La cruz de los valientes
Cuando el
Camino de Santiago se despide de Santo Domingo de la Calzada, enfila hoy
por la carre tera hasta la bella villa de Grañón. A poco de iniciar la
cuestecilla, se observa, a la izquierda, casi confundida entre la renque
de postes de luz, una modesta cruz de madera, que recuerda a otros
humildes cruceros de La Maragatería o El Bierzo. Es la Cruz de los
Valientes.
Presenta Grañón uno de los más
hermosos trazados jacobeos, con calles muy rectas que se curvan en los
extremos para amoldarse a las redondeces del cerro. Aquí nació Martín
García, uno de los héroes de nuestra leyenda.
A
lo largo de los siglos, numerosas localidades riojanas han mantenido entre
sí rivalidades, discusiones, pleitos y concordias al arrogarse derechos
sobre comu nales, faceros, dehesas y
regadíos.
Una de las discrepancias más
famosas fue la habida entre el poderoso núcleo de Santo Domingo de la
Calzada y el modesto -pero orgulloso- de Grañón, por una dehesa de mil
fanegas que se extendía entre ambas
poblaciones.
Las disensiones habían
llegado a tal extremo que la guerra parecía iba a ser la única solución.
En consecuencia, los concejos se convocaron a vistas a la entrada del
descanso encinar, protegiéndose como podían del cierzo que paseaba su frío
aliento de marzo por la llanura. Mediaba el siglo
XIV.
-Esto no puede seguir así -comenzaron a
explicarse los de Santo Domingo.
-Lo mismo pensamos
nosotros -replicaron los de Grañón.
-Como hombres
responsables de los tiempos venideros de esta tierra, invocamos los
privilegios que nos concedió el rey Pedro I el Cruel, por los que somos
poseedores de la Dehesa.
-Nosotros apelamos a las
mercedes conseguidas de Enrique II de Trastamara. El terreno es
nuestro.
-Santo Domingo puede presentar, además, los
testimonios de pastores y cazadores que han desempeñado sus actividades en
esa zona durante muchos años.
-Vale más la palabra
del ermitaño de Carrasquedo, que viene hacia aquí.
-Con razón corre por todos los pueblos el dicho:
"Grañón, en cada casa un ladrón".
-Pues sí que
podéis presumir vosotros, id a Bañares y preguntad lo que dicen de vuestro
patrón: "Si lo apedreamos -muy bien hacemos -que no se meta el santo-. en
terreno ajeno".
La llegada del ermitaño evitó que
los representantes echaran manos a sus espadas.
-¡Paz! ! Haya paz en nombre de Dios y de la Virgen de
Carrasquedo!
El mercado semanal calceatense fue en
esta ocasión un hervidero de murmullos e intenciones. Desde primeras horas
se intuía que algo grave iba a ocurrir. A mediodía, la multitud se apiñó
ante el edificio donde se hallaban los munícipes, pidiendo ir contra
Grañón. Los escasos de este pueblo que habían acudido a la feria, salieron
escopeteados a refugiarse dentro de las defensas de su pequeña
villa.
Ante el cariz que habían tomado los
acontecimientos, ambos concejos volvieron a reunirse en la
Dehesa.
-Después de lo ocurrido ayer en el
mercado, hemos reflexionado durante horas y hemos llegado a la siguiente
conclusión: con el fin de que toda vuestra población no desaparezca, lo
mejor es que luchen entre sí, sin armas, dos caballeros, uno por Santo
Domingo y otro por Grañón. El que venza conquista ese campo para su patria
chica.
-No me parece mala idea -intervino
el concejal grañonero de más edad-, pero le veo una
pega.
-¿Cuál?
-Que
exigís que el nuestro sea también caballero. -Así tendréis alguna
oportunidad más. -Proponemos poder elegir a cualquiera de los hombres de
nuestro pueblo, ¿de acuerdo?
