INTRODUCCIÓN |
Gonzalo de Berceo debió de nacer a finales del siglo XII, en Berceo, quizá en el barrio de Madrid, y, tal y como nos cuenta en sus obras, fue educado en su niñez en el monasterio de San Millán de Suso. Podemos precisar la fecha de nacimiento porque en 1221 se ordenó de diácono, y la edad mínima para hacerla eran los veinticinco años. Con respecto a los restantes datos de su vida, los conocemos por detalles que él mismo nos proporciona en sus obras y por los documentos que se conservan de San Millán, de la primera mitad del siglo XIII. En la Vida de San Millán de la Cogolla (estrofa 489) nos cuenta que:
Gonzalvo fue so nomne quizo fizo est' tractado,
en Sant Millán de Suso fue de niñez criado;
natural de Verceo ond' Sant Millán fue nado,
De esta forma, sabemos que tomó el nombre del pueblo donde nació, como nos dice en la segunda copla de Los milagros de Nuestra Señora «Yo, maestro Gonçalvo de Verceo nomnado»), y tanto el lugar como su niñez en San Millán son nombrados también en la última copla del manuscrito de París del Libro de Alexandre («natural de Madrid, en San Millán criado»), y su lugar de nacimiento nos lo repite dos veces al comienzo de la Vida de San Millán de la Cogolla (3c, «el barrio de Verceo Madriz li yaz present'», y 19b, «en Verceo fui nado, cerca es de Madriz»). Madrid, en efecto, era un barrio de San Millán de la Cogolla, en la otra orilla del río Cárdenas, lindante con el pueblo de Berceo, en la actual provincia de Logroño. Las escrituras conservadas en las que aparece Gonzalo nos informan que se ordenó sacerdote, y firma como tal un documento de 1237, lo que no podía hacerse antes de los treinta años. Probablemente a esa ordenación alude Berceo en la copla 208 de El Duelo de la Virgen («mi alma e mi cuerpo, las órdenes tomadas, / mis piedes e mis manos pero que ["no obstante"] consagradas»). Sabemos también, por documentos de la época, que no fue el único clérigo de la familia, puesto que en un documento de 1242 entre los clérigos de Berceo aparece un hermano suyo llamado Juan. Por otra parte, la estrofa 869 de Los milagros de Nuestra Señora nos permite suponer que Berceo vivía todavía después de 1252, puesto que nos habla de Fernando III como desaparecido (869ab, «En el tiempo del rey de la buena ventura, / don Ferrando por nomne, señor d'Estremadura»). Finalmente, el escrito más tardío de San Millán que se refiere a Gonzalo de Berceo, de 1264, lo menciona como maestro de confesión y cabezalero o testigo testamentario de don García Gil de Vañoz, aunque en pasado, lo que significaría que en ese momento estaba muerto.
Sus escritos y la documentación de la época nos permiten precisar facetas de su vida. Por ejemplo, la ya aludida estrofa 2675 del manuscrito de París del Libro de Alexandre nos detalla su función en el monasterio de San Millán de la Cogolla:
Si queredes saber quien fizo esti dictado,
Gonçalvo de Berceo es por nombre clamado,
natural de Madrid, en San Millán criado,
del abad Juan Sánchez notario por nombrado.
Gonzalo de Berceo era hombre de confianza del abad Juan Sánchez (1209-1253), es decir, una suerte de mandatario que actuaría como «secretario» del abad (que es lo que con exactitud significa notario en la estrofa del Alexandre) y que podría ejercer de notario extramuros del monasterio. Lejos de la imagen de persona sencilla que había dado la historiografía tradicional de la primera mitad del siglo XX, estaríamos en presencia de una de las personas más importantes de San Millán y de la mayor confianza del abad Juan Sánchez. Por otra parte, parece que era un clérigo de formación superior. Su obra corrobora el dominio de hábitos literarios propios de las poéticas latinas de la época, como sucede en el precioso prólogo de Los milagros de Nuestra Señora. En esas coplas se nos revela hábil maestro de retórica, describiéndonos un Paraíso que es el tradicional locus amoenus de las poéticas clásicas y medievales, desplegando apreciables conocimientos de teología bíblica y una atinada educación musical. Saberes encuadrados en aquella época en los ciclos de formación básica o artes liberales, que constituían la preparación para la enseñanza superior o universitaria y que estaban divididos en trivium (gramática, dialéctica, retórica) y quadrivium (aritmética, geometría, astrología y música). Además, también en Los milagros de Nuestra Señora se llama a sí mismo maestro, que podría significar tanto «maestro confesor» como magister, es decir, maestro con un título universitario superior. Una educación tan refinada debió adquirida en un centro de enseñanza universitaria. Por eso, tradicionalmente se ha invocado con tal fin la antigua Universidad de Palencia, extremo que no se ha podido documentar, aunque Berceo recuerda en una copla de Los milagros de Nuestra Señora, en una expresión de sentido un tanto chistoso, al obispo Tello Téllez de Meneses, muy vinculado al estudio general de Palencia («ni·l nució más que nuzo yo al bispo don Tello», estrofa 325 de Los milagros).
Gonzalo de Berceo escribió su obra en tetrástrofos monorrimos, es decir, coplas de cuatro versos alejandrinos que riman en consonante y que están formados cada uno de ellos por dos hemistiquios heptasílabos (7 + 7) separados por cesura y construidos con dialefa (ausencia de sinalefa). Si el verso alejandrino remite a orígenes franceses, la copla monorrima de cuatro versos recuerda obras romances de la segunda mitad del siglo XII, así como composiciones de los ambientes escolares latinos. De hecho la cuarteta monorrima de alejandrinos era una estrofa conocida a lo largo de la Romania desde mediados del siglo XII, en ella se escribieron obras como el francés Poeme moral (1200) o los Proverbia super natura feminarum (ca. 1150), de origen veneciano, y fue frecuentada por autores como Bonvesin de la Riva (la Disputatio rosae cum viola o el Libro delle tre scritture), quizá el más directo predecesor de Dante. Se trata, pues, de una suerte de poesía narrativa y didáctica de amplia circulación en la Romania desde mediados del siglo XII, y que en Castilla se considera el pilar de la escuela del «mester de clerecía». El mester de clerecía no es otra cosa que la adecuación de los romances peninsulares (castellano, leonés, riojano, etc.) a la cuarteta monorrima de alejandrinos, y muy posiblemente la primera obra escrita en ese género en Castilla, y la que le presta su nombre, es el Libro de Alexandre, cuya segunda estrofa se tiene por descripción cabal del género:
Mester traigo fermoso, non es de joglaría;
mester es sin pecado, ca es de cleresçía:
fablar curso rimado por la cuadernavía,
a sílabas contadas, ca es grant maestría.
