Biblioteca Gonzalo de Berceo

La presente edición conmemora el 4º centenario de la obra del autor riojano Gregorio González.

 

 

 

ESTA EDICIÓN

 

Esta edición debe entenderse como una revisión completa de la que publicó en 1988 la editorial Almar en Salamanca. Quiere ello decir que, buscando salvar las numerosísimas erratas que por distintas razones se habían deslizado en aquel entonces, he vuelto a cotejar la reproducción del manuscrito que obra en mi poder y cuyo original se conserva en el Smith College de Massachusetts. Es un manuscrito de la época en el que se percibe la intervención de varias manos diferentes. Son abundantes en él las tachaduras y correcciones, así como en algunos casos las adiciones entre líneas o en los márgenes. El manuscrito se halla deteriorado en algunos puntos, lo cual impide por veces su lectura. He señalado las conjeturas más relevantes introducidas en el texto -bien en el propio texto mediante corchetes, bien en nota-, pero no las restantes circunstancias recién destacadas dado el carácter no crítico de esta edición.

Por lo que se refiere a los criterios de la edición, debo decir que he modernizado tanto la ortografía como la puntuación. He respetado, sin embargo, aquellas grafías que pudieran afectar la conformación fónica de las palabras, así como vacilaciones habituales en textos de este período como por ejemplo las de las formas así /ansí o ahora/agora. He deshecho, de acuerdo con la norma actual, algunas contracciones, muy poco estables en el texto por otra parte, como quel, aunques, desto, etc. Los puntos señalan fragmentos ilegibles en el original.

 

Santiago de Compostela, octubre de 1994

Fernando Cabo Aseguinolaza

 

 

Capítulo 11

Prosigue Onofre el succeso de los teatinos

y da fin al cuento

 

Cercado estaba de angustias, afligido de tribulaciones y desconsolado con tantos infortunios, el alma triste, el corazón lloroso, la voluntad arrepentida y desesperado de consuelo, cuando vinieron a la huerta dos teatinos a holgarse, tan ajenos de mi desgracia cuanto yo lo estaba antes de sucederme. Las más veces acontece el mal por tener satisfactión de la siguridad del bien. Llamaron a la puerta y entraron dentro. ¡Qué vigilante tenía yo el oído! El menor golpe que ellos dieron en ella retumbaba en mi tímido corazón, porque, como arterias en el cuerpo humano, así había correspondencia desde donde estaban a donde estaba. Paréceme que luego el casero debió de referirles mis desventuras, porque el primer paso fue el que se dio en mi vista. Yo se lo perdonara, que no soy amigo de cumplimientos. ¡Oh qué trabajo es cuando la honra cuelga de voluntad ajena, y más si está puesta en manos de nuestros enemigos! Tengo por cierto que no hay ninguno tan bueno ni tan sano de conciencia que, pudiéndosela quitar, se la deje en el ser que la tenía. Porque la enemistad siempre se muestra en lo más, y, como lo más es la honra, hacen en ella presa; que tienen condición de águilas reales, que no se abaten a cosas humildes. Quisiera yo ver los teatinos más que al diablo; como los ciegos, que desean la vista no por ver a los otros, sino por ver ellos. Abrieron la puerta donde yo estaba y, desde afuera, antes de entrar, dijo el padre de casa:

-¿Es levantado, amigo? Échesenos por acá.

-No dice si quiero -dije yo entre mí-. ¿Tiénelo recabado con la moza 1?

-¿Oye? -volvió a decir.

-Sí, por la gracia de Dios -respondí yo todo entre dientes; que estaba puesto a Dios y a ventura 2. Prevíneme con el silencio, porque siempre es bueno callar cuando la habla puede ser de daño. En efecto, al buen callar llaman Sancho 3. Dios, que es el más sabio de todos, es el más corto en hablar. Yo quería conocer adónde llegaba mi dicha.

-Durmiendo está -dijo tercera vez-. Despiértese, hermano.

-Ya lo estamos, padre -decía yo--. Lo demás que ya está entendido.

Como vio que no respondía, entró dentro y la primer palabra dijo, como no me encontró con los ojos:

-Por quien soy, que se ha ido.

-Por jurar vos tan ruin juramento -dije yo entre mí-, mentís con tanta facilidad. Dijerais la verdad y saltáranseos entrambos ojos. ¿Qué me faltara a mí a no mentir los teatinos? Ausadas que saltarais por el rey de Francia 4, y aun muy de grado.

