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La lengua española, se dijo y repitió en 1992 con motivo de los actos del quinto centenario de la gramática de Nebrija, es nuestra mayor riqueza. Este enunciado, en sí, no es verdadero o falso, sino una mera potencialidad: la lengua española es capaz de ser nuestra mayor riqueza; pero no por sí misma, es decir, no porque posea alguna virtud intrínseca que la favorezca sobre las restantes, sino porque, además de sus incalculables valores culturales, con la necesaria aplicación o inversión de los recursos pertinentes llegará a ser una fuente de ingresos. Esta consideración de la palabra «riqueza» puede ser en exceso crematística. Naturalmente, la lengua española es una parte del patrimonio cultural común de muchos pueblos, es el vehículo de creación de obras de arte y de pensamiento excelsas e incluso extraordinarias; pero esta dimensión, que sabemos y aceptamos, no nos guía en las consideraciones que siguen. Vamos a ceñir nuestro título a cuestiones que no tienen que ver con la universalidad de nuestra producción literaria, clásica o moderna, sino con la condición de instrumento de comunicación entre muchos hombres, entre diversas naciones, y con las consecuencias económicas que de ello se derivan.
Una lengua internacional La respuesta a la pregunta inicial, a saber, qué queremos decir con «lengua internacional», puede expresarse desde dos posiciones: La definición general se limitaría a decirnos que una lengua es internacional cuando se habla en dos o más naciones, de acuerdo con la definición del diccionario académico. El español cumple ese requisito, efectivamente. La definición demográfica precisa la anterior y viene a decirnos que un número de hablantes superior a un nivel (necesariamente arbitrario, convencional) confieren el carácter de internacionalidad a una lengua. El nivel trescientos millones funciona inmediatamente y nos permite volver a responder afirmativamente a la cuestión de si el español es lengua internacional. El ser hablada por más de trescientos millones en varias naciones hace de la lengua española castellana una lengua internacional: la única lengua internacional, incluso, de todo el dominio histórico español. Ahora bien, son requisitos tan mínimos que, en sí mismos, no dicen nada respecto a la potencialidad económica de esa internacionalidad, salvo en términos de mercado: más de trescientos millones de consumidores que pueden recibir información o propaganda sobre cualquier producto en una lengua común. La riqueza que las actividades lingüísticas así orientadas proporcionen puede no suponer un beneficio práctico para los hispanohablantes como tales: el circuito de producción de esos mensajes lingüísticos orientados económicamente puede quedar fuera del circuito económico de los países que hablan la lengua. Un primer matiz que puede introducirse vendría dado por el número de países que no tienen a la lengua española como propia, pero la aceptan y utilizan como lengua de intercambio: presencia en la comunidad internacional y las organizaciones internacionales. Aquí tenemos ya unos datos claros: el español es una de las lenguas de las Naciones Unidas y los organismos que de ella dependen o con ella se relacionan, como UNESCO. Además, en el conjunto de la Comunidad Europea, es una de las nueve lenguas La conclusión dista mucho, por el momento, del triunfalismo engañoso de los desinformados de turno: la internacionalidad del español es más relativa que absoluta, aunque esta consecuencia no sólo depende de la utilización, sino también de la falta de inversión. El español podría ser realmente una lengua internacional si se realizaran los esfuerzos oportunos para que así fuera, lo que equivale a decir si se considerara la rentabilidad de la inversión lingüística.
