Biblioteca Gonzalo de Berceo

La presente edición conmemora el 4º centenario de la obra del autor riojano Gregorio González.

 

 

 

ESTA EDICIÓN

 

Esta edición debe entenderse como una revisión completa de la que publicó en 1988 la editorial Almar en Salamanca. Quiere ello decir que, buscando salvar las numerosísimas erratas que por distintas razones se habían deslizado en aquel entonces, he vuelto a cotejar la reproducción del manuscrito que obra en mi poder y cuyo original se conserva en el Smith College de Massachusetts. Es un manuscrito de la época en el que se percibe la intervención de varias manos diferentes. Son abundantes en él las tachaduras y correcciones, así como en algunos casos las adiciones entre líneas o en los márgenes. El manuscrito se halla deteriorado en algunos puntos, lo cual impide por veces su lectura. He señalado las conjeturas más relevantes introducidas en el texto -bien en el propio texto mediante corchetes, bien en nota-, pero no las restantes circunstancias recién destacadas dado el carácter no crítico de esta edición.

Por lo que se refiere a los criterios de la edición, debo decir que he modernizado tanto la ortografía como la puntuación. He respetado, sin embargo, aquellas grafías que pudieran afectar la conformación fónica de las palabras, así como vacilaciones habituales en textos de este período como por ejemplo las de las formas así /ansí o ahora/agora. He deshecho, de acuerdo con la norma actual, algunas contracciones, muy poco estables en el texto por otra parte, como quel, aunques, desto, etc. Los puntos señalan fragmentos ilegibles en el original.

 

Santiago de Compostela, octubre de 1994

Fernando Cabo Aseguinolaza

 

 

Capítulo 10

Cuenta Onofre lo que le succedió con los

teatinos y una burla que les hizo

 

 

Grandísimo trabajo tienen los pobres, quiérolo confesar. Mas, si el ojo no me miente, que no es posible porque en él veo el desengaño, el de los ricos es intolerable 1, y, si no, dígame alguno cuál desventura se puede igualar a la subjectión que tienen de agradar a todos, desnudos y bien vestidos sin exceptar persona, o de cobrarlos por enemigos; cercados de envidias, combatidos de miedos, llenos de cuidados, afligidos de imaginaciones, molestos de demandas, recelosos de los buenos, perseguidos de los malos, cobardes de perder, temerosos 2 de enojar, dispuestos a sufrir, forzados a complacer, desentrañados en la sangre 3, codiciosos en la hacienda, aborrecidos si piden, despreciados si no agradan, subjetos a opiniones, su honra en disputa, su pérdida justa, su ganancia mal adquirida, si no prestan malos y si cobran pestilenciales. ¿Habrá alguno que, con este salvoconduto, trueque su miseria por la mayor riqueza? Con todo eso, hay ya tantos locos en el mundo que, porque dice el refrán: da y ten, venirte han a ver, creen que quien más dineros tiene más vale en autoridad; porque los pobres quieren más alcanzar riqueza con maleficio que defender la pobreza con buenas obras 4. Vamos adelante: si les pedís algo y os lo niegan, luego les queréis dar jaquimazo y pegarles con los ochos y nueves 5, luego queréis que os den los réditos de los juros que les disteis pidiéndoselo. Que sin duda, en opinión del vulgo, hace más el pobre que pide que el rico que da, porque es censo que pasa a los herederos 6. Si prestan, pasa y repasa, pero es la deuda; que pagar al rico ya se tiene por afrenta, y, sabido el porqué, es porque dice su deudor que no lo ha menester, que harto le sobra.

