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El culto a Santiago se difunde rápidamente desde que se descubren sus reliquias hacia el año 813. Por los caminos que llevan a Compostela se escuchan los milagros del santo y los cristianos le invocan en su guerra contra el Islam. Fuera de España, como señaló Sánchez Albornoz, Luitprando, Saxo y el Anónimo de Saint Gall, recogen la leyenda de la intervención santiaguesa en la victoria de Simancas. La estela literaria de Compostela, patente en los cantos litúrgicos de peregrinación y en la épica carolingia, asoma en los intercambios entre la poética hispánica y la de otros pueblos románicos, entre lo galaico-portugués y lo provenzal y en la dramática jacobea. Los peregrinos marchan cantando en grupo. Por ello, los ritos de salida y regreso (amplísimos antes que el Rituale de 1614 los redujese al Itinerarum) pretenden dar carácter de procesión al recorrido. Muchos canto proceden de la liturgia oficial. Pero otros introducen nuevas formas y las gentes salen al camino a escuchar esas canciones de los romeros:
Este lirismo del Camino de Santiago impregna el cancionero popular de Galicia:
Los peregrinos son juglares de ventura, no profesionales. Cantores populares:
Junto al coro monódico, hay formas duales: antífonas o responsorios. Al primer tipo de cantos corales alternados, tal como se interpretaban los salmos, corresponde en la liturgia el conductus que se relaciona con estructuras peculiares de la poesía medieval galaico-portuguesa y también de la castellana hasta los Cancioneros tardíos. Consiste básicamente en una mezcla de paralelismos, concatenaciones y repeticiones en forma de refrán. Es muy propia para la marcha y se utilizó en las danzas en corro (el cossaute). Cuando Cerverí de Girona la empleó en la única cansó paralelística de toda la literatura provenzal, la llamó Viadeyra o viandela, aludiendo quizá al hacer vía cantando. En Galicia y Portugal se denominó leixaprén y era considerada canción villana. Pero la más famosa de las canciones de peregrinación obedece al esquema de estrofa con estribillo que todos cantan y que encierra un doble refrán. Es el Ultreya:
Esta fórmula básica se repite en el conductus Ad honorem Regi summi:
En las composiciones litúrgicas en honor a Santiago se registran cinco formas típicas de la poesía trovadoresca: cossaute, estrofa con refrán, romance, copla de dos pareados y un tipo fecundísimo en la línea zéjel, virelai, rondeau, laudi y geisslerlieder. Refranes de la poética jacobea como el Fulgat dies (brille el día) se hallan también en los cantos navideños franceses y valones. El congaudeant catholici (los católicos se alegran) coincide en métrica con la Cantiga de vilaos, utilizada en el siglo XIV por Joao de Gaya. El Regi perhennis (rey perenne) conserva la melodía de un alalá y el Ad su perni Regis (al rey supremo) la de una danza. La liturgia absorbe lo popular y viceversa: Pay Gomes Chariño, el almirante trovador, lleva a una Cantiga de amigo la invocación Ai Santiago, padrón sabido (Santiago, patrón sabio). En el Renacimiento, la métrica del Congaudeant inspira el Sengular momo, que escribió Pedro de Sousa para festejar el regreso a la corte manuelina de la romería compostelana:
También aporta una visión muy viva del momento cumbre de la peregrinación la llamada Historia Compostelana, registro de los hechos de don Diego Gelmírez, primer arzobispo que rigió la Iglesia de Santiago y la vida política de Galicia desde 1095 hasta cerca del 1140. La escribieron tres canónigos, familiares del prelado: Munio Alfonso, tesorero de la catedral, obispo luego de Mondoñedo; Hugo, arcediano francés que rigió la diócesis de Porto, y Giralda, continuador de la obra tras la consagración episcopal de sus compañeros en 1112. La obra es un gran friso histórico donde se nos presenta el querer ser de un prelado de báculo y ballesta, constructor, activísimo y lleno de ambiciones para su iglesia, su ciudad y su tierra.
