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Introducción Al historiador de la Guerra de Independencia interesado en la campaña de los ejércitos españoles sobre el Ebro (en los meses de octubre a noviembre de 1808) puede llamar la atención la presencia, dentro del despliegue español, de un pequeño contingente de tropas que, con el pomposo nombre de Ejército de Castilla, apenas rebasaba los 9.000 efectivos:
Desde los primeros momentos de la rebelión patriota, la Junta Suprema Gubernativa del Reino de León (constituida el 1 de Junio) se había hecho con el gobierno de la Provincia. Presidida, desde el 14 de junio, por el ex Secretario de Marina Antonio Valdés y Fernández Bazán, esta Junta sería jurídicamente elevada Junta General de León y Castilla por el Capitán General de Castilla la Vieja y Presidente de su Real Chancillería, Gregorio García de la Cuesta, el 27 de junio tras la agregación de diputados de Salamanca, Zamora,Avila yValladolid, Gracias a los ofrecimientos de la Junta del Principado, se habían recibido León 8.150 fusiles y 2.000 pistolas. Con estas armas se pensaba equipar a diez "Divisiones" o batallones de a 800 hombres de nueva leva que Cuesta rebautizaría como "Tercios Provinciales" de León.Tres de ellos partirían de León a tiempo de participar, uno de ellos, en Cabezón, y luego los tres en Medina de Rioseco.
El 5 de junio, el diputado leonés Luis de Sosa y Tovar se hallaba ya en Gijón ante el vicecónsul británico John Nelly al que rápidamente reclamaría auxilios para León, insistiendo en la necesidad de armar un ejército propio. Sosa lograría la concesión de un subsidio de 500.000 libras (diez millones de reales) por parte del Gobierno Británico. Todo ello llevó a la Junta de León y Castilla (ansiosa de conseguir la ayuda británica tras el primer revés de Cuesta el 12 de junio en Cabezón) a publicar la paz con Gran Bretaña, como así se le comunicó desde León al General Cuesta el 8 de julio. Esta inidativa de la Junta dio lugar a una primera disputa con de la Cuesta:
La posterior derrota de los Ejércitos de Castilla y de Galicia en los campos de Medina de Rioseco por las tropas del mariscal Bessieres el 14 de julio, llevó a una precipitada retirada de las fuerzas españolas de Tierra de Campos. Cuesta sufrió la dispersión de casi el 70% de los efectivos de su improvisado ejército de campesinos y estudiantes. En Ponferrada, y al amparo de las tropas gallegas, Valdés restaurará la Junta de León y Castilla. Reanudadas sus sesiones el 27 de julio, comenzará la tarea de reconstruir su poder en todas las provincias libres de franceses. Dos actuaciones le serán vitales: hacerse con el cobro de todas las rentas y derechos de la Hacienda Real y volver a formar los Tercios Provinciales dispersos. El encargado de poner en marcha este último plan sería el coronel Ramón Martínez Gutiérrez, con la ayuda del vocal de la Junta, el abogado Manuel de Villapadierna. La Junta de León y Castilla (para no quedar aislada del resto de las Juntas patriotas del noroeste de España en la coordinación de iniciativas políticas y operaciones militares, y no verse privada de los generosos recursos británicos) habría de imponerse a la cerrada negativa de su Capitán General. .....
5. La Campaña de Logroño
"La Victoria es a menudo un acontecimiento posterior y rara vez corresponde a la cima del Valor .. " P. Giddings Días antes, Castaños había acordado con Palafox en Tudela un quimérico plan de operaciones destinado a repetir a gran escala la maniobra de Bailén: las tropas de Pignatelli habrían de retener Logroño, dos divisiones de Castaños quedarían en Lodosa y Calahorra; mientras, el resto del Ejército del Centro bordearía el río Aragón hasta Sangüesa, permitiendo al ejército de Reserva de Palafox cruzar el río y avanzar por el valle del Iratí hasta Pamplona, cortando así las comunicaciones con Francia por Roncesvalles. Entre tanto el Ejército de la Izquierda de Blake, avanzaría hasta Tolosa para cortar la ruta hacia Bayona completando así el cerco de las fuerzas imperiales. Cuando Castaños regresaba el 21 de octubre de su conferencia con Palafox, le llegan noticias de que su 2ª División, al mando de Grimarest, había cruzado el Ebro por Lodosa ocupando la ruta hacia Mendavia. Igualmente Pignatelli había cruzado el Ebro por el puente de Logroño adelantando sus posiciones hasta Viana. Inquieto el mariscal francés Moncey (cuyas fuerzas guarnecían esta zona del Ebro) por los movimientos ofensivos españoles, solicita el 23 ayuda al rey José (que seguía al mando hasta la ansiada llegada del Emperador). Este ordena al mariscal Ney que avance desde el norte hacia Oion y Viana, con el apoyo de la división del general Merle. Este habría de situarse ante Logroño, entre tanto las tropas de Ney marcharían sobre Mendavia y Lodosa, para lograr hacer repasar el río a todas las fuerzas españolas. La división francesa que llevaría el peso de los combates en