Hermanos, cada uno quiere lo suyo. Quien más tiene más desea. No lo pidamos por justicia, que ya el mal no se da de balde. Si nos lo dieren, en buenhora. De quien nada no te debe, toma lo que te diere; pero, si no, ninguno forje quimeras, ninguno haga embustes, ninguno maquine traiciones ni les cobre enemistad, que, porque no te lo deben, no te lo pagan. Mas luego me decís que del lobo un pelo, y ése el de la frente 7; que tiene buenos lomos con que llevar la carga. Ved qué ánimo tan depravado. De manera que, porque los padres de la Compañía no me dieron la ropilla, ¿fue bien que le sacase a mal de su grado ropilla y aun calzones? Y yo muy contento, pues pagarse tiene; que, en el cambio de la otra vida 8, prestan dineros para que paguemos todos los mendigos lo que hubiéremos usurpado a pesar de sus dueños. Vamos al cuento y cada uno tome lo que hallare; que el pobre mejor se venga del rico con astucia que no con fuerza.

Tienen los padres una casa de recreación fuera de la ciudad, adonde ordinariamente habita uno para tener cuidado con la granjería de la huerta 9, gallinas y pavos que allí crían. Enfermos tienen en que gastarlos; que ya oigo al maldiciente que está murmurando que los religiosos no han menester pavos ni gallinas. ¡Oh qué boca de escorpión la del vulgo! ¡Qué pesada de sufrir; qué maldita de llevar; qué impertinente en razones; qué desenvuelta en decillas; qué disparatada en sus escrúpulos; qué escrupulosa en sus juicios; qué inconstante en su murmuración; qué niña en sus imaginaciones; qué varia en sus pareceres; qué frívola en sus objectiones; qué mudable en sus testimonios; qué quimerista en sus puntos 10; qué física en sus argumentos 11; qué diabólica en sus soluciones; qué de rabias que levanta 12; qué de embelecos que forja; qué de embustes que maquina; qué de máquinas que entroniza 13, que, bien miradas, son edificios que no se levantan un átomo del suelo! ¡Oh cuánto más ganaría el maldiciente callando!; pues, a lo menos, con la moderación, no lo tendrían por lo que es. Y, al fin, no hace menos el malo que disimula su mal que el bueno que persevera en su bien.

Parecióme a propósito la huerta para cobrar mi demanda, y siempre lo que yo tuve bueno fue la ejecución de los pensamientos. Ausadas que si yo fuera alguacil de los ajenos como de los míos, que no me castigaran por remiso ni en buenos ni en malos 14. No era amigo de tenerlos presos en la cárcel de 12 imaginación. Luego les proveía auto de soltura para que saliesen a buscar su vida 15. Cantar mal y porfiar. Quien malas mañas ha tarde o nunca las perderá. La costumbre del pecado quita la duda que puede haber de comenzar una mala obra. Llamé un amigo que me sirviese de sombra sin darle parte de mi intención 16; que aun a los amigos no se les puede decir todo todas veces. Comente otro lo que se da a los que no lo son. Doblada es la maldad que se hace con amistad, porque el amigo traidor es más que cuchillo.

Partimos juntos, previniéldole que callase, viese y oyese; que pocas veces al que tiene espera le falta salud, quiero decir, buen fin. No le dije a él que lo hiciese, porque es muy ajeno de hombres mandar a otro lo que uno por sí no puede hacer. Salimos por aquella puerta de Sant Vicente hechos dos rodamontes 17, calados los sombreros, nuestras capas terciadas 18, espadas desnudas, broqueles en las cintas 19 y los ánimos que no los conociera Galván en figura de romero 20. Cargados de yerro, cargados de miedo 21; prevención de cobardes, aunque se suena que hombre apercebido, medio combatido; y es verdad que las cosas pequeñas con la concordia crecen y, al contrario, con la discordia las grandes se deshacen 22. Él iba sin saber para qué ni adónde, yo con mi blanco en los ojos. Serían las doce de la noche cuando llegamos a la huerta. Díjele que me esperise; hízolo  ansí y llegué solo. Llamé muy alborotado con mi espada, como he dicho. Yo confieso que es trabajo hacer daño a otro para aprovecharse a sí, pero yo no reparaba en eso; que quien a su enemigo popa a sus manos muere 23. Salió el padre al ruido no con menos sobresalto que el que pedían mis voces y golpes. La exageración agrava las cosas.

-¡Deo gracias! ¡Deo gracias, hermano! -dijo el teatino desde la ventana con harta alteración. Todas las cosas repentinas son más graves y pesadas.