Recapitulación histórica Al volver la vista atrás advertimos que el español ha gozado en Europa de una presencia y un prestigio que no son en nada inferiores a los actuales, antes al contrario. La política de los Habsburgo en el siglo XVI y primer tercio del XVII otorgó al español una posición clara de lengua internacional en Europa: aunque el latín era, oficialmente, la lengua de intercambio de los documentos oficiales internacionales, la conveniencia de conocer y usar el español quedaba clara. Erasmo Buceta, R. Menéndez Pidal, A. Morel-Fatio, M. García Blanco y mi maestro Rafael Lapesa han subrayado este carácter, patente en la anécdota transmitida por Brancóme sobre el desafío solemne de Carlos V a Francisco I de Francia, el 17 de abril de 1536, en presencia del Papa, la curia y la diplomacia, en español, con esta aclaración del propio emperador, tras la protesta del embajador de Francia, el obispo de Macón, quien pretendía no entender el discurso imperial: «Señor obispo, entiéndame si puede y no espere de mí otras palabras que de mi lengua española, la cual es tan noble que merece ser sabida y entendida de toda la gente cristiana». La presencia de los ejércitos españoles en Europa lleva la lengua de Castilla, ya de España, a más territorios que la griega y latina, sin contar el mundo recién descubierto. Pedro Simón Abril, el humanista, propuso a Felipe II que el español sustituyera al latín como lengua de la enseñanza; pero esta propuesta era prematura. Sí se aplicó, aunque parcialmente, en instituciones como la Academia de Matemáticas de Palacio, creada en 1582 por Felipe II, cuyo plan de estudios, similar al correspondiente salmantino, se impartía en castellano, frente al latín universitario. También proliferaron las gramáticas, los diccionarios y los métodos para aprender el español, desde las más variadas lenguas europeas, al mismo tiempo que obras escritas en castellano hacían gemir los tórculos, como diría Nicasio Salvador, en toda Europa, a veces por escapar a la censura inquisitorial, pero otras veces simplemente por conveniencia mercantil, o sea porque había un mercado para el libro en español; piénsese en el Cancionero de Amberes o Cancionero sin año, por ejemplo. Lo mismo puede decirse de las representaciones teatrales por Europa, sin contar al vecino Portugal, durante esos años unido al resto de la Península Ibérica en la corona española, en donde se llegó a un bilingüismo práctico en ambientes cortesanos, comerciales, literarios y científicos: precisamente un portugués, Juan Bautista Labaña, fue el primer catedrático de la mencionada Academia de Matemáticas. Cuando se reunió el fondo básico de la Biblioteca Real de Dinamarca, a mediados del siglo XVII, la literatura española estaba de moda en este país nórdico, consecuencia indudable de las relaciones políticas y amistosas. Una muestra: Corfitz Ulfeld, el conocido ministro de Cristian IV y Federico III, el todopoderoso gobernante danés, puede ilustrarnos sobre la situación. Sin ser bibliófilo, era conocedor y amigo de lo que se llamaba, en español, «cosas de España»; escribía un excelente castellano y, a menudo, incluía en sus cartas danesas expresiones en nuestra lengua, al escribir a su esposa, la condesa Leonora Cristina, por ejemplo. Su rey, Federico III, fundador de la Biblioteca Real, compró muchos libros españoles por medio de Lauritz Ulfeld, interesado en ellos a causa de Corfitz Ulfeld, el ministro. La excelente colección de pliegos sueltos quizás proceda también de un caballero danés del XVII. Casi toda ella tiene fechas de impresión de los primeros cuarenta años de ese siglo y el último pliego lleva la fecha de 1640, lo que hace suponer que fuera adquirido por un hermano del ministro Corfitz Ulfeld, Eiler Ulfeld (16131644), quien fue embajador danés en España de 1639 a 1643. No sabemos cuándo y cómo pasaron a la Biblioteca Real de Copenhague, donde están bien diferenciados estos pliegos de otras colecciones, como la del XVIII, también de pliegos. Lo anterior corresponde a una típica situación de prestigio, reflejada en toda una tradición de enseñanza del español; pero hay que hacer notar que, inmediatamente después, el