En las proximidades de Pipaona de Ocón (Valle de Ocón, La Rioja) se halla el topónimo Parpalinas, donde existe un yacimiento arqueológico cuyos vestigios superficiales testimonian una ocupación desde los ss. I/II d.C. hasta la plena Edad Media1. El enclave se localiza junto al camino que une las localidades de Pipaona y Los Molinos con Corera (Fig. 1). Es un asentamiento a pie de monte, desde el que se domina un amplio paisaje de tierras casi llanas que, en suave pendiente, se prolongan hasta el mismo Ebro. Se trata de tierras idóneas para el cultivo con amplias posibilidades de irrigación en la Antigüedad por los numerosos arroyos y fuentes existentes en la ladera septentrional de Sierra la Hez2. Parpalinas se ubica en un punto casi equidistante de Calagurris (Calahorra) hacia el Este y de Vareia (Varea, Logroño) hacia el Oeste, por mencionar dos referencias urbanas conocidas. A sólo 5/6 km. al norte del yacimiento discurre la calzada Caesaraugusta-Virovesca. Durante el Bajo Imperio se conocen en la comarca otros asentamientos rústicos, pero parece claro que Parpalinas alcanzó una clara posición jerárquica respecto a todos ellos hacia los siglos VI y VII. 1. LAS FUENTES LITERARIAS En el documento más antiguo tenemos la forma Parpalines; se trata de la Vita Sancti Aemiliani de Braulio de Zaragoza, donde se narra el desplazamiento de San Millán de la Cogolla al lugar, a requerimiento del senator Honorius; la Vita fue redactada hacia el año 639/640 d.C., unos 66 años después de la muerte del presbítero Emiliano (c. 574) con información directa de sus propios discípulos3. El viaje de San Millán a Parpalines, de cuya historicidad básica no puede dudarse, se dataría en torno a mediados del s. VI, o poco después, y su relato ofrece importantes datos de tipo socio-cultural sobre los ss. VI y VII, que han sido estudiados en los últimos tiempos4. De la información de Braulio deriva la mención Parpalinensis que en 1067 aparece en el marfil de la arqueta de San Millán al narrar la escena del milagro5, o la mención a Parpalinas de principios del s. XIII en la Vida de San Millán de Gonzalo de Berceo6. El Parpalines de la Antigüedad Tardía debió continuar como enclave vivo durante el dominio musulmán, pues el topónimo mantuvo su vigencia posterior, de tal manera que en el primer cuarto del s. X vuelve a reaparecer en la documentación escrita, aunque transformado en Parparinas/Parpalinas. En 920 se le cita en el libro Becerro de San Millán (fol. 50 vto.); el rey D. García de Navarra y su madre Da Toda donaron al monasterio emilianense el enclave de Buenga, «in Parparinense»; los límites señalados para Buenga permiten ubicarlo cerca de Corera7 y hemos de recordar que a 2 km. de esa localidad se halla el yacimiento que nos ocupa. En 1074 Sancho el de Peñalén dona a Valvanera el «monasteriolum» de San Saturnino en Ocón (todavía sin localizar) y también el diezmo de la labranza de Ocón, 'qui est in Parparinas'. En 1185 el obispo Rodrigo de Calahorra y el prior de Albelda, Guillermo, donan a unos particulares una tierra «qui est in illo termino de Ocone in Sancta María de Parparinas» para que la planten de viña8. La secuencia documental permite con claridad localizar Parpalinas en el área de Ocón, hecho del que se hacen eco algunos autores modernos9. No cabe duda en cuanto a identificar el Parpalines del s. VI y el Parpalinas de las fuentes medievales con el yacimiento arqueológico que se halla en el término Parparinas/Parpalinas de la localidad de Pipaona de Ocón, al que hemos aludido arriba; la extensión del hábitat y la importancia de los vestigios materiales lo avalan. Incluso con toda verosimilitud el actual topónimo Pipaona deriva del antiguo Parpalines. Figura 1. Localización de Parpalinas en el Valle de Ocón | 2. PRECEDENTES ARQUEOLÓGICOS En principio, las referencias literarias mencionadas, en particular el relato de Braulio sobre el presbítero Emiliano en Paralinas, refuerzan el interés del yacimiento oconense para poder avanzar en un mayor conocimiento del periodo que denominamos «Siglos Oscuros» y respecto al cual todavía hoy poseemos en el Ebro medio más interrogantes que respuestas seguras. El área de Parpalinas con indicios arqueológicos superficiales tiene una disposición marcadamente alargada a uno y otro lado del tradicional camino de Pipaona y Los Molinos a Corera (unos 350 m. de largo por 150/200 m. de ancho aproximadamente)10. Por tanto, ocupa una superficie aproximada a las 6/7 Has. La íntima conexión existente entre restos arqueológicos y camino actual, permite sospechar que éste podría tener un origen antiguo, pues parece que es él quien vertebra un asentamiento desarrollado en longitud. Al ampliar los caminos rurales en la década de los años 70 del s. XX aparecieron importantes vestigios de la necrópolis. Todavía hoy en el corte del camino de Pipaona a Corera se conserva una cista funeraria formada por lajas, saqueada desde hace años, que conserva intactas tres cuartas partes aproximadamente de su estructura. Noticias verbales hablan de otras inhumacionses similares en el entorno inmediato. Muy significativos fueron los hallazgos de sarcófagos, con muy escasa fortuna en cuanto a su conservación. Se conocen fragmentos de tres tapas distintas, una de sección curva11, otra a doble vertiente y una tercera a 2 vertientes con parte superior plana. Se han recuperado también varios fragmentos pertenecientes a un cuerpo de sarcófago con decoración geométrica, que probablemente formaba conjunto con la primera de las tres tapas citadas. b) Hábitat e instalaciones artesanales Al norte y noroeste de la necrópolis se extiende el resto del hábitat parpalinense. Las prospecciones de superficie han permitido identificar zonas funcionalmente diferenciadas. Por ejemplo, en un área ya más próxima a las tierras llanas se concentran importantes vestigios de lo que debió ser una domus con arquitectura noble, a tenor de la presencia de sillares, de restos de columnas, evidencias de opus spicatum, pilae de hypocaustum, etc. En un punto intermedio entre esta domus y la necrópolis existió una figlina con producciones variadas de cerámica de cocina y mesa, que en general remiten desde el punto de vista cronológico a una fase tardoantigua; debía contar con más de un horno, pues se constata que también producía piezas para la construcción (lateres, tegulae, imbrices)12. A unos 150 m. al sureste de la zona cementerial se descubrió hace pocos años un contrapeso de prensa vinaria u olearia. Es un bloque rectangular en arenisca (102 x 62 x 36 cm.), al que se han practicado acanaladuras para ser acoplado a un mástil vertical atornillado; pertenece a una prensa de palanca, cuyo modelo conocemos bien desde el Bajo Imperio y que tuvo una larga pervivencia hasta hace pocas generaciones. Finalmente, un sestercio de Adriano (119-135), diversos hallazgos de TSH tritiense lisa y decorada, barros comunes y de almacenaje (dolia), cerámicas bajoimperiales y tardoantiguas de diversas tipología y otros materiales testimonian la existencia en Parpalinas de un hábitat importante que desarrolló su existencia, como decíamos arriba, al menos desde los ss. I/II d.C. hasta la Edad Media. En el estado actual de las investigaciones no podemos asegurar si durante tan amplio arco cronológico el enclave sufrió periodos de abandono, ni menos aún sospechar las características del asentamiento en cada una de las diversas etapas por las que sin duda hubo de pasar. 3. EXCAVACIÓN ARQUEOLÓGICA EN EL ÁREA CEMENTERIAL (CAMPAÑA 2005) Con los precedentes antes reseñados, durante el año 2005 se ha llevado a cabo en Parpalinas una primera campaña de excavaciones arqueológicas, centrada en la parcela núm 26 (políg. catastral 2 de Ocón) y que corresponde a una parte, quizá la principal, de la antigua necrópolis. En ella no se han llevado a cabo remociones modernas de tierra, salvo el alcance del arado en las tareas agrícolas. La parcela tiene forma triangular, con el vértice al sur, pues ocupa el ángulo formado por la confluencia de dos caminos rurales (Fig. 2), justamente donde aparecieron en la década de los años 70 del s. XX, y en fechas posteriores, los hallazgos funerarios arriba mencionados. Tiene unas dimensiones máximas de 44 m. en el eje E-O y de 46 en el eje N-S, con una superficie total algo inferior a los 1000 m2. En el límite oriental de la parcela, junto al camino rural, afloraba parte de un muro antiguo, que luego se designó como UE 09G.002. La cuadriculación, de 4 x 4 m., se orientó al norte magnético. En una primera fase de la intervención se procedió a comprobar ciertas magnitudes del yacimiento mediante diversas catas o sondeos (cuadros 09F, 08G, 07G y 06I). En la segunda