Como puede comprobarse, la copla da nombre al género, al que considera moldeado sobre rigurosas pautas formales («a sílabas contadas», «curso rimado»), y parece distinguir esa actividad de escritura culta («mester ... de cleresçía») de otros géneros de diferente inspiración («mester ... de joglaría»). Estamos, pues, ante un género de carácter culto y propio de los nuevos clérigos, que son producto intelectual del renacimiento del siglo XII, y que junto a los tradicionales saberes teológicos tenían una formación clásica antes desconocida o poco frecuente, que incluía el estudio de las artes liberales y quizá de alguna especialidad universitaria típica del mundo medieval (derecho, medicina y teología), que en Gonzalo podría haber sido jurídica («legista semejades ca non monge travado» nos dice en la Vida de Santo Domingo de Silos, 146b), lo que explicaría con facilidad los términos legales que menudean en sus coplas, tales como entencia («disputa») u otorgar («disponer la ejecución de una sentencia»), o la utilización de procedimientos jurídicos con finalidad narrativa, como ocurre en «El milagro de Teófilo». En sus versos, el poeta de cuaderna vía traslada a la creación literaria y a las estrofas monorrimas el comportamiento del magister medieval. Escribe en romance para dar a conocer a su público, lector u oyente, saberes que ya están en latín («quiero fer la passión de señor Sant Laurent, / en romanz, que la pueda saber toda la gent» nos dice en el comienzo del Martirio de San Lorenzo, 1cd). Quiere elevar el nivel cultural de su público y en ningún momento esconde que parafrasea y utiliza como fuente de su escrito un texto latino que puede ser en ocasiones de autor famoso, que también se nombra, tal como hace Berceo con Bernardo de Claraval en El Duelo de la Virgen («Sant Bernalt, un buen monge, de Dios mucho amigo», El Duelo de la Virgen, 3a). La alta cultura latina se convierte en literatura romance con una finalidad didáctica y pedagógica. En esa misma época, y orientados por esos principios, se escribieron en cuaderna vía obras como el ya citado Libro de Alexandre, el Libro de Apolonio y el Poema de Fernán González, y ya en el siglo XIV el Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita. Con toda probabilidad la obra cabecera del género en España es el Libro de Alexandre, texto fundamental del género de cuaderna vía, que Berceo demuestra conocer en algunos pasajes de sus poemas y que, asimismo, influyó en otras escritas en cuaderna vía como el Libro de Apolonio y, de forma clara, en el Poema de Fernán González e, incluso, a lo largo del siglo XIV en el Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita. No obstante, tanto el Apolonio como el Poema de Fernán González muestran también una clara influencia de Gonzalo de Berceo, que se concreta en las invocaciones trinitarias con las que comienzan, y que recuerdan de cerca el arranque de la Vida de Santo Domingo de Silos («En el nomne del Padre que fiço toda cosa»). Esta voluntad pedagógica y magistral, en el caso de Gonzalo de Berceo, se vuelca sobre la vida religiosa y sus intenciones piadosa y teológica. Su obra entera surge de un deseo de edificación religiosa, y ese afán, dirigido tanto a los cristianos laicos como al propio clero, se ha relacionado con las directrices marcadas por el IV Concilio de Letrán, que exigían la observancia de los compromisos de la vida religiosa y el aumento de la cultura del clero.
Las obras de Gonzalo de Berceo fueron conservadas durante siglos en dos manuscritos de San Millán de la Cogolla, que constituían dos recopilaciones de sus obras al parecer bastante completas. Tales manuscritos eran el denominado manuscrito in quarto (sigla Q) y el manuscrito in folio (sigla F). La denominación de los manuscritos responde a su tamaño, que era in quarto e in folio respectivamente; el manuscrito Q contenía 35 coplas por folio a dos columnas, mientras el manuscrito F era un ejemplar de lujo con 16 coplas por folio a una sola columna. El testimonio Q era el más antiguo, recopilado quizá hacia los años 1250-1260, o algo después, puesto que Gonzalo debió de morir a mediados de los años sesenta del siglo XIII y el códice transmitía, como veremos, obras inacabadas del poeta, así como las formas riojanas más próximas a Gonzalo. El códice F fue compilado en la primera mitad del siglo XIV, hacia 1325, y presenta una lengua modernizada, especialmente en las formas léxicas. Durante el siglo XVIII, y en razón de la actividad de eruditos ilustrados como el padre Sarmiento, se completaron dos copias de las obras de Berceo sobre esos testimonios antiguos. La primera fue realizada por el padre Diego de Mecolaeta, quien, entre los años 1741 y 1742, dirigió con este fin a un grupo de monjes de San Millán, copia hoy conservada en la Biblioteca Nacional de Madrid (ms. 13149, denominado M) y descubierta por José Manuel Blecua. Sobre esta primera copia realizó otra don Tomás de Iriarte, de poca calidad y llena de errores (manuscrito 18577/16 de la Biblioteca Nacional de Madrid). Una segunda copia fue realizada por Domingo Ibarreta durante los años 1774 y 1779 (denominado manuscrito I), que se conserva hoy en el archivo del monasterio de Santo Domingo de Silos (signatura ms. 93). Esas copias del siglo XVIII son hoy fundamentales para la edición y el estudio de Gonzalo de Berceo, puesto que tras la exclaustración que siguió a la Desamortización de 1835, los manuscritos in quarto e in folio desaparecieron de San Millán. Por fortuna, una parte sustancial del in folio fue recuperada a principios del siglo XX, y se custodia en la actualidad en la biblioteca de la Real Academia Española. Aparte de estas copias completas, han quedado manuscritos individuales de las obras, casi todos ellos derivaciones de los manuscritos ya mencionados, y los citamos en el repaso individual de cada obra. Cuestión esencial con respecto a las copias del siglo XVIII es el grado de fidelidad con que fueron copiadas y de qué manuscrito antiguo. Por lo que parece, la copia de Ibarreta se mantiene bastante fiel al testimonio in quarto, si bien los copistas, tanto de I como de M, consultaban el manuscrito in folio cuando no entendían algún giro o palabra en Q.
