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Y por duros caminos del poderoso Reino de Nájera-Pamplona se escuchará el «paso» de peregrinos en una ruta de fe o ideal religioso: es el caminar por el denominado «camino francés» o «Ruta Jacobea» de unos hombres con el rostro bañado por el sudor, la lluvia y el sol, con muestras de fatiga y, en algunos casos, marcados por la palidez de la muerte. Son momentos trágicos, suavizados por sueños de religiosa poesía. Las narraciones bíblicas están arraigadas en las mentes cristianas y sus «apariciones» se repiten en imágenes más actualizadas. La aparición del sepulcro del Apóstol Santiago es un mensaje de Dios; su cuerpo no puede permanecer inerte. Y Santiago Apóstol «revive» en la batalla de Clavijo montado en un caballo blanco y portando en sus manos una bandera y una espada en defensa de la cristiandad. ¿Leyenda o realidad? En cualquier supuesto, un hito en la historia universal que se sigue evocando en el tímpano románico de piedra de la catedral de Santiago o en numerosa iconografía, ya sea con hábitos guerreros -Santiago «matamoros»- o simple peregrino, como en la torre de Tours de París, iluminando el camino francés de mística religiosidad. Santiago Apóstol nace con «la leyenda», pero se materializa con su presencia guerrera en las laderas del castillo de Clavijo. Los peregrinos, a su paso por La Rioja, utilizaron preferentemente las calzadas -vías principales y secundarias- que los romanos habían construido con fines militares. Es curioso resaltar que es la región que más sigue utilizando los antiguos trazados jacobeos. El Codes Calixtinus, redactado hacia 1130, que se conserva en la catedral de Compostela, contiene en su libro V la famosa guía del peregrino, atribuida al presbítero poitevino Aymery Picaud, advirtiendo a los caminantes de los peligros y dificultades que podían tropezar en su ruta e incluso señalando las «jornadas» o «etapas» que debían ajustarse en su recorrido. Precisaba que «desde Port de Cize se cuentan trece jornadas hasta Santiago. La primera es desde la villa de Saint Michel, que está al pie de Port de Cize hacia Gascuña, hasta Viscarret y ésta es pequeña. La segunda es desde Viscarret hasta Pamplona, y ésta es corta. La tercera es desde la ciudad de Pamplona hasta Estella. La cuarta, evidentemente para andarla a caballo, es desde Estella hasta la ciudad de Nájera. La quinta, igualmente para jinetes, es desde Nájera hasta la ciudad llamada Burgos ... » Y en el trayecto riojano fijaba los pueblos de su camino «Estella, rica en pan, vino, carne y pescado, y llena de toda clase de felicidades. Después está Los Arcos, luego Logroño; después, Villarroya, Nájera y Santo Domingo, Redecilla, Belorado, Villafranca, Montes de Oca ... » Indudablemente, la obra de Santo Domingo de la Calzada, con la construcción del puente sobre el río Oja, se pone de manifiesto en la variante producida entre la calzada romana-Vía Aureliana (Logroño-Nájera-San Torcuato-Villalobar-Leiva y Belorado) con el tramo del «Códice Calixtino» (Logroño-Nájera-Azofra-Cirueña-Redecilla del Camino y Belorado). Debemos tener en cuenta que en los momentos de iniciación de las peregrinaciones a Compostela no había caminos precisos ni guías explicativas hasta el siglo XII, en que apareció la de Aymery Picaud que facilitó a los peregrinos detalles precisos de hospitales, albergues, refugios y datos que afectaban a su propia seguridad. Los caminantes, en muchas ocasiones, tenían que someterse a las reglas de la topografía, lo que no les impedía ver interrumpida su marcha al no poder atravesar caudalosos ríos. Un caso muy frecuente resultó ser el del peregrino extraviado con el peligro de verse atacado por lobos, alimañas u otros animales salvajes. Gentes del pueblo, religiosos o simples pastores, les prestaron una valiosa asistencia. ¿Cuántas veces el silencio de los valles y bosques riojanos fue interrumpido por el sonido de toques de cuerna y campanil en busca del peregrino extraviado? En