significación de las | |
losas milianenses |
Cúmpleme hoy representar a la Real Academia Española en este acto en que, por varias razones coincidentes, recordamos, una vez más, que, en este monasterio de San Millán de la Cogolla, en éste o su anejo antecesor mozárabe, se escribieron hace mil años las primeras palabras en la lengua que hoy llamamos española, la lengua de nuestra comunicación diaria, la que por los azares históricos, ha adquirido mayor extensión geográfica entre sus hermanas y mayor consideración y empuje literarios.
ASOMBROSA HERENCIA Es realmente asombrosa la herencia, la caudalosa herencia que de esas mínimas palabras se ha desprendido. Con razón pueden ponerse hoy en esa lápida que, desde hace unos instantes, brilla en las paredes de esta casa. Lo que a mediados del siglo x se nos presenta como un penoso balbuceo es hoy la lengua de más de doscientos millones de hombres y tiene a sus espaldas el haber creado, única entre las lenguas modernas, mitos de universal valía: La Celestina, Don Juan, Don Quijote no supieron nunca, en la anchura generosa de su personal vuelo, nada de su humilde antepasado, aquí, en la raya del vasco, en una situación conflictiva entre la huella de las legiones y la administración romanas y una cultura de signo popular, rural, vitalista, apegada al terruño. De una conjunción tan dispar ha salido Como resultado el ademán español ante el mundo. De ese ademán recordamos hoy, aquí, su primera manifestación escrita, tímida, acobardada, recelosa casi, agazapada entre el prestigio religioso de las palabras latinas, las palabras ungidas por la cultura superior, por el mito, por la relación con lo inasible.
LENGUAS ROMANCES Toda persona que se acerca al campo de las ciencias filológicas tropieza más de una vez con estas pequeñas advertencias, vocablos sueltos, alguna frasecilla breve que un monje probablemente vasco, por lo menos, bilingüe, escribió en el cenobio de San Millán a mediados del siglo x. La lingüística románica, ciencia ,que avanzó a una rapidez de vértigo en el siglo XIX y la primera mitad del xx (tan aprisa que está hoy moribunda, exangüe) , tuvo que encararse con este testimonio. y se destacaron de mil maneras, con esa afición pedantesca del hombre de ciencia a ordenar todo según su personal capricho, los rasgos de las voces contenidas en el rancio documento. Y, como era de esperar, se comparaban con sus parientes no españoles. Sobre todo con los testimonios franceses e italianos, ya que otras lenguas eran poco conocidas (el caso del portugués, del rético) , o había aparecido muy tardíamente sobre el papel (el caso del rumano) .Se destacaba siempre ,que el primer texto escrito en francés, los Juramentos de Strasburgo, del año 842, era un texto político, y 'que el primer texto escrito en italiano (Plácitos Casineses) , de hacia 960, era un texto jurídico. y se proclamaba que el nuestro, el español, basándose especialmente en la traducción final de un sermón agustiniano, era una oración. Nada más fácil que deducir de ahí casi la prefiguración total dela historia subsiguiente en cada una de las lenguas. El francés, la lengua de la política, de las cancillerías, la lengua de los salones, hábil con especial empeño para dirimir cuestiones de límites, de peleas dinásticas, de política, en una palabra. El italiano salía de esas confrontaciones hecho la lengua del derecho, la de los sesudos estudiosos de Bolonia. (El otro texto primitivo, más primitivo aún, puesto que es de fines del VIII o principios del IX, L´indovinello Veronese es una adivinanza, con lo que nos llevaba al camino de la astucia y la artería renacentista, y salían los Borgias al retortero, claro está, pero olvidándose de que los Borgias tenían su mucho de valencianos). Y el español, en esta ruta, era la lengua del rezo, de la conversación con Dios. Realmente, era difícil hallar una solución más oportuna para explicar, ya en los años del siglo X, los místicos del XVI, la frase del Emperador en la archifamosa reunión italiana, incluso la evangelización de América o los Ejercicios de San Ignacio; pero. .. Todo esto es verdad. Es, además de verdad, extraordinariamente subyugador. Yo veo prefigurada en esas palabras iniciales la verdadera historia íntima de los pueblos. la historia que en estos momentos parece estar en descrédito, ahora que los historiadores se lanzan de preferencia por las interpretaciones económicas de la conducta humana, e incluso de la literatura. (Hay ilustre profesor que piensa que los judíos fueron expulsados de España a fines del siglo XV por razones económicas : ahí tenemos un ejemplo de la falta de seriedad a que nos pueden llevar nuestras opiniones partidistas) .Todo eso, digo, es verdad, pero la historia no puede ser solamente una cosa, una sola cosa, de entre las muchas que el hombre hace. Al hablar de hombres no podemos reducirlos a simplistas esquemas, sino que conviene replantearse la situación de cada cosa, de cada sucedido, para ver cuál es el que más se repite y extraer de ello consecuencias estructurales, formales, que nos sirvan para algo más y las Glosas como sujeto histórico también nos dan ejemplar enseñanza.
