0.- Introducción
Gonzalo de Berceo (1), el primer poeta español de nombre conocido que escribe en lengua romance, es el máximo representante del mester de clerecía (2), conjuntamente con el autor anónimo del Libro de Alexandre (3). A diferencia de este texto, de carácter culto y erudito, la obra berceana se caracteriza por estar revista de lo popular y lo juglaresco (4). Berceo querría que sus obras fuesen entendidas por todo el pueblo y por ello las compuso en romance: “Quiero fer una prosa en román paladino / en el qual suele el pueblo fablar a su vecino”, como indica en la Vida de Santo Domingo de Silos.
Las obras de Berceo (5), de temas religiosos y todas pertenecientes al orden discursivo narrativo en medio de la presencia de lo lírico y lo dramático, han sido clasificadas por la crítica, en razón de su contenido, en: (a) obras doctrinales: El Sacrificio de la Misa, Los signos que aparecerán antes del Juicio; (b) obras hagiográficas: Vida de San Millán de la Cogolla, Vida de Santo Domingo de Silos, Vida de Santa Oria y Martirio de San Lorenzo; y (c) obras marianas: Loores de Nuestra Señora, Duelo que fizo la Virgen el día de la Pasión de su Hijo y Milagros de Nuestra Señora.
De todas las obras, la más importante y extensa es la de los Milagros de Nuestra Señora, constituida por veinticinco relatos de milagros marianos, antecedidos de una introducción alegórica. Esta obra recoge el gran sentimiento y devoción hacia la Virgen que el pueblo español desarrolló y cultivó a lo largo de toda la Edad Media (6).
En esta comunicación presentamos un análisis literario de los Milagros de Nuestra Señora con el fin de presentar una nueva clasificación de los mismos, centrada en el papel protagónico de la Virgen María (7). En esta oportunidad usamos la edición crítica de Gerli (1991), además hemos tenido sobre la mesa de trabajo la edición de Solalinde (1922/1944) y la versión modernizada de Devoto (1967/1986). Una de las razones para el uso de esta edición, es la decisión del autor de colocar el milagro de Teófilo como el último, es decir, el milagro XXV, y, en consecuencia, el milagro de La iglesia despojada como XXIV; también porque coloca la copla 47 como el inicio del primer milagro y no, como se hace en otras ediciones, como una cuaderna de la Introducción. Por otro lado, como es costumbre se cita la sección del poema de interés, es decir, la copla o cuaderna, por el número asignado y cuando solo se citan algunos de los versos que la componen se coloca después del número arábigo la letra de dichos versos.
El artículo se ha estructura en cuatro partes. En la primera se expone las dos clasificaciones actuales de los milagros; en la segunda sección se expone y argumenta sobre el papel protagónico de la María en los Milagros; en la tercera, el núcleo de esta comunicación, se presentan las cuatro nuevas clasificaciones de los milagros, y la última parte se expone la conclusión.
1.- Dos clasificaciones y una perspectiva: el protagonismo de los seres humanos
Comas (1967) y Rozas (1975) (8) han realizado sendas clasificaciones de los veinticinco milagros. Estas dos clasificaciones son las más usadas y empleadas por la crítica literaria hispánica. Una primera característica común de estas dos clasificaciones viene dada por el hecho de tener como centro o protagonistas a los seres humanos.
El crítico Comas establece tres categorías. En efecto, la primera categoría está integrada por los milagros cuyo protagonista es un clérigo. De ellos es ejemplo el milagro I. Esta primera categoría, a su vez, se subdivide en dos grupos: (a) milagros cuyo protagonista es un clérigo simple e ignorante; por ejemplo, el milagro IX; (b) milagros en los cuales el protagonista es un clérigo malvado y pecador, formada por los milagros II, III, XII, XX, XXI y XXIV. La segunda categoría está integrada por los milagros que tienen por protagonista a un seglar, y sus subcategorías son: (c) la de los seglares piadosos, constituidos por los milagros V, VIII, XV, XIX, XXII y XXIII; (d) la de los seglares pecadores, conformada por los milagros V, X, XI y XVI. La tercera categoría se refiere a los milagros que tienen como centro a un judío, formada por los milagros XVI y XVIII.
Proponemos unas modificaciones, sin alterar su esencia, a la clasificación de Comas. Puesto que los milagros I, IV y XIII no forman parte de ninguna de las dos subcategorías de los clérigos y considerando que los protagonistas de esos milagros ni son unos clérigos simples e ignorantes ni mucho menos unos clérigos pecadores o malvados, planteamos la conveniencia de cambiar el nombre del primer subgrupo, milagros cuyo protagonista es un clérigo simple e ignorante, por milagros cuyo protagonista es un clérigo piadoso. Así, esta subcategoría quedaría formada por los milagros I, IV, IX y XIII. Asimismo, la categoría de los milagros cuyo protagonista es un judío, se puede subdividir perfectamente en: (e) milagros en el cual el judío es un judío devoto, que estaría formada por el milagro XVI, y muy específicamente por el niño judío; y (f) milagro cuyo protagonista son unos judíos no devotos y malvados, formado por el milagro XVII y, también, por el padre del niño judío.
Por su lado, la clasificación de Rozas está formada por tres grupos, a saber: (1) los milagros en que María premia o castiga, o premia a unos y castiga a otros; (2) los milagros en los cuales María logra salvar de la condenación a sus devotos, llamados milagros del perdón; (3) los milagros en los que María ayuda a los devotos a salir de una crisis de conciencia, denominados milagros de conversión o crisis. El crítico español señala únicamente a los milagros del tercer grupo, a saber, los milagros IX, XV, XVII, XX, XXI y XXIV. A nuestro juicio, constituirán el primer grupo los milagros I, III, IV, V, VI, XIII, XVIII, XIX, XXII y XXIII; mientras que el segundo grupo estaría integrado por los milagros II, VII, VIII, X, XI y XII.
Estas dos clasificaciones presentan fallas comunes y particulares. Una de las limitaciones se origina por darle un papel secundario a María y colocar, en consecuencia, como protagonista a los humanos. María, en estas clasificaciones, ocupa un papel secundario; quizás menos notorio en la taxonomía de Rozas. Por esta razón, el milagro XIV, La imagen respetada, queda fuera de las dos clasificaciones. Este milagro carece de protagonista humano, por tanto, no hay en él conflictos existenciales. Sin embargo, para nosotros, hay una acción narrativa iniciada por la naturaleza y, también, existe un conflicto originado por el enfrentamiento de fuerzas opuestas: el fuego, símbolo del infierno, y, la imagen, símbolo de la persona de María, y, por lo mismo, del cielo.