Santo Domingo de la Calzada se conserva una antigua tradición: en las fiestas patronales de la ciudad, en el crepúsculo matutino, cuando el sol aparece tímidamente con rayos de plata, y en el vespertino, cuando se va ocultando en un disco de fuego, se siguen escuchando aquellas angustiosas llamadas; son «las vueltas» del Santo, que efectúa un niño a toque de tambor; son los «pasos» del Abraham de La Rioja, buscando en el silencio de la noche al peregrino extraviado. Los Estatutos del «Libro de las Concordias y Santa Hermandad de la Zarzosa» (año 1538) mencionan del fraile o santero de la ermita de Santiago en el cometido de su búsqueda y alojamiento. El toque de cuerna y campanil se escuchaban en ayuda del caminante extraviado en las espesuras de Monterreál, en cuyos profundos bosques perduró una fuente denominada Santiago. Las incidencias del tradicional camino se ponen de manifiesto en las referencias que se hacen en la «España Sagrada», Teatro Geográfico. E. Flórez, 1794, sobre las primeras noticias del camino francés al hablar que muerto el rey García, su hijo Sancho alcanzó el reino paterno, «arrancando a los enemigos la franja de tierra que se extiende de las mismas cimas de los Pirineos hasta la fortaleza de Nájera, hizo que el camino de Santiago que los peregrinos evitaban desviándose por Alava, por miedo de los bárbaros, pudiese ser recorrido sin ningún obstáculo. El «Cronicón Silense» considera con firmeza que la circulación por aquel camino pudo ser una realidad por las victorias de Sancho Garcés I de Pamplona, que « ... arrancando del poder de paganos cuantos territorios se contienen bajo los montes Pirineos hasta Nájera dejó expedito y libre los obstáculos que motivaban el retraimiento al camino de Santiago». Es indudable que Sancho el Mayor de Nájera, en una conjunción de razones político-religiosas, modificó el antiguo trazado, desviándolo hacia las zonas llanas de Pamplona y de La Rioja, de mayor protección para el peregrino y fomentando la construcción de hospitales, albergues, refugios, Hermandades Religiosas y Ordenes Militares, cuya política siguió su hijo don García el de Nájera y posteriormente Alfonso VI, al incorporar La Rioja al Reino de Castilla. Un riojano nacido en Viloria, Santo Domingo de la Calzada, construirá un largo puente sobre el río Oja para facilitar el paso de peregrinos, con una concepción y conocimientos que hoy día resultan de difícil explicación. Con su hoz milagrosa limpiará las malezas de los bosques; de un solo tajo derribará troncos de fuertes encinas y uno de sus milagros será una de las más importantes temáticas de la ruta jacobea. Hombres de todas clases sociales atravesaron la región en su camino hacia Compostela. El príncipe de Aquitania y el obispo de Le Puy, Godescalc (Gotescalco), en el año 950-951, con una espectacular comitiva, cruzaba el Ebro por el puente romano de Varea, pasando por la pequeña aldea denominada de «Lo Gronio» («Gronio»), para alcanzar, siguiendo la línea del Iregua, el célebre monasterio de Albelda, como etapa proyectada. Los monjes, que hacían vida silenciosa y anacoreta, habían adquirido una fama universal como copistas y reproductores de documentos. El obispo encargó al abad Gomesano Gómez una copia del tratado de San IIdefonso de Toledo sobre la Virginidad de la Virgen. La copia se conserva en la Biblioteca Nacional de París, con un prólogo del monje riojano dando detalles del viaje del príncipe aquitano, en el Códice de Gotescalco, llamado también Códice Colbertino, por haber pertenecido a Juan Bautista Colbert, que fue ministro de finanzas de Luis XIV. San Bernardino de Siena parece que llegó a la ciudad de Logroño hacia el año 1441, tres años antes de su muerte, en su peregrinación a Compostela, siendo su paso motivo de curiosidad por la fama de santidad de que venía precedido. Devolvió la vida a un niño que se había caído desde un alto piso, desprendiéndose de los brazos de su madre que escuchaba desde una ventana las palabras del predicador. En