Conjunto escultórico(monje y mujer encinta) en el patio principal de acceso al monasterio de Yuso en San Millán de la Cogolla (La Rioja)

Cruzando siete siglos:
Las constantes de lo popular en

Gonzalo de Berceo y Carmen
Lyra

    "Me parece a mí claro que así en tiempos modernos como en el remoto siglo XIII, el artista que aspira una obra popular deja que la caracterización, el lenguaje, la acción y aun la propia narración parezcan ser dominados por el pueblo, y entregados a su poder."(T.Capuano)

      Pertenecientes a dos épocas distintas pero en algunos aspectos renovadoras, no es de extrañar que el poeta medieval Gonzalo de Berceo y la cuentista costarricense Carmen Lyra (María Isabel Carvajal, 1888-1949) rompan con las tradiciones que les preceden y den inicio a algo nuevo para su generación. Berceo, con su amplificatio de las versiones latinas que le servían de base, y Lyra, con su perspectiva sindicalista y la elaboración realista pero todo benévolo del cuento oral que tanto le había entretenido como joven; ambos logran una obra fresca y atrevida. No cabe duda de que el éxito reside en el hábil empleo de varias técnicas que contribuyen todas a crear una obra sobre el pueblo y para el pueblo, si bien no oriundo de ello. Estas técnicas incluyen la caracterización acertada, si algo estereotipada, de tipos sociales de las camadas ínfimas, el lenguaje prestado - con todos sus giros, refranes y desenvolturas - de la gente inculta, y la narración de sucesos de interés todo popular.
     
La caracterización en "Uvieta" del protagonista homónimo comienza de igual forma que la del pobre en el quinto Milagro de Berceo: se trata del tipo del pobre caritativo. Aunque era pobre, pasaba hambre y vivía solo, el pobre de Berceo "partiélo con los pobres; todo quanto ganava" (133b) 1. Uvieta, al verse acosado por tres limosneros sucesivos, en el momento justo de irse a "rodar tierras," se apiada de ellos y les entrega los únicos tres bollos de pan con los cuales contaba para el viaje. Los dos tienen una fe fuerte en medio de las adversidades: el pobre de Berceo "Por ganar la Gloriosa...su mengua oblidava" (133a,d); es decir se dedicaba explícitamente a la vocación de caritativo, mientras a Uvieta ésta le viene más bien por el azar. Ni por eso deja de demostrar fe Uvieta, pues dice resignadamente, cuando se le lleva su último pan " Qué caray! A nadie le falta Dios" (296). 2
      
A Berceo le gusta trazar personajes pobres, solitarios y olvidados, y a éstos suele agregarles los rasgos de ingenuidad y sencillez, lo que le ayuda a encariñárselos a su público. Así se presentan el pobre caritativo de Milagro 5, el ladrón devoto de Milagros 6, el romero engañado por el diablo de Milagros 8, y el ingenuo por excelencia, el clérigo simple de Milagros 9. El mismo tipo de personaje, si bien con alguna leve disonancia, se desarrolla en "Uvieta." Aunque pueda parecer al inicio un muy pícaro y sinvergüenza, a lo contrario Uvieta pronto se muestra ser en el fondo un hombre inofensivo y simple. Lo que pasa, en breves palabras, es que los tres pordioseros resultan ser las "tres divinas personas," que vienen cada una a su vez a brindarle al bueno que pida lo que se le antoje como galardón de su obra pía de los panes. Lo primero que pide es un saco mágico, que con sólo desearlo Uvieta llega a encerrar todo cuanto indique él. Así armado, al ver pasar a una mujer con una batea de quesadillas en la cabeza, manda que se paren en el saco y sin más se las come. No sólo interviene aquí el lenguaje humorístico como factor suavizante del hurto de Uvieta ("se las zampó en un momento y todavía quedó buscando" 297), sino que también se hace claro que su sencillez casi pueril no admite atribución de malas intenciones. La próxima vez que aprovecha del saco es para satisfacer otro semejante capricho inocente y natural, cuando manda que unos peces que ve en un arroyo pasen "ya compuesticos en salsa" a su saco mágico. El destierro de aún el más ligero espíritu de maldad se subraya con la breve aseveración por parte del narrador "Uvieta no era nada ambicioso" (297) y con sus propias protestaciones de que, después del saco no quería ningún otro premio por su acto de caridad.
      