francés pasa a ocupar la posición de lengua diplomática y se convierte en la lengua internacional hasta hace bien pocos años, en que ha sido sustituido por el inglés, como sabemos. El español desaparece de la escena europea, a donde regresa en el siglo XIX. En la etapa histórica el prestigio era de base peninsular; América sólo era vista en el mundo como una prolongación de España. Esta situación continúa hasta mediados del siglo XX, cuando se introducen dos factores de cambio: el progresivo interés por la literatura hispanoamericana y la actitud de la Real Academia Española en favor de una acción común, que conduce a la formación de la Asociación de Academias y la creación de la Comisión Permanente. Las quejas formuladas por Ricardo Palma con motivo del IV Centenario ya no tendrían sentido: el uso del español ya no es exclusivamente el peninsular europeo, aunque ese cambio de mentalidad sea en la realidad mucho más lento. Lo que también se produce es un cambio de escenario de la lengua, vista desde fuera. A lo largo del XIX van estableciéndose puntos de referencia del español: emigrados de España y América, nuevas relaciones comerciales y culturales con más países. El mundo hispánico aparece como mercado también cultural. Pero, posiblemente por desgracia, hay un factor nuevo: el español, moda romántica. El paso al siglo XX no aporta una gran mejora; como causas externas de la popularidad del español pasamos a tener las guerras mundiales y las políticas neutrales de Hispanoamérica y España, la revolución mexicana o la guerra civil, a uno y otro lado del Océano. La gran novedad, desde luego, es que América desplaza a Europa como centro de atención, no sólo como centro demográfico. La llamada «transición» española (tan poco romántica, por suerte) ha vuelto a atraer la atención sobre la vieja Península e islas más o menos adyacentes, al mismo tiempo que ha crecido el prestigio político de la nueva España que, en menos de cincuenta años, ha pasado de ser excluida de la Organización de Naciones Unidas a tener puesto en el Consejo de Seguridad.
Español, lenguas españolas y lenguas hispánicas
Otra de las novedades de este momento es que el español aparece dentro de una constelación de lenguas, las españolas (catalán, vasco y gallego) y las hispánicas, que pueden ir desde el azteca al fang o al mismo tagalo. La relación entre unas y otras es muy desigual, pero tenemos ejemplos al gusto de cualquier sociolingüista, desde desplazamiento del español por el inglés y desaparición primero de uno y luego, relativamente, del otro, en favor de una lengua nativa, el tagalo en este caso, hasta, como ha señalado Vargas Llosa, la exacerbación de la política anti-indigenista por los gobiernos de las naciones independientes de América, sin olvidar las tensiones producidas en la propia España por excesos en la aplicación de la normalización lingüística del catalán, sobre todo en Cataluña, pero también en Valencia, con la consiguiente descastellanización de estos territorios, sobre todo en el medio rural, y un grave peligro para la propia lengua catalana, que los que se satisfacen con resultados espectaculares a corto plazo no saben ver. El mensaje de la necesidad mutua debe ser lo más claro de todo el mosaico. El enquistamiento de los nacionalismos lingüísticos conduce a múltiples resultados negativos, entre los que destacan la fragmentación, la pérdida de presencia y, en consecuencia, el desprestigio (no sólo cultural, puede ser funcional) que lleva a la desaparición. Ni el griego ni el latín se han librado de ese proceso; en ambos casos lo ocurrido ha sido una pérdida de funcionalidad, no un desprestigio cultural. El español tiene que actuar como vehículo internacional de las otras lenguas españolas e hispánicas, asegurando su presencia en ambientes a donde no llegarían solas. Es justo que, cuando se establece esta actitud, se pida a cambio una postura de coherencia en el mantenimiento y refuerzo de la única lengua internacional de todo este bloque de naciones y regiones. Otra actitud llevaría a nuestras lenguas a convertirse en lenguas-pijama, muy cómodas para andar por casa, pero impresentables en cuanto se cruza la puerta.