Agora conozco que no hay mayor locura que intentar el peligro cierto donde está el remedio dudoso. Maravilláronse y andaban entre sí conjecturando cómo me podría haber ido. Escombraron los rincones y, como no me hallaban, el uno decía:

-Pues cerrado estaba.

El otro:

-Los ladrones siempre traen llaves maestras.

Y yo quedé hecho oídos y silencio.

-Pues por la chiminea no es posible -decía el primero.

A caer me fui de miedo de esta palabra, creyendo que ya estaba pescado y que había dado en pantana con toda mi obra. Animóme 5 uno de los otros, que dijo:

-¿Si está en esta arca? Abramos.

Abrieron y no me hallaron.

-No, no -decía el tercero--; llave, llave traía.

Miró uno de los que vinieron debajo la chiminea como al desgaire, pero, como era angostilla, él no hizo caudal 6 y yo estaba alto; ad te levavi 7. Pusiéronsele cataratas en los ojos y así no me vio, ni pudo. Demás que parecía imposible el poder humana criatura estar allí; y aun a mí, que lo estaba, se me hacía dificultoso de creer. Pero los peligros facilitan los mayores imposibles.

Salieron, a mi parecer -que yo no los podía alcanzar de vista-, hechos cruces 8, admirándose de mi industria, y yo quedaba encomendándome a Iesu Christo y pidiéndole me sacase de aquel peligro. Pero, para que nuestra paciencia crezca en alabanza, no oye Dios de repente a los ruegos de quien le pide. Con todo eso, no cesaban mis oraciones. El rosario al cuello y el diablo en el cuerpo. A lo menos, si el temor es diablo, más de una legión habitaban en el mío; aunque en todo tiempo es bueno encomendarse a Dios. Anduvieron en mi busca toda la casa, y yo hecho terrón de hollín; que por entonces tomara que Ovidio hiciera en mí una de tantas transformaciones como hizo 9, aunque fuera en moho, cuanto más en hollín. Al fin, Dios, que lo quiso, y yo, que se lo rogaba, ellos no me hallaron. Luego dijo el padre de la huerta a los otros padres:

-Váyanse a casa y den parte al padre rector de lo que ha pasado; que yo quiero aderezar mi olluela para comer y luego soy allá para que se dé traza. A ver si hallásemos algún rastro; que, si yo le veo, no dejaré de conocerle.

-No quería yo saber más -dije entre mí- para quitárosme de delante.

Ellos se partieron y este otro comenzó de encender lumbre y aderezar su puchero. Yo estaba de suerte que, como zorra que salta del vivar cuando le dan paja humo 10, ansí entendí hacer demostración de mi cuerpo 11, porque el humo me afligía despepitadamente 12 y así con él me puse tostado como morcilla, hasta que la lumbre se fue encendiendo y él aplacando. Ya que este trabajo cesó, me atormentaba el calor, mas consolábame el saber que a grandes premios se va por grandes trabajos y que a los perezosos jamás se les dio corona.

-Yo he subido aquí -decía entre mí- al purgatorio de mis males; y aun no haría poco a salir purgado.

Harto tenía que remudar lados y posturas, que la cama era tal que el enfermo cuerpo de ninguna manera hallaba sosiego. La mayor dificultad era revolverme, mas llevábalo con tal compás que un maestro de capilla no lo sacara con todos los contrapuntos de su música. Bien dicen que se ha de pensar muchos días lo que puede suceder en una hora; que, a tenerlo yo previsto, acaso no me viera en esta refriega. Pago es éste de mí merecido; que, aunque Dios no es autor de la culpa, es autor de la pena, porque, por justos merecimientos, siempre da justos premios. De allí a buen rato se fue el teatino. Sí plegue a Dios que él haga la ida del cuervo 13, que mientras allí estuvo no se le quitó el ladrón de la lengua. Todo era rencillar:

-Válate el diablo por hombre.

-¡Jesús, padre! -decía yo entre mí-. ¿Pues eso ha de decir? ¿Ansí ha de maldecir una criatura de Dios por un hurtillo?

Y no parecía sino que me entendía; sin duda mis palabras llegaban a sus orejas por la cerbatana de la chiminea, porque, en echando la maldición, decía luego:

-¡Dios me perdone! iDios me perdone! ¡Válate el diablo! ¡Dios me perdone!

