Púlpito de madera de nogal. Monasterio de Yuso en San Millán de la Cogolla (LA RIOJA)

 

 

 

III. B. La visión del gobernante ideal: cortesía en el Libro de Alexandre

 

III. B. 1-. Introducción: virtudes y defectos de Alexandre.

 

El Libro de Alexandre es una obra imprescindible para el estudio de la cortesía en la Castilla del siglo XIII y, particularmente, en la Castilla de Alfonso VIII. Esto es debido a que el Libro de Alexandre es una versión profundamente actualizada, es decir, medievalizada de la historia y leyenda de Alejandro Magno. En efecto, uno de los principales elementos medievalizantes de la obra es la presencia del mundo de la corte y de la cortesía. De hecho, el Libro de Alexandre nos ofrece una de las mejores descripciones de reunión de corte extraordinaria de la literatura medieval castellana:

La corte fue llegada                          como el rey mandara,

semejava que todos                         vinién a fust' o a vara;

quando los vió el rey,                       alegrósle la cara,

quisquier ge lo verié                          que la tenié más clara.

 

Sedién cerca del rey                        todos los ancianos,

los de las barvas sarras,                 de los cabellos canos;

estavan más alexos                          los niños más livianos,

los de media edat                              pusieron los medianos. (201-02)

Además de describir, como en este caso, el funcionamiento de una corte medieval, el Libro de Alexandre también incluye algunos excelentes ejemplos de comportamiento cortés, o "palaciano", que tiene muchas de las seis características señaladas por Jaeger. Sin embargo, limitarse a señalar que el Alexandre es una muestra más del espíritu cortés de la corte literaria de este monarca sería caer en una tremenda simplificación. En efecto, aunque existe una serie de características que se dan en casi todas las manifestaciones de la cultura cortés, cada obra y cada autor propone una visión peculiar de esta ideología, especialmente en el caso de obras y autores menos influidos por tendencias arqueológicas. Por consiguiente, no debe sorprender el hecho de que el Libro de Alexandre también se base en una concepción propia de la cortesía, que incluye las virtudes especiales propugnadas por la corte de Alfonso VIII.

Para obtener una visión general acerca de ese tipo de cortesía que propone el poeta castellano que compuso el Alexandre, es necesario estudiar la concepción de figura ideal que defiende la obra. Es decir, hay que analizar las virtudes que alaba el autor del poema, y los defectos que critica, tanto en el personaje principal, el rey macedonio Alexandre, como en otros personajes secundarios, como su rival, el rey persa Dario, etc. De este modo, será posible diseccionar la concepción de la cortesía del Alexandre. Esta concepción debe ser contrastada con la que define Jaeger y hemos visto en las obras de los trovadores de Alfonso VIII, y también con la que revelan las figuras modélicas de la corte de Alfonso VIII.

Además de comprobar qué virtudes corteses aparecen en la obra castellana, también hay que averiguar a cuáles se les da más importancia, para lo cual es necesario contrastar el Libro de Alexandre con sus fuentes. Es decir, convendrá dilucidar si el autor ha añadido, en su obra, alguna virtud particular que no apareciera en sus modelos, o si pone más o menos énfasis que ellos en alguna cualidad o defecto. Por otra parte, también es necesario precisar los momentos en los que el autor conserva inalterada la ideología cortés que encontró en sus modelos, puesto que esto indicaría que el poeta estaba de acuerdo con lo que leyó en los auctores. Asimismo, es preciso indicar si el autor podría haber recurrido a fuentes diferentes de las que usó, fuentes que fomentaran virtudes diferentes de las de sus modelos. Es decir, al hablar de cada virtud cortés que propone el autor del Alexandre es necesario apuntar también en qué texto se inspiró el poeta, si fue en su fuente principal o fue en una secundaria, y si tenía alguna alternativa conocida a la visión que escogió.

Puesto que el Libro de Alexandre comienza narrando la educación del joven príncipe, a la que presta singular atención, y puesto que este pasaje se centra en gran medida en los consejos que Aristóteles ofrece a Alexandre, será conveniente estudiar qué propone y qué critica el filósofo en el texto, y basar en estos consejos nuestro análisis de las virtudes cortesanas. De nuevo, aceptando la importancia que otorgaba Jaeger a esta cualidad, comenzaré por estudiar la mesura, en sus diversas variantes (mansuetudo, clemencia, autocontrol) y contrarios (ira, furia), en el punto III. B. 1-.. A continuación, dedicaré unas pocas líneas a una cualidad muy relacionada con la mesura, la amabilidad o afabilidad, en el punto III. B. 3-.. Pocas serán también las líneas en las que trataré las cualidades de la belleza y la cortesía en el amor, en el punto III. B. 4-. Luego, tocaré el tema de la liberalidad de Alexandre, en el punto III. 2-. e), para luego tratar la piedad religiosa del héroe, en el punto III. B. 5-. A continuación, dedicaré unas líneas a la imagen del mal cortesano, o de la cortesanía mal usada, que se puede ver en algunos pasajes del texto, en el punto III. B. 6-. En los puntos siguientes, estudiaré el tratamiento del famoso tópico fortitudo et sapientia en la obra, dedicando el punto III. B. 7-. a lafortitudo, el III. B. 8-. a la sapientia, y los dos puntos siguientes, el III. B. 9-. y el III. B. 10-., a dos cualidades relacionadas con ésta, la facetia y la facundia. El penúltimo punto, el III. B. 11-., será el dedicado al pecado de la soberbia, que tan gran importancia tiene en el Alexandre. Finalmente, el punto III. C será la conclusión, en la que trataré la cuestión del público de la obra e indicaré cómo refleja el Libro de Alexandre la cortesía de la corte de Alfonso VIII.

 

 

III. B. 2-. Mansuetudo et ira: mesura y desmesura.

 

Como ya he señalado en varias ocasiones, tenemos motivos para pensar que la mesura, por ser una cualidad que defiende el autocontrol y que condena la violencia desatada a que solían ser dados los señores feudales, es la cualidad básica en torno a la cual se estructura el fenómeno cortés. Pues bien, podemos encontrar una singular defensa de la mesura en el Libro de Alexandre. En efecto, en los consejos de Aristóteles, para cuya elaboración el poeta castellano se inspiró en la obra de Châtillon, el filósofo se preocupa muy pronto por señalar que el joven príncipe debe procurar controlar sus impulsos violentos:

"Fijo, a tus vassallos   non les seas irado,

nunca comas sin ellos   en lugar apartado,

e nunca sobre vida    les seas denodado;

si tú esto fizieres,      serás dellos amado". (60)

A primera vista, podríamos fijarnos simplemente en el hecho de que Aristóteles le recomienda a su pupilo que modere su ira ("'non seas irado"), lo que podríamos incluir, sin indagar más, bajo la categoría cortés de la mansuetudo o mesura.

Sin embargo, el consejo de Aristóteles no es una incitación general a la mesura, sino más bien una invitación a practicar un tipo de mesura muy concreto, para obtener unos fines igualmente concretos. La recomendación de Aristóteles se dirige, muy claramente, a un señor de vasallos, concretamente a un monarca, como Alexandre, porque especifica que son estos vasallos los que deben ser el objeto de la mesura. Es decir, el señor debe mostrar mesura para ser querido por sus vasallos. Por tanto, es evidente que Aristóteles no entiende la mansuetudo como una actitud ante la vida, sino como una práctica cualidad que ayuda a mantenerse en el poder. Esta concepción política de la mesura ejercerá una importantísima influencia en el Libro de Alexandre.

Alexandre sigue el consejo de su maestro en numerosas ocasiones en el poema, demostrando así haber comprendido perfectamente el pragmatismo que implica la recomendación de Aristóteles. Por ello, generalmente, Alexandre procura contener su volátil personalidad, mostrándose clemente y benevolente, sobre todo con los vencidos y con sus vasallos. El primer ejemplo de ello ocurre en la primera salida de Alexandre, que sin duda es un anticipo del modo en que el protagonista va a comportarse posteriormente. En este pasaje, Alexandre responde con moderación singular a las desmesuradas provocaciones del griego Nicolao:

Fellón fue Nicolao,     derrancó a dezir:

"Entiéndote por loco,    non lo puedo sofrir,

sim fazes en tu rostro    a sañas escopir,

sin fierro e sin fuste    te faré yo morir".

 

El infant Alexandre     un poco fue irado,

mas por esso non quiso   dezir desaguisado. (134-35ab)

En este caso, Nicolao no es vasallo de Alexandre, ni tampoco ha sido vencido. Sin embargo, la clemencia de Alexandre es muy apropiada, porque su provocador se encuentra desarmado. Puesto que este pasaje se centra en la juventud del héroe, concretamente en su primera salida, debemos ver en él un anuncio de la personalidad de Alexandre, que se preocupa de seguir los consejos de su maestro acerca de la mesura y la clemencia.

Sin duda el más llamativo y perfecto ejemplo de mesura del héroe en el Libro de Alexandre es el episodio de Zoroas, en la primera batalla contra Dario. El gran letrado Zoroas, que "sabié todas las cosas que yazen en escripto" (1052b), ha leído en las estrellas, la noche antes de la batalla, que va a morir a manos de un caballero griego (1052cd). Por consiguiente, decide que, puesto que ha de morir, será más honroso hacerlo a manos de un caballero tan cumplido como Alexandre. Siguiendo este razonamiento, Zoroas decide provocar al líder macedonio para que le mate:

Zoroas fincó ojo   do andava el rey,

faziendo lo que fazen    los lobos entre grey;

fuelo a conjurar     por Dios e por la ley

que quissiesse su lança   emplearla en él.

 

Maravillós' el rey,    fue fuerte espantado;

díxole: "Eres loco    o miembro de pecado

serié mi precio todo si yo contra 'l vencido

 

, aquí menoscabado fuesse tan denodado.

Mas ruégote quem digas,   por la ley que tienes,

de quáles tierras eres,   de quál linaje vienes,


 

Zoroas fincó ojo do andava el rey,

faziendo lo que fazen los lobos entre grey;

fuelo a conjurar por Dios e por la ley

que quissiesse su lanca emplearla en él.

 

Maravillós' el rey, fue fuerte espantado;

díxole: "Eres loco o miembro de pecado,

serié mi precio todo aquí menoscabado

si yo contra 'l vencido fuesse tan denodado.

 

Mas ruégote quem digas, por la ley que tienes,

de quáles tierras eres, de quál linaje vienes,

ca tú eres sin seso o engañarme quieres,

o por alguna guisa cosa nueva entiendes".

 

Zoroas le respuso: "Dezirt' e la verdat:

en Egipto fui nado e vin' a tal edat,

end' ove los parientes e he grant heredat,

allí apris sapiencia a muy grant plenedat.

 

Sé bien todas las artes que son de clerezía,

sé mejor que tod' omne toda estremonía,

cómo lauda a Dios la santa armonía,

de entender leyenda sól fablar non querría.

 

Yazen todos los sesos en esta arca mía,

y fizieron las artes toda su cofradía;

demás con todo esto por en cavallería

non conosco a omne nacido mejoría.

 

Conocílo anoche por mi sabiduría

quem sacarién el alma oy en aqueste día;

sepas bien por verdat que por ende querría

morir de la tu mano, gradecértelo ía".

 

"Serié" -dixo el rey-, "cosa desaguisada,

tirarles a las artes tan preciosa posada;

non lo querrién los dios que esta mi espada

en tan santa cabera fuesse ensangrentada".

 

Quand' entendió Zoroas que nol podié mover,

comentóle un dicho malo a retraer:

díxol que non devié rey nunca seer,

ca era fornezino e de rafez aver.

 

Por amor de moverlo todavía en saña,

retróxelo que era fijo de mala nana,

que mató a su padre ascuso en la montaña,

que nunca ombre fizo atan mala fazaña. (1055-64)

Como se puede observar, Alexandre se niega a acceder a la proposición de Zoroas en base al consejo de Aristóteles, repitiendo casi exactamente las palabras de su tutor: "'serié mi precio todo aquí menoscabado / si yo contra 'l vencido fuesse tan denodado'". Por ello, el macedonio decide ignorar los insultos de Zoroas, y mostrarse mesurado:

El rey con todo esto non quiso recodir,

ca veyé que andava cuitado por morir;

sorrendó su cavallo comencóse de ir,

en la punta de Dario compecó de ferir. (1065)

Sin embargo, el desesperado Zoroas sigue intentando provocar a Alexandre. Esta vez el astrólogo pasa a la acción, atacando a Alexandre, al que llega a herir. Por ello, el general griego Meleager tiene que acudir para salvar a su rey:

El fol de su porfidia non se quiso toller,

fue pora Alexandre a todo su poder;

do suele la loriga con la calca prender,

dióle atal ferida quel fizo contorcer.

 

El rey fue de colpe de Zoroas llagado

de muy mala llaga, onde fue embargado;

pero nol tornó mano, ¡tanto fue mesurado!,

mas escusólo otro que lo livró privado.

 

Meleager fue presto, dióle por el costado,

fue luego abatido el loco endiablado [. . .]. (1066-68ab)

 

Se puede comprobar que el autocontrol de Alexandre alcanza aquí su punto culminante, puesto que el protagonista llega incluso a ser herido de cierta gravedad por su atacante ("El rey fue de colpe de Zoroas llagado / de muy mala llaga, onde fue embargado"), y sin embargo decide no responderle ("pero nol tornó mano"). Sin lugar a dudas, el poeta admira la contención de Alexandre, lo que le lleva a una exclamación que entraña un claro juicio de valor positivo: "pero nol tornó mano, ¡tanto fue mesurado!".

Tanto este pasaje como el de la lucha con Nicolao describen a Alexandre siguiendo los consejos de Aristóteles, mostrándose así como un modélico héroe mesurado. Estos episodios no crean ningún problema interpretativo, pero tampoco nos aportan demasiada información sobre la concepción de la mesura en el Libro de Alexandre. De hecho, la mesura que muestra Alexandre en ellos es una mesura de carácter general, que no se atiene exactamente al consejo de Aristóteles, que recomendaba la mesura para lograr fines políticos. Paradójicamente, son otros pasajes más conflictivos, que voy a pasar a analizar, los que resultan más reveladores sobre la peculiar concepción de la mesura en la obra: las capturas de Atenas y Tebas, los episodios de Narzabanes y del rey Poro de la India, y el episodio de la destrucción de Persépolis.

En cuanto a las capturas de Atenas y Tebas, ocurren durante las campañas griegas del
héroe. En ellas, Alexandre tiene ocasión de demostrar su clemencia ante los vencidos que se le
entregan. Este es el caso de los atenienses, quienes, una vez derrotados:


Enbiaron al rey
    omnes entremedianos:

ques conocían culpa,   metiénse en sus manos,

e que él non catasse     a los sus sesos vanos,

que siempre con aquesto   serién escarmentados.

 

Quando los vio el rey    con tan grant umildat,

non les quiso mostrar    ninguna crüeldat,

perdonó al concejo,        decercó la cibdat,

dixieron: "¡Viva rey     de tan grant piedat!" (214-15)

Como se puede observar, Alexandre vuelve a practicar la mesura que le recomendó su maestro ("non les quiso mostrar ninguna crüeldat"). Además, el pasaje demuestra también que el objetivo político que prometía Aristóteles a su discípulo si se mostraba clemente ("'si tú esto fizieres, serás dellos amado'") se cumple. Los atenienses parecen enfatizar, en su embajada, que Alexandre no necesita usar más fuerza para dominarlos, puesto que ya "serién escarmentados" para siempre con lo que les había sucedido. Alexandre parece considerar su afirmación, comprueba su "tan grant umildat", y decide no ensañarse: "non les quiso mostrar ninguna cüeldat". El método funciona, puesto que el poeta se ocupa de mostrar explícitamente el agradecimiento de los atenienses: "dixieron: '¡Viva rey de tan grant pi'edat!'".

Esto es lo que hace más curioso el hecho de que el autor del Libro de Alexandre decidiera incluir, inmediatamente después de este episodio de la rendición de Atenas, el de la destrucción de Tebas. La cuaderna que sigue a la que cuenta el perdón de Atenas, narra que aún quedan algunas ciudades griegas que, confiadas en la ayuda de Dario, se le resisten a Alexandre. Entre ellas destaca Tebas:

En enfoto de Dario    las cibdades de Grecia

non querién a sus reys,  dar nulla reverencia,

ont' aviá Alexandre   con Tebas malquerencia,

ca biviera su padre   con ellos en entencia. (216)

 

Alexandre decide, inmediatamente, marchar contra Tebas y ponerla cerco (217), tras lo cual el poeta hace una pequeña digresión sobre la maldad de los tebanos:

Era müy mal quista    Tebas de su frontera,

ca biviera con ellos      siempre en grant dentera;

como diz que mal debdo    a mal tiempo espera,

contecióle a Tebas   dessa misma manera.

 

Las gentes de las tierras   todas al rey vinién
maldiziendo a Tebas
      todas quanto podién;

de muy malas fazañas     muchas le retrayén,

encendido era 'l rey,    mas más lo ençendién.

 

Diziénle luenga cántica    de muchas traiciones

de muchas malas fembras,   muchos malos varones,
por do toda la villa
  devié seer carvones,

que de tan malas vides    non saliessen murgones.

 

Fue contra los de Tebas    el rey muy fellón,
ca la palavra mala
    metiél mal coracón,

moviós para lidiar     toda la criazón,

como si oviessen todos     venidos a perdón. (221-24)

 

Como se puede imaginar, Alexandre consigue tomar la ciudad, con lo que todo queda a su merced. Entonces, aparece un juglar llamado Cleor para solicitar la clemencia del monarca macedonio para con la ciudad vencida:

Un juglar de grant guisa -sabiá bien su mester-,

omne bien razonado que sabiá bien leer,

su viola tañiendo vio al rey veer;

el rey, quando lo vió, escuchól volenter.

 

"Señor" -dixo al rey-, "eres de grant ventura,

semejas a los dios, ca ende as natura,

tod' el siglo se teme de la tu amargura,

que quand' estás irado as fiera catadura,

 

Oviste buen maestro, sopot bien castigar,

tú bien lo decogiste como buen escolar;

bendita fue la madre quet pudo engendrar,

bien se puede tu padre de buen fijo gabar.

 

En ti son ajuntados seso e clerezía,

esfuerco e franqueza e gran palacianía;

semeja la tu lengua la de filosofía,

parece en tus mañas que 'l Criador te guía.

 

Pero non t' engravesca dezirte mi mandado:

si Tebas mal merece veo que l' a lazrado;

nunca gabara ella de aqueste mercado,

¡Dios curie mis amigos de prender tal mudado!

 

Pero rey bien deves otra cosa asmar:

non deves por mal omne desfer tan buen lugar;

ombres d' aquí salieron, que te sabré contar,

por que al terretorio deves tú perdonar.

 

Alcides, tu avuelo, d' aquí fue natural,

Diomedes el noble, Achiles otro tal;

villa do tales ixen non devié ir a mal,

si las gentes destruyes, non desueles lo al.

 

Aquí nació don Bacus, un cuerpo venturado,

que conquistó a India, ond' es oy adorado;

e muchos otros buenos de qui sabes mandado,

por que fue est lugar siempre mucho dubdado.

 

Aquí mercçt te pido: si tú lo destruyeres,

nunca acabarás todo lo que quisieres;

mas si a los vencidos tú mercet les ovieres,

guirs' ha tu fazienda sól como tú quisieres.

 

Si los que reys sodes e los regnos mandades

por vos unos a otros honra non vos portades,

desto seet seguros, nunca en al creades:

que de los otros pueblos tan dubdados seades". (232-41)

Como se puede observar, el juglar Cleor demuestra concienzudamente que, en efecto, "sabiá bien leer", puesto que su discurso está perfectamente constituido según las normas retóricas de la época. En primer lugar, Cleor comienza con una elaborada captatio benevolentiae, para ganarse el favor del macedonio. En ella, no se limita a alabar a Alexandre en general, diciéndole que parece de linaje de dioses, etc., sino que celebra, en particular, la clemencia del héroe. Es por ello que Cleor le recuerda a Alexandre los consejos de su maestro ("'Oviste buen maestro, sopot bien castigar'"), entre los cuales, como vimos, ocupaba un importante lugar el que sugería ser clemente. Es también por ello que Cleor alaba la cortesía ("palacianía") de Alexandre, porque Cleor sabe bien que la cortesía se basa en la mesura, y que la clemencia es parte de esa mesura.

Tras la captatio benevolentiae, Cleor presenta su tesis: Alexandre debe perdonar a Tebas. Para lograr este objetivo, Cleor procura cuidadosamente en sus argumentos asemejar el caso de Tebas al de Atenas, ciudad que ya ha sido perdonada. Así, el juglar dice que no se debe culpar a toda una ciudad del error de un solo hombre ("'non deves por mal omne desfer tan buen lugar'"). La afirmación de Cleor parece absurda, puesto que no hay nada en el Libro de Alexandre que nos indique que Tebas se enfrentara a Alexandre inspirada por un solo líder. ¿A qué se deben, entonces, las palabras del juglar? La respuesta aparece al entender el discurso de Cleor como yo sugiero: el autor del Alexandre enfatiza el hecho de que el juglar pretende presentar el caso de Tebas como lo más parecido posible al de Atenas, que ya ha sido perdonada por Alexandre. En efecto, la ciudad que se resistió al rey macedonio por seguir los consejos de un solo hombre fue Atenas:


 

Atenas en tod' esto     un seso malo priso:

enfestóse al rey,   obedeçer nol quiso;

 

el conde don Demóstenes   que en esso los miso
fuera, si non por poco,
    duramente repriso. (211)

 

Fue, quando vio la seña [de Alexandre], represo el concejo [ateniense],

reptavan a Demóstenes que les dio el consejo,

por poco le ovieran      fecho muy mal trebejo,

mas prisieron acuerdo     mejor un poquillejo. (213)

Es decir, Cleor sabe bien lo que hace: el Libro de Alexandre le presenta como un consumado argumentista. Por ello, su siguiente razonamiento también trata de asemejar Tebas a Atenas:

ombres d' aquí salieron,    que te sabré contar,

por que al terretorio   deves tú perdonar. (237cd)

Tras decir esto, Cleor pasa a enumerar una serie de hombres ilustres según él procedentes de Tebas: Hércules, Diomedes, Aquiles, y Baco. De nuevo, el argumento es extraño, porque el único hombre ilustre famoso en la Antigüedad que nació en Tebas fue el poeta Píndaro, cuya casa fue el único edificio que mandó respetar el Alejandro Magno histórico cuando destruyó Tebas, aunque este dato no aparece en el Libro de Alexandre. La ciudad caracterizada por su brillante historia no era Tebas, sino Atenas, cuyo recuerdo vuelve a evocar Cleor de este modo.

A continuación, el juglar recurre a un argumento más, éste de orden político: si Alexandre respeta Tebas, le irá bien en sus campañas. Evidentemente, Cleor está, una vez más, recordando el caso ateniense, puesto que, como señalamos anteriormente, el Libro de Alexandre sugiere que Alexandre respetó Atenas por motivos políticos. Por consiguiente, el discurso de Cleor es una obra maestra, en perfecta consonancia con las artes retóricas medievales, que pretende presentar el caso de Tebas a Alexandre como similar al de Atenas, y como una situación en la que se debe aplicar el consejo de Aristóteles. Sin embargo, la perorata del juglar no surte efecto alguno:

Cleor finó su cántica,    el rey fue su pagado,

dióle quanto él quiso        de aver monedado;

mas perdonar non quiso a Tebas el pecado:

mandó que le pusiessen    fuego de cab' a cabo. (242)

Es decir, Alexandre se comporta de manera alegre y liberal con el juglar, pero sin embargo desatiende su súplica y le pega fuego a Tebas. El contraste entre la suerte de Atenas y la de Tebas se halla en todas las fuentes que relatan la campaña griega de Alejandro, desde Quinto Curcio hasta el Alexandreis. Pero, ¿cómo explica este incomprensible contraste el autor del Libro de Alexandre?

En mi opinión, en el Libro de Alexandre el contraste en el tratamiento de las dos ciudades griegas no es una contradicción de la obra o de la personalidad del héroe. El contraste se explica perfectamente si se tiene en cuenta la peculiar concepción de la mesura que muestra el poema: como sugería Aristóteles en sus consejos, la mesura es una virtud con considerables recompensas de orden político para el soberano. Por ello, Alexandre la usa cuando ve que puede extraer un beneficio político de ella, como en el caso de Atenas. Sin embargo, en el caso de Tebas, Alexandre percibe que se beneficiará más si no usa la mesura que si decide practicarla. Esto se debe a que Alexandre ha recibido una embajada de pueblos vecinos de Tebas, y sabe que "era müy mal quista Tebas de su frontera". Así, Alexandre prevee que si destruye Tebas se ganará a esas gentes, "será dellos amado", como prometía Aristóteles. Además, Alexandre debe de saber algo que no le dijo su maestro: que mezclar el terror con la clemencia puede ser una muy buena política. Así, si al mostrarse clemente con los atenienses se ganó su lealtad, al mostrarse cruel con los tebanos acaba con las rebeliones de las demás ciudades griegas:


Tanto avié el rey    echado grant pavor

que non osava nadi     entrarle fiador;

mató toda la guerra     e todo el fervor,

empecó a mandarse    Grecia por un señor. (244)

Esto es, Alexandre es clemente con Atenas y cruel con Tebas porque ha comprendido el sentido del consejo de Aristóteles: para un rey, la mesura es una virtud utilitaria, que se debe usar cuando conviene, y que no es necesario emplear cuando no resulta beneficiosa .

