La presencia musulmana en La Rioja constituye sin lugar a duda uno de los aspectos peor conocidos de la historia de al-Andalus. La mayoría de los trabajos dedicados a esta región se limitan a evocar el papel de los Banū Qasī y diversos acontecimientos como la batalla de Clavijo, la caída de Nájera y Viguera o la toma definitiva de Calahorra en 1045. Sin embargo, los hombres, las actividades y los vestigios de esta época permanecen todavía en la sombra.

Es difícil sorprenderse de esta situación, puesto que la información susceptible de esclarecer el pasado musulmán de esta parte del Valle del Ebro es muy reducida. Las noticias aportadas por los cronistas y los geógrafos árabes se limitan a evocar la madina de Tudela y la existencia de algunas fortalezas, sin mencionar nunca a los hábitats rurales ni los campesinos. Los documentos latinos no son mucho más útiles: destinados a alabar las victorias de los soberanos cristianos o a registrar los progresos de los patrimonios monásticos, apenas contienen datos que conciernan a las tierras anteriormente sometidas a los musulmanes. Un examen de las publicaciones relativas a la arqueología andalusí revela, finalmente, que La Rioja no ha atraído todavía la atención de los investigadores. Como subrayaba hace quince años J. A. García de Cortázar, «Logroño sigue siendo, pese a esfuerzos recientes, una terra incognita, un espacio en blanco en el mapa de la investigación española arqueológica» 1. En suma, alejada de Córdoba y emplazada en las fronteras de al-Andalus, La Rioja aparece como una zona marginal, y esta situación geográfica explica en gran parte por qué los historiadores con frecuencia se han olvidado de ella, en beneficio de ciudades vecinas, como Tudela o Zaragoza.

Sin querer romper con la idea generalizada de que La Rioja fue teatro de violentos combates entre cristianos y musulmanes, este estudio se propone mostrar que sería abusivo reducir la historia de la dominación musulmana a hechos de carácter militar, como si este territorio septentrional no hubiera estado ocupado más que por algunas fortalezas destinadas a defender el resto de la Marca Superior. El planteamiento será, por tanto, sencillo: después de haber descrito los principales acontecimientos mencionados por las fuentes escritas y haber reagrupado los datos que afectan al poblamiento, las páginas que siguen intentarán precisar cuál fue el destino de los musulmanes que poblaban esta región.

 

LOS ACONTECIMIENTOS

La conquista de La Rioja. La fecha en la que los musulmanes ocuparon La Rioja permanece incierta. De hecho, una vez concluída la estancia de Mūsā ibn Nuşayr en Toledo en el invierno del 713-714, la misma cronología de las operaciones militares es confusa. Las conquistas atribuidas a este personaje en el norte de la Península reposan a menudo sobre el testimonio de autores tardíos, inclinados a engrandecer la actividad de este conquistador para mejor resaltar el triunfo y la valentía de los musulmanes. Se admite comúnmente que Mūsā ibn Nuşayr ocupó Zaragoza en la primavera o inicios del verano del 714, poco tiempo antes de ser llamado a Damasco por el califa omeya, pero ignoramos si las tierras más occidentales del Valle del Ebro fueron sometidas también: según el autor anónimo de los Ajbār Maŷmū'a, la caída de Zaragoza fue acompañada por la de otras ciudades de la región, sin que el texto precise cuáles 2, y AI-Maqqarī, un autor del siglo XVII cuya obra, lógicamente, se basa sobre la compilación de manuscritos anteriores, solamente indica que Mūsā ibn Nuşayr, precedido por Tāriq ibn Ziyād, conquistó Zaragoza y recorrió las comarcas vecinas 3.

La mayoría de los historiadores aceptan estas afirmaciones. Así, E. Lévi-Provençal señala que Mūsā ibn Nuşayr ordenó a Tāriq ibn Ziyād seguir la vía romana que ascendía de Zaragoza hacia el alto Valle del Ebro para dirigirse a Galicia Después de haber saqueado Amaya, se habría adueñado de León y Astorga. Por su parte, Mūsā ibn Nuşayr pudo haberse encaminado hacia la ribera derecha del Ebro para girar hacia Soria y el alto Valle del Duero 4. C. Sánchez Albornoz adoptó una interpretación similar: para él, Mūsā verosímilmente siguió la vía romana que remontaba el Ebro hasta Vareía y desde allí hacia Galicia 5. Más recientemente, P. Chal meta admitía que el valle alto del Ebro fue recorrido por «campañas capitaneadas u ordenadas por Mūsā»6. Fijándose en la temprana fecha en la cual Mūsā ibn Nuşayr y Tāriq ibn Ziyād se embarcaron para Oriente (septiembre de 714), M.ª J. Viguera es la única en avanzar que la conquista de la cuenca del Ebro fue realizada bajo el gobierno del hijo de Mūsā, 'Abd al-'Azīz (714-716) 7. En ausencia de cualquier información complementaria, es difícil solventar la cuestión. La conversión al Islam del conde Casius y su viaje a Damasco antes del año 715, fecha en la que murió el califa AI-Walīd, indican que los musulmanes estaban presentes en la parte occidental del Valle del Ebro desde el verano del 714 y nada impide admitir que hubieran invadido entonces La Rioja.

La organización de la dominación musulmana. Establecer las condiciones bajo las que los principales centros de la región se sometieron a los musulmanes no es menos complicado. Si hacemos caso de la Cróníca Mozárabe, el terror causado por el invasor condujo a algunas ciudades situadas más allá de Zaragoza a solicitar la paz y a someterse a los musulmanes. En una segunda etapa, estas poblaciones habrían huido hacia las montañas, donde perecerían torturadas por el hambre y otros males. Sin embargo, ignoramos si estas referencias pueden aplicarse a La Rioja8. La ausencia de-una cívítas suficientemente importante como para oponerse con algún tipo de éxito a los invasores, la alusión a pactos reproducida por el historiador Al-Maqqarī y la conversión del conde Casius, inducen a suponer que los musulmanes no encontraron una gran resistencia. En todo caso, se puede aceptar que la conquista implicó la emigración de una cantidad probablemente importante de personas hacia los valles de la Cordillera Cantábrica, sin que se pueda naturalmente precisar este número exacto 9.

Este control militar no es necesariamente sinónimo de sumisión, y la descripción de los acontecimientos desarrollados en la segunda mitad del siglo VIII manifiesta cómo la autoridad de los primeros omeyas fue contestada durante largo tiempo. Así, en el 781, el emir 'Abd al-Rahmān I (756-788) se dirigió hacia el Valle del Ebro para castigar a poblaciones que rehusaban pagar regularmente los tributos derivados de su subordinación al Islam. El emir atacó Calahorra y Viguera antes de dirigirse hacia Pamplona y los Pirineos, lo que hace pensar que las gentes de esta región hacían causa común con los vascones 10. El historiador Ibn Hayyān, citando al cronista Ahmad al-Rāzī, señala que poco tiempo después de la llegada al poder del emir AI-Hakam I (796-822), el general 'Abd al-Karīm ibn Mugit condujo una expedición contra el Valle del Ebro y sus tropas se apoderaron de Calahorra antes de lanzar hacia el noroeste algunos destacamentos de caballería. Estas campañas sin duda restablecieron el orden en La Rioja, pero no pudieron impedir que, desde el año 799, los habitantes de Pamplona rechazasen definitivamente la dominación musulmana asesinando al gobernador Mutarrif ibn Mūsā, uno de los descendientes del conde Casius. La «frontera» que separaba por el norte La Rioja musulmana de las tierras cristianas quedó así fijada durante casi un siglo. Lejos de apoyarse como en el resto del Valle del Ebro en los elevados macizos montañosos, el límite entre estos dos espacios era el mismo río y, posiblemente como consecuencia de esta circunstancia, el emir AI-Hakam I ordenó hacia el 802 a 'Amrūs ibn Yūsuf que construyera -¿o reforzara?- cerca del Ebro la plaza fuerte de Tudela 11.

La Rioja bajo control musulmán no constituyó nunca un territorio autónomo. Inscrita en el inmenso conjunto que formaba la Marca Superior de al-Andalus -al- Tagr al-A 'lā-, dependía del distrito de Tudela. La dispersión geográfica de las fortalezas, citadas por los autores árabes, permite pensar que este espacio estaba dividido en varios sectores o íqlim, cuyos centros eran las husūn de Nájera, Viguera, Arnedo, Calahorra y Alfaro. Esta organización administrativa no fue muy duradera, puesto que desde el 923 Nájera y Viguera dejaron de ser musulmanas y Calahorra fue largamente disputada con los cristianos en el transcurso del siglo X 12. Aparte del hecho de que la capital de esta Marca era Zaragoza y de que estaba configurada por varios distritos de diversa extensión, a la cabeza de los cuales se encontraba habitualmente una ciudad, el resto de la organización es muy mal conocida. Para E. Lévi-Provençal, las regiones fronterizas disfrutaban de una ordenación diferente de la del resto de la Península 13. H. Monés desarrolló esta tesis avanzando que en al-Andalus hubo dos sistemas administrativos distintos: en las regiones fronterizas, la autoridad era ejercida por un jefe militar -qā 'íd-, mientras que en el resto de al-Andalus esta carga era ocupada por un gobernador civil o 'āmíl 14. Las fuentes árabes muestran que es difícil aplicar esta hipótesis: el término qā'íd es de uso poco frecuente, mientras que 'āmíl  o wāli son empleados corrientemente para designar al gobernador de la región 15. La gran diversidad del vocabulario administrativo empleado por los autores árabes impiden ir más lejos y debemos limitarnos a indicar que el gobernador de cada uno de estos husūn citados en las fuentes era nombrado por Córdoba y que llevaba también el título de wāli . Es probable que Tarazona, ciudad episcopal en época visigoda, fuese la capital de la región en los primeros tiempos de la conquista musulmana, y que fuera sustituída por Tudela 16, donde residía un representante del poder central. Este personaje vigilaba la recaudación de impuestos y la defensa de la comunidad; debía participar en las campañas desplegadas por el soberano omeya contra los cristianos y, por sí mismo, podía organizar expediciones en territorio enemigo, al tiempo que debía asegurar el mantenimiento de las fortificaciones del distrito.

Los Banū Qasī. Desde el siglo IX los datos ofrecidos por los autores árabes se hacen más precisos. En esta época se acrecienta notablemente la influencia de una familia cuya autoridad se extendió muy pronto al conjunto del valle del Ebro, los Banū Qasī 17. Si creemos al historiador Ibn Hazm, su antepasado epónimo era un dignatario visigodo que se convirtió al Islam en el momento de la conquista de la Península y que viajó a Siria para ofrecer personalmente su obediencia al califa Al-Walīd 18. La trayectoria de este linaje ha sido objeto de numerosas investigaciones que nos permiten afirmar que las comarcas sobre las que ejercía su dominación correspondían a las tierras comprendidas entre Olite y Ejea, al norte del Ebro 19. A partir del reinado del emir 'Abd al-Rahmān II (822-852), gracias a las referencias ofrecidas por el cronista Al-'Udrī, la historia de esta familia se dibuja con gran nitidez. En esta época, el dueño de la región era Musā ibn Musā, que permaneció fiel al emir omeya hasta que el wan de Tudela, nombrado por 'Abd al-Rahmān, 'Amir al-Kulayb, atacó sus dominios hacia el 841-842. Musā ibn Musā manifestó su oposición durante la campaña llevada a cabo por AI-Mutarrif, hijo del emir omeya, contra las tierras de Pamplona en el transcurso del año 227 de la hégira (841-842). Musā se encerró en Arnedo y se limitó a enviar para apoyar al hijo del emir algunos caballeros mandados por su hijo Furtūn. En el retorno de la expedición, las tropas omeyas atacaron a Musā, que logró hacer algunos prisioneros tras un combate que tuvo lugar en una localidad llamada Salma, cerca del Ebro. Al año siguiente, en el 843, el emir obtuvo la liberación de los cautivos a cambio del nombramiento de Musā como wālī de Arnedo. Esta tregua fue de corta duración: desde 232 (846-847), Musā ibn Musā se rebeló y asedió Tudela. El emir contestó enviando contra él de nuevo un ejército mandado por su hijo Mulhammad y Musā tuvo que someterse. En 852 fue designado wālī de Tudela, y después, de Zaragoza. Promovido a la dignidad de gobernador de toda la Marca permaneció fiel a Córdoba. Llevó a cabo algunas campañas victoriosas contra los cristianos en nombre del emir cordobés y se comportó como un auténtico soberano, de manera que incluso se hacía llamar el tercer rey de España: tertius regem in Spania. Murió hacia el 860-861.

La hostilidad de los Bānu Qasī contra los omeyas no se acabó con la muerte de Musā. Sus cuatro hijos, Lubb, Ismā'īl, Mutarrif y Furtūn, manifestaron igualmente su espíritu de autonomía frente a Córdoba. Hacia el 870-871, Lubb ibn Musā se rebeló en Arnedo, se apoderó de Tudela y Zaragoza -enero de 872- e hizo detener a la mayoría de los gobernadores de la Marca. Confió a sus hermanos Furtūn y Mutarrif el dominio de Tudela y Huesca, respectivamente. Según AI-'Udrī, en el 260 (873-874), invitó a Viguera a los miembros de varias tribus árabes de Zaragoza e hizo asesinarlos en un prado conocido desde entonces bajo el nombre de el Prado de los Arabes. Murió violentamente durante una partida de caza y fue enterrado en Viguera a fines del mes de abril del 875. En el último tercio del siglo IX, la revuelta se extendió a toda la Marca Superior y los hermanos de Lubb ibn Musā se volvieron a su vez contra Córdoba. Hacia el 872-873, el emir Mulhammad I envió una expedición contra ellos e hizo arrestar a Furtūn ibn Musā y a Mutarrif ibn Musā. Fueron conducidos a la capital y encerrados en la prisión de al-Duwayra como rehenes, si bien el emir los liberó a cambio de un juramento de lealtad.

