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De todas las manifestaciones de la crisis del Bajo Medievo europeo, la regresión demográfica es la más Ilamativa. EI primer aldabonazo de aviso tiene lugar entre 1315 y 1317, años en los que, tras un periodo de serias alteraciones climáticas, se produce una grave etapa de carestía. En Flandes -una de las zonas más afectadas- se hablará de la gran hambre. Causará en Brujas (ciudad de unas treinta mil almas) casi dos mil victimas; en Ypres (con unos veinte mil habitantes) se producirán unas dos mil setecientas defunciones entre mayo y octubre de 1316. La crisis alimentaria que se cebó en las poblaciones europeas en estos años dejó a la sociedad con muy debiles defensas biológicas. Fue, sin duda alguna, uno de los factores que incidieron en la otra gran catástrofe demográfica que sobrevino en Europa en los años siguientes: la Peste Negra. Las enfermedades epidémicas fueron algo familiar en un Medievo cuyas condiciones de higiene y posibilidades terapeuticas eran deplorables. Hubo dos oleadas particularmente graves y generalizadas: la que sacudió al Mediterraneo a mediados del siglo VI y la que se propagó en todo el continente desde 1347. EI foco originario de este segundo movimiento epidémico es bien conocido. La colonia genovesa de Caffa, en Crimea, fue asediada Pose ano por un ejercito mongol. Los sitiadores se vieron aquejados por un terrible mal que les diezmó y que fue contagiado al interior de la ciudad. Los marinos genoveses que partieron de ella transmitieron la enfermedad alas ciudades portuarias de Anatolia, Constantinopla, Sicilia, Cerdena, Córcega, Marsella ... A fines de 1347, la enfermedad habra alcanzado Florencia. EI cronista de la ciudad, Giovanni Villani, que habra de morir de resultas de la epidemia, dira que en el ano de Cristo de 1347, como parece que ocurre siempre despues de una epoca de carestia y hambre, comenzó a darse en Florencia y en el «contado», enfermedad, luego mortalidad de gente, especialmente mujeres y niños, en general gente pobre ... En 1348 la epidemia alcanzó una propagación incontenible por buena parte de Italia, Francia y territorios de la Corona de Aragón. A fines de ese año y a lo largo del siguiente se extendió a Inglaterra y Gales y en los últimos meses de 1349 el mal penetró en Escocia. En 1350 la plaga sacudió con fuerza a los reinos ibéricos occidentales. EI autor de la Crónica de Alfonso Onceno hablará para ese año de la Mortandad grande, muy superior a los brotes que la Corona castellana había sufrido en los dos años anteriores. Hasta 1352 aproximadamente, el valle del Danubio y las ciudades de la Hansa Teutónica transmitieron la peste hacia el norte y el este. Entre 1347 y 1352, por tanto, toda Europa y el Próximo Oriente se vieron en mayor o menor grado afectados por ella. En sus distintas variedades -bubónica, pulmonar o septicémica-, la Peste Negra constituyó un terrible azote. Giovanni Boccaccio, en la introducción de El Decameron hace una dramática descripción del mal, diciendo que no obraba como en Oriente, donde el verter sangre por la nariz era signo seguro de muerte, sino que aquí, al empezar la enfermedad les salían a las hembras y a los varones en las ingles y en los sobacos unas hinchazones que alcanzaban el tamaño de una manzana o de un huevo. La gente común llamaba a estos bultos bubas. Y en poco tiempo estas mortíferas inflamaciones cubrían todas las partes del cuerpo. Luego, los síntomas de la enfermedad se trocaban en manchas negras o lívidas en brazos, muslos y demás partes del cuerpo, bien grandes y diseminadas, bien apretadas y pequeñas. Así, la buba primitiva se convertía en signo inequívoco de futura muerte, tanto como estas manchas. Las castigadas poblaciones europeas no pudieron recuperarse de una catástrofe que, desde 1352, prometía desaparecer, ya que, como un ciclo infernal, la epidemia se repitió en años sucesivos. Para el conjunto de Francia e Inglaterra, fueron dramáticos los períodos de 1360-1362, 1368-1369 Y 1374-1375 El conflicto generalizado que mantuvieron estos dos países (guerra de los Cien años en su primera etapa) constituyó considerablemente al agravamiento del mal. Las oleadas epidémicas posteriores tuvieron un ámbito menos generalizado. Así, en 1400, la Corona de Castilla se vio sacudida de nuevo. Para 1433, el anónimo redactor del Journal d'un bourgeois de Paris a la fin de la Guerre de Cent Ans dirá que este año, agosto fue el más hermoso que haya conocido hombre alguno. Los granos y las legumbres fueron muy buenos, pero la epidemia de bubones fue tan larga y tan violenta como no se conocía desde 1348. Las sangrías, lavados y cuidados eran inútiles y aquel a quien la epidemia alcanzaba no podía más que morirse. La epidemia comenzó en marzo de 1433 y duró hasta comienzos de 1434 ... El año 1348 seguía siendo, como se ve, una trágica referencia para una sociedad que después de 1434 iniciaba por fin el camino de la recuperación.
