Nos dijo Moisés hace mucho tiempo que Adán y Eva, la primera pareja, hicieron algo tan reprobable y nefando que se les "abrieron sus ojos y, viendo que estaban desnudos, cosieron unas hojas de higuera y se hicieron unos cinturones" (Gén 3:7). Instituyó Moisés con las hojas de higuera el primer mecanismo de desplazamiento: se guardaban las partes pudendas, causadoras de la ansiedad, se detenía la mirada y se entretenía la imaginación en las hojas que las cubrían. Ocultada la realidad del sexo a los ojos, quedaba la imaginación liberada para fantasear sobre lo oculto, engalanarlo y embellecerlo. El Marqués de Santillana, en la primera definición romance de poesía, decía de ésta ser "un fingimiento de cosas útiles, cubiertas de una fermosa cobertura." (1) Movidos del pudor, cubrieron los primeros padres de la civilización occidental sus genitales. Otros padres que les siguieron, muchísimos educadores, teólogos, moralistas, poetas y escritores, hijos de aquellos, movidos de semejante recato, ocultarían a los oídos el desnudo apelativo de los órganos de la generación y de las operaciones del amor. Un amor que de continuo se hace y se deshace, y que al hacerse y deshacerse se siente tan intensamente que obliga a gritar muy alto. Ahora bien, la represión cultural de ese amor ha sido tal, que nos sentimos obligados a amortiguar el grito. De los órganos y operaciones que conducen a su realización, en el lenguaje del buen gusto, no se puede o no se debe hablar, si no es con circunlocuciones y eufemismos, con metonimias, metáforas y símbolos. Modelo del buen gusto a que me refiero es el lenguaje de esta muchachita de nuestra lírica tradicional, que explica a su madre el quebrantamiento del himen: Decidme, hija garrida, ¿quién os manchó la camisa? --Madre, las moras del zarzal. --Mentir, hija, mas no tanto, que no pica la zarza tan alto. Frenk Alatorre, Lírica..., núm. 553. (2) Las metáforas, eufemismos y símbolos, las "hojas de higuera" del lenguaje ruboroso y circunlocucional, ni sofocaron la concupiscencia, ni paralizaron las pulsiones del sexo, ni mermaron la potencia de los órganos de la reproducción. Sólo se dejó de ver la realidad y se dejó de oír el nombre propio. Se velaron celosamente los orificios inferiores de nuestro tronco, pene, vulva y ano, y se impidió su cándida exposición a la mirada y su mención sin ambages en la escritura y en la conversación. En un extremo de las circunlocuciones y metáforas se colocaron muchos de los teologizantes, no faltando moralistas de burda lengua que, horrorizados y asqueados del sexo, enseñaban a sus alumnos que nacemos todos inter urinas et feces. Hubo poetas, al otro extremo, que con más delicadeza de expresión, aunque no con mayor propiedad, preferirían ilusionarnos con la imagen de la desapasionada cópula, rúbea y perfumada, de una rosa y un clavel, o de una rosa y un lirio: Esposo y esposa son clavel y rosa. Frenk Alatorre, Lírica..., núm. 465. A la rosa del campo la dijo el lirio: quién pudiera esta noche dormir contigo. Torner, núm. 123. Con la censura y la prohibición del nombre propio de los genitales y de sus operaciones, se le abrieron las puertas a la fantasía del bardo y a las fantasías de su público. Se evitó y proscribió su apelativo, para provocar la referencia a las partes y sus operaciones con una inmensa multitud de nombres traslaticios, de imágenes y símbolos. Los poetas se volvieron muy sutiles en sus representaciones, como sutil se volvió el pueblo en su interpretación. En algunos casos, por concentrarnos en nuestra poesía tradicional, el falo fue representado por el calcañar, como puede apreciarse en este villancico recopilado por Juan Vázquez: No sé que me bulle / en el calcañar, no sé que me bulle / que no puedo andar. Yéndome y viniendo / a las mis vacas, no sé que me bulle / entre las faldas, que no puedo andar, / no sé que me bulle en el calcañar. (3) Magariños, pág. 353. En otros, el falo fue representado por una espina: ¡Ay, mezquina, que se me hincó una espina! ¡Desdichada, que temo quedar preñada! Alín, núm. 571. En multitud de fantásticos relatos el falo fue representado por el pie y por una yerba; el coito, por la acción de pisar. El más antiguo que conocemos en castellano es el del milagro 21 de la Virgen, "La abadesa embargada"; su autor, el primer poeta castellano de nombre conocido, Gonzalo de Berceo, dice así: ... la abbadesa cadió una vegada, fizo una locura qe es mucho vedada; pisó por su ventura yerva fuert enconada, quando bien se catido fallóse embargada (507). (4) ¿Se trataba de una yerba cualquiera? Era una yerba especial, tratarían de aclarar las coplas del cancionero popular. En alguna de ellas se identificaban sus colores: En mi huerto hay una yerba blanca, rubia y colorada; la dama que pisa en ella della queda embarazada. Menéndez y Pelayo, t. X, pág. 105, n. 39. En otras coplas se la nombraba por su propio nombre: la borraja. Hay una yerba en el campo que se llama la borraja; toda mujer que la pisa luego se siente preñada. Durán, pág. 666 Tanta fama adquirió la potencia empreñadora de esta planta, que entró a formar parte de los juegos populares de acertijos y adivinanzas: Una mujer me pisó y por mó de mí parió; cayó mala la mujé y con mi fló la curé. ¿Qué yerba yerbita es? --La borraja. Rodríguez Marín, Cantos ..., t. I, pág. 231. Los españoles que salieron de su patria para instalarse en el Nuevo Mundo, llevaron consigo la poesía y el saber, los avisos y amonestaciones del Viejo, sin dejar atrás, claro está, los referentes a materias tan transcendentales como las del origen de la vida. En una zamacueca chilena se advertía a las doncellas: 'Ay una yerba en el campo de la vorraja yama'a, toda mujier que la pisa se siente ar tiro preña'a. Mucho cúida'o, niña, con la vorraja, porque no tiene espina' y tam'ién crava. Y tam'ién crava, sí, yerva marva'a, que cuando una la pisa que'a preña'a. (5) A los muchos que desconozcan qué es la famosa borraja les convendrá saber que, según la seria explicación del Diccionario de Autoridades, es una yerba "cubierta de pelos ásperos y punzantes." ¿Creía el pueblo castellano en la concepción por el pie y en la potencia empreñadora de la yerba? Las creencias en algún tipo de embarazo mágico datan de la más remota antigüedad y se extienden por todo el globo terrestre; muchas de ellas siguen aún hoy vigentes entre algunas tribus de rudimentario estado cultural. En el lentísimo proceso de su civilización, deberemos comprender, le llevó a la humanidad mucho tiempo hasta poder relacionar el nacimiento de un pajarito, de un animal o un bebé con una acción previa realizada por el macho, mayormente cuando esa acción había tenido