Pero yo, como conocí que estribaba mi salud en mostrarla mayor, temblando la voz como colérico y titubeando la lengua como turbado, repliqué muy depriesa, fingiéndome balbuciente; que mi compañero puede decir si yo lo era. 

 

-Por sie-, por sie-, por siempre, pa- pa- padre. Llé- llé- lléguese acá.

Como me vio de aquella manera, que ausadas yo lo fingía razonablemente, veisle aquí que baja como un trueno.

-¿Qué es esto, hermano? ¿Qué es esto? Entre, entre.

No hay cosa más fácil que aprobar lo que no se conoce.

-¡Ay, padre -le dije-, misericordia, misericordia a él y a Dios; que dejo un hombre muerto!

-¿Muerto, hermano? -dijo él- ¿Muerto del todo?

-A lo menos -dije yo- espirando 24, padre. ¡Socórrame! ¡Socórrame con su ayuda; que, a faltar ésta, mañana me pondrán en la horca!

Aunque de mí no esperaba ningún pago, me favoreció; que el varón santo no estima tanto el premio del bien que hace como el bien mismo. Y así, metiéndome por la casa adentro, me dijo que dónde le dejaba.

-Ahí queda -respondí-, junto al prado de Pedro el rico. Harto será hallarle vivo.

-Pues quédeseme aquí -dijo él-, que yo le voy a buscar para ver si le hallo remedio, porque no se nos muera sin confesión.

-Vaya, padre -le dije yo-; que eso es lo que pido y barras derechas 25.

Qué diferentes obras hacemos los unos de los otros, y aun diferente será la que yo pienso hacer. Salió mi teatino hecho un Sant Pablo por aquellos campos de Iesu Christo adelante en busca de su muerto. Si mucha priesa se daba él para encontrarle, más me di yo para hallar las gallinas; que ninguna enmienda me causó ver la intención que llevaba. A mí me sustentaba la esperanza del arrepentimiento, pero más dura cosa es aguardar la virtud que dejarla de conocer. Bien le pudiera apostar a cuál mejor podenco era la presa que le hice. Confieso que es soberbia no pensada alabarse uno del mal que hace, mas no reparemos en eso. Cogí mis aves; que, aunque ellas lo eran, más valía yo para serIo de rapiña, tales eran mis trazas. El uso cotidiano excede los documentos de todos los maestros. Salí que una acémila no llevara la máquina que me eché a cuestas. A la carga pesada la utilidad la hace liviana. Di

posesión de ellas a mi compañero, cuando, habiéndonos metido en un corral cerca de allí para sacrificarlas, vino mi teatino hecho caballo de posta -que, aunque andan al paso del buey, esta vez salió de harón 26- y entra en mi busca dando voces.

-¡Hermano! ¡hermano!

No había por entonces para mí otra hermandad sino la de las gallinas. Como yo no le respondía, cogió la luz y desenvolvió 27 aposentos y recámaras no dejando rincón oculto que no escudriñase. Bien se oía todo de donde estábamos, que era cerca, y aun veíamos parte de lo que hacía y cómo andaba por toda la casa. Debió llegar a un aposento donde había unos pavos que a mí se me habían quedado entre renglones y, con la luz y ruido, comenzaron de alborotarse y dar graznidos, con que de nuevo me alborotaron a mí el alma por ver que tan buen lance se me pasó en blanco. Halló menos sus gallinas y luego se sospechó que yo era ladrón. Bravo sobresalto le debí de dar. Por eso lo dijo bien el que dijo que, cuando la prosperidad está en su punto, se ha de considerar cómo se podrá sufrir la contraria fortuna. Salió en mi busca, y, viendo el aparejo 28, dejé a mi compañero con el hurto y, con la sangre de una de las aves, me Ilagué más que lo pudiera estar quien estuviera muy herido. Que las demás las dejamos vivas, porque ansí tendrían mejor despacho. y agujerando la ropilla y jubón hasta la carne, me derramé por ella adentro mucha sangre, de manera que quien no me desenvolviera lo de dentro afuera dijera que yo estaba mortal. Mudé capa y traje, dando al amigo el que había llevado.

