RESUMEN
Se trata de un códice del archivo de la Catedral de Santo Domingo de la Calzada, en el que se encuentran relatados catorce milagros realizados por Santiago a peregrinos en el Camino a Compostela. Una introducción sitúa el códice en su tiempo, en el lugar en que se encuentra y en el lenguaje religioso medieval. Palabras clave: Milagros. Peregrinación. Compostela. Camino de Santiago. Códices medievales. Santo Domingo de la Calzada. Lenguaje.
It is a question of a codex of the file in Santo Domingo de la Calzada's cathedral in which are reported fourteen miracles realízed by Santiago to pelegrins in the way to Compostela. An introduction places the codex in its time, in the place in which they are and in the religion medieval language.
Key words: Miracles. Peregrination. Compostela. Santiagos's way. Medieval codexes. Santo Domingo de la Calzada. Language.
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INTRODUCCIÓN
En el año Santo Compostelano de 1993 me atreví a publicar una primera traducción de milagros de Santiago conservados en un códice del Archivo (Archivo Catedral de Santo Domingo de la Calzada. Cod.II. Fols. 65-67) de nuestra Catedral de Santo Domingo de la Calzada (Revista Peregrino n.31-32); apareció con demasiados errores. Pero he tenido ocasión de volver después sobre aspectos más específicos de ellos, al presentar una lectura comparativa del 'milagro del peregrino ahorcado' según distintos códices y recensiones ( 'Los milagros de Santiago y la tradición oral', en Antigüedad y Cristianismo. XII. Murcia 1995)
Ahora mi propósito es publicarlos con el fin de ponerlo en manos de peregrinos, calceatenses y estudiosos interesados en estos temas, con una introducción que ayude a leer en nuestros días estas ingenuas narraciones con respeto e incluso admiración por lo que tienen de recurso literario, testimonio, vivencia y reflexión teológica.
Cada época y generación ha tenido siempre el peligro de sentirse única y privilegiada; poseedora de la verdad y juez para impartir bendiciones o aherrojar en el menosprecio 'cuanto ignora'. Nos enriquece sin embargo mucho más el respeto a las edades pasadas, la búsqueda de 'su verdad' como lenguaje y como vida, la apertura a valores y sentires humanos que fueron capaces de obras literarias, arquitectónicas o teológicas monumentales como las producidas por la esplendorosa Edad Media.
0.- EL CÓDICE DE LOS MILAGROS
Este Códice es el nº 2 de los existentes en el Archivo de la Catedral de Santo Domingo de la Calzada, en La Rioja. Fue estudiado en su día por Jean Leclercq OSB, en «Hispania nostra» vol.2, 1949, dentro del artículo titulado «Textos y manuscritos de algunas bibliotecas de España». Esta es su descripción:
Consta de 160 folios de 275 x 185 mm. Y lleva algunos folios sueltos y pegados en las cubiertas que son de otro códice. Este códice fue compuesto probablemente en el s.XII y contiene los siguientes tratados.
Fol.1. Bajo el título general de «LIBER ABBATIS» se recoge un Compendio de Teología moral, que consta de un índice de capítulos en el folio 48vto.
Fol.49. Siguen otros capítulos con diversos tratados de ascética y vida espiritual, precedidos de un tratado «De decem preceptis», «De septem moralibu», «De septem sacramentis», «De articulis fidei secundum Lincilnienseril episcopum».
En los folios 65, 66, 67, se insertan relatos de varios milagros atribuidos al apóstol Santiago en favor de peregrínos compostelanos.
Fol.80. «Incipiunt capitula primi libri sententiarum de Misterio Trinitatis». Siguen los capítulos de otros tres libros.
Fol.87vto. «Incipiunt capitula historiarum scolasticarum».
Fol.92vto «Incipiunt capitula primi libri Ysidori Iunioris episcopi ad Braulionem cesaraugustanum Episcopum scripti».
Fol.96vto. «Petri Alfonsi liber íncipit contra iudeo».
Los últimos 16 folios de este códice contienen un texto añadido probablemente en el s.XIV y escrito en letra cursiva, al igual que las notas puestas al margen del mismo.
¿Cómo llega este Códice al archivo calceatense? Solamente en el siglo pasado llegó al archivo de la Catedral, como consecuencia de las leyes desarmonizadoras(sic,[desamortizadoras?]), que desertizaron nuestros monasterios y, en concreto, el Convento de San Francisco en la misma Ciudad de Santo Domingo de la Calzada.
La Biblioteca de dicho Convento fue trasladada en gran parte a este Archivo y, entre sus 1.400 volúmenes de los ss.XVI-XVIII, venían varios códices. (cfr. RAMÍREZ PASCUAL T. Una biblioteca del siglo XVI. Berceo. Logroño nº 123, 1992, p.69-98).
También sabemos de dónde procede dicha Biblioteca. Fue la donación que Fray Bernardo de Fresneda, hace al Convento de San Francisco, por él recién fundado en el año 1568. Se conserva su Testamento y, en él, la relación de 940 títulos de libros. Entre ellos está el Liber Abbatis, nuestro códice.
Que se trata del mismo ejemplar lo dice su encuadernación 'plateresca' al igual que el resto de libros conservados de aquella primera donación y de los que se conservan actualmente unos 400.
Fray Bernardo de Fresneda fue Confesor de Felipe II, reformador de la Orden Franciscana en España, Obispo de Cuenca y Zaragoza y gran mecenas del Convento de San Francisco de esta Ciudad de Santo Domingo de la Calzada, donde se conserva su sepulcro, obra exquisita en mármol de García de Arredondo.
Más allá de esta fecha no podemos adentrarnos. Simplemente, en boca de los expertos que, sin un examen pormenorizado, se han pronunciado sobre él (Prof.Díaz y Díaz, Profs.Francisco Javier y Claudio García Turza, al decir del antiguo archivero de esta Catedral, D.Ciriaco López de Silanes, además del P.Leclercq), que lo atribuyen al s.XII, incluso a la primera mitad dels.XII.
1.- CUESTIÓN DE LENGUAJE
«Te ruego, pues, que leas con atención y benevolencia y que seas indulgente si, a pesar de mi esfuerzo, no he acertado con la traducción de algunas frases. Pues lo que se expresó originalmente en hebreo no conserva el mismo sentido, traducido a otra lengua. y no sólo este libro, sino también la Ley y los Profetas y los restantes libros son muy distintos en su lengua original».
(Prólogo del bíblico libro de Ben Sirá o Eclesiástico)«Nuestra capacidad de traducir textos expresados en lenguajes pertenecientes a tradiciones diversas (sobre todo de tradiciones en las que existe una conexión estrecha entre lenguaje y creencias) está en gran parte condicionada por nuestra individual capacidad, siquiera sea imaginaria, de revivir creencias, sentimientos y emociones que estuvieron en su origen ligados con aquellos textos».