Tradicionalmente se había pensado que Gonzalo de Berceo podría ser el autor del Libro de Alexandre, puesto que el manuscrito de París del Alexandre lo nombra como autor en su éxplicit. Pero hoy se tiene por una posibilidad bastante remota, por cuanto se trata de dos obras harto diferentes en su estilo y en su lenguaje, y cuya ideología es divergente y contrapuesta. Una vez descartada esa posibilidad, sus obras se dejan distribuir en tres bloques atendiendo a su temática e inspiración religiosa:
1. Obras hagiográficas: Vida de San Millán de la Cogolla, Vida de Santo Domingo de Silos, Poema de Santa Oria y Martirio de San Lorenzo.
2. Obras marianas: Los milagros de Nuestra Señora, El Duelo de la Virgen y Loores de Nuestra Señora.
3. Obras pedagógicas: Sacrificio de la misa, Los Signos del juicio Final, Himnos.
Tenemos, así, tres centros de interés en la obra de Berceo: hagiografía, mariología y obras pedagógicas. Las especificidades de estas diez obras son las siguientes. La Vida de San Millán de la Cogolla consta de 489 estrofas en cuaderna vía y constituye la biografía santificada del santo fundador del monasterio de San Millán de la Cogolla, Aemilius, sacerdote eremita nacido en 474 y muerto en 574, y cuya vida escrita se recogió en la Vita Beati Emiliani, compuesta por San Braulio de Zaragoza (590-651). Aparte de los manuscritos citados, el texto de la Vida de San Millán de la Cogolla se nos ha conservado en tres copias diferentes: (1) la contenida en el Archivo de los Benedictinos de la Congregación de Valladolid, volumen 36, folios 147r-172v (manuscrito S), realizada en el siglo XVIII sobre el manuscrito Q y hoy conservada en el archivo de Santo Domingo de Silos; (2) la conservada en la colección de Papeles varios de Santo Domingo de Silos, volumen 30, manuscrito 56, folios 244r-272v (manuscrito L), copia del siglo XVIII con varias copias apócrifas (480i y 480ii); y (3) la conservada en el volumen del Archivo de los Benedictinos, volumen 36, folios 173r-182v (manuscrito O), que es en realidad una parte del manuscrito M y contiene las coplas 1-205. Como en las dos principales hagiografías de Berceo, la obra sigue la división tradicional en tres partes: su vida histórica, los milagros en vida y las apariciones y milagros de su vida póstuma. Después de la vida y milagros de Aemilius, tomados de la hagiografía de San Braulio, Berceo añade un largo episodio, el de los votos de San Millán (coplas 361-481), y dos milagros tradicionales ausentes en San Braulio (482-488). En el episodio de los votos de San Millán nos encontramos con un San Millán que en unión de Santiago se aparece a los ejércitos cristianos que en la batalla de Hacinas derrotarán al infiel musulmán. Y a continuación el inventario de pueblos y lugares que debían enviar el diezmo a San Millán de la Cogolla. Esa parte de la obra corre pareja, por lo que parece, de la falsificación de determinadas secciones del Libro Becerro de San Millán (códice donde se conservaba la documentación jurídica del monasterio), el Becerro galicano (así llamado por estar escrito en letra francesa). Desde principios del siglo XIII, el Libro Becerro admitió falsificaciones documentales para incorporar la sección del Privilegio de los votos de San Millán, un documento paralelo a esta sección de la obra de Berceo y donde se encuentra un inventario casi idéntico de los lugares que han de enviar su diezmo a San Millán. Fue el análisis de esta obra el que condujo a Brian Dutton a postular un Gonzalo de Berceo estrechamente ligado a los intereses materiales de San Millán, puesto que tal falsificación estaba destinada a realzar su importancia en la historia de Castilla y permitirle reclamar los diezmos amparándose en el Privilegio de los votos, supuestamente concedido por Fernán González.
Espadaña de la iglesia del Real Monasterio de Cañas
La Vida de Santo Domingo de Silos nos cuenta en 777 estrofas (la trinidad simbólica del número siete) la vida de dicho santo, fundador del monasterio que lleva su nombre y también estrechamente ligado a la historia de San Millán, donde fue abad. Para ello, Gonzalo se apoyó en la Vita Domici Silensis escrita por el monje silense Grimaldus en el siglo XI. Por su parte, el Martirio de San Lorenzo nos cuenta en 105 estrofas el suplicio del santo. La obra de Berceo se ha puesto en relación con el santuario de San Lorent, cercano al monasterio. Para componer la obra se ha supuesto que Gonzalo pudo consultar en el scriptorium algunas de las pasiones que con posterioridad al siglo VI hacían de San Lorenzo un mártir hispano relacionado con el obispo de Huesca San Valerio, y posiblemente su fuente o fuentes estuvieran emparentadas con la Passio Polychronii, con la que tiene numerosos puntos en común. El Poema de Santa Oria nos cuenta en 205 estrofas las visiones celestiales de la Santa Áurea, eremita del monasterio de San Millán de la Cogolla. Su fuente latina en este caso fue la Vita en prosa escrita por el monje Munio, tal como nos cuenta el propio Berceo, si bien tal relato latino no se ha conservado.