En las cosas del ánimo más puede la ventura que la razón. Fuime tras de mi buen padre y, donde vi que le salía al encuentro, me puse con toda diligencia; y, como pobre que se finge malo a la puerta de una iglesia, así yo me fingí al encuentro de mi teatino y, haciendo los más estremos que pude -que no fueron pocos, porque en la labia parecía hombre cursado en el oficio 29-, le dije que unos ladrones que llevaban 30 unas gallinas, por quitarme la capa, me habían herido. El varón santo aprovecha al que puede y a ninguno daña. Como le di señas de las aves, movióle misericordia y túvolo por cierto; y así, como si yo fuera evangelista, le satisfizo mi mentira. Cuanta hermosura el conocer las verdades, tanta fealdad tiene el aprobar lo falso por verdadero; aunque él no incurrió en este pecado, porque, a saberlo que era sin juramento, le creeré yo que la reprobara. Con todo eso, debió de dar por bien empleadas las gallinas a trueco de que mi alma se salvase. Llevóme a la huerta, donde ya otra vez había entrado, y, echándome sobre su cama, me procuró de confesar 31. Yo la hice tan bien, que, por no incurrir en sacrilegio, ya que pecaba en latrocinio, me fingí desmayado como raposo. Hice un poquito la gata de Juan Ramos 32. Como me vio ansí, partió se como el viento para la villa en busca de un cirujano -que la compasión le hizo olvidar la pasión-, y, como la jornada era más lejos que la primera, yo tuve muy buen espacio y hallé a mis señores pavos con tan buen semblante como yo se lo mostré.

-Acá estamos todos 33 -les dije en viéndolos.

La habilidad no la da Dios para que se esté en el arca, sino para que nos aprovechemos de ella. Hícelo famosísimamente 34, mas no me quiero alabar; que más ilustre cosa es hacer ilustres hazañas que celebrar las hechas. Cogílos y bajé a la puerta y halléla cerrada; que el teatino, de escarmentado, debió de atender al daño pasado, ya que no previno el venidero. A fe que me vi en aprieto cuando me hallé cerrado y que ya tomara yo salida, porque en las ventanas había rejas, y aun dejara los pavos a sus venturas y les diera carta de horro 35. Anduve toda la casa a veinte veces y nunca le hallaba salida ni aun resquicio por donde la vislumbre se viese. Como tenía los pavos atados y yo estaba sano y vivo, entendí que había de venir el cirujano y me había de coger con el hurto en las manos y que allí pagaba hecho y por hacer. Cántaro que muchas veces va a la fuente o queda o deja la frente. Temía que mi pronóstico de decir que mañana me habían de ahorcar no saliese verdadero.

En estas aflictiones estaba cuando me deparó Dios un albañar por donde las gallinas salían a su huerta a pacer 36, y, como estaba dentro de cerca, no estaba tan justo que yo no cupiese por él. Vínome Dios a ver. Nunca cosa me sucedió mal; y así tengo por dificultoso que las virtudes reverencien al que siempre tiene próspera fortuna. Con todo eso, saqué mis pavos y salí yo. Fui venturoso, porque, cuando el padre llegaba a la puerta con el cirujano, yo salía por encima de unas paredes con la mitad de los pavos. Que, como eran muchos, no los pude sacar de una vez, pero dejélos en buen puesto; que era lástima que se perdiese tan buen lance. Fui donde estaba mi amigo y entreguéle cinco que llevaba y díjele que con las gallinas los fuese llevando poco a poco, haciendo dos viajes o tres a casa, mientras yo buscaba ocasión de traer los que quedaban. El diablo no duerme; que su subtileza es tanta -a no ser más la mía- que me puso en punto de echarme a perder. No me comía yo los mocos, que no era niño. El estar o no en el infierno ni pone ni quita en la habilidad. Poco le aprovecharon su ardides. Corriérame yo, aunque estuve a tumbo de dado 37, si él se pudiera reír de mí.