-Mire, padre, lo que dice -decía yo entre mí.

-¡Jesús! ¡Jesús! -volvía luego-, tan inorme bellaquería, tan grande maldad.

-¡Oh traidores, mala gente! -decía yo-. ¿A un tan buen padre deshacerle tan buen hijo y hurtarle el fruto de su bendición 14? Salid de esa chiminea; que él os dirá quien vos sois.

Todas estas cosas pasaba yo entre mí, porque hacía cuenta que estaba en salvo en yéndose el teatino y tenía muy buen ánimo; mas hacía cuenta sin la huéspeda 15. Con esto, se fue y cerró su puerta y sentí cerrar las de abajo. Aliviéme un poquito y ya me revolvía con alguna desenvoltura; que no era pequeño bien. Estuve muy buen rato que no osé bajar, pero, cuando me pareció que el padre estaría lejos, apeéme, que no era cosa el estar allí, y anduve procurando salida; mas, si Dios no edifica la casa, en balde trabajan los que la edifican. Mil vados anduve tentando 16, pero por ninguno pasé el río. Más estuve de dos horas procurando salir, sacando por instantes invenciones y pruebas nuevas, mas ni por esas ni por esotras. ¡Oh qué afligido tenía mi corazón con tantos trabajos! Los que pasa un cuerpo en mil años se pueden contar en una hora, mas los que pasa el corazón en una hora no se contarán en mil años.

Yo determiné de volverme a mi puesto, pero tenía mil males, que me caía de sueño y no podía dormir, y, si había de durar el puesto, no tardaría a caerme de hambre. Al fin, de una suerte o de otra, no se me escusaba la caída más que a Lucifer. La soberbia de que no me hubiesen hallado me había puesto tan ancho 17 que ya no cabía en la chiminea. Consideré mil cosas y dije entre mí:

-Pardiez, padre, esto va muy a lo largo. ¿ Yo de qué me quejo? En esta arca hay pan, aquí tengo olla: por sí o por no, comamos, que agosto y vindimia no es cada día. Su comida me perdone; no sé si tendremos hoy tan buena coyuntura. El sueño pasaráse como se pueda; de dos inconvenientes, quitemos el uno, que mejor se sufre un dolor que muchos.

Por sí o por no, yo hice la olla invisible en daca las pajas 18. Muy bien me supo, aunque no sé por qué; pues es cierto que ninguna cosa hay de bienaventuranza para quien siempre le amenaza algún temor, porque no hay persona tan loca que estime en mucho el gusto que se compra con el daño de padecer eterno. Volví a mi puesto; que, aunque es verdad que de mejor gana tomara otro, quien otra no tiene con su mujer se acuesta 19; ya está hecha Cuenca para ciegos 20, acomodar la necesidad al trabajo. Primero de subir, dejé trastornada la olla, parte del caldo derramado; que lo demás a boca de cántaro 21 me lo había sorbido de suerte que pareciese que o fuese perro o gato se la había comido, porque no diese que sospechar. Como había comido bien, apenas podía subir; que antes, con la liviandad del vientre, tenía los pies alados como espíritu. El hombre que come mucho imposible es que sea ligero. Con todo eso, saqué fuerzas de flaqueza y subí como Dios me ayudó, hasta que, pasado buen espacio, vino el teatino. Tal será mi sueño cual su comida. Llegó, abrió sus puertas, y el primer encuentro fue el de la olla.

-Bien vengas mal, si vienes solo. Esto nos faltaba -dijo en entrando-. Válgaos los diablos por gatos.

Teatino más maldiciente no lo vi en mi vida. Por un hásteme hacia allá 22, echara mil maldiciones que se tocaran unas a otras.

-¡Oh, padre -decía yo-, qué poco tiene de lo del bendito Ignacio! Tenga paciencia, que en los trabajos se conocen los siervos de Dios.

Ello, si por trabajos lo hubiera yo de ser, a la chiminea bajara un coro de serafines a llevarme al cielo. Los que a cada paso maldicen, es claro que antes lo hacen por vicio de naturaleza que no por merecimiento de aquéllos a quien maldicen. Levantó su olla y miróla, que esto bien lo veía yo, y anduvo dentro meneando no sé con qué, pero no halló nada, que el... de las uñas negras lo había puesto a recado 23. Mil cosas decía con la cólera que me causaban risa con todo mi desasosiego.

