La relación del Libro de Alixandre con su fuente principal, el Alexandreis, épica en latín que escribió Gautier de Châtillon entre 1178 y 1182, fue estudiada por primera vez por el gran hispanista francés Alfred Morel-Fatio en sus «Recherches sur le texte et les sources du Libro de Alexandre»1 y, más recientemente, por lan Michael en The Treatment of Classical Material in the 'Libro de Alexandre'2. Pero el único en enfocar su atención detenidamente en la relación entre las dos obras, en cuanto al uso de discurso directo, es Raymond S. Willis cuyas investigaciones aparecieron en The Relationship of the Spanish 'Libro de Alexandre* to the 'Alexandreis* of Gautier de Châtillon 3, publicado en el mismo año en que apareció su todavía definitiva edición de los dos manuscritos existentes del texto del Libro de Alixandre. Willis nos proporciona un catálogo casi completo de todos los casos en los cuales el poeta español omitió, condensó o aumentó los discursos del Alexandreis y elabora en su estudio unas observaciones muy acertadas sobre las técnicas de selección y adaptación al vernáculo que guiaron al poeta.

Willis identifica, por ejemplo, los 18 trozos de discurso directo que fueron omitidos por completo al refundir el contenido del Alexendreis en español y concluye que se organizan en cuatro grupos, cada uno eliminado por motivo propio. El primer grupo contiene los cinco discursos que pertenecen al juicio de Filotas: tres de Alejandro que denuncia a su lugarteniente como traidor y dos de Filotas que arguye en su propia defensa antes de confesar bajo tortura. Otro grupo de discursos consta de frases enunciadas por o a los dioses, como las de Marte, Belona y Alejandro en la batalla de Arbela. El tercer grupo se limita al discurso de Darío moribundo y el cuarto a varias frases de Alejandro, de reducida importancia, que se perdieron en la versión renovada del poeta español. Willis calcula que son 83 los discursos directos en el Alexandreis, de los cuales se conservan 60 en el Alixandre, es decir, los 83 menos los 18 omitidos y menos otros cinco refundidos en discursos indirectos.

No obstante lo fundamental que siguen siendo las investigaciones de Willis, podemos empezar a concretizar cifras más exactas —y de ende interpretaciones frescas— debido a la aparición de dos ediciones nuevas de suma importancia para el estudio del Libro de Alixandre. Ha visto la luz hace pocos años una edición crítica del Alexandreis 4 confeccionada por Marvin L. Colker, la primera realmente fidedigna para detallados estudios estilísticos y estadísticos, y una nueva edición sintética de los dos manuscritos del Libro de Alixandre, la de Dana Nelson que lleva en la portada el nombre de Berceo como autor 5.

No pienso tratar aquí la cuestión de la autoría berceana del Alixandre que se ha vuelto «la cuestión palpitante» del momento, pero en esta coyuntura del debate actual me siento obligado a decir dos palabras sobre mi decisión de aceptar la edición de Nelson como la edición base de mis estudios. La mayoría de los peritos en el campo de la cuaderna vía parecen estar de acuerdo ahora en que la aparición de un círculo de poetas que se pusieron a redactar sus composiciones en esta configuración métrica, en las primeras décadas del siglo xiii, se debe a una escuela literaria inspirada por el florecimiento de esfuerzos eruditos y literarios que fueron llevados por el camino de Santiago en olas de doctos monjes franceses. A lo mejor se radicó dicha escuela en la nueva universidad de Palencia. El enfoque técnico compartido por los tempranos practicantes de la cuaderna vía —entre ellos el autor del Alixandre y Berceo— convergen con la formación escolar y el tratamiento social y seguramente con la expresión poética también. En época de escasos modelos vernáculos, la trayectoria de lenguaje poético experimentaría cierta atracción mutua; lo que sí variaba es la senda musa personal. Por esta razón merece nuestra atención la obra reconstruida por Nelson, basada en principios de afinidad lingüística con la obra de Berceo. Los poemas elaborados en tales circunstancias deben parecerse mucho en la lengua empleada, y si la atribución definitiva del texto a Berceo me parece un poco arriesgada, no tenemos que sentirnos impulsados a descartar por completo el texto que lleva, en esta edición, su nombre. En fin, la cuidadosa y conservadora actitud del editor suele conservar toda lectura que cabe dentro del metro y del sentido y no fantasea lecturas dudosas cuando el texto nos viene claramente deturpado. No confiramos necesariamente la paternidad de Berceo al aprobar la apelación al modelo berceano para verificar que tal o tal fórmula estaba dentro del repertorio de la escuela común, lo cual me ha persuadido a mí, por lo menos, a considerar la reconstrucción de Nelson digna de confianza hasta que aparezca otra de aún más finos criterios filológicos. La aprobación provisional que le ha concedido el mismo Willis6 para los procedimientos y resultados de esta edición nos proporciona cierto apoyo.

