" el riojano resulta ser un dialecto más caracterizable por la pluralidad lingüística que por su misma individualidad. Cultura monástica latinizante, de una parte; vida rural y arcaizante, de otra. Y, en medio, Berceo, que casa a maravilla lo popular y lo culto, lo campesino y lo devoto."
LA HISTORIA (Más información en La Rioja, tierra abierta [nota del editor])
1. La Rioja es una región de transición: se divide claramente en dos zonas geográficas y la historia anduvo condicionada por tal hecho. En la época de Constantino y en la primera división eclesiástica de Hispania, la Rioja pertenecía a la Tarraconense 1, por más que -en tiempos del reino visigótico- Cantabria se extendiera hasta nuestra región, de donde habían de salir más tarde los primeros caudillos de la Reconquista: Pelayo, Alfonso I 2. La ocupación árabe no pasó, de una manera estable, de la ciudad de Nájera, que se convirtió en la plaza fronteriza más importante que los árabes tenían frente a las últimas estribaciones del reino asturiano 3. Aunque Nájera fue conquista leonesa (923 ), la plaza fue pronto cedida a Navarra (924 ), ya que la dinastía pamplonesa se sentía heredera de la tradición romana 4. El padre Serrano, poco afecto a la acción oriental en Rioja, juzga intrusismo la presencia de Navarra o Aragón en estas tierras sin tener en cuenta los hechos históricos que la condicionaban; sin embargo, acierta, probablemente, cuando interpreta las donaciones de García de Navarra a San Millán como una medida política para asegurarse la fidelidad del importantísimo monasterio 5, al mismo tiempo que sus concesiones en Rioja, Navarra y Aragón trataban de borrar el límite del río Najerilla situando a la Rioja occidental dentro del marco territorial de Navarra 6. Justamente, este carácter fronterizo de la Rioja volveremos a verlo jugar un importante papel cuando Fernán González, en rebeldía contra León, ayuda al monasterio de San Millán tratando de granjearse de este modo el apoyo de Navarra 7. Por más que Castilla, en la persona de su primer conde independiente, consiguiera situar sus límites entre los ríos Oja y Najerilla (no lejos de San Millán) 8, Navarra nunca cedió en su pretensión de dominar toda la Rioja y llevar sus posesiones hasta las regiones castellanas donde se sentía la influencia riojana : así, en 1052, García de Navarra fundó Santa María de Nájera, iglesia episcopal que extendería su jurisdicción por los terrenos burgaleses de la Bureba, Oca y la más vieja Castilla 9. Sin embargo, las aspiraciones navarras no siempre lograron buen fin: Fernando I (1062) dominaba la Bureba y la cuenca del Oja, Alfonso VI llegó a ocupar todo el territorio (1076) 10, que fue castellano hasta 1109 11. Algún testimonio de 1114 muestra a Alfonso I el Batallador como señor de la Rioja 12; hecho que no extraña puesto que el dominio aragonés se extendió hasta la provincia de Burgos, donde Belorado era límite extremo de las tenencias aragonesas 13. Sin embargo, un solo monasterio riojano, el de Valbanera, fue hostil al gran rey 14. Después de la derrota de Fraga (7-IX-1134), donde Alfonso I perdió la vida, Alfonso VII reconquistó Nájera (antes del 10-IX-1134) y luego, toda la región 15. Esta dominación duró hasta 1162 y, más tarde, en 1176, la Rioja se incorporó definitivamente a Castilla 16.
2. Vemos, pues, que la fluctuación de la Rioja hacia el centro o hacia el oriente peninsular es una herencia de los tiempos romanos y visigóticos. De estas vacilaciones anteriores a la Reconquista, habían de salir las rivalidades medievales. y es que la Rioja es tierra de paso, y tierra de contrarias fisonomías. De ahí esa Rioja Alta -desde el Iregua hasta Logroño-que gravita hacia Castilla y por la que discurrió el «iter francorum» (vid. §§ 13-14); de ahí esa Rioja Baja, vertida hacia Navarra y Aragón, y en la que la diócesis de Calahorra fue sufragánea de Zaragoza hasta 1574 y Alfaro, hito oriental de la región, perteneció siempre al obispado de Tarazona. Esta partición geográfica y eclesiástica hemos de ver que tuvo también sus consecuencias para la lingüística 17.
