del Camino de Santiago y distante de él unas cuantas leguas.

Esto supuesto ¿qué hubo de moverle a separarse del camino real para entrar en nuestro apartado y recién fundado monasterio?:

1.° Devotísimo como era de la Santísima Virgen el obispo de Anicium, habiendo llegado a su noticia que en Albelda se conservaba un ejemplo del libro de S. Ildefonso, desconocido para él, y que allí mismo podría obtener una copia de dicha obra, se decidió a separarse del camino que llevaba y entrar en el cenobio albeldense; a la ida para encargarla, y a la vuelta, para recogerla.-

2° Tanta era ya la celebridad del monasterio de S. Martin de Albelda que. llegado a oídos de Gotescalco el rumor de su fama, no quiso perder la ocasión que se le brindaba de verlo por sus propios ojos. Recordemos que hacia justamente trece años fué restaurado por el otro monasterio, el de S. Teofredo. Una vez en Albelda, visitado el scriptorium monasterial y reparada la Biblioteca, encontró allí la obra «De Virginitate» de S. Ildefonso y tanteó la posibilidad de conseguir una copia que libenter=de muy buena gana—le sirvió Gomesano.

Cualquiera de los dos motivos hablan muy alto en favor del celebérrimo monasterio de Albelda, para el que este año de 950 resultaba de tan felicísimos auspicios.

 


 

 

 

Este habitáculo conocido por "La Panera" es el único resto del antiguo Monasterio de San Martín de Albelda, asentamiento eremítico probablemente de los siglos VI o VII. Se encontraba excavado bajo la peña Salagona y tuvo su mayor época de esplendor en los siglos IX y X.  En 1683 hubo un gran desprendimiento que destruyó casi todas las dependencias de San Martín, a excepción de "La Panera", también conocida como "Capilla de Santa Catalina", que al encontrase en la falda de la roca no se vino abajo.

 

 

 

XIII.   TIEMPO DE LA VISITA

 

 

La Carta Dedicatoria está fechada con toda claridad «en los primeros días del mes de enero, transcurriendo felizmente la Era de novecientos ochenta u nueve», que corresponde exactamente al año del Señor de 951, por lo cual parece que esa es la fecha en que Gotescalco pasó a Albelda para recoger el códice copiado por Gomesano, cuya copia habría encargado sin duda a su paso para Santiago de Compostela. Ahora bien; como el viaje de ida y el de vuelta, supuesta la gran distancia y teniendo en cuenta «el numeroso acompañamiento», requería naturalmente muchas jornadas de camino y los descansos consiguientes, es lógico suponer que entre una y otra visita de Gotescalco al monasterio albeldense pasaría muy bien un o, tiempo de otra parte conveniente para que Gomesano pudiese escribir con holgura los folios en que su trabado se contiene. Así, pues, no era aventurado suponer la llegada a Albelda a principios del año 950 y la visita de despedida para «llevar el códice de España a Aquitania, en tiempo de invierno y en los primeros días de enero de la Era 98, o sea el año 951.

Alguna dificultad hace a ciertos autores la nota histórica añadida por Gomesano al fin de la Carta Dedicatoria: «También por aquellos mismos días murió el rey de Galicia Ramiro». Éste Ramiro es el segundo de León, el cual se había creído que murió el año 950 Por consiguiente, a este año hay que reducir la data del manuscrito, dicen esos autores. Dozy compagina, sin embargo, la fecha del códice y la muerte del rey con un documento de Ramiro II visto por él y fechado en noviembre de 950, habiéndose podido prolongar los días del monarca hasta fines de diciembre de este mismo año o principios del siguiente. «Yo creo, escribe, que se debe fijar la muerte de Ramiro [II] en el mes de enero del año 951, y voy a exponer las razones en que me fundo:... 4.ª Ocho cartas del año 950 dicen que Ramiro [II] vivía y reinaba en el curso de este año. Sus fechas son: 22 de enero, 1 de lebrero, 1 de marzo, 1 de mayo. 7 de mayo. 17 de junio. 16 de setiembre y 1 de noviembre.—5.ª Una carta del 5 de diciembre de 952 cita este año como el segundo del reinado de Ordoño III (Yepes, t. V, Escritura 14). Todas estas razones me llevan a persuadirme de que Ramiro [II] murió en enero de 951».

Añado ahora por mi parte: Teniendo en cuenta 1° La elasticidad de la frase «Ipsis igitur diebus-también por aquellos días»;-2.° Que la lectura del texto ERA DCCCCLXXXVIIIIA-Era nongentésima octogésima NONA, con la A terminal que no admite la desaparición de ninguno de los cuatro palos que siguen a la V, está fuera de toda duda,—3° Que, a mi modesto juicio, dada la colocación de la nota histórica fuera del texto y aprovechando un hueco del folio, la noticia de la muerte del rey de Galicia don Ramiro II, que falleció en León, la debió llevar al monasterio de de Albelda el mismo Gotescalco, que a su vuelta de Santiago de Galicia acertaría a pasar por León; por tanto, no se ve haya inconveniente alguno en admitir que el rey muriese el año 950 y el dato se consigne en un escrito terminado ese mismo año, aunque puesto en manos del que lo encargó al comenzar el año siguiente de 951. «en los primeros días de enero de la era 989».