Además, la quema de Tebas apunta dos temas de gran importancia en la obra, el del poder de la retórica y el de la traición, dos temas que luego trataré con más detalle. Por ahora, baste con decir que el autor del Libro de Alexandre le quita importancia a la acción cruel de su héroe de dos maneras. En primer lugar, enfatizando la influencia que ejerce el discurso de los pueblos vecinos a Tebas sobre él:

Fue contra los de Tebas   el rey muy fellón,

ca la palavra mala    metiél mal coraçón [. . .]. (224ab)

Sin embargo, no es posible pensar que el único móvil de Alexandre cuando destruye Tebas sea el estar bajo la influencia de este discurso, porque, como veremos, el propio Alexandre es un consumado orador, que sabe perfectamente lo que es la retórica. Además, poco después Alexandre escucha el perfecto discurso de Cleor, y sabe apreciarlo en cuanto a pieza retórica, puesto que paga al juglar por haber ejercido su oficio. Sin embargo, el emperador macedonio ignora su recomendación. No es posible, por tanto, que Alexandre haya actuado movido solamente por las quejas de unos cuantos perjudicados. En mi opinión, esto es sólo un elemento desagravante que usa el autor para beneficiar a la figura de su personaje, puesto que verdadero móvil de Alexandre es el político.

Prueba de ello es el hecho de que el autor de la obra introduzca el hecho ahistórico de que el pueblo de Tebas había traicionado al padre de Alexandre, Filipo:

ont' aviá Alexandre    con Tebas malquerencia,

ca biviera su padre     con ellos en entencia. (216cd)

Como veremos, cuando tratemos la concepción de la lealtad y de la traición en la obra, la traición es un pecado imperdonable para el autor del Alexandre, uno de los pecados que no merece clemencia alguna. De hecho, los ejemplos en los que el poeta aprueba el cruel castigo de algún traidor se multiplican en la obra. Por ejemplo, cuando, más tarde en el poema, la ciudad de Tiro traiciona a Alexandre, el macedonio reacciona ordenando una masacre salvaje. Inmediatamente tras ella, aparece, el siguiente comentario del autor:

si malos fueron ellos    tan mala fin tovieron,

-por fe, a mí nom pesa, ca bien lo mereçieron. (1115cd)

Este comentario es totalmente original, y no se encuentra en ninguna de las fuentes que usó el castellano. Por ello, es evidente que el Libro de Alexandre entiende la traición como el peor de los pecados.

Lo mismo demuestra el siguiente ejemplo, que es mucho más chocante. Se trata del pasaje que narra el trato que da Alexandre a uno de los traidores que asesinaron a Dario, Narzabanes. Después de haber perseguido al traidor y de haber tenido que conquistar Hircania para capturarle, Alexandre atrapa vivo al "falso Narzabanes" (1860c). Alexandre se dispone a ejecutarle, pero alguien le disuade de ello:

Avié y un ric' omne    que non devié naçer,

ovo con sus falagos    al rëy a vençer,

como al fierro 'l fuego,    fizol' amolleçer,

Narzabanes por él      de muert' ovo estorçer. (1861)

 

El autor desaprueba explícitamente este acto de clemencia del macedonio, como muestra el hecho de que use el epíteto "que non devié nafer" aplicado al intermediario de Narzabanes. Pero, además, el autor del Libro de Alexandre enfatiza su desacuerdo añadiendo, en una cuaderna para la que no se conocen fuentes, que el hecho le disgusta mucho, y que, en su opinión, Alexandre vale menos por ello:

Sabe Dios que me pesa   de toda voluntat,

Dios al entremediano       nol aya piedat;

segund mi conoçençia,    cuido dezir verdat:

menoscabó el rey    mucho de su bondat. (1862)

Esta es, por tanto, la única ocasión en la obra la que Alexandre se muestra misericordioso con un traidor, ocasión que le sirve al poeta para dejar bien claro que la traición es un pecado que no merece clemencia.

Michael sugiere que esta actitud inmisericorde ante los traidores es contraria a los consejos de Aristóteles en torno a la mesura y a la clemencia (The Treatment 70). Yo opino lo contrario: más bien, es la consecuencia lógica de haber entendido correctamente las sugerencias del filósofo. Aristóteles defiende la mesura como una virtud motivada por fines políticos, que el rey debe usar para con sus vasallos y para con los vencidos que le suplican. Por tanto, sería ilógico que un monarca usara la mesura para condonar precisamente el más grave de los crímenes políticos, la traición. Es decir, el autor del Libro de Alexandre piensa que un monarca como Alexandre debe usar la mesura para mantener gente en el sistema, los vasallos, mostrándose amable y tolerante con ellos, y para incorporar gente al sistema, perdonándolos tras la derrota. La mesura no se debe utilizar para beneficiar a gente, los traidores, que van contra la misma esencia del sistema político, puesto que han atacado a su señor. La mesura es, en todo momento, una virtud que funciona como una herramienta política.

El Libro de Alexandre ofrece aún más ejemplos que prueban esta tesis. Uno de ellos es el episodio que narra el tratamiento que recibe el rey Poro de la India. Poro se ha portado de una manera bastante agresiva con Alexandre, resistiéndose con denuedo. Además, también ha demostrado no ser buen rey, puesto que ha rechazado violentamente el consejo de uno de sus exvasallos, que le sugería se acogiese a la misericordia de Alexandre:


Allegóse a Poro
    Táxilis, su hermano,

vassallo d'Alexandre,     ca besara su mano.

"Rey" -diz-, "seriá seso     e consejo muy sano

que a merçet tornasses     del rey greçiano.

 

Es omne de mesura   e de grant piedat,

quiquiere se lo puede    vençer con umildat,

dexarnos ha bevir      en nuestra heredat;

rey, si al fizieres,      será grant torpedat".

 

Fue Poro contra Táxilis      sañoso e irado,

ca porque lo dexara     era su despagado;

remetiól un venablo      que le avié fincado,

echólo muerto frío      en la yerva del prado. (2089-91)

Habida cuenta de este comportamiento, Poro nos puede parecer bastante desmesurado, y por tanto merecedor de algún comentario negativo por parte del autor. Sin embargo, el comentario no se produce por una causa muy sencilla: Táxilis ha abandonado a Poro, ha traicionado a su señor. El hecho de que le haya abandonado por Alexandre, el héroe de la obra, no hace su conducta justificable a ojos del autor castellano, ni merecedora de la mesura política que propone el Libro de Alexandre.

Quien sí que merece, más tarde, esta mesura, es el propio Poro, derrotado en batalla por Alexandre:

Quando fue derrocado,     compeçó de clamar:

"Merced, rey Alexandre,   non me quieras matar;

tórnome tu vassallo      en aqueste lugar,

quiero fer tu mandado,    en nada non pecar". (2206)

Alexandre escoge mostrarse clemente, y acepta alegremente los ruegos de Poro:

Ovo el rey camiada     la mala voluntat,

olvidó el despecho,   moviólo piedat;

deçendió del cavallo   con grant simplicitat,

enpeçó de dezir    vierbo de amistat. (2208)

¿Por qué se apiada de Poro Alexandre, y por qué aprueba tácitamente el poeta esta actitud? Porque Poro es un rey soberano, que no ha hecho sino defender su reino. Mostrarse clemente con él es una jugada política maestra de Alexandre. Al perdonarle y tratarle bien, se ganará su amor, y así contará con su lealtad y la de sus vasallos, y podrá servirse de ellos en sus futuras campañas. De hecho, el poema no deja pasar por alto el hecho de que Alexandre usa más tarde la ayuda de Poro:

Poro e Abisario,    dos reyes cabdelleros,

essos avién de ir    en los más delanteros. (2268dc)

Por consiguiente, Alexandre demuestra, también al perdonar a Poro, que ha comprendido perfectamente el sentido del consejo de Aristóteles, con la peculiar concepción de la mesura que conlleva.

Aparte del episodio del perdón del rey Poro, el ejemplo más decisivo de mesura en el
Libro de Alexandre es, paradójicamente, el de la quema de Persépolis. La ciudad es la capital del
reino de Persia, "regno desamparado" (1599b) porque Dario y lo que queda de su ejército han
huido. Aunque la ciudad se encuentra indefensa, Alexandre manda arrasarla:


La
çibdat non se pudo  al rey emparar,

como cosa sin dueño  óvola a entrar;

mandóla por çimiento    deströir e quemar,

nunca más la pudieron  bastir nin restaurar. (1601)

El acto, que es histórico, nos parece hoy en día de una barbarie suma. Alejandro Magno mandó destruir la maravillosa ciudad tras una orgía. Las ruinas de Persépolis, en la actualidad, después de su destrucción y de tantos siglos, aún son impresionantes, especialmente las del gran palacio de Darío. Cary señala que muchos filósofos de la Antigüedad, especialmente aristotélicos y estoicos, criticaron la conducta de Alejandro en Persépolis: de hecho, esta acción, junto con otras, como el asesinato de su amigo Calístenes, fue una de las que más perjudicaron la fama póstuma de Alejandro (110). Esto hace que el episodio de Persépolis sea fundamental para dilucidar si un autor que trataba la leyenda de Alejandro Magno pertenecía a la tradición moralista anti-alejandrina, o a la tradición popular y cortesana pro-alejandrina, puesto que el hecho se narraba de modos muy diferentes según qué fuente se escogiera. Generalmente, los pro­alejandrinos omiten el hecho, como omiten el asesinato de Calístenes, otro ejemplo de desmesura provocada por la ebriedad en Alejandro. De hecho, el autor del Libro de Alexandre no dice nada de la muerte de Calístenes, aunque de seguro lo conocía, porque el episodio no favorecía su retrato cortés de Alejandro. Sin embargo, el autor castellano sí que narra la destrucción de Persépolis, que toma del Alexandreis de Châtillon. Châtillon es un autor pro-alejandrino, pero que no puede evitar criticar a Alejandro en algunas ocasiones:

And yet Gautier relied upon Curtius for his source; and Curtius followed the Peripatetics so that his narrative was fiül of reproach of Alexander. Gautier incorporated something of this adverse criticism in his poem [. . .]. (Cary 173)

Y sin embargo Gautier se basaba en Curcio como fuente; y Curcio seguía a los peripatéticos, de modo que su relato estaba lleno de reproches a Alejandro. Gautier incorporó algo de esta crítica negativa en su poema.

Aunque el poeta castellano incluye el episodio de la quema de Persépolis en su obra, su actitud es más consistente que la de Châtillon, porque se toma un inmenso trabajo en justificarlo, de modo que la acción de Alexandre sea coherente con la personalidad que muestra en el resto del Libro de Alexandre.

Para justificar la destrucción de Persépolis, el autor del Alexandre recurre, en primer lugar, a la excusa de la venganza:

Teniéle [a Persépolis] Alexandre  saña vieja alçada,

ca los rëys de Persia,   sí fazién cavalgada,

allí tenién primero    vigilia costumbrada,

ende llevavan todos   armas d' obra esmerada.

 

Dende exío Sersis    quando Greçia conquiso,

quando en subjecçión   e en premia la miso;

soliénse de los griegos    fer escarnio e riso,

por esto Alexandre    perdonar non la quiso. (1603-04)

Es decir, Persépolis era la cabeza del reino de Persia, de donde salían las expediciones contra Grecia ("Dende exío Sersis quando Grecia conquiso"), por lo que Alexandre la quemó para vengarse de la opresión de su país ("por esto Alexandre perdonar non la quiso"). En segundo lugar, el autor del Libro de Alexandre cuenta otro motivo, para mí decisivo, para que Alexandre decidiera quemar la ciudad:

Otra cosa fizieron   porque fueron quemados:

falló y Alexandre   tres mill de sus criados,

cayeron en prisión,  aviénlos destemados,

todos eran en miembros cabdales señalados.

 

Non avié entre todos  uno que fuesse sano,

que non oviesse menos   el pie o la mano,

el ojo o nariz    o el labro susano,

o roxnado non fuesse  en la fruent con estaño.

 

Lloró y Alexandre,  vençiólo piedat,

mostró que le pesava  de toda voluntat, 

abraçólos a todos  con grant benignidat,

olvidó con el duelo  toda asperidat. (1607-09)

Ambos motivos, el que se basa en que Persépolis era el centro de la opresión griega, y el que se basa en la visión de los soldados mutilados, aparecen en el Alexandreis. El autor castellano los adopta, por lo que es de suponer que está perfectamente de acuerdo con ellos. Sin embargo, la diferencia entre la obra latina y la castellana es enorme, porque el autor castellano ha añadido al segundo una palabra fundamental, "piedat". Con esta palabra, el Alexandre sitúa el episodio en el contexto del consejo de Aristóteles, de la diferente actitud ante los casos de Atenas y Corinto, y de la condena de los asesinos de Dario y el perdón de Poro. Es decir, de nuevo, Alexandre muestra en Persépolis su peculiar sentido de la mesura. El rey macedonio reserva la piedad para sus antiguos soldados, porque el mostrarse amable con ellos le conviene, puesto que los hará más fieles. Para el símbolo de la desgracia de sus hombres, la desierta ciudad de Persépolis, Alexandre reserva toda su ira, porque a sus hombres les gustará el verse vengados. Por consiguiente, en el pasaje de Persépolis, Alexandre se vuelve a mostrar como un monarca que ha aprendido bien su oficio del maestro Aristóteles, y que desempeña su función de una manera perfectamente competente.

Hasta este punto, he tratado los casos en los que el autor del Libro de Alexandre presenta virtudes relacionadas con la mansuetudo: la mesura y la clemencia. He descubierto que las supuestas inconsistencias que se pueden ver en estos casos son perfectamente explicables según a la peculiar modalidad de la mesura que sugería Aristóteles al rey Alexandre. En mi opinión, no es necesario recurrir a esta particular concepción de la mesura para explicar los ejemplos en los que el poeta describe con deleite algo al parecer totalmente opuesto al autocontrol: la furia guerrera de Alexandre. Estos pasajes se multiplican a lo largo de la obra. El primero es el que narra la reacción de Alexandre al enterarse de la ominosa situación de Grecia, tributaria de Persia:

 

El infant Alexandre,   quando lo fue asmando,

cambiósle la color, fues todo demudando;

maguer que era blanco negro se fue tornando;

las tres partes del día   bien estido callando.

 

Comiés todos los labros con la gran follonía,

semejava enfermo   de fiera maletía [. . .]. (23-24ab)

Más tarde, el macedonio es descrito ante Dario con palabras que enfatizan, además de sus diversas virtudes de líder, su terrible furia bélica:

Atales ha los pelos   como faz un león;

la voz como tronido,  quexoso 'l coraçón [. . .]. (151ab)

De hecho, el héroe muestra que las descripciones no exageran la calidad de su ira en diversas batallas, como en la siguiente, en la que Alexandre comienza a rechinar los dientes al divisar a los enemigos:

Quando vio Alexandre  tal fazaña de gentes,

començó con cuer malo de amolar los dientes [. . .]. (1341ab)

 

Comentando estas curiosas descripciones, Michael sostiene que:

 

The poet took many of these visible signs of anger from Gautier's description (I, 49-75), but expanded them considerably. (The Treatment 70)

 

El poeta tomó muchos de estos visibles síntomas de ira de la descripción de Gautier (I,49-75), pero los expandió considerablemente.

Por consiguiente, debemos pensar que, puesto que aceptó lo que le enseñaban sus fuentes y puesto que se preocupó de elaborar sobre ello, el autor castellano aprobaba la furia de Alexandre, que es lo que dice Michael (The Treatment 70). Ahora bien, ¿no supone esta ira una violación de la mesura que recomienda Aristóteles? Según Michael, esto no es así:

He clearly regarded this as righteous anger, distinct from the kind of anger against which Aristotle [. . .] warns Alexander. (The Treatment 70)

Evidentemente, consideraba éste un tipo de ira justo, diferente del tipo de ira contra el cual Aristóteles advierte a Alejandro.

Estoy totalmente de acuerdo con Michael, por una razón muy sencilla: la mesura, toda la mesura, no solamente la que defiende Aristóteles, se limita a intentar delimitar la violencia del guerrero, manteniéndola apartada de ciertos contextos, como la corte, o la vida civil, pero jamás trató de negar la utilidad que la furia tenía en la lucha contra un enemigo todavía amenazante. Es decir, la mesura no propone una eliminación de la ira, sino, más bien, una canalización de esta peligrosa cualidad. La mesura intenta limitar la violencia del guerrero a situaciones como, precisamente, las que encuentra Alexandre: batallas. Al fin y al cabo, Alexandre es un rey guerrero y, como veremos más abajo, la proeza militar es una parte muy importante de su personalidad.

            En resumen, podemos concluir que el Libro de Alexandre considera que la mesura es una virtud esencial en el monarca en ciertas ocasiones: aquellas en las que pueda obtener beneficios políticos. Esto explica el hecho de que Alexandre escoja mostrarse clemente en algunos casos (cuando se trata de ganar o conservar vasallos), y en otros no (cuando se trata de ahorrarse batallas o de castigar traidores). En este sentido, Alexandre sigue siempre los consejos de Aristóteles excepto en una ocasión, cuando se muestra demasiado misericordioso al perdonar a Narzabanes, caso necesario para que el autor del poema clarifique su concepción de la mesura, condenando la acción de Alexandre. Por consiguiente, en cuanto a la mesura, Alexandre se muestra como un excelente discípulo de su tutor.

En lo que respecta a la ira, el hecho de que Alexandre dé numerosas muestras de su capacidad para la furia guerrera tampoco constituye una violación de los consejos de Aristóteles. Como he indicado, la mesura que propone el filósofo persigue fines políticos, por lo que jamás intentaría suprimir una cualidad que resulta beneficiosa en el campo de batalla. Lo que pretende la mesura es, precisamente, limitar la aparición de la furia a situaciones en las que resulte conveniente, como las batallas indecisas o el castigo de los traidores. Esta representación de Alejandro Magno que nos ofrece el Libro de Alexandre está en desacuerdo con la realidad histórica, que nos habla de un Alejandro cruel y a menudo poco mesurado, realidad que el poeta castellano conocía perfectamente a través de la obra de Quinto Curcio. Además, el Alexandre del autor castellano también es diferente con respecto al protagonista de su fuente principal, el Alejandro del Alexandreis. En efecto, el autor de esta obra, Gautier de Châtillon, no pudo evitar narrar episodios como la quema de Persépolis o los pasajes en los que describe la ira del héroe, y no recurrió a una justificación coherente. El caso del Libro de Alexandre no podía ser más diferente: la coherencia del autor de esta obra es absoluta. La mesura política que recomienda Aristóteles al comienzo del Libro de Alexandre es una aportación del autor castellano, que le sirve para justificar todos los actos de crueldad y desmesura del monarca macedonio. Por consiguiente, debemos concluir que en lo que toca a la mesura y la desmesura, la cualidad cortés más importante y su contrario, el Libro de Alexandre alteró considerablemente la información que encontró en sus fuentes, y produjo una obra tremendamente favorable a un Alejandro a quien retrata como un monarca consumado en el arte de la política.

 

 

III. B. 3-. Affabilitas.

 

La afabilidad o amabilidad es otra de las cualidades corteses que señala Jaeger, y que hemos encontrado constantemente en la poesía trovadoresca de la corte de Alfonso VIII. Sin embargo, en el Libro de Alexandre no hallamos ejemplos de encomio directo de la afabilidad. Para empezar, Aristóteles no dice nada al respecto, a no ser que queramos interpretar el primer verso de la cuaderna número 60 como una invitación a la amabilidad:

"Fijo, a tus vassallos   non les seas irado,

nunca comas sin ellos   en lugar apartado,

e nunca sobre vida   les seas denodado;

si tú esto fizieres,   serás dellos amado". (60)

Es decir, cabría quizás entender que el primer verso significa "no te muestres desabrido con tus vasallos", es decir, "sé amable" con ellos. El segundo verso podría sostener esta lectura, puesto que alude a un modo de comportamiento social, los hábitos de comida. A continuación, el tercer verso reprobaría la desmesura en la ira, el denuedo ("e nunca sobre vida les seas denodado"), lo que debería interpretarse de la manera en que lo hemos hecho en el punto anterior. Sin embargo, esta lectura resulta un poco arriesgada, ya que lo más probable es que toda la cuaderna tenga un solo tema, el de la mesura y la desmesura. Por consiguiente, es más prudente concluir que Aristóteles no dice nada acerca de la amabilidad en sus consejos a Alexandre.

Podemos, eso sí, nombrar algunos pasajes en los cuales Alexandre se comporta de forma amable y cortés, aunque el poeta no insista en ello. Uno de estos episodios, que ya hemos citado, es el del juglar Cleor. Alexandre trata a este hábil juglar muy bien, aunque no esté de acuerdo con lo que dice:

Cleor finó su cántica,    el rey fue su pagado,

dióle quanto él quiso   de aver monedado [. . .]. (242ab)

Sin embargo, aunque Alexandre se comporta de manera modélica, el poeta no dice nada sobre la afabilidad del monarca, por lo que es de suponer que no es ésta la cualidad que le interesa resaltar al autor en este momento. Muy similar al anterior es el pasaje en el que Alexandre decide perdonar al suplicante rey Poro, derrotado por él en combate. En este caso, el Libro de Alexandre cuenta que el héroe "enpefó de dezir vierbo de amistat" (2208d). Al igual que ocurría en el caso del episodio del juglar, aunque Alexandre se comporta amablemente, el poeta no se preocupa de subrayarlo. Sin duda, el pasaje le interesa por la hábil clemencia que muestra el héroe, y no por su afabilidad. Por consiguiente, no podemos sostener que ninguno de los dos episodios comentados trasluzcan una defensa explícita de la afabilidad por parte del poeta.

Muy otro es el caso de la reacción de Alexandre ante los soldados mutilados de Persépolis, que también cité arriba:

 

Lloró y Alexandre, vençiólo piedat,

mostró que le pesava de toda voluntat,

abraçólos a todos  con grant benignidat,

olvidó con el duelo  toda asperidat. (1609)

 

Como se puede observar, en esta cuaderna Alexandre muestra clemencia ("pi'edat"), que es, sin lugar a dudas, lo que pretende destacar el poeta, por razones que explicamos arriba. Además, el autor indica que Alexandre se ha comportado "con gran benignidat". Esto está ya muy cerca de la affabilitas, al menos más cerca de lo que estaban los episodios anteriores, en los que el poeta no comentaba en absoluto el comportamiento del héroe. Sin embargo, la frase decisiva se encuentra en el último verso de la cuaderna, en el que se dice que Alexandre "olvidó con el duelo toda asperidat". Evidentemente, la afabilidad es lo contrario de la aspereza ("asperidat"), por lo que el autor nos informa de que Alexandre fue afable en esta ocasión, puesto que no mostró ninguna aspereza. Por tanto, es necesario concluir que aunque la afabilidad aparece en el Libro de Alexandre el poeta no parece demasiado interesado en esta cualidad. Más bien, la afabilidad parece ser una cualidad que acompaña necesariamente al comportamiento que quiere destacar: a la generosidad en el episodio de Cleor, y a la clemencia en el de Poro y en el de los soldados lisiados.

No creo que este abandono de la amabilidad se deba a que esta cualidad no quepa en la particular ideología cortés del autor del Alexandre. Más bien, se debe a una razón que sugiere el propio verso final de la cuaderna 1609, la de los soldados lisiados: "olvidó con el duelo toda asperidat". En este verso, se indica que la aspereza, es decir, lo contrario a la amabilidad, era el comportamiento que Alexandre estaba mostrando hasta decidir ser clemente con sus soldados. Por ello, podemos aventurar que la aspereza era una cualidad general del carácter de Alexandre, puesto que la estaba mostrando en un momento en el cual no tenía motivos para hacerlo: no había sufrido ninguna ofensa, ni ninguna desgracia.

La pregunta es inevitable, ¿por qué iba a ser un Alexandre tan cortés, y retratado de forma tan positiva, un personaje áspero? Porque el autor del Libro de Alexandre sabía que un Alexandre amable resultaría ser un personaje de carácter inconsistente a lo largo de la obra. En efecto, como luego veremos, Alexandre es un rey excelente, pero tiene un gran defecto, la soberbia. La soberbia será el motivo de la caída del macedonio, y el Libro de Alexandre es, en gran medida, una complejísima advertencia contra la soberbia. Ahora bien, la amabilidad parece una virtud totalmente opuesta a la soberbia. Se puede ser soberbio y mesurado, porque la mesura era en la Edad Media un modo de demostrar grandeza de ánimo. Se puede ser soberbio y generoso, o soberbio y piadoso, o soberbio y esforzado, o soberbio y sabio. Sin embargo, resulta terriblemente difícil concebir un personaje que sea soberbio y afable. Puesto que Alexandre tenía que ser soberbio, porque ese defecto es una de las bases estructurales de la obra, era necesario que el autor deenfatizara la importancia de la amabilidad en la formación de un carácter cortés, y es por ello que el Alexandre castellano no es un personaje particularmente amable, como lo es, por ejemplo, el protagonista del Roman d'Alexandre.

 

 

III. B. 4-. Belleza y amor cortés.

 

Aunque sabemos que la buena apariencia es una de las cualidades que se alaban en el cortesano, la belleza no juega un papel muy importante en el Libro de Alexandre. Para empezar, como es lógico, Aristóteles no le aconseja a Alexandre que procure ser bello, aunque tampoco le dice que procure cuidar de su apariencia física, lo que no sería tan descabellado. Consecuentemente, en el grueso del texto no se comenta jamás sobre la belleza del héroe, al contrario de lo que ocurre en otros textos de la época de Alfonso VIII. De hecho, cuando se describe físicamente a Alexandre, se enfatiza principalmente la ferocidad de su aspecto:


 

"El un ojo ha verde   e el otro vermejo,

semeja osso viejo   quando echa el çejo,

a un muy gran tablero    en el su pestorejo,

com fortigas majadas   atal es su pellejo.