Las vidas de Santiago
En las narraciones de la Vida de Santiago sirvieron de fuentes los evangelios y las dos Pasiones, Módica y Magna, esta última recogida en el Códex. Un elemento mariano, la aparición en Zaragoza, enriquece luego esta primera parte del ciclo del Apóstol. La segunda parte agrupa los temas relativos a la Traslación de las reliquias, dato que aporta un mozárabe del siglo VIII y que las Actas de los Varones Apostólicos de España difunden por Europa. A fines del siglo IX y durante el X, continúan la tradición el Martirologio de Lyon, la Epistola Leonis y los Anónimos de Fleury y Gemblours. En éstos se inspiraría una versión métrica perdida en la que pudieron basarse las narraciones de Aymerico Picaud, Beleth y Jacobo de Voragine. Es importante el himno del siglo VIII, que invoca al Apóstol como evangelizador de Galicia, en favor del rey Mauregato. La Traslación se compone de los siguientes elementos: viaje prodigioso por mar; ascensión del cuerpo santo; argucias de la matrona Lupa; persecución por los paganos y castigo de éstos; el dragón y los bueyes del lIicino; el Arca Marmorica. Los que aprendimos de niños y por transmisión oral estos pormenores y los que aún recordamos las canciones de los ciegos (últimos recomptadors) ante la Puerta Santa, podemos comprender lo que representarían las peregrinaciones para su difusión (1).
Ciclo carolingio
Otra parte del ciclo del Apóstol comprende las narraciones del hallazgo de las reliquias según los datos proporcionados por el Acta de Antealtares y el Libro dos Cambeadores. A partir de aquí, mientras la tradición española insiste en el milagroso hallazgo de las reliquias presenciado por el obispo Teodomiro de Iría y comunicado a Alfonso II el Casto, que, con su corte monacal, acude a postrarse ante ellas, la tradición francesa aporta a la peregrinación compostelana el trasunto de las grandes leyendas épicas. Según la tesis de Burger, un poema hagiográfico latino perdido es la fuente común de La Chanson de Roland y el Liber Beati Jacobi. El poema aparece prosificado en la Historia Karoli Magni et Rotholandi, que el arzobispo Turpín dirige a Luitprando, deán de Aquisgrán, y en el libro quinto del Calixtino o guía de peregrinos. Los elementos del relato del pseudo Turpín son: aparición de Santiago a Carlomagno; toma de Pamplona; expedición a Compostela; destrucción de ídolos y recogida de oro para dotar a la iglesia de Santiago; Compostela, corte carolingia durante tres años; regreso a Francia y retorno para la campaña contra Aigolando; desastre de Roncesvalles, traición de Ganelón y muerte de Roldán; muerte y juicio de Carlomagno. De La Chanson de Roland y del pseudo Turpín nacen gestas, cantos latinos, historias, romances, novelas de caballerías, teatro, poemas épicos eruditos. Cuatro poemas épicos quedan directamente ligados al camino de la peregrinación: El Roncesvalles, quizá navarro, trecentista, fragmentario ejemplo de la interpretación del tema en España: la espada Durandal se humaniza en Durandarte y surge un núcleo narrativo en torno a Bernardo el Carpio como el anti-Roldán. La Pélerinage de Carlemagne (la peregrinación de Carlomagno) se relaciona más estrechamente con el camino francés, y no porque cuente la peregrinación del emperador a Santiago (se trata de una falsa expedición a Jerusalén y Constantinopla), sino por sus coincidencias con el relato de Lucas de Tuy sobre la venida del rey Luis de Francia con motivo de su boda con Isabel, hija de Alfonso VIII, para comprobar que no es bastarda. Este relato puede reflejar otra gesta castellana perdida al igual que el Saliens, que deberá a la peregrinación a Compostela su paralelismo con la leyenda de los Infantes de Lara. Es, sin embargo, el Anseis de Carthage -en realidad, el post Roncesvalles, compuesto hacia el 1200- el que muestra un influjo mayor de las peregrinaciones. Deriva de la leyenda del rey Rodrigo, revela conocimiento directo del Camino de Santiago (según Bédier, la leyenda básica sería recogida entre Sahagún y Burgos) e inserta un episodio del pseudo Turpín localizado en las fronteras de la Galicia histórica: el cerco de la ciudad de Luiserne, milagrosamente hundida en el lago Carrucedo (entre Ponferrada y Villafranca, según Bédier, o en Sanabria, San Martín de Castañeda, según Vázquez Cortés). Indirectamente relacionados con la peregrinación están esos poemas del ciclo relativos a las hazañas de Vivien: el Gui de Bourgogne, posterior al 1211, que cuenta una campaña carolingia de treinta y siete años; el Renaut de Montauban, que tiene una referencia al Pèlerinage o las derivaciones franco-italianas como La prise de Pampelune (la Conquista de Pamplona). Dice Menéndez Pidal: muchos poemas así resonaban, sin duda, en el Camino francés de Campostela, a lo largo del cual hallaban un auditorio muy preparado. Porque ese camino, entrando en España por Roncesvalles, lugar ya de suyo épico, atravesaba los reinos de Navarra y de Castilla cruzando importantes poblaciones en que había barrios enteros habitados por emigrantes franceses.