El otro defecto común deriva en realidad del espíritu que las reviste. Las dos clasificaciones parten del mismo punto de vista: el moral. Comas, por su lado, se basa en lo bueno y lo malo de las acciones y actitudes de los seres humanos; y Rozas parte de la relación María-hombre, que es igual a la relación dogma-moral (p.155). Sin embargo la didáctica moral de los Milagros está subordinada a la necesidad que el clero medieval tenía de atraer nuevos devotos marianos sin preocuparse de distinguirlos por su comportamiento moral; y, además, la moral cristiana está subordinada a la moral del vasallaje, como argumentamos en otro artículo (García, 2006).
Ya en el terreno de las deficiencias particulares, la clasificación de Comas incluye el milagro X, Los dos hermanos, en el grupo de los clérigos; pero de los dos hermanos uno es clérigo, Pedro, y el otro, Esteban, seglar. Incluye, también, al milagro XV, El novio y la Virgen, en la subcategoría de los seglares piadosos (también Rozas lo considera seglar, (1975: 157). No obstante, el texto berceano es muy explícito al señalar la función sacerdotal del protagonista: “Avié y un calonge de buena alcavera,” (330c) / “Como fizieron otros que de suso contamos, / Que de Sancta Maria fueron sos capellanos,” (331ab). En la estrofa 332, Berceo ratifica esta función ministerial cuando expresa: “Non avié essi tiempo uso la clerecía / dezir ningunas oras a ti, Virgo Maria, / pero elli diziélas siempre e cada dia,” (332abc). No se puede olvidar la fuente latina utilizada por Berceo, en la que, como se desprende del texto berceano, el celibato sacerdotal no era una obligación eclesial: la historia del celibato canónico es muy larga y accidentada, y concluye con el establecimiento universal de esa norma con el Concilio de Trento. En todo caso, Berceo no específica el estado seglar del protagonista de este milagro, como sí lo hace con el romero de Santiago en la estrofa 183.
En relación con la taxonomía de Rozas, a nuestro juicio, María sólo premia o salva a sus devotos, y existe en la obra una especie de ambigüedad para determinar quién es autor del castigo. Por lo cual, es difícil atribuirle el castigo a María como asegura el crítico español.
En fin desde esta perspectiva, la del protagonismo de los seres humanos, no pueden ser analizados todos los milagros y supone –en cierta forma- restar importancia al papel de María.
2.- La Virgen María: la protagonista de los Milagros
Al igual que Gerli (1991), nosotros partimos del hecho de que María es única protagonista de la obra los Milagros de Nuestra Señora. Por el contrario, la crítica literaria hispanista ha asumido la posición Gariano (1965), para quien los Milagros “consiste en una colección de episodios casi independientes, aunque el marco hispánico que lo encierra y el alegorismo que los introduce son rasgos estilísticos individuales” (p. 201); y tienen un valor fragmentario y discontinuo (p. 194).
Los Milagros se parecen a un tebeo o una comiquita en la que entran y salen personajes en la nueva emisión, pero en la que -por lo menos- un personaje permanece en todas las comiquitas; en este caso, es la Virgen María. Ella es la protagonista de la obra.
El hispanista estadounidense Gerli defiende la unidad de la obra, a través de María, en estos términos: “Los Milagros […] gozan […] de una estrecha unidad temática cuya función es la evocar y resolver por medio de María el problema tanto del Pecado Original como el del pecado en todas sus manifestaciones”, (p.48).
María es el único personaje fundamental a lo largo de los veinticinco episodios. La intención comunicativa de Berceo fue la de alabar a María con la narración de sus hazañas y no la de contar los problemas de los devotos. Esta intención comunicativa queda expuesta en las estrofas 44 y 45 de la Introducción; este objetivo pragmático es narrar algunos de los milagros de la Virgen: “Quiero en estos arbores un ratiello sobir, / e de los sos miraclos algunos escrivir; / la Gloriosa me guíe que lo pueda complir, / ca yo non me trevría en ello a venir.”, (45). Hay también un solo acontecimiento central en esos relatos, a saber: el milagro, entendido como núcleo de la obra.
Los Milagros se nos presentan como todo unitario, un verdadero poema épico, según la intención artística y piadosa de Berceo. Poema con diversas historias o diferentes acontecimientos unidos por el personaje María, como protagonista del hecho portentoso, y no, por supuesto, de la acción narrativa, la cual sin embargo se ve detenida sin su participación.
María se nos presenta como el personaje principal de un acontecimiento: el milagro. Sus hazañas son doblemente extraordinarias y admirables por el carácter heroico-épico de María y por el carácter divino de la misma en virtud de ser la Madre de Dios, la Theotokos. Así pues, María es una heroína épica porque realiza hazañas milagrosas. Estas acciones sobrenaturales son las siguientes:
Milagro
I
María se le aparece a Ildefonso con el libro escrito por él en defensa de la virginidad mariana y le regala una casulla celestial.
Milagro
II
Logra la resurrección del sacristán impúdico después de haber librado su alma del poder de los demonios.
Milagro
III
La Virgen conserva incorrupto el cadáver de su devoto después de treinta días de enterrado, y una flor surge de su boca.
Milagro
IV-V
María se aparece a sus devotos y les promete el cielo.
Milagro
VI
Evita que su devoto muera primero ahorcado y después degollado.
Milagro
VII
Logra la resurrección del monje.
Milagro
VIII
La Gloriosa ordena la resurrección del romero de Santiago.
Milagro
IX
María se aparece al obispo y lo amenaza para que ordene al clérigo ignorante decir la única misa que éste sabe: la de ella.
Milagro
X
Logra la resurrección de Esteban por treinta días, después de haber librado su alma del poder de los demonios.
Milagro
XI
Con sólo oír el nombre de María, los demonios dejan libre el alma del labrador avaro.
Milagro
XII
María traslada al prior del infierno al cielo.
Milagro
XIII
Se le aparece a un piadoso varón y por medio de él ordena a los habitantes de Pavía que nombren obispo a Jerónimo, devoto de ella.
Milagro
XIV
Un incendio devastador abrasa una iglesia y el fuego, sin embrago, respeta una imagen de la Virgen María.
Milagro
XV
La Virgen reprende y amenaza a un canónigo, devoto suyo, el día de la boda. Después de ésta, el clérigo abandona a su esposa y se recluye en un lugar desconocido bajo la protección de María.