(José Montoya Sáenz Lenguaje, conocimiento e historia', en Antigüedad y Cristianismo XII, pag.15-24 Murcia, 1995)
Con la expresión 'traducir' no nos referirnos tanto a la conversión de palabras del latín al castellano, donde será fácil relativamente (aparte mi personal impericia) encontrar equivalentes bastante aproximados. La dificultad de traducir se refiere más bien a la traslación a nuestros días del sistema de valores medievales tan diametralmente distinto del actual.
Hablar de 'milagros' en la actualidad pone en guardia a cualquiera que se sienta hombre del siglo véinte (ya veintiuno). La incomprensión no proviene del alcance de las palabras, sino de la ignorancia del contexto, de las creencias e instituciones, de la concepción del mundo en general que el hombre cristiano medieval tenía. Y esto se acrecienta, cuando se trata no de conceptos teóricos sino muy particularmente cuando se trata de narraciones prácticas, es decir, de 'aquellas cuya función principal es dirigir y ordenar la interrelación social' (José Montoya, o.c.).
Este es el caso de las narraciones de milagros medievales o ejemplos, como ellos los llaman a veces, frecuentes, necesarias, predicadas en cada santuario que quería atraer hacia sí los caminos de peregrinación por donde discurría la multitud de cristianos en busca de perdón, indulgencia o cumplimiento de penitencias impuestas.
2.- UN MUNDO DE CREYENTES CRISTIANOS
En personas creyentes cristianas, donde lo «sobrenatural. era lo natural, lo normal, es decir, el único mundo existente, los planos se confunden de tal forma que la narración discurre por cauces que nosotros nunca mezclaríamos, como si entrecruzar géneros literarios distintos equivaliera a intercambiar mundos distintos. Para ellos el mundo de la realidad tangible, el mundo de la fe y de las creencias y el mundo extramundano son la misma realidad donde Dios ejercita su soberanía y en el que el hombre ha sido colocado para caminar 'ultreya' más allá de las realidades visibles, a lo definitivo del encuentro con Dios en el cielo.
Pero todo pertenece al mismo mundo, el mundo de la gracia, el mundo redimido del pecado por Cristo puesto que los creyentes «han sido capacitados para compartir la suerte de los consagrados en el reino de la luz; que os arrancó del poder de las tinieblas y os trasladó al reino de su Hijo querido. Por el cual obtenemos el rescate, el perdón de los pecados. Él (Cristo) es la imagen de Dios invisible, primogénito de toda la creación, pues por él fue creado todo, en el cielo y en la tierra: lo visible y lo invisible, majestades, señoríos, autoridades y potestades. Todo fue creado por él y para él, él es anterior a todo y todo tiene en él su consistencia. Él es la cabeza del cuerpo, de la iglesia. Es el principio, primogénito de los muertos, para ser el primero de todos. En él decidió Dios que residiera toda la plenitud»... (Col.1, 15ss)
Y por ello, el creyente medieval, identificado con Cristo por la fe participa también de la totalidad del universo. Tan real le resulta el reino de lo visible como de lo invisible; tan cierto el mundo de la fe como el de lo material; tan tangibles los alimentos del cuerpo como los del alma.
Un ejemplo hermoso lo tenemos en el Milagro n.8, en donde la narración pasa de lo material de una muerte, a la presencia de ángeles, demonios y santos que acompañan al muerto, para adentrarse en una asamblea santa, que no es otra cosa que el Concilio Lateranense I (1.123) o II (1.139), que por otra parte viene presidido por la Señora Virgen María, tal como lo creían y suponían los mismos Padres Conciliares. Mezcla de la tosca realidad de la muerte, con la fantasía del más allá, con el hecho histórico y con el sentimiento creyente de la Comunión de los Santos.
No podemos hacer toda una antropología del hombre medieval, el hombre que produjo ya quien iban destinadas las narraciones de estos milagros, pero sí poner sobre aviso para que quien lo lea no olvide el esfuerzo de empatizar lo más posible con aquellos de quienes hemos recibido estas narraciones.
3.- LA MORAL Y VIRTUDES CRISTIANAS EN LA EDAD MEDIA
Para quien de la historia tenga una única clave de interpretación, la económica por ejemplo, estas colecciones responderán simplemente al afán de los santuarios (mejor, de sus beneficiarios) de llamar la atención de los fieles con promesas de falsa salud y así recabar de ellos bienes más materiales, como limosnas, testamentos etc. Para quienes sin embargo tengan una visión más compleja de la realidad, estos libros encierran verdaderos tratados de 'vida y virtudes cristianas' con que aleccionar y enseñar al pueblo no sólo a confiar en Dios, a mantener una concepción providente de la vida y de la historia, sino también a fomentar en ellos valores sociales que vayan afianzando la 'cristiandad' como forma social concreta de ser del hombre en la Europa de ese tiempo.
No se negarán sin embargo las repercusiones económicas, sociales o morales prácticas que tenían para la situación de un santuario, de un camino o de una peregrinación. Ni la picaresca que los egoístas, tramposos e hipócritas introducían en los más puros intereses. Actitudes por otra parte descritas con detalle y condenadas justamente por los mismos 'milagros' o ejemplos que las relataban.
Así entendemos que muchos de los milagros nada tienen de 'milagro', cuanto de fingidas parábolas en las que paso a paso se van sembrando valores, actitudes o reprendiendo intenciones y pecados, construyendo al final un delicado sermón moral que iluminaba el corazón de los fieles sencillos más que la profunda lección de teología de la universidad (estamos en su nacimiento).
Ni siquiera hay en algún caso 'milagro' alguno: un triste acontecimiento que conduce a la afirmación de una obligación cristiana ( «No trabajar los días de fiesta» cfr.milagro n.10).
4.- LOS MlLAGROS MEDIEVALES, PARÁBOLAS EN ACCIÓN
Todo es inteligible cuando uno posee la clave de lectura de una narración. Cuando se trata de géneros literarios la percepción, desde el principio, de su naturaleza hace que la realidad camine por las rutas de la fantasía con la mayor naturalidad, sin por ello inducir a nadie a ,engaño.
Recientemente se ha premiado con varios 'oscars' a una película deliciosa como «la vida es bella» hermosa parábola escrita con el cruel lenguaje de la realidad histórica; nadie se cree la 'historia' como tal, pues conoce de sobra la irrealidad de una situación en un campo de concentración o exterminio nazi de un niño; y, por ende, nadie admitiría la posibilidad de una fantasía o juego en el que un niño pudiera ser entretenido, ni siquiera días, dentro del infierno que aquellas situaciones eran. Y sin embargo nada más real que los hechos contados; nada más real que la lección de esperanzado optimismo; nada más real que la victoria histórica de los 'vencidos'.
