La dignificación del castellano

 

     La principal aportación del humanismo renacentista al avance del conocimiento proviene de su entusiasmo por la cultura clásica greco-latina. Desde principios del siglo XIV se ha iniciado ya la búsqueda de textos antiguos; Petrarca y Boccaccio son los primeros coleccionistas de manuscritos guardados en monasterios medievales y prácticamente desconocidos hasta entonces. Gracias a su labor, continuada por numerosos eruditos que reunieron los textos diseminados por toda Europa y que viajaron incluso a Oriente para recuperar las copias existentes en los monasterios bizantinos, desde principios de siglo es posible ya el acceso a toda la literatura latina que ha llegado hasta nosotros. En 1471, Lorenzo Valla publica un tratado sobre gramática latina que debe reeditarse anualmente durante más de 50 años para satisfacer una demanda en auge.
 

Biblioteca Gonzalo de Berceo

Catálogo general

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      Los autores griegos presentaban, sin embargo, mayores dificultades, dado que no existían traducciones al latín de sus obras ni buenos maestros que pudieran enseñar la lengua griega a los europeos occidentales que por ella se interesaran; Petrarca veneraba como un tesoro un ejemplar de las obras de Homero que, sin embargo, no podía leer, y Boccaccio tuvo que recurrir a un comerciante de Calabria que sabía algo de griego para intentar descifrar los versos de La Iliada y La Odisea.

      La toma de Constantinopla por los turcos, en 1453, ha provocado la emigración a Italia de un considerable número de eruditos bizantinos que han encontrado ocupación como profesores de griego, lo que permite ahora una rápida extensión de esta lengua clásica entre los estudiosos europeos. En 1471 aparece la primera gramática griega impresa, y en 1485, Marsilio Ficino publica la primera traducción latina de las obras de Platón.

      Estos estudios llevan a los humanistas a interesarse también por las lenguas derivadas del latín. La figura del español Antonio de Nebrija, profesor de latín en la Universidad de Salamanca, se encuadra en esta corriente y es el primero en escribir la gramática de una lengua vernácula, la Gramática de la lengua castellana, publicada en 1492.

     Al quedar fijadas las normas para el buen uso del castellano, éste ha dejado de ser una lengua vulgar para convertirse en lengua culta, y se ha elevado a una categoría reservada hasta ahora sólo para el latín y el griego. El ejemplo de Antonio de Nebrija será seguido en el año 1529 por la gramática italiana de Trissino; en 1536, por la portuguesa de Fernando de Oliveira, y en 1550, por la francesa de Louis Meigret.
 

 

     

 

Detalle de la Adoración de los Reyes Magos, de Sandro Boticelli.

 

     No se puede hablar de lingüística española hasta el Renacimiento, aunque en Santillana, Villena o Lorenzo Valla podemos encontrar ideas lingüisticas interesantes.

     Con o el Renacimiento se da carta de naturaleza a lo que se venía gestando: la dignificación de las lenguas vulgares. Es Antonio de Nebrija (1444- 1522) el que introduce definitivamente la ciencia filológica en nuestro país. A los diecinueve años marcha a Italia (Roma, Padua, Pisa, Florencía) para estudiar filología clásica. Cuando vuelve continuó su formación en humanidades, porque creía que para ser un buen gramático o filólogo debía poseer vastos conocimientos. Desde sus exploraciones arqueológicas en Mérida a sus estudios sobre Geodesia o Ciencias Naturales, la capacidad de Nebrija es notabilísima. Pero el latín y el castellano fueron el objeto de sus estudios fundamentales. Su Gramática castellana (1492) es de extraordinaria importancia para el estudio de la filología española. En ella intenta el establecimiento de normas que fijen definitivamente el castellano porque está convencido de que a finales del siglo XV nuestra lengua ha alcanzado su punto culminante. Nebrija quiere enseñar y fijar la lengua. También pretende facilitar el conocimiento del latín a través del estudio del castellano. Por último, no podemos silenciar la importancia que el autor concede a la vinculación lengua-nación. Así escribe en el prólogo de su Gramática: «Síempre la lengua fue compañera del Imperio; de tal manera lo siguió que juntamente comenzaron, crecieron, florecieron y, después, junta, fue la caída de entre ambos.» Los trabajos y teorías de Nebrija sobre el castellano fueron fundamentales en su tiempo y en siglos posteriores, pero no así sus opiniones sobre gramática latina. Las aportaciones prácticas de la Gramática son de sumo interés. A la hora de hacer una historia de la pronunciación española su obra resulta ímprescindible, como lo podemos comprobar en el estudio de Amado Alonso (De la pronunciación medieval a la moderna en español, Gredos, 1967). Aporta más : relación de la lengua vulgar con la latina, reglamentación de la ortografía, estudio del lenguaje artístico, intento de historia de la lengua...