La internacionalidad económica Hasta los años cincuenta se consideraba habitualmente que el estudio o el trabajo en torno a una lengua se movía en el eje de coordenadas formado por la gramática, por una parte, y los textos escritos, sobre todo los literarios, por otra. La incidencia económica de una lengua se medía en función de su potencial de lectores, de las necesidades de dirección y planificación, en los casos más perspicaces, y poco más. La irrupción del ordenador en la vida cotidiana, no sólo en las universidades y centros de investigación, ha hecho aflorar una conciencia lingüística que está alcanzando extremos de notable preocupación. Cada vez son más las necesidades de conocimientos lingüísticos que existen en todas las ramas del saber, desde la vieja crítica literaria hasta las modernas telecomunicaciones. Si repasamos los programas más avanzados de investigación y desarrollo observaremos que las zonas fronterizas con la Lingüística o que incursionan en ella son cada vez más amplias. La importancia de una lengua ya no depende sólo ni primordialmente de un hecho cultural como su calidad literaria, sino de su peso económico, medido por otros indicadores. Hecho cultural junto a hecho industrial, éstos serían los dos focos en la perfecta imagen geométrica de la elipse lingüística. En dominios aparentemente culturales aparece con inusitada pujanza la presión industrial: es conocido que menos del doce por ciento del material escrito que se traduce a otra lengua se puede encuadrar en lo que se llama Literatura. La mayor parte de lo traducido corresponde a la ciencia y la técnica, pero no es baladí el porcentaje de textos legales o simplemente administrativos. Otra aparente sorpresa de esta inversión de cantidades es que ya no basta con tener un elevado número de hablantes para asegurar el rendimiento de la industria de la lengua. La recuperación de la lengua alemana, por ejemplo, comparada con el número de hablantes del ruso o el chino, o del mismo italiano, es sorprendente, máxime si se considera que buena parte de la producción científico-técnica de Alemania se escribe en inglés, sobre todo, e igualmente en Austria y Suiza, o en otros idiomas (ruso, francés, especialmente). La razón no es la calidad de la literatura alemana contemporánea, sino de otros productos, preferentemente tecnología. Por eso parece necesario lanzar una llamada de atención sobre la situación de la lengua española castellana, frente al tan desbordado como falso optimismo basado en los míticos trescientos millones de hablantes. No se trata del riesgo de que la lengua pueda estar en peligro, como a veces, de forma alarmista, se exagera, sino de algo más grave: de que la lengua es un bien económico y nos interesa a todos saber quién va a manejar esa industria lingüística. En el año dos mil, tan típico como el 92, serán entre veintisiete y treinta y tres millones los ciudadanos norteamericanos que hablen español como lengua de su origen hispánico. Constituirán el 12% de la población de los EE.UU. Nueva York y Los Angeles figuran hoy en la larga lista de ciudades en las que vive más de un millón de hispanohablantes. Más cerca de nosotros, al norte, la cuarta parte de los ciudadanos franceses, al menos, llevarán un apellido del sur de los Pirineos, fenómeno que, en menor escala, se producirá en toda Europa occidental. Los Estados Unidos están casi en el límite de un país hispánico y ello provoca, en la sociedad mayoritaria anglohablante, una natural reacción de autodefensa. Las leyes actuales sobre enseñanza bilingüe, dirigidas fundamentalmente al español, han causado que no sólo se estudie el español en todos los niveles, desde la primaria a la universidad, sino que se estudie en español. No sólo ocurre esto en el Sur del país; no son sólo Tejas, California o Nuevo México los que necesitan profesores bilingües; también hacen falta en Michigan o Illinois. En un distrito donde también hay otro bilingüismo: inglés/alemán, el de Milwaukee, en Wisconsin, al norte, hay trece escuelas bilingües, en las cuales el 50% aproximadamente del profesorado tiene el español como lengua materna. En California, en San Diego, existe incluso un programa en español, para padres hispanohablantes con hijos sordos. Unas cifras pueden aclarar el panorama: la American Association of Teachers of Spanish and