 

Atales ha los pelos    como faz un león;

la voz como tronido,   quexoso 'l coraçón [. . .]". (150-51ab)


 

No es de extrañar que, dado el carácter de la semblanza de Alexandre, Dario se ponga "muy quexoso" (153c) cuando ve el retrato de su enemigo que se hace pintar. Sin embargo, es necesario comprender que en el contexto de esta descripción (se trata de un relato que un soldado persa hace a Dario de su temido rival) era de esperar que se subrayara lo terrible del aspecto de Alexandre. Además, dada la actitud de Alexandre en el campo de batalla, la opinión del soldado persa es perfectamente comprensible.

En suma, no debemos pensar que el hecho de que la descripción física de Alexandre enfatice la mala catadura del héroe signifique que el autor de la obra considerara que la belleza no era una de las cualidades esenciales de un rey cortés. Sin lugar a dudas, el poeta castellano pensaba que el ser temido por los enemigos en el campo de batalla era una virtud. Sin embargo, tenemos indicios de que la apariencia de Alexandre fuera de los combates era agradable. De hecho, el mismo soldado que describe al macedonio a Dario admite que Alexandre "ha buenas fechuras, / los miembros ha bien fechos" (149ab).

La prueba principal de ello, y la más importante defensa de la belleza física en el Libro de Alexandre, se halla en el episodio de la reina Talestris. En este pasaje, Talestris, reina de las amazonas, se presenta a visitar a Alexandre. Tras una pequeña digresión sobre las costumbres de estas mujeres guerreras, el autor castellano introduce de su propia cosecha una bellísima descripción de la reina Talestris:


 

Venié apuestament Talestris la reina,

vistié preçiosos paños, todos de seda fina,

un açor en su mano, que fue de la marina,

-serié a lo de menos de siet mudas aina-.

 

Avié müy buen cuerpo, era bien estilada,

correa de tres palmos la ciñia doblada,

nunca fue en est mundo cara tan bien tajada,

non podrié por nul preçio seer más mejorada.

 

La fruent' avié muy blanca, alegre e serena,

plus clara que la luna quando es düodena,

non avié çerca della nul preçio Filomena,

de la que diz' Ovidio una grant cantilena.

 

Avié las sobreçejas como listas de seda,

eguales, bien abiertas, de la nariz hereda;

fazié una sombriella tan mansa e tan queda

que non serié comprada por ninguna moneda.

 

La beldat de los ojos era fiera nobleza,

las pestañas iguales, de comunal grandeza,

quando bien las abrié era fiera fadeza,

a christiano perfecto tolrié toda pereza.

 

Tant' avié la nariz a razón afeitada

que non podriá Apelles reprenderla en nada;

los labros abenidos, la boca mesurada,

los dientes bien iguales, blancos como cuajada.

 

Blanca era la dueña, de muy fresca color,

avié y grant entrega a un emperador;

la rosa del espino, que es tan genta flor,

al mitin al ruçio non pareçrié mejor.

 

De la su fermosura non quiero más contar,

temo de voluntad fer alguno pecar;

los sus enseñamientos non los sabriá fablar

Orfeus el que fizo los árboles cantar. (1872-79)
 

En estas líneas, aparece un perfecto ideal de belleza cortés. La dama está bien vestida, con ricos ropajes, es esbelta ("Avié müy buen cuerpo, era bien estilada"), blanca, de amable rostro. Prueba de su estilización cortés es el hecho de que esté retratada en términos profundamente artísticos: su cara está "bien tajada", como si se tratara de un busto; su frente es mucho mejor que la de la Filomena de Ovidio; su nariz está tan bien maquillada ("afeitada"), es decir, pintada, que ni el propio Apeles que, recordemos, aparece en el Libro de Alexandre como un famoso escultor, y no pintor, podría haber esculpido algo parecido; es tan bella que ni el cantor-poeta Orfeo sería digno de describirla.

               Tobías Brandenberger ha señalado, acertadamente, que el rey Alexandre se comporta
como "un auténtico
'fin'amans' a lo cortés" con la reina Talestris (451). En efecto, el héroe sale a
recibir a la dama (1880a), y luego la encamina a su aposento de invitada:


El rey fue palaciano,
   prísola por la rienda,

por mejor ospedarla,   levóla a su tienda [. . .]. (1881ab)

 

 

Como se puede observar, el poeta castellano aprecia el galante comportamiento de Alexandre. El monarca macedonio conduce él mismo el caballo de la dama, y luego le cede a la invitada su propia tienda. Por ello, el autor califica al héroe de "palafiano", es decir, de "cortés". Alexandre merece el apelativo, porque es tan pulido que ofrece a la invitada de comer antes de preguntarle siquiera por qué ha venido a visitarle:

después que fue yantada,  a ora de merienda,

entról a demandar   el rey de su fazienda. (1881cd)

A continuación, el cortés Alexandre llega a ofrecerle a Talestris el trono de emperatriz (1883). No obstante, eso no es lo que quiere la reina. La amazona sólo desea nada más y nada menos que un hijo del monarca macedonio: si es varón, lo criará él, si hembra, ella. En cualquier caso, Talestris se marchará después del acto (1884-87). Como se puede imaginar, Alexandre accede "de grado" (1888a) a la petición de la bella amazona, tras lo cual el poeta ofrece unos versos repletos de metáforas sexuales:

[Alexandre] Dio salto en la selva   corrió bien el venado,

recabdó bien la reina    ricament su mandado,

alegre e pagada   tornó al su regnado. (1888bcd)

 

Puesto que Talestris vuelve a su reino alegre y "pagada", "satisfecha", debemos concluir que Alexandre es un buen amante cortés en todas las situaciones.

En suma, el episodio de Talestris, al enfatizar la belleza de la dama amazona y las habilidades como amante cortés del rey Alexandre, demuestra que el autor del Libro de Alexandre consideraba que la belleza y la galantería eran virtudes integrantes de la figura del perfecto rey cortés. Por consiguiente, el hecho de que las descripciones físicas de Alexandre subrayen la fiereza de su aspecto no significa que el poeta castellano desdeñara la importancia de la belleza en un monarca cortés. Al contrario, puesto que la descripción de la fiereza del héroe se encuentra en un contexto bélico, debemos recordar que, en ese caso, la ferocidad forma parte de la fortitudo del rey guerrero, sin ser óbice para que el Libro de Alexandre presente un personaje bello y galante.

 

 

III. B. 5-. La liberalidad de Alexandre.

Cary nos informa de que la liberalidad de Alejandro Magno era legendaria en la Antigüedad, y también en la Edad Media. Sin embargo, había una serie de escritores que, aunque reconocían que Alejandro ofrecía regalos fastuosos, consideraban que la suya no era verdadera liberalidad. Séneca es el primer escritor conocido que sostiene esta postura. Para Séneca, la liberalidad de Alejandro era consecuencia de su arrogancia y vanidad, de su hubris: Alejandro regalaba pensando en sí mismo, en lo que era un digno regalo de Alejandro, y no en los méritos del obsequiado (Cary 87). Pese a que Séneca era un escritor muy influyente en la Edad Media, su visión de la liberalidad de Alejandro no era la más extendida: comúnmente, se admiraba la increíble generosidad del macedonio, y Alejandro se tenía, muy positivamente, como el paradigma de la liberalidad.

Por consiguiente, no debe extrañar que el Alexandreis incida en señalar la liberalidad de su personaje principal. Sin embargo, el relato medieval en el que más peso cobra el elogio de la liberalidad de Alejandro es el Roman d'Alexandre francés. En efecto, el Roman d'Alexandre es el más claro ejemplo de representación del héroe macedonio según la ideología cortesana, por lo que, dada la importancia de la liberalidad en esta ideología, era de esperar su aparición en la obra. También el Libro de Alexandre castellano se hace eco de la liberalidad de Alexandre. Michael señala que esta cualidad no se enfatiza tanto como en el Roman d'Alexandre (The Treatment 60). Sin embargo, Michael sostiene, contradiciendo explícitamente en esto a Cary, autor que defiende, incomprensiblemente, que la liberalidad no aparece en la obra castellana, que en nuestro Libro de Alexandre la liberalidad se menciona siempre que se habla de las buenas cualidades de Alexandre (The Treatment 60).

Estoy totalmente de acuerdo con Michael. De hecho, el autor del Libro de Alexandre
propone la generosidad ya en la primera cuaderna del poema:

deve de lo que sabe    omne largo seer,

si non, podrié en culpa   e en riebto caer. (1cd)

En estos dos versos, el autor utiliza un conocido tópico muy frecuente en los exordios: el erudito debe compartir su conocimiento con el resto, y es por ello que escribe. Aunque esta justificación sea tópica, como señala muy bien Ernst Robert Curtius (87), los términos en los que la expresa el poeta castellano son bastante originales. En efecto, al utilizar la palabra "largo", es decir, "generoso", el autor sitúa el tópico en la órbita de la virtud cortés de la liberalidad o largueza. De este modo, el poeta logra una buena compenetración del exordio con el resto de la obra. En efecto, como luego veremos, la largueza no es sólo una cualidad que justifique que el Libro de Alexandre sea escrito, sino que es también una de las principales virtudes del personaje protagonista.

De nuevo, podemos encontrar esta virtud en los valiosísimos consejos de Aristóteles a su discípulo Alexandre:

"Si quisieres por fuerça   tod' el mundo vençer,

non te prenda cobdiçia   de condesar aver;

quanto que Dios te diere pártelo volenter,

quando dar non pudieres,   non lexes prometer.

 

El prinçip' avariento    non sabe quel contez:

armas nin fortaleza   de muerte no l guarez,

el dar le vale más   que armas nin fortalez,

el dar fiende las peñas   e lieva toda prez.

 

Si bien quisieres dar,    Dios te dará que des;

si non ovieres oy,   avrás d' oy en un mes;

qui es franc' e ardit,   a es tienen por cortés;

qui pued' e non quier dar   non vale nulla res". (62-64)

En estas cuadernas, Aristóteles no se limita a recomendar la largueza. Además, el filósofo relaciona la virtud directamente con la cortesía: "'qui es franc' e ardit, a es tienen por cortés'". Ciertamente, esto no es nada nuevo, puesto que ya lo habíamos advertido anteriormente, y ya lo habíamos visto en los poemas de los trovadores de la corte de Alfonso VIII. Lo que es más llamativo es que Aristóteles señale que la liberalidad es especialmente útil para "el prinfip", y que adapte perfectamente todos los beneficios de la largueza al caso particular del príncipe. Es por ello que el pasaje comienza: "'Si quisieres por fuerfa tod' el mundo vençer'", porque el liderazgo de ejércitos conquistadores se reserva a príncipes, como Alexandre. Posteriormente, observamos que Aristóteles enfatiza las ventajas prácticas que obtiene el príncipe si se comporta de modo liberal: está mejor protegido, obtiene "prez", "fama", y se le considera cortés. Es decir, al igual que sucedía con el caso de la mesura, Aristóteles propone la práctica de la liberalidad como una medida de orden político, adecuada al oficio del príncipe.

De nuevo de modo semejante a lo que ocurría en el caso de la mesura, Alexandre comprende perfectamente el consejo de su tutor, y utiliza la generosidad durante la obra para obtener beneficios políticos. Es por ello que las ocasiones en las que más se incide en la largueza de Alexandre no sean las que señala Michael, es decir, los casos en los que se describen las cualidades del monarca, o casos como el arriba citado, en el que Alexandre recompensa al juglar Cleor (242ab). Muy al contrario: los pasajes en los que se describe con mayor detalle la generosidad de Alexandre son aquellos en los que el macedonio obtiene ventajas políticas como consecuencia de ella.

De los muchos ejemplos que se podrían citar para probar este aserto, he escogido solamente dos. Uno se puede encontrar al principio y otro al final de las campañas persas de Alexandre. El primer ejemplo se halla en un episodio que transcurre inmediatamente después del desembarco de las tropas griegas en Asia. Alexandre, como hiciera el Eneas virgiliano al llegar a Africa, se separa del resto en busca de un alto, un "poyo, en un alto lugar" (302a), desde donde otear el territorio. Al volver, se dirige a sus tropas:

Adiesso que llegó     dixo a sus fonsados:

"Dezir vos quiero nuevas   ond seredes pagados:

suéltovos Eüropa  con todos sus condados,

ca yo he muy mejores   emperios barruntados.

 

Sabet que yo he visto    tanta buena ventura

que non ha la bondat      nin cabo nin mesura;

qui visto non l' oviesse     terniélo por locura,

el que aquí morasse     nunca verié rencura".

 

Tanto avié grant feuza   e firme voluntat

que nos le defendié  castillo nin çibdat;

partió a sus varones   Greçia por heredat,

e fízoles lüego  cartas de salvedat. (306-08)

Como se puede observar, la acción de Alexandre es una jugada maestra. Su liberalidad persigue dos fines prácticos. En primer lugar, quiere despertar la codicia de sus soldados, que lucharán con más coraje espoleados por la esperanza de conquistar una tierra tan rica que ha llevado a su líder ha comportarse de semejante manera. En segundo lugar, pretende comunicar a los soldados su confianza en la victoria, puesto que Alexandre ofrece sus posesiones griegas a cambio de Asia como si ya poseyera ésta. Este es el sentido del verso 308a, donde se dice que Alexandre tenía gran "feuza", es decir, "confianza".

Aunque los resultados de la acción de Alexandre son excelentes, porque sus soldados consiguen vencer a todos los ejércitos que encuentran, el poeta no comenta nada al respecto.

Esto se debe al hecho de que a esta acción sigue inmediatamente otra muestra, aún mayor, de generosidad por parte de Alexandre:

Fizo otro esfuerfço     que era más estraño;

dizía a sus gentes:     "Non fagades nul daño,

ca el que lo fiziesse   verá bien que m' ensaño,

ca lo tengo por mío     a la fé, sin engaño". (309)

Es decir, Alexandre considera tan suyas las tierras que divisa que prohíbe a sus hombres toda acción de saqueo. El saqueo de las tierras durante acciones de guerra era una práctica común de las expediciones bélicas medievales. De hecho, se trataba de una costumbre que podía ser muy lucrativa, como revela, entre otras obras, el Poema de mio Cid. Por ello, al no saquear la región, Alexandre está dando muestras, no sólo de clemencia, sino también de falta de codicia, siguiendo el ya citado consejo de su maestro: "'Si quisieres por fuerça tod' el mundo vençer, / non te prenda cobdiçia de condesar aver'". Sin embargo, lo más interesante de este pasaje es el hecho de que el poeta comenta inmediatamente la acción de Alexandre:

Las gentes de la tierra   porque esto fazié

rendíensenle odos      doquier que él vinié;

sabet que este seso    grant pro le aduzié,

ca si fuesse muy crudo   peores los avrié. (310)

Las palabras del autor son tan explícitas que casi no necesitan comentario alguno. La generosidad de Alexandre le trajo "grant pro", "gran beneficio", porque le evita innecesarios enfrentamientos bélicos. Además, se ve calificada como un "seso", es decir, una "opinión", pero con la connotación de "opinión informada y acertada", casi un "ardid". Por consiguiente, la liberalidad que muestra Alexandre al llegar a Asia es descrita como una hábil acción política, digna, en suma, de un excelente monarca.

El segundo pasaje relacionado con la liberalidad de Alexandre que voy a comentar pertenece al final de la campaña persa del monarca macedonio. Los griegos llevan ya muchos años en Asia, encadenando victoria con victoria. Han derrotado varias veces a Dario, y ahora persiguen a los traidores asesinos del gran monarca persa. Sin embargo, la gran cantidad de botín capturado dificulta la libertad de movimientos del ejército griego:

Como avién las gentes    fechas fiera ganançia,

trayén oro e plata  a fiera abondançia,

dizién que verdat era  sin otra alabançia:

non lo podrién mover  palafrenes de Françia.

 

La carga era grande,    non la podién mover,

aviénla bien lazrada,     non la querién perder;

non podién las jornadas tan bien aproveçer,

tanto como solién    non se fazién temer. (1892-93)

Por ello, a Alexandre se le ocurre inmediatamente que es preciso pegarle fuego al engorroso botín:

Asmó el rey senado  entre su coraçón

de llegar los averes    todos en un montón;

quando fuessen llegados,   ponerles un tiçón,

que se fundiessen todos, tornassen en carbón. (1894)

 

El poeta aprueba expresamente el comportamiento de Alexandre, puesto que le obsequia con el calificativo de "senado", es decir, "sabio". Por consiguiente, es de esperar que la iniciativa del rey macedonio sea exitosa, como así es, en efecto. Alexandre convoca a sus hombres y les pide la parte que le corresponde del botín (1895). A continuación, procede a pegarle fuego, para después pasar a quemar el resto:

El rêy con su mano    ençendió una faja,

diole a todo fuego,  nol dolié nin migaja,

non dexó de quemar   una mala meaja,

avié tan poco duelo    como si fuesse paja. (1897)

Como se puede imaginar, los soldados griegos no aprecian demasiado el hecho de que Alexandre les queme sus tesoros. Sin embargo, el autor castellano pone de manifiesto que, debido a la habilidad de Alexandre, que ha quemado en primer lugar su propia parte, los soldados no tienen motivos para quejarse:

Pesávales a todos    del daño grant que era;

maguer eran pesantes,    encubrién su dentera:

desque lo suyo mismo  metié en la foguera,

non le podién dezir   una letra señera. (1898)

 

Seguidamente, el poeta nos informa del resultado de la acción del héroe:

En cabo confortáronse, toviéronlo por bien,
cono
çieron que cargar                            embargósa trayén,

sólo que sanos fuessen                         otro se ganarién,

por mal aver buen preçio                         perder non lo querién. (1899)

 

En estos versos, queda claro que la liberalidad de Alexandre consigue el fin que perseguía: desembarazar y animar a los griegos. Es decir, en este segundo pasaje, el rey Alexandre se vuelve a mostrar "senado" por usar la largueza en la forma en que le recomendó su maestro Aristóteles. Por tanto, debemos concluir que la concepción de la liberalidad en el Libro de Alexandre es muy peculiar: se trata de una liberalidad adaptada a las necesidades del monarca, de una liberalidad que deberá ser usada con el fin de obtener beneficios políticos.

 

 

III. B. 6-. Piedad religiosa.

 

Aunque la piedad no es una virtud cortés, y aunque no aparece en la lista de consejos de Aristóteles es, sin embargo, una cualidad muy importante en el Libro de Alexandre. Esto se aprecia, en primer lugar, al comprobar que los cambios más sustanciales que introduce el autor castellano en el Libro de Alexandre con respecto a sus fuentes son de orden religioso. Ya he señalado que el Alexandreis de Châtillon, la fuente principal del Libro de Alexandre, es una obra marcadamente clasicista, tanto en su lenguaje como en su atmósfera. Como una parte fundamental del ambiente de una épica clásica lo constituye la religión greco-romana, el Alexandreis adopta casi plenamente la mitología pagana. Por el contrario, el Libro de Alexandre no aspira a la ambientación arqueológica del Alexandreis, sino que es una obra mucho más práctica, centrada en una atmósfera plena y conscientemente medieval. Por ello, el autor castellano no acepta la parafernalia pagana de Châtillon, y procede a cristianizarla.

El caso más llamativo de ello se da al del final de la obra. Mientras que en el Alexandreis la caída de Alejandro se forja por obra de Natura y Leviatán, en el Libro de Alexandre es Dios quien provoca el fin del héroe. Dios decide actuar por medio de Natura, su criada, y de Satán (el Leviatán de Châtillon), que son quienes incitan a unos traidores a envenenar a Alexandre. Cary resume del siguiente modo las diferencias que introduce el poema castellano:

The author of the Libro de Alexandre omitted from his account all that mythological apparatus which cumbered the stage of the Alexandreis, except for Natura and Leviathan (changed into Satan), who meekly take their place in the new Christian order of things. He omitted also the passage in which Alexander called himself the son of Jove.

The action, thus cleared of obscuring mythological intruders, is placed under the discreet and distant surveillance of a Christian God. Alexander, in obedience to courtly tradition, is represented as favoured by that God and as making prayer to Him, and dying he looks to being received, not, as in the Alexandreis, into a mythological, but into the Christian heaven. (187-88)

 

El autor del Libro de Alexandre omitió de su relato toda la parafernalia mitológica que entorpecía la escena en el Alexandreis, excepto Natura y Leviatán (transformado en Satán), quienes humildemente asumen su posición en el nuevo orden cristiano. También omitió el pasaje en el que Alejandro se autodenomina hijo de Jove.

La acción, purgada de ese modo de la confusa presencia de mitológicos intrusos, se sitúa bajo la discreta y lejana supervisión de un Dios cristiano. Alejandro, de acuerdo con la tradición cortés, es representado como favorecido por Dios y orándole, y cuando muere espera ser recibido no en un paraíso mitológico, como en el Alexandreis, sino en el Cielo cristiano.

Las observaciones de Cary son absolutamente precisas, y es por ello por lo que no debe sorprender que, a pesar de que la piedad religiosa no aparezca en los consejos de Aristóteles, Alexandre se muestre piadoso en numerosas ocasiones en la obra.

Se podrían citar muchos pasajes en los que Alexandre le ora a un Dios cristiano, o en los que el poeta señala expresamente que el monarca macedonio contó con la ayuda de Dios en tal o cual episodio. Sin embargo, en aras de la brevedad, me he limitado a escoger un sólo pasaje, tanto por su representatividad como por la popularidad de que gozó en Europa durante toda la Edad Media. Se trata del episodio de las tribus cautivas, que supone una adición del poeta castellano, que tomó su materia de la Historia de Proeliis, con respecto al Alexandreis[1]

El poeta comienza el pasaje enfatizando hasta qué grado goza Alexandre del favor divino, usando términos que resultan inequívocamente cristianos:

El rêy Alexandre,   que nunca falló par,

quísolo su ventura  en todo acabar;

quiso Dios por su ruego  tal virtud demostrar

que seré a Sant Pedro   grant cosa a ganar. (2100)

 

 

A continuación, el autor nos informa de que, en uno de sus desplazamientos por Asia, Alexandre encontró, tras las Puertas Caspias, una gran muchedumbre. Este gentío parecía pertenecer a una sola nación:

 

Tras unas altas sierras,  Caspias son llamadas,

que, fueras un portillo,    non avié más entradas,

falló muchas de gentes   en uno ajuntadas,

fue tan grand muchedumbre   que non serién contadas.

 

Todos en un lenguaje  fablavan su razón,

trayén costumbres propias  todos en su missión,

encontra oriente  fazién su orafión,

pero bien semejavan  de flaca conplisión. (2101-02)

Alexandre intenta averiguar quiénes son esas gentes, y "un sabio" (2103c) le informa de que son judíos que han traicionado a Dios (2104). Como castigo por esa traición, habían sido expulsados de Jerusalén y encerrados tras unos montes (2109). Esto provoca el siguiente comentario del rey Alexandre:

"Otorgo" -diz' el rey-,                        "derecho es provado:

pueblo sobre qui fizo                         Dios tant' aguisado

e fue contra su ley                            tan mal aconsejado,

fasta la fin del mundo                       devrié yazer çerrado". (2111)

Es decir, Alexandre, que ya se ha mostrado piadoso en varias ocasiones, y que ya ha respetado al Dios de Israel en su visita a Jerusalén (1131-144), vuelve a ponerse del lado divino. Es más, el monarca macedonio incluso decide ayudar activamente a Dios, y se dispone a construir un muro para dificultar una posible fuga de los judíos:

Mandó con argamasa  el portiello çerrar,

que nunca más pudiessen nin salir nin entrar,

oviessen y las pascuas  por siempre çelebrar,

que los que lo oyessen   dubdassen de pecar. (2112)

Sin embargo, el hecho más llamativo no es éste, sino el que Alexandre le pida a Dios que le otorgue un medio para que los judíos no puedan escapar jamás (2113) y que Dios le escuche y lo haga, efectuando para ello un milagro:

Quando ovo el rey    la oraçión complida,
maguer era pagano,
  fuele de Dios oída;

moviéronse las peñas    cad' un de su partida,

soldáronse en medio,    fue presa la exida. (2114)

Esto es, Dios hace que las montañas que cercaban a los judíos se acaben de unir, tapándoles la salida ("moviéronse las peñas cad' un de su partida, / soldáronse en medio, fue presa la exida"). Este favor es realizado a pesar de que Alexandre no es un rey cristiano: "maguer era pagano". Este comentario permita comprobar que el autor del Libro de Alexandre es perfectamente consciente de la cronología de su materia. El poeta sabe que Alejandro Magno vivió antes del nacimiento de Cristo, y que fue un rey griego, es decir, pagano. Sin embargo, tiene a bien alterar la historia para construir un personaje medievalizado, el rey Alexandre, que pueda servir de provecho para su público medieval, como prueba el siguiente comentario:

Quando Dios tanto fizo por un ome pagano,

tanto o más farié  por un fiel christi'ano;

por nos non lo perdamos,  desto só yo certano:

qui en Dios ave dubda   torpe es e villano. (2116)

Por consiguiente, es necesario concluir que el autor del Libro de Alexandre consideraba que la piedad religiosa era una virtud fundamental. Es por ello que alteró su fuente principal en numerosas ocasiones, aun a sabiendas de que estaba cometiendo un error histórico. Por tanto, aunque la piedad religiosa no se halle entre las virtudes que le recomienda Aristóteles a su discípulo Alexandre, el poeta castellano consideraba que era una cualidad totalmente necesaria para un monarca medieval.