Milagro
XVI
El fuego no quema al niño judío, defendido por Santa María.
Milagro
XVII
Apaga el fuego, que no ardía pero quemaba, de los cuerpos de los tres caballeros.
Milagro
XVIII
María deja escuchar su voz de queja desde el cielo; y, conjuntamente con Cristo, guía al pueblo hasta la casa de los judíos de Toledo.
Milagro
XIX
Salva a una mujer de morir ahogada y ésta pare sin dolor en el mar.
Milagro
XX
Se enfrenta en tres ocasiones al Diablo con el fin de proteger a su clérigo embriagado, el cual, una vez libre del peligro, recibe de María atenciones maternales y le ordena confesarse al día siguiente.
Milagro
XXI
María ayuda a parir sin dolor a la abadesa y ordena a los ángeles llevar al recién nacido a la cada de un buen ermitaño para su cuidado. (9)
Milagro
XXII
No deja ahogar al náufrago.
Milagro
XXIII
La Virgen, conjuntamente con Cristo, pagó la deuda. (10)
Milagro
XXIV
Los ladrones pierden la memoria y al clérigo se le queda pegada la toca de la imagen de la Virgen.
Milagro
XXV
María se le aparece a Teófilo, le perdona su infidelidad y logra que Cristo también le perdone. María le entrega la carta en su última aparición.
La acción principal de la obra, en definitiva, está conformada por los milagros de la Virgen. En relación con la personalidad absorbente de la heroína, Del Campo (1944) afirma lo siguiente:
En realidad, no hay varios elementos susceptibles de interpretación religiosas –prados, aves, flores, etc.-, sino tan sólo dos: la Virgen y los santos. Los restantes están íntimamente ligados a la personalidad mariana como adherencias suyas. De la misma forma, los santos no existen independientemente sino en cuanto elogian o acatan las virtudes de la Gloriosa, Tal sistema alegórico redondea y centra lo maravillosos en una sola mano. (pp. 54-55)
Alrededor de este rol principal de María giran los demás personajes de la obra. Ella es como un sol y los demás sus satélites, que adquieren su significado narrativo porque se oponen o se alían con ella. El papel de los demás personajes (devotos, Cristo, Dios, Diablo, ángeles, demonios, etc.) se pliegan al papel de María.
Entonces, si María es la protagonista única de cada relato cabe preguntarse: ¿Qué papel cumplen los seres humanos, según esta nueva perspectiva? Desde esta perspectiva, los personajes humanos son el objeto deseado tanto de María como del Diablo. Este objeto deseado se puede dividir de la siguiente manera: (1) personajes humanos principales y (2) personaje humanos secundarios. La característica del primer grupo es la de verse afectado directamente por el milagro realizado por María y ser devotos de ella; la devoción mariana es una condición necesaria e imprescindible de este primer grupo, porque María realiza el milagro por y para ese personaje humano devoto. Estos personajes humanos principales son:
Milagro
I
Ildefonso.
Milagro
II
El sacristán impúdico.
Milagro
III
El clérigo enterrado fuera del cementerio.
Milagro
IV
El clérigo de los cinco motes.
Milagro
V
El pobre caritativo.
Milagro
VI
El ladrón devoto.
Milagro
VII
El monje del monasterio de San Pedro.
Milagro
VIII
Giraldo.
Milagro
IX
El clérigo ignorante.
Milagro
X
Esteban.
Milagro
XI
El labrador avaro.
Milagro
XII
El prior del monasterio de San Salvador.
Milagro
XIII
Jerónimo.
Milagro
XIV
La imagen de la Virgen.
Milagro
XV
El canónigo de San Casiano.
Milagro
XVI
El niño judío.
Milagro
XVII
Los tres caballeros profanadores de la iglesia.
Milagro
XVIII
El pueblo de Toledo.
Milagro
XIX
La mujer del parto milagroso.
Milagro
XX
El clérigo embriagado.
Milagro
XXI
La abadesa encinta y su hijo.
Milagro
XXII
El náufrago salvado.
Milagro
XXIII
Milagro
XXII
El náufrago salvado.
Milagro
XXIII
Don Valerio.
Milagro
XXIV
El lego y el clérigo ladrones.
Milagro
XXV
Teófilo.
El rasgo común de los miembros del segundo grupo de seres humanos es ser testigos del milagro e intervienen en su segundo plano en la narración mariana. Estos son:
Milagro
I
Siagrio.
Milagro
II
Todos los demás miembros del convento.
Milagro
III
Los enemigos que mataron al clérigo, el clérigo dormitado y los demás monjes del convento.
Milagro
IV-V
Todos los que escucharon las palabras de la Virgen.
Milagro
VI
Los verdugos, los familiares y amigos del ladrón devoto.
Milagro
VII
La ramera y los demás monjes del convento de San Pedro.
Milagro
VIII
Los compañeros romeros de Giraldo y don Hugo.
Milagro
IX
El obispo.
Milagro
X
Pedro y el Papa.
Milagro
XI
Los engañados por el labrador avaro.
Milagro
XII
Fray Uberto y los demás monjes.
Milagro
XIII
El hombre muy católico y el pueblo de Pavía.
Milagro
XV
Los familiares y la esposa del canónigo de San Casiano.
Milagro
XVI
El monje Pedro, los amiguitos, el padre y la madre del niño judío y los vecinos.
Milagro
XVII
El vecino de los tres caballeros, el obispo confesor y los demás personas que escucharon el milagro de boca de uno de los caballeros, el cual viajó a Anfridi.
Milagro
XVIII
Los judíos de Toledo.
Milagro
XIX
Los demás peregrinos que van a la capilla de San Miguel.
Milagro
XX
El confesor del clérigo embriagado.
Milagro
XXI
Las demás monjas del convento, el obispo y el buen ermitaño.
Milagro
XXII
El obispo y los demás sobrevivientes del naufragio.
Milagro
XXIII
El judío prestatario y el pueblo de Constantinopla.
Milagro
XXIV
La monja, el pueblo, el obispo y el hombre que quitó la corona de la Virgen de la mano del clérigo.
Milagro
XXV
El judío vasallo del Diablo, el viejo y el nuevo obispo y el pueblo de Toledo.
A esta enumeración, habría que sumar a Berceo que se presenta como un testigo-lector del milagro: no inventa, no quita ni añade nada: “Si facié otros males, esto no lo leemos, / serié mal condempnarlo por lo que non savemos”, (143ab).