su recuerdo se fundó un convento en Navarrete. A San Francisco de Asís se le atribuye el milagro de haber sanado al hijo de un tal Medrano, señor de Agoncillo, natural de Logroño, que en agradecimiento fundó el convento de su nombre, que fue destruido por un incendio en el año 1869. Otros penitentes célebres fueron Raimundo II, conde de Rourgue (año 961), cuyo asesinato en el camino fue una de las crónicas negras del Camino de Fe; Hugo de Vermandois, obispo de Reims (año 961); Simeón (año 983), monje armenio de quien se decía que con sus poderes mágicos había expulsado el demonio del cuerpo de la hija del rey Bermudo II; Santo Domingo de Guzmán, Guillermo de Aquitania, Esteban, obispo griego; Beato Raimundo Lulio y otros, cuya lista resultaría interminable, en un interés no ajustado al ámbito regional. Los relatos de Aymery Picaud constituyen la primera guía turística para el viajero que debía iniciar una ruta peligrosa, llena de aventuras. Sin embargo, en sus descripciones de ciertos tramos se apartó de la realidad, supeditándose a criterios personales. Los consejos que daba a los peregrinos en su paso por el tramo navarro hasta Logroño se pueden calificar de desafortunados. Sus frases para los navarros como «pueblo bárbaro» ... feo de rostro ... , perverso, pérfido, desleal, corrompido, voluptuoso, experto en todas las violencias, feroz y salvaje ... y otras frases aún de mayor dureza no reflejan sino un espíritu rencoroso, posiblemente por la derrota de los héroes francos en Roncesvalles. Ensalzó los vinos de su tierra, pero no tuvo las mismas frases para los de La Rioja, que precisamente otro místico, Gonzalo de Berceo, al hacer una prosa dirigida a la Virgen, involuntariamente efectuaba el primer brindis a la riqueza de su tierra: el vino. «Quiero fer una prosa en roman paladino En qual suele el pueblo fablar a su vecinos Ca non so tan letrado por fer otro latino Bien valdrá como creo, un vaso de bon vino.» Los ingleses también atravesaron tierras riojanas siguiendo su marcha hacia Compostela. El doctor Andrew Boorde, después de su aventurado viaje en unión de Borrow, tuvo un comentario sobre los vinos de Rioja: «La cerveza de la vieja Inglaterra sabe mejor que los vinos de Rioja.» Quizá, como buen inglés, pretendía vanagloriarse de lo suyo, en . cuyo caso tal alusión al rioja podría constituir una frase de alabanza. El peregrino Herman Kuning, de nacionalidad alemana, conoció La Rioja en el año 1446. En sus referencias situaba a Logroño «más allá de dos millas de Viana», como ciudad denominada en tudesco «CRUNINCA», de la raíz Gronio, resaltando que en esos límites fronterizos de Navarra-Castilla se produce un cambio en la moneda usual y los coronados (o «coronas» dejan su paso a los «malmedis» o maravedís). Son muy curiosas las referencias que al vino de Rioja se hacían en el cuaderno de un peregrino en el año 1381. Geofroi de Buletof, hablando del recibimiento que se hacía a los caminantes en el monasterio de Estella y picaresca del camino: «Me dieron para comer: un pedazo de pan de seiscientas onzas, media pinta de vino, y como es Cuaresma, nos han colocado sobre el plato "abadejo, sardinas, huevos y queso con caldo y legumbres". Nos han tratado a cuerpo de rey. Y eso que la Cuaresma ha evitado pitanza de caldo y carne. Si uno no alcanza la satisfacción de la Ilenumbre, puede repetir. Está permitido. iClaro que hay picaresca! COMO LAS DE QUIENES LLENAN SU CALABAZA DE VINILLO RIOJANO, pendientes del bordón de romero, en previsión de futuras jornadas.» Y muchos de aquellos grupos de peregrinos, artesanos, maestros, constructores y variados oficios, al amparo de tales privilegios, se asentaron, especialmente en Logroño y Nájera, como colonos y pobladores de zonas que se denominaron «Barrios de Francos»; como vecinos de la ciudad sus actividades las orientaron inicialmente al cambio de moneda y comercio y contribuyendo de forma decisiva al desarrollo urbanístico, artístico y económico. Estas actividades las efectuaban