LOS MONASTERIOS RIOJANOS
3. El monacato fue muy importante en la Rioja medieval. Sobre todo en el occidente de la región donde los cenobios de Albelda, San Millán y Valbanera fueron focos de irradiación cultural. En Albelda (siglo x) hubo residencia episcopal ( el monasterio se fundó el año 924) y una comunidad benedictina 18: en su época de florecimiento, llegó a competir con San Millán y en él -doblada ya la mitad del siglo XI- se redactó el cronicón que lleva el nombre del monasterio y en el que se insertó la ya famosa Nota emilianense 19. En cuanto a Valbanera, fue un monasterio de no relevante significado, pero esto mismo hizo que allí se escribieran unos documentos que suelen considerarse como de carácter más vulgar 20; resulta obvio decir que -desde un punto de vista lingüístico- estas escrituras tienen para nosotros un interés mucho mayor 21 que las redactadas en un latín más correcto. Pero, sin duda, es San Millán el más famoso de los cenobios riojanos: su origen remonta al año 574 en que murió el eremita San Millán; sobre el oratorio que él mismo había levantado, vino a erigirse el monasterio de San Millán de Suso 22. La tumba del santo gozó tanto de abundantísimos favores regios como de la generosidad de toda clase de donantes y, a pesar de su localización, era lugar al que venían a peregrinar los castellanos. Así, para que las disputas de Alfonso VI y Sancho el de Peñalén no afectarán a la vida espiritual de estas regiones, el conde Gonzalo Salvadórez, gobernador del alfoz de Lara, hizo ver a Sancho de Navarra cuán dañado resultaba el honor de San Millán por los impedimentos que el rey navarro ponía a las gentes que iban a adorar al santo. Como el monarca se arrepintió de su conducta, visitó el sepulcro en compañía de Gonzalo y rectificó su comportamiento dando licencia para que cualquiera pudiera venir ( «con sportella vel ferrone» ) de donde quiera que fuese, sin sufrir ninguna clase de molestias y estableció -además- severas penas para quienes atentaran contra tal libertad 23. De estas peregrinaciones hubo de salir la superchería conocida como «los votos de San Millán»: las limosnas al santo eran recogidas por unos colectores que -así- facilitaban la caridad, pero en el siglo XIII decayó mucho la generosidad de las gentes, y, en vista de ello, se inventó un testimonio escrito en el que Fernán González establecía la contribución en especie que debían de pagar los pueblos de Castilla para corresponder a la ayuda que San Millán había prestado en las guerras contra los moros 24.
4. El monasterio, ya en el siglo X, debió tener una buena biblioteca, parte de ella copiada en el propio convento: comentarios de Esmaragdo a la Regla de San Benito, una «famosa» colección de vidas y tratados monásticos, recopilación de concilios y decretos, bibliografía de autores religiosos, historias eclesiásticas, repertorios jurídicos y los tesoros de cualquier cenobio medieval: la Biblia, las Etimologías de San Isidoro, las colaciones de los Santos Padres 25, el antifonario, el «liber ordinum». Como una necesidad cultural -lectura de textos latinos- aquí se redactó el más viejo testimonio de una lengua peninsular: La Glosas Emilianenses 26. Son éstas anotaciones para aclarar diversos problemas -ordinariamente léxicos- empleándose para ello otras equivalencias latinas, románicas o vascas 27. Las Últimas líneas del sermón de San Agustín que se copia en primer lugar, ya no son glosadas, sino íntegramente vertidas. Pero el escritor no se conforma con traducir el «adjubante domino nostro Jhesu Christo cui est honor et jmperium cum patre et Spiritu Sancto jn secula seculorum» 28, sino que ex imo cordis, añade unas emocionadas palabras de oración: «conoajutorio de nuestro dueno, dueno Christo, dueno Salbatore, qual dueno get ena honore, equal dueno tienet ela mandatjone cono Patre, cono Spiritu Sancto, enos sieculos delosieculos. Facanos Deus omnipotes tal serbitjo fere ke denante ela sua face gaudioso segamus. Amen». Primer testimonio de una lengua peninsular, nacido, precisamente, en un cenobio riojano, con las peculiaridades idiomáticas (cono, enos) de la región, sin excluir la de una impronta navarro-aragonesa que había de ser muy duradera (get, honore femenino). Como al santo de Silos, al viejo escriba le «fue saliendo a fuera la luz del corazón» 29. y le brotó en forma de rezo en su dialecto local: primer temblor de una lengua peninsular, nacido, precisamente para hablar con Dios 30.