Portuguese (AATSP) publica, desde 1917, la revista Hispania. La AATSP cuenta hoy con más de diez mil profesores afiliados. La revista se envía a éstos y a unas 1.600 bibliotecas en todo el mundo. Se edita en cuatro volúmenes anuales, de los que, en 1983, se imprimieron 12.700 ejemplares en cada tirada, más que de las tres mayores revistas españolas de hispanismo juntas. Del número especial del 92, que corresponde también al 75 aniversario de la AATSP, se han tirado diecisiete mil ejemplares. Pueden cifrarse en 1.231 las instituciones estadounidenses que enseñan español y cultura hispánica. A principios de la década de los 80 cursaban sus estudios de graduación universitaria 276.459 alumnos de español; 7.421 cursaban segundo o tercer ciclos, es de' cir, eran alumnos graduados. En los cinco años que van de 1976 a 1980 se doctoraron en lengua española y literatura española e iberoamericana 933 estudiantes de los EE.UU. De 1985 a 1990 se produjo otro singular incremento de la actividad en torno a la lengua española, que, para las grandes cifras, puede situarse en torno al veintidós por ciento. Sin embargo, las consecuencias de la recesión también se han hecho sentir, con una inflexión descendente de la curva, que nos acerca a las cifras del 85. Las consecuencias deben evaluarse con tranquilidad: no es malo que el fondo de 1992 sea lo que constituyó el techo de 1985; significa una consolidación de posiciones. Sumemos a ello canales de televisión en español, cursos de vídeo, de radio, películas en español, todo el mercado de doblaje, editoriales, periódicos y revistas, toda la producción educativa interna en español, y veremos que el volumen económico del español en los Estados Unidos es superior al de cualquier país hispanohablante o cualquier país del mundo. El español subsistiría hoy en el mundo aunque sólo fuera por los Estados Unidos. Pero si esta consideración no nos hace pensar a dónde va el oro de estas nuevas Indias, porque creemos que allí es razonable, por la vecindad inmediata de las lenguas, vayámonos a un mundo tradicionalmente distante: En el Japón la situación ha cambiado de modo radical en quince años, hasta el punto de que el país insular asiático se está convirtiendo en una de las potencias editoras de libros en español. Los japoneses han comprendido la importancia de una lengua como la nuestra en el comercio del libro y se han lanzado a su conquista. Han crecido los departamentos de español en las universidades: en doce de ellas hay departamentos de cultura hispánica, a los que se suman 93 cátedras de español en otras tantas. Nuestra lengua se estudia en escuelas de economía y otras escuelas universitarias, en centros comerciales y en parte del sistema secundario. Los miles de alumnos japoneses se autoabastecen de libros y material didáctico y han iniciado la carrera de la exportación. No sólo producen libros de consumo, sino también revistas especializadas en nuestra lengua. Producen, en colaboración con RTVE y productoras hispánicas, programas televisivos, sobre todo dibujos animados, y mantienen en español parte de su sistema publicitario de comercio exterior. Es en Europa donde la situación del español resulta más preocupante. Dentro de la CE ocupa la quinta plaza, demográficamente; pero en otros conceptos se sitúa en un puesto inferior. El noventa por ciento de los gastos de traducción dentro de la administración comunitaria incluyen el francés o el inglés (no exclusivamente); el alemán incrementa su presencia progresivamente, lo que hace disminuir, relativa y proporcionalmente, la presencia de las otras lenguas. La construcción de la Europa plurilingüe es cara y lenta. Lengua y tecnología en el mercado internacional. Una lengua se consolida internacionalmente, en el mundo de hoy, por sus facilidades de intercambio tecnológico; no hay lengua internacional que no sea lengua de la ciencia y la tecnología. En el terreno de la traducción esto significa diccionarios, terminología; por ejemplo, en el de las comunicaciones, satélites y redes, y así sucesivamente. Todo ello implica el reconocimiento de una verdad evidente: la informatización de las lenguas y las relaciones entre los hablantes es un hecho. El informe de Ovum, Natural Language Markets: Commercial Strategies, de 1991, comienza con la presentación de tres datos que hablan por sí solos: El