No son menos reales las lecciones de moral, historia, providencia, compañerismo, ternura o misericordia de los milagros que aquí se nos narran; pero no menos imaginativos en la aproximación a hechos históricos reales y concretos donde esto hubiera 'sucedido' de verdad.
Los hechos 'milagrosos' están a la orden del día. Todo lo inexplicable, casual, excepcional, solución de situaciones inextricables, pasmoso por su espectacularidad, constituirá para el creyente ocasión de elevar su mente al Dios providente en quien cree. y desde esta perspectiva, también en la actualidad el creyente mantendrá la oportunidad de dar gracias a Dios cuando se sienta encauzado en caminos de liberación personal o social más allá de sus fuerzas y voluntad.
Sucedió en 1992. En Santo Domingo de la Calzada. Un albañil cae de un cuarto piso, en medio de un patio de cuatro por cuatro metros, con andamios entre medio, cubierto prácticamente aún de restos de la construcción, ladrillos, maderas, clavos, herramientas etc. y resulta ileso. Es devoto de Santo Domingo de la Calzada, ¿quién podrá quitarle de la mente la convicción de que el Santo ha obrado con él el 'milagro' de sacarlo ileso de tal situación? Para el no creyente habrá necesariamente otra lectura tan legítima como la primera.
Serán, pues, siempre dos interpretaciones legítimas de los hechos, mientras sean respetuosas, según la vivencia del protagonista. y habrá dos niveles de lectura condicionados por la actitud, creyente o no, del lector.
5.- UN LENGUAJE ANQUlLOSADO
La dificultad mayor resulta cuando este lenguaje claro y luminoso para el hombre medieval permanece anquilosado siglo tras siglo y ha de ser comprendido por los hombres del mundo en que vivimos. No nos referimos al texto que presentamos, donde con la lectura, se ofrece y exige una reflexión que lo domeñe y haga inteligible.
Nos referimos más bien a gestos, signos, testimonios, que permanecen siglo tras siglo rígidos a esta comunicación y de los que se han perdido las claves de su lectura. Permanecen entre nosotros romerías, procesiones, cofradías, ritos cuyo significado se nos escapa, pero cuya celebración mantenemos con una fidelidad digna de causa noble. En la Procesión de Viernes Santo de la Ciudad de Santo Domingo de la Calzada, al alcanzar el centro de la calle oeste fuera de las murallas, se detiene la procesión; el 'paso' de Cristo en el sepulcro gira hasta dar cara a la Dolorosa que le sigue y en el espacio libre dejado entre los dos 'pasos' el Prior de la Cofradía de la Vera Cruz rinde el pendón que hace flamear rozando el suelo, en claro signo de sometimiento u homenaje. Y a este rito se le llama 'la Sinagoga'. Por cierto que nunca en esta Ciudad hubo judería o barrio de judíos.
O también, ¿Qué pinta un gallo y una gallina en un gallinero construido dentro de una Catedral? Hablamos también ,como es bien conocido, de la Catedral de la misma ciudad de Santo Domingo de la Calzada. Se trata sin duda de un dinosaurio lingüístico que ha permanecido en pie y que constituye una especie endémica, cuyo origen y significado se nos escapa. El simple relato de un 'milagro' bien adobado que quiera explicarlo aún complica más el mensaje para quienes se encuentran tan lejos del mundo que lo generó, pero que no lo colocó por puro capricho, y para quienes tuvo el significado de engrandecer su ciudad, puesto que pronto lo colocaron en el escudo de la misma. Todos comprendemos el significado del gallo situado contra el viento en la veleta; o como animal solar que con su canto ahuyenta la oscuridad e invita a la alabanza matinal; y mucho más el canto del gallo que señalaba el despertar del día y marcaba la hora de partir los peregrinos (milagros 2 y 9). Sabemos del gallo de la pasión y de su kikiriki testimonial. (y aparece también el gallo al que en el mundo medieval se le da una interpretación negativa, como símbolo de la lujuria). Tendríamos que mezclarlos a todos para llegar al origen del porqué se colocó un día y porqué ha permanecido en la Catedral de Santo Domingo de la Calzada. Luego vendría quizás la narración etiológica que le diera contenido religioso y local.
Recientemente Javier Pérez Escohotado nos ha dado, a través de la 'alquimia esotérica y juegos de sociedad', una 'interpretación razonable' que nos resulta plausible dentro de las muchas lagunas que señala. (El Basilisco, n.23. Enero-marzo 1998. Oviedo) y si bien no compartimos las razones para fijar la fecha en que se gesta este 'milagro del gallo y la gallina', aceptamos como válida la fecha señalada de entre 1250-1300.(Nota de la redacción: en la dirección electrónica https://www.vallenajerilla.com/berceo/escohotado/replicamilagros.htm ofrecemos la réplica del aludido Javier Pérez Escohotado a las afirmaciones vertidas por el autor de este artículo, y que también fueron publicadas por la revista Berceo).
Una de las razones para señalar esta fecha es el documento de nuestra Catedral de 6 de octubre de 1350 en que se otorgan indulgencias a quienes 'videntes gallum et gallinam ibi existentes' veneren devotamente las reliquias. Esta frase 'mirando el gallo y gallina que allí hay' nos parece una interpolación en el traslado que se conserva de 1440. La razón es la existencia de un original de 8 de septiembre de 1350, con el mismo texto, y las mismas firmas de Obispos y de Papa, con la única modificación de la fecha (bien cercana) y donde no aparece la anotación de 'videntes gallum et gallinam ibi existentes' (Colección Diplomática Calceatense. Archivo Catedral 1125-1397 n.98 y 99).
Hay sin embargo dos 'documentos' no señalados, pero que certificarían las mismas fechas para el origen del milagro del gallo y la gallina asociados a la figura de Santo Domingo. Y es la existencia de un sello de nuestra Catedral de c.1300, donde con la inscripción «CAPITULI CALCIATENSIS» aparece la figura del Santo con bastón en la mano y dos esclavos a su derecha de rodillas y un gallo y gallina a su izquierda.
Asímismo, en París, Musée de Cluny nº inv.CI.4768 se conserva un sello-insignia de peregrino, de plomo-estaño (55 x 31 mm) con la inscripción en la orla perimetral: SIGILLUM SANTI DOMINICI CALCIATENSIS y en el centro el Santo con un gallo y gallina en sus manos, un peregrino a sus pies encadenado y bajo sus pies probablemente un puente. La fecha también se atribuye a los ss.XIII-XIV (Cfr. «Santiago, Camino de Europa», Santiago, 1993. Libro catálogo de la exposición celebrada con el mismo título en 1993, Año Santo Jacobeo. Compendio de temas, bibliografía e ilustraciones muy completo sobre el fenómeno de las peregrinaciones a Santiago de Compostela).