Es en el momento de resistir los ofrecimientos de la Virgen María y de Jesús (el saco era el premio dado por la primera "divina persona," San José) que se destaca la caracterización humanizante de los personajes divinos. Nuestro primer vislumbre de cómo eran las relaciones interpersonales celestiales viene en el primer discurso de San José, donde parece referirse a los santos y ángeles como si fueran un enjambre de chismeros: " Con que decí vos [lo que querés]! Como estarán por allá con Uvieta! Si se pasan con que Uvieta arriba, Uvieta abajo, Uvieta por aquí y Uvieta por allá" (297). Cuando Uvieta trata de renunciar el premio que le quiere dar Santa María, ésta se presenta como una mujer vanidosa, inflamable e incluso blasfemadora: "Jesús, Uvieta, no seas malagradecido! No me despreciés a mí. Ajá, a José, a José pudiste pedirle, y a mí que me muerda un burro!" (297). Se ve por estas dos citas que los habitantes del cielo no se diferencian en mucho de los de cualquier pueblo pequeño: entre ellos rigen una jerarquía que recuerda el orden de poder civil pueblino, una fácil inclinación hacia el rencor y demás emociones humanas, y una ausencia total de los rasgos más tradicionales de lo sobrenatural (tales como la omnisciencia, el amor puro, los espacios infinitos, la serenidad, etc.) Hablan como rústicos, comunican entre sí como vecinos, irrumpen en súbitos iras y temores. Para colmo, al final del cuento la Virgen María aparece "dando de comer a unas gallinitas que le habían regalado..." (299).
      
La misma humanización de los dioses se nota en los Milagros de Berceo. Son frecuentes los episodios en los que la Virgen María se enoja de los que no cumplen sus deseos. En "La boda y la Virgen," por ejemplo, al verse abandonada por un joven que decide casarse, María relampaguea celosa e iracunda "Don fol malastrugado, torpe e enloquido,/ en qé roídos andas? en qué eres caído?/ Semejas ervolado, qe as yervas bevido,/ o qe eres del blago de sant Martin tannido" (340). Muchas correspondencias semejantes podrían aducirse aquí, pero son las que una lectura rápida de ambas obras podría fácilmente proveer al interesado.
      
Aquí cabe hacer una sola salva, que es que Carmen Lyra sin lugar a dudas va más lejos que Berceo en su humanización de los personajes de la mitología cristiana. Toda la segunda parte del cuento no llega muy lejos de poner en ridículo a los poderes sobrenaturales. Resumiéndola, Uvieta se somete a las presiones de María y Jesús, aceptando de aquélla un palo de uvas del cual nadie que allí suba pueda bajarse, y de éste, que se le conceda que pueda determinar su propia hora de muerte. Vuelve Uvieta entonces a casa y se pone tan ufano con su gallarda vid y sus poderes mágicos, que Dios se irrita con él y decide terminar sus días de una vez. Como procuradores de su Santa Voluntad manda primero a la Señora Muerte y después al diablo, pero ambos fracasan miserablemente. A la muerte le incita Uvieta a que suba la parra, de donde por supuesto no le deja bajar durante años, y al diablo se lo mete en el saco y lo palea hasta no poder más. De manera que, mientras se le niega a Dios su omnipotencia, al mismo tiempo no es El sino los dos enemigos más grandes de la humanidad los que se cargan con la burla. Resulta pues que si Carmen Lyra de hecho excede más que Berceo los límites del decoro y, digamos, del buen gusto católico al desarrollar sus personajes divinos, todavía guarda para ellos un grado significativo de dignidad. Podría decirse que ambos autores exceden los límites impuestos por sus distintas épocas.
      