lugar muchos meses antes del parto. El embarazo de la hembra, fuera humana o animal, se atribuía en la imaginación popular a las causas más peregrinas: al viento, al sol, a la luna, a las estrellas, al fuego, o a sustancias animales y vegetales que las hembras ingerían. La concepción, en muchos de los casos, se creía haber tenido lugar por el contacto con el agua o a través del ojo. (6) Un fenómeno muy celebrado en varias culturas es el de la concepción por la oreja, que en el caso de la Virgen María fue revestido por los Santos Padres y sucesivos escritores cristianos de los mayores adornos de sublimación y sobrenaturalidad. (7) Entre las muchas leyendas, no faltan las de mujeres que concibieron por el pie. En la vieja China se contaba de una virgen que concibió al pisar la huella de un dios. (8) En el norte de Australia hay aborígenes que creen que el niño-espíritu penetra en las mujeres por debajo de las uñas de los dedos de los pies. (9) En España las alusiones al embarazo de la mujer por haber pisado ésta una yerba, son relativamente abundantes, y ni pertenecen a recónditos tratados de la antigüedad, ni se transmiten en lenguaje mágico o esotérico. El tono de estos relatos es de lo más sencillo, y su vehículo de propagación es el de mayor popularidad en nuestras letras: la lírica tradicional. Nos hacen pensar tan repetidas alusiones que el bardo y el pueblo castellano se encontraban particularmente fascinados por este tipo de embarazo. Daniel Devoto, en su estupendo trabajo arriba mencionado, se refiere a tal fenómeno como "creencia." María Rosa Lida, recelosa de hacer creer a Berceo en tal fenómeno, atribuía al relato intencionalidad un tanto jocosa, conjeturando que nuestro primer poeta de nombre conocido no podía menos de "guiñar humorísticamente el ojo a su auditorio" (10) Para mí, como voy a exponer aquí, Berceo y todos los posteriores cantores castellanos ni trataban de dar a conocer o propagar la creencia en algún tipo de embarazo mágico, ni lo que contaban -aunque su estilo no esté exento de cierto humor- lo contaban con intencionalidad jocosa. Trataré de enriquecer la aportación crítica de Daniel Devoto con nuevas referencias que hasta ahora parecen haber pasado desapercibidas. Trataré de delinear la vieja ascendencia cultural del pie y sus operaciones como eufemismos por los genitales y sus funciones. Pasaré luego a revisar los vestigios de esos eufemismos que parecen sobrevivir hoy día, de manera más o menos camuflada, en el lenguaje coloquial, dichos, dicharachos y refranes, no sólo los de España, sino también los de otras culturas. En esa amplia perspectiva de pie-falo, tanto las viejas leyendas como nuestros relatos líricos y las expresiones de nuestro coloquio se aclararán en cumplida integración. Mi interpretación, si parece distanciarse de la crítica moderna, es para aproximarse a la de aquella sabia madre del poemita citado al comienzo de este trabajo, la que oyó a su hija relatar cómo la mancha de su camisa se debió a las moras del zarzal. Ni así lo creyó la madre, ni así lo creía la hija. Y no se ven indicios de jocosidad en el diálogo. Madre e hija empleaban un lenguaje de formas desplazadas: se evitaba (mientes, dijo la madre) la mención explícita de las partes anatómicas (la vagina y la sangre, en este caso concreto), y se detenía la atención en el vestido la camisa, entretenida en la fermosa cobertura del mundo vegetal. El lenguaje desnudo, con el que pudo haber descrito el flujo del menstruo o la ruptura del himen, tan desagradable y traumático fenómeno físico para la tierna doncella, quedó desplazado por un lenguaje circunlocucional y metafórico, sí, pero lenguaje que podía entender sin dificultad cualquier madre castellana. Se trataba de un lenguaje aceptado y consagrado ya culturalmente en su simbolización fálica: mancha (contrástese con la Inmaculada), moras, zarza (con sus espinas), pica y tan alto (alto, sinónimo de hondo). El simbolismo fálico de espina y picar el de espina y clavar de la otra selección del cancionero nos resultará a todos nosotros fácil de reconocer. De ahí que ni se nos ocurra pensar que la 'mezquina' de la copla temiera en serio de quedar preñada por los efectos de la espina, o que el recitador tuviera que guiñar el ojo a su auditorio. Por otro lado, el pisar-con-el-pie una yerba parece haber perdido para gran parte de los lectores modernos la obvia simbolización fálica de que está revestida la espina que se hinca. No para Berceo o su pueblo. Ni el primer poeta de su abadesa ni los otros bardos de sus damas creían que por pisar una yerba fueran éstas a quedar embarazadas (téngase en cuenta que el milagro para Berceo no consistió en el modo de la concepción, sino en la resolución del caso). Nuestro primer poeta de nombre conocido y los anónimos del cancionero, en la mención de la hierba, se valían de un lenguaje que, como el la espina, había quedado desplazado, pero que también, como el de la espina, podía ser aceptado y entendido fácilmente en su significación simbólica. PIE En la literatura y el folclore multiculturales el fetichismo del piey el zapato, su empleo eufemístico y fálico, quizá por ser de más difícil reconocimiento, es de una tradición más arcaica y esotérica que la espina. Tal fetichismo procede de las más diversas culturas y en nuestros días ha sido revitalizado por los grandes maestros del psicoanálisis. (11) Freud aseguró sin ambages ni remilgos que "el zapato o la zapatilla son, correlativamente, símbolos de los genitales femeninos," y "el pie sustituye al pene, que el niño echa extrañamente de menos en la mujer." (12) Con la formulación de sus teorías a este respecto nos ofreció Freud a los filólogos una buena base sobre la que explicar los numerosos textos de la tradición religiosa y literaria. Por muy extrambótico que a algunos les puedan resultar muchas de la teorías del padre del psicoanálisis, en las del "pie", se luce como sabio expositor del saber arraigado, subconsciente, si se prefiere, del pueblo. Un pueblo que no ha olvidado lo que se le enseñó hace multitud de años; un pueblo que mantiene en el rescoldo de su memoria lo que se le dijo en los más venerables de los libros. En el Antiguo Testamento "pies" es un repetido eufemismo de las partes pudendas. Los hijos nacen de entre los pies (Deut 28,57); cubrir los pies es aliviar el vientre (Jue 3,24; 1 Sam 24,4); se habla del agua de los pies (4 Rey 18,27) y, con más claridad, de la orina de los pies (urinam pedum en la Vulgata, Isa 36,12). Isaías vaticinaba que el Señor, airado contra su pueblo, le rasuraría los pelos de la cabeza, de los pies (pilos pedum) y de la barba (Isa 7,20). Israel es increpado por