fase se fue ampliando el espacio de trabajo a medida que los hallazgos lo iban determinando. El sistema de registro de datos ha sido el Matrix Harris, con la definición de unidades estratigráficas y el uso de fichas correspondientes a cada unidad. En este sector se han localizado los restos de dos edificaciones: una de planta rectangular con ábside al Este en forma de herradura y otra también rectangular, más pequeña y de cronología plenomedieval, que reaprovechó materiales de los muros de la anterior y a la que se superponía (Fig. 3). Lo primero que apareció fue una edificación de planta rectangular cuyos restos se conservaban inmediatamente debajo del nivel superficial de cultivo. Se halla en los cuadros 08F, 09F, 10F, 08G y 09G. Al parecer solamente dispone de tres lados, con apertura hacia el occidente. Las paredes son de mampuesto con piedra del lugar alternándose con bloques areniscos de reutilización; la meridional parece reforzada por un posible banco corrido. Las UEs asociables han dado abundante presencia de teja tipo medieval, aunque mezclada con fragmentos de tradición romana; igualmente los escasos restos de vajilla recuperados remiten a cronologías pleno o bajomedievales. Esta edificación amortizó otra anterior con ábside de herradura, que describiremos seguidamente, y de la que obtuvo los materiales constructivos. En ese proceso de obtención de piedra se depositó un dinero de vellón castellano sobre uno de los muros que se estaban desmantelando; es emisión de 1259 del infante don Enrique, acuñada cuando disputó el trono a su hermano Alfonso X13. El hallazgo proporciona un términus post quem para el último desmantelamiento de los muros inferiores, y de ahí la cronología propuesta para la construcción que se superpone a la de ábside en herradura. En cuanto a su función no pueden avanzarse muchas precisiones. Probablemente careció de significación religiosa o funeraria. En las UEs relacionadas se detecta la presencia de pequeñas vasijas, algunas barnizadas en colores marrones, verdes o blancos, que podrían estar indicando un uso civil como vivienda de carácter rústico. b) Edificio religioso con ábside de herradura Bajo la estructura anterior apareció otra de desarrollo longitudinal Este-Oeste y con ábside ultrapsado y ubicado al oriente; este último en precario estado de conservación achacable a la obra medieval, quien también sería causante de la destrucción parcial de dos inhumaciones junto al lado norte del ábside. Por la tipología de la planta descubierta se trataría de un edificio con función religiosa, habida cuenta de su inserción en el centro de un área cementerial. El sector excavado en 2005 ha descubierto principalmente la mitad oriental del templo (cuadros 07E, 08E, 08F, 09F, 08G, 09G. 10F, 07H y 08H). Los muros son de mampuesto a base de piedra local sin trabajar; en principio no se utiliza la cal; desconocemos si las paredes pudieron elevarse en algún punto con sillarejos de arenisca. La fábrica muestra proporciones de notable tamaño, ya que sólo la anchura de la nave mide 10,20 metros. En el estado actual de los trabajos arqueológicos se desconoce el punto de acceso y, sobre todo, el cierre occidental de la iglesia, pese a que se realizó un seguimiento de su muro norte en el área denominada Sector II (04E y 05E). El acceso al ábside se remarca con una alineación de sillarejos. Sólo se conserva una parte de la estructura absidada, pues el resto fue eliminado por la construcción medieval (Fig. 3). La herradura tendría un diámetro exterior aproximado de 6,38 m. e interior de 5 metros, teniendo en cuenta que la conservación parcial de la planta y cierta irregularidad de ejecución no permiten mediciones totalmente exactas; el arco del ábside se prolonga hasta una ratio de 1,66 respecto a la longitud del radio. En 08G.007, nada más acceder al ábside a la izquierda, se encontró una olla embutida en el suelo con restos de ceniza en su interior. Apareció protegida por piedras laterales y debía tener como tapadera algún ladrillo o laja de piedra a ras de suelo. Destaca su borde plano en forma de visera saliente, cuello cónico, panza más bien troncocónica que globular, base cóncava-plana, paredes muy delgadas y dos asas apoyadas en los hombros. Barro de color gris parduzco con fuerte presencia de cuarzo y micas, elaboración a torno rápido y cocción