San Millán de la Cogolla
el lugar de la palabra
Claudio García Turza
Catedrático de Lengua Española
de La Universidad de La RiojaRESUMEN:
¿Qué es la lengua ? Distintas perspectivas desde las que se puede afrontar la pregunta. La perspectiva histórica: importancia del comienzo y en él de Gonzalo de Berceo. La creación inicial de neologismos en los más diversos contextos semánticos. El otro medio de acercarnos a los orígenes es la obra lexico-gráfica llevada a cabo en la alta Edad Media en el cenobio de San Millán de la Cogolla, que es el tema de este trabajo. Enumeración de los códices lexicológicos. Datación de estos glosarios. Filiación y fuentes de los mismos manuscritos. Aspectos lingüísticos destacables en estos documentos: Discrepancias del taín (sonorización de oclusivas, anatipsis, reducciones y haplologías); escritos al dictado; desviaciones idio-máticas respecto al latín; formas romances o romanceadas que se presentan al lector en un breve dic-cionario muy selectivo que muestra la sabiduría y habilidad lingüísticas de los creadores emilianenses así como la fuerza y flexibilidad de la lengua que nace.
Al Monasterio de San Millán de la Cogolla se lo relaciona, especialmente, con la lengua española. Ahora bien, hay que advertir que esta asociación es contemporánea. Se logra y se extiende, en el ámbito científico y universitario a partir de la publicación de las Glosas Emilianenses llevada a cabo por D. Ramón Menendez Pidal en los preliminares de sus Orígenes del Español hace, tan sólo, 73 años. Y en el ámbito hispánico, universal, a partir de los estudios publicados con motivo de la celebración del decimoquinto centenario del nacimiento de San Millán, en el año 473, y de la solemne fiesta milenaria del así llamado “Milenario de la Lengua Castellana”, en noviembre de 1977.
Nadie duda de que el objeto “cultural” con que se lo relaciona es de una altísima entidad, la lengua española, lo que contribuye a realzar y convertir en transcendental el papel histórico desempeñado por el monasterio riojano. Nadie pone en cuestión, en efecto, que una de las dimensiones básicas, fundantes, de la entidad humana es la lengua. ¡Qué bellamente lo ha dicho un poeta: “La palabra es igual que un espejo que permitiera recordar, y recordar es recrear, pues cada vez que digo una palabra se hace un milagro, se hace un milagro configurante, mientras la música me besa con unos labios insustituibles, y al pronunciar la palabra azucena se va abriendo una flor. La palabra es conciencia que nos permite conocer, y conocer es comprender. Cada vez que se dice, por primera vez, una palabra se ensancha el mundo conocido, pero también se interioriza, y cuando digo la palabra envidia el mundo amarillea. La palabra se hace real cuando se verifica la comunicación, la comunicación nos hace libres, y confiere también su libertad al mundo pues es preciso traducir esa voz de las cosas que nos rodean, esa voz inaudible, esa voz que tan sólo destierra su mudez encarnando en la nuestra, mientras los árboles caminan en el bosque sin levantar los pies. La palabra es la energía creadora y esta energía se convierte en acción; la acción es vinculante y al unir dos imágenes de carácter distinto se crea una nueva realidad; antes de que volaran las palomas, las palabras volaban en el cielo. Y finalmente la palabra es también un sistema de instalación vital, nombrar es poseer, y cuando nada quede en torno nuestro quedarán las palabras, las palabras que son como un origen y pueden instalarnos para siempre en el mundo”. Hasta aquí la interpretación, tan valiosa, de un poeta como Luis Rosales, que nos invita incesantemente a habitar de nuevo las palabras.
Más fría y cerebral es la visión del lingüista “puro”, quien a nuestra pregunta sobre la definición ontológica, esencial, de la lengua, aquello que constituye la dimensión óntica sobre la que descansa su teoría lingüística y que da, además, sentido y garantía científica a sus investigaciones, contestaría aproximadamente así: “ una lengua, en abstracto, como acervo lingüístico, como saber hablar, es un conjunto de actos lingüísticos -o de representaciones- comunes, organizados en sistema y de naturaleza virtual; que existen, se depositan, como memoria en la conciencia de los hablantes pertenecientes a una comunidad”. Reconstruyo esta definición, tan influyente en la ciencia lingüística actual, de los estudios de teoría lingüística de E. Coseriu. Su fundamento es la concepción del lenguaje como “la actividad cognoscitiva ante-predicativa, creadora de significados conceptuales arbitrarios y realizada mediante símbolos por el hombre como sujeto absoluto e histórico”.
Desde nuestro personal entendimiento de la esencia del lenguaje, este es, primariamente, el conocimiento -o conocer en acto- habitual manifestativo -no operativo u objetivo-intencional -de las abstracciones o articulaciones verbales-nominales que lleva a cabo la presencia mental. Y ese “saber hablar”, como hábito intelectual, como inteligir habitual en acto de las operaciones cognoscitivas mismas (no de los objetos intencionales), subsume la dimensión ontológica que venimos concibiendo como “lengua abstracta” o “lengua histórica”.
Claro es que el ejercicio cabal del lenguaje -los “actos del habla” concretos - exige, además, el hábito o dominio teórico-técnico de la imaginación y conexión de símbolos fónicos, así como diversas habilidades tanto elocucionales y expresivas (conocimiento habitual de las normas elocucionales y expresivas) como psicofísicas (dominio de los mecanismos psicofísicos del hablar). Pero el “saber hablar” (“hablar en potencia”) es esencial y primariamente un acto cognoscitivo habitual, a nuestro juicio, la actividad más intensa y perfecta del ser humano, aquella que le permite proseguir, en el ascenso intelectual, ejerciendo la operación de objetivar ideas generales y, la más sublime, la operatividad o presecución racional.
Pero hay más, la lengua de que hablamos, la lengua española facilita a varios cientos de millones de usuarios, mediante su estructuración peculiar, una conmensuración entre los significados y las “cosas” aspectualmente análoga. Es decir, las formas de contenido con que los hispanohablantes representamos el mundo (esto es, poseemos en presencia lo cognoscible en acto de las entidades extralingüísticas) son las mismas o muy parecidas: en nuestras mentes se conmesura análogamente, insisto, la verdad de las cosas con las cosas mismas. ¿Cabe algún vínculo interhumano más profundo que este de convivir en la misma lengua?
Sin olvidar que la lengua española, por los azares históricos, ha adquirido mayor extensión geográfica que sus hermanas, las lenguas romances, y un empuje literario excepcional. Es realmente asombrosa la herencia, la caudalosa herencia que de las primeras palabras escritas, que en seguida analizaremos, se ha desprendido. Lo que a mediados del siglo X se nos viene presentando como un penoso balbuceo es hoy la lengua de más de 400 millones de hombres y tiene a sus espaldas el haber creado, única entre las lenguas modernas, mitos de universal valía: La Celestina, Don Juan, Don Quijote, Doña Bárbara, Martín Fierro, Macondo.Una literatura, en suma, incomparable.(¡Cuán importante es admitir y proclamar que los clásicos españoles son los clásicos de todos los hispanohablantes y que los clásicos, v. gr. hispanoamericanos son también clásicos de España!).
Pero en el otro extremo de la relación, de la interrelación San Millán-Lengua Española, figura un terminal (San Millán de la Cogolla) que también determina, en alta medida, el modo de ser y de configurarse de la lengua española y que proporciona, desde luego, datos imprescindibles para trazar el perfil de su protohistoria o de su historia primitiva.
Nos referimos, en primer lugar, a la aportación de Gonzálo de Berceo. El poeta riojano enriquece notablemente de cultismos a la lengua española, ya por la necesidad de expresar nociones nuevas sacadas de los “dictados”, ya por la consciente intención de incorporar al romance palabras que evocaran el prestigio cultural de la lengua latina. Y esto había de conseguirlo incorporando sistemáticamente el cultismo a la lengua romance. La obra de Berceo, como afirma Bustos Tovar ( J. J. de Bustos Tovar, Contribución al estudio del cultismo léxico medieval. Madrid, 1974, 231-261. 215), ocupa un lugar central en el estudio de la historia de los cultismos, en cuanto que concentra el esfuerzo máximo de latinización de nuestra lengua medieval. Ahora bien, la obra del poeta riojano representa el nacimiento de un lenguaje docto que también lo es artístico. Sus neologísmos cultos, que nacen por necesidad significativa y expresiva, no son solo instrumento para lograr una aséptica solemnidad expresiva, sino que adquieren virtualidad matizadora, estéticamente eficaz. El arte de Berceo ofrece paradógicamente un lenguaje culto -el más culto de la Edad Media hasta el humanismo del siglo XV- y un denodado esfuerzo para que su lengua sea entendida por un amplio número de oyentes. Por eso necesita explicar el neologísmo cuando sospecha que puede haber dificultades de comprensión. (Milagros 321ab: “colgava delant ella un buen aventadero,/en el seglar lenguaje dízenli moscadero”). El verdadero prodigio de Berceo se halla en su sabiduría que le orienta a transfundir la latinidad en el alma misma del romance. Berceo percibe con claridad que el instrumento lingüístico disponible hasta entonces es insuficiente y se decide a enriquecer el vocabulaio culto como nadie lo ha hecho con tal intensidad en la literatura española. Y la fuente había de ser forzosamente el latín. En consecuencia, Berceo es el más cuantioso latinizador de nuestra lengua. En este sentido representa la plenitud de los caracteres universalizadores de la cultura monástica. Pero lo hace con un notable grado de adaptación formal al castellano. Con ello, el cultismo como recurso neológico cobra un impulso definitivo. Para que se vea el alcance del proceso latinizador disponemos de la nómina de cultismos documentados por primera vez en Berceo. He aquí algunos testimonios: acoplar, adornar, adversidad, amito, apostólico, arcángel, audiencia, aurora, báratro, blasfemia, candelabro, cántico,cartulario, catedral, citarista, clemencia, compunción, concordia, congregación, consagración, conservar, consignar, constitución, contemplación, controversia, coro, crimen, crisma, crucifixo, cruzada, custodia, deidad, demorar, dormitorio, dulcísima, edificación, elector, enfermería, integridad, escapulario, estatua, exilio, exorcismo, familia, fantasía, fariseo, festival, fraternidad, etc., etc.