5. Este florecimiento cenobítico hizo que los monasterios riojanos conocieran viejas acciones cultizantes o corrientes culturales extranjeras. Cuando el anotador de San Millán debe glosar los términos oscuros, muchas veces recurre al propio latín: partitjones por diuisiones, verecundia por pudor, sicut por quomodo, etcétera 31, y es que la tradición latina no se agostaba en un solo venero. Y aquí -también- Munio, el copista de la Nota emilianense 32, demostraba conocer una tradición épica «no cronística, sino legendaria, y casi seguramente poemática» 33, a la que podría traducir en un latín bárbaro. Pero cualquiera que sea el valor de estas transmisiones, lo cierto es que, junto a San Millán de Suso, vinculado a la tradición del monasterio, iba a florecer Gonzalo de Berceo, artista de valor inestimable y el poeta de íntención más latinista en toda nuestra historia literaria 34.
LOS ELEMENTOS VASCOS
6. Por los siglos IX y X, el río Najerilla fue el límite del vascuence 35. Así, pues, hace mil años, todo el occidente de la provincia de Logroño no hablaba romance; y en esas tíerras se alzaban, o habían de alzarse tiempos después, cenobios y poblados en los que identificamos buena parte de las características de la región: Nájera, Berceo, San Millán de la Cogolla, Valbanera y, el más tardío, Santo Domingo de la Calzada. Sin. embargo, J. J. Merino ha venido a demostrar cómo el vascuence llegó muy al sur en la provincia de Logroño, hasta una línea cuyos hitos se fijan en Villavelayo, Mansilla, Viniegra de Arriba, Brieva de Carneros, Villanueva de Carneros, Laguna de Carneros y Enciso 36 (mapa 2). Estos hechos nos explican las numerosas voces vascas que encontramos en los documentos riojanos, y que no son sino eslabones de una cadena que, en los testimonios toponímicos, nos llega hasta hoy.
7. Así, las Glosas emilianenses ( c. 950) 31 tienen un par de ellas en vasco, no en romance o con sinónimos latinos, según es norma 38: «jnueniri meruimur» = 'jzioqui dugu' (glosa 31), «precipitemur» = 'guec ajutuezdugu' (glosa 42). La segunda de estas aclaraciones se documenta también en romance: 'nos nonkaigamus'. El vasco recién transcrito no es demasiado fácil de identificar; Menéndez Pidal 39 recurrió a ilustres vascólogos (Echegaray, Ugarte, Campión, Urquijo) que tradujeron así:
Glosa 31: 'hemos encendido', 'lo hemos [solicitado] ardientemente', 'lo hemos ahuyentado' o alguna frase semejante, que no coinciden con el original latino.
Glosa 44: 'nosotros no nos arrojamos', 'nosotros no lo hemos adaptado a nuestra conveniencia', con las mismas dificultades de la glosa anterior.
8. Resurrección María Azkue 40 anotó unos cuantos elementos léxicos del vasco que se incorporan a las obras de Berceo, pero su lista es insegura: de una parte, hay que eliminar voces como bren 41, entecada 42 y jeme 43 y, por otra, que añadir alguna que falta. Así, pues, son vasquismos de nuestro viejo poeta las azconas (Duelo, 81), relacionadas con el vasco a z , a i t z 'piedra' 44, los zaticos (Sacrificio, 275) < z a t i 'pedazo' + -k o 45, gabe (Milagros, 197) < g a b e 'privado'46 y algunos que se pueden añadir a los escasos de Azkue: don Bildur (Milagros, 292) < b i l d u r 'miedo', socarrar (SMillán, 388) < s u 'fuego' + k a r r (a) 'llama' y, tal vez, amodorrido (Milagros, 528) y cazurro (Milagros, 647), si es que tiene algo que ver con z a k u r r 'perro'.
Entre estos dos hitos -las Glosas, Berceo- la documentación notarial permite enriquecer el parvo manojuelo.