preferentemente en mercados o lugares determinados y ello se acusa en el nombre que persistía en la actualidad, de calles que se llamaban «Mercaderías», «Herrerías», «Boterías», «Calceterías», «Cerrajerías», «Alojerías», etc., denominaciones que fueron modificándose y que significaban claramente los oficios, profesiones o actividades comerciales que se desenvolvían en aquellos lugares, en una normativa establecida por los nuevos moradores de la ciudad. La repoblación de La Rioja, con el otorgamiento del Fuero de Logroño, fue una auténtica realidad y testimonio de ello son los archivos de la ciudad repletos de nombres extranjeros -artistas y artesanos- que se asentaron en estas tierras. En la primera imprenta establecida en Logroño por Arnao Guillén de Brocar se imprimieron las «indulgencias» que en Compostela recibían los peregrinos que habían logrado finalizar su ruta de fe. En los caminos jacobeos se escuchó el antiquísimo «Ultreia» (siglo XII) con otras canciones populares, líricas o religiosas. La Rioja fue escenario de dos relatos famosos: «La leyenda del ahorcado» y «El combate de Roldán contra el gigante Ferragut», La leyenda del gallo y la gallina se propagó por todos los caminos hasta el punto que dio origen a la que pudiéramos tipificar de «moda Jacobea», probablemente iniciada por el escritor Marineo Sículo: «Yo certifico esto, porque lo vi y fui testigo y conmigo llevo una de estas plumas.» El inconfundible hábito del peregrino, ostentando «la concha de Vieira», como emblema original, se vio enriquecido con unas plumas de las aves del milagro ... Fue un tema religioso, que se plasmó en un teatro popular de representaciones paralitúrgicas con narraciones orales, cuyo fondo tiene una cierta intención didáctica. Una frase resultó muy conocida: «Santo Domingo de la Calzada que cantó la gallina después de asada.» Es la más bella historia del camino de las estrellas: un joven peregrino que se dirigía a Compostela en unión de sus padres es condenado a la horca bajo la falsa imputación por una joven desdeñada de haberse apoderado de una valiosa taza de oro que ella misma le había introducido en el zurrón. A su regreso de Compostela los acongojados padres quisieron orar ante el cuerpo de su hijo, que todavía pendía de la horca, como ejemplar castigo. Cuando lloraban amargamente ante su cuerpo, oyeron con estupor unas suaves palabras que les decían: «Madre mía, ¿por qué lloráis al muerto cuando dichoso vivo? El bienaventurado Santo Domingo de la Calzada me ha conservado la vida; él me ha mantenido y sostenido como ahora veis. Id y dar parte a la justicia.» Los padres, presurosos, corrieron a la casa del corregidor -que habitaba en el barrio viejo, frente al colegio de las religiosas Bernardas, en la parte conocida como casa del Conde-, a quien hicieron un apresurado relato de lo que acaba de acontecer. Hallábase éste a punto de trinchar dos aves de corral e incrédulo de la historia que acababa de escuchar, exclamó: «iVuestro hijo está tan muerto como estas aves que yo voy a trinchar!» De pronto se produjo un hecho asombroso: el gallo y la gallina recobraron sus plumas y con fuerza se oyó el cantar del gallo. Las versiones de antiguos y modernos escritores quedan reducidas a una mayor o menor riqueza narrativa. Un estudio comparativo podrá mostrarnos que la inicial descripción del milagro se va modificando en su final, buscando una mayor dramatización harrativa con el castigo de los culpables. El combate de Roldán contra el gigante Ferragut es uno de los capítulos más extensos de la «Historia Turpini», que forma el libro IV del «Códice Calixtino». Una auténtica fantasía novelesca de las leyendas carolingias en exaltación de Carlomagno y los héroes francos que adquiere tintes de las antiguas narraciones bíblicas, con un escenario: Nájera. « ... se le anunció a Carlomagno que en Nájera había un gigante del linaje de Goliath, llamado Ferragut, que había venido de las tierras de Siria, enviado con veinte mil turcos por el