Por otro lado, la lucha de los contrarios es propia de la épica. En la obra que nos ocupa, el rol de oponente o antagonista de María lo ocupa en la obra Belcebú, el Príncipe de los demonios. El antagonismo del Diablo es otro elemento que realza la figura heroica de María.
Gariano (1965: 163), al defender el carácter épico de los Milagros y el papel heroico de la Virgen, expone que los Milagros, como toda narración épica, cantan las hazañas del héroe contra su adversario, es decir, María contra el Diablo, apodado el “guerrero”.
La actuación de María frente a su oponente tiene estos rasgos. Como toda una heroína, no lucha con los con los vasallos del Diablo, pues le son inferiores y lidiar contra ellos le acarreará un descenso en su propia dignidad:
“Fablas –diz la Gloriosa- a guis de cosa necia,
non te riepto, ca eres una cativa bestia. (92aba)
Serié en fervos fuerza non buena parecencia. (93a)
Pero se enfrenta al propio Belcebú, que se aparece bajo las formas de toro, can y león al monje embriagado:
En figura de toro que es escalentado,
paróseli [al clérigo] delante el traïdor provado. (466ad)
Vino Sancta Maria con ábito onrrado,
Metióselis in medio a él e al Peccado,
El toro tan superbio fue luego amansado. (468acd)
Luego a poco rato, a pocas de passadas,
en manera de can firiendo colmelladas. (470ad)
mas valiól la Gloriosa, ess cuerpo adonado,
como fizo el toro, fo el can segudado. (472cd)
cometiólo de cabo la tercera vegada,
en forma de león, una bestia dubdada, (473bc)
véno Sancta Maria como solié venir,
con un palo en mano pora’l león ferir, (476bc)
Empezóli a dar de grandes palancadas, (478a)
Desfizo la figura, empezó a foír. (480a)
El antagonista no cuenta con el mismo poder que la protagonista. María, de hecho, es ayudada por el destinador, es decir, Dios, quien es también el destinatario de las almas. Como destinador, toda decisión de él la favorece tanto como perjudica al adversario: “Valió esta sentencia, fue de Dios otorgada, / fue la alma mesquina en el cuerpo tornada, / que pesó al diablo, a toda su mesnada”, (209abc). Al no estar el antagonista en el mismo nivel o por encima del nivel de la heroína en una fase inicial, el heroísmo de María disminuye. Sin embargo, la Gloriosa apela al Juez en el mundo transterreno y no en la tierra, quizás por respeto a las jerarquías: Dios es el juez supremo. Recuérdese que en la tierra, la heroína se enfrenta sola al Diablo, como en el Milagro XX, El monje embriagado, del cual hemos transcripto unas cuadernas en el momento del enfrentamiento con el Diablo en forma de toro, can y león. Por otro lado, Belcebú es masculino y, por ende, no es una súcubo o el antagonismo no está ejercido por la esposa del Diablo; quizás, por ello, la heroína recurre a su Esposo y a su Hijo.
Los ángeles tienen el papel de adyuvantes de la María, y, por su lado, los demonios lo son del Diablo. Cristo aparece como ayudante o acompañante de la Virgen al momento de hacer el milagro del relato XXIII; es, en otras palabras, su adyuvante principal, pero con rango de co-protagonista. Pero en general el rol de Cristo es ser destinador a favor de María, porque siempre –al igual que Dios- inclina la balanza hacia María. En el siguiente gráfico, se representa los roles de los diferentes personajes de la obra estudiada.
-
Distribución de los Roles de los Personajes en la Obra
3.- Nuevas clasificaciones de los Milagros
El protagonismo absoluto de María, entendido como la hacedora del milagro por su carácter divino y entendido como una hazaña épica que debe ser conservada por escrito y propagada por su carácter heroico-épico, permite agrupar los veinticinco relatos berceanos en cuatro clasificaciones básicas.
La primera clasificación toma como criterio la actuación de María y partiendo de su actuación podemos clasificar las hazañas en tres grupos, a saber:
1.- La heroína es mediadora: (a) entre los santos y Dios: en los milagros VII, VIII y X; y (b) entre los hombres y Dios: en los milagros II, XVII y XXV.
2.- La heroína está acompañada: (a) de Cristo: en los milagros XVIII y XXIII; y (b) de los ángeles: en los milagros IV, V, XI y XXI.
3.- La heroína está sola: en los milagros I, III, VI, IX, XII, XIII, XIV, XV, XVI, XIX, XX, XXII y XXIV.
El primer grupo revela que sólo a través de la Virgen se logran todas las gracias: únicamente ella puede cambiar las decisiones del Juez: Como es la Gloriosa plena de bendición, / no’l serié negada ninguna petición, / non li diçrié tal Fijo a tal madre de non. (181acd). Los santos piden la mediación de María porque tienen conciencia del lugar privilegiado que ocupa en el cielo y de la omnipotencia suplicante que le es propia. Por ejemplo, a San Pedro, en el milagro VII, no le sirve de nada orar de rodillas ante Jesucristo por su devoto (cuaderna 164). La respuesta que recibe el apóstol es rotunda y aparentemente definitiva, los pecadores no entran al cielo:
Disso’l Jesu Chisto: “Peidro, el mi amado,
bien sabes tú que disso David en su dictado,
que essi folgarié en el monte sagrado
que entró sin mançiella e quito de peccado. (165)
Essi por qui tú ruegas, fincada tu rodiella,
nin obrava justicia, nin vivié sin manciella:
por la su compannía non valió mas la ciella:
¿En quál él mereció posara en tal siella?” (166)
Sin embargo, Cristo, ante le ruego de María, ordena la resurrección del monje: “torne aún al cuerpo en qui fo morador” (172b). Por esta razón, en el milagro X, San Proyecto, antes de ir a Dios para interceder por Esteban, busca a la Gloriosa:
Fue pora la Gloriosa que luz más que estrella,
movióla con grand ruego, fue ante Dios con ella
rogó por esta alma que trayén como a pella,
que non fuesse judgada secundo la querella. (256)
y la petición de María, naturalmente, es atendida por el Rey de los cielos:
Disso a esti ruego Dios el nuestro Sennor:
“Faré tanta de gracia por el vuestro amor:
torne aún al cuerpo la alma peccador. (257abc)
Por lo demás, en el milagro VIII, es María quien ordena la resurrección de Giraldo:
Disso: “Yo [= María] esto mando e dólo por sentencia:
la alma sobre quien avedes la entencia,
que torne en el cuerpo, faga su penitencia. (208abc)
y la sentencia de la Virgen es ratificada por Dios: “Valió esta sentencia, fue de Dios otorgada,”(209a). Por otro lado, consideramos que el milagro XVII revela el papel mediador de María, por cuanto ni los santos ni las santas quieren intervenir ante Dios (estrofa 388), entonces los profanadores dirigen sus ruegos a la Virgen (de estrofa 389 a la 393), quien no sólo los escucha, sino que fue aplacando su ira inicial y finalmente apaga el fuego (estrofa 395); y el autor-narrador dice: “Con esta mejoría que Dios lis quiso dar,” (398a), y con ello pone de manifiesto la mediación implícita de María. En fin, este primer grupo de milagros ha querido destacar el hecho de que María, como instrumento de Dios, necesita la aprobación de él para realizar el milagro.