acceso de los consumidores, gracias a interfaces en lengua natural, a los datos de las pruebas de las compañías farmacéuticas, está permitiendo a éstas ahorros equivalentes a meses completos de gasto general. Sólo una compañía canadiense dedicada a la traducción, Lexitech, ha traducido ya diecisiete millones de palabras utilizando exclusivamente el ordenador. Los traductores humanos sólo hicieron la revisión final. La agencia de noticias Reuters ha automatizado completamente la clasificación e indexación de su base de datos para información de noticias del mercado financiero de acceso directo (on line); otros medios periodísticos, incluso la agencia EFE, llevan muy adelantado el proceso de informatización de sus datos para uso interno. Language Industry Monitor, por su parte, en su número 8, de marzo-abril de 1992, discute fundamentalmente el énfasis que Ovum pone en el sistema de «escritura oral» o «dictado informático», talkwriter. Creen sus redactores que la «máquina de escribir oral» no parece lograr ese primer lugar que los de Ovum le han venido pronosticando desde hace años y que, en cambio, la traducción por ordenador crece en importancia, sobre todo si no nos limitamos a la perspectiva comunitaria, donde el plurilingüismo es una necesidad, sino que nos atenemos a la necesidad de norteamericanos y japoneses de competir por la apertura y control de mercados que exigen una penetración a través del tratamiento informático de sus lenguas históricas.
La reacción de la industria, como se aprecia en el gráfico que sigue, referido al lanzamiento de nuevos productos en la década de los ochenta, es innegable, aunque nos encontramos aún muy lejos de la situación óptima. El sesenta por ciento de la actividad se desarrolla en la pequeña y mediana empresa. El número de productos disponibles, según la encuesta de INK para la DG/XIII de la Comisión de las Comunidades Europeas, en mayo de 1991, es de mil cien, divididos en veinticinco tipos, desde los correctores ortográficos hasta la traducción por ordenador.
Perspectiva comunitaria La Comunidad Europea comenzó muy pronto a apoyar proyectos de tecnología en el área de la lengua natural. Cabe mencionar que, junto al sistema de traducción por ordenador SYSTRAN (en el que en 1991 se tradujeron diez mil páginas mensuales de documentos internos), se lanzó uno nuevo y mucho más ambicioso, EUROTRA, que ha servido de catalizador de esfuerzos en muchos países, como España, que sin él habrían tardado mucho más tiempo en incorporarse a esta corriente científica y también social. En el terreno informativo, IMPACT, Information Market Policy Actions, ha contribuido a la notable ampliación de este mercado, mientras que ESPRIT ha lanzado la colaboración de universidades y empresas a sus más altas cotas conocidas. En lo que se refiere a la terminología, la base de datos EURODICAUTOM, pese a sus irregularidades, supone el mayor logro en unificación de la historia humana. La Comisión de las Comunidades Europeas reunió a fines de 1991 y mediados de 1992 a más de setenta expertos de todos los países de la CE para recoger ideas que permitan elaborar el nuevo programa de Lengua Natural y Tecnología, que amplía y continúa los anteriores de Industrias de la Lengua o Ingeniería Lingüística. Las reuniones se celebraron en Luxemburgo durante los días 11 y 12 de noviembre de 1991 y 12 y 13 de mayo de 1992. Divididos en siete grupos, los convocados trataron de responder a la llamada de la Comisión, reuniendo, por una parte, sus propias experiencias y previendo, por otra, las necesidades futuras. La estimación de la Comisión para los próximos diez años se sitúa entre uno y dos billones de ecus. Téngase en cuenta que este dato considera estimaciones en áreas como el mercado de la telecomunicación y sus servicios, el tratamiento y difusión de la información por vía oral, vídeo, correo electrónico, mensajería y redes, las estaciones de trabajo multimedia, la radio celular, la reproducción y almacenamiento facsimilar de documentos, a los que se deben añadir los costos de traducción y la producción de documentos en todos los sectores de las actividades económicas. Los beneficios de una correcta actividad en lengua natural alcanzarían, sobre el conjunto del mercado, de cinco a ocho billones de ecus anualmente. Sesenta millones de puestos de trabajo