Repercusiones demográficas
¿Qué incidencia tuvieron las oleadas de peste en las distintas categorías sociales? ¿Cuál fue la distribución geográfica de las bajas producidas por la epidemia? La muerte se presenta -y en especial la producida por enfermedades epidémicas- como la gran niveladora social en la conciencia popular del Medievo. Sin embargo, es obvio que, pese a las escasas posibilidades terapeúticas, los estratos favorecidos tuvieron más posibilidades de escapar a la muerte. El texto antes mencionado de Giovanni Villani hace referencia precisamente a una mortandad más aguda entre los pobres. Los narradores de los cuentos de El Decamerón son jóvenes de buena familia que, huyendo de una Florencia apestada, se han refugiado en una villa campestre. Para el norte de Francia, un estudio de la extracción social de las víctimas ha permitido a algún autor hablar de epidemia proletaria. En la ciudad hanseática de Lübeck, las víctimas entre los propietarios son sensiblemente más bajas que la media general. Ello no fue obstáculo, sin embargo, para que la epidemia atacase a las clases sociales favorecidas. Así, en el consejo municipal de Spoleto, el número de priores se redujo, después de 1348, en un 50 por 100. Habría que considerar también algunas ilustres víctimas, como el monarca castellano Alfonso XI, muerto a causa de la epidemia en el cerco de Gibraltar en 1350. En la relación campo-ciudad, esta última parece haber tenido también el dudoso privilegio de verse más afectada por la plaga. Es, en cualquier caso, para los núcleos urbanos o semiurbanos para los que contamos con una documentación más explícita. La mayor concentración de población favorecería, lógicamente, el contagio. En función de ello, las comunidades monásticas fueron particularmente golpeadas. En Inglaterra -uno de los países donde mejor se han estudiado los efectos de la Peste Negra-, el número de monjes y canónigos regulares en la segunda mitad del siglo XIV había disminuido un tercio en relación con la centuria anterior. Los centros religiosos femeninos no sufrieron menos, como el convento de Wothorpe, en las cercanías de Stamford, casi arrasado por la peste y cuya comunidad -reducida a una sola monja- hubo de ser disuelta. Verificar el número de bajas producto de las oleadas de peste (en especial la de 1347-1352) resulta una tarea ardua a la que la investigación histórica ha dedicado parte de sus inquietudes en los últimos tiempos, con resultados, muchas veces, poco alentadores. En efecto, para el Bajo Medievo no contamos con censos en el sentido moderno del término, sino solamente con listas de hogares, evaluaciones de rentas y unos registros parroquiales muy fragmentarios que, sólo desde el siglo XVI, tendrán un carácter sistemático. Con estos elementos se ha tratado de llegar a una comprensión global de los resultados de la crisis demográfica. Autores como M. K. Bennet y J. C. Russell han afirmado que, desde el año 1000 hasta el 1300, la Europa occidental mantuvo un regular ritmo de crecimiento demográfico A mediados del siglo XI el número de habitantes oscilaría entre cuarenta y dos millones (según Bennet) y cincuenta y dos millones (según Russell) Rondarían entre los setenta y tres millones (para Bennet) y ochenta y cinco millones (para Russell) en vísperas de las grandes epidemias Hacia 1350, el número de habitantes, según Bennet, había disminuido a cincuenta y un millones. El descenso, aunque de forma menos acusada, proseguiría en los años siguientes, hasta alcanzar en 1400 los cuarenta y cinco millones Para Russell serían cincuenta y dos millones en esta última fecha En cualquier caso se trataría de una cifra sensiblemente inferior a la de comienzos de la centuria. ¿Cuál sería la distribución aproximada del número de bajas por regiones? De entrada, conviene ponerse en guardia sobre dos hechos el primero, que ciertos datos demasiado llamativos no deben ser tomados como norma general. Tal es el caso de la localidad borgoñona de Givry, cuyo registro parroquial da, para años normales, una veintena de defunciones y para 1348 hasta seiscientas cuarenta y nueve: el segundo, que las diferencias de tipo cantonal debieron ser sumamente marcadas Así, la localidad de Garges, cercana a un París muy afectado por