haber abierto sus pies (divisisti pedes tuos, 'prostituirse') a todo el que pasaba (Eze 16,25). Al uso eufemístico del pie se suma en la Biblia, para robustecerlo, el de muslo (femur), con el que igualmente se designan las vergüenzas. Cuando Abraham pide juramento a su siervo, le exige que le ponga la mano bajo su muslo (i. e., en los genitales, Gen 24,2 y 9; 47,29). A Lemuel se le avisa de que no entregue su muslo a las mujeres (Prov 31,3). A los descendientes directos se les denominaba los procedentes del muslo del hombre (Ex 1,5; Jue 8,30, de femore, en la Vulgata). En una maldición a la mujer fornicaria (Núm 5,21), la increpa el sacerdote asegurándole que hará Dios que se le pudra el muslo y que su vientre hinchado se raje en pedazos. No está ausente de la Biblia el simbólico zapato. En el Deuteronomio se prescribe una ceremonia del despojo de la sandalia, que equivale a una castración simbólica. Lo efectuaba la viuda sobre el hermano del difunto marido que se negase a tomar por mujer a su cuñada: "su cuñada se acercará a él en presencia de los ancianos, le quitará del pie un zapato y le escupirá en la cara, diciendo: 'Esto se hace con el hombre que no sostiene la casa de su hermano.' Y su casa será llamada en Israel la casa del descalzado" (Deu 25,9). El pisar, que dice Berceo, es una operación del pie en la que intervienen, claro está, la pierna y el muslo. De la Biblia pasó a la tradición eclesiástica el empleo metonímico de femur, con significado de ingle o genitales. Tan extendido y aceptado era su empleo, que podemos estar seguros de que los escritores, teólogos o poetas, ni expresaban con ello sus creencias o las de su pueblo, ni tenían necesidad alguna de guiñar el ojo a su auditorio; simplemente recurrían en su dicción a una metonimia de uso tradicional. Con ella lograban evitar los escritores, en la misma línea del Génesis, la exposición o la mención de las vergüenzas mediante un mecanismo de desplazamiento bastante elemental. En el caso del pie y sus operaciones, consistía dicho mecanismo en reemplazar las partes pudendas por otras partes anatómicas que no le provocaban al público tipo alguno de ansiedad. (13) -Señor cura, mi marido me quiere pisar el pie. -Déjalo que te lo pise si te da bien de comer. Cancioncilla de comba Sobre el fetichismo del pie afirma G. Devereux que "suele ocurrir entre los en hombres gravemente afectados por el falo de la mujer". (14) Hasta qué punto de gravedad estuvieran afectados por el falo de la mujer los escritores aquí mencionados escapa a mi capacidad de diagnóstico. Lo que no es difícil es comprobar que por tal fetichismo no sólo se sentían atraídos los imaginativos bardos y los ruborizados teólogos, sino incluso serios tratadistas que escribían para la instrucción de los hombres de la corte. A finales del siglo XV, Michael Scott, a ruego del rey Federico, escribió un libro en el que copiló las teorías de la época sobre la fisonomía; con respecto a los pies decía: "Forma autem pedum significat conditionem uuluae latae et strictae" (la forma de los pies significa la condición de holgura y estrechez de la vulva). (15) Y tres siglos más tarde el padre Jean-Baptiste Labat, en sus viajes por España, se admiraba de esa fascinación por el pie-fetiche en la cultura popular: "Las mujeres que van a pie por las calles jamás se recogen las faldas ni sus guardapiés, por mucho barro que haya; es más decente recoger el pie de barro y de porquerías que dejar ver la punta del pie, porque una mujer que deja ver su pie a un hombre le declara por eso que está dispuesta a concederle los últimos favores. Por otra parte, los españoles tienen ciertas reglas de proporción con relación a los pies, que son tan ridículas que sería desagradable para mí referirlas. Ese escrúpulo de enseñar sus pies se extiende a los religiosos como a las mujeres: el padre Mimbiela me advirtió un día que nuestros padres estaban escandalizados de que yo levantase mi hábito al marchar por la calle, porque, decía, los pies de un religioso y los de una mujer deben estar igualmente ocultos, a causa de ciertas consecuencias que de ello sacan, a las que no era bueno dar lugar." (16) El falismo de pie y de la pierna ha quedado esculpido para siempre aunque su perfil se encuentre velado por la pátina de los siglos en el lenguaje coloquial de ese pueblo que no olvida. Y no sólo del pueblo castellano, sino también de otros pueblos europeos, de acuerdo con los ejemplos que voy a citar. El lector podrá comprobar que en las muchas traducciones del hebreo de los pasajes aquí citados, tanto de la Vulgata en latín como en otras versiones modernas, los traductores no han sido fieles al original hebreo, pues en muchos casos han preferido traducir reglaim no por pies, sino por otros vocablos que desvirtuaban el eufemismo original. A pesar de eso el pueblo, como decía, sigue recordando. Los eufemísticos usos del pie, la pata y el muslo de las siguientes frases coloquiales, tanto las del castellano como las de otros idiomas, nos darán la clave para comprender la fuerza expresiva que aún conservan en nuestros pueblos. De alguien que ha perdido la timidez se dice que ha sacado el pie de las alforjas, comparable a la expresión inglesa to shake a loose leg, que literalmente es sacudirse la pierna, figurativamente vivir de manera licenciosa. En inglés to pull a person's leg (literalmente, tirarle a alguien de la pierna), equivale a nuestro tomarle a uno el pelo. ¿Qué pierna? ¿Qué pelo? Huellas son o, a mi entender, debieran ser estas expresiones de aquellos viejos usos eufemísticos de pierna y pelos del pie, que decía Isaías. (17) Entrar con pie derecho es comenzar algo como es debido, cuando el resultado no es el deseado, se tiene mala pata, siendo el colmo del abuso de la amistad y confianza el que aquél a quien se le dé la mano, se tome el pie, en cuyo caso se expone meter la pata --a algunos les he oído yo decir que la meten hasta el regatón = casquillo, punta, bichero. Eso hablando en castellano, que tan cerca está del inglés to put the foot in it in the mouth, que es introducir el pie en algún indebido lugar a veces se aclara que en la boca. Los alemanes llaman a eso pisar en la mantequera: ins Fettnpfchen treten. Cuando en lugar de lo indebido se quiere acentuar lo placentero, los estadounidenses dicen to get a kick, haber recibido una patada, para referirse a una experiencia gratificadora; y no faltan entre ellos quienes actúan infinidad de veces just for kicks, por el placer, un tanto masoquista si no fuera eufemístico, de los puntapiés. Sempronio, el medicastro del pueblo castellano, curandero de las dolencias del amor, le aseguraba a Calisto que sabía muy