El
camino de Santigo por tierras de La Rioja
Nájera
A
partir del Alto de San Antón, había diversas vías que conducían a
Nájera.
Por el
Norte, se encaminaba hacia Huércanos, municipio de casi mil
habitantes y en cuyo término municipal se encuentran restos
arqueológicos de un poblamiento romano. Las primeras noticias
históricas de esta villa se refieren a una venta realizada por el
obispo Tudimiro en el año 894 y, más tarde, a una donación por parte
de Sancho de Navarra al monasterio de San Millán. Y
cruzando el río Yalde, esta vía se junta con la actual
carretera para entrar en Nájera.
Hacia el Sur
continuaba por Aleson, en cuyos parajes tuvo
lugar, según el Códice Calixtino, la contienda entre el caballero
francés Roldán y el sirio
Ferragut. Y seguía la ruta
hacia la antigua ciudad de Tricio, municipio romano de la Terra
Sigillata. El desvío a esta última estaría
justificado por la pervivencia de la vía romana que pasaba por aquí
y ofrecía en los tiempos antiguos un recorrido más cómodo;
seguramente, también, por la importancia de la Basílica de Ntra. Señora de
Arcos, construida con elementos reutilizados de edificios
romanos y enriquecida con pinturas murales románicas. La existencia
de una necrópolis altomedieval en torno y dentro de la propia
basílica parece indicar que el viejo monumento tuvo un atractivo
especial para muchso cristianos que eligieron este lugar para su
enterramiento.
Desde el altozano
que ocupa Tritium Magallum se divisa Nájera, recostada
entre dos peñas, Malpica y "el Castillo". Es una
ciudad de origen prehistórico. Tierra de paso, situada en lugar
estratégico, vivió diferentes culturas y colonizaciones: íberos,
celtas, pelendones, autrigones, vascones, berones, romanos, suevos,
árabes ... Desde principios del siglo X se menciona Nájera en las
narraciones sobre las continuas luchas entre moros y cristianos. A
la población le dieron los árabes el nombre de Náxara ("lugar entre
peñas" o "lugar al mediodía") y a su río Naila le llamaron
Naxarilla. Fue reconquistada definitivamente por Ordoño II de León
el año 923, en colaboración con Sancho Garcés I de Navarra
(905-925). Este la incorporó a su
reino, junto con el Ducado de Cantabria, donándola a su hijo García
Sánchez I (925-970), con la denominación de "Reino de Nájera".
Posteriormente, a lo largo de los siglos X y XI, se convirtió en la
capital efectiva del extenso reino de Nájera-Pamplona. En ella
reinaron sucesivamente Sancho Garcés II Abarca (970-994), García
Sánchez II el Temblón (994-1004) y Sancho Garcés III el Mayor
(10041035). Con este monarca, denominado "Rex Hispaniarum", alcanzó
Nájera la cima de su fama y esplendor, como capital de un gran
imperio que abarcaba todas las tierras reconquistadas hasta el
momento, y se extendía desde las costas de Galicia hasta el Condado
de Barcelona y más allá de los Pirineos hasta Toulouse. En
aquella época Nájera fue escenario de trascendentales
acontecimientos en la historia de España. Aquí Sancho III celebró
Cortes y otorgó el famoso Fuero de Nájera, origen de la legislación navarra y base del derecho
nacional. Durante su reinado se acuñó en Nájera la primera moneda de la Reconquista.
Favoreció las peregrinaciones a Santiago de Compostela,
estableciendo alberguería y hospitales, y convirtiendo a la ciudad
en punto clave de la ruta jacobea. A la muerte de Sancho el Mayor,
el vasto imperio se repartió entre sus hijos García, Fernando,
Ramiro y Gonzalo, convirtiéndose Nájera en cuna de los reinos de
Navarra, Castilla y Aragón. En Nájera se quedó su primogénito, el
rey Don García (1035-1054), apodado "el de Nájera", porque nació,
vivió y fue enterrado en esta ciudad. Fue un gran rey, típico
representante de los monarcas medievales.
A partir de entonces,
habiendo declinado su esplendor, Nájera pasó a convertirse en
residencia preferida de monarcas y nobles castellanos, y en testigo
de sus disputas, intrigas y batallas. En 1136 Alfonso VII el
Emperador estableció en ella su corte, convocando en Nájera las
Cortes del Reino dos años después. Finalmente, dona el Reino de
Nájera a su hijo Sancho III el Deseado. Alfonso VIII, el de las
Navas, hijo del anterior y de Doña Blanca de Navarra, también nacido
en Nájera, anexiona definitivamente La Rioja a Castilla. La
ciudad aún fue testigo de hechos notables, como la proclamación de
Fernando III el Santo como Rey de Castilla el1 de mayo de 1217, o la
célebre Batalla de Nájera en 1367 entre las tropas de Pedro I el
Cruel y su hermano bastardo Enrique de Trastámara. Juan II la honró
con el título de Ciudad en 1438, y Enrique IV le concedió los
apelativos de "Muy Noble y Muy Leal" en 1454. En 1465 donó la ciudad
a D. Pedro Manrique de Lara, a quien los Reyes Católicos confirmaron
en esta donación en 1482, otorgándole, además, el título de Duque de
Nájera ("Duque Forte"). El emperador Carlos I visitó Nájera tres
veces y Felipe II una vez, de paso para las Cortes de Tarazona.
Durante la guerra de la Independencia contra las tropas de Napoleón
fue ocupada por los franceses, que confiscaron bienes e impusieron
fuertes contribuciones a los najerinos, saqueando cuanto de valor
material y artístico hallaron en la ciudad.