Obsérvese que estas documentaciones originales de Berceo ofrecen una notable variedad semántica. Se hallan representados los más importantes campos nocionales: cultismos liturgicos, filosóficos, teológicos, morales, escolares, científicos, jurídicos, etc., etc.
Pero tan notable como esta variedad semántica y riqueza léxica es el hecho de que prácticamente todos han perdurado en la historia del idioma. Esto nos revela que el proceso creador estaba bien enraizado en las auténticas posibilidades léxicas que el romance poseía y que le ofrecía la lengua latina en el momento de la eclosión cultural que representa la escuela del mester de clerecía.
Tras esta breve, e imprescindible, referencia al importante papel desempeñado por Berceo en la configuración de los elementos constitutivos del léxico español, es justo detenerse en ponderar la intensa actividad lexicográfica desarrollada en el escriptorio emilianense durante los siglos X y XI y, de modo particular, el quehacer glosador de sus clérigos en esa época altomedieval, dedicación que conlleva la ardua habilidad intelectual de escribir en grafías ya no latinas, sino romances, y, consecuentemente, la presencia de los primeros testimonios escritos patentes de las formas y frases romances que nutren tan satisfactoriamente el capítulo del protorromance hispánico o español primitivo y que inauguran así la rica historia de la lengua española.
Pero en esta ocasión me ceñiré al estudio de la producción lexicográfica de que fue protagonista excepcional el cenobio de la Cogolla. Me propongo exponer de forma compendiada algunos de los aspectos y características más sobresalientes de los glosarios latino-latinos elaborados y copiados en el monasterio emilianense o que, en cualquier caso, están estrechamente relacionados con él. En concreto, me centraré en las cuestiones relativas a su datación, filiación y fuentes y, finalmente, a los rasgos lingüísticos que especialmente los singularizan.
Pero convendrá, antes de nada, que proceda a presentarlos, aunque sea con suma brevedad. Hablaré de los manuscritos siguientes:
- Em. 24 de la Real Academia de la Historia. Es el más antiguo y se encuentra mutilado al principio y al final: contiene unas 800 glosas en las letras D-P. Fue editado en 1914 por M. Artigas (M. Artigas “Fragmento de un glosario latino”, RFE, 1, 1914) .
- Em. 46 de la Real Academia de la Historia. Recoge dos glosarios. El primero contiene más de 20.000 artículos, bastantes de ellos sumamente interesantes para la historia del protorromance hispánico. El segundo, de temática conciliar, incluye glosas germánicas. Lo hemos editado mi hermano Francisco Javier y yo en 1997 (C. García Turza y J. García Turza, Fuentes españolas altomedievales. El códice emilianense 46 de la Real Academia de la Historia, primer diccionario enciclopédico de la Península Ibérica. Edición y estudio. Eds. Real Academia de la Historia y Fundación Caja Rioja, Logroño, 1997). . La Agencia Española de Cooperación Internacional acaba de publicar su edición facsimilar, que acompaña a nuestra edición y estudio (Madrid, 1998. De la edición facsimilar llevada a cabo por la Agencia Española de Cooperación Inter-nacional se han realizado 500 ejemplares, numerados del 1 al 500) .
- Em. 31 de la Real Academia de la Historia. Conserva unas 15.000 glosas. Se copió en San Millán a finales del siglo X o en la primera mitad del XI. Se alude siempre a él como un glosario sui generis, según lo tildó Goetz (G. Goetz, Corpus Glossariorum Latinarum. Leipzig, 1889-1923 (reim. Amsterdam, 1965), I, 186) . De nuevo, en colaboración con mi hermano Francisco Javier daré a la luz muy pronto su edición crítica introducida, igualmente, por un estudio histórico y filológico.
- Sil. 1298 de la Biblioteca Nacional de París. Se copió en la primera mitad del siglo X. Contiene unas 2.500 glosas entre las letras F y T. Ha sido publicado dos veces: primero por Goetz, en el volumen V de su Corpus Glossariorum Latinorum ( Ibid. V, 104-158. ), y después por Eduardo García de Diego en 1933 (E. García de Diego, Glosarios latinos del Monasterio de Silos. Murcia, 1933, 459-507.)
- Sil. 1296 de la Biblioteca Nacional de París. Es casi gemelo del Em. 46. Se copió probablemente en la segunda mitad del siglo XI. Se trata del más antiguo manuscrito en papel que conocemos. Contiene glosas árabes (por cierto, a los siete casos conocidos de artículos acompañados de este tipo de glosas -fuscina ‘estamen cocorum’ [almagraf] ‘cazo’, gummi ‘genus resine’ [as-samag] ‘resina’, herodion ‘genus accipitris’ [albizan] ‘halcones’, nardum ‘arbor’ [shayar alban] ‘árbol del nardo’, oleastrum ‘oliba siluestre’ [azaitun] ‘aceituna’, pepones ‘de herbis nascuntur magni fert’ [albetih] ‘melón’, y scinifes ‘caliculum genus premolestum’ [alba-aud] ‘mosquito’ agrego ahora otros cinco que acabo de descubrir: atramentarium ‘vas atramenti’ [dawat] ‘tintero’, atramentum ‘nigrum’ [madad] ‘tinta’, malum ‘melum’ [tufah] ‘manzana’, situla ‘uas unde aqua portatur’ [ad-dalo] ‘caldero’ y toreumata ‘uasa que sunt in torno facta’ [aljazaf] ‘cerámica’). Lo publicó García de Diego (Ibid. 1-458. 217).
- Sil. 1297 de la Biblioteca Nacional de París. Palimpsesto en que básicamente se reproduce el texto de los glosarios del Em. 46 en escritura minúscula francesa de finales del siglo XII o principios del XIII. Sus lecciones, sobre todo aquellas que divergen de las transmitidas por el Sil. 1296, han sido editadas también por García de Diego.
- Y Madrid, Biblioteca Nacional, Vitrina 14-5. Escrito a mediados del siglo XI, probablemente por Munio, contiene unas 3600 glosas aproximadamente. Inédito.
No me referiré en esta ocasión a las glosas del fragmento de la Biblioteca Universitaria de Praga, copiadas a mediados del siglo X por una mano castellana (y que, desde luego, no constituyen una hoja del Em. 46). Tampoco me detendré en el estudio de los fragmentos de glosario incluidos en el códice escurialense L.I.15 (en otro lugar, basándonos en la comparación de los textos, dejamos bien demostrado que el modelo de este manuscrito, copiado en la segunda mitad del siglo XVI o en la primera del siglo XVII, no pudo ser el Em. 31).
Respecto del primer punto por tratar, las cuestiones relativas a la datación de los glosarios, hay dos aspectos que me parecen particularmente destacables. Por un lado, el conocimiento exacto, o casi exacto, de la fecha de terminación de varios de estos glosarios y, por otro, el alto interés que podría entrañar para la historia altomedieval del monasterio emilianense ese conocimiento exacto de la data del cód. más antiguo, el Em. 24.
En efecto, en el folio 149 recto de este manuscrito, que contiene una excelente copia de las Colaciones de Casiano (fols. 1-149) y el pequeño glosario (fols.150-154), figura un colofón según el cual el códice se acabó de escribir “a 16 de las calendas de septiembre de la era 955", que equivale al 17 de agosto del año 917. Ahora bien, como hemos demostrado con argumentos paleográficos, a nuestro ver, suficientes, precisamente las singularidades que se aprecian en la segunda parte de las Colaciones (fols. 73-149), resultan muy semejantes a las que caracterizan gráficamente el glosario. Por todo ello, podemos afirmar que, a pesar de encontrarnos ante un texto, el glosario, temáticamente ajeno al resto del códice y de aspecto más descuidado, se trata del mismo campo formal. En otras palabras, a nuestro juicio, el monje que copió el segundo sector de las Colaciones debió de escribir también el glosario, por lo que, con seguridad, éste tuvo que copiarse en torno al año 917.
A su vez, en el folio 172v del Em. 46 figura un colofón en tinta roja, en que, por fortuna, es perfectamente legible la data: “Est uero expletum sub era millesima secunda die [...] Ídus Iunias currente XII”, que equivale al 13 de junio del año 964.
En fin, en el folio 5v del códice de la Biblioteca Nacional de Madrid, Vitrina 14-5, que, junto a muchas piezas marginales, contiene, además del glosario (fols.159v-186), una copia completa del Fuero Juzgo (fols.12-148v), el escriba Munio se identifica escribiendo para Froila en el año 1058. San Millán de la Cogolla, el lugar de la palabra
Así pues, de los 7 glosarios de mayor entidad conservados, 3 nos informan sobre la fecha, que podemos calificar de exacta, en que fueron transcritos. Evidentemente, a nadie se le oculta la importancia de esta información a la hora de resolver precisamente los problemas relacionados con la datación de los testimonios escritos altomedievales. Y, sobre todo, la exactitud de estas datas proporciona una confianza cronológica en el propósito imprescindible de dotar de bases sólidas al conocimiento histórico y filológico. En este mismo sentido conviene recordar que también en la primera mitad del siglo X el experto calígrafo emilianense Jimeno fecha exactamente en sendos colofones la terminación del códice patrístico Archivo Histórico Nacional de Madrid 1007B (año 933) y de la preciosa copia de las Etimologías del Em. 25 de la Real Academia de la Historia (año 946).