9. En los documentos riojanos -por ejemplo- los tratamientos de respeto son con frecuencia de origen vasco. Se repiten hasta la saciedad eita ( < e i t a, a i t a 'padre') y ander(a) 'señora'. En cuanto a los testimonios del primero, son de señalar las formas Aita 47, que aparece en un documento de Valbanera ( «Aita Gomiz», 1068), y Eita, atestiguada con más frecuencia 48: «Eita Valeriz» (SMC, 996-1020, pág. 60), «Eita Didaco» (ib., 988, pág. 74), «Eita Johannis» (ib., 998, pág. 79), «Eita Alarice» (ib., 1009, pág. 85), «Eita Masciacon» (Valb., 1035, pág. 466 ), «Eita Iohannes» (lb., 1037, pág. 467), «Eitavita» (SMC, 1063, pág. 186), «Eita Gomiz» (Valb., 1067, pág. 515) 49. Los formas con it han evolucionado a ch, transcrita normalmente con gg 50: «Eggabita Moriellez» (SMC, 1065, pág. 195), «Eggagolen» (ib., 1067, pág. 199), «Egga Lacine» (ib., 1077, pág. 238), «Eggauitaz» (Valb., 1078, pág. 530), «Duen Eggavita» (SMC, 1079, pág. 247), «Agga Sango» (Valb., 1081, pág. 569), «Egga de Millan» (SMC, 1083, pág. 255). Una fórmula de compromiso entre las formas con i y con g debe ser -si no se trata de un yerro de transcripción- «Eigiga don Nunnu» (SMC, 1048, pág. 145). Como quiera que en el dialecto se conoce la solución it del grupo latino -KT-, se han cometido ultracorrecciones como «Acta Fanni» (SMC, 1035, pág. 121), «Ecta Albaro» (Valb., 1073, pág. 508, passim), «Acta Santio» (ib., 1081, pág. 570, passim). La voz vasca se usó «como título de respeto o de amor» y desde allí pasó a convertirse en nombre propio.
10. La correlación femenina del vasco eita es -en los documentos riojanos- anderazo: Anderazo (SMC, 1009, página 85), «Anderazo de Fortes» (Valb., 1035, pág. 465), «Anderazo de Clementi» (ib., 1071, pág. 500, passim), Anderazu (SMC, 1074, pág. 223) y más testimonios en Alvar, Valb., § 29. La voz es la misma con la que hoy se designa a la 'señorita' en bajo navarro y suletino (andere) y a la 'señora' en el resto del dominio lingüístico vasco (andra en Vizcaya, andre en las otras provincias) 51. En su origen, la voz equivalía al tratamiento romance de domna, según podemos atestiguar: en un documento de Ramiro I 52, se lee endregoto (año 1052), nombre que tuvo cierta buenandanza en aragonés pirenaico 53. Se trataba de un 'doña Goto', según justifican otros documentos 54, y aunque hubiera redundancias como la de «donna Andregoto» 55, bien que no sea distinta del «domina domna» de cualquier documento que quiera ser romance. El becerro de Valbanera autoriza a dar a la voz anderazo el significado de 'uxor', pues la «mugier de Brasko Roman» de un documento del año 1081 (pág. 562) es la «anderazo de Blasco Roman» en otro lugar del mismo instrumento jurídico.
En cuanto a la terminación azo creo que es la misma palabra que el vasco moderno atso, que en la lengua común significa 'anciana' y en bajo navarro 'abuela' 56, tal como hace inferir algún documento riojano: «[damus] duas eras: una in uallego de Padul, circa de sancta Maria de Azo» (Valb., 1081, pág. 578). La advocación mariana que aquí se cita es un híbrido que valdría tanto como 'Santa María la Antigua', tan abundante en España. En otro cartulario puede leerse «Bal de Azu» (SMC, 1078, pág. 242) que, si no es un error 57, equivale a 'Valle Viejo' 58.
Concluyendo: Anderazo es, en su origen, una fórmula de tratamiento respetuoso en la que entran dos elementos (ander(a) 'señora' + azo 'anciana') con el mismo valor, semántico e histórico, que el español señora doña. Después, como Eita, se convierte en nombre propio, y si no lo encontramos formando apellido es por la preponderancia familiar del varón; de este modo, Eita sirve -incluso- para formar gentilicios: Aitaz, Eytaz.