la epidemia, presenta en su padrón de 1351 hasta dos tercios de nombres idénticos a los de veinte años atrás. Muestra de una gran estabilidad demográfica en el lugar. Milán, en las cercanías de ciudades apestadas, también se vio libre de la epidemia. De los grandes conjuntos políticos del momento, Inglaterra -el más compacto de todos- ha sido uno de los mejor estudiados, entre otros especialistas por J. C Russell. El incremento demográfico desde fines del siglo XI (redacción del Domesday Book) hasta 1347 duplicó el número de habitantes de 1,8 a 3,7 millones La oleada de peste de 1348-1352 haría disminuir la población en un 20 por 100 al menos. Algunas zonas, como un cantón del condado de Surrey -con una mortalidad entre diez y quince veces superior a la de época normal-, se verían particularmente afectadas. En la vecina Escocia, entre 1349 y 1362, la población, según un dicho popular, disminuyó un tercio: En Escocia, la pestilencia I con tan gran violencia I atacó a todos los habitantes I a un buen número de los vivientes I hombres, mujeres e infantes. El caso francés, por la mayor variedad territorial, resulta más complejo de analizar. La población de L'ile de France -centro político del país- parece que se vio reducida en un 50 por 100 desde 1348 a 1444. En Normandía, las parroquias rurales conocieron una fuerte baja de su población entre 1328 y 1365. La región de Forez, vecina a la Auvernia, entre 1347 y 1415 sufrió hasta treinta y cuatro años de epidemia. Borgoña contaba en 1375 con la mitad de hogares que un siglo antes. Para el Languedoc, distintos estudios, como los de Le Roy Ladurie, han llegado a la conclusión de que el óptimo se alcanzó hacia 1328, con 1,5 millones de almas. Un siglo más tarde -epidemias por medio- la población no rebasaría el millón. Algunas de sus ciudades sufrieron extraordinariamente: Montpellier padeció en torno a 1400 cinco oleadas mortales, y Toulouse (según datos recogidos por Ph. Woltt), con unos treinta mil habitantes en 1335, no tendría más de ocho mil en 1430 .. En Provenza, la crisis demográfica iniciada en 1320 se agudizó con la Peste Negra. El condado de Niza perdió hasta dos tercios de su población. Sólo algunas regiones, como el Bearne, parece que se vieron libres de la plaga. En colaboración ésta con las operaciones militares daría lugar a que la población francesa en torno a 1400 fuera entre un tercio y la mitad inferior a la de 1340. Sobre los Países Bajos, los efectos de la mortandad se reparten de forma irregular. A excepción de Ypres, Tournai, Deventer y Frisia, el territorio parece poco afectado. En territorio alemán, el gran número de despoblados habla por sí solo de la gran cantidad de localidades de las que, después del siglo XIV, sólo se conservó el nombre. El 40 por 100 de los pueblos entre el Weser y el Elba desaparecieron. (En Turingia, de 179 lugares habitados en la Alta Edad Media, 146 habían desaparecido en 1600.) En el suroeste padecieron la misma calamidad entre un 20 y un 30 por 100 de las localidades. En algunas zonas como Alsacia, a la peste se unió la emigración a las ciudades como coadyuvante en el despoblamiento campesino. En el medio urbano, particularmente en las ciudades de la Hansa, estudios como los de H. Reincke han llegado a la conclusión de que disminuyó hacia 1350 hasta un 50 por 100 la población. En la fragmentada Italia, primera víctima europea de la peste, la epidemia contribuyó, junto con la guerra y la concentración fundiaria, al vacío de numerosas localidades sicilianas. En el territorio peninsular -Florencia y las localidades cercanas de Prato y Pistoia- las bajas oscilan sensiblemente. En la ciudad de los Medicis, en 1347 se dice que murió uno de cada veinte habitantes. El entorno rural de Pistoia a lo largo de la segunda mitad del siglo XIV vio reducida su población en las dos terceras partes. Bolonia y la Romaña se vieron también seriamente afectadas desde un principio. En las áreas de más tardía incorporación a la sociedad occidental, el impacto de la epidemia se amortigua. El sur de Polonia y algunos rincones de Bohemia se libraron de la plaga. Y en cuanto a los Estados escandinavos, los efectos de la peste fueron pasajeros y no parecen los principales causantes de la depresión económica.