Pero el valor de la antigüedad del Em. 24 se acrecería si se probara el origen emilianense de su copia, lo que me parece bastante hacedero. La sola existencia de un códice emilianense en esas fechas constituiría obviamente un argumento de mucha entidad a favor de la tesis de la pervivencia de la comunidad monástica emilianense a partir del siglo VIII, tras la ocupación musulmana de La Rioja, hasta las primeras décadas del siglo X.
Entrando ya en el segundo punto de mi investigación, el relativo a la filiación y fuentes de estos manuscritos, destaca, en primer lugar, el estrecho parentesco que los une. Así, como ya lo hemos probado con datos suficientes, hay una afinidad textual notable entre las lecciones del Em. 24, que deriva del Liber Glossarum, y el Em. 31, que también se nutre fundamentalmente del Glosario de Ansileubo. Y del mismo modo, los datos que hemos apuntado en otro lugar prueban, a nuestro entender, de forma inequívoca que los silenses 1296 y 1297 y el Em. 46 se emparentan estrechamente, ya que el Em. 46 sirvió de modelo fundamental a los otros dos glosarios, con la excepción de algunos casos en que el Sil. 1297 siguió las lecturas del Sil. 1296. Reafirma la demostración minuciosa la circunstancia de que, al lado de la identidad básica de las lecturas de los tres manuscritos (muchas veces discrepantes respecto de la norma clásica), se dé también coincidencia en errores de distinta magnitud y nivel lingüísticos.
Por otro lado, la afinidad textual (entradas y glosemas de forma y contenido análogos, técnica lexicográfica y desarrollo de abreviaturas similares, etc.), reforzada con la presencia de errores (gráficos o de con-tenido) y de soluciones lingüísticas comunes, y con la demostración del empleo como modelo fundamental del Em. 46, y no del Sil. 1296, por parte del copista del Sil. 1297, ratifica nuestra opinión de que los dos códices silenses 1296 y 1297 debieron de copiarse, como el Em. 46, en el escritorio de la Cogolla. En otras palabras, como el Sil. 1297 resulta ser una copia muy fiel del Em. 46, hecha a finales del siglo XII, parece poco probable que el Sil. 1296 se escribiera en Silos ya que, de ser así, hubiera servido de modelo del Sil. 1297 en lugar del Em. 46. De aquí se puede razonablemente colegir que las copias Sil. 1296 y Sil. 1297 se encontraban todavía a finales del siglo XII en la Cogolla, antes de su traslado al destino silense. Allí, en Silos, ubicadas junto al Sil. 1298, y entre otros glosarios (glossae, interpretationes) especializados, se encontrarían, identificados muy probablemente como los tres abecedarios, cuando en el siglo XIII se elaboró el Catálogo B que se halla en el fol. 16v del manuscrito de las Etimologías BNP, lat., 2169.
Pero más trascendencia tiene la comprobación de glosas exclusivas, en todo o en parte, del Sil. 1298, una de las numerosas variantes, asimismo, del Liber Glosarum, y el Em. 31 o del Sil. 1298, el Em. 31 y el Em. 46 (al que, insistimos, es más preciso considerarlo del tipo A y no propiamente de la familia Ababus, pues las glosas de este tipo apenas representan en él una tercera parte de su contenido global). Se trata, en efecto, de artículos que no encontramos en los índices críticos de Goetz (Goetz, CGL, vls. VI y VII), ni en la edición del Liber Glossarum de Lindsay (W.-M. Lindsay, J.-F. Mountford y J. Whatmough, Glossaria Latina Iussu Academiae Britannicae Edita. I. Glossarium Ansileubi sive Librum Glossarum. Geor Olms Verlagsbuchhandlung, Hildesheim, 1965) . Claro que ahora, tras la transcripción y edición crítica que hemos llevado a cabo del ingente y riquísimo glosario Em. 31, hay que precisar que las 40 glosas del Sil.1298 que García de Diego consideró exclusivas de este códice se recogen también en el Em. 31 (García de Diego, Glosarios latinos, XXI.)
La identidad o similitud, en distinto grado, de estas glosas exclusivas de los manuscritos Sil.1298, Em.31 y Em.46 sólo encuentra, en última instancia, una explicación a partir de la existencia de uno o varios repertorios léxicos compartidos y, por otra parte, desconocidos en el resto de los talleres lexicográficos. Precisamente en esta misma línea, tan importante, de comprobación de nuevas familias de glosarios, los códices emilianenses 46 y 31 alcanzan un relieve de excepción.
El Em. 46 abunda en glosas que presentan acepciones de interés: unas con modificaciones más o menos ligeras; otras muchas, con variaciones de palabras o frases que indican una nueva redacción; y otras, numerosas, que en el estado actual de nuestros conocimientos glosográficos resultan totalmente desconocidas. He aquí algún ejemplo de este último grupo: fulgorantes ‘astae, quando fulgent contra solem’ 67v 36, lentiscum ‘arbor folia modica, habens fructus sine, grana, Íd est, moras rubras’ 93r26, mandragora ‘fructum habet similis pomi, duorum sexum, masculinum et femininum, et dicitur quicumque eradicauerit non possit uiuere’ 98v 67, perdix ‘auis similis colore picco, sed maÍor’ 114v 19, rusticos ‘illos dicunt qui arant et operant manibus’ 170r 1. Proliferan, asimismo, los artículos con definiens y definitum exclusivos. Ejemplos: Íuníper ‘arbor abens fructum rubeum uel nigrum, boni odoris, non bonum ad manducandum, folia spinosa’ 87r 17, fornacula ‘in quibus faciunt focum ad quoquendum’ 65v 58, alietum ‘auis similis aquile , et maÍor, tamen minor que uultor’ 8r 45, aminagdalinas ‘nuces, crescunt in illa arbore maÍores, longiores, salbatice’ 9v 22, exedra ‘exterior sedis ubi Papa comunicat populum’ 57r 63, expassus ‘quan-do ambo pedes lebantum post alterum’ 58v 30.
Tal cúmulo de glosas propias configuran, sin duda, un glosario en gran parte original. Una aportación bien distinta de la del apéndice del manuscrito, en que las glosas conciliares, el poema del aquitano Ermoldo Níguelo, las glosas germánicas y, acaso, la transliteración en letras griegas constituyen, al parecer, una simple copia de un modelo renano o bávaro, bien que interesantísima desde el punto de vista de las relaciones e influencia de la cultura europea en la Cogolla.
A su vez, el Em 31, tan pródigo en explicaciones y comentarios y tan diestro en el empleo de abreviaturas y otras técnicas lexicográficas, conforma, a nuestro juicio, el glosario más rico e instructivo que conocemos en lo que se refiere a las fuentes.
En él se ordenan miles de glosas dependientes del Liber Glossarum (isidorianas, placideas, virgilianas, abstrusa, de Euquerio, ex glossis, ex sinonimis Ciceronis), aunque no tantas ni tan extensas como las que integran el gran glosario parisino Lat, 11529-11530.
Pero en el Em 31 tienen cabida, además, muchas decenas de glosas cuyas equivalencias se iluminan con la autoridad de los textos bíblicos, glosemas desconocidos en los demás glosarios europeos. Ejemplos: acetum ‘asperitas corrupte mentis; Ín Psalmo: “et Ín Sitimam potauerunt me aceto” 2r2, azimum ‘sine fermento malitjie; Ín Apostolo: “Ín azima sinceritatis et ueritatis” 3v2, arida ‘Ínfructuosi homines, caro; Ín Eclesiastico: “quo orire arida malitja et dolositate” 3v3, calcaneum ‘extremitas uite uel supplantatjo; Ín Genesi: “Ípse tuum obseruabit caput et tu illius calcaneum”; et Ín malam partem: “leuauit contra me calcaneum suum” 7v3, etc., etc.
Incluye asimismo muchas glosas pertenecientes a la familia de los hermeneumata medicobotanica vetustiora que encontramos en códices del Vaticano y de Montecasino (como cód. Vat. Reginae Christinae 1260, cód Vat. 4417 o cód Cassin. 69); aunque también en este campo semántico se muestra con frecuencia muy original. Por ejemplo: fraga ‘florum uel cibi genus, Íd est, poma agrestia rubicundi, cuÍus erbe terre aderent et dicuntur chamegila uel morotam’ 33r2, mala ‘nixa, ciriola, prunas’ 57r1, melo timino ‘mel de apes, que tumo pascuntur’ 59r1, oscense ‘erba alba minuta qui fleuma ponet’ 74v2, sagapenum ‘odorem et saporem habet lassaris’ o sagapem ‘odorem habet et saporem balsami’. Añade muchos artículos Abstrusa que figuran en el Vat. 3321 aunque no en el Liber Glossarum parisino. Perfecciona y completa muchas glosas. Así, el artículo del glosario Abstrusa Infectus ‘non factus, infusus ueneno aut quacumque re’ queda modificado como sigue: Ínfectus ‘non factus aut Ínfusus ueneno aut uino uel quacumque re’76v3. Añádanse, en fin, aquí las glosas que comparte exclusivamente con el Sil 1298 o con este mismo glosario y el Em 46. Por ejemplo, los glosemas de opacant 72r3, penantes 79r2, prelorum 85v3, prepostere faciam 86r1, preuertimur 87r1, profundum 88r2, etc.