Durante los últimos años del siglo, Muhammad ibn Lubb se alzó también contra el emir omeya y se apoderó de Zaragoza. Las tropas enviadas por el emir Mulhammad I hacia el 872-873 no pudieron conquistar la ciudad y una segunda tentativa, efectuada al año siguiente por el hijo del soberano, AI-Mundir, fracasó igualmente. Un pacto signado con el general árabe Hāsim ibn 'Abd al-'Azlz por Muhammad ibn Lubb supuso la retirada de éste a cambio del nombramiento como gobernador de Arnedo, de Tarazona y de Varis (?). Desde entonces la fidelidad hacia el estado andalusí fue impecable. Los sucesores de Muhammad I, los emires AI-Mungir (886-888) y 'Abd Allāh (888-912), lo mantuvieron en el cargo añadiendo la ciudad de Tudela a las tierras entregadas a su custodia. Al-'Udrī indica que hizo reconstruir las fortalezas de Nájera, Goitor (?) y Viguera, y que hizo de estas dos últimas un refugio para los prisioneros musulmanes evadidos. Murió asesinado en el mes de septiembre del 898 en los alrededores de Zaragoza, cuando inspeccionaba los trabajos para el asedio de la ciudad. Su hijo Lubb ibn Muhammad se puso en contacto con el emir 'Abd Allāh para suceder a su padre a la cabeza de Tudela y Tarazona, y consiguió ser confirmado en sus funciones 20. Desde esta fecha, los Bānu Qasī perdieron progresivamente importancia: los últimos descendientes de Musā ibn Musā se mostraron fieles al estado cordobés, como muestra el ejemplo de Muhammad ibn 'Abd Allāh, que acompañó al soberano en Muez en el 920. A través de Al-'Udrī sabemos que controlaba Nájera y Viguera cuando comenzaron las ofensivas cristianas21 El último de ellos, Muhammad ibn Lubb, murió asesinado en el 928 y la región pasó desde entonces a manos de una poderosa familia árabe instalada en Zaragoza, los Bānu Tuŷībī.

Una de las razones del declive de los Bānu Qasī reside en la frecuencia de los enfrentamientos entre los miembros de este clan, que comenzaron en la segunda mitad del siglo IX, entre los descendientes de Musā ibn Musā (Lubb, Mutarrif, Furtūn e lsmā'īl). Al morir Musā, el inmenso territorio sobre el que ejercía su dominio fue dividido entre sus hijos: Furtūn se instaló en Tudela, lsmā'īl en Zaragoza y Mutarrif en Huesca, mientras Lubb permanecía como rehén en Córdoba. Su participación en la victoria contra los normandos en los alrededores de Sevilla le supuso la libertad y el retorno a la Marca Superior, donde se apoderó de Arnedo. Decididos a no permitirlo, sus hermanos se aliaron contra él y lo capturaron cerca de Calahorra: llevado ante los muros de Arnedo, su esposa Ayab -una esclava ofrecida por el emir- tuvo que rendir la plaza fuerte ante la amenaza de ejecutar a Lubb. Una vez entregada la fortaleza, los vencedores liberaron a Lubb, que se instaló en Viguera, donde murió y fue enterrado en abril del 875 22.

Un nuevo conflicto se inició algunos años después, cuando lsmā'īl ibn Musā se coaligó con los hijos de su hermano Furtūn -lsmā'īl y Lubb- para atacar a Muhammad ibn Lubb. Este resultó victorioso de un encuentro en las proximidades de Calahorra y los hizo prisioneros en noviembre del 833. lsmā'īl sólo fue liberado cuando entregó Zaragoza, Tudela y Valtierra. A comienzos del siglo X, en el 915, nuevos combates concluyeron con la destrucción de algunos castillos, especialmente Arnedo y Alfaro. Esta falta de unidad debilitó la capacidad de resistencia frente a los monarcas cristianos, cuyas expediciones triunfantes les permitieron en pocos años conquistar toda La Rioja Alta.

La información disponible a través de los autores árabes para mediados del siglo X se hace cada vez más escasa. El cronista Al-'Udrī precisa que a la muerte del gobernador rebelde Muhammad ibn Hāsim, en el 950, el califa Abd al­Rahmān III (912-961) confió a su hijo Yahyā el control de Zaragoza y de sus distritos y que ésta región se mantuvo sumisa a la autoridad de uno y otro. Este silencio documental permite pensar que el dominio de los Bānu Tuŷībī no fue cuestionado y que La Rioja permaneció fiel a Córdoba hasta la fitna. Durante la ruptura del califato, La Rioja Baja se integró en un principado independiente encabezado por los Bānu Tuŷībī y, desde 1039, en la famosa taifa de los Bānu Hūd. A la muerte de Sulayman ibn Hūd, en 1046, un año después de la caída de Calahorra, este principado fue dividido entre sus cinco hijos y uno de ellos, Mundir al-Zafir, recibió la comarca de Tudela y lo que quedaba de las tierras riojanas. Sin embargo, permaneció muy poco tiempo al frente de ella, puesto que en 1050 su hermano Ahmad al-Muqtadir se apoderó de sus posesiones 23.

En resumen, la historia de La Rioja bajo la dominación islámica no difiere mucho de la del resto de la Marca Superior de al-Andalus. Caracterizada por la hegemonía de los Bānu Qasī por una feroz resistencia frente al estado cordobés y por las frecuentes querellas entre los dirigentes musulmanes, esta trayectoria no es excepcional, como veremos más adelante, más que por la temprana fecha a partir de la cual se hace presente la amenaza cristiana, puesto que antes incluso de la proclamación del califato (929), la mitad de La Rioja había dejado de pertenecer a al-Andalus ...

 

HABITATS y PAISAJES

Una vez descritos los principales acontecimientos que marcaron la historia de la dominación musulmana en esta zona del Valle del Ebro, conviene considerar las informaciones disponibles en las fuentes para discernir la importancia del poblamiento musulmán en estas regiones fronterizas.

La aportación de las fuentes. Sobre esta cuestión, las fuentes árabes relativas a La Rioja son notablemente pobres y deformadoras puesto que, redactadas por autores que desconocían por completo el país, mencionan únicamente las fortalezas sin referirse nunca a otro tipo de hábitats rurales. Reutilizada por otros autores posteriores, la más interesante es la constituída por el texto del cronista Ahmad al-Rāzī (889-955):

«Del termino de Tudela. Parte el termino de Tudela con el de Huesta. E Tudela yaze al sol levante de Cordoua e a oçcidente de Huesta. Todo el mundo se marauilla e por la bondat del termino de Tudela, quel su pan nonha par. Ha muchas vinas e muchas huertas e buenas tierras e crianyas: e los suos frutales / dan tan sabrosas frutas que non vos lo podria omne contar nin dezir. E las suas aguas entran en el rrio de Ebro, e a la puerta de la villa esta la puerta sobre el rrio de Ebro, e so los arcos de la puerta estan las açenas, que por ninguna guysa nunca les podra vedar el agua. E esta villa fue fundada por mandado de Alhequam, e fundola Obrieron el nonbrado, que fue hijo de Cone. E Cone fue almoxarife de Caragoça e de todas sus villas... Tudela ha muchas villas e muchos castillos e muy fuertes, de los quales es el vno Arruyt. E quando España de los moros era, era Arruyt su escudo contra los christianos. Arruyt es mut antygua villa. E ha vna villa que ha nonbre Calahorra: e otra que ha nonbre Najara: e otra que ha nonbre Locayra, que es castillo muy fuerte e yaze sobre vn rrio entre dos sierras que lo cubren. E de Tudela a Caragoça ha çincuenta migeros: e de Calahorra a Tudela ay veinte e çinco migeros: e de Tudela a Najara ha sesenta migeros: e de Bucaria a Tudela ha quinze migeros: e de Aruit a Tudela a çincuenta e dos migeros: e de Aruyt a Caragoça a ochenta e dos migeros: e de Tudela a Caragoça ha catorrze migeros» 24.

 

El segundo texto árabe digno de interés y que ha sido citado repetidamente en las páginas precedentes, es el Kitāb al-Masālik wa-I-Mamālik, del cronista Al-'Udrī (1002-1085). Este autor califica de hisn la mayor parte de los lugares mencionados por Ahmad al-Rāzīt y su enfoque de los acontecimientos prueba que se trata de asentamientos antiguos, anteriores al siglo X: Al-'Udrī cita a Arnedo (Arnit) desde los años 841-842 25, Viguera (Biqīra) desde 873-874 26, Nájera (Nāŷira) 27 y Calahorra (Qalahurra) 28 desde el año siguiente. Dos fortalezas más estaban incluidas probablemente dentro del espacio riojano, Goitor (Guitur) y Wafāw (¿Alfaro?), evocadas en 875 y 915 29. La misma fuente precisa que en las proximidades de Viguera se encontraba el lugar llamado «El prado de los Arabes», denominación tomada como consecuencia de la matanza de miembros de las tribus árabes de Zaragoza, ordenada por Lubb ibn Musā hacia el 873-874 30, y que, junto a todo ello, se hallaban los fosos (janadiq Buqayra) 31. Con toda exactitud, C. Delgado ha señalado que las noticias aportadas por los restantes autores musulmanes no aportan ninguna información suplementaria 32. La única particularidad del Mu'yām al-Buldān del geógrafo Yaqūt (1175-1225) es atribuir la condición de ciudad (madina) a cada uno de los lugares situados bajo la dependencia (min a'malj de Tudela 33. Finalmente, AI-Himyarī, autor del Kitāb al-Rawd al-Mi'tār, hace referencia a Arnedo como un lugar rodeado de ricas llanuras cultivadas en el cual había un pozo de agua potable abierto en la roca que no se secaba jamás 34.

Los aspectos contemplados en las fuentes latinas no son mucho más abundantes, en especial en los sectores occidentales de La Rioja. Sin embargo, además de Nájera, Albelda, Viguera y Arnedo, estos textos señalan la existencia de algunos lugares de poblamiento. Así, en septiembre del 928, una donación hecha por la reina Toda al monasterio de San Martín de Albelda menciona las posesiones que tenía el musulmán Abdella Iben Mochaoar en los arrabales de Tricio 35. Años más tarde, hacia el 941, la donación del lugar de Senzano, emplea la expresión quod fuit pertinentia de mozlesmes 36. En 947, el rey García Sánchez I y la reina Toda dieron al monasterio de Albelda y a su abad Dulquito la villa de Barea evocando la cassela de Even Abderhaman 37. Por fin, en abril de 958, en relación con un donativo ofrecido al obispo Tudemiro, se cita en Fontaneda la viña de Aflahe Alahamet y la tierra de Mohomat Alberrend038. Alusiones similares son más numerosas en la región de Calahorra, como la que muestra la donación, en 1059, por parte de Ramiro, hijo del rey García, al monasterio de San Millán de la Cogolla de un molino junto a una puerta en esta ciudad, precisando qui fuit a paganis antiguo 39. En 1095 se cita a un personaje llamado Alcambiel, que en otro tiempo fue propietario de casas en el barrio de San Andrés  40 y, por las mismas fechas, hay referencias a los bienes de algunos musulmanes en los alrededores de la ciudad 41. Un inventario de las posesiones de Santa María de Calahorra, redactado hacia 1132, todavía incluye la tierra de Uengaliella en el terrazgo de Albogozan, el término de Albarbuek y la parcela de Aita Gabdella 42. Algunos lugares de poblamiento musulmanes son también observables en el entorno del valle del río Alhama. El fuero concedido por Alfonso I en 1124 a los pobladores de Tudela, Cervera y Gallipienzo, además de algunos otros lugares cercanos, hace referencia a numerosas almunias y hábitats junto a Tudela y al río Alhama 43 y, al año siguiente, conocemos la existencia de moros en Alfaro, Cintruénigo y Corella 44. Igualmente, hay testimonios de la presencia de musulmanes en Inestrillas en un documento poco anterior a mediados del siglo XII 45 , así como en Cervera, donde dos textos ponen de relieve la existencia incluso de una aljama de moros 46.

El estudio de la toponimia de La Rioja permite registrar algunos datos a través de las características de los nombres de posible origen árabe. Se trata de nombres de lugar, como AIcanadre, de orónimos, como la sierra del Alcarama, o de hidrónimos, como el río Alhama. El estudio llevado a cabo por M. Asín Palacios confirma este fenómeno: cita Albelda, Alberite, Alcanadre, Alfaro, Azarrulla, Azofra, Gimileo, Mahave, Ná¡era y, finalmente, Aljamil, Almarza y Almunarcia, como topónimos «probable o seguramente arábigos» 47. Deducir de esta lista la realidad de hábitats ocupados por musulmanes es un poco aventurado, no solamente porque la procedencia árabe de la mayoría de estos vocablos es difícil de probar, sino también porque la presencia de estos topónimos no implica necesariamente un asentamiento musulmán en el lugar designado. Es posible que algunos, como Azofra, provengan de préstamos lingüísticos y no de nombres dados por los musulmanes que podían vivir en ellos. La investigación realizada por I. Rodríguez de Lama a escala de microtoponimia permite indicar en los alrededores de Calahorra Albarbuek, Albarrueque, Albogozan, Alfarillo, Alfondega, Alfondac, Algarrada, AImagaden, Almenar, Almohala, Almonecer, Almudebar, Almohabaç 48. Un examen atento de la documentación latina autoriza hallar algunos topónimos como Alcacer, Algavar (ambos cerca de Autol), Algazira, Ajamil y Almaçara (cerca de Alcocer) y, en el testamento de la reina Estefanía, fechado en 1060, Harat Albelda y Alfizero 49.