 

 

XIV   EL ITINERARIO

 

 

 

Cuatro eran los caminos principales -además de la ruta marítima que tomaba tierra en El Padrón o en La Cora- por donde los peregrinos extranjeros reunidos en Francia se dirigían a Santiago de Compostela: el de Arlés procedente de Italia y que recogía los «devotos del Oriente; el de Vezelay, al que afluían los del medio de Europa: el de Le Puy-en Velay para los eslavos»; y el de París, centro de reunión de los Países Bajos y Francia, y aun de Alemania y Escandiovía.

El primero de ellos entraba en España por El Somport o Puerto de Aspe, donde el Hospital celebérrimo de Santa Cristina ofrecía cómodo alojamiento a los viajeros hasta su partida para Jaca. Los otros tres tenían su punto de convergencia en Ostabart (Francia) atravesando los Pirineos en Port de Cize no lejos de Roncesvalles.

De las cuatro vías citadas nos interesa en este momento la tercera, la de Le Puy, como que naturalmente por ella emprendería su viaje a Espada nuestro ilustre peregrino Gotescalco. El Códice Calixtino - verdadera Guía de peregrinos del siglo XII -señalaba tres jalones o jornadas, haciendo alto en otros tres monasterios o santuarios de importancia desde Le Puy a Ostabat: l.º Sancta María de Podio (Santa María de Puy); 2.° Sancta Fide de Conquis (Santa Fede de Conques) en el obispado de Redez, de origen merovingio con grandes recuerdos artísticos, entre los que sobresalen la imagen de Santa Fe toda de oro adornada con muchas piedras preciosas, obra del siglo X, y la famosa A de Carlomagno, también de oro con piedras y esmaltes; y, por fin, Sancto Petro de Moyssaco (San Pedro de Moissac). Con estos tres puntos de referencia ya podemos marcar casi con certeza el camino seguido en Francia por Gotescalco.

Le Puy-en-Velay, lugar de partida.

Mende, la antigua Mimatum, cuyos obispos ejercían soberanía espiritual y temporal sobre el distrito

Rodez, la Segodunum romana, con hermosa catedral del siglo XIII al XVI.

Moissac, célebre por el monasterio de San Pedro, cuya fundación se atribuye al siglo VII y del que se conservan el claustro, la portada y la torre (en la actual catedral) todo ello del siglo XI. Existe asimismo una iglesia dedicada a Santiago.

Aire sur l'Adour (Adura) en las Landas, antiquísima y muy importante en la historia francesa, con catedral del siglo XIII y una Iglesia de Santa Quiteria, con el cuerpo de la santa.

Ostabat, pequeña población de los Bajos Pirineos cerca de Iholdi.

Seguía la calzada por Villa de San Miguel hasta Valcarlos y, pasado el Hospital de Rolando (Ibañeta) se llegaba a Roncesvalles.

Desde aquí se continuaba por Burguete, Viscarre Larrasoaña, Pamplona, Monte del Perdón. Puente la Reina, en cuya demarcación venían a coincidir el camino de Ostabat y el de Arlés, después de pasar éste por El Somport, Santa Cristina de Summo Porto, Canfranc, Jaca, Osturít, Tiermas y Monreal.

De Puente la Reina debieron llegar a Logroño pasando por Estella, Los Arcos, Sansol, Torres, Viana y un lugar llamado Barriobelo.

LOGROÑO. ¿Cómo pasaron el rio Ebro? ¿Había ya entonces (años 950-951) un puente para salvar su corriente caudalosa? No puede afirmarse con toda seguridad, pero me inclino a creer que si, por datos que permiten conjeturarlo. El fuero de Logroño (año 1095) y el de Miranda (año 1099) hablan del puente de Logroño como de una cosa ya usada de antiguo para paso de una parte a otra: «Si algún forastero de allende el Ebro pide Justicia contra un vecino de Logroño, deponga en su villa o en la cabeza de puente a san Juan», dice el primero. «Desde Logroño hasta Miranda no haya puente alguno, ni barca», ordena el segundo, con lo cual supone haber puente en Logroño.