Nos encontramos, no cabe duda, ante un glosario mixto o enciclopédico extraordinario. Un glosario en cuya confección tuvieron que utilizarse lexicones de diferentes tipos. Y me parece evidente que tal diversidad de fuentes incluidas precisara unos fondos bibliográficos suficientes y, si se atiende a la finalidad de su elaboración, exigiera un clima de bastante nivel cultural. Aquel que caracterizó precisamente al Monasterio de San Millán.
Un escriptorio suficientemente dotado de medios lexicográficos tuvo que ser también el origen de la compilación que transmite el Sil. 1298. Llama la atención en este glosario, como acertadamente lo advirtió García de Diego ( García de Diego, Glosarios latinos, XVII-XVIII ), el hecho de que en la primera parte de cada lectio o capítulo se colocan las pala-bras en un orden alfabético de sus tres primeras letras bastante correcto y, a continuación, se añaden otras sin orden alguno. Esta deficiente sistematización interna obedece, sin duda, al empleo durante su elaboración de varios códices y acarreos. Análogamente, aquí, como bien razona Vivancos (M. C. Vivancos Gómez, Glosas y notas marginales de los manuscritos visigóticos del Monasterio de Santo Domingo de Silos. Silos, 1996, 77.), la diversidad de fuentes que utiliza parece exigir un ambiente de cierto nivel cultural.
En relación con los aspectos lingüísticos, me voy a limitar a ofrecer un escueto resumen de algunos de los resultados más destacados de mis investigaciones. Helos aquí:
1) Las manifestaciones de discrepancia idiomática respecto del latín, la lengua propia de estos glosarios; esto es, los rasgos innovadores, comunes a estos textos, más frecuentes y peculiares son los siguientes:
a) La sonorización de las oclusivas sordas iniciales, intervocálicas, en grupos homosilábicos y en grupos heterosilábicos tras sonante: bannum (cód. 46, s. v. stigina) PANNUM; galgulus (cód. 46) CALCULUS; uasciculo (cód. 46, s. v. Ín uasciculo); fulgare (cód. 46, s. v. fornicarius, inverso); fagi (cód. 31, s. v. fabonius, inverso) / LGl FA 31: vagi; galatis (cód. 31) / CGl IV 213, 28, calathis; bastinaca (cód. 31, s. v. stafilos) PASTINACA; pirru (cód. BNM, inverso) BIRRU; diuidia (cód. 24, s. v. opulentia, corregido por diuitia); febellerunt (cód. 24, s. v. Fefelleræ); barridus (cód. 46, s. v. Boues Íugas); deligatus (cód. 46); profectus (cód. 46, inverso) PROVECTUS; Índacat ‘Ínuesticat’ (cód. 31, inverso) / LGl IN 356: Indagat ‘investigat’; afriganos (cód. 31, s. v. libicas pinnates) / LGl 118: africanos; sup hoculis (cód. 31, s. v. gene) / LGl GE 73: sub oculis; geladus (cód. 31) / LGl GE 22: gelatus; gratiens (cód. 31, inverso) / LGl GR 10: gradiens; eleuanto (cód. 31, s. v. Gangaridum) / LGl GA 95: elefanto; rufeum (cód. 31, s. v. saria, inverso) / LGl SC 46, s. v. scaria: rubeum; academiga (cód. BNM); a dergo (cód. BNM); ditasculus (cód. BNM, inverso) DIDASCULUS; aepitauius (cód. BNM) EPITAPHIUS; baccabulus (cód. BNM) BACAPULUS; neclegentia (cód. 24, s. v. Incuria, inverso); craciles (cód. 46, s. v. cragentes, inverso); uabra (cód. 46) VAFRA; Promius (cód. 46, inverso) BROMIUS; ludigra (cód. 31) / LGl LU 219: ludicra; furfarum (cód. 31, inverso) / CGL V71, 4: furuarum; atriatici (cód. 31, s. v. Ílliricum, inverso) / LGl IL 45: Adriatici; abrycum (cód. BNM, s. v. bellum punigum) AFRICUM; laprusca (cód. BNM, inverso); grantem (cód. 24, s. v. Íngenti, inverso; corregido por grandem); limpos (cód. 24, inverso; corregido por limbos); mandica (cód. 46, s. v. sarcina); tantem (cód. 46, inverso) TANDEM; Uulganus (cód. 46); Íperpolicus (cód. 46, inverso); Ímagungula (cód. 31) / CGL V 76, 7: imaguncula; sargofacus ‘carni comestor’ (cód. 31) / LGl SA (4 casos): sarchofagus, CGL (2 casos): sarcofagus; sortibus (cód. 31, s. v. defecta, inverso) / LGl DE 315 y 323: sordibus; pargas (cód. BNM) PARCAS; unguendum (cód. BNM, s. v. cassia) UNGUENTUM; etc., etc.
b) La anaptixis: Ísimahel (cód. 24) / LGl IS 29 y 30: Isma[h]el; Obumcumbere (cód. 24) / LGl OB (3 casos): obcumbere; pepulum (cód. 46) / LGl PE 437-444: peplum, CGL (16 casos): peplu; geminasius, giminasius (cód. 46) / LGl (6 casos): gimnasium, CGL (28 casos): gimn-; sineceris (cód. 31, s. v. Ínfugatis) / LGl IN 814: sinceris, CGL V 93, 35 y V 211, 25: sinceris; Nepotalin ‘conversantes’ (cód. 31) / LGl NE 327: Nep<h>talim (4 casos), CGL V 374, 4: Neptalim; Paronasius ‘mons Focidus’ (cód. 31) / LGl PA 533: Parnas[i]us; quesitjo-nes (cód. 31, s. v. problemate) / LGl PR 1526: qu<a>estiones, CGL IV 147, 21: quaestiones; hisitoricus (cód. BNM); lone,ga (cód. BNM: capro ‘uespa lone,ga’) / LGl CA 18: c<r>abro ‘verba (vespa) longa’; etc., etc.
c) Las reducciones y haplologías junto a las geminaciones y ditologías: press ore (cód. 24) / LGl PR 791: presso ore; poma tura (cód. Sil. 1298, s. v. mitia poma) / LGl MI 327: mitia poma ‘matura’; detruntur (cód. Sil. 1298, s. v. tartarus) / LGl TA 255: detruduntur; auctori sermo (cód. 46, s. v. Lucretjus) / LGl LU 100: au<c>toris sermo, CGL IV 415, 21: auctoris sermo; e, terra (cód. 46, s. v. elementa) / CGL IV 512, 30 + 31 y 478, 7 + 8: et terra (s. v. elementum); pos tempus (cód. 46, s. v. cordi agni) / CGL V 14, 1 y 58, 38: post tempus; Í Nillo (cód. 46, s. v. corcodrillus) / LGl CR 225: in Nilo, CGL IV 45, 4 y 500, 27: in nilo; Íp sidomi (cód. 46, s. v. tirii) / CGL IV 425, 28: ipsi sidonii; agonetha (cód. 46) AGONOTHETA; condentes (cód. 46) CONTENDENTES; sciscita (cód. 46) SCISCITATA; fal sum (cód. 31) / LGl FA 296 y 297: falsus sum; pena ‘supplicia’ (cód. 31) / LGl PE 297: penas ‘supplicia’; lat ore (cód. 31) / LGl LA 477: lato ore; prestromata ‘gemina...’ (cód. 31) / LGl PE 1103: perst<r>omata ‘tegimina...’; amas iues (cód. BNM, s. v. pleuigala, como en el cód. 46: plebicola ‘amans ifes’) / LGl PL 234 plebicola ‘amans cives’, CGL IV 144, 11: plebicula ‘hamans ciues’; tres oles (cód. BNM) / LGl TR 242: tres soles, CGL IV 186, 21 y 573, 43: tres soles; Íncer-ta stastatum (cód. 24, s. v. labari) / LGl LA 505: incerto statu; flumines Syrie (cód. Sil. 1298, s. v. Horonte) / CGL V 109, 44: flumine Syrie; ac culmine (cód. 46) / LGl AC 356: A culmine, CGL IV 5, 36: a culmine; as sonitum eÍus (cód. 46, s. v. a lingua maris); at tergo (cód. 46) / LGl AT 19: a tergo, CGL IV 11, 22: adergo; venenonosa (cód. BNM); resina atereuentina (cód. 31) / LGl RE 1530: resina terebintina, CGL III 575, 3: resina terebinthina; et terris Íactatus (cód. 31) E TERRIS; Ín conclusiones siluarum (cód. 31, s. v. Ínconuexo nemorum) / LGl IN 282: in conclusione silvarum; uentum Miapica (cód. 31, s. v. Olimpus) / CGL V 126, 8: ventum japiga (= cód. Sil. 1298); mons Testessalie, (cód. 31, s. v. Oeta) / LGl OE 17: mon<s> T<h>essaliae; ualde deseuit (cód. 31: deseuit ‘ualde deseuit’) / LGl DE 1038: Des<a>evit ‘valde saevit’; etc., etc.
2) En muchísimas ocasiones las glosas de estos lexicones o de sus modelos evidencian que se escribie-ron al dictado, circunstancia que propiciaba el filtro del fonetismo vulgar o romance, bien atestiguado en los ejemplos precedentes.
3) Las desviaciones idiomáticas respecto del latín, las innovaciones relevantes y también los dislates sin ninguna continuidad histórica que aparecen en estos textos superan con creces en cantidad y calidad a los que encontramos en el resto de los glosarios europeos. Muchos de los testimonios seleccionados antes adu-cidos contribuyen a probar firmemente tan importante cuestión.
