En su libro Flor nueva de romances viejos, (Madrid 1953), dio a conocer D. Ramón Menéndez Pidal esta delicada pieza de los pastoriles. Origen extremeño le atribuye allí el ilustre filólogo. De Trujillo es, en efecto, en la forma que él recoge, la perra que persigue a la loba «y la perra trujillana». Dudamos que exista dentro de nuestro romancero uno de tan rica gama de variantes como este romance de la loba parda. De su importación a nuestra tierra no nos extrañaremos si recordamos que antiguamente solían venir las ganaderías extremeñas a pastar en nuestras sierras ya su vez las nuestras pasar en Extremadura gran parte del ano. De la Historia de Valvanera, escrita por el P. Agustín Urcey Prado, O. S. B. (1932) copiamos la siguiente nota : «Parece deducirse de algunas, escrituras que esos rebaños pasaban a Extremo en cuanto se ganaron aquellas provincias a los moros. En los siglos XVII y XVIII solía partir el rebaño en los primeros días de noviembre, regresando a principios de mayo». De Extremadura, pues, debió venirnos este precioso romance, que tan rica floración, por cierto, ha dado. Las formas, además, que de él ofrecemos, han sido recogidas en nuestros pueblos serranos. Un estudio sobre la vida y costumbres pastoriles de nuestra tierra en relación con el presente romance sería, sin duda, de interés. El instrumental de nuestros pastores parece haberse tenido en cuenta para la composición. En un próximo artículo quizá estudiemos y demos a conocer ilustradas las distintas formas de zamarras, zahones, polainas y demás prendas propias de que nos habla el romance. La medicina pastoril de estos pueblos sería también digna de un estudio. Preferimos, para no hacer excesivas las anotaciones, ofrecer por separado las distintas formas que del romance hemos recogido. 1 .—Estando yo en la mi choza remendando mi caldero (1) y arreglando la alcayata (2) vide venir siete lobos por lo alto La Demanda. El más chiquito de todos se vino hacia mi majada. Siete vueltas dio a la red (3) y no pudo sacar nada; y a la ultimita que dió sacó una borrega blanca. —Allá, los perritos míos, ah mis perritos de fama; si me cogéis la lobita, la cena tenéis ganada y, si no me la cogéis, sin cena y con la cachava. Al llegar a un arroyito la lobita iba cansada. Vuelve «p'atrás» y me dice —Toma, pastor, tu ovejita queja tienes viva y salva. —Tu ovejita no la quiero que la traes malparada, lo que «quió» yo es tu pellejo para zurrón de cucharas. (Recogido en Villaverde de Rioja) | | (1) En muchos pueblos nuestros, donde se vive casi exclusivamente de la Ganadería —Cameros, Sierra de Valvanera, etc.,— es utensilio inseparable del pastor el caldero. Por regla general, pequeño, lo lleva el pastor, atado a la correa del zurrón y en él cuece la leche y guisa las patatas. El usado en Extremadura lo hubo seguramente de tener en cuenta Gabriel y Galán, al escribir en su célebre, bucólica : «He comido pan sabroso con entrañas de carnero que guisaron los pastores en blanquísimo caldero suspendido de los llares sobre el fuego del hogar». (2) Clavo grueso que el pastor suele tener a la puerta del corral, (la rima en estos versos es defectuosa). (3) En el tiempo frío el ganado duerme en los corrales, pero cuando llega el buen tiempo, al venir la noche el pastor tiende las redes (de ahí la palabra redil) para asegurar el ganado, Otras veces —y esta forma es más usada en nuestra tierra— cerrará una pequeña porción de terreno con un valladar de ramas y maleza; forma ésta de redil a la que suelen llamar «rodeón». | | 2.—Las Cabrillas iban altas (1) y la Luna arrebatada; las ovejas de un pastor no paran en la majada. Estando el pastor en vela vio venir la loba parda. —Llega, llega, loba parda, llega, llega, enhoramala. Verás mis siete cachorros y mi perra trujillana y mi perro de los hierros, que solo para ti basta. —Ni tus siete cachorrillos, ni tu perra trujillana, ni tu perro el de los hierros todos para mi son nada. — Aquí mis siete cachorros, aquí perra trujillana, aquí perro de los hierros, a correr la loba parda. La corrieron siete leguas por unas altas montañas y otras siete la siguieron por unas veredas llanas. Al subir un cotarrito, y al bajar una cotarra salió el pastor al encuentro con un cuchillo sin vaina. —No me mates, pastorcito, por Dios y su Madre Santa, que diré a mis compañeros que no vuelvan a tu piara. —Siete pellejitos tengo para hacer una zamarra, con el tuyo serán ocho pa terminar de forrarla: las patas para manguitos las orejas pa polainas, y el rabo para agujiras para coserme las bragas y caso que sobre algo para un mandil para el ama. (Recogido en Anguiano) (1) Entiéndese, las estrellas de la constelación Tauro, | | 3.—Estando un día en mi choza, remendando mi zamarra, vi venir siete lobitos por una oscura montaña. Venían echando suertes para entrar en la majada. Le tocó a una loba vieja, patituerta, roja y parda que tenía los colmillos como puntas de navaja. Dió tres vueltas al redil y no pudo sacar nada; y a la otra vuelta que dio saca la cordera baya, hija de la oveja churra, nieta de la toriñana. —Deja, loba, esa cordera que no la tienes ganada, que la tengo yo ofrecida a la Virgen Soberana. Si te embisco mis carrochos te vas a ver obligada. Arriba perro pichichi, arriba perra guadiana; que si me traéis la loba tenéis la ración doblada y si no me la traéis os daré con la cachava. Los perros tras de la loba las uñas cascañetaban y al subir un cotarrito la lengua fuera sacaba y les decía a los perros que le pisaban las patas: —Tomad, perros, la cordera sana y limpia como estaba. —No queremos la cordera de tu boca baboseada, que queremos fu pellejo p'al pastor una zamarra y los recortes que sobren para guantes para el ama, la correa pa zurrón para meter las cucharas; los rabos para correas para atacarse las bragas. (Recogido en Ventrosa) | | 4.—Para que puedan apreciarse las diferencias que lo separan de los nuestros, ofrecemos a continuación el recogido por el Sr. Menéndez Pidal en su colección Flor nueva de romances viejos. | | | Estando yo en la mi choza pintando la mi cayada, las cabrillas iban altas y la Luna rebajada; mal barruntan las ovejas no paran en la majada. Vide venir siete lobos por una oscura cañada; venían echando suertes cuál entrara en la majada. Le tocó a una loba vieja, patituerta, cana y parda que tenía los colmillos como puntas de navaja. Dió tres vueltas al redil y no pudo sacar nada y la otra vuelta que dio sacó la borrega blanca: hija de la oveja churra nieta de la orejisana, la que tenían mis amos para el día de la Pascua. —Aquí, mis siete cachorros; aquí, perra trujillana aquí, perro de los hierros, a correr la loba parda. Si me cobráis la borrega cenaréis leche y hogaza y si no me la cobráis cenaréis de mi cayada. Los perros tras de la loba las uñas se esmigajaban siete leguas la corrieron por unas sierras muy agrias; al subir un cotarriro la loba ya va cansada. —Tomad, perros, la cordera sana y buena como estaba. —No queremos la cordera de tu boca alobadada; que querernos tu pelleja pa'l pastor una zamarra, de tu cabeza un zurrón para meter las cucharas y las tripas pa vihuelas para que bailen las damas. | | |