Además, reconquistadas Viguera y Nájera el año 923 e incorporada la Rioja a Navarra, es de creer que, caso de no haberlo ya, se apresurarían los reyes navarros a facilitar las comunicaciones con un puente sobre el Ebro precisamente en el sitio más indicado que es Logroño, donde lo hallamos, no en construcción como el de Miranda, sino de uso corriente en los años indicados. Por lo demás, entre Logroño y Varea existía un paso llamado todavía El Vado, más allá de la huerta de El Prior, debajo de la Fombera, por donde la vía romana de Marañón y Punicastro enlazaba con la de Zaragoza-Briviesca; más allá de Varea parece no había puente, ya que don Alfonso I el Batallador, de Aragón, llevaba el año 1132 madera cortada en los montes de San Millán por el Ebro en naves desde Varea hasta Tortosa.

Ya en Logroño, pudo Gotescalco venirse a enfrente de Varea y, pasando el Iregua por el puente romano, cuyos restos aun se conservan, bajar por el camino viejo de Alberite y, bordeando el río, hacer por dicho camino viejo su solemne entrada en Albelda.

La continuación de su viaje por la Rioja nos regocijaría poder reducirla a un itinerario de1496 donde su autor Küning de Vach. va relatando los lugares de su peregrinación. Tomamos la traducción de D. Antonio García Vázquez Queipo:

 

«A unas dos millas llegas a Ponte Regina (Puente la Reina);

allí hallas dos hospitales a que puedes ir; encuentras también allí una linda puente.

A una milla encuentras un pueblo a mano izquierda.

En cuatro millas después tienes a mano cuatro puentes, y a la tercera hay una fuente donde beberás si lo necesitas.

Siguiendo adelante llegas a la ciudad de los judíos, Arcus (Los Arcos) la llaman los peregrinos.

Cuatro millas más allá está Viana: a la entrada hay colocadas dos fuentes y encuentras al pasar cuatro hospitales

Más allá dos millas encuentras una ciudad llamada Gruninga.

Esta es la primera ciudad en España. Logrona se llama en welsch (en romance).

Allí conocerás otra moneda; acábanse allí los coronados

y tienes que aprender a conocer los malmedis(maravedís).

 Hay también una puente ante la ciudad.

Después te aconsejo andes dos millas hasta Nazareto (Navarrete);

vendrás a hallarte en Nájera.

Allí dan de grado por amor de Dios,

en los hospitales tienes todo lo que quieras (excepto en el hospital de Sant Yago; es toda gente burlona,

las mujeres del hospital arman mucho ruido a los peregrinos;

pero las raciones son buenas.

También hay dos castillos en la ciudad.

Te aconsejo que andes cuatro millas a Santo Domingo.

en el hospital encuentras de comer y beber;

no olvides la gallina de junto al altar y la considerarás bien,

piensa que Dios lo puede hacer prodigiosamente todo, que se escaparon del asador.

Yo sé bien que no es mentira,

que yo mismo he visto el cuarto donde echaron a andar.

y el hogar donde fueron asados.

Ahora tomarás consejo

y anda una milla pasando un hermoso puente

hasta una ciudad que se llama Graneon (Grañón)

y también allí andarás una milla

a un pueblo llamado Redihile (Redecilla)».

 

Claro es que en tiempo de Gotescalco no existía Santo Domingo de la Calzada, pero fuera de esta rectificación del camino hecha por el Santo Bendito, todo lo demás es natural que procediese de la misma manera.

En cuanto a Logroño, advierte que «es la primera ciudad en España» como frontera de Castilla con el reino de Navarra, donde ejercía el poder una dinastía francesa. Su nombre de Gruningaacaso recuerde elJuliobrigareducido al tedesco por el peregrino Hermán Küning de Vach.Véase como después de Logronaadvierte que así se dice en Welsch,o sea en lengua vulgar. Groningase llamaba una ciudad de la Frisia, que corresponde a la actual Groningen del norte de Holanda.

 

 

 

 

 

XV.   LA COMITIVA

 

          Yo no la ví, pero nos dice Gomesano que era muy numerosa «magno comitatu fultus» y, acaso, a vista de las costumbres de aquella época, podamos imaginariamente rehacerla. Va ya dicho que Gotescalco, por obispo de Anicium, era también Conde de Velay y de Briouce junto con ser príncipe y señor temporal de aquella tierra. Había de venir, por tanto, con él lo más granado de su corte, compuesta ciertamente de caballeros distinguidos y reverendos eclesiásticos formando el cuadro policromado de la más variada y completa indumentaria. Que los de aquella edad —no sé por qué considerada por nosotros bárbara sabían también algo de fastuosidad y comodidades, acaso no tan fáciles y universales como ahora, pero sí de más cuerpo y consistencia No olvidemos tampoco que Gotescalco estuvo en intima relación con la corte carlovingia y los reyes sucesores de Carlo Magno.