Los milagros de Nuestra Señora conforman un total de 911 estrofas, y se pueden dividir con facilidad en una Introducción alegórica y veinticinco milagros. La fuente de la obra sería alguna de las muchas colecciones de milagros marianos escritas en latín que corrían en la segunda mitad del siglo XII, difusión favorecida por el auge del culto mariano en esa época, unido a la importancia de la mariología en el pensamiento de Bernardo de Claraval, a quien Berceo parece haber leído. La Introducción constituye una pieza clásica de la literatura española, y en ella consigue Gonzalo una de las más altas cotas de calidad de su obra. Nos cuenta en primera persona, y nombrándose a sí mismo, su llegada a un prado maravilloso que describirá con detalle y del que después nos dará una interpretación alegórica. Los milagros de la Virgen los compara a los árboles del prado, de forma que la Introducción actúa también como cierre estructural de todo el conjunto de milagros. Los milagros en total son veinticinco, y entre ellos destacan los que Juan Manuel Rozas denominó «los milagros de la crisis», es decir, aquellos en que un representante típico del orden medieval o de la iglesia cae en el pecado y repara su falta por la intervención de María. Entre ellos destacan por su calidad el milagro 21, «La abadesa preñada», y el milagro 24, «el de Teófilo». El milagro 21 nos cuenta la vida recta que una abadesa impone en su convento hasta que un día se siente embarazada, traspiés del que saldrá por la intervención de María. Sin embargo, la abadesa no puede aceptar esa quiebra del orden moral y social, y será ella misma la que acabe denunciándose al obispo. Todo el milagro constituye un pequeño prodigio de psicología y simbolismo, y la vida del hijo de la abadesa, nacido por la intervención de María -como Cristo-, se nos narra con pinceladas hagiográficas. En el caso de Teófilo, nos encontramos con un hombre santo que cae en la envidia por sentirse olvidado socialmente después del nombramiento de un nuevo obispo. El pacto con el diablo para recuperar su prestigio social y su poder recuerda el mito de Fausto, y su historia constituye una reflexión sobre el sentido social y trascendente de la perfección religiosa. La colección de milagros marianos ha sido objeto de polémica en las últimas décadas por el doble final que se advierte en los manuscritos. El orden tradicional, transmitido por el manuscrito Ibarreta (es decir, I) -copia, al parecer, fiel del perdido manuscrito in quarto (Q)-, consiste en suponer que «El milagro de Teófilo», no obstante tener un largo éxplicit, es el penúltimo, y el último sería el milagro 25, de «La iglesia robada», que también tiene su propio éxplicit. Sin embargo, el manuscrito in folio (F) invierte el orden de estos milagros, colocando al final «El milagro de Teófilo». Una probable solución del problema sería que Gonzalo terminó una primera redacción de la colección y con posterioridad sumó el milagro veinticinco, redondeándola en un número simbólico (el 25) y con un milagro hispánico. Por su parte, El Duelo de la Virgen nos presenta a María como Mater dolorosa en 210 estrofas, si bien no todas son de cuaderna vía, puesto que las estrofas 178-190 intercalan en la narración de María la cántica iEya velar!, una canción de guardia de soldados que se ha supuesto de origen popular por su estructura paralelística. Por su parte los Loores de Nuestra Señora explica en 233 estrofas de cuaderna vía los grandes hitos de la historia de la salvación bajo la advocación de la Virgen María. En ella Berceo asume un tono marcadamente teológico, haciendo de la historia de María el centro de la economía de la salvación.
La vertiente más claramente pedagógica de Berceo la encontramos en el Del sacrificio de la misa y en Los Signos del juicio Final, así como en los Himnos. Los Loores de Nuestra Señora constituyen un compendio de la historia de la humanidad bajo la advocación de María que completa la mariología expuesta en El Duelo de la Virgen y en Los milagros. Los Signos del juicio Final constituye un poema de carácter escatológico en 77 estrofas (de nuevo, numerología simbólica) que en ocasiones se ha relacionado con la inquietud que provocaron las doctrinas de Joaquín de Fiore y los spirituali sobre el próximo fin del mundo. Se puede dividir en dos partes; los signos del Juicio (estrofas 1-25) y el Juicio Final (estrofas 26-77). En esa división bipartita se funden la creencia milenarista en el paraíso terrestre y la idea escatológica de un paraíso cristiano. Del sacrificio de la misa nos explica en 297 estrofas en cuaderna vía toda la simbología de la misa y la articulación de los dos Testamentos mediante el procedimiento de la tipología: el Viejo Testamento anuncia y es figura del Nuevo («Del Testamento Viejo quiero luego fablar, / cómo sacrificavan e sobre cuál altar; / desent tornar al Nuevo por en cierto andar, / acordarlos en uno, facerlos saludar», estrofa 2). Berceo, además, escribió tres Himnos. Tal como nos cuenta San Agustín, los himnos fueron una creación de San Ambrosio revitalizada por Prudencio. Berceo traduce al vulgar tres himnos: el Veni Creator spiritus, dedicado al Espíritu Santo, el Ave Maris stellae, atribuido a San Bernardo de Claraval y a Fulberto de Chartres, de carácter mariano -y ambos de origen carolingio-, y el tercero Christe, qui luz est et die. Constan de siete estrofas que amplifican los himnos tradicionales.
Los estudios históricos y literarios de su obra, y en especial los de Brian Dutton y Frida Weber de Kurlat, nos permiten precisar con cierta verosimilitud una probable cronología de sus escritos, que va de finales de los años veinte del siglo XIII hasta mediados de los sesenta. Con toda probabilidad, la primera obra escrita por Gonzalo de Berceo habría sido la Vida de San Millán de la Cogolla, directamente ligada a las falsificaciones del Privilegio de los votos realizadas en San Millán, cuya fecha más antigua nos lleva hacia 1228. Por otra parte, la prioridad del San Millán puede basarse en trazos estilísticos y narrativos que relacionan las dos principales hagiografías. Tras un estudio detenido de descripciones de objetos, personajes o situaciones idénticas o semejantes, percibimos que la Vida de Santo Domingo nos presenta siempre una expresión más acabada y amplificada, lo que arguye la posterioridad de la Vida de Santo Domingo de Silos con respecto a la Vida de San Millán. Además, desde los estudios de Brian Dutton, la hagiografía silense se ha puesto en relación con la Carta de hermandad que en 1236 firmaron los monasterios de San Millán de la Cogolla y Santo Domingo de Silos. Por tanto, la Vida de San Millán de la Cogolla sería anterior a 1236, y más probablemente de finales de los años veinte del siglo XIII, y la Vida de Santo Domingo de Silos posterior a 1236, cuando Berceo contaba treinta y ocho años. Entre la redacción de la hagiografía silense y Los milagros de Nuestra Señora, situó B. Dutton el momento de redacción