bien de qué pie cojeaba: SEMP. -- Tú te lo dirás.Como Melibea es grande, no cabe en el coraçón de mi amo, que por la boca le sale a borbollones. No es más menester. Bien sé de qué pie coxqueas. Yo te sanaré. CAL. -- Increyble cosa prometes (AUTO 41-42). Tampoco se le escapa a Celestina --la gran coja, en su acepción castellana de prostituta-- la referencia al pie de que cojeagan Sempronio y Pármeno, que temían que iban a estar toda la vida atados y catiuos com Elicia y Areusa: CEL. --Si mucho enojo traés con vosotros o con vuestro amo o armas, no lo quebreys en mí. Que bien sé dónde nasce esto, bien sé e barrunto de qué pie coxqueays. No cierto de la necessidad que teneys de lo que pedís, ni avn por la mucha cobdicia que lo teneys, sino pensando que os he de tener toda vuestra vida atados e catiuos con Elicia e Areusa, sin quereros buscar otras, moueysme estas amenazas de dinero, poneysme estos temores de la partición. Pues callá, que quien éstas os supo acarrear, os dará otras diez agora (XII, 100). ¿De qué pie cojeaba Edipo? ¿No sería la causa de su celebrado complejo la misma que dio origen a su nombre? Porque OIDIPOUS significa "pie hinchado." Claro está, Sempronio se refería a un pie oculto a simple vista, como cuando uno le busca tres (o cinco) pies al gato, en una operación sin duda fútil y arriesgada. Los americanos angloparlantes, para expresar incredulidad o desacreditar una opinión, exclaman a veces my foot!. A los españoles, en semejantes situaciones, y sin salirse de la extremidad anatómica, se les oye decir ¡Y un jamón!, no faltando quienes, para mayor recochineo, le añaden lo de ¡con chorreras!. No son más que eufemismos todos ellos. El epicúreo dentro de nosotros se sentirá satisfecho asociando la expresión con los cerdos de pata negra; el lingüista y filólogo, por otro lado, no le encantrará su pleno sentido sino en la referencia al muslo de Abraham. (18) Del que se jacta de galán, se dice que echa piernas." Las alemanas, según ellas, quedan embarazadas cuando la cigüeña les pica en la pierna, Der Storch hat sie ins Bein gebissen. (19) Y cuando a algún español se le frustran sus planes o le fallan sus fantasías e ilusiones, se dice de él que tiene mala pata. Sobre el refrán sefardí Grandi il kulo, ika la pata, Isaac J. Levy no pone en duda que pata signifique pene. (20) Siginificado que se ve corroborado en el conocido chascarrillo: Teresa, pon la mesa, que viene tu marido con la pata tiesa. Entre los franceses no faltan expresiones de esta índole, como en el caso de pied-de-roy o pene. (21) En cuanto al zapato, admite entre ellos connotaciones eróticas la frase trouver chaussure son pied; y no faltará entre los españoles quien se precie o jacte de haber encontrado la horma de su zapato, o la medida del zapato." En el cuento de la Cenicienta se rememora la antigua leyenda de la celebrada cortesana Rodope, de la que nos cuenta Claudo Eliano (V. H. 13, c. 33) que un día, mientras ésta se bañaba, un águila se llevó su sandalia y la dejó caer al lado de Sametico, rey de Egipto. El monarca quedó embargado ante la belleza de la sandalia y mandó a sus hombres que buscaran a su propietaria. Y fue así como Rodope y Sametico se casaron. Habría que preguntarse ante esta tradición si "romper çapatos" que dice Lázaro, en el Tratado IV, no es otra cosa que 'desvirgar'. He aquí cómo describe al fraile de la merced: Gran enemigo del coro y de comer en el conuento, perdido por andar fuera, ammicíssimo de negocios seglares y visitar. Tanto que pienso que rompía él más çapatos que todo el conuento. Este me dio los primeros çapatos que rompí en mi vida; mas no me duraron ocho días. Ni yo pude con su trote durar más. Y por esto y por otras cosillas, que no digo, salí dél. (22) En la siguiente cancioncilla castellana se disimula muy mal el carácter erótico de botín y pie: Abríme, Menguilla, abríme y te daré botín cerrado que te repique en el pie. Alzieu, págs. 69, 71 y 131. Para Correas "Dar botín zerrado" significa hazer con muxer. (23) Un cantaó andaluz se fijaba en el zapato para engrandecer la hermosura (que para Freud significaba atractivo sexual) de la dama: Hermosas he visto yo, pero como tú, ninguna: que en la punta del sapato yebas er sor y la luna. (24) F. Rodríguez Marín, El alma..., núm. 64 PISAR Por desplazamiento, pie, pata y muslo, sustituían a las partes vergonzosas del cuerpo humano. Las operaciones de los órganos de la reproducción podían expresarse consecuentemente como operaciones del pie: la acción de pisar de nuestros textos. En la subconsciencia lingüística de Berceo y del pueblo castellano operaba, vale pensar, el significado de la raíz, el L. pinsare, "majar," acepción etimológica con la que lo emplearía más tarde Góngora: "néctar pisaba a los Dioses." (25) La expresión latina de frecuente uso pinsare pilo significa "majar con la mano del mortero." A propósito de esta imagen explica Artemidoro, en su conocido tratado De la interpretación de los sueños, que "mortero significa una mujer, y la mano de mortero, un hombre". (26) Es bien conocido el significado sexual de pisar, común en el español de ambos mundos para expresar la idea y la imagen del L. calcare (más arriba), la de "cubrir el macho a la hembra." (27) En los textos castellanos aquí citados de Berceo y del cancionero, salta a la vista que es la hembra, en aparente inversión de papeles, la que pisa. Tal inversión, si la miramos desde una perspectiva psicoanalitica, no supone un gran problema tratándose de un producto de la ficción. En la mitología, por ejemplo, es a veces la hembra la que monta al macho. Incluso en la vida real, los que hemos crecido en ambientes rurales hemos tenido la oportunidad de comtemplar, cautiva nuestra atención, lo que dice haber observado el latino-gaditano Columela: gallinas que cantan y pisan como los machos. (28) Hay otras posibilidades de interpretación filológica. Pisar puede juzgarse como el resultado de un proceso de selección verbal y compromiso ingenioso provocado por la represión sexual. El monje riojano con el empleo de "pisar" logró evitar el sinónimo hollar (L. fullare = pisar y follar), con el que entre las gentes descaradas se denominaba el acto del coito: "esta mañana me la hollé," oiríamos decir a Sagüeso en La Lozana andaluza. (29) YERVA ¿Y la "yerva fuert enconada"? En nuestra lírica tradicional el vello púbico es representado, con cierta predilección, por la yerba o por la flor. Por ejemplo, la morena garrida del texto que sigue, prometía en el nivel realista entablar amistad cuando llegara la primavera; en el nivel erótico sugieren los símbolos que su entrega al amor se realizaría cuando alcanzara la madurez de la