La ciudad, siguiendo
el condicionante del Camino, se irá alargando entre el cerro y el
río Najerilla, a base de ir adicionándose los sucesivos barrios al
núcleo primitivo del Palacio del Rey y el área del Mercado. Al igual
que de Logroño, Laffi se llevó una grata impresión de Nájera,
dejándonos una exacta descripción de la situación topográfica de la
misma:
...aquí [Nájera] se ve uno
de los mejores lugares que hay en estos países, puesto en una
llanura, y pasa por mitad de él un río no grande, sobre el cual
hay un grandioso puente. De la parte de poniente hay un altísimo
monte, que cubre la población, de modo que la mitad de ella no es
atacada de la lluvia, ni le da el sol más que por la mañana hasta
mediodía. Es un lugar provisto de
todo.
Antes de entrar en
Nájera, los peregrinos se encontraban con el barrio de San Fernando,
así llamado por haber tenido en él la proclamación de éste como rey
de Castilla, el 1 de mayo de 1218. Se cruzaba después el río
Najeri1la por un puente, cuya existencia documentada más antigua se
remonta al año 1020. Hasta el siglo XIX persistió un puente de
piedra con siete ojos, atribuido tradicionalmente en su totalidad a
san Juan de Ortega, quien debió acondicionar y, posiblemente,
ampliar el ya existente, en 1152. En 1886, fue sustituido por el que
contemplamos en la actualidad. La
riqueza de la ciudad permitía dar una buena acogida hospitalaria a
los peregrinos. Además de lo que ya hemos visto comentado por
Laffi en el siglo XVII, en este fragmento de Künig,
dos siglos antes, su referencia es también muy favorable:
Allí dan de grado por amor
de Dios en los hospitales, y tienen todo lo que puedas apetecer. A
excepción del hospital de Santiago, toda la gente es muy burlona.
Las mujeres del hospital arman mucho ruido a los peregrinos, pero
las raciones son muy buenas.
El Hospital de la
Cadena se hallaba antes de cruzar el puente, en el barrio de San
Fernando. Existía ya en 1227, cuando María Pérez le legó sus bienes
y ella misma ofreció su vida al cuidado de los pobres. En su origen
fue una leprosería, por eso el nombre de Hospital de San Lázaro que
ostentó en alguna época, que terminó por convertirse en hospital de
peregrinos. Las descripciones del siglo XIX nos dan una imagen de un
edificio «de pobre aspecto y débil construcción, no contíene más que
una pequeña y mal ventilada habitación». El Hospital de la Abadía,
también conocido como el del Emperador por el apoyo que le dio
Alfonso VII, se encontraba al otro lado del río, dentro ya de la
ciudad. La dependencia hospitalaria propiamente dicha estaba unida a
un albergue; su fundador, el rey García, instituyó que se acogiese
en ella a los peregrinos enfermos y menesterosos «como si cada uno de ellos fuese Cristo en
persona» . El Hospital de la Piedad es una fundación de
1648, llevada a cabo por una congregación de treinta y cuatro
personas, que con su ayuda atendía seis camas.
Nada existe ya de la Santa María
la Real del glo XI, la que fundó en 1052 el rey García, a la , que
se creaba la alberguería que acabamos de referir. Cuenta la leyenda
que el rey, un día que estaba cazando por estos parajes, descubrió
en una cueva una imagen de la
Virgen; para honrarla ordenó edificar un monasterio que
entregó a los benedictinos. Con Alfonso VI, en 1075, pasó a depender
Cluny. Tampoco se conserva la fábrica románica edificio, ni siquiera
el magnífico retablo de oro, ( imaginería de relieve, esmaltes,
pedrería y aljófar que los reyes García y Estefanía ofrendaron al
templo cuando éste fue consagrado en 1056. El nombre Almani que
figuraba como su autor ha hecho suponer un origen germánico, lo que
de inmediato induce a clasificarlo dentro de la tradición de
la orfebrería otoniana. En este sentido, la filiación germánica de
obras renovadoras del arte figurativo de la región, realizadas por
artistas alemanes, parece confirmarse con creaciones coetáneas y
próximas en la zona, como el «Arca de San Millán»,
realizada por un maestro llamado Engell y su hijo Rodolfo.
El templo que contemplamos en la
actualidad, un vasto edificio de esbeltas proporciones, de naves y
crucero, de finales del gótico; se afirma fue comenzado en 1434,
aunque no se acabó hasta bien entrada la centuria siguiente. El
claustro también gótico, es ya una construcción de la primera mitad
del siglo XVI, con la representación abundante imaginería y una
bella decoración plateresca en la tracería de las arcadas. El
panteón real de sonoros nombres medievales, corresponde a reforma
manierista con numerosas imágenes de reyes que se dice aquí
sepultados, aunque el sepulcro románico de doña Blanca, mujer de
Sancho el Deseado, permite hacernos una idea de lo que debieron ser
algunas de las sepulturas más antiguas. Creación excepcional es la
gran sillería, labrada los hermanos Amutio en 1493, en la que
destaca, sobre la silla abacial, la gigantesca estatua marcial del
fundador del monasterio, el rey García.
La salida de Nájera
de la ruta jacobea discurre bajo los muros de Sta. María la Real por
una empinada cuesta entre las dos peñas que dan nombre a la ciudad.
Desde lo alto y entre pinos el peregrino dejará la Nájera
hospitalaria y decubrirá la planicie donde, no muy lejana, aparece
Azofra, el siguiente hito del Camino Compostelano.
Azofra - Sto. Domingo de la Calzada >
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