emir de Babilonia para combatirle. El no temía las lanzas ni las saetas y poseía la fuerza de cuarenta forzudos.» El gigante apenas supo su llegada a la ciudad le retó a un singular combate de «caballero contra otro». Carlomagno le envió en primer lugar al dacio Ogier, a quien el gigante «lo cogió con todas sus fuerzas y lo llevó ligeramente a la ciudad como mansa oveja»; luego se enfrentó a Reinaldos de Montalbán, «a quien con un solo brazo se lo llevó a la cárcel de la ciudad». No salieron mejor parados el rey de Roma, Constantino, y el conde Hoel, y «a los dos al mismo tiempo, uno a la derecha y otro a la izquierda, los metió a la cárcel». Por último se enviaron veinte luchadores, de dos en dos, e igualmente los encarceló. Ante la desesperación de Carlomagno, que ya no se atreve a enviar a nadie ante la desigual lucha, aparece Roldán, logrando el permiso del rey para combatirlo ... ; «el gigante lo cogió con solo su mano derecha y lo colocó delante de él sobre su caballo; Roldán, recobrando sus fuerzas y confiando en el Señor, lo cogió por la barba ... , cayendo ambos contendientes al suelo». Prosigue la terrible lucha, logrando Roldán partir en dos el caballo sirio, pero sin conseguir herir al gigante. Agotados por el combate pactan una tregua para el día siguiente. Con el amanecer se reanuda la lucha, a pie, con espada, maza y piedras. ¡Todo inútil ante la igualdad de fuerzas! Nuevas treguas con los mismos resultados. Cansado Ferragut, no puede evitar el sueño. El paladín franco, en caballeresco gesto, le coloca una piedra debajo de su cabeza, para que pueda reposar más cómodamente. Al despertarse se inicia un animado diálogo entre los adversarios. El gigante dice que es invencible, siendo su único punto vulnerable el ombligo. Roldán intenta convencer a su enemigo en los misterios de su fe, hablándole de la naturaleza de Dios, la Trinidad, Muerte y Resurrección de Cristo. Conviene celebrar un último combate, cuyo vencedor será símbolo de la religión verdadera. Nuevamente se entabla una terrible lucha. Ferragut cae a tierra, en cuyo momento aprovecha su rival para clavarle su arma en su único punto vulnerable: el ombligo. La «Historia de Turpini» no creó la leyenda: la recopiló como temática popular de profunda disquisición teológica, que tuvo una amplia divulgación en las zonas de mayor influencia de Cluny: Pamplona, Estella, Logroño y Nájera, cuya primera versión con ciertas variantes aparece reflejada en un capitel del palacio de los duques de Granada de Ega (Estella), obra de Martín de Logroño; narrativa que se repite en una artística vidriera de la catedral francesa de Chartres (siglo XIII). Que fue un tema popular extendido en la región se evidencia en la portada románica del cementerio de Navarrete, donde en un capitel aparece la lucha de Roldán con el gigante Ferragut. Doña María Ramírez, viuda de don Fortún Bastán, había fundado en el año 1185 un albergue y hospital -que amplió su hijo el obispo de Osuna-, donde se hallaba establecida la Orden de San Juan, cuya portada es actualmente la del cementerio.
Testimonios orales nos dan referencias del «campo de Roldán» en las proximidades de Nájera, quizá alusivo al escenario donde se libraron los combates que narra la leyenda. Este tramo riojano, vinculado a tierras vasco-navarras, se iniciaba en lo que en sí constituyó una «etapa» del largo camino, Puente de la Reina - Estella - Logroño Nájera y Santo Domingo de la Calzada. La antigua imagen que para el peregrino pudo tener la ciudad de Logroño se fue modificando con el paso del tiempo ... Aquella explotación agrícola, que por primera vez aparece denominada como «Locrunio», perteneciente al reino de Pamplona, como figura en el «Cartulario de San Millán» ... «Garsea Sancionis res ... duas uilIas, id est, Locrunio et Asa ... » no podía tener otro significado que. la supervivencia de aquel «Loroño» (Logroño) en su antiguo significado vascuence de «al pie de los dormidos o derrumbados» en evocación de la misteriosa ciudad