En el segundo grupo, la heroína aparece acompañada de Cristo o de los ángeles, pero esta circunstancia no menoscaba su actuación. Cristo desempeña el papel ayudante principal con rango de co-protagonista, (véase García, 2005); mientras que los ángeles cumplen, por lo general, el rol de psicogogos, porque trasladan el alma del devoto al cielo:
prisiéronla los ángeles con la gracia divina,
leváronla al Cielo do el bien nunqua fina. (129cd; milagro IV)
prisiéronla de ángeles un convento onrrado,
leváronla al cielo, ¡Dios sea end laudado! (138cd; milagro V)
desampararon todos a la alma mesquina. (278d)
Vidiéronla los ángeles seer desemparada,
fueron e adussiéronla pora la su majada. (279ad; milagro XI)
A veces pelean con los diablos por las almas:
vidiéronla los ángeles, descendieron a ella,
ficieron los diablos luego muy grand querella. (86bc)
Y en el milagro XXI trasladan al hijo de la abadesa a la casa del ermitaño:
nació la creatura, cosiella muy fermosa,
mandóla a los ángeles prender la Gloriosa. (533cd)
Díssolis a los ángeles: “A vos ambos castigo,
levad esti ninnuelo a fulán mi amigo,
ca bien vos creerá, luego seed comigo.” (534abd)
En fin, la obediencia hacia María caracteriza a los ángeles, porque son sus adyuvantes. Es decir, ayudan a la Virgen en sus planes de proteger o salvar a sus devotos.
El tercer grupo abarca el mayor número de milagros. En ellos, la heroína actúa sola, sin la compañía de ángeles o de Cristo y sin la necesidad de tener que rogar a Dios. Respecto a cada uno de estos milagros, podría quizás decirnos Berceo: “creo que non udiestes nunqua mejor hazanna” (446b).
La segunda clasificación tiene que ver con el antagonista; esto es, el criterio es la presencia o no del Diablo (11). En los Milagros, el Diablo aparece directa e indirectamente. En el primer subgrupo, presencia directa, él y sus vasallos, en persona, inducen al pecado, tal como ocurre en los milagros II, VIII, XI, XII, XX y XXV. En el segundo subgrupo, es decir presencia indirecta, el Diablo se hace presente a través del pecado en todas sus modalidades como lo atestiguan los milagros VI, VII, X, XIV (“Cadió rayo del cielo por los graves peccados”, 322a), XVI, XVII, XVIII, XXI y XXIV.
En otro grupo de milagros no hay presencia alguna del antagonista ni de sus vasallos. A tal conjunto pertenecen: (a) los milagros III, IV, V, IX, XIII, XVI, XIX, XXII y XXIII. En ellos, el adversario –para llamarlo de alguna forma- es el problema específico y que puede consistir, simplemente, en no estar enterrado en el cementerio de los diezmeros, o en ser despedido de un trabajo, o en tener que pagar una deuda. Y (b) el milagro I, aunque este relato tiene la particularidad de no contar con la presencia de Diablo, pero tampoco Ildefonso tiene una dificultad; este subgrupo de la ausencia del Diablo recoge un milagro especial, dado que la Virgen premia a su devoto por su fidelidad y su labor de honrarla.
Creemos, sin embargo, que los dos primeros subgrupos de la primera clasificación basada en la presencia directa o indirecta del Diablo deben subordinarse al último grupo, por cuanto en esos dos primeros subgrupos María se ve en el trance de tener que enfrentarse al Demonio y sus vasallos, precisamente, por sus devotos o por los santos. Ella hace suya las dificultades de los otros. Es tan así que ella interviene, en ocasiones, sin que los devotos le pidan ayuda expresa, como sucede, por ejemplo, en el milagro VI El ladrón devoto, o en el milagro IX El clérigo simple, o en el milagro XIII El nuevo obispo de Pavía.
El oficio propio de la heroína es, pues, como ella misma lo dice, socorrer a los necesitados, auxiliar a los desgraciados en todo momento:
“Quiero yo que mi vían salvar algún cuitado,
esso es mi delicio, mi officio usado”. (485ab)
Y ella cumple este “mester”, cabalmente esté o no el Diablo de por medio y sena cual fueren las dificultades que se les puedan presentar a sus devotos a los santos; la función de la intervención mariana en sí misma no es pelear o enfrentarse al Diablo, sino que tal choque se produce en la medida que sea necesario para ayudar a sus devotos.
A esta segunda división de los milagros, podremos reclasificarla si separamos aquellos episodios que presentan a los hombres con una dificultad (ya sea por la presencia del Diablo o por un problema específico) de aquellos milagros cuya dificultad la presenta un lugar, objeto u ornamento sagrado, como en los milagros XIV, XVII, XVIII o XXIV. Estos cinco milagros indican la protección de María a la Iglesia y a lo sagrado: lo sobrenatural ayuda a lo divino, porque sin la intervención sobrenatural no se supera el peligro o la dificultad en cuestión. Hay que destacar que estos lugares y ornamentos sagrados son marianos; aquí la enseñanza que busca el autor es motivar o exhortar a manifestar la devoción a la Virgen a través del cuido y el respeto a lo eclesial mariano: “cogieron muchos miedo de facer tal peccado, / de quebrantar iglesia e logar consegrado”, (410cd)
La tercera clasificación de los Milagros se puede hacer tomando en cuenta el espacio épico de la hazaña. El espacio es otro elemento propio de la épica, el cual anota Kayser (1981) es la tercera sustancia épica, después de los personajes y el acontecimiento. Los personajes “están totalmente determinados por el espacio, tienen su significación como expresión del espacio”, (p. 476).