Más recientemente aborda el mismo tema del 'milagro del gallo y la gallina' Luis M.Calvo Salgado (Revista «Historia viva» año XIII, número extra dedicado al XACOBEO 99). Señala un Passional de finales del s.XIII donde se incluye por vez primera el motivo del gallo y la gallina en el relato del peregrino ahorcado.
Coincido con su parecer en el sentido de que los 'milagros' son en buena parte parábolas y ejemplos aportados como sermones morales que al pasar el tiempo y cambiar nuestro concepto de historia se convierten en 'hechos históricos' comprobables. Será sólo al final de la Edad Media cuando encontraremos testimonios de 'investigaciones' a partir de testigos oculares o transmisores de relatos, mediante los cuales se trata de objetivar lo sucedido para darle el carácter de extraordinario, de intervención milagrosa de Dios, de imposible por fuerzas humanas (varios ejemplos se encuentran en el mismo Archivo de la Catedral de Santo Domingo de la Calzada de finales del s.XV)..
Desde entonces nos persigue una preocupación 'historicista' que nada o poco tiene que ver con el carácter de los 'milagros' medievales. La actual mentalidad racionalista que para todo tendrá una explicación humana sale aún más del ámbito del creyente medieval o actual. En nuestra época es frecuente encontrar hombres que creen sólo en el hombre: el hombre es la única 'divinidad' capaz de explicar las cosas y los acontecimientos. El sentido del hombre como ser contingente no cabe en una mentalidad que no admite nada superior a sí mismo. y lo que no entiende lo deja para más adelante o lo cataloga como parte de los misterios de la vida.
MILAGROS
I
(al margen : Quidan seducte volens quosdam seducere et seductus est.)
Quidam de Anglia ascenderunt beatum Iacobum ex voto visitaturi qui, transcurso itinere usque al castrum quod Trinum Castellum dicitur venerunt quod est circa Compostellam itinere duorum dierum et dimidium.
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I
(al margen: uno uno que con engaños quería engañar a otros y fue engañado)
Se embarcaron unos ingleses hacia Santiago por un voto. Al cabo del camino llegaron a un castro llamado Tria Castela, que está a dos días y medio de camino de Compostela
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Formato utilizado en el original del estudio, del que omitimos los textos latinos
I
(al margen: uno que con engaños quería engañar a otros y fue engañado)
Se embarcaron unos ingleses hacia Santiago por un voto. Al cabo del camino llegaron a un castro llamado Tria Castela, que está a dos días y medio de camino de Compostela. El hospedero les tendió una trampa a causa de su dinero. El los emborrachó y se durmieron profundamente; aprovechó el hospedero para poner una copa de plata en el saco de un muchacho llamado Hugonell, que había venido en peregrinación con su padre. Después de esto, los persiguió a la mañana siguiente; y, deteniendo a aquel en cuyo saco se encontraba la copa, lo despojó de sus bienes y solicitó del pretor de aquel lugar que lo colgasen como convicto de robo. Fue ahorcado; pero su padre, que era hermano de peregrinación continuó angustiado la peregrinación. Sin cesar elevaba plegarias al Apóstol por su hijo. y unas veces pedía venganza y otras le acusaba de aguantar que tales cosas hiciesen los malvados. Pero al regresar al sexto día con sus compañeros al lugar en que su hijo había sido ahorcado, lo encontró vivo, sin señal alguna de dolor o de angustia; al contrario, alabando entusiasta a Dios y a Santiago. Fue así cómo, liberado por el pretor de la ciudad, si bien no pedía venganza, vio ahorcado a aquel por cuyo engaño él había sido ahorcado.
II
(al margen: el hijo apresado)
También habría que recordar cómo unos teutónicos hicieron voto de peregrinar a los pies de Santiago. Llegaron a Tolosa y fueron recibidos por un hospedero; éste, aunque en modo alguno podía simular ser oveja bajo piel de oveja, con bebidas mezcladas como signo de hospitalidad intentó embriagarlos. Una vez borrachos y caídos en profundo sueño el engañador hospedero, empujado por el deseo de avaricia a acusarlos de hurto para quedarse con sus dineros, escondió una copa de plata en una de las capas de los que dormían. Pero una vez que los peregrinos se hubieron marchado al canto del gallo, sin sospechar nada malo, el hospedero los persiguió armado y gritando a grandes voces: «Devolvedme el dinero que me habéis robado!». A lo que ellos respondieron confiadamente: «A aquel sobre quien lo encuentres, podrás condenarlo como quieras». Realizada la investigación llevó a juicio público a los dos, es decir, al padre y al hijo en cuya capa fue encontrada la copa, robándoles injustamente todos sus bienes. Convictos, pues, aunque lo negaban, fueron condenados a la pena. Entonces el juez, movido por la compasión deja libre a uno y manda que lleven al suplicio al otro. ¡Oh entrañas de misericordia! El padre queriendo liberar al hijo pide ser llevado él al suplicio. Por el contrario el hijo decía: «No es justo que el padre sea conducido a la pena de muerte en vez del hijo, sino que el hijo es el que en vez del padre ha de sufrir la pena impuesta». ¡Oh venerable torneo de compasión!
Finalmente, sin quererlo el padre, obtuvo el hijo el merecer ser colgado por los dos. Y así se hizo. El padre, llorando y pesaroso prosiguió hasta Santiago de donde se volvió, cumplida la ofrenda y la oración; y pasados ya treinta y seis días llegó al lugar donde su hijo todavía estaba colgado. Viéndolo, exclamó con gemidos y gritos: «¡Ay, hijo mío dulcísimo! ¡Para qué te engendré; para qué seguí viviendo, viéndote ahorcado!» ¡Qué admirables son tus obras, Señor! El hijo ahorcado, dijo consolando a su padre: «Amadísimo padre, no llores más por mi pena, porque no hay tal; sino más bien alégrate: porque nunca me sucedió en mi vida nada tan suave, nada tan dulce. Pues es así como el bienaventurado Santiago, sosteniéndome en sus manos, me ha obsequiado con toda clase de dulzuras». Esto que oyó el padre y (no se puede ni escribir lo contento), corrió alegre a la ciudad, convocando al pueblo a tan admirable milagro de Dios. Todos acudieron y vieron que estaba vivo todavía quien tan largo tiempo había estado colgado, y comprendieron que había sido falsamente acusado por la insaciable avaricia del hospedero. Por eso con gran alegría lo bajaron del suplicio y al hospedero, reo de la muerte del primero, condenado a muerte por el juicio del pueblo, lo colgaron sin más. Con este ejemplo se dice que cada uno ha de guardarse de todo tipo de engaño.