de Cantabria, sumida en el velo de un pasado cuya fantasía se confunde con la realidad. Es el trágico destino de la ciudad que reveló Dios al abad San Millán de la Cogolla, al propio tiempo que le anunciaba su propia muerte. Sus habitantes se burlaron de la profecía y la ciudad fue destruida por el rey godo Leovogildo, sesgando con su espada la cabeza del incrédulo Abundancio, escena que se sigue evocando en los valiosos marfiles de San Millán. Los peregrinos, al atravesar el Ebro por el primer puente de madera, después de piedra, penetraban en la ciudad, que calificaron de «ciudad de las torres iluminadas» ante la contemplación de un cuadro de original belleza. Las calles denominadas de «Rúa Vieja», «Mayor», «Barriocepo» y otras son nostálgicos recuerdos, «pasos» de unos caminantes que seguían su marcha por la actual puerta de Carlos V. En las afueras de la ciudad se encontraba el «Hospital de San Lázaro», más conocido por «la Leprosería de San Lázaro», que contribuyó eficazmente al legado bíblico de ayuda a las personas que padecían tan terrible enfermedad. Según antiguas crónicas, hacia el año 1038-1039, La Rioja y las tierras de Pamplona estaban azotadas por una plaga de langosta que destruía campos y cosechas, sumiendo a la población en el hambre y la desolación. Para librarse de lo que parecía un conjuro del Mal, pidieron la ayuda del Pontífice, quien envió al obispo de Hostia, Gregorio -futuro santo-, para implorar al cielo un remedio contra la triste situación. Se dice que habitó en una casa de la calle Ruavieja, en el lugar que se transformó en una sencilla ermita, en cuya puerta se colocó una inscripción: «Esta es la dichosa casa en que vivió San Gregorio y murió en ella el año 1044, hallándose a su muerte Santo Domingo de la Calzada y San Juan de Ortega, sus discípulos. Ya honra y gloria suya hizo hacer esta capilla don Alonso de Bustamante y Torreblanca, regidor perpetuo de esta ciudad, cuyas son las casas y se acabó año 1642.» San Gregorio bendijo campos y cosechas y en ocasiones estuvo acompañado de Santo Domingo de la Calzada y Juan Ortega. Murió en la citada casa de la calle Ruavieja, siendo trasladado su cadáver, de acuerdo con lo dispuesto por el finado, a una ermita cerca de Los Arcos, que se convertiría en una basílica, que tuvo gran concurrencia de devotos en busca de sus milagrosas aguas, para la lucha contra los insectos perjudiciales a la agricultura. La ermita de San Sebastián (año 1507) se hallaba situada a la entrada de la carretera de Navarrete, con el voto solemne de honrar al santo de su nombre, a quien se le atribuía la protección y cura de la peste, en cuyo honor se celebraba anualmente una procesión con la asistencia de las autoridades, comunidades, cabildos y cofradías. La imagen actual de la ciudad no es la misma que divisaba el peregrino al atravesar el puente. Muchos conventos y ermitas han desaparecido; los arcos de aquel puente de piedra son más grandes; la torre de Santiago perdió la fascinante belleza de su delicado capitel; el espíritu del Medievo dejó de iluminar la linterna de la antigua iglesia del Seminario; las llamas que desvastaron el convento de San Francisco se esfumaron en amarillento humo que lentamente se fue disipando en el cielo ... Hoy, aquellas estampas del pasado se siguen reviviendo en las imágenes de la fachada del siglo XIV de la iglesia de San Bartolomé, con su torre del siglo XI; Santa María de Palacio (siglo XI), con su aguja piramidal; retablo mayor de Arnao, en Bruselas, y claustro gótico; Santiago el Real, con su portada presidida por el Apóstol Santiago en su aparición en Clavijo; la catedral-colegiata de Santa María de la Redonda, con sus airosas torres gemelas de estilo barroco, obra de Martín de Berriatúa, y el Pórtico de Revellín, como última supervivencia de la muralla que rodeaba la ciudad, y en la lejanía, siguiendo el curso del Iregua, la silueta del castillo de Clavijo, como escenario del lugar donde se apareció el Apóstol Santiago, en defensa