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La devoción a los diferentes santos para la curación de las diversas enfermedades, dentro de la religión cristiana, se remonta a la época medieval, pero tiene sus orígenes reales desde mucho tiempo atrás. El culto a los santos siempre ha guardado un especial significado en la historia de la iglesia católica ya que representan, de manera objetiva, valores espirituales de ejemplaridad, pues a través de su imitación se espera que los humanos sigan una vida plena dentro de los ideales del cristianismo; pero el papel más importante de los personajes santificados es su calidad de intercesores y protectores. Ya los apóstoles nombraban a Jesús en varios episodios de curación.35 De esta manera, el Nuevo Testamento concede a la enfermedad un papel capital. Cristo se acerca a los enfermos, obsesionado por sus lamentaciones. "Jesús iba recorriendo toda la Galilea, enseñando en sus sinagogas y predicando el Evangelio" o "buena nueva" del reino "celestial" y sanando toda dolencia y toda enfermedad en los del pueblo" (Mt.4:23).6 Parece hacer de los paralíticos, los lisiados, los ciegos, los sordomudos, los hidrópicos, los leprosos, su compañía de elección, así como de los pecadores, hasta tal punto que los escritores paganos, como el neoplatónico Celso, se lo reprochan, y Orígenes se aplicó a disculparlo: Acoge, dice, a los más desheredados "para curar sus males gracias a su doctrina, para apaciguar la fiebre de las pasiones gracias a los remedios que le ofrece la fe y que son comparables al vino, al aceite y a otros remedios que emplea el médico para calmar los dolores del cuerpo". 7 Es conocido el fundamental texto de Juan donde relata la curación del ciego (9:1-3): "Al pasar vio Jesús un hombre ciego de nacimiento, y sus discípulos le preguntaron: Maestro ¿Qué pecados son la causa de que éste haya nacido ciego, los suyos o los de sus padres? Respondió Jesús: No es por culpa de éste ni de sus padres, sino para que las obras del poder de Dios resplandezcan en él". 8 Cristo rechaza aquí,en términos decisivos, la doctrina arcaica que asimilaba la enfermedad al castigo del pecado, de la cual el pensamiento común de Israel no había sabido desprenderse: a pesar de las especulaciones sobre el sufrimiento inmerecido, ya sugeridas por el salmista en los libros proféticos (Isaías o Jeremías) y sobre todo en el Libro de Job, los judíos de los tiempos evangélicos se obstinaban en conferir un sentido expiatorio a los defectos congénitos que, a sus ojos, sólo podían dar testimonio de una falta hereditaria.9 Jesús niega expresamente que el pecado sea causa eficiente de un estado mórbido. Asigna, sin embargo a éste una finalidad divina, y proporciona la prueba llevando a cabo una curación instantánea por medio de la cual se manifiesta el poder y la misericordia de su Padre. No se expresa de otro modo cuando le llevan la noticia del peligro corrido por Lázaro: "Esta enfermedad no es mortal, sino que está ordenada para gloria de Dios" (Jn.11:4).10 La misma enseñanza se desprende del relato referente al paralítico de Cafarnaum, según lo narran los evangelios sinópticos (Mt.9:1-6; Mc.2:1-12; Lc.5:17-26).11-13 En definitiva, sea cual sea el acto que expresa su dominio sobre el mal, remisión de los pecados, milagro o exorcismo, Jesús, asumiendo sobre sí mismo el sufrimiento humano, se afirma como supremo portador de salvación. Rescata y cura. Con toda justicia los apologistas de los primeros siglos, Tertuliano, Clemente de Alejandría, Orígenes, saludaron en él al Cristo Médico.14 Inspirándose en la enseñanza de Jesús, el pensamiento de la época paleocristiana emprendió muy pronto la elaboración de una teología de la dolencia.15 Ahora bien, en el catolicismo un santo o una santa es una persona fiel que ha sido canonizada por haber dado pruebas de sus virtudes