Los resultados de las investigaciones arqueológicas realizadas desde una quincena de años en La Rioja no aportan informaciones complementarias, puesto que la totalidad de la cerámica descubierta está fechada en época cristiana 50. En cambio, las primeras campañas de prospecciones desarrolladas a partir de las fuentes escritas y de manera sistemática en la región del río Alhama, han ofrecido el hallazgo de algunos yacimientos inéditos (Aguilar del Río) y de restos arquitectónicos, como el recinto del castillo de Arnedo, donde se distingue todavía una zona de grueso aparejo constituído por bloques de arenisca de sección cuadrada que se pueden datar de época califal, e incluso de cerámicas, como en Alfaro.

Si hacemos caso de la cantidad de fragmentos que se han descubierto en la colina que domina la población actual, debía tratarse de un asentamiento importante, en especial en el siglo XI, al cual pertenecen la mayor parte de los restos cerámicos encontrados: ataifores con óxido de manganeso y de hierro, alcadafes con decoración de ondulaciones al peine, cazuelas de pasta gris con decoraciones incisas o jarritas de pasta clara decoradas con líneas pintadas con manganeso. Sin embargo, el estudio de este yacimiento es bastante complicado por culpa de la reciente destrucción de una parte de la zona donde se debía situar la muralla para la construcción de un altar y de camino. El descubrimiento de algunos fragmentos de cerámicas grises en los relieves que se elevan encima de los pueblos de Quel y Autol, fragmentos que corresponden a ollas semejantes a las descritas como resultado de las prospecciones efectuadas en el Valle del Ebro, permite suponer que estos lugares fueron también ocupados por gentes islámicas hasta mediados del siglo X 51.

Poblamiento y sociedad. Aunque es demasiado pronto para esperar de este conjunto de datos una imagen exacta del poblamiento musulmán en La Rioja, el reagrupamiento de todos ellos sobre un mapa autoriza hacer algunas indicaciones. En principio se puede observar que los hábitats mencionados se concentran generalmente a lo largo de los valles, próximos a las riberas de los ríos, como el Ebro, Najerilla, Iregua, Cidacos o Alhama, desdeñando las zonas con altitud superior a los mil metros, quizá ocupadas por espesos bosques o reservadas a las actividades pastoriles, como los que menciona en los alrededores de Viguera el cronista AI-'Udrī al recrear la partida de caza en la que falleció Lubb ibn Mūsā en el 875.

Además, hay que señalar que La Rioja no tenía ninguna ciudad importante, incluso aunque Yāqūt emplee el término madina para referirse a Nájera, Viguera, Arnedo, Calahorra y Alfaro, y que probablemente estas dos últimas localidades se desarrollaron como consecuencia del establecimiento de gentes que huían del avance cristiano. De hecho, en cualquier momento del período considerado, fueron siempre las ciudades situadas en el curso inferior del Ebro, como Tudela y Zaragoza, las que jugaron el papel de capitales regionales. Por ello, los elementos de estructuración del espacio estaban constituídos por polos de menor importancia, por fortalezas denominadas husūn. El texto del cronista Al-'Udrī evidencia que se trata de núcleos antiguos, que llevan nombres premusulmanes y alrededor de los cuales gravitan hábitats rurales de menor importancia, como Tricio y Azofra junto a Nájera, AIbelda y Alberite cerca de Viguera, o como los mencionados ya circundando Calahorra. Estos husūn materializan la presencia de una autoridad central o regional y parecen ser un adecuado refugio para las comunidades rurales. Ocupan puntos en los que la topografía ofrece defensas naturales, como el impresionante nido de águila formado por el castillo de Viguera o la tabla rocosa sobre la cual estaba emplazado el hisn de Arnedo. En todos los casos estudiados, está claro que estos núcleos asociaban una fortificación y un poblamiento rural de importancia variable que se extendía a lo largo de las pendientes. La presencia frecuente de cuevas y hábitats troglodíticos en las proximidades de los castillos, casi siempre atribuidas a los moros, como ocurre en Arnedo, sugiere que estaban ocupadas en esta etapa.

Cabe subrayar por fin, que la distribución de los lugares habitados en las orillas de los cursos fluviales indica que el poblamiento estaba estrechamente ligado al agua, sobre todo en la zona del río Alhama, donde la totalidad de los puntos de ocupación musulmana (.Aguilar. Inestrillas, Cervera ... ) se encuentran situados en las inmediaciones del río. De modo poco habitual, los raros documentos latinos que conciernen a las áreas montañosas dejan adivinar la existencia de potentes comunidades rurales. Las alusiones a consejos de moros y a aljamas recuerdan a los consejos de ancianos (šuyūj) o de notables que dirigían las comunidades y que no debían ser muy diferentes de los detectados en la región levantina por P Guichard 52.

 

Las actividades económicas. El paisaje y el grado de desarrollo de La Rioja suscitan nuevas cuestiones sobre las que, de nuevo, las fuentes escritas se muestran tremendamente deficientes. Los geógrafos árabes se limitan a alabar la fertilidad de los suelos y la riqueza de las tierras próximas a Tudela, sin aludir para nada a los sectores más occidentales y los escasos elementos descriptivos que figuran en las crónicas son de una pobreza desoladora. Como ejemplo, puede servir la narración del asedio de Nájera por los cristianos en el 918 hecho por Ibn Hayyān en el tomo V de Muqtabas, donde únicamente consta la destrucción de las cosechas 53. Sólo se puede utilizar la descripción de la ciudad de Tudela y su distrito hecha por Ahmad al-Rāzī, según la cual se hallaba rodeada por campos de cereal, tierras de pasto y árboles frutales: «El distrito de Tudela es notablemente fértil y produce cereales en abundancia. Posee excelentes tierras para el pastoreo del ganado, y sus árboles producen frutos incomparables por su sabor. Todas las aguas corrientes afluyen hacia el Ebro. La ribera del Queiles rodea sus huertos» 54.

Poco más hay en los textos latinos: en lo que atañe a la zona de Nájera y de Viguera, los primeros documentos del cartulario de Albelda permiten observar que la población musulmana se dedicaba a una producción esencialmente cerealista, vinícola y hortícola y que, muchas veces, los campesinos cristianos prolongaron la actividad económica que encontraron a su llegada. Así, en 941, entre los bienes de Billit iben Muza situados en Senzano, se alude a quatuor modios seminiatura, lo que indica que estas tierras se dedicaban a cultivos de cereales panificables 55. Parecidas noticias hallamos respecto a viñas: en 925, dos años después de la conquista de Nájera y Viguera, cuando Sancho Garcés I dona al monasterio de Albelda la villa de Alberite, el notario precisa que ésta se compone de casas, terras et ortis et vineis 56. La donación efectuada en el 928 por la reina Toda al mismo cenobio que involucraba todas las posesiones del moro Abdella iben Mochaoar en los arrabales de Tricio precisa que se componían de casas cum aditibus suis, molinos quator cum suis productilibus, aquis, orto cum adiacentiis suis, sive omnes terras, vineas, padules ... , de lo que se deduce que no se conformaba con un solo cultivo 57.

El paisaje que encontraron los navarros un siglo más tarde al apoderarse de Calahorra no debió ser muy distinto, excepto en la mayor prosperidad que parece haber gozado esta comarca. Una donación del rey García de Nájera a la catedral de Santa María poco tiempo después de la conquista menciona duos agros in loco qui dicitur Sorban, et duos alios in loco dicto Cornu de Caia, unus supra uia, alius subtus: alios etiam duos ad meridiem civitatis, tresque ad orientem. Uineas etiam duas ab oriente 58. Entre las cláusulas de un segundo donativo hecho por García de Nájera, se especifica la presencia de huertos y viñas, así como una red de caminos que ponía en relación estas parcelas con la ciudad 59. Estas referencias permiten comprobar que, al igual que ocurría en otras ciudades de la Marca Superior, Calahorra estaba rodeada por un cinturón de huertos y explotaciones agrícolas. Incluso había un mercado de grano (alhondiga), de probable origen islámico 60.

Por reducida que sea, esta documentación ofrece la posibilidad de apreciar la trascendencia de los cultivos irrigados, en particular en la vega del río Alhama. El fuero de Cornago, otorgado a los populatores de Araciel por Alfonso I en 1128, contiene indicaciones sobre las prácticas de riego, y es posible que las estructuras empleadas per rigare en la región de Corella y Alfaro haya sido creada por los musulmanes (in tempus de Mauros)61. Un año más tarde, el rey entregó el castellum y la villa de Corella al conde de Perche y en el texto se evoca una estructura (caunada) cuyo nombre proviene verosímilmente del árabe qanat, que designa un sistema de reparto del agua, quizá en uso en época musulmana62. G. Liauzu ha señalado que hay buenas razones para pensar que los musulmanes canalizaban y cubrían las escorrentías de la sierra de Alhama y del río Alhama de manera que los cristianos recuperaron este sistema de irrigación 63. El documento de 1129 parece sugerir que los campesinos musulmanes de Corella empleaban illum rivum que vocatur Cannet para conducir el agua del Alhama a sus tierras. Más todavía, si admitimos que las cantidades de agua atribuidas a cada una de las aldeas mencionadas en el documento eran aquellas de las que se beneficiaban anteriormente los campesinos musulmanes, se puede observar que los habitantes de Corella utilizaban esta agua durante cinco días por mes y que regaban a continuación sus tierras durante veinte días gracias a un afluente del río Alhama ...

Poco iluminado por las fuentes, el panorama que acaba de ser trazado deja observar, sin embargo, que la situación de frontera y la proximidad de la amenaza cristiana no impidieron el establecimiento de una red de poblamiento probablemente más densa de lo que se infiere de las fuentes árabes, incluso aunque fuera menos importante que en el resto de la Marca Superior, tal vez como consecuencia de la temprana fecha en que los cristianos se apoderaron de las tierras occidentales de esta región. Está claro también que los cristianos no hallaron los campos vacíos de hombres y los terrazgos incultos: el período de dominación islámica fue el de una expansión agrícola, sin duda limitada a los fondos de valles y a las riberas del Ebro. Finalmente, cabe afirmar que en este cuadro la sociedad permanece como una gran incógnita. La fuerte cantidad de cristianos que llevan nombres arabizados en documentos que afectan a tierras cercanas a Nájera o Viguera autorizan a suponer que en estas zonas vivían numerosos mozárabes 64. En un estudio reciente, basado en un texto del año 921, y que atañe a un monasterio de La Rioja situado in valle Karadina, A. Ubieto ha puesto de manifiesto la presencia de ciento veintidós nombres diferentes de cristianos mozárabes, al mismo tiempo que subrayaba, a partir de un testimonio epigráfico, la construcción de un monasterio mozárabe en Arnedillo hacia el 869, cuando era impensable que los reyes cristianos pudiesen ocupar estas tierras 65. Si admitimos con R. W. Sulliet que el proceso de conversión al Islam se efectuó muy lentamente y que, al llegar al poder 'Abd al-Rahmān III en 912, sólo un 25% de la población de al-Andalus era musulmana, la fecha en la que fue recuperada La Rioja Alta hace pensar que, en esta zona, los musulmanes eran minoritarios 66.

 

MUSULMANES Y CRISTIANOS EN LA RIOJA

La historia de los combates desarrollados entre musulmanes y cristianos en La Rioja es una cuestión mal conocida. Si los acontecimientos de los siglos IX y X han sido bien estudiados 67, la cronología de los combates que siguieron en esta parte del Valle del Ebro es aún muy imprecisa. A pesar de la pobreza de las informaciones reunidas por las fuentes árabes y latinas, no hay duda de que el avance cristiano en esta región fue particularmente precoz y merece la pena distinguir en él varias fases.

La conquista de La Rioja Alta. Durante la mayor parte del siglo IX, las relaciones entre cristianos y musulmanes fueron pacíficas, hasta el punto de que existían estrechos lazos entre los soberanos navarros y los Bānu Qasī, como han puesto de relieve diversos historiadores basándose en la Ŷamharat de Ibn Hazm y las conocidas Genealogías de Roda. En este sentido, algunos miembros de esta familia establecieron alianzas matrimoniales con príncipes o mujeres de las dinastías reales vasconas sin que su condición de musulmanes creara ningún obstáculo 68. Esto sucede con la viuda del rey lñigo I, madre de lñigo II y Fortún lñiguez, que a continuación se casó con Mūsā ibn Furtūn, con lo que su hijo, Mūsā ibn Mūsā, resultaba ser hermanastro de los citados monarcas cristianos, Algunos años más tarde, Asona, hija de iñigo II, fue tomada como esposa por Mūsā ibn Mūsā, el cual cedió su propia hija Orria a García lñiguez. En una época más avanzada, una hija de García se casó a su vez con uno de los hijos de Mūsā ibn Mūsā, Mutarrif.