-Esta casa -decía- receptáculo es de ladroncillos. Por las órdenes que tengo, que son los gatos discípulos de aquel bellaco de anoche.

-¿Y eso le parece malo? -decía yo entre mí- ¿No sabe, padre, que estamos obligados a enseñar lo que sabemos? La sabiduría, dándola, crece, pero, reteniéndola, se disminuye.

Miren cuál diablo me había hecho. A mí, maestro de gatos. No bastaba serIo yo por mil maneras, sino enseñar a los otros. Luego volvía a decir:

-¿Qué persecución es ésta que nos sigue? ¿Qué trabajos éstos que nos cercan? ¿Qué avenidas éstas que nos combaten? ¿Qué desdichas éstas que nos afligen? A esta casa no es posible sino que algún santo le ha echado su maldición. No es posible sino que está maldita de la mano de Dios. Anoche las gallinas y pavos, ¿un ladroncillo con ardides de diablo? Agora la olla, ¿un gato con subtilezas de demonio? Deus meus, adiuva me. Deus meus, adiuva me.

Cuando hubo pasado buen rato de estas cosas, al fin se consoló, que el consuelo es el primer escalón de salir del trabajo, y, como pudo, aderezó su comida Con un poco de tocino y huevos, que entre religiosos llaman la merced de Dios. Comió y fuésele pasando la cólera; que los duelos con pan son buenos. De esta suerte pasé aquel día. Cuando le sentía andar en la huerta me dejaba dar cuatro cabezadas, que el sueño me afligía; mas, como la estancia no era saludable, dormía a medio ojo como anda la mujer tapada 24. Ya estaba con algún consuelo, porque es de necios huir lo que no se puede escusar y atormentarse con torpe miedo; pues es cierto que el daño forzoso es forzoso quererlo. De aquí nace que los sabios no hacen cosa contra su voluntad. Antes todo lo que han de hacer, ora próspero, ora adverso, es de su grado, porque ven que no se les permite escusar que no lo hagan. 

Llegó la noche y, cuando le sentí acostado, parecióme que sería bien bajarme a dormir; que la puerta cerróla y tapó una gatera que tenía por amor de los gatos, que había dentro cosas de comer. Hícelo ansí y echéme sobre el arca, adonde, con más miedo que vergüenza, porque no estaba muy a mi salvo, dormí como Dios me ayudó, no con pequeño trabajo y pocos sobresaltos, después de haber hallado mi salida por imposible. Que no pegué los ojos hasta ver si pegaba mi ventura 25; mas trabajé en balde. Y ansí no me faltaba cuidado en el esperar el día; que por mucho que el sol tuviese de caminar, tenía yo más de ver si caminaba. Con todo eso, descansé algo del pasado cansancio y alivié en alguna manera mi fatiga; mas poco alivio podía tener quien había de volver a tan intolerable trabajo, que de ordinario cansa más el pensamiento del mal que el mal mismo, fuera de que los muchos cuidados siempre acarrean grandes enojos. Aunque, bien mirado, no es alabanza estar un hombre entero donde no hay alguno que procure o pueda corrompelle, porque, donde hay contradición, allí se conoce el valor. Y ansí me tengo yo en más por haber salido con esta empresa.

Llegó la luz, siempre con más brevedad que pedía mi deseo y aun que había menester mi fatiga, y ansí al punto volví a mi puesto; que no había cosa tan segura. Estaba aguardando cuándo sería Dios servido de darme oportunidad para escapar de esta tribulación; que, a ser la estancia plaza de asiento, no fueran tan codiciadas como son. A fe que no se buscaran por tan ilícitos medios como se refieren en esas plazas. Yo por mentira lo tengo, pero, al fin, si es verdad, mal parece que tenga, como dicen tiene, voto en su provisión el amor. Excluida había de estar la dádiva, ahuyentado el temor y inhábil el odio, porque, donde faltaran pretensores, los votos cayeran en blanco. Tal está el mundo, que se dice públicamente que vale más onza de favor que libra de justicia. Al fin, anda mala la cosa cuando lo que se había de alcanzar por virtud se acomete con el dinero, fiados en que, con dádivas, se corrompen los votos. Y aun lo peor es que son más los que murmuran lo bueno que los que contradicen lo malo 26. Quédese esto; que podrá ser que le llegue su agosto 27 y se coma todo, maduro y por madurar.