Iban delante los heraldos a caballo provistos de sendas trompas de cuerno guarnecidas de metal, cuyo toque anunciaría la presencia del sor en determinados lugares, donde hubiera de hacer mansión la caravana. A caballo también, seguían considerable número de pajes y azacanes con largas calzas, corto y ancho pantalón de bayeta y blusón azul con cuello rojo; reposteros en traje de lienzo blanco; trovadores y juglares de capilla corra encargados de distraer a los viajeros con la música, el canto y sus graciosos decires durante las largas jornadas del camino: áulicos y senescales de amplia túnica verde de seda ceñida a la cintura con faja bordada de oro y cubriendo su cuerpo un manto de terciopelo encarnado; barones con calzado de cuero, larga media granate, pantalón azul ajustado a la pierna, túnica de tinte rosa hasta tocar la rodilla, manto morado sujeto al hombro derecho y cinta de diadema cercando la cabeza cubierto de cabello corto; clérigos de distintos títulos y órdenes en sus elegantes ropas talares de tono oscuro con distintivos correspondientes a su estado y jerarquía; monjes con zapatos de distinto color cada uno, el de un pie, azul, y el del otro, verde, excepto los hermanos de servicio, calzados con sandalias de suela sujetas por correas al empeine, pero vistiendo ambas clases túnica de paño pardo sobre la cual venía otra de color distinto sin mangas y con capucha terminada en punta.

Todos los dichos, jinetes en sus caballos enjaezados con vistosas gualdrapas y ricos arneses de cuya confección llevaba la palma por toda Francia el gremio de guarnicioneros de Anicium, Para el tiempo de lluvia o de frío, usaban todos un capote de pelo con capucha de lo mismo.

A continuación, venía Gotescalco embutido en invierno en su ropón forrado de piel de armiño y protegida su cabeza con el papahígos, que llamaríamos hoy pasamontañas; resplandeciente de seda y oro en verano con un gran sombrero de anchas alas sujeto a la sotabarba por cordones de seda con borlas. En invierno, como en verano, estilábanse  guantes de piel, sin dedos, llamados muffles, que son los actuales mitones. Los zapatos eran de cuero forrados por dentro, cubiertos por fuera de seda, adornados con perlas y bordados. Y, cuando los ardores del sol molestaban, un gañán sostenía una gran sombrilla verde y blanca ribeteada de un largo fleco de oro. Si Gotescalco sentía cansancio del caballo, venía dispuesta a lomo de animales mansos una litera dentro de la cual el señor podía venir cómodamente sentado o sobre las mismas caballerías o a mano de garridos mozos. En uno y otro caso, a caballo o en litera, cubrían sus flancos las dignidades más caracterizadas de Anicium. Truanno, el deán de Santa María, y Bernardo, el abad secular de Saint Pierre le Tour, sin que anduviesen muy lejos los físicos de cámara, que cuidarían de la salud y bienestar de señor y vasallos.

Cerrando cortejo tan ilustre, venían los arqueros y lanceros, guardianes de la tranquilidad de los caminantes en los riesgos de asaltos y emboscadas. Una recua de mulos empenachados, y colgando de sus amos cascabeles y campanillas, conducía todo el equipaje y las provisiones de casa y boca que una tan numerosa comitiva y un tan largo y costoso viaje exigían. Y si alguno se admirase por parecerle exagerada la brillantez del séquito de Gotescalco, no pierda de vista ese tal que son franceses que a España vienen: el francés ha pretendido siempre deslumhrar al español con el espejismo de su civilización más adelantada en el lujo y comodidades de la vida.

Al llegar a Pamplona, se adelantaron hacia el Portal de Francia —que aún existe—dos heraldos, quienes, haciendo sonar ante el foso sus trompas de cuerno, hablaron asi » los guardianes: «El muy poderoso señor Gotescalco, principe-obispo de Anicium en la Aquitania, a su paso para Santiago de Galicia, desea entrar en Pamplona y permanecer unos días en la ciudad» Oyóse un bronco ruido de cadenas que se descuelgan, cayó el puente levadizo y Gotescalco penetró con sus acompañantes, que hubieron de dejar todo marcial instrumento en el patio de armas de la fortaleza...

El lector espera impaciente, y yo también, la llegada del obispo peregrino a Albelda, así que vamos a representarnos ya la «muy numerosa comitiva» en el camino viejo de Alberite, avanzando lentamente por debajo de S. Marcos, de donde se destacan dos reverendos eclesiásticos encargados de anunciar la aproximación de los viajeros y solicitar el conveniente alojamiento. Han entrado en la Claustra y notifican su misión al portero. Pregunta éste por la calidad y número de los huéspedes, y los emisarios responden: «El obispo Gotescalco, que por motivos de oración, ha partido de tierras de Aquitania con devoción patente a todos, marcha al extremo de Galicia, para mover la divina misericordia e implorar humildemente la protección del Apóstol Santiago. Le acompaña «una numerosa comitiva» compuesta de noventa y cinco personas, además de los caballos y bestias de carga

Alborotóse al oir tamaña cifra el cillerero, y al instante pasó por su mente la merma enorme que habían de padecer su panera y su bodega, pues desde su fundación no habla recibido el monasterio una tan nutrida y tan calificada visita.