En conclusión, fui por mis pavos, que los había dejado junto a una pared de la parte de adentro de la huerta, y, fuese que ellos hicieron ruido o que el padre y el cirujano los hubiesen hallado andando en su busca, al fin, los toparon y me estuvieron aguardando con decir que, pues había llevado la mitad, volvería por la resta. Torpe es la imaginación que en la necesidad no adelgaza un pelo. El diablo se lo dijo; que adivinaron al pie de la letra. Ellos estaban escondidos debajo de un árbol asechando; los pavos, siempre en su puesto, que fueron el cebo de este barbo. Yo estaba ya encima de las paredes y, como no sentí ruido, bajé animoso sin temor de nada; pero quien desestima el peligro le tiene más cerca. Apenas había puesto los pies en suelo, cuando los dos galfarrones me echaron mano sin que me desenvolviese 38; que mi espada y broquel llevaba. No sé yo quién me mandaba a mí volver por pavos, ni aun por calabazas. Andar y andar y morir a la orilla 39.

Grandísimo disparate hice, pero el tiempo cura la llaga de la necedad. Cuando la alabanza no nos mueve a bien hacer, tampoco el miedo nos puede apartar de los hechos feos y torpes. No fueron ellos hombres; que, a darme lugar, yo les dejara más tierra que alcanza la bendición de un Papa. A fe que ellos supieran cuántos clavos tenían mis herraduras. No lo quiso mi ventura. Cuanto a lo primero, me desarmaron y me menearon muy bien estos lomos; zamarreáronme que fue una bendición de Dios 40. A los que procuran cosas grandes no les han de espantar los trabajos. Yo no soy valiente, que tengo poco de lo de Nembrot ni Alejandre 41, pero el hecho me acobardó más de lo que estaba. No había yo de quedar irregular si matara un sacerdote 42: mejor me fue sufrir cuatro golpes. ¿De qué me sirve agora echar blasones fieros y bravatas?; pues los que con soberbia amenazan a otros o se tienen por dioses o no piensan que aquello que amenazan les puede suceder a ellos. Contemos la verdad. Lleváronrne a la cocina de casa, que era un muy buen aposento y bien cerrado. El cirujano decía que quería ir a llamar la justicia. El teatino lo rehusaba, porque tuvo el mismo temor que yo de la irregularidad.

La menor palabra era: «¿Los embustes del ladroncillo?». No oía de señor; que aun no me querían dar titulo de ladrón a boca llena por no calificar mi persona. Resolviéronse en que me quedase allí cerrado hasta que me diesen, entre los hermanos teatinos, una tunda y volviese las aves y pavos. Dejáronme dentro y fuéronse a dormir, porque ya era muy tarde y casi amanecía.

¡Desventurado de Onofre, y cuál se vio en esta tribulación! ¡Qué afligido, qué apesarado, qué marchito y, lo peor de todo, qué sin remedio de salud! En los males apenas se anticipa el hecho al arrepentimiento.

Puedo decir que me vi en la de Mazagatos; mas los hombres de muchos negocios no pueden tener sino muchos cuidados. Al primer tapón, zurrapas 43. Ya me había consolado a volver el hurto y a llevar una vuelta 44, que, para venganza de tal insulto, por fuerza había de ser de buen tamaño. No hay alma tan corta que, en tales casos, no le sobre liberalidad. Quien todo lo quiere todo lo pierde; que, al cabo y a la postre, todas las cosas se vuelven adonde nacieron. Encomendéme a Dios muy de veras, pidiendo al buen ladrón que me fuese intercesor, pues era de su oficio, y sin duda me aprovechó. Al fin, las cosas buenas por lo menos no pueden dañar. Donde da Dios la llaga, da la medicina. Deparóme un escondrijo no malo, aunque trabajoso, que fue la chiminea 45. Tenía unas llares muy largas 46, y, como quien sube por maroma, me puse de pies en el palo donde estaban asidas. Mejor es vencer un hombre con astucia que no con fuerza. Ella era algo angosta y de poca luz, de manera que, aunque miraran de asiento 47, fuera dificultoso el verme.