III
(al margen: Uno se lamentó de volver de la muerte a la vida)
En una provincia de Galia, un hombre, con la esperanza de tener hijos, se unió legítimamente como es costumbre a su mujer; pero después de bastante tiempo con ella, se vio frustrado en su esperanza. Por ello, gravemente dolorido por carecer de heredero, determinó peregrinar hasta Santiago, y pedirle a voz en grito un hijo. Dicho y hecho: puso en práctica la corazonada de su promesa y llegó a los pies de Santiago. Y allí llorando y gritando ante el Apóstol y rogándole de todo corazón, mereció conseguir aquello por lo que imploraba al apostol. Cumplida su promesa y pedida la venia al apóstol, se volvió a su casa. Y tres días después de su retorno, confiado en la piedad del apóstol se vino a su mujer y enseguida engendró un hijo. Nacido en el tiempo oportuno y bautizado, para alabanza del apostol le Ilamó Santiago, porque de él había sido pedido y suplicado. Cuando tenía quince años comenzó a marchar a los pies de Santiago con su padre, con su madre y con algunos otros parientes suyos. El joven llegó perfectamente hasta el monte que se llama del Agua, pero herido allí de grave enfermedad, exhaló el espíritu. Afectados por su muerte sus padres, como muertos en un cuerpo vivo, llenaron de sus lamentos y gritos incontenibles el bosque cercano y las villas. Entonces la madre, angustiada como sólo puede estarlo una madre y más amargada que nadie, casi fuera de sí, gritaba a Santiago. ,«Bienaventurado Santiago a quien fue dado el poder de darme un hijo: devuélvemelo ahora. Devuélvemelo te digo, porque puedes. Devuelve el muerto a tu servicio, porque si no, me haré sepultar viva». Hacia la hora tercia del viernes había expirado el muchacho, y ya caía la hora nona del sábado siguiente, y la madre gritando siempre al pueblo y prohibiendo que sepultasen a su hijo. Estando todos entorno y esforzándose por celebrar el funeral, he aquí que quien estaba muerto, como si de un profundo sueño despertara, resucitó por los méritos del apóstol. Y el niño vuelto a la vida, contó públicamente a todos los que le rodeaban, cómo Santiago había acogido en su seno su alma, salida del cuerpo, y cómo ordenándoselo el Señor, por la plegaria de la madre, la había devuelto a su cuerpo; y tomándolo con su brazo derecho le había mandado que hiciera rápidamente con sus padres el camino jacobeo. Sin embargo el muchacho lamentaba mucho haber sido trasladado de la vida a la muerte, de la gloria a la pena, de la bienaventuranza a la violencia, de la compañía de los ángeles a la cohabitación de los hombres malos et cétera.
IV
(al margen: confesión de la verdad)
Un presbítero importante cometió una maldad tan grave en tiempos de San Teodomiro arzobispo, que casi no se atrevía a confesarlo a su sacerdote y obispo. Una vez lo hubo oído su obispo, escandalizado por un pecado tan grande, no se atrevía a imponerle la justa penitencia; por lo que, con esta consideración, encamina al pecador a los pies de Santiago con una cédula escrita con ese mismo pecado, mandándole que pida ayuda al bienaventurado Santiago. Se dirigió sin demora a Santiago de Galicia y, pidiendo perdón a Dios y ayuda al apóstol puso, entre sollozos, el escrito de su delito sobre su venerable altar, en el día
de la fiesta de Santiago, esto es, el día octavo de las kalendas de agosto. Cuando el venerable arzobispo Teodomiro se dirigía al altar ese mismo día a la hora de tercia a cantar la misa, encontró bajo el mantel del altar la dicha cédula, preguntándose porqué allí o por quién había sido depositada. Llegándose enseguida a él el penitente contaba no sin lágrimas, de rodillas ante él y oyéndolo todos, su crimen y cómo había venido por mandato de su obispo. El santo prelado, abierta la cédula, no encontró en ella nada escrito ni vestigio alguno de escritura. ¡Admirable cosa y grande alegría! ¡También ha de ser cantada la gloria del Señor y de su apóstol! Creyendo el santo obispo que el (pecador) había conseguido el perdón de Dios por los méritos del Apóstol, no quiso imponerle penitencia por el crimen perdonado, sino que por devoción lo persuadió a ayunar todos los viernes, y absolviéndolo como correspondía, le envió perdonado a su patria. De aquí podemos deducir que quien verdaderamente hace penitencia y pide el perdón del Señor por medio de Santiago, de inmediato conseguirá el efecto de su petición.