En los Milagros, los personajes se corresponden con sus espacios. La heroína, en cuanto principal expresión del mundo transterreno, se revela como un ser divino capaz de cambiar el curso de los acontecimientos naturales y humanos. El carácter sobrenatural le permite al Diablo transformarse en ángel (milagro VIII) y en varios animales como toro, can y león (milagro XX). Los devotos, en la tierra, están de rodillas ante ese poder superior a su condición humana. En la tierra convergen los submundos del bien y del mal, porque los seres humanos son el objeto deseado tanto de María y como del Diablo.
La divinidad en la obra está, sin embargo, humanizada y el espacio transterreno se describe en términos y elementos terrenales. El cielo es lugar placentero, seguro y glorioso, de abundante comida, buen tiempo y donde hay enfermedad:
“al regno de mi Fijo que es bien tu amigo,
do se ceban los ángeles del buen candial trigo”. (137bc)
murió de fin qual dé Dios a tot christiano,
issió de mal ivierno, entró en buen verano,
fo pora paraíso do será siempre sano. (303bcd)
levólo a la gloria, a seguro logar. (581c)
credién que eran almas que querié Dios levar
al sancto paraíso, un glorioso logar. (600cd)
En cambio, el infierno es espacio vacío de deleite, prisión, enfermería, en él se come mal y se sufre exilio eterno:
vinieron de diablos por ella grand gentío
por levarla al báratro, de deleit bien vazio. (85cd)
trabaron de la alma los falsos traïdores,
levávanla al fuego, a los malos suores. (197cd)
“¡vaya yacer con Judas en essa fermeria!”.(245d)
dávanli por pitanza non mazanas nin figos,
Mas fumo e vinagre, feridas e pelcigos. (246cd)
Ovo quando Dios quiso est prior a finar,
cadió en un exilio, en un áspero logar. (286ab)
“cadí en un exilio crudo e destemprado”. (295c)
“ca es logar fediondo, fedionda confradría” (847c)
Partiendo del lugar donde la heroína realiza sus hazañas, podemos dividirlas en milagros efectuados en el espacio sobrenatural o transterreno y milagros cumplidos en la tierra. Así tenemos:
1.- Milagros ejecutados en el espacio transterreno:
a.- En el cielo: milagros VII, VII, X y XVII.
b.- En el infierno: milagro XII.
c.- En un espacio indefinido: milagros II y XI.
2.- Milagros realizados en la tierra: milagros I, III, IV, V, VI, IX, XIII, XIV, XV, XVI, XVIII, XIX, XX, XXI, XXII, XXIII y XXIV.
3.- Milagro en los dos espacios: milagro XXV.
Los milagros realizados en el cielo ponen de manifiesto el papel intercesor de María; en esencia, se corresponden con la anterior clasificación rotulada María mediadora.
Consideramos que el milagro XII es llevado a cabo en el infierno, porque el prior le dice a Humberto: “cadí en un exilio crudo e destemprado: / el príncep de la tierra, Smirna era clamado”. (295cd). Y luego añade: “mas ovo a passar por y Sancta Maria” (296c) y “tollióme de la premia del mortal enemigo, / Púsome en logar do vivré sin peligro.”, (297cd). Así pues, María es la heroína a la cual ningún lugar le está vedado; ella es reyna general (88a) de los espacios. El antagonista, por el contrario, no tiene acceso al cielo.
Los milagros II y XI se realizan en un espacio transterrenal, pero, aún así, no definido. El milagro II no sucede en la tierra: “Mientre yazié en vanno el cuerpo en el río, / digamos de la alma en qual pleito se vio:” (85ab), aclara el autor-narrador. Tampoco sucede en el infierno, porque “vinieron de diablos por ella grand gentío, / por levarla al báratro, de deleir bien vazío.”, (85cd). Pero mucho menos tiene lugar en el cielo: “Mientre que los dïablos la trayén com a pella, / vidiéronla los ángeles, descendieron a ella,” (86ab). En el milagro XI, por su lado, se plantea la misma indefinición del espacio. No es en el infierno: “Finó el rastrapaia de tierra bien cargado, / en soga de dïablos fue luego cativado,” (273ab). Mucho menos en el cielo: “Doliéronse los ángeles d’esta alma mesquina,” (274a). En todo caso, el lugar, sea el que fuese, no está prohibido a la heroína. En estos dos milagros, el bien y el mal pugnan por determinar la suerte eterna del alma de cada personaje (el sacristán fornicario y el labrador avaro).
Los milagros realizados en la tierra constituyen el grupo mayor. Lo forman diecisiete hazañas milagrosas. El lugar preferido por María, evidentemente, es la tierra.
Estos milagros del segundo grupo se pueden reclasificarse, dependiendo del sitio donde se efectúan, de la siguiente manera:
a.- En una iglesia: milagros I, XIV, XV, XVIII y XXIV.
b.- En un cementerio: milagro II.
c.- En un convento o monasterio: milagros IV, IX, XX y XXI.
d.- En una casa: milagros V y XVI.
e.- En el mar: milagros XIX y XXII.
f.- En la tierra y en el mar: milagro XXIII.
g.- En un lugar público: milagros VI y XIII.
En estos escenarios de la hazaña, los lugares referidos a lo eclesial (iglesia, convento o monasterio) ocupan el mayor número de espacio mariano. Sobre el mar y la tierra como locaciones marianas, indica Berceo: “Entendredes en ello cómo es la Gloriosa, / en mar e en terreno, por todo poderosa,” (432ab).
Por otra parte, los hechos hazañosos suceden en varios países. Esto permite reclasificar los milagros en: (a) milagros con ubicación geográfica: milagros I, XIII, XIV, XV, XVI, XVIII, XIX, XXII, XXIV y XXV; (b) milagros sin ubicación geográfica: milagros III, IV, V, VI, IX, XX y XXI.
Los milagros del primer grupo, es decir, milagros con ubicación geográfica, ocurren en los siguientes países: en España (milagro I: Toledo, 47ab y milagro XVIII: 413a; milagro XXIV: Celinos del Campo (Valladolid), 707c), Italia (milagro XII: Pavía, 281a y milagro XIII: 313b; milagro XV: Pisa, 330a), Francia (milagro XVI: Borges, 353a; milagro XIV: San Miguel de Tumba, 317a y milagro XIX: 433a), Siria (milagro XXII: San Juan de Acre, 588c), Turquía (milagro XXII: Constantinopla, 626a o Bizancio 682a; milagro XXV: Cilicia, se obtiene de la hagiografía del San Teófilo, (véase a Devoto, 1986: 220: Teófilo).
