INTRODUCCIÓN
Cuando nos remontamos a los albores de las literaturas en lengua vernácula, encontramos fundamentalmente dos direcciones que subyacen al conjunto de sus obras: la épica y las composiciones de corte religioso. Paulatinamente nos movemos hacia la emulación, y hacia el principio por el que el hombre culto, el guardián del saber, desea educar al lego. Esto se traduce en que el clérigo, como preservador de la cultura, pondrá todos los recursos que la literatura le ofrece al servicio de ese ideal: aparece ahora un héroe religioso como contrapunto al héroe épico. Esta distinción nos llevaría hasta la polémica mantenida a finales del siglo XIX y comienzos del XX por tratadistas y estudiosos del tema. Sin embargo nos parece más oportuno soslayarla, y limitarnos a hechos más concretos e intentar un estudio comparativo de lo que ocurre con la literatura religiosa de emulación épica en el caso del inglés antiguo y del castellano medieval. Para ilustrar el tema se han seleccionado dos autores cuyas analogías son abundantes: AElfric y Gonzalo de Berceo. Salvando la natural diferencia cronológica, hay evidentes concomitancias biográficas. Ambos son eclesiásticos relacionados directamente con la vida monástica, ambos escriben hagiografías, los dos tienen buen conocimiento del latín y se sirven de fuentes latinas, y ambos son especialmente cultos dentro de su propio estamento clerical. Finalmente, tanto AElfric como Berceo han sentado cimientos sobre los que se apoyarán autores posteriores: ambos inauguran una importantísima faceta de la literatura religiosa en lengua vernácula: la hagiografía. Nuestro comentario respecto al paralelismo de los orígenes de una literatura culta en lengua «nacional», se atiene a una serie de concomitancias que intentaremos poner de relieve comparando algunas obras concretas. Tomaremos para el caso de Berceo sus Vida de Sancto Domingo de Silos, Vida de Sancta Oria, virgeny Los Milagros de Nuestra Señora.[1] Del inglés AElfric seleccionamos de sus Lives of English Saints las historias correspondientes a San Edmundo, San Oswaldo, y San Swithun [2].
EL PROBLEMA DE ORÍGENES Y PUBLICO
Las Lives of English Saints, se componen de una colección de 39 hagiografías que aparecen en el manuscrito Cotton Julius E.vii del Museo Británico, cuya característica más importante es que contienen, paralelamente a narraciones en latín, una serie de biografías de santos ingleses escritas en inglés antiguo. Estos santos ingleses son auténticos héroes religiosos nacionales, personajes con los que el público que escuchaba al lector, pues suponemos que son obras para ser leídas ante gentes más que obras de disfrute personal, podía estar relativamente familiarizado. Héroes, de cualquier modo, con los que es más sencillo identificarse por razón de su proximidad geográfica, lingüística, incluso ideológica y racial. A todos nos llama más la atención la historia de un vecino que la de un extraño, salvo que sea una historia maravillosa, pero en ese caso se aleja un poco de nuestra perspectiva. Es más sencillo introducir subrepticiamente elementos apologéticos, morales, y en última instancia económicos, si los oyentes están interesados en la narración. Se ejerce así una influencia inconsciente cuyos resultados son habitualmente más apetecidos que los efectos de provocar de manera más notoria las peticiones y enseñanzas. En Berceo también encontramos. el tratamiento del tema por medio de «santos locales»: San Millán de la Cogolla, Santo Domingo de Silos, y Santa Oria, viven en un territorio limitado, son «santos nacionales» o locales. Sería difícil concebir por ejemplo que una vida de San Simeón Estilita, (y he elegido el ejemplo porque se trata de una «historia maravillosa»), tuviese más atractivo en las comarcas del sur de Burgos, o en Wessex o Mercia, que héroes locales plenamente inscritos en la tradición, corrió Santo Domingo, o San Edmundo. Prueba suficiente es que los santos ingleses de AElfric, y los burgaleses de Berceo, son de escasa veneración fuera de su «área de influencia», y en realidad a nosotros nos son conocidos precisamente gracias a AElfric y a Berceo. Respecto a