Todo empero lo arregló el venerable Abad Dulquito, quien, haciendo honor a su nombre —que Gomesano avalora oportunamente con el honroso dictado de «santo padre»— tentó de calmar la turbación que había invadido el ánimo de los monjes, diciéndoles con amabilidad y dulzura exquisitas: «Hijos míos, si la institución benedictina nos impele a recibir en nuestra casa a cualquiera desconocido de toda condición que en nombre de Dios nos demande albergue, cuanto más siendo el que lo pide un reverendo obispo como Gotescalco, que ha emprendido un tan costoso viaje a gloria de Dios y veneración de nuestro Apóstol Santiago. En cuanto a comida, algo quedará todavía en las granjas, de lo adobado en noviembre y no estarán agotadas de bebidas las cavas de nuestra Peña, donde se guarda el fruto de nuestras viñas. Por lo que hace a los aposentos, yo dejaré el mío para el príncipe obispo y a los demás podéis acomodarlos con decencia en las habitaciones de la hospedería y otras dependencias. Los caballos y acémilas que ocupen los establos de la huerta y granjas más próximas. jQue vengan en el nombre del Señor nuestros ilustres huéspedes».

Y  los ilustres huéspedes entraron en aquella mansión de paz, de observancia religiosa y vida regular, que era el monasterio de S. Martin de Albelda, cuya numerosa comunidad formada en dos filas salió al encuentro del poderoso señor Gotescalco que, seguido de su no menos numeroso cortejo, se abalanzó a abrazar al abad Dulquito, que con tanta amabilidad le recibía.

Y aquí dejaremos por ahora al obispo de Aniciun Gotescalco con el monje escriba de Albelda Gomesano entretenidos en mirar y remirar los códices de la biblioteca monasterial, hasta que, Dios mediante, volvamos a encontrarnos con él en este mismo sitio. Por esta vez hemos procurado que la Rioja conozca con los mayores detalles posibles a un ilustre visitante suyo de hace mil años.

 

Colegiata de Roncesvalles. Detalle. Valentín Cardedera y Solano (1796-1880).

 

 

XVI.   BIBLIOGRAFÍA

 

   1.      Acta Sanctorum Bollandiana - vol. 14-Maji vol. I. París Roma. 1866. p. 123 sig.

   2.      Annales de la Societé agriculture, sciencies, arts et commerce du Puy, tom. 18 (1866-1867).

   3.     Arsac (G.). Notre Dame du Puy, Le Puy, 1885.

   4.      Baronio (César). Annales Ecclesiastici. Tom. 16. Barri-Ducis, 1869. ad annum 951, p. 70.

   5.      Boudon-Lashermes (A.) Le Vieux Puy. Saint Etienne. 1912.

   6.     Códice del Escorial. «Libellus de Virginitate Marie...» Sign. a II. 9. Terminado el año 954 por el notario Juan según la subscripción que se lee al folio 132 v.—De Virginate Maríae. - Vitae Sanctorum.

   7.   Códice de Florencia. Biblioteca Laurentina. Sign. Ashburnham. 17. saec X exeunte. S. Ildephonsus. de Virginitate  Mariae. Procede de Toledo, de cuya Catedral pasó a la colección de lord Ashburnham, y de aquí a Florencia.

   8.     Códice Gomesano. París, Biblioteca Nacional, sign. IIMDCCCLV (2855). Codex membranaceus. olim Colbertinus.

Como hacía tanto tiempo que no había visto este códice, por si acaso con los trastornos guerreros sucedidos últimamente habría sufrido deterioro o cambio de domicilio y, en todo caso, para unir al mío un testimonio más de su lectura, acudí en el mes de mayo de 1949 a mi buen amigo y compañero el culto profesor del Seminario de Vitoria don Donato Arrinda, que se hallaba entonces en París dedicado a estudios superiores de su facultad, para que realizase algunos trabajos en relación con dicho códice. Desde aquí doy al citado profesor mis más expresivas gracias por haber cumplido mi encargo con toda satisfacción y esmero.

   9.     Códice toledano. Es del año 1388 y copia exacta del Gomesano. Biblioteca Capitular de Toledo. Sing. Ms 15-13 fol. 13

Por las mismas razones indicadas en el número anterior, acudí por medio de mi distinguido amigo el M. I. señor D. Manuel Lafuente, Canónigo de Toledo, al M. I Sr. Canónigo Archivero de la misma Catedral, D. Juan Francisco Rivera, preguntando acerca de este códice. A los dos manifiesto públicamente mi sincero agradecimiento por haber cumplido mis deseos.

 10     Delisle (Leopold Víctor). Recherches sur l' ancienne bibliothéque de la Cathédrale du Puy. Dans les Annales de la Societé..., p 453.