El tratamiento del diablo en Berceo es semejante al aludido arriba, y constituye otro aspecto de la humanización de los seres sobrenaturales. Ambos autores hacen manipular al demonio como si hubiera caído en su poder un ladrón que asediara el pueblo o un entremetido que viviera estorbando la paz. La mentalidad popular se satisface, al parecer, con la derrota ignominiosa - al estilo de las tiras cómicas - del archienemigo. Así, pues, cuando Uvieta logra engañar al diablo, capturándoselo en el saco, y de igual forma cuando en Milagros (478) la Virgen María, defendiendo a un fiel suyo se confronta con el demonio (en forma de león), el enemigo no sólo se ahuyenta; sino que se descarga sobre él toda la venganza de las comunidades populares. En Lyra, "Y [Uvieta] cogió un palo y le arrió sin misericordia hasta que lo hizo polvo" (299); en Berceo "[La Virgen] Empezóli a dar de grandes palancadas,/ non podién las menudas escuchar las granadas/ lazrava el león a buenas dineradas,/ non ovo en sus días las cuestas tan sovadas" (478).
      
A esta caracterización humanizante de los sobrenaturales se le puede agregar la humanización, o popularización de su lenguaje. Como a este aspecto ya se ha aludido lo suficiente y como además, forma parte de una técnica más amplia de aproximación al público, debe examinarse ahora en términos más generales. Todo el cuento de Lyra está empapado en el lenguaje popular. Los giros sintácticos, el vocabulario rústico, los refranes populares; todo contribuye a que el texto parece una fiel imitación del modo de hablar de la gente tosca. En el siguiente diálogo entre Uvieta y la Muerte se notan las irregularidades sintácticas del habla natural ("¿Y eso que anda haciendo?" y "Como no se le vaya a volver la venada careta a Nuestro Señor"), las palabras informales ("comadrita," "Idiay") y las que se refieren a la realidad del pobre (en este caso, de su domicilio: "los petates"), y un dicho popular (el del marinero):

-- ¡Adiós trabajos! ¿Y eso que anda haciendo, comadrita?

--Pues que me manda Nuestro Señor por vos.

-- Idiay, pues no quedamos en que yo me iría para el otro lado cuando a mí me diera la gana?

--No sé, no sé, --contestó la Muerte. --Donde manda capitán no manda marinero.

-- ¡Ay! Como no se le vaya a volver la venada careta a Nuestro Señor --pensó Uvieta.

--Bueno, comadrita, pase adelante y se sienta mientras voy a doblar los petates. (298)

      Gonzalo de Berceo, es cierto, no puede, dentro de las exigencias de sus tradiciones, su vocación de sacerdote y su métrica de cuaderna vía, permitirse la desenfrenada libertad de expresión de que goza la prosista moderna. Sin embargo, el lenguaje popular y las imágenes rústicas son una de las características más sobresalientes de su obra; casi la totalidad de la crítica berceana ha hecho resaltar este punto. En "El pobre caritativo," para indicar la escasez que sufría el buen hombre, Berceo dice "tenié en su alzado bien poccos pepiones." Cuando viene la Virgen María a anunciarle que su vida ya le acaba, lo expresa con la fraseología de la labradores: "esta es en que somos la cabera jornada" (el último día de trabajo) "venida es la ora de prender la soldada." Estos son pobres ejemplos de los muchos que ya se han señalado en la obra de Berceo; éstos y no más los aduzco para atenerme al Milagro 5, el que se viene citando con más frecuencia aquí . 
     
En el nivel de la propia narración, es significativo que a Lyra se le haya ocurrido el empleo de la intervención directa del narrador. Su cuento comienza con una referencia concreta a un interlocutor (la forma singular no es más que convención o idiosincrasia de la "Tía Panchita" narradora): "Pues señor, había una vez un viejito muy pobre..." (296). Al terminar, emplea otro giro típico del que acaba su cuento y deja el turno de relatar otro a otra persona del grupo reunido: "San Pedro no se atrevió a contradecir a María Santísima y Uvieta se metió muy orondo a la Gloria y yo me meto por un huequito y me salgo por otro para que ustedes me cuenten otro" (299). Mientras estas dos citas de Lyra no son más que una imitación del relato oral, en Berceo la misma técnica pudo bien haber sido una exigencia de la lectura en voz alta ante el grupo de oyentes. Todos los Milagros exhiben esta técnica, por ejemplo, "Amigos, si quisiéssedes un pocco esperar,/ aun otro miraclo vos querria contar" (75ab), y, para terminar Milagro 5, "Aun más adelante, queremos aguijar/ tal razón como ésta, non es de destajar..." (141ab). 
     