de los Himnos, los Loores de Nuestra Señora y Los Signos del juicio Final, obras que relacionó con su ordenación sacerdotal, anterior a 1237. Mientras que otras, como Del sacrificio de la misa y El Duelo de la Virgen podrían ser posteriores y acaso obras de madurez. Sin embargo, en algún caso puede concretarse más. Del sacrificio, por ejemplo, ha sido puesto en relación por Pedro Cátedra con el viaje del legado papal Juan de Abbeville por España (1228-1229) para hacer respetar los decretos del IV Concilio lateranense. Colecciones de sínodos y literatura eclesiástica de finales de los años veinte atestiguan el interés suscitado por el viaje del legado, y en más de una ocasión subrayan la importancia de la misa y su recta intelección, entre otros motivos, por la herejía valdense. Esa concreta situación podría ser el origen de la obrita de Berceo. Asimismo, El Duelo de la Virgen sería posterior a la ordenación de Berceo como clérigo, puesto que, como hemos visto en su estrofa 208, haría referencia al hecho («mis piedes e mis manos ... pero que consagradas»). En este esquema cronológico, podemos situar la redacción de Los milagros de Nuestra Señora. Ya hemos visto que en la copla 325 hace referencia a Tello Téllez de Meneses, fallecido en 1246, mientras que en la copla 869 recuerda como desaparecido a Fernando IlI, lo que sucedió en 1252, con lo que la redacción final de Los milagros o el probable añadido de ese milagro final sería posterior a esa fecha. Así pues, podemos suponer un período de redacción para Los milagros en un arco temporal de seis años por lo menos, cuando Berceo contaba unos cincuenta y cuatro años. Para completar el estadillo cronológico, tradicionalmente se han considerado obras tardías o de madurez tanto el Poema de Santa Oria como el Martirio de San Lorenzo. En el caso del Poema de Santa Oria, porque nos lo dice él mismo en la segunda copla del poema («Quiero en mi vegez, maguer so ya cansado, / de esta sancta virgen romançar su dictado»), aparte de que, tal como demostró Isabel Uría, la obra habría quedado sin el toque final del autor, lo que es evidente en las anómalas secuencias de estrofas de algunos trechos del texto. Atendiendo a esa afirmación del prólogo, podemos presumir que Gonzalo estaba componiendo el Poema de Santa Oria entre los cincuenta y los sesenta años (ca. 1252-1257), ya terminados Los milagros o en el momento en que añadió el último de ellos. Asimismo el Martirio de San Lorenzo resta incompleto, por lo que sospechamos que debió sorprenderle la muerte. Tenemos, así, una obra literaria que crece a partir de la hagiografía, que se adensa en las obras marianas y pedagógicas, y que termina volviendo a su origen y encontrando su sentido en la historia de la Iglesia en los poemas hagiográficos de la madurez.
Gonzalo de Berceo escribió sus obras en riojano. Era originario del valle de San Millán de la Cogolla, entre el Sistema Ibérico y la ribera derecha del Ebro. Una región que en la época de Berceo pertenecía al reino navarro, aunque en los límites con Castilla, y las peregrinaciones constantes y la dependencia política impusieron una castellanización progresiva. Por ello la variante riojana de la época supone una base castellana junto a una serie de rasgos peculiares que suelen delatar arcaísmo u orientalismo, según los casos. Tales rasgos los encontramos en la alternancia de consonantes con independencia de su valor fonológico (b, v, z, ç, c), en la aparición en los manuscritos de la letra q desprovista de la u, en el empleo de la doble ese intervocálica (-ss-) en lugar de la x (promessa, abadessa, prioressa, quessa, «queja») y en el uso de la h como índice de palatalidad, como en hlantada (Vida de Santo Domingo de Silos, 700) o hlegó (Martirio de San Lorenzo, 96). Tenemos también diptongos decrecientes (Peidro en Los milagros de Nuestra Señora, 17, 626 Y 782) y formas finales en i frente al esperable e en los pronombres (li, lis, elli), demostrativos (esti, essi) e imperativos singulares (departi, entiendi, parti, etc.). Rasgos afines a las variantes lingüísticas navarro-aragonesas son también la presencia de aspiración en la h (herropeas, reherido) y las formas conservadoras de los grupos iniciales pl-, cl-,fl- (pluvia, plorar, clamado, flamas), y la d intervocálica (piedes, sieden, vidiéronlo, udí, udiendo, redí, etc.). En fin, la lengua de Berceo también es conservadora en cuanto a la solución del grupo m'n (frente al resultado m'r castellano), como en lumne, nomne, semnar, femna, etc. En cuanto a la morfología señalamos como rasgos más llamativos la asimilación de la consonante lateral del artículo con la nasal precedente (enna, «en la», conna, «con la»), las formas de los futuros condicionales en que los grupos n'r presentan asimilación (terré, terriedes, porré) y la o final en la primera persona singular del futuro de subjuntivo (fuero, falleciero). Aparte de estos rasgos, que delatan seguramente la lengua hablada en la Rioja a principios del siglo XIII, nos encontramos con una inusual presencia de galicismos y provenzalismos (cempellar, bagassa, bren, brutado, domage, oraje, sergenta, volopado), así como el uso abundante de latinismos (elemosina, bispo, benedicto, fructu, etc.), que se alternan en su obra con las formas romances (limosna, almosna, obispo, mirado, milagro, bendito, bendicho, etc.).
Ya hemos dicho que con toda probabilidad la primera obra escrita en cuaderna vía en Castilla sea el Libro de Alexandre, de incierta cronología, pero en todo caso anterior a la Vida de San Millán de la Cogolla, texto de Gonzalo de Berceo que traslada algunas escenas del Libro de Alexandre, que, a su vez, ha traducido literalmente de Gautier de Chatillon, su fuente latina principal. Como cabeza del género, el Libro de Alexandre influyó notablemente en los poemas en cuaderna vía del siglo XIII, y su ascendiente llega hasta el siglo XIV. Pero la cuestión nos interesa ahora porque la comparación de la obra de Gonzalo con el Alexandre y con las restantes obras en cuaderna vía del siglo XIII nos da la medida de su notable talla como escritor. La lengua de la cuaderna vía en el siglo XIII es la lengua literaria del Libro de Alexandre, y fue mérito fundamental del poeta riojano la creación de un estilo de gran calidad al margen de la historia de Alejandro. Ahí reside uno de sus logros básicos y fundamentales, que no veremos conseguido hasta un siglo después en la obra del Arcipreste de Hita. Un estudio detenido de las obras de Berceo a la vista del Alexandre nos descubre de continuo una lengua diferente aunque paralela, basada en los mismos procedimientos, pero que rellena los espacios del tetrástrofo monorrimo con formas propias, con dobletes singulares de sustantivos, que amalgama con facilidad giros personales. Si, como creemos, el Libro de Alexandre constituyó la piedra angular del género durante el siglo XIII, la obra de Gonzalo de Berceo se alza entonces como una alternativa literaria e ideológica al Alexandre.