Estas alianzas contemplaban motivaciones políticas y con frecuencia concluyeron en colaboraciones guerreras: hacia el 842-843, cuando Mūsā ibn Mūsā se rebela contra el emir omeya y hace prisionero al general cordobés enviado contra él, Hārit ibn Basī'en Balma, Ibn Hayyān señala que tenía como aliado a García, el hijo de lñigo. Durante el año siguiente, para hacer frente a la expedición punitiva dirigida por el mismo 'Abd al-Rahmān II, Mūsā recibe de nuevo la ayuda de García y de Furtūn, otro de los hijos de lñigo. En los meses centrales del año 850, cuando Mūsā ibn Mūsā rechaza de nuevo la autoridad del emir, el mismo cronista precisa que devastó el territorio de Tudela y los alrededores de Tarazona y Borja con el apoyo de contingentes enviados por uno de los hijos de lñigo. Por último, hacia los años 870-871, cuando Lubb ibn Mūsā se subleva en Arnedo contra el poder de Córdoba, se vuelve buscando ayuda hacia García lñiguez.

Como puede observarse, musulmanes y navarros hicieron causa común durante mucho tiempo contra los omeyas. Ahora bien, el título adoptado por Mūsā, tertius rex in Spania, muestra la pobre impresión que le causaba su pariente vascón, puesto que según el razonamiento que implica este calificativo, las únicas soberanías reconocidas era la del rey asturiano y la del emir cordobés, Es posible que, como pretende J. Pérez de Urbel a partir del relato de Ibn Hayyān, que se desarrollase un enfrentamiento en el 851 entre pamploneses y Mūsā en Albelda, pero fuera de este controvertido episodio, podemos considerar que esencialmente las relaciones entre los navarros y los Bānu Qasī fueron buenas hasta fines del siglo y que esta situación protegió eficazmente a La Rioja de cualquier incursión venida del norte. En el siglo X, con la sustitución de la dinastía Arista por la Jimena en Pamplona, el clima de coexistencia se deteriora brutalmente.

La segunda amenaza para los musulmanes de La Rioja se delimita desde el 850, con la llegada al trono asturiano del rey Ordoño I. Los primeros combates tuvieron lugar hacia el 859 y son conocidos como la batalla de Clavijo 69, Todos estos acontecimientos han estado durante mucho tiempo sujetos a reserva por los historiadores ante la falta de confirmación en las fuentes musulmanas, pese a lo cual es necesario volver sobre estas luchas, a las que se denomina también batalla del monte Laturce o batalla de Albelda. Por lo que parece, Ordoño I, fiel al programa trazado por su padre Ramiro I, buscaba expandir el territorio asturiano a costa de al-Andalus. Después de una campaña poco afortunada en los alrededores de Toledo, hacia el 854, eligió las tierras de Mūsā ibn Mūsā como objetivo y, en especial, la fortaleza de Albelda, recientemente construida al sur del actual Logroño. Mūsā acudió para socorrer la plaza fuerte y se enfrentó con el rey asturiano in montem cui nomen est Laturzo, es decir, el monte Laturce, en las proximidades de la pequeña población de Clavijo. Mūsā ibn Mūsā fue derrotado y su yerno García muerto, mientras su campamento, en el que se encontraban regalos que acababa de recibir del monarca franco Carlos el Calvo, fue saqueado 70. El castillo de Albelda fue tomado al asalto, destruido y la guarnición exterminada, pero esta victoria no supuso ninguna modificación territorial y todo hace pensar que los cristianos retornaron sin dejar tras de sí ni siquiera algunos guerreros. En realidad, el reino astur no disponía todavía de medios para implantarse definitivamente en esta zona del Valle del Ebro, y por tanto, hubo que esperar más de medio siglo para que los cristianos pudieran desarrollar verdaderamente una sólida expansión en esta región,

El progresivo declive de la dominación de los Bānu Qasī en La Rioja y el resto del Valle del Ebro y el acceso al poder de Sancho Garcés I en el año 905, modificaron rápidamente el equilibrio que había caracterizado hasta entonces las relaciones entre musulmanes y cristianos, La primera ofensiva provino del reino asturiano: poco tiempo después de la muerte de Muhammad ibn Lubb, en el 898, Alfonso III creyó propicia la ocasión para atacar las tierras bajo la potestad de Lubb ibn Muhammad. A comienzos del 899 reunió un ejército compuesto por contingentes de Alava, Castilla y Pamplona y se dirigió hacia el valle de Borja, en los límites orientales de La Rioja. El soberano cristiano atacó a Lubb ibn Muhammad, que se había instalado en Tarazona, pero fue derrotado. Según el cronista Al-'Udrī, Lubb obtuvo una victoria aplastante: «el número de los politeístas que murieron llegó a seis mil, quedando en libertad todos los cautivos que tenían en sus manos» 71. A pesar de este fracaso, un nuevo avance tuvo lugar en el año 904, cuando Alfonso III ocupó Ibrillos y asedió la fortaleza de Grañón. Lubb ibn Muhammad tuvo que intervenir por segunda vez y en el transcurso del verano del 904 arrebató a su enemigo el castillo de Baños y le obligó a suspender el sitio de Grañón 72.

Las ofensivas cristianas se reanudaron algunos años después, con la llegada al trono del rey de Pamplona, Sancho Garcés I (905-925). Según Ibn Hayyān, al empezar el año 914, los cristianos invadieron el valle del Alhama y tuvo lugar una batalla en las cercanías de Arnedo. Como réplica, los musulmanes asaltaron Calahorra y la ocuparon a mediados de julio del 914 73, lo que permite afirmar que los cristianos la habían conquistado previamente, como confirma Ibn 'ldārī. Derek W. Lomax cree que Sancho Garcés I construyó un castillo en Viguera, pero este hecho no está atestiguado por ninguna fuente árabe75. En el verano del año siguiente, Sancho Garcés devastó la región de Tudela e hizo prisionero a su emir 'Abd Allāh ibn Muhammad ibn Lubb, hijo de Mūsā, del linaje de los Bānu Qasī. Inmediatamente se hizo cargo de la ciudad su hermano Mutarrif ibn Muhammad y reparó el descalabro. Tres años después, en junio del 918, Ordoño II y Sancho Garcés desplegaron una nueva ofensiva contra Nájera: esta población fue asediada durante tres días y sus alrededores asolados, pero los monarcas cristianos no pudieron apoderarse de ella. En su retirada, se dirigieron hacia Tudela y Valtierra, donde incendiaron la mezquita 76. Probablemente en estos combates obtuvo Sancho Garcés I el importante botín del que son muestra, en opinión de J. M.ª Lacarra, los detalles de una donación en beneficio de Leire efectuada en el 924, entre los que se hallan estandartes, dos tiendas, una loriga, una diadema, un caballo, un mulo, dos eunucos y las villas de San Vicente y Liédena, así como un cáliz de plata, un caballo, diversos tejidos al obispo Basilio, entre otros objetos 77.

La amenaza cristiana sobre Tudela hizo reaccionar al soberano omeya y, a lo largo del año 920, el ejército cordobés llevó a cabo una expedición conocida como la campaña de Muez o Valdejunquera78. Mientras estas tropas avanzaban hacia la Marca Superior, el gobernador de Tudela, Muhammad ibn Lubb envió fuerzas contra Calahorra, la base de Sancho Garcés en la región. El rey de Pamplona evacuó la fortaleza y el califa la hizo arrasar: Ibn Hayyān señala que los musulmanes «se esforzaron hasta hacerla desaparecer y dejarla como si no hubiera sido próspera el día anterior». El emir atravesó a continuación el Ebro por un lugar llamado Di-šara, donde fue atacado por Sancho Garcés, cuyas posiciones estaban en Arnedo. Los cristianos fueron aplastados y los textos árabes indican cómo «los musulmanes les tomaron muchas cabezas, con las que, izándolas en picas, el ejército acampó aquí alquerías y fincas». El soberano omeya ocupó entonces una fortaleza que Sancho había construido para crear problemas a los habitantes de Viguera. Según la narración de 'Arīb ibn Sa'īd, reproducida por Ibn Hayyān, el emir 'Abd al-Rahmān III «llevó a la fortaleza de Viguera mil modios de los infieles para ayuda de sus moradores y recorrió después las fortalezas de la zona inspeccionándolas, fortificándolas y atendiendo a los intereses de sus gentes, de manera que si había cerca fortificaciones de los infieles, las destruía e incendiaba sus campos, llegando lo abrasado allí a medir diez jornadas por diez y reuniendo las gentes tantas vituallas que, aun esforzándose en dilapidarlas, no podían acarrearlas ni encontraban comprador entre ellos, pues no había quien adquiriera el mejor trigo a un dirhem seis cahíces» 79.

Si aceptamos el testimonio del cronista Sampiro, Ordoño II pudo avanzar profundamente al año siguiente en territorio musulmán, sin que esta incursión provocara una respuesta del emir. Algunos meses más tarde, conquistó Nájera en favor de su aliado Sancho Garcés I que, por su parte, atacó Viguera. Ante esa situación de peligro, Murammad ibn 'Abd Allāh apeló a Mutarrif ibn Mūsā y a Yahyā ibn Abi al-Fatth. Durante el asedio murió Murammad ibn 'Abd Allāh y con la caída de la fortaleza algunos miembros del linaje de los Banū Dī I-Nūn fueron capturados y enviados a Pamplona: Mutarrif ibn Mūsā, Muhammad ibn Muhammad, Ahmad ibn Muhammad, Yahyā ibn al-Fatth y otros notables. Sólo el primero de ellos llegó a escapar de su prisión. Ibn Hayyān fecha la conquista de Viguera en el año 311 (abril 923-abril 924), mientras Al-'Udrī la sitúa en mayo del 922 80. Un estudio de J. M.ª Lacarra dedicado a estos acontecimientos permite precisar que la toma de Viguera se produjo el 12 de mayo del 922, data también admitida por A. Ubieto.

Como consecuencia de esta derrota, el emir 'Abd alRahmān III envió al general 'Abd al-Hamīd ibn Basīl a la Marca Superior con un ejército bien equipado para socorrer a las poblaciones fronterizas y para lanzar algunas expediciones desde Tudela contra los territorios de Sancho Garcés I. A pesar de algunos éxitos parciales de los musulmanes, la fortaleza perdida permaneció en manos de los cristianos. Al año siguiente, en el 924, el emir decidió emprender una campaña contra los navarros dirigida por él mismo, decisión reforzada por la noticia de la muerte de Ordoño II a comienzos del año y por el hecho de que su sucesor en el reino asturiano, Fruela II, estaba lejos de ser un enemigo temible. De este enfrentamiento, que ha sido objeto de numerosos trabajos, no se retendrá aquí más que aquello que concierne a La Rioja 81. El soberano omeya llegó con sus tropas a Calahorra, abandonada por los cristianos, que fue destruida e incendiada 82. Desde allí, el emir se dirigió hacia Qantara Alba, donde franqueó el Ebro y cerca de la cual se encontraban varias fortificaciones cristianas también desiertas. Algunos de sus moradores intentaron refugiarse en las cuevas que dominan el río, pero fueron masacrados y sus niños reducidos a la cautividad. Todas estas posiciones fueron arrasadas, sin que quedase de ellas, como dice Ibn Hayyān, «una piedra derecha». Después de haber penetrado en las tierras pamplonesas llevando consigo la desolación, 'Abd al-Rahmān retornó a Calahorra primero y a Tudela después, en los primero días del mes de agosto del 924.

Las fuentes árabes relatan un nuevo proyecto del califa para realizar una nueva invasión en el 934. Esto hizo que la reina de Pamplona, Toda, se presentara en Calahorra para entrevistarse con el monarca musulmán y solicitarle que no atacase sus tierras. Su recepción fue objeto de un fasto especial:

Ibn Hayyān cuenta que el califa «ordenó que, a su entrada, se colocara el ejército en formación y equipo de gala, lo que ella (la reina) contempló sobrecogida, siendo luego llevada a la tienda donde él (el califa) estaba solemnemente instalado, y recibiéndola con algunos de sus condes; ella le rindió los honores apropiados y expuso humildemente sus peticiones y razones», Del encuentro surgió un acuerdo por el que Toda liberó algunos cautivos musulmanes, entre los que destacan varios miembros del linaje de los Banu Dī l-Nūn (Yahyā ibn al'Fath, un nieto suyo y un hijo de su primo) y, a cambio, 'Abd al-Rahmān III aceptó cambiar su proyecto inicial y dirigirse hacia el oeste, en dirección hacia Alava. Atravesó La Rioja y llegó a una fortaleza llamada al-Manar (Grañón), de la que Ibn Hayyān dice que estaba «extraordinariamente bien cuidada y provista de arbolado, viñas y recursos», todo lo cual fue devastado e incendiado. Fue entonces cuando los monasterios de Oña y Cardeña fueron atacados y destruidos 83,

Durante el segundo cuarto del siglo X, las referencias a combates entre cristianos y musulmanes se hacen más escasas. No parece que la región se viera afectada por la expedición del visir Ahmad ibn Muhammad ibn lIyās en el 937 contra el reino de Pamplona y tampoco parece que la ofensiva del rey García Sánchez llevada a cabo en abril del 942, con apoyo de castellanos, afectase a ningún lugar musulmán de La Rioja 84. En esta fecha la mayor parte de La Rioja Alta se encontraba bajo control cristiano y, a juzgar por las localidades mencionadas en los documentos latinos, la frontera se situaba en el río Leza, al oeste del cual las tierras habían dejado de ser musulmanas 85. Una donación hecha por García Sánchez I hacia 941 al monasterio de Pampaneto menciona la presencia de Mango Asinari in luvera, lo que permite comprobar que la fortificación de Jubera y sin duda el valle del mismo nombre estaban en poder de los cristianos en esta fecha 86, Algún tiempo después, en febrero del 958 un documento señala la presencia de Blasco Lihurt, possidente in Arneto, lo que induce a pensar que también este lugar se hallaba en manos de los cristianos 87 , Una breve alusión de Al-'Udrī, en la que confirma que en el 934 'Abd al-Rahmān III había entregado las fortalezas de Rueda y Arnedo al gobernador de Zaragoza, Muhammad ibn Hāsim, sitúa la definitiva caída de esta población entre estos años 88. En resumen, hacia mediados del siglo X, la «frontera» entre los territorios cristianos y musulmanes coincidía aproximadamente con el espacio comprendido entre la Sierra de Hez y la de Verga y, a no ser que se trate de un problema de falta de fuentes, no parece que los musulmanes consiguieran recuperar nunca esta región. Por el contrario, más al norte, en los alrededores de Calahorra, donde el relieve era menos condicionante, la «frontera» fue siempre inestable, Una noticia muy escueta de Ibn Jaldūn nos indica que uno de los más grandes éxitos del califa Al-Hakam II (961-976) fue la toma de Calahorra, lograda por el general Gālib hacia el 968, y que fue acompañada de una nueva fortificación y de la instalación de una fuerte guarnición 89. Esto permite deducir que la ciudadela, arrasada en el 924, mencionada en manos del califa diez años más tarde, había sido conquistada por los cristianos en el intervalo entre el 934 y el 968.