11. Otros vasquismos en documentos riojanos son: ama « ama 'madre' 59), documentado en SMC (1069, pág. 204) y Valb. (1079, pág. 543); amuña ( < a m u ñ a 'abuela') 60 en Valb. (1061, pág. 484) o el difundidísimo anaya 61: «Annaia Monnioz» (SMC, 1042, pág. 130), «Annaia Moriellez» (ib., 1065, p. 195), «Annaia Ferrero» (Valb., 1073, pág. 506), etc.62. De este último, se forman apellidos: «Garcia Annaiaz" (SMC, 1083, pág. 256), «Semeno Annaiaz" (ib., 1090, pág. 280)63. Obsérvese que todos estos testimonios, como los de eita o anderazo son fórmulas de respeto o cariño que con cierto carácter fósil se usan, a veces, en los documentos medievales; en ello radica su capacidad de pervivencia: rara vez se identifican con los usos románicos y, de ese modo, pueden subsistir en un nivel de lengua que se mantiene incontaminado. Naturalmente, el empleo cortés o afectivo de estas fórmulas no impide que se usen como apelativos comunes (campo del que salieron), o, incluso, como nombres propios: de ahí, también, la capacidad de algunos de estos términos para formar derivados gentilicios.
12. Con excepción de los hechos anteriores, los demás elementos vascos de los cartularios riojanos se reducen a hechos de onomástica ( toponimia, antroponimia), que si son valiosos para la historia lingüística no muestran en modo alguno su grado de vitalidad en las hablas vivas 64.
LOS FRANCOS EN LA RIOJA
13. La presencia de los francos en la Rioja es inseparable de la historia de las peregrinaciones. Al parecer, fue Sancho III el Mayor (1000-1035), quien decidió bajar la vía francígena desde los altos montañeses a la llanura de Rioja. Buscaba en ello «una nueva ruta política, militar y económica, de acuerdo con los nuevos reinos cristianos de la Reconquista» 65. Así, Nájera, que en 1052 tenía un mercado en manos de judíos y francos, y parece plausible la hipótesis de que, a partir de 1079, se incrementaría la emigración francesa por donación de Alfonso VI al Cluny de la iglesia y alberguería de Santa María: hubo aquí una comunidad francesa, que sustituyó a la española, y un prior francés. Hasta el siglo XIX llegó la vida de esta abadía que aún sostenía tres camas, mermados restos de la que fue -todavía en el siglo xv- generosa hospedería de peregrinos 66. Así otra ciudad famosa en los anales riojanos, Santo Domingo de la Calzada, debió su vida toda, al «iter francorum». El santo que dio nombre al pueblo, construyó la calzada entre Nájera y Redecilla, movido por las penalidades que vio sufrir a los peregrinos que atravesaban el río Oja, en las cercanías de su ermita. Allí levantó un puente, erigió una alberguería y, gracias a la generosidad de Alfonso VI, vio nacer la población que llevó su nombre67 y que se pobló después (en 1207) con el fuero de Logroño, «ad forum de francos» 68. Así, también, Logroño, que había de acabar siendo la capital de la Rioja: en 926, García Sánchez de Navarra podía ceder a San Millán la villa, esto es, 'explotación agraria', de Logroño «cum omnibus hominibus, terris, vineis, ortis, pomariis, montibus ac defesis et pascuis, cum exitu et regressu, et cum suas pescheras, cum omnibus mobitilibus [sic] et inmobilibus» 69; pero siglo y medio después, esta villa era poblada con gentes «tan Francigenis quam etiam Ispanis» 70 y estos francos son quienes dieron resonancia extrapeninsular al naciente núcleo urbano 71 o quienes determinaron la construcción de un puente sobre el río Ebro, obra que coronó San Juan de Ortega en 1183 72.