Algunos de los rasgos más célebres de su obra no consisten sino en un manejo inteligente y refinado de las posibilidades expresivas de esta poesía clerical romance de finales del siglo XII. Tal sucede, por ejemplo, con la explotación a conciencia de la figura del narrador. En las obras en cuaderna vía, el narrador aparece con frecuencia hablándonos en primera persona, indicándonos que toma su obra de tal o cual texto latino o haciendo todo tipo de observaciones, incluso un tanto chistosas. Gonzalo lleva al límite el procedimiento. Oímos en su obra la voz del narrador contándonos chascarrillos, recordando hechos de su vida, comentando aspectos de sus personajes o, simplemente, poniéndole nombre propio al narrador -es decir, Gonzalo de Berceo-. Recordemos algunos de los más celebrados. En la Vida de Santo Domingo de Silos afirma de pronto que no puede seguir escribiendo, porque se ha perdido un cuaderno en la obra latina que parafrasea, de cuyo hecho deja constancia (notario por nomnado), aunque declina toda responsabilidad («mas non por culpa mía»). Sería aventurado («grande folía»), nos dice, inventarse las cosas («escrivir a ventura»):
De cuál guisa salió dezir non lo sabría,
ca fallesció el libro en qui lo aprendía;perdiose un quaderno, mas non por culpa mía,
escrivir a ventura serié grande folía.
(Vida de Santo Domingo de Silos, 751)
En la misma obra se irrita («¡par señor San Martino!») porque no entiende la palabra latina que indica la localidad del ciego beneficiario del milagro. Era, en efecto, una latín complicado y transcrito en letra tortuosa («encerrado latino») o estaba el pergamino rasgado:
Caeció y un ciego, de cuál parte que vino,
non departe la villa muy bien el pargamino,
ca era mala letra, encerrado latino,
entender no lo pudi, par señor San Martino.
(Vida de Santo Domingo de Silos, 609)Al culminar el prólogo del Santa Oria, observa que se ha dilatado en exceso («nos mucho detardado») y se obliga a aprovechar las horas del día («anochezrá privado»), pues -nos dice- escribir a la luz de la vela es tarea engorrosa:
Avemos en el prólogo nos mucho detardado,
sigamos la estoria, esto es aguisado;los días son non grandes anochezrá privado,
escrivir en tiniebra es un mes ter pesado.
(Poema de Santa Oria, 10)En el epílogo, cual la miniatura final o marginal de un manuscrito, se describe él mismo versificando su obra en el portalie!lo de San Millán:
Gonçalo li dixieron al versificador,
que en su portalejo fizo esta lavor;
(Poema de Santa Oria, 205)En El Duelo de la Virgen y en los Loores de Nuestra Señora se nos presenta como entendedor de la Virgen y su trovador, mientras que en el inicio de la Vida de Santo Domingo de Silos afirma que escribe en romance porque no tiene una formación que le permita escribir en latín:
Quiero fer una prosa en román paladino
en cual suele el pueblo fablar con so vecino,
ca non so tan letrado por fer otro latino,
bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino.
(Vida de Santo Domingo de Silos, 2)Ahí mismo, como puede verse, se presenta como juglar pidiendo la paga esperable al término de su actuación («un vaso de bon vino»). Esta extensa presentación que Berceo hace de sí mismo sirve a muchos fines, incluso pedagógicos, como el hecho de poner nombre y apellidos -los suyos- al narrador de sus obras, lo que les prestaba una poderosa verosimilitud y una notable fuerza didáctica. Sin embargo, tal presentación también ha descaminado a la crítica de tiempos pasados, y ha permitido postular un Berceo poeta popular, cercano a la lengua del pueblo y casi diríamos medio juglar. Ese planteamiento cayó por su base a partir de los estudios ya citados de B. Dutton, que mostraban a un Gonzalo de Berceo culto y muy ligado a las inquietudes diarias y materiales de San Millán. Sin embargo, en las lecturas más recientes, parece evidente que una imagen de Berceo reducida a su relación histórica con el Privilegio de los votos descuida partes esenciales de su obra -y aún el sentido de toda ella-, orientada a una singular teología, lo que resulta evidente en el repaso de los géneros que frecuentó con más asiduidad.
La literatura hagiográfica parte de las Actas de los mártires y nos cuenta el suplicio de un santo a manos de los gentiles. Esa inspiración está en la base de la obra de Berceo Martirio de San Lorenzo, que en ocasiones no ha sido considerada obra hagiográfica. Ahora bien, cuando la Iglesia se constituye en la religión oficial del Imperio cesa, por principio, el martirio de los creyentes. La hagiografía pasará a relatar la vida de un santo eremita («confesor santo»), cuya misma vida puede considerarse un martirio asumido personalmente como camino de perfección y salvación. Ésa es la base de la evolución literaria de la hagiografía posterior. Y en esa línea están las restantes obras hagiográficas de Gonzalo, que nos cuentan la vida y los milagros de santos de la región vinculados estrechamente con la historia del monasterio de San Millán de la Cogolla (Vida de San Mi!lán de la Cogo!la, Vida de Santo Domingo de Silos, Poema de Santa Oria). Por ese camino Berceo constituía un vínculo entre la historia cotidiana -y el vehículo lingüístico romance- y las verdades de la fe. La gran historia de la Iglesia se trasluce en las inquietudes del ogaño. La trascendencia se beneficia de una inmediatez cotidiana, y ese vínculo convierte la vida del santo confesor en un ejemplo para todo cristiano. Pero ese parentesco entre la fe y la historia, deja paso progresivamente a consideraciones teológicas de más amplio calado. En sus hagiografías se percibe una suerte de evolución literaria y teológica, articulada con la cronología que hemos expuesto con anterioridad. La Vida de San Mi!lán de la Cogolla parece ser la primera obra y la primera de las hagiografías de Gonzalo. Si, como creemos, en ella se nos muestra muy cercano a las inquietudes materiales de San Millán, no sucede lo mismo con la Vida de Santo Domingo de Silos, una obra de marcada aspiración doctrinal en el cauce hagiográfico. En su exordio, tenemos la invocación trinitaria («En el nomne del Padre, que fiço toda cosa, / e de don Jhesu Christo, fijo de la Gloriosa, / e del Spíritu Sancto, que egual d'ellos posa, / de un confessor sancto quiero fer una prosa»), y, en una segunda estrofa, la declaración de intenciones pedagógicas de la hagiografía romance («Quiero fer una prosa en román paladino / en cual suele el pueblo fablar con so vecino», 2ab). Obra hagiográfica, pues, de intenciones más sistemáticas que el San Millán, y que se adensan en la culminación de la vida de Santo Domingo, donde podemos seguir las visiones escatológicas del santo. Y serán esas visiones las que llenen casi en su totalidad la vida de Áurea en el Poema de Santa Oria. Así, pues, las cuatro hagiografias de Gonzalo se complementan entre sí como cuatro formas posibles de exacerbar la piedad a partir del recuento y memoria de personas históricas protagonistas de una vida de renuncia y santidad. Y además, contemplamos una progresión literaria desde el recuento de las vidas y los milagros de los santos locales hasta una consideración histórica del martirio de los santos (San Lorenzo) y una profundización en el sentido teológico de las visiones escatológicas (Santa Oria). Su hagiografía inspira una progresión ascendente que parte del relato histórico, se adentra en la escatología y acaba encontrando su sentido en la meditación sobre la historia de la Iglesia. Estamos, pues, en presencia de una teología de marcados rasgos eclesiales.