Examinemos pues el deslinde general de los discursos directos en cada poema y luego empecemos a sugerir unas cuantas comparaciones en el empleo de las distintas técnicas.

En el Alexandreis podemos señalar ahora 91 ejemplos de discurso directo. Se reparten entre 34 personajes individuales que se identifican bajo nombre propio en el poema y otros tres que carecen de tal singularidad. Además hay tres casos de grupos que hablan en coro. Alejandro tiene el mayor número de discursos, 35, y Darío le sigue a una distancia notable con trece. Aparte de estos dos antagonistas, ninguno de los personajes restantes goza de más de dos discursos y la mayoría tiene sólo uno.

Una de las primeras cosas que notamos es que, a pesar de la elevada frecuencia del uso de discursos, casi 29% del texto entero, hay bien poco dramatismo en él, es decir, los personajes apenas si se confrontan al enunciar sus palabras. En general se dirigen los discursos a un auditorio indefinido o a ninguno en particular y casi no hay lo que podríamos calificar de diálogo. Los enunciados más breves suelen ser exclamaciones elaboradas o comentarios fortuitos para mejor plasmar el mensaje de la narración que los encuadra, tal como la respuesta de Alejandro a Pármeno (IV:483-85) afirmando que no tiene ningún recelo sobre la próxima batalla, lo cual ya nos había asegurado el narrador, en pulcros versos de admiración que directamente preceden la oratio recta.

Los discursos más largos son asimismo desprovistos de un sentido dramático. Sí que puede haber emociones exaltadas y cualidades conmovedoras, como en la auto-defensa desesperada de Filotas (VIII: 193-301), pero éste no dirige su magnífico argumento a ningún acusador y nadie lo intenta refutar. Los discursos más prolongados son desarrollados más bien como ejercicios en recrear hábilmente las clases de discurso directo épico, ejemplificadas en Virgilio y Lucano e imitadas por Gautier. El joven Alejandro pronuncia un discurso ardiente sobre su deseo de llevar armas y lanzarse al campo de batalla (I:33-47), pero Aristóteles no le brinda ni la consolación presumida por el lector ni siquiera una contestación directa; sino un análisis prolongado sobre el gobierno de un príncipe. En el segundo libro las tropas macedonias cantan en coro una lamentación sobre su héroe enfermo (II:175-85), a lo cual Fortuna, inspirándose en la pauta de argumentación no de la épica, sino en la Consolación de la filosofía de Boecio, reprende, no tanto a estos soldados como a los hombres en general, que se figuran que ella puede ser inmutable.

En general se anuncia todo discurso en el Alexandreis para avisarle al lector de su aproximación y, aparte de los consabidos verba dicendi, el discurso directo ostenta un perfil compacto y cerrado. El registro de lenguaje varía tan poco entre el habla directa y la narración que la enmarca, que sería difícil mostrar, sin contexto que lo aclare, si una citación específica (como las que llenaban las hojas de los florilegia medievales) se sacó de boca del narrador o de uno de sus personajes. Todo verso suele ser grave y sentencioso, con frecuencia se presta a desprenderse del contexto como aforismo independiente y nunca falta un tono dignamente elevado que corresponde a su noble propósito. Como consecuencia, sólo se le concede la palabra a la nobleza y los personajes de clases inferiores apenas se expresan o sólo en discurso indirecto.

En el Libro de Alixandre son 54 los hablantes con nombre e identidad propios, más otros once, sin designación específica. Hay 60 casos de discurso directo enunciado por grupos, en su mayor parte de uno o dos versos pero algunos alcanzan una extensión de quizá 15 versos (312a ss. ó 891a ss.) o hasta de 19 versos (2653b ss.). Como en el Alexandreis, este Alejandro tiene más discursos que nadie (79), seguido por Darío (23)s Héctor (12) y Aquiles (8). Los restantes normalmente hablan como máximo en tres instancias.

Aunque el Libro de Alixandre tiene casi el doble de versos que el Alexandreis, aquél excede a éste por tres veces en el número de discursos. El porcentaje de oratio recta es algo mayor para el Alexandreis (28,6%) que para el Libro de Alixandre (25,1%), pero los casos de enunciación en latín ocupan generalmente dos veces el número de versos que los casos en español. En los dos poemas el héroe enuncia el 34% de todo el discurso, pero debemos tener en cuenta que el Alejandro del texto español no puede figurar en la larga interpolación de la guerra troyana a pesar de la ficción narrativa que él la relata. Al no dejar entrar los 1.716 versos de la digresión troyana en nuestro cálculo, Alejandro alcanza el 39% de toda la oratio recta en el poema español. El promedio de todo discurso en el Libro de Alixandre resulta así 9 9/14 versos (es decir, 9 versos más 9 sílabas de un verso de 14) mientras que los del Alejandro español montan a 11 8/14 versos como promedio.