-De acuerdo,
aunque para un caballero de Santo Domingo será un timbre de deshonor salir
triunfante contra un rústico. Os dejamos elegir
fecha.
-¿La mañana de San
Juan?
-La mañana de San
Juan.
Sellaron el desafio con un apretón
de manos y, unos hacia abajo, otros hacia arriba, tornaron a sus
cuarteles.
Los grañoneros eligieron por
paladín a Martín García, mozo robusto que se pasaba la vida labrando,
sembrando y segando. Su padre había perecido en la última guerra, Sólo le
quedaba la madre, la señora Graciana, que lo cuidaba como a la niña de sus
ojos.
Los calceatenses han escogido a un
campeón especialista en grescas y marrullerías de
taberna.
Martín continúa dedicándose al
campo. El Ayuntamiento facilita a la madre habas, tocino, chorizo y, sobre
todo, caparrones, muchos caparrones.
Al de
Santo Domingo lo someten a un régimen de finuras y a largos paseos por las
murallas de la ciudad.
Un buhonero avisó a los
calceatenses:
-Tened cuidado, que he visto a
Martín levantar a pulso el aladro por la
rabera.
-Por la rabera lo van a levantar a él.
Y ahora mismo vas a ir a la cárcel.
Llegado el
día de San juan, Martín preguntó al alcal
de:
-¿Queda todavía tiempo
para el
desafío?
-Sí.
-Pues
vamos todos a Carrasquedo.
Atraviesan la plaza,
enfilan la calle de Santiago, pasan la ermita de los judíos; él, de la
mano de su madre. Oró ante la imagen y se encaminaron a la
Dehesa.
La hallan convertida en un Campo de la
Verdad. Un claro del bosque, esquinado por cuatro enormes encinas, ha sido
amojonado con una gran maroma.
Ya esperan los
de Santo Domingo. Despojan a su caballero de sus ricas vestiduras y
comienzan a untarlo todo de grasa, menos las manos. Los concejales de
Grañón protestan:
-¡Eso es
trampa!
-¿Trampa? ¡Vaya ignorantes! Esto se
hace desde antes de los romanos. Y no protestéis, que, si os retiráis,
perdéis el término.
Martín mostraba el torso
desnudo, más calzas y peales.
Al saltar la soga
ambos contendientes, el gentío inició su
bramido.
Por más que lo intentaba, Martín no
lograba asir a su adversario. Este, por el contrario, con las manos secas
logró tumbarlo varias veces en el suelo.
Han
transcurrido muchos minutos; las energías pueden comenzar a faltarle;
recuerda las palabras del alcalde: "No puede fallar, Martín; ellos tienen
más influencias y podrían quitarnos la Dehesa "
.
Tras un breve respiro, mira a su
escurridizo enemigo, introduce su dedo corazón por el orificio donde la
espalda dice adiós a sus dominios, lo levanta en el aire y lo arroja a
varios metros de distancia.
Afirma la
leyenda que jamás se levantó. Y que nunca Santo Domingo recabó más
derechos. Y que desde entonces disfruta de la Dehesa plenamente
Grañón.
Algunas guías jacobeas recogen el
dato de que hasta hace unos años se rezaba un padrenuestro por Martín
García en la misa dominical de su villa. Aquí tiene una calle. En ella
converso con un anciano:
-¿Cuál de los
dos cree usted que fue más valiente? -Los dos. Yo he labrado mucho
alrededor de esa cruz, y he meditado y pienso que la tradición ha obrado
bien al recordarlos a los dos, en
plural.
Avanzo unos pasos; entro a
contemplar el excelen te retablo mayor, restaurado, de San Juan; salgo a
la plaza; en medio de la luz de la mañana se saludan efusivamente dos
hombres jóvenes.
-¿Qué tal por Santo
Domingo?
-Muy bien, y por
aquí?
Acaso sean descendientes de los dos
Valientes.
Félix Cariñanos ha novelado esta bella leyenda de la ruta jacobea.