Los milagros
El tercer bloque de narraciones que circula por el Camino de Santiago recoge milagros. Quizá haya existido una compilación local. No la conocemos, pero, al igual que en otros santuarios, pudieron recopilarse en éste los prodigios acaecidos por mediación del patrono. El Liber Beati Jacobi suple este registro al agrupar veintidós milagros en otros tantos capítulos de su libro segundo. Uno se atribuye a San Beda, otro a Huberto de Besançon, dos a Anselmo de Cantorbery y el resto a Calixto II. Entre los textos agrupados al final hay otros anónimos, excepto el que firma Alberico de Vezelay. Los veintidós milagros aparecen compendiados en el canto Ad honorem Regi summi de Aymerico Picaud, presbítero de Parthenay. La parte conservada de la versión gallega del Calixtino, hecha en el siglo XIV, suele denominarse Os Miragres de Santiago. El murciano Diego Rodríguez de Almela ofrece su Compilación de los Vitoriosos Miraglos del Bienaventurado Apóstol Santiago (1481), en el que se espigan otros prodigios, además de datos de la historia de su iglesia y de su orden de Caballería. Juglares, monjes, huéspedes, mesoneros y los propios peregrinos, a lo largo de la vía francígena, contarían muchos milagros. Algunos se vinculaban a la historia peninsular, como las apariciones bélicas que dieron motivo a los votos y se enlazaron con la tradición de las cien doncellas, con la toma de Coimbra, con la menos conocida del conde Armengol de Urgel, con las que tienen como escenario Jerusalén y con las Cruzadas. Otros, de carácter particular, apenas trascendieron. Narran perdones, curaciones, salvamento en naufragios, liberación de cautivos, ejecuciones frustradas ... O hablan del oratorio que se abre. Otros tienen más amplio campo en la narrativa medieval: la confesión escrita y borrada, de antecedentes carolingios; el niño resucitado (origen, San Gil) o la mujer que se queda sola con dos niños y a la que Santiago ayuda prestándole un ángel en figura de asnillo. No faltan, por último, temas que, más o menos elaborados, pasaron al Romancero: A romeira, por ejemplo. Pero los más famosos de los que no se relacionan con sucesos históricos son tres: Le Mort El Cheval (El Muerto a caballo) exalta las virtudes de la amistad y el sacrificio por el compañero durante el viaje. Es, por tanto, un típico cuento del camino; Treinta loreneses marchan a Santiago; uno cae enfermo y el único que se queda a cuidarle es el que no hizo voto de ayuda mutua. Muere el enfermo y Santiago se aparece al peregrino fiel, le obliga a subir con el cadáver sobre su caballo y lo transporta por los aires a Compostela, donde llegan antes que los demás peregrinos. Contado en el Calixtino por la autoridad de Huberto de Besançon, localizado en la Capilla compostelana del Mont-Joy y difundido por la Legenda Aurea, ha sido dramatizado modernamente por Henri Gheon. Como gran milagro, se contaba en el siglo XII la resurrección del peregrino Giraldo, fallecido al mutilarse por consejo del demonio. Una fiesta especial, la de los milagros precisamente, lo conmemoraba cada año y el Calixtino lo recoge en sus páginas bajo la autoridad de Anselmo de Cantorbery, aunque también se invoca la de Hugo de Cluny. Este relato (2), que alcanzó su máxima difusión en el siglo XIII, cuando se recoge en las Cantigas de Santa María alfonsíes, se vio oscurecido, como hace notar Vázquez de Parga, por el milagro del Ahorcado descolgado. En él juegan dos elementos característicos de la literatura oral de la peregrinación: el posadero infiel que, como en la historia de José, acusa falsamente de robo a un muchacho ocultando una copa en su maleta y el padre que sigue su camino después de ser ejecutado el muchacho y al regresar se lo encuentra vivo en la horca, sostenido por las manos del Apóstol. Contado por Cesáreo de Heisterbach, Vicente de 8eauveais, Alfonso X y Jacobo de Vorágine, al localizarse en Santo Domingo de la Calzada en el siglo XV, recibe nuevos elementos: la criada desdeñada y vengativa, el juez que no cree al padre cuando éste asegura que el ahorcado vive, la gallina asada que resucita ... (3).