pubertad: cuando su monte de Venusla peñase cubriera de prieto y frondoso vello florida de flor morena. --Digas, morena garrida, ¿cuándo serás mi amiga? --Cuando esté florida la peña d'una flor morena. Alín, núm. 621. (30) ENCONADA ¿Nos guiñaba el ojo Berceo al decirnos "enconada"? La lengua de los poetas está llena de misteriosos aciertos. El significado primario de enconar, según los diccionarios, es inflamar. Se nos dice también que "enconar" procede del L. inquinare, que en latín es sinónimo de polluere. Al menstruo se refiere un escritor latino como inquinamentum mulierum, y Paulo Festo define así bubinare: est menstruo mulierum sanguine inquinari. San Gregorio Magno reprobaba lo que él llamaba luxuriae inquinamenta (inquinamentum = pollutio). ¿Aludiría Berceo, queriéndolo o sin querer, a una yerba manchada de la sangre virginal de la abadesa? El texto es riquísimo en sugerencias: la abadesa quedó embargada por pisar una yerba que era fuert y que estaba enconada, es decir, hinchada y/o que hinchaba con su gran fuerza, la fuerza por antonomasia. (31) En latín no sería descabellado relacionar inquinare con su quasi homónimo inguina (de aquí, la ingle), tan ampliamente usado por los escritores latinos para referirse a las partes pudendas del hombre y de la mujer. En castellano, para muchos de mis lectores, que tal vez ya lo vayan adivinando, resultará legítimo asociar enconada con su quasi homónimo encoñada. En fin, que los límites connotacionales del la expresión poética de Berceo terminan donde se agota el poder de la imaginación y la asociación. Nuestro primer poeta de nombre conocido, como escritor y monje, fue nuestro primer y gran forjador de eufemismos. Difícil será encontrar en toda su obra una estrofa en la que se den citas tantos como en la que aquí se viene comentando. Entre ellos queda por destacar uno genuinamente castellano: embargar. EMBARGAR Cuando la abadesa se dio cuenta, dice Berceo, "fallóse enbargada." Embargar es una voz al parecer auctóctona del castellano, procedente de un presunto imbarricare, forma verbal de barrica o barriga. Son muchos los vocablos entre las lenguas románicas formados a base de la raíz bar- o bard-, y muchas más las disquisiciones filológicas sobre sus derivaciones. Tras haberlas estudiado con cierta detención, he llegado a conjeturar como más informativa la teoría de que toda esta gran familia procede de barro, voz prerromana común con el portugués, gascón y languedociano. Tiendo a creer que de barro se formó barril, tanto el objeto en sí como el vocablo, común a las varias lenguas romances. En Castilla, quizá por inspiración de la forma abultada del barril, se formó una voz autóctona, barriga, L. *barrica. *Imbarricare, pues, no era otra cosa que, como si dijéramos, `embarrigar' o meter en la barriga. (32) Para Gonzalo de Berceo estaba clara la relación embargar--barriga. Su peculiar tendencia a la sinonimia glosadora, por la que los términos solían definirse dentro del mismo texto, le llevó a aclararnos acto seguido el significado exacto, es decir, etimológico, de "enbargada": "fallóse enbargada. / Fol creciendo el vientre en contra las terniellas." Ese significado etimológico no se perdería del todo en nuestro castellano, pues en los diccionarios se siguen definiendo "embargo," y "embargado" como empacho y ahíto, respectivamente. En tiempos de Berceo, era "preñada," adjetivo que él mismo emplea más abajo, el término propio para informar del estado de la mujer fecundada y portadora del feto. Hemos de aceptar, pues, que en su época y en su texto, el vocablo "enbargada," más que término disimulador o eufemístico, era un término de esos con que solía el pueblo hablar a su vecino, de carácter popularista, si no vulgar, y descriptivo, y de un fuerte realismo. Quizá por su obvia configuración realista de meter en la barriga, en materias donde el realismo había de ser disimulado, terminaría embargar por ser sustituido por el más tardío y hoy generalmente usado embarazar, sinónimo de aquél y procedente, al parecer, de distinta raíz etimológica. El milagro de Nuestra Señora, según cuenta Berceo más adelante con otra serie de imágenes pupulares y realistas, consistiría en que la Virgen enflaqueció el vientre de la abadesa (la 'desembar(ri)gó', como si dijéramos), vaciando su saco de la mala harina: Palpóse con sus manos quando fo recordada, por ventre, por costados, e por cada ijada: trobó so vientre llacio, la cinta muy delgada, como mugier qe es de tal cosa librada. (537) Quand se sintió delivre la prennada mesquina, fo el saco vacío de la mala farina, empezó con gran gozo cantar «Salve Regina», qu' es de los cuitados solaz e medicina (539). Volviendo al psicoanálisis, refería Freud que una de sus pacientes se lamentaba de que los sueños perdían mucho de su encanto en la interpretación del psicoanalista. Se corre el riesgo, evidentemente, de que algo así ocurra en la interpretación de los textos poéticos. En mi caso, si he invocado a veces teorías del psicoanálisis, ha sido con el fin de servirme de ellas para lograr mayor profundidad en "el estudio del sistema de los símbolos y de sus relaciones entre sí, así como del empleo de sistemas simbólicos en simbólico funcionamiento," de acuerdo con Marshall Edelson. (33) Espero, además, haber cumplido con la función crítica de enriquecer la fantasía central del texto de Berceo, con mis propias asociaciones, con experiencias de vida y con otras lecturas, de acuerdo con las sugerencias y la normativa de Norman Holland. (34) Mi propósito, para concluir, ha querido coincidir con el formulado por el antropólogo, psicoanalista y crítico literario G. Devereux, en cuanto que he buscado en las teorías del psicoanálisis no la exposición de la locura o las neurosis de nuestros poetas o de nuestro pueblo, sino la explicación de cómo mediante misteriosos procesos inconscientes, en la fantasía del poeta, lo malo se convierte en bueno, (35) y en el caso de la milagrosa imaginación de Berceo, cómo lo nefando se trocó en curioso, y lo cacofónico fue desplazado para dar paso a graciosos eufemismos. N O T A S 1. Prohemio e carta, en Marqués de Santillana. Prohemios y cartas literarias, ed. M. Garci-Gómez, (Madrid: Editora Nacional, 1984), págs. 44 sts. 2. 