cristianas, como son fe, esperanza, caridad, prudencia, castidad, justicia y fortaleza en grado heroico, y que además ha realizado milagros. Los bolandistas, personas encargadas de preparar y publicar la vida de los santos de la iglesia católica, han registrado la existencia de más de veinte mil de ellos. Al parecer los primeros santos que recibieron culto durante el cristianismo fueron los mártires que murieron durante las grandes persecuciones imperiales romanas.16 En el siglo V de nuestra era los obispos transportaron las reliquias de esos mártires a lugares especiales, para lo que construyeron magnas iglesias que les sirvieron de morada final. A partir del siglo XII el pontificado se tomó el derecho exclusivo de canonizar a los "siervos de Dios". Los santos, cuyas reliquias se sacralizaron, llegaron a ser patronos que vinculaban amplias capas de población a su patronazgo. Fueron también los compañeros invisibles, los amigos y protectores contra los males del mundo. Su presencia a través de las reliquias aseguraba protección y solidaridad con los seres humanos.17 A cambio de velas, limosnas y peregrinaciones, así como actitudes de dependencia, los santos manifestaban su potencia a través de los milagros: la curación de la enfermedad provocada por el pecado, la salvación en medio de los peligros, el encuentro de objetos y personas perdidos, etc., expresado también por los retablos, a los que me referiré más adelante. El cuerpo humano, lugar privilegiado del combate entre el bien y el mal, se convirtió también en el espacio donde se desarrolló el poder de los santos; fue el campo de la lucha entre la enfermedad y el milagro.18 El santo, personaje de vida inimitable por el común de los mortales era, en esa época, más que un modelo, un intercesor. Así, para el Occidente, el culto a los santos se convirtió en un medio ideal para cristianizar a los pueblos paganos, al establecer una nueva forma de socialización basada en el patronazgo y en la subordinación a las sedes que guardaban las reliquias.19 Las vidas de los santos fueron difundidas, en forma recitada o cantada, por los juglares. Por su parte, los clérigos de los santuarios que guardaban las reliquias de algún santo hicieron públicos los libelli miraculorum, recopilaciones de historias de milagros que las reliquias en esos lugares habían obrado.20 En el siglo XIII el dominico Jacobo de Vorágine recopiló muchas de esas narraciones en su conocido libro "La Leyenda Dorada". A partir del siglo X en la liturgia de la fiesta de los santos se incluyó la lectura de la historia de sus vidas, con infinidad de alusiones portentosas; los sermones contenían los ejemplos donde se narraban los prodigios conseguidos con su intercesión.21 Más abundante y en principio menos peligrosa fue la multiplicación de actos de mártires y otros tipos de santos. Desde las épocas de las grandes persecuciones de la alta Edad Media, se fueron formando colecciones de vidas piadosas, dedicadas a robustecer la piedad de los fieles. En estas narraciones tenían parte esencial los milagros, como podían darse en cualquier otra religión; pero, claro es, que no cabían hechos de tipo monstruoso o inmoral, si no era en los perseguidores. Todos los teólogos están conformes en admitir que para los fieles de la Iglesia Católica, la "tradición" es una fuente de conocimiento intelectual. Ejemplos de santos relacionados con la práctica médica son los mellizos Cosme y Damián, considerados hoy en día como los patronos de los cirujanos, farmacéuticos y flebotomianos; Santa Ana es invocada por las mujeres embarazadas; San Ramón Nonato puede ser requerido por las parturientas; San Liborio ayuda a los enfermos del mal de piedra; San Roque es patrón de los apestados, tanto como San Sebastián; para sanar las enfermedades de los ojos se invoca a Santa Lucía; para los males de la garganta