 11.    Dozy (Rene). Recherches sur l' historie et la litterature de l' Espagne pendant le Moyen Age. Leyde, 1881.

 12.    Fernández Sánchez (J. M.a) y Freiré Barreiro (F.) Santiago, Jerusalén, Roma. Diario de una peregrinación en el año del jubileo Universal de 1875. Santiago de Compostela, 1880.

  13.    Fita (Fidel). Los Reys d' Aragó y la Seu de Girona. Barcelona, 1873.

  14.    Frére Théodore. Historie de l' Eglise de Notre-Dame du Puy. Le Puy. 1693.

  15.   Hottenroth (Federico). Historia General del Arte en ocho volúmenes. Historia del Traje y Mueble, en los volúmenes al 8°, Barcelona, 1893 1897.

 16.     Fuente (Vicente de la). La Catedral del Puy y la de Gerona. Boletín de la Real Academia de la Historia, vol. 3 (1883) p. 87.

 17.     Gams (Pius Bonifacios). Series Episcoporum. Leipziz. 1931.

 18.     García de Loaysa  Collectio Conciliorum Hispaniae. Matriti. 1593.

 19.     Gissey (Eudes de). Histoire de Notre-Dame du Puy. Ibid., 1616.

 20.     Jaffé (Phihppus).  Regesta Romanorum Pontificum. Lipstae, 1895

 21      Langlade (J). Le Puy et le Velay. París.  1921

 22.    Leovigildus presbyter cordubensis. S. IX. De habitu clericorum. Códice del siglo X, que procede de S. Millán de la Cogolla, Biblioteca de los Sres. Condes de Heredia Spínola (antes Zabálburu) Véase sobre él. Boletín de la Real Academia de la Historia, vol. 54 (1909) p. 496 518 y vol. 55 (1909) p. 102-120

 23.     López Ferreiro (Antonio). Historia de la Santa A. M. Iglesia de Santiago de Compostela. tom. II. Santiago. 1899. p. 70 72 y 285   316.

24.      Mabillon (Joannes). Annales Orainis S. Benedicti. Vol. III. Lucae. 1739 p. 473 474 ad an. 950. n. 41-42 etan. 951, n. 50.

25.      Migne (Joan. Petr ). Patrología Latina Vol. 96 desde el principio, column. 9-206.

26.      Moret. (Joseph). Anales de Navarra. Tolosa.1890. libro 9. cap. 4, n. 12 tomo pág. 36-37.

27.      Moroni (Gaetano). Dizionario de erudizione storico-ecclesiástica. Venezia. 1852, vol. 55. p. 106.

28.      Paul (G. et P). Notre-Dame du Puy. Paris, 1926. —Les décors du Puy. Aurillac. 1932.

29.      Risco (Manuel), España Sagrada. Tomo 33. Madrid, 1781. p. 188-193, 467 y 472.

30.      Rocher (Charles). Les rapports de l' Eglise du Puy avec la ville de Girone en Espagne. Le Puy, 1874.

31.      Sammarthane (Dionysius). Gallia Christiana in provincias eclesiásticas distributa. Tom. i!, Parisiis. 1720.

32.      Yepes (Antonio de). Crónica General de la Orden de San Benito. Tom. V. Valladolid. 1615.

 

 

          APÉNDICE PRIMERO

 

I. Doy la copia de la Carta Dedicatoria tal como se halla en el Códice Gomesano con la foliación correspondiente y su distribución de líneas o renglones que son en conjunto sesenta y tres.

 

 

Incipit prologus en el folio 69 v.

1   «Ego quidem gomes licet indigns

presbiterii tamen ordine functus

in finibus panpilone ALBALDENSE in

arcisterio infra atrio sacro ferente

5   reliqas sci ac beatissimi martíni epi

regulariter degens sun regimine patris

almi videlicet dulqtti abbatis.

Inter agmina Xpi servorum ducentorum 

fere monacorum, compulsus a

10   gotescalco epo qui gratia orandi

egressus a partibis aquitanie devotione

promptissima magno comitatu fultus

ad finem gallecie (escrito al margen)

pergebat concitus di msedam sciqs

Iacobi apli suffragium humiliter

15  imploraturus libenter conscripsi

                       (Comienza el folio 70)

libellum a sato Ildefonso toletane

sedis epo dudum luculentissime editum

in quo continetur laudem virginitatis

sce marie perpetue virginis ihu Xpi

20. domini nostri genitricís ubi predictus lldefonsus

eps divino inspiramine afflatus.

oraculis pptara inbutus. evangeliorum

testimoniis roboratus. apstolos documento

instructus. celestium simul et terrenora

25 contestatione firmatus, gladio

verbi dei Iubeniani perfidiam vulneravit.

et pugione verissime rationis elbidii

errorem destruxit.. Iuodeorum quoq?

duritiam non solum adstipulatione

30  angelorum et hominum sed etiam demonum

prolata confessione iugulavit.