Del tronco de la hagiografía latina se destaca tempranamente la relación de la vida de la Virgen María, que se acaba convirtiendo en el siglo VII en colecciones de milagros cada vez más amplias y de gran difusión en Europa, en especial después del impulso que dio a la piedad mariana el pensamiento teológico de Bernardo de Claraval. En esa línea estarían las obras marianas de Gonzalo. Se trata de un ciclo literario de sentido propio que pivota sobre la vida de la Virgen María, uno de cuyos momentos culminantes, el sacrificio de Cristo, se nos cuenta en El Duelo de la Virgen. En sus coplas, contemplamos una madre que ha visto crucificar a su hijo (Mater dolorosa). La escena central que es el sacrificio de Cristo en la historia de la Salvación redunda en matices claramente humanos. De esa María ligada al dolor de la crucifixión deslindamos dos momentos dirías e complementarios. Por una parte, Los milagros de Nuestra Señora nos devuelven a la historia humana y a una Virgen protagonista de su propia hagiografia. Pero, por otra parte, los Loores de Nuestra Señora nos cuentan la historia de la humanidad y de la Salvación bajo la advocación de María, profundizando en su vertiente divina. Y así, de forma comparable a sus hagiografías, las tres obras marianas se complementan entre sí para ofrecernos tres momentos distintos y complementarios de la Virgen, que, unidos, nos proporcionan una completa mariología. Y esa teología de perfiles piadosos y centrada en la historia de la Iglesia, alcanza la plenitud de su sentido en la emoción mariana.
Gonzalo volvió en diferentes momentos de su vida a lo que fueron los dos ejes modulares de su obra. Sobre ellos realizó una suerte de asedio combinado. Los trató desde perspectivas diferentes y probablemente complementarias, tal como observamos en la precisa articulación de las tres obras marianas o en la progresión escatológica de sus hagiografías. Diríase un intento de enriquecer y complementar sus sentidos. Leídas como un conjunto, tal como debió de ser el manuscrito in quarto, sus obras nos presentan un ciclo completo sobre esos dos centros básicos de interés. Y en su conjunto constituyen una completa «suma teológica», solo que no de una teología lógica o analítica basada en la dialéctica -como ya lo estaba siendo y lo iba a ser en la cultura escolástica-, sino de una teología afectiva, dirigida u orientada más al sentimiento que al mero razonar. Y articulada sobre la meditación narrativa en torno a la historia de la Iglesia y la figura de María, suprema personificación y concreción de esa historia:Madre, a Ti comiendo, mi vida, mis andadas,
mi alma e mi cuerpo, las órdenes tomadas,mis piedes e mis manos, pero que consagradas,
mis ojos que non vean cosas desordenadas.(El Duelo de la Virgen, copla 208)
NOTA A NUESTRA EDICIÓN |
Hemos tenido en cuenta las principales ediciones de las obras de Berceo, y en especial la ya clásica realizada por Brian Dutton, así como también el volumen colectivo realizado bajo la dirección de Isabel Uría y citado en la bibliografía, que en la mayor parte de los casos nos presenta las mejores y más autorizadas ediciones de sus obras. Para el Poema de Santa Oria se ha tenido muy en cuenta la edición crítica de Isabel Uría, y para Los milagros de Nuestra Señora, se han tenido presentes las ediciones de Michel Gerli, Claudio García Turza y Vicente Beltrán, así como la más reciente de Fernando Baños.
Las normas de transcripción son las generalmente utilizadas en las obras de Berceo, y son las siguientes:
-La Ivl con valor vocálico se transcribe lul.
-La lul con valor consonántico se transcribe Iv/. La Ijl con valor vocálico se transcribe /i/.
-La /i/ con valor consonántico se transcribe Ij! o Iyl según corresponda (Jhesu pero yeyuno).
-La Iyl no conjunción con valor vocálico se transcribe lil, excepto en los casos en los que ha dado la propia Iyl (rey, ley, muy).
-Las consonantes dobles sin valor fonológico se simplifican:
Irr-I Iffl Iccl. Sin embargo Issl se mantiene, así la Irrl intervocálica. La palatal Innl se transcribe lñ/.
-La lçl se mantiene ante lal lol lul, pero se transcribe Icl ante lel lil.
-Actualizamos los grupos Inpl Inbl que se transcriben Impl Imb/.
-Se acentúan Iyl con valor de locativo ý y lall cuando es pronombre indefinido: ál. Acentuamos también las formas tónicas del pronombre nós, vós. Asimismo én cuando es un adverbio, só cuando equivale a «soy», y dó cuando significa «donde» con valor interrogativo o exclamativo.
-Mantenemos particularidades y vacilaciones de la lengua de la época (lscl: conoscido, Izl ante liI: dezir, Ijl Iyl Ixl en puyar, pujada, dixo, etc.). Asimismo, se mantienen peculiaridades indicadas, como el grupo Imnl (lumne), excepto si el manuscrito transmite el grupo Imbrl.
-Se mantienen las formas cultas y latinizantes.
-Se moderniza la acentuación y la separación de palabras según el uso actual, excepto en los casos en que se requiere acento diacrítico exigido por la prosodia de la época.