V
(al margen: del cumplimiento de los votos)
Había en la región de Lorena treinta hombres que por devoción se habían propuesto visitar Santiago en Galicia. y puesto que la mente humana cambia tanto prometiéndose fidelidad de conservar el cariño mutuo y el servicio, hicieron pacto por su fe de conservar la fidelidad, menos uno que no quiso atarse con este juramento admirable. Así pues, todos estos emprendieron el camino propuesto y llegaron hasta la Gascuña a la ciudad llamada Porta Clausa. Pero allí uno de ellos enfermó gravemente y no podía ya caminar por lo que sus compañeros, fieles a su compromiso, lo llevaron con gran esfuerzo a caballo o sujetándolo con sus manos hasta la puerta durante quince días, cuando el espacio de este camino se suele recorrer en cinco días cuando no hay problemas. Sin embargo, cansados y aburridos, rompieron su pacto y abandonaron al enfermo. Aquel sin embargo que no había dado palabra de fidelidad, no lo dejó y así mostró con el débil una obra de fidelidad y pasó la noche inmediata vigilándolo en el pueblo de San Miguel, al pie mismo del monte. Cuando se hizo de día el enfermo dijo a su compañero que intentaría subir al monte si le quería prestar ayuda y fuerzas. A lo que el otro respondió que no le abandonaría a la muerte. Así es que cuando llegaron a pie a la cima del monte el día había cerrado y el alma del enfermo se separó del cuerpo y tal como lo creemos fue conducida al descanso eterno por Santiago en cuyo honor había muerto. Viendo esto el compañero quedó aterrado, bien por la soledad del lugar, bien por la oscuridad de la noche, bien por la presencia del muerto, bien por el terror a las fieras salvajes, y no encontraba un hombre a quien pedir consejo. Puso en manos del Señor sus pensamientos, pidió ayuda con corazón suplicante a Santiago. Pero
el Señor, fuente de misericordia, que no abandona a los que en él esperan, se dignó visitarlo por medio de su apóstol. Y así el bienaventurado Santiago se apareció al angustiado, como caballero en su caballo. Y le dijo: «¿Qué haces aquí, hermano?». «Señor -respondió- estoy deseoso de enterrar a este mi compañero, pero no tengo ayuda con que enterrarlo en medio de esta soledad». y el otro: «Alcánzame el cadáver y tu, hermano, móntate en el caballo detrás de mí hasta que lleguemos al lugar en que la enterremos». Y así se hizo. El apóstol tomó con delicadeza en sus brazos al difunto delante de sí, e hizo cabalgar al vivo tras de sí sobre el caballo. Pero qué admirable poder, qué admirable clemencia de Cristo, qué admirable defensa de Santiago que aquella noche, pasados doce días, antes de la salida del sol el Apóstol bajó del caballo a los que había cogido a una legua del monasterio del mismo apóstol en el Monte del Gozo, ordenando al peregrino que invitase a los canónigos de la basílica apostólica a enterrar a este peregrino de Santiago. Luego añadió: «Cuando hayas visto que las exequias de tu compañero se han efectuado y hayas cumplido el voto de tu devoción, volverás a la ciudad de León al encuentro de tus compañeros a los que has de decir: «Qué infielmente os comportásteis con vuestro compañero abandonándolo. Santiago denuncia por mi boca vuestras oraciones y desprecia vuestra peregrinación en tanto no hagáis la necesaria penitencia». Esto que oyó y comprendiendo que era el apóstol de Cristo se arrojó a sus pies, pero el apóstol no se le apareció más. Cumplidas estas cosas se volvió y encontró a sus compañeros donde el apóstol le había indicado, a quienes contó cuanto le había sucedido desde que se marcharon y qué amenazas había proferido el apóstol por la fidelidad no demostrada a su compañero. Esto que oyeron, quedaron admirados y estupefactos, e impuesta la penitencia por el obispo de León completaron el camino de su peregrinación. Con este milagro se nos advierte que lo que prometemos al Señor, debemos cumplirlo, porque mejor es no prometer y etc.
VI
(Al margen: Santiago, buen pagador)
Un clérigo, peregrino y amante de Santiago, queriendo llevar consigo a su patria la traslación del Apóstol con algunos de sus milagros, encargó a cierto escritor que estaba sin hacer nada que se los transcribiera en su justo precio, es decir, 20 sueldos rodomagencios (moneda de Rouen). Con el libro en la mano se acomodó en un ángulo de la basílica apostólica y comenzó tranquilo a leer, abriendo sobre sus rodillas el libro; y de repente se encontró sobre el libro, bajadas del cielo, tantas monedas cuantas había dado al escritor . Así comprendió rápidamente cuán rápido pagador es Santiago aún para las cosas temporales. Por eso es considerado un generosísimo premiador en dones celestes quien tan generoso remunerador fuera para su siervo en las cosas temporales.
VII
( al margen: Milagro hecho en guerra.)
Sucedió que se desató una terrible guerra entre el conde de Fuente Calvario y cierto soldado suyo. Éste, en lucha contra aquel, se enfrenta valerosamente, pero al fallarle el ejército, volvió su espalda el soldado y, preso en la batalla, fue conducido a presencia del conde. Ordenó el conde que lo decapitaran, pero el soldado comenzó a gritar con devoción: «Santiago, apóstol de Dios, a quien Herodes mató a espada en Jerusalén, líbrame de esta muerte inminente». Y sucedió que, alargando el cuello, aguantó el golpe, elevando sus manos al cielo y no sufrió lesión alguna. Al ver el verdugo que la espada no le había herido comenzó a darle lances en el vientre para atravesarlo. Pero Santiago debilitaba la espada y no sintió ni un pinchazo. Viendo esto el caballero y todos los presentes mandó recluirlo en el castillo, como vencido. Pero al comenzar la mañana del día siguiente invocando a Santiago entre abundantes gemidos, el mismo apóstol en pie ante él le dice: «Aquí me tienes, pues me llamaste». Toda la casa se llenó entonces de tanto olor y resplandor que todos, soldados y carceleros presentes, creyeron haber sido introducidos en el paraíso, ¡tanta era la suavidad y dulce bienestar que se respiraba! Inmerso en este resplandor y dulzura el prisionero, precediéndolo Santiago y llevándolo de la mano, sin que los presentes vieran nada, alcanzó la puerta del Castro, mientras los santos lo custodiaban como si fuera un reo. Y abiertas las puertas prosiguieron juntos hasta un miliario extra muros. Por todo ello, el soldado, encendido en amor a Santiago, se llegó hasta su Cuerpo e Iglesia y allí declaró con testimonio cierto cuanto arriba hemos contado.
VIII
(al margen: De cómo el diablo engañó a un fiel)
Cerca de la ciudad de Lyon existe un pueblo en el que vivía un joven que se mantenía con el trabajo de sus manos y sostenía también a su madre, muerto el padre. Amaba ardientemente a Santiago adonde peregrinaba casi cada año y allí presentaba su ofrenda. No se había casado, sino que llevaba una vida honesta junto a su madre viuda. Pero aunque una y otra vez se contenía,