                        (comienza el folio 70 v)

Iam vero quam dulcia quamq? divino

munere compta prompserit

eloga quisqs in hoc libello sollerter

35  legerit facile pervidevi ex quo

et credulus auriet suabitatem.

et anceps repperiet unde a se

procul reppellat erroris prabitatem.,

unde extimo incuntanter ut pari

40   gla ditetur a Xpo pontifex gotescalcus

qui hanc laudem genetricis domini nunc

aquitanie sancte marie anitio in

propriam sedem specialiter aduxit.

sicut Ildefonsus eps qui eam universe

45   eccle catholice dudum generaliter,

quia etsi materia defuit,

laboris equiperatur tamen sacra

                             (comienza el folio 71)

devotío retrihutione mercedis,

Mici aum exiguo atque misérrimo gomesano

50   concedat Xps gloriose genetricis sue

interventu placatus hic emundari

a sorde facínorum et post expletum

vite huius cu rsum cum sanctis omnibs

in regno celorum perfrui graudium

55  feliciter sine fine mansurum. Amén.

Transtulit enim hunc libellum

scissim? gotecalcus eps ex spania

ad aquitaniam., tempore iemis

diebs ceptis ianuarii videlicet mensis

60  currente feliciter era DCCCCLXXXVIIIIA

regnate domno nostro ihu Xpo qui cum deo patre et

                                              (sancto spiritu

un? ds glotur in sécula seculorum. Amen.

Ipsis igitur diebus obiit galleciensis rex ranimirus.

 

(nota del editor web:  algunos caracteres son indescifrables, por ello utilizamos el signo interrogación; no obstante, con las abreviatiras de la tabla siguiente es posible conocer el texto en su integridad)

II.   RESOLUCIÓN DE LAS ABREVIATURAS

 

 

A

 

apli

 

apostoli'

apstolors

 

apostolorum

aum

 

autem

 

 

 

 

D

 

 

dulqtti

 

dulquitti

di

 

Dei

dieb»

 

diebut

domno

 

domino

ds

 

Deus

 

E

 

 

 

episcopi

epo

 

episcopo

eps

 

piscopus

eloqa

 

eloquia

eccle

 

Ecclesia?

 

F

 

fin ib»

 

fínibus

 

G

gloria

glotur

 

gloriñcatur

 

I

 

indign*

 

¿ndignus

ihu Xpi

 

Jesu Crhisti

ihu Xpo

 

Jesu Christo

 

M

 

mscdam

 

mísericordiam

mici

 

mihi

 

 

 

 

O

 

omnib?

 

omnibus

 

P

 

partib?

 

partibus

pptars

       

prophetarum

 

Q

 

quoq»

 

quoque

*quamq»

 

quamque

quisq*

 

quisquís

 

R

 

reliqas

 

reliquias

 

S

 

sci

 

sane ti

scig»

 

sanctique

sato

 

sancto

sce

 

sancta?

scissiniN

         

sancusiimus

 

T

 

terrenos

 

terrenorum

 

U

 

un»

 

unus

 

X

 

Xpr

 

Christi

Xpo

 

Christo

Xps

 

Christus

 

 

 

 

APÉNDICE SEGUNDO

Copia del documento de fundación del Santuario de S. Miguel in Acu, o de l' Aiguille:

 

«Presentium futurorumque sante Dei eclessie fidelium noverit religio: quoniam ego Truannus Aniciensis ecelesie decanus,

«in quadam prealta sílice que usitata locutione vulgi Acus vocatur, prope Aniciensem urbem sita, ubi quondam vix agilium hominum erat adscensus. ecelesiam collocare gestiens. Gotiscalci presulis adii presentiam; et ut tale opus adgredi permitteret, ipsius deprecatus sum probitatem;

»qui non solum mihi inde licentiam tribuere est gavisus, sed etiam ejus confortationis merui habere solatium;

»sic enim viam ampli itineris in predicta silice constituens in honore sancti Michaelis archangeli, ecclesiam intuitui cernentium gratam, Christi favente auxilio, in Acu fundari studui. que predicti accepit. Deo disponente, consecrationem antistitis.

»Quibus jure peractis, bis prefixi pontificis voto ratiocinationi conjuncto obtiniere merui. ut fas mihi esset cuicumque heredum vellem, ipsam ecclesiam post funus proprium relinquere. Nunc itaque melioris ingenii accepto consilio sancte Marie in communia fratrum eam concedo, eo tenore, ut quamdiu vixero, aptum usum percipiam, et postquam ab hac malefida vita fuero segregatus, genitricis Domini aule in communia canonicorum remaneat:

»ita ut quando secla volverint. tres denarii a jam dictis canonicis presentibus atque futuris ad totidem missarum officia peragenda pro anime mee et Gotiscalci. presulis, cujus supra mentionem habuimus  salute quotidie reddantur.