de la Cristiandad. Un hito en la Historia de España y evolución del camino Compostelano. Navarrete fue un importante «paso jacobeo» con su famoso albergue de San Juan de Acre y Hospital de la Orden de San Juan (año 1185). La actual puerta del cementerio es marco espiritual de la inconfundible temática del Medioevo. En Ventrosa, los peregrinos -especialmente los franceses-no dejaban de orar en la iglesia de San Saturnino. Siguiendo tierras riojanas, se dice que en el alto de San Antón existieron dos conventos, perteneciendo uno de ellos a los Templarios. En Alesón, los caminantes tuvieron asistencia en pequeños refugios y ermitas. La mítica ciudad de Nájera aparecía sumida entre la historia y la leyenda. Su propio nombre se confunde con su río: «Naxarilla»; su riqueza forestal o situación, «Naliara», «Anayarun», «Har», o de una modificación de «Nahara».
La corte del reino de Nájera-Pamplona sigue conservando su aire imperial y legendario. Antiguas referencias atestiguan que San Juan de Ortega construyó su puente y hospital denominado de Santiago, San Lázaro o La Cadena. También parece ser que existió otro puente de siete arcos que, por su deficiente estado, tuvo que ser demolido hacia el año 1865. La ciudad fue una de las más beneficiadas con las peregrinaciones a Compostela. El Fuero de Nájera facilitó el asentamiento de numerosos francos, convirtiéndose en artesana y comerciante con el privilegio real de dos ferias francas, en los meses de mayo y setiembre, por la importancia de sus mercados. Los caminantes penetraban en la población por la calle de Costanilla. Su guardería, encomendada a los monjes cluniacenses, que en el año 1078 mandó construir el rey don García el de Nájera, adquirió un gran renombre, donde se mantenía la bíblica costumbre de asistencia y lavado de pies y manos a tres peregrinos. El cronista peregrino Herman Kuning hacía unas interesantes referencias: «En los hospitales tienes todo lo que quieras, excepto en el Hospital de Sant Yago; es toda la gente burlona; las mujeres del hospital arman mucho ruido a los peregrinos; pero las raciones son buenas. También hay dos castillos en la ciudad.» El Monasterio de Santa María de la Real fue construido en el año 1052, por el rey don García «el de Nájera», por consejo y persuasión de su esposa, doña Estefanía, sobre la que se le apareció la Virgen cuando el monarca, muy aficionado a la caza, buscaba su preciado halcón que se había introducido en el bosque en persecución de una perdiz. Panteón de los reyes de Nájera; Virgen pre-románica; sepulcro de doña Blanca de Pamplona (1156); claustro de los caballeros, ojival. En Nájera se acuñó la primera moneda del reino de Navarra. Los verdes campos de Valpierre, con sus frondosos bosques, que dificultaban el camino cruzado por la calzada romana en la línea Valpierre-Villalobar y Leiva, fueron escenario del paso jacobeo hasta la modificación del trazado por la obra de Santo Domingo de la Calzada, que pasó a ser el tradicional camino que propagó Picaud en su famosa guía. Una leyenda popular habla de la Virgen Peregrina de Leiva, que acompañada de su Divino Hijo devolverá la vida a un niño cuya madre, sumida en la desesperación, no había perdido la confianza en Dios. En Azofra, el hospital e iglesia de San Pedro, destinada a sepultura de peregrinos difuntos, fueron objeto de piadosas visitas, extensivas a la fuente del Romero y Cruz del Peregrino. Existen referencias de que en el trayecto hasta Santo Domingo existieron hospitales en Hormilla, Santa María de Valleota, cerca de Hervías, y el de Fuentecerezo. Con frecuencia los caminantes hacían un pequeño desvío para visitar los monasterios de San Millán de la Cogolla, Valvanera y Cañas. El valle de San Millán con sus antiguos monasterios había adquirido un gran renombre. El de Suso había sido fundado por el rey don García el de Nájera (1053); posee famosos marfiles del siglo XI. El de Suso, con las características del arte mozárabe (finales del siglo x) anteriormente había