Transformaciones socioeconómicas
En el campo de las relaciones sociales y económicas, la crisis demográfica que azotó a Europa a mediados del siglo XIV, a mediados del XV tuvo una importancia clave. Villages desertés en Francia, lost villages en Inglaterra, wüstungen en Alemania, despoblados en Castilla.. marcan el paisaje geográfico de la Europa del momento. Los depósitos de polen de las turberas de Roten Moor, en Alemania, denuncian un retroceso de los cereales entre 1350 y 1420 Y un avance consiguiente de las especies silvestres. El espacio cultivado europeo en líneas generales sufrió seria regresión. Sin embargo, en el estado actual de la investigación es difícil fijar una cronología precisa de los abandonos de tierras y conocer en cada uno de los casos las razones de tales abandonos. ¿La crisis de producción, resultado de las dificultades climáticas o de unas prácticas poco racionales de explotación? ¿La emigración hacia las ciudades? ¿Las oleadas epidémicas? ¿La guerra? Cualquiera que fuese el origen del movimiento despoblador -la peste, ya adelantamos, puede considerarse como el fenómeno culminador de una crisis gestada desde tiempo atrás-, los vínculos tradicionales del sistema de producción feudal clásico quedaron seriamente deteriorados. La mayor abundancia relativa de tierras y la relajación de ciertos usos y prestaciones personales favorecieron, sin duda, a un sector del campesinado. Los poderes públicos, por su parte, optaron por la adopción de medidas coercitivas ante la falta de mano de obra y las crecientes exigencias de ésta. En virtud de ello, Eduardo III de Inglaterra promulgó en 1349 una Ordenanza de los trabajadores al constatar las necesidades de los señores y la falta de servidores, sólo dispuestos a trabajar por salarios excesivos o, de lo contrario, proclives a la ociosidad y a la mendicidad... La Ordenanza, enviada a los sheriffs del reino, capacitaba a los señores a exigir de sus terrazgueros las prestaciones en trabajo necesarias, a la par que bloqueaba los precios y salarios en la situación de 1347. Tres años más tarde, el Parlamento inglés promulgaba un Estatuto de los Trabajadores con vistas a una rigurosa aplicación de la normativa. No parece que tuviera demasiado éxito, en especial en lo referente al freno de los salarios Rodney Hilton sugiere que la reacción de los campesinos acomodados que usaban mano de obra asalariada, aunque sólo como simple complemento de la mano de obra familiar, diferiría de la actitud de los señores feudales, menos dispuestos a ofrecer salarios más altos Un estudio de los índices de precios y salarios en las propiedades del obispado de Winchester entre 1300 y 1379 resulta sumamente ilustrativo. A lo largo de estos ochenta años, el salario real, expresado en grano, llega incluso a doblarse. A corto plazo, las tensiones que estas medidas y sus secuelas provocaron se tradujeron en una serie de manifestaciones de descontento que desembocaron en la gran revuelta de los trabajadores ingleses de 1381. Medidas similares a las adoptadas en Inglaterra se tomaron en el prebostazgo de París. En una de sus localidades -la abadía de Saint Denis- los salarios se duplicaron en el período 1349-1370, para estabilizarse en los años sucesivos. En una línea parecida, las Cortes de Valladolid de 1351 adoptarían para la Corona de Castilla unos ordenamientos de menestrales y posturas, a fin de frenar la excesiva subida de salarios y fijar los precios de una serie de productos. Sin embargo, tanto en Francia como en Castilla, las conmociones políticas y sociales -Jacquerie, guerra civil entre Pedro I y Enrique de Trastámara- responden a circunstancias diferentes a las de la crisis inglesa de 1381. Aunque las cifras de población anteriores a 1348 tardarán en alcanzarse, desde el segundo cuarto del siglo XV la curva demográfica europea tiende a iniciar una recuperación de conjunto, coincidente con los primeros síntomas de reactivación económica. Se recorrerán, en buena parte, caminos nuevos, fruto de situaciones gestadas en las pasadas calamidades. Tienen, así, un alto significado: la progresión de la ganadería lanar castellana (la oveja merina hija de la pestilencia, diría en el siglo XVIII Sarmiento, aunque con evidente exageración); la expansión de los cercamientos de campos (enclosures) en Inglaterra; la reordenación de las relaciones campesino-señor; la concentración de los esfuerzos del campesino en los suelos de mejor calidad; la especialización de cultivos en determinadas áreas, etcétera. Si a ello añadimos la expansión de las viejas ciudades, podemos decir que, desde mediados del siglo XV y recuperándose de las pasadas calamidades, la sociedad europea se encamina a una nueva etapa de la Historia, marcada por los descubrimientos geográficos y la aurora del capitalismo.
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