San Blas es un buen mediador; Santa Apolonia es la abogada contra los padecimientos dentales, y Santa Agata de los males mamarios; San Marcial es protector contra las viruelas; Santo Domingo de Guzmán ayuda a la fecundidad y cura las calenturas, y así, la lista sería interminable. En México son de lo más común los retablos populares. Un retablo popular es una pintura anecdótica que se ofrece como símbolo de devoción y agradecimiento a un santo, virgen o figura sacra a quien se atribuye un milagro;22 también se les conoce como exvotos. Nuestros exvotos son ofrendas de diversos tipos, en los que se materializa el agradecimiento de una persona a Dios, por algún favor recibido mediante el ruego de la virgen María o de algún santo. El retablo en México, desde tiempo inmemorial, parece haber quedado reservado a la piedad del pueblo; los retablos se colocan en los santuarios. Múltiples milagros han sido narrados en muchas obras literarias y musicales. Gonzalo de Berceo, en "Martirio de San Lorenzo", nos narra en la estrofa 47: Lorenzo era santo y ejercía su caridad entre los menesterosos; curaba los enfermos y daba vista a los ciegos.23
Y el rey Alfonso X "El Sabio", en sus Cantigas, nos relata algunos milagros hechos por la Virgen Madre de Nuestro Señor. En la cantiga 322 un vecino de Evora, en Portugal, intemperante en la comida, con ansia cenaba una noche unos conejos asados, y se le atravesó un hueso en la garganta. Estuvo muchos días sin poder tomar más que caldo y agua fría. Los parientes y amigos juzgaban el mal irremediable. El día de la fiesta de la Virgen, en el mes de agosto, dándole por muerto le llevaron a la iglesia y lo encomendaron a la madre de Dios. Durante la misa del alba, tuvo un violento golpe de tos, y todos creyeron que expiraba; pero arrojó el hueso y quedó sano, merced a la celestial señora.24
Otro milagro más es el que se canta en la cantiga 338, que es la curación de la ceguera de un hombre ocurrida también en Evora, diciendo que un mozo de labranza cegó de repente mientras estaba arando el campo. Su amo, que le apreciaba, lo llevó al cabo de un año a la iglesia de Santa María. Al entrar al templo el mancebo vio la luz de las velas del altar, recobrando la vista.25 Por todo lo anterior, considero conveniente que el médico entienda la religiosidad del pueblo, para lograr y tener una mejor relación médico-paciente.
Referencias 1. Nuevo Testamento. Salmos. Proverbios. Los Gedeones Internacionales. Filadelfia, 1960. p. 151. 2. Ibidem, p. 13. 3. Ibidem, p. 15. 4. Ibidem, p. 64. 5. Ibidem, p. 112. 6. Ibidem, p. 5 y 6. 7. Sendrail, Marcel. Historia cultural de la enfermedad. Espasa Calpe, S.A. Madrid, 1983. p. 173. 8. Nuevo Testamento, p. 184. 9. Sendrail, op. cit., p. 174. 10. Nuevo Testamento, p. 189. 11. Ibidem, p. 14. 12. Ibidem, p. 63 y 64. 13. Ibidem, p. 111 y 112. 14. Sendrail, op. cit., p. 175 y 176. 15. Ibidem, p. 177. 16. Rubial García, Antonio. Los santos milagreros y malogrados de la Nueva España. En: Manifestaciones religiosas en el mundo colonial americano. Vol. Y. Espiritualidad barroca colonial. Santos y demonios en América. Universidad Iberoamericana-Instituto Nacional de Antropología e Historia-Condumex. México, 1993. P. 71. 17. Ibidem, p. 72. 18. Ibidem, p. 73. 19. Maldonado, Luis. Génesis del catolicismo popular. Ediciones Cristiandad. (El Libro de Bolsillo, 46). Madrid, 1979. p. 63. 20. Sánchez Lara, Rosa María. Los retablos populares exvotos pintados. UNAM. México, 1990. P. 19. 21. Berceo, Gonzalo de. Milagros de Nuestra Señora...Editorial Porrúa, S.A. Colección "Sepan Cuántos...", no. 35. Séptima edición. México, 1988, p. 465-485. 22. Alfonso X "El Sabio". Remedios curativos. Cantigas de Alfonso X "El Sabio" 1221-1284. Grupo de Música Antigua-Eduardo Paniagua. Sony Classical. CD SK62263. 1995.
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