sin embargo fue vencido por la voluptuosidad de la vida y fornicó con una jovenzuela. Cuando amaneció, puesto que se había comprometido con unos vecinos suyos a llevar un asno, comenzó su peregrinación a Santiago de Galicia. Yendo ellos por el camino encontraron a un mendigo que iba a Santiago. Lo tomaron consigo en razón de su compañía, pero más por amor al Apóstol, dándole además el alimento. Y así durante muchos días prosiguieron su camino; el diablo, viendo esta caritativa y pacífica compañía, se llegó calladamente al joven que había fornicado en su casa, en forma humana bastante distinguida y le dijo: «¿No sabes quien soy?» Y él: «De ninguna manera». Y el otro le dice: «Yo soy el apóstol Santiago a quien cada año desde hace ya mucho tiempo, acostumbras visitar y honrar con tus donaciones. Tienes que saber qué contento estaba contigo. Cuántas cosas buenas pensaba que vendrían por ti, pero recientemente, antes de salir de tu casa has fornicado con una mujer y ni entonces ni hasta ahora has hecho penitencia ni has querido confesar y así has emprendido viaje con tu pecado como si tu peregrinación pudiera ser aceptable para Dios y para mí. Primero es necesario que abras tus pecados a una humilde confesión y después pagues lo cometido peregrinando. A quien obrare de otra forma, no le sería aceptada su peregrinación». Dicho esto, desapareció de sus ojos. Estas cosas que oyó, comenzó a entristecerse maquinando en su interior volverse a casa y confesarse con su sacerdote. Sólo entonces regresaría al camino emprendido. Mientras esto pensaba para sí, el demonio, en la misma forma que se le había aparecido la primera vez, volvió a decirle: «¿Qué es esto que piensas en tu corazón de que quieres volver a tu casa y hacer penitencia y luego volver a mí más dignamente? ¿Es que crees que tu crimen puede borrarse con ayunos y lágrimas? Mucho te engañas. Cree a mis consejos y te salvarás; no podrás salvarte de otra manera. Aunque hayas pecado, yo te quiero y por ello vine a ti para darte tal consejo que puedas salvarte, si me quieres creer». A lo que el peregrino respondió así: «Pensaba como dices, pero después de que me has dicho que todo ello no me aprovecha para la salvación, dime lo que te agrade para que pueda salvarme y con gusto lo pondré por obra». y el otro: .Si de verdad quieres enmendarte sinceramente de tu delito, córtate inmediatamente tus partes viriles, con las que pecaste». A cuyo consejo respondió aquel aterrado: «Si yo me hago lo que me aconsejas hacer, no podré vivir y además seré un suicida, cosa que mil veces oí es algo condenable ante Dios». Entonces el demonio riendo le dijo: «¡Qué poco entiendes las cosas que pueden aprovecharte para la salvación! Te aseguro que si fueses tan prudente como para no dudar en suicidarte, bien contento vendría enseguida con un montón de compañeros a recoger tu alma inmortal. Yo soy el apóstol Santiago que te aconsejo hagas como te digo si quieres venir en mi compañía y encontrar remedio a tu delito». Dichas estas palabras, el peregrino que se llamaba Simple, mientras sus compañeros dormían sacó un cuchillo para aquella acción abominable, y cortó cuanto de viril tenía en sus partes; y después, volviendo la mano, alzó el cuchillo y clavándose
la punta, se atravesó el vientre. Pero cuando la sangre saltó abundante y él se agitó palpitando, sus compañeros se despertaron y gritaron preguntándole qué le pasaba. Al no responderles sino que angustiado estaba en las últimas, se levantan entristecidos, encienden antorchas y encuentran a su compañero medio muerto sin valerse ya para responder. Por lo que estupefactos y aterrados no les imputasen su muerte si por la mañana los encontraban en el mismo lugar, huyen abandonándolo envuelto en su sangre con el asno y el pobre al que habían comenzado a alimentar.
A la mañana, cuando la familia se levantó y encontró al muerto no estando claro a quien achacar el asesinato, llamaron a los vecinos para llevarlo a la iglesia a enterrarlo, pero ante el flujo de sangre, se pararon ante la iglesia y depositaron allí el cuerpo. Mientras se preparaba la fosa, el muerto se levantó instantáneamente sobre su catafalco. Esto que vieron los presentes huyeron aterrorizados gritando; esto que oyeron los del pueblo, acudieron curiosos preguntando qué había sucedido. Y ven y escuchan al muerto vuelto a la vida, quien, cuando llegaron más cerca, les contó cuanto le había sucedido. «Yo -les dijo- a quien veis resucitado de la muerte, amé desde niño a Santiago y acostumbré servirle cuanto pude; pero ahora, después de haber decidido peregrinar y llegar hasta este pueblo, se me acercó el diablo y me engañó diciéndome que era Santiago y les contó todo como acabamos de contar. Después de quitarme la vida y de que mi alma saliera del cuerpo, se vino a mí el espíritu maligno que me había engañado, llevando tras de sí una manada de demonios que me robaron sin piedad y me llevaron al lugar de los tormentos llorando y dando voces angustiadas. Y así se encaminaron hacia Roma, pero al llegar a un bosque que se encuentra entre la ciudad y el pueblo llamado Lavicano, Santiago nos alcanzó por la espalda y a los demonios que me llevaban les dijo: «¿De donde venís y a dónde vais?» Le dicen: «¡Oh Santiago! Este no te pertenece, porque de tal forma nos creyó a nosotros que se suicidó. Nosotros lo convencimos, nosotros lo engañamos, nosotros debemos tenerlo». A lo que les contestó: «No me habéis respondido a lo que os he preguntado, pero os alegráis presumiendo de haber engañado a un cristiano, por lo que malos vaya, como pago. Porque este peregrino que os jactáis de poseer no os lo habéis de llevar impunemente». Santiago me parecía un joven de hermoso aspecto de ese color intermedio que la gente llama moreno. Empujándonos él hacia Roma, nos desviamos a donde había un espacio verde, cerca de la Iglesia de San Pedro Apóstol, en la llanura etérea donde una multitud innumerable de santos habían acudido a concilio, presidiéndolo la venerable señora Madre de Dios con muchos y preclaros personajes a derecha e izquierda. Yo comencé a pensar que nunca en mi vida había visto criatura tan hermosa y nada estimé tan hermoso. Ante ella, Santiago, mi piadosísimo abogado se puso en pie ante todos, y a gritos proclamó la argucia de Satanás para engañarme. Ella apenas percibió a los demonios, dijo: «Miserables, ¿qué buscábais en este peregrino de Dios y de mi Hijo y de Santiago su apóstol? Como si no os bastase vuestro castigo que lo queréis aumentar». Cuando ella, en verdad clemente, acabó de hablar, se inclinó sobre las estrellas, y aterrorizados los demonios, y afirmando todos los presentes a la reunión que me habían tratado injustamente, engañándome en contra del apóstol, ordenó la Señora volver a mi cuerpo y así, Santiago tornándome enseguida me devolvió a este lugar. Así he muerto y así he resucitado.
IX
(al margen: de los misericordiosos)
Tres soldados de la diócesis de Lyon se pusieron de acuerdo con voto para ir a rezar hasta Santiago, y así partieron. Yendo por el mismo camino de peregrinación, se encontraron a una mujercita, que llevaba sus cosas necesarias en un saquito.