las tradiciones como medio de establecer la autoridad de un santo, AElfric escribe sobre hombres del siglo VII, y Berceo es ya del X-XI: habrá unos doscientos años de intervalo pero el espíritu es el mismo. Dentro de nuestro análisis, lo primero que interesa señalar es la preocupación del autor por ser creído, por dar validez a su historia y ofrecer garantía de rigurosidad. Nos introducimos ahora en uno de los aspectos más importantes del carácter de la cultura medieval: el uso del «auctor», la cultura libresca. Los escritores medievales, y especialmente los religiosos, son adoradores de los libros. Encuentran imposible creer que pueda haber algo en un «auctor» que no sea cierto. Además reciben una herencia muy heterogénea: judía, pagana, platónica, aristotélica, cristiana, patrística, etc.. Y el problema es que la validez de cualquier obra es idéntica; no importa que sean crónicas, sermones, poemas épicos, sátiras, o tratados de filosofía: todo es aprovechable. AElfric y Berceo comparten la pasión por la autoridad. Berceo comienza prácticamente todos sus Milagros de Nuestra Señora con la correspondiente cita:
O bien:
AElfric, por ejemplo en su Saint Edmund aclara:
0 bien usando una fuente,más cercana a su propia tradición, cita a San Beda en su Saint Oswald:
Queda patente la intención de no descubrir mediterráneos, de informar y enseñar mediante el buen ejemplo que el biografiado ofrece. Lo que me parece oportuno indicar es quehay también otro tipo de informaciones cuya fuente es diferente: se apoya en la fama popular, y son informaciones que se refieren a hechos maravillosos. AElfric explicará:
De cualquier modo, podemos rematar, en palabras de Berceo, lo que piensan los autores en cuestión sobre los incrédulos:
Queda bien claro que solamente la palabra escrita tiene valor. Una vez que se ha autorizado la validez moral de la historia por medio del tópico, debemos señalar la gran importancia que tiene la ubicación geográfica, familiar, y temporal como argumentos de apoyo, pues la «auctoritas» es para los cultos, y el resto de los comunes mortales necesita pruebas más cercanas a su experiencia. Berceo introduce minuciosas anotaciones sobre genealogía y geografía:
Poco a poco, Berceo indica a su público todos los detalles necesarios para comprobar su veracidad, a la vez que puede señalar puntos de peregrinaje, oración, limosna, etc. AElfric será menos explícito, puesto que supone que sus biografiados, los elegidos son dos reyes y un obispo, son personajes más conocidos e importantes que los habitantes de las riberas del Arlanza. A pesar de todo, refleja cierta preocupación por dar noticias al respecto, al poner en relación unos personajes con otros:
El segundo elemento de concomitancia que encontramos en este aspecto de AElfric y Berceo, es la finalidad que persiguen para su público, pues por lo que atañe a la forma y a la transmisión, hay cierta divergencia. Si las Lives of English Saints son composiciones relativamente breves, que oscilan entre las 2.500-3.000 palabras, esto es, unos 20 minutos de lectura, —la duración de un sermón de la liturgia antigua—, por el contrario las obras de Berceo propiamente hagiográficas son poemas largos, imposibles de recitar en una sola sesión sin interrupciones, y en consecuencia, poemas propios o bien para veladas largas, o bien para ser recitados por entregas. AElfric dice concretamente en el prefacio latino, que compuso las Lives... para una comunidad monástica, por contraposición a sus Catholic Homilies, que son precisamente homilías para la misa ordinaria. AElfric escribe para personas capaces de leer, y muy bien podemos imaginar igualmente que sirvieran para amenizar las lecturas del refectorio. Berceo, que declara usar su «román paladino» para que todos le entiendan, se dirige evidentemente a un público más amplio y quiere llegar a todos los hablantes de la lengua castellana del momento, y para ello elige el verso monorrimo. Además, el verso es útil como procedimiento mnemotécnico, por lo que la transmisión de los poemas puede realizarse mediante analfabetos. Las hagiografías de AElfric tienen a su favor en este punto su brevedad.