JURAMENTOS DE STRASBURGO Es verdad que los textos francés e italiano son así, son lenguas que yo me atrevería a llamar de estadios superiores de la vida (y entra, naturalmente, la realidad económica que los historiadores actuales buscan} .La gente que jura en Strasburgo los límites delas tierras del Rin son ,gentes de salón, nobles, palatinos, gentes con el riñón bien cubierto, y está fuera de toda duda que pertenecen a la casta directora, son los que pueden repartir sobre el mapa sus heredades, sin contar para nada con los repartidos. Ahí está la realidad de una historia secular, el eterno litigio, ese ir y venir de un lado a otro las tierras de Alsacia y de Lorena. Y las gentes que lo hablan y escriben son siempre aristócratas en el bueno y único sentido de la palabra, aunque pueda coincidir con el más usual. Una transformación fonética del francés, incluso casual, puede hacerse 'general si ha sonado bien en los oídos cortesanos o si ha sido pronunciada por los labios de una amante del rey. La lengua se impone de arriba abajo, cortesanamente, ayudada por los gramáticos. En toda la larga historia, larga y brillante, de la lengua francesa, tan sólo un hecho evolutivo es obra del pueblo, de la comunidad, y 'para eso ,hay que llegar a la Revolución, a los años de la Restauración borbónica en el siglo XIX. Lengua, pues, superior, dirigida desde arriba por los socialmente mejores, y aceptada por los de abajo, por el predicamento intocable, mítico, que los de arriba ejercen.
PLÁCITOS CASINESES Algo parecido, incluso más extremista, ocurre en el italiano. Los plácitos de Montecasino revelan el imperio de la ley, de la mejor herencia romana: el derecho, así, en abstracto. Se tiene un sentido reverencial de la legislación, lo que no excluye el uso de trampas. El hecho de las testificaciones de Capua lo demuestra. Pero esas personas son también de la tradición culta, son de salón, Jueces, magistrados; incluso las palabras populares que suelta el labriego en el juicio están teñidas de leguleyismo, son acomodadas del ritual consagrado y acatado. Los jueces marcan una diferenciación entre su 'habla, saturada de latines, y la del labriego ignaro. La lengua literaria misma, por encima de las infinitas variedades dialectales, es un invento superior, el resultado de una laboriosa contienda entre el hombre, creador y artista, y la lengua común. Esa lengua se la han sacado de la manga, un buen día de la Florencia del XIV, tres hombres egregios: Dante, Petrarca, y Boccaccio. y esa lengua sigue pesando sobre todo nacido en la península italiana, una lengua exquisita, pulidísima, que sirve de fácil espejismo de coterraneidad, pero que, en realidad de verdad, no lo es. Tan fuerte es o ha sido su fuerza sugeridora, que acabó con las posibilidades literarias de otros dialectos, con el veneciano, por ejemplo, o con el romano, vivo aún en el XVI, extinguido a pesar del enorme relumbrón de la corte pontificia. El halo cortesano del francés es aquí deslumbramiento de la personalidad creadora, pero el primero es muy parecido.