Además de estos topónimos en los que tiene lugar el milagro, hay otros relatos que indican el lugar residencial de la persona que ha sido favorecido por milagro. Por ejemplo, el monje mal ordenado (milagro VII) residía, cuando fue afectado por hecho milagroso sucedido en el cielo, en Colonia (160a), “la capital del principado electoral de Rin” (Gerli, 1991:99: n. 160a; y Devoto, 1986: 160: Colonia), localidad de Alemania. El romero engañado (milagro VIII) moraba en Cluny, Francia, que se deduce por la mención a San Hugo en la copla 182c (para más detalles véase a Devoto, ídem: 183: Hugo, San). El prior del monasterio de San Salvador era monje en la ciudad de Pavía (281a), Italia, antes de morir e ir al infierno. Los dos hermanos del milagro X vivían en Roma (236a). Mientras que en el milagro XVII se indica la ciudad en la que comenzó la propagación del milagro, y esta localidad es Anfridi (405b), en Francia.
Los nombres de países que aparecen en los milagros son seis: Alemania, España, Francia, Italia, Siria y Turquía, y para un total de trece ciudades o regiones: Colonia; Toledo y Celinos del Campo; Pavía, Roma y Pisa; Borges, San Miguel de Tumba, Cluny y Anfridi; San Juan de Acre, y Constantinopla y Cilicia, respectivamente.
El milagro XXV conforma el último grupo de la clasificación de los milagros según el espacio épico. Aquí el espacio es doble. En efecto, las apariciones de la Virgen a Teófilo suceden en la tierra. La mediación de María ante Cristo y la búsqueda de la carta se realizan en el espacio transterreno: cielo e infierno, respectivamente. Y la entrega de la misiva por parte de María a Teófilo se da en la tierra. Este lugar terrenal se puede identificar a partir de la leyenda del santo: el milagro, en la sección terrenal, sucedió en Cilicia, localidad de Adana, Turquía; de allí que lo hemos colocado también en la división anterior.
Este espacio mariano no es fijo, intenta abarcar todo el universo cristiano; en efecto, va del cielo a la tierra y de ésta al infierno, de Europa a Asia, del mar a la tierra. Todo espacio tiene un centro. El centro del espacio mariano es el escenario terrenal, y no es el supraterrenal, como pudiera pensarse. Los lugares específicos de la tierra donde sucede el milagro constituyen el eje entre lo sobrenatural y lo natural. Estos lugares terrenales son el punto de unión de esos dos mundos. Este omphalos, ombligo del mundo mariano, es múltiple, por cuanto “el centro, en general, sin embargo, no tiene necesariamente que ser único: allí donde haya un eje entre cielo y la tierra, allí hay un centro del mundo”, como aclara García Pelayo (1991:793).
De acuerdo con nuestra aseveración de que el centro mariano está en la tierra, debemos suponer que los milagros de María en el espacio transterrenal no tienen centro. Sin embargo, si lo poseen pero de manera indirecta, gracias al alma del devoto que ha pasado tal espacio, sin dejar de ser espíritu de un ser no divino, es decir, por ser el único elemento “humano” en el espacio supraterrenal, y, con dicha alma, el autor-narrador y el público se introducen también para formar el centro mariano.
Ahora bien, esta clasificación de acuerdo con el espacio épico no pretende, en ningún momento, olvidar la visión del mundo que nos presenta Berceo en la obra: el universo es un todo, una unidad; el cielo, infierno y la tierra se mezclan entre sí de manera armónica y organizadamente, como se pensaba en la Edad Media (Rico, 1986; especialmente la Introducción; y Gilson, 1958). Lo humano y lo sobrenatural, en los Milagros, se unen perfectamente y con familiaridad gracias a la heroína. El universo pertenece a ella, la heroína.
La temporalidad del hecho narrado también puede dividir los milagros; el tiempo se presenta como el último criterio de clasificación de la obra estudiada. En la obra, el tiempo narrativo es abstracto, como señala Rozas (1975: 436) y es indefinido a consideración de Giménez (1976). Todos los milagros son ubicados en un tiempo narrativo remoto (véase a Gariano 1965: 163, y 1966: 747). Berceo narra unos hechos que sucedieron en un momento dado, esto es, tienen un momento histórico, aunque este tiempo histórico es, también, impreciso. En efecto, el poeta, en la secuencia de la presentación biográfica y/o geográfica o en el exordio, dice: “cutió en essi tiempo una buena hazanna;” (352b); “un día de grand festa por agosto mediado,” (413b); “que cuntió otro tiempo en un puerto de mar;” (431b). Sólo el milagro XXIV tiene un tiempo histórico más o menos específico: “En tiempo del Rey de la buena ventura, / don Fernando por nomne, señor de Extremadura, cutió esti miraclo de muy gran apostura.”, (705abd). Basándonos en estos datos históricos imprecisos señalados en la obra y también en datos históricos reales extraliterarios, podemos agrupar un número de milagros con datación histórica, que serían: milagro I que sucedió antes de 667, fecha en la que falleció Ildefonso; milagro VIII ocurrido entre 1049 y 1109, lapso en el que San Hugo se desempeñó como abad de Cluny; el milagro XIV, por el contrario, sucedió el25 de abril de 1112, Viernes Santo; el relato XIX se produjo el 29 de septiembre 1011; el milagro XXIV sucedió antes de 1252, año de la muerte del rey Fernando; y el milagro XXV se produjo de 538, año en el que murió el rey Fernando; son, pues, seis milagros con el tiempo de su ocurrencia. Los demás milagros, diecinueve en total, están envueltos en la imprecisión temporal histórica real.
Ahora bien, de este doble hecho (tiempo narrativo abstracto y tiempo histórico impreciso) podemos conjeturar que al poeta no le interesa el elemento temporal en su obra mariana analizada. El fin de esta intención es lograr la actualización del milagro: cada lectura de los relatos supone una repetición del milagro mariano. La temporalidad narrativa y real es de María, porque ella –al igual que Dios- “Facié [y hace] miráculos cutiano,” (503a).
4.- Conclusión
El objetivo de este artículo era proponer una nueva clasificación de los Milagros, de Berceo. Para cumplir con esa tarea fue necesario demostrar dos puntos cruciales, a saber: (a) que las clasificaciones conocidas (la de Comes y la de Rozas) presentan fallas porque colocan a los seres humanos o devotos como protagonistas del relato mariano y porque están basados en un criterio moral; y (b) que María es la protagonista absoluta de los relatos y del milagro, por ello los demás personajes (humanos y divinos) giran alrededor de ella.