sido un cenobio visigótico. Allí se gestaron las «Glosas Emilianenses», donde aparece una lengua nueva que nacía con una oración: «Cono adiutorio de nuestro dueno Chisto dueno salvatore ... » Primer texto escrito en lengua castellana y también con las más antiguas frases euskéricas conocidas. Y en aquellos bellos lugares buscaba paz y tranquilidad un pastor llamado Millán, del poblado de Bergegio, que había sido educado por el ermitaño Felices en los altos de Bilibio. Y en esa soledad, un día, Gonzalo de Berceo dedicaba sus versos a la Virgen. El monasterio de Santa María de Valvanera, antigua abadía benedictina, con iglesia gótica del siglo Xv, con una imagen de la Virgen que parece deducirse que fue descubierta a finales del siglo IX o principios del x. Es curiosa la actitud del Niño y en la imagen de la Virgen existe cierto parecido con el retrato de la reina Nuña, mujer de Ordoño I (año 850). Atravesando el fértil paraje de «La Degollada», los caminantes penetraban en Santo Domingo de la Calzada, auténtica obra del santo de su nombre, al construir de forma increíble un sólido puente de 24 arcos sobre el río Oja, que modificó el antiguo trazado, arreglando el camino desde Nájera hasta Redecilla del Camino. Trabajó con su discípulo, el otro santo ingeniero San Juan de Ortega, y transformando sus eremitorios en albergues, hospederías y hospitales. La catedral iniciada en 1158 aprovechando parte de la iglesia que existía anteriormente es una conjunción del románico de sus ábsides con la belleza en sus naves del primer estilo del gótico francés y el barroco de su esbelta torre. En su interior, la cripta, con el sarcófago del santo, con estatua del siglo XII. Un trozo de madera existente en un hueco de la ventana del triforio del crucero y sobre la clave del arco un sencillo texto: «Esta madera es de la horca del pobre peregrino». Y una lápida colocada en una tapia de la casa que se cree fue la mansión del corregidor, con una imagen confusa y a sus lados un gallo y una gallina son perenne testimonio del más poético estado jacobeo. Cerca de la catedral se hallaba la antigua hospedería, fundada por el santo, reconstruida hacia el siglo XIV y convertida hoy en Parador Nacional de Turismo, conservando en uno de sus patios el típico pozo que utilizaron los peregrinos. Las fiestas de la ciudad, con la procesión del «Pan del Santo y del Peregrino» o de «Las doncellas», el «Almuerzo del Santo» y la «Procesión de la rueda», son del sentir del medioevo, con significaciones populares de una simbología religiosa. Grañón marcaba el final del trayecto riojano, recibiendo los peregrinos ayuda y asistencia en el hospital de San Cruz de Carrasquedo, obra del maestro Garsián. Su importancia religiosa se reflejaba en el monasterio de San Martín, que gozó de privilegios reales. El año 948, el conde Fernán González sometió el monasterio a San Millán, «eximiéndole de todo servicio real y de señorío». También existen referencias de otros tres monasterios que en el año 1 068 pasaron a la dependencia de San Millán, que gozaban de grandes privilegios. Una tosca cruz, denominada «La Cruz de los Valientes», recuerda un hecho tradicional: dos jóvenes lucharán denodadamente y ambos morirán en la contienda para dirimir las continuas disputas entre las localidades de Santo Domingo de la Calzada y Grañón por los derechos sobre un bello encinar. Dramatización de la crudeza de las costumbres de una época en una deformación popular del «Juicio de Dios», en que la victoria tendrá el significado divino de la Verdad. Así finalizaba el Camino de Santiago a su paso por La Rioja. Las estrellas que iluminaron las noches del medioevo marcaban nuevas rutas hacia Compostela, donde el caminante podría postrarse ante la tumba del apóstol que un día descubriera San Teodomiro, último obispo de Iria Flavia.
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HISTORIA DE LA RIOJA (VOL. II) Apuntes sobre el Camino de Santiago
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