LA RETORICA: «TÓPICA» Y CONSTRUCCIÓN
AElfric y Berceo son clérigos cultos, educados en la gramática latina en su más amplio sentido. Por esta razón podemos poner en comparación las analogías que ambos registran atendiendo a fenómenos de caracterización literaria. Los tópicos son fundamentales para el buen escritor medieval, y podemos subrayar dos muy importantes en este tipo de literatura: comparación y ejemplo. Herencia común de las hagiografías latinas paleocristianas es comparar la actuación del héroe religioso con algún aspecto de la vida de Cristo, o de algún santo muy famoso. Así, Berceo en Santo Domingo de Silos, se dedica desde la estrofa 19 a la 32 a comparar al santo con Abel, con patriarcas, confesores, el rey David, y con Nuestro Señor:
Y:
AElfric sopesa también el mismo tópico:
También procura que el martirio de San Edmundo se asemeje al de San Sebastián:
Este tipo de comparación se repite en toda hagiografía seria. Pero habitualmente también aparecerán otros aspectos: labor misionera, evangelización moral, ejemplo de virtudes... En el Santo Domingo y en el Saint Swithun, los protagonistas son quienes llevan a efecto el elemento propio de los valores del héroe misionero. Llegamos así a los «exempla». En una vida de santo, lógicamente, los ejemplos serán sus milagros. Para AElfric es un apartado tan fundamental que dedica buena parte de cada historia al punto, tanto que casi podríamos hablar de un auténtico proceso de canonización mediante su testimonio. En Saint Edmund podemos observar los métodos retóricos de construcción según el canon del ars poética. Comienza con el «exordium» en clave narrativa: se amonesta al público y se le insta a fijarse en la historia mediante la colocación de nombres importantes: AEpelredes cyninges..., Dunstan biscop..., AEpelstan cynning... Proporcionalmente seguirá la «narratio», que se mezcla con los períodos finales de una «argumentatio» que se compone de pruebas ad hoc: los milagros, que funcionan como pruebas objetivas con valor incluso canónico. Estos «exempla», serán analógicamente tres en Saint Edmund, pues tal es el número necesario en los procesos de canonización. Son tres historias maravillosas: una cabeza cortada que habla y es protegida por un lobo, el abortado intento de saqueo de las reliquias, y las consecuencias que un cierto Leofstan padeció por ser descreído y soberbio. En el tercero de los motivos de ejemplo Elfric cerrará el discurso narrativo mediante la «refutatio», volviendo al argumento del impío, exponiéndolo al público a manera de amonestación paternal. Para cerrar el ciclo retórico, es precisa aún la «perorado», o epílogo. Y aquí se nos indica la moraleja de toda la historia y el propósito del autor de continuar ofreciendo otras lecciones cristianas ilustradas en san Cupberth, AEpelpryp de Ely y sus incorruptas hermanas, etc. Gonzalo de Berceo, por su parte, aplicará a todas sus obras esquemas semejantes, pero repitiendo el modelo en secuencias formalmente aproximadas, y correlativamente, al conjunto de cada poema. Es la extensión de la propia obra la que le impide actuar en otro sentido. Pero el ejemplo más sencillo de comparación en este punto nos lo ofrecen los Milagros de Nuestra Señora, pues son mayoritariamente composiciones breves de una extensión muy similar a las Lives of English Saints de AElfric. El milagro número XVI, «El niño judío», de 26 estrofas, nos aporta el caso estructurado de la forma siguiente:
Aquí la Argumentado y la Refutatio son absorbidas directamente por la Narratio, al tratarse un discurso panegírico en sentido lato. Dentro de la «tópica», hay otro par de argumentos comunes que nos interesa resaltar: el final de la composición y el concepto de autoría. Los finales de las obras medievales, grosso modo, pueden clasificarse en dos apartados: final abrupto, cuyo mejor ejemplo es la Chanson de Roland:
o bien un final que resbala pausadamente mediante recursos variados: el cansancio, la noche que se aproxima, el día que se muere, etc.