La reconquista de La Rioja Baja. Las últimas grandes incursiones de los musulmanes contra La Rioja cristiana se produjeron hacia el año mil, en la época de las razzias de los amíridas. La lista de las 57 ofensivas llevadas a cabo por AI-Mansūr y las de su hijo 'Abd al-Malik muestra que al menos seis se desarrollaron contra el soberano de Pamplona (978, 991-992, 992, 994, 999 y, finalmente, entre el 1000 y 1002), Y no se puede excluir que alguna haya afectado a La Rioja90. Un documento de San Millán de la Cogolla del 986 hace alusión a la liberación de un cautivo y es probable que la captura datase de la primera de estas campañas 91. Según el autor de la Descripción anónima, Nájera fue uno de los objetivos de la trigésimo sexta expedición de AI-Mansūr, junto con Buns (7) y Alcocero, en el año 381 (20 de marzo 991-8 de marzo 992)92, Según esta misma fuente, el último ataque de Al-Mansūr, en el transcurso del año 1002, fue dirigido especialmente contra La Rioja, pero carecemos de cualquier detalle. El ejército musulmán avanzó hasta Canales, a unos cincuenta kilómetros al suroeste de Nájera, y posiblemente saqueó e incendió el monasterio de San Millán 93. Lo mismo pudo suceder -en opinión de Ch. J, Bishko- con el de San Martín de Albelda en algún momento entre el 981 y 1002, pero no hay ningún documento que confirme esta hipótesis 94,

Es difícil medir el alcance del desgaste producido por estas incursiones; más que una cuestión material, es probable que el mayor daño fuera de carácter psicológico: el pillaje de Santiago (997) y las devastaciones de los santuarios cristianos más importantes multiplicaron la animadversión contra los musulmanes. Este fenómeno coincidió con la profunda crisis que se extendió por todo al-Andalus desde la muerte de 'Abd al-Malik, el hijo y sucesor de AI-Mansūr, una crisis a la que los musulmanes dan el nombre de fitna, Mientras el estado andalusí se desintegraba en pequeños principados, el reino navarro, dirigido por Sancho III, entraba en una fase de expansión, La coincidencia entre estas dos diferentes coyunturas permitió un avance cristiano hacia el sur. Sin embargo, y a pesar de los elogiosos testimonios -a menudo excesivos de los cronistas, no parece que el monarca obtuviera éxitos importantes en este sector frente a los musulmanes, Como subrayaba recientemente R. Collins, la extensión territorial navarra se hizo menos a costa de los musulmanes del Valle del Ebro que frente a los reinos cristianos vecinos 95. Hay más, en una fecha mal conocida, parece que Yahyā ibn Mundir (1021-1036), el hijo del fundador de la taifa tuŷībī de Zaragoza, emprendió una campaña devastadora contra Nájera y logró cautivos y botín. El rey navarro acudió a tratar con él en Zaragoza, ofreciéndole como regalo caballos de raza, en una entrevista que se celebró con gran solemnidad ante las puertas de la ciudad 96. En realidad, los limitados progresos territoriales registrados se efectuaron en la región del río Gállego y en el valle del Cinca, mientras La Rioja quedaba al margen de estos avances.

Esta situación cambió con la llegada al poder de García Sánchez, en 1035. Inmerso en el clima guerrero perceptible entonces en todo el norte de la Península, el heredero de Sancho el Mayor manifestó muy pronto su intención de acometer la lucha contra los musulmanes. Una fórmula contenida en un documento de mayo de 1040, que contiene una larga enumeración de los bienes entregados a su mujer Estefanía, testimonia bien esta voluntad expansionista: ... si Deus ominipotens michi aliquid concesserit pro sua magna misericordia de partibus terre hismaelitarum aut castra aut villas ... 97. Cinco años más tarde, en 1045, se apoderó de Calahorra 98. En un documento del 30 de abril, el rey precisa que, con la ayuda de Dios, había tomado la ciudad a los paganos y la había reintegrado a la fe cristiana 99. La caída de Calahorra está contemplada también en otro texto del 31 de mayo, en el cual García donaba a San Millán de la Cogolla algunas posesiones en la ciudad, in primis gratias Dei regis perhenni que tradidit nobis hanc urbem Calahurram de manu paganorum 100. El recuerdo de la victoria se manifiesta todavía en otro documento, fechado el 3 de marzo de 1046, en Calahorra, primo anno captionis 101.

El espacio todavía ocupado por los musulmanes en la actual Rioja había quedado reducido al mínimo, y tan sólo comprendía el valle del río Alhama, pero un donativo hecho por García Sánchez en diciembre de 1052 al monasterio de Santa María de Nájera evidencia que no tenía ninguna intención de interrumpir sus avances frente a los musulmanes 102. Sin embargo, las dificultades con su hermano Fernando y la aplastante derrota de Atapuerca, en la que encontró la muerte (1054), impidieron la continuación de sus proyectos. Las fuentes relativas al reinado de Sancho de Peñalén no indican que se produjera ningún avance significativo, sin duda porque el rey de Navarra y el señor de Zaragoza, Ahmad al-Muqtadir (1046-1082) tuvieron que firmar un tratado de alianza desde 1069 para hacer causa común contra el rey de Aragón, Sancho Ramírez. Sancho Garcés prometió respetar a su vecino musulmán y ayudarle contra sus enemigos a cambio de una importante cantidad de oro. No mucho tiempo después, sin embargo, el acuerdo fue roto y Sancho desplegó su ejército en el valle del Alhama, conquistando la fortaleza de Tudején, cerca de Fitero, mientras el soberano taifa de Zaragoza se apoderaba de Caparrosa. Un nuevo pacto, sellado en mayo de 1073, preveía el pago de una nueva paria en beneficio del rey de Navarra y la restitución de los castillos 103. De este modo, durante más de medio siglo, las montañas que dominaban el valle del Alhama y los alrededores de Alfaro constituyeron la frontera entre cristianos y musulmanes.

Tras la unión de Navarra y Aragón en 1076, no hay ninguna información que autorice a pensar en algún progreso significativo en la región durante los reinados de Sancho Ramírez (1064-1094) y Pedro I (1094-1104), y las condiciones en las que los últimos riojanos musulmanes cayeron bajo la dominación de Alfonso el Batallador (1104-1134) están todavía bastante oscuras. Según Ibn al-Jatīb, el rey taifa de Zaragoza, Ahmad al-Musta'īn (1085-1110) lanzó una incursión contra Navarra para intentar aflojar la presión ejercida por los cristianos desde la conquista de Ejea, en 1105. El soberano hudí se dirigió hacia Olite, a la que sometió a un breve asedio, levantado cuando sus habitantes le entregaron una importante suma de dinero y le entregaron rehenes. A continuación, devastó la región hasta Valtierra, donde encontró la muerte en un choque con los cristianos 104. Esta derrota acabó con el prestigio de la dinastía hudí y el mismo año su hijo y sucesor, 'Abd al-Malik ibn Ahmad fue expulsado por los habitantes de su capital, que llamaron en su ayuda a los Almorávides105. La llegada de éstos apenas supuso un socorro momentáneo, puesto que, en 1118, Alfonso I se apoderó de Zaragoza y, al año siguiente, de Tudela, Tarazona y Borja 106. El valle del río Alhama escapaba así definitivamente a la dominación musulmana, pero las fuentes no permiten establecer si hubo combates o, por el contrario, las poblaciones islámicas se sometieron pacíficamente a sus nuevos señores.

Contrariamente a la opinión de A. Ubieto, para el que la caída de Nájera y Viguera constituyó la manifestación más temprana de la reconquista, parece difícil considerar como tal a las consecuciones de Sancho Garcés I a comienzos del siglo X. El llamado Initium Regnum Pampilonam insiste en la belicosidad del monarca contra los musulmanes 107, pero se trata de un texto muy tardío: en la forma actual data de los últimos años del siglo X y se copió en el siguiente en San Millán de la Cogolla 108. Además, el documento del 924 relativo a la fundación del monasterio de Albelda, en el cual se evocan las desgracias de Hispania causadas por la gentem barbaram es falso 109. Tampoco esta perspectiva es admisible para la monarquía astur-leonesa a comienzos de este siglo: el documento por el que Ordoño II dona al abad Sonna el lugar de Santa Coloma para que restaure el monasterio en octubre del 923, poco tiempo después de la conquista de Nájera, y que precisa que la fortaleza fue arrebatada a los bárbaros cum Domini prouidentia, no es original-según su editor- ni siquiera una copia tardía, sino probablemente un texto falsificado posteriormente por los monjes de Nájera para alegar algunos derechos sobre la localidad de Santa Coloma 110.

Si se admite que el concepto de reconquista supone la consideración conjunta de algunos elementos como la existencia de un poder que hace de la expansión de la fe cristiana un auténtico proyecto dinástico, la afirmación de una aristocracia guerrera compuesta de seniores estrechamente ligados al soberano, la búsqueda de nuevos espacios por parte de un campesinado numeroso, ávido de nuevas tierras y de libertad, se puede observar que la mayor parte de estos factores están ausentes en los comienzos del siglo X. Aunque Sancho Garcés I mostró una cierta benevolencia hacia los monasterios como San Salvador de Leire, San Pedro de Siresa o San Martín de Albelda, aunque la recuperación de las tierras sometidas al dominio musulmán fue seguida de una cierta expansión del poblamiento y de la puesta en cultivo de tierras, casi como si se tratara de una «repoblación», no es hasta mucho más tarde, bajo el reinado de García de Nájera, cuando se pusieron de relieve los primeros signos de una ideología expansionista. Antes de la conquista de Calahorra en 1045, parece más adecuado hablar de una «recuperación» que de una reconquista. Hasta entonces, los combates tenían como finalidad más debilitar al adversario destruyendo sus defensas y saqueando las cosechas que conquistar vastas extensiones de territorio.
 

 

Los musulmanes frente a la reconquista. Después de estas consideraciones, queda por definir qué sucedió con los musulmanes tras la victoria de los cristianos. Se trata de una cuestión compleja, no sólo porque la documentación latina ha conservado solamente una parte de los textos susceptibles de aclarar la suerte que les fue reservada, sino también porque su identificación es difícil y las confusiones son muy frecuentes.

Cualquiera que estudie la documentación medieval de La Rioja no puede dejar de sorprenderse de la cantidad de referencias a personajes que llevan nombres de consonancia árabe. El fenómeno adquiere una amplitud excepcional en la primera mitad del siglo X, a partir de los documentos más antiguos de los monasterios de Albelda y San Millán. Por ejemplo, uno de los testigos presentes en la concesión efectuada por sancho Garcés a san Martín de Albelda en el 925 se llama Abolazen III. En las mismas fechas, otro documento señala que entre los habitantes de Viguera con bienes en Albelda se encontraban Falcon iben Adelsio, Munio ibems Hannes, Rapinato Hibenkircit y Abialite112, La entrega hecha por los vecinos de Viguera de unas tierras a cambio de un campo del abad Auriolo, en el 931, se hizo ante Eiza iben Gamar, Benedictus Vivas iben Amara, Ababtella Iben Godalfo, Verengid Helid y un testigo llamado Abolmundar 113. Diez años después, la donación de la villa denominada Unión al monasterio de Albelda contó con testigos que portaban nombres como Fecha Even Mazeroth, Alvaro Even Abaiub, luzefus Aborchri y un tal Abdella 114. Estos patronímicos no pertenecen a musulmanes sino a cristianos, circunstancia confirmada por el título de presbiter, usado en algunas ocasiones respecto a algunos personajes mencionados. En todo caso, estos nombres certifican el grado de arabización al que fueron sometidas las poblaciones instaladas o que se asentaron en la región, Un problema análogo se plantea un siglo más tarde en la región de Calahorra, pero esta vez respecto a los judíos. Como se sabe, el prefijo Aben deriva del árabe ibn (hijo de), que se encuentra también bajo formas como Avem, Aven, Ben o Iben, servía también para designar a judíos, como por ejemplo Zaheit iben Zafar, mencionado en 1098 115. Por tanto, es difícil conceder credibilidad a la relación de los «moros en La Rioja Baja» confeccionada por I. Rodríguez de Lama 116. De hecho, a menos que los documentos no mencionen explícitamente la confesión de los individuos con calificativos como moros o mozlesmes, es problemático distinguirlos entre los populatores 117.