 

 

III. B. 7-. La mala cortesía.

 

Los consejos de Aristóteles contienen un curioso precepto que se puede considerar como una pequeña advertencia ante los peligros que suponen los malos cortesanos:

"Nin seas embr'ago    nin seas venternero,

mas sé en tu palabra    firme e verdadero;

nin ames nin escuches   al omne lisongero:

si aquesto non fazes,  non valdrás un dinero". (58)

En esta cuaderna, que constituye una adición original del autor del Libro de Alexandre, Aristóteles sugiere, tras advertir contra los males de la embriaguez y la glotonería ("'Nin seas embriago nin seas venternero'"), que Alexandre debe mantener su palabra, y que se debe guardar de los hombres lisonjeros.

En mi opinión, la advertencia contra las lisonjas debe entenderse dentro del contexto de la ideología cortés. Como hemos comprobado y como seguiremos viendo a lo largo de este estudio, el tipo de comportamiento que propiciaba la cortesía podía hacer caer fácilmente en la adulación. La necesidad de mantener una apariencia agradable, de ser "todo para todos", de no ofender con la palabra, de contener los impulsos personales, está muy cerca de la hipocresía, como denunciaban frecuentemente los moralistas de la época. Y es que la cortesía, usada para conseguir malos fines, podía ser peligrosa. Por ello, no es de extrañar que Aristóteles intente advertir a su discípulo de esos peligros.

Creo firmemente que Alexandre asimiló el consejo de su maestro. Por ello, aunque en el Libro de Alexandre el protagonista no se tiene que enfrentar con las lisonjas y mentiras de malos cortesanos, Alexandre es perfectamente consciente del peligro que suponen. Prueba de ello es el hecho de que el macedonio les pinte perfectamente a sus hombres el retrato del mal uso de la cortesía. Esto ocurre durante la digresión acerca de la Guerra de Troya, en la que Alexandre se dirige a sus hombres en el lugar de la antigua batalla para que, informándoles acerca de los hechos de los griegos y troyanos, consideren que a base de esfuerzo es posible derrotar al asiático, como hicieron los antiguos griegos. En esta digresión es fundamental la figura de Paris, el responsable de la caída de Troya.

Alexandre describe a Paris con todas las características de un cortesano medieval, de un mal cortesano, concretamente. De hecho, la primera vez que aparece Paris, Alexandre señala que era "palafiano" (358b), esto es, "cortés". Al mismo tiempo, en la misma cuaderna, se dice que Paris también era "traviesso" (358a), y también que era "doñeador" (358b), esto es, "dado a las mujeres", "mujeriego". Es decir, Paris aúna desde un principio la cortesía con una personalidad peligrosa, que le hace comportarse durante el resto de la digresión como un mal cortesano.

Esto se puede observar más tarde en el episodio de la seducción de Helena. El episodio comienza con los consejos de Venus, en un paralelo con la historia de Alexandre, que comenzaba con los consejos de Aristóteles, que no me parece nada casual:


 

"En la cort poc' a poco   ferte as conoçer,

a chicos e a grandes   a todos faz plazer;

avrás como que sea  la dueña a veer;

yo le metré en cuer,   avert' ha a querer". (393)

Como se puede observar, Venus le está recomendando a su protegido que se comporte de modo cortés. Esto es lo que connota claramente, en primer lugar, la palabra "cort". En segundo lugar, Venus le indica a Paris que sea amable con todo el mundo, "'a todos faz plazer'", que recuerda a la amabilidad cortés y al "omnis omnibus", al "todo para todos". Además, Venus promete que si Paris ejecuta estas acciones será conocido en la corte: "'En la cort poc' a poco ferte as conocer'". Hasta este punto, los consejos de Venus no parecen merecer especial atención, puesto que son una simple invitación a la cortesía, muy común en la época. Sin embargo, lo llamativo es que el objetivo de la cortesía que propone Venus es traicionar a un huésped y seducir a su esposa, es decir, una doble traición. Para colmo de males, el plan de Venus funciona, porque Paris viaja a Grecia y muy pronto se hace con la confianza de Menelao y Helena, confianza que aprovecha para seducir y raptar a la "dueña":

Paris con la cobdiçia      de la dueña ganar,

entró luego en barcas    e travessó la mar;

fasta que fue en Greçia   non se dio de vagar,

ovo a la reína     el su prez a llevar.

 

Ovolo en privança     el rey a coger,

non le mandava puerta  ninguna retener;

ovo todos los pleitos   la dueña a saber,

en cabo otorgósle   a todo su plazer.

 

Ovo el rey a ir   en una cavalgada;

fizo el mercadero    arriedro la tornada,

tant' ovo a bollir   quel robó la posada;

tornóse pora Troya    con su dueña ganada. (397-99)

Es decir, Paris se aprovecha de su habilidad cortés para traicionar a su huésped y robarle a su mujer ("tant' ovo a bollir quel robó la posada; / tornóse pora Troya con su dueña ganada"). Por tanto, la cortesía se ha transformado en sus manos en un terrible peligro, en un "falago", en una "lisonja", del tipo que temía Aristóteles.

Los "falagos" de Paris se subrayan continuamente en la digresión acerca de la Guerra de Troya. Un segundo ejemplo de ello nos lo proporcionan las siguientes palabras de Héctor, dirigidas a su imprudente hermano Paris:

"Non se faz la fazienda por cabellos peinados,

nin por ojos fermosos nin çapatos dorados;

mester ha puños duros, carrillos denodados,

ca lanças nin espadas  non saben de falagos". (469)

Como se puede observar, Paris vuelve a ser descrito con todas las características de un cortesano medieval. En este caso, es su belleza y el cuidado que dedica a su vestimenta lo que se critica, señalándose que la "fazienda", esto es, lo "que hay que hacer", se consigue con esfuerzo y fortaleza, no con "falagos". Por consiguiente, Alexandre, que es quien está narrando esta historia, entiende la figura de Paris como el paradigma del cortesano corrupto y peligroso, que usa la cortesía para malos fines.

Esta visión de Paris es especialmente significativa debido al hecho de que Alexandre comparte nombre con Paris. Este es un dato ya homérico, que el autor del Libro de Alexandre tomó de la Ilias latina: Paris se llamó también Alejandro, como Alejandro Magno. El autor castellano no podía dejar de señalar esta coincidencia:

 

Soliénlo Alexandre   de primero llamar,

mas óvole el padre Paris   el nombre a mudar;

Paris le puso nombre,  si l' oyestes contar,

ca igual lo fazié   de los otros e par. (360)

 

La falsa etimología de "Paris" vuelve a ser enormemente reveladora: viene de "par", porque Paris hacía todo lo que hacían los otros. Es decir, Paris imita a los demás para complacerles, por lo que ya lleva en su nombre la marca del cortesano, el lema "todo para todos". Sin embargo, lo que ahora me interesa no es su segundo nombre, sino el primero, "Alexandre", porque este es, como sabemos, el nombre del héroe macedonio que protagoniza la obra y que, no olvidemos, actúa como narrador de este largo episodio.

        Como nos recuerdan Peter A. Bly y Deyermond, los eruditos medievales, como el autor de nuestro Libro de Alexandre, le prestaban enorme atención a estas "coincidencias", ya fueran semejanzas físicas u onomásticas, entre cosas o personajes. Durante la Edad Media, e incluso durante el Renacimiento y gran parte del Barroco (Foucault, The Order 25-30; et passim), se pensaba que estos parecidos escondían alguna relación entre los dos términos semejantes: la estrella de mar nos dice algo sobre las estrellas del cielo, y viceversa; el diente de león nos dice algo sobre el felino, y viceversa. Con esta metodología, se podía leer la naturaleza como si fuera un gran libro escrito por Dios, y de igual modo se podían leer las Sagradas Escrituras (Eva nos dice algo sobre el "Ave" que representa a María, y viceversa), y cualquier tipo de literatura. Por consiguiente, para Alexandre, que se describe, como luego veremos, como un sabio medieval, y para el autor de la obra, existe algún tipo de relación entre Paris y él mismo. Paris-Alexandre y Alexandre tienen algo en común.

En mi opinión, esta concomitancia es la cortesía: ambos personajes son calificados como "palacianos". Paris es descrito como un cortesano medieval, y estoy intentando demostrar que lo mismo ocurre con Alexandre. Ahora bien, aunque los dos personajes sean igualmente corteses, no usan la cortesía del mismo modo. Paris es aconsejado por Venus; Alexandre por Aristóteles. Paris usa su habilidad para cometer adulterio; Alexandre para liberar a su país de la opresión en que vivía y para ganar fama. Paris dispone de "falagos", pero no de piedad ni de esfuerzo; Alexandre es capaz de hablar bien, pero también de respetar a Dios y de luchar esforzadamente. En suma, Paris y Alexandre son la cara y la cruz de la moneda de la cortesía: Paris representa los peligros que supone la cortesía cuando se usa para conseguir malos fines; Alexandre representa el buen uso de la cortesía al estilo de la corte de Alfonso VIII. Alexandre es la corrección y superación de Paris, la imagen de la perfecta cortesía.

 

 

III. B. 8-. Fortitudo: Alexandre el esforzado.

 

        Como acabo de señalar, una de las características principales de Alexandre, algo que le distingue completamente de Paris, es que el rey macedonio es un gran guerrero. De hecho, el "esfuerco" es la segunda cualidad que se aplica a Alexandre la primera vez que se le nombra en el poema:

Quiero leer un livro  d' un rey noble, pagano,

que fue de grant esfuerço,        de coraçón loçano,

conquiso tod' el mundo, metiólo so su mano. (5abc)

 

La "cavallería" (52c) tiene, además, un lugar importantísimo en los consejos de Aristóteles a su discípulo. Este hecho resulta tanto más llamativo cuanto que la "cavallería" no aparece en el pasaje equivalente del Alexandreis o del Roman d'Alexandre, por lo que debemos concluir que es una adición original del poeta castellano. Es decir, es probable que al autor del Libro de Alexandre le interesara resaltar que, a diferencia de lo que parecían defender sus fuentes, la fortaleza es una virtud indispensable en un rey.

En consonancia con esta interpretación está el hecho de que los consejos bélicos ocupen más espacio que cualquier otro tema en el discurso de Aristóteles: desde la cuaderna 65 hasta la 85. Además, en el resto de la obra, Alexandre sigue al dedillo los consejos de su maestro, y se muestra como un singular caudillo y como un extraordinario guerrero. Puesto que el Libro de Alexandre es una obra épica, estos ejemplos de proezas bélicas del protagonista se podrían repetir ad nauseam. Sin embargo, puesto que es completamente innecesario insistir en que Alexandre es un gran soldado, me parece más interesante investigar más bien qué tipo de soldado es, para así intentar averiguar por qué motivo añadió el poeta castellano la virtud de la "cavallería" a la lista de consejos de Aristóteles.

En mi opinión, para hallar la clave de este problema debemos partir de un hecho muy simple: Alexandre es un rey conquistador, y la fortaleza es una de las virtudes que necesita para realizar sus conquistas. Esto es evidente ya en la primera mención del protagonista, que acabo de citar:

Quiero leer un livro  d' un rey noble, pagano,

que fue de grant esfuerço,        de coraçón loçano,

conquiso tod' el mundo, metiólo so su mano [. . .]. (5abc)

Como se puede observar, la principal hazaña que mueve al autor castellano a ocuparse de Alejandro Magno, rey "que fue de grant esfuerfo", es que el macedonio "conquiso tod' el mundo". Esto es, el "esfuerço" y las conquistas del protagonistas se asocian desde el mismo comienzo de la obra. Por tanto, debemos concluir que el autor del Libro de Alexandre enfatizó la fortaleza del protagonista porque la concebía como una virtud imprescindible para llevar a cabo sus conquistas.

Evidentemente, esta afirmación no resulta muy reveladora. Sin embargo, creo que cobra sentido si nos fijamos en el particular tipo de conquistas que realiza Alexandre:


 

De los catorze años aún los dos le menguavan,

en la barva los pelos estonçe l' assomavan;

fue asmando las cosas del siglo com' andavan,

entendió sus avuelos cual cuei'ta passavan.

 

Eran los reys de Greçia fasta essa sazón,

vassallos tributarios del rey de Babilón;

avián a dar a Dario sabida enforçión,

avién ge lo a dar que quisiessen o non.

 

El infant Alexandre, quando lo fue asmando,

cambiósle la color, fues todo demudando;

maguer que era blanco, negro se fue tornando;

las tres partes del día bien estido callando.

 

Comiés todos los labros con la gran follonía,

semejava enfermo de fiera maletía;

dizía: "¡Ay, mesquino!, ¿quándo veré el día

que pueda restaurar esta sobrançanía?" (21-24)

 

Como se puede observar, cuando Alexandre alcanza una edad suficiente, comienza inmediatamente a darse cuenta de la humillante situación en que vive su país. Los persas han invadido Grecia en varias ocasiones (esto es lo que se alude cuando se narra que Alexandre "entendió sus avuelos cual cuei'ta passavan"), y en tiempos de Alexandre los griegos viven sometidos al monarca persa (el "rey de Babilón"), a quien tienen que pagar parias ("enforción"). Es decir, lo que pretende Alexandre, al menos inicialmente, no es precisamente conquistar el mundo, sino, ante todo, sacar a Grecia de "cueita" (257c), como dice el propio personaje en su primer gran discurso a los soldados griegos. Por tanto, Alexandre comienza liberando a su patria: Alexandre no conquista sino, más bien, "reconquista", en el sentido de que recupera unas libertades y unos privilegios que les habían sido enajenados a los griegos. El esfuerzo es una de las virtudes que el protagonista necesita para liberar a su pueblo en su particular reconquista.

En mi opinión, el hecho de que Alexandre comience embarcándose en una guerra de reconquista sugiere una reveladora analogía con la reconquista castellana. La "cueita" de los griegos es comparable a la de los castellanos, la supremacía de los persas es semejante a la de los musulmanes. De hecho, el epíteto "rey de Babilón" que usa Alexandre para referirse a Dario me parece una alusión a los musulmanes: Dario no es propiamente el rey de Babilonia, esto es, de Bagdag, sino más bien el rey de Persépolis, que es la capital de su imperio, como bien sabe el poeta castellano (1603-04). Evidentemente, la palabra "Babilón", "Bagdad", tiene unas connotaciones de las que carece la palabra "Persépolis", por lo que debemos concluir que estas asociaciones le deben de interesar al autor del Alexandre. Es decir, el autor del Libro de Alexandre, al describir un monarca medievalizado, modificó sus fuentes para atribuirle un deber semejante al que tenían los monarcas castellanos de finales del siglo XII y comienzos del siglo XIII. Por consiguiente, debemos concluir que el Libro de Alexandre, al añadir el esfuerzo a la lista de virtudes de Alexandre, y al relacionar esta virtud con la liberación de su pueblo, nos describe a un Alexandre imbuido por el sueño de la empresa reconquistadora del rey de Castilla.

Aún se podría llevar la analogía más lejos, fijándonos esta vez en el modo en que el autor de la obra narra el proceso de unificación griega. Si leemos atentamente el texto del Libro de Alexandre, descubrimos que el primer uso que el protagonista da a su esfuerzo se encuentra en la campaña griega, con la que pretende unificar a toda Grecia bajo su mando, para presentarle un frente unido a los persas. Esto es lo que implica Alexandre en su discurso ante las cortes griegas al comienzo de la obra:

El rey sedié en medio  a cada part catando,

quanto más los catava,   más se iva pagando;

todos oreja escucha   estavan esperando

qué fablariá el rey    que estava callando.

 

Quando él vio su ora,     enpeçó su sermón:

"Oitme, fijosdalgo,    un poco de razón;

hevos yo que gradir   mucho toda sazón

porque obedefistes     tan bien el mi pregón.

 

Sabedes vuestros padres    en quál vida finaron,

ellos a sus avuelos      en tal se los fallaron;

en grant premia bivieron,     nunca dent se quitaron,

qual ellos la ovieron    a nos tal la lexaron.

 

Avián al rey de Persia      por debdo a servir,

quanto él les mandava      aviénlo a complir,

aviénse cada año      todos a redemir;

del mal sabor que he    non lo puedo dezir.

 

Los nietos non podemos dessa rede exir,

si do ellos bivieron    queremos nos bevir,

mas si esto quisierdes    una vez aborrir,

faré venir a Dario   merçed a vos pedir". (205-09)

Seguidamente, los griegos se muestran de acuerdo, y prometen obedecer a Alexandre (210). Sin embargo, algunas ciudades-estado, como Atenas o Tebas, se oponen a la unión. Históricamente, estas ciudades miraban con recelo el intento de alcanzar la supremacía en Grecia del rey de Macedonia, lo que parece ser una motivación perfectamente justificable, puesto que las dos ciudades griegas eran estados soberanos e independientes. El autor del Libro de Alexandre lo sabía, porque había leído a Quinto Curcio. Sin embargo, en su obra nos dice que los atenienses y los tebanos se oponían a Alexandre sin ninguna razón de peso, como ya observamos arriba. Es decir, el poeta castellano nos presenta a Alexandre con la sana intención de unir a Grecia para enfrentarse a los persas, y describe a los atenienses y tebanos rebelándose contra esta excelente causa sin motivo alguno. Por tanto, el esfuerzo de Alexandre no sólo le hace dirigirse contra Dario en una misión de reconquista sino, además, unificar de paso a los reinos griegos bajo su mando.

En mi opinión, la analogía con la situación castellana es evidente. En efecto, como la Macedonia del Alexandre reconquistador, la Castilla de Alfonso VIII pretendía erigirse en el principal reino ibérico al dirigir la guerra contra los musulmanes. Como Alexandre, Alfonso VIII usó la bandera de la reconquista para intentar unificar a la varios reinos bajo su mando. Es decir, el esfuerzo de Alexandre podría tener connotaciones insospechadas: el poeta castellano podría estar proponiendo la fortitudo del monarca como la piedra angular en la que debería descansar una Iberia cristiana unida.

En suma, el autor del Libro de Alexandre añade el esfuerzo a la lista de cualidades del monarca perfecto porque tenía puesta la mente en la situación de la Castilla contemporánea, la de Alfonso VIII, en la que la labor esencial del monarca era reconquistar territorio de los musulmanes e, indirectamente, poner a todos los cristianos peninsulares bajo su dominio. Esta particular concepción del esfuerzo debe, pues, incorporarse a la ya peculiar idea de la cortesía del monarca ideal del autor castellano.

 

 

III. B. 9-. Sapientia: la clerecía de Alexandre.

 

Es necesario subrayar que, casi desde su mismo comienzo, el Libro de Alexandre propone la sabiduría o erudición como una virtud fundamental para el monarca. De hecho, la sapientia acompaña en el Alexandre a la fortitudo en casi todas las ocasiones en que aparece esta última como, por ejemplo, en la siguiente descripción de la corte itinerante del rey Dario:


 

Bien avié diez mill carros  de los sabios señeros,

que eran por escripto   del rëy consejeros;

los unos eran clérigos,   los otros cavalleros,

quiquier los conosçrié   que eran compañeros. (853)


 

Esta asociación de dos cualidades aparentemente opuestas no debe extrañar, porque se trata de un tópico de la literatura épica muy conocido y usado durante la Antigüedad y durante toda la Edad Media. En efecto, la capacidad intelectual en general, la sapientia, es una de las dos cualidades básicas del perfecto héroe épico, junto con el valor militar, o fortitudo, formando parte del conocido tópico fortitudo et sapientia. En consonancia con estos modelos y contramodelos que ofrece el tópico, no debe sorprender que Alexandre dé tantas muestras de fortitudo como de sapientia. Prueba de ello es el hecho de que esta cualidad (bajo el nombre de "clereçía") aparezca en los consejos de Aristóteles rimando, precisamente, con "cavallería" (52), para enfatizar la intensa relación existente entre estas dos virtudes.

Lo curioso es que la "clerefía" supone, como la "cavallería", una adición del poeta castellano con respecto a sus modelos. Por ello, al igual que hice en el punto anterior con la fortitudo, me parece imprescindible estudiar a fondo en este punto la concepción de la sapientia que revela el Libro de Alexandre, para dilucidar por qué el poeta castellano creyó necesario añadir esta virtud a la lista que le proporcionaban sus fuentes, y para evaluar qué tipo de contribución supone esta sapientia a la imagen de la cortesía que propone el autor de la obra. Esta adición resulta especialmente reveladora si tenemos en cuenta que se puede explicar perfectamente dentro del contexto de la corte de Alfonso VIII. Por ello, no debe extrañar que la sapientia se añada en Castilla a las virtudes corteses, y que aparezca, por tanto, entre las cualidades de Alexandre.

Conviene enfatizar el hecho de que la sapientia no aparece por primera vez descrita en los consejos de Aristóteles, sino justamente antes, en un pasaje original, que el autor castellano no tomó de ninguna de sus fuentes principales:


 

El infant al maestro no l' osava catar;

daval grant reverencia nol queriá refertar;

demandólo licencia, que le mandás fablar;

otorgóla de grado e mandól' enpecar.

 

"Maestro, tú m cr'este por ti sé clerezía;

mucho me as bien fecho, gracir non tel sabría

a ti me dio mi padre quand siet' años avía,

porque de los maestros aviés grant mejoría.

 

Assaz sé clerezía quanto m' es menester,

fuera tú non es omne que me pudiés vencer;

connosco que a ti lo devo gradecer,

que m' enseñest las artes todas a entender.

 

Entiendo bien gramática, sé bien toda natura,

bien dicto e versifico, connosco bien figura,

de cor sé los actores, de livro non he cura;

mas todo lo olvido, ¡tant' he fiera rencura!

 

Bien sé los argumentos de lógica formar,

los dobles silogismos bien los sé yo falsar,

bien sé a la arada mi contrario levar;

mas todo lo olvido, ¡tanto he grant pesar!

 

Retórico só fino sé fermoso fablar,

colorar mis palabras, los omes bien pagar,

sobre mi adversario la mi culpa echar;

mas por esto lo he todo a olvidar.

 

Aprís toda la física só mege natural,

connosco bien los pulsos, bien judgo 'l orinal;

non ha, fuera de ti, mejor nin ome tal;

mas todo non lo precio quant' un dinero val.

 

Sé por arte de música por natura cantar;

sé fer fermosos puntos, las vozes acordar,

los tonos com' empiezan e com deven finar;

mas no m puede tod' esto un punto confortar.

 

Sé de las siete artes todo su argumento;

bien sé las qualidades de cad' un elemento;

de los signos del sol siquier del fundamento,

nos me podriá celar quanto val' un acento.

 

Grado a ti maestro, assaz sé sapiencia,

non temo de riqueza aver nunca fallencia;

mas bivré con rencura, morré con repentencia,

si de premia de Dario non saco yo a Greçia". (37-46)

 

 En estas conocidísimas líneas, el joven Alexandre le comunica a su maestro Aristóteles que ya ha adquirido de él toda la "clerecía" necesaria. En primer lugar, Alexandre sabe gramática, es decir, gramática latina y técnicas hermenéuticas (menciona la "figura") y de composición literaria ("'bien dicto e versifico'"), y se ha aprendido de memoria textos de los "actores", es decir, del "canon de autores" latino. En segundo lugar, Alexandre sabe lógica, una lógica medieval, típica de la escuela peripatética escolástica: menciona los silogismos y el argumento adhominum ("'bien sé a la parada mi contrario levar'"). En tercer lugar, Alexandre sabe retórica: es capaz de adornar ("'colorar'") sus discursos para agradar a la gente ("'los omes bien pagar'"), y de echarle la culpa de sus defectos a su contrario. En cuarto lugar, Alexandre es médico ("'mege natural'"), puesto que conoce la "'física'", es decir, la "medicina". En quinto lugar, Alexandre sabe música, sabe cantar y dirigir ("'las vozes acordar'"). En sexto lugar, Alexandre sabe física natural, o filosofía natural ("'bien sé las qualidades de cad' un elemento'") y, en séptimo lugar, tiene principios de astronomía ("'de los signos del sol siquier el fundamento'"). En suma, Alexandre conoce las siete artes liberales, el trivium (gramática, lógica y retórica) y el cuadrivium (medicina, música, filosofía natural y astronomía) que se enseñaban en las universidades o estudios medievales.[2]((85)

Es decir, el monarca macedonio posee una sapientia muy particular, totalmente distinta de la astucia de Ulises o de la prudencia de Oliveros: Alexandre es sabio porque ha estudiado. Más que sabio, el rey Alexandre es erudito. Es por ello que la palabra castellana más comúnmente usada en la obra para describir la sapientia del héroe macedonio es "clereçía", y no " sapientia": la "sapientia" es la sabiduría en general, mientras que la "clerefía" es la sabiduría que adquirían los clérigos en las universidades, que eran instituciones eclesiásticas en la Edad Media.

En todo caso, es evidente que el autor del Libro de Alexandre consideraba que la clerecía era una virtud esencial, que contribuía decisivamente a hacer de su héroe un monarca perfecto. Willis apunta que esta visión del conquistador macedonio supone un cambio fundamental con la tradicional representación de Alejandro Magno, a quien no se le solía atribuir la erudición como una de sus características fundamentales (Willis, "'Mester'" 219-20). En mi opinión, el autor castellano enfatiza claramente este cambio, puesto que dedica una grandísima parte de su obra al tema de la clerecía del héroe. Esto es lo que prueba, en primer lugar, el hecho de que dedique un largo pasaje, de su propia cosecha, a narrar la educación de Alexandre: el pasaje sobre las siete artes liberales. Estudiosos como Charles F. Fraker han sostenido que el énfasis en la educación de Alexandre de la obra debe significar que uno de los objetivos del autor era la descripción de un proceso educativo adecuado para un príncipe:

The treatment of the young prince's education in the Libro is thus independent, extensive and detailed. It is the more probable, therefore, that the poet wished to sustain and realize the topic of the hero's upbringing quite on his own: the fact that he did not stick to his main source of the moment makes it the more plausible that, far from filling in historical details routinely, he indeed had the theme educatio in mind. (Fraker, "The Role" 366)

El tratamiento de la educación del joven príncipe en el Libro es, así, independiente, extenso y detallado. Es muy probable, por tanto, que el poeta quisiera haber usado y puesto en práctica el tópico de la educación del héroe absolutamente por su propia cuenta: el hecho de que no se adhiriera a su fuente principal hace más plausible que, lejos de estar rellenando detalles históricos de modo rutinario, estuviera preocupado por el tema de la educatio.