reductora; al exterior acanaladuras horizontales. En principio parece clara la intencionalidad ritual de disponer una vasija a ras de suelo y en la parte más significativa de un edificio religioso, como es el ábside, pero dejamos por el momento esta cuestión. c) Estancias adosadas al exterior norte Al exterior del lado norte de la nave se adosaron en un momento impreciso varias estancias, cuyas características no han podido ser desveladas en la campaña de 2005. Los muros no están trabados con el de la nave y en ellos aparece como novedad el uso de la cal, todo lo cual indica una cronología posterior a la propia obra inicial del templo; en esas estancias se han identificado dos niveles diferenciados de suelos. Es necesaria la continuidad aquí de los trabajos en campañas posteriores. Las tejas de tradición romana son los únicos elementos de cubrición que registran las UEs de este sector y lo mismo ocurre en los niveles profundos relacionables con la iglesia absidada. Bien es verdad que esas tegulae muestran gran variedad en los tipos de barro utilizado, no hay homogeneidad técnica en la elaboración, en muchos casos es clara la tosquedad de ejecución y los rebordes laterales muestran perfiles muy variados; todo ello parece apuntar a momentos bastante evolucionados dentro de la Antigüedad Tardía, quizá ya en contacto con la generalización del sistema de tejas que denominamos de tipo árabe. Dentro del cuadro 07G, en lo que podría considerarse interior de la nave y arrancando de su lado sur, aparece un muro (07G.003) en dirección norte, cuya función no es posible precisar hasta que futuras campañas proporcionen una perspectiva más amplia. Algo similar ocurre en el cuadro 07F con un tramo de muro este-oeste, paralelo al cierre norte de la nave y junto al cual apareció una inhumación. El denominado Sector II corresponde a la prolongación hacia poniente del muro norte de la iglesia. El motivo de intervenir en este punto se debió a intentar detectar el cierre occidental de la misma, teniendo en cuenta un posible trazado de la planta según la ratio aurea. El resultado no fue positivo y da la sensación de que el muro norte se prolonga hasta el camino contiguo. Ahora bien, el último tramo parece un añadido, porque cambia sensiblemente el tipo de aparejo con piedras de mayor tamaño. Junto al interior del largo muro Este-Oeste se encontró una especie de plataforma formada por piedras y cal (una única hilada conservada), cuya función tal vez fuera la de apoyar un pilar de madera. Las unidades estratigráficas identificadas en este sector están relacionadas y pertenecen a un mismo nivel; no se aprecian grandes cambios en la coloración de la tierra, en los materiales, o en los derrumbes. El denominado Sector III corresponde a los cuadros 06I y 06J, en los que se iniciaron sondeos para localizar y estudiar enterramientos de la posible necrópolis. Al lado, en el camino occidental de la parcela 26 habían aparecido restos de tumbas; por eso resultaba lógico pensar que estas catas darían resultados positivos, como así fue en la 06I. En ninguna de las dos han aparecido estructuras arquitectónicas. En la cata 06I se localizaron dos inhumaciones; una de un adulto y otra, a su lado izquierdo, de un infante; ambas sin lajas protectoras y sin vestigios de posible protección con ataúd; tampoco tenían ajuar alguno, hecho que es común al resto de los enterramientos detectados en Parpalinas durante la campaña del 2005. 7. VALORACIONES CRONOLÓGICAS Durante la campaña arqueológica del 2005 se han obtenido diversas evidencias de cronología relativa y muy pocas de cronología absoluta. Avanzamos aquí algunas consideraciones preliminares, derivadas directamente del trabajo de campo y del registro de materiales, si bien la cuestión requiere de estudio más reposado. a) Edificio plenomedieval En 09F existe una clara estratigrafía arquitectónica. El edificio más superficial amortiza la edificación absidada inferior. En 09F.008 y en 09F.009 se habían practicado en origen dos inhumaciones junto al ábside de herradura, pero fueron parcialmente destruidas al cavar la zanja para cimentar el muro plenomedieval; en particular la inhumación 09F.008 sólo conservaba aquellos huesos que quedaron fuera de la línea de cimentación. Por otro lado, y como se dijo arriba, el edificio más reciente ha destruido una parte