La demostración de estos dos aspectos permitió, entonces, clasificar los milagros de cuatro maneras distintas. Estas fueron las clasificaciones y sus criterios siguientes:
(i) La primera presenta como criterio la actuación de María; este comportamiento permite distinguir tres subgrupos: (i.a.) María mediadora entre Dios, los santos y los hombres, (i.b.) María está acompañada o ayudada por Cristo o por los ángeles, y (i.c) María actúa sola.
(ii) La segunda clasificación tiene como criterio la presencia o ausencia del antagonista. El primer criterio, presencia del Diablo y sus vasallos, hace separar a los milagros en dos gran subgrupos: presencia directa y presencia indirecta. El segundo criterio de la selección, ausencia del Diablo, también reúne dos subgrupos: milagros con un problema específico y milagro donde se premia la fidelidad mariana.
(iii) En la tercera taxonomía, el rasgo distintivo es el espacio épico del milagro. Se originan por este criterio tres subgrupos: (iii.a.) Milagros ejecutados en el espacio transterreno del cielo, el infierno y de un espacio transterrenal indefinido; (iii.b.) Milagros realizados en la tierra; estos se pueden reclasificar dependiendo del sitio donde se efectúa el milagro y si tienen o no ubicación geográfica o localidad; y (iii.c.) Milagro llevado a cabo en los dos espacios (terrenal y transterrenal).
(iv) En la cuarta división, el criterio es la temporalidad narrativa e histórica del milagro. Surgen aquí dos subgrupos: (iv.a) milagros con datación histórica y (iv.b.) milagros sin tal datación.
Creemos que estas clasificaciones son más provechosas y permiten un análisis más oportuno de la obra, al tiempo que ponen de manifiesto el papel central y absoluto de la Virgen María.
Notas
(1) Para la biografía de Berceo, se puede consultar Gerli (1991: 11-16), Ynduráin (1976), Dutton (1962, 1978) o esta dirección: https://www.vallenajerilla.com/berceo/biografia.htm ; para la autoreferencia de Berceo en sus obras, véase a Artiles (1968: 19-23).
(2) Sobre el mester de clerecía en general o asociado a Berceo, véase Willis (1975), Gerli (1991: 16-19). La fuente latina usada por Berceo se puede consultar en esta dirección: https://www.vallenajerilla.com/berceo/carreradelared/milagrosthot128.htm , una característica del mester de clerecía era usar fuentes escritas latinas que luego traducían y recreaban. También es necesario revisar el artículo de Deyermond (1979) sobre la poesía del siglo XIII.
(3) Con esta afirmación estamos asumiendo que Berceo no es el autor del Libro de Alexander; para mirar los argumentos de esta postura, véase Alarcos Llorach (1948); para una postura opuesta, véase a Duttón (1960) y Dana (1975).
(4) Esta afirmación no indica que Berceo fuese un poema ingenuo y tonto como asumió por mucho tiempo la crítica hispánica; por ejemplo Azorín (1915) y en esta dirección http://www.los-poetas.com/e/bioberceo.htm Berceo fue un hombre muy culto y parece estar movido por factores económicos al momento de escribir, véase Dutton (1980), Ruiz Domínguez (1999), Lopes Frazão (2001) y Diz (s.a)
(5) Para una cronología de las obras berceanas, véase Werber de Kurlat (1961: 113-130). Sobre los órdenes del discurso, véase Sánchez (1992).
(6) García de La Concha (1992) hace un interesante estudio de la mariología en la obra berceana. Rico Mansilla (2004) estudia el culto a la Virgen en general y en los Milagros.
(7) Esta comunicación forma parte de un trabajo mayor que comenzó con mi tesis de pre-grado (García, 1992); actualmente lo estoy revisando y actualizando.
(8) Aunque Campo (s.a.) no se propone intencionalmente hacer una clasificación de los personajes de los milagros en su artículo, produce sin embargo una división en dos grupos: los buenos y los malos. Los primeros son “quienes comparten la fe católica marianista y los malos quienes profesan otra fe, distinta a la de él” (s.p.). Es decir, hace una división de los personajes en cristianos y no-cristianos o judíos. Esta clasificación nos parece pobre y no toma en cuenta a los cristianos no marianos, como Siagrio (milagro I): esta taxonomía producida de modo indirecto es muy genérica. No hemos colocado esta clasificación de Campo en el texto, porque esta autora reserva el protagonismo a María y su objetivo no es producir una clasificación. Por su lado, Vàrbaro (1968/1983) también considera a los personajes humanos protagonistas: “El protagonista del milagro naturalmente es siempre un pecador”, (p.133).
(9) Este milagro XXI es el único en el cual María realiza dos milagros, quizás, porque existen dos historias muy interrelacionadas, una principal y la otra subordinada, pero con dos personajes humanos principales, como argumento en García (2005).
(10) Como argumentamos en otro artículo (García, 2005), en este milagro Cristo es co-protagonista del milagro realizado.
(11) Ruiz Domínguez (1999b) hace un estudio de la figura del Diablo en la obra berceana.
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Hacia una nueva clasificación de los Milagros de Nuestra Señora, de Berceo
Juan Francisco García
2006
Universidad Nacional Experimental de Guayana (Venezuela)
Lic. Juan Francisco García (Ciudad Bolívar, Venezuela).
Profesor Ordinario, Categoría Agregado, de la UNEG – Sede Ciudad Bolívar.
Pregrado por la Universidad de Oriente (1992) con título en Licenciado en Educación, Mención Castellano y Literatura.
Tesis mención publicación: El heroísmo de María en Los Milagros de Nuestra Señora, de Berceo.
Magíster en Lingüística por Instituto Pedagógico Maturín (UPEL).
Tesis mención honorífica: Análisis textual y discursivo de la Biblia: Estudio del Primer capítulo del Génesis.
Investigador en Análisis del Discurso y los procesos de enseñanza-aprendizaje de la escritura.
Trabaja actualmente en el Diseño de una Línea de Investigación, dedicada a los procesos de enseñanza-aprendizaje de la lectura y escritura.
Publicaciones en las revistas arbitradas: Letras (IPC), Núcleo (UCV) y CLAVE.
Ha ganado dos veces el Premio a la Mejor Investigación en Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Abierta.Agradecemos al Profesor Juan Francisco García su contribución a esta Biblioteca Gonzalo de Berceo