Amaneció Iesu Christo a buena hora, para mí antes que quisiera -que la luz ofende los ojos de los malos, aunque yo no lo sea-, y halléme emparedado hecho tizonero infernal, porque al subir me había puesto morenito que era una gloria verme. Durmió el teatino muy buen rato; que a mi costa se quiso vengar de la mala noche. Más en centinela estuve yo que una grulla, porque a ellas despiértalas la piedra que en la mano tienen si se les cae, pero, a dormirme yo, mi propio golpe me despertara 48. Y ansí huía del sueño como de un enemigo, y más cuando consideraba que el centro de mi golpe era la lumbre y las manos del teatino. No fue pequeño tormento para mí la estancia, pero no lo era menor el aguardar cuándo abriría y, viniendo en mi busca, diría:

-Baja, ladrón; que ya estás entendido.

Determinado estaba a decirle que hiciese su oficio y a no bajar, aunque me lo pidiera de limosna, porque peticiones injustas no es justo el admitillas. A mi compañero le echo la culpa de todo el mal que me sobrevino; que, al fin, es cierto que aquél comete el pecado que, podiendo prohibirlo, lo permite.

 

 

 

 

Notas  al  CAPÍTULO 10

 

1. Todo este párrafo constituye un nuevo desarrollo del tópico del elogio de la vida libre, esta vez mediante la denuncia de las servidumbres de la riqueza. Se trata de un fragmento muy ligado, tanto temática como estilísticamente, a varios pasajes del Guzmán. Compárese, por ejemplo, con Guzmán, I, pp. 292-295.

2. ms: temeros

3. Probablemente, una referencia a posibles murmuraciones maliciosas sobre su limpieza de sangre. Covarrubias: «y también sinifica desentrañar a uno sacarle todos cuantos secretos tiene».

4. maleficio: 'perjuicio o daño de otro'.

5. jaquimazo: 'chasco, disgusto' ; pegar (dar) a uno con los ochos y nueves: 'cantarle las cuarenta', «decirle cuanto se ofrece sobre alguna queja que se tiene de él, explicándola con palabras sensibles» (DRAE).

6. censo: 'acuerdo financiero por el que se obtienen réditos sobre bienes raíces'.

7. «Refrán que enseña que del sujeto de quien no se puede esperar beneficio u dádiva, por su genio escaso, se ha de tomar lo que primero diere, aunque sea de poco precio y valor» (Autoridades).

8. cambio: 'banco, establecimiento financiero'.

9. granjería: 'los productos de la granja'.

10. quimerista: 'falaz, embustera'; puntos: 'pretensiones' .

11. física: 'melindrosa'.

12. Entiéndase, 'cuántas calumnias hace'.

13. máquinas: 'enredos'.

14  remiso: 'negligente, falto de empeño'.

15. auto: 'resolución del juez a propósito de la causa de la que entiende'.

16. sombra: 'ayuda, protección'.

17. Puerta orientada hacia el poniente. «Diósele nombre de San Vicente por estar por la parte de adentro pegada al convento de San Vicente, de Religiosos de San Benito: por la parte de afuera está una mina de hierro que los salmantinos llaman la peña del hierro» (Gil González de Avila: Historia de las antigüedades de Salamanca, Salamanca, 1606, pp. 22-23). Rodamonte es un personaje del Orlando furioso de Ariosto, famoso también a través de numerosos romances. Era el paradigma de bravucón jactancioso.

18. capas terciadas: 'abiertas, colocadas al sesgo'; sin que estorben, pues, para sacar las espadas.

19. broqueles: 'escudos pequeños'; cintas: 'cinturas'. Compárese: «Decir, si viese a un religioso entrar a la media noche por una ventana en parte sospechosa, la espada en la mano y el broquel en el cinto, que va a dar los sacramentos, es locura» (Guzmán, I, 132).

20. Es decir, 'irreconocibles'. Como asegura Correas, la frase proverbial «tómase de aquel romance: 'Vámonos -dijo-, el mi tío, a París, esa ciudad, I en figura de romero, no nos conozca Galván'». Es uno de los romances del ciclo carolingio protagonizados por Gaiferos.