Estoy totalmente de acuerdo con Fraker: sin lugar a dudas, la educación de Alexandre es un tema que le interesa en alto grado al autor castellano, y es lógico pensar que esa inquietud respondiera a un deseo de precisar para su público cómo debía ser educado un príncipe en general.

              Sin embargo, no conviene creer que la clerecía esté supeditada en la obra al tema de la
educatio. Ciertamente, el autor del Alexandre nos informa de cómo estudia su héroe, pero
también nos dice muy pronto que ya ha aprendido todo lo que le era necesario aprender:
 

Aprendié de las artes   cada día liçión,

de todas cada día    fazié disputaçión;

tant'aviá buen engeño     e sotil coraçón

que venció los maestros a poca de sazón. (17)

Es decir, la mayor parte de la obra está dedicada no a narrar cómo se educa Alexandre, sino más bien a contar cómo pone en práctica algunos de sus conocimientos. Es decir, el Libro de Alexandre sacrifica una enorme cantidad de episodios a relatar en detalle cómo el héroe ejercita su sapientia. Willis es de esta opinión:

 

There are in fact only two of the arts and sciences enumerated by the poet that are on frequent display by the hero himself: rhetoric and natural philosophy, or knowledge and curiosity about the configuration and the things of this earth. Here is betrayed a clearly formulated concept in the poet's mind of the role of erudition in the idealized figure of the King, and a very Spanish one, for it is primarily a matter of effective knowledge that buttresses leadership with persuasion, and implements conquest with practical information about lands and their denizens. (Willis, "'Mester'" 220-21)

De hecho, el propio héroe sólo exhibe frecuentemente dos de las artes y ciencias enumeradas por el poeta: la retórica y la filosofía natural, o el conocimiento y curiosidad acerca de la configuración de las cosas de la tierra. Aquí se deja ver un concepto claramente formulado en la mente del poeta acerca del papel de la erudición en la figura idealizada del Rey, una figura muy española, ya que se trata principalmente de un conocimiento efectivo que refuerza el liderazgo con la persuasión, y que coadyuva a la conquista con información práctica acerca de las tierras y de sus habitantes.

Efectivamente, a lo largo de la obra, Alexandre usa sus conocimientos eruditos, principalmente la retórica y la filosofía natural, para conseguir objetivos prácticos: conquistar gentes o transitar impunemente por territorios peligrosos.

Voy a citar dos de los muchos pasajes de la obra en los que Alexandre pone en práctica su clerecía para obtener beneficios concretos. El primero de ellos ocurre cuando Alexandre se da cuenta en plena batalla de que los elefantes del rey Poro están ofreciendo una enorme dificultad a sus hombres. Entonces:

Alexandre, de seso sossacador estraño,

pora los elefantes sossacó buen engaño:

mandó fe a Apelles imágenes d' estaño,

dos tantos que non ha de días en el año.

 

Estas fueron aína fechas e aguisadas,

mandólas calentar, inplirlas de brasadas,

metiéronlas delant con carretas ferradas,

ca, si tales non fuessen, serién luego quemadas.

 

Fueron los elefantes luego a su vezado

tenién que eran omnes, echavan el forcado,

mas el que de una vez allá l' avié echado,

non tornarié a omne,  non serié tan cuitado. (2067-69)

 

Es decir, Alexandre manda hacer unas estatuas de metal ("imágenes d' estaño"), que hace poner al rojo vivo, de modo que cuando los elefantes las abracen, pensando que son los soldados griegos, se quemen la trompa. Además, Alexandre hace traer cerdos, para que asusten a los elefantes con sus gruñidos:

Demás otra fazaña  oí ende dezir:

que mandó Alexandre  los puercos adozir,

fuyén los elefantes  quand los veyén groñir,

que nunca ante ellos  osavan refollir. (2070)

En esta cuaderna, el poeta castellano describe cómo Alexandre está aplicando conocimientos de filosofía natural sobre los animales, que debe de haber extraído de algún bestiario latino, para obtener ventajas bélicas. En todo caso, el autor de la obra nos informa que las medidas eruditas de Alexandre, a las que se les suma una medida militar (2071), tienen un enorme éxito: los soldados griegos "ovieron en un rato grant portillo abrido" (2072d), es decir, "abrieron en poco tiempo una gran brecha en la línea enemiga", y ganaron la batalla.

Otro pasaje en el que Alexandre muestra su saber erudito es el siguiente, que ocurre cuando las tropas del monarca protagonista están intentando cruzar el gran desierto asiático de Bactriana, y se ven sin agua en medio de él:

Fallaron en comedio    muchas malas sirpientes,

unas con aguijones,  otras con malos dientes,

unas vinién bolando,   otras sobre sus vientres,

dañávanle al rey     muchas de las sus gentes.

 

Ovieron por ventura       un omne a fallar,

mostróles una fuente    en un fiero lugar,

mas dat qui se pudiesse     a ella allegar,

avié buenas custodias     que la sabién guardar.

 

Muchas fieras sirpientes   curiavan la fontana,
onde diz que non era
    la entrada muy sana,

non serié entradera   a la merediana;

-quiquiere se la beva,  yo non he della gana-.

 

Quand' oyeron las gentes  de la fuent retraer,

fueron en mayor quexa, queriénse ya perder;

movieron a la fuente   por amor de bever,

non los podié el rey    por nada retener.

 

Faziéles la grant cueita  el miedo olvidar,

fueron todas movidas   por ir al fontanar;

quando vío el rey   que podién peligrar,

óvol Dios un seso   bueno a demostrar.

 

Como era el rey     sabidor e letrado,

aviá muy buen engeño,  maestro bien ortado,

era büen filósofo,    maestro acabado,

de todas las naturas   era bien decorado.

 

Sabié de las sirpientes   que trayén tal manera

que al omne desnudo    todas le dan carrera,

non avién mayor miedo de una grant foguera,

-en escripto yaz' esto,   es cosa verdadera-.

 

Mandó el rey a todos   tollerse los vestidos,

paráronse en carnes    como fueron naçidos;

las sierpes davan silvos  muy malos, percodidos,

teniénse por forfadas,   fazién grandes rüidos.

 

El consejo del rey    de Dios fue enbiado,

fue el pueblo guarido,  de la sed terminado,

tovieron su carrera    qual avién enpeçado,

fue tenido el rey   por omne más senado. (2155-63)

De nuevo, Alexandre pone en práctica una información que ha extraído de algún bestiario, y que pertenece al campo de la filosofía natural: las serpientes temen al hombre desnudo, porque esa desnudez les recuerda la de Adán y Eva en el Edén. En todo caso, el autor de la obra es explícito a la hora de calificar la acción de Alexandre. En primer lugar, Alexandre es "sabidor e letrado", es decir, un erudito. En segundo lugar, su decisión es tan admirable que debió de haber sido inspirada por Dios mismo: "El consejo del rey de Dios fue enbiado". En tercer lugar, el ardid consigue su objetivo, puesto que "fue el pueblo guarido, de la sed terminado". En suma, podemos comprobar, con este ejemplo y con el anterior, el de los elefantes, que la clerecía es una de las principales virtudes de Alexandre: tiene un enorme desarrollo en cuanto a su proceso de adquisición (la educatio), y también, principalmente, en cuanto a su aplicación práctica.

En mi opinión, la clerecía no es el único tipo de sapientia que muestra Alexandre, porque también existe un tipo de sapientia política, que no está incluida en las siete artes liberales, pero que sí que se encuentra entre los consejos de Aristóteles:

"Siempre faz con consejo  quanto que fer hovieres,
fabla con tus vassallos
   quanto fazer quisieres,

seránte más leales   si assí lo fizieres [. . .]". (53abc)

Estos versos son, de nuevo, una adición del poeta castellano a la materia de sus fuentes, que no mencionan nada al respecto. En ellos, Aristóteles sugiere que Alexandre debe escuchar los consejos de sus vasallos antes de tomar decisiones importantes, porque de este modo los vasallos serán "'más leales'". Es decir, Aristóteles vuelve a aconsejar algo en función de su utilidad política para el príncipe.

          Más tarde en la obra, Alexandre seguirá el consejo de su tutor, y deliberará con sus vasallos antes de tomar decisiones importantes. A veces, como cuando escucha a Clito y Tolomeo, que le aconsejan que cree doce pares (311-16), llega incluso a admitir sugerencias espontáneas de sus hombres. En otras ocasiones, más cercanas al final de la obra, cuando la soberbia comienza ya a adueñarse de su personalidad, Alexandre les pide su opinión a sus hombres, aunque luego no la siga y la desprecie (1268-86; 1310-26). En todo caso, es necesario incluir este tipo de sapientia política, que consiste en mantener contentos a los vasallos haciéndoles participar en la toma de decisiones, dentro de la sapientia general de Alexandre, al lado de su increíble clerecía.

Estas virtudes son, probablemente, la contribución más importante del autor del Libro de Alexandre a la personalidad de su protagonista, conjuntamente con la piedad. Por tanto, deben considerarse como parte de la imagen del monarca ideal que presenta la obra, que es particularmente castellana, aunque no tenga nada que ver con la lista de virtudes corteses que propone Jaeger, ni con la que difundían los trovadores. Es decir, la sapientia de Alexandre es una muestra de la adaptación de la cortesía a las necesidades de la propaganda del rey de Castilla.

 

 

III. B. 10-. Facetia.

De hecho, no he conseguido encontrar ningún ejemplo en el Libro de Alexandre del hablar faceto que Jaeger considera como una de las características principales de la cortesía. En mi opinión, este hecho tiene una explicación perfectamente plausible. Creo que el autor castellano aceptaba la facetia como una virtud cortés, pero no la considerara esencial para el monarca. El rey se gana el favor de sus vasallos de modos más apropiados para su dignidad, como los que hemos visto hasta ahora. La facetia es una virtud más común en el cortesano. Puesto que el Libro de Alexandre trata de las virtudes corteses del monarca, y no de las del cortesano, resulta comprensible que la facetia no aparezca en la obra.

 

 

III. B. 11-. Facundia: Alexandre el orador.

 

Por contrapartida, la facundia está perfectamente representada en el Libro de Alexandre. De hecho, pienso que es la virtud cortés a la que más importancia le otorga el autor castellano, como prueba el hecho de que podamos estudiarla en dos distintos niveles: en el entramado de la obra, y entre las habilidades del protagonista. En ambos estratos, la facundia adquiere un significado especial: el de retórica, es decir, el de habilidad para componer y articular discursos siguiendo una enseñanza especializada.

Por lo que respecta al nivel del entramado de la obra, la crítica ha señalado acertadamente en numerosas ocasiones que el Libro de Alexandre es una obra fuertemente influida por las artes retóricas de la época, y que su autor es, fundamentalmente, un experto en retórica:

[The Libro de Alexandre] is full of rhetoric, particularly in those parts and aspects of the poem which are distinctive to it, which it does not owe to its sources. [. . .] Our author, when he is on his own, acts like a rhetorician [. . .]. ("Fraker, "Aetiologia" 284-85)

El Libro de Alexandre está lleno de retórica, especialmente en aquellas partes y aspectos del poema que son originales, que no extrae de sus fuentes. Nuestro autor cuando actúa por su cuenta, actúa como un experto en retórica. Es decir, la retórica es la metodología básica que usa el poeta del Alexandre para adaptar su material a su nuevo marco y función. Por ello, desde un primer momento, el Libro de Alexandre presenta abundantes ejemplos de uso de los mecanismos y figuras retóricas de la época.

En primer lugar, Arizaleta precisa que el mismo hecho de que el autor castellano eligiera una materia tan explotada como la vida de Alejandro Magno podría ser un ejemplo de apego a una recomendación de las artes retóricas medievales:

Geoffroy de Vinsauf a laissé des paroles élogieuses pour ceux qui ont réalisé des chefs-d'oeuvre á partir d'une matiére banale, parce que trop exploitée:

Post praedicta est notandum quod difficile est materiam communem et usitatam convenienter et bene tractare. Et quanto difficilius, tanto laudabilius est bene tractare materiam talem scilicet communem et usitatam, quam materiam aliam, scilicet novam et inusitatam. (Arizaleta 147).

Geoffroy de Vinsauf ha dejado palabras elogiosas para aquéllos que han realizado obras maestras a partir de una materia banal, por estar demasiado explotada:

Después de lo anterior es necesario subrayar que es difícil tratar bien y convenientemente una materia común y usada. Y cuanto más difícil, tanto más meritorio es tratar tal materia, es decir, la común y usada, que la otra materia, es decir, la nueva e inusitada.

En efecto, como señala Fraker, el Libro de Alexandre es una refundición de una materia antigua de un modo radicalmente original ("The Role" 359), lo que constituía para los retóricos de la época el mayor logro que podía alcanzar el arte retórica.

Además de esta elección inicial, la crítica ha señalado otros aspectos en los que el Libro de Alexandre sigue la metodología de las artes retóricas. Bly y Deyermond se fijan en el recurso retórico de la figura, que aparece citado expresamente en la obra (40a), e indican algunos usos del recurso en la obra: por ejemplo, Dario es, según estos críticos, una figura de Alexandre (162). Arizaleta también encuentra diversas figuras en el poema: Dario y Aquiles son figurae de Alexandre (Arizaleta 135; 132); el escudo de Alexandre es figura de toda la obra (128), etc. Por su parte, Mary Jane Kelley señala que en vez de repetir aburridas fórmulas para expresar simultaneidad, el autor del Libro de Alexandre lo hace con maestría retórica, con una técnica sutil (278). Willis también encuentra otras técnicas retóricas concretas en la obra, como la amplificatio y la abreviatio, la perífrasis, comparaciones, apóstrofes, prosopopeyas, digresiones, écfrasis, descriptiones, etc ("'Mester'" 217). Fraker añade a esta completísima lista la peripetia, recurso recomendado explícitamente por el De inventione y el Ad Herenium ("The Role" 359), y señala que la presencia de recursos retóricos es tan exhaustiva que el Libro de Alexandre incorpora todos y cada uno de los recursos recomendados por la famosa retórica latina de Prisciano:

The point is this: whatever the intentions of the Latin poet, the definitive vernacular poem, with its original bits, with its passages taken from other sources than Gautier, realizes every single topic on Priscian's list without exception. This is the great term of contrast between the two long Alexander poems [the Libro de Alexandre and the Alexandreis]: one exhausts the repertory of topics, the other does not. The Libro's completeness in this regard may be pure accident, but I believe it much likelier that its author in full consciousness was following a plan. ("The Role" 368).

El argumento es el siguiente: cualesquiera que fueran las intenciones del poeta latino, el poema vernáculo, con sus incorporaciones originales, con sus pasajes tomados de fuentes que no son la obra de Gautier, utiliza todos y cada uno de los tópicos de la lista de Prisciano sin excepción. Este es el gran punto de contraste entre los dos poemas largos sobre Alejandro, el Libro de Alexandre y el Alexandreis: uno agota el repertorio de tópicos, el otro no. La completud del Libro en este sentido podría ser simplemente accidental, pero yo creo que es mucho más probable que su autor estuviera siguiendo un plan de manera consciente.

 

Por ello, Fraker concluye que el Libro de Alexandre se podría considerar como un gran discurso retórico sobre Alejandro:

[. . .] the Alexandre poet intended his work to be itself nothing other than a vast epideictic oration, a long formal speech in praise of Alexander the Great. ("The Role" 364)

El poeta del Alexandre concibió su obra como, simplemente, una vasta oración epideíctica, un largo y formal discurso en alabanza de Alejandro Magno.

En muchos sentidos, la conclusión de Fraker es bastante exagerada: como hemos visto y como seguiremos viendo, el Alexandre es bastante más que una simple alabanza de su protagonista. Sin embargo, Fraker, y los otros críticos que he citado con él, tienen razón al señalar que la estructura del Libro de Alexandre debe mucho a las artes retóricas.

Para estos críticos, la retórica del poeta del Alexandre es un perfecto reflejo de la educación erudita de su tiempo, es decir, de la retórica latina que se enseñaba, entre otros lugares, en las universidades. Efectivamente, la retórica del Libro de Alexandre es, por una parte, una rama de la clerecía. Sin embargo, por otra parte, la retórica del poeta castellano tiene también mucho de la facundia cortés, algo que no ha percibido jamás la crítica. Esto es lo que parece indicar el autor en la tercera estrofa de la obra:


 

Qui oir lo quisiere,   a todo mi creer,

avrá de mí solaz,   en cabo grant plazer,

aprendrá buenas gestas   que sepa retraer,

averlo an por ello   muchos a connoçer. (3)

 

Es decir, la retórica de la obra, aparte de producir "solaz" y "grant plazer", sirve para aprender a "retraer", a "contar", "buenas gestas". La mención de las gestas me parece una clara alusión al ambiente cortesano: las gestas son la literatura de la clase caballeresca, no de los espacios clericales, en los que se cuentan vidas de santos o "estorias", "historia". Además, el poeta castellano promete que la habilidad de contar gestas producirá un beneficio muy mundano, y típico de la corte, la fama: "averlo an por ello muchos a connoçer".

Por consiguiente, me parece necesario apuntar que, aunque es cierto que la retórica del autor del Libro de Alexandre es una retórica perfectamente culta, probablemente adquirida en un ambiente eclesiástico, el poeta indica que se puede usar de un modo similar a la facundia cortés, para darse a conocer y para producir placer en los oyentes.

Por lo que respecta al segundo nivel en el que podemos observar el funcionamiento de la retórica en el Libro de Alexandre, el del personaje protagonista, también ha sido generalmente ignorado por la crítica. Sin embargo, ya sabemos que el propio Alexandre señala que es un buen retórico, como consecuencia de las enseñanzas de su maestro:

"Retórico so fino,    sé fermoso fablar,

colorar mis palabras,    los omes bien pagar,

sobre mi adversario    la culpa bien echar [. . .]". (42abc)

 

Además, la retórica también encuentra su lugar entre los consejos de Aristóteles:

"Quanto tus enemigos   a ojo los ovieres,

asma su cabtenenza     cuanto mejor pudieres,

mas tú atrás not fagas      del logar que tovieres

e dile a los tuyos  que semejan mugeres.

 

Si ellos muchos fueren,     tú di que pocos son;
di si son treinta millia
    que son tres mill o non;

di que por todos ellos   non dariás un pepión;

sepas que a los tuyos   plazrá de coraçón.

 

Entrant de la fazienda    muestra grant alegría;

diles: 'Oit, amigos,       siempre 'speré est día,

est' es nuestro mester,    nuestra merchantería,[3]

ca tavlados ferir   non es barraganía.'" (67-69)

Como se puede observar, los trucos retóricos que aconseja Aristóteles vuelven a estar teñidos de un enorme sentido práctico, puesto que están situados en el contexto de la batalla, que es el ambiente en el que se va a ver envuelto el rey Alexandre. En el resto de la obra, en este y en otros contextos, Alexandre demostrará su pericia retórica y seguirá perfectamente los consejos de su maestro.

Concretamente, cada vez que los griegos tienen que enfrentarse con una batalla o
traspasar una barrera importante se muestran desanimados, por lo que Alexandre les tiene que
dar un discurso. Quizás el mejor ejemplo de ello, y uno de los mayores recitales retóricos de
Alexandre, aparece en el episodio de la salida de Grecia y desembarco en Asia, antes del primer
enfrentamiento con el temible ejército de Dario. Alexandre tiene que afrontar un grave problema,
porque sus hombres están enormemente desanimados al dejar sus familias y hogares:


Ellos lloravan dentro,
    las mugeres al puerto

com si toviés cad' una     a su marido muerto;

el rey Alexandre    davales grant confuerto

diziéndoles: "Amigos,   tenédesme grant tuerto.

 

Si nos d' aquí non imos,    en paz nunca bivremos,

de premia e de cueita    nunca escaparemos,

por tres meses o quatro   que nos y lazraremos

atamaña flaqueza demostrar non devemos.

 

Qui al sabor quisiere de su tierra catar,

nunca fará bernaje nin fecho de prestar;

mas es en una vez toto a olvidar

si omne quisier preçio que aya a prestar.

 

Si non ovies' Alçides a España passado,

maguer era valient, non serié tan contado;

Bacus si non oviés el su lugar lexado,

non oviera el regno de India ganado.

 

Nos, por aquesto todo, dos razones avemos:

la una que los regnos de Dario ganaremos,

la otra que de cueita por siempre más saldremos;

¡esforçadvos, amigos, ca alegres tornaremos!

 

El sabor de la tierra faze muchos mesquinos,

e que a grant repoyo biven de sus vezinos;

Jasón si non oviesse abiertos los caminos,

non avría ganado tan ricos vellozinos.

 

Yo lexo buena madre e buenas dos hermanas,

muchas ricas çibdades e muchas tierras planas;

mas tant en cor me yazen las tierras persianas

que tod' esto non preçio quanto tres avellanas.

 

Si essas tierras supiéssedes quántas han de bondades,

veriedes que perdedes porque tanto tardades;

¡esforçadvos, amigos, en vuestras voluntades!,

por poco non vos digo que muger semejades". (253-60)


 

Para la elaboración de este primer discurso, Alexandre ha usado dos modelos, cuyo análisis nos permite resaltar la línea principal de pensamiento en que se basa la oración del rey macedonio. En primer lugar, Alexandre usa el argumento que le ofreció su maestro Aristóteles a él mismo para animarle, antes de que iniciara su campaña persa:

"Ector e Diomedes por su cavallería

ganaron prez que fablan dellos öy en día;

non farián de Achilles tan luenga ledanía

si sopiessen en el  alguna covardía". (70)


 

Sin embargo, Aristóteles no es el único inspirador de Alexandre. Como se puede observar, la única concomitancia entre ambos discursos es el argumento de que la fama sólo se gana con el esfuerzo. Alexandre le otorga a este pensamiento una mayor base, aduciendo también la mala situación, la "cueita", de la Grecia natal. Además, el héroe adereza sus argumentos con algunos exempla. Curiosamente, uno de éstos procede del discurso que el juglar Cleor le hizo al propio rey macedonio. En efecto, en el discurso de Cleor Alexandre aprende la noticia de que "don Bacus" fue el conquistador de la India y de que es eternamente famoso por ello:

"Aquí naçió don Bacus, un cuerpo venturado,
que conquistó a India,
    ond' es oy adorado [. . .]". (239ab)

En su oración, Alexandre toma esta noticia, y le atribuye el significado que le sugirió su maestro Aristóteles: es necesario esforzarse para obtener recompensas ("'Bacus si non oviés el su lugar lexado, / non oviera el regno de India ganado'"). Es decir, Alexandre no sólo es un excelente orador porque ha aprendido las técnicas retóricas puntuales que le enseñó su maestro, también lo es porque sabe adaptar su discurso a las circunstancias, como recomendaban todos los manuales de retórica y como, seguramente, le recomendó Aristóteles, tomando de aquí y de allá las noticias que le convienen.

Aunque este primer discurso del rey Alexandre no tiene demasiado éxito, porque sus hombres siguen entristecidos (261), en cuanto llegan a Asia Alexandre les alegra con otro despliegue de habilidad retórica. Esta vez, Alexandre aúna facundia y generosidad al regalar a sus hombres todos sus feudos europeos, para demostrarles que Asia es aún más rica y hacerles así esforzarse:

Adiesso que llegó   dixo a sus fonsados:

"Dezir vos quiero nuevas    ond seredes pagados:

suéltovos Europa   con todos sus condados,

ca yo he muy mejores  emperios barruntados.

 

Sabet que yo he visto    tanta buena ventura

que non ha la bondat   nin cabo nin mesura;

qui visto non l' oviesse  terniélo por locura,

el que aquí morasse   nunca verié rencura". (306-07)

 

Seguidamente, Alexandre conduce a sus hombres al lugar donde estuvo la antigua Troya. Allí, pone en funcionamiento toda su facundia y clerecía al ofrecerles un discurso sobre la Guerra de Troya, que constituye la más larga digresión de la obra.

El discurso de la Guerra de Troya no es gratuito, porque Alexandre tiene un objetivo muy claro en mente: animar a sus tropas con el ejemplo de los antiguos:

La proçessión andada,    fizo el rey sermón

por alegrar sus gentes,     ferles buen coraçón;

enpeçó la estoria    de Troya de fondón,

cómo fue destroída  e sobre quál razón. (332)

 

De hecho, esta utilidad se vuelve a subrayar al final del larguísimo discurso:

 

Quando ovo el rey   complido su sermón,

más plogó a los griegos   que si les dies grant don;

fueron todos alegres,    que siguié bien razón

e que tenié los nombres   todos de coraçón.

 

Pero com' es costumbre   de los predicadores
en cabo del sermón
  adobar sus razones,

fue aduziendo él    unos estraños motes,

con que les maduró   todos los coraçones.

 

"Amigos" -diz-, "las gestas      que los buenos fizieron,
cascunos quáles fueron
    e qué preçio ovieron,

los que tan de femencia    en livro las metieron

algún pro entendién   por que los escrivieron.

 

Los maestros antiguos   fueron de grant cordura,

trayén en sus faziendas  seso e grant mesura,

por esso lo metieron   todo en escriptura,

pora los que viniessen   meter en calentura.