Fundamental para la obra popularizante es el desenlace feliz, y otra vez ambos relatos coinciden en este punto. En casi todos los Milagros el fiel alcanza el cielo después de muchas y duras penas. En Lyra también llega al paraíso, pero sin haber pasado por grandes dificultades, si se exceptúa la vida pobre que llevaba Uvieta al inicio. También llama mucho la atención el hecho de que, además del cauce religioso por el cual discurren los relatos, en ambos autores llega el protagonista al cielo gracias a la intervención de la Virgen María. Parecería que el mundo cerrado, protegido y seguro de la fe religiosa, con su promesa de felicidad eterna y la figura maternal de la más alta diosa de este esfera, tuvieron un atractivo muy especial para la clase popular. 
     
Ambos autores parecen ofrecer una visión optimista de la vida, la de aquí y la de más allá, pero algo nos hace percibir, o intuir, que ni el uno ni la otra se contenta con una visión ciega, soporífica ni fácil del mundo. Es cierto que ambos apelan a la religiosidad marcada de la gente pobre, pero sin detenerse en este aspecto demuestran una comprensión de la vida del pobre y una valoración de sus quehaceres, sus preocupaciones, su modo de comunicarse, y hasta de los objetos caseros que lo rodean. ¿Cómo han logrado este grado de compromiso con el pueblo? Pues, ¿no se fundamentan la caracterización, el lenguaje y la narración de ambas obras en una desmistificación de los misterios, en una colocación al alcance del pobre de lo que suele no poseer: el poder, y el acceso libre a un árbitro supremo y benévolo? Me parece a mí claro que así en tiempos modernos como en el remoto siglo XIII, el artista que aspira una obra popular deja que la caracterización, el lenguaje, la acción y aun la propia narración parezcan ser dominados por el pueblo, y entregados a su poder.

 


 

Notas

1. Remítase el lector, para todas las citas de Berceo, a la edición de Brian Dutton, Obras completas II: Los Milagros de Nuestra Señora. (London: Tamesis, 1971).

2. Para la colección a la cual pertenece este cuento de Lyra, véase Cuentos de mi tía Panchita (San José: Editorial Costa Rica, 1984). En el presente estudio, sin embargo, los números se refieren a la antología de Enrique Anderson Imbert y Eugenio Florit, Literatura hispanoamericana. Edición revisada. Nueva York: Holt, Rinehart and Winston, 1970, vol. II.


      Carmen Lyra (1888-1949)

      María Isabel Carvajal era el verdadero nombre de la autora. Nació un día del mes de enero de 1888 en la ciudad de San José. Sus estudios primarios los hizo en la escuela de su barrio, en el Edificio Metálico; los secundarios, en el Colegio Superior de Señoritas en cuya sección de pedagogía obtuvo el certificado de Maestra Normal.
      Sus servicios profesionales en la escuela primaria la llevaron a servir en varias escuelas de San José y en la escuelita rural de El Monte, provincia de Heredia. Realizó un viaje a Europa y allá estudió sistemas de educación primaria. A su regreso de Europa dirigió la Escuela Maternal. Establecida en la Escuela Nornal de Costa Rica la cátedra de Literatura Infantil, fue Carmen Lyra la primera profesora de dicha asignatura en el país.
      Fuera de la Escuela sirvió en las siguientes instituciones oficiales: Biblioteca Nacional y Patronato Nacional de la Infancia. Los últimos años de su vida se dedicó por entero a la actividad política, destacándose en este campo como periodista expositora de ideas y como hábil dirigente del Partido Vanguardia Popular (comunista). La ilustre escritora murió en la capital de México en 1949. 
(Biografía tomada de http://www.guiascostarica.com/panchita/lyra.htm)


      Thomas M. Capuano
Professor of Foreign Language
Division of Language and Literature
Truman State University
Kirksville, MO 63501
EE.UU. 


Biblioteca Gonzalo de Berceo