     La actividad de Nebrija fue incansable. Su Introductiones in latinam grammaticam fue traducida por él mismo al castellano. El Dictionarium Latino-hispanicum et Hispanico-Latinum, la Orthografia Castellana son asimismo obras importantes, pero sobre todo lo es el Arte de la lengua castellana, conocida generalmente por Gramática castellana, primera gramática de lengua vulgar y de la que actualmente no hay edición asequible -la última es de 1946.

     Si Nebrija no tuvo suerte como catedrático de la Uníversidad de Salamanca, sí la encontró al ser su Introductiones linguae latinae (1480) libro de texto en todas las universidades españolas y algunas extranjeras durante el siglo XVI.

    Otro catedrático salmantino, Francisco Sánchez de las Brozas, continuará la obra de Nebrija. La Minerva (1587), de «El Broncense», es continuadora de las Introductiones..., pero sólo en el sentido innovador, ya que ambas y ambos representan dos métodos diferentes: Nebrija describe los fenómenos del lenguaje basándose en la autoridad de los grandes autores y «El Brocense» está preocupado por las causas que producen esos fenómenos, como indica Mariano Bassols de Climent. Si el éxito de la Minerva fue rápido en Europa -las ediciones fueron múltiples- llegó a olvidarse. Tovar, Lázaro Carreter, Bassols, intentaron la justisima reivindicación de obra tan importante, pero ésta no se produce hasta que Chomsky la señala: han sido los extranjeros los pioneros en la apreciación por la Minerva, obra que en 1976 fue espléndidamente traducida y anotada por Fernando Riveras Cárdenas y editada por Cátedra.

   «El Brocense» intenta elaborar una gramática que se fundamente en la razón. En este punto difiere de Nebrija, pues para el primero la «autoridad» será tal si se basa en la «razón», Si la gramática se basa en la «razón», tendremos que llegar -piensa «El Brocense»- a una gramática general de todas las lenguas, gramática general que sería deductiva, no inductiva. El papel del gramático debe ser, pues, encontrar la razón subyacente que las diferentes lenguas tienen entre si. El examen fundamental que Sánchez realiza es de la lengua latina.

   La Minerva es ante todo un trabajo teórico que parte de la distinción entre usus y ratio. Obra maltratada en España (su autor también lo fue: llegó a sufrir procesos inquisitoriales), el éxito en el extranjero -repito- fue clamoroso. Uno de los autores de la Grammaire de Port-Royal llegó a afirmar que Sánchez de las Brozas «sobrepasó sin comparación a todos los que lo habian precedido».

   La originalidad de «El Brocense» no es total porque ésta no se da jamás. Pero nos atreveriamos a afirmar, con Riveras, que la palabra clave para la comprensión de «El Brocense» es ratio, porque el catedrático salmantino piensa que todo lo que constituye el mundo encierra unas causas, causas que deben ser el objeto del estudioso. Sin embargo, «El Brocense» subordina en cierta medida la gramática a la lógica, aunque no llega a confundir como otros teóricos las categorías gramaticales con las lógicas. Ha vislumbrado la independencia de dichas categorias, pero esto no le salva en ocasiones de la contradicción, «inconsecuencias que no logran empañar su imagen de innovador racionalista».

Prólogo de la Gramática de Nebrija