significativa del ábside del más antiguo. La evidencia cronológica más precisa la ofrece la moneda del infante don Enrique del 1259; ha sido hallada en 08F.009 sobre los restos del muro de esa UE en los niveles correspondientes a la amortización última de la iglesia. La moneda se depositó en ese punto durante el proceso de extracción de piedra para su reutilización, verosímilmente, en la construcción del edificio rectangular más reciente, que por ello datamos desde la segunda mitad del s. XIII en adelante. b) Cronología de la iglesia de Parpalinas La moneda de don Enrique indicaría al mismo tiempo que a mediados del s. XIII la iglesia con ábside de herradura se encontraba en franca ruina, probablemente tras generaciones de abandono y sin que podamos precisar cuándo exactamente dejó de ser un espacio activo de culto. Por otro lado, la pequeña ollita de dos asas localizada en el suelo del ábside y con cenizas en su interior puede proporcionar también cierta orientación cronológica aunque no sea muy precisa. En principio no parece producción local, pues en el contexto del alfar de Parpalinas arriba citado, que se halla a unos 100 m. al noroeste del punto de hallazgo de la olla, no aparecen producciones similares a ésta. Lo más parecido que han dado los hallazgos superficiales relacionados con ese alfar ha sido algún pequeño fragmento de cerámica con acanaladuras horizontales, paredes más gruesas que la olla, también como ésta con presencia de mica y cuarzo, pero con pastas grises más bien claras, que contrastan con el color parduzco oscuro de la olla. En Contrebia Leukade (Aguilar del Río Alhama, La Rioja) y Corella (Navarra) conocemos algunas variantes de la olla de Parpalinas, de paredes finas, bordes vueltos y acanaladuras horizontales desde los hombros, pero en todos los casos sin asas14; se datan a partir de la primera mitad del s. IX, siendo más evolucionadas las piezas con bordes vueltos en visera. En Zaragoza y Tudela se registran varios ejemplares de olla también sin asas, pero caracterizadas por las molduras horizontales desde el arranque de los hombros hasta casi la parte inferior de la panza. Se considera que a finales del s. VIII las ollas de pared fina y torno rápido comienzan a predominar; son ollas con bordes vueltos, labios bífidos o lisos15. Los ejemplares citados carecen de asas. Hallamos los paralelos tipológicos más estrechos para la olla de Parpalinas en el País Vasco (Álava y Vizcaya) y también, aunque más alejados territorialmente, en el Trampal (Cáceres). Parecida al ejemplar de Parpalinas, aunque sin estrías horizontales, es una olla de Los Castros de Lastra (Caranca, Alava); no tiene el labio vuelto en visera y sus paredes son algo más gruesas, pero el perfil y la posición de las dos asas recuerdan mucho al ejemplar riojano16. Otra pieza tipológicamente igual se documenta en Santo Tomás de Mendraka (Elorrio, Vizcaya). Cercano al poblado y necrópolis altomedieval de Los Castros de Lastra se halla la iglesia de San Román de Tobillas (Álava) donde se conoce una olla similar a la de Los Castros de Lastra, datada en los ss. VIII y IX, pero con asas que arrancan desde el labio y no desde los hombros17. Los hallazgos de Lastra y Mendraka se incluyen en los conjuntos cerámicos que los editores sitúan bajo el significativo epígrafe de «En torno al año mil», una amplia horquilla temporal entre los siglos IX y XI. La necrópolis de Mendraka se data entre los siglos IX y XII. En los Castros de Lastra la olla citada corresponde a la necrópolis altomedieval, que se data también entre los siglos IX al XII. Aunque los dos ejemplares de Castros de Lastra y Mendraka no tienen estrías horizontales, sin embargo esa decoración no es rara en ollas sin asas de ambos yacimientos. Más lejos de nuestro ámbito territorial hemos de recordar también una pieza del monasterio prerrománico de El Trampal (Cáceres), donde aparecen cerámicas de enterramiento similares a las de uso doméstico. Aquí documentamos una olla de notable parecido a la de Parpalinas, con pared algo más gruesa y labio exvasado pero no en cinta como en el ejemplar riojano18. Pertenece al «primer escalón cronológico (IIB)», que los editores consideran en todo caso postvisigodo. El segundo momento ofrecería ya toda la cerámica de contexto emiral. La forma F04B también está presente en Melque, dentro de la fase