Otros relatos
Circularon igualmente por el camino de la peregrinación otros relatos de tema vario; los más, en torno al viaje a Compostela de personajes famosos. Ya vimos que la llegada del rey Luis VII a Francia inspiraba un poema. De igual modo, el Cid, el conde Guillermo de Aquitania, San Francisco, Santa Isabel y San Franco de Sena son protagonistas de narraciones breves, leyendas o romances. La muerte de Guillermo X ante el altar del Apóstol el Viernes Santo de 1137, la fundación del primer convento franciscano con la presencia de Cotolay y el foro de San Martín, la Rainha Santa, sola y penitente, o la conversión del Jugador de sus ojos, son trozos de historia viva recogidos por la poesía oral y sobre los que llegan a crearse perdurables obras literarias. Al Romancero pasaron el episodio del Cid que comparte su cama con un leproso y quizá la peregrinación del conde de Aquitania, si se le identifica con el Gaiferos de Mormaltán en una de las más bellas canciones gallegas. También el tema del magnate que viene a Compostela y le matan los moros que hacen cautiva a su esposa da origen a la historia de Flores y Blancaflor, de donde arrancan los romances del conde Flores. Otro conde, que el Romancero llama Miguel o Grifos, fuerza a una doncella que va en romería y es condenado a la horca. Hay temas de historia general, sobre los que se compusieron relatos para contar a peregrinos: el del conde Lombardo se inserta en el Fernán González; el de García Fernández procede de La Condesa Traidora y sobre él compuso Tirso La Romera de Santiago. De la historia compostelana se habrán contado también narraciones como el Milagro de Ataúlfo o de Juan Tuorum. Otros relatos son de carácter fantástico y se forman con elementos de diversos cuentos. Su prototipo es el de los dos peregrinos; exalta el valor de la amistad forjada en la peregrinación y en él se basaron relaciones, representaciones sacras e historias, como la alemana de Kuns Kistner y la italiana de Minozzi Cieco. En este cuento figuran anécdotas trágicas como la del castillo aislado en la selva, la adúltera castigada a comer en la calavera de su amante y la utilización de la sangre para curar la lepra. En Le dit des trois pommes (El cuento de las tres manzanas) se adaptan al motivo de la peregrinación elementos de historias de origen oriental: las tres manzanas que el padre da a su hijo para que reconozca si es buen compañero de travesía quien se acerque en el camino; el viaje del muerto que reaparece, representado en el prodigio de Le Mort a cheval... Este milagroso viaje a caballo por los aires se relaciona con otras creencias sobre hierofanías celestiales. Junto a la corriente dioscúrica, exaltada por Américo Castro, hallamos la identificación gallega de las estrellas fugaces como carpas santos y la atribución a éstos del fuego de los mástiles de Helena, San Erasmo y San Telmo. Coincidiendo con los cortejos de almas caminantes (A Santa Compaña) hallamos peregrinando a Santiago no sólo cuerpos muertos, sino almas en pena. La vieja creencia de que a ciertos santuarios vay de marta o que non vay de vivo (a los que se va muerto si no se va vivo), se concreta en torno a Compostela. La Galaxia guía las campañas de almas solitarias que los campesinos ven desfilar, como estrellas fugaces, en la honda noche de los robledales o por las húmedas corredoiras abiertas por el paso continuo de los hombres:
Juglares en el camino