1. Se citará en lo sucesivo el autor, el título y la página; los textos proceden de las siguientes colecciones: José María Alín, El cancionero español de tipo tradicional (Madrid: Taurus, 1968); Pierre Alzieu, Robert Jammes, Yvan Lissorgues, Floresta de poesías eróticas del Siglo de Oro (Tolouse: U. de Tolouse-Le Mirail, 1975); John G. Cummins, The Traditional Spanish Lyric (Oxford: Pergamon, 1977); Agustín Durán, Romancero general ..., Madrid:BAE (10 y 16), 1849-5110 ; Margit Frenk Alatorre, Lírica española de tipo tradicional (Madrid: Cátedra, 1977) y Estudios sobre lírica antigua (Madrid: Castalia, 1978); Santiago Magariños, Canciones populares de la Edad de Oro (Madrid: Ed. Lauro, 1944); Marcelino Menéndez y Pelayo, Antología de poetas líricos castellanos, desde la formación del lenguaje hasta nuestros días (Madrid: Vda. de Hernando y Cía., 1890-1908), 13 vols; Francisco Rodríguez Marín, Cantos populares españoles (Sevilla: F. Alvarez y Cía., 1882-83), y El alma de Andalucía en sus mejores coplas amorosas (Madrid, 1929); Eduardo M. Torner,Lírica hispánica (Madrid: Castalia, 1966). 3. En el tratado latino de erotología de Nicholas Chorier (1620-1692), Aloisia Sigaea Toletana. De arcanis amoris et veneris, se emplea calcar para designar mentula erecta (6). Está editado por Johannes Meursius, en Elengantiae latini sermonis (Londini, 1781). Más adelante se aludirá a las connotaciones eróticas del verbo calcare y su traducción castellana "pisar." Al calcañar se aludirá más adelante en el texto; véanse las notas 25, 26 y 27. 4. Milagros de Nuestra Señora, en obras completas, ed. Brian Dutton (London: Tamesis, 1971), pág. 160. Daniel Devoto ha hecho un estudio fundamental sobre este pasaje de Berceo, "Pisó yerba enconada" (Textos y contextos [Madrid: Gredos, 1974], págs. 11-46); en él se aporta una rica bibliografía con abundancia de textos castellanos en los que se rememoran las viejas creencias en el embarazo mágico. Estoy seguro que el lector sabrá admirar como es debido la originalidad. Este milagro de la abadesa procede, como otros muchos, de la tradición medieval latina; pero nuestro primer poeta fue más que un mero traductor: la fantasía erótica y el escogido vocabulario polisémico es de pura cepa riojana. 5. 4. En Julio Vicuña Cifuentes, Romances populares y vulgares recogidos de la tradición oral chilena (Santiago de Chile: Impr. Barcelona, 1912 [Bibl. de Escritores de Chile, VII], 177 n. 5), citado en D. Devoto, o. c., pág. 34. 6. 5. Los ejemplos son numerosísimos y la bibliografía muy abundante. Me limito a remitir al lector a mi trabajo "El viento-hombrón: ascendencia y trascendencia de un erótico fantasma" (de próxima aparición) y a los siguientes autores y obras: Hyacinthe Charencey, Le Folklore dans les deux mondes (Paris: Klincksieck, 1894); Paul Saintyves (pseudónimo de mile Nourrit), Les Vierges méres et les naissances miraculeuses (Paris: Nourry, 1908); Arnold van Gennep, Religions, moeurs et légendes: essais d'ethnographie et de linguistique (Paris: Mercure de France, 1933); Edwin S. Hartland, Primitive Paternity. The Myth of Supernatural Birth in Relation to the History of the Family (London: David Nutt, 1909) 2 vols; Bronislav Malinowski, The Father in Primitive Psychology (New York: W. W. Norton, 1927); Charles R. Aldrich, The Primitive Mind and Modern Civilization (New York: Greenwood Press, 1970); Ashley Montagu, Coming into Being among the Australian Aborigines; A Study of the Procreative Beliefs of the Native Tribes of Australia (London-Boston: Routledge, 1974). 7. 6. "Por el ángel habló Dios, y la Virgen por la oreja se empreñó," decía San Agustín (Sermo de tempore, 22). De gran interés por su aportación a las relaciones entre estética y religión dentro de la perspectiva psicoanalítica, es el trabajo de Ernest Jones, "The Madonna's Conception through the Ear," en Essays in Applied Psycho-Analysis (Londres: Hogarth, 1951) t. II, págs. 266-357. El lector encontrará un abundante repertorio de citas y amplia bibliografía. Cf. también Garci-Gómez (nota anterior). 8. 7. Dice el original: "She has presented a pure offering and sacrificed, That her childessness might be taken away. She then trod on a toe-print made by God, and was moved, In the large place where she rested. She became pregnant; she dwelt retired; She gave birth to and nourished (a son). Who was Hu-k."(The Sacred Books of China. The Texts of Confucionism, Translated by James Legge (New Deli: Motilal Banarsidass [1966]), t. III, págs. 396-97. 9. 8. Ashley Montagu, o. c., pág. 136). Sobre otras leyendas europeas de mujeres embarazadas por pisar sobre la cáscara de huevo (en Brunswick) o de mujeres que concibieron y parieron una camada de erizos por haber pisado sobre uno en el campo (en Auvergne), cf. Hartland, o. c., t.I, pág. 112. No es infrecuente la referencia al aborto causado por pisar la mujer sobre alguna sustancia. Cuenta Plinio en su Historia natural que el aborto puede ocasionarse si la mujer pisa sobre la raíz del ciclamino (25, 63), o sobre el flujo del menstruo (28, 23), o si pasa por encima de una víbora (30, 43). 10. "Nuevas notas para la interpretación del Libro de Buen Amor," NRFH, 13 (1959), pág. 49. Estaría dispuesto a aceptar la jocosidad del pasaje de Berceo en el sentido de su relación con lo inconsciente de que habla S.Freud en El chiste y su relación con lo inconsciente, (Madrd: Alianza Editorial, 1986),passim. 11. Se entiende aquí por fetiche, el sexual, "la parte del cuerpo, el objeto o la característica en que se centra el interés erótico," según definición de C. J. Cela, Enciclopedia del erotismo (Madrid: Sedmay, 1976), t. III, pág. 635. Sobre el fetichismo del pie en diferentes culturas cf. "pied" en J. Chevalier y A. Gheerbrant, Dictionnaire des Symbols. Mythes, reves, costumes, gestes, formes, figures, couleurs, nombres (Paris, 1969), págs. 599-600. 12. Tres ensayos sobre teoría sexual (Madrid: Alianza Editorial, 1985), p. 149, notas 18 y 19. El lector interesado en una breve explicación y bibliografía sobre la llamada "envidia del pene" puede consultar J. Laplanche y J.-B. Pontalis, Diccionario de psicoanálisis (Barcelona: Labor, 1983), pág. 118. 13. Dice Sigmund Freud que "el sustitutivo del objeto sexual es, en general, una parte del cuerpo muy poco apropiada para fines sexuales (los pies, el cabello)," en Tres ensayos ..., p.22. 14. Cf. G. Devereux, ob. cit., pág. 90, y en From Anxiety to Method in the Behavioral Sciences (Paris and The Hague, 1967), pág. 240). No creo necesario acumular aquí citas de teoricistas del psicoanálisis sobre el fetichismo del pie. No quisiera omitir, sin embargo, la mención de Karl Abraham,Selected Papers (London: The Hogarth Press Ltd, 1948), págs. 123, 125, 129, 134. Nótese que para los psicoanalistas, buceadores en las profundidades de la subsconciencia, el pie desplaza en la fantasía a los genitales por compartir con éstos no tanto la forma, como se suele creer a primera vista, como el sudor y la fetidez que todos ellos tienen por característica. Nadie pondrá en duda la connotación fálica de "chapín" en estas bravuconadas de Centurio con las que quiere explicar a Elicia lo que estaría dispuesto a hacer en defensa de Areúsa: La noche passada soñaua que hazía armas en vn desafío por su seruicio con quatro hombres, que ella bien conosce, y maté al vno. y de los otros que huyeron, el que más sano se libró me dexó a los pies vn braço yzquierdo. Pues muy mejor lo haré despierto de día, quando alguno tocare en su chapín (La Celestina, XVIII). 