A pesar de estas reservas, se puede concluir que las tierras arrebatadas a los musulmanes pasaron a manos de los monarcas que las redistribuyeron a continuación a los laicos o a los establecimientos religiosos. Así, en septiembre del 928, la reina Toda, viuda de sancho Garcés I, dio al monasterio de Albelda todas las posesiones del moro Abdella Iben Mochaoar en los arrabales de Tricio 118, y, en 941, el rey García Sánchez daba el lugar de Senzano al monasterio de Pampaneto, aludiendo a la tierra de Billit iben Muza y a un bien quod fuit pertinentia de mozlesmes 119. Finalmente, en el 947, García Sánchez I concedió a san Martín de Albelda la villa de Barea, uno de cuyos límites estaba constituido por la casseta de Even Abderahmen 120. El empleo de un tiempo verbal pretérito (que fuit de) en la mayoría de los documentos no debe hacer olvidar que los musulmanes permanecieron instalados en esta parte de La Rioja. En abril del 958 una donación hecha al obispo Tudemiro cita en Fontaneda la viña de Aflahe Alahmet y la tierra de Mohomat Alberrendo 121. La confirmación hecha por el rey García y su mujer Estefanía de las posesiones del monasterio de Santa María de Nájera alude en las inmediaciones a personajes como Abhomar, Abolbalia, Abolbalit, Abolferit, Alberda y Amunna Maura, de los que tenemos razones fundadas para pensar que eran musulmanes 122.

Los documentos que hacen referencia al entorno de Calahorra confirman este fenómeno. Un texto de fines del siglo XI que contiene una lista de las posesiones de Santa María de Calahorra, muestra igualmente una nómina de personas que disponían de huertos y viñas junto a la ciudad, entre los que hallan, junto a algunos judíos, varios musulmanes 123. También son observables algunos expolios: así, en el 1059, cuatro años después de conquistada la ciudad, Ramiro, hijo del rey García de Nájera, daba al monasterio de San Millán un molino situado cerca de la puerta de la ciudad, qui fuit a paganis antiguo 124. Para Calahorra hay también indicios de que un buen número de descendientes de musulmanes se convirtieron a la fe cristiana para conservar íntegramente su patrimonio. Un ejemplo puede ser el de María, la hija de Alcambiel, que vendió a Bernardo Pedro, arcediano de Calahorra, en 1095 unas casas en el barrio de San Andrés. El texto señala en el mismo espacio urbano las casas de Hereth y de lohannes iben Ghorgulg, así como un testigo llamado Pascual, hijo de Abghomar 125, y podemos suponer que después de la toma de la plaza fuerte, los musulmanes tuvieron que abandonar sus casas y propiedades en la parte alta de la ciudad para reagruparse en el barrio de San Andrés 126.

La pervivencia de importantes comunidades musulmanas se manifiesta con más claridad en la región del río Alhama. Poco antes del siglo XII, un acuerdo entre los templarios y un musulmán de Inestrillas cita como testigos algunos mauros:

Mahomet, et Abefala, et Zahet, et Abefamet, et Asmeth, et Abdela, et Çalema, et Muça 127. Otro tanto ocurre en Cervera: en 1157, cuando Raimundo, abad de Castellón, cambia una heredad en esta población por otra en Murillo, el convenio es redactado ante un concejo de moros, representante de una algama; entre los testimonios figuran Aguaezir Avamor, Geyron de Motaref y Muza de Fad, que posiblemente eran los miembros más influyentes de la comunidad 128. En 1196, en una donación hecha por Lope de Cintruénigo de dos assariques, llamados Ferron de Algada y Ferron de Casteion a favor de Santa María de Calahorra, se mencionan también de sarracenis: Mahomat Çauaçala et Ezmael de Alguazil et Mahomat Alboçaz et Abdela Alboçaz, frater eius, et alii quam plures 129. Los cambios ocurridos tras la reconquista fueron en esta zona menos sensibles que en otras: como ha matizado G. Liauzu, los cristianos conservaron a menudo los sistemas de irrigación anteriores 130 y si bien la instalación de nuevas estructuras sociales condujo generalmente a la desaparición de los antiguos territorios castrales, algunos documentos del siglo XII muestran que la repoblación respetó en ocasiones los antiguos límites de los terrazgos. De este modo, en 1125, concediendo a los habitantes de Araciel -entre Corella y Alfaro-, el fuero de Cornago, Alfonso I precisa que la delimitación de este lugar sería la misma que existía in tempus de mauros 131. Ciertamente, en estas tierras montañosas de la Baja Rioja, la reconquista no sobrepasa la construcción de alguna fortificación, como aquella cuyos vestigios dominan todavía la pequeña aldea de Inestrillas, y de iglesias, como la de Cervera, edificada poco después del 1123 132.

La actitud de los musulmanes frente a la reconquista fue, por tanto, variable según las regiones, en función -sin duda- de su importancia numérica: algunos emigraron, otros se convirtieron, el resto permaneció fiel a sus tierras y a sus tradiciones preservando los lazos de solidaridad que les unían desde hacía siglos. Por ello, la idea de que muchos musulmanes permanecieron en La Rioja, después de la reconquista debe ser matizada. En el fuero de Nájera, confirmado en 1076 por Alfonso VI de Castilla 133, y en el de Marañón, concedido por Alfonso I de Aragón en el primer cuarto del siglo XII 134, hay alusiones a musulmanes, pero esta presencia fue sobre todo importante en la zona del valle del Alhama y, en menor grado, en los alrededores de Calahorra 135. Como hacía notar A. García Gallo, el ejemplo del fuero de Nájera muestra bastante bien la escasa consideración de que gozaba el moro en el medio social cristiano: su muerte estaba castigada con una multa que era la vigésima quinta parte de la de un hombre libre y la misma que se pagaba por un asno ... 136

 

CONCLUSIÓN

La historia de La Rioja en época musulmana evidencia una cierta originalidad respecto al resto de al-Andalus y en particular en el seno de la Marca Superior. A diferencia de otros espacios fronterizos, como Aragón o Cataluña, donde la separación entre el Islam y la cristiandad se apoyó durablemente sobre relieves montañosos, La Rioja aparece como una tierra abierta, lo que explica probablemente lo precoz de la amenaza que pesaba sobre ella. El Ebro, al oeste, y los valles de los ríos Ega y Arga al norte, constituían largos corredores difíciles de defender y por estas vías naturales se encaminaron los asturianos y pamploneses desde el inicio del siglo X para combatir contra los musulmanes de esta región.

Por otra parte, conviene observar que es difícil contemplar La Rioja musulmana como un conjunto homogéneo. Si la zona de Alfaro y la cuenca del Alhama constituían un espacio profundamente islamizado, protegido por el oeste por una barrera montañosa y por el norte gracias a las fortificaciones de Tudela, hacia el este, en dirección a Nájera y Viguera, la presencia musulmana fue mucho menor. A pesar de la dificultad para medirla, la existencia de poblaciones mozárabes parece más importante que en el resto de la Marca Superior. Entre estas dos áreas, Calahorra y sus alrededores: un auténtico cerrojo defensivo largo tiempo disputado, una Rioja media.

Cabe insistir, finalmente, en que no se podrá avanzar más en la historia de La Rioja en la etapa musulmana removiendo libros en las bibliotecas o documentos en los archivos, y sí podrán los historiadores conseguir nuevos datos excavando el suelo. La palabra la tienen los arquéologos. El campo de estudio que se les ofrece es a la vez inmenso y prometedor: además de las informaciones preciosas sobre la densidad y las formas del poblamiento musulmán en estas regiones, el análisis del material cerámico susceptible de ser recogido en los yacimientos ocupados por los cristianos en el curso del primer cuarto del siglo X, podría contribuir a aclarar definitivamente las producciones cerámicas anteriores a la fundación del califato de Córdoba.

 

 

 

Picuezo y Picueza, torre de San Miguel y restos del castillo

 

 

 

NOTAS  

 

1     GARCÍA DE CORTÁZAR, J.A., «Introducción al estudio de la sociedad altorriojana en los siglos X a XIV», Berceo, n.° 88, 1975, p. 12.

2     LAFUENTE Y ALCÁNTARA, E„ Aibar Machmuâ, texto árabe editado y traducido en castellano bajo el titulo Colección de tradiciones, 2.ª ed., Madrid, 1984, p. 19.

3     LAFUENTE Y ALCÁNTARA, E., op. cit.. p. 190: «Muça... subió hasta Aragón, conquistando á Zaragoza y recorriendo sus comarcas. Tárik iba delante, y no pasaban por un lugar que no conquistasen é hiciesen presa de lo que allí había, pues Dios había infundido el terror en el corazón de los infieles, y ninguno les salía al encuentro sino en demanda de paz. Muga iba detras de Tárik, acabando las conquistas comenzadas por éste, y confirmando los pactos hechos con los habitantes».

4 LEVI-PROVENÇAL, E., Histoire de l'Espagne musulmane, t. I, París, 1950, p. 28.

5 SÁNCHEZ ALBORNOZ, C, Orígenes del reino de Pamplona. Su vinculación con el valle del Ebro, 2.ª ed., Pamplona, 1985, pp. 18-20.

6 CHALMETA, R, «Al-Andalus, musulmanes y cristianos (siglos VIII-XIII)», Historia de España, t. 3, Barcelona, 1989, pp. 18-19.

7 VIGUERA, M.ª J., Aragón musulmán, 2.ª ed., Zaragoza, 1988, pp. 3541.

8 LÓPEZ PEREIRA, J.E., Crónica mozárabe de 754, Zaragoza, 1980, pp. 71-73: «Y así, con la espada, el hambre y la cautividad devasta no sólo la España ulterior sino también la citerior más allá de Zaragoza, ciudad muy antigua y floreciente, poco ha desprovista de defensas porque así lo quiso Dios. Con el fuego deja asoladas hermosas ciudades, reduciéndolas a cenizas; manda crucificar a los señores y nobles y descuartiza a puñaladas a los jóvenes y lactantes. De esta forma, sembrando en todos el pánico, las pocas ciudades restantes se ven obligadas a pedir la paz, e inmediatamente, complacientes y sonriendo, con cierta astucia conceden las condiciones pedidas. Pero asustados, rechazan la paz lograda, huyen por segunda vez en desbandada a las montañas y mueren de hambre y otras cosas».

9 La Crónica de Alfonso III editada por A. UBIETO ARTETA (Valencia, 1969, p. 39) no deja lugar a dudas sobre este punto. En efecto, al describir las conquistas del rey Alfonso I y la extensión de su reino, el texto ovetense precisa:«... multa adversus Sarracenos proella gessit, atque plurimas civitates ab eis olim opressas cepit; id est, Lucum,... Mirandam, Rebendecam, Carbonariam, Abeicam, Bruñes, Cinisariam, Alesanco...; omnes quoque árabes occupatores supradictarum civitatum interficiens, christianos secum ad patriam duxit. Eo tempore populantur Primorias, Lebana, Transmera, Supporta, Carranza, Bardulia quae nunc appellatur Castella...». Podemos suponer que la presencia cristiana no desapareció por completo de La Rioja, en particular en los alrededores de San Millán, Albelda y Nájera, donde ciertos autores han mostrado la permanencia de una vida eremítica en cuevas bajo la dominación islámica: PÉREZ DE URBEL, J., Los monjes españoles en la Edad Media, Madrid, 1934; PUERTAS, R., «El eremitismo rupestre en la zona de Nájera», IX Congreso Nacional de Arqueología (Valladolid, 1965), Zaragoza, 1966, pp. 419-430, y «Cuevas artificiales de época altomedieval en Nájera», Berceo, n.° 86, 1974, pp. 7-20.

10 CODERA, F., Estudios críticos de historia árabe española, t. VIII, p. 143.

11 SOUTO, J.A. y VIGUERA, M.ª J., «Aportación al estudio de una madína andalusí de frontera: Tudela», Frontières et espaces pyrénénes au Moyen Age, Perpiñán, 1992, pp. 95-127.

12   Conviene señalar que las indicaciones del geógrafo Al-ldrīsī según el cual Arnedo era la capital de una provincia que comprendía Calatayud, Daroca, Zaragoza, Huesca y Tudela, resulta de un error: DOZY, R. et DE GOEJE, M.J., Description de l'Afrique et de l'Espagne par Edrîsî 2.ª ed., Leiden, 1968,
p. 176 del texto árabe.

13   LEVI-PROVENÇAL, E., Histoire de lEspagne musulmane, t. III, París,1953, p. 57.

14   MONES, H., «La división político-administrativa de la España musulmana», Revista del Instituto de Estudios Islámicos en Madrid, vol. V, 1957, pp. 79-135.

15 BOSCH VILA, J., «Algunas consideraciones sobre Al-Tagr en al-Andalus y la división político-administrativa de la España musulmana», Etudes d'órientalisme dédiées á la mémoire de Lévi-Provençal, 1.1, París, 1962, p. 29.