4) Particularmente interesantes para el estudio del protorromance hispánico resultan las formas romances, o en distinto grado romanceadas, del Em 24 parale, (fol. 154r2, s. v. preblemma), Em 31 albaÍlda (fol. 36v1), caballo (fol. 7r1), deÍosum (fol. 13r1), detraÍgat (fol. 13r3), fillo (fol. 31r3), gelmatus (fol. 8r2), mala-grama (fol. 56v3), nacos (fol. 20r2), pomares (fol. 84r2), etc., o las del Sil 1296 rumiat (Lleva una g sobrevolada de mano contemporánea. Rumiar se documenta por vez primera en JRuiz, 113d y 118d (cfr. DCECH, s. v.)(fol. 178r, s. v. ruminat; cód. 46, 135v35: rumigat), rilias (15. Según DCECH, s. v. reja I, la primera documentación de un descendiente de R¯ EG . ULA ‘barra de metal’ corresponde a la forma relia, atestiguada en una carta burgalesa del 6 de enero del año 974. A propósito de esta solución, Menéndez Pidal (Oríg., 58), basándose en el testimonio de tan sólo dos ejemplos más (expelia ‘Espeja’, h. 1030 Clunia; Orzellione ‘Ordejón’, 978 Burgos) afirma que la grafía etimológica li “aparece extendida en Castilla, es de suponer que indicando arcaísmo l”. Pues bien, a este respecto debemos hacer las siguientes precisiones. En primer lugar, el término relia no se trasmite en una escritura original sino en una copia posterior que se alberga en la Catedral de Burgos, vol. 69, p. 1ª, fol. 88 (cfr. J. M. Garrido Garrido, Documentación de la Catedral de Burgos (804-1183). Burgos, 1983, núm. 5); y en segundo lugar, la mencio-nada voz responde a una mala lectura de sellas, forma que aparece en un documento en el que Juan Veila, Pedro, Jimena y Aballa se entregan al monasterio de San Cosme y San Damián de Covarrubias con sus bienes, entre los que se citan terras, uineas, ortos, molinos, in caballos, frenos, sellas, equas, baccas, lectos, montes, et cetera (ídem). Por todo ello, cobra una especial significación la presencia de la variante rilias (por otro lado, con inflexión de yod), atestiguada en este glosario.)(fol. 216r, s. v. vomeres; no se recoge en cod. 46), runcat (transmitida solamente por el códice parisino, fol. 192r, como explicación sinonímica de la entrada stertat)(16. La misma equivalencia léxica se encuentra en los glosarios hispánicos de Toledo (ester[t]o ‘roncar’) y del Escorial (sterto por roncar), de hacia 1400 (cfr. A. Castro, Glosarios latino-españoles). Para DCECH, s. v. ron-car, las primeras documentaciones conocidas de esta forma son las transmitidas por esos repertorios. Comp. runco ‘intemperanter dormio uel sonitum de naribus emitto’ gloss. arab. lat. p. 448 ed. Seyb (apud Goetz, CGL, VII, s. v.). ), yemant (fol. 89r, s.v. hiberna; cód. 46, 74v43, gemant)( En Goetz, CGL, VI, s. v. hibernus, sólo se documenta la variante gráfica general hiemat) , Beelzebu < BEELZEBUB o BEELZEBUL (fol. 21r; cód. 46, 18r50, Beelzebub), etc., cuyo análisis en profundidad sacaré pronto a la luz.
Me parece de interés presentar aquí un breve análisis de algunas de las palabras del códice Em. 46 que consideramos completamente romances o distintamente arromanzadas. A este respecto, téngase siempre en cuenta que en este ms., o en su modelo, se fundieron glosarios distintamente manipulados en sus respectivas transmisiones ya que, entre otras causas, la creación originaria de muchos de ellos tuvo lugar en épocas distantes o muy distantes entre sí. De cualquier modo, entendemos que todas las formas que siguen interesan, en mayor o menor medida, a la filología española y románica.
allene ‘corrigia frenorum’ 7v 41. Goetz registra el mismo artículo, encabezado por la variante gráfica allenae, y recoge además antilena (y antelena) (Gloss. Salom.), con un significado análogo en la equivalencia griega. En los diccionarios latinos ANTELA (y las variantes ANTELENA y ANTILENA) figura como término específico de los glosarios y designa exactamente el ‘petral, parte del arnés, que cubre el pecho de la cabalgadura’.
En la evolución de esta interesantísima palabra debieron darse los mismos cambios fonológicos que experimentó la forma abellar ‘beldar’ (VENTILARE), cuya primera documentación se halla en el F. de Sepúlveda, tít. 131 (S. XIII; apud DCECH, s. v. beldar). Así, tras la síncopa *ANT’LENA, la T, entre las dos consonantes sonoras, sonorizaría dando *andlena. Posteriormente el grupo de las tres consonantes se sim-plificaría en *adlena y de ahí, por asimilación, se llegaría al resultado que ofrece nuestro glosario, allene.
anguila (enocilis ‘piscis stagneus que, latine , anguila dicitur’ 53v 20). Goetz recoge bajo el mismo término, enocilis, cuatro casos de la variante anguilla; pero también registra anguila (V 289, 52), aunque posponiéndole un signo de admiración. Comp.anguelae (murenula ‘piscis similis anguelae marine, tamen grossiores’ 105r 15).
La forma romance anguilla, utilizada aún hoy en varios países hispanoamericanos, ha sido de uso general hasta el siglo XVII. Su documentación es ya inequívoca en la 1ª Crón. Gral. y en J. Ruiz (1105a). A su vez, anguila no está claramente atestiguada como castellana -se afirma- hasta la segunda mitad del siglo XVI, y “como sus ejs. más antiguos aparecen en un texto del S. XV copiado por un catalán, y en el aragonés fronterizo Palminero, es lógica la deducción de Cuervo de que se propagó desde el dominio lingüístico catalán. Alonso y Rosenblat, BDHA I, 234-5, argumentan en contra que no es fácil adivinar por qué razones Asturias o Cataluña iban a imponer el nombre de un pez de río a las gentes del interior” (DCECH, s. v. anguila). Para los investigadores Corominas y Pascual, en el tratamiento de LL tras vocal larga latina, la Romania se escindió en dos grupos dialectales antiquísimos: las lenguas meridionales (port., cast., sardo, it. y rum.), que conservan la geminación, y los romances septentrionales (cat., gasc., fr. y engad.), que muestran regularmente formas que corresponden a una consonante reducida.
Pues bien, la presente documentación del cód RAH 46, unida al testimonio fidedigno de Berceo (Smill., 145d: “comiendo pan e agua, non anguila nin trucha”)( Ed. de B. Dutton, en Gonzalo de Berceo. Obra completa. Madrid, 1992, p. 163. ), a los topónimos riojanos La Anguila, Las Anguilas, La Anguilera (19. Cfr. A. González Blanco, Diccionario de toponimia actual de La Rioja. Murcia, 1987, p. 56. En esta obra figura también la variante Las Enguilas y otra con resultado palatal, Las Eniguillas) y al castellano La Anguila (Cfr., por ejemplo, F. R. Gordaliza Aparicio y J. Mª Canal Sánchez-Pagín, Toponimia palentina. Palencia, 1993, pp. 142, 247 y 499. No se recogen en este libro ejemplos con palatal.), al vasco aingira (Michelena, BSVAP, 10, 381), etc., parece un ejemplo muy util para profundizar en el conocimiento de la extension del sustrato latino-vulgar ANGUILA dentro de la Peninsula Iberica.
apeiro (Instrumentum 'quid Instruat, apeiro' 86r 38).Tambien en BNP 1296, 103v; deest. Goetz y LGl.; comp. Instrumentum 'quid Instaurat' 86r 41.
Interpretamos Instruat con el valor de 'preparar', 'pertrechar', 'equipar', 'aperar' y, consecuentemente, apeiro (asi como Instrumentum) como 'aparejo(s)', 'utiles', 'arnes', 'herramientas', 'arreo'. No parece, en cambio, aceptable ver en apeiro una transliteracion latina del griego 'ignorante', 'sin experien-cia': en el cod. RAH 46 ese helenismo no traduce nunca los sinonimos, tan reiterados, amens, confusus, he, bes, idiota, ignabus, ignarus, ignorans, indoctus, ineptus, inscius, Intellectu carens, nescius, obtunsus, piger, stultus, stupidus, tardus, etc.
Repárese, por otra parte, en el significado de apero (DRAE, 1ª acep. 'conjunto de instrumentos y demas cosas necesarias para la labranza'; ibid., 4ª acep., por ext. 'conjunto de instrumentos y herramientas de otro cualquier oficio [que la labranza]') y aparejo (ibid., 9ª acep., pl. 'instrumentos y cosas necesarias para cualquier oficio o maniobra').
Segun DCECH, s.v. aperar, la forma apeiro, ademas de atestiguarse en port. y gall. podria haber sido en aragones antiguo el antecedente del roncales apeio 'arado' (Azkue). Ademas el bajo latin aparius, aperius y las variantes apero, aper han sido y son bien conocidas en Aragon y Cataluna con los valores de 'aparejo, arreo', 'apero de labranza' y 'arado'.
Interesa, en fin, destacar el interes de esta voz por el hecho de que presenta la evolucion diptongada -eiro (<-ARIU). En La Rioja altomedieval, como en el reino navarro-aragones, Menendez Pidal (Orig. 74-75) solo encuentra -ero: terzero (GIEmil 9), facendera, semdero, matera 'madera' (1044 SMillan, DL, 71°). Agreguese que las Glosas Silenses, igualmente, solo usan este mismo sufijo: omiciero 45, grandi onero 73 ( Para M. Carrera de la Red ("Las Glosas Silenses: algunas precisiones", en J. Paredes, ed., Medioevo y Literatura. Actas del V Congreso de la Asociacion Hispanica de Literatura Medieval. Granada, 1995, 526) en esa expresion, grandi onero, grandi es clara abreviatura de grandine, y onero, con sufijacion ya plenamente romance (-ero), tendria como etimo posible la forma onerariu. La interpretacion del sintagma seria algo asi como 'el que transporta nubes de granizo'.), sorteros 115, condugteros 246, junto al cultismo adversario 96.
apretat (urgit 'premit, apretat' 166r 32). Tambien en BNP 1296, 216v; deest Goetz y LGl. Apretar procede de *apetrar y este del lat. tardio APPE(e breve)CTO(o breve)RARE 'estrechar contra el pecho', deriv. de PECTUS. Appectorare esta documentado en los glosarios altomedievales (por ejemplo: appectoret 'adplicet ad pectus' en CGL IV 404, 35).