Un tercer procedimiento combina los dos anteriores: aquí el poema languidece para ser rematado mediante la invocación a la misericordia o favor divinos. Naturalmente cualquier tipo de tópico tendrá por intención el advertir del próximo fin de la obra. En los escritos que nos ocupan es esta clase de final el que vamos a encontrar. Así en Berceo, en la Vida de Santa Oria, encontramos:
El Santo Domingo de Silos tiene un final más claramente suave: desde la estrofa 757 hasta la 776 aparece una larga oración que Berceo dirige a su santo patrón haciendo petición de favor. AElfric en general es partidario de una aproximación más lenta, más clásica, rematando con la invocación divina:
De nuevo la profesión, el carácter de clérigo, interviene en la concepción literaria: en la jaculatoria piadosa advertimos al «ordo clericalis», tanto al castellano como al inglés. La autoría es el último argumento que consideramos fundamental en la comparación entre AElfric y Berceo, y dentro de ella, la elección de los personajes. Tanto Berceo como AElfric. narran hechos y vidas de santos cuyas historias serían gratas al público aunque solamente fuera por un somero concepto de nacionalismo o localismo. Para aprehender este concepto me parece. fundamental explicar el cambio del propio concepto de autoría que existió en la Edad Media. Si en los orígenes de las literaturas vernáculas nos encontramos ante una sorprendente humildad en sus autores, que permanecen anónimos, a medida que el afán de inmortalidad humano se apercibe en la transmisión de la obra, el autor se hace consciente de este hecho y la firma. Así como nada sabemos con seguridad de los autores del Beowulf, de la Vie de Saint Alexis, o incluso del «Pere Abat» del Mío Cid o del «Turoldus» del Roland, que pueden ser meros copistas; a medida que el movimiento intelectual se difunde con la ayuda de mejoras en las vías y medios de comunicación, los poetas, y en general todos los escritores, colocan de algún modo su nombre a lo largo del texto. Casos tempranos los tenemos en los versos acrósticos y arcanos y en el caso de Cynewulf en Inglaterra. Podemos situar el momento del cambio para el conjunto del Occidente en torno al siglo XII. La distancia temporal entre AElfric y Berceo se nos agranda: AElfric es un hombre del milenio, cercano además a los grandes autores del renacimiento carolingio de la corte de Aquisgrán. AElfric escribe en pleno movimiento de ideas en Europa, y en una época especialmente agitada para su propio pueblo. Parece en cambio que Gonzalo de Berceo recoge un poco la oleada de poesía latina de corte mariológico que llega a la península hacia 1230. Sin embargo, la obra de ambos sigue corrientes paralelas: ambos eligen la lengua vulgar en lugar del latín para llegar a mayor número de gentes, aunque dan también buena muestra de su conocimiento de la lengua clásica. AElfric y Berceo se sirven de los recursos retóricos que ya se inician a nivel de la forma: la prosa aliterativa y el verso monorrimo; uno y otro configuran a semejanza del héroe épico su héroe religioso, que conjunta las características del modelo laico con las virtudes del perfecto cristiano. Son, pues, uno de los mejores ejemplos del curso idéntico que tomaron las literaturas en lengua vernácula, ambos son miembros de una comunidad plenamente europea. Creo que el momento de su aparición en el tiempo es mera anécdota histórica, lo importante, en definitiva, es su afinidad, no sus divergencias.
[1] Para las obras de Gonzalo de Berceo, vid.: Garcia Solalinde, A.: . Milagros de Nuestra Señora. Madrid, Espasa Calpe, 1942. Uría Maqua, I.: Estudio Crítico-Filológico del Poema de Santa Oria de Gonzalo de Berceo, Oviedo, 1973. (Tesis Doctoral). Y Garcia Solalinde, A.: Vida de Santo Domingo de Silos, Madrid, Espasa-Calpe, 1934. [2] En el caso de AElfric, vid. W. Skeat: Lives of English Saints. Oxford, Early English Society-Oxford University Press, 1881-1900. También H. Sweet: Anglosaxon Feader Oxford. Oxford University Press, 1975 (ed. Whitelock). Y A. Bravo: Diccionario Anglosajón-Castellano. Oviedo, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Oviedo, 1982. [5] King Edmund, lineas 1-10. [6] King Oswuald, líneas 215-217. [7] King Edmund, líneas 202-204. [8] Vida de Santa Oria, estrofa 203. [9] Vida de Santo Domingo de Silos, estrofas V, VI, y VII. [14] King Edmund, líneas 96-99. [15] King Oswald, líneas 253-257.
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