Logroño contra Pignatelli fue la del general Dessalles (regimientos de línea: 51°,43° y 55°; el 12° ligero, y el 26° de Cazadores a Caballo). A esta gran unidad se le unieron varios destacamentos de la División Merlín. Entre estas tropas formaban unidades del Ejército de Junot en Portugal, evacuado ingenuamente por los británicos tras la firma de la Convención de Cintra el 30 de agosto. Como de manera justamente indignada habían temido las Juntas españolas, nada más desembarcar en Francia habían vuelto a entrar en la peninsula. Todos estos regimientos franceses eran unidades de primera línea, veteranas de Jena, Austerlitz, Ulm, Eylau, Roliça y Vimiero. Alguna de ellas ya se había enfrentado a los leoneses en Medina de Rioseco. El primer lugar del frente sobre el Ebro en el que comenzaría la contraofensiva francesa sería en las cercanías de la localidad del Cortijo, al noroeste de Logroño. Allí, en un recodo sobre el río existía un amplio vado, el Molino de Assa. La carretera que bajaba desde La Guardia hasta Logroño discurría, en aquel lugar, pegada a la ribera opuesta. Además, en la zona se erigían los ruinosos restos del gigantesco puente romano de Mantible: con sus siete arcos y más de 164 metros de longitud era susceptible de poder ser reparado de urgencia por los ingenieros franceses para servir de paso a su infantería. El meandro del Ebro entre Assa y el Cortijo era, pues, un puesto de vital importancia, tanto para evitar el vadeo del Ebro a los imperiales, como para bloquear o ralentizar su avance hacia Logroño a través de la carretera de La Guardia. Allí fueron destinados, junto con un batallón soriano (los Leales Voluntarios Numantinos al mando de Antonio Alonso Ortega), los hombres del 3° de Voluntarios de León del coronel Tomás Sánchez:
El día 25 las tropas del mariscal Ney atacarán a las avanzadas de Pignatelli. En una furiosa embestida, los veteranos de Ney desalojan a los españoles de Oion y Viana. Oion estaba guarnecida por 400 infantes y una treintena de Guardias de Corps.
La retirada hacia Logroño se produce en desorden y una cierta desmoralización cunde entre las bisoñas tropas españolas:
Varias unidades españolas tienen que cruzar el puente para apoyar a sus compañeros que comenzaban a ser arrollados. .......... Javier Castaños ordena defender Logroño a todo trance. Ordena realizar al día siguiente un contraataque para retomar la orilla norte. Todos los indicios corroboraban que los franceses no tenían, de momento, la intención de tomar la ciudad. Más bien, trataban de ocultar la marcha del resto de las unidades imperiales hacia Tudela donde se esperaba copar al grueso del Ejército del Centro de Javier Castaños.
Para encabezar el contraataque Castaños ordena venir a Logroño al veterano batallón ligero de Campo Mayor:
En e! campo francés, ya se había previsto esta situación; un destacamento de la división del general Bonnet avanzaría desde Haro y Briones (por la orilla norte del Ebro) en dirección a Fuenmayor y Cenicero, para tomar de revés a las tropas de Pignatelli desde el oeste. Entretanto, ya desde la mañana del 25 de octubre, varios avisos comenzaron a llegar desde el Cortijo. Sobre el vado de Assa y el puente de Mantible, los hombres de! corone! Sánchez, estaban librando ya combates contra varias columnas francesas que bajaban por la carretera de La Guardia en dirección a Logroño:
Durante los tres días que van desde e! 25 al 28, en aquel lejano y perdido recodo del Ebro, los dos batallones del 30 de Voluntarios de León y los castellanos del batallón Numantino (1º de Soria) librarían un feroz y olvidado combate, consiguiendo obstaculizar e! paso francésy retardando su avance hacia Logroño:
En e! lado francés, las tropas del mariscal Ney (una vez cogida la iniciativa) estaban desarrollando las dos maniobras de fijar a las tropas de Pignatelli en Logroño y desplazar el grueso de su fuerza hacia Tudela:
Al amanecer del 26, los franceses reforzaron sus posiciones sobre el cerro del Corvo y en las alturas en la localidad de Oyón. Otra batería de siete piezas es situada sobre los olivares que dominan la entrada al puente y junto al recinto de la fábrica de cerámica de la Losa. La misma es sostenida con más piezas hacia las dos de la tarde. A la derecha del puente, atrincherándose en la ribera, el regimiento 1º de Voluntarios de León del coronel Zapino cubre la orilla opuesta con su fuego. Entretanto, desde el Cortijo, Tomás Sánchez no cesaba de avisar sobre su situación:
A mediodía del 26, las columnas francesas, que habían conseguido franquear la carretera sobre el Molino de Assa, precedidas de la caballería comienzan a llegar a Logroño, conectando con el resto de tropas imperiales que habían avanzado desde Oyón y Viana el día anterior:
La presión imperial sobre Logroño y sobre el débil ánimo de Pigantelli aumentaba. Eran ya casi 10.000 los soldados imperiales, de regimientos viejos, los que se estaban abalanzando sobre 8.000 bisoños leoneses y castellanos. Así lo reconocería el mismo Castaños días después:
Entrada la tarde, las unidades francesas avanzan en columnas cerradas desde Oillón hasta el puente sobre el Ebro; otras dos baterías imperiales con 14 piezas más son situadas sobre la ribera. El fuego de fusilería y de cañón se generaliza entre las dos orillas. Así nos lo recuerda el comandante francés Boulart:
Los combates siguen a lo largo de toda esa tarde y anochecer. Los mismos partes oficiales franceses lo certifican, así como varios intentos españoles de contraataque:
Finalmente, en la noche del 26 al 27, Pignatelli creyendo ver amenazados sus flancos (desde Cenicero por el general Bonnet y desde Varea por el general Merle) convoca una Junta de Generales. El general Vizconde de Gante se muestra especialmente alarmista, asegurando que las órdenes de Castaños les van a llevar a ser copados por los franceses. Además, la artillería ha agotado sus cortas municiones. Los hombres de los regimientos de León y Castilla mantienen su ánimo de combate atrincherados en la orilla sur del Ebro, pero la moral de su generalato es otra. Pignatelli y su Estado Mayor deciden abandonar Logroño a las nueve de la noche sin ni siquiera volar su puente para no alertar a los franceses. Todos los puestos de guardia dejan encendidos sus fuegos. Se envía la orden de retirada a los tres batallones que seguían resistiendo en el Cortijo:
Esa misma noche el mariscal Ney había decido realizar el ataque final sobre Logroño al día siguiente. Así nos lo recuerda su oficial de Estado Mayor Octave Levavaseur:
Este oficial francés encabeza esa madrugada un reconocimiento en fuerza sobre el puente con dos compañías de voltigeurs. Salvando los dos arcos cortados consigue llegar a su extremo entrando en Logroño. Los disparos de mosquete y los "hurras" de sus infantes no encuentran respuesta. Un extrañado Levavaseur cruza la desierta ciudad:
En medio de la lluviosa noche, los ruidos de los disparos provocados por los voltigeurs de Levavaseur desencadenan el caos y el pánico en algunas de las unidades españolas que se retiraban hacia Nalda, Nájera y Murillo. En toda guerra solamente tropas veteranas son capaces de realizar una retirada nocturna en orden. La precipitación es tal, que la mayor parte de los cañones quedan atascados en los páramos embarrados cercanos a Nalda y son abandonadas al no poder esperarles el resto de las tropas. Entre tanto, en Logroño el comandante Boulart inspecciona el puente sobre el Ebro:
Gracias a la cortadura de dos arcos, se retrasa el cruce de la caballería francesa unas preciosas horas. Esta se adentra finalmente en las llanuras en pos de la infantería de Pignatelli que trataba de alcanzar la seguridad de los montes de la Sierra de la Laguna a unos 16 km al sur. Pignatelli había señalado el punto de reunión en Soto de Carneros; desde allí habría que llegar a Autol (al sur de Calahorra) atravesando la Sierra de la Hez, para contactar con el resto del Ejército del Centro. A la altura de Albelda de Iregua los jinetes franceses alcanzan la retaguardia española. No se produce una desbandada y un desastre total gracias a que las unidades que cierran la marcha, a las órdenes del coronel Federico Castañón, se defienden con éxito. Aún así los franceses toman prisioneros a unos 300 rezagados. La retaguardia española se componía del "4° de Voluntarios de León", reforzado con varias compañías de los "Tiradores de Castilla" al mando del teniente coronel José Pirez y del regimiento de "Milicias Provinciales de León". En un combate continuo, trecho a trecho, realizando descargas y a la bayoneta calada, los batallones leoneses y castellanos van cubriendo la retirada. Se consigue llegar a Nalda donde toman posiciones. Así nos lo recuerda Castañón:
Entre tanto,Javier Castaños recibe la noticia de la pérdida de Logroño:
La indignación es manifiesta en el cuartel general del Ejército del Centro:
El esfuerzo conjunto de todas las divisiones francesas ha conseguido en la noche del 27 de octubre desalojar a los españoles de toda la orilla norte del Ebro, desde Puentelarrá hasta Tudela. El descontento de los propios soldados contra Pignatelli se manifiesta violentamente según fuentes francesas:
Los franceses, logrado el objetivo de desalojar a los españoles de Logroño, no les acosan. Ello facilita, días después, que el conde de Cartaojal con 1.500 hombres retroceda para recuperar los cañones que habían quedado abandonadas en el páramo:
Según los franceses, la operación estuvo facilitada por un error de su caballería:
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La disolución del Ejército de Castilla
El 27 de Octubre Javier Castaños eleva a la Central una petición
para disolver los regimientos de nueva creación del Ejército de
Castilla e integrar a sus efectivos en los regimientos regulares del
Ejército del Centro.
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