Se da por descontado que los personajes principales hacen los discursos más largos, pero todo nivel social encuentra su voz entre las muchas instancias de discurso. Todo personaje, de la nobleza o del vulgo, puede prorrumpir en exclamaciones si el poeta quiere avivar el relato o hacer destacar cualidades personales. A menudo individuos anónimos o grupos subrayan temas o acciones por sus comentarios, pero nunca hablan desatinadamente: sus palabras siempre sirven para avanzar la trama o la temática. El tono aquí en la versión vernácula sigue bastante elevado aunque falte la nítida expresión sentenciosa del latín. Más bien lo que nos otorga el texto es una distilación de proverbios, frases populares, fórmulas y la sabiduría de la gente común, como parte del flujo narrativo, todo lo cual resulta más natural en español que hubiera podido ser en el latín conciso de Gautier. Estas frases tan frescas y familiares a la vez se encuentran con grata frecuencia en el hablar de los personajes del Libro de Alixandre, por ejemplo cuando Alejandro se burla de los gritos agonizados de los tebanos, diciendo, «Estos borros [= borregos, corderos] cobdicio han de sal» (230d), o cuando regaña al rey Poro ya vencido: «bien te devriés membrar que diz la escriptura / que desbuelve grant massa poca de levadura» (2209cd). En contraste con la épica de Gautier, vemos aquí diálogos rápidos y energéticos, como el de Alejandro y el rey Nicolás, que el poeta nos presenta dotado de un fino control sintáctico y sin detenerse en fórmulas superfluas para anunciar a los antagonistas por turnos.

Podemos concretizar nuestras observaciones sobre el uso del discurso directo en los dos poemas al meditar una escena específica. Después de subir al trono de su padre y pacificar Grecia y Macedonia, Alejandro organiza una expedición para trasladar su ejército al Asia e iniciar la conquista de ésta. Gautier (I:355-85) dedica 31 versos al episodio, todo por la voz del narrador que evoca en pleno estilo clásico el espectáculo y especialmente los sonidos de una gran armada alzando vela al viento. Es más bien el ambiente que le importa a Gautier y no la acción ni los personajes, como se ve cuando el narrador dirige un apostrofe a la patria de uno, lo querido y conmovedor que es: «O patriae natalis amor, sic allicis omnes, / O quantum dulcoris habes!» (I:365-66). Registra las emociones contradictorias de las tropas, ansiosas de botín, no arrancadas de su tierra por ninguna obligación, pero volviendo no obstante los ojos tristes hacia sus solares familiares que desaparecen en las claras ondas del mar. El alcance temático de la épica latina es más amplio que el de la española. Gautier nos brinda una visión de un gentío sin cara, rumores inquietantes que corren por la muchedumbre, un mar que resuena con el clamor de trompetas y una alusión a tantos padres, tantas hermanas dejados atrás. El espíritu indomable de Alejandro sirve de eje narrativo para esta sección, contrastando con los tímidos corazones de sus súbditos y preparándonos para el regocijo que acompaña la llegada al Asia.

Nuestro vate español ensancha y retoca el episodio (estrofas 245-270; 104 versos) con vivos colores, animando la escena con movimiento, señalando grupos distintos de individuos y, con notable éxito, dejando a Alejandro plasmar su valentía en palabras.

Primero vemos las confusas preparaciones en el puerto con los «naveadores», «governadores», «rimadores» y «maestros» en el ejercicio de sus oficios. El llanto de los ya abordo encuentran su eco en el de sus mujeres en la playa, llorando «com si toviés ca[sc]una a su marido muerto.» (253b).

Habla Alejandro dos veces, primero en breves palabras para apresurar a sus marineros, motivado en parte por la deshonra que él asocia con toda demora y en parte por la confianza que tiene en sus próximas victorias: «Quanto tardardes, prendo grant menoscabo, / qua-m está la victoria ya al puerto clamando.» (251cd). La congoja que experimentan los viajeros se describe en una serie de anáforas y verbos progresivos:

 

Ya-s ivan del arena las naves despegando,

ivan los rimadores los rimos aguisando,

ivan se a los griegos los cueres demudando:

pocos avié i d'ellos que non fuessen plorando. 252

 