LAS GLOSAS. MÍSTICA Y PICARESCA Vengamos ahora a nuestras Glosas y a nuestra habla castellana. Nos encontramos con una lengua hecha totalmente al revés que sus hermanas, el francés y el italiano. Es una lengua que no sabe de salones, que está hecha de abajo arriba. Se va imponiendo en su historia como la obra de todos, colectivamente, en quehacer común, el del pueblo, y al decir pueblo no quiero decir plebe, que es otra cosa, digo pueblo, la organización sociocultural en la que todos entramos, donde habita por igual el prelado, el noble de sangre, el artesano, el villano, el sometido, el delincuente, el santo... Una lengua que alcanza sus cimas expresivas sin otra ortopedia que el «escribo, como hablo», que defendía Juan de Valdés, o el «buen gusto» de la reina católica. Una lengua como la vida misma, en tumultuoso devenir, dejando a cada paso su huella imborrable. Este anónimo glosador es un monje que
probablemente no tiene el castellano como lengua materna. Desliza voces de
claro aire aragonés, con las oclusivas sordas sin sonorizar; no está muy
seguro todavía en lo que a las vocales finales se refiere. Su peso
latinizante le hace respetar siempre la «f» inicial latina, pero es muy
probable que le llamara, y mucho, la atención el que muchos hablantes no
la pronunciaran, y quizá eso fuese ya para él un testimonio de vulgarismo
intolerable; tiene las formas arcaicas del artículo y diptonga algunas
formas del verbo ser, (que ya aparece invadido por sedere) ,
como solían hacer los mozárabes en muchos sitios. .. Es un poco maestrillo, por otra parte, que
necesita, por alguna razón, allanarse dificultades en el texto fuente.
Este monje emilianense, que no pudo nunca calcular qué flaco servicio nos
hacía al tener que estar desentrañándole, me produce la impresión de un
estudiante actual, que va a los exámenes con alguna minúscula, inocente
trampa, donde van escritas las contestaciones a las temidas preguntas, la
resolución a las fórmulas de los horripilantes problemas. ¿Que no sabemos
traducir Et ecce repente? Pues escribo entre líneas lueco;
ese luego que significa «inmediatamente», como lo significó
hasta la lengua del XVlIl y como todavía se puede perseguir en América.
¿Que suscitavi es rarillo ? Pues escribo al lado levantai y
ya está resuelto. ¿Que pecuniam es confuso? Nada más fácil que
poner al lado ganato. Y digamos, para concluir, que lo que el monje anónimo está haciendo no es otra cosa que escribir lo que habla. Palabra romance, familiar, o vasca aún más familiar 'Y limitada, igual que andando el tiempo, Santa Teresa recurrirá a tachar cualquier voz que le parezca seria o erudita para sustituirla por otra del mercado o de la conversación, incluso 'por un regionalismo agresivo. Así va penetrando en nuestros mejores hitos esa voz de la calle, la del que canta en la esquina, la que resuelve, rapidez y buena intención, los problemas del desvivirse cotidiano. Esos son las Glosas, nada más, nada menos.
PALABRAS QUE CONGREGAN Sin embargo, no debemos hacer generalizaciones peligrosas. Se han podido perder muchos documentos que alterarán esta visión con que la filología románica nos ha venido atrayendo a sus filas. Han podido ocurrir tantas y tantas cosas ...N o olvidemos que estamos en 950, que aquí en esta tierra, no hay ni siquiera españoles, que la palabra español es un provenzalismo, que los que aquí habitan son gentes en una constante lucha religiosa, enajenada, enloquecida. Para un europeo, la que hay en la Península Ibérica, en la vieja Hispania, son gentes de tres tipos...cristianos, moros y judíos. Esas tres palabras no añaden al hombre una connotación terruñera o geográfica, sino que aluden a una peculiar manera de resolverse los problemas de esta vida y de la otra. Y aquí sí que las Glosas, con su papel de aclaración de unos textos piadosos, cumplen con un papel muy del tiempo. Los españoles hemos sido, de entre todos los pueblos modernos, los únicos que hemos confundido, a veces muy peligrosamente, las fronteras de la vida política con las fronteras de la creencia. De ahí también que este monje anónimo de San Millán, que hoy recordamos, tenga todavía la fuerza necesaria para congregarnos, para ,hacernos ir una vez y otra a rebuscar en las palabrejas sueltas que intercaló sobre un texto ya entonces venerable. Lo que no pudo prever cuando escribía cuidadosamente seguro, muy despacito, y paseando la lengua de extremo a extremo de los labios, para que saliera bien su grafía, lo que no pudo prever, repito, fue esta formidable descendencia que, en voz, en letra, en aliento, ha vivido el español, en aquella lengua de su pequeña trampa de latinista mediocre: una literatura incomparable, que participa, no podía ser menos, de lo que tienen otras, es decir, de la que acarrea consigo el hecho de ser hombre. La Real Academia Española, que ,ha tenido el acuerdo de designarme para representarla aquí, no podía estar ausente en este acto, en el que se recuerda el primer balbuceo, a mil años vista, de la lengua cuya custodia le está encomendada.
|