Al lado de la juglaría espontánea de los peregrinos que animan su caminar con cánticos, hallamos trovadores y juglares profesionales en las rutas de peregrinación. Las recorrían en su anar per cortz (de corte en corte) o en el séquito de magnate y prelados. Otros cantores caminan pagados, para hacer propaganda de una causa política o dinástica, o de los grandes santuarios, o de una devoción concreta. Los denominamos juglares de empresa; así los ichacorvos tudenses que servían al culto del Carpa santo de Fray Pedro González, Telmo. Ramón Llull, en su Blanquerna U 283), nos habla de estos juglares contratados que los cardenales de Roma envían para cantar temas edificantes en el Camino de Santiago:
¿Qué contarían cantando estos recomptadors santiaguistas?: la Vida del Apóstol, la Traslación y el hallazgo de sus reliquias, las leyendas carolingias, los Milagros y otros relatos épicos y novelescos más o menos relacionados con la peregrinación. Menéndez Pidal ha recogido testimonio del paso por Navarra de juglares franceses, alemanes, escoceses ... y ha investigado las relaciones entre los poetas nativos y la juglaría viajera a lo largo del camino: trovadores provenzalas, juglares de gesta del norte de Francia y otros cantores ingleses y de Europa oriental. Fueron cebo de juglares las bodas de Alfonso Raimúndez con doña Berenguela y la presencia de los mecenas Alfonso Jordán y Guillermo de Montpellier en una Corte imperial de la que sintió celos el séquito de Luis VII. Uno de los más antiguos juglares, Cercalmón, evocó la muerte de Guillermo X en el camino de la peregrinación. Ese mismo año de 1137 quizá visitó Santiago, Marcabrú, que, de 1134 a 1143, vivió en la Corte de Alfonso VII. Pero, desengañado de que no se atendieran sus llamadas a la lucha contra los almorávides ni sus adulaciones al emperador, partió malhumorado a su país. En la Corte portuguesa de Sancho I, hijo de Alfonso Enríquez, se habla de dos juglares, Bonamís y Acompaniado. Pero el auténtico paraíso de los juglares occitánicos sería la corte castellana de Alfonso VIII. Ramón Vidal de Besalú describió la acogida que en ella se dispensaba a los cantores forasteros. Con la reina Leonor, hija de Enrique II de Inglaterra y de Leonor de Aquitania, vino de Gascuña entre otros troveros Arnaut Guilhem de Marsán. Y por la Corte desfilaron Peyre Vidal, Peyre Rogier, Tristán, Aimeric de Peguillán, Giraut de Bornell y Gavaudán el Envejecido, que convocó a los caballeros franceses a las Navas de Tolosa. Guilhem de Berguedá hizo peregrinación de penitencia después de asesinar a Ramón Folc de Cardona en 1175. Para él, era Alfonso VIII el mejor rey que había desde Padrón a Alemania. Rigaut de Barbezith acudió igualmente a visitar al varón don Diego y aquí vivió y murió. Otros troveros elogiaron al rey: Bertrán de Born, Guilhem Ademar y Giraut de Calasón que hizo el planto del infante don Fernando, su hijo. Por Arnaut Daniel sabemos un raro episodio de la peregrinación, la prisión de Raimón por el rey Fernando. Uc de Lescur recuerda a los que albergan a romeros por bien de sus almas. Por su parte, Alfonso IX acrecentó la fama de las Cortes occidentales con su prodigalidad hacia los juglares. Lo ensalzaron Elías Cairel, gran andarín y mal trovador, y el estudiante Uc de Saint-Circ. El monje de Montaudon fue huésped de reyes, barones y hombres de pro en su peregrinaje por España. Peire Vidal pedía, por San Jacme, paz entre los reyes.