Nótese que para DCECH, s.v. apretar, este verbo se documenta por primera vez en la glosa silense 33 (apretaret conpulsus uel constrictus) que traduce "Si innocens coactus periuratus est".
ariello (ecthecas 'peribolus, ariello' 50r 44; comp. peribulum 'deambulatorium uel uelua marina' 115r 21). Tambien en BNP 1296, 61r; deest. Goetz y LGl. En CGL, peribolus se define como 'est murus extrinsecus' V 622, 20, 'id est in circuitu domus' V 380, 49 y 'deambulatorium, moenia uel belua marina' V 575, 32.
No esta definitivamente resuelto el problema de la etimologia de aro. Segun DCECH, s.v., con el valor de 'anillo grande de metal o de madera' es de origen incierto; pero en el sentido de 'distrito, territorio que circunda una ciudad' aro, usual en portugues antiguo, procede del lat. ARVUM 'campo'. En esta propuesta, que no descarta la duplicidad etimologica en relacion con la distincion semantica, entendemos que puede ser muy util la acepcion topografica, solo atestiguada en portugues antiguo, que parece corresponderle al diminutivo aqui estudiado.
brisca (fauum ‘mel cum brisca’ 62v 8). Comp. fauum ‘brisca, id est opera auium [=apium]’ CGL, s.v. fauus.
Esta palabra prerromana, probablemente céltica, está bien documentada en fr. ant., oc., it. sept. y merid. Dentro de la Península Ibérica debió de estar siempre confinada al Oriente: arag. y cat. bresca; vasco b(e)reska, beraska, abarasca; nav. de la Ribera, Estella, Sangüesa, briesca (“ultracorrección del vasco (a)bereska, (a)beraska”, DCECH, s.v. bresca) y nav. del Norte, brisca, que “es -subrayamos esta afirmación-vasquismo de forma más arcaica”, ibíd. Bresca se documenta por primera vez en Villasandino, en quien habrá de explicarse como provenzalismo
de la escuela gallega.collazos (conscios ‘collazos’ 33v 14). Deest. Goetz, en quien encontramos, sin embargo, conscius ‘collega’ IV 323, 21.
La glosa encierra un notable interés semántico. Por la Crónica de 1344 (cfr. DCECH, s.v. collazo) sabemos que collaços designaba a los ‘hermanos de leche de un noble empleados como sirvientes domésticos del mismo’. Tal condición de servidumbre, reconocida en un principio por el disfrute de exenciones y otros privilegios, explica fácilmente que se los llegara a identificar con el prototipo del confidente, cómplice o testigo, valores estos propios del término conscius.
Según DCECH, ibíd., se documenta por primera vez esta voz en 1096.
dargones (syrene, ‘Ín Esaya, demones aut dargones’ 151r 38). BNP 1296, 198r: dracones; comp. dracones ‘et coluber pro uno nominavit’ 49r 7, y dragontepede ‘homo est qui caudam habet draconis ‘49r 5 (CGL IV 502, 12: dracontepede).
La variante dagrón, con distinta metátesis, se encuentra en P. de Alf. XI, 803b (de h. 1350). El nominativo culto draco lo hallamos en Berceo, SDom 333c, y el más popular, drago, está en J. Ruiz, 3c. En fin, la forma moderna dragón aparece por vez primera en la 1ª Crón. Gral. 13a 41, 190b5 (cfr. DCECH, s.v. dragón).
de suso Íosum (deorsum ‘de suso Íosum’ 42v 11). Deest. BNP 1296; BNP 1297: deorsum ‘desu solo sum’; CGL: deorsum ‘desuso locum [= Íosum]’ V 450, 1.
Locución adverbial con el significado de ‘de arriba abajo’. Es análoga a las latinas SURSUM AC DEORSUM ‘arriba y abajo’ y SURSUM DEORSUM ‘de arriba abajo’ y ‘sin orden ni concierto’(En Glossae medicinales(ed.J.L.Heiberg,Copenhague,1924),pág. 8, 1 anocatum(sacado del gr.ano kato) 'hoc est susum iosum quando et vomitus et venter solvitur' (apud V.äänänem, Introducción al latin vulgar.Madrid, 1971, 111, n. 16).
La combinación sus e yuso ‘arriba y abajo’ se halla un par de veces en Berceo (Signos 56c; Milag. 83c). Por otra parte, según DCECH, s.v. suso, la locución adverbial de suso aparece por primera vez también en Berceo (Milag. 320b y 716b), en tanto que la forma suso ("la forma SU(u breve)SUM es ya frecuente en textos vulgares latinos" (DECCH, s. v. suso) ya se encuentra así en 1061. Finalmente, Íosum (así en la Mulomedicina Chironis, 583, 593) recuerda el descendiente yoso, de las escrituras aragonesas (escrito goso) y leonesas, no contaminado por su opuesto antitético susum.
fare ‘fieri’ 63r 4. También BNP 1296, 75v; deest Goetz.
Parece seguro que nos hallamos ante la forma, única documentada, del infinitivo originario del romance far ( Far tiene gran extensión en castellano arcaico (Cid 252, 561, 1032, etc.; Berceo, Sacrif. 39d o SDom. 756d; etc.) y deja huella permanente en el futuro y condicional (farás, ya en la GlEmil 140) . Éste, según se explica habitualmente, procedería de un infinitivo latinovulgar *FA(a larga)RE (< FACËRE), modelado sobre DA(a larga)RE (Cfr. Penny, Gramática, 213. Análogamente, aunque de forma más precisa, en DCECH, s. v. hacer: “[far] se explica por una abreviación *FARE del latín coloquial tardío”).
Ahora bien, la ordenación alfabética de las entradas que la preceden (fe , r, ferculum y fercularum) y la de las que la siguen (fercula, fere, ferebat, etc.) puede hacer sospechar que en el modelo estuviera en su lugar la variante fere (Así, con esa forma, en las GIEmil 35 y 89. Su heredero inmediato, fer (<fere < faire < fáy(e)re <lat. vulg *FAGE(e breve)RE < FACE(e breve)RE, o < fere < faire < fak’re < FACE(e breve)RE) “es todavía más vivaz en la Edad Media, pues se halla desde las Glosas de San Millán hasta el Rimado de Palacio (278), pasando por los Reyes de Oriente (133), Berceo (Sacrif. 1, S. Or. 13), Alex. (48), etc.” (DCECH, ibíd.). Con la inserción de fare se produce, ciertamente, una ruptura excesiva, y excepcional, del orden alfabético.
Las equivalencias fiam ‘faciam’, fias ‘facias’, fiatis ‘faciatis’ y fiet ‘faciet’ que aporta Goetz (CGL, s. v. fio) atenúan los posibles reparos semánticos a nuestra propuesta (fare < FACERE). Pero el artículo análogo fiare , ‘fieri’ (así en BNP 1296, 76v), o fiar ‘efficiar’ 63v 20 y fio ‘efficior’ 64r 37, abre nuevas posibilidades etimológicas, que en lo sucesivo acaso deban ser consideradas.
fircillo (menadro ‘fircillo’ 100v 47). También en BNP 1296, 122v; deest. Goetz y LGl. Parece claro que se trata de un diminutivo de firco ‘hirco’ (<lat. FIRCUS -o HIRCUS- ‘chivo, macho cabrío’). La interpretación de la palabra definida, menadro, como ‘venado’ (cfr. infra, s.v. menadro), da bastante seguridad a nuestra propuesta etimológica.
El término romance hirco figura por vez primera en Acad. (a. 1817), que lo describe como “una especie de cabra montés propia de los Pirineos españoles. En forma popular, erc, el vocablo es todavía vivo y conocido en el catalán del Valle de Boí y en el gascón del Valle de Arán, donde este animal [...] está ya extinguido, si bien en fecha reciente” (DCECH, s.v. hirco).
Por otra parte, la importancia del diminutivo fircillo estriba en la reducción -iello > -illo, tan escasa en los textos primitivos del siglo X: según los documentos notariales, -ill- aparece con ejemplos pertenecientes a esa centuria sólo en Castilla del Norte y en Burgos (cfr. Oríg. 152-159; comp. ariello, supra).
grama (mala grama ‘erba uenenosa’ 98r 51). Goetz, mala gramina íd.; comp. mala gramina ‘noxias herbas’ 98r 41 y ‘uenena’ 98r 50. Del lat. GRAMINA, plural de GRAMEN ‘hierba’, ‘césped’, ‘grama’.
Según DCECH, s.v. grama, la asimilación en -m- del grupo -mn- (que prevenido por la acción disimilatoria de la -r- inicial, no pudo diferenciarse en mr) se documenta por primera vez en el glosario mozárabe de h.1100 bajo la forma garâma, y ya como grama, y traduciendo el lat. gramen, en el glosario del Escorial, h.1400.
Hebria ‘Spania’ 73v 9. Comp. la variante, con inflexión de yod, Hibria ‘Spania’ 74v 48; deest. Goetz, que recoge, en cambio, Hiberia ‘Hispania’ IV 524, 21, ‘Spania’ IV 87, 15, e Hiber ‘Hispania ab Ibero flumine dicta’ V 503, 18.