»Si quis autem fervente amore habendi percussus. contra hanc chartam calumniam inferre tentaverit. aut si quis reddere prenominatos nummos debuerit. et illos. sicut dictum est. altaribus non obtulerit. uterque maledictionibus. que in veteri novoque testamento continentur, subjaceat. et anathematis vinculo nexus. ministris tartareis per infinita secula jungatur cruciandus.

»Ut enim cui ille commissa cura ipsius ecelesie fuerit, omnia que illic oblata fuerint integra canonicis reddat. et predictos nummos quotinie olferat: duos mansos illi ecelesie datas sine contradiccióne, persone possideat. Sunt enim siti in villa que Massellus vocatur,

»Est enim presens charta peracta die lovis, XV calend. augusti. anno octavo regnante Lothario rege. L. signum Truanni qui chartam istam scribere et firmare rogavit. manu sua firmavit. + Ego Wido episcopus - Signum Stephani subdiaconi.-S Rostagni prepositi -S Bernardi archidiáconi-S. Miloni abbatis.-S. Rostagni -S. Dalmatii.S. Girardi-S. Waningi-S. Richardi -S. Airardi.-S. Pocei.-ltem S. Petri Bertranni.-S. Walberti S. Stephani-S Justi -S Hectoris.-S. Wigonis.-S. iterum Wigonis—S. Dalmatii - S. Austorgii.—S. Trutherti. S. Widonis-S. Símbardi.-S. Hicterii.-Stephanus Geilinus.-Item Stephanus Giraldus. Ego Wigo levita scripsi.

 

   APÉNDICE TERCERO

 

Copia del documento de restauración del monasterio calmeliacense de S. Teofredo:

 

»In nomine Dei summi. notum sit omnibus ordinum gradibus tam presentibus quam futuris. quod anno secundo regnante Ludovico rege,

»cum ego Gotiscalcus humilis presul Vallavensis ecclesie. pro posse providerem plebem et clerum,

»incidit mihi desiderium in corde meo ut locum sancti Theotfredí Calmeliensis cenobii, quod olim regale fuit. et a predecesoribus nostri regali beneficio obtentum. et per in curiam et secularem cupiditatem res prefati loci male direpte sint. et exigente inopia, religionis status inibi penitus annihiletur. in pristinum pro posse restituerem sui ordinis gradum.

»unde accitum dominum Arnulfum. de cenobio sancti Geraldi abbatem. deprecatus sum eum. ut predictum locum in suo dominio susciperet. et fratres ibi regulariter secundum norman patris Benedicti viventes deligeret.

«Caventes itaqne recidivam cupiditatis rabiem successorum nostrorum. assensa Geilini marchionis. et plurimorum episcoporum, dedimus ei licentiam. ut supradictum est. ut monita sancti patris Benedicti observent. et cum nostro communi consilio. cum fuerit necessarium. eligant talem rectorem qui illos bene regere sciat.

»Si autem, quod absit. instigante diabolo. a proposito bono deviaverint non solum illa que perceperint anuttant. hoc est Roserias cum suis adjacentiis, et villam Colentiam de communia fratrum. Carmelarias insuper et Fentreciacum cum illorum finibus, que benevolo animo tribuimus ad nostram redeant utilitatem.

»Et istas res supradictas eo tenore concedimus eis ab hac die et deinceps, ut quotidie. exceptie diebus festis. unaqueque hora, pro nobis et successoribus nostris tam pontificibus quam clericis et omnibus adjutoribus ac benefactoribus nostre sedis et ecelesie. dúos Psalmos flexis genibus;

»pro defunctis vero, quando possibile est. vigiliam et missam.

»Res vero sancti Theotfredi quas nostra vel quelibet secularis potentia tenere videtur. aut beneficiario jure, ab abbate ejusdem loci et monachis ibidem degentibus obtineat eo tenore ut quamdiu vixerint censualiter teneant.

»post mortem vero ipsorum absque ulla contradictione rector et monachi ejusdem loci percipiant.

»Si quis autem hec temerare presumpserit, tam nostra quam episcoporum presentium excommunicatione et eterna damnatione se innodandum sciat. nisi resipuerit et satisfaciendo emendare studuerit. - Sigillum Gotiscalci episcopi.-Sig Gerontii archiepiscopi Bituricensis.-Sig. Begonisepiscopi Sig. WiJonis episcopi.—S. Bernardi abbatis.-S. Dalmatii abbatis. Supradictum episcopi domun factum estanno secundo Ludovici regis».

 

 

 
 

 

 

UN ILUSTRE PEREGRINO FRANCÉS
EN ALBELDA (LOGROÑO, 950-951)

 

Julián Cantera Orive

Berceo, ISSN 0210-8550, 9,   1948,   pags.  427-442 Berceo, ISSN 0210-8550, 10, 1949,   pags.  107-124 Berceo, ISSN 0210-8550, 11, 1949,   pags.  299-304 Berceo, ISSN 0210-8550, 12, 1949,   pags.  329-340