16 Confundiendo Tarazona y Tarragona, Ahmad al-Razi precisó que «la ciudad de Tarazona fue la residencia de los gobernadores y los generales de la zona de las Marcas. Abū 'Utmān 'Ubayd Allāh inb'Utmān, conocido bajo el nombre de sāhib al-ard, la eligió como residencia, prefiriéndola a otras ciudades de las Marcas. A ella llegaban los diezmos pagados por las ciudades de Narbona y de Barcelona. Más tarde, Tarazona se convirtió en una de las «hijas» de Tudela, cuando las gentes fueron en gran número a habitar esta última ciudad, concediéndole su preferencia a causa de la excelencia de su terreno y su asentamiento más espacioso»: LEVI-PROVENÇAL, E., «La description de l'Espagne d'Ahmad al-Rázī. Essai de reconstitution de l'original árabe et traduction francaise», Al-Andalus, t. XVIII, 1953, pp. 76-77.

17 Un buen resumen de la dominación de esta familia en La Rioja alto-medieval se puede encontrar en el libro reciente de MANZANO MORENO, E., La Frontera de al-Andalus en época de los omeyas, Madrid, 1991, pp. 110-124.

18 TERES, E., «Linajes árabes en al-Andalus según la Ỳamharat de Ibn Hazm», Al-Andalus, t. XXII, 1957, pp. 55-111 y 337-376.

19 CAÑADA JUSTE, A., «El posible solar originario de los Banū Qasī», Homenaje Lacarra, t.I, Zaragoza, 1977, pp. 33-38; «Los Bānu Qasī (724-924)», Principe de Viana, n.° 158-159, 1980, pp. 5-96.

20    AL-'UDRĪ, texto árabe publicado por Abd al-'Azīz al-Ahwānī bajo el nombre de Fragmentos Geográfico-Históricos de al-Masālik ilā Ŷamì' al-Mamālik, Publicaciones del Instituto de Estudios Islámicos en Madrid, Madrid,1965, pp. 35-36. Los pasajes relativos a la Marca Superior fueron traducidos el castellano por DE LA GRANJA, F., «La Marca Superior en la obra de Al-'Udrī; Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón, t. VIII, 1967,pp. 447-546.

21    AL-'UDRĪ, op. cit., p. 39.

22   AL-'UDRĪ, ibid., p. 31. La traducción de F. DE LA GRANJA dice: «Cierto día que Lubb ibn Mūsā salió a cazar ciervos, saltó uno adelante de él, en un espeso bosque. Aguijó a su caballo, que se metió entre un arbolado muy denso. A Lubb se le enganchó entre las ramas un brazo, que se le descuajó por el hombro, y cayó muerto. Sucedió esto el sábado a trece días por andar del mes de rayab de 261 (27 abril 875)».

23    TURK, A., El Reino de Zaragoza en el siglo XI de Cristo (V de la Hé-gira), Madrid, 1978, pp. 75-78.

24    CATALÁN, D. y DE ANDRÉS, M.a Soledad, Crónica del moro Rasis, Madrid, 1975, pp. 50-53.

25   AL-'UDRĪ, op. cit., p. 30.

26   AL-'UDRĪ, ibid., p. 31 (la ofensiva del emir Abd al-Rahman l en el 781 parece mencionar ya a Viguera).

27   AL-'UDRĪ, ibid, p. 36.

28   AL-'UDRĪ, ibid., p. 32. Sobre la controversia relativa a los orígenes del nombre de Calahorra: TERES, E. y VIGUERA, M.a J., «Sobre las Calahorras»,
Al-Qantara,
vol. 2, 1981, pp. 265-275. Como lo subraya MANZANO MORENO, E., es muy probable que la primera mención de Calahorra en las fuentes
árabes sea anterior
(op. cit., pp. 114-115).

29   AL-'UDRĪ, ibid., pp. 36 y 38.

30   AL-'UDRĪ, ibid., p. 31.

31  AL-'UDRĪ, ibid, p. 31.

32 DELGADO, C, «La Rioja a través de algunas fuentes geográficas musulmanas», Actas del Primer Coloquio sobre Historia de La Rioja, Cuadernos de Investigación, t. IX, 1983, pp. 59-66. Sin cuestionar la calidad de la información recogida por la autora, conviene hacer notar, sin embargo, que nada autoriza a considerar a Logroño como «uno de los principales puntos de poblamiento en época musulmana» (p. 66).

33 ABD AL-KARIM, G., La España musulmana en la obra de Yāqūt (s. XII-XIII), Cuadernos de Historia del Islam, n.° 6, Granada, 1974: «Art (Arnedo). Nombre de una ciudad situada al Este de al-Andalus, dependiente de Tudela. Confronta con el territorio del enemigo. Entre ella y Tudela hay diez parasangas, y veintisiete hasta Zaragoza. Según Ibn Hawqal, dicha ciudad está alejada de los dominios musulmanes» (p. 66). «Baqīra (Viguera). Es el nombre de una ciudad situada al Este de al-Andalus, que figura enumerada entre las dependencias de Tudela. Entre ambas hay 11 parasangas» (p. 123). «Farra (Alfaro): es una ciudad situada al Este de al-Andalus, de las dependencias de Tudela» (p. 229). «Qalahurra (Calahorra). Es una ciudad de las dependencias de Tudela, en la parte oriental de al-Andalus. Actualmente está en poder de los cristianos» (p. 257): «Nāŷira (Nájera). Es una ciudad al Este de al-Andalus, dependiente de Tudela. Actualmente está en poder de los cristianos» (p. 300).

34   Al-Himyan, texto árabe traducido por LEVI-PROVENÇAL, E., bajo el nombre de La Péninsule Ibérique au Moyen Age d'ápres le Kitáb ar-rawd al-Mi'tár..., Leiden, 1938, p. 20: «ciudad antigua de al-Andalus, a treinta millas de Tudela. Está rodeada de planicies de florecientes cutivos. Es una fortaleza muy sólida, que se sitúa entre los castillos más importantes. En ella se encuentra un pozo de agua potable que no deja de fluir jamás y que se abre en una roca. Desde esta fortaleza, la mirada se extiende sobre el territorio enemigo. Está separada de Tudela por una distancia de treinta millas».

35 DRNA, doc. n.° 20 (928).

36 DRNA, doc. n.° 24 (¿941?).

37 DRNA, doc. n.° 28 (947).

38 CA, doc. n.° 24 (958).

39 CSMG, doc. n.° 305 (1059).

40 CDMR, doc. n.° 42 (1095).

41 CDMR, doc. n.° 45 (fines del siglo XI).

42 CDMR, doc. n.° 99 (ca. 1132).

43 CDMR, doc. n.° 73 (¿1124?).

44 CDMR, doc. n.° 78 (1125): «et dono et confirmo uobis quod habeatis termino hiermo et populato, sicut hodie illum habeatis, et quomodo illum habuit in tempus de Mauros».

45 CDMR, doc. n.° 141 (1145-1149).

46 CDMR, doc. n° 195 y 196 (1157).

47 ASÍN PALACIOS, M., Contribución a la toponimia árabe de España, 2.ª ed„ Madrid, 1944.

48 CDMR, 1.1, pp. 253-268. Este autor señala en los alrededores de Ausejo dos nombres de fuentes, Albarqui y Almandegui (p. 271). Se puede citar también al término de Albotea, al norte de Cervera, y Ajamil, en el valle del río Rabanera.

49 CDMR, doc. n.° 19 (1060).

50 ANDRIO GONZALO, J., «Cerámicas altomedievales de superficie», XV Congreso Nacional de Arqueología, Lugo, 1977, pp. 1211-1120: LOYOLA PEREA, E., «Cerámica medieval de Nájera (La Rioja)», // Coloquio Internacional de cerámica medieval en el Mediterráneo occidental, Toledo, 1981, Madrid, 1986, t. II, pp. 263-266. Sin poner en duda la atribución de la mayoría de este material a los siglos XI-XIII como lo propone este último autor, no parece nada imposible que unas piezas sean de origen islámico: véase, por ejemplo, el caso de una vasija de grandes dimensiones con una sola asa y restos de vidriado melado en la parte superior de la panza conservada en el Museo Municipal de Nájera (pp. 264-265). Los únicos trabajos que abordan el tema de posibles vestigios de época musulmana en La Rioja son: ANDRIO GONZALO, J., «Cerámicas de superficie en Nájera», Actas del V Congreso de Arqueología Medieval Española, Zaragoza, 1980, t. V, pp. 403-413, y ANDRÉS VALERO, S., «Problemática de un yacimiento arqueológico de habitat continuado: Varea (Logroño, La Rioja)», op. cit, t. IV, pp. 507-516.

51 ESCO, C, GIRALT, J. y SENAC, Ph., Arqueología Islámica en la Marca Superior de al-Andalus, Zaragoza, 1988. Muchos de los fragmentos descubiertos en Alfaro remiten a los estudiados por BIENES CALVO, J.J., «Introducción al estudio de la cerámica musulmana en la ciudad de Tudela», Turiaso, VII, 1987, pp. 115-158.

52 BONNASSIE, P et GUICHARD, R, «Les communautés rurales en Catalogne et dans le pays valencien (IXe-milieu XIV» siécle), Les communautés villageoises en Europe occidentale du Moyen Age aux temps modernes, Flaran, 4, 1982, pp. 79-115.

53 Ibn Hayyān, Al-Muqtabas, t. V texto árabe editado por CHALMETA, R, CORRIENTE, F. y SUBH, M., Instituto Hispano-Arabe de Cultura, Madrid-Facultad de Letras, Rabat, Madrid, 1979, p. 143. Una traducción en castellano de este texto ha sido publicada por VIGUERA, M.ª J. y CORRIENTE, R, Crónica del califa Abdarrahmān III an-Nāsir entre los años 912 y 942 (al-Muqta bis V), Taragoza, 1981.'

54 LEVI-PROVENÇAL, E., art. cit., pp. 76-77.

55 DRNA, doc. n.° 24 (¿941?).

56 CA, doc. n.° 3 (925).

57 DRNA, doc. n.° 20 (928).

58 CDMR, doc. n.° 6 (1045).

59 CDMR, doc. n.° 7 (1046): «... in Cornu de Caía II. agros, unum supra uiam, alterum infra; in Cornu Molinelli, alium; in Sorban, circa aqueductum, alium; itemque alium in uia de Almonezer, non longe sepositum ab illo de Sorban. In Uilla Noua I.; ad orientem urbis I.; subtus uiam que uadit Acutum, I.; alium quoque subtus uiam que ducit Abtonium; uineam quoque qui dicitur Pirorum ad orientem urbis».

60 CDMR, doc. n.° 139 (1145).

61 DERRVE, doc. n.° 160 (1128).

62 DERRVE, doc. n.° 164 (1129).

63 LIAZU, G., «Un aspect de la reconquéte de la vallée XIe et XlIe" siécles: l'agriculture irriguée et l'héritage de l'lslam», Hesperis-Tamuda, vol. 5, 1964, pp. 5-13.

64 Este fenómeno se manifiesta de manera muy clara en cuya datación se sitúa entre la toma de Viguera y la muerte de Sancho Garcés I (925), en el cual son mencionados algunos cristianos de Viguera que disponían antiguamente de tierras en Albelda. El monarca cambia estas tierras por otras:«... condonavimus vobis terras por ipsas quas ante habuistis in Albelda, quisquís namque ex nobis habuit Irriguam dedimus et Irriguam» (CA, doc. n.° 4).

65 UBIETO ARTETA, A., «Sobre la reconquista de La Rioja por pamploneses», Homenaje Lacarra, Príncipe de Viana, 1986, pp. 755-7 63. La llegada de cristianos mozárabes refugiados en la comarca najerense en los siglos precedentes podría explicar la existencia de topónimos como Cordobin o Azofra, atestiguados ya a comienzos del siglo X.

66 BULLIET, R.W., Conversión to Islam in the Medieval Period: An Essay  in Quantitative History, Cambridge, 1979.

67 LACARRA, J.M.ª «Expediciones musulmanas contra Sancho Garcés (905-925)», Príncipe de Viana, n.° 1,1940, pp. 41-70, e Historia política del reino de Navarra desde sus orígenes hasta su incorporación a Castilla, t. I, Pamplona, 1972, pp. 113-119; PÉREZ DE URBEL, J., «La conquista de la Rioja y su colonización espiritual en el siglo X», Estudios dedicados a Menéndez Pidal, Madrid, 1950, pp. 1-40.

68 LACARRA, J.Mª «Textos navarros del códice de Roda» Estudios de  Edad Media de la Corona de Aragón, vol. I, 1945, pp. 193-263; LEVI-PROVENCAL, E., «Du noveau sur le royaume de Pampelune au XIe siecle» Bulletin Hispanique, vol. LV, 1953, pp. 5-22; PÉREZ DE URBEL, J., «Lo viejo y lo nuevo sobre el origen del reino de Pamplona», Al-Andalus, pp. 1-42. Una tesis doctoral ha sido recientemente dirigida por MARTIN DUQUE, A. pero no hemos podido consultar este trabajo: CAÑADÁ JUSTE, A., Sancho Garcés I rey de Pamplona (905-926), Universidad de Navarra, 1991.

69 CANTERA ORIVE, F, La batalla de Clavijo, Vitoria, 1943; SANCHEZ ALBORNOZ, C, Orígenes del reino de Pamplona. Su vinculación con el Valle del Ebro, 2.ª ed., Pamplona, 1985, pp. 148 y siguientes.

70 Crónica de Alfonso III, ed. por GÓMEZ MORENO, E., «Las primeras crónicas de la Reconquista», Boletín de la Real Academia de Historia, 1932 p. 620: «Ipse uero ter gladio confosus semiuibus euasit multunque ibi uellice adparatum siue et munera quos ei Carolus rex francorum direxit perdidit».

71 AL-'UDRĪ, op. cit., p. 37.

72 IBN 'IDARI, Histoire de lAfrique du nord et de l'Espagne, texto árabe traducido por FAGNAN, E., Alger, 1904, t. II, pp. 233-234.