Levantóse mi teatino y la primer jornada fue encender lumbre. ¡Oh qué mal rato era para mí el encendella! A ningún malo le puede ir bien. Estoy por decir que le perdonara la comida, con tener tanta necesidad, a trueco de no sufrir tan mal enemigo. Más lágrimas me hizo llorar el humo que la muerte de mi padre. Entonces conocí que el mundo nos da los placeres a vista y nos da los trabajos a prueba. Con todo eso, lo sufría a mal de mi grado, que a quien dan no escoge. Quien no puede lo que quiere quiera lo que puede, pues sabemos que no hay cosa más ilustre para la alabanza que la calamidad misma. Puso su olla y fuese a la huerta a lo que Dios le ayudó. Cuando me pareció que ya estaría en razonable punto, que fuera necedad reparar en miserias, bajé con el mayor silencio que pude y dile una madrugada que su reverencia 28, en cuanto a la olla, quedó a buenas noches. Levantéla en un abrir y cerrar de ojo. Fue Dios servido que hallé la puerta apretada 29; que no lo había mirado por la cobdicia del comer y por entender que estaba tan a buen recado como solía. El tener los teatinos por diligentes me hizo perder la confianza de este bien. Siempre lo vi; que excede el crédito del diligente a su diligencia. Bien dicen que miedo guarda viña, que no viñador; como a mí, que me guardaba la satisfación que tenía del cuidado del teatino, estando él ya olvidado de tenello. Pero, al fin, a todas las cosas les llega su vez.

Yo bajé en el aire 30, más ligero que un corzo, y me metí en un aposentillo bajo. Primero entorné la puerta, que este arte de hurtar no consiente descuido ni flaqueza en el ánimo, y apenas hubo subido cuando cierro una que estaba en medio las escaleras con cerrojo y, muy a mi salvo, sin peligro ni olor de él, adjudiqué los cinco pavos que habían quedado al ilustrísimo señor Onofre Caballero.

Dichoso fui; mas desgraciada es la felicidad, que vuelve al hombre más insolente. Tal estaba que, con ver y conocer esto, no los quise dejar. Antes di con ellos y mi cuerpo adonde me esperaba el compañero con los demás; que, según era mi ventura, no temí sino que hubiera dispuesto de su persona y las aves, y me hubiera dejado a escuras con mis trabajos a cuestas. Ya no me faltaba más. Pero él lo hizo más honradamente que pudiera ser hacerlo yo a estar en su pellejo. Bien me sintió el teatino, mas, aunque dio voces, fue darlas en desierto 31, porque, demás de estar en él, las daba a orejas sordas y a paredes mudas.

Antes de salirme le dije a voces:

-Padre, paréceme que podrá venir a confesar los pavos, que están en peligro de muerte, y el cirujano a curar las llagas de las gallinas, que están mal heridas.

Con esto, aunque con trabajo, me vengué de mi ropilla, y el bueno del padre se quedó como podéis considerar por acudir a las obras de misericordia. Él ganó lo que yo perdí. Sólo va de diferencia que la ganancia fue de voluntad y la pérdida de obra. Conté a mi amigo todos mis succesos, que eran como paño de mezcla de dos colores; mas, ya que estaba libre, no me daba poco gusto el referirlos, que, en la prosperidad, es sabrosísima la relación de los infortunios. Reímos los dos lo que fue bueno, y más él de ver que, cual otro Lázaro, había resucitado al tercero día 32, aunque pudiera mejor decir que, como ahogado, había salido a la lengua del agua 33, porque milagro fue no estarlo de humo. Dios me castigó y libró como a otro Jonás 34.

Admiróse de ver que, con todo mi mal, traía los pavos y que había podido mi industria tener fuerzas para engañar a personas tan nobles y puntuales 35; aunque se suele decir que el que más fácilmente se deja engañar es un honrado. Mas, con todo eso, me tengo yo en más; que quien vence buenos ingenios es señal que le tiene bueno. Alabo los suyos, porque el que alaba al vencido hace más ilustre la gloria del vencedor.