Al ver a los caballeros, les rogó que, apiadados de ella, por amor a Santiago le transportaran junto con los suyos el saquito que llevaba, y así le aliviarían de tanto camino. Uno de ellos accedió a su petición, le tomó el atillo y se lo cargó. Y así al llegar la noche la mujer, que seguía a los soldados, tomaba lo necesario de su saquito. Y después del canto del gallo, cuando los soldados suelen partir, ella devolvía su saquillo al caballero y hacía el camino más contenta y ligera. De esta manera el soldado sirviendo a la mujercita por amor al apóstol, se acercaba al deseado lugar de oración. Pero cuando faltaban doce días para llegar a la ciudad del Apóstol, encontró en el camino a un pobre enfermo, que comenzó a pedirle le acomodase en su caballo para cabalgar en él, para poderse valer a llegar a Santiago; de otra manera moriría en el camino, pues no podía ya caminar. Accedió el caballero, se bajó y colocó al mendigo sobre su caballo, tomando en su mano el bastón del mendigo, Pero haciendo a la sazón demasiado calor por el sol y agobiado por el esfuerzo del largo camino, comenzó a ponerse enfermo. Esto que sintió y pensando en haber cometido tantas ofensas y a tantas personas, aguantó con paciencia la incomodidad de ir a pie hasta los umbrales del Apóstol por amor al mismo. Y una vez que allí veneró al Apóstol, cayó en cama por las penalidades sufridas en el camino, y por algunos días permaneció agravándose su dolor. Viendo esto los soldados sus compañeros, le animan a que llame a un sacerdote para confesar sus pecados y pida lo que es propio de un cristiano y así fortifique su salida ya inminente. Oyendo esto, volvió su rostro y no podía responder y así yació sin decir palabra por tres días. Por lo que sus compañeros, permanecían afligidos con amargura tanto porque desesperaban de su curación como porque no podían hacer nada por la salvación de su alma. Pero cierto día, cuando más pensaban que exhalaba su espíritu, estando todos sentados en torno y esperando su muerte, suspirando profundamente habló diciendo: xxjDoy gracias a mi Dios y a Santiago mi señor, porque he sido liberado. Apenas yo sentí que me agravaba en mi enfermedad, pensé en confesar mis pecados, en ser aliviado por la Unción y fortalecerme con la recepción del Cuerpo del Señor. Pero justo cuando esto pensaba en mi interior se llegó una multitud de terribles espíritus que tanto me oprimió que no podía proferir palabra ni signo alguno. Por lo que toca a mi salvación, entendía perfectamente cuanto me decíais pero no podía responder palabra. Porque los demonios que habían acudido los unos me apretaban la lengua, otros me cerraban los ojos, algunos zarandeaban a su gusto mi cabeza y mi cuerpo. Pero un poco antes de que empezara a hablar, entró aquí Santiago llevando en la mano izquierda el saquito de la mujercilla, que yo había llevado en el camino, mientras en la derecha llevaba el bastón a modo de lanza; con la izquierda esgrimía el dicho saquito como espada movido por la indignación de su ira, viniendo hacia mí lo vi, bastón en alto, golpear a los demonios que me sujetaban. Y éstos aterrados huyeron, mientras él persiguiéndolos les obligaba a salir por aquel ángulo. Y así puedo hablar por la gracia de Dios y de Santiago. Pero apresuraos y buscad un sacerdote que me administre el sacramento de la comunión. Porque no tengo licencia para permanecer más en este mundo. Como se atardasen los enviados, a uno de ellos le dijo: xxAmigo, no sigas militando con tu amigo Gerino Calvo, tu señor, con el que te alistaste. De verdad que ya está condenado y bien pronto será herido de mala muerteyy. La verdad certificó lo que había sucedido. Pues sucedió que una vez que el peregrino murió felizmente y fue sepultado, retornaron los compañeros y contaron lo sucedido pero el dicho Gerino, de apellido Calvo, hombre rico, tuvo por nada la relación de todo esto y no rectificó en nada su mala conducta. Por lo que pocos días después en un ataque, mientras él atravesaba con su arma a un soldado, murió él mismo atravesado por la lanza del mismo soldado.
X
(al margen: contra los que trabajan en día de fiesta)
En el Obispado de Besançon Bernardo de Mayora a pesar de que sus vecinos le convencían de lo contrario, estuvo todo el día trabajando con el carro. Pero al atardecer de aquel día en que así había trabajado, de repente un fuerte fuego viniendo del cielo redujo a cenizas el carro, los haces y las ovejas
XI
(al margen: acerca de lo mismo)
De la misma manera, Arduino soldado de la misma villa en aquel mismo día condujo su carro cargado de haces de trigo a lo largo del día, pero en la tarde la venganza divina cegó los ojos de los bueyes.
XII
(al margen: acerca de lo mismo)
En la provincia de Montpellier por mandato de un soldado moribundo una aldeana junto a la villa de San Damián hizo y coció un pan bajo las cenizas en el día de Santiago movida, no por necesidad alguna, sino sólo por placer. Al llevarlo a la mesa y partido a los ojos de los comensales apareció sanguinolento y cuanto más lo partían más sangre vertía.
XIII
(al margen: Cuánto peligro tiene un testamento de dinero)
Un soldado de nombre Romanco enfermo y cercano a la muerte, recibida la penitencia y la eucaristía de manos del sacerdote, mandó a un su pariente que vendiese el caballo que tenía y entregase el precio a clérigos y pobres. Cuando murió, su pariente, excitado por la avaricia, vendió el caballo en cien sólidos y el dinero se lo gastó rápidamente en comida, bebida y vestidos. Ahora bien, siendo así que la venganza del Juez Supremo suele estar cercana a los hechos malos, pasados treinta días, el muerto se le apareció de noche en éxtasis diciéndole: «Por cuanto te encomendé entregar mis cosas en limosnas por la redención de mi alma, has de saber que me fueron perdonados por Dios todos mis crímenes por intercesión de Santiago. pero como esta limosna no la entregaste bien ni con justicia, tienes que saber que he pasado sufrimientos estos treinta días en el infierno por mis pecados, pero que sepas que tú mañana mismo serás puesto en el lugar de castigo de donde he salido, y yo iré al paraíso». Dicho esto el muerto desapareció y el vivo se desveló aterrorizado. Contó por la mañana lo que había visto a sus compañeros y mientras comentaba con ellos este suceso, he aquí que de repente gritos sobre él en el aire como rugidos de leones, lobos y novillos y que en un instante él es arrebatado vivo y sano de entre los circunstantes por los demonios entre los mismos aullidos. ¿Qué hacer? Se le busca cuatro días por montes y valles a pie y a caballo y nadie lo encuentra.
Después de doce días el ejército de Carlos que pasaba por los desiertos de la zona navarra, encuentra su cuerpo violentado y destrozado en la cima de una roca cuya altura se elevaba tres leguas sobre el mar, distante cuatro días de dicha ciudad. De esto puede deducirse qué peligro amenaza a quienes abusan ilícitamente de las limosnas que los muertos les encomiendan para repartirlas.
MILAGROS DE PEREGRINOS A SANTIAGO
EDICIÓN, TRADUCCIÓN Y ESTUDIO DE LA NARRACIÓN DE VARIOS 'MILAGROS DE PEREGRINOS'
CONSERVADA EN UN CÓDICE DEL ARCHIVO DE LA CATEDRAL DE SANTO DOMINGO DE LA CALZADA
MILAGROS DE PEREGRINOS A SANTIAGO
TOMÁS RAMÍREZ PASCUAL
BERCEO Nº 146, LOGROÑO 2004