73 IBN HAYYĀN, Al-Muqtabas, V, pp. 98-99.

74 IBN 'IDARÌ, op. cit, t. II, p. 276: «En 914, los habitantes se apoderaron del castillo de Calahorra que estaba entonces en poder de los cristianos».

75 LOMAX, Derek W., La reconquista, Barcelona, 1984,p. 60.

76 IBN HAYYĀN, ibid., p. 143: «Este año, movilizaron el tirano Ordoño, el hijo de Alfonso, rey de Yilliqiyya, y el vascón Sancho hijo de de García, conde de Pamplona, a la cristiandad de ambos países, saliendo juntos con abundantes mesnadas y multitud de infieles hacia Nájera, en la Marca Superior, donde acamparon a fines de dū l-hiŷŷa (com. de junio 918), sitiando a su gente por tres días, en los cuales hizo su caballería cuanto daño quiso, destruyendo cosechas y esquilmando recursos».

77 LACARRA, J.Mª art. cit, p. 48; DML, doc. n.° 6 (918): «Ego Sancius rex... cum domna Tuta regina uxore mea... concedimus Sancto Saluatori et Sanctis martiribus... quator aluendes et llas tendas, et unum ensem, et loricam et diademam, et scutum et lanceam, et unum equum et mullum cum sellis et frenis eorum argentéis et dúos eunuchos, et dos scipos corneos et duas villas scilicet Sancti Uincenti et Ledena cumsuis ómnibus terminis, et donamus domno Basilio episcopo domino et magistro nostro, calicem argentun et ganapem pallium et duo puluinaria, et unum tapetum, et unum equum, cum sella et freno argénteo»

78 CAÑADA JUSTE, A., «Revisión de la campaña de Muez. Año 920» Principe de Viana, t. XLVI, n.° 174, 1985, pp. 117-143.

79 IBN HAYYĀN, op. cit, pp. 161 y siguientes.

80 IBN HAYYĀN, ibid., pp. 186-187. AL-'UDRĪ ofrece una versión igual de los acontecimientos (op.cit., p. 39):«... los musulmanes fueron desbaratados y se refugiaron en el castillo de Viguera, que no estaba aprovisionado.El enemigo les puso sitio y desalojaron el castillo una vez concedido el amán. Pero Sanyo ibn Garsiva los pillo a traición y quiso darles muerte...Sancho hizo salir a Muhammad ibn 'Abd Allāh a uno de sus castillos con su caballería, y algunos de' sus propios hombres, a los que había comprado, salieron contra él y lo asesinaron en el año 311 (923-924)».

81 LEVI-PROVENÇAL, E., Histoire de l'Espagne musulmane, t. II, París, 1950, pp. 44-48; LACARRA, J.Mª, «Expediciones musulmanas contra Sancho Garcés (905-925)», Príncipe de Viana, 1940; CAÑADA JUSTE, A., La Campaña musulmana de Pamplona. Año 924, Pamplona, 1976; IRABURU MATHIEU, J.M., «Notas sobre la Campaña de Pamplona», Principe de Viana, t. 38,1977, pp. 131-162. Las diferentes versiones de los autores árabes han sido recogidas por IBN HAYYĀN, op, cit, pp. 189 y siguientes.

82 A este episodio parece referirse una breve crónica inserta en el Libro de las Homilías del Archivo de la Catedral de Calahorra, según la cual, «Era DCCC.LXXª destruxit Almundus ecclesiam Calgurritane sedis...»: CDMR, doc. n.° 77 (1125-1129).

83 IBN HAYYĀN, op. cit, pp. 333 y siguientes.

84 IBN HAYYĀN, ibid, pp. 483-484.

85 GARCÍA DE CORTÁZAR, J.A., «La Rioja Alta en el siglo X. Un ensayo de análisis cartográfico sobre los comienzos de la ocupación y explotación cristiana del territorio», Principe de Viana, n.° 132-133, 1973, pp. 309-335.

86  DRNA, doc. n.° 24 (941 7).

87  CA, doc. 23 (958).

88 AL-'UDRĪ, op. cit, p. 44.

89 MACHADO MOURET, O, «Historia de los árabes de España por Ibn Jaldún», Cuadernos de Historia de España, t. XLVII-XLVIII, 1968, p. 355.

90 VIGUERA, Mª J., «Los Amiríes y la Marca Superior. Peculiaridades de una actuación singular», La Marche Supérieure et l'Occident chrétien, Madrid, 1991, pp. 131-140.

91 CSMC, doc. n.° 99 (986): «illo  die quando me sacaron de captivitate de terra de mozlemes».

92 MOLINA, L, Una descripción anónima de al-Andalus, t. I, Madrid, 1983, p. 189.

93 LEVI-PROVENÇAL, E., Histoire de l'Espagne musulmane, t. II, París, 1950, pp. 254-255.

94 BISHKO, Ch. J., «Salvus of Albelda and frontier monasticism in tenth-century Navarre», Speculum, vol. XXIII, 1948, n.° 4, p. 565.

95 COLLINS, R., Les Basques, París, 1991, p.151.

96 VIGUERA, M.ª J., op. cit, p. 181.

97 CDMR, doc. n.° 3 (1040).

98 La fecha exacta de la conquista de la ciudad se encuentra en la crónica del libro de las Homilías mencionado antes (Archivo de la Catedral de Calahorra): «Era M.ª LXXXIII.ª capitur Calahorra II. kalendas marcii a Garcia rege»; CDMR, doc. n.° 77 (1125-1129).

99 CDMR, doc. n.° 6 (1045):«... facimus Deo omnipotenti, cuius adiutorio preclaram urbem Calagurram tulimus de manibus paganorum et restituimus eam iuri christianorum».

100 CSMG, doc. n° 235 (1045).

101 CDMR, doc. n.° 7 (1046): «Quia multa mole peccaminum pressi, uinclisque uiciorum male constricti, parentes nostri et ob id diuina protectione nudati, desiderabilem terram Ispaniarum multo iam exacto tempore misere et orribiliter perdiderunt, quam nos nostro iam tempore simul cum Calagurritam urbe, uirtute miserationis diuine magis quam nostro conamine uel nostra bona actione, pagana impietate uiolentiaque, aliquatenus repressa, recuperare aliquatenus iam cepimus atque possidere».

102 CDMR, doc. n.° 13 (1052): «Parie uero uel tributa mee terre uel illius quod Deus mihi uel meis successoribus deinceps usque in eternum de terra sarracenorum dederit, do et confirmo decimam partem Sáncte Marie».

103 LACARRA, J.Mª «Dos tratados de paz y alianza entre Sancho el de Peñalén y Moctadir de Zaragoza (1069 y 1073)», Homenaje a Johannes Vincke, t. I, Madrid, 1962-1963, pp. 121-134.

104 IBN AL-JATIB, Kitāb a'māl al-a'lām..., texto árabe editado por LEVI-PROVENÇAL, E., Rabat, 1934, pp. 201-203.

105 TURK, A., op.cit, pp. 188-190.

106 UBIETO ARTETA, A., Historia de Aragón. La formación territorial, Zaragoza, 1981, pp. 143-159.

107 Initium Regnum Panpilonam, ed. por LACARRA, J.Mª, «Textos navarros...», p. 259: «Belligerator aduersus gentes ismaelitarum, multipliciter strages gessit super sarrazenorum».

108 LACARRA, J.M.ª «Textos navarros...», pp. 193-283; MENENDEZ PIDAL, G., «Sobre el escritorio emilianense en los siglos X a XI», Boletin la Real Academia de la Historia, t. CXLIII, Madrid, 1958, pp. 7-19; UBIETO ARTETA, A., «La elaboración de las genealogías de Roda», Miscelánea ofrecida al limo. Sr. D. José María Lacarra y de Miguel, Zaragoza, 1968, pp. 45

109 CA, doc. n.° 2 (924). Ocurre lo mismo en el reinado de García chez II: el documento del año 944 que contiene la donación del rey al monasterio de San Salvador de Leire de los diezmos de la Valdonsella y de algunas otras poblaciones y de las tierras que pudiese recuperar de los sarracenos y en el cual figura la fórmula «et addimus huic donationi omnia loca quecumque post hac Deo adiuvante de barbaris poterimus adquirere», es calificado por su editor con toda razón de «sospechoso» (DRNA, doc. n.° 26, 944).

110 CDMR, doc. n° 1 (923).Como indica acertadamente RODRIGUE DE LAMA, I., «flota en todo un ambiente triunfalista y de victoria sobre los moros y están muy lejos Valdejunquera y Almanzor» (p. 18). Podría tratarse de un docucumento redactado en el último cuarto del siglo XI o, quizás, en la primera mitad del siglo XII.

111 CA, doc. n° 3 (925).

112 CA, doc. n.° 4 (971-925).

113 CA, doc. n.° 6 (931).

114 CA, doc. n.° 7 (933).

115 CDMR, doc. n.° 1.1, pp. 325-328; DE LECUONA, M., «Los judíos en  Calahorra», Rioja industrial, 1951; CANTERA, F, «La Judería de Calahorra» Sefarad, t. XVI, 1956.

116 CDMR, t. I, pp. 318-321.

117 Un ejemplo precoz de este fenómeno puede ser el caso de Abgamira, que dona al monasterio de San Martín de Albelda todo lo que tenía en el 978. Así se podrían justificar las extensas fórmulas de devoción al repeto al cristianismo que figuran en este texto: CA, doc. n.° 27 (978).

118 CA, doc. n.° 5 (928).

119 CA, doc. n.° 8 (941).

120 DRNA, doc. n.° 28 (947).

121 CA, doc. n.° 24 (958).

122 CDMR, doc. n.° 14 (1052): el documento cita también a Casca (germanus domni Muze), Citi de Cunno (trater lohannes Citiz), Duenna (filia de Zekri de Azaneto), Ecta Muza de Penna, Galindo Alfarraz (o Alharraz), Hacem (domno), Ihoannes Citiz, Kalibia de Naiala, Kiram (o Quiram), Mozot de Tricio, Muza Hazan, Muza de Penna (filius de Ecta), Sancio Aiub de Babatiella, Sarracin de Almiscirri, Sarracina de Fortes, Zekri de Azaneto, pero, en contra de lo que opina el editor del texto, nada indica que se trate también de musulmanes. Ocurre lo mismo con Abelfe et Galindo de Momina.

123 CDMR, doc. n.° 45 (finales del siglo XI).

124 CSMG, doc. n.° 305 (1059).

125 CDMR, doc. n.° 42 (1095). La presencia de un nombre de bautismo (Pascual) asociado a un patronímico árabe (ibn Abghomar) es un fenómeno común en la documentación que concierne a Calahorra. La frecuencia de este hecho induce a pensar que, para evitar el despojo de sus bienes, los hijos de un musulmán abjuraban de sus creencias a la muerte de su padre.

126 Esta situación ya fue descrita por RODRÍGUEZ DE LAMA, I.: «Más ciertamente que se debieron retirar de la parte principal de la ciudad y se reunieron en el barrio de San Andrés, que así vino a ser en gran parte el barrio moro y de los agricultores, mientras la Media Villa, el Cabezo y el Castellar vendrían a ser el barrio judío» (CDMR, t. I, p. 316).

127 CDMR, doc. n.° 141 (1145-1149).

128 CDMR, doc. n.° 195 (1157). Los nombres de estos musulmanes figuran en el documento siguiente con la forma Algazir Auamor, Geiron de Mota ref, Muza Defad.

129 CDMR, doc. n° 362 (1196). Si admitimos que los dos «assariques (es decir, exaricos) entregados «cum ómnibus pertinente son, con toda verosimilitud, musulmanes, es posible observar cuánto modificó la repoblación en esta región la condición de los campesinos.

130 LlAUZU, G., arto cit., pp. 5-13.

131 CDMR, doc. n.O 78 (1125). Se trata, sin embargo, de un casa aislado y el lugar fue rápidamente abandonado, lo que es muy revelador: hoy no figura más que como un despoblado en los antiguos mapas topográficos.

132 DERRVE, doc. n.º 92 (1123).

133 CDMR, doc. n.º 33 (1076): «Qui maurum occiderit XII. solidos et medium, nisi pro ea qui factum habuit pactum pro sua redemptione».

134 CDMR, doc. n.º 62 (1121-1123?): «Et toto uicino que fuerit de Maraione et debuerit debitum, uel habuerit aliquam fidiaturam sit ingenum et non respondeat de illo a nullo homine, nec at iudeo, neque ad mauro, neque ad christiano».

135 Según RODRIGUEZ DE LAMA, l., «En la zona de Cervera del Río Alhama, Inestrillas, Aguilar ... pervivieron grupos numerosos de moros hasta el siglo XVI, y a tal punto, que empujarían al celoso obispo de Calahorra, Juan Bernal de Luco (1545-1556), a redactar unas instrucciones para los curas de las iglesias de Cervera y sus anejas, sobre su comportamiento con estos moriscos y la predicación que habían de hacer de la doctrina cristiana entre ellos, para lograr su conversión» (CDMR, t. I, p. 315).

136 GARCIA GALLO, A, Las instituciones sociales en España en la Alta Edad Media (siglos VIII-XII), Barcelona, 1981, p. 9.

 

 

 

 

 

 

DOMINIO MUSUMÁN:
PRIMERAS INVESTIGACIONES

PHILIPPE SENAC

Historia de la ciudad de Logroño, Vol. 2, 1994 (Edad Media), ISBN 84-88793-31-6 , pags. 19-34