 

 

 

Notas  al  CAPÍTULO 11

 

1. Quizá una alusión irónica a la necesidad de asentimiento de la moza para contraer matrimonio o, simplemente, para mantener cualquier tipo de relación.

2. 'confiado a la ayuda de Dios y a la buena suerte'. Es una frase hecha.

3. Proverbio muy repetido en la época, que, según explica Correas, se fundamenta sobre la paranomasia Sancho / santo.

4. «Saltar por el rey de Francia. Tómase por hacer violencia y dar pesadumbre; semejanza de los perrillos de ciegos, que los hacen saltar por un aro, diciendo: 'Salta por el rey de Francia'" (Correas).

5. pantana y Animóme no se leen con claridad en el manuscrito. Sin embargo, creo que son conjeturas válidas.

6. al desgaire: 'como quien no quiere la cosa, descuidadamente'; no hizo caudal: 'no le dio importancia'.

7. «Atelevavi. Hecha una palabra de tres 'ad te levavi'. Dícese cuando escondieron y quitaron algo a otro de entre las manos y se lo desaparecieron y trampearon; como decir: 'voló'. Y entero dicen: 'Atelevavi anima mea', corrutamente tomado de la primera domínica de Adviento" (Correas ) .

8. 'perplejos, sin poder dar crédito'.

9. Referencia al escritor latino como autor de las Metamorfosis.

10. vivar: 'madriguera'.

11. 'creí que no tendría más remedio que mostrarme o aparecer'.

12. despepitadamente: 'terriblemente, insoportablemente'.

13. la ida del cuervo: «cuando nos dicen que se ha ido alguno que no se nos da mucho aunque no vuelva» (Covarrubias).

14. Véase la nota 29 del capítulo 4º.

15. Covarrubias explica así el dicho por el que se expresa el excesivo optimismo derivado de no haber tenido en cuenta todos los aspectos de un determinado asunto: «Hacer cuenta sin la huéspeda; los caminantes echan su cuenta, y después la huéspeda cuéntales las cosas a más precio de que ellos pensaban» (Covarrubias).

16. Téngase en cuenta que no hallar vado en un cierto asunto «es no saber cómo darle corte ni entrar en él» (Covarrubias).

17. ponerse ancho: 'ufanarse'.

18. 'al punto, en un abrir y cerrar de ojos' ; daca: contracción de dar y acá.

19. Es proverbio.

20. Dicho irónico, por tener fama esa ciudad de especialmente dificultosa para caminar por ella; véase Covarrubias.

21. 'a morro'.

22. 'por una minucia, por un quítame allá esas pajas'.

23. Gato en germanía significa, entre otras varias cosas, 'ladrón', de ahí lo que Onofre dice de sí mismo; poner a recado: 'poner en lugar seguro, a buen recaudo' .

24. Alusión a la arraigada costumbre entre algunas mujeres de la época de cubrirse el rostro con una mantilla, dejando un sólo ojo al descubierto.

25. 'me salía con la rnia'; pegar tiene a veces el sentido de 'triunfar, vencer'. Sólo se leen las letras ven- de la última palabra, que es por tanto una conjetura.

26. Todo este fragmento es un eco traido por los pelos de críticas al reparto de oficios como las contenidas en el Guzmán.

27. Expresión de sentido similar a la más extendida: ' A cada puerco le llega su sanmartín', o a la que aparece algo más abajo: 'A todas las cosas les llega su vez'.

28. dar una madrugada: 'engañar, ganar por la mano'. Obsérvese la paradoja formada al aparecer casi inmediatamente la expresión 'quedar a buenas noches'.

29. 'cerrada, aunque no con llave'.

30. en el aire: 'con suma rapidez, en un voleo'.

31. Alusión a la bíblica «voz que clama en el desierto» (lsaías. 40: 3).

32. Referencia al Lázaro evangélico (San Juan. 11: 1-44), aunque, como bien observa Carrasco, éste fue resucitado en realidad al cuarto día.

33. 'orilla'.

34. Jonás estuvo en el vientre del pez tres días y tres noches (Jonás, 2: 1-2).

35. puntuales: 'preocupados por su honra y fama'.

 

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Gregorio González

EL GUITÓN ONOFRE

Edición a cargo de

FERNANDO CABO ASEGUINOLAZA

BIBLIOTECA RIOJANA

Nº. 5

Gobierno de La Rioja

LOGROÑO, 1995

 

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