14. Sin entrar en pormenores sobre otros núcleos menos importantes, vemos cómo Nájera, Santo Domingo y Logroño debieron su florecimiento a la venida de estos francos que -incluso- determinaron el nacimiento de un nuevo estatuto jurídico, establecido para fomentar las nuevas poblaciones. En 1092, el Cid destruyó Logroño y suele decirse que de este hecho derivó la repoblación del conde García Ordóñez, que intentó crear un núcleo urbano denso y vinculado a Castilla. Según esta hipótesis en 1095 se concedió a la población un fuero para que en él se ampararan tanto las gentes venidas del otro lado de los Pirineos como las peninsulares 73. Por fortuna, sobre este fuero y sus consecuencias jurídicas tenemos un trabajo fundamental debido a mi maestro Ramos y Loscertales 74. Gracias a esto podremos con todo rigor determinar el sentido de esta puebla: la desviación del Camino de Santiago hizo que el fundo agrario que García Sánchez de Pamplona cedió a San Millán, pasara -otra vez- al honor real, como fin de etapa importante en las peregrinaciones jacobeas 75. De este modo, el rey, pensó atraer gentes extrañas a las de su tierra para que, con un estatuto jurídico poco gravoso y con garantías suficientes, trocaran el lugar su vivienda 76; de ahí que ese nuevo estatuto tuviera una personalidad muy definida: la franquicia; es decir: «integración de una libertad y una ingenuidad, como una capacidad del ejercicio de todos los derechos inherentes al status libertatis y como una exención de las cargas que debían levantar, al igual de los siervos, los hombres libres que poseían un predio en el dominio ajeno, cuya tenencia les imponía, además, una limitación de su libertad» 77. Así, pues, lo que fue un mero adjetivo de carácter étnico, francus, se convirtió en un estado social. y su motivación fue, incuestionablemente, la atracción de gentes que tuvieran facilidades para ejercer el comercio y para desenvolver una vida segura, gracias a unos privilegios reales. Aunque el fuero dice específicamente que a Logroño podían venir francigenis, ispanis o ex quisbuscumque gentibus, sin duda -al legislarse pensó en los franceses y por eso en su capítulo III se explica el significado de una expresión que allí se usa: "foro de francos» 78; esto es, algo que motivado por gentes ultrapirenaicas iba a tener aplicación para las de montes adentro. Baste recordar, por ejemplo, que cuando Sancho, conde de Castilla, ofrece la villa de Quintanilla al cenobio de San Millán ( 1003) la franquitas no se designa, por más que el hecho jurídico se formule: la cesión se hace genua et libera 79, es decir franca, según la terminología que -más tarde- había de acuñar el fuero de Logroño 80.
15. A pesar de estos hechos, no abundan los franceses en los documentos riojanos. He leído cuidadosamente los textos transcritos por don Luciano Serrano 81 y no he obtenido ningún fruto; idéntico resultado se infiere al estudiar los que editó M. Lucas Alvarez ( Valb. ) 82. No es mucho conseguir en más de doscientas páginas de lectura la documentación de un Monnio Peregrino 83 y el topónimo Covadegallecos 84, que debe remontar a g a l l i c u 'de Galia' (aunque no es imposible que fuera 'de Galicia'), cf. río Gállego, en Aragón 85. No es muy claro por qué esta ausencia de francos en la documentación, cuando tanto -lo sabemos- abundaron en las ciudades riojanas 86. La única explicación plausible es la de pensar que los documentos de San Millán y Valbanera son de carácter rural (compras, ventas, cesiones, etc., de predios más o menos en proximidad de los cenobios o de gentes que se relacionan o buscan su amparo en ellos), mientras que los franceses, cuando se establecían para afincarse en un sitio lo hacían buscando el lugar donde pudiera prosperar el comercio; esto es, en las ciudades con importante núcleo urbano o a las que iba a rendirse el final de una etapa de peregrinación.
16. Que la presencia de estos franceses fue abundante, por más que la lingüística lo silencie, está acreditado por el testimonio de la literatura. En Rioja se conocieron las gestas francesas y una nota, copiada en San Millán, precisamente, ha venido a revolucionar los estudios de la épica rolandiana 87. Esta nota es fechada por su editor entre 1065 y 1075; es decir, coincide con los años que otros documentos señalan ya como de abundante presencia de franceses: recuérdense los comerciantes que dominaban el mercado de Nájera en 1052, y a quienes he aludido en líneas anteriores.
capítulo I
LA HISTORIA EXTERNA
(pp.11-32)
El dialecto
riojano
Manuel Alvar
Biblioteca
Románica Hispánica,Madrid 1976