15. Liber phisionomiae: quem compilauit magister Michael Scotus ad preces D. Federici romanorum imperatoris, Venice [1485?], cap. 5. 16. Viajes del padre Labat en España, 1705-1706. Los editores P. Alzieu, R. Jammes, Y. Lissorgues, Floresta..., p. 189, cuentan esta anécdota en una nota a los versos "La regla muy general / del patituerto calzado." Tal regla, concluían ellos, se referiría a la creencia muy arraigada en España, en que se "establece una relación entre las dimensiones del pie y las del sexo." No faltará entre los lectores quien se pregunte, como también se me ha ocurrido a mí, cómo poder armonizar este modestia del pie con la fundación muy española de los Carmelitas Descalzos. Si leemos con atención el texto del viajero francés, notaremos que en ambos casos, en el de las mujeres y los religiosos, escandalizaba que éstos se levantaran las faldas o el hábito, dejando el pie al descubierto. Mutatis mutandis, en nuestros días no faltaría quien se escandalizara ante la mujer o el religioso que se levantase las faldas hasta exponer lo que en las playas se permite exhibir. 17. El pelo es un consagrado fetiche. Camilo J. Cela, Enciclopedia..., explica a propósito de pelo: "Por antonomasia dícese del pubiano," pág. 927. En mis comentarios al vv. 3287 del Cantar de Mio Cid, en el que el Cid se burla de Don García recordándole aquello de "Quando prise a Cabra y a vos por la barba," hacía notar yo cómo se hizo proverbial entre los clásicos, griegos y latinos, la expresión mesar la barba para significar burla (Cantar de mio Cid, ed. M. Garci-Gómez [Madrid:CUPSA, 1977], pág. 222). Sería legítimo concluir que tomar el pelo sea una modificación de ese viejo proverbio. Tomar habría reemplazado, suavizándolo, a mesar. Pero también podría congeturarse que tomar hubiera reemplazado, disimulándolo, al pelar, rasurar, rapar de otras expresiones no menos viejas y autorizadas como las del citado pasaje de Isaías y los numerosísimos otros ejemplos por más vulgares, tanto más populares que uno encuentra entre los escritos satíricos y eróticos de autores latinos del tipo cunnum uitulae radere y castellanos del tipo pelar las barbas del conejo (cfr. P. Alzieu, Floresta ..., p. 345). Es posible que a este último tipo pertenezca nuestra expresión pelar la pava, el pasatiempo favorito de los que superaron la edad del pavo. El lector interesado en el uso de "pelo" en variedad de expresiones eróticas, puede consultar Fredrich Forberg, Manual of Cassical erotology (New York: Grove Press, 1966); véanse en el índice depilare, depilatio podicis, pilare, y otros. Esta expresión debe asociarse también al corte de las trenzas de la doncella, que de acuerdo con los psicoanalistas debiera entenderse como gesto de castración puramente simbólica en la que la agresión o la ofensa se resuelve en juego simbólico; cf. Otto Fenichel, The Psychoanalytic Theory of Neurosis (New York: W.W. Norton, 1945), pág. 349, con referencias bibliográficas. En inglés hair es slang por el sexo de la mujer o el pelo pubiano; after hair es igual a looking for a woman (véase hair en Eric Partridge, A Dictionary od Slang and Unconventional English, ed. Paul Beale [New York: MacMillan, 1984]). 18. A mí me resulta sumamente interesante la relación entre estas dos expresiones, la inglesa y la castellana. Para la española no han faltado explicaciones ingeniosas, como la que relata Margherita Morreale: "cuentan que cuando Belmonte iba a torear por primera vez en Málaga pidió la suma, entonces fabulosa, de mil pesetas; a lo cual el empresario contestó: y un jamón pa usté; más tarde, cuando las reclamaciones del público obligaron al empresario a acceder a las exigencias del famoso torero, aquél tuvo que transformar su anterior negativa en un jamón de verdad"; citado en Werner Beinhauer, El español coloquial (Madrid: Gredos, 1968), pág. 91. Siempre he tenido la impresión de que las anécdotas que por ahí circulan para explicar nuestros dichos y refranes no han sido, en su gran mayoría, el origen de éstos, sino por ellos originadas. Para Beinhauer con chorreras quiere decir "propiamente 'con adorno de encaje', es decir jamón en dulce adornado con papel de rizos". Añade el comentarista alemán que la expresión se usa como negativa burlona: "significa una cosa rica de comer, para reírse del otro con la negativa"; significado semejante, habría que añadir, al de la otra expresión, también alimenticia, de ¡y un huevo!. He oído que es costumbre en Granada adornar los jamones con dos hermosas borlas rizadas. En todos estos dichos, hechos o contrahechos bajo la represión sexual, se da una admirable polisemia. El jamón adornado de encajes sustituye al PIE-fetiche que, hecho de cuero fino, se adornaba con ricas joyas, a lo que aludiré más adelante, n. 24. 19. También la fantasía sexual de Góngora se vio inundada de aves, picos y piernas, como cuando le ofreció a Tisbe, en su muslo, el pájaro de Catulo: io le ofrezco en su muslo / Desplumadas las delicias / De el paxaro de Catulo, en obras poéticas, Ed. R. Foulché-Delbosc (New York: The Hispanic Society, 1921), t.II, 299. 20. Isaac Jack Levy, Prolegomena to the Study of the Refranero Sefardi, New York: Las Americas Pblishing Co., 1969, p. 194). Gonzalo Correas recoge este refrán: "Pierna honra cama, que no buena cara," en Vocabulario de refranes y frases proverbiales (Madrid, 1924), pág. 394. 21. Vocabula amatoria. A French-English Glossary of Words, Phrases, and Allusions occurring in the Works of Rabelais, Voltaire, Rousseau, Branger, Zola, and Others. Ed. John S. Farmer (New York: University Books, 1966), pág. 211. Véase también faire pieds neufs, pág. 123. 22. Perez Escohotado, Sexo e Inquisicion en España, pags. 112, 165 y ssts. Habla de Manuel Ferrer Chivite y sus comentarios sobre el Lazarillo 23. La cita de Correas es de su Vocabulario, p. 679b, según recogen P. Alzieu y los otros editores de Floresta de Poesía erótica del Siglo de Oro, o. c., p. 71. 