En los diccionarios latinos I(i breve)BE(e larga)RIA, o HI(i breve)BE(e larga)RIA, figura como el 'nombre de un antiguo pais de Asia, en la region caucasica, correspondiente a la actual Georgia' (Valerio Flaco, Argonautica 6, 120) y el 'nombre que los griegos dieron a la peninsula que los romanos llamaron Hispania' (Horacio, Odarum 4, 5, 28)(Comp. con: "Hispania prius ab Ibero amne Iberia nuncupata" (Etim. XIV, 4, 28) o "Iberus amnis, qui quondam totius Hispaniae nomen dedit" (ibid. XIII, 21, 31). Para el analisis de la creacion del coronimo Iberia y del etnonimo iberos a partir del Iber del Mediterraneo espanol, el Ebro, o del pequeno Hiberus citado por Avieno y Asclepiades de Mirlea, cfr. L. Perez Vilatela, "Primitiva zona geografica de aplicacion del coronimo 'Iberia'", Faventia, 15/1 (1993), 29-44.27).
Pero la forma de nuestra entrada lexica, Hebria -e Hibria- parece mas bien derivar directamente de hebrum (Comp. con: "Cantabri gens Hispaniae a vocabulo urbis [Cantabria] et Iberi amnis, cui insidunt, appellati" (ibid. IX, 2, 113)) . Cfr. el articulo siguiente.
hebrum 'amnem' 73v 8. Tambien BNP 1296, 87v; comp. he, brum 'Tracie, fluuium' 73v 5; CGl incluye, ademas, Ebruum 'fluuius' V359, 38.
En lat., HE(e breve)BRUS es exclusivamente antroponimo ('nombre de cierto joven', Horacio, Odarum seu carminum libri 3, 12, 6; 'nombre de un troyano muerto por Mecencio', Virgilio, ¨'neis 10, 696) e hidronimo ('rio de Tracia', Virgilio, Bucolica 10, 65, cfr. supra). El interes del presente testimonio, hebrum, radica, a nuestro entender, precisamente en su condicion de nombre comun ('amnem' -o 'fluuius'-), estrechamente relacionado, sin embargo, con el hidronimo Ebro ( I(i breve)BE(e larga)RUS o HI(i breve)BE)e larga)RUS en Plinio - Naturalis historia 3, 21, etc.-y Cesar - De bello civili 1, 60-) o con toponimos como Ibrillos, pequena localidad de la Rioja Alta ( La tesis sobre el origen indigena del nombre Iber se ha defendido, entre otros trabajos, en E. Philipon, Les Iberes. Paris, 1909, pp. 66 y 153; D. Fletcher, "Estado actual del conocimiento de la cultura iberica", en Simposium de Prehistoria Peninsular (SPP). Pamplona 1960, 199, y Problemas de cultura iberica (SIP). Valencia, 1960, 28; J. Alvarez Delgado "Problemas linguisticos del nombre Iberos = Ebro", Actas del VII Congreso Internacional de Linguistica Romanica, Barcelona, 1955, vol. II, p. 843; y A. Tovar, "Estado actual de los estudios ibericos", Homenaje a Domingo Fletcher Valls. Valencia, 1984, pp. 52 ss.). Cfr. Hebria.
helmus (galea 'cassis, Id est, helmus' 69r 1). Deest Goetz.
Dada la escasez de testimonios altomedievales, interesa consignar esta forma aparentemente latino-vulgar, tomada en prestamo del germanico occidental HE(e breve)LM. En castellano solo han debido de existir descendientes de una E abierta, de modo que las variantes elmo y ellemo (Alex. 572a, ms. O; doc. de Sobrarbe de 1090, apud DCECH, s. v. yelmo) han de considerarse, segun DCECH, ibid., dialectales o meramente latinas. Adviertase que yelemo (GlEmil 112, escrito gelemo)(Comp. con gelmum (galeam 'gelmum capitis'), que se documenta en el Esmaragdo silense o AMS 1, 30r (cfr. Vivancos, Glosas y notas, 323)) viene considerandose como la mas antigua documentacion romance de este germanismo.
isparto (culleus 'tunica ex isparto In modum eronis facta, qua liniebatur pice el uitumine...' 37v 42). BNP 1296, 48r, sparto (BL, Add. 25.600, f. 138, ex parte, apud Gil, CSM, XLIV).
El lat. SPARTUM 'especie de retama empleada para trenzar cuerdas', 'esparto' (< gr. id.) solo esta representado en los tres romances ibericos porque es una planta que unicamente crece en la Peninsula. El testimonio mas antiguo de la variante esparto se halla en la 1ª Cron. Gral., h. 1275; figura tambien en el Glosario del Escorial, h. 1400 (cfr. DCECH, s. v. esparto).
lampara (corregido en lampada: foeba 'lampada, solis lumen' 65r 51). Deest. Goetz; comp. lampades 'facies uel candele, ' 91r 32.
Nótese que, según DCECH, s. v. lámpara, la primera documentación de la forma romance lámpada se debe a Berceo (Smill. 331b) y la de lámpara a 1ª Crón. Gral, 186a 22 (h.1280).
Por otra parte, el paso de dental a líquida (lámpada > lámpara), debido a una pronunciación semiculta y, en parte, a influencia del sufijo átono -ara ( Cfr. R.Menéndez Pidal, Manual de gramática histórica española. Madrid, 1980 14 , 201 y 229.) , se atestigua alguna otra vez en el cód. RAH 46: anabolarium 11r 7 ANABOLADIUM y effemerires 50v 59/ effemerides 50v 58, aunque en este último ejemplo opera seguramente la asimilación consonántica (Otro testimonio análogo de liquidación es driales 49r 12/ driades 49r 11.) .
lare (testudo ‘lare aut palmentum’ 154r 22). Goetz, testudo ‘glarea, id est pauimentum’; comp. glarea (testudo ‘glarea, Íd est, palmentum’ 154r 21) y ‘lapilli parui arene, maris mixti’ 70v 23.
La alternancia de la forma etimológica glarea con la aferética lare<a> en glosas tan parecidas, unida a la acep.’palmentum’ (= ‘pauimentum’), que aclara semánticamente a la equivalencia ‘glarea’, puede contribuir a resolver algunos de los problemas planteados por los descendientes del lat. GLAREA ‘cascajar’ (como glera ‘cauce de un río’, llerera ‘tierra no cultivada junto al río, llena de cantos rodados’, laredo ‘con-junto de arrecifes cascajosos’ < *GLARETUM, o lera ‘riberas pedregosas’)(En la toponimia riojana hay La Glera, Río Glera, Valdeglera, Laredo, Lareta, Las Leras, Cerro Llera, etc. (cfr. González Blanco, Diccionario de toponimia, pp. 246, 298, 299, 303, 317, etc.)) y por los del pregermánico y precéltico PLAROS ‘suelo’, ‘pavimento’ (Peñalara < PENNA LARA ‘cabezas planas’, Lara; comarca castellana) (La Lara se encuentra también entre los topónimos riojanos actuales (cfr. ibíd. p. 298)).
loriga ‘torax, munimentum limitis’ 95v 48. En BNP 1296, 115v, y Goetz, lorica íd.; comp. lurica ‘manicas non habens et tunica sine, manicis sic dicitur’ 96v 39.
1ª doc. de lorika: escritura aragonesa de 1029; y de loriga: carta leonesa de 1034 (DCECH, s. v. loriga).
menadro ‘fircillo’ 100v 47. Deest. Goetz.
La interpretación del glosema fircillo como ‘chivo’, ‘pequeña cabra montés’ (cfr. supra) autoriza a postular para la palabra definida, menadro, el étimo VENATU ‘caza, acción de cazar’, ‘producto de la caza’.
Además, su evolución fonética puede considerarse, a nuestro juicio, regular: la equivalencia acústica B=M está bien documentada en el cód. RAH 46 (por ejemplo: mesana 101r 42 VESANA; cfr. 4.7.4) y no menos los casos de ultracorrección T=TR (>dr) como lanistra 91v 4 LANISTA, sublatro 148r 41 SUBLATU, etc.Por otra parte, ha de advertirse que la primera documentación de venado se encuentra en Berceo (SDom. 510e) y en el Alex. (893c, 1797b) siempre con el significado de ‘cualquier animal objeto de caza’. Como sinónimo del lat. CERVUS, acep. que es hoy de empleo popular en muchas regiones, lo dan ya Covarrubias y otros escritores del siglo XVII (DCECH, s.v. venado).
morteras (mortariola ‘morteras’ 104r 16). Deest. Goetz.
El masculino mortero (<lat. MORTARIUM íd.) aparece por primera vez en Berceo, que también conoce la forma latinizante mortario, y en un documento de 1210 (DCECH, s.v. mortero, donde se recoge también mortera, pero sin explicación alguna).
Nótese la monoptongación, tan temprana, en er y compárese con el excepcional apeiro, arriba explicado.
phimo 'bouum stercora' 116v 18. Comp., por un lado, con fimo bouum 'stercore bubulo' (RAH 31, 31r), fimo 'boum stercore' (CGL, IV 458, 20), fimum 'stercus' (RAH 24, 151r), fimum 'stercus animalium' (RAH 46, 64r 22), fimum 'Istercus animalium' (RAH 31, 31r), fimum 'Istercus p I scribendum' (ibid.) y femus 'stiercore' (GISil. 332), en cuyos glosemas figuran las variantes stercus, stercora, stercore, Istercus y stiercore, y por otro, con stercus 'fimum' (RAH 31, 106v) y stercora 'femus' (GlReichenau 399), que recogen en sus glosas la forma clasica fimum y la vulgar femus.