-Se separan las palabras de acuerdo con el uso actual, excepto en los casos de asimilación típicos de la lengua de Berceo y de la época (enna, por ejemplo).
- Iqul ante lal se transcribe Icul: cual, nunca. Asimismo Iqel y Iqil (sobre todo presentes en la copia de la Vida de San Miltán de la Cogolta, se transcriben Iquel y Iquil).
-Utilizamos el punto volado . para anunciar la separación entre el pronombre átono apocopado y la palabra anterior a la que se ha asimilado: no·l. Con el apóstrofo l'l se marca la elisión de una vocal en los manuscritos: delta - d'ella.
-Seguimos la indicación de J. W. Marchand y B. Spurgeon «Two notes on Berceo's Sacrificio de la Misa», MLN, 89 (1974), páginas 260-265 para colocar las estrofas 38 y 39 de acuerdo con el orden de la misa.
BIBLIOGRAFÍA |
ESTUDIOS SOBRE BERCEO
ALARCOS LLORACH, Emilio, «La lengua de las obras de Gonzalo de Berceo», en I. Uría, coord., Obra completa, Madrid-Logroño: Espasa Calpe-Gobierno de La Rioja, 1992, págs. 13-27.
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ARTILES, Joaquín, Los recursos literarios de Berceo, Madrid: Gredos, 1962.
DEVOTO, Daniel, «Berceo antes de 1780» RABM LXXIX (1976), págs. 767-833; LXXX (1977), págs. 21-54,455-530 y 777-835.
FRADEJAS LEBRERO,José, «Las obras doctrinales de Berceo», en I. Uría, coord., Obra completa, Madrid-Logroño: Espasa Calpe-Gobierno de La Rioja, 1992, págs. 89-111.
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GARCÍA TURZA, Claudio, La tradición manuscrita de Berceo. Con un estudio filológico particular del Ms. 1533 de la Biblioteca Nacional de Madrid (BN), Logroño: Instituto de Estudios Riojanos, 1979.
GIMÉNEZ RESANO, Gaudioso, El mester poético de Gonzalo de Berceo, Logroño: Instituto de Estudios Riojanos, 1976.
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ROZAS, Juan Manuel, Los Milagros de Berceo como libro y como género, Cádiz: Universidad Nacional de Educación a Distancia, 1977.
SALA, Rafael, La lengua y el estilo de Gonzalo de Berceo: introducción al estudio de la 'Vida de Santo Domingo de Silos', Logroño: Instituto de Estudios Riojanos, 1983.
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URÍA, Isabel, Panorama crítico del mester de clerecía, Madrid: Castalia, 2000.
YNDURÁIN, Domingo, «Algunas notas sobre Gonzalo de Berceo y su obra», Berceo 90, 1976, págs. 3-67.
ALGUNAS EDICIONES DE LAS OBRAS DE GONZALO DE BERCEO
OBRAS COMPLETAS
GONZALO DE BERCEO, Obra completa, Isabel Uría, coord.: edición de B. Dutton, A. Ruffinatto, P. Tesauro, I. Uría, C. García Turza, G. Orduna, N. Salvador, P. M. Cátedra, M. García, Madrid-Logroño: Espasa Calpe-Gobierno de La Rioja, 1992.
GONZALO DE BERCEO, Obras completas, edición de Brian Dutton, Londres: Tamesis, 1967-1981 (Volumen I: La vida de San Millán de la Cogolla, Londres: Támesis, 1967; Volumen II: Los Milagros de Nuestra Señora, Londres: Támesis, 1971; Volumen III: El Duelo de la Virgen. Himnos. Loores de Nuestra Señora. Los Signos del Juicio Final, Londres: Támesis, 1975; Volumen IV: La vida de Santo Domingo de Silos, Londres: Támesis, 1978; Volumen V: Del sacrificio de la Misa. La vida de Santa Oria. El martirio de San Lorenzo, Londres: Támesis, 1981)
EDICIONES SUELTAS
BAÑOS, Fernando, ed., Milagros de Nuestra Señora, Barcelona: Crítica, 1997.
BELTRÁN, Vicente, ed., Milagros de Nuestra Señora, Barcelona: Planeta, 1983.
GARCÍA TURZA, Claudio, ed., Los milagros de Nuestra Señora, Logroño: Colegio Universitario de La Rioja, 1984.
GERLI, Michael E., ed., Milagros de Nuestra Señora, Madrid: Cátedra, 1985.
KOBERSTEIN, Gerhard, ed., Estoría de San Millán, Aschendorf: Münster Westfalen, 1964.
RUFFINATTO, Aldo, ed., La vida de Santo Domingo de Silos, Logroño: Instituto de Estudios Riojanos, 1978.
RUFFINATTO, Aldo, ed., Vida de Santo Domingo de Silos. Poema de Santa Oria, Madrid: Espasa Calpe, 1992.
URÍA MAQUA, Isabel, ed., Poema de Santa Oria, Madrid: Castalia, 1981.
Obras completas de Gonzalo de Berceo (1)
1. Archivos en formato PDF
JORGE GARCÍA LÓPEZ
CARLOS CLAVERÍA
OBRAS COMPLETAS DE GONZALO DE BERCEOBIBLIOTECA CASTRO
FUNDACIÓN JOSÉ ANTONIO DE CASTRO
MADRID 2003
La Fundación José Antonio de Castro fue instituida en el año 1990 con el carácter de fundación socio-cultural de ámbito estatal, fijándose en sus Estatutos como objetivo básico la realización, bien directamente o en colaboración con otras instituciones privadas o públicas, y siempre sin ánimo de lucro, de actividades cívicas de índole social y cultural.
Dentro de este marco general de actuación la Biblioteca Castro ha sido siempre la principal y preferente actividad cultural de la Fundación.
Dedicada específicamente a la edición de la obra literaria de los autores clásicos españoles (novela, poesía, teatro, viajes, ensayos, etc.), la Biblioteca Castro nació en el año 1993 con la publicación de sus primeros libros, siendo después, año tras año, constantemente ampliada, tanto por lo que se refiere a los autores incluidos en su catálogo, como en lo relativo al número de obras y libros editados, preparados en todos los casos por prestigiosos profesores universitarios, manteniéndose siempre en sus libros inmejorables condiciones de diseño y calidad técnica y cultural.