61 La costurera Lienzo. 74 x 60 cm Washington, D. C. Nacional Gallery of Art, Andrew Mellon Colleccion, 1937.1.81 PROCEDENCIA Kerlevant, marqués de Gonvello / París, Christiane de poles / París, Wildenstein and Co. / Andrew Mellon Collection, hasta 1936/ National Gallery, Washington, n.º 81, desde 1937. BIBLIOGRAFÍA Mayer 558, Pantorba 164, López Rey 605, Bardi 84, Gudiol 160. | ||
Es una de las obras más discutidas de Velázquez, ya que su aspecto inacabado se presta, o a dudar de su autografía, o a situarla casi al final de la carrera del pintor, como hace José Gudiol, que la data hacia 1650. Lafuente Ferrari (1943) la data entre 1641-43, y la cataloga con el n.º 771. Para Bardi sería de 1640. Pero, como señala López Rey, al no estar acabado este cuadro es imposible fecharlo. No hablan de él Trapier ni Camón Aznar. Para Pantorba, que la cataloga entre las obras de autenticidad no aclarada, con el n." 164, no se ve la mano de Velázquez en "esta obra inconclusa o, si se quiere, 'mancha' para obra de mayor empuje. En la cabeza... algo de la dicción velazqueña, en su fase 'preparatoria' podría admitirse, pero con muchas reservas". En el inventario de los bienes de Velázquez, hecho a su muerte, figura "otra caveça de una mujer aciendo labor", con el n.º 169. Para Sánchez Cantón, en 1942, ese asiento del inventario significaría que sólo estaba terminada la cabeza de esta media figura y si fuera así "documéntase un lienzo valioso y desconcertante: el n.º 81 de la National Gallery de Washington. Tuve ocasión de verlo en diciembre de 1930 en casa de Mr. Mellon, quien, sin embargo, no lo adquirió hasta 1937. La iluminación deficiente y la prisa no me consintieron estudiarlo debidamente. La impresión de lo característico en las obras de Velázquez era perturbado por rasgos ajenos". El inventario viene a explicar, según este crítico, que "habiendo quedado sin terminar, puso mano en el lienzo otro pintor, verosímilmente Mazo", lo que deshace la hipótesis de Mayer de que la modelo fuera la esposa de éste, Francisca Velázquez. A este respecto, López Rey apunta, con ironía, que si el cuadro está sin terminar, nadie lo terminó. Más adelante, Sánchez Cantón cree "inaceptable" la atribución a Velázquez (1942 y 1944). En cambio, en 1945 (en The Burlington Magazine} vol. 87) parece dispuesto a moderar esa negación tan perentoria aceptando al menos la autografía de la cabeza. Martín Soria y Pantorba no admiten la autografía velazqueña. Bardi, reseñando estas discusiones, lo coloca sin embargo en el catálogo de los originales del maestro, como "prevalentemente atribuido". Gudiol acepta plenamente la autografía destacando "en este apunte magistral la luminosidad del amplio pañuelo blanco que cubre los hombros de la dama y la audacia técnica que se manifiesta en la simplificación de las manos, que llega, como en otras obras del pintor, a ser una simple anotación de lo esencial, esto es, de lo que basta para que la mirada del espectador reconstruya la forma total de lo pintado" (Gudiol, 1973, pág. 292). Mayer consideraba este cuadro como hecho sobre el modelo de Francisca Velázquez, hija del pintor y esposa de Mazo; para Gudiol, se trataría más bien de Juana Pacheco, hija de Francisco Pacheco y esposa de Velázquez por su "parecido físico con La dama del abanico de la colección Wallace" (Londres). Pantorba no ve parecido alguno entre las dos (1955, pág. 232). López Rey hace notar que en el inventario citado, en que intervino Mazo, éste no dice que se trate de su mujer; y que bien pudiera tratarse de una pintura de género, aunque eso sí, debe de tratarse de alguien cercano a Velázquez, pues se parece mucho a La dama del abanico. (Yo sigo esta opinión del parecido, aunque sea vidriosa siempre). Por lo demás, cree ver unas líneas del escote como posible preparación para pintar acaso un encaje. Jonathan Brown (1986, pág. 158) que no discute la autografía, pone este boceto como modelo del modo de trabajar del maestro: "En primer lugar, aplicó una imprimación de color verde grisáceo, para a continuación esbozar rápidamente el contorno de la figura. Una vez establecidas las principales zonas de color, debió sin duda retirarse del lienzo para comprobar el equilibrio de la composición, y, al igual que en muchas de sus obras, no debió de gustarle lo que vio, pues introdujo diversas modificaciones... Una vez efectuada la corrección, Velázquez se concentró en la cabeza hasta darla casi por terminada...".
JULIÁN GÁLLEGO
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Del Catálogo de la exposición sobre el Diego Velázquez,
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Indice del monográfico |