Ahora Alejandro se dirige a todos, los llama «amigos» tres veces y se esfuerza para animarlos acudiendo a argumentos lógicos e históricos. Les recuerda la lealtad que le deben y cuánto está avergonzado por su falta de valor. Arguye que, entendido que no pueden vivir en paz bajo la constante amenaza persa, más les convendría entregarse a la labor de tres o cuatro meses de guerra para acabar con Darío de una vez para siempre. Les recuerda a Hércules y Baco que habían viajado tan lejos para conquistar España y la India, y el viaje de Jasón para ganar el vellocino de oro. Luego personaliza la referencia de Gautier a los parientes abandonados a su propia madre y hermanas y lo poco que le significan comparadas con ganar al Asia. Termina asegurándoles que si sólo supieran cuántas riquezas iban a sacar de sus conquistas, estarían impacientes de llegar, y por fin, les reprocha su conducta mujeril.

No cabe duda de que este discurso se presenta por motivos retóricos y por impacto dramático a la vez, porque el poeta español concluye que

 

El rey non pudo tanta retórica saber

que les podiés la dolor del coracón toller:

quanto más ivan yendo, más se queri[é]n doler

e non podi[é]n por nada las lágremas tener (261).

En fin, los datos estadísticos que hemos revisado aquí —aun sólo en forma sumaria— pueden indicarnos el camino hacia la apreciación de uno de los aciertos más acabados del Libro de Alixandre, la magistral incorporación del diálogo y discurso directo en la narración de la historia ejemplar de Alejandro Magno. Una de las diferencias esenciales entre el estilo clásico y arcaizante de Gautier y la vivacidad del poeta del relato en el vernáculo se encuentra claramente en los logros de éste en el manejo de la palabra dramatizada.

 

 

Comparación de los discursos directos en el Alexandreis y el Libro de Alixandre

Alexandreis

Libro de Alixandre

Versos en total

5.449 10.700

Número de discursos directos

91 279

Versos en discurso directo

1.558 1/12 2.690 1/14

% del poema en discurso directo

28,6 25,1

Promedio de versos en cada discurso

17 1/12 9 9/14

Distancia promedia entre discursos

42,3 28,7

Número de hablantes en total

37 65

Discursos por seres sobrehumanos

8 15

Discursos por grupos

3 60

Discursos enmarcados

4 5

Discurso más largo

108 8/12 138 12/14

Discurso más corto

4 (palabras) 2/14 (de un verso)

 

 

     NOTAS

 

1   Romanía IV (1875), 7-90.

2   Manchester, 1970.

3   Elliott Monographs, n.° 31 (Princeton y París, 1934).

4   Galteri de Castellione Alexandreis. Ed. Marvin L. Colker. (Padua, Editrice Anteriore, 1978).

5   Gonzalo de Berceo. El libro de Alixandre. (Madrid, Gredos, 1979).

6   raymond S. Willis, «In Search of the Lost 'Libro de Alexandre', and its Author*, Hispanic Review, 51 (1983), 63-88.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El Monasterio de San Salvador de Oña fue fundado en el año 1011 por el conde de Castilla Sancho García, para su hija Tigridia, como Monasterio dúplice, con monjas procedentes del de San Juan de Cillaperlata, y monjes del de San Salvador de Loberuela.

Por escritura otorgada el 30 de junio del 1033 por el Rey Sancho el Mayor de Navarra y su esposa Doña Mayor, el Monasterio pasó a depender únicamente de los monjes cluniacenses. Es a partir de este momento cuando mayor desarrollo e influencia adquiere, y llegan a estar bajo su jurisdicción más de setenta monasterios e iglesias repartidos geográficamente por el norte de la provincia de Burgos, Cantabria y el valle del Pisuerga palentino.

Un nuevo brote de florecimiento se produce cuando, a partir de 1506, se integra en la Congregación Benedictina de Valladolid. La invasión francesa primero y la desamortización posterior son la causa de no pocas destrucciones y del abandono del cenobio por parte de la Comunidad Benedictina. A partir de 1835 su iglesia se convierte en parroquia de la localidad y las dependencias monacales no volverán a ser restauradas y ocupadas hasta 1880 en que fueron adquiridas por los jesuitas quienes permanecieron en ellas hasta 1968. A partir de esta fecha el complejo monástico pasó a depender de la Diputación Provincial de Burgos como hospital psiquiátrico.

 
 
 

 

Los discursos directos en el Libro de Alixandre

 

Actas del VIII Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas : 22-27 agosto 1983 / coord. por A. David Kossoff, Ruth H. Kossoff, Geoffrey Ribbans, José Amor y Vázquez,
Vol.
1, 1986, ISBN 84-7090-162-1 , pags. 653-659

 

George D. Greenia
The College of William and Mary Williamsburg, Virginia