 

Ulixes e los otros,  que fueron tan lazrados,

si tanto non lazrassen,    non sovieran vengados;

mas, porque fueron firmes    e fueron denodados,
fizieron tales fechos
        por que son oy contados.

 

Siempre qui la grant cosa   quisier' acabeçer,
por pérdida quel venga
   non deve recreer;

el omne que es firme   todo lo pued vençer,
podemos desta cosa
    pro d' exemplos veer.

 

Los nuestros bisavuelos   por solo un pesar,

-por una mala fembra    que se dexó forçar-,

por vengar su despecho   e por preçio ganar

sufrieron tal lazerio   qual oyestes contar.

 

Parientes e amigos,     si vos precio amades,

sólo que vos entienda   firmes las voluntades,

esto será verdat,   bien seguros seades:

ganaredes tal preçio     qual nunca lo perdades.

 

Tan grant será el preçio que vos alcançaredes
que quant' estos fizieron por poco lo ternedes:
salvaredes a Gre
çia,   el mundo conquerredes,

orarvos han buen siglo   los que vos dexaredes.

 

Desque omne de muerte  non puede estorcer,

el bien d' aqueste mundo   todo es a perder;

si non ganare preçio    por dezir o por fer,

valdriéles mucho más    que fuessen por nacer". (762-71)

Como se puede observar, Alexandre acaba el discurso como si fuera un predicador (su oración se denomina "sermón" en dos ocasiones, y se dice explícitamente que Alexandre obra como los "predicadores"), explicando el sentido de su oración. Este es el que usó Aristóteles para animarle a él mismo: es necesario ser esforzado para obtener recompensas.

Con este tercer discurso Alexandre consigue por fin animar a sus hombres, que expresan su contento:

"Señor" -dixieron todos-,    "asnos bien confortados;

de quanto tú as dicho   somos mucho pagados;

de fer quanto mandares   somos aparejados,

nunca deste propósito   non nos verás camiados". (772)

Alexandre ha conseguido el objetivo que perseguía con sus discursos, y el poeta lo señala explícitamente en la cuaderna siguiente:

Quand' entendió el rey  que estavan ardientes,

los cueres saborgados  encendidas las mientes,

fizo rancar las tiendas,   mandó mover las gentes

por ir buscar a Dario   a las tierras calientes. (773)

 

Por tanto, en los episodios que narran la llegada a Asia de las tropas griegas tenemos el primer ejemplo de la facundia de Alexandre, y del uso político que le otorga el poeta castellano.

Otro magnífico ejemplo de la habilidad retórica de Alexandre lo constituyen los prolegómenos de la primera gran batalla contra el ejército de Dario. Animados por los discursos de Alexandre, los griegos se dirigen al encuentro de los persas, y vencen en varios escarceos militares. Sin embargo, en ese momento llega una descorazonadora carta del rey persa:

Mandó fer unas letras que avién tal tenor:

"Darío, rey de los réys, igual del Criador,

diz' a ti, Alexandre, nuevo guerreador,

que si non te tornares, prendrás mala onor.

 

Eres niño de días, de seso bien menguado,

andas con grant locura, serás y mal fallado;

si te fueres tu vía, series bien acordado,

si te guías por otro, eres mal consejado.

 

El árbol que temprano comiencia florecer,

quémalo la elada, non lo dexa crecer;

avert' a otrosí a ti a contecer,

si en esta follía quisieres contender.

 

Enbíote pitanca bien qual tú la mereces,

correuela que ciñas, pello con que trebejes,

bolsa en que los tus dineros los condeses;

tiente por de ventura, que tan bien me guareces.

 

Mas si en tu porfidia quisieres aturar,

non porná en ti mano nul omne de prestar,

fert' he a mis rapazes prender e enforçar,

como mal ladroncillo que anda a furtar.

 

Non sé con qué esfuerço buelves tú tal baraja,

que más he yo de oro que tú non aves paja,

de armas e de gentes e mayor avantaja,

que non es marco d' oro contra una meaja". (780-85)

 

El envío de Dario desencadena el pánico entre los soldados griegos, que "querrián seer en Grecia todos en sus posadas" (786d). Sin embargo, el rey Alexandre responde con rapidez:

 

Entendió Alexandre luego las voluntades,

díxoles: "Ya, varones, quiero que me oyades:

muchas veces vos dix, si bien vos acordades,

de can que mucho ladra nunca vos d' él temades.

 

Una cosa que dixo avedes bien creer:

que ave rica tierra e sobra grant aver,

ca nunca fizo al sinon sobreponer,

ca nunca se cuidó en aquesto veer.

 

Mucho más vos devedes, por esto alegrar,

como omnes que aven atal cosa a ganar [. . .]." (787-89b)

Es decir, Alexandre se da cuenta inmediatamente ("luego"), de la desesperación de sus hombres, de sus "voluntades". Por ello, le da la vuelta al argumento de Dario, demostrando que sabe hacer lo que prometía a su maestro en 42c ("'sobre mi adversario la mi culpa echar'"): desdeña las amenazas de Dario como bravatas (se apoya en un refrán para hacerlo), y usa las propias palabras de Dario en contra del persa para despertar la codicia de los griegos ("'Una cosa que dixo avedes bien creer: / que ave rica tierra e sobra grant aver'"). El discurso de Alexandre da resultado, y sus hombres se muestran animosos (793). Sin embargo, el macedonio no se contenta con defenderse, y decide devolver el golpe retórico con una carta en la que reinterpreta completamente el sentido de los regalos de Dario:

"Los donos que me diste  te quiero esponer,

-maguer loco me fazes,   sé los bien entender-:

la bolsa sinifica    todo el tu aver,

que todo en mi mano  es aún a caer.

 

La pella que es redonda  tod' el mundo figura:

sepas que será mío,    est' es cosa segura;

faré de la correa     una acota dura

con que prendré derecho    de toda tu natura". (800-01)

Es decir, el enfrentamiento entre Alexandre y Dario se produce, mucho antes de la batalla campal, en forma de un duelo interpretativo en torno a unos signos (la bolsa, la correa y la pelota) que Alexandre lee en su provecho, usando para su lectura las habilidades que le proporciona su clerecía.[4]

           A este primer duelo interpretativo sigue otro. Dario le envía a Alexandre un saco con unas semillas de melón, y le dice que tiene tantos hombres como semillas hay en el saco (810­13). Los soldados griegos vuelven a desesperarse (814), por lo que Alexandre interviene: se come unas cuantas semillas y les dice a sus tropas que las semillas son muchas, pero fáciles de comer, como los soldados persas (815). A continuación, le envía el mismo saco a Dario lleno de granos de pimienta, que son más pequeños, pero inmensamente más potentes, como los soldados griegos en comparación con los persas (818). Es decir, Alexandre usa una técnica semejante a la usada en el duelo anterior: acepta los signos que le propone Dario, pero modifica su interpretación, y los lee de modo propicio a su situación.

           Aunque los griegos se animan con las palabras de su líder, ésta no es la última intervención retórica que tiene que realizar Alexandre antes de enfrentarse militarmente con Dario: aún efectúa una lectura favorable de un hecho infausto en el conocido episodio del nudo gordiano (831-37), y aún tiene que pronunciar el siguiente discurso ya a vistas del ejército persa:

 

El réy Alexandre vos quiero enseñar,

-verdat quiero dezir, non cuido y pecar-,

quáll cabtenençia ovo, qué empeçó a far

quando vío las huestes de Dario assomar.

 

Tendió a Dios las manos, cató a suso fito.

"Señor" -dixo-, "que prestas a toda cosa vito,

el tu nombre laudado sea e benedito,

de toda cueita tengo que me as óy quito.

 

Señor, yo gradeçértelo aquesto non sabría

que me das a veer tamaña alegría;

siempre te pedí esto e fago oy en día,

ca por esto exí de Corinto la mía".

 

Tornó a sus vassallos quel sedién derredor,

empeçó a fablar a una grant sabor.

"Amigos" -diz- "veedes, grado al Criador,

pónese nuestra cosa todavía mejor.

 

Todos nuestros contrarios viniénnos a las manos

han de fincar connusco sól prenderlos queramos;

todo nuestro lazerio aquí lo acabamos,

nunca contrast'avremos si esto quebrantamos.

 

Lo que doña Victoria nos ovo prometido

ávelo, Deo gratias, lealment' atenido;

fízolo buen compieço quand Memnón fue vençido,

mas aquí yaz' el cabo e el preçio complido.

 

De oro e de plata vienen todos armados,

todos relampaguean, ¡tant vienen afeitados!,

estos con Dios a una tenedlos por rancados,

ca por fer buen bernaje están mal aguisados.

 

Non traen guarnimientos de ombres de prestar,

seméjanse mugeres que se quieren preciar;

fierro vence fazienda, com l' oyestes cuntar,

e coraçones firmes que lo saben durar.

 

Miémbrevos la materia por que aquí viniemos,

miémbrevos las sobervias que de Dario prisiemos;

nos, nin nuestros parientes, nunca desque naçiemos

por vengar nuestra onta atal razón toviemos.

 

Sé bien que por aquesto todos somos pagados

la una porque todos sodes omnes granados,

la otra porque fuestes de mi padre crïados,

la terçera que sodes conmigo desterrados.

 

Mientres metré en cascuno de quál guisa me quiere;

aquel me querrá más: el que mejor firiere,

el que pedaços fechos el escudo trayere,

e con l' espada bota fuertes golpes firiere.

 

A los que fueren ricos añadiré riqueza,

a los que fueren pobres sacaré de pobreza,

quitaré a los siervos, que bivan en franqueza,

non daré por el malo una mala corteza.

 

Lo que a mí vierdes quiero que es fagades;

si delant yo non fuere, non quiero que sigades,

mas quando yo firiere, quiero que vos firades,

mientes querré meter cómo me aguardades.

 

Quiérovos brevement la razón destajar,

ca non tenemos ora por luengo sermón far;

de toda la ganancia me vos quiero quitar,

assaz he yo del prez non quiero más levar".

 

Aviélos con sus dichos muchos escalentados,

sól no lo entendién ¡tant' eran corajados!;

todos pora ferirlos estavan amolados,

non cuidavan en ellos aver sendos bocados. (961-75)

Como se puede observar, Alexandre vuelve a aplicar en este discurso los consejos de su maestro. En primer lugar, Alexandre agradece a Dios en voz alta, para que le oigan bien sus tropas, la oportunidad que le ofrece al enfrentarle al ejército de Dario:

Tendió a Dios las manos,   cató a suso fito.

"Señor" -dixo-, "que prestas   a toda cosa vito,

el tu nombre laudado  sea e benedito,

de toda cueita tengo   que me as öy quito.

 

Señor, yo gradeçértelo   aquesto non sabría

que me das a veer   tamaña alegría;

siempre te pedí esto   e fago oy en día,

ca por esto exí     de Corinto la mía".

Es decir, Alexandre está siguiendo al dedillo el siguiente consejo de su tutor Aristóteles:

"Entrant de la fazienda   muestra grant alegría;

diles: 'Oit, amigos,  siempre 'speré est día [. . .]'". (69ab)

En segundo lugar, Alexandre procura despertar la codicia de sus soldados con un argumento ("'De oro e de plata vienen todos armados'") que le sirve también para menospreciar al enemigo ("'ca por fer buen bernaje están mal aguisados'"), como aconsejaba Aristóteles (68). En tercer lugar, Alexandre utiliza un argumento ("'fierro vence fazienda'") muy semejante en su estructura a uno de los de su maestro ("'Dizen que buen esfuerco vence mala ventura'" [71a]). En cuarto lugar, Alexandre les recuerda a los griegos la razón que les impulsó a venir a Asia:

"Miémbrevos la materia por que aquí viniemos,

miémbrevos las sobervias   que de Dario prisiemos;

nos, nin nuestros parientes,   nunca desque naçiemos

por vengar nuestra onta atal razón toviemos".

 

En quinto lugar, Alexandre anima a sus hombres ("'sodes todos granados'"), y en sexto lugar, sigue la recomendación de Aristóteles (62-64) acerca de la liberalidad y de las promesas de liberalidad:

"A los que fueren ricos  añadiré riqueza,

a los que fueren pobres   sacaré de pobreza,

quitaré a los siervos,  que bivan en franqueza,

non daré por el malo   una mala corteza".

Por último, Alexandre vuelve a aplicar el consejo de Aristóteles (76) al indicarles a sus hombres que se encontrará con ellos en primera línea de batalla, apoyándoles y guiándoles en todo momento:

"Lo que a mí vïerdes  quiero que es fagades;

si delant yo non fuere,   non quiero que sigades,

mas quando yo firiere,  quiero que vos firades,

mientes querré meter   cómo me aguardades".

 

En suma, Alexandre pone en práctica todas las recomendaciones retóricas de su maestro, y
obtiene con ello un resultado excepcional en la voluntad de sus soldados:

Aviélos con sus dichos   muchos escalentados,

sól no lo entendién  ¡tant' eran corajados!

 

Este estado de ánimo de los griegos se traduce en una excelente actuación en el campo de batalla, con lo que el enorme ejército de Dario es totalmente vencido.

En suma, aunque Alexandre lucha esforzadamente en la batalla campal contra los persas, el autor del Libro de Alexandre pone mucho más énfasis en la habilidad del protagonista para enfrentarse a Dario de modo retórico: animando a sus hombres al salir de Grecia y al desembarcar en Asia, usando la historia de la Guerra de Troya para ofrecer un ejemplo de esfuerzo para sus tropas, derrotando a Dario en dos batallas interpretativas, leyendo favorablemente el mal presagio del episodio del nudo gordiano, y, finalmente, con este último discurso ya a vistas del ejército persa.

Esta mecánica se repite a lo largo de todo el poema, puesto que Alexandre se dirige elocuentemente a sus tropas cada vez que se enfrentan a un obstáculo que entraña gran dificultad. Así, ante el segundo ejército que consigue reunir Dario, que es más grande aún que el anterior, Alexandre vuelve a hacer un efectivo discurso (1195-98), procedimiento que vuelve a repetir ante el tercer ejército persa (1341-44), y de nuevo ante el desánimo de sus hombres, que no ven la necesidad de perseguir a los asesinos de Dario (1841-59). Además, el rey Alexandre guarda en su chistera una enorme cantidad de gestos de orador. Un buen ejemplo es el episodio de la travesía del desierto de Bactriana. Allí, los griegos se quedan sin agua, y se ven al borde de la muerte. Un soldado halla un charco, y le ofrece el poco de agua que consigue en él a su rey (2152). Sin embargo, Alexandre no la acepta. Al contrario, el monarca macedonio la derrama ostensiblemente, y declara que prefiere morir con sus hombres:

El rey quando lo vio  enpeçó de reir,

vertióla por la tierra,  no la quiso sorvir,

dixo: "Con mis vassallos   cobdiçio yo morir,

quando ellos murieren,  non quiero yo bevir". (2153)

El gesto retórico de Alexandre vuelve a tener éxito, puesto que sus soldados se animan enormemente, lo que les llevará a salvarse:

Ovieron deste fecho    las gentes grant plazer,

fueron tan confortadas  como con buen bever,

todos dizién: "Tal rey    fágalo Dios valer,

que sabe a vassallos   tal lealtad tener". (2154)

Es decir, al igual que ocurre en otras muchas ocasiones, el autor de la obra vuelve a hacer explícito el buen resultado de la retórica de Alexandre.

En suma, aunque el Libro de Alexandre es una obra épica, el protagonista tiene que intervenir infinitas más veces usando su habilidad retórica que recurriendo a la fuerza de su brazo. El poeta castellano encontró muchos de estos episodios en que Alexandre muestra su facundia, como algunos discursos, el duelo interpretativo con Dario, el episodio del nudo gordiano, y el del desierto de Bactriana, en el Alexandreis. Sin embargo, el autor del Alexandre enfatiza mucho más que Châtillon la facundia del protagonista, añadiendo el larguísimo discurso de la Guerra de Troya y varios pasajes en los que se alaba explícitamente la habilidad retórica de Alexandre y en los que se descubre la metodología que sigue.

Por consiguiente, es necesario concluir que el Libro de Alexandre siente la influencia de la retórica, aparte de en el nivel de la estructura de la obra, en el nivel de las virtudes del personaje. Cada vez que Alexandre se ve en problemas, acude a la palabra, al responder "fermoso, ca era bien lenguado" (2282c), algo que han venido ignorando incomprensiblemente los críticos. Esta indudable habilidad oratoria de Alexandre debe ser considerada como una especie de facundia de naturaleza básicamente cortés, puesto que persigue objetivos cortesanos claramente políticos. Al tiempo, esta habilidad retórica muestra de manera ostensible la influencia de la clerecía: Alexandre sigue los consejos de su maestro, el "clérigo" Aristóteles, usa elaborados exempla, como recomendaban los métodos de la época, y su técnica se compara a los predicadores. Es decir, la facundia cortés de Alexandre está decisivamente teñida de clerecía, de sapientia.

 

 

III. B. 11-. Codicia y soberbia.

 

Hasta el momento he venido señalando las cualidades corteses, tanto canónicas como no canónicas, que hacen de Alexandre un monarca ejemplar. Sin embargo, el rey Alexandre no es ejemplar solamente por sus virtudes, que deben ser imitadas, sino también por sus defectos, que deben ser evitados. Es decir, las tachas o, más exactamente, la tacha del protagonista es tan importante como sus virtudes en lo que respecta al mensaje didáctico de la obra. El defecto del rey Alexandre es, precisamente, el más criticado en la clase dirigente durante la Edad Media, la soberbia.

La soberbia debió de preocupar enormemente al autor del Libro de Alexandre, puesto que en su obra es la soberbia el defecto que provoca la caída de Alexandre. Esta organización no está inspirada en las fuentes de la obra, puesto que ni el Alexandreis ni el Roman d'Alexandre describen un Alejandro soberbio. En el Alexandreis, Leviathan y Natura provocan, aparentemente sin motivo alguno, es decir, sin ser incitados por la soberbia del héroe, la muerte de Alejandro. En cuanto al Roman d'Alexandre, en él se procura cuidadosamente no mencionar ninguna cualidad negativa, como lo es la soberbia, que pudiera oscurecer la perfecta cortesía del protagonista.

Por el contrario, el autor del Alexandre no sólo decidió atribuir este gravísimo defecto a su héroe, sino que además organizó el entramado de la obra en torno a la soberbia. En efecto, aunque nadie parezca haberse dado cuenta de ello, podemos dividir el Libro de Alexandre en dos partes fundamentales, que dependen de la presencia o ausencia de la soberbia en la personalidad de Alexandre. La primera parte abarca desde el comienzo hasta la muerte de Dario. En ella, Alexandre es impulsado por su deseo de adquirir fama (Lida de Malkiel 181-85), lo que le lleva, junto con sus cualidades modélicas, a realizar grandes hazañas. Los logros que obtiene el rey macedonio en esta parte de la obra son mirados con admiración y aprobación por parte del autor: no en vano, a Alexandre le motiva un ideal muy semejante al de la reconquista castellana, como antes señalé. En esta primera parte no hay indicación alguna de que Alexandre sea soberbio, ni se critica jamás su carácter.

Por el contrario, en la segunda parte, que da comienzo con la muerte de Dario, descubrimos nuevas facetas del carácter de Alexandre: la codicia, la ambición y, asociada a ellas, la soberbia. En efecto, tras haber conquistado el imperio persa de Dario, Alexandre debería quizás haberse conformado con su suerte: ya ha vengado a Grecia, ya ha cumplido el objetivo que le movió a sacar a sus hombres de sus casas. Al parecer, el ejército de Alexandre ya no tiene razón alguna para seguir en campaña. En mi opinión, no es casual que el poeta castellano escoja este momento, para insertar una de sus más largas digresiones originales, en la que habla de la codicia y del pecado de la soberbia:

El omne dev' asmar   lo que es por venir,

quál gualardón espera    en cabo reçebir;

si mala vida faze,     mal ave a padir,

el bueno verá gloria    qual non sabrá pedir.

 

Catando contra tierra  como mal acordados,

olvidamos la forma     a qui fuemos criados,

cómo fuemos a Dios  a su beldat formados,

andamos, como bestias, de seso engañados.

 

Quando nos de riqueza   nos fazemos loçanos,

metémoslo so tierra,    encerramos las manos,

más amamos a ella   que a nuestros christianos,

perdémosla en cabo   como omes livianos.

 

Llegamos con cobdiçia,   olvidamos mesura,

nin a Dios nin a próximo  non femos derechura;

desanpáranos Dios,   que non ha de nos cura,

veemos sobre nos   mucha de grant rencura.

 

Labradores non quieren   derechamente dezmar,

aman unos a otros   escatimas buscar,

buscan su día malo   quand' están de vagar,

suele mucho cobdiçia   entre ellos regnar.

 

Anda grant falsedat,    entre los menestrales,

las obras fazen falsas,   los puntos desleales,

perjúranse privado   por ganar dos mencales,

pierden al Crïador    por estas cosas tales.

 

Saben fer los bufones     muchas malas baratas,

buelven sus mercaduras   con muchas malas ratas,

non podrié dezir omne   todas sus garavatas,

morir quieren el día    que non ganan çapatas.

 

Muchos con grant cobdiçia      tórnanse usureros,
dan dos e cogen quatro
   como de sus pecheros,

venden los malastrugos    las almas por dineros,

el día del jüyzio   non les valdrán bozeros.

 

Los réys e los príncipes con negra de cobdiçia
fazen un grant mercado e venden la justi
çia;
más aman fer thesoros
    que vedar estultiçia,

es el mundo perdido   por essa avariçia.

 

Clérigos nin calonges,   çertas nin las mongías,

non andan a derechas,    por las çapatas mías;

por mal pecado todos   andan con travesías,

por end' a derechura   non van las sermonías.

 

Si los que son ministros   de los santos altares

sirviessen dignamente    cad' uno sus lugares,

non serién tan crüeles   los príncipes seglares,

nin veriemos nosotros   tantos malos pesares.

 

Somos los simples clérigos      errados es viciosos,
los prelados mayores
   ricos e desdeñosos,

en prender son agudos,   en lo al perezosos,

por ende son los santos   irados e sañosos.

 

En las elecciones   anda grant bienconía,

unas vienen por premia, otras por simonía,
non demandan edat
    nin sen nin clericía,

ende non saben fer   nulla derechuría.

 

Como non han los omes dubda de los pecados,
casan con sus parientas, andan descaminados;
fazen malas rebueltas
  casadas con casados;

somos por tales cosas  de Dios desanparados.

 

Los que son assí fechos    ixen después ladrones,

asman siempre nemigas, fazen las traiciones,

dexan malos enxemplos como malos varones,

recúdeles la sangre    a diez generaciones.

 

Quando se catan bien   vassallos e señores,

cavalleros e clérigos,   en buelta labradores,

abades e obispos   con los otros pastores,

en todos ave tachas   de diversas colores.

 

Por esso el pecado    ave tan grant poder,

faze enemistades    a los omes bolver,

hermanos con hermanas fázelos contender,

busca como nos pueda   peor escarnecer.

 

Faz contra los señores    los vasallos amar,

lo que es fiera cosa,     fazelos amatar;

del siglo que veemos   tan sin regla andar,

quanto mejor pudiéssemos nos devriemos guardar. (1813-30)

En estas cuadernas, el autor del Libro de Alexandre describe detalladamente la fuerza del pecado de la "cobdicia". En mi opinión, esta codicia no es la codicia material, es decir, la avaricia, contra la que advierte Aristóteles (62b), o al menos sólo lo es en parte. Más bien, creo que se trata de una codicia abstracta, de un querer sobrepasar el estado natural que le es dado a cada uno, es decir, de soberbia. Es por ello que el autor del Alexandre decide describir este defecto en relación a las clases sociales, porque, según el poeta castellano, la codicia-soberbia inunda todas las capas de la sociedad medieval: labradores, menestrales, bufones, usureros, clérigos, etc. Entre estas clases, el poeta incluye también a los reyes y a los príncipes, como Alexandre, y llega a advertir que la codicia hace olvidar incluso cualidades corteses tan sólidas como la mesura: "Llegamos con cobdicia, olvidamos mesura".

En mi opinión, ni la situación de esta digresión sobre la codicia y la soberbia ni su fraseología son gratuitas. Al contrario, ambas apuntan ominosamente en dirección al héroe del poema. En efecto, el hecho de que la digresión se introduzca precisamente después de la derrota de Dario tiene dos claros significados. En primer lugar, significa que Alexandre, un poderoso rey, al igual que lo era Dario, debe procurar no ser codicioso y soberbio,88 o puede sufrir la misma suerte que el monarca persa. En segundo lugar, la digresión significa que incluso un monarca como Alexandre (el texto menciona expresamente a príncipes y monarcas), tan cortés y perfecto (el texto indica que la mesura puede no servir de protección), puede caer en la codicia y la soberbia. Es decir, la digresión supone una advertencia a Alexandre, un anticipo del futuro comportamiento del héroe y, en muchos aspectos, también un recuerdo de las palabras de Aristóteles contra la codicia-soberbia:


 

"Quando fueres alcal siempre judga derecho,

non te vença cobdiçia,   nin amor nin despecho;

nunca mucho non quieras  gabarte de tu fecho,

que es grant liviandat   e non yaz' y provecho". (59)

 

Se puede observar que en las palabras de Aristóteles, que, de nuevo, son obra exclusiva de la imaginación del poeta castellano, también se asocian la "cobdicia" y la soberbia. En efecto, al hablar de la codicia, Aristóteles aconseja contra la costumbre de decir bravatas ("'nunca mucho non quieras gabarte de tu fecho'") que es, en mi opinión, un comportamiento soberbio. Por consiguiente, puesto que Aristóteles no distingue generalmente entre codicia y soberbia, creo justificada mi lectura de la digresión sobre la codicia como una advertencia contra la codicia-soberbia, y como un anticipo del futuro comportamiento soberbio del héroe.

