|
Tantas, tantas, Señor, tantas las vezes
de tu piedad y tanta la porfia,
de obstinacion, que no la llamo mía,
de verguença, que tu no la merezes.
En que noche, en que instante no amanezes
a los que saben conocer el dia?
que aun enbil [ ...] herror tu diestra embia
pues con lo mismo alumbras que estremeçes.
Alumbras, mas en ojos incapazes
de resplandor diuino la luz ciega,
como a nocturnas aues el sol claro,
los mios de tu lumbre sean capazes,
no venga a ser, o no! para mi ciega,
ni pueda mas mi culpa que tu amparo.
|