21. yerro: 'hierro'; es decir, 'armados hasta los dientes'. Es proverbio.

22. Señala Covarrubias que es un dicho manido procedente de Salustio: «Nam concordia parvae res crescunt, discordia maxumae dilabuntur» (Bellum Iugurthinum, X).

23. popa: 'desprecia'. Es proverbio.

24. 'expirando'.

25. «Frase para dar a entender que lo que se hace, o se dice, o que se quiere, sea sin engaño ni ficción, y con verdad» (Autoridades).

26. 'se espabiló' ; harón: «el tardo y perezoso» (Covarrubias). «Salir de harón. Tomar cuidado y brío de fuerza o de grado» (Correas).

27. desenvolvió: 'examinó, revisó'.

28. quizá, 'apercibiéndome de la vía para lograr lo que deseaba'.

29. cursado: 'curtido, experimentado'.

30. ms.: llevaba

31. 'intentó confesarme, que yo me confesase con él' .

32. Como señala Carrasco, el dicho aparece con variaciones en el nombre del dueño de la gata. «Hacer de la gata de Juan Hurtado o de la gata muerta es fingir santidad y humildad, flaqueza y necesidad». También hacer la turca, etc.

33. La frase remite a un cuentecillo tradicional. Véase Carrasco.

34. 'excelentemente, que merece fama'.

35. 'carta de libertad que se da al esclavo'

36. albañar: 'albañal, desagüe'.

37. Corriérame: 'me avergonzaría'; a tumbo de dado: «modo adverbial que se dice de las cosas que están a peligro de suceder» (Autoridades).

38. galfarrones: despectivamente, 'porquerones, ministros de la justicia de segundo orden'. Los llama así Onofre, figuradamente, por haberlo prendido en plena acción delictiva.

39. La forma más frecuente, y lógica, del dicho es «nadar, nadar y ahogarse a la orilla» (Covarrubias).

40. zamarreáronme: 'me zarandearon, me golpearon'.

41. Nembrot: primer monarca de Babilonia, que en la Biblia aparece definido como robusto cazador (Génesis, 10: 8-10). Posteriormente fue considerado responsable de la construcción de la torre de Babel e incluso tenido por gigante. En La Celestina también aparecen ambos arquetipos emparejados y en contexto irónico muy similar. Sempronio dice, en un aparte, refiriéndose a Calisto: «¡O pusillánime, o fi de puta! ¡Qué Nembrot, qué magno Alexandre; los quales no sólo del señorío del mundo, mas del cielo se juzgaron ser dignos!» (ed. cit., p. 95).

42. El temor de Onofre a quedar en situación de irregular es, evidentemente, irónico. La irregularidad impedía la recepción de las órdenes sagradas, o, en su caso, el ejercicio de las ya recibidas, como consecuencia de diversos delitos.

43. El sentido de este refrán, según Covarrubias, es el siguiente: «dícese de los que en la primera ocasión que se ofrece descubren su poquedad y flaqueza». Define así el término zurrapas: «Las raspas que salen en el vino de los escobajos, las cuales poco a poco se van asentando en lo hondo de la cuba o de la tinaja».

44. consolado: aquí, 'resignado'; vuelta: 'paliza, tunda'.

45. Por situación parecida pasa el protagonista de El donado hablador (ed. cit., p. 497).

46. llares: 'la cadenas que cuelgan sobre el hogar en las chimeneas para sujetar de ellas los calderos en que se hierve el agua o prepara la comida'.

47. 'despacio, de modo escrupuloso'.

48. Ingeniosa comparación de Onofre entre su situación y la creencia, cuya fuente está en Plinio (Historia Natural, X, xxiii), de que las grullas tienen centinelas que guardan una piedra en la pata para, en caso de dormirse, despertarse con el ruido de aquélla al caer.

 

 

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Gregorio González

EL GUITÓN ONOFRE

Edición a cargo de

FERNANDO CABO ASEGUINOLAZA

BIBLIOTECA RIOJANA

Nº. 5

Gobierno de La Rioja

LOGROÑO, 1995

 

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