comunitarios dependerán, en el año 2000, de la estructura de la información, si tenemos en cuenta el informe Brossard de 1990 e informaciones internas complementarias. El apoyo de la Comisión al desarrollo del programa de Tecnologías de la Lengua, como ahora se llama, más modesta y acertadamente, no se debe a ingenua benevolencia de los funcionarios de Bruselas, sino a un análisis económico que arroja datos realmente impresionantes, que tomamos del informe sobre Lengua y Tecnología, en su versión de febrero de 1992. El mercado de servicios en lengua natural informatizada, previsto por la Comisión para sus relaciones con las industrias y los usuarios, abarca estos campos: herramientas integradas de composición, bases de datos, herramientas de educación y perfeccionamiento, interfaces con sistemas humanos, gestión integrada de documentos, I/O lingüístico y codificación, recursos lingüísticos, traducción por ordenador, red gestionada de intérpretes, asesoramiento y control de calidad, lenguas reducidas, software e internacionalización de sistemas, tratamiento del habla, teleservicios y terminologías para el intercambio de información. Como la sensibilización de la masa social a estos problemas es todavía pequeña, hay una serie de actuaciones complementarias de información, presentación, encuesta, educación y desarrollo de la infraestructura que han de contribuir al movimiento complementario de ingentes sumas de dinero. La Comisión señala expresamente la necesidad de concentrar recursos en lo que se requiere para la mejor intercomprensión de los usuarios y sus exigencias, los métodos funcionales de integración, las herramientas y bases de datos, la evaluación y el control de calidad, los estándares, la promoción mercantil de los beneficios tecnológicos, los programas y herramientas educativos, la alfabetización con apoyo del ordenador y el refuerzo de las lenguas menos favorecidas. Este último punto debe entenderse referido a las lenguas oficiales de la Comunidad que no tienen un desarrollo en tecnología lingüística comparable a las lenguas que disponen de medios de tratamiento de la lengua natural desde hace años.
Perspectiva española Es llamativo, en primer lugar, que la Comisión de las Comunidades Europeas haya partido del firme establecimiento de las industrias del idioma en los países europeos, cuando algunos gobiernos, como el español, todavía no parecen haberse enterado bien del potencial económico de estas actividades, que sólo para la lengua inglesa mueven miles de millones de dólares, según un estudio de The Economist. Esta inadvertencia española se refleja en otros muchos puntos, desgraciadamente, como en la ausencia de estos programas en la raquítica convocatoria de becas de Formación de Personal Investigador (FPI) para 199293, y llama más la atención si se considera que España dispuso de un área de Industrias de la Lengua dentro de las actividades del Quinto Centenario, desde donde se advirtió reiteradamente del interés que existe en el mundo desarrollado por estos temas y que son cerca de un centenar de millones de pesetas los que se movieron en proyectos básicos de infraestructura tecnolingüística, fundamentalmente archivos digitales, en colaboración con la industria privada (ADMYTE, Archivo Digital de Manuscritos y Textos Españoles), la Agencia Española de Cooperación Internacional, el Ministerio de Industria y Comercio y la propia CEE (Corpus de Referencia de la Lengua Española Contemporánea). Si además tenemos en cuenta que, como señalaron los expertos en mercado en la reunión de Luxemburgo, en noviembre de 1991, este mercado en Europa es todavía muy pequeño y está en la fase de ascenso de la curva proyectada, es incomprensible que estos proyectos no reciban un impulso definitivo y un apoyo claro de la sociedad española y sus administradores públicos. El corpus del español, por ejemplo, que, como el de las otras lenguas, es la gran base de textos completos, de todo tipo, ordenados, clasificados tipológicamente y marcados con los más modernos estándares, resulta imprescindible para el desarrollo de los productos de tecnología lingüística exigidos para que una lengua tenga un lugar propio en el siglo XXI, al servicio de una sociedad desarrollada. Esta realidad sólo parece necesitar demostración en España y el mundo hispanohablante, una vez más agazapado