Fimum / femus y sus descendientes romances son las formas usadas en frances antiguo, lengua de Oc y catalan. El glosador del Norte de Galia creyo preciso explicar la voz "stercus", poniendo "stercora: femus" 399(Menendez Pidal, Orig., 385). Igualmente los derivados de FEMUS, fiemo y ciemo, son generales en Aragon, Navarra y La Rioja ( Cfr., entre otras obras, el ALEANR IV 545 y VI 780) . Tambien ciemo es frecuente en Soria ( Cfr. V. Garcia de Diego, "El habla de Soria. Su fichero lexico", Celtiberia, 1, (1951), 34; y ALEANR VI 780.). En el burgales de Rojas, ciemo 'excremento del ganado'( J. Mª Codon, El dialecto burgales. Burgos, 1991, s. v.); en la Bureba, ciomo 'estiercol del ganado vacuno' (F. Gonzalez Olle, El habla de la Bureba. Introduccion al castellano actual de Burgos. Madrid, l964, s. v.) . Alava, ciemo y fiemo ( F. Baraibar y Zumarraga, Vocabulario de palabras usadas en Alava y no incluidas en el Diccionario de la Real Academia Espanola. Madrid, 1903, s. v.; y G. Lopez de Guerenu, "Voces alavesas", Euskera, 3 (1958), 173-367, s. v.); Trevino, ciemo y ciomo (MªN Sanchez Gonzalez de Herrero, El habla y la toponimia de El Condado de Trevino y la Puebla de Arganzon. Vitoria, 1985, s. v.).
El neutro stercus / acus. masc. stercorem y sus herederos romances son los empleados en portugues, italiano y rumano. Asimismo, en las regiones castellanas o que hablan castellano se encuentran los terminos relacionados con estiercol; las Glosas Silenses, para Menendez Pidal (Menendez Pidal, Orig. 385.) , al reves que las de Reichenau, creen preciso aclarar femus, escribiendo "femus: stiercore" 332.
En La Rioja, ciemo es comun (C. Goicoechea, Vocabulario riojano. Madrid, 1961, s. v.); se usan tambien los derivados (a)ciemar 'estercolar' (Ibid., s. v.) y cemaral 'estercolero' (Ambas Aguas)( Ibid., s. v.) . Pero, ademas de estiercol (o basura), se emplea estercolar (C. Garcia Turza, Matute y su lexico. I. Labores agricolas. Logrono, 1975, s. v.) y pervive el toponimo La Estercolada (En las localidades de Poyales y La Santa (cfr. A. Gonzalez Blanco, Diccionario de toponimia actual de La Rioja. Murcia, 1987, s. v. Estercolada, La)). Mayor interes tiene, en fin, la variante estercar 'abonar' (vinculada al lat. clas. STERCUS y no al vulg. STERCORE), que se utiliza en varias localidades del alto valle del Najerilla.
La forma phimo de esta entrada lexica parece corresponder a la etimologia clasica FIMUM, si bien no ha de descartarse su explicacion como resultado de la inhabilidad grafica del amanuense ante el diptongo fiemo (lat. vulg. FEMUM). DCECH, s. v. fiemo, encuentra fimo en Vidal Mayor y da un inventario aragones de 1379 como primera documentacion de fiemo. Por otra parte, tras el testimonio silense stiercore, la e- protetica, que ya esta atestiguada en la Mulomedicina de Quiron, S. IV (estercus gallinacium, §957), aparece en Berceo bajo la forma romance estiercor (Smill. 138d); en uno de los glosarios tardios escurialenses se documenta fimus 'estierco' ( Castro, Glosarios, 221.) y ya con la solucion actual, estiercol, en los tres mss. del Libro de Buen Amor, 1389c.
ponte (pons 'Inter super fluuium, Id est, ponte' 118v 29). Goetz: 'iter super...'.
psillos 'medicos' 125v 53. Goetz: phisillos 'leceas' V 378, 28 (y anade: physicos = medicos).Esta, al parecer, inhabil grafia de pisillos (o phisillos; cfr. 4.7.18) nos recuerda la acentuacion llana de hesi-ca 'medicina' (< PHYSI(I breve)CA), documentada en Lucas Fernandez (ed. Acad., 101; apud Castro, Glosarios, XXXIII, n. 2) en rima con borrica.
En la Edad Media (S. XIII-XV principalmente), el termino usual para denominar al medico, el que profesa la medicina' era fisico (fisigo o fixigo, junto a las formas tomadas del catalan mege, metge, menge, etc.). En lat., PHYSICUS, I 'naturalista' (< gr. 'relativo a la naturaleza'; no esta atestiguada la variante PHYSILLUS) y ME(e breve)DI(i larga)CUS, I 'medico'.
que (o que, ) relativo, o exclamativo, y conjuncion, enunciativa o comparativa. De los abundantes ejemplos documentados damos aqui una muestra:
- aebraei 'minati sunt hab Eber, que, pronepus fuit Sem' 5r 63. Deest Goetz; comp. abrei 'minati sunt ab qui pronepus fuit' 2v 41, y Etim. IX 2, 51: "Hebraei vocati sunt ab Heber, qui pronepos fuit Sem".
- alietum 'auis similis aquile , et maIor, tamen minor que uultor' 8r 45. Comp. cyrogillo 'animal spinosum maIor qui ericius' 38v 15, y citharas 'longiores faciunt qui psalterium...' 28v 6.
- arcus 'acmera, yris, Irum dicit, que, In ce, lo diuersis coloribus ad similitudinem arcus efficitur' 12v 62. Goetz: '...dicit, quod in caelo...'.
- asillus 'que, non licet expoliare propter ueneratjone' 14r 47. Goetz: asylum 'locus quem non...'; comp. asillum '...locus sacer quem nefas est uiolare' 14r 48.
- brucus 'similis locuste, tamen maIor, que uulgus dolbiam uocant' 20r 30. Deest Goetz.
- bucine, 'lingnae sunt et longiores que tube, ' 20r 45. Deest Goetz.
- necticorax 'noctua, multum bona esse; contendunt alii autem que, nocturnus coruus appellatur' 107r 4. Deest Goetz.
- que, machina uelli 'que, argumentum uelli' 127v 38. Deest Goetz.
- que, religio 'que, cultus' 127v 48. Deest Goetz.
- que, regio 'que, locus' 127v 53. Deest Goetz.
- scriba e, dilicius 'que, ex e, dile est uel liuerarius, Id est, que , pertinet ad cartas publicas, Id est, liuerarius' 139v 23. Goetz, s. v. scriba (aedilicius) 'qui...qui...'.
- plebeios psalmos 'ymnos que, comuniter cantant' 170r. Deest Goetz.
ramiga 'ernia' 130r 5. Goetz: ramix 'hernia'. Comp. con el articulo que la precede, ramigosus 'erniosus' 130r 4.
En lat., RAMEX, ICIS significa: 1) 'rama larga, pertiga' 2) 'baston' 3) pl. 'pulmon' y 4) 'hernia' (la variante RAMICES figura en el gramatico Nonio Marcelo, del S. IV), y RAMICOSUS, 'herniado' (en Marcelo Empirico, medico de Burdeos del S. IV).
Obsérvese que la primera documentacion de la voz romance hernia (< lat. HERNIA (i breve) id.) data de 1581, J. Fragoso. «Este tratadista [notan Corominas y Pascual, DCECH, s. v.] se apresura a añadir "acerca de nosotros se dice potra", reconociendo asi que era palabra poco usual. Falta en C. de las Casas, Oudin, Covarr., Franciosini; Oudin traduce el fr. hergne por rotura, quebradura, potra; Aut., fundandose en la identificacion que Fragoso hace con potra, dice que es solo la hernia escrotal, restriccion rectificada en parte por Terr. y totalmente por la Acad. (ya 1843)»
Pero la palabra potra, que ademas de 'hernia' ha designado varias clases de tumores y ampollas, se atestigua por primera vez en los glosarios del Escorial y de Toledo (h. 1400) traduciendo el latin hernia; si bien el adjetivo potroso aparece ya en Calila e Digna, a. 1251.
Ante todos estos datos sobre unos terminos tan populares, la voz ramiga adquiere, por su forma y antiguedad, un especial interes.
si (sui filum 'si filium' 149v 7). Comp. BNP 1296, 196r: sui filium 'sibi filium'; deest Goetz.
Parece un ejemplo de la forma acentuada del pronombre reflexivo de la tercera persona, cuya primera documentacion se encuentra, segun DCECH, s. v., en el Cid, 2259. Respecto de su etimo, viene asegurandose en las gramaticas historicas que en una fase mas o menos tardia del latin vulgar SIBI debio ser sustituido por *SI(i larga) segun el modelo de MI(i larga).
tenda 'quia rustice, trabis' 153r 23. Deest Goetz y LGl; comp. trabes 'materie, ualide' y trabicula 'tabula' 156r 27 y 28.
La palabra romance tienda procede "del b. lat. ant. TE(e breve)NDA id.( En nuestro texto, sin embargo, su significado parece ser el de 'poste vertical o tendal, que sirve para armar la tienda' (comp. tentorium 'casa militaris' 153r 53, y tentoria 'tauernacula, papilionis' 153r 54). (propone el etimo tenta (e breve)) (documentado en escritores bizantinos desde el S. VII [...]. Frecuente [TE(e breve)NDA] en el b. lat. hispano, p. ej. en doc. de 1101" (DCECH, s. v. tender)(R. Menendez Pidal (Cantar de Mio Cid. Texto, gramatica y vocabulario. Madrid, l964 4 , 867, s. v. tienda).
Pero conviene aclarar que TE(e breve)NDA(a breve) no se recoge en los diccionarios latinos usuales.