Porque, en efecto, después de la digresión del autor, el rey Alexandre parece haberse dejado llevar por la codicia de conquistar y conquistar, y ésta le lleva rápidamente a la soberbia. Tras la muerte de Dario, Alexandre logra convencer a su ejército, que se quiere, quizás con razón, volver a casa, de que deben proseguir en campaña para castigar a los traidores asesinos de Dario (1841-59). El continuar en este momento parece suficientemente justificable, dentro de la lógica interna del Libro de Alexandre, que tan inmisericorde y dura se muestra con los traidores. Sin embargo, el hecho de que inmediatamente después de la derrota de los traidores el autor haga este comentario que cito a continuación me hace dudar de la naturaleza de la motivación de Alexandre:

Bien avié guerreado   el buen emperador,

érase bien provado   por buen batallador;

vençiera o vengara  al buen emperador,

mas del reino de Çitia  aún avié sabor. (1912)

Es decir, el poeta señala explicitamente tres hechos. En primer lugar, que Alexandre había vengado a Dario más bien para probarse como buen guerrero que por otro motivo ("érase bien provado por buen batallador; / vençiera o vengara al buen emperador"). En segundo lugar, que la sed de conquistas de Alexandre aún no se ha apagado, algo que parece increíble (esto es lo que connota la construcción "mas ... aún"). En tercer lugar, que las campañas del macedonio están motivadas por su capricho (esto es lo que connota la locución "aún avié sabor"). Por tanto, esta cuaderna cuestiona claramente los móviles de Alexandre, que empiezan a verse amenazados por la soberbia. En mi opinión, el hecho de que estos versos se encuentren inmediatamente después de la derrota de los asesinos de Dario matiza el acierto de la decisión de Alexandre de seguir adelante con esta campaña contra los traidores.

Por otra parte, resulta decisivo el hecho de que en este momento aparezca, precisamente, el episodio de la embajada escita, porque esta historia era usada tradicionalmente para criticar la ambición de Alejandro Magno. Para dar comienzo al pasaje, el autor castellano usa una cuaderna en la que el rey Alexandre aparece comparado a un río fuera de su cauce:

Luego movió desent   sañoso e irado,

como el aguaducho   quando viene finchado;

en ribera de Tanais,   un río señalado,

mandó fincar las tiendas   al su pueblo lazrado. (1913)

Evidentemente, la comparación es claramente desfavorable a Alexandre. El río desbordado es una metáfora de una fuerza irrefrenable, por lo que el comportamiento del protagonista, que podría ser beneficioso en una situación de guerra justa, es en este contexto totalmente negativo: fuera del campo de batalla, al enfrentarse a un enemigo peligroso, el comportarse como un río desbordado y el estar "sañoso e irado" sin motivo aparente es una clara violación del ideal cortés de la mesura. Es decir, estos versos son un anuncio de que Alexandre ha caído en la codicia-soberbia, pese a su inigualable mesura, como advirtió el poeta en su digresión. A partir de este momento, la admiración del autor abandona progresivamente la motivación de los actos de Alexandre, y las simpatías de la voz narrativa comienzan a situarse con la tropa griega, a quienes se describe en esta cuaderna compasivamente como el "pueblo lazrado".

A continuación de este comentario del autor, se presenta ante el rey Alexandre una embajada de los pueblos escitas:

Viniéronle de Çitia al rey mensajeros,

veinte eran por cuenta, e todos cavalleros,

omnes de santa vida, sinples e verdaderos,

non sabié ningunt dellos contar doze dineros.

 

Quando fueron venidos ant' el emperador,

empecé de fablar el que era mayor;

todos lo escuchavan, ca end' avién sabor,

era muy bien lenguado e buen disputador.

 

Dixo: "Rey, si fuesse tan grand el tu poder

com' el coracón has e fazes parecer,

non te podrién los mares nin las tierras caber,

a Júpiter querriés el emperio toller.

 

Si toviesses la mano diestra en oriente,

la siniestra en cabo de todo occidente,

todo lo al yoguiesse en el tu cosimente,

tú non seriés pagado, segund mío ençiente.

 

Quando oviesses todos los pueblos sobjudgados,

iriés cercar los mares, conquerir los pescados;

quebrantar los infiernos que yazen sofondados,

conquerir los antípodes -non saben ond son nados-.

 

En cabo si oviesses licencia o vagar,

aún querriás de tu grado en las nuves pujar,

querriás de su ofiçio el sol deseredar,

tú querriás de tu mano el mundo alumbrar.

 

Lo que a Dios pediste bien lo has acabado:

de Dario eres quito, de Bessus bien vengado;

levántate del juego mientre estás honrado,

si se camia la mano serás bien derribado.

 

Conquistada as Persia, Media e Caldea,

Frigia, Bactra, Libia, Egipto e Judea;

muchas otras provincias tiene la tu carrera;

aún tú no te quieres partir de la pelea.

 

Quieres mucho sobir, avrás a deçender;

quieres mucho correr, avrás tú de caer;

semejas al idrópico que muere por bever,

quanto más va beviendo, él más puede arder.

 

El omne cobdiçioso que nos sabe guardar,

por una ceresuela se dexa despeñar,

ciégalo la cobdiçia, fázelo assomar,

fázelo de la cima caer en mal lugar.

 

De çierto conteçrá, si nom quieres creer,

puedes por lo de menos tod' el demás perder;

lo que más te cuidas entre manos tener,

sólo que te non vean, hante de falleçer.

 

Los que tú has ganados, non los tus naturales,

tiénente grant despecho, non te serán leales,

ca veen que han preso de ti muchos de males,

han su señor perdido e otras cosas tales.

 

Rey, esto te abonda, quiéralo el senado;

assaz ovist contienda en lo que as ganado;

si tú al contendieres, serás mal consejado,

ca afogar te puedes con tan gruesso bocado.

 

En guerrear connusco non te ganarás nada,

non ayas contra nos achaquia nin entrada,

non te faremos pérdida nin chica nin granada,

non nos devriés tener rencura condesada.

 

Rëy, si tú supieses quál vida mantenemos,

non avriás de nos cura, segundo que creemos;

por los montes bevimos, que casa non sabemos,

quanto val' un dinero de propio non avemos.

 

Non es nuestra costumbre tesoro condesar,

sól nunca non nos miembra de lo que cras pensar;

en nulla merchandía non sabemos andar

sinon quanto podemos de la tierra sacar.

 

De la tierra sacamos nuestro vito cutiano,

las sus tetas mamamos ivierno e verano;

sinon el que fiziere fecho fol o villano:

non bivría connusco aunque fues nuestro hermano.

 

Si nos aviene pérdida, en paz nos la sofrimos,

Dios lo da, Dios lo tuelle, nos esto comedimos;

nos cosa sobejana a Dios nunca pedimos,

quequier que él nos da, nos essol gradeçimos.

 

Sobre nulla porfía nos puesta non tenemos,

contienda nin porfidia nos nunca la queremos;

a Dios sus derechuras todas ge las rendemos,

nunca a nuestro próximo sobervia le fazemos.

 

Nuestros antecesores en tal vida bivieron,

por buena e por santa esta sola tovieron;

nos essa mantenemos que ellos mantovieron,

ca veemos que vida perfecta 'stableçieron.

 

Aún con todo esto al te quiero dezir:

somos gentes ligeras, malas de conquerir,

somos bien aguisados de tornar e füir,

de dardo e de saeta bien sabemos ferir.

 

De embargo ninguno non somos embargados,

de aver nin de ropa non andamos cargados,

de morar non avemos lugares costumbrados,

sabemos que del mundo non seremos echados.

 

El que perder non teme, nin cobdiçia ganar,

aquel puede sin miedo e sin dubda lidiar,

ca los que algo tienen, cobdiçian condesar,

muchas cosas les pueden a ellos embargar.

 

Rëy, nos non queremos contigo guerrear,

por ende te rogamos que nos dexes folgar;

contra nos non te quieras por poco denodar,

paámosnos si esto quisieres otorgar". (1916-39)

 

El discurso de los escitas es otro ejemplo más de excelencia retórica en el Libro de Alexandre, como lo eran las oraciones de Alexandre, o como lo era el discurso del juglar Cleor. Además, me parece que los escitas presentan argumentos que debían de ser considerados como totalmente justos por un público medieval.

El primer indicio de ello es la descripción de los embajadores. De ellos se dice que son "todos cavalleros", "de santa vida", "sinples e verdaderos". La presentación no podía ser más favorable, puesto que indica que los enviados escitas son nobles ("cavalleros"), y además de tendencias ascéticas, puesto que son "de santa vida" y "sinples". Además, se les califica como "verdaderos", lo cual ya es un comentario explícito sobre el contenido de su embajada. A continuación, el autor alaba la capacidad retórica del enviado que escogen como orador, diciendo que era "bien lenguado e buen disputador", y describiendo el efecto hipnotizador que produce en su público ("todos lo escuchavan, ca end' avién sabor"). Es decir, ya desde estas dos primeras cuadernas, el autor se muestra claramente inclinado en favor de los embajadores escitas.

Esta impresión se confirma al analizar por menudo el contenido de su embajada. El escita comienza con una especie de captatio benevolentiae del rey Alexandre ("'Rey, si fuesse tan grand el tu poder / com' el coraçón has e fazes pareçer'"), que rápidamente se transforma en una acusación de la ambición del monarca macedonio: "'a Júpiter querriés el emperio toller'". Es evidente que el poeta castellano está de acuerdo con las acusaciones del escita, porque las palabras del embajador tienen mucho de predicciones reales, ya que, posteriormente, Alexandre llevará a cabo o intentará llevar a cabo lo que dice el enviado, "'conquerir los pescados'", "'quebrantar los infiernos'" y "'conquerir los antípodes'".

A continuación, el escita advierte al rey Alexandre de los peligros de la codicia, que debemos entender, como ya he indicado, como "ambición" o "soberbia": "'El omne cobdiçioso que nos sabe guardar, / por una çeresuela se dexa despeñar'". De nuevo, me parece que las simpatías del autor del Libro de Alexandre están con las palabras del escita, porque éstas no hacen sino repetir un consejo de Aristóteles, y hemos visto que estos consejos eran excelentes en opinión del poeta.

Inmediatamente después de estas advertencias, el escita pasa a describir la vida de su pueblo, para intentar demostrar a Alexandre que nada ganaría en conquistarles, y que, además, los escitas son un pueblo difícil de vencer en batalla. En esta descripción, los escitas vuelven a asemejarse a los ascetas de la Europa medieval, e incluso a algún tipo de orden religiosa idealizada, puesto que parecen tener bienes comunes ("'quanto val' un dinero de propio non avemos'"), trabajan la tierra ("'De la tierra sacamos nuestro vito cutiano"'), y no se preocupan en absoluto por la riqueza ("'Non es nuestra costumbre tesoro condesar"'). Además, los escitas son muy piadosos, puesto que aceptan estoicamente los designios de Dios, un Dios cristiano (el escita dice "'Dios'", no "Júpiter" ni nada parecido):

"Si nos aviene pérdida,     en paz nos la sofrimos,

Dios lo da, Dios lo tuelle,    nos esto comedimos;

nos cosa sobejana      a Dios nunca pedimos,

quequier que él nos da,     nos essol gradecimos".

Aparte de esto, los escitas parecen orarle a Dios ("'a Dios sus derechuras todas ge las rendemos"'), y, explícitamente, procuran cuidarse de caer en la soberbia ("'nunca a nuestro próximo sobervia le fazemos'"), como está haciendo el rey Alexandre. Por consiguiente, dada la favorable presentación que hace de los embajadores escitas el autor del Libro de Alexandre, y dado el contenido de la embajada, es necesario concluir que las simpatías del poeta castellano están con los enviados escitas, y que Alexandre debería escucharles y dejarles tranquilos.

Sin embargo, Alexandre no hace caso de los ruegos de los sabios embajadores escitas:


Calló el omne bueno
    que avié bien fablado,

de grado del concejo   oviera recabdado;

non dio el rey por ello    un mal puerro assado,

díxoles que por verba    non serié espantado. (1940)

Es decir, aunque sus hombres están de acuerdo con el orador escita, Alexandre, sin aconsejarse primero con ellos y, por tanto, violando expresamente una de las recomendaciones de Aristóteles, decide atacar a los escitas. El ataque del monarca macedonio se describe en una sola cuaderna, con una rapidez brutal:

Entróles por la tierra,   fuelos acometer,

priso mayores daños    que non cuidó prender,

pero non se pudieron     en cabo defender,

prendiendo malas pérdidas  óvolos a vençer. (1941)

 

Como se puede observar, las advertencias de los escitas no eran en vano, el rey Alexandre perdió más de lo que ganó ("prendiendo malas pérdidas óvolos a vencer"), por lo que no debería haberlos atacado. En suma, el episodio de la embajada escita es una clara muestra de que Alexandre está siendo dominado por la codicia y la soberbia. Es decir, el autor ha usado el

decisivo episodio de Alejandro Magno y los escitas de manera tradicional, para criticar a Alexandre y demostrar la nueva faceta de su personalidad.

Tras estos pasajes, las muestras de soberbia de Alexandre se multiplican. Ya ha conquistado toda Asia (1945), pero le falta la India, por lo que ataca y vence al rey Poro, que gobierna en ella. Este monarca, una vez derrotado, vuelve a advertir a Alexandre contra los peligros de la soberbia:

"A ti quiero Alexandre  esto lo esponer:

algo estás agora,   en somo del docher,

non seas segurado     que non puedas caer,

ca son fado e viento   malos de retener.

 

Puede que lo quisiere   esto bien escrevir,

de Dario e de Poro  enxemplo adozir:

ovieron de grant gloria   a cuita a venir

natura es del mundo  deçender e sobir". (2213-14)

Poro está advirtiendo al rey macedonio de que él mismo y Dario pueden ser figurae de Alexandre, por lo que éste debería abandonar su soberbia y escarmentar en cabeza ajena. Sin embargo, Alexandre, que ha dado amplias muestras de conocer el uso de los exempla, no sabe "'enxemplo adozir'" de la caída de los dos monarcas asiáticos, como le recomienda Poro. Alexandre, que, como confesó él mismo al comienzo del poema "'connos[ce] bien figura'" (40b), no sabe leer sus propias figurae, Dario y Poro. Es decir, los conocimientos retóricos, como antes la mesura, se muestran impotentes ante la soberbia. La soberbia ha cegado por completo a Alexandre.

En los episodios siguientes, la soberbia y la ceguera consiguiente de Alexandre adquieren tintes patológicos. En primer lugar, Alexandre, cuando ha conquistado todo el mundo y se ve sin gentes que dominar, se desvive por encontrar nuevas batallas, sin aceptar el evidente cansancio de sus hombres:

Asmava el buen omne  atravessar la mar,

que nunca pudo omne  el cabo a fallar,

buscar algunas gentes  de otro semejar,

de sossacar manera   nueva de guerrear.

 

Saber el sol dó nace, el Nilo ónde mana,

el mar qué fuerça trae  quand lo fiere ventana;

maguer avié grant seso,    acucia sobejana,

semejava en esto   una grant valitana.

 

La gent d' Alexandre  era muy acuitada

porque prendié carrera   que nunca fue usada [. . .]. (2269-271ab)

 

"Dizen las escripturas,    -yo leí el tratado-,

que siete son los mundos   que Dios ovo dado:

de los siete el uno    apenas es domado,

por esto yo non conto    que nada he ganado.

 

Quanto avemos visto  antes non lo sabiemos,

si al non aprendemos,   en balde nos biviemos;

por Dario e por Poro    que vencido avemos,

yo por esto non cuido  que grant cosa fiziemos.

 

Enbiónos Dios por esto en aquestas partidas:

por descobrir las cosas  que yazen sofondidas;

cosas sabrán por nos    que non serián sabidas,

serán las nuestras nuevas    en crónicas metidas.

 

Los omnes que non saben   buen precio aprender,

esto tienen en gloria:     en balde se yazer;

mas dizlo el maestro,    mándalo retener:

qui prodeza quisiere,   afán deve sofrer.

 

Con todos vos a una     queriéndome seguir,

buscaré los antípodes,    quiérolos conquerir;

estos están yus tierra,      com' oyemos dezir,

mas yo non lo afirmo,    ca cuido de mentir". (2289-93)

Como se puede observar, la ridícula soberbia de Alexandre llega a extremos inverosímiles, puesto que se ha convertido en una verdadera obsesión. Esta es la interpretación que debemos dar a las dos aventuras más extravagantes del héroe, el descenso al fondo de los mares en una especie de submarino (2305-16), y el ascenso a los cielos en una cesta impulsada por grifos voladores (2496-514). Algunos críticos ven en estos episodios una muestra de la curiosidad científica del protagonista (Corfis 481), pero creo que esta lectura es un poco forzada. Cuando Alexandre baja al fondo del mar es "por saber qué fazién los pescados, / cómo biviénlos chicos entre los más granados" (2306ab), es decir, para aprender técnicas políticas y bélicas, que es precisamente lo que observa una vez allí:

Entonces vio el rey     en aquellas andandas

cóm' echavan los unos     a los otros çeladas;

dizié que ende fueran     presas e sossacadas,

fueron desent' acá     en el siglo usadas. (2313)

Esto es, Alexandre no sólo está pecando por indagar los secretos de los mares, un acto de soberbia, puesto que Dios no hizo al hombre para que andara por los fondos abisales, sino que también está pecando en su motivación, que es la de aprender modos de luchar que luego aplicará en la tierra.

Si el rey Alexandre baja al fondo del mar debido a su soberbia y a sus desmesurados
deseos de conquistar, también son estos fines los que le mueven a ascender a los cielos en una
cesta tirada por grifos. En efecto, una vez arriba, Alexandre se dedica a mirar a la tierra, para ver,
como en un mapa, por dónde le será más fácil entrar y salir a conquistar lugares:

Mesuró toda Africa      cóm yazié assentada,

por qual parte serié     más rafez la entrada,

luego vio do podrié    aver mejor passada,

ca avié grant exida    e larguera entrada. (2506)

Sin embargo, Alexandre podría haber leído correctamente sus aventuras, puesto que en ellas había signos que le volvían a advertir contra la soberbia. Por ejemplo, en su descenso marino, Alexandre se muestra sorprendido de observar que la soberbia se encuentra incluso entre los peces:

Otra fazaña vio     en essos pobladores:

vío que los mayores   comién a los menores,

los chicos a los grandes   teniénlos por señores,

maltrayén los más fuertes  a todos los menores.

 

Dize el rey: "Sobervia  es en todos lugares,

es fuerca en la tierra  e dentro en los mares,

las aves esso mismo,   nos catan por eguales;

Dios confonda tal viçio que tien tantos lugares.

 

Naçió entre los ángeles,    fizo muchos caer,
derramó por las tierras,
       dióle Dios grant poder,
la mesura non puede
     su derecho aver,

ascondió su cabeça,     non osa parecer.

 

Qui más puede más faze,    non de bien mas de mal;

qui más ha más quiere,     muere por ganar al;

non verié de su grado     ninguno su egual;

mal pecado, ninguno    non es a Dios leal.

 

Las aves e las bestias,    los omnes, los pescados,

todos son entre sí     a vandos derramados;

de viçio e de superbia     son todos entecados,

los flacos de los fuertes   andan desafiados". (2316-20)

Como se puede observar, Alexandre sabe interpretar perfectamente lo que ve en el mar como un signo de que la soberbia se encuentra por todas partes, y de que ni siquiera la mesura puede detenerla ("'la mesura non puede su derecho aver'"). Sin embargo, Alexandre no comprende que él mismo, pese a su propia mesura, ha caído en la soberbia. El poeta se cuida bien de señalar la ceguera interpretativa de Alexandre:

Si como lo sabié    el rëy bien asmar

quisiesse a sí mismo    a derechas judgar,

bien devié un poquillo      su lengua refrenar,

que tan fieras grandías  non quisiesse bafar. (2321)

De hecho, no es ésta la última vez en que Alexandre tiene oportunidad de leer los signos que le muestran su propia soberbia adecuadamente. En una de las grandes digresiones de la obra, inspirada en el Alexandreis, el Alexandre describe la rica tienda del protagonista. En ella está bordada la torre de Babel (2552), ejemplo de la soberbia de los gigantes contra Dios. Además, también se puede ver en el centro de ella "el lugar do fuera Lucifer derribado" (2550c). Lucifer, como dijo anteriormente el propio Alexandre, cayó por su soberbia, pecado que "'Nació entre los ángeles fizo muchos caer"' (2318a). Esta clara advertencia, situada, como he dicho, en el mismo centro del techo de la tienda del propio Alexandre, es una adición del autor castellano a la descripción de la tienda del héroe que se encuentra en el Alexandreis. En mi opinión, esta adición es una nueva muestra de la maestría organizadora del autor del Libro de Alexandre, que reorganiza su material e incorpora material nuevo para conformar una estructura que gire en torno a la cortesía, primero, y a la soberbia, más tarde, del protagonista. De hecho, el autor es perfectamente consciente de ello, como prueba el hecho de que, al introducir la digresión acerca del complot de Natura y Satán, introduzca el siguiente comentario:

Quiero dexar el rey     en las naves folgar,

quiero de su sobervia     un poquillo fablar,

quiérovos la materia     un poquillo dexar,

pero será en cabo     todo a un lugar. (2324)

"Será en cabo todo a un lugar", es decir, "al final, todo girará sobre el mismo tema". De modo semejante, poco después, el poeta castellano adereza la digresión acerca de los pecados capitales con esta cuaderna, en la que deja bien claro su propósito organizador:

A todos estos [pecados capitales] tiene  la Sobervia ligados,

todos son sus ministros   que traen sus mandados;

ella es la reína,       ellos son sus criados,

a todos siet los tiene   ricament doctrinados. (2406)

Es decir, la soberbia es el mayor pecado de todos, un pecado de tal potencia que puede cegar ante figurae y signos evidentes a un retórico y gramático tan consumado como el rey Alexandre, y hacer caer a un hombre tan cortés y mesurado como él.

La importancia de la soberbia se vuelve a poner de manifiesto en el pasaje que narra el
complot que pone fin a la vida de Alexandre. Recordemos que en el
Alexandreis de Châtillon,
Natura y Leviathan, entidades paganas provocan la muerte del héroe sin motivo aparente. Por el
contrario, en el
Libro de Alexandre el autor castellano deja bien claro que es un Dios cristiano
quien hace caer al rey Alexandre, y también las causas por las que lo hace:


Pesó al Cr
ïador      que crió la Natura,

ovo de Alexandre     saña e grant rencura,

dixo: "Este lunático    que non cata mesura,

yol tornaré el gozo      todo en amargura.

 

El sopo la sobervia     de los peçes judgar,

la que en sí tenié       non la sopo asmar;

omne que tantos sabe    judiçios delivrar,

por qual juicio dio,     por tal deve passar". (2329-30)

Alexandre ha sido un rey cortés, un gran héroe y el mayor conquistador que ha conocido el mundo. Sin embargo, Dios le castigó porque dio en ser soberbio. Este es el claro mensaje final del Libro de Alexandre:

Señores, quien quisiere   su alma bien salvar,

deve en este siglo   assaz poco fiar;

deve a Dios servir,     dévelo bien pregar,

que en poder del mundo non lo quiera dexar.

 

La gloria deste mundo,     quien bien quiere asmar,

más que la flor del campo     non la deve preçiar,

ca quando omne cuida  más seguro estar,

échalo de cabeça        en el peor lugar.

 

Alexandre que era      rëy de grant poder,

que nin mares nin tierra non lo podién caber,

en una foya ovo   en cabo a caer

que non pudo de término   doze piedes tener. (2670-72)

Alexandre, otrora ejemplo positivo de una peculiar virtud cortés que se debe procurar imitar, también se ha convertido, gracias a su único defecto, en un excelente ejemplo del gran poder de la soberbia, y en un ejemplo negativo que debe procurarse evitar. En lo positivo y en lo negativo, Alexandre es una figura compleja, con la que el autor del Libro de Alexandre cumple de modo excelente un propósito didáctico.

 

 

III. C. Conclusión.

 

 

III. C. 1-. El público del Libro de Alexandre.

 

En este momento, creo que conviene, antes de pasar a evaluar los resultados obtenidos del análisis de las virtudes y defectos de Alexandre en el punto siguiente, abordar la cuestión del público de la obra. Ello se debe a que para solucionar este problema no contamos con datos objetivos que nos puedan dar, tras un análisis filológico positivista, una solución incontrovertible. Es decir, cualquier opinión acerca del posible destinatario del Libro de Alexandre se ha de basar siempre en un análisis subjetivo del contenido de la obra. Por consiguiente, creo que es más acertado tratar la cuestión ahora, inmediatamente después de haber examinado en detalle numerosos aspectos del texto del Libro de Alexandre.

Ya indiqué anteriormente que muchos estudiosos, señaladamente Uría Maqua, piensan que el Alexandre es una obra que no sólo denota la influencia de la educación superior medieval, sino que también fue concebida en ese ambiente y, probablemente, para ese público:

[El Libro de Alexandre] es, creo, una obra destinada, primordialmente, a los escolares y maestros, para leer y comentar en las aulas universitarias y en las Escuelas, aunque, como es lógico, también se podía leer individualmente y en otros ámbitos y círculos, además de los escolares. En todo caso, la lectura del Alexandre, individual o para un grupo en privado, exige un lector y unos oyentes cultos o medianamente cultos. (Uría Maqua, "La forma" 110)

Como ya hemos visto, el Libro de Alexandre parece haber sido influido, en efecto, por una educación universitaria, como la que describe el propio Alexandre al principio de la obra. Sin embargo, ¿supone esto que el destinatario también había de ser la universidad? En mi opinión, nada hay en el texto que lo sugiera. Al contrario, el interés que el autor demuestra por las virtudes corteses, concretamente por las que debe poseer un monarca, la advertencia contra la soberbia, pecado habitual de la clase caballeresca, las abundantes batallas, y las excelentes descripciones de ambientes cortesanos parecen indicar que la obra estaba destinada para ser leída en la corte, concretamente en la corte real.