a la espera de estos trabajos en otros países, postura recomendable para la carrera que seguirá a fin de llegar los primeros a la compra de lo que, sobre el español, se produzca en países ajenos a la lengua española. El «que inventen ellos», como una maldición de los tiempos modernos, sigue repitiéndose entre quienes deben administrar con talento los recursos nacionales. En cuanto al español, es preciso reconocer que la creciente demanda de instrumentos lingüísticos adecuados para su tratamiento computacional se encuentra con innegables lagunas. Hay una real ausencia de puentes entre los resultados de la formación y la investigación universitaria y las aplicaciones industriales. Las empresas precisan recursos lingüísticos preparados para el tratamiento industrial que, o bien no existen y han de crearse, o bien han sido creados para proyectos concretos, descoordinados, y no son reutilizables. Por ello se ven obligadas a sufragar investigaciones reiterativas para el desarrollo de proyectos como interfaces en lengua natural, sistemas expertos e inteligencia artificial, en todos los cuales es imprescindible un fuerte componente lingüístico, y se encuentran, en los primeros pasos, con la necesidad de realizar por sí mismas tareas que deberían haber sido ya realizadas y que son de exigencia irrenunciable en una lengua internacional. La lengua española es hoy una realidad mundial incuestionable que, como hemos dicho, se sostendría, en términos económicos, sólo por el movimiento dinerario que genera en los Estados Unidos, prescindiendo de España y los restantes países hispanohablantes. Es una seña de identidad de los pueblos hispanoamericanos avalada por logros en ciencia y arte, expresados en español, bien conocidos de la comunidad internacional. Es característico que la conciencia de unidad lingüística, muy viva en el pensamiento de los próceres de la América hispánica, se haya visto continuamente reforzada y que el español tenga hoy una coherencia interna verdaderamente superior a la de otras lenguas de difusión mundial. No se trata de algo casual, sino del resultado de una voluntad de unidad lingüística, que los medios actuales deben reforzar.
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La Fundación Juan March, creada en 1955, es una institución cultural, situada entre las más importantes de Europa por su patrimonio y por sus actividades. En el campo del arte ha organizado más de 400 exposiciones en España y en el extranjero y ha concedido ayudas para estudios o trabajos de creación. Sus colecciones se exhiben en el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca, en la Collecció March. Art Espanyol Contemporani de Palma de Mallorca, en su sede de Madrid y también de modo itinerante. En el campo musical organiza regularmente ciclos de conciertos monográficos, recitales didácticos para jóvenes (a los que asisten cada curso más de 25.000 escolares), conciertos en homenaje a destacadas figuras, aulas de reestrenos, encargos a compositores y otras modalidades. En su sede de Madrid tiene abierta a los investigadores sendas Bibliotecas de Música y Teatro Españoles Contemporáneos, y ofrece cada año un promedio de 50 conferencias, así como coloquios y seminarios. Además de este Boletín Informativo, la Fundación Juan March edita regularmente la revista crítica de libros «SABERILeer», así como sus Anales, libros en coedición, catálogos, folletos y otras publicaciones.
El Instituto Juan March de Estudios e Investigaciones, creado en 1986, es una fundación privada, declarada de interés público, que tiene por objeto el fomento de estudios e investigaciones de postgrado, en cualquier rama del saber, por medio de centros de estudios avanzados. Desde 1987, el Centro de Estudios Avanzados en Ciencias Sociales, dependiente del citado Instituto, se propone contribuir al avance del conocimiento social mediante la promoción de la investigación, la enseñanza becada para estudiantes graduados y los intercambios entre investigadores. Dentro del mismo Instituto funciona también, desde 1991, el Centro de Reuniones Internacionales sobre Biología, que promueve la cooperación entre científicos españoles y extranjeros por medio de cursos, simposios, sesiones de trabajo, publicaciones, estancias y ciclos de conferencias.
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