24. En muchas culturas primitivas, en las fantasías de los neuróticos y en las prácticas de algunos pervertidos se da la fascinación por engalanar o lacerar el pene de mil maneras (cf. G. Devereux,Dreams ..., p. 240, n.67). Este modus operandi se transfiere al fetiche que se enriquece y engalana como en un ritual. Un buen ejemplo es el de Tirante: Tirante alargó la pierna y metiósela debajo de las haldas, y con el zapato tocó en el lugar vedado y su pierna le puso entre los muslos. . . aquella calza y zapato con que había tocado a la princesa debajo de las haldas hízolos muy ricamente bordar, y fue estimado lo que en ellos puso de perlas, rubíes y diamantes más de veinte y cinco mil ducados. Y el día de la justa se clazó la claza y el zapato, y todos estaban maravillados de la singularidad de las piedras finas que allí había y tal zapato de cuero jamás había sido visto" Tirante el Blanco Libro III, cap. 85, en Los Libros de Caballerías Españoles, edición de Felicidad Buendía, Madrid: Aguilar, 1960, pp. 1392-93 (compárese con lo dicho sobre el ¡jamón con chorreras!). Frente a este engalanamiento de Tirante puede destacarse la costumbre de laceración del pie, hasta el punto de su mutilación entre los chinos; S. Freud, al comentar sobre ciertas prácticas de castración simbólica de la mujer, hace referencia a "la costumbre china de mutilar primero el pie de la mujer para adorarlo luego como fetiche. Parecería que el hombre chino quisiera agradecer a la mujer por haberse sometido a la castración" ( Tres ensayos sobre teoría sexual (Madrid: Alianza Editorial, 1985), p. 113. Valga añadir aquí el ritual de purificación perpetuado en la liturgia del Jueves Santo en la que se conmemora la ceremonia de Jesucristo que lava los pies de sus discipulos (San Juan, 13, 4 sts.). 25. O. c., , t.I, 365. La acepción de triturar era compartida por el L. calcare, (en Apicio, De re coquinaria 2,3), cuya traducción más común en español es pisar (de donde calcar = calcañar (véase más abajo en el texto y las notas 27 y 28. 26. Artemidorus, Interpretation of dreams. Oneirocritica (2, 42),translated by Robert White (Park Ridge, New Jersey, 1975), pág. 124. La imagen erótica del mortero y la mano de mortero es de carácter multicultural, según señalaba acertadamente G. Devereux, o. c., págs. 89 y 240, nota 66. Concretamente para su acepción en español, cf. "mano de almirez" y "mortero" en Cela, o. c., t. III, págs. 823 y 874. Pisar, en el sentido de triturar (pisar la uva), se asocia a la idea de moler, metáfora intercultural por "hacer el amor" (cf. Cummins, o. c., págs. 87-89). 27. No sólo en el caso de las aves particularmente las palomas, como pretenden implicar algunos diccionarios. Incluso "repisar" tiene en estas palabra de Melibea claras connotaciones sexuales: No quiero marido, no quiero ensuziar los ñudos del matrimonio, ni las maritales pisadas de ageno hombre repisar (La Celstina, XVI). Nótese, por ejemplo, que en germanía "pisa" es una casa de prostitución. Por otro lado, es enorme y variadísima la familia de términos castellanos relacionados con los genitales, formaciones de la raíz pis (cf. Cela, o. c., t. IV, 940, 944, 952). Devoto, en el trabajo mencionado, alude vagamente a los varios significados que podrían dársele al verbo pisar" (pág. 34). En inglés el verbo to tread se emplea asimismo en sentido sexual con relación a las aves. 28. Columela: quae [gallinae] velut mares cantare atque etiam calcare coeperunt (8, 5, 24]). 29. Es de suponer, mientras no se demuestre lo contrario, que ya en los tiempos de Berceo se empleara hollar (casi homófono de holgar y folgar, L. fullicare) de manera tan vulgar como en la obra de Francisco Delicado y otros escritos eróticos, como el verso "y en medio de la folla el rigor pierde," en Alzieu, Floresta..., núm. 104, 12. De haberse dado esa sustitución o asociación de verbos, sí habría de sonreir el público al notarlo, como se imaginaba María Rosa Lida. . Inserto aquí el comentario de mi amigo J. García Gutierrez muy a propósito para conectar las tradiciones del siglo XIII con las del XX. "Existe una canción de ¡Marifé de Triana! Con letra de (¿Rafael de León?) (creo que la canción se titula “Me valga la Magdalena”) y que se refiere a un embarazo no previsto (desde luego, no aceptado responsablemente por el varón, sí por la mujer). La mujer, que dice que el niño llevará sus apellíos canta: “Yo pisé, sin querer, la mala hierba que sembraste en mi huerto”. Es decir, también ésta fémina ‘pisó yerba enconada". 30. Muchos siglos más tarde y a mucha distancia de la garrida castellana, Pablo Neruda entre las reminiscencias de su juventud en lugar de "flor morena" hablaba de "musgo de montañas": "Mi mano siguió buscando y toqué dos senos grandes y firmes, unas anchas y redondas nalgas, unas piernas que me entrelazaban, y hundí los dedos en un pubis como musgo de las montañas." (Confieso que he vivido. Memorias [Barcelona: Seix Barral, 1974], pág. 42). Compárese con otros ejemplos del cancionero como por ejemplo: Alta estaba la peña, / nace la malva en ella. Alta estaba la peña / riberas del río, nace la malva en ella / y el trébol florido. El trebol florido: / nace la malva en ella. Cummins, núm. 340 31. Sobre fuerza en contexto erótico, cf. Cela. o. c., t. III, pág. 659; también Alzieu, o. c., pág. 339. Los interesados en la documentación de ejemplos entre los escritores latinos de femur (más arriba), deinquinare e inguina (más abajo) pueden consultar el Thesaurus Linguae Latinae (Lipsiae, 1900), el tomo correspondiente. 32. Para mas detalles y otras teorías sobre estas derivaciones, cf. Joan Corominas Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana, (Madrid: Gredos, 1970), t. II. De la raíz bard- procedería nuestro bardo y embadurnar. La gama de nuestros vocablos derivados de barro es riquísima: barraca, barral, barranco, barreño, barricada y otros muchos, sin olvidar los gentilicios Barreros y Barroso. Del barro formaron las barreras y aquellas barras que aunque fueran hechas de hierro o madera, servían asimismo para embargar u obstaculizar el paso. Siendo tantos los términos castellanos enraizados en barro, y siendo tan claro que barro sea la materia prima del viejo barril (barriclos se documenta en el siglo IX), resulta extraño tener que excluir este término de esa gran familia, como parecen sugerir muchos de los etimologistas. 33. Marshall Edelson, Language and Interpretation in Psychoanalysis (New Haven: Yale U. Press, 1975), pág. 19. 34. Norman Holland, The Dynamics of Literary Response (New York: Fordam U. Press, 1968), especialmente págs. 310-311. 35. George Devereux, Dreams in Greek Tragedy (Berkeley and Los Angeles: U. of California Press, 1976), pág. xix. LA ABADESA EMBARGADA POR EL PIE de Gonzalo de Berceo
Miguel Garci-Gómez (Este ensayo apareció por primera vez en Revista de dialectología y tradiciones populares 44 [1989]: 7-26); esta nueva versión incorpora algunas pequeñas adiciones) |