Por otra parte, me parece altamente improbable que, como sugiere Uría Maqua, algún docente usara en una universidad del siglo XIII un texto vernáculo para impartir la clase. Los textos de los auctores que se estudiaban en la universidad eran siempre latinos, y la lectio se hacía en latín, y a partir de un texto latino. Además, como propone Teresa M. Rosi (16), los arabismos que se pueden encontrar en el Libro de Alexandre demuestran el propósito vulgarizador de la obra, y, lógicamente, este propósito es totalmente contrario a las costumbres de la universidad medieval. Podría ser, como apunta Arizaleta (256), que el Libro de Alexandre fuera el ejercicio de un letrado, como tantos otros textos vernáculos medievales, pero jamás un libro de texto. Sin embargo, esta es una posibilidad indemostrable, mientras que sí que tenemos numerosos indicios de que el poema debió de interesarle a un público cortesano. Por tanto, me inclino por pensar, con Arizaleta (210; 256), que el Alexandre es, más bien, un texto destinado a la corte.

Puesto que la obra fue escrita para la corte, en Castilla, y en los primeros años del siglo XIII, debemos concluir que el inspirador, y probablemente el mecenas del Alexandre, fue Alfonso VIII de Castilla:

En effet, Alexandre ? écrit dans la premiére décennie du XIIIe siécle?? a pu tenir lieu de texte de propagande puisque, nous l'avons vu, il répond parfaitement aux nouvelles necessités de la monarchie castillane. L'auteur a pu songer á véhiculer une signification contextuelle dans son poéme, susceptible de contenir un sens extra-poétique. L'Alexandre préconise les valeurs guerriéres et la victoire sur les frontiéres ennemies; il présente un souverain paien comme un pieux chrétien, dont l'ambition est de conquérir des terres au nom de Dieu. Sa composition, au moment de la mise en place d'une nouvelle impulsion de la royauté, est trop significative, il me semble, pour qu'il s'agisse d'une simple coincidence.

Je conclurai en disant que, s'il fallait identifier une figure royale concréte comme source d'inspiration directe pour l'Alexandre, je serais tentée de proposer celle d'Alphonse VIII de Castille. On a observé que la description apologétique du souverain réalisée par le Tolédan ressemble curieusement au portrait littéraire alexandrin. Il a été suggéré que l'idéologie mise en place par ce monarque s'accorde au sens vraisemblable du poéme. Il est ainsi possible de penser au vainqueur de las Navas comme figure virtuelle de la représentation poétique. Cependant, la question, irrésolue, de la datation du poéme m'empéche d'affirmer qu'Alphonse VIII a pu occuper la pensée du poéte castillan. Nous savons que le portrait contenu dans le poéme est universel: la description des qualités royales se matérialise souvent sous une méme forme dans des contextes différents. Néanmoins, je soulignerai que, comme Alexandre enfant, Alphonse VIII connut des troubles qui désolérent le royaume dans son enfance. Comme le Macédonien, le jeune Alphonse VIII est décrit par les chroniqueurs dans des termes élogieux. Comme d'Alexandre, on dit de lui qu'il est cultivé: il fait méme plus que le Grec, puisqu'il légitime le studium de Palencia. [. . .] les ressemblances entre l'Alexandre du poéme et Alphonse VIII ne sont pas négligeables. (Arizaleta 258-59)

 

En efecto, el Alexandre -¿escrito en el primer decenio del siglo XIII?- a podido cumplir la funcion de texto de propaganda ya que, como habemos visto, responde perfectamente a las nuevas necesidades de la monarquía castellana. El autor ha podido pensar en introducir un significado contextual en el poema, susceptible de tener un significado extra-poético. El Alexandre preconiza los valores guerreros y la victoria en las fronteras enemigas; presenta un rey pagano como un piadoso cristiano, cuya ambición es conquistar tierras en nombre de Dios. Su composición, en el momento de la aparición de un nuevo impulso de la realeza, es demasiado significativa, me parece, para que se trate de una simple coincidencia.

Concluiré diciendo qque, si hiciera falta identificar una figura real concreta como fuente de inspiración directa del Alexandre, estaría tentada a proponer la de Alfonso VIII de Castilla. Hemos observado que la descripción apologética del monarca realizada por el Toledano se parece curiosamente al retrato literario alejandrino. Se ha sugerido que la ideología puesta en práctica por este monarca se corresponde al probable sentido del poema. Así, es posible pensar en el vencedor de las Navas como una figura virtual de la representación poética. Mientras tanto, la cuestión, sin solucionar, de la datación del poema me impide afirmar que Alfonso VIII haya podido ocupar los pensamientos del poeta castellano. Sabemos que el retrato que incluye el poema es universal: la descripción de las cualidades reales se materializa a menudo bajo una misma forma en contextos diferentes. Sin embargo, apuntaré que, como el Alexandre niño, Alfonso VIII conoció problemas que devastaron el reino durante su infancia. Como el macedonio, el joven Alfonso VIII es descrito por los cronistas en términos elogiosos. Como de Alexandre, se dice de él que era cultivado: hace incluso más que el griego, puesto que legitima el estudio de Palencia. Los parecidos entre el Alexandre del poema y Alfonso VIII no son despreciables.

Arizaleta se muestra prudente a la hora de proponer un modelo concreto que habría servido de modelo para el Alexandre del poema, pero llega a sugerir cautamente el de Alfonso VIII. En mi opinión, no es necesario aventurar tanto, puesto que, en mi opinión, Alexandre no tiene porqué representar a ninguna persona real concreta. En todo caso, sería improbable que un personaje soberbio estuviera formado a inspiración de un rey para cuya corte se compone el poema. Me parece, más bien, que el rey Alexandre es un modelo totalmente abstracto de lo que debe y de lo que no debe tener un monarca. Sin embargo, no se debe despreciar la opinión de Arizaleta, que propone varias cuestiones muy interesantes, como la de la identidad de preocupaciones existente entre el Alexandre y la corte de Alfonso VIII, asunto que trataré en el punto siguiente.

En todo caso, dilucidada la cuestión del destinatario, conviene precisar que una obra escrita por un letrado medieval con educación universitaria para un público de la corte debe de tener siempre un propósito didáctico. En efecto, esto es lo que defienden todos los críticos (Lida de Malkiel 182; Michael, The Treatment 11). De nuevo, el comportamiento que propone este didacticismo y los fines que lo motivan son materia para el punto siguiente.

 

 

III. C. 2-. Las virtudes y defectos de Alexandre y la corte de Alfonso VIII de Castilla.

 

Para llegar a una conclusión acerca de la situación del Libro de Alexandre dentro del panorama literario de la corte de Alfonso VIII, y para precisar qué tipo particular de cortesía defiende su autor, es necesario, en primer lugar, basarse en una serie de hechos incontrovertibles y deducir ciertas premisas básicas de ellos. En segundo lugar, es preciso aprovechar las conclusiones parciales extraídas del análisis de las virtudes y defectos de Alexandre para conformar un todo final.

El primer hecho incontrovertible a que me refiero es que el Libro de Alexandre es una refundición de la popularísima leyenda de Alejandro Magno. Ahora bien, como indica Arizaleta (219), el hecho mismo de escoger esta materia es ya indicativo de la órbita en que se sitúa el autor: la figura de Alejandro Magno se usó, desde casi inmediatamente después de su muerte, para representar literariamente la realeza fuerte y conquistadora. Las obras que tratan la leyenda de Alejandro Magno en la Edad Media son, generalmente, apologías de la autoridad del soberano. Arizaleta da como ejemplo de ello el de Federico II Hohenstaufen, rey monárquico, centralizador, y enfrentado a los privilegios políticos de la alta nobleza, que hizo de Alejandro Magno su héroe favorito e incluso su símbolo (219). Es necesario considerar, pues, la posibilidad, de que el Libro de Alexandre sea el representante castellano de esta tradición de literatura monárquica.

En favor de esta suposición estaría el hecho de que, como he señalado ya en numerosas ocasiones, el autor del Libro de Alexandre trató a su héroe de una manera altamente favorable. Como sabemos, el autor castellano tenía numerosas fuentes, clásicas y medievales, a su disposición, y en muchas de ellas pervivía la crítica que estoicos y peripatéticos hacían de Alejandro Magno. Sin embargo, de todas estas fuentes, el autor del Alexandre escogió como principal la más favorable al héroe macedonio, el Alexandreis. No contento con ello, como hemos visto, el poeta castellano también eliminó los escasos restos de crítica estoica y peripatética que quedaban en el Alexandreis, justificando el comportamiento del héroe en momentos decisivos, como, por ejemplo, en el episodio de la quema de Persépolis. En suma, el autor del Libro de Alexandre alteró sus fuentes para presentar una visión favorable de Alejandro Magno, símbolo de la monarquía fuerte, lo que estaría en consonancia con la hipótesis de que el Alexandre es una obra monárquica inspirada por la corte de Alfonso VIII.

En mi opinión, la conclusión que se puede extraer de estos dos hechos se ve confirmada por el análisis de las virtudes y defectos de Alexandre. En cuanto a las primeras, he descubierto que aunque el Libro de Alexandre presenta a un personaje "cortés" y "palaciano", y aunque Alexandre se presenta, por contraste con su tocayo Alexandre-Paris, como la encarnación de la perfecta cortesía, la concepción que tiene el autor castellano de la cortesía es muy particular. De hecho, su cortesía es marcadamente diferente de la que delimita Jaeger o de la visión arqueológica que muestran los poemas trovadorescos de la corte de Alfonso VIII.

En efecto, el autor del Alexandre no enfatiza ciertas virtudes corteses, que aparecen brevemente en la obra, como es el caso de la amabilidad o la facetia. Además, otras virtudes canónicamente corteses, como la belleza o el amor, aparecen en la obra pero, ciertamente, se les otorga poca importancia. Por lo que respecta a las dos virtudes básicas de la ideología cortés, las que denotan la significación monárquica de la cortesía, la mesura y la liberalidad, el Libro de Alexandre ofrece una visión totalmente utilitarista de ellas. Son virtudes que el monarca debe practicar exclusivamente para obtener beneficios de orden puramente político, y que no debe utilizar cuando no den fruto. Por tanto, como se puede observar, la cortesía del Alexandre se ha transformado en un instrumento que se adecua perfectamente a las necesidades de un rey monárquico. En este sentido, la obra demuestra los beneficios que produce para la monarquía el uso de ciertas cualidades corteses, como la mesura y la liberalidad, mientras que ignora otras virtudes aparentemente poco fructíferas materialmente.

Además de alterar las virtudes corteses básicas de modo que resulten aún más beneficiosas para la monarquía, el autor del Alexandre introduce una serie de virtudes extrañas a la cortesía, pero todas igualmente adecuadas, no en este caso para el uso de un rey monárquico en general, sino para el uso de un rey monárquico castellano del siglo XIII en particular. La primera de ellas es el esfuerzo. El esfuerzo no es una cualidad cortés, pero sí que era una cualidad que poseía Alejandro Magno, quien si pasó por algo a la historia fue por sus conquistas militares. Sin embargo, como demostré en su lugar correspondiente, el esfuerzo del rey Alexandre recuerda más al que debía poseer un monarca castellano de finales del siglo XII y comienzos del siglo XIII que al que caracterizaba al Alejandro Magno histórico. En efecto, las conquistas del rey Alexandre son, más que conquistas, reconquistas, puesto que su intención primaria es abiertamente defensiva: Alexandre pretende con ellas sacar a su país de "premia". Evidentemente, un lector castellano contemporáneo reconocería inmediatamente la semejanza entre la situación de España, "oprimida" por los invasores musulmanes, y la de la Grecia del rey Alexandre, bajo el vasallaje de unos persas que la habían invadido en el pasado. Además, como también señalé anteriormente, Alexandre unifica a Grecia bajo su empresa reconquistadora del mismo modo que la Castilla de Alfonso VIII pretendía liderar a la cristiandad, y particularmente a la cristiandad peninsular, contra los almohades. Es decir, el esfuerzo que el autor del Libro de Alexandre añade a la lista de virtudes corteses de su personaje es una cualidad totalmente adaptada a la situación de la Castilla de Alfonso VIII. El esfuerzo del rey Alexandre es el que necesitaba mostrar el rey Alfonso VIII de Castilla para consolidar su poder, y el que se propugnaba en su corte.

La segunda virtud añadida a la lista de Jaeger y los trovadores es la piedad religiosa. De nuevo, la piedad no es una virtud canónicamente cortés pero que, sin embargo, el autor del Libro de Alexandre agrega a las cualidades de un héroe que sabe y reconoce pagano. Además, la piedad es una virtud que Alejandro no mostraba en el Alexandreis o en el Roman d'Alexandre, por lo que su inclusión supone una adición original del poeta castellano quien, de hecho, orquestra los cambios más sustanciales que introduce en sus fuentes en torno a la piedad religiosa. Estoy de acuerdo con Arizaleta (258) en que el hecho de que el Alexandre enfatice la piedad de su protagonista al mismo tiempo que Alfonso VIII, tras la derrota de Alarcos, había decidido pasar a enfatizar su christianitas en vez de su maiestas en los documentos oficiales (Linehan 292), no es una casualidad. La piedad del rey Alexandre es un eco de la christianitas de Alfonso VIII, y ambas responden a un objetivo monárquico: liderar a los reinos peninsulares en el enfrentamiento contra el infiel. Los almohades, como los persas enemigos de Alexandre, se convierten, de este modo, en la justificación del pretendido dominio del rey de Burgos y Toledo sobre sus vecinos, y la christianitas es la virtud que se necesita enfatizar para organizar esa empresa. De nuevo, la virtud añadida por el autor del Libro de Alexandre responde a las necesidades monárquicas de Alfonso VIII en la primera década del siglo XIII.

La tercera virtud no cortés añadida por el autor del Alexandre a la lista de cualidades del personaje es la sapientia o clerecía, y la facundia retórica, dependiente de ella. Ya he indicado que insistir, como lo hace el poeta castellano, en la sapientia de su héroe, y describir esa sapientia como clerecía medieval, es decir, como un saber erudito adquirido en las universidades medievales, supone un cambio fundamental con respecto a la representación tradicional de Alejandro Magno. Igual de radical es caracterizar al rey Alexandre como, fundamentalmente, un perfecto orador, diestro en la retórica medieval. La clerecía y la facundia de Alexandre son las cualidades que más ejercita el héroe en la obra: de hecho, Alexandre es un buen capitán principalmente gracias a sus conocimientos de filosofía natural y retórica, puesto que actúa más con ardides eruditos y con discursos que con las armas. Al igual que el esfuerzo y la piedad, la clerecía es una cualidad característica de la política castellana de comienzos del siglo XIII.

En cuanto a los defectos de Alexandre, ya he indicado que el poeta castellano se cuida mucho de justificar todas las acciones de su personaje, y de limpiarlo de tachas para construir una figura de cortesía ideal, aunque, ciertamente, muy peculiar. Sin embargo, tras deshacerse de todos los defectos que los estoicos y peripatéticos acumulaban sobre la figura de Alejandro Magno, el autor del Libro de Alexandre hace a su personaje culpable de un único pero gravísimo pecado: la soberbia. De hecho, parece como si el poeta castellano hubiera prescindido de todos los pequeños defectos que tenía el Alejandro Magno tradicional para hacer más evidente la gran soberbia de su Alexandre. En mi opinión, ello se debe a que el Libro de Alexandre es, como indican explícitamente las cuadernas finales de la obra, un poema didáctico. El Alexandre ofrece un modelo de rey ideal a imitar que, y esto es lo que me interesa para el objetivo de este trabajo, resulta ser un rey peculiarmente cortés y monárquico. Además, la obra también presenta una advertencia contra la soberbia, contra el comportamiento desmesurado y tiránico. Es decir, el Alexandre presenta una enseñanza positiva y otra negativa, un comportamiento que se debe emular y otro que se debe evitar.

Curiosamente, si el modelo positivo corresponde, como hemos visto, a los ideales de Alfonso VIII, lo mismo sucede con el negativo. En efecto, ya he indicado que Alfonso VIII cambió el énfasis de su propaganda tras la derrota de Alarcos, pasando a centrarse en la christianitas. El Alexandre también responde a esa preocupación: el rey Alexandre cayó por su soberbia, por haberse excedido, por ser ciego, por no comprender que todo mérito humano corresponde a Dios. Estos debieron de ser, asimismo, los sentimientos de los castellanos tras la derrota de Alarcos: los castellanos debieron de pensar que habían sido soberbios, que Dios les había castigado por ello, que todo éxito se debe a Dios, y que lo único que debe ostentar el hombre es, precisamente, christianitas. Jactarse de otra cualidad, como maiestas, es pecar de soberbia.

Por consiguiente, debemos concluir que el autor del Libro de Alexandre alteró su fuente con el fin de que tanto las virtudes corteses como los defectos del protagonista se hicieran eco de la ideología de Alfonso VIII de Castilla. El rey Alexandre es un vivo ejemplo de figura modélica a la hechura de la corte de Alfonso VIII: cortés, pero también piadoso, sabio y esforzado. Esta cortesía adaptada a las necesidades de la corte de Alfonso VIII es lo que se entiende por la verdadera cortesía, opuesta a otras visiones negativas de la cortesía que se encuentran a lo largo de la obra.

En suma, el Libro de Alexandre es una obra valiosísima a la hora de estudiar la recepción de la cultura cortés en la corte de Alfonso VIII. Como ya estudiamos en el capítulo II, la cortesía llegó a Castilla de manos de los trovadores provenzales. Los monarcas medievales sabían que mantener trovadores en una corte era un excelente método publicitario, y uno de los "indispensabilia del poder", en la fraseología de Even-Zohar. Además, Alfonso VIII y su corte no pudieron dejar de ver que la ideología de los trovadores, la cortesía, era un método excelente de solventar los problemas del reino y de reforzar la autoridad real. Es decir, Alfonso VIII y su entorno debieron comprender que la cortesía era algo más que un bien: también era una herramienta con la que se podía alterar la realidad.

Sin embargo, la cortesía de los trovadores que acudieron a la Castilla de Alfonso VIII era una cortesía arqueológica. Es decir, era una cortesía ideal, abstracta, perfectamente categorizada y canonizada. Era una cortesía nostálgica, consciente de su decadencia, y que, consecuentemente, giraba en torno al recuerdo de un tiempo pasado tópicamente perfecto. En suma, se trataba de una ideología que tenía muy poco que ver con la realidad, y menos con una realidad extranjera a su lugar de origen, como la de la Castilla de Alfonso VIII.

La corte de Alfonso VIII trató de convertir esta cortesía fantasma en una herramienta eficaz para cambiar la realidad de Castilla. Por ello, añadió una nueva serie de virtudes a la lista por medio de la cual se solía difundir la cortesía. El Libro de Alexandre ostenta la nueva combinación de cualidades que caracterizó a la corte de Alfonso VIII. Este hecho, unido a la datación de la obra en la primera década del siglo XIII, y al ambiente cortesano que transpira la obra hace necesario concluir que el Libro de Alexandre fue patrocinado por la corte de Alfonso VIII, probablemente para ser leído en ella.

La relación entre el Alexandre y la corte de Alfonso VIII se ve refrendada por otra concomitancia ideológica: el autor del Alexandre propugna, como la corte castellana de la época, la necesidad de fortalecer el poder real. Como hemos visto, existen varias pruebas que confirman esta hipótesis.

En primer lugar, tenemos el hecho de que el autor del Libro de Alexandre escoge una materia, la historia de Alejandro Magno, que tiene ya de por sí connotaciones regalistas: la leyenda de Alejandro Magno se usó siempre, y particularmente en el siglo XIII, como demuestra el caso de Federico II, para representar a la realeza potente.

En segundo lugar, está el hecho de que el poeta castellano alteró sistemática y cuidadosamente sus fuentes para eliminar todo vestigio de crítica peripatética y estoica a las cualidades corteses del monarca, con el fin de presentar una visión absolutamente favorable del rey Alexandre.

En tercer lugar, se halla el hecho de que el Alexandre ofrece una visión verdaderamente peculiar de la cortesía. Como he demostrado, la práctica de las virtudes corteses se entiende en la obra castellana como un método para que el rey protagonista, e indirectamente el monarca a quien se dirige el poema, obtenga beneficios políticos y consolide su poder.

En cuarto lugar, tenemos el hecho de que el autor del Libro de Alexandre elimina todos los defectos del protagonista para enfatizar uno sólo, que añade, la soberbia. Puesto que la soberbia era, en la Edad Media, un pecado que se solía atribuir a la realeza, su presencia vuelve a confirmar que el Libro de Alexandre se escribió para una corte real. Además, el énfasis en un sólo pecado en la segunda parte de la obra, contrastado con el retrato de una figura cortés ideal en la primera parte, indica que el Alexandre era una obra de corte didáctico, que ofrece un ejemplo negativo, que se debe evitar (el rey soberbio), y un ejemplo positivo, que se debe imitar (el rey cortés). Por otra parte, el hecho de que el pecado mortal de Alexandre sea la soberbia vuelve a apuntar a la política de Alfonso VIII de Castilla: la soberbia se cura aceptando que toda la gloria que existe pertenece a Dios, y aceptando el papel que cada uno tiene en este mundo, es decir, recurriendo a la piedad, a la christianitas. Por ello, la crítica de la soberbia que encontramos en el Libro de Alexandre puede indicar una defensa de la christianitas de Alfonso VIII.

En quinto y último lugar, el hecho de que el Alexandre presente una concepción más moderna, más legalista, de la traición. Para el poeta castellano, la traición un pecado imperdonable. Esta visión contrasta con la que encontramos en los antiguos cantares de gesta, generalmente de naturaleza oral. En ellos los héroes son grandes señores feudales, no monarcas, como en el Libro de Alexandre. Además, en estos poemas se alaba la rebeldía ante el señor feudal, algo que el Alexandre considera traición, y el uso de trampas. Frente a esta particular concepción, que favorece los intereses de los señores feudales, la que presenta el Libro de Alexandre favorece los de la monarquía. En efecto, la intolerancia ante la traición supone una ideología legalista, y ésta, normalmente basada en el derecho romano, propone la centralización del poder en la figura del rey. En cualquier caso, esta cuestión será desarrollada con más detalle en el próximo capítulo, el dedicado al Poema de mio Cid.

En suma, el Libro de Alexandre es una muestra de cómo la naciente literatura castellana alteró la arqueológica ideología cortés de los trovadores de una manera que denota la existencia de una monarquía local que buscaba reforzar su autoridad. Al llevar a cabo esta adaptación, añadiéndose todas las características que hemos visto, muchas de ellas extrañas al espíritu de la cortesía, el Libro de Alexandre introduce una serie de diferencias y peculiaridades en la ideología cortés, que revitalizan la cortesía, sacándola de su estancamiento arqueológico, a costa de la pérdida de la homogeneidad del fenómeno. Por ello, el Libro de Alexandre es un texto único para observar el modo en que cambió la cortesía al entrar en contacto con el mundo de la corte de Alfonso VIII de Castilla y, a un tiempo, para ilustrar la naturaleza de la política de ese monarca.


 

NOTAS

[1]  Es el propio autor quien, sin duda orgulloso de superar en conocimientos a Châtillon, nos indica que la historia de las tribus cautivas no aparece en el Alexandreis:

Pero Galter, el bueno en su versificar,

sediá ende cansado e queriá destajar,

dexó de la materia mucho en es logar;

quando lo él dexó, quiérolo yo contar. (2098)

[2] Así como el trivium que describe el Libro de Alexandre era perfectamente común y habitual en la universidad medieval, y se podía encontrar en cualquier estudio europeo, la versión del cuadrivium que ofrece el autor castellano es más peculiar, puesto que no es raro encontrar otras disciplinas en el lugar de las cuatro que propone. Sin embargo, no debe otorgársele demasiada importancia a este hecho, porque las disciplinas del cuadrivium estaban menos homologadas que las del trivium.

[3]  Este argumento en particular recuerda enormemente a uno de los usados por Rodrigo Díaz en uno de sus discursos, en el Poema de mio Cid:

"¡Oíd, mesnadas, sí el Criador vos salve!

Después que nos partiemos de la linpia cristiandad

(non fue a nuestro grado  ni nós pudiemos más),

grado a Dios, lo nuestro fue adelant.

Los de Valencia cercados nos han;

si en estas tierras quisiéremos durar,

firmemientre son éstos a escarmentar.

Passe la noche e venga la mañana,

aparejados me sed a cavallos e armas;

iremos ver aquella su almofalla.

Commo omnes exidos     a tierra estraña,

allí pareç el que merece la soldada". (1115-26)

Como se puede observar, en estas líneas el Cid también recurre al argumento de que es necesario luchar para ganarse la vida, como si fuera un "mester".

[4]  En este caso concreto, Alexandre usa el recurso retórico de la figura, como el mismo declara (801a).

 

Nota del editor web

En fichero PDF ofrecemos el índice de la tesis del profesor

Sanchez Jiménez del que proceden estas páginas

También se puede acceder al texto completo de la tesis.

 

 
 

cortesía en el libro de alexandre:
la visión del gobernante ideal

 

Tesis doctoral, Univ. de Salamanca
LA LITERATURA EN LA CORTE DE ALFONSO VIII

 

ANTONIO SÁNCHEZ JIMÉNEZ