La escuela compostelana
Si en la Corte de San Fernando, pese a la política matrimonial seguida, decayó la presencia de trovadores provenzales e italianos, como lo atestiguan las críticas de En Sordel, también recibió elogios como el de Elías de Barjols. Y si Aimeric de Belenci tornó a su tierra no fue por padecer mala acogida en la Corte, sino por miedo d'una douz amor cordial (un dulce amor).
El apasionado provenzalismo de Alfonso X, en contraste con la inclinación de su padre a la juglaría gallega, representó el triunfo de la escuela occitana en la Corte y las alabanzas de Folquet de Lunel, Raimón de Tors, Guilhem de Montanhagol y Peire Guilhem. A favor de la libertad del infante Enrique postularon Cerverí de Girona, Folquet de Lunel y Paulet de Marsella. Perceval Doria aludió a la guerra de Granada. Arnaut Daniel mantuvo un debate con el monarca y éste tuvo la amistad de Bonifacio Calvo de Génova que, como Raimbaut de Baqueiras y Cerveri de Girona, utilizó el gallego-portugués en composiciones políglotas, versificó en esta lengua y dialogó con Alfonso X. A su vez, el gran Sordello de Goito usó un juglar nativo, Picandón, que se hizo con sus canciones y sirvió a Soares Coelho. La escuela lírica gallego-portuguesa, tan rica y original, tuvo en Compostela un foco de irradiación. Cuando en la Corte de Alfonso VII vemos a un juglar local, Palla, junto a un egregio representante de la juglaría internacional como Marcabrú, comprendemos la función de la ciudad apostólica del Finisterre como crisol de tendencias. Podríamos hablar de toda una escuela compostelana. La unidad y el carácter de los cantores de los santuarios nos hace pensar en un éxodo de segreles formados en las aulas catedralicias hacia la Corte y, principalmente, al real de San Fernando en sus campañas de Andalucía: Bernal de Bonaval, Abil Pérez, Martín de Cornes, Cotón ... Más tarde, Airas Nunes, autor de un amargo sirventés, porque ya en Compostela menguaba la verdad, colaboró quizá con Alfonso X en las Cantigas de Santa María, donde no faltan los temas santiagueses. Y con él, los Eans, Johan Airas, Pai da Cana, García Gómez, Johán Vázquez, Johán de Lobeira y Pay Gomes Chariño, el almirante que invoca a Santiago patrón sabio en una cantiga con sabor a mar. Si las canciones de peregrinos tienen un sello colectivo y popularizado, hay un género de marcado carácter individual y no exclusivo de la vía compostelana, la pastorela, donde el trovador encuentra a una moza con la que entabla diálogo de amor. Su relación con el piadoso viaje de peregrinación aparece señalada en Pérez Amigo de Sevilla y en Johán Airas. El primero dice:
El trovador la requiere y le ofrece esos presentes que se adquirían en la vía francígena:
Johán Airas se encuentra con la doncella en un souto cercano a Compostela:
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NOTAS (1) López Ferreiro, David, Vázquez de Parga, Lacarra y Uría, J. Guerra y Díaz y Díaz han estudiado la vieja literatura jacobea donde aparecen, por primera vez, estos temas. (2) Pocos relatos habrán tenido mayor repercusión en la narrativa medieval: Vicente de Beauveais, Guilbert de Nogent, Pothon, Gualterio de Benevento, Gauthier de Coincy, Berceo, Alfonso X, Gil de Zamora ... Tampoco faltan versiones dramáticas: Reppresentazione d'un pellegrino. (3) Este milagro se refleja en las tablas de Herlin, el Palmezzano y Lo Spagna y en las vidrieras de Lisieux, Courville, Chatilion, Chalons-sur-Marne y Vendôme, En el teatro, lo registran, el Miracle de Saint Jacques, provenzal; el Miracolo di tres pellegrini, italiano; el Peregrinus Compostellanus, alemán; la escéptica balada satírica de Southey y La Farce du Pendu Dépendu (La farsa del ahorcado descolgado). de Henri Gheon, La A lenda do Senhor do Galo de Barcelos, estudiada por F. de Castro Pires de Lima, presenta una interesantísima aculturación lusitana.
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