IC, correspondiente a la destrucción del monasterio y que ha dado un amplio cuadro de tipos cerámicos; se data esa fase en el s. IX. Aquí la olla del subtipo F04B representa el 42,9 % de la Forma F y el 13,1 % del total: se refiere a una olla globular con delgadas paredes y borde bífido de sección variada, aspecto este del borde que lo aproxima a nuestro ejemplar de Pipaona19. En los ejemplares del Trampal y de Melque no parece que haya estrías horizontales, sino más bien superficies lisas. Como comentario de síntesis, pendiente aún un estudio más detenido, tendríamos que situar la olla de Parpalinas en los siglos IX al X a tenor de los paralelos que hemos referenciado. También es cierto que esos paralelos no siempre son exactos, habida cuenta que las producciones de la época se caracterizan por una gran riqueza de variantes a nivel regional como reinterpretaciones locales de modelos básicos. No estamos ya en el contexto de producciones estandarizadas de época clásica. De cara al objetivo de datar la iglesia descubierta en Parpalinas, es preciso tener en cuenta que la olla de doble asa incrustada en el suelo del ábside, de confirmarse la cronología propuesta, fecharía ciertamente tiempos en los que el templo se hallaba en uso hacia los siglos IX y X, pero no necesariamente el momento de su construcción. La olla pudo haberse depositado ahí mucho después de la primera actividad litúrgica en él. Sin embargo, el hecho de que la iglesia de Parpalinas fuera centro activo de culto en las centurias citadas, abre la sugerente posibilidad de identificarla con la «Sancta María de Parparinas» de la que se nos habla en 1185 cuando el obispo Rodrigo de Calahorra y el prior de San Martín de Albelda, Guillermo, donaron a unos particulares una tierra en Ocón20. En ese caso, el templo descubierto en la campaña del 2005 se hallaría bajo la advocación de María. Pero las consideraciones anteriores no nos centran todavía en la cuestión de la posible fecha de construcción de esa iglesia. La campaña arqueológica de 2005 en Parpalinas, inicialmente de limitado alcance, no ha aportado datos concluyentes al respecto. En unidades estratigráficas relacionables con la arquitectura de Parpalinas han aparecido tegulae de tradición romana, aunque por el tipo de pastas, grosores y rebordes laterales parecen muy tardías; pero también han aparecido algunas tejas curvas, menos gruesas y con pastas menos tamizadas pertenecientes al modelo medieval posterior. La tipología del ábside en herradura ofrece por sí sola pocas precisiones, habida cuenta que la cuestión se halla en franca revisión. Tradicionalmente se habían datado los arcos peninsulares en herradura de modo amplio a lo largo de la época hispanovisigoda21. En los últimos años se ha puesto en duda tal cronología, para encajarla preferentemente en el contexto de la expansión de lo mozárabe22; la cuestión se mantiene aún en niveles de discusión académica. Creemos que es excesivamente restrictivo limitar el arco de herradura sólo a ambientes mozárabes. De hecho, en Hispania se conoce ese tipo de arco ya en inscripciones del s. II y se generaliza en el periodo visigodo; es de uso general en la arquitectura mozárabe, cierto, pero el arco de herradura no es privativo de ella23. Por otro lado, en nuestro caso de Parpalinas estamos hablando de un ábside y no de arco; de hecho, la práctica de construir ábsides ultrapsados no tendría por qué haberse ajustado a los mismos ciclos temporales que el recurso a los arcos de herradura. Si apuntamos hacia época preislámica para fijar la fecha de construcción de la iglesia de Parpalinas con ábside de herradura, entonces todo cuadraría bastante mejor con diversas evidencias contextuales muy precisas, tanto arqueológicas como literarias. En el entorno inmediato de nuestra iglesia se descubrieron varios sarcófagos y otros enterramientos en los años 70 del s. XX, como habíamos apuntado. Uno de esos sarcófagos, conservado fragmentariamente, muestra una decoración geométrica cuya cronología apunta con claridad a los siglos VI y VII24. La Vita Sancti Aemiliani prueba que en Parpalinas había un templo por lo menos desde mediados del s. VI. Cuando el presbítero Emiliano llegó allí, dice la Vita, dispuso un ayuno de tres días, reunió junto a sí a todos los colegas presbíteros (collegit ad se illic habitantium ordinem presbiterorum) y ante su presencia exorcizó la casa de Honorio según el ritual canónico25. El relato de Braulio evidencia un ambiente plenamente cristiano en el área parpalinense, al parecer consolidado tras generaciones de experiencia bajo el nuevo credo26. Mas por lo que ahora nos concierne, vemos que la Vita está hablando indirectamente de la existencia de un templo en Parpalinas, probablemente del tipo de iglesias propias, donde serviría habitualmente aquel ordo presbiterorum. Así, pues, a mediados del s. VI aparecen íntimamente relacionadas en Parpalinas iglesia local y familia aristocrática, de la que conocemos a uno de sus miembros, Honorio. A su vez parece razonable relacionar a esa familia con los sarcófagos hallados hace unos decenios y también pensar que ella eligiera para depositarlos el ambiente sagrado del propio templo que patrocinaba. Pues bien, recordemos que tales piezas de suntuosidad funeraria aparecieron junto a la iglesia descubierta en la campaña del 2005, por lo que, cerrando el círculo de relaciones, dicha iglesia podría muy verosímilmente identificarse con la que en el s. VI existía en Parpalinas cuando llegó hasta el lugar el presbítero Emiliano. 8. CONCLUSIONES La primera campaña arqueológica realizada en la necrópolis de Parpalinas durante el 2005 ha puesto de manifiesto un interesante elenco de cuestiones. En principio es preciso destacar el carácter periférico de esa necrópolis respecto al resto del asentamiento, siguiendo en ese aspecto una cierta continuidad de los modelos y prácticas de la antigüedad romana. De hecho, en el registro arqueológico del yacimiento es dominante la tradición hispanorromana con una larga perduración en el tiempo de muchos de sus elementos caracterizadores. Como punto de partida constatábamos que las fuentes literarias parecían indicar que Parpalinas había jugado un cierto papel descollante durante la Antigüedad Tardía en las áreas rurales del Ebro medio, sospecha que se ha confirmado al descubrirse los restos de una iglesia con ábside de herradura. Respecto a su datación, nos hemos inclinado más por situarla en un contexto tardoantiguo que mozárabe, pues consideramos que son muy fuertes las relaciones contextuales con referencias bien datadas en los siglos VI y VII. Mas para avanzar con seguridad en la cuestión habrá que esperar a la continuación de los trabajos de campo. Estudios ulteriores han de determinar su origen, su inserción en un contexto preciso arqueológico y su función de carácter religioso amplio o específicamente funerario. Por el momento es una hipótesis plausible el que la iglesia de Parpalinas pueda corresponder a la que en el s. VI atendía el ordo presbiterorum del lugar. Poco más podemos añadir por el momento. La primera campaña arqueológica en Parpalinas se había planteado inicialmente con objetivos limitados a poder consignar unas primeras referencias o magnitudes histórico-arqueológicas del área cementerial de la antigua Parpalines; de ahí que un número considerable de cuestiones deba resolverse en actuaciones futuras y que el presente trabajo tenga carácter de estudio preliminar. NOTAS 1 Este trabajo se ha llevado a cabo en el marco del proyecto de investigación «¿Siglos de transición? comunidades locales y dinámicas de poder en el alto Ebro (ss. IV-VII d.C.)», financiado por el MCYT (BHA2003-04875). 2 Se encuentra entre las cotas 600/625 m. de altitud; coordenadas cartográficas: X 564650 - Y 686475, Hoja 242 (15-20), escala 1:10000, cartografía de la Comunidad Autónoma de La Rioja. 3 Ediciones de la Vita Emiliani, J.P. MIGNE, PL 80, París 1850, p. 699-714; L. VÁZQUEZ DE PARGA, Madrid 1943, y I. CAZZANIGA, «La vita di Emiliano scritta da Braulione vescovo di Zaragoza: edicione critica», en Bolletino del Comitatoper lapreparazione dell'Edizione Nazionale dei Classici Greci e Latini, n.s., fasc. III, 1954, 744. La proximidad temporal entre la puesta por escrito de la Vita y los hechos de Emiliano es explicitada por el propio Braulio: «Insignia miraculorum ... Emiliani presbyteri nostris fere temporibus gesta» (VSE 4). En efecto, Citonato. Sofronio, Geroncio y Potamia, discípulos de Emiliano, fueron los informantes de Braulio; aún vivían al menos Citonato y Geroncio cuando el autor terminó la Vita. 4 U. ESPINOSA, «El enclave Parpalines de la Vita Sancti Aemiliani; espacio rural y aristocracia en época visigoda», Iberia 6, 2003, 79-109. Sobre la Vita y el contexto socioeconómico, S. CASTELLANOS, Poder social, aristocracias y 'hombre santo' en la Hispania visigoda: la 'Vita Aemiliani' de Braulio de Zaragoza, Logroño 1998; id., Hagiografía y sociedad en la Hispania visigoda: La 'Vita Aemiliani'y el actual territorio riojano (siglo VI), Logroño 1999. 5 M. GÓMEZ MORENO, El arte románico español, Madrid 1934, 25-26. 6 GONZALO DE BERCEO, Vida de San Millán, 181 ss. (Edic. B. Dutton, op.cit. 1984 (2a edic.); también B. DUTTON et alii, op.cit. 1992, p. 173 ss. Para el relato del milagro de Parpalines, la única fuente de Gonzalo de Berceo es la Vita Sancti Emiliani de Braulio: F.J. GRANDE, Hagiografía y difusión en la Vida de San Millán de la Cogolla de Gonzalo de Berceo, Logroño 2000, p. 85 ss 7 M. OVEJAS, «Toponimia de las obras de Berceo», Berceo 41, 1956, p. 450. 8 En E. SÁINZ RIPA, Colección diplomática de las colegiatas de Albelda y Logroño, tomo I: 924-1399, Logroño 1981, p. 41, doc. 19. 9 A título de ejemplo, J. GARCÍA PRADO, «La Villa y Tierras de Ocón», Berceo 31, 1954, p. 203 s.; A. PÉREZ ALONSO, Historia de la Real Abadía de Nuestra Sra. de Valvanera, Gijón 1971, p. 81. 10 Una primera aproximación a los mismos en P. PASCUAL, «Sobre un fragmento de sarcófago depositado en el Museo Municipal de Calahorra», Kalakorikos 2, 1997, p. 293-300. 11 Al respecto, P. PASCUAL, op.cit. 1997, 293-300; U. ESPINOSA, op.cit. 2003, p. 93 s. y figs. 8-9. 12 U. ESPINOSA, op. cit. 2003, p. 95 s. 13 F. ÁLVAREZ BURGOS, Catálogo de la moneda medieval castellano-leonesa (siglos XI al XV), Madrid 1998, p. III.71, núms. 290 a 292. 14 J.A. HERNÁNDEZ VERA, et al. «Cerámicas hispanovisigodas y de tradición en el Valle Medio del Ebro», en Cerámicas tardorromananas y altomedievales en la Península Ibérica; ruptura y continuidad, Anejos de AEspA XXVIII, 2003, p. 319, fig. 10. 15 J.A. HERNÁNDEZ VERA, et al, op.cit. 2003, p. 318, fig. 10. 16 A. AZCÁRATE et al. «Materiales y contextos cerámicos de los siglos VI al X en el País Vasco», en Cerámicas tardorromananas y altomedievales en la Península Ibérica; ruptura y continuidad, Anejos de AEspA XXVIII, 2003, fig. 23, 'olla 16', p. 354 s. 17 A. AZCÁRATE et al., op.cit. 2003, p. 346, olla 7 (fig. 20 de p. 348), pequeña olla (110 mm. de diámetro máximo). 18 L. CABALLERO, M. RETUERCE y F. SÁEZ, «Las cerámicas del primer momento de Santa María de Melque (Toledo), construcción, uso y destrucción; comparación con las de Santa Lucía del Trampal y El Gatillo (Cáceres)», en Cerámicas tardorromananas y altomedievales en la Península Ibérica; ruptura y continuidad, Anejos de AEspA XXVIII, 2003, fig. 5, forma F04B/E; comentarios p. 230 ss. 19 L. CABALLERO et alii, op. cit. 2003, 249 s. 20 Cfr. supra, nota 8. 21 L. CABALLERO «La forma en herradura hasta el s. VIII y los arcos de herradura de la iglesia visigoda de Santa María de Melque (Toledo)», AEspA 50-51, 1977/78, 323-364, si bien este autor ha revisado más recientemente esa cronología. Ver también E. CERRILLO, Arqueología de los centros de culto en las iglesias de época paleocristiana y visigoda, Cuad. Arq. Univ. Navarra 2, 1994, 261-282; M. Cruz VILLALÓN y E. CERRILLO, Iconografía arquitectónica desde la Antigüedad Tardía a época visigoda: arco, ábside y venera», Anas I, 1998, 187-203. 22 Por ejemplo, esta revisión en L. CABALLERO y C. ESCRIBANO (eds.), Arqueología de la arquitectura: el método arqueológico aplicado al proceso de estudio y de intervención en edificios históricos: Valladolid 1996, 187 p.; L. CABALLERO y F. SÁEZ LARA, La iglesia mozárabe de Santa Lucía del Trampal, Alcuéscar (Cáceres): arqueología y arquitectura, Mérida 1999, 399 p. 23 Paralelos en ventanas con arco de herradura, entre los ss. X y XI, J.L. CORRAL, Restos arquitectónicos mozárabes en Alcalá de Moncayo (Zaragoza)», Turiaso 2, 1981, 143-172, 146 ss., láms. III y IV, con ref. a los ejemplares conocidos. 24 P. PASCUAL, op. cit. 1997, 294 ss. con dibujo de J. L. Cinca y fotografía de José Gandará, que registra el sarcófago completo en el momento de su descubrimiento; un fragmento de la tapa se halla en el Museo Municipal de Calahorra; U. ESPINOSA, op.cit. 2003, p. 92 ss., figs. 8 y 9. 25 VSE 24. 26 Sobre testimonios de